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En mis últimos 37 años como creyente, he calentado muchas sillas de la iglesia esperando con mi alma ansiosa que la verdad de la Palabra de Dios llegara hacia mí, yo, una mujer, una persona hecha a la imagen de Dios. Como muchas de mis amigas, he soportado varias etapas de la vida. Fui una jovencita que en la escuela luchó sola por Cristo; una adolescente que batalló por entender su identidad en Cristo en un mundo hostil; una universitaria y joven profesional que combatía por darle sentido a mi identidad fuera de mi educación cristiana; una joven mujer casada sintiéndose sola y confundida; una agotada madre primeriza peleando por mantenerse despierta. Ahora, soy una mamá necesitada de jóvenes: aún estoy desesperada por abrir la Escritura y que me la expliquen. Como María en Lucas 10:39, cada domingo voy para sentarme a los pies de Jesús y a escuchar. Pero, ¿escucharé? ¿Puedo escuchar?

Como todos los cristianos, necesito la munición del Evangelio para otra semana de batalla en este mundo hostil. Por lo tanto, ustedes pastores, expositores de la Palabra de Dios, ¡recuérdennos! Recuerden a la mujer hecha a la imagen de Dios mientras hora tras hora trabajan en aplicar las palabras de la Escritura a sus congregaciones. Después de todo, hombres o mujeres, todos necesitamos el Evangelio. La cruz es central para todo. Todos necesitamos la Palabra predicada y necesitamos teología para nuestras vidas diarias. En el centro, todos tenemos el mismo problema: somos pecadores en necesidad de un Salvador, en necesidad de la cruz. Si eres un pastor leyendo esto, sabes que esto es verdad. Sabes que hay una hambruna de la Palabra de Dios en los púlpitos alrededor del mundo hoy.

Por lo tanto, cuando te pares en el púlpito este domingo, es muy probable que le estés predicando a mujeres predominantemente. Sin embargo, ¿las estás alcanzando? ¿Sus vidas están cambiando para verse más como Cristo? Las mujeres, ¿te dirían que se sienten alimentadas por tu predicación? La primera regla del discurso hablado es «conocer tu audiencia». Bien, ¿la conoces? Como predicadores, necesitan tomarse el tiempo para preguntar, escuchar y responder a las mujeres a las que les predican.

Pregunta

En primer lugar, comienza preguntando. Conoce a las mujeres de tu congregación y de tu comunidad. Tu esposa —si tienes una— siempre es un gran punto de partida (y, por favor, comienza con ella, puesto que es un regalo único dado por Dios). Ella te permitirá conocer a las mujeres que está discipulando, ministrando y contactando con más regularidad.

Sin embargo, ella es solo una mujer con un tipo de valores, experiencias y amigas, por lo que no te detengas solo en ella, sino que abarca una gran variedad de mujeres. Pueden ser mujeres de tu equipo, señoras que tu familia sirve fuera de la casa o jovencitas que vienen a pedir consejo. Deben ser jóvenes y mayores, que tengan trabajos fuera del hogar y en el hogar, casadas y solteras. Conócelas de maneras seguras y apropiadas y hazte el propósito de hacerles preguntas constantemente.

Pregúntales con qué están luchando, cómo se sienten valoradas, qué problemas están enfrentando en el trabajo/escuela, qué atributos de Dios encuentran desafiantes en la etapa de la vida en la que se encuentran. Hazles preguntas claras, directas y específicas con el fin de que puedas entender mejor qué es lo que estas mujeres te están diciendo. ¿Cómo es la vida para ellas como una mujer que porta la imagen de Dios hoy? Busca entender mejor su mundo. Esto es exactamente lo que Jesús hizo en la encarnación. Él vino a nuestro mundo. Así que tú anda al de ellas. Que la iglesia sea un lugar donde encuentren refugio de la presión y de las mentiras del mundo en el que vivimos hoy.

Escucha

No hace ningún bien si solo preguntas y nunca escuchas. La compasión viene por medio de escuchar y aprender, y después de un rato, escucharás temas y verás patrones. Nuestra cultura forma nuestras ideas, nuestro conocimiento, nuestros valores y nuestros sentimientos. Como dijo la historiadora Anne Firor Scott, nuestra cultura muele los lentes por medio de los cuales vemos la realidad. ¿Cómo lucen los lentes de las mujeres a las que les predicas? ¿Cuál es su realidad?

Sé consciente de la actual ola de luchas culturales que enfrentan las mujeres en este tiempo. La campaña cultural por la completa igualdad funcional está borrando las líneas del género y pone al modelo de Tito 2 para las mujeres en oposición a todo lo que actualmente se considera sagrado. Todos los días se nos dice por medio de la publicidad y de los medios de comunicación que estamos liquidadas si nos quedamos en casa o que estamos acabadas si es que decidimos no escalar posiciones corporativas por el bien del hogar. No obstante, valdrá la pena advertir lo siguiente aquí: mientras escuchas, ten cuidado con el estereotipo de género. Todas somos mujeres, pero no todas somos iguales. Practicar el arte de escuchar bien ayudará a ver la variedad y a responder mejor a los diversos tipos de mujeres en tu cuidado pastoral, especialmente en tu predicación.

Responde

La verdad de la Palabra de Dios le habla a toda nuestra vida. Como ministro de la Palabra, tienes el privilegio y la responsabilidad única de ayudar a tu congregación a ver esto cuando predicas la Palabra de Dios cada semana. A medida que piensas en las ilustraciones y en las aplicaciones, detente y pregúntate a ti mismo: «¿es esta una idea dominada por los hombres?». «¿La mayoría de las mujeres que conozco entenderán lo que estoy intentando decirles?». No hay nada malo en usar ilustraciones sobre fútbol o sobre cocina, pero si esa es la variedad que tienes, es tiempo de que comiences de nuevo y ores para que Dios te dé una visión fresca para ilustrar y aplicar las verdades de su Palabra tanto a los hombres como a las mujeres que escuchan. De nuevo, ten cuidado con estereotipar. Algunos hombres odian el fútbol y algunas mujeres detestan cocinar.

A medida que preparas el texto para predicarlo la próxima semana, toma tiempo para orar por la lista de los miembros de tu iglesia. Si no tienes una, encuentra alguna otra forma sistemática para orar por un grupo variado de miembros de la iglesia. Mientras echas un vistazo a los nombres de diferentes mujeres que se encuentran en diversas etapas de la vida, detente y pregúntate a ti mismo: «¿por qué _________ necesita escuchar este pasaje?». Si has estado escuchando bien, serás capaz de responder mejor las preguntas y, por consiguiente, aplicar mejor el contexto del pasaje a los corazones de tu audiencia femenina. Pregúntate a ti mismo: «¿cómo puedo amonestar a Clara que lucha con la pereza, animar a Roxana que está desganada o ayudar a Lucía que batalla con dominar a otros?». «¿Cómo puedo ser paciente con las mujeres cuyo cuidado me ha sido confiado?» (1Ts 5:14).

Queremos que nos recuerden

Como mujeres, no queremos recibir un trato especial en tu predicación. Solo queremos que nos recuerden. Necesitamos que alguien nos muestre el cielo cada semana y nos recuerde lo que viene. Necesitamos que alguien nos ayude a sacar los ojos de nosotras mismas y nos lleve a mirar a nuestro Salvador. Necesitamos que alguien nos anime en nuestra necesidad, que nos recuerde que, cuando alguien nos falla en esta tierra, existe alguien que nunca nos fallará, que nunca nos dejará ni nos abandonará. Como mujeres, fuimos creadas para ser ayudantes y seguidoras, pero necesitamos a alguien que valga la pena seguir. Por lo tanto, ya sea que lleguemos este domingo a las bancas de la iglesia como María o como Marta, necesitamos fieles predicadores de la Palabra que nos pregunten, que nos escuchen y que luego nos respondan en su predicación por medio de aplicaciones consideradas, específicas y que exalten a Cristo.

Este recurso fue publicado originalmente en 9Marks.
Photo of Erin Wheeler 
Erin Wheeler 
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Erin Wheeler 

Erin Wheeler vive en Fayetteville, Arkansas, junto a su esposo Brad y sus cuatro hijos. Asiste a University Baptist Church, donde Brad sirve como pastor.
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