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Dejen que sus hijos vayan a él
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Dejen que sus hijos vayan a él

Muchos cristianos, como muchas personas, no son ricos (ni económica ni espiritualmente). Muchos podrían vivir materialmente sueldo tras sueldo y demasiados viven espiritualmente sueldo tras sueldo. Luchan con disfrutar de los márgenes divinos en su relación con Dios, sobreviviendo en una serie de eventos o experiencias cargados de emociones. Los niños de estos hogares tienen un conjunto único de problemas que deben procesar al momento de desarrollar una íntima relación con Cristo. Afortunadamente, muchos cristianos caen al otro lado del continuo. Disfrutan del enorme margen espiritual en su relación con Jesús, porque lo buscan diariamente y se enfocan en vivir para su gloria. La profundidad y la madurez de su andar con Cristo crea estabilidad, riqueza y rebose en sus familias. Sin embargo, su abundancia en Cristo puede presentar un conjunto de luchas particulares al momento en que sus hijos llegan a desarrollar su propia relación apasionada con Jesús. Dar bienes materiales a nuestros hijos crea una analogía bastante buena para analizar las dificultades que los padres cristianos a menudo enfrentan al traspasar a sus hijos la riqueza espiritual que han ganado. Para nuestra discusión, acordemos definir «riqueza» como el hecho de tener más de algo que el mínimo o más de lo que podemos consumir razonablemente por nosotros mismos. Jesús dijo que a quien se le da más, se le exigirá más. Con eso en mente, quisiera ofrecer los siguientes paralelos.

La dificultad de traspasar tu riqueza

Existe una gran diferencia entre llegar a ser rico y tener riqueza desde el principio. El primero sabe lo que es no tener nada (tener hambre, preguntarse cómo sobrevivirá mes a mes). El segundo no sabe nada de estas cosas (al menos no por la experiencia). Sin embargo, es esa hambre (la sensación de sobrevivir apenas) que tiende a empujar a una persona a esforzarse y disciplinarse con el fin de fortalecer los músculos internos necesarios para finalmente prosperar muchísimo. Realmente, requiere «músculos»:
  • Humildad: pone el orgullo en jaque y  libera para realizar los trabajos ingratos y modestos que al final darán acceso a una escalera de éxito.
  • Visión: capacita para ver un futuro mejor y, de la misma manera, formular un plan para llegar ahí.
  • Tenacidad: empuja a derribar, a pasar o a abrirse camino a través de los millares de barreras en la búsqueda de una mejor vida que grita «¡no, es demasiado difícil!», «¡no vale la pena!» o «¡ríndete ahora!».
  • Sacrificio: voluntad de negarse a sí mismos ahora con el fin de obtener finalmente lo que nunca habrían obtenido de otra manera.
Estos músculos internos no solo ayudan a la persona a obtener riquezas materiales, sino que es una buena ayuda en lo que respecta a proteger esas riquezas y a multiplicarlas. El típico estadounidense, cuando se ha esforzado y ha acumulado un margen económico saludable, es normal que quiera usar parte de la riqueza para hacer su diario vivir más cómodo, más conveniente y más seguro. No hacen esto porque la incomodidad, la dificultad o el riesgo lo amenacen, pues han experimentado lo suficiente de las tres. Sin embargo, ahora que tienen cierta estabilidad económica, tiene sentido usar un poco para aliviar esas dificultades que ahora son opcionales. Debido al precio personal que pagaron para llegar ahí, estas comodidades que pueden tener gracias a su riqueza probablemente no los van a corromper, sino que simplemente representan maneras en las que están disfrutando de sus bendiciones. No obstante, si eres un hijo que está creciendo en ese hogar, las bendiciones de las riquezas de tus padres pueden tener un impacto completamente opuesto en ti. No tienes punto de referencia de hambre, no tienes necesidad de visión, ni un llamado al sacrificio. Una vida de opciones abundantes es una consecuencia inevitable, lo que para un hijo resulta difícil llegar incluso a imaginar cómo sería no tenerlas. Si un padre no es cuidadoso, este contexto de bendición puede crear un sentido de derecho en sus hijos. El punto vulnerable de un privilegio no ganado a menudo es pereza, arrogancia, egoísmo y una falta de aprecio por el sacrificio que otros hacen para hacer la vida de alguien mejor. Es por eso que es muy difícil traspasar la riqueza a más de dos generaciones desde cuando fue originalmente construida. El mantra tiene variantes, pero básicamente dice así: la primera generación genera riqueza, la segunda la administra mal y la tercera la pierde.

La crianza de los hijos en la abundancia material

Las excepciones existen, pero generalmente se deben a medidas premeditadas que toman los padres. Ellos saben que es apremiante que sus hijos experimenten su propio viaje económico. Estos tipos de padres tienden a compartir dos principios fundamentales en común.

En primer lugar, ven la importancia de que sus hijos experimenten la adversidad económica.

Ellos ven la afirmación «no quiero que mis hijos tengan que pasar por lo que yo tuve que pasar» por lo que es: una visión equivocada de la adversidad que finalmente le niega a sus hijos la oportunidad de obtener una madurez personal económica. Los hijos podrían tener una casa más bonita y más opciones de la que sus padres tuvieron a la misma edad, pero los padres sabios se aseguran de mantener los dilemas en su lugar lo que fuerza a sus hijos a desarrollar la responsabilidad monetaria. En primer lugar, los hijos aún tienen responsabilidad sobre su parte equitativa de los deberes en la casa. Y esos padres se dan cuenta de que, aun cuando ellos podrían fácilmente comprarles a sus hijos lo último en ropa y dispositivos y todo lo demás que sus corazones desean, no lo hacen. Ellos les entregan lo fundamental que cualquier otro padre les daría, pero aún esperan que sus hijos creen fuentes de ingreso por sí mismos si quieren cosas mejores y extras. La otra forma en que ellos le permiten experimentar la adversidad es que se rehúsan a darles cuidados económicos ambulatorios una vez que son adultos. Ellos saben que es mucho más beneficioso para sus hijos que cada uno aprenda a ser económicamente autosuficiente.

En segundo lugar, ellos distinguen entre su riqueza y la de sus hijos.

El hijo adolescente dice, «papá, somos ricos, ¿no es así?». A lo que el papá responde, «no, hijo, tu mamá y yo somos ricos. Tú no tienes nada. Nosotros nos hemos esforzado para tener lo que tenemos y nos encanta compartir los beneficios de ello contigo mientras estés bajo nuestro cuidado. Pero un día vendrá en el que te lanzaremos hacia la adultez. Entonces, tendrás que asumir la responsabilidad económica total de tu vida. La forma en que termines respecto al dinero y al estilo de vida corresponderá a tus propios esfuerzos». Existe lugar para el esfuerzo que capacita a un joven adulto responsable a ser aún más responsable, pero no hay lugar para el regalo económico que le hace favor a la pereza, a la irresponsabilidad o al sentido de derecho. Estos padres sabios no dan por sentado las cuentas de inversiones ni la herencia económica, sino que solo las traspasarán si estos padres tienen la confianza de que estas cosas ayudarán a sus hijos a ser mejores personas. Lo último que quieren es que su dinero ganado con esfuerzo sea finalmente destruido por sus hijos adultos.

La crianza de los hijos en la abundancia espiritual

Ahora, el paralelo. Cuando una persona es criada en un ambiente con carencias espirituales, hay una sensación natural de que falta algo. El hambre espiritual y el énfasis que a menudo lo acompaña, normalmente juegan un rol significativo en la respuesta de una persona al Evangelio. Hasta este punto, podrían haber abrazado una serie de falsificaciones religiosas. Sin embargo, esas falsificaciones, como la comida chatarra, ni siquiera pueden satisfacer. Cuando una persona que está muriendo de hambre espiritualmente al final puede probar un poco del Pan de Vida y un sorbo del Agua de Vida, el contraste es abrumador. Quizás no haya una rendición instantánea, pero cuando el Espíritu Santo finalmente hace su obra en sus corazones, el cambio es profundo, el contraste es claro y al menos parece no haber vuelta atrás. Una fe recién descubierta a menudo viene acompañada de un deseo apasionado por más de Dios, de su Palabra, de su verdad y gracia y de su familia extendida. Esta búsqueda tiene un impacto transformador general en la vida del nuevo creyente. Si esa transformación tiene lugar en sus años de juventud o en sus primeros años de matrimonio, no es extraño para ellos usar un poco de su riqueza espiritual en Cristo para «ascender» en sus vidas. La oración y la ingesta de la Palabra de Dios se transforman en una rutina. Sus amigos más cercanos se transforman en activos espirituales en lugar de pasivos. Los miedos son superados más consistentemente con la fe. Los malos hábitos son reemplazados con aquellos que dan vida. Sus hogares están cada vez más llenos de Dios. No obstante, si eres un hijo nacido y criado en este tipo de hogar desde el principio, este puede tener un efecto completamente diferente en tu viaje espiritual, humanamente hablando. Existen consecuencias involuntarias al criar hijos en hogares donde el canal hacia la gloria de la obra transformadora de Dios ha sido quitado en una generación. He observado tres problemas comunes en los niños que fueron criados en hogares espiritualmente seguros y cristianamente cómodos:
  1. No piensan que Dios sea tan real como de verdad lo es
  2. No piensan que el pecado sea tan malo como realmente es
  3. No piensan

El ambiente cristiano que los rodea (con sus tradiciones, sus clichés y sus protecciones intrínsecas) podría transformarse en su visión de quién es Dios en lugar de que Dios mismo lo sea. Los confines seguros de su cómodo mundo cristiano podrían darles una ingenuidad hacia el pecado que fácilmente podría hacerlos vulnerables a su verdadera naturaleza una vez que sean adultos. Y viven en un mundo que constantemente está dándoles las respuestas a preguntas que no se han hecho y las soluciones a problemas con los que nunca han tenido que luchar verdaderamente.

Cómo traspasar la fe viva

Traspasar una fe ferviente en Cristo a la próxima generación es difícil, pero no imposible. Finalmente es Dios quien da el don de un nuevo nacimiento; sin embargo, sí invita a los padres a desempeñar una parte esencial. Como padres ricos que efectivamente traspasan una gratitud y una administración de dinero saludables a sus hijos, existe un par de cosas, entre otras, que los padres cristianos pueden hacer en un esfuerzo por hacer de la educación de sus hijos una plataforma de lanzamiento para su propia relación apasionada con Jesús.

En primer lugar, permítanles enfrentar una gran adversidad espiritual.

Obviamente, es imprudente para un padre simplemente lanzar a sus indefensos hijos en medio de un mundo moralmente hostil. Sin embargo, puede ser igualmente irresponsable e imprudente criarlos en un ambiente que no necesita realmente el poder y la presencia de Dios para ser protegidos. Aunque sus hijos pueden disfrutar de las bendiciones de un hogar piadoso y justo, los padres sabios saben que existe una gran diferencia entre el conocimiento bíblico y el poder bíblico, la seguridad espiritual y la fuerza espiritual. Lo primero puede obtenerse con información ortodoxa y barreras hechas por hombres; lo último probablemente se puede obtener por medio del desafío, del riesgo y de la amenaza espiritual. Lo primero puede alcanzarse sin la ayuda de Dios; lo último, solo puede alcanzarse a través del poder de Dios y un encuentro personal con un Salvador poderoso. Cuando los padres espiritualmente ricos crean dilemas persistentes que destacan la profunda necesidad de su hijo por Cristo, y él los salva, no solo aumenta la probabilidad, por decirlo de alguna manera, de tener un hijo conocedor de la Biblia y fuerte espiritualmente, sino que también uno que es bíblicamente astuto y espiritualmente seguro. Y no tenemos que exponerlos mucho al mundo hostil a su alrededor para convencerlos de su necesidad de Cristo. Pero, ¿cómo hace esto un padre sin pasar por encima de la línea hacia la imprudencia? Jesús nos mostró la manera. Él les enseñó a sus discípulos las verdades del Evangelio al revelar regularmente la Escritura y al enseñarles parábolas y luego aplicarlas a sus vidas. Pero también los vinculó constantemente con la cruda realidad del quebrantado mundo a su alrededor. Diariamente, eran expuestos al corazón depravado del hombre mientras acompañaban a Jesús y él activamente derramaba su amor sobre personas en la agonía de su condición perdida. Y hubo momentos en los que incluso él envió solos a estos discípulos «como ovejas en medio de lobos» para poner en práctica los principios que vieron que Jesús demostró (Mt 10:16). Dirás, «sí, pero los discípulos eran adultos». Quizás, aunque algunos de ellos podrían haber sido más jóvenes de lo que pensamos hoy en día por «adulto» (en muchos de esos encuentros que Jesús tuvo con la parte inferior del mundo perdido, sabemos que también había «niños» presentes). En algunos casos, los niños realmente desempeñaban un rol; sin embargo, en aquellos encuentros más tensos cuando los niños estaban presentes, estaban a salvo de los pecados que podrían aparecer, porque Jesús estaba ahí con ellos. Dirás, «sí, pero los discípulos ya creían en Jesús». En realidad, era evidente que no tenían una comprensión completa de quién era Jesús y lo que él representaba hasta la resurrección. Pero sí estaban atraídos hacia él y tenían un deseo por responder a su llamado. Durante los tres años de viaje a su lado, se acercaron a él como líder y amigo, pero su relación con él basada en la fe no se manifestó hasta el último capítulo de su ministerio terrenal. Si los padres son realmente ricos en Cristo, deben estar viviendo en la primera línea de la causa de su reino. Deben tener un compromiso regular con el que está herido espiritualmente y deben estar necesitados de personas que los rodeen. Estos padres saben que sus hijos están mejor en un asiento de primera fila mientras mamá y papá se ocupan de amar al perdido y al solitario con los que se encuentran en el camino. Los padres espiritualmente ricos, que constantemente entregan su tesoro a personas a su alrededor espiritualmente en bancarrota, normalmente tienen menos problemas al criar hijos que tienen una visión cruda de la cultura perdida que los rodea.

En segundo lugar, distingan entre la relación de su hijo con Cristo y la relación con sus padres.

Estos padres dejan claro que el ambiente espiritual misericordioso que sus hijos tienen la posibilidad de disfrutar es una extensión de la relación de sus padres con Jesús. Si sus hijos quieren que esas características formen parte de su vida futura, la encontrarán, tarde o temprano, a través de su propia búsqueda de Cristo. Estos padres no asumen que cualquier cosa que sepan o crean de Jesús también sus hijos la creerán de manera predeterminada. Sin embargo, ellos buscan conectar el corazón de sus hijos de tal forma que prepare el camino para que se conecten finalmente al corazón de Dios.

Cristo más que comodidad

Podemos complicar el traspaso de nuestra fe si inconscientemente hacemos el proceso demasiado cómodo y fácil para nuestros hijos. Aunque los hijos claramente pueden beneficiarse de las bendiciones que acompañan la relación de sus padres con Cristo, si quieren esos activos para ellos, atravesarán su propio viaje auténtico hacia la cruz. Mientras más hacemos de nuestros hogares un lugar de misericordia para que nuestros hijos procesen los rasgos resultantes de su separación pecaminosa de Dios, menos carga tendrán cuando llegue el momento de generar riquezas de su salvación por sí mismos.
Tim Kimmel © 2017 Desiring God. Publicado originalmente en esta dirección. Usado con permiso. | Traducción: María José Ojeda
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La familia: la prueba de fuego de Dios para aplicar la gracia
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La familia: la prueba de fuego de Dios para aplicar la gracia

Si quieres saber cuán profunda es el carácter piadoso de alguien, observa cómo trata a los niños y a los ancianos. Las personas que se encuentran en estos ambos extremos de la vida normalmente tienen enormes necesidades y limitadas capacidades. Estas cosas son parte intrínseca de esos grupos etarios y a menudo ponen su éxito diario y su continua dignidad continúa a merced de las personas que los rodean. El carácter piadoso es una nobleza centrada en una entrega constante (a menudo a un alto costo personal) a personas que no necesariamente podrían devolver el favor. Por lo tanto, realmente no importa lo que digamos sobre quienes somos como personas. Cuando queremos ver un verdadero carácter piadoso, la amabilidad, la paciencia y el honor que mostramos a los niños y a los ancianos lo revelará. Y a esta prueba de carácter piadoso podemos agregarle nuestro trato con las viudas y los huérfanos (Stg 1:27), así como también con la clase de personas que Jesús mencionó como «los más pequeños» (Mt 25:31-46).

La gracia de Dios como la práctica común de la familia

Esto nos lleva al tema en cuestión: la gracia de Dios. Es fácil dar un asentimiento teórico a la realidad de la gracia de Dios, pero la prueba final de fuego que muestra si verdaderamente hemos permitido que su gracia se convierta en nuestro modo predeterminado de vivir es la manera en que tratamos a las personas en nuestra familia. La naturaleza del hogar puede albergar el disfrute de los mejores momentos o el sufrimiento de los peores. De este modo, la familia puede ser una oportunidad decisiva para nosotros en donde podemos pasar de vivir en la carne a vivir en el poder del Espíritu de Dios o también puede ser el lugar donde los problemas nos vencerán. Si la gracia no aparece en el crisol de nuestra exigente dinámica familiar, no significa que el Evangelio no tenga poder, sino que nos estamos engañando a nosotros mismos al decir que hemos abrazado verdaderamente la obra transformadora de la gracia de Dios en lo profundo de nuestras vidas. Podemos defender todo lo que queramos la gracia de Dios de la boca hacia afuera, pero si nuestros hijos prefieren que les lijen las encías en lugar de tener que sentarse a comer en la misma mesa con nosotros cada día y si nuestra esposa prefiere despertar sola en lugar de junto a nosotros cada mañana, entonces es muy probable que la gracia que decimos abrazar es meramente un play-back de lo verdadero. Para que todos se sientan mejor, los dos casos que mencioné solo eran los peores escenarios, pero la verdad es que existe todo tipo de cosas que podemos hacer (como que los miembros de nuestra familia deseen que no aparezcamos en las fotos de Navidad) y eso aún habla de la presencia mínima de la gracia de Dios en nuestras relaciones.

Gracia para la conversión y para todos los días

Entonces, ¿cómo es que esto le ocurre a los bien intencionados seguidores de Cristo? Para muchos seguidores de Cristo, sin darnos cuenta la gracia que abrazamos en la cruz se reduce a la obra redentora de Dios. Tendemos a limitar la gracia de Dios a su gracia «salvadora» (la experiencia de «perdido/encontrado»; de «estar cegado/ahora poder ver» que nos lleva de la muerte espiritual a la vida). Pero luego, por muchas razones (todas malas), continuamos para detener y suavizar la obra de la gracia de Dios y la cambiamos para hacer un arreglo con él que tiene que ver más con el desempeño. El tipo de arreglo sin sentido que resulta de un pensamiento que dice, «con todo lo que él ha hecho por mí, le debo muchísimo, tengo que pasar el resto de mi vida devolviéndole el favor». Esta manera de pensar no debería tener lugar en la aplicación del Evangelio, pero sin duda a menudo se deja caer en el niño holgazán que se encuentra en medio de nuestros corazones y se rehúsa a cambiar a de opinión. Cuando esto sucede, no debería sorprendernos que nuestros hijos, que estamos intentando impactar con el Evangelio, encuentren que todos nuestros discursos sobre la gracia de Dios sean difíciles de creer en sus corazones y el desempeño espiritual que les exigimos resulta en un peso tremendo también. La generación en masa que está siendo criada en este momento actúa bajo la presuposición, «si funciona, entonces es verdad». Si nuestros niños no ven la gracia de Dios cambiando la forma en que lidiamos con ellos (en especial cuando ellos aprietan todos nuestros botones) es difícil para ellos asumir que hay muchísimo más que la genial canción que todos nos sabemos de memoria.

Confrontemos la crianza basada en el miedo

Si no es el cristianismo basado en el desempeño lo que impide que la gracia de Dios se gane nuestros corazones, entonces lo es un sospechoso hábito o una combinación de muchos. Probablemente, el que más prevalece es aquel que yo denomino «crianza basada en el miedo». Nos sentimos vencidos, abrumados y superados cuando nos enfrentamos a la crianza de nuestros hijos en medio de una sociedad que va en nuestra contra. El miedo debe simplemente llevarnos a poner nuestra confianza en Dios y no a agonizar por cualquiera de estas cosas, pero cuando nuestros hijos están involucrados, simplemente tendemos a hacer lo opuesto. Al segundo, nuestros miedos nos llevan a crear sistemas basados en el hombre que tienen rasgos evangélicos legítimos, pero que en realidad son solo adaptaciones de nuestros miedos que no tienen en cuenta el poderoso poder y presencia de Dios sosteniendonos en medio de todo. Hablamos de cosas como: el claustro, el manejo del pecado, el control de la imagen espiritual y la modificación de la conducta evangélica. Sustituimos el conocimiento que tenemos sobre Dios por la obra real de Dios en la vida de nuestros hijos. No debería sorprendernos, entonces, que no tengan una inclinación a tener una relación apasionada con Jesús. Es la obra transformadora de la gracia de Dios mostrándose como amor, misericordia, amabilidad, comprensión, perdón, esperanza, libertad y tranquilidad (cuando nuestros hijos tienen su peor comportamiento) que indica si Jesús está manejando nuestra vida o simplemente es un copiloto.

Únete a Dios en el milagro de la crianza

La gracia en la cual Dios nos salvó es la misma gracia que él diseñó para lavarnos, para filtrarse a través de nosotros y finalmente para redefinirnos. Es por eso que la mejor publicidad para el Evangelio es una madre o un padre que no solo son guiados por la verdad de Dios, sino que son suavizados constantemente por su gracia. Así es cómo Dios lidia con nosotros (Jn 1:12). ¿Por qué no seguir su ejemplo? De hecho, esa es la esencia de la crianza basada en la gracia: simplemente trata a tus hijos de la manera en que Dios te trata a ti. La crianza es nuestra oportunidad de tomar la mano de Dios y unirnos a él en un milagro. El impacto transformador de la gracia de Dios ocurre de mejor manera en nuestros hijos cuando ha ocurrido primero en nosotros.
Tim Kimmel © 2013 Desiring God. Publicado originalmente en esta dirección. Usado con permiso. | Traducción: María José Ojeda