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Photo of Un hombre de verdad renuncia a sus derechos
Un hombre de verdad renuncia a sus derechos
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Un hombre de verdad renuncia a sus derechos

«Dios creó al hombre a imagen suya, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó» (Gn 1:27).
Un hombre no tiene que encajar en un estereotipo cultural para ser bíblicamente masculino. Él puede ser un hombre ya sea que vea un partido de fútbol, que pinte un cuadro, que se quiebre frente a una película conmovedora o que limpie narices llenas de mocos. Macho no define la masculinidad. Al contrario, la masculinidad es modelada por Jesús mismo. En esta nueva serie, exploraremos cómo la masculinidad es un reflejo de Dios en las diversas etapas y en nuestro tiempo cultural. Analicemos lo que significa ser un hombre de verdad.
Hace poco, me topé con la pegadiza canción de la película de Disney de 1998, Mulán, llamada  I’ll Make a Man Out of You [Te transformaré en un hombre[1]]. El título presupone la noción de lo que significa ser un hombre. Al examinar la letra, uno puede concluir que ser un hombre es tener fuerza física. Después de escuchar tal visión, me pregunté: «¿es este un adecuado retrato de masculinidad?». Responder la pregunta requiere escudriñar la Escritura para escuchar la respuesta de Aquel que creó al hombre. Según la Palabra de Dios, la descripción de la canción es insuficiente en el mejor de los casos y distorsionada en el peor. La masculinidad bíblica no está marcada por el poder físico sino que por una voluntad a dejar de lado los derechos. Esta comprensión va contra la tendencia de nuestra cultura. Desde instituciones a personas, la lucha por los derechos inunda nuestras perspectivas y prácticas. Tendemos a ver las cosas por medio de los lentes de los derechos, elevando los derechos buenos y dados por Dios en un pedestal de idolatría. Creemos que merecemos el derecho a la felicidad y lo definimos como una vida de conveniencia, seguridad y comodidad. A menudo, actuamos en línea con lo que vemos que es mejor para nosotros. Después de todo, Burger King le asegura a sus clientes: «ellos pueden y deben vivir como quieran en cualquier momento». Vivimos en un día y en una era de «hazlo a tu manera». El problema con la filosofía de «hazlo a tu manera» es que no siempre es la manera correcta. Esto es especialmente cierto en relación a la masculinidad bíblica. Cuando se trata de vivir nuestro llamado, no queremos seguir a la cultura sino a Cristo. La sobrevaloración de los derechos no es correcta según la manera en que actúa Cristo.
Cristo Jesús, el cual, aunque existía en forma de Dios, no consideró el ser igual a Dios como algo a qué aferrarse, sino que se despojó a sí mismo tomando forma de siervo, haciéndose semejante a los hombres (Fil 2:5b-7).
Jesús, que es verdaderamente Dios, no aprovechó sus derechos divinos para ser verdaderamente hombre. Al contrario, Él los dejó de lado. Jesús no dejó de ser Dios. Él no se despojó de su divinidad, sino que se despojó de sus derechos divinos. Él renunció a los derechos que merecía tener como Dios el Hijo. Intencionalmente, Él se limitó a sí mismo para convertirse en humano. Más que solo dejar de lado sus derechos, Jesucristo tomó la forma de siervo en su vida sin pecado y muerte sacrificial. Él hizo esto por el bien de su pueblo, concretamente, para su salvación y para la gloria de Dios el Padre. El modelo que Cristo presenta de la masculinidad bíblica transforma a la masculinidad de un derecho hacia un encargo. El marco de la Escritura revela que Dios ha llamado a los hombres al rol del liderazgo en sus hogares y en sus iglesias (Ef 5:23-30; 1T 2-3). En este rol dado por Dios, los hombres deben entenderlo como una responsabilidad que Dios les ha confiado, no como un derecho que les pertenece. La diferencia entre esas dos perspectivas es la diferencia entre la mente de Cristo y la mente de la cultura. Recuerdo enfrentar el conflicto de estas dos cosmovisiones cuando en una iglesia donde serví como líder de jóvenes decidieron cambiar uno de los salones de jóvenes al sótano. Mi clase de chicos preadolescentes y adolescentes se había estado reuniendo arriba en un salón restaurado recientemente, mientras que la clase de niños más pequeños se juntaba en el sótano. Sin embargo, la profesora voluntaria de niños encontró que era un lío para ella bajar hasta el sótano para hacer su clase cada domingo. Ella le pidió permiso al líder de la iglesia para usar el salón recientemente renovado de los jóvenes para realizar su clase. Como el líder de jóvenes de la iglesia, este fue el momento de la verdad. Como autoridad sobre esta área del ministerio, no estaba obligado a cumplir con su solicitud, y podría haber exigido mantener el salón que había sido remodelado para mi clase. ¿Vería mi autoridad como un derecho para hacer lo que era mejor para mí? ¿O vería mi autoridad como una responsabilidad dada por Dios para hacer lo que era mejor para otros por su bien? Filipenses 2:3-4 fue la respuesta:
No hagan nada por egoísmo o vanagloria, sino que con actitud humilde cada uno de ustedes considere al otro como más importante que a sí mismo, no buscando cada uno sus propios intereses, sino más bien los intereses de los demás.
La mente de Cristo es la misma mente que nosotros debemos tener. La mente de Cristo nos muestra lo que hace a un hombre. Estoy agradecido de que Dios en su gracia me empoderó para responder de la manera en que lo hice. El ejemplo de Cristo no solo me impulsó a renunciar al derecho de usar el salón, sino que los chicos pudieron ver una representación visible de lo que significa ser un hombre. No se trata de mera fuerza. La canción de Mulán, que define la masculinidad como poder físico, queda corta para la masculinidad bíblica. El Dios-Hombre nos enseña que la verdadera masculinidad se trata de renunciar voluntariamente a la preferencia y dejar de lado sus derechos por el bien de otros y la gloria de Dios. Somos imagen de Cristo no cuando alardeamos de nuestro poder sino cuando dejamos de lado nuestros derechos. Eso es lo que significa ser un hombre.
Este recurso fue publicado originalmente en Morning by Morning.

[1] Oficialmente traducida al español como Hombres de acción.