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¿Cómo puede un Dios omnisciente no recordar mi pecado?
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¿Cómo puede un Dios omnisciente no recordar mi pecado?

¿Dios alguna vez olvida?

¿Puede, realmente, un Dios omnisciente, que todo lo sabe, alguna vez olvidar? ¿Acaso no es un elemento esencial de ser Dios que nada se le escape de la mente? ¿Puede Dios alguna vez no recordar? En Isaías 43:25 escuchamos que Dios declara lo siguiente de sí mismo: «Yo, Yo soy el que borro tus transgresiones por amor a mí mismo, y no recordaré tus pecados» (Is 43:25, énfasis mío). ¿Eso significa que Dios no tiene ningún recuerdo de lo que hemos hecho? ¿Cómo puede Dios ser Dios y olvidar algo? Por otro lado, nosotros, los humanos finitos, somos buenos para olvidar. No podemos recordar dónde dejamos las llaves del auto; pasamos por alto una cita importante. Nadie tiene que intentar olvidar; nuestras mentes son frágiles e irregulares. Solo ocurre.  Sin embargo, hay ocasiones cuando recordamos todo demasiado bien. Normalmente, ocurre cuando alguien nos ha traicionado o, en otra dolorosa manera, ha pecado contra nosotros. ¡Prometemos nunca olvidar! No podemos sacarnos el pensamiento permanente de haber sido heridos y el recuerdo de lo que hicieron (o quizás de lo que nosotros les hicimos a ellos) se siente como si hubiera quedado grabado de manera imborrable en nuestras almas. Tristemente, proyectamos en Dios nuestra determinación de recordar los pecados cometidos contra nosotros. Equivocadamente, pensamos que si nosotros no podemos olvidar lo que se nos ha hecho, seguro que Dios nunca olvidará lo que le hemos hecho a Él.  Una de las muchas bendiciones del nuevo pacto es la promesa de Dios de que Él «perdonar[á] [nuestra] maldad, y no recordar[á] más [nuestro] pecado» (Jer 31:34b), una declaración que es citada dos veces en Hebreos (Heb 8:12; 10:17). No obstante, ¿es esto literalmente cierto o es algún tipo de hipérbole espiritual? Estoy increíblemente agradecido de que Dios repetidamente diga que Él nunca nos olvida, su pueblo, sus promesas o sus pactos (ver Sal 74:2; 105:8, 42; 106:45; 111:5). Pero ¿qué pasa con nuestros pecados? ¿Permanecen en silencio al fondo de la mente de Dios, listos para traerlos a la consciencia y usarlos contra nosotros? No. Esta es una promesa de Aquel que no miente. ¡Él no recordará nuestros pecados nunca más!

Una decisión consciente y llena de gracia

No hace mucho, un amigo me recordó un incidente en el que él traicionó mi confianza. Le había compartido algo extremadamente personal y él me aseguró de que nunca se lo revelaría a nadie. Pero lo hizo. Le aseguré, con toda sinceridad, de que había olvidado completamente el asunto. Nunca había entrado a mi pensamiento consciente hasta que él lo mencionó en una conversación. Pero no recordar no fue una decisión consciente de mi parte; solo ocurrió. Eso no es lo que Dios hace cuando Él olvida nuestro pecado. Es una decisión consciente y totalmente llena de gracia de su parte nunca pensar en nuestras fallas morales, nunca darles vuelta y sin duda nunca usarlas para amenazarnos, controlar nuestro comportamiento o justificar nuestra condenación. Mira nuevamente esas dos palabras finales en Hebreos 8:12 y Hebreos 10:17: ¡«nunca más»! Son crucialmente importantes. Dios está diciendo, en la manera más literal posible: «nunca más, de ninguna manera, recordaré sus pecados y sus obras rebeldes». Pienso que el Dios omnisciente, que nunca olvida, que está siempre consciente está diciendo que nuestro pecado no tendrá lugar en su pensamiento consciente. Él no reflexionará, pensará, considerará, meditará, analizará ni nunca más sacará el tema ni para ti ni para otros. Él nunca apelará a nuestros muchos fracasos para usarlos contra nosotros en el día del juicio. Nunca enfocará su atención en nuestros pecados a fin de avergonzarnos. Nuestros pecados, de manera bastante literal, nunca tendrán un rol o ejercerán alguna influencia en nuestra relación con Dios.  A menudo vivimos con un temor paralizante de que Dios nos está examinando, condenando y declarando constantemente a nosotros: «recordaré sus pecados y sus obras rebeldes; nunca lo olvidaré», ¡cuando, de hecho, lo que Él precisamente declara es que nunca más lo hará! ¡Nunca más! Con esto Él quiere decir: ¡nunca más! Dios no aprende ni olvida. Como un buen amigo me dijo una vez: «Sam, ¿alguna vez has pensado en que nada se le ocurre a Dios?». Nada lo toma por sorpresa. Él nunca es atrapado con la guardia baja, carente de alguna información importante sobre nosotros o sobre algún incidente en nuestras vidas. Sin embargo, eso no debe preocuparnos, puesto que al decir que Él no recordará nuestros pecados, Él quiere decir: «nunca los sacaré ni los usaré de una forma que provoque cualquier daño espiritual. Nunca tomaré tus pecados en consideración para determinar a quién se le concede la entrada al Reino eterno. Nunca apelaré a tus pecados como motivo para desecharte». Por lo tanto, seamos claros sobre esto: Dios no puede olvidar en el sentido literal del término y ciertamente no es la misma manera en que tú y yo lo hacemos. Dios no sufre de lapsus mentales. Su mente es infinitamente perfecta y poderosa. Es más, Dios escoge voluntariamente «no recordar». De este modo, no tiene tanto que ver con que el conocimiento de nuestros pecados y actos rebeldes hayan sido borrados de la mente de Dios, sino con que Dios nos promete que «no recordará» nuestros defectos y pecados. Él no recordará nuestras fallas ni nos las recordará a nosotros. No juegan ningún papel en determinar o dar forma a nuestra aceptación de Él. Él nunca nos los restregará en el rostro ni sutilmente lanzará pistas sobre las maneras en que hemos fallado. La culpa que nuestro pecado provoca nunca servirá como motivo sobre el cual Dios podría anular el perdón que hemos recibido cuando confiamos por primera vez en Cristo (ver 2Co 5:21).

Convicción del Espíritu Santo 

Sin embargo, ¿cómo reconciliamos esta verdad con la realidad innegable de que el Espíritu Santo convence de pecado a nuestros corazones? La respuesta se encuentra en una distinción entre nuestra unión eterna con Cristo y nuestra comunión experiencial con Cristo. Lo primero tiene que ver con nuestra salvación. En lo que nuestro estatus a la vista de Dios respecta, ningún pecado nos amenazará jamás ni Dios lo pondrá sobre la mesa para justificar su rechazo hacia nosotros. Hemos sido declarados justos a la vista de Dios por la fe en Jesús. Nada puede amenazar con deshacer nuestra aceptación del Padre (ver Ro 8:21-34). Por otro lado, nuestra comunión experiencial con Cristo, es algo que puede cambiar día a día. Nuestra capacidad de disfrutar la realidad de ser perdonados y de vivir en paz que sobrepasa todo entendimiento fluctúa, dependiendo de nuestra obediencia y nuestra voluntad a arrepentirnos. En otras palabras, estoy unido a Cristo por fe siempre y para siempre (unión eterna), pero no siempre la siento o la experimento de un día para otro (comunión experiencial). La desobediencia deliberada y el pecado no confesado puede afectar grandemente mi comunión con Cristo, pero nunca mi unión con Él. El Espíritu Santo puede traspasar nuestros corazones con la realidad de nuestro pecado no arrepentido, pero no con el propósito de juzgarnos, condenarnos o desecharnos. Él nos despierta amorosamente a la realidad precisamente de nuestro pecado para que podamos alejarnos de él y una vez más andar en el gozo y el consuelo de ser un hijo de Dios nacido de nuevo y justificado por la fe.  Intenta imaginar cómo sería tu vida cristiana si despertaras cada día y te durmieras cada noche con la irrefutable confianza de que Dios nunca jamás recordará tus pecados y tus obras rebeldes. Sospecho sólidamente que tu corazón será energizado con valentía para dar testimonio de Cristo, tu adoración será apasionada y sincera, tu amor por otros se profundizará e intensificará y tu vida de oración será mucho más consistente de lo que es hoy. Saber sin vacilación ni reparos ni la más mínima duda que cuando Dios te ve, te piensa o escucha tus oraciones, Él se rehúsa a recordar tus pecados o tus obras rebeldes, no porque no existan, no porque te hayas portado especialmente bien esta semana, sino solamente porque Jesús se ofreció a sí mismo como sacrificio en tu lugar una vez y para siempre. Saber esto y experimentar el gozo, el poder y la paz que esto trae, simplemente es demasiado maravilloso como para expresarlo con palabras.  Sam Storms es el autor de A Dozen Things God Did with Your Sin (And Three Things He’ll Never Do) [Una docena de cosas que Dios hizo con tu pecado (y tres que nunca hará)].
Este artículo fue publicado originalmente en inglés y traducido con el permiso de Crossway.
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Cuatro maneras de aferrarse al Señor
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Cuatro maneras de aferrarse al Señor

Cómo mantener tu devoción a Dios

La tentación de olvidar a Dios está siempre presente. Sin embargo, hay una forma de mantener nuestra devoción al Señor. El consejo de Josué en Josué 23:6-11 es particularmente útil y puede ser resumido usando cuatro aes.
1. Presta atención a la Palabra de Dios (v. 6)
Dios nunca bendice la desobediencia. Una mente llena de la Escritura puede evaluar la sociedad secular en forma crítica, puede percibir lo vacío de los valores del mundo moderno y resistir toda asimilación. Un signo inconfundible de un inminente abandono de Dios es un respeto decreciente por la autoridad de su Palabra. La indiferencia por la inspiración bíblica es siempre el primer paso hacia la rebelión espiritual. Josué habla de «guardar» y de «hacer» la Palabra de Dios, no simplemente dando una aprobación tácita a sus declaraciones. Debemos «esforzarnos» para guardarla y para hacerla, y sin desviarnos de ella ni a la derecha ni a la izquierda.
2. Abandona toda influencia pagana (v. 7)
Observa la relación entre los versículos 6 y 7. La forma en que podemos evitar ser moldeados a la imagen de la sociedad pagana es precisamente guardando y haciendo la Palabra de Dios. Siempre existirá la tentación de pensar que al mundo le va mejor que a nosotros (ver Éx 23:13). Sin embargo, si tienes la Escritura en tus labios y la alabanza del nombre de Dios en tu boca, no tendrás espacio ni tiempo para reconocer nada más.
3. Apégate a Dios (v. 8)
Las palabras «mantente unido» en este versículo se traducen como «aferrarse» o «unirse» en Génesis 2:24, donde Dios dice que el hombre dejará a su padre y a su madre, y «se unirá» a su esposa (compara el uso en Deuteronomio 10:20-21; 11:22; y 13:4). Visualiza el abrazo íntimo de un marido y su esposa o a un niño pequeño tomado firmemente de la mano de su padre. «Mantenerse unido» a Dios es permanecer tan cerca de Él que ningún pecado puede interponerse entre tú y Él. «Mantenerse unido» a Dios es planear estratégicamente un tiempo a solas con Él para orar, alabar y estudiar su Palabra. «Mantenerse unido» a Dios es confiar en sus promesas, buscar su favor, querer solo su aprobación y no la de los hombres, invertir tiempo en su servicio y siempre tener alabanzas para Él en tus labios (Sal 63:7-8).
4. Cultiva un profundo afecto por Dios en todo sentido (vv. 9-11)
«Tengan sumo cuidado […] de amar al Señor su Dios» (v. 11). El énfasis está en una relación de intimidad: «¡mi amado es mío, y yo soy suya!». Dios no solo es un Dios justo, Él es tu Dios y el mío debido a su deseo de darse a nosotros en un pacto de lealtad. Su pasión por nosotros es eterna. Aunque los enemigos que enfrentamos hoy en día no son los que Josué y el pueblo de Israel encararon, la estrategia para confrontarlos sigue siendo la misma:
  • Presta atención a la Palabra de Dios.
  • Abandona toda influencia pagana.
  • Apégate a Dios.
  • Cultiva un profundo afecto por Él.
Este artículo es una adaptación de ESV Men’s Devotional Bible [La Biblia devocional ESV (Versión estandarizada en inglés) para varones] por Sam Storms.
Este artículo fue publicado originalmente en inglés y traducido con el permiso de Crossway. Traducción: Marcela Basualto