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Cuatro razones por las que debes predicar el Evangelio de Mateo
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Cuatro razones por las que debes predicar el Evangelio de Mateo

Jesús aparece en el Evangelio de Mateo como el Mesías tan esperado de Israel (Mt 1:1), el Maestro que es mayor a Moisés (Mt 5-7), el Hijo de David que gobernará y salvará a su pueblo (Mt 1:1, 21), el Hijo del Hombre que tiene la autoridad para perdonarnos los pecados (Mt 9:6) y el Hijo de Dios que da su vida por su pueblo escogido (Mt 26:63; 27:40, 43, 54). El Evangelio de Mateo revela la sabiduría del mensaje del Evangelio y la nueva forma de vida que resulta a medida que los discípulos descubren la verdad por medio de encuentros con Jesús. Adicionalmente, el Evangelio de Mateo deja claro por medio de estos encuentros que el llamado del Evangelio es a la lealtad. La visión del Reino de Jesús nos vuelve a socializar al deconstruir nuestros valores y luego al reconstruirlos de maneras nuevas, orientadas al Reino y dirigidas a Dios que a menudo son contraculturales y muy poco naturales[1]. No obstante, Mateo hace más que simplemente compartir historias de la vida de Jesús. Y esa es la razón por la que debes predicarlo. A continuación, comparto cuatro razones más.

1) El poder y la importancia de la narrativa bíblica

Una de las claves para predicar bien los Evangelios es leerlos teniendo en mente las características literarias de una narración. Esto es especialmente cierto cuando predicamos el libro de Mateo cuidadosamente escrito. Estas son dos preguntas cruciales que los predicadores deben hacerse mientras intentan comprender las escenas individuales a lo largo del Evangelio: «¿dónde volveré a ver esto?» y «¿dónde he visto esto antes?». Por ejemplo, tanto al comienzo como al final de este Evangelio, una de las preocupaciones principales de Mateo es clarificar la identidad de Jesús: ¿quién es este hombre? Observa la última línea del libro: «Y he aquí, yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo» (LBLA). Es claro que los lectores vean que las promesas del primer capítulo —«¡He aquí, la virgen concebirá y dará a luz un hijo, y le pondrán por nombre Emmanuel, que traducido significa: Dios con nosotros»— ha sido cumplida en el último. Jesús es el «Emmanuel» (Mt 1:23, LBLA). Ahora Jesús declara que Él estará siempre con sus seguidores. La única reacción apropiada a esta declaración es adoración; adoración al único Dios verdadero que ahora se revela en el Evangelio de Mateo como Jesús mismo (Mt 28:17).

2) El retrato Cristológico

Mateo nos cuenta la razón por la que Jesús vino a morir: perdonar a su pueblo de sus pecados (Mt 1:21). No obstante, la pregunta interpretativa lógica persiste: «¿por qué?». En esta narración del Evangelio, ¿por qué Jesús, el Hijo de Dios, colgó de la cruz y murió? Mateo enfatiza la divina filiación de Jesús. Él acentúa su identidad como el Hijo de Dios. Este hijo, nacido de la virgen María, es el Hijo de Dios (Mt 1:18, 20; cf. 27:54). Este Hijo que se convierte en hombre es levantado en una cruz romana; Él es el Cristo de Dios (Jn 3:14-15). La dignidad del título: «Hijo de Dios» no se le habría conferido en su muerte a menos que fuese el Hijo unigénito de Dios. Por esto, Calvino declara: «[Él] es tenido como Hijo, porque antes de todos los siglos, el Verbo fue engendrado del Padre, y ha tomado nuestra naturaleza humana una unión hipostática»[2]. El retrato cristológico de Mateo capacita a los predicadores a presentar dos aspectos específicos de la cristología diseñados para enfatizar tanto a la persona como a la obra de Jesús simultáneamente. En primer lugar, la filiación divina está asociada con la obediencia humilde. Esto es evidente por el uso que Mateo hace de la oración: «Si tú eres el Hijo de Dios» en Mateo 27:40. Esta es una cita directa de las palabras que Satanás pronunció para tentar a Jesús durante su tiempo en el desierto (Mt 4:3, 6). Así como Satanás tentó a Jesús, ahora de la misma manera los líderes religiosos tientan a Jesús mientras cuelga de la cruz (Mt 27:40, 42). Sin embargo, Él no se rindió ante sus insistencias ni satisfizo sus exigencias. Al contrario, Él decide hacer la voluntad de Dios. El Hijo de Dios fue obediente hasta el punto de la muerte, y muerte de cruz (Fil 2:8; cf. Heb 5:8). Como un verdadero siervo, el Hijo de Dios escogió obedecer costándole su vida. En segundo lugar, la filiación divina está directamente asociada con el perdón de pecados. El Hijo de Dios se hizo carne para poder redimir al pueblo escogido de Dios. Tres ejemplos a lo largo del Evangelio de Mateo clarifican este punto. Primero, el nombre de Jesús tiene una importancia redentora e indica las implicaciones salvíficas de su encarnación (Mt 1:21; cf. Hch 4:12). Segundo, aunque divino, tomó forma corporal con la intención de dar su vida como rescate por el pueblo escogido de Dios (Mt 20:28). Tercero, el sacrificio del Hijo de Dios actualizó la expiación (Mt 26:28). En otras palabras, Mateo no retrata la cruz como una oportunidad; al contrario, ¡hace de la redención una realidad! En la narrativa del Evangelio de Mateo, Jesús vino a salvar a su pueblo de sus pecados al dar su vida como rescate por sus pecados. En el Evangelio de Mateo, la cruz es el lugar donde el Hijo de Dios derrama su sangre para actualizar la redención de los elegidos de Dios (Mt 27:22-26). La crucifixión de Jesús es la culminación del propósito de la encarnación de Cristo: la redención. La única razón dada en la Escritura por la que el Hijo de Dios quiso hacerse carne y aceptar el mandamiento de su Padre, es que Él sería un sacrificio para aplacar al Padre en nuestro lugar.

3) La agenda misiológica

Jesús entró al mundo de manera diferente a cualquier otro hombre. Él murió como ninguna otra persona en la historia. Mateo nos enseña que su vida y su muerte exigen una respuesta. La confesión del centurión revela un resultado misiológico a medida que los santos judíos y los gentiles romanos testifican su identidad (Mt 27:53-54; cf. 3:17; 14:33; 17:5). Esto acentúa la misión que su muerte requiere: la muerte de Jesús da vida (Mt 27:54) y es salvífica para las personas de toda nación que profesan fe en su nombre (Mt 28:16-20). El propósito central de la misión de Jesús es revelado en su pasión: el Hijo de Dios fue crucificado para salvar a su pueblo de sus pecados (Mt 1:21; cf. Lc 4:47; Hch 5:31; Ap 1:5). Él derramó su sangre por el perdón de sus pecados (Mt 26:28). El pueblo que vivía en la oscuridad (Mt 27:45) ha visto la luz del Evangelio en la gloria de Cristo en la muerte de cruz de Jesús (Mt 27:50; 2Co 4:4). La conversión de los gentiles en el Evangelio de Mateo (Mt 27:54; cf. 1:5; 2:1) es el cumplimiento de la proclamación profética que Jesús había hecho antes (Mt 4:15-16). La luz brilló en las tinieblas en el rostro de Jesús (2Co 4:6). Cuando la oscuridad de la muerte envolvió los cielos (Mt 27:45), una luz nació sobre un monte llamado Calvario.

4) La revelación de un nombre trino

Según Mateo 28:19, debemos bautizar discípulos en «el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo», el nombre trino. Puesto que se le dio el nombre de «Jesús», que expresa su real identidad y la tarea que tenía ante Él, ahora, con su obra de la cruz completa, descubrimos que «el nombre» que todos sus seguidores deben compartir es el nuevo «nombre» del Dios viviente: el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo[3]. Cualquier lector del Evangelio de Mateo debe reconocer la singularidad de esta revelación en este Evangelio. Tres personas en un solo ser divino. Tres personas coeternas e iguales relacionadas por procesiones y ahora reveladas en misiones[4]. Mateo es claro, la Gran Comisión de la iglesia es dar a conocer a Dios como Trinidad porque no podemos bautizar personas en «el nombre» si nunca han escuchado del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Esto es lo que tus vecinos judíos, musulmanes, mormones y testigos de Jehová necesitan conocer: la verdadera enseñanza del «nombre», el nombre trino; ¡el Dios trino! Quienes siguen a Jesús y se convierten en verdaderos discípulos son atrapados en esta vida divina si son identificados por su asociación con el nombre trino. ¿Por dónde comenzar? La pregunta natural entonces se convierte en: «¿por dónde comienzo?». Mi sugerencia, especialmente para los predicadores jóvenes, es rotar por cada uno de los cinco discursos del Evangelio como cinco series separadas de sermones: Mateo 5-7 (el Sermón del Monte); Mateo 10 (el discurso misiológico); Mateo 13 (el discurso parabólico); Mateo 18 (el discurso eclesiológico); Mateo 23-25 (el discurso escatológico). Para Mateo, estos deben ser los fundamentos de lo que la iglesia debe enseñarle a los nuevos discípulos (Mt 28:20).

Encuentra aquí la serie completa "Predicando toda la Biblia".

Este recurso fue publicado originalmente en 9Marks.

[1] Aquí fui influenciado por las clases de Jonathan Pennington. Para saber más, ver sus obras publicadas sobre los Evangelios: Reading the Gospel’s Wisely: A Narrative and Theological Introduction [Cómo leer sabiamente los Evangelios: una introducción narrativa y teológica] (Grand Rapids: Baker, 2012) y The Sermon on the Mount and Human Flourishing: A Theological Commentary [El Sermón del Monte y el florecimiento humano: un comentario teológico] (Ada, MI: Baker Academic, 2017). [2] Juan Calvino, Institución de la religión cristiana, 2.14.5. [3] N.T. Wright, Matthew for Everyone, Part 2: Chapters 16-28 [Mateo para todos, Parte 2: capítulos 16 al 28] (Louisville, KY: Westminster John Know Press, 2004), 2008. [4] Fred Sanders, The Triune God [El Dios trino], NSD, ed. Michael Allen y Scott Swain (Grand Rapids: Zondervan, 2016), 156-159.
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Reseña: Exultación expositiva
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Reseña: Exultación expositiva

En una era de charlas TED, videos de YouTube y transmisiones en vivo de Facebook, la simple idea de escuchar a un hombre dar charlas sobre un libro antiguo parece irrelevante, si es que no incómodo. Si la predicación cristiana es solo una oportunidad para otra charla sobre una idea interesante, entonces la prioridad de la predicación en la adoración cristiana se ha exagerado inmensamente. Sin embargo, la predicación cristiana es algo más que una charla; es más que solo la transferencia de información de una persona a otra; es más que solo definir términos y explicar su contexto; y es más que solo la opinión de un hombre. El sermón semanal tiene una importancia sobrenatural, donde tanto el predicador como quien escucha son transformados por la Palabra de Dios. Como sugiere Tim Keller: la predicación realmente tiene el poder de «cambiar a las personas en sus asientos».

Aplica el hedonismo cristiano a la predicación

Escrito para pastores y para aquellos que se están entrenando para el pastorado, Exultación expositiva, de John Piper, es el tercer libro de una trilogía que incluye: Una gloria peculiar: cómo las Escrituras revelan su completa veracidad (2017) y La lectura sobrenatural de la Biblia: ver y saborear la gloria de Dios en las Escrituras (2018). En Exultación expositiva se muestra que «la predicación en sí misma es adoración, y Dios la designa para despertar e intensificar la adoración» a medida que «el predicador explica simultáneamente el significado de la Escritura y exulta sobre la realidad que glorifica a Dios en ella» (37, énfasis en el original). No fue una sorpresa para nadie que Piper aplicara a la tarea de la predicación su conocida tesis de que Dios es más glorificado en nosotros cuando estamos más satisfechos en Él. En Exultación expositiva, Piper explora la tarea de la predicación en siete partes: Un escenario para la predicación; ¿Por qué la exultación expositiva es parte integral de la adoración congregacional?; ¿Cómo se convierte la predicación en un medio del milagro de la adoración, sobrenaturalmente?; ¿Cómo se convierte la predicación en un medio del milagro de la adoración, naturalmente?; Atención rigurosa al texto en aras de la penetración radical en la realidad; ¿Qué realidad debemos predicar?; La exultación expositiva y el Antiguo Testamento.

La predicación a la luz de la «realidad»

Piper se enfoca en la necesidad de que los predicadores les muestren a sus oyentes el texto de la Escritura porque le preocupa que incluso los predicadores que predican la Biblia expositivamente a menudo «no ayudan a las personas a ver la conexión entre la realidad que están anunciando y [...] las palabras mismas del texto» (118, cf. 118-119). Él también estipula que una limitación textual es necesaria, pero no adecuada en el púlpito, puesto que a menudo existen asuntos teológicos mayores que traspasan los límites del contexto inmediato de la Escritura (139). Hay aspectos de la intención de un autor que a veces no están explícitamente incluidos en las palabras que estás leyendo, pero que necesitas conocer a fin de interpretarlas correctamente, y que podrías aprender de otras partes de la Escritura, especialmente otras cosas que el mismo autor ha escrito (191). Piper sugiere tres temas predominantes que enmarcan «realidad»: la gloria de Dios como el objetivo final de todas las cosas, Jesucristo crucificado como fundamento de todo bien que viene al pueblo de Dios en cada texto y el Espíritu Santo como el posibilitador de la vida transformada (194). Él sostiene: «esos énfasis trinitarios, entrelazados, deben tejerse a través de toda [la] predicación», a lo largo de todo el sermón (194). No está completamente claro lo que Piper quiere decir con «el factor de realidad en la tarea de exposición» (115, [énfasis en el original]). Él explica que «el contenido de la predicación, en su esencia, no es el texto bíblico (que, sin embargo, sigue siendo indispensable en todos sus detalles), sino la realidad que el texto está comunicando» (115, [énfasis en el original]). A fin de acceder a esta «realidad», el predicador necesita saber «no solo las intenciones inmediatas que [el autor] deja en claro en el texto, sino también la visión global de la realidad que rige la forma en que [él] piensa, sobre todo» (135). Sin embargo, la discusión completa parece algo vaga.

La predicación para despertar la adoración

La tesis del libro de Piper —«la predicación en sí misma es adoración y Dios la designa para despertar e intensificar la adoración» (37)— desalienta a los pastores a tomar un enfoque casual en el púlpito. Piper escribe: «La predicación no es una conversación. La predicación no es una discusión. La predicación no es una plática casual sobre cuestiones religiosas. La predicación no es solo enseñar. La predicación es la proclamación de un mensaje permeado por la percepción de la grandeza y majestad y santidad de Dios»[1]. La predicación según Piper es «enseñanza precisa y anunciación sincera. Es exultación expositiva» (52, énfasis en el original). Como explica Piper más adelante: «el mensaje del predicador, el heraldo, no es simplemente un conjunto de hechos para ser entendido. Es una constelación de glorias para ser atesorada» (48). Él sostiene que la predicación es un llamado peligroso y glorioso porque el predicador sabe que «si falla en su exultación expositiva, si la adoración congregacional languidece en la falta de vida porque la palabra de Dios no viene con claridad, fidelidad y poder de satisfacción del alma, todos los ministerios [de la iglesia local] sufr[irán]» (222). Los predicadores no deben consentir a sus oyentes porque el sermón no se trata de la audiencia. Al contrario, los sermones deben mostrar la verdad sobre el Dios revelado en el Cristo crucificado para que las vidas de los oyentes puedan ser realineadas, sus afectos recalibrados y sus corazones reenfocados a la gloria de Dios en Cristo. Piper está en lo correcto: «Nada puede reemplazar la predicación» (223). Solo al enfocarse en Dios y al deleitarse en Él serán satisfechas las necesidades más profundas de la congregación. Los predicadores deben trabajar para predicar sermones excelentes. La exultación expositiva es esencial porque el Evangelio es un mensaje que viene al pueblo de Dios en palabras y Dios ha ordenado que el pueblo vea «las inescrutables riquezas de Cristo» (Ef 3:8) en esas palabras del Evangelio. El llamado del predicador es abrir las palabras, las oraciones y los párrafos de la Escritura y exponer la gloria de Cristo, quien es la imagen de Dios (Col 1:15; 2Co 4:6).

Un análisis serio y teológicamente rico de la predicación

Exultación expositiva es una revisión seria de la tarea de la predicación. El libro de Piper sobresale entre la literatura homilética debido a cuán enérgicamente defiende la primacía de la predicación —ciertamente, como asevera Piper: «nada puede reemplazar la predicación» (223)— mientras que simultáneamente muestra que la predicación y la adoración van de la mano. Por tanto, los predicadores no solo deben abordar su tarea en oración, con un sentido de gravedad, sino que también deben abordarla reverentemente a medida que adoran al Dios trino. Ya le he regalado este libro a pastores aspirantes para ayudarlos a cultivar un enfoque empapado de la Escritura para la tarea de la predicación. El libro de Piper ayuda a los predicadores jóvenes a ver su responsabilidad personal de sumergirse en la narrativa de la Biblia que forma la fe para que puedan presentar de manera más fiel, ¡y más irresistiblemente!, una comprensión teológica coherente de la Escritura, mientras anuncian la verdad del Cristo crucificado. Adicionalmente, Piper, un pastor académico, guía a su lector a través del proceso de llegar a conocer la Biblia incluso a medida que crecen en su comprensión de cómo proclamarla.

Doce citas de Exultación expositiva:

  1. «Predicar en la adoración congregacional es esencial para la salud y la misión de la iglesia» (10).
  2. «Exultación sin explicación no es predicación. Explicación sin exultación no es predicación» (37).
  3. «La “persona natural” puede ver muchas cosas asombrosas acerca de Jesús. Judas ciertamente lo hizo. Pero la persona natural no “discierne” la belleza y el valor convincentes de Cristo. El evangelio de Cristo es locura para ellos en lugar de ser su mayor fortuna. Él no es el tesoro escondido en el campo que vendemos para todo obtener (Mt 13:44). Él no es la perla de gran precio (Mt 13:46). Él no es de “valor superior” que, en comparación, hace que todo lo demás parezca basura (Fil 3:8). De tal “ver” Jesús dice: “Al ver no ven” (Mt 13:13)» (62).
  4. «El predicador tiene solo un punto de acceso definitivo a las realidades que importan infinitamente: Cristo, la gracia, la justicia, la vida eterna, y esas son las palabras inspiradas de Dios en las Escrituras» (125)
  5. «Estoy suplicando contra un tipo generalizado de predicación basada en la Biblia, pero no saturada de la Biblia. Me declaro en contra de la lectura de un texto seguido de una predicación que hace hincapié en sus puntos, a veces muy buenos puntos que realmente se encuentran en el texto, sin mostrar a las personas las palabras y frases de las que se toman los puntos. Me declaro en contra de la predicación que no ayuda a las personas a ver cómo el texto realmente nos lleva a la realidad que es lo más importante» (130, énfasis en el original)
  6. «Todo sermón que ofrezca algo bueno a los creyentes en Cristo, o que ayude a los creyentes a ver que Dios convertirá para bien todo lo malo en sus vidas, debe ser un sermón que exulta en Cristo crucificado» (162).
  7. «Porque no tendríamos más que ira sin la cruz [...] Es predicar toda realidad bíblica en relación con la muerte de Jesús [...]. Por lo tanto, la cruz es la base en cada sermón de cada bien ofrecido en cada texto» (165).
  8. «Cuanto más rigurosamente prestemos atención a lo que Dios puso en el texto, más radiante brillará su gloria en el texto» (172).
  9. «Sin la muerte de Jesús no habría un solo bien en todo el mundo que sería un beneficio duradero, a cualquier creyente» (202).
  10. «La predicación no lo es todo, pero afecta todo. Es la trompeta de verdad en la iglesia. Y resuena en cada ministerio y cada hogar, por alegría y fortaleza, amor y perseverancia, o no» (222-223).
  11. «Nada puede reemplazar la predicación. Los libros son maravillosos. ¿Quién no ha sido profundamente afectado por un gran libro? Conferencias y debates y drama y poesía y películas y pinturas son poderosas. Pero cualquier esfuerzo por reemplazar la predicación con cualquier otra cosa, tarde o temprano, fracasará» (223).
  12. «A Dios le encanta ayudar al predicador que está desesperado por dejar en claro la santa felicidad de su pueblo, por la sangre de Jesús, por la gloria de Dios. Él te ayudará» (223).

Exultación expositiva: la predicación cristiana como adoración. John Piper. Editorial Portavoz, 320 páginas.

Esta reseña fue publicada originalmente en 9Marks.

[1] Esta es una cita directa del sermón que John Piper predicó en T4G: «Por qué es que la predicación expositiva glorifica a Dios en un modo particular».

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Sé líder
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Sé líder

Desde la década de 1950, la cultura occidental ha creado una maquinaria de gestión industrial que ha navegado los cambios sísmicos en los negocios y la tecnología que llevaron al surgimiento de la era digital. Durante ese tiempo, los ministerios cristianos en los Estados Unidos también tomaron prestado el lenguaje y las tácticas de la administración de negocios, y las implementaron en sus iglesias locales. El resultado fue ministerios a gran escala que, si soy bastante franco, se verían muy extraños en la mayoría de las partes del mundo. No estoy sugiriendo que las innovaciones modernas no hayan servido para el avance del Evangelio, pero junto a estas novedosas prácticas también ha surgido un flujo constante de escándalos en el liderazgo ministerial. En un esfuerzo por utilizar las mejores prácticas de las empresas de marketing, la misión de alcanzar a las personas por Cristo se transformó en ministerios a gran escala que permitieron que hombres y mujeres vivieran las vidas secretas de ricos y famosos hasta que se expuso el fraude. 

El fracaso de los métodos ministeriales modernos

La exposición de los fracasos ministeriales modernos no es nada nuevo. Lee el libro de Hechos y las epístolas pastorales y obtendrás una impresión clara, para parafrasear a William Gurnall, de que un cristiano (particularmente, un ministro cristiano) se asemeja a un hombre que camina por un sendero donde sus enemigos se esconden en los arbustos listos para disparar flechas hacia él en cada giro. Con tales obstáculos y oposición contra los hombres que buscan liderar al pueblo de Dios, ¿es acaso sorprendente que los fracasos crónicos en el liderazgo de las iglesias y ministerios parezcan dispararse en la era de los ministerios mediáticos inducidos por el COVID?  En esta era de fracaso ministerial, Sé líder: 12 principios sobre el liderazgo en la iglesia, escrito por Paul Tripp, es un recurso bienvenido. Este no es otro libro de instrucciones sobre la autopista al cielo. Al contrario, clarifica una visión de liderazgo en la iglesia local en una era de crisis.  Sé líder nos recuerda que la gran necesidad de las iglesias son comunidades de liderazgo sanas (15). Tripp pregunta:
¿Podría ser que la forma en que hemos estructurado el liderazgo de la iglesia local, la forma en que los líderes se relacionan entre sí, la manera en que formamos la descripción del trabajo de un líder y el estilo de vida diario de la comunidad de liderazgo puedan ser factores que contribuyan al fracaso pastoral? ¿Podría ser que mientras los líderes estamos disciplinando al pastor, lidiando con el daño que ha dejado atrás y trabajando hacia la restauración, necesitamos mirar hacia adentro y examinar lo que su caída nos dice sobre nosotros mismos? ¿Podría ser que estemos mirando a los modelos equivocados para entender cómo liderar? ¿Podría ser que, al enamorarnos de los modelos corporativos de liderazgo, hayamos perdido de vista las ideas y valores más profundos del evangelio? ¿Podría ser que hayamos olvidado que el llamado a liderar la iglesia de Cristo no se resume en organizar, dirigir y financiar un catálogo semanal de reuniones y eventos religiosos? ¿Podría ser que muchas de nuestras comunidades de liderazgo no funcionan realmente como comunidades? ¿Y podría ser que muchos de nuestros líderes no quieren realmente ser liderados, y muchos en nuestra comunidad de liderazgo no valoran la verdadera comunidad bíblica? (15).
La respuesta obvia a estas preguntas es un estrepitoso: «¡sí!». El foco de Tripp comienza y permanece en la vida en comunidad de la iglesia local, no en un enorme imperio mediático. Las iglesias locales son el foco de la Biblia y, por lo tanto, deben ser el foco de los líderes cristianos. No obstante, mucho de lo que los magnates del liderazgo pastoral moderno discuten en sus libros y seminarios guarda poca o ninguna similitud con la enseñanza de la Biblia sobre quiénes deberían servir en la iglesia y cómo deberían hacerlo una vez en el cargo. 

Los peligros del aislamiento en el liderazgo

Tripp es un antídoto bienvenido contra este virus. Las iglesias no necesitan meramente un líder, necesitan líderes: una pluralidad de líderes (cf. Tit 1:5). Por diseño bíblico esta comunidad de líderes no debe enfocarse únicamente en un líder individual porque eso lleva a la inevitable consecuencia del aislamiento en el ministerio. El aislamiento es peligroso y mortal (16-17). Un hombre aislado es un hombre vulnerable. Dicho de manera simple, los líderes cristianos necesitan amigos, amigos reales.  El problema es que las iglesias han divorciado la amistad del liderazgo, asumiendo que es subespiritual. Muchos creen que los líderes deben ser solitarios porque sus habilidades aparentemente se levantan por sobre las necesidades de los «meros» seres humanos. Se requiere una súper espiritualidad para el liderazgo. La amistad es un complemento opcional. Como resultado, las comunidades de liderazgo evalúan la salud espiritual de un líder simplemente por cuán bien (o no) toman decisiones de liderazgo o cuán bien se «desempeñan» en el escenario. Las comunidades de liderazgo sanas, sin embargo, según Tripp, promoverán amistades que aman servirse mutuamente (23) como líderes que crecen en dependencia los unos de los otros (23-24) para que así puedan «interrumpir [las] conversaciones privadas [los unos de los otros] con conocimientos bíblicos que nos protejan y verdades restauradoras del Evangelio» (25) para proteger al líder, a la comunidad de liderazgo y, finalmente, a la iglesia (25-26).

No valores los dones por sobre la piedad

El carácter de un líder importa más que su teología, sus dones o su pasión. Tripp pregunta: «¿Hemos cerrado los ojos ante ciertas deficiencias de carácter en un líder debido a la eficacia de su desempeño en el liderazgo?» (107). Demasiado a menudo las comunidades de liderazgo confunden el don con la piedad o están dispuestas a sacrificar lo último por lo primero. Las cualidades de un anciano en 1 Timoteo 3:1-7, sin embargo, tienen sólo un «don de desempeño»; es decir: «apto para enseñar», todo lo demás es carácter (106). Cuando las comunidades de liderazgo confiesan el valor del carácter, pero premian y elogian el desempeño, funcionalmente no valoran lo que Dios ha considerado más importante. Cuando eso ocurre, ellas «no valorará[n] lo que [nuestro] Salvador valora o [se] comportará[n] de una manera que le agrade» (109). Por lo tanto, la comunidad de liderazgo acepta lo que no debe, evaluando el desempeño del líder en lugar de su carácter y «se queda en silencio cuando debe hablar, [o] es pasiva cuando debe actuar» (113). Eso deja al líder sin protección y sin pastoreo (114) y, por lo tanto, a la iglesia vulnerable. Los pastores necesitan relaciones profundas con otros líderes debido a sus limitaciones naturales (73-87), a los puntos ciegos de su carácter (103-115) y al crecimiento en su santidad personal (131-145). Ningún líder está diseñado para conocer o hacer todo (76), porque ningún líder es Cristo. Una comunidad de liderazgo saludable es una «comunidad de dones que opera en cooperación con los demás» (77). Ningún líder está diseñado para realizar su trabajo de manera solitaria (76), porque «simplemente fuimos creados para nada menos que una existencia mutua». «Una comunidad de liderazgo moldeada por el Evangelio será una comunidad que alentará y permitirá la confesión» (155), pero que requiere «una vulnerabilidad redentora». El ministerio de líderes con el que me reúno regularmente a menudo comparte una experiencia personal, pero omiten cómo ellos mismos influyen en ella. Conversan sobre los acontecimientos, las acciones y las palabras de otras personas, pero no revelan mucho su propia lucha en el corazón durante esos momentos. Siento que debo indagar un poco para comprender la lucha espiritual detrás de la dificultad de la situación (153). No confesar nuestros pecados evita que seamos conocidos y que nos pidan cuentas. Una comunidad de liderazgo saludable permite que otros se abran para ver exactamente cómo los pecadores pecan y, mediante esta honestidad, la comunidad florecerá.

Conclusión

Finalmente, Tripp nos ayuda a ver que el ministerio de la iglesia local está orientado a las personas porque la «iglesia nunca será una comunidad de personas espiritualmente maduras si los líderes están tan ocupados buscando el éxito sin tratar a las personas inmaduras con paciencia y gracia» (44). Sin embargo, trágicamente, muchas comunidades de liderazgo permiten «las preocupaciones [ministeriales] del mundo y el engaño de las riquezas [ministeriales] ahogan la Palabra, [haciendo que] resulte infructuosa» al no preocuparse por las personas incompletas en su entorno. Esto sólo se resolverá cuando Cristo sea el objetivo y la identidad del ministerio cristiano. Como nota Tripp: «si el liderazgo del ministerio es tu identidad, entonces Cristo no lo es» (159). El ministerio no puede hacer por los ministros lo que sólo el Mesías puede hacer por ellos. En la misericordia de Dios, Él nos da a sus amigos como si fueran nuestros. Al final, el amigo que necesitamos es Aquel que vive y es la Palabra eterna: el Señor Jesucristo, el amigo de los pecadores.

Sé líder: 12 principios sobre el liderazgo en la iglesia. Paul David Tripp. B&H Español, 175 páginas.

Esta reseña fue publicada originalmente en 9Marks.