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Photo of El impacto de lo que parece insignificante
El impacto de lo que parece insignificante
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El impacto de lo que parece insignificante

Es probable que no lo veas, pero él pone fielmente el letrero de la iglesia cada viernes en la noche y lo quita cada domingo. Quizás no la veas hacerlo, pero ella se preocupa siempre de coordinar y asegurarse con otros de que haya suficiente comida en las reuniones de la iglesia. Tal vez no los veas, pero ellos llegan siempre temprano el domingo en la mañana para armar la mesa de hospitalidad, la mesa para libros, el equipo de sonido, y para hacer el café (asegurándose de que todo esté en su lugar para los servicios). Probablemente no la veas, pero ella está constantemente limpiando su casa horas antes de abrirla para un grupo de estudio bíblico. Quizás no lo veas, pero él fielmente hace el calendario y los arreglos para la música de los servicios dominicales. Tal vez no la veas, pero ella busca voluntarios para la sala cuna, los prepara y se asegura de que todas las necesidades de ese ministerio estén cubiertas. Es posible que no lo veas, pero él lleva cuidadosamente las cuentas de las ofrendas que los miembros fielmente entregan para la obra del Evangelio. La lista puede seguir y seguir, pero la idea es simple: son las cosas pequeñas que hacen los miembros de una iglesia o de una plantación de iglesia las que ayudan a que el ministerio crezca —y sin ellas el crecimiento de la iglesia local se ve entorpecido en gran manera—. Durante su ministerio en la tierra, nuestro Señor Jesús les enseñó a sus discípulos este principio: «el que es fiel en lo muy poco, es fiel en lo mucho [...]» (Lc 16:10). En el Nuevo Testamento, se nos dan varios ejemplos de personas que fueron fieles en lo poco, fidelidad que incluso ayudó al avance del Evangelio y dio gran gloria a Cristo. Sólo fíjate en estos ejemplos: En la boda en Caná de Galilea, Jesús les ordenó a los sirvientes que «llen[aran] de agua las tinajas» (Jn 2:7). Como comentó Stephen Burch, «la desobediencia los hubiera hecho robar el vino; una obediencia sin ganas les hubiese generado la mitad de la producción del vino; sin embargo, la fidelidad de los sirvientes en algo tan insignificante les dio unos 700 litros del mejor vino para toda la fiesta del matrimonio». Además, la gloria de Jesús se manifestó en este su primer milagro, que anuncia las alegres bendiciones del nuevo pacto. El muchacho que le dio a Jesús sus cinco panes de cebada y los dos peces (Jn 6:6-14) fue fundamental en el milagro de la alimentación de los cinco mil. Es más, con lo que sobró se recogieron doce canastas para alimentar a cada uno de los discípulos en sus labores ministeriales posteriores. Miles fueron alimentados y los ministros fueron sustentados por el pequeño sacrificio de un muchacho. Más importante aun, millones han sido espiritualmente alimentados en Cristo gracias a este registro bíblico de su milagroso poder y gracia. La viuda con las dos pequeñas monedas de cobre (Mr 12:41-44) parecía haber dado mucho menos que aquellos que daban grandes cantidades. Sin embargo, Jesús dijo que al dar todo lo que tenía, ella había entregado más que nadie. Piensa en cuántas personas han dado para apoyar el ministerio del Evangelio a lo largo de la era del nuevo pacto debido al acto de esta mujer. Su fidelidad en algo aparentemente pequeño ha animado a otros a dar en abundancia sacrificial por dos milenios. Finalmente, José de Arimatea le dio a Jesús una sepultura digna en su propio sepulcro ubicado en un huerto. Aunque José tuvo que ser muy valiente para pedir llevarse el cuerpo de Jesús, darle su tumba fue una cosa relativamente pequeña para un hombre rico como él. En este pequeño acto, José participó en el cumplimiento de Isaías 53:9. El cuerpo de Cristo no fue tirado a una hoguera junto con los criminales con los que fue crucificado. Al embalsamar el cuerpo de Jesús (Jn 19:38-42), José también participó en el cumplimiento del Salmo 16:10-11 (ver Hch 2:22-32). ¿Qué más podemos decir? Me va a faltar tiempo para contarles sobre los dos discípulos que prepararon el aposento alto; sobre el hombre que le dio su burro a Jesús para entrar a Jerusalén; sobre la persona que le llevó al apóstol encarcelado la pluma y el papel con los que escribió la carta a los Romanos; sobre Timoteo, quien le llevó a Pablo su manto para que se abrigara y libros para que se mantuviera espiritualmente nutrido; sobre las mujeres que abrieron sus casas para que las iglesias se juntaran y adoraran a Dios; y sobre el individuo que caminó a las siete iglesias esparcidas por Asia Menor para llevarles el Apocalipsis escrito por Juan. A Dios le encanta bendecir las pequeñas cosas que hace su pueblo. A veces son actos pequeños y a veces sólo parecen serlo. Jesús se preocupa profundamente por las cosas pequeñas que su pueblo hace para bendecir a otros en su iglesia. Él las considera como actos valiosos de servicio. Usa las pequeñas cosas que su pueblo hace para continuar con su obra en el mundo por medio de su iglesia. Que Dios nos dé a todos nosotros la gracia para cultivar la fidelidad en las cosas pequeñas que hacemos.
Este artículo fue originalmente publicado por Ligonier Ministries en esta dirección.
Photo of Guerra santa al estilo de Jesús
Guerra santa al estilo de Jesús
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Guerra santa al estilo de Jesús

Aunque a primera vista no sea evidente, tanto la guerra santa llevada a cabo por Israel en el Antiguo Pacto como la llevada a cabo por los cristianos en el Nuevo Pacto se hallan directamente relacionadas con la obra salvadora de Cristo. Un seguimiento bíblico al tema de la tierra y el templo nos capacita para darle sentido a la guerra santa en el Antiguo y el Nuevo Testamento dándonos una percepción de la guerra que Dios peleó sobre Cristo en la cruz. Esto evita que dividamos la Biblia en dos libros desvinculados. La cruz es el epicentro de la revelación de Dios en ambos testamentos. Las sombras y tipos del Antiguo Testamento culminan en la luz plena de la persona y la obra de Jesús. Para poder entender la enseñanza del Nuevo Testamento sobre la guerra santa, primero debemos entender la naturaleza de ésta en el antiguo pacto y cómo Dios la declaró sobre Cristo en el Calvario. Encabezando el mandato que Dios le dio a Israel de destruir a las naciones que poblaban Canaán se hallaba la purificación. Dios prometió habitar con su pueblo. La tierra de Israel era un trampolín hacia la restauración del Edén. El propósito de Dios era restaurar el paraíso perdido con «nuevos cielos y nueva tierra, en los cuales mora la justicia» (2 Pedro 3:13). La tierra de Israel era un paso temporal en este proceso; fue apartada por Dios para ser una morada santa. Para que el Dios Santo habitara en la tierra, ésta tenía que ser santa. Los habitantes cananeos y sus prácticas representaban todo lo opuesto a la santidad de Dios. Como dijo Meredith Kline, «Israel llevó a cabo la conquista y el despojo de los cananeos cumpliendo su calidad de nación de sacerdotes (…) comisionados para limpiar la tierra que Yahvé había reclamado como santa para Él». En la historia redentiva, el templo vino a ser la morada de Dios en la tierra. A causa del pecado, el templo debía ser limpiado. Los varios actos de limpieza del templo en el Antiguo Testamento apuntaban retrospectivamente a la conquista de Canaán, y en el futuro, a la obra de Cristo (2 Cr 29:3-19; Neh 13:4-31). En sus días, Jesús limpió el templo. Estos actos de limpieza mostraban la necesidad de una limpieza espiritual final de los adoradores. Tanto la conquista de la tierra como la limpieza del templo debían enseñar a los israelitas su necesidad de limpieza espiritual. Al comienzo de su ministerio, nuestro Señor dijo: «Destruid este templo, y en tres días lo levantaré» (Juan 2:19). «Él hablaba del templo de su cuerpo» (2:21). Jesús es el templo porque en Él «agradó al Padre que habitara la plenitud de Dios» (Col 1:19). Cuando Cristo fue crucificado, el templo fue limpiado en el acto más grande de juicio. En la destrucción de su carne, el pecado de su pueblo fue limpiado (2 Co 5:21). El Padre declaró la guerra santa sobre su pueblo y su pecado cuando la declaró sobre su Hijo. En la muerte de Jesús, el pueblo de Dios fue juzgado por sus pecados. Cuando Jesús fue crucificado, nosotros fuimos crucificados con Él (Gá 2:20). El poder del pecado fue destruido (5:24). Cuando Él se levantó, nosotros nos levantamos con Él a una vida nueva (Ro 6:5–10; Col 3:3). En el nuevo pacto, todos los que están unidos a Cristo forman, por fe, el templo de Dios (1 Co 3:16-17). El Espíritu de Dios ya no habita en un edificio en Jerusalén; habita en los corazones de los creyentes. La sangre de Jesús limpia los corazones de quienes forman su pueblo. Su muerte va efectuando nuestra santificación en forma continua. El Espíritu de Cristo reside en los creyentes y se halla comprometido a limpiar sus corazones de la corrupción remanente. Hoy, la iglesia participa en una guerra santa. Es una guerra contra los enemigos espirituales que se encuentran tras los reinos de este mundo (Ef 6:10-11). En esta guerra no somos llamados a conquistar la tierra de Israel sino a «hacer discípulos de todas las naciones» (Mateo 28:19). No peleamos esta guerra con armas físicas; lo hacemos proclamando el evangelio y dando muerte al pecado por medio del Espíritu. En la cruz, Jesús desarmó a los poderes y autoridades (Col 2:15), y en su ascensión, saqueó al enemigo (Ef 4:8) liberando a su pueblo del poder del pecado y del Diablo. Participamos en su victoria al participar en la misión de la iglesia. Cuando los pecadores se convierten, experimentan una muerte y una resurrección espiritual. Sus corazones son limpiados por medio de la fe en el Salvador crucificado. Dondequiera que se proclama el mensaje de la cruz —y cada vez que los creyentes participan en un combate mano a mano contra su pecado— se pelea una guerra santa. Cualquiera sea la circunstancia, jamás debemos olvidar que la batalla es del Señor —Él ha determinado su resultado—. La guerra ha sido peleada y ganada. La victoria ha sido asegurada en el Calvario. Dios declaró la guerra santa sobre su Hijo en la cruz, y al hacerlo, conquistó al mundo, la carne, y el Diablo.
Este artículo fue originalmente publicado por Ligonier Ministries en esta dirección.