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Día 3: la gracia de la tristeza piadosa
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Día 3: la gracia de la tristeza piadosa

Durante todo este mes, compartiremos contigo una serie de devocionales llamada Treintaiún días de pureza. Treintaiún días de reflexión sobre la pureza sexual y de oración en esta área. Cada día, compartiremos un pequeño pasaje de la Escritura, una reflexión sobre ella y una breve oración. Este es el día tres:
La tristeza que proviene de Dios produce el arrepentimiento que lleva a la salvación, de la cual no hay que arrepentirse, mientras que la tristeza del mundo produce la muerte (2 Co 7:10).
Todos estamos familiarizados con el horrible patrón del pecado. Acabas de pecar nuevamente y sientes el peso de lo que has hecho. Te prometes a ti mismo que nunca más volverás a caer en ese tipo de comportamiento pecaminoso. Despiertas la mañana siguiente con una nueva determinación, pero no puedes evitar sentir culpa. Pero aún así, en el tiempo esos sentimientos de vergüenza y culpa comienzan a disminuir y a desvanecerse, y mientras lo hacen, también lo hace tu determinación. Antes de que te des cuenta, pecaste de nuevo y el ciclo comienza otra vez. Como dice el Proverbio: «como vuelve el perro a su vómito, así el necio insiste en su necedad» (Pr 26:11). Lejos de la gracia de la tristeza piadosa este ciclo continuará. Solo cuando se nos conceda una tristeza piadosa (una tristeza que odia al pecado más que sus consecuencias) buscaremos un cambio perdurable. Padre, solo la tristeza piadosa lo hará. Quiero tener una tristeza piadosa por mi pecado, así que, por favor, ayúdame a ver mi pecado de la forma en que tú lo haces. Rescátame de la tristeza mundana y egocéntrica que solo produce más muerte. Dame una tristeza que clame junto a David, «contra ti he pecado, solo contra ti, y he hecho solo lo que es malo ante tus ojos» (Sal 51:4). Confío en que, por medio de la obra terminada de Cristo, recibes mi arrepentimiento con gracia y perdón. Señor, te suplico que me des la dolorosa gracia de la tristeza y el arrepentimiento piadoso, hoy y siempre. Amén.
Este recurso fue originalmente publicado en Tim Challies | Traducción: María José Ojeda
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Día 6: descansa en el perdón
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Día 6: descansa en el perdón

Durante todo este mes, compartiremos contigo una serie de devocionales llamada Treintaiún días de pureza. Treintaiún días de reflexión sobre la pureza sexual y de oración en esta área. Cada día, compartiremos un pequeño pasaje de la Escritura, una reflexión sobre ella y una breve oración. Este es el día seis:
Y cuando ustedes estaban muertos en sus delitos y en la incircuncisión de su carne, Dios les dio vida juntamente con Cristo, habiéndonos perdonado todos los delitos, habiendo cancelado el documento de deuda que consistía en decretos contra nosotros y que nos era adverso, y lo ha quitado de en medio, clavándolo en la cruz (Col 2:13-14).
Cada pecado que has cometido ha sido registrado. Cada pecado sexual; cada pensamiento lujurioso; cada acción vergonzosa; cada secreto oscuro; todo. Y solo uno de esos pecados que menosprecian a Dios es suficiente para que seas arrojado al infierno por la eternidad. Este es tu registro de deuda. ¡Qué pensamiento tan aleccionador y aterrador! Sin embargo, es igualmente cierto que si eres parte de aquellos a los que Dios «les dio vida juntamente con Cristo», ese registro ya no es tuyo. Ese registro de deuda que se levanta contra ti es cancelado. Ya no tienes más deudas. Ya no tendrás que soportar ni la más mínima medida de la ira de Dios contra ti, porque Jesús ya la soportó completamente. Él pagó tu deuda completa. No hay ni un solo pecado en tu registro de deuda (pasado, presente o futuro) que no haya sido pagado por Jesús. Descansa en eso hoy; descansa en eso cada día. Padre, puesto que aceptaste el sacrificio de Cristo en mi lugar, soy perdonado. Debería tener un registro de deuda que me separe de tu bondad por toda la eternidad. Sin embargo, en Cristo estoy libre de deuda. Gracias por aceptar su pago por mi deuda. Gracias porque aunque era un pecador inútil y sin esperanza, Cristo murió por mí. Gracias por no exigir que me limpie a mí mismo para obtener tu perdón, porque sé que nunca podría limpiarme lo suficiente. Pero tú puedes. Ayúdame, Padre, a descansar en tu perdón mientras lucho con este pecado.
Este recurso fue originalmente publicado en Tim Challies | Traducción: María José Ojeda
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Día 8: satisfechos en Cristo
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Día 8: satisfechos en Cristo

Durante todo este mes, compartiremos contigo una serie de devocionales llamada Treintaiún días de pureza. Treintaiún días de reflexión sobre la pureza sexual y de oración en esta área. Cada día, compartiremos un pequeño pasaje de la Escritura, una reflexión sobre ella y una breve oración. Este es el día ocho:
«Espántense, oh cielos, por esto, y tiemblen, queden en extremo desolados», declara el Señor. Porque dos males ha hecho mi pueblo: me han abandonado a mí, Fuente de aguas vivas, y han cavado para sí cisternas, cisternas agrietadas que no retienen el agua» (Jeremías 2:13-13).
Existe una gran diferencia entre tomar agua de una fuente de agua viva y beber agua rancia y turbia de cisternas rotas. Ningún hombre sediento en su sano juicio rechazaría el agua fría y refrescante de un fluente arroyo para beber de una cisterna turbia y mugrosa. Una cisterna rota nunca satisfará su sed. Él podría tomar un pequeño y tentador sorbo de una cisterna rota si es que es todo lo que hay disponible. Pero no es así. El hombre en Jeremías 2:12-13 está rechazando el agua viva con el fin de ir a cisternas de agua sin vida. Esta es la necia elección que hacemos cuando buscamos satisfacción en la cisterna rota de la impureza sexual. Si es que vamos a buscar libertad del pecado y vivir en pureza, debemos aprender nuevamente donde podemos encontrar verdadera satisfacción y verdadero refresco. El Señor debe transformar nuestros necios corazones para que así en vez de ansiar agua de cisternas, busquemos satisfacción profunda y perdurable en Cristo. Padre, gracias porque un día, «…en justicia contemplaré tu rostro». Y gracias porque en ese día «al despertar, me saciaré cuando contemple tu semblante» (Sal 17:15). Oro para que mientras espere a que ese día llegue pueda crecer en mi satisfacción en Cristo. Cambia mi corazón de tal manera que busque encontrar satisfacción en él. Renueva mi mente para que vea las cisternas rotas por lo que son. Crea en mí un corazón que busque satisfacción en Cristo.
Este recurso fue originalmente publicado en Tim Challies | Traducción: María José Ojeda
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Día 10: libertad en Cristo
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Día 10: libertad en Cristo

Durante todo este mes, compartiremos contigo una serie de devocionales llamada Treintaiún días de pureza. Treintaiún días de reflexión sobre la pureza sexual y de oración en esta área. Cada día, compartiremos un pequeño pasaje de la Escritura, una reflexión sobre ella y una breve oración. Este es el día diez:
Así que, si el Hijo los hace libres, ustedes serán realmente libres (Juan 8:36).
El pecado esclaviza. Te promete alegría y vida, pero solo te entrega niveles cada vez más profundos de cautiverio. La libertad del pecado y de sus horribles consecuencias parece ser nada más que un espejismo o una promesa vacía cuando, una y otra vez, te presentas al pecado como su obediente esclavo. Te escuchas a ti mismo decir cosas como, «no puedo evitarlo» o «lo intenté pero no pude hacerlo». El enemigo hará todo lo que está en su poder para convencerte de que eres esclavo del pecado. Hará todo lo que pueda para hacerte creer que no tienes poder para conquistarlo. Hay solo una pizca de verdad en lo que el acusador dice: en tus propias fuerzas, realmente, no tienes poder. Sin embargo, si estás en Cristo has sido liberado de la esclavitud del pecado. Ya no tienes que vivir en tus propias fuerzas; ahora puedes vivir en las fuerzas de otro. El poder del pecado ha sido destruido en tu vida. El Hijo te ha liberado de la esclavitud. Y ahora te invita y te ordena a que vivas en el gozo de esa libertad. ¡Sé libre! Padre, gracias por liberarme en Cristo. Confieso que demasiadas veces me he presentado como un esclavo obediente del pecado. He fallado en aferrarme a la libertad que Cristo ha ganado para mí; he regresado a mi prisión y a mis cadenas arrastrándome. Sin embargo, sé y creo que el pecado ya no es mi amo. Convence a mi corazón de que te pertenezco a ti y que el pecado ya no es mi dueño. Ayúdame a vivir en la libertad que Cristo compró para mí.  
Este recurso fue originalmente publicado en Tim Challies | Traducción: María José Ojeda
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Día 14: pasión por la Palabra
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Día 14: pasión por la Palabra

Durante todo este mes, compartiremos contigo una serie de devocionales llamada Treintaiún días de pureza. Treintaiún días de reflexión sobre la pureza sexual y de oración en esta área. Cada día, compartiremos un pequeño pasaje de la Escritura, una reflexión sobre ella y una breve oración. Este es el día catorce:
¡Cuán bienaventurado es el hombre que no anda en el consejo de los impíos, ni se detiene en el camino de los pecadores, ni se sienta en la silla de los escarnecedores, sino que en la ley del Señor está su deleite, y en su ley medita de día y de noche! (Salmo 1:1-2).
La Palabra de Dios corta y hace cortes profundos. Este tipo de corte no siempre se siente como una bendición para aquellos que viven en impureza, pues duele, convence, hiere mientras penetra nuestros corazones y expone nuestro pecado. La Palabra de Dios nos pone al descubierto ante Yahweh. Pero también nos fortalece y nos sostiene. La Palabra de Dios es el arma que Dios empuña (y que nosotros empuñamos) en nuestra pelea contra la impureza. Es a través de su poderosa Palabra que tú corazón cobró vida. Y será por medio de su poderosa Palabra que nuestros corazones impuros serán transformados a la imagen de su Hijo. Si queremos tener pasión por Dios, esta solo vendrá por medio de una pasión por la Palabra de Dios. Si queremos ser recatados de la tierra de los burladores y del consejo de los malvados, entonces debemos estar bajo la Palabra de Dios. Es ahí donde nuestro deleite en Dios crecerá. Por lo tanto, debemos orar para que el Señor nos dé una pasión perdurable por su Palabra. Padre, te agradezco por tu Palabra. Aunque me mata, sé que también me restaura. Sé que naturalmente no tengo una pasión por tu Palabra. No me inclinaré hacia la lectura ni hacia la meditación de tu Palabra. Sin duda no la voy a atesorar naturalmente. No obstante, por medio de tu Espíritu, tu Palabra será un deleite para mi corazón. Dame una pasión perdurable por tu Palabra, una pasión diferente a cualquier otra que haya tenido antes. Usa tu Palabra para conquistar mi pecado y mi incredulidad.
Este recurso fue originalmente publicado en Tim Challies | Traducción: María José Ojeda
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Día 17: la visión de Dios sobre las mujeres
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Día 17: la visión de Dios sobre las mujeres

Durante todo este mes, compartiremos contigo una serie de devocionales llamada Treintaiún días de pureza. Treintaiún días de reflexión sobre la pureza sexual y de oración en esta área. Cada día, compartiremos un pequeño pasaje de la Escritura, una reflexión sobre ella y una breve oración. Este es el día diecisiete:
No reprendas con dureza al anciano, sino, más bien, exhórtalo como a padre; a los más jóvenes, como a hermanos, a las ancianas, como a madres; a las más jóvenes, como a hermanas, con toda pureza (1 Timoteo 5:1-2).
Como hombres, se nos ha enseñado desde pequeños a convertir a las mujeres en objetos, a no verlas como personas creadas a la imagen de Dios, sino que como objetos que existen para nuestro placer. A medida que batallamos por la pureza, confiamos en que Dios comienza a transformar nuestras mentes, nuestros corazones y nuestra visión de las mujeres. Es un maravilloso alivio cuando el Señor extiende su gracia y comenzamos a ver una evidencia cada vez mayor de que estamos dando muerte al pecado de la inmoralidad sexual. Cada victoria es una victoria que debemos celebrar. Sin embargo, una victoria no es el final de nuestra búsqueda de santidad personal. El Señor no nos llama ni nos da poder para meramente dejar el pecado, sino que también nos llama y nos da poder para vestirnos de rectitud. Una cosa muy buena, es dejar de ver pornografía, pero es otra cosa, y una mucho mejor, que el Señor transforme y restaure nuestra visión de las mujeres. Lejos de su gracia continuaremos viendo a las mujeres como objetos (solo que esta vez serán objetos que debemos evitar en lugar de ser objetos para consumir). El objetivo del Señor es mucho mayor: él nos dice que veamos a las mujeres más jóvenes como nuestras hermanas en Cristo y a las mujeres mayores como nuestras madres en el Señor. Oremos para que el Señor transforme nuestra visión de las mujeres y las veamos con sus ojos. Padre, te doy gracias por el regalo de las mujeres. Fueron asombrosa y maravillosamente hechas para reflejar tu gloria. Me apena que nuestra cultura vea a tus hijas como nada más que objetos sexuales. Me entristece aún más ser culpable de unirme a la cultura en eso. Señor, cautiva mi corazón y transforma mi mente de tal forma que vea correctamente al sexo opuesto. Que trate a las mujeres más jóvenes como a hermanas con toda pureza y a las mujeres mayores como a madres con toda dignidad. Despierta en mi corazón un amor profundo y santo por mis hermanas en Cristo. Amén.
Este recurso fue originalmente publicado en Tim Challies | Traducción: María José Ojeda
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Día 20: trabajo significativo
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Día 20: trabajo significativo

Durante todo este mes, compartiremos contigo una serie de devocionales llamada Treintaiún días de pureza. Treintaiún días de reflexión sobre la pureza sexual y de oración en esta área. Cada día, compartiremos un pequeño pasaje de la Escritura, una reflexión sobre ella y una breve oración. Este es el día veinte:
Al atardecer David se levantó de su lecho y se paseaba por el terrado de la casa del rey, y desde el terrado vio a una mujer que se estaba bañando; y la mujer era de aspecto muy hermoso (2 Samuel 11:2).
Un rey paseándose por la azotea y mirando su reino no es un escenario inusual. Ni siquiera es inusual que pueda echar un vistazo a algo que no debería ver. Sin embargo, en el versículo 1 se nos revela algo que sí es fuera de común en esta historia. David está dando un lento paseo en su terrado y mirando su reino durante «el tiempo cuando los reyes salen a la batalla». Era un tiempo de guerra, pero David estaba teniendo su momento de ocio. Como dice el texto, «David permaneció en Jerusalén». Es probable que puedas identificarte con la historia de David. Algunos de nuestros más grandes pecados tienen lugar en los momentos de aburrimiento o inactividad. Es manifiestamente cierto lo que Spurgeon dijo una vez, «los holgazanes tientan al diablo para que los tiente». Uno de los antídotos para una vida dada a la impureza es la gracia del trabajo significativo. Es difícil ser consumido con la impureza sexual cuando eres consumido con el trabajo del Evangelio. Oremos para que el Señor nos ayude a «escoger lo mejor» y poner nuestras energías en lo que es eterno. Padre, gracias por tu regalo del trabajo. Gracias por involucrarnos en tu propósito de llenar el mundo con adoradores apasionados. Confieso que demasiado a menudo mi mente y mi corazón se centran en cosas mucho más pequeñas. En ocasiones, mi corazón prefiere la comodidad y el descanso. Cuando mis hermanos y hermanas están «batallando», yo «permanezco en Jerusalén». Despierta en mi corazón una pasión para buscar lo mejor en la vida. Evita que desperdicie mi tiempo en un placer fugaz y ayúdame a buscar tu reino eterno. Amén.
Este recurso fue originalmente publicado en Tim Challies | Traducción: María José Ojeda
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Día 21: el trono de la gracia
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Día 21: el trono de la gracia

Durante todo este mes, compartiremos contigo una serie de devocionales llamada Treintaiún días de pureza. Treintaiún días de reflexión sobre la pureza sexual y de oración en esta área. Cada día, compartiremos un pequeño pasaje de la Escritura, una reflexión sobre ella y una breve oración. Este es el día veintiuno:
Porque no tenemos un Sumo Sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras flaquezas, sino uno que ha sido tentado en todo como nosotros, pero sin pecado. Por tanto, acerquémonos con confianza al trono de la gracia para que recibamos misericordia, y hallemos gracia para la ayuda oportuna (Hebreos 4:15-16).
Este pasaje nos dice que vayamos a Cristo en nuestra debilidad y en nuestro pecado. Sin embargo, a menudo preferimos una ruta opuesta a la de Hebreos 4:16. No puedo describirlo mejor que Heath Lambert:
Los castigos mentales no son útiles porque lidian con el pecado de una manera egocéntrica en lugar  de enfocarse en Cristo. Meditar en cuán miserable y patético eres solo perpetúa el egocentrismo pecaminoso que te llevó a mirar pornografía la primera vez. Condenar el diálogo interno aún te mantiene en el centro pues reflexionas en lo que piensas que mereces por lo que hiciste… la única manera de romper este círculo vicioso es salir de ti mismo e ir a Jesús. Necesitas dejar de hablarte a ti mismo en condenación y comenzar a hablar con Dios en confesión (Finally Free: Fighting for Purity with the Power of Grace [Finalmente libre: peleando por la pureza con el poder de la gracia, Lambert, 26).
Jesús no necesita tu diálogo interno condenatorio; tampoco tú lo necesitas, pues no logra nada bueno. Lo que tú necesitas es creer en el Evangelio y valientemente acercarte al trono de la gracia. Es ahí, en nuestro Gran Sumo Sacerdote, donde encontrarás la sanidad que anhelas. Es ahí que encontrarás la misericordia y la gracia que necesitas con tanta desesperación. Señor, fuiste tentado de la misma manera que nosotros. Agradezco que en donde yo he fallado, tú has triunfado. Sabes cuán fuerte puede ser la tentación; sabes lo que es estar en un cuerpo mortal. Puedes simpatizar con mi debilidad. Estoy agradecido porque conoces mi cuerpo y me recuerdas que no soy más que polvo (Sal 103). Rescátame de mi necio diálogo interno y reemplázalo con tus palabras de gracia. Dices que al confesar, quedo limpio. Ayúdame a creer en ti. Hoy me acerco a tu trono de gracia confiado de que me recibirás con misericordia y gracia para ayudarme en este tiempo de necesidad. 
Este recurso fue originalmente publicado en Tim Challies | Traducción: María José Ojeda
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Día 23: restauración
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Día 23: restauración

Durante todo este mes, compartiremos contigo una serie de devocionales llamada Treintaiún días de pureza. Treintaiún días de reflexión sobre la pureza sexual y de oración en esta área. Cada día, compartiremos un pequeño pasaje de la Escritura, una reflexión sobre ella y una breve oración. Este es el día veintitrés:
Entonces los compensaré por los años en que devoraban la langosta, el pulgón, el saltón y la oruga, mi gran ejército, que envié contra ustedes (Joel 2:25).
Una invasión de langostas hace estragos en la tierra. Aquí Joel nos entrega una imagen de una tierra que era «como el huerto del Edén [...] delante de él; y detrás de él, un desierto desolado, y de él nada escapa» (Joel 2:3). Estas langostas habrían traído total destrucción y las consecuencias de la impureza sexual pueden ser iguales a las de ellas. El pecado no tiene la intención de detener su devastación. Al igual que un poderoso enjambre de langostas, nada escapa a su destrucción. A menos que el Señor nos rescate, nuestro pecado puede ser más devastador que una plaga de langostas. Afortunadamente, Jesucristo ha venido a conquistar las obras del diablo. Ha venido a restaurar lo que el pecado ha destruido. Podrán haber consecuencias de tu pecado que no pueden ser restauradas completamente en este lado de la eternidad. Sin embargo, podemos descansar seguros en que Cristo está, de verdad, haciendo todas las cosas nuevas. Él promete que hará una restauración completa. Por lo tanto, agradezcámosle por su restauración y supliquémosle que restaure en nosotros las cosas que han sido destruidas por la impureza. Padre, sé que mi pecado ha causado estragos en mi vida. Sus efectos tocan cada área de mi ser. Hay cosas en mi corazón y mi mente que desearía borrar para siempre. Y hay áreas en mi vida que el pecado ha destruido. Solo tú tienes el poder para reconstruir lo que yo he destruido. Sé que en última instancia restaurarás todo y harás todas las cosas nuevas. Creo esto y te agradezco por ello. Oro hoy para que tu futura redención pueda tocar el presente. Por tu nombre, restaura lo que ha sido destrozado por mi impureza.
Este recurso fue originalmente publicado en Tim Challies | Traducción: María José Ojeda
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Día 24: confía en Dios con tu pasado
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Día 24: confía en Dios con tu pasado

Durante todo este mes, compartiremos contigo una serie de devocionales llamada Treintaiún días de pureza. Treintaiún días de reflexión sobre la pureza sexual y de oración en esta área. Cada día, compartiremos un pequeño pasaje de la Escritura, una reflexión sobre ella y una breve oración. Este es el día veinticuatro:
Hermanos, yo mismo no considero haberlo ya alcanzado. Pero una cosa hago: olvidando lo que queda atrás y extendiéndome a lo que está delante, prosigo hacia la meta para obtener el premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús (Filipenses 3:13-14).
En 1954 Roger Bannister y John Landy se enfrentaron en una carrera monumental. Ambos hombres habían logrado recientemente lo impensable al correr 1,6 kilómetros en cuatro minutos. Landy lideró la mayoría de la carrera, llegando incluso a liderar en un punto por un poco más de 9 metros. Sin embargo, en la última vuelta de la carrera cometió el error que los corredores no deben cometer: miró hacia atrás. Bannister lo adelantó y no dejó nunca de liderar la carrera. En nuestra batalla por la pureza, aquello que está detrás de nosotros (nuestro pasado) puede robar nuestra mirada. Podemos caer en la trampa de pensar demasiado en nuestros éxitos del pasado o podemos correr más lento debido al peso de los fracasos de nuestro pasado. Aquí Pablo no nos está llamado a simplemente olvidar nuestro pasado como si no existiera. Al contrario, nos está llamando a confiar en el Señor con nuestro pasado (tanto el éxito como el fracaso) y a que mantengamos nuestros ojos fijos en Jesucristo. Si has confiado en la provisión de un Salvador misericordioso; si has ganado una batalla, confía en que fue la provisión de un Señor transformador. Luego, sigue corriendo. Padre, te agradezco porque no solo eres el Señor de mi presente y mi futuro, sino que también de mi pasado. Conoces cada momento en el que he fallado y cada momento en el fallaré. Conoces cada victoria de gracia que tendré en mi vida. Y todo esto lo sabías antes de la fundación del mundo. Ayúdame a confiar en ti con mi pasado. Cualquiera sean las heridas que otros me dejaron, mis propios fracasos o incluso los momentos cuando he triunfado en obediencia, te los confío a ti.
Este recurso fue originalmente publicado en Tim Challies | Traducción: María José Ojeda
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Día 25: él sana tus heridas
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Día 25: él sana tus heridas

Durante todo este mes, compartiremos contigo una serie de devocionales llamada Treintaiún días de pureza. Treintaiún días de reflexión sobre la pureza sexual y de oración en esta área. Cada día, compartiremos un pequeño pasaje de la Escritura, una reflexión sobre ella y una breve oración. Este es el día veinticinco:
Sana a los quebrantados de corazón y venda sus heridas (Salmo 147:3).
Hermanos, estamos heridos. Todos estamos heridos. Sé esto porque tú y yo vivimos en un mundo caído y roto. Algunas de nuestras heridas son autoinfligidas; otras, son el resultado del pecado de otras personas; y hay ciertas heridas que son solo el resultado de vivir en un mundo caído y de cometer errores mientras vivimos en él. Independientemente de su fuente, podemos tener la confianza de que Dios sana a los quebrantados de corazón y venda sus heridas. Si estás en Cristo, tu identidad no es la de una víctima. No importa cuán profundas sean tus heridas o cuán trascendentales sean las cicatrices, tu identidad definitoria no es la de un hombre herido. Has sido lavado; has sido limpiado; has sido sanado. Sí, aún puedes tener cicatrices, pero ya no son heridas abiertas; al contrario, son testimonios de sanidad y gracia. Cualquiera sean las cicatrices que lleves, ora hoy para que el Señor te dé una sanidad final. Ninguna herida es demasiado profunda para que Jesús la llene con su bondad y misericordia. Padre, te doy gracias por sanar a los quebrantados de corazón y por vendar nuestras heridas. Soy un hombre herido. Algunas de estas heridas son producto de mis propias decisiones pecaminosas y necias. Otras heridas son provocadas por otros. Señor, quiero que sanen. Sé que orar por sanidad podría significar que tú tengas que volver a abrir heridas para llevar redención a esas áreas. Sana los lugares de mi corazón que están quebrados. Venda mis heridas. Inúndame con tu gracia y misericordia. Donde una vez hubo cenizas, reemplázalas con tu belleza. Amén.
Este recurso fue originalmente publicado en Tim Challies |Traducción: María José Ojeda
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Día 26: perdona a otros
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Día 26: perdona a otros

Durante todo este mes, compartiremos contigo una serie de devocionales llamada Treintaiún días de pureza. Treintaiún días de reflexión sobre la pureza sexual y de oración en esta área. Cada día, compartiremos un pequeño pasaje de la Escritura, una reflexión sobre ella y una breve oración. Este es el día veintiséis:
Sean más bien amables unos con otros, misericordiosos, perdonándose unos a otros, así como también Dios los perdonó en Cristo (Efesios 4:32).
Podrías estar preguntándote, «¿qué tiene que ver el perdón a otros con los Treintaiún días de pureza?». Tiene todo que ver con la pureza personal. Incluso cuando estás hasta el cuello con el pecado, o aún mejor, cuando estás profundamente comprometido con la lucha contra el pecado, las raíces de amargura al no perdonar pueden estar esparciéndose en tu corazón. La Palabra de Dios nos dice que aquel al que se le perdona mucho debe estar dispuesto y deseoso por perdonar a otros. Es completamente posible que mientras te hayas estado permitiendo la impureza sexual, hayas estado cargando una amargura secreta hacia los objetos de tus afectos desordenados. O quizás has pecado sexualmente en el pasado y la amargura ha crecido. Cuando has buscado el perdón de Dios por el pecado sexual, ¿has considerado tu necesidad de perdonar a otros? ¿Has perdonado a tu papá por exponerte a una revista pornográfica cuando eras solo un pequeño niño? ¿Qué pasa con la amargura que sientes hacia las personas que produjeron la pronografía por primera vez o las personas que lo han comercializado tan efectivamente que te han hecho tropezar una y otra vez? Aunque puedes y debes verlos como enemigos del Evangelio y enemigos de tu santidad personal, Jesús nos dijo que oráramos por nuestros enemigos y que perdonáramos a todos aquellos que pidan perdón. ¿Estás dispuesto a perdonar? ¿Estás dispuesto a dejar ir la amargura? ¿Seguirás tú, a quien le han perdonado una deuda tan grande, considerando en su contra el pecado de otra persona? Padre, me has perdonado una deuda que yo no podía pagar. He pecado contra ti más de lo que otros han pecado contra mí, y aún así albergo sentimientos de amargura y de no haber perdonado. Revela a mi corazón las áreas en las que no he perdonado a otros y dame la gracia para perdonarlos cuando lo pidan y cuando lo hagan. Oro para que puedas bendecir a aquellos que me han hecho daño. Restaura mi corazón amargado con un corazón lleno de perdón y aprecio por tu gracia. Amén.
Este recurso fue originalmente publicado en Tim Challies | Traducción: María José Ojeda
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Día 31: persevera
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Día 31: persevera

Durante todo este mes, hemos compartido contigo una serie de devocionales llamada Treintaiún días de pureza. Treintaiún días de reflexión sobre la pureza sexual y de oración en esta área. Finalmente, hemos llegado al último día del mes. Este es el día treinta y uno, el último del desafío de 31 días:
Y a aquél que es poderoso para guardarlos a ustedes sin caída y para presentarlos sin mancha en presencia de su gloria con gran alegría, al único Dios nuestro Salvador, por medio de Jesucristo nuestro Señor, sea gloria, majestad, dominio y autoridad, antes de todo tiempo, y ahora y por todos los siglos. Amén (Judas 1:24-25).
Este devocional cierra nuestros 31 días juntos, pero no termina nuestra búsqueda de vida de la pureza sexual. Es más, solo hemos comenzado. Hoy oramos por nosotros y los unos por los otros para que podamos continuar perseverando en pureza. Hombre, sigue adelante, pues la batalla no ha terminado. Mañana en la mañana necesitarás comenzar tu búsqueda de la pureza otra vez. Y a medida que lo haces, recuerda que el Señor Jesús, y solo el Señor Jesús, puede evitar que tropieces. Un día seremos presentados sin culpa ante el Señor y habrá gran gozo. Aunque ese día aún no se llama «hoy», es absolutamente seguro. Por lo tanto, perseveremos más aún mientras esperamos ese día. ¿Por qué no te juntas con un amigo y hacen este desafío nuevamente? Señor, gracias por todos aquellos que han estado orando y batallado por la pureza durante estos 31 días. Oro para que puedan continuar la batalla. Ayúdame a continuar orando con ellos y buscando la pureza juntos. Haz que soportemos este gran esfuerzo. Que Cristo sea glorificado por medio de nosotros. Transforma nuestros corazones y nuestros hogares por su nombre. Te doy gracias porque puedes evitar que tropiece. Ayúdame a perseverar en pureza, mientras espero el día en el que seré presentado sin mancha ante tu presencia. Amén.
Este recurso fue originalmente publicado en Tim Challies | Traducción: María José Ojeda