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COVID-19: ¿vives por probabilidades o por la providencia?
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COVID-19: ¿vives por probabilidades o por la providencia?


Título original en inglés: “COVID-19: Living by Probabilities or Providence?”
La pandemia de la COVID-19 nos está convirtiendo a todos en estadistas. Quizás tú, al igual que yo, has investigado dónde encajas en los gráficos de mortalidad según edad (si no lo has hecho, no lo hagas). Tengo 58 años y, al menos en los gráficos presentados la semana pasada, si contrajera el virus, mi probabilidad de morir se encuentra en algún punto cerca del 1,3 % (probablemente, es más alta, puesto que el grupo etario entre los 60 y los 69 años se encuentra en el 4,6 %). Lamentablemente, es posible que ese número aumente incluso un poco más debido a la enfermedad de base que padezco asociada a un peor pronóstico. De todas formas, mi madre de 86 años tiene peores posibilidades según los gráficos. ¿Y tú? ¿Te ves tentado, si eres joven y saludable, a dar un suspiro de alivio? ¿A pensar, con un sentido de optimismo, que «incluso si contraigo el virus, estaré bien»? Quizás encuentras que las políticas actuales del distanciamiento social son un tanto rigurosas y deseas que la vida vuelva a la normalidad. ¿Te ves tentado, si es que eres mayor y menos saludable, a vivir cada día con temor, preguntándote qué objeto o qué persona podría traer la enfermedad a la puerta de tu casa? ¿Estás resignado a creer que «si contraigo el virus, no sobreviviré»? Tal vez encuentras que las políticas de distanciamiento social son tranquilizadoras, pero insuficientes, y estás intentando llevar una autocuarentena, aún preguntándote si será suficiente. Déjenme decirles, queridos hermanos y hermanas, que no debemos encontrar nuestra seguridad (o nuestra muerte) en números, en estadísticas o en perfiles de riesgo. (¡Me estoy predicando esto a mí mismo también!). La Escritura lleva nuestra mirada a otro lado:
  • El Señor es mi pastor, nada me faltará (Sal 23:1).
  • Nuestro socorro está en el nombre del Señor que hizo los cielos y la tierra (Sal 124:8).
  • Tus ojos vieron mi embrión, y en tu libro se escribieron todos los días que me fueron dados, cuando no existía ni uno solo de ellos (Sal 139:16)
  • La suerte se echa en el regazo, pero del Señor viene toda decisión (Pr 16:33).
  • ¿No se venden dos pajarillos por una monedita? Y sin embargo, ni uno de ellos caerá a tierra sin permitirlo el Padre (Mat 10:29).
  • Y sabemos que para los que aman a Dios, todas las cosas cooperan para bien, esto es, para los que son llamados conforme a su propósito (Ro 8:28).
  • Y Él [Cristo] es antes de todas las cosas, y en Él todas las cosas permanecen (Col 1:17)
  • Él [Jesús el Hijo] es el resplandor de su gloria y la expresión exacta de su naturaleza, y sostiene todas las cosas por la palabra de su poder (Heb 1:3).
Siéntate con estas gloriosas realidades por un minuto. Léelas de cabo a cabo lentamente. Deja que penetren en tu alma. No vivimos por probabilidades ni azar; vivimos bajo el gobierno amoroso, sabio y soberano de nuestro Creador y Dios Redentor. El resultado de eso es verdadera esperanza, que evita tanto el optimismo ingenuo como el pesimismo resignado. Hace muchos años, uno de mis profesores del seminario fue diagnosticado con cáncer. Le presupuestaron uno cinco años con un 85 % de índice de supervivencia con tratamiento, al cual se sometió. Lo recuerdo comentar: «bien, no sé sobre esos números. Yo diría que mis posibilidades son del 100 % o del 0 %. Si es la voluntad de Dios, estaré aquí en cinco años más; si no, en cinco años estaré con Él». En lugar de poner su confianza en un relativamente alentador 85 % o centrarse en ese 15 % de riesgo aún sustancial, se confió a Aquel que lo mantendría a salvo, en cuerpo y alma, sin importar lo que vendría. Terminaré con el Catecismo de Heidelberg, pregunta y respuesta 27, que siempre he encontrado consoladora y reorientadora. Aún más en este tiempo: Pregunta: ¿qué es la providencia de Dios? Respuesta: Es el poder de Dios omnipotente y presente en todo lugar

por el cual sustenta y gobierna

el cielo,

la tierra

y todas las criaturas de tal manera,

que todo lo que la tierra produce,

la lluvia y la sequía,

la fertilidad y la esterilidad,

la comida y la bebida,

la salud y la enfermedad,

riquezas y pobrezas,

y finalmente todas las cosas no acontecen

sin razón alguna como por azar,

sino por su consejo y voluntad paternal.

Nada ocurre por azar. Todo llega a nosotros por la mano amorosa y sabia de nuestro Padre. No vivas en este duro tiempo demasiado centrado en las probabilidades impersonales, en las estadísticas y en las evaluaciones de riesgo. Demostrarán ser un fundamento inestable para la verdadera esperanza y consuelo. Por supuesto, sigue la guía de las autoridades de salud locales, pero antes que todo, mira a tu fiel y amoroso Dios; Padre, Hijo y Espíritu Santo, que te sostiene en la palma de su mano.
Este artículo fue traducido íntegramente con el permiso de The Christian Counseling & Educational Foundation (CCEF) por María José Ojeda, Acceso Directo, Santiago, Chile. La traducción es responsabilidad exclusiva del traductor.
Esta traducción tiene concedido el Copyright © (22 de julio, 2020) de The Christian Counseling & Educational Foundation (CCEF). El artículo original titulado “COVID-19: Living by Probabilities or Providence?” Copyright © 2020 fue traducido por María José Ojeda, Traductora General, Acceso Directo. El contenido completo está protegido por los derechos de autor y no puede ser reproducido sin el permiso escrito otorgado por CCEF. Para más información sobre clases, materiales, conferencias, educación a distancia y otros servicios, por favor, visite www.ccef.org.
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La monotonía del desierto: ¿solo estás marcando el paso?
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La monotonía del desierto: ¿solo estás marcando el paso?


 Título original en inglés: “The Monotony of the Wilderness: Are You Just Marking Time?
Estoy leyendo el Pentateuco. Ocurren tantas cosas en estos libros, especialmente durante el viaje de los israelitas desde Egipto hacia la Tierra Prometida. El viaje está lleno de acción, en especial al comienzo. Piensa en los muchos eventos memorables: el cruce del Mar Rojo, el milagro del maná, el agua de la roca, la Ley entregada en el monte Sinaí, el becerro de oro. Tendemos a recordar los puntos altos y bajos, pero durante la mayor parte de los cuarenta años que les tomó a los israelitas llegar a Canaán, probablemente fueron días bastante monótonos. Ponte en el lugar de ellos. Cada día es casi igual: despertar; recoger maná; revisar para ver si la nube se había levantado del tabernáculo, lo que indicaba si es que había que empacar o permanecer ahí; preparar una fogata para cocinar; preparar el maná para la siguiente comida, comer, limpiar; preparar maná para la siguiente comida, comer, limpiar; llevar un cabrito al sacerdote como ofrenda por el pecado al ser culpable de tu enojo hacia tu hermano; cambiarse de ropa; ir a dormir; levantarse y repetir. Un día se mimetiza con el otro. Cuarenta años = 14 600 días = 350 400 horas. Eso parece ser mucha monotonía. ¿Es esa tu experiencia actual en medio de la pandemia de la COVID-19? ¿Un día se siente igual al siguiente? Si eres como yo, no han habido muchos eventos memorables durante las semanas del confinamiento (asumiendo, por supuesto, que ni tú ni un ser querido hayan estado enfermos, ni que hayan perdido sus trabajos). Sin duda, ha habido pocos puntos altos reales. No hubo reuniones presenciales del pueblo de Dios para celebrar la Pascua; tampoco ceremonias de graduación en vivo; ni fiestas de cumpleaños o de graduación; nada de cenas con amigos; ninguna selfie sonriente en medio de las multitudes en Bar Harbor, Maine durante nuestras vacaciones familiares anuales. Lo que nos queda, más a menudo, es una sucesión de días que se desdibujan unos a otros. No hay mucho que sea extraordinario, ¿o sí? ¿Estamos simplemente marcando el paso hasta que termine la pandemia? ¿Los israelitas estuvieron marcando el paso hasta que la primera generación murió y la siguiente pudo entrar a la Tierra Prometida (donde estaba la verdadera acción)? Esa no era la perspectiva de Dios sobre esos años en el desierto. Deuteronomio 8:2-3 dice:
Y te acordarás de todo el camino por donde el Señor tu Dios te ha traído por el desierto durante estos cuarenta años, para humillarte, probándote, a fin de saber lo que había en tu corazón, si guardarías o no sus mandamientos. Él te humilló, y te dejó tener hambre, y te alimentó con el maná que tú no conocías, ni tus padres habían conocido, para hacerte entender que el hombre no solo vive de pan, sino que vive de todo lo que procede de la boca del Señor.
El desierto fue un tiempo para aumentar la confianza en el cuidado y la provisión de Dios. Fue un tiempo para crecer en amar a sus prójimos como a sí mismos (Lv 19:18). En medio de caminos poco espectaculares y a menudo monótonos, Dios estaba obrando. Y aún lo está haciendo, en sus vidas, hoy mismo. ¿Cuál es el llamado de Dios para ti en este día común y corriente? Quizás es preparar el desayuno para tus hijos de buena gana. O lidiar pacientemente con una interrupción mientras intentas trabajar desde casa, o confesar tu pecado de que fuiste impaciente en medio de esa interrupción. O pasar horas en el teléfono intentando asegurar los beneficios del desempleo. O conversar por videollamada con una amiga soltera que está sola en casa. O sacar a pasear al perro. O lavar los platos. O luchar con un tiempo de oración mientras tu mente distraída y ansiosa revolotea de un desafío a otro. Las actividades poco espectaculares y comunes forman el grueso de nuestros días con (o sin) el coronavirus. No obstante, estos simples actos de fidelidad y amor son los lugares donde el Espíritu de Dios está obrando conformándote a su imagen. ¿Te das cuenta de que Jesús pasó treinta comunes y largos indocumentados años en la tierra, aprendiendo y practicando el oficio de la carpintería antes de que comenzara su ministerio público? Treinta años = 10 950 días = 262 800 horas. Eso es mucha monotonía, pareciera. Sin embargo, Él no estaba solo marcando el paso. Esos son los años en los que Él creció en sabiduría y en favor con Dios (Lc 2:52) y se preparó para su ministerio en la tierra. Esos 10 950 días comunes y corrientes construyeron un beneficio incalculable. Y lo que fue cierto para Jesús no es menos cierto para nosotros. La escritora Annie Dillard dijo: «cómo pasamos nuestros días es, por supuesto, cómo pasamos nuestras vidas». Lo que haces este día importa ya sea que parezca bastante común o no. No desperdicies «el día de las pequeñeces» (Zc 4:10). Abraza la monotonía de tu desierto particular de este día, sabiendo que tu Dios está obrando con determinación en tu vida.
Este artículo fue traducido íntegramente con el permiso de The Christian Counseling & Educational Foundation (CCEF) por María José Ojeda, Acceso Directo, Santiago, Chile. La traducción es responsabilidad exclusiva del traductor.
Esta traducción tiene concedido el Copyright © (17 de septiembre, 2020) de The Christian Counseling & Educational Foundation (CCEF). El artículo original titulado “The Monotony of the Wilderness: Are You Just Marking Time?” Copyright © 2020 fue traducido por María José Ojeda, Traductora General, Acceso Directo. El contenido completo está protegido por los derechos de autor y no puede ser reproducido sin el permiso escrito otorgado por CCEF. Para más información sobre clases, materiales, conferencias, educación a distancia y otros servicios, por favor, visite www.ccef.org.
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Por qué cedemos a la tentación
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Por qué cedemos a la tentación

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Título original en inglés: “Why We Give in to Temptation
 ¿Por qué cedemos a la tentación? Esta pregunta a menudo surge en el contexto de la consejería debido a las repetitivas luchas como el consumo de pornografía, la masturbación, el abuso de sustancias y el comer en exceso. Existen muchas maneras bíblicas de responder esta pregunta, pero quiero enfocarme solo en una: cedemos ante la tentación porque nos cansamos de dar la batalla. Se siente demasiado difícil seguir luchando contra nuestra carne espiritual, emocional y físicamente. La perseverancia es incómoda, especialmente cuando ya has cedido a esa tentación tantas veces. Parece tener más poder sobre ti de lo que tú tienes para dar la pelea. Es tan fácil ceder y seguir adelante en lugar de continuar resistiendo. Solo pensar en otro día, incluso otra hora, de lucha con ese deseo insistente y persistente es demasiado con lo que lidiar. Existe un alivio paradójico en sucumbir (aunque a menudo con culpa, vergüenza y otras consecuencias). La pizarra espiritual se borra; el reloj puede ser reiniciado como un nuevo comienzo o una nueva resolución. A menudo, al menos, esta es nuestra experiencia; en concreto, el escape de la tentación es ceder a la tentación en un momento en particular. Sin embargo, ¿qué ánimo nos da Dios en la agonía de la batalla? Cuando estamos a punto de rendirnos a la mentira satánica de «resistir es inútil», ¿qué ayuda ofrece nuestro misericordioso Padre? Él ofrece ayuda a los guerreros débiles en el libro de Hebreos. El escritor no está enfocado en el patrón de pecado particular que mencioné anteriormente, pero el mensaje sí nos ayuda a orientarnos en medio de nuestras tentaciones particulares, especialmente cuando estamos listos para tirar la toalla. Los académicos creen que Hebreos probablemente está dirigido a los judíos cristianos que eran perseguidos por ser seguidores de Jesús. Ellos fueron tentados a rendirse, a volver a las prácticas judías y a los rituales para guardar la ley a fin de experimentar alivio en la persecución. A lo largo del libro, el escritor pone frente a ellos la gloria y la superioridad del nuevo pacto en Jesucristo. Él los exhorta a no volver al orden antiguo de las cosas, sino a perseverar en fe. En el capítulo 11, el escritor resalta al pueblo de Dios, nombrados y no nombrados, que fielmente perseveraron, mientras aún esperaban lo que fue prometido por medio de Jesús. Tomemos el escrito en Hebreos 12:
Por tanto, puesto que tenemos en derredor nuestro tan gran nube de testigos, despojémonos también de todo peso y del pecado que tan fácilmente nos envuelve, y corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante, puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe, quien por el gozo puesto delante de Él soportó la cruz, despreciando la vergüenza, y se ha sentado a la diestra del trono de Dios. Consideren, pues, a Aquel que soportó tal hostilidad de los pecadores contra Él mismo, para que no se cansen ni se desanimen en su corazón. Porque todavía, en su lucha contra el pecado, ustedes no han resistido hasta el punto de derramar sangre (vv. 1-4).
Hay muchas cosas útiles que notar aquí a medida que aplicamos esta perspectiva de la perseverancia en nuestras propias tentaciones.
  1. Las palabras como «paciencia», «soportó» y «resistido» son usadas cuatro veces en cuatro versículos. Esto debe animar nuestros oídos; el escritor está hablándole a personas como nosotros que son tentadas a rendirse. Él le está hablando a nuestro cansancio. ¿Nos estamos esforzando por escuchar la voz de Dios en medio del alboroto de la batalla? ¿Estamos clamando a Él por ayuda?
  2. El llamado a soportar no se trata solo de apretar los dientes ni es una exhortación motivada por el miedo. El llamado a soportar está ligado a la persona de Jesucristo. Miramos a Aquel que es fundador y perfeccionador de nuestra fe; debemos considerarlo a Él. Implícito en lo que dice el autor, está el hecho de que seguimos los pasos de Jesucristo mismo. Estamos unidos a Él, quien sufrió enormemente mientras vivió en la tierra. Él sabe cuán difícil es soportar y está contigo mientras luchas. No estás solo.
  3. El gozo que le esperaba motivó a Jesús y sirve como motivación para nosotros también. ¿Cuál fue ese gozo para Jesús? La resurrección prometida y su exaltación. Esa esperanza lo ayudó a permanecer en su rumbo. ¿Cuál es el gozo puesto ante nosotros a medida que resistimos la tentación? La calidez de la comunión preservada con Dios y los más cercanos a nosotros. El gozo de llegar a ser solo un poco más como Jesús. La satisfacción de experimentar la gracia y la misericordia de Jesús como suficiente para hoy; la dulzura de una conciencia tranquila; y el fortalecimiento de nuestros músculos espirituales (mientras más ejerzamos sistemáticamente el dominio propio, más fuerte será nuestra resolución de tomar decisiones).
  4. Resistir la tentación podría sentirse como muerte, pero en realidad no estamos derramando sangre en el proceso como lo hizo Jesús. Esta declaración podría traer mínimo consuelo en medio de los pensamientos, las emociones y las presiones de la carne que gritan pidiendo alivio. «Grandioso. Entonces, ¿estás diciendo: puede ser peor; al menos no estás muriendo de verdad como Jesus, así que sigue luchando?». Bien, no exactamente. De nuevo, el autor ata nuestra experiencia a la de Jesús. El sufrimiento que Él experimentó en la tentación fue mayor de la que nosotros alguna vez experimentaremos. Satanás lo atacó con violentas pruebas que fueron diseñadas únicamente para Él. Por lo tanto, el punto aquí es que «por cuanto Él mismo fue tentado en el sufrimiento, es poderoso para socorrer a los que son tentados» (Heb 2:18).
Estas perspectivas nos motivan a volver a Jesús cuando somos tentados. Forman nuestras oraciones para pedir ayuda en nuestro tiempo de necesidad y nos animan para obedecerle a medida que la tentación aumenta. Nos obligan a buscar «la vía de escape» que Dios provee (1Co 10:13). Nos ayudan a «fortale[cer] las manos débiles» y «las rodillas que flaquean» (Heb 12:12). Quizás estás pensando: «tal vez, puedo decir “sí” a Jesús hoy, pero aún me siento desestabilizado y tenso. ¿Qué hay de mañana?». Nuevamente, mira a Jesús. Si te cansas o te agotas por la tentación de mañana, Él tiene gracia y misericordia frescas para ti para ese momento también. Tengo un amigo en Alcohólicos Anónimos que le dice a aquellos que se sienten tentados a beber: «puedes beber mañana, pero no bebas hoy». Por supuesto, mi amigo no estaba diciendo que de verdad esté bien beber mañana. En realidad, él decía: enfrenta las tentaciones de mañana cuando venga el mañana y no antes. Anticipar la dificultad del mañana e imaginarte incapaz de resistirla baja tu umbral para ceder hoy. Sin duda, habrá momentos, incluso con una resolución meditada en el Evangelio para soportar la tentación, en que tú y yo fracasaremos. Sin embargo, cuando eso ocurra, Jesús nos dice ven y encuentra el perdón por los pecados y renueva tu fuerza para las horas y los días que vienen por delante. Su perseverancia por nosotros nos acompañará a casa seguros (1Co 1:8-9).
Este artículo fue traducido íntegramente con el permiso de The Christian Counseling & Educational Foundation (CCEF) por María José Ojeda, Acceso Directo, Santiago, Chile. La traducción es responsabilidad exclusiva del traductor.

Esta traducción tiene concedido el Copyright © (3 de junio, 2021) de The Christian Counseling & Educational Foundation (CCEF). El artículo original titulado “Why We Give in to Temptation” Copyright © 2020 fue traducido por María José Ojeda, Traductora General, Acceso Directo. El contenido completo está protegido por los derechos de autor y no puede ser reproducido sin el permiso escrito otorgado por CCEF. Para más información sobre clases, materiales, conferencias, educación a distancia y otros servicios, por favor, visite www.ccef.org.

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Carta abierta a un pecador
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Carta abierta a un pecador


Título original en inglés: “An Open Letter to a Sinner
Mi querido amigo: Agradezco la oportunidad que tuvimos de hablar hace un par de días. Mientras, en oración, he reflexionado en nuestro tiempo juntos, me di cuenta de que hay cosas que hubiera sido útil que yo dijera. Tiendo a evadir los conflictos, así que, por favor, debes saber que escribirte ahora es un reflejo de mi profunda preocupación por ti. No estoy tratando de pelear o sugerir que de alguna manera yo tengo todo resuelto y tú no. Vengo como una persona que sin duda también está en proceso, «tentado, probado y a veces fallando» como nos recuerda el conocido himno. Veo que estás en una verdadera encrucijada. Te estas cansando y desanimando, peleando contra los deseos que amenazan con llevarte lejos del diseño de Dios para tu vida, pero es más que eso. Escuché notas de cinismo cuando hablaste. Estás entreteniendo voces que dicen: «Dios quiere que yo sea feliz, no miserable»; «no debería ser así de difícil»; o «¿cuál es el punto de estas reglas opresoras?». Cada vez más, la obediencia te parece inútil. Piensas: «¿por qué no ceder y rendirme de una vez por todas?». Esta es la razón. En realidad, el apóstol Pablo lo dice mejor de lo que yo jamás podría decirlo: «Para libertad fue que Cristo nos hizo libres. Por tanto, permanezcan firmes, y no se sometan otra vez al yugo de esclavitud» (Gá 5:1). ¿Quieres libertad? La verdadera libertad (vivir y florecer como Dios diseñó que vivieras) significa mantenerte en sintonía con el Espíritu. Paradójicamente, tu búsqueda de «libertad» te enviará de cabeza hacia la quijada de la esclavitud. No vivir manteniendo tu identidad en Cristo es la opresión real. Sé que no se ve así ahora. Pero ¿puedo sugerir humildemente que tu imaginación necesita ampliarse? Fantaseas con vivir sin las restricciones de una obediencia obtenida con gran esfuerzo, visualizando un oasis de comodidad y deseos cumplidos. Mi mente a veces vaga ahí también, como los israelitas en el desierto. Ellos anhelaban los puerros y la carne de Egipto en lugar de la provisión diaria de Dios del maná (¡aburrido!) y del difícil viaje por etapas de fe como redimidos de la esclavitud (¡monotonía extenuante!). Pero qué pasa con «“cosas que ojo no vio, ni oído oyó, ni han entrado al corazón del hombre, son las cosas que Dios ha preparado para los que lo aman”. Pero Dios nos las reveló por medio del Espíritu […]» (1Co 2:9-10). Permite que estas realidades eternas formen tus deseos hoy. Permite que aumenten tu temor al Señor. Deja que motiven tu obediencia. Si tu destino es la gloria, tiene sentido mortificar cualquier cosa en ti que sea antigloria (Col 3:4-5). Si un día vas a ser completamente transformado a la imagen de Cristo, permite que esa esperanza promueva tu pureza ahora (1Jn 3:2-3). Si ahora eres parte de la familia de Dios —«rescatado, sanado, restaurado, perdonado» (otra frase de un himno)— ¡vive fiel a tu identidad! Quien eres en Cristo es la Estrella Polar para navegar esta vida. Perder de vista esto significa que finalmente terminarás en un callejón sin salida rodeado por una pandilla de matones (amantes falsos que al final te atacarán). Cerraré con parte de una oración que a veces oro por mí en medio de la tentación[1]:

Dada la opción de la vergüenza o la gloria, Déjame escoger la gloria

Dada la opción de este momento o la eternidad, Déjame escoger en este momento lo que es eterno.

Dada la opción de este fácil placer O el camino más difícil de la cruz, Dame la gracia de escoger seguirte, Sabiendo que no hay otro lugar aparte de tu Presencia donde podría encontrar la paz que anhelo, No hay satisfacción perdurable lejos de la Reclamación que haces para recuperar mi corazón.

Permíteme construir, entonces, mi Rey, Algo hermoso por medio de una larga obediencia, Por medio de la progresión firme de pequeñas decisiones De principio a fin que llegarán a ser como piedras De un camino agradable extendiéndose hacia la eternidad, A tus brazos acogedores y Al sonido de tu voz pronunciando el juicio:

Bien hecho.

Por favor, no pierdas de vista la línea de meta. No tires por la borda la recompensa de tu primera confianza (Heb 10:35). No desperdicies tu amor en la cama de una amante falsa e inconstante. Tienes un Amante apasionado y celoso que no se detendrá hasta que atraiga tu corazón de vuelta a Él, para tu bien y para su gloria. Espero con ansias conversar la próxima semana como lo planificamos, con la esperanza de que lo que te he dicho aquí provoque una conversación honesta y fructífera. Tu hermano y compañero pecador, salvado y sustentado por la gracia de Jesús, Mike
Este artículo fue traducido íntegramente con el permiso de The Christian Counseling & Educational Foundation (CCEF) por María José Ojeda, Acceso Directo, Santiago, Chile. La traducción es responsabilidad exclusiva del traductor.

Esta traducción tiene concedido el Copyright © (25 de enero, 2022) de The Christian Counseling & Educational Foundation (CCEF). El artículo original titulado “An Open Letter to a Sinner” Copyright © 2021 fue traducido por María José Ojeda, Traductora General, Acceso Directo. El contenido completo está protegido por los derechos de autor y no puede ser reproducido sin el permiso escrito otorgado por CCEF. Para más información sobre clases, materiales, conferencias, educación a distancia y otros servicios, por favor, visite www.ccef.org.


[1] Douglas Kaine McKelvey, Every Moment Holy, Vol. 1 “A Liturgy for One Battling a Destructive Desire” [Cada momento santo, Vol. 1: una liturgia para batallar contra un deseo destructivo] (Nashville, TN: Rabbit Room Press 2019), 166.

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Carta abierta a un santo desanimado
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Carta abierta a un santo desanimado


Título original en inglés: “An Open Letter to a Discouraged Saint
Queridísimo hermano: Sé que estás desanimado y agotado esta mañana. Las pruebas y las tentaciones que enfrentaste la semana pasada te han abatido. El sufrimiento nubla tu visión. El vestigio del pecado (la culpa, la vergüenza y la duda) todavía golpea en tu alma. Las dificultades que enfrentas y los fracasos que me relataste penden amenazadoramente en tu vida. Parecen ser aquello que es más cierto, más real y más convincente sobre tu experiencia como cristiano en este momento. Sé que has orado por estas cosas. Estás buscando honrar a Cristo en medio de tus dificultades y has intentado, lo mejor que puedes, dar pasos amorosos y constructivos en tus relaciones conflictivas. Sé que has pedido perdón por escoger dar paso a tus deseos que te alejaron del buen y antiguo camino (Jer 6:16). A pesar de esto, sigues acongojado y abatido. ¿Puedo ayudarte a llevar tu mirada hacia arriba? Verás, aquello que es más cierto, más real y más convincente (y más perdurable) sobre tu vida no son los múltiples lugares de sufrimiento ni tampoco tu batalla contra pecados específicos donde avanzas dos pasos pero retrocedes uno. Lo que es fundamentalmente cierto es que eres un hijo amado del padre, un coheredero con Jesucristo. ¡Eres un santo! ¡Sí, es cierto! El apóstol Pablo usó esta designación del pueblo de Dios repetidamente (1Co 1:2; Ef 1:1; Fil 1:1; Col 1:2) y caracteriza a los miembros del cuerpo de Cristo a través de los tiempos. Eres un santo que sufre y un santo que peca, pero aun así un santo. Esta es la zona cero de la vida cristiana. Es tu identidad más básica y principal. Tú y yo estamos «en Cristo» (término que Pablo usa repetidamente para resaltar el cambio radical de identidad que ocurre cuando nos convertimos en cristianos). ¿Ves cuán íntimamente conectado estás con Jesucristo aun en una semana llena de profunda desilusión y desánimo? Solo considera algunas de las cosas verdaderamente asombrosas que Dios dice sobre su pueblo (que nos incluye a ti y a mí) en la Escritura, descripciones que dan cuerpo a esta designación de santo conferida por Dios:
  • Somos portadores de la imagen del único y verdadero Dios con la noble tarea de administrar la tierra para nuestro gran Creador y Rey (Gn 1:26-28). No somos individualistas rudos que conspiran para abrirse camino en un mundo hostil.
  • Somos los que estamos marcados por la misma presencia de Dios (Éx 33:16; Ro 8:15). No estamos aislados ni completamente solos.
  • Somos como la niña de sus ojos (Sal 17:8). No somos pasados por alto ni despreciados.
  • Somos santificados y justificados en Cristo Jesús (1Co 1:2; 6:11). No somos condenados ni estamos en una fila esperando ser ejecutados.
  • Somos hijos de Dios escogidos, redimidos, perdonados en Cristo, a quienes nos ha sido dado el Espíritu Santo (Ef 1:3-14). No nos quedamos en el patio del recreo de la vida sin ser escogidos ni amados.
  • Somos adoptados como hijos de Dios y llamados coherederos con Jesús y, como Él, tenemos el privilegio de clamar a nuestro Abba (Ro 8:15-17; Gá 4:4-7). No somos huérfanos abandonados que deben arreglárselas solos.
  • Somos hermanos y hermanas de Jesús (Heb 2:11-12). No somos extraños ni meros conocidos.
  • Somos «linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido para su posesión» (1P 2:9). No somos personas descalificadas ni inútiles para los propósitos de su Reino.
¡Deja que el rocío de estas palabras empape tu alma seca y agrietada! Sé que es tentador asentir con desaliento y decir: «sí, sí, ya lo sé». Pero pídele a Dios que batalle estas realidades en tu vida. He descubierto que regularmente tengo que rogarle a Dios que lave mi alma de nuevo con estas verdades, puesto que soy propenso a la amnesia de identidad. Un sabio pastor una vez me dijo en mi propio sufrimiento y desaliento cargado de pecado: «Mike, tú desconfías de la bondad y del amor de Dios por ti». Y él tenía tanta razón. He estado experimentando la mano de Dios en mi vida como un puño de hierro en un guante de terciopelo. Necesito inclinarme a la realidad de la bendición para mí de mi Padre en Cristo. Su bandera sobre mí (su proclamación de mi estatus gracias a la obra expiatoria de Jesús) fue —y es— ¡amor! (Cnt 2:4). Para mí, eso significó identificar el cinismo, la incredulidad y la autocondenación progresivos, y pedirle a Dios (por medio de la adoración comunitaria, la oración privada y las conversaciones honestas con amigos sabios) que redirigiera mi mirada errante una y otra vez a sus ojos de amor. Verte a ti mismo como un santo no niega las dificultades y los dolores de esta vida, tampoco hace que la obediencia sea fácil. No obstante, enfrentas aflicción con y en Jesús. Batallas contra el pecado con y en Jesús. Deja que tu estatus en Cristo sean los lentes principales por medio de los cuales miras tu vida. Por tanto, en tu desánimo hoy, levanta tus ojos y mira el rostro inmutable de amor hacia ti de tu misericordioso Rey. Disfruta de su misericordia. Él se aferra a ti con lazos de gracia de acero y templados de pacto. Él nunca te dejará ir. Cuando estés tentado a experimentar tu identidad principal como un sufriente o un pecador, recuerda que tu relación con Jesús es lo que más te define y no lo inherente en ti o en tu mundo, ya sea bueno o malo. ¡En Él, comienzas y terminas cada día como un santo amado! Tu amigo y hermano santo, Mike.
Este artículo fue traducido íntegramente con el permiso de The Christian Counseling & Educational Foundation (CCEF) por María José Ojeda, Acceso Directo, Santiago, Chile. La traducción es responsabilidad exclusiva del traductor.

Esta traducción tiene concedido el Copyright © (18 de enero, 2022) de The Christian Counseling & Educational Foundation (CCEF). El artículo original titulado “An Open Letter to a Discouraged Saint” Copyright © 2021 fue traducido por María José Ojeda, Traductora General, Acceso Directo. El contenido completo está protegido por los derechos de autor y no puede ser reproducido sin el permiso escrito otorgado por CCEF. Para más información sobre clases, materiales, conferencias, educación a distancia y otros servicios, por favor, visite www.ccef.org.