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Michael E. Emlet es miembro de la facultad de CCEF. Es Doctor en Medicina, grado que obtuvo en la Universidad de Pennsylvania y un Máster en Divinidad, obtenido en Westminster Theological Seminary. Trabajó como médico familiar por más de diez años antes de unirse a CCEF. Ha aconsejado por muchos años y es autor de CrossTalk: Where Life and Scripture Meet [disponible solo en inglés], que explora el uso de la Escritura en la consejería, así como también de Descripciones & Prescripciones: una perspectiva bíblica sobre los diagnósticos y medicamentos psiquiátricos. Mike está casado con Jody, y tienen dos hijos. Es miembro activo de su iglesia en la ciudad y disfruta de jardinear, acampar y fabricar vasijas en un torno de alfarero.

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COVID-19: ¿vives por probabilidades o por la providencia?
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COVID-19: ¿vives por probabilidades o por la providencia?


Título original en inglés: “COVID-19: Living by Probabilities or Providence?”
La pandemia de la COVID-19 nos está convirtiendo a todos en estadistas. Quizás tú, al igual que yo, has investigado dónde encajas en los gráficos de mortalidad según edad (si no lo has hecho, no lo hagas). Tengo 58 años y, al menos en los gráficos presentados la semana pasada, si contrajera el virus, mi probabilidad de morir se encuentra en algún punto cerca del 1,3 % (probablemente, es más alta, puesto que el grupo etario entre los 60 y los 69 años se encuentra en el 4,6 %). Lamentablemente, es posible que ese número aumente incluso un poco más debido a la enfermedad de base que padezco asociada a un peor pronóstico. De todas formas, mi madre de 86 años tiene peores posibilidades según los gráficos. ¿Y tú? ¿Te ves tentado, si eres joven y saludable, a dar un suspiro de alivio? ¿A pensar, con un sentido de optimismo, que «incluso si contraigo el virus, estaré bien»? Quizás encuentras que las políticas actuales del distanciamiento social son un tanto rigurosas y deseas que la vida vuelva a la normalidad. ¿Te ves tentado, si es que eres mayor y menos saludable, a vivir cada día con temor, preguntándote qué objeto o qué persona podría traer la enfermedad a la puerta de tu casa? ¿Estás resignado a creer que «si contraigo el virus, no sobreviviré»? Tal vez encuentras que las políticas de distanciamiento social son tranquilizadoras, pero insuficientes, y estás intentando llevar una autocuarentena, aún preguntándote si será suficiente. Déjenme decirles, queridos hermanos y hermanas, que no debemos encontrar nuestra seguridad (o nuestra muerte) en números, en estadísticas o en perfiles de riesgo. (¡Me estoy predicando esto a mí mismo también!). La Escritura lleva nuestra mirada a otro lado:
  • El Señor es mi pastor, nada me faltará (Sal 23:1).
  • Nuestro socorro está en el nombre del Señor que hizo los cielos y la tierra (Sal 124:8).
  • Tus ojos vieron mi embrión, y en tu libro se escribieron todos los días que me fueron dados, cuando no existía ni uno solo de ellos (Sal 139:16)
  • La suerte se echa en el regazo, pero del Señor viene toda decisión (Pr 16:33).
  • ¿No se venden dos pajarillos por una monedita? Y sin embargo, ni uno de ellos caerá a tierra sin permitirlo el Padre (Mat 10:29).
  • Y sabemos que para los que aman a Dios, todas las cosas cooperan para bien, esto es, para los que son llamados conforme a su propósito (Ro 8:28).
  • Y Él [Cristo] es antes de todas las cosas, y en Él todas las cosas permanecen (Col 1:17)
  • Él [Jesús el Hijo] es el resplandor de su gloria y la expresión exacta de su naturaleza, y sostiene todas las cosas por la palabra de su poder (Heb 1:3).
Siéntate con estas gloriosas realidades por un minuto. Léelas de cabo a cabo lentamente. Deja que penetren en tu alma. No vivimos por probabilidades ni azar; vivimos bajo el gobierno amoroso, sabio y soberano de nuestro Creador y Dios Redentor. El resultado de eso es verdadera esperanza, que evita tanto el optimismo ingenuo como el pesimismo resignado. Hace muchos años, uno de mis profesores del seminario fue diagnosticado con cáncer. Le presupuestaron uno cinco años con un 85 % de índice de supervivencia con tratamiento, al cual se sometió. Lo recuerdo comentar: «bien, no sé sobre esos números. Yo diría que mis posibilidades son del 100 % o del 0 %. Si es la voluntad de Dios, estaré aquí en cinco años más; si no, en cinco años estaré con Él». En lugar de poner su confianza en un relativamente alentador 85 % o centrarse en ese 15 % de riesgo aún sustancial, se confió a Aquel que lo mantendría a salvo, en cuerpo y alma, sin importar lo que vendría. Terminaré con el Catecismo de Heidelberg, pregunta y respuesta 27, que siempre he encontrado consoladora y reorientadora. Aún más en este tiempo: Pregunta: ¿qué es la providencia de Dios? Respuesta: Es el poder de Dios omnipotente y presente en todo lugar

por el cual sustenta y gobierna

el cielo,

la tierra

y todas las criaturas de tal manera,

que todo lo que la tierra produce,

la lluvia y la sequía,

la fertilidad y la esterilidad,

la comida y la bebida,

la salud y la enfermedad,

riquezas y pobrezas,

y finalmente todas las cosas no acontecen

sin razón alguna como por azar,

sino por su consejo y voluntad paternal.

Nada ocurre por azar. Todo llega a nosotros por la mano amorosa y sabia de nuestro Padre. No vivas en este duro tiempo demasiado centrado en las probabilidades impersonales, en las estadísticas y en las evaluaciones de riesgo. Demostrarán ser un fundamento inestable para la verdadera esperanza y consuelo. Por supuesto, sigue la guía de las autoridades de salud locales, pero antes que todo, mira a tu fiel y amoroso Dios; Padre, Hijo y Espíritu Santo, que te sostiene en la palma de su mano.
Este artículo fue traducido íntegramente con el permiso de The Christian Counseling & Educational Foundation (CCEF) por María José Ojeda, Acceso Directo, Santiago, Chile. La traducción es responsabilidad exclusiva del traductor.
Esta traducción tiene concedido el Copyright © (22 de julio, 2020) de The Christian Counseling & Educational Foundation (CCEF). El artículo original titulado “COVID-19: Living by Probabilities or Providence?” Copyright © 2020 fue traducido por María José Ojeda, Traductora General, Acceso Directo. El contenido completo está protegido por los derechos de autor y no puede ser reproducido sin el permiso escrito otorgado por CCEF. Para más información sobre clases, materiales, conferencias, educación a distancia y otros servicios, por favor, visite www.ccef.org.
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La monotonía del desierto: ¿solo estás marcando el paso?
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La monotonía del desierto: ¿solo estás marcando el paso?


 Título original en inglés: “The Monotony of the Wilderness: Are You Just Marking Time?
Estoy leyendo el Pentateuco. Ocurren tantas cosas en estos libros, especialmente durante el viaje de los israelitas desde Egipto hacia la Tierra Prometida. El viaje está lleno de acción, en especial al comienzo. Piensa en los muchos eventos memorables: el cruce del Mar Rojo, el milagro del maná, el agua de la roca, la Ley entregada en el monte Sinaí, el becerro de oro. Tendemos a recordar los puntos altos y bajos, pero durante la mayor parte de los cuarenta años que les tomó a los israelitas llegar a Canaán, probablemente fueron días bastante monótonos. Ponte en el lugar de ellos. Cada día es casi igual: despertar; recoger maná; revisar para ver si la nube se había levantado del tabernáculo, lo que indicaba si es que había que empacar o permanecer ahí; preparar una fogata para cocinar; preparar el maná para la siguiente comida, comer, limpiar; preparar maná para la siguiente comida, comer, limpiar; llevar un cabrito al sacerdote como ofrenda por el pecado al ser culpable de tu enojo hacia tu hermano; cambiarse de ropa; ir a dormir; levantarse y repetir. Un día se mimetiza con el otro. Cuarenta años = 14 600 días = 350 400 horas. Eso parece ser mucha monotonía. ¿Es esa tu experiencia actual en medio de la pandemia de la COVID-19? ¿Un día se siente igual al siguiente? Si eres como yo, no han habido muchos eventos memorables durante las semanas del confinamiento (asumiendo, por supuesto, que ni tú ni un ser querido hayan estado enfermos, ni que hayan perdido sus trabajos). Sin duda, ha habido pocos puntos altos reales. No hubo reuniones presenciales del pueblo de Dios para celebrar la Pascua; tampoco ceremonias de graduación en vivo; ni fiestas de cumpleaños o de graduación; nada de cenas con amigos; ninguna selfie sonriente en medio de las multitudes en Bar Harbor, Maine durante nuestras vacaciones familiares anuales. Lo que nos queda, más a menudo, es una sucesión de días que se desdibujan unos a otros. No hay mucho que sea extraordinario, ¿o sí? ¿Estamos simplemente marcando el paso hasta que termine la pandemia? ¿Los israelitas estuvieron marcando el paso hasta que la primera generación murió y la siguiente pudo entrar a la Tierra Prometida (donde estaba la verdadera acción)? Esa no era la perspectiva de Dios sobre esos años en el desierto. Deuteronomio 8:2-3 dice:
Y te acordarás de todo el camino por donde el Señor tu Dios te ha traído por el desierto durante estos cuarenta años, para humillarte, probándote, a fin de saber lo que había en tu corazón, si guardarías o no sus mandamientos. Él te humilló, y te dejó tener hambre, y te alimentó con el maná que tú no conocías, ni tus padres habían conocido, para hacerte entender que el hombre no solo vive de pan, sino que vive de todo lo que procede de la boca del Señor.
El desierto fue un tiempo para aumentar la confianza en el cuidado y la provisión de Dios. Fue un tiempo para crecer en amar a sus prójimos como a sí mismos (Lv 19:18). En medio de caminos poco espectaculares y a menudo monótonos, Dios estaba obrando. Y aún lo está haciendo, en sus vidas, hoy mismo. ¿Cuál es el llamado de Dios para ti en este día común y corriente? Quizás es preparar el desayuno para tus hijos de buena gana. O lidiar pacientemente con una interrupción mientras intentas trabajar desde casa, o confesar tu pecado de que fuiste impaciente en medio de esa interrupción. O pasar horas en el teléfono intentando asegurar los beneficios del desempleo. O conversar por videollamada con una amiga soltera que está sola en casa. O sacar a pasear al perro. O lavar los platos. O luchar con un tiempo de oración mientras tu mente distraída y ansiosa revolotea de un desafío a otro. Las actividades poco espectaculares y comunes forman el grueso de nuestros días con (o sin) el coronavirus. No obstante, estos simples actos de fidelidad y amor son los lugares donde el Espíritu de Dios está obrando conformándote a su imagen. ¿Te das cuenta de que Jesús pasó treinta comunes y largos indocumentados años en la tierra, aprendiendo y practicando el oficio de la carpintería antes de que comenzara su ministerio público? Treinta años = 10 950 días = 262 800 horas. Eso es mucha monotonía, pareciera. Sin embargo, Él no estaba solo marcando el paso. Esos son los años en los que Él creció en sabiduría y en favor con Dios (Lc 2:52) y se preparó para su ministerio en la tierra. Esos 10 950 días comunes y corrientes construyeron un beneficio incalculable. Y lo que fue cierto para Jesús no es menos cierto para nosotros. La escritora Annie Dillard dijo: «cómo pasamos nuestros días es, por supuesto, cómo pasamos nuestras vidas». Lo que haces este día importa ya sea que parezca bastante común o no. No desperdicies «el día de las pequeñeces» (Zc 4:10). Abraza la monotonía de tu desierto particular de este día, sabiendo que tu Dios está obrando con determinación en tu vida.
Este artículo fue traducido íntegramente con el permiso de The Christian Counseling & Educational Foundation (CCEF) por María José Ojeda, Acceso Directo, Santiago, Chile. La traducción es responsabilidad exclusiva del traductor.
Esta traducción tiene concedido el Copyright © (17 de septiembre, 2020) de The Christian Counseling & Educational Foundation (CCEF). El artículo original titulado “The Monotony of the Wilderness: Are You Just Marking Time?” Copyright © 2020 fue traducido por María José Ojeda, Traductora General, Acceso Directo. El contenido completo está protegido por los derechos de autor y no puede ser reproducido sin el permiso escrito otorgado por CCEF. Para más información sobre clases, materiales, conferencias, educación a distancia y otros servicios, por favor, visite www.ccef.org.
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Por qué cedemos a la tentación
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Por qué cedemos a la tentación

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Título original en inglés: “Why We Give in to Temptation
 ¿Por qué cedemos a la tentación? Esta pregunta a menudo surge en el contexto de la consejería debido a las repetitivas luchas como el consumo de pornografía, la masturbación, el abuso de sustancias y el comer en exceso. Existen muchas maneras bíblicas de responder esta pregunta, pero quiero enfocarme solo en una: cedemos ante la tentación porque nos cansamos de dar la batalla. Se siente demasiado difícil seguir luchando contra nuestra carne espiritual, emocional y físicamente. La perseverancia es incómoda, especialmente cuando ya has cedido a esa tentación tantas veces. Parece tener más poder sobre ti de lo que tú tienes para dar la pelea. Es tan fácil ceder y seguir adelante en lugar de continuar resistiendo. Solo pensar en otro día, incluso otra hora, de lucha con ese deseo insistente y persistente es demasiado con lo que lidiar. Existe un alivio paradójico en sucumbir (aunque a menudo con culpa, vergüenza y otras consecuencias). La pizarra espiritual se borra; el reloj puede ser reiniciado como un nuevo comienzo o una nueva resolución. A menudo, al menos, esta es nuestra experiencia; en concreto, el escape de la tentación es ceder a la tentación en un momento en particular. Sin embargo, ¿qué ánimo nos da Dios en la agonía de la batalla? Cuando estamos a punto de rendirnos a la mentira satánica de «resistir es inútil», ¿qué ayuda ofrece nuestro misericordioso Padre? Él ofrece ayuda a los guerreros débiles en el libro de Hebreos. El escritor no está enfocado en el patrón de pecado particular que mencioné anteriormente, pero el mensaje sí nos ayuda a orientarnos en medio de nuestras tentaciones particulares, especialmente cuando estamos listos para tirar la toalla. Los académicos creen que Hebreos probablemente está dirigido a los judíos cristianos que eran perseguidos por ser seguidores de Jesús. Ellos fueron tentados a rendirse, a volver a las prácticas judías y a los rituales para guardar la ley a fin de experimentar alivio en la persecución. A lo largo del libro, el escritor pone frente a ellos la gloria y la superioridad del nuevo pacto en Jesucristo. Él los exhorta a no volver al orden antiguo de las cosas, sino a perseverar en fe. En el capítulo 11, el escritor resalta al pueblo de Dios, nombrados y no nombrados, que fielmente perseveraron, mientras aún esperaban lo que fue prometido por medio de Jesús. Tomemos el escrito en Hebreos 12:
Por tanto, puesto que tenemos en derredor nuestro tan gran nube de testigos, despojémonos también de todo peso y del pecado que tan fácilmente nos envuelve, y corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante, puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe, quien por el gozo puesto delante de Él soportó la cruz, despreciando la vergüenza, y se ha sentado a la diestra del trono de Dios. Consideren, pues, a Aquel que soportó tal hostilidad de los pecadores contra Él mismo, para que no se cansen ni se desanimen en su corazón. Porque todavía, en su lucha contra el pecado, ustedes no han resistido hasta el punto de derramar sangre (vv. 1-4).
Hay muchas cosas útiles que notar aquí a medida que aplicamos esta perspectiva de la perseverancia en nuestras propias tentaciones.
  1. Las palabras como «paciencia», «soportó» y «resistido» son usadas cuatro veces en cuatro versículos. Esto debe animar nuestros oídos; el escritor está hablándole a personas como nosotros que son tentadas a rendirse. Él le está hablando a nuestro cansancio. ¿Nos estamos esforzando por escuchar la voz de Dios en medio del alboroto de la batalla? ¿Estamos clamando a Él por ayuda?
  2. El llamado a soportar no se trata solo de apretar los dientes ni es una exhortación motivada por el miedo. El llamado a soportar está ligado a la persona de Jesucristo. Miramos a Aquel que es fundador y perfeccionador de nuestra fe; debemos considerarlo a Él. Implícito en lo que dice el autor, está el hecho de que seguimos los pasos de Jesucristo mismo. Estamos unidos a Él, quien sufrió enormemente mientras vivió en la tierra. Él sabe cuán difícil es soportar y está contigo mientras luchas. No estás solo.
  3. El gozo que le esperaba motivó a Jesús y sirve como motivación para nosotros también. ¿Cuál fue ese gozo para Jesús? La resurrección prometida y su exaltación. Esa esperanza lo ayudó a permanecer en su rumbo. ¿Cuál es el gozo puesto ante nosotros a medida que resistimos la tentación? La calidez de la comunión preservada con Dios y los más cercanos a nosotros. El gozo de llegar a ser solo un poco más como Jesús. La satisfacción de experimentar la gracia y la misericordia de Jesús como suficiente para hoy; la dulzura de una conciencia tranquila; y el fortalecimiento de nuestros músculos espirituales (mientras más ejerzamos sistemáticamente el dominio propio, más fuerte será nuestra resolución de tomar decisiones).
  4. Resistir la tentación podría sentirse como muerte, pero en realidad no estamos derramando sangre en el proceso como lo hizo Jesús. Esta declaración podría traer mínimo consuelo en medio de los pensamientos, las emociones y las presiones de la carne que gritan pidiendo alivio. «Grandioso. Entonces, ¿estás diciendo: puede ser peor; al menos no estás muriendo de verdad como Jesus, así que sigue luchando?». Bien, no exactamente. De nuevo, el autor ata nuestra experiencia a la de Jesús. El sufrimiento que Él experimentó en la tentación fue mayor de la que nosotros alguna vez experimentaremos. Satanás lo atacó con violentas pruebas que fueron diseñadas únicamente para Él. Por lo tanto, el punto aquí es que «por cuanto Él mismo fue tentado en el sufrimiento, es poderoso para socorrer a los que son tentados» (Heb 2:18).
Estas perspectivas nos motivan a volver a Jesús cuando somos tentados. Forman nuestras oraciones para pedir ayuda en nuestro tiempo de necesidad y nos animan para obedecerle a medida que la tentación aumenta. Nos obligan a buscar «la vía de escape» que Dios provee (1Co 10:13). Nos ayudan a «fortale[cer] las manos débiles» y «las rodillas que flaquean» (Heb 12:12). Quizás estás pensando: «tal vez, puedo decir “sí” a Jesús hoy, pero aún me siento desestabilizado y tenso. ¿Qué hay de mañana?». Nuevamente, mira a Jesús. Si te cansas o te agotas por la tentación de mañana, Él tiene gracia y misericordia frescas para ti para ese momento también. Tengo un amigo en Alcohólicos Anónimos que le dice a aquellos que se sienten tentados a beber: «puedes beber mañana, pero no bebas hoy». Por supuesto, mi amigo no estaba diciendo que de verdad esté bien beber mañana. En realidad, él decía: enfrenta las tentaciones de mañana cuando venga el mañana y no antes. Anticipar la dificultad del mañana e imaginarte incapaz de resistirla baja tu umbral para ceder hoy. Sin duda, habrá momentos, incluso con una resolución meditada en el Evangelio para soportar la tentación, en que tú y yo fracasaremos. Sin embargo, cuando eso ocurra, Jesús nos dice ven y encuentra el perdón por los pecados y renueva tu fuerza para las horas y los días que vienen por delante. Su perseverancia por nosotros nos acompañará a casa seguros (1Co 1:8-9).
Este artículo fue traducido íntegramente con el permiso de The Christian Counseling & Educational Foundation (CCEF) por María José Ojeda, Acceso Directo, Santiago, Chile. La traducción es responsabilidad exclusiva del traductor.

Esta traducción tiene concedido el Copyright © (3 de junio, 2021) de The Christian Counseling & Educational Foundation (CCEF). El artículo original titulado “Why We Give in to Temptation” Copyright © 2020 fue traducido por María José Ojeda, Traductora General, Acceso Directo. El contenido completo está protegido por los derechos de autor y no puede ser reproducido sin el permiso escrito otorgado por CCEF. Para más información sobre clases, materiales, conferencias, educación a distancia y otros servicios, por favor, visite www.ccef.org.

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Carta abierta a un pecador
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Carta abierta a un pecador


Título original en inglés: “An Open Letter to a Sinner
Mi querido amigo: Agradezco la oportunidad que tuvimos de hablar hace un par de días. Mientras, en oración, he reflexionado en nuestro tiempo juntos, me di cuenta de que hay cosas que hubiera sido útil que yo dijera. Tiendo a evadir los conflictos, así que, por favor, debes saber que escribirte ahora es un reflejo de mi profunda preocupación por ti. No estoy tratando de pelear o sugerir que de alguna manera yo tengo todo resuelto y tú no. Vengo como una persona que sin duda también está en proceso, «tentado, probado y a veces fallando» como nos recuerda el conocido himno. Veo que estás en una verdadera encrucijada. Te estas cansando y desanimando, peleando contra los deseos que amenazan con llevarte lejos del diseño de Dios para tu vida, pero es más que eso. Escuché notas de cinismo cuando hablaste. Estás entreteniendo voces que dicen: «Dios quiere que yo sea feliz, no miserable»; «no debería ser así de difícil»; o «¿cuál es el punto de estas reglas opresoras?». Cada vez más, la obediencia te parece inútil. Piensas: «¿por qué no ceder y rendirme de una vez por todas?». Esta es la razón. En realidad, el apóstol Pablo lo dice mejor de lo que yo jamás podría decirlo: «Para libertad fue que Cristo nos hizo libres. Por tanto, permanezcan firmes, y no se sometan otra vez al yugo de esclavitud» (Gá 5:1). ¿Quieres libertad? La verdadera libertad (vivir y florecer como Dios diseñó que vivieras) significa mantenerte en sintonía con el Espíritu. Paradójicamente, tu búsqueda de «libertad» te enviará de cabeza hacia la quijada de la esclavitud. No vivir manteniendo tu identidad en Cristo es la opresión real. Sé que no se ve así ahora. Pero ¿puedo sugerir humildemente que tu imaginación necesita ampliarse? Fantaseas con vivir sin las restricciones de una obediencia obtenida con gran esfuerzo, visualizando un oasis de comodidad y deseos cumplidos. Mi mente a veces vaga ahí también, como los israelitas en el desierto. Ellos anhelaban los puerros y la carne de Egipto en lugar de la provisión diaria de Dios del maná (¡aburrido!) y del difícil viaje por etapas de fe como redimidos de la esclavitud (¡monotonía extenuante!). Pero qué pasa con «“cosas que ojo no vio, ni oído oyó, ni han entrado al corazón del hombre, son las cosas que Dios ha preparado para los que lo aman”. Pero Dios nos las reveló por medio del Espíritu […]» (1Co 2:9-10). Permite que estas realidades eternas formen tus deseos hoy. Permite que aumenten tu temor al Señor. Deja que motiven tu obediencia. Si tu destino es la gloria, tiene sentido mortificar cualquier cosa en ti que sea antigloria (Col 3:4-5). Si un día vas a ser completamente transformado a la imagen de Cristo, permite que esa esperanza promueva tu pureza ahora (1Jn 3:2-3). Si ahora eres parte de la familia de Dios —«rescatado, sanado, restaurado, perdonado» (otra frase de un himno)— ¡vive fiel a tu identidad! Quien eres en Cristo es la Estrella Polar para navegar esta vida. Perder de vista esto significa que finalmente terminarás en un callejón sin salida rodeado por una pandilla de matones (amantes falsos que al final te atacarán). Cerraré con parte de una oración que a veces oro por mí en medio de la tentación[1]:

Dada la opción de la vergüenza o la gloria, Déjame escoger la gloria

Dada la opción de este momento o la eternidad, Déjame escoger en este momento lo que es eterno.

Dada la opción de este fácil placer O el camino más difícil de la cruz, Dame la gracia de escoger seguirte, Sabiendo que no hay otro lugar aparte de tu Presencia donde podría encontrar la paz que anhelo, No hay satisfacción perdurable lejos de la Reclamación que haces para recuperar mi corazón.

Permíteme construir, entonces, mi Rey, Algo hermoso por medio de una larga obediencia, Por medio de la progresión firme de pequeñas decisiones De principio a fin que llegarán a ser como piedras De un camino agradable extendiéndose hacia la eternidad, A tus brazos acogedores y Al sonido de tu voz pronunciando el juicio:

Bien hecho.

Por favor, no pierdas de vista la línea de meta. No tires por la borda la recompensa de tu primera confianza (Heb 10:35). No desperdicies tu amor en la cama de una amante falsa e inconstante. Tienes un Amante apasionado y celoso que no se detendrá hasta que atraiga tu corazón de vuelta a Él, para tu bien y para su gloria. Espero con ansias conversar la próxima semana como lo planificamos, con la esperanza de que lo que te he dicho aquí provoque una conversación honesta y fructífera. Tu hermano y compañero pecador, salvado y sustentado por la gracia de Jesús, Mike
Este artículo fue traducido íntegramente con el permiso de The Christian Counseling & Educational Foundation (CCEF) por María José Ojeda, Acceso Directo, Santiago, Chile. La traducción es responsabilidad exclusiva del traductor.

Esta traducción tiene concedido el Copyright © (25 de enero, 2022) de The Christian Counseling & Educational Foundation (CCEF). El artículo original titulado “An Open Letter to a Sinner” Copyright © 2021 fue traducido por María José Ojeda, Traductora General, Acceso Directo. El contenido completo está protegido por los derechos de autor y no puede ser reproducido sin el permiso escrito otorgado por CCEF. Para más información sobre clases, materiales, conferencias, educación a distancia y otros servicios, por favor, visite www.ccef.org.


[1] Douglas Kaine McKelvey, Every Moment Holy, Vol. 1 “A Liturgy for One Battling a Destructive Desire” [Cada momento santo, Vol. 1: una liturgia para batallar contra un deseo destructivo] (Nashville, TN: Rabbit Room Press 2019), 166.

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Carta abierta a un santo desanimado
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Carta abierta a un santo desanimado


Título original en inglés: “An Open Letter to a Discouraged Saint
Queridísimo hermano: Sé que estás desanimado y agotado esta mañana. Las pruebas y las tentaciones que enfrentaste la semana pasada te han abatido. El sufrimiento nubla tu visión. El vestigio del pecado (la culpa, la vergüenza y la duda) todavía golpea en tu alma. Las dificultades que enfrentas y los fracasos que me relataste penden amenazadoramente en tu vida. Parecen ser aquello que es más cierto, más real y más convincente sobre tu experiencia como cristiano en este momento. Sé que has orado por estas cosas. Estás buscando honrar a Cristo en medio de tus dificultades y has intentado, lo mejor que puedes, dar pasos amorosos y constructivos en tus relaciones conflictivas. Sé que has pedido perdón por escoger dar paso a tus deseos que te alejaron del buen y antiguo camino (Jer 6:16). A pesar de esto, sigues acongojado y abatido. ¿Puedo ayudarte a llevar tu mirada hacia arriba? Verás, aquello que es más cierto, más real y más convincente (y más perdurable) sobre tu vida no son los múltiples lugares de sufrimiento ni tampoco tu batalla contra pecados específicos donde avanzas dos pasos pero retrocedes uno. Lo que es fundamentalmente cierto es que eres un hijo amado del padre, un coheredero con Jesucristo. ¡Eres un santo! ¡Sí, es cierto! El apóstol Pablo usó esta designación del pueblo de Dios repetidamente (1Co 1:2; Ef 1:1; Fil 1:1; Col 1:2) y caracteriza a los miembros del cuerpo de Cristo a través de los tiempos. Eres un santo que sufre y un santo que peca, pero aun así un santo. Esta es la zona cero de la vida cristiana. Es tu identidad más básica y principal. Tú y yo estamos «en Cristo» (término que Pablo usa repetidamente para resaltar el cambio radical de identidad que ocurre cuando nos convertimos en cristianos). ¿Ves cuán íntimamente conectado estás con Jesucristo aun en una semana llena de profunda desilusión y desánimo? Solo considera algunas de las cosas verdaderamente asombrosas que Dios dice sobre su pueblo (que nos incluye a ti y a mí) en la Escritura, descripciones que dan cuerpo a esta designación de santo conferida por Dios:
  • Somos portadores de la imagen del único y verdadero Dios con la noble tarea de administrar la tierra para nuestro gran Creador y Rey (Gn 1:26-28). No somos individualistas rudos que conspiran para abrirse camino en un mundo hostil.
  • Somos los que estamos marcados por la misma presencia de Dios (Éx 33:16; Ro 8:15). No estamos aislados ni completamente solos.
  • Somos como la niña de sus ojos (Sal 17:8). No somos pasados por alto ni despreciados.
  • Somos santificados y justificados en Cristo Jesús (1Co 1:2; 6:11). No somos condenados ni estamos en una fila esperando ser ejecutados.
  • Somos hijos de Dios escogidos, redimidos, perdonados en Cristo, a quienes nos ha sido dado el Espíritu Santo (Ef 1:3-14). No nos quedamos en el patio del recreo de la vida sin ser escogidos ni amados.
  • Somos adoptados como hijos de Dios y llamados coherederos con Jesús y, como Él, tenemos el privilegio de clamar a nuestro Abba (Ro 8:15-17; Gá 4:4-7). No somos huérfanos abandonados que deben arreglárselas solos.
  • Somos hermanos y hermanas de Jesús (Heb 2:11-12). No somos extraños ni meros conocidos.
  • Somos «linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido para su posesión» (1P 2:9). No somos personas descalificadas ni inútiles para los propósitos de su Reino.
¡Deja que el rocío de estas palabras empape tu alma seca y agrietada! Sé que es tentador asentir con desaliento y decir: «sí, sí, ya lo sé». Pero pídele a Dios que batalle estas realidades en tu vida. He descubierto que regularmente tengo que rogarle a Dios que lave mi alma de nuevo con estas verdades, puesto que soy propenso a la amnesia de identidad. Un sabio pastor una vez me dijo en mi propio sufrimiento y desaliento cargado de pecado: «Mike, tú desconfías de la bondad y del amor de Dios por ti». Y él tenía tanta razón. He estado experimentando la mano de Dios en mi vida como un puño de hierro en un guante de terciopelo. Necesito inclinarme a la realidad de la bendición para mí de mi Padre en Cristo. Su bandera sobre mí (su proclamación de mi estatus gracias a la obra expiatoria de Jesús) fue —y es— ¡amor! (Cnt 2:4). Para mí, eso significó identificar el cinismo, la incredulidad y la autocondenación progresivos, y pedirle a Dios (por medio de la adoración comunitaria, la oración privada y las conversaciones honestas con amigos sabios) que redirigiera mi mirada errante una y otra vez a sus ojos de amor. Verte a ti mismo como un santo no niega las dificultades y los dolores de esta vida, tampoco hace que la obediencia sea fácil. No obstante, enfrentas aflicción con y en Jesús. Batallas contra el pecado con y en Jesús. Deja que tu estatus en Cristo sean los lentes principales por medio de los cuales miras tu vida. Por tanto, en tu desánimo hoy, levanta tus ojos y mira el rostro inmutable de amor hacia ti de tu misericordioso Rey. Disfruta de su misericordia. Él se aferra a ti con lazos de gracia de acero y templados de pacto. Él nunca te dejará ir. Cuando estés tentado a experimentar tu identidad principal como un sufriente o un pecador, recuerda que tu relación con Jesús es lo que más te define y no lo inherente en ti o en tu mundo, ya sea bueno o malo. ¡En Él, comienzas y terminas cada día como un santo amado! Tu amigo y hermano santo, Mike.
Este artículo fue traducido íntegramente con el permiso de The Christian Counseling & Educational Foundation (CCEF) por María José Ojeda, Acceso Directo, Santiago, Chile. La traducción es responsabilidad exclusiva del traductor.

Esta traducción tiene concedido el Copyright © (18 de enero, 2022) de The Christian Counseling & Educational Foundation (CCEF). El artículo original titulado “An Open Letter to a Discouraged Saint” Copyright © 2021 fue traducido por María José Ojeda, Traductora General, Acceso Directo. El contenido completo está protegido por los derechos de autor y no puede ser reproducido sin el permiso escrito otorgado por CCEF. Para más información sobre clases, materiales, conferencias, educación a distancia y otros servicios, por favor, visite www.ccef.org.

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Alegría expandida
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Alegría expandida


Título original en inglés: «Alegría expandida: diez maneras de notar las misericordias diarias de Dios».

¿Lamentas que los momentos de belleza, alegría y risa en tu vida sean tan momentáneos? Es como uno de esos videos de Instagram de un niño pequeño sonriendo con entusiasmo y aceptando un trozo de limón («¡oh, nueva comida!), para dar paso a la fruncida y confusa expresión: «espera, ¿qué?». Los momentos de alegría son tan fácilmente consumidos por pequeñas y grandes intromisiones. Estos interruptores de alegría podrían ser el próximo desafío difícil en tu lista de quehaceres cada vez más grande un día específico o las noticias impactantes del diagnóstico de cáncer de un ser amado. Ya sean pequeños o monumentales, los desafíos y dolores de la vida en este mundo rápidamente pueden eclipsar nuestra percepción del bien que Dios trae a nuestras vidas. ¿Qué podemos hacer al respecto? He estado considerando últimamente cómo amplificar momentos excepcionales de alegría o belleza que Dios me da. Quiero que sean experiencias de agradecimiento que duren más y que sean más perdurables, que coexistan con el dolor, la pena y la lucha constante con el pecado. La respuesta no es cubrir nuestros ojos y esconder nuestra cabeza en la arena en relación con los aspectos difíciles de la vida. A veces estas intromisiones de sufrimiento o pecado son simplemente demasiado enormes y demasiado trágicas para ignorarlas. Lo que quiero es a-l-a-r-g-a-r la alegría un poquito más. Quiero que permanezca más en mi vida. ¿Cómo podríamos expandir estos momentos a fin de que hagan una impresión más profunda, más perdurable en nuestros corazones? Un punto de partida es aceptar que el dolor y la alegría coexisten en esta vida. Nos guste o no, ambos son visitas en nuestra casa al mismo tiempo. No son experiencias secuenciales, sino simultáneas. Demasiado a menudo cuando la vida es difícil, pienso: «si tan sólo pudiera superar esta dificultad, esta tristeza, esta lucha con el pecado, entonces, podré experimentar alegría». Sin embargo, el apóstol Pablo describió esta experiencia como «entristecidos, pero siempre gozosos» (2Co 6:10). El diseño de Dios es que note y aprecie su bondad y cuidado en medio de las pruebas inevitables. Pablo lo dice de esta manera: «estén siempre gozosos. Oren sin cesar. Den gracias en todo, porque esta es la voluntad de Dios para ustedes en Cristo Jesús» (1Ts 5:16-18). Como a mí, ¡probablemente encuentres más fácil decir esto que hacerlo! Me anima el hecho de que Jesús recorrió este camino antes que yo. Su vida completa fue dificultad y alegría entrelazadas. Quizás esto se ve más claramente en la noche de su crucifixión cuando Jesús habló extensamente con sus discípulos y pronunció estas extraordinarias palabras: «estas cosas les he hablado, para que mi gozo esté en ustedes, y su gozo sea perfecto» (Jn 15:11). Nuestras alegrías más profundas y nuestros agradecimientos más grandes están atados a su obra redentora por nosotros. Permanecemos en Él (Jn 15:4-5). No obstante, sus misericordias no sólo están relacionadas con la salvación. Él cuida de sus hijos ahora al otorgar una multiplicidad de bondad tangible cada día. Entonces, ¿cómo podemos crecer en gratitud y notar estas cosas? Permíteme sugerir diez maneras en que podemos alargar una alegría momentánea a una postura más perdurable de gratitud.
  1. Abre tus ojos y reduce la velocidad. Si «este es el día que el Señor ha hecho» (Sal 118:24), pídele a Dios que te haga más consciente de su obra y sus caminos a lo largo de tu vida. Pídele ojos que noten misericordias frescas. Pídele que te ayude a crecer en agradecimiento por su cuidado.
  2. Recuerda que no estás solo. Jesús, por su Espíritu, está presente contigo en cada paso de tu día, ya sea que se sienta como verdes pastos o como un valle de sombra de muerte (Sal 23:1-4).
  3. Cuando tu corazón es conmovido por la alegría (un hermoso amanecer, la primera palabra de tu hijo, alguna cosa graciosa que hizo tu perro, la bondad de un vecino), velo como la bondad de Dios hacia ti en ese momento. Agradécele en ese momento como el Dador de este buen regalo. Pídele que te ayude a cultivar un asombro como el de un niño para que no te pierdas ni la más mínima bendición.
  4. Contempla las bendiciones espirituales que tienes debido a tu unión con Cristo. Comienza el día pidiéndole a Dios que te ayude a experimentar la realidad de que vives bajo su bendición, porque eres su hijo, Él está sonriendo, no está con el ceño fruncido.
  5. Prioriza el agradecimiento en la oración. Es fácil saltar rápidamente a la intercesión y a la súplica. Pero recuerda el aliento del viejo himno: «ve tus bendiciones, cuenta y verás; [lo que Dios ha hecho en tu vida ya]». Habla no sólo de lo que tú quieres que Él haga por ti, sino que también de lo que Él ha hecho por ti.
  6. Pasa un par de minutos al final de cada día recordando los lugares donde sentiste que Dios te encontró. Esto es especialmente importante si tiendes hacia el lado de la melancolía del espectro del temperamento o si es que hay penas actuales y profundas en tu vida. Pregunta: «¿dónde he visto la bondad de Dios conmigo este día?».
  7. Ten un diario de gratitud. Escribe esos regalos de la bondad de Dios, pequeños y grandes.
  8. Cuéntale a alguien más sobre tu experiencia de alegría. Una bendición compartida es una bendición ampliada. Testificar la bondad de Dios de maneras específicas aleja la duda que podría aparecer en medio de las dificultades actuales de tu vida.
  9. Mantente alejado de una mentalidad de escasez y de la visión del carácter de Dios como alguien tacaño. Él es un Padre generoso (Lc 12:32; Ro 8:32). Demasiado a menudo siento como si estuviera aguantando mi respiración, sólo esperando que algo malo suceda. La gratitud me ayuda a exhalar, pues corta de raíz la queja y el cinismo.
  10. Enmarca las cosas difíciles admitiendo la soberanía de Dios y su cuidado amoroso sobre tu vida. En esencia, lamentar bien en realidad abre la puerta a la gratitud. Esta no es una alegría artificial, una falsificación de esas tarjetas de felicitación cursis, sino una convicción ganada con esfuerzo de que mi Salvador probado y verdadero está obrando redentoramente en mi vida y en el mundo.
Finalmente, estas prácticas deben ser bendecidas por Dios e inundadas por su Espíritu. Expandir la alegría y abrazar la gratitud no son proyectos de autoayuda. Dependemos de la obra del Espíritu, quien ablanda nuestros corazones y nos da ojos para contemplar el esplendor de su obra providencial en nuestras vidas. Expandir los momentos de alegría es un acto de fe, en el cual vemos a Jesús en los ojos de nuestra mente sentado en su trono, alcanzando sus buenos propósitos en nuestras vidas; en medio de la belleza y el quebranto por igual (Heb 2:9). Ante nosotros se encuentra la promesa de las palabras de Jesús: «por tanto, ahora ustedes tienen también aflicción; pero Yo los veré otra vez, y su corazón se alegrará, y nadie les quitará su gozo» (Jn 16:22). En ese punto, cuando lo veamos cara a cara, nuestro gozo y gratitud se extenderán a la eternidad.

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Este artículo fue traducido íntegramente con el permiso de The Christian Counseling & Educational Foundation (CCEF) por María José Ojeda, Acceso Directo, Santiago, Chile. La traducción es responsabilidad exclusiva del traductor. 
Esta traducción tiene concedido el Copyright © (24 de abril de 2025) de The Christian Counseling & Educational Foundation (CCEF). El artículo original titulado «Alegría expandida: diez maneras de notar las misericordias diarias de Dios». Copyright © 2024 fue traducido por María José Ojeda, Traductora General, Acceso Directo. El contenido completo está protegido por los derechos de autor y no puede ser reproducido sin el permiso escrito otorgado por CCEF. Para más información sobre clases, materiales, conferencias, educación a distancia y otros servicios, por favor, visite www.ccef.org.

 
Photo of Prozac y las promesas de Dios
Prozac y las promesas de Dios
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Prozac y las promesas de Dios

Resumen: el sufrimiento afecta tanto a nuestros cuerpos como a nuestras almas, y así también deberían ser nuestras soluciones al sufrimiento. Muchos cristianos han recurrido a los fármacos psicoactivos con cautela, preocupados de que tales prescripciones pudieran sofocar problemas espirituales más profundos. No obstante, los que ofrecen ayuda y están comprometidos con un enfoque de tratamiento holístico y centrado en Dios pueden aprender a ver los medicamentos como un don de Dios y como una fuente potencial de ayuda al preguntar: «¿qué parece más sabio para esta persona en particular, con estas luchas particulares, en este momento particular?».

Este artículo es parte de una serie continua de artículos destacados escritos por académicos para pastores, líderes y maestros, publicada originalmente en Desiring God.
La familiaridad básica con los fármacos psicoactivos es cada vez más valiosa para los pastores, consejeros y otros ayudantes en la iglesia. Vivimos en un tiempo en el que cada vez más y más se le atribuyen a la disfunción cerebral los problemas de la vida. La medicación es promocionada como un aspecto importante (si no el más importante) del tratamiento dentro de la comunidad psiquiátrica. De acuerdo con la comprensión común, a menudo es el tratamiento de elección. Los cristianos siguen divididos en este asunto. Algunos dirían que la medicación con frecuencia es apropiada, viéndola como una herramienta dada por Dios para aliviar el sufrimiento mental. Otros son más precavidos, recomendando la medicación sólo en situaciones más graves. Otros todavía consideran el uso de fármacos psicoactivos como una «salida fácil», argumentando que una postura básica de obediencia centrada en el Evangelio es todo lo que realmente se necesita. ¿Quién tiene la razón? ¿Cómo debemos pensar en este importante asunto? Sin duda, es importante hablar con nuestros médicos sobre los aspectos biomédicos de estos medicamentos, incluida la evidencia basada en la investigación de su eficacia (o no), efectos secundarios y tratamientos alternativos disponibles. Debemos estar bien informados médicamente. Sin embargo, como cristianos, también necesitamos una filosofía basada en la Biblia para guiarnos en el uso o no uso de los fármacos psicoactivos.

Fundamento: antropología del cuerpo y el alma

¿Cómo debemos evaluar el uso de los fármacos psicoactivos desde una perspectiva explícitamente bíblica? Después de todo, ¡no encontrarás «el uso de Prozac» en la concordancia de la Biblia! El mejor punto de partida es recordar que Dios nos creó como criaturas con cuerpo y espíritu (Gn 2:7; Ec 12:7; Mt 10:28). Somos seres espirituales encarnados físicamente, creados por Dios para honrarlo y adorarlo. Somos cuerpo y alma simultáneamente. Nunca ha habido un tiempo en el que no estemos involucrados espiritualmente. Y nunca ha habido un tiempo en el que no estemos físicamente involucrados. Esto significa que la atención tanto de los aspectos físicos como de los espirituales de nuestra persona es obligatorio en el cuidado de otros. Es profundamente deshumanizante ignorar el «corazón» —nuestra disposición moral espiritual (Pr 4:23; 27:19)— y las responsabilidades que van con él. Es profundamente deshumanizante ignorar el cuerpo, las fortalezas y las debilidades que van con él. Con esta base como fundamento de lo que sigue, discutiré cuatro perspectivas bíblicas que deben dar forma a nuestro enfoque de los fármacos psicoactivos. Notarás que cada perspectiva bíblica es equilibrada. Esto refleja los matices de Dios al lidiar con nosotros como portadores de su imagen cuerpo y espíritu, y la variedad de prioridades ministeriales que están en juego a medida que nos involucramos en el ministerio unos con otros.

Aliviar y redimir el sufrimiento

Perspectiva bíblica nº. 1: el alivio del sufrimiento y el crecimiento del carácter cristiano en medio del sufrimiento son importantes. Cuando llega el Reino en Jesucristo, ves el corazón de Dios  con respecto al sufrimiento de dos maneras. Primero, es el diseño de Dios aliviar el sufrimiento que apareció como resultado de la caída. Considera cómo Marcos 1 describe las actividades del ministerio de Jesús: enseñanza, exorcismo, sanidad de varias personas con enfermedades, oración y limpieza de un leproso. Pedro se lo explica así a Cornelio:
Dios ungió a Jesús de Nazaret con el Espíritu Santo y con poder, el cual anduvo haciendo bien y sanando a todos los oprimidos por el diablo; porque Dios estaba con Él (Hechos 10:38).
Claramente, una marca del Reino inquebrantable es el alivio del sufrimiento. Como nos recuerda el himno navideño Gozo del mundo, Jesús «viene a dar su bendición, donde llegó la maldición[efn_note]N. del T.: traducción propia. Para efectos del sentido del artículo, se decidió hacer una traducción propia en lugar de usar la versión oficial del himno en español.[/efn_note]». El alivio del sufrimiento es bueno y necesario. De hecho, hacia allí se dirige la historia: en el nuevo cielo y en la nueva tierra no habrá llanto ni dolor (Ap 21:4). Por tanto, cuando buscamos traer alivio a nuestro sufrimiento ahora, estamos siguiendo el plan de redención de Dios. Como el puritano Jeremiah Burroughs dijo: el contentamiento «no se opone a esforzarse por salir de las aflicciones actuales mediante el uso de medios permitidos[efn_note]Burroughs, Jeremiah. (2023) La joya rara del contentamiento crisitano (Lima:Teología para Vivir. S.A.C), p. 40.[/efn_note]». Creo que los fármacos ciertamente pueden ser uno de esos medios lícitos. No hay nada inherentemente erróneo en buscar alivio del sufrimiento presente. Aun así, una segunda hebra de enseñanza se observa en el Nuevo Testamento: el diseño de Dios para redimir la experiencia del sufrimiento para los creyentes debido a su unión con Jesús, el Siervo sufriente. Pablo llama a esto: participación en los sufrimientos de Jesús (Fil 3:10, NVI). En virtud de estar en Cristo, Dios obra en medio de nuestro sufrimiento conformándonos a la imagen de Cristo. Esta es la puerta para experimentar su poder de resurrección y gloria. Muchos pasajes del Nuevo Testamento muestran esta enseñanza central, incluyendo Romanos 8:16-25; 2 Corintios 1:8-9, 2 Corintios 4; 2 Corintios 12:9-10, Filipenses 3:10-11; Colosenses 1:24; Santiago 1:2-5, y 1 Pedro 4:12-13. El antiguo profesor de seminario Richard B. Gaffin Jr. resume estos pasajes de esta manera: 
Es tan natural para nosotros asociar el sufrimiento sólo con el retraso de la segunda venida de Cristo y ver el sufrimiento sólo a la luz de lo que no tenemos todavía en Cristo. Pero cuando esto sucede, hemos perdido de vista el hecho crítico de que en el Nuevo Testamento, el sufrimiento cristiano siempre es visto dentro del contexto del Reino venidero de Dios en poder y como manifestación de la vida resucitada de Jesús[efn_note]Gaffin Jr., Richard B. (1979) «The Usefulness of the Cross» [La utilidad de la cruz]. Westminster Theological Journal 41, no. 2 (Spring): 229-46. N. del T.: traducción propia.[/efn_note].
En otras palabras, Dios está obrando redentoramente en medio de nuestros sufrimientos en virtud de nuestra unión con Aquel cuyo sufrimiento, en última instancia, condujo a la resurrección y a la gloria. Por lo tanto, aunque aliviar el sufrimiento es una prioridad del Reino, buscar un mero alivio sin una visión de la agenda transformadora de Dios en medio del sufrimiento queda corta ante el diseño de Dios para el florecimiento de la vida humana. Otra manera de decir esto es que debemos estar contentos por el alivio de los síntomas, pero simultáneamente buscar el fruto variado del Espíritu: perseverancia en medio del sufrimiento, confianza más profunda en el amor del Padre, esperanza más establecida, amor por quienes luchan, gratitud, y más. ¿Qué significa esto en relación al uso o no uso de medicamentos? No te apresures en desechar el sufrimiento como si el alivio inmediato de las pruebas fuera el único bien que Dios busca. Y no pienses que es más «espiritual» refrenarse de tomar medicamentos, como si el refinamiento del carácter es el único bien que Dios quiere. Él está interesado tanto en el alivio del sufrimiento como en el refinamiento del carácter. No escogemos nuestro sufrimiento de una manera masoquista. No obstante, somos llamados a una vida de caminar en los pasos de nuestro Salvador sufriente. Cristo nos enseña un estilo de vida centrado en la cruz y dependiente en todas las situaciones (Lc 9:23).

¿Regalos o dioses?

Perspectiva bíblica nº. 2: los medicamentos son regalos de la gracia de Dios y los medicamentos (como cualquier regalo de Dios) se pueden usar de manera idólatra. Creo que es correcto ver el desarrollo de los fármacos psicoactivos como un buen regalo de Dios, una extensión de la función del dominio y de la mayordomía que Él le dio a la humanidad en la creación (Gn 1:26-28; 1Co 10:31). En el mejor de los casos, el descubrimiento científico explora el mundo de Dios en toda su asombrosa complejidad y busca aliviar algunas de las miserias que vivimos como criaturas caídas en un mundo caído. Como tal, debemos recibir los medicamentos agradecida y humildemente, pero sin olvidar a Aquel que ha dado el talento y la sabiduría necesarios a los científicos y médicos para descubrir tales remedios. Finalmente, sólo Él sostiene todas las cosas con su diestra justa (Is 41:10).  No obstante, tristemente, he conocido personas que son mejores evangelistas del Prozac de lo que lo son del Dios vivo. En lugar de ver el medicamento simplemente como un componente de un enfoque de tratamiento de cuerpo y alma completo y centrado en Dios, lo ven casi como si fuera su salvación. Por definición, esto es idolatría: atribuir poder y ayuda definitivos a algo que no sea nuestro Dios trino (Jr 2:11-13). Si una persona cree que lo que finalmente importa es ajustar la dosis de Paxil y encuentra superfluo o irrelevante discutir sobre cosas espirituales, es un problema. Los regalos no tienen el propósito de convertirse en dioses. La manera en que una persona responde cuando el medicamento funciona (o no funciona) revela su postura básica ante Dios, su lugar de esperanza definitiva. La acción de gracias y una búsqueda más ferviente de Dios a raíz del éxito del medicamento dicen una cosa; una falta de gratitud y un olvido de Dios guiado por la comodidad dicen otra. Un compromiso a confiar en la fidelidad y en la bondad de Dios a raíz del fracaso del medicamento dice una cosa; una desconfianza amarga y quejumbrosa de sus caminos dice otra. Por tanto, debemos recibir el regalo, pero mirar principalmente al Dador. Ya sea que el medicamento funcione o no, Dios siempre está obrando por su pueblo.

Buenos y malos motivos

Perspectiva bíblica nº. 3: una persona puede tener motivaciones incorrectas para querer tomar medicamentos y una persona puede tener motivaciones incorrectas para no querer tomar medicamentos. Con frecuencia, el asunto más importante en el uso de medicamentos es la actitud de la persona a la cual estás ministrando. No es que los fármacos psicoactivos sean o «buenos» o «malos» en sí mismos. Las motivaciones importan. He hablado con personas que quieren una prescripción para obtener un medicamento inmediatamente sin realmente querer examinar sus deseos, temores, pensamientos, decisiones y estilo de vida. Y he hablado con personas que se resisten a la recomendación de considerar el uso de medicamentos por razones egoístas. Permíteme elaborar más en estos dos escenarios.  ¿Cuáles son las razones problemáticas para querer tomar medicamentos? Una razón es una exigencia de alivio inmediato unida a la duda sobre los beneficios de examinar posibles problemas subyacentes. Recuerdo conocer una vez a un joven con una historia reciente de ansiedad asociada a hablar en público. Algunas de las cosas que dijo apuntaban a tendencias subyacentes hacia complacer a las personas y el miedo al fracaso (¡mucho para trabajar desde una perspectiva del Evangelio!). Pero él no estaba interesado en la consejería bíblica. No estaba interesado en una perspectiva del Evangelio para su lucha. Al contrario, él había tomado una hora con el sólo propósito de obtener mi recomendación de un médico que pudiera prescribir un medicamento para la ansiedad. Una segunda motivación cuestionable para querer tomar medicamentos involucra ceder a las presiones de otros. La familia y amigos podrían presionar a que se tomen medicamentos debido a su propio malestar al ver el sufrimiento de su ser amado. A veces la presión refleja un deseo egoísta de que su ser amado vuelva a la normalidad, para que así la vida sea más fácil para ellos. No obstante, también existen razones problemáticas para no querer tomar medicamentos. La resistencia a los fármacos puede ser un asunto de orgullo y autosuficiencia: «debo ser lo suficientemente fuerte sin medicamentos». O la versión más espiritualizada: «debo poder, al confiar más en Dios, hacer esto sin medicamentos». Otra razón puede ser el miedo a la desaprobación y al juicio de otros: «¿qué pensará la gente?». Y otra preocupación es la vergüenza: «hay algo seriamente mal conmigo si es que tengo que tomar este medicamento».  A pesar de que algunos luchan con estos motivos aberrantes, muchas personas desean sinceramente crecer en Cristo en medio de su sufrimiento mental y simplemente se preguntan cuáles son los pro y contras del medicamento. Muchos se preguntan, con razón, sobre los efectos secundarios de usar el medicamento. Estas personas reflexivas permanecen abiertas a comenzar —o no comenzar— a tomar el medicamento, lo cual es una postura sabia ante el Señor. Un comentario final: a menos que tengas una licencia para prescribir medicamentos, no debes recomendarle a nadie per se que tome (o no tome) medicamentos. La decisión de comenzar a tomarlos debe tomarse junto al consejo de un médico de confianza. Es apropiado que un pastor o consejero sugiera una consulta o evaluación, aunque muchas personas ya han visto a su médico para cuando discuten estos asuntos con su pastor.

Interdependencia del cuerpo y el alma

Perspectiva bíblica nº. 4: los cristianos prestan atención a la compleja y misteriosa interfaz del cuerpo y del alma, particularmente a la influencia de nuestra constitución corporal en nuestra vida espiritual. Como mencioné anteriormente en este artículo, la Escritura nos trata como seres unificados, teniendo aspectos tanto espirituales como somáticos[efn_note]Para un tratamiento más extensivo de la antropología bíblica, consulta el libro de John Cooper Body, Soul, and Life Everlasting: Biblical Anthropology and the Monism-Dualism Debate [Cuerpo, alma y la vida eterna: la antropología bíblica y el debate entre monismo y dualismo] (Grand Rapids, MI: Eerdmans, 2000). Para leer un resumen, ver el artículo de Michael R. Emlet, «Understanding the Influences on the Human Heart» [Entendamos las influencias del corazón humano], Journal of Biblical Counseling 20, no. 2 (2002), pp. 47-52.[/efn_note]. Dado que somos criaturas completamente integradas, cuerpo y espíritu (corazón), no es sorprendente que la fuerza o debilidad corporal nos afecte espiritualmente y viceversa. Me centraré en la influencia de nuestra condición somática en nuestras vidas espirituales. Les comparto un ejemplo. Digamos que por varias razones fuera de nuestro control dormiste poco la semana pasada. Estás exhausto. Encuentras difícil concentrarte. También cuentas que tiendes más a la queja y a la impaciencia. Ves la vida a través de lentes grises. Y luego tienes dos noches seguidas de sueño maravilloso. De repente, tu mundo es más soleado. Tienes nueva vitalidad, tanto física como espiritual. La paciencia y la bondad requieren mucho menos esfuerzo. ¿Qué acaba de pasar? Un «tratamiento» físico (¡dormir!) influenció tu vida espiritual. Los asuntos del corazón de la queja y la irritación comenzaron a ser menos prominentes. Eso no es necesariamente algo malo; somos llamados a ser administradores sabios de nuestros cuerpos. Tener buenas noches de descanso es importante. Pero en un momento de «abundancia» (en cuanto al sueño), no debemos olvidar nuestras tendencias pecaminosas hacia la ira y la queja que se revelaron en nuestra debilidad. Estar cansados no nos da licencia para tratar mal a otros. Al mismo tiempo, no debemos invitar a un mayor estrés corporal para provocar y probar nuestros propios corazones, como si fuéramos responsables de organizar las condiciones para un crecimiento espiritual óptimo. Este es un asunto de nuestro Padre, «une la labor con paz y con reposo[efn_note]Sandell Berg, Carolina. (1990). Day by Day and with Each Passing Moment [Día a día, con el pasar de cada momento]. Himno nº. 676. En Trinity Hymnal. Atlanta: Great Commission Publications. N. del T.: traducción propia.[/efn_note]». No escogemos sufrir como si el dolor en sí mismo fuera noble. ¿Cómo se relaciona esto con el uso de fármacos psicotrópicos? Mejorar los síntomas de una persona (ansiedad, por ejemplo) no necesariamente aborda los temores y deseos subyacentes que podrían estar presentes. ¿Alguien podría sentirse mejor? Sí. De nuevo, esto podría no ser algo malo en sí mismo (recuerda el comentario previo de Jeremiah Burroughs sobre buscar alivio). Sin embargo, ¿la persona conserva el celo para abordar las luchas espirituales que subyacen a la ansiedad ahora que esas tendencias son menos visibles en la vida diaria? Si el perfeccionismo, una búsqueda de éxito material y un temor al fracaso subyacen tu ansiedad en un nuevo trabajo, ¿estás dispuesto a abordar esos deseos torcidos antes que nada? ¿Y hay un compromiso para abordar los factores situacionales que contribuyen a la experiencia de la ansiedad? Por ejemplo, si tu ansiedad está asociada a exigencias irreales en el trabajo, ¿estás dispuesto a abordar esta situación con tu jefe? En mi experiencia, los creyentes maduros sí recuerdan lo que vieron en el espejo y continúan examinando su alma en pensamiento, palabra y obra (Stg 1:23-25), incluso si usan medicamentos. Ellos sí reconocen la importancia de evaluar y cambiar los factores de estrés situacional con o sin medicamentos. Pero también he conocido personas que, después de mejorar sus síntomas con el uso de medicamentos, asumen que no se requiere más trabajo. A la inversa, hay situaciones, aunque más extremas, en las que no usar medicamento podría dificultar más el abordaje de la vida espiritual de una persona. Aconsejé a una joven mujer que estaba en un exigente programa de posgrado que presentaba insomnio, depresión y ansiedad grave. Ella podía afirmar intelectualmente las promesas de Dios, pero era como si su alma estuviera cubierta de Teflón; las verdades de la Escritura parecían resbalar. Mientras esta desconexión es cierta para algunos de nosotros en algún grado, parece particularmente prominente en ella. Después de muchas reuniones, vi cuánto su agotamiento continuo por el insomnio era parte de un círculo vicioso. Por un lado, podrías decir que su insomnio, que era impulsado por la ansiedad, era fruto de su miedo e incredulidad; como tal, debería ser el objetivo principal del ministerio. Por otro lado, podrías decir que su agotamiento corporal estaba haciendo mucho más difícil que ella respondiera de una manera llena de fe. Ambas son vías apropiadas para el ministerio. Al final, pienso que ver a un médico para un curso de medicación a corto plazo para el insomnio podría ser beneficioso para quebrar el círculo negativo en el que ella estaba. Ella seguía luchando con la ansiedad. Pero era capaz de internalizar las realidades espirituales y comenzar a conectar verdaderamente con Dios, abordando los asuntos del perfeccionismo, del legalismo y del temor al hombre, que eran causas fundamentales de su ansiedad y desesperación.  Piénsalo de esta manera: usar medicamentos en situaciones específicas podría ser el análogo de calmar las aguas superficiales para permitir la exploración de las profundidades marinas. Las situaciones en las que tal calma puede ser útil incluyen (pero no están necesariamente limitadas a ellas) las alucinaciones y los delirios de la psicosis (ya sea que estén asociados a la esquizofrenia o a la manía) y la ansiedad o depresión grave ininterrumpida, particularmente si está asociada a pensamientos y planes suicidas. Estos casos extremos son más claros en cuanto a la necesidad de una sabia intervención médica adicional. Pero vivimos en una cultura que no tolera ningún indicio de mar embravecido, sino que anhela el consuelo de aguas tranquilas y cristalinas (¡sé que esa es mi tentación!). Esto contribuye al uso excesivo de medicamentos psicoactivos en alguien que sólo quiere una solución rápida; realmente no quiere probar el fruto que viene de perseverar en aguas turbulentas. ¿Tomar un medicamento puede realmente ayudar en la santificación? ¡Sí, de la misma manera en que un sueño adecuado puede ayudar en la santificación! No es que puedas comprar la santidad en una píldora, pero usar un medicamento en ciertas situaciones podría impactar el cuerpo positivamente, permitiendo un florecimiento espiritual mayor.

Integremos todo

Teniendo en cuenta estas perspectivas bíblicas, ¿cuál debe ser nuestra actitud hacia el uso de medicamentos psicoactivos? Espero que hayas visto que no existe una respuesta clara correcta o incorrecta. No existe una regla universal que podamos aplicar a todas las personas todo el tiempo. No hay un algoritmo simple. Al contrario, el uso de estos medicamentos es un asunto de sabiduría, que debe abordarse individualmente con aquellos a quienes ministramos. Siempre habrá un mix de pros y contras, costos y beneficios para considerar cuidadosamente en relación con el portador de la imagen del cuerpo y alma que busca nuestra opinión. Debemos preguntarnos: «¿qué parece más sabio para esta persona particular con estas luchas particulares en este tiempo en particular?». A menudo, abordar el sufrimiento de la persona ocurre sin el uso de medicamentos. No obstante, en algunos casos, después de hacer la pregunta, recomendaremos una evaluación de un médico para considerar el uso de medicamentos como parte de un enfoque más holístico para la lucha. Tal evaluación podría también descubrir problemas médicos principales enmascarados como desórdenes psicológicos. Por ejemplo, en alguien con ataques de ansiedad graves, especialmente si no están claramente ligados a factores situacionales, un médico probablemente revisaría sus niveles de tiroides, puesto que una glándula de tiroides sobrerreactiva puede estar asociada a síntomas psicológicos consistentes con la ansiedad. En ese caso, se justifica el tratamiento principal y específico para la condición de la tiroides, no un ansiolítico. Es muy probable que yo recomiende una evaluación médica cuando ocurra cualquiera de las siguientes cosas: (1) síntomas graves e ininterrumpidos; (2) síntomas que no disminuyen a pesar de la respuesta de la persona al consejo pastoral o (3) alto riesgo de suicidio[efn_note]La evaluación de riesgo de suicidio es una habilidad que se aprende y debe contar con la participación de consejeros sabios y con experiencia. El objetivo con una persona con graves pensamientos suicidas es asegurar su seguridad y estabilización, lo que podría requerir consulta y hospitalización psiquiátrica de emergencia. Para mayores detalles, ver el artículo de Aaron Sironi y Michael R. Emlet, «Evaluating a Person with Suicidal Desires» [La evaluación de una persona con deseos suicidas] publicado en The Journal of Biblical Counseling 26, nº. 2 (2012): pp. 33-41. Ver también el libro de S.C. Shea, The Practical Art of Suicide Assessment: A Guide for Mental Health Professionals and Substance Abuse Counselors [El arte práctico de la evaluación del suicidio: una guía para profesionales de la salud mental y consejeros de personas que abusan de sustancias]. (Hoboken, NJ: John Wiley & Sons, 2002).[/efn_note]. Te animo a desarrollar una relación con un psiquiatra de confianza y sabio que comparta tus firmes convicciones bíblicas y que pueda asesorarte en este tipo de decisiones. Esa persona podría existir o no en tu localidad. ¡Los psiquiatras bien capacitados, clínicamente astutos y cuya práctica se rige por una sólida cosmovisión bíblica son realmente escasos! Un médico o internista familiar con una extensa experiencia en el uso de medicamentos psicoactivos podría ser otra opción. El punto es que los pastores y otros ayudantes sabios no toman estas decisiones por su cuenta; la conversación cercana con los médicos es esencial. Demasiado a menudo, las personas llegan a mí ya medicadas; la decisión de comenzar o no, no es un tema. Esto se debe generalmente a que su médico principal ya ha prescrito tal medicamento, pero podrían haber visto a un psiquiatra también. No obstante, normalmente, incluso con medicamentos, las personas que están luchando se han dado cuenta de que las drogas psicotrópicas no resuelven todos sus problemas. Aún necesitan ayuda para reconciliar conflictos o andar en fe no en temor o abordar cualquiera de la multitud de otros problemas que las personas traen a la consejería. Hay mucho que discutir aparte de conversar sobre la utilidad o inutilidad de sus medicamentos. Ya sea que esté con o sin medicamentos, el objetivo siempre es ayudar a una persona a crecer en amor por Dios y por su prójimo. Permíteme ilustrarlo con una analogía ortopédica. Comparo el uso de medicamentos con el uso de muletas, y no lo digo en sentido peyorativo. Una persona puede experimentar muchas heridas diferentes en las piernas que no requieren un par de muletas. Podría tener un dolor visible. Podría tener una cojera inicialmente, pero el problema son las formas autolimitadas de tratamiento más que el apoyo de las muletas. Aquí podría pensar en las experiencias más leves de depresión, ansiedad y trastorno obsesivo-compulsivo, por ejemplo, donde los medicamentos (como las muletas) podrían no ser necesarios. Otros requieren muletas para que les ayuden después de experimentar una herida más significativa o una cirugía. Las usan por una temporada mientras sus cuerpos se recuperan. Aquí podría imaginar una depresión postparto bastante grave o ataques de pánico graves tratados con un ciclo de medicamentos más breve. Aun así otros tienen una discapacidad más significativa y podrían necesitar el uso de muletas por un tiempo prolongado o quizás de por vida, si la discapacidad es permanente. Aquí pienso en problemas como la esquizofrenia y el trastorno bipolar, donde el cerebro trastornado está teniendo una influencia más fuerte en la expresión de la salud mental que otros factores contribuyentes y, por lo tanto, el uso a largo plazo del medicamento parece justificado. Entonces, hay momentos en los que alguien podría estar dependiendo demasiado de las muletas y en realidad le impide progresar. Viví esto en mi adolescencia cuando me quebré el tobillo. Después de que me quitaran el yeso, me dijeron que cargara peso «a tolerancia». ¡Pero no lo toleré muy bien! Continué usando mis muletas por un tiempo más largo, puesto que poner peso en mi tobillo provocaba dolor. En mi control siguiente, el traumatólogo me dijo que me deshiciera de las muletas y aprendiera a cargar peso, a pesar del dolor. Fue un trabajo duro, pero aprendí de nuevo a caminar sin la ayuda de las muletas. El resultado final es que todos los problemas musculoesqueléticos son diferentes y requiere sabiduría saber cuando el apoyo adicional de las muletas es necesario y, si lo es, por cuánto tiempo. Lo mismo es cierto de los medicamentos psicoactivos. La analogía es imperfecta, por supuesto. Es más fácil determinar si alguien puede caminar sin ayuda o no. Es mucho más desafiante evaluar lo que una persona puede o no puede hacer en medio del sufrimiento emocional. Siempre vamos a luchar para encontrar el equilibrio sabio entre la atención a los aspectos espirituales y físicos de nuestra persona. A veces, en retrospectiva, concluimos que debemos haber recomendado la posibilidad de los medicamentos antes. Otras veces decidimos que el medicamento no era la opción más sabia después de todo. Pero podemos estar seguros de que ya sea que los medicamentos sean parte del enfoque ministerial total o no, Dios actúa soberanamente y «es poderoso para hacer todo mucho más abundantemente de lo que pedimos o entendemos, según el poder que obra en nosotros» (Ef 3:20). Él logrará la redención que ha comenzado en nosotros.

Andar en sabiduría

Dios provee abundancia de consejo en su Palabra para desarrollar una perspectiva piadosa sobre los medicamentos psicoactivos. Al reconocer que somos criaturas de cuerpo y espíritu, la Escritura equilibra sabiamente varios aspectos del ministerio personal, prestando atención tanto a los factores somáticos como a los espirituales en el cuidado de aquellos a quienes Dios nos ha llamado a pastorear. Esto significa que no exaltamos ni menospreciamos el rol de los medicamentos psicoactivos. Los medicamentos pueden ser una parte apropiada e incluso necesaria del cuidado de alguien, dependiendo de la naturaleza específica de la lucha de la persona. Aun si vemos a los fármacos psicoactivos como una pieza fundamental de un enfoque ministerial integral, siempre buscamos que las riquezas de la redención de Cristo impacten la vida de las personas. Los pecadores siempre van a necesitar misericordia, gracia, perdón y poder sobrenatural para amar a Dios y al prójimo. Quienes sufren siempre necesitarán consuelo, esperanza y la voluntad para perseverar. Finalmente, estas bendiciones no se encuentran en un frasco de píldoras, sino en la persona de Jesucristo[efn_note]Para explorar más estos temas, ve el libro de Michael R. Emlet, Descripciones y prescripciones una perspectiva bíblica sobre los diagnósticos y medicamentos psiquiátricos (Colombia: Poiema Publicaciones, 2020).[/efn_note].
Publicado originalmente en Desiring God. Usado con permiso.