Michael E. Emlet es miembro de la facultad de CCEF. Es Doctor en Medicina, grado que obtuvo en la Universidad de Pennsylvania y un Máster en Divinidad, obtenido en Westminster Theological Seminary. Trabajó como médico familiar por más de diez años antes de unirse a CCEF. Ha aconsejado por muchos años y es autor de CrossTalk: Where Life and Scripture Meet [disponible solo en inglés], que explora el uso de la Escritura en la consejería, así como también de Descripciones & Prescripciones: una perspectiva bíblica sobre los diagnósticos y medicamentos psiquiátricos. Mike está casado con Jody, y tienen dos hijos. Es miembro activo de su iglesia en la ciudad y disfruta de jardinear, acampar y fabricar vasijas en un torno de alfarero.
COVID-19: ¿vives por probabilidades o por la providencia?
Título original en inglés: “COVID-19: Living by Probabilities or Providence?”
La pandemia de la COVID-19 nos está convirtiendo a todos en estadistas. Quizás tú, al igual que yo, has investigado dónde encajas en los gráficos de mortalidad según edad (si no lo has hecho, no lo hagas). Tengo 58 años y, al menos en los gráficos presentados la semana pasada, si contrajera el virus, mi probabilidad de morir se encuentra en algún punto cerca del 1,3 % (probablemente, es más alta, puesto que el grupo etario entre los 60 y los 69 años se encuentra en el 4,6 %). Lamentablemente, es posible que ese número aumente incluso un poco más debido a la enfermedad de base que padezco asociada a un peor pronóstico. De todas formas, mi madre de 86 años tiene peores posibilidades según los gráficos. ¿Y tú? ¿Te ves tentado, si eres joven y saludable, a dar un suspiro de alivio? ¿A pensar, con un sentido de optimismo, que «incluso si contraigo el virus, estaré bien»? Quizás encuentras que las políticas actuales del distanciamiento social son un tanto rigurosas y deseas que la vida vuelva a la normalidad. ¿Te ves tentado, si es que eres mayor y menos saludable, a vivir cada día con temor, preguntándote qué objeto o qué persona podría traer la enfermedad a la puerta de tu casa? ¿Estás resignado a creer que «si contraigo el virus, no sobreviviré»? Tal vez encuentras que las políticas de distanciamiento social son tranquilizadoras, pero insuficientes, y estás intentando llevar una autocuarentena, aún preguntándote si será suficiente. Déjenme decirles, queridos hermanos y hermanas, que no debemos encontrar nuestra seguridad (o nuestra muerte) en números, en estadísticas o en perfiles de riesgo. (¡Me estoy predicando esto a mí mismo también!). La Escritura lleva nuestra mirada a otro lado:
- El Señor es mi pastor, nada me faltará (Sal 23:1).
- Nuestro socorro está en el nombre del Señor que hizo los cielos y la tierra (Sal 124:8).
- Tus ojos vieron mi embrión, y en tu libro se escribieron todos los días que me fueron dados, cuando no existía ni uno solo de ellos (Sal 139:16)
- La suerte se echa en el regazo, pero del Señor viene toda decisión (Pr 16:33).
- ¿No se venden dos pajarillos por una monedita? Y sin embargo, ni uno de ellos caerá a tierra sin permitirlo el Padre (Mat 10:29).
- Y sabemos que para los que aman a Dios, todas las cosas cooperan para bien, esto es, para los que son llamados conforme a su propósito (Ro 8:28).
- Y Él [Cristo] es antes de todas las cosas, y en Él todas las cosas permanecen (Col 1:17)
- Él [Jesús el Hijo] es el resplandor de su gloria y la expresión exacta de su naturaleza, y sostiene todas las cosas por la palabra de su poder (Heb 1:3).
por el cual sustenta y gobierna
el cielo,
la tierra
y todas las criaturas de tal manera,
que todo lo que la tierra produce,
la lluvia y la sequía,
la fertilidad y la esterilidad,
la comida y la bebida,
la salud y la enfermedad,
riquezas y pobrezas,
y finalmente todas las cosas no acontecen
sin razón alguna como por azar,
sino por su consejo y voluntad paternal.
Nada ocurre por azar. Todo llega a nosotros por la mano amorosa y sabia de nuestro Padre. No vivas en este duro tiempo demasiado centrado en las probabilidades impersonales, en las estadísticas y en las evaluaciones de riesgo. Demostrarán ser un fundamento inestable para la verdadera esperanza y consuelo. Por supuesto, sigue la guía de las autoridades de salud locales, pero antes que todo, mira a tu fiel y amoroso Dios; Padre, Hijo y Espíritu Santo, que te sostiene en la palma de su mano.Este artículo fue traducido íntegramente con el permiso de The Christian Counseling & Educational Foundation (CCEF) por María José Ojeda, Acceso Directo, Santiago, Chile. La traducción es responsabilidad exclusiva del traductor.
Esta traducción tiene concedido el Copyright © (22 de julio, 2020) de The Christian Counseling & Educational Foundation (CCEF). El artículo original titulado “COVID-19: Living by Probabilities or Providence?” Copyright © 2020 fue traducido por María José Ojeda, Traductora General, Acceso Directo. El contenido completo está protegido por los derechos de autor y no puede ser reproducido sin el permiso escrito otorgado por CCEF. Para más información sobre clases, materiales, conferencias, educación a distancia y otros servicios, por favor, visite www.ccef.org.
La monotonía del desierto: ¿solo estás marcando el paso?
Título original en inglés: “The Monotony of the Wilderness: Are You Just Marking Time?”
Estoy leyendo el Pentateuco. Ocurren tantas cosas en estos libros, especialmente durante el viaje de los israelitas desde Egipto hacia la Tierra Prometida. El viaje está lleno de acción, en especial al comienzo. Piensa en los muchos eventos memorables: el cruce del Mar Rojo, el milagro del maná, el agua de la roca, la Ley entregada en el monte Sinaí, el becerro de oro. Tendemos a recordar los puntos altos y bajos, pero durante la mayor parte de los cuarenta años que les tomó a los israelitas llegar a Canaán, probablemente fueron días bastante monótonos. Ponte en el lugar de ellos. Cada día es casi igual: despertar; recoger maná; revisar para ver si la nube se había levantado del tabernáculo, lo que indicaba si es que había que empacar o permanecer ahí; preparar una fogata para cocinar; preparar el maná para la siguiente comida, comer, limpiar; preparar maná para la siguiente comida, comer, limpiar; llevar un cabrito al sacerdote como ofrenda por el pecado al ser culpable de tu enojo hacia tu hermano; cambiarse de ropa; ir a dormir; levantarse y repetir. Un día se mimetiza con el otro. Cuarenta años = 14 600 días = 350 400 horas. Eso parece ser mucha monotonía. ¿Es esa tu experiencia actual en medio de la pandemia de la COVID-19? ¿Un día se siente igual al siguiente? Si eres como yo, no han habido muchos eventos memorables durante las semanas del confinamiento (asumiendo, por supuesto, que ni tú ni un ser querido hayan estado enfermos, ni que hayan perdido sus trabajos). Sin duda, ha habido pocos puntos altos reales. No hubo reuniones presenciales del pueblo de Dios para celebrar la Pascua; tampoco ceremonias de graduación en vivo; ni fiestas de cumpleaños o de graduación; nada de cenas con amigos; ninguna selfie sonriente en medio de las multitudes en Bar Harbor, Maine durante nuestras vacaciones familiares anuales. Lo que nos queda, más a menudo, es una sucesión de días que se desdibujan unos a otros. No hay mucho que sea extraordinario, ¿o sí? ¿Estamos simplemente marcando el paso hasta que termine la pandemia? ¿Los israelitas estuvieron marcando el paso hasta que la primera generación murió y la siguiente pudo entrar a la Tierra Prometida (donde estaba la verdadera acción)? Esa no era la perspectiva de Dios sobre esos años en el desierto. Deuteronomio 8:2-3 dice:
Y te acordarás de todo el camino por donde el Señor tu Dios te ha traído por el desierto durante estos cuarenta años, para humillarte, probándote, a fin de saber lo que había en tu corazón, si guardarías o no sus mandamientos. Él te humilló, y te dejó tener hambre, y te alimentó con el maná que tú no conocías, ni tus padres habían conocido, para hacerte entender que el hombre no solo vive de pan, sino que vive de todo lo que procede de la boca del Señor.El desierto fue un tiempo para aumentar la confianza en el cuidado y la provisión de Dios. Fue un tiempo para crecer en amar a sus prójimos como a sí mismos (Lv 19:18). En medio de caminos poco espectaculares y a menudo monótonos, Dios estaba obrando. Y aún lo está haciendo, en sus vidas, hoy mismo. ¿Cuál es el llamado de Dios para ti en este día común y corriente? Quizás es preparar el desayuno para tus hijos de buena gana. O lidiar pacientemente con una interrupción mientras intentas trabajar desde casa, o confesar tu pecado de que fuiste impaciente en medio de esa interrupción. O pasar horas en el teléfono intentando asegurar los beneficios del desempleo. O conversar por videollamada con una amiga soltera que está sola en casa. O sacar a pasear al perro. O lavar los platos. O luchar con un tiempo de oración mientras tu mente distraída y ansiosa revolotea de un desafío a otro. Las actividades poco espectaculares y comunes forman el grueso de nuestros días con (o sin) el coronavirus. No obstante, estos simples actos de fidelidad y amor son los lugares donde el Espíritu de Dios está obrando conformándote a su imagen. ¿Te das cuenta de que Jesús pasó treinta comunes y largos indocumentados años en la tierra, aprendiendo y practicando el oficio de la carpintería antes de que comenzara su ministerio público? Treinta años = 10 950 días = 262 800 horas. Eso es mucha monotonía, pareciera. Sin embargo, Él no estaba solo marcando el paso. Esos son los años en los que Él creció en sabiduría y en favor con Dios (Lc 2:52) y se preparó para su ministerio en la tierra. Esos 10 950 días comunes y corrientes construyeron un beneficio incalculable. Y lo que fue cierto para Jesús no es menos cierto para nosotros. La escritora Annie Dillard dijo: «cómo pasamos nuestros días es, por supuesto, cómo pasamos nuestras vidas». Lo que haces este día importa ya sea que parezca bastante común o no. No desperdicies «el día de las pequeñeces» (Zc 4:10). Abraza la monotonía de tu desierto particular de este día, sabiendo que tu Dios está obrando con determinación en tu vida.
Este artículo fue traducido íntegramente con el permiso de The Christian Counseling & Educational Foundation (CCEF) por María José Ojeda, Acceso Directo, Santiago, Chile. La traducción es responsabilidad exclusiva del traductor.
Esta traducción tiene concedido el Copyright © (17 de septiembre, 2020) de The Christian Counseling & Educational Foundation (CCEF). El artículo original titulado “The Monotony of the Wilderness: Are You Just Marking Time?” Copyright © 2020 fue traducido por María José Ojeda, Traductora General, Acceso Directo. El contenido completo está protegido por los derechos de autor y no puede ser reproducido sin el permiso escrito otorgado por CCEF. Para más información sobre clases, materiales, conferencias, educación a distancia y otros servicios, por favor, visite www.ccef.org.
Por qué cedemos a la tentación
Título original en inglés: “Why We Give in to Temptation”
¿Por qué cedemos a la tentación? Esta pregunta a menudo surge en el contexto de la consejería debido a las repetitivas luchas como el consumo de pornografía, la masturbación, el abuso de sustancias y el comer en exceso. Existen muchas maneras bíblicas de responder esta pregunta, pero quiero enfocarme solo en una: cedemos ante la tentación porque nos cansamos de dar la batalla. Se siente demasiado difícil seguir luchando contra nuestra carne espiritual, emocional y físicamente. La perseverancia es incómoda, especialmente cuando ya has cedido a esa tentación tantas veces. Parece tener más poder sobre ti de lo que tú tienes para dar la pelea. Es tan fácil ceder y seguir adelante en lugar de continuar resistiendo. Solo pensar en otro día, incluso otra hora, de lucha con ese deseo insistente y persistente es demasiado con lo que lidiar. Existe un alivio paradójico en sucumbir (aunque a menudo con culpa, vergüenza y otras consecuencias). La pizarra espiritual se borra; el reloj puede ser reiniciado como un nuevo comienzo o una nueva resolución. A menudo, al menos, esta es nuestra experiencia; en concreto, el escape de la tentación es ceder a la tentación en un momento en particular. Sin embargo, ¿qué ánimo nos da Dios en la agonía de la batalla? Cuando estamos a punto de rendirnos a la mentira satánica de «resistir es inútil», ¿qué ayuda ofrece nuestro misericordioso Padre? Él ofrece ayuda a los guerreros débiles en el libro de Hebreos. El escritor no está enfocado en el patrón de pecado particular que mencioné anteriormente, pero el mensaje sí nos ayuda a orientarnos en medio de nuestras tentaciones particulares, especialmente cuando estamos listos para tirar la toalla. Los académicos creen que Hebreos probablemente está dirigido a los judíos cristianos que eran perseguidos por ser seguidores de Jesús. Ellos fueron tentados a rendirse, a volver a las prácticas judías y a los rituales para guardar la ley a fin de experimentar alivio en la persecución. A lo largo del libro, el escritor pone frente a ellos la gloria y la superioridad del nuevo pacto en Jesucristo. Él los exhorta a no volver al orden antiguo de las cosas, sino a perseverar en fe. En el capítulo 11, el escritor resalta al pueblo de Dios, nombrados y no nombrados, que fielmente perseveraron, mientras aún esperaban lo que fue prometido por medio de Jesús. Tomemos el escrito en Hebreos 12:
Por tanto, puesto que tenemos en derredor nuestro tan gran nube de testigos, despojémonos también de todo peso y del pecado que tan fácilmente nos envuelve, y corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante, puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe, quien por el gozo puesto delante de Él soportó la cruz, despreciando la vergüenza, y se ha sentado a la diestra del trono de Dios. Consideren, pues, a Aquel que soportó tal hostilidad de los pecadores contra Él mismo, para que no se cansen ni se desanimen en su corazón. Porque todavía, en su lucha contra el pecado, ustedes no han resistido hasta el punto de derramar sangre (vv. 1-4).Hay muchas cosas útiles que notar aquí a medida que aplicamos esta perspectiva de la perseverancia en nuestras propias tentaciones.
- Las palabras como «paciencia», «soportó» y «resistido» son usadas cuatro veces en cuatro versículos. Esto debe animar nuestros oídos; el escritor está hablándole a personas como nosotros que son tentadas a rendirse. Él le está hablando a nuestro cansancio. ¿Nos estamos esforzando por escuchar la voz de Dios en medio del alboroto de la batalla? ¿Estamos clamando a Él por ayuda?
- El llamado a soportar no se trata solo de apretar los dientes ni es una exhortación motivada por el miedo. El llamado a soportar está ligado a la persona de Jesucristo. Miramos a Aquel que es fundador y perfeccionador de nuestra fe; debemos considerarlo a Él. Implícito en lo que dice el autor, está el hecho de que seguimos los pasos de Jesucristo mismo. Estamos unidos a Él, quien sufrió enormemente mientras vivió en la tierra. Él sabe cuán difícil es soportar y está contigo mientras luchas. No estás solo.
- El gozo que le esperaba motivó a Jesús y sirve como motivación para nosotros también. ¿Cuál fue ese gozo para Jesús? La resurrección prometida y su exaltación. Esa esperanza lo ayudó a permanecer en su rumbo. ¿Cuál es el gozo puesto ante nosotros a medida que resistimos la tentación? La calidez de la comunión preservada con Dios y los más cercanos a nosotros. El gozo de llegar a ser solo un poco más como Jesús. La satisfacción de experimentar la gracia y la misericordia de Jesús como suficiente para hoy; la dulzura de una conciencia tranquila; y el fortalecimiento de nuestros músculos espirituales (mientras más ejerzamos sistemáticamente el dominio propio, más fuerte será nuestra resolución de tomar decisiones).
- Resistir la tentación podría sentirse como muerte, pero en realidad no estamos derramando sangre en el proceso como lo hizo Jesús. Esta declaración podría traer mínimo consuelo en medio de los pensamientos, las emociones y las presiones de la carne que gritan pidiendo alivio. «Grandioso. Entonces, ¿estás diciendo: puede ser peor; al menos no estás muriendo de verdad como Jesus, así que sigue luchando?». Bien, no exactamente. De nuevo, el autor ata nuestra experiencia a la de Jesús. El sufrimiento que Él experimentó en la tentación fue mayor de la que nosotros alguna vez experimentaremos. Satanás lo atacó con violentas pruebas que fueron diseñadas únicamente para Él. Por lo tanto, el punto aquí es que «por cuanto Él mismo fue tentado en el sufrimiento, es poderoso para socorrer a los que son tentados» (Heb 2:18).
Este artículo fue traducido íntegramente con el permiso de The Christian Counseling & Educational Foundation (CCEF) por María José Ojeda, Acceso Directo, Santiago, Chile. La traducción es responsabilidad exclusiva del traductor.
Esta traducción tiene concedido el Copyright © (3 de junio, 2021) de The Christian Counseling & Educational Foundation (CCEF). El artículo original titulado “Why We Give in to Temptation” Copyright © 2020 fue traducido por María José Ojeda, Traductora General, Acceso Directo. El contenido completo está protegido por los derechos de autor y no puede ser reproducido sin el permiso escrito otorgado por CCEF. Para más información sobre clases, materiales, conferencias, educación a distancia y otros servicios, por favor, visite www.ccef.org.
Carta abierta a un pecador
Título original en inglés: “An Open Letter to a Sinner”
Mi querido amigo: Agradezco la oportunidad que tuvimos de hablar hace un par de días. Mientras, en oración, he reflexionado en nuestro tiempo juntos, me di cuenta de que hay cosas que hubiera sido útil que yo dijera. Tiendo a evadir los conflictos, así que, por favor, debes saber que escribirte ahora es un reflejo de mi profunda preocupación por ti. No estoy tratando de pelear o sugerir que de alguna manera yo tengo todo resuelto y tú no. Vengo como una persona que sin duda también está en proceso, «tentado, probado y a veces fallando» como nos recuerda el conocido himno. Veo que estás en una verdadera encrucijada. Te estas cansando y desanimando, peleando contra los deseos que amenazan con llevarte lejos del diseño de Dios para tu vida, pero es más que eso. Escuché notas de cinismo cuando hablaste. Estás entreteniendo voces que dicen: «Dios quiere que yo sea feliz, no miserable»; «no debería ser así de difícil»; o «¿cuál es el punto de estas reglas opresoras?». Cada vez más, la obediencia te parece inútil. Piensas: «¿por qué no ceder y rendirme de una vez por todas?». Esta es la razón. En realidad, el apóstol Pablo lo dice mejor de lo que yo jamás podría decirlo: «Para libertad fue que Cristo nos hizo libres. Por tanto, permanezcan firmes, y no se sometan otra vez al yugo de esclavitud» (Gá 5:1). ¿Quieres libertad? La verdadera libertad (vivir y florecer como Dios diseñó que vivieras) significa mantenerte en sintonía con el Espíritu. Paradójicamente, tu búsqueda de «libertad» te enviará de cabeza hacia la quijada de la esclavitud. No vivir manteniendo tu identidad en Cristo es la opresión real. Sé que no se ve así ahora. Pero ¿puedo sugerir humildemente que tu imaginación necesita ampliarse? Fantaseas con vivir sin las restricciones de una obediencia obtenida con gran esfuerzo, visualizando un oasis de comodidad y deseos cumplidos. Mi mente a veces vaga ahí también, como los israelitas en el desierto. Ellos anhelaban los puerros y la carne de Egipto en lugar de la provisión diaria de Dios del maná (¡aburrido!) y del difícil viaje por etapas de fe como redimidos de la esclavitud (¡monotonía extenuante!). Pero qué pasa con «“cosas que ojo no vio, ni oído oyó, ni han entrado al corazón del hombre, son las cosas que Dios ha preparado para los que lo aman”. Pero Dios nos las reveló por medio del Espíritu […]» (1Co 2:9-10). Permite que estas realidades eternas formen tus deseos hoy. Permite que aumenten tu temor al Señor. Deja que motiven tu obediencia. Si tu destino es la gloria, tiene sentido mortificar cualquier cosa en ti que sea antigloria (Col 3:4-5). Si un día vas a ser completamente transformado a la imagen de Cristo, permite que esa esperanza promueva tu pureza ahora (1Jn 3:2-3). Si ahora eres parte de la familia de Dios —«rescatado, sanado, restaurado, perdonado» (otra frase de un himno)— ¡vive fiel a tu identidad! Quien eres en Cristo es la Estrella Polar para navegar esta vida. Perder de vista esto significa que finalmente terminarás en un callejón sin salida rodeado por una pandilla de matones (amantes falsos que al final te atacarán). Cerraré con parte de una oración que a veces oro por mí en medio de la tentación[1]:
Dada la opción de la vergüenza o la gloria, Déjame escoger la gloria
Dada la opción de este momento o la eternidad, Déjame escoger en este momento lo que es eterno.
Dada la opción de este fácil placer O el camino más difícil de la cruz, Dame la gracia de escoger seguirte, Sabiendo que no hay otro lugar aparte de tu Presencia donde podría encontrar la paz que anhelo, No hay satisfacción perdurable lejos de la Reclamación que haces para recuperar mi corazón.
Permíteme construir, entonces, mi Rey, Algo hermoso por medio de una larga obediencia, Por medio de la progresión firme de pequeñas decisiones De principio a fin que llegarán a ser como piedras De un camino agradable extendiéndose hacia la eternidad, A tus brazos acogedores y Al sonido de tu voz pronunciando el juicio:
Bien hecho.
Por favor, no pierdas de vista la línea de meta. No tires por la borda la recompensa de tu primera confianza (Heb 10:35). No desperdicies tu amor en la cama de una amante falsa e inconstante. Tienes un Amante apasionado y celoso que no se detendrá hasta que atraiga tu corazón de vuelta a Él, para tu bien y para su gloria. Espero con ansias conversar la próxima semana como lo planificamos, con la esperanza de que lo que te he dicho aquí provoque una conversación honesta y fructífera. Tu hermano y compañero pecador, salvado y sustentado por la gracia de Jesús, MikeEste artículo fue traducido íntegramente con el permiso de The Christian Counseling & Educational Foundation (CCEF) por María José Ojeda, Acceso Directo, Santiago, Chile. La traducción es responsabilidad exclusiva del traductor.
Esta traducción tiene concedido el Copyright © (25 de enero, 2022) de The Christian Counseling & Educational Foundation (CCEF). El artículo original titulado “An Open Letter to a Sinner” Copyright © 2021 fue traducido por María José Ojeda, Traductora General, Acceso Directo. El contenido completo está protegido por los derechos de autor y no puede ser reproducido sin el permiso escrito otorgado por CCEF. Para más información sobre clases, materiales, conferencias, educación a distancia y otros servicios, por favor, visite www.ccef.org.
[1] Douglas Kaine McKelvey, Every Moment Holy, Vol. 1 “A Liturgy for One Battling a Destructive Desire” [Cada momento santo, Vol. 1: una liturgia para batallar contra un deseo destructivo] (Nashville, TN: Rabbit Room Press 2019), 166.
Carta abierta a un santo desanimado
Título original en inglés: “An Open Letter to a Discouraged Saint”
Queridísimo hermano: Sé que estás desanimado y agotado esta mañana. Las pruebas y las tentaciones que enfrentaste la semana pasada te han abatido. El sufrimiento nubla tu visión. El vestigio del pecado (la culpa, la vergüenza y la duda) todavía golpea en tu alma. Las dificultades que enfrentas y los fracasos que me relataste penden amenazadoramente en tu vida. Parecen ser aquello que es más cierto, más real y más convincente sobre tu experiencia como cristiano en este momento. Sé que has orado por estas cosas. Estás buscando honrar a Cristo en medio de tus dificultades y has intentado, lo mejor que puedes, dar pasos amorosos y constructivos en tus relaciones conflictivas. Sé que has pedido perdón por escoger dar paso a tus deseos que te alejaron del buen y antiguo camino (Jer 6:16). A pesar de esto, sigues acongojado y abatido. ¿Puedo ayudarte a llevar tu mirada hacia arriba? Verás, aquello que es más cierto, más real y más convincente (y más perdurable) sobre tu vida no son los múltiples lugares de sufrimiento ni tampoco tu batalla contra pecados específicos donde avanzas dos pasos pero retrocedes uno. Lo que es fundamentalmente cierto es que eres un hijo amado del padre, un coheredero con Jesucristo. ¡Eres un santo! ¡Sí, es cierto! El apóstol Pablo usó esta designación del pueblo de Dios repetidamente (1Co 1:2; Ef 1:1; Fil 1:1; Col 1:2) y caracteriza a los miembros del cuerpo de Cristo a través de los tiempos. Eres un santo que sufre y un santo que peca, pero aun así un santo. Esta es la zona cero de la vida cristiana. Es tu identidad más básica y principal. Tú y yo estamos «en Cristo» (término que Pablo usa repetidamente para resaltar el cambio radical de identidad que ocurre cuando nos convertimos en cristianos). ¿Ves cuán íntimamente conectado estás con Jesucristo aun en una semana llena de profunda desilusión y desánimo? Solo considera algunas de las cosas verdaderamente asombrosas que Dios dice sobre su pueblo (que nos incluye a ti y a mí) en la Escritura, descripciones que dan cuerpo a esta designación de santo conferida por Dios:
- Somos portadores de la imagen del único y verdadero Dios con la noble tarea de administrar la tierra para nuestro gran Creador y Rey (Gn 1:26-28). No somos individualistas rudos que conspiran para abrirse camino en un mundo hostil.
- Somos los que estamos marcados por la misma presencia de Dios (Éx 33:16; Ro 8:15). No estamos aislados ni completamente solos.
- Somos como la niña de sus ojos (Sal 17:8). No somos pasados por alto ni despreciados.
- Somos santificados y justificados en Cristo Jesús (1Co 1:2; 6:11). No somos condenados ni estamos en una fila esperando ser ejecutados.
- Somos hijos de Dios escogidos, redimidos, perdonados en Cristo, a quienes nos ha sido dado el Espíritu Santo (Ef 1:3-14). No nos quedamos en el patio del recreo de la vida sin ser escogidos ni amados.
- Somos adoptados como hijos de Dios y llamados coherederos con Jesús y, como Él, tenemos el privilegio de clamar a nuestro Abba (Ro 8:15-17; Gá 4:4-7). No somos huérfanos abandonados que deben arreglárselas solos.
- Somos hermanos y hermanas de Jesús (Heb 2:11-12). No somos extraños ni meros conocidos.
- Somos «linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido para su posesión» (1P 2:9). No somos personas descalificadas ni inútiles para los propósitos de su Reino.
Este artículo fue traducido íntegramente con el permiso de The Christian Counseling & Educational Foundation (CCEF) por María José Ojeda, Acceso Directo, Santiago, Chile. La traducción es responsabilidad exclusiva del traductor.
Esta traducción tiene concedido el Copyright © (18 de enero, 2022) de The Christian Counseling & Educational Foundation (CCEF). El artículo original titulado “An Open Letter to a Discouraged Saint” Copyright © 2021 fue traducido por María José Ojeda, Traductora General, Acceso Directo. El contenido completo está protegido por los derechos de autor y no puede ser reproducido sin el permiso escrito otorgado por CCEF. Para más información sobre clases, materiales, conferencias, educación a distancia y otros servicios, por favor, visite www.ccef.org.
Alegría expandida
Título original en inglés: «Alegría expandida: diez maneras de notar las misericordias diarias de Dios».
¿Lamentas que los momentos de belleza, alegría y risa en tu vida sean tan momentáneos? Es como uno de esos videos de Instagram de un niño pequeño sonriendo con entusiasmo y aceptando un trozo de limón («¡oh, nueva comida!), para dar paso a la fruncida y confusa expresión: «espera, ¿qué?». Los momentos de alegría son tan fácilmente consumidos por pequeñas y grandes intromisiones. Estos interruptores de alegría podrían ser el próximo desafío difícil en tu lista de quehaceres cada vez más grande un día específico o las noticias impactantes del diagnóstico de cáncer de un ser amado. Ya sean pequeños o monumentales, los desafíos y dolores de la vida en este mundo rápidamente pueden eclipsar nuestra percepción del bien que Dios trae a nuestras vidas. ¿Qué podemos hacer al respecto? He estado considerando últimamente cómo amplificar momentos excepcionales de alegría o belleza que Dios me da. Quiero que sean experiencias de agradecimiento que duren más y que sean más perdurables, que coexistan con el dolor, la pena y la lucha constante con el pecado. La respuesta no es cubrir nuestros ojos y esconder nuestra cabeza en la arena en relación con los aspectos difíciles de la vida. A veces estas intromisiones de sufrimiento o pecado son simplemente demasiado enormes y demasiado trágicas para ignorarlas. Lo que quiero es a-l-a-r-g-a-r la alegría un poquito más. Quiero que permanezca más en mi vida. ¿Cómo podríamos expandir estos momentos a fin de que hagan una impresión más profunda, más perdurable en nuestros corazones? Un punto de partida es aceptar que el dolor y la alegría coexisten en esta vida. Nos guste o no, ambos son visitas en nuestra casa al mismo tiempo. No son experiencias secuenciales, sino simultáneas. Demasiado a menudo cuando la vida es difícil, pienso: «si tan sólo pudiera superar esta dificultad, esta tristeza, esta lucha con el pecado, entonces, podré experimentar alegría». Sin embargo, el apóstol Pablo describió esta experiencia como «entristecidos, pero siempre gozosos» (2Co 6:10). El diseño de Dios es que note y aprecie su bondad y cuidado en medio de las pruebas inevitables. Pablo lo dice de esta manera: «estén siempre gozosos. Oren sin cesar. Den gracias en todo, porque esta es la voluntad de Dios para ustedes en Cristo Jesús» (1Ts 5:16-18). Como a mí, ¡probablemente encuentres más fácil decir esto que hacerlo! Me anima el hecho de que Jesús recorrió este camino antes que yo. Su vida completa fue dificultad y alegría entrelazadas. Quizás esto se ve más claramente en la noche de su crucifixión cuando Jesús habló extensamente con sus discípulos y pronunció estas extraordinarias palabras: «estas cosas les he hablado, para que mi gozo esté en ustedes, y su gozo sea perfecto» (Jn 15:11). Nuestras alegrías más profundas y nuestros agradecimientos más grandes están atados a su obra redentora por nosotros. Permanecemos en Él (Jn 15:4-5). No obstante, sus misericordias no sólo están relacionadas con la salvación. Él cuida de sus hijos ahora al otorgar una multiplicidad de bondad tangible cada día. Entonces, ¿cómo podemos crecer en gratitud y notar estas cosas? Permíteme sugerir diez maneras en que podemos alargar una alegría momentánea a una postura más perdurable de gratitud.
- Abre tus ojos y reduce la velocidad. Si «este es el día que el Señor ha hecho» (Sal 118:24), pídele a Dios que te haga más consciente de su obra y sus caminos a lo largo de tu vida. Pídele ojos que noten misericordias frescas. Pídele que te ayude a crecer en agradecimiento por su cuidado.
- Recuerda que no estás solo. Jesús, por su Espíritu, está presente contigo en cada paso de tu día, ya sea que se sienta como verdes pastos o como un valle de sombra de muerte (Sal 23:1-4).
- Cuando tu corazón es conmovido por la alegría (un hermoso amanecer, la primera palabra de tu hijo, alguna cosa graciosa que hizo tu perro, la bondad de un vecino), velo como la bondad de Dios hacia ti en ese momento. Agradécele en ese momento como el Dador de este buen regalo. Pídele que te ayude a cultivar un asombro como el de un niño para que no te pierdas ni la más mínima bendición.
- Contempla las bendiciones espirituales que tienes debido a tu unión con Cristo. Comienza el día pidiéndole a Dios que te ayude a experimentar la realidad de que vives bajo su bendición, porque eres su hijo, Él está sonriendo, no está con el ceño fruncido.
- Prioriza el agradecimiento en la oración. Es fácil saltar rápidamente a la intercesión y a la súplica. Pero recuerda el aliento del viejo himno: «ve tus bendiciones, cuenta y verás; [lo que Dios ha hecho en tu vida ya]». Habla no sólo de lo que tú quieres que Él haga por ti, sino que también de lo que Él ha hecho por ti.
- Pasa un par de minutos al final de cada día recordando los lugares donde sentiste que Dios te encontró. Esto es especialmente importante si tiendes hacia el lado de la melancolía del espectro del temperamento o si es que hay penas actuales y profundas en tu vida. Pregunta: «¿dónde he visto la bondad de Dios conmigo este día?».
- Ten un diario de gratitud. Escribe esos regalos de la bondad de Dios, pequeños y grandes.
- Cuéntale a alguien más sobre tu experiencia de alegría. Una bendición compartida es una bendición ampliada. Testificar la bondad de Dios de maneras específicas aleja la duda que podría aparecer en medio de las dificultades actuales de tu vida.
- Mantente alejado de una mentalidad de escasez y de la visión del carácter de Dios como alguien tacaño. Él es un Padre generoso (Lc 12:32; Ro 8:32). Demasiado a menudo siento como si estuviera aguantando mi respiración, sólo esperando que algo malo suceda. La gratitud me ayuda a exhalar, pues corta de raíz la queja y el cinismo.
- Enmarca las cosas difíciles admitiendo la soberanía de Dios y su cuidado amoroso sobre tu vida. En esencia, lamentar bien en realidad abre la puerta a la gratitud. Esta no es una alegría artificial, una falsificación de esas tarjetas de felicitación cursis, sino una convicción ganada con esfuerzo de que mi Salvador probado y verdadero está obrando redentoramente en mi vida y en el mundo.
¿Quieres aprender más sobre la vida y ministerio de Pablo, y cómo él nos muestra lo que significa alegrarnos siempre y mucho más? Regístrate hoy para unirte a nosotros en nuestra 2025 CCEF National Conference: To Live Is Christ: The Life & Ministry of Paul [Conferencia Nacional CCEF 2025: vivir es Cristo: la vida y el ministerio de Pablo, que se realizará en Hershey, Estados Unidos].
Este artículo fue traducido íntegramente con el permiso de The Christian Counseling & Educational Foundation (CCEF) por María José Ojeda, Acceso Directo, Santiago, Chile. La traducción es responsabilidad exclusiva del traductor.
Esta traducción tiene concedido el Copyright © (24 de abril de 2025) de The Christian Counseling & Educational Foundation (CCEF). El artículo original titulado «Alegría expandida: diez maneras de notar las misericordias diarias de Dios». Copyright © 2024 fue traducido por María José Ojeda, Traductora General, Acceso Directo. El contenido completo está protegido por los derechos de autor y no puede ser reproducido sin el permiso escrito otorgado por CCEF. Para más información sobre clases, materiales, conferencias, educación a distancia y otros servicios, por favor, visite www.ccef.org.
Prozac y las promesas de Dios
Resumen: el sufrimiento afecta tanto a nuestros cuerpos como a nuestras almas, y así también deberían ser nuestras soluciones al sufrimiento. Muchos cristianos han recurrido a los fármacos psicoactivos con cautela, preocupados de que tales prescripciones pudieran sofocar problemas espirituales más profundos. No obstante, los que ofrecen ayuda y están comprometidos con un enfoque de tratamiento holístico y centrado en Dios pueden aprender a ver los medicamentos como un don de Dios y como una fuente potencial de ayuda al preguntar: «¿qué parece más sabio para esta persona en particular, con estas luchas particulares, en este momento particular?».
Este artículo es parte de una serie continua de artículos destacados escritos por académicos para pastores, líderes y maestros, publicada originalmente en Desiring God.
La familiaridad básica con los fármacos psicoactivos es cada vez más valiosa para los pastores, consejeros y otros ayudantes en la iglesia. Vivimos en un tiempo en el que cada vez más y más se le atribuyen a la disfunción cerebral los problemas de la vida. La medicación es promocionada como un aspecto importante (si no el más importante) del tratamiento dentro de la comunidad psiquiátrica. De acuerdo con la comprensión común, a menudo es el tratamiento de elección. Los cristianos siguen divididos en este asunto. Algunos dirían que la medicación con frecuencia es apropiada, viéndola como una herramienta dada por Dios para aliviar el sufrimiento mental. Otros son más precavidos, recomendando la medicación sólo en situaciones más graves. Otros todavía consideran el uso de fármacos psicoactivos como una «salida fácil», argumentando que una postura básica de obediencia centrada en el Evangelio es todo lo que realmente se necesita. ¿Quién tiene la razón? ¿Cómo debemos pensar en este importante asunto? Sin duda, es importante hablar con nuestros médicos sobre los aspectos biomédicos de estos medicamentos, incluida la evidencia basada en la investigación de su eficacia (o no), efectos secundarios y tratamientos alternativos disponibles. Debemos estar bien informados médicamente. Sin embargo, como cristianos, también necesitamos una filosofía basada en la Biblia para guiarnos en el uso o no uso de los fármacos psicoactivos.
Fundamento: antropología del cuerpo y el alma
¿Cómo debemos evaluar el uso de los fármacos psicoactivos desde una perspectiva explícitamente bíblica? Después de todo, ¡no encontrarás «el uso de Prozac» en la concordancia de la Biblia! El mejor punto de partida es recordar que Dios nos creó como criaturas con cuerpo y espíritu (Gn 2:7; Ec 12:7; Mt 10:28). Somos seres espirituales encarnados físicamente, creados por Dios para honrarlo y adorarlo. Somos cuerpo y alma simultáneamente. Nunca ha habido un tiempo en el que no estemos involucrados espiritualmente. Y nunca ha habido un tiempo en el que no estemos físicamente involucrados. Esto significa que la atención tanto de los aspectos físicos como de los espirituales de nuestra persona es obligatorio en el cuidado de otros. Es profundamente deshumanizante ignorar el «corazón» —nuestra disposición moral espiritual (Pr 4:23; 27:19)— y las responsabilidades que van con él. Es profundamente deshumanizante ignorar el cuerpo, las fortalezas y las debilidades que van con él. Con esta base como fundamento de lo que sigue, discutiré cuatro perspectivas bíblicas que deben dar forma a nuestro enfoque de los fármacos psicoactivos. Notarás que cada perspectiva bíblica es equilibrada. Esto refleja los matices de Dios al lidiar con nosotros como portadores de su imagen cuerpo y espíritu, y la variedad de prioridades ministeriales que están en juego a medida que nos involucramos en el ministerio unos con otros.Aliviar y redimir el sufrimiento
Perspectiva bíblica nº. 1: el alivio del sufrimiento y el crecimiento del carácter cristiano en medio del sufrimiento son importantes. Cuando llega el Reino en Jesucristo, ves el corazón de Dios con respecto al sufrimiento de dos maneras. Primero, es el diseño de Dios aliviar el sufrimiento que apareció como resultado de la caída. Considera cómo Marcos 1 describe las actividades del ministerio de Jesús: enseñanza, exorcismo, sanidad de varias personas con enfermedades, oración y limpieza de un leproso. Pedro se lo explica así a Cornelio:Dios ungió a Jesús de Nazaret con el Espíritu Santo y con poder, el cual anduvo haciendo bien y sanando a todos los oprimidos por el diablo; porque Dios estaba con Él (Hechos 10:38).Claramente, una marca del Reino inquebrantable es el alivio del sufrimiento. Como nos recuerda el himno navideño Gozo del mundo, Jesús «viene a dar su bendición, donde llegó la maldición[efn_note]N. del T.: traducción propia. Para efectos del sentido del artículo, se decidió hacer una traducción propia en lugar de usar la versión oficial del himno en español.[/efn_note]». El alivio del sufrimiento es bueno y necesario. De hecho, hacia allí se dirige la historia: en el nuevo cielo y en la nueva tierra no habrá llanto ni dolor (Ap 21:4). Por tanto, cuando buscamos traer alivio a nuestro sufrimiento ahora, estamos siguiendo el plan de redención de Dios. Como el puritano Jeremiah Burroughs dijo: el contentamiento «no se opone a esforzarse por salir de las aflicciones actuales mediante el uso de medios permitidos[efn_note]Burroughs, Jeremiah. (2023) La joya rara del contentamiento crisitano (Lima:Teología para Vivir. S.A.C), p. 40.[/efn_note]». Creo que los fármacos ciertamente pueden ser uno de esos medios lícitos. No hay nada inherentemente erróneo en buscar alivio del sufrimiento presente. Aun así, una segunda hebra de enseñanza se observa en el Nuevo Testamento: el diseño de Dios para redimir la experiencia del sufrimiento para los creyentes debido a su unión con Jesús, el Siervo sufriente. Pablo llama a esto: participación en los sufrimientos de Jesús (Fil 3:10, NVI). En virtud de estar en Cristo, Dios obra en medio de nuestro sufrimiento conformándonos a la imagen de Cristo. Esta es la puerta para experimentar su poder de resurrección y gloria. Muchos pasajes del Nuevo Testamento muestran esta enseñanza central, incluyendo Romanos 8:16-25; 2 Corintios 1:8-9, 2 Corintios 4; 2 Corintios 12:9-10, Filipenses 3:10-11; Colosenses 1:24; Santiago 1:2-5, y 1 Pedro 4:12-13. El antiguo profesor de seminario Richard B. Gaffin Jr. resume estos pasajes de esta manera:
Es tan natural para nosotros asociar el sufrimiento sólo con el retraso de la segunda venida de Cristo y ver el sufrimiento sólo a la luz de lo que no tenemos todavía en Cristo. Pero cuando esto sucede, hemos perdido de vista el hecho crítico de que en el Nuevo Testamento, el sufrimiento cristiano siempre es visto dentro del contexto del Reino venidero de Dios en poder y como manifestación de la vida resucitada de Jesús[efn_note]Gaffin Jr., Richard B. (1979) «The Usefulness of the Cross» [La utilidad de la cruz]. Westminster Theological Journal 41, no. 2 (Spring): 229-46. N. del T.: traducción propia.[/efn_note].En otras palabras, Dios está obrando redentoramente en medio de nuestros sufrimientos en virtud de nuestra unión con Aquel cuyo sufrimiento, en última instancia, condujo a la resurrección y a la gloria. Por lo tanto, aunque aliviar el sufrimiento es una prioridad del Reino, buscar un mero alivio sin una visión de la agenda transformadora de Dios en medio del sufrimiento queda corta ante el diseño de Dios para el florecimiento de la vida humana. Otra manera de decir esto es que debemos estar contentos por el alivio de los síntomas, pero simultáneamente buscar el fruto variado del Espíritu: perseverancia en medio del sufrimiento, confianza más profunda en el amor del Padre, esperanza más establecida, amor por quienes luchan, gratitud, y más. ¿Qué significa esto en relación al uso o no uso de medicamentos? No te apresures en desechar el sufrimiento como si el alivio inmediato de las pruebas fuera el único bien que Dios busca. Y no pienses que es más «espiritual» refrenarse de tomar medicamentos, como si el refinamiento del carácter es el único bien que Dios quiere. Él está interesado tanto en el alivio del sufrimiento como en el refinamiento del carácter. No escogemos nuestro sufrimiento de una manera masoquista. No obstante, somos llamados a una vida de caminar en los pasos de nuestro Salvador sufriente. Cristo nos enseña un estilo de vida centrado en la cruz y dependiente en todas las situaciones (Lc 9:23).