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¿Cuál es el objetivo del ministerio de niños?
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¿Cuál es el objetivo del ministerio de niños?

Quiero decir desde el principio que si estás buscando una guía para el ministerio de niños de tu iglesia, una especie de ABC de cómo organizarlo, este no es el artículo para ti. No te daré una guía paso a paso. Sin embargo, a pesar de eso, espero que esto sea una ayuda práctica y útil para llegar hasta allá. Mi enfoque principal en esta serie de artículos sobre el ministerio de niños es dar un paso hacia atrás y pensar en lo que queremos de nuestros ministerios para luego entregar algunos principios generales que nos lleven en la dirección correcta con el deseo de que podamos hacer cosas de una manera más fructífera.

¿Qué queremos del ministerio de niños de nuestras iglesias?

Normalmente, en la mayoría de las iglesias, se considera que es algo bueno tener un ministerio de niños. A menudo, las iglesias quieren mejorar el ministerio de niños, pero esto no es siempre con la intención de ayudar a los niños a crecer en su fe. Con frecuencia, lo que impulsa el deseo de un mejor ministerio de niños es un «temor» de que si no tenemos uno «bueno» no atraeremos a nuevas familias (o no mantendremos a las que ya tenemos). Generalmente, se habla de él como un factor clave para el crecimiento de la iglesia. Hace un par de años, en una conferencia de plantación de iglesias en el Reino Unido, el orador principal comentó que él pensaba que era más importante, para el crecimiento de la iglesia, contratar a un obrero para trabajar con los niños antes que un ministro asistente. Él lo explicó así: un buen ministerio de niños atrae a familias. Las familias (de clase media) traen dinero a la iglesia. Con ese dinero puedes 1) contratar a un pastor asistente; 2) comenzar nuevos ministerios; y luego —esperemos— 3) plantar iglesias. «Si comienzas al revés» —dijo él desde su experiencia— «toma más tiempo tener dinero para contratar más personas y para plantar iglesias». Este pensamiento, rara vez, es expresado en voz alta por los pastores y sus iglesias. No obstante, si miras lo que muchas —¿la mayoría?— de las iglesias hacen con sus ministerios de niños, a menudo, es claro que uno de los objetivos principales es atraer familias. Por supuesto, esto no es necesariamente un mal deseo, pero si es uno de los deseos de un pastor, es probable que este deseo le impida pensar profundamente, orar y discutir sobre lo que en verdad necesita el ministerio de niños de su iglesia. Normalmente, conduce a ministerios que son divertidos, que son entretenidos, que hablan mucho de la cruz, de cómo Dios cumple sus promesas y ¡no mucho más! Esto mantiene a todos felices, porque la mayoría de los pastores quieren que sus niños disfruten la iglesia y los padres más entusiastas estarán felices si sus hijos saben que son pecadores y que Jesús murió para salvarlos. Solo con eso, el ministerio crecerá casi con certeza y, por lo tanto, la iglesia también lo hará. Pero ¿es eso lo mejor para el desarrollo de una generación de creyentes que amará y querrá servir incondicionalmente al Señor?

¿Qué queremos? ¿Cuál es nuestro objetivo?

¡¡¡Que sean cristianos!!! Sí, obviamente, pero... ¿Qué es lo que realmente queremos del ministerio de niños? Si no podemos responder esta pregunta con un poco más de profundidad, todo lo que haremos será tener un ministerio superficial que termina con niños que conocen un par de historias bíblicas que demuestran que Dios cumple sus promesas; que saben que son pecadores; que saben que Dios está enojado con ellos, pero que afortunadamente Jesús murió para salvarlos. ¡Salvarlos de algo en un futuro muy lejano que no pueden imaginar porque no comprenden realmente lo que significa vivir mucho menos morir! Lo que no hará es:
  • desarrollar niños que realmente quieren, conocen y aman a Dios;
  • ayudar a los niños a ver realmente a Dios más allá de lo superficial (así que todas las verdades que enseñamos sobre Dios y las aplicaciones para sus vidas serán las mismas semana tras semana);
  • desarrollar niños que saben cómo 1) descubrir verdades sobre Dios por sí mismos, 2) pensar y lograr entender por sí mismos quién es Dios y por qué esa verdad sobre Él es buena para ellos y para el mundo y 3) procesar qué significa para ellos vivir diariamente con Dios en sus vidas.
Podría seguir y seguir. Pero lo que hará es:
  • hacer a Dios pequeño, aburrido, limitado y predecible;
  • provocar que los niños se aburran de Él y que piensen que lo único bueno de ser un creyente es haber sido rescatado del infierno;
  • no involucrar a Dios en su día a día;
  • probablemente, habrá un punto en sus vidas en el que se den cuenta de que lo que creyeron solo es algo que les contaron (la fe de sus padres) y, en el mejor de los casos, buscarán validez en el cristianismo, pero lo más común es que se alejen o vivan de manera nominal, como creyentes no comprometidos pensando que deben continuar con su fe solo en caso de que el infierno sea real.
¿Qué queremos? ¿Cuál es nuestro objetivo? Deuteronomio 6:4-5 dice: «Escucha, Oh Israel, el Señor es nuestro Dios, el Señor uno es. Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu fuerza» [énfasis del autor]. Y Mateo 28:19-20: «[…] hagan discípulos de todas las naciones, bautizándolos en el nombre del padre y del hijo y del Espíritu Santo, enseñándoles a guardar todo lo que les he mandado […]». Queremos niños que crezcan como discípulos de Jesús. Es probable que cada uno de nosotros entienda algo distinto de la palabra discípulo. El significado de la palabra, cuando Jesús la pronunció, probablemente era más parecida a la palabra actual aprendiz. Hacer aprendices que constantemente aprenden quién es Jesús, que constantemente aprenden sus caminos y que constantemente aprenden cómo llevarlas a la acción en sus vidas diarias. Y a esto se le agrega la fuerza de Deuteronomio 6: llevar a cabo ese aprendizaje todo el tiempo con todo lo que tú tienes y eres. Creo que esto nos muestra cuál debería ser el enfoque de nuestra enseñanza y agrega la idea —la que no he visto en ningún ministerio de niños en ninguna parte— de que debemos darles a los niños las herramientas que necesitan para ser aprendices autodidactas a lo largo de sus vidas. Pero ten paciencia, estos dos temas serán el foco de unos artículos más adelante. Quisiera terminar este primer artículo pensando en cuán importante es el ministerio de niños en nuestras iglesias. Personalmente, no creo que sean muy importantes si nuestro objetivo es el que mencionamos previamente. Estoy convencido de que, después de la obra de Dios en la vida de los hijos de familias creyentes, los padres de esos niños son la pieza más importante del rompecabezas. Ellos tendrán un impacto exponencialmente mayor en la fe de sus hijos que cualquier ministerio de niños. ¡Incluso si los padres son comunicadores inútiles y aburridos, sin un entrenamiento teológico y haciendo apenas algo espiritual con sus hijos! Incluso entonces, aun con un ministerio de niños perfecto, no estaría ni cerca de la influencia y el impacto (bueno o malo) que tendrían los padres de los niños. Quisiera explorar la razón por la que pienso esto, pero por ahora necesito asegurarme de que leas lo que estoy comunicando: si tu iglesia no ayuda a los padres a enseñar a sus propios hijos en sus hogares, no importa lo que hagas, realmente no tendrás un ministerio de niños efectivo que marque la diferencia en las vidas de los niños. Y esto es lo que abordaremos en el siguiente artículo.
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¿Cuál es el rol de los padres en el ministerio de niños?
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¿Cuál es el rol de los padres en el ministerio de niños?

En la Biblia, se enfatiza enormemente el rol de los padres para enseñar la fe a sus hijos. Deuteronomio 6 muestra cómo los padres deben enseñar o criar a sus hijos para amar al Señor. Esta es la razón por la cual, cuando se muestra en la Biblia que el pueblo de Dios se aleja de Él, el dedo acusador a menudo apunta a los líderes y a los padres de Israel que no criaron a sus hijos para que conocieran y amaran al Señor. Jueces 2:7-11 y el Salmo 78 son tristes pero excelentes ejemplos de esto. A lo largo de la Biblia, cuando la iglesia se reunía como nosotros lo hacemos los domingos, se asume que los niños están con sus padres todo el tiempo. Ellos están ahí, con ellos, cantando, orando y escuchando la enseñanza o la lectura de la Biblia. Si lees las cartas de los apóstoles y las lecturas públicas de las leyes del Antiguo Testamento (Deuteronomio) con esto en mente, te darías cuenta de que ¡los niños habrían estado ahí, ya que se les habla directamente a ellos!

¡Las investigaciones lo muestran!

En el 2013, el Dr. John Bellamy realizó una excelente investigación sobre la conversión al cristianismo. Él estudió las influencias comunes que las personas tenían cuando se convertían al cristianismo. El 78 % de las personas en Sydney (donde se llevó a cabo el estudio) acudían a la fe a los 19 años y ante la siguiente pregunta: ¿cuál de las siguientes personas fue la más significativa para que llegaras a la fe cristiana?, la respuesta fue ambos padres, pero por lejos la mamá. Adicionalmente, la investigación dirigida por BARNA en Estados Unidos, titulada «The Household of Faith» [El hogar de la fe], nuevamente muestra la abrumante influencia de los padres en la vida espiritual de sus hijos en el día a día. Su resultado demuestra que los padres, y no otros ministerios o personas fuera de la iglesia, son la principal influencia en temas de fe, Biblia, política y sexo. Vale la pena notar su desafío hacia los papás, ya que el 71 % de los adolescentes buscan la opinión o resolver sus preguntas sobre la fe con sus mamás. El 72 %, específicamente, menciona a sus mamás como la principal influencia o persona a la que acuden con preguntas sobre la Biblia, no a sus papás. Dicho esto, los padres fueron la siguiente gran influencia. Sumémosle a esto los resultados de otra investigación dirigida por YOUTHWORKS (Australia), la cual mostró que incluso los padres que solo «abren su Biblia» de dos a cinco veces al mes con sus hijos, siguen siendo la mayor influencia en sus vidas espirituales si se compara con todo lo que ocurre en y a través de los ministerios de niños y jóvenes de las iglesias. Por lo tanto, lo vuelvo a decir, no importa lo que hagas en el ministerio de niños y de jóvenes, en realidad no tendrás un ministerio efectivo que marque la diferencia en las vidas de los niños a menos que involucres a los padres. Incluso involucrarlos y comprometerlos un poco con la vida espiritual de sus hijos, marcará una tremenda diferencia, aun si los padres solo abren la Biblia con sus hijos y hablan sobre Dios un par de veces al mes. Pero ¿cómo haces eso?

¿Cómo involucrar a los padres?

Pastores, líderes del ministerio de niños, quienes sean: por favor, hablen de la importancia de que los padres lleven a sus hijos a la fe. Por favor, hablen sobre cómo cualquier ministerio de niños y de jóvenes de la iglesia no puede tener el mismo impacto en sus hijos como ellos. Hazlo en los sermones del domingo, cuando estén tomando un café después del servicio, incluso cuando vayan a buscar a sus hijos a la Escuela Dominical. Pero cuando hables con ellos… 
1) ¡¡¡Asume lo peor!!!
Asume que la mayoría de los padres, incluso los «mejores» en tu iglesia, solo abren y leen la Biblia con sus hijos dos o tres veces al mes. Yo tengo bajas expectativas de las personas y rara vez las exceden en esta área. Somos pecadores, salvados, pero aún pecadores que se aman a sí mismos y a su comodidad. A menudo, en muchas familias, ¡anhelamos ese tiempo en que nuestros hijos están en la cama para darnos ese escaso y preciado tiempo con nuestro cónyuge o Netflix! Creo que tener bajas expectativas de las personas las libera para que ellas sean honestas con nosotros. Les da la confianza de que no los vamos a juzgar y también los empodera porque, como muestra la investigación, aun si hacen poco con sus hijos, incluso si solo logran abrir la Biblia con ellos una vez a la semana, pueden tener un impacto gigantesco en sus vidas y eternidad. Por supuesto, queremos más de las personas; por supuesto que anhelamos que los padres tengan ricos tiempos espirituales con sus hijos cada día. Sin embargo, en mi experiencia, esto es muy raro y si lo establecemos como el estándar, disponemos a los padres al fracaso, a la culpabilidad y a que dejen de intentarlo.
2) Asume que no saben por qué deben hacerlo
Quizás esto es algo con lo que debo luchar, pero personalmente, si no sé por qué debo estar haciendo algo, no lo hago o lo hago sin entusiasmo. Creo que la mayoría de las personas se parecen a mí en esto, por esa razón debemos darles a los padres una visión para tener «tiempos espirituales» regulares con sus hijos. Ellos necesitan saber que si sus hijos andan por la vida sin el Señor, no tendrán contentamiento, satisfacción, paz y gozo verdaderos y reales. Mucho menos lo que ocurrirá más allá de esta vida. Personalmente, quiero que mis hijos, en los inevitables altibajos de la vida, sepan que Dios está con ellos, que Él los ama y que tiene un plan para ellos. Quiero que sean personas de oración que entreguen sus ansiedades al Señor y que experimenten la paz que sobrepasa todo entendimiento. Anhelo que no tengan la lucha interior que la mayoría de mis amigos tiene, el constante deseo por más, por algo diferente que tristemente les quita el disfrute de la vida que en realidad tienen. Deseo que estén seguros al saber que son amados por el Señor y que, en respuesta, ellos tengan un profundo amor por Él. Un amor que rebosa para amar a quienes los rodean. Quiero muchísimo para ellos, pero sé que si no conocen ni tienen al Señor en sus vidas, se perderán ahora y eternamente. Dilo con tus propias palabras, pero ayuda a los padres a ver que esas dos, tres, cinco, diez o cualquier cantidad de veces al mes que pasan discipulando a sus hijos es lo que los preparará, por sobre todo, para tener una vida de plenitud, ahora y para siempre. Convéncelos de que estos tiempos son más importantes que la escuela, los deportes o cualquier otra cosa que hagan con ellos. Y por último...
3) ¡Asume que no saben qué hacer!
Hace poco tuve una reunión con un pastor. Como muchos de los que conozco, estaba luchando personalmente con tener un tiempo personal regular con Dios. Él fue entrenado teológicamente, predica, lidera cursos de doctrina y otros en su iglesia la mayoría de las semanas, pero cuando le sugerí que bajara sus expectativas y solo pasara un par de minutos al día leyendo la Biblia y pensando sobre lo que dice acerca de Dios y de su carácter, me hizo la siguiente y muy honesta pregunta: ¿cómo lo hago? Entonces, tuvimos un par de maravillosos minutos mirando juntos varios versículos de la Biblia pensando en Dios. Todo lo que quería que él hiciera era responder estas dos preguntas: 1) ¿qué dice este verso, texto, historia sobre Dios (quién es Él, cómo es Él, etc.) y 2) ¿por qué esa verdad sobre Él es buena para nosotros en nuestras vidas hoy? Muy simple, pero si un pastor entrenado y maduro lucha con saber cómo abrir la Biblia y con simplemente ver lo que le dice sobre Dios y conectarlo a su vida cotidiana, asumo que los padres en nuestras iglesias también. Inspirémoslos a querer hacer esto con sus hijos y démosles las herramientas más simples para hacerlo con sus hijos. Personalmente, cuando converso con padres (y pastores), pienso que el mejor lugar para comenzar es con historias de la Biblia. Historias de la vida de Jesús, de los apóstoles o, en realidad, cualquiera del Antiguo Testamento. Lee una historia, conversa sobre los detalles en ella por un momento, luego siempre haz la pregunta: ¿qué nos dice (muestra) sobre Dios? Incluso si Dios no se mencionó, pregunta: ¿qué nos dice esto sobre Dios? A lo largo del tiempo se hace más fácil, pero es el mejor lugar para comenzar porque Dios siempre es el personaje principal en cada parte de la Biblia, ¡pues es un libro que se trata principalmente de Él! Pregunta: ¿qué hizo? ¿Cómo lo hizo? ¿Por qué? Etc. No obstante, no lo dejamos ahí, queremos conocer a Dios; cómo es Él como persona, por lo que profundizamos un poquito más. ¿Qué nos dice esa acción o dicho sobre cómo es Él? Él, cómo es, cómo es su carácter. ¿Nos muestra su bondad; que habla con su pueblo; que es paciente; que tiene un sentido del humor; que…? La lista no tiene fin. Luego, haz una segunda pregunta: ¿por qué eso respecto a Dios es bueno para mí? Creo que, a veces, hacemos la primera pregunta, pero rara vez escuchamos la segunda o vemos los frutos de alguien que piensa en esto. Esta pequeña pregunta cambia la vida. Si no veo por qué Dios es bueno para mí hoy en mi vida (si nuestros hijos no lo ven), cuando tengamos la oportunidad de seguir sus caminos, probablemente escojamos no seguirlo. En lo profundo, aún somos egoístas y queremos lo que es bueno para nosotros. Mi pecado, el mundo y el diablo siempre me lo están diciendo; siempre me predican que seguirlos a ellos va a ser bueno para mí, por lo que, a menos que sepa y esté convencido de que Dios es bueno y sus caminos son buenos para mí, no viviré incondicionalmente para Él.

¿Frustrado?

Supongo que este artículo te dejó frustrado. Como dije al inicio de esta serie de artículos, mi objetivo es que pensemos más sobre lo que estamos haciendo y por qué en el ministerio de niños. Sé que casi todo lo que he dicho no es sobre lo que hacemos en nuestros grupos de niños los domingos. ¡Pero realmente no quiero que solo sigamos haciendo lo que siempre hemos hecho! Quiero más. Quiero que hagamos cosas en nuestras iglesias que le den más gloria a Dios. Cosas que ayudarán a los niños en nuestras iglesias a florecer como creyentes. Sin embargo, irónicamente, si nos enfocamos más en los padres y en lo que hacen, no solo en lo que ocurre en una hora cada domingo, creo que más familias llegarán a nuestras iglesias, si Dios así lo quiere. Llegarán porque verán los frutos en y a través de nuestras familias. Y, ¿quién sabe? Podríamos crecer en número y las personas darán con más generosidad y podremos plantar más iglesias para la gloria de Dios. Quizás, algunos de los niños crecerán y serán pastores en ellas mientras que otros ofrendarán sus recursos  para que estén ellos ahí porque confían en Dios cuando dice que es mejor dar que recibir.
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¿Cuál debería ser el enfoque de nuestra enseñanza y por qué?
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¿Cuál debería ser el enfoque de nuestra enseñanza y por qué?

Espero que hayas leído los primeros dos artículos de esta serie. Sé que te podrían haber frustrado y quizás quedaste pensando que ¡solo agregué más trabajo! Allí abordé muy poco de lo que hacemos cara a cara con los niños domingo tras domingo. Afortunadamente, en este artículo sí lo haré. Exploraremos dos temas: el primero, solo es un recordatorio —espero— de lo que ya estamos intentando enseñar cada semana en nuestros ministerios; el segundo, es algo esencial para el crecimiento de cada niño como creyente, pero es algo, temo, que ni siquiera está en nuestros radares. 

¿Qué es lo principal que debemos enseñarles a los niños?

1) Dios. ¿Por qué?
¡Si no sabemos cuál es nuestro objetivo, probablemente, no lo lograremos! A veces, lo que intentamos hacer es tan obvio que lo damos por sentado ¡y terminamos fracasando en llevar a cabo exactamente lo que queremos hacer! Por años, fui el director de un ministerio de niños en una gran iglesia del Reino Unido. Parte de mi rol era entrenar a los líderes de niños y observar qué estaban haciendo para ayudarlos a mejorar. Una de las cosas que llamó mi atención una y otra vez era que, generalmente, fallábamos en hacer aquello que creíamos que estábamos haciendo. Al observar lecciones muy bien preparadas, muy atractivas y completamente bíblicas, pude ver que generalmente dejábamos pasar lo central que necesitábamos hacer. Obviamente, esto era mi responsabilidad como el encargado de entrenar a los líderes. Entonces, ¿qué estábamos dejando pasar? ¿Cuál es el objetivo final de un ministerio de niños en la iglesia? ¿Qué es lo principal que queremos enseñarles a los niños? ¿Qué es aquello que no queremos dejar pasar? ¿O a quién no queremos pasar por alto? Dios. ¡Es tan obvio que el enfoque central de nuestra enseñanza debe ser Él! No solo lo que Él ha hecho, sino Él. Quién es Él realmente; cómo es Él; qué le gusta; qué no le gusta; etc. Tristemente, en mi experiencia, he visto demasiadas clases donde se habla mucho sobre Dios; que están organizadas de manera excelente y se hacen brillantemente, que enseñan las historias de la Biblia de maravilla; que enseñan las doctrinas fundamentales de la fe, pero que en realidad no comunican nada a los niños acerca de Dios. Sí, los niños sabían historias y verdades bíblicas, pero cuando hablaba con ellos después de cada clase era obvio que no conocían mejor a Dios. Cuando me di cuenta de esto, cambié el entrenamiento con los líderes. Establecimos a Dios como el centro de nuestro ministerio. No quería que lo olvidáramos ni lo pasáramos por alto cuando volviéramos a enseñar la Biblia. Por lo tanto, en los siguientes años de entrenamiento, ilustraba este punto al pedirles que volvieran a contar una historia de la Biblia simple y bien conocida. Siempre escojo historias porque quiero que los líderes piensen y mejoren en ver a Dios en y a través de la Biblia. Al principio, haría este ejercicio para engañarlos con el fin de mostrarles cuán fácil puede ser enseñar la Biblia y pasar por alto a Dios mientras lo hacemos. Les pedía que no solo recontaran la historia, sino que intentaran volver a contarla en sus propias palabras con énfasis en lo que la historia está intentando enseñar. En un comienzo, cualquiera haya sido la historia (David y Goliat; Moisés y el canasto; etc.), contaban la historia de manera bastante adecuada, pero casi siempre fallaban en mencionar a Dios y lo que Él estaba haciendo en y a través de la historia. Este simple ejercicio a veces era realmente embarazoso, pero el punto se hizo evidente para ellos: es muy fácil enseñar la Biblia, pero podemos fracasar completamente en enseñar algo acerca de Dios. Por esta razón, en el entrenamiento de líderes, siempre enseño que ellos necesitan tener una oración objetivo para cada clase que darán. Para que el punto fuera muy claro, decidimos que nuestras oraciones objetivo de las clases debían comenzar de la siguiente manera: «en esta clase quiero enseñar que este pasaje/historia muestra que Dios es…». ¿Por qué esto es tan importante? ¡Espero que sepas la respuesta a esta pregunta sin que yo la responda! ¿Por qué es tan importante que Dios esté al centro de todo lo que estamos enseñando? ¡Porque Dios es el centro de todo! Él está llevando a cabo sus planes y propósitos en y a través de todas las cosas, en todas partes, en todo momento. Por esta razón, la oración objetivo que debemos tener para cada clase debe ser algo como «en esta clase quiero mostrar que Dios es…». Este es nuestro trabajo número uno, porque solo cuando las personas ven que Dios está en el centro de todo y obrando para nuestro bien, sabrán cuál es su lugar y rol en este mundo. Nadie tendrá la vida plena que Jesús ofrece ahora ni en la eternidad a menos que veamos la vida así: ¡Dios está en el centro de todo y nosotros no! ¿Acaso no queremos esto para nuestros ministerios de niños? Niños que caminan viendo a Dios obrar en sus vidas, que buscan tenerlo al centro de todas las cosas que hacen cada día porque saben que es absurdo no hacerlo. Si fallamos en la simple tarea de mostrarles cómo Dios está en el centro de cada parte de la Biblia a medida que les enseñamos, ¡cómo podríamos esperar que ellos lo vean al centro de todas las cosas que ocurren a su alrededor en su cotidianeidad fuera de la Biblia! Ahora bien, es cierto, les pedí a los líderes que volvieran a contar las historias donde no era obvio ver lo que Dios estaba haciendo, pero con esta oración objetivo, nos forzamos a buscar a Dios e intentar ver lo que Él está haciendo. Lamentablemente, a menudo, en historias donde es imposible no ver a Dios obrar (p. ej., Elías en el monte Carmelo), me parece que no estamos acostumbrados a pensar de esta manera por lo que simplificamos demasiado lo que está ocurriendo y convertimos a Dios en una persona predecible y aburrida. Vemos la historia de Elías en el monte Carmelo y rápidamente decimos que esto nos muestra que Dios es poderoso. Sí, eso es cierto y es parte de la historia, pero, ¡por favor!, hay tanto más ocurriendo aquí.  ¿Cómo se manifiesta su poder? ¿Qué muestra eso sobre Dios y el alcance de su poder? ¿Qué hizo Él específicamente con su poder? ¿Por qué? Podríamos seguir y seguir… En nuestras clases de Escuela Dominical, tenemos el mal hábito de reducir a Dios a una lista muy pequeña de atributos. Si decimos cualquier cosa sobre Él, solo decimos lo obvio con poca profundidad y pensamiento. ¿Cuáles son las clásicas? ¿Cuáles son esas mismas cosas que terminamos enseñándoles a los niños en la iglesia en casi cada una de las clases a las que ellos van? He observado que, más o menos, reducimos el Antiguo Testamento a cuatro verdades básicas:
  1. Dios es poderoso (y nosotros ni siquiera exploramos las entretenidas y variadas maneras en que Él demuestra su poder);
  2. Dios hace y cumple promesas (la primera cosa del Antiguo Testamento, probablemente —y aburridamente—  que les enseñamos sobre Dios);
  3. El pecado enoja Dios;
  4. Dios ama a su pueblo.
Me atrevería a decir que el 95 % de las clases que he observado donde han enseñado el Antiguo Testamento y alguna de las verdades clásicas recién mencionadas, saltan directamente a la muerte de Jesús para concluir. Con una conexión inteligente o no tan inteligente concluiríamos la clase con Jesús muriendo para salvar a los niños. Cada historia apuntaría a la cruz, pero solo a la muerte de Jesús y casi nunca a su encarnación, a su vida y sus obras o a su resurrección. Por supuesto, me encanta el hecho de que Jesús haya muerto en mi lugar para mi salvación, pero nunca me sorprende cuando un padre me dice que su hijo o hija está aburrido en la iglesia. Sin duda lo están, mostramos a Dios como alguien tan aburrido, gris y predecible. ¡Qué crimen! ¡Dios es cualquier cosa menos aburrido, gris o predecible! N. B.: ¡para las clásicas del Nuevo Testamento simplemente cambia la palabra Dios por Jesús! No te desesperes, con poco tiempo y poco esfuerzo podemos cambiar esto. Sin embargo, esto no comienza cuando te sientas a preparar la clase para el domingo que viene. Comienza cuando estás sentado solo, con tu Biblia abierta, leyendo un poco de ella cada día (o un par de veces a la semana para empezar), pensando tú mismo sobre quién es Dios y cómo es Él a partir de lo que estás leyendo. Deuteronomio 6, el pasaje que usamos para inspirar a los padres (y a los líderes de los niños) a enseñarles a los niños sobre Dios, comienza al enseñarte que antes de que les enseñes cualquier cosa a los niños, necesitas conocer tú lo que estás enseñando y tenerlo en tu propio corazón primero. No puedes dar lo que no tienes. Para enseñarles bien a los niños los domingos el enfoque principal debe estar en conocer a Dios tú mismo, en toda su belleza y riqueza antes de que se lo transmitas a otros. Creo que le damos a los niños un pequeño Dios aburrido porque solo tenemos a un Dios limitado y no entretenido en nuestros corazones. Les enseñamos a los niños que son pecadores que necesitan salvación cada semana porque, en lo profundo, de eso se trata nuestra fe. Esto es lo único que nos emociona sobre el cristianismo. No obstante, hemos sido salvados para algo: hemos sido salvados para conocer a Dios, para estar en relación con Dios, para disfrutar a Dios en su plenitud ahora y para siempre. Espero que sepas que Dios es realmente bueno, bondadoso, tierno, entretenido y gracioso y podría seguir y seguir. Sin embargo, aparte de orar por los niños, debemos velar por asegurarnos de que, en el ministerio de niños, tú seas un aprendiz, que tú mismo seas un discípulo de Jesús; alguien que anhela conocer mejor a Dios; alguien que está dando pasos activos (pequeños pasos) en tu propia vida para hacerlo. Por tu bien así como por el de los niños de tu iglesia, cuando escuches un sermón, asistas al grupo en casa semanal de tu iglesia, leas un artículo en la página web de Acceso Directo o leas la Biblia solo, por favor, pregúntate: ¿qué me dice esto sobre Dios? Aun si Dios no se menciona, detente y piensa en ello. Por favor, mantente haciendo una lista de cosas que estás aprendiendo sobre Dios; por favor, no dejes de agregar cosas a ella y adaptarla. Estoy convencido de que, con la ayuda de Dios, esto te ayudará en tu vida diaria a medida que te esfuerzas por vivir como un aprendiz de Jesús. Estoy convencido de que te traerá mayor gozo y quizás sonrías un poco cuando pienses en Dios. Estoy convencido de que te hará preocuparte menos en la vida. Estoy seguro de que te hará orar más y tendrás más contentamiento. Y luego, tendrás más que «regalar» cuando enseñes sobre Dios domingo a domingo. Con el tiempo, el ministerio de niños en tu iglesia será más enriquecido porque lo que estás enseñando sobre Dios será más profundo y más emocionante, ya que lo que conoces de Él es más grande, mejor y más maravilloso de lo que era. Pero hay más todavía…
2) ¿Por qué enseñarles que Dios es bueno para ellos?
La pregunta: «¿qué me dice esto sobre Dios?», en mi opinión, realmente puede cambiar, para mejor, el trabajo que estamos haciendo en nuestro ministerio de niños. Sin embargo, no es suficiente para transformar sus vidas, incluso si tuvieras una lista de cien respuestas profundas, hermosas y ricas a la pregunta de quién es Dios. No es suficiente. Si queremos tener niños que amen profundamente a Dios, que tengan un contentamiento real en la vida y que anhelen seguirlo incondicionalmente, ellos necesitan más que solo conocimiento de Él y sus diferentes atributos. Necesitan ver y conocer por qué esos atributos sobre Dios son buenos. Buenos en sí mismos y buenos específicamente para ellos y el mundo. Un niño, cuando crezca, no tomará decisiones sacrificiales para seguir a Dios si no sabe que Dios es bueno, que Él está de su lado, que Dios está con él y que seguir su camino siempre es bueno aun cuando su presencia no sea obvia y cuando todos a su alrededor le estén diciendo que no lo haga. Necesitamos mostrarles una y otra vez no solo quién es Dios, sino también que Él es bueno. Necesitamos que ellos vean que seguir a Dios y sus caminos es bueno. Es bueno para ellos y es bueno para el mundo. Repite esto, de la misma forma en que yo lo estoy haciendo aquí, para guardarlo en tu (y en sus) mente y corazón. Necesitamos que ellos vean esto miles de veces, en cada parte de la Biblia, una y otra vez. Necesitamos hacer esto vez tras vez para que cuando la vida sea difícil para ellos y no sientan que Dios es bueno, cuando no puedan ver que seguirlo a Él o a uno de sus mandamientos es bueno para ellos, continúen siguiéndolo y obedeciéndolo porque en sus mentes y en sus corazones saben que Dios es bueno y que sus caminos también lo son. ¿Cómo podemos hacer esto? ¿Cómo podemos crear un ministerio que logre esto? Bueno, no podría ser más simple. Hazte la pregunta cada semana y, después que hayas visto que Dios es…, pregúntales: ¿por qué esta verdad que hemos visto hoy sobre Dios es buena para nosotros y para el mundo? Su santidad, su creatividad, su amor, su bondad, su humor, su sabiduría; que Él habla, que Él siempre ha sido, que Él odia al pecado, que Él controla todas las cosas para su bien, que Él es poderoso y que Él cumple sus promesas, etc., todas son cosas buenas para nosotros y para el mundo, todo el tiempo y para siempre. Por lo tanto, en sus iglesias, en sus ministerios de niños hagan la pregunta. ¿Por qué esta o esa verdad sobre Dios es buena? ¿Buena en sí misma, buena para nosotros y el mundo? Por favor, haz la pregunta, siempre pregúntala, en cada clase que enseñes desde el más pequeño hasta el más grande, porque esta simple pregunta puede cambiar el juego. Creer que Dios es bueno es una verdad fundamental que necesitamos ver, conocer y creer para vivir vidas fructíferas Ahora, en este punto, sé que algunos de ustedes podrían estar una vez más frustrados leyendo este artículo. ¡¡¡Matt, dijiste esto en tu artículo anterior!!! ¡Bueno, sí! Pero en mi opinión, si la única cosa que los ministerios de niños hicieran fuera mirar a una parte de la Biblia y hacerse estas dos preguntas: 1) ¿qué nos dice esta verdad sobre Dios? y 2) ¿por qué esto es bueno para nosotros y para el mundo? Esos ministerios habrían cambiado y dado vida a esos niños y familias. Dicho esto, ¡espero que lo que veamos en el siguiente artículo sea nuevo para ti!
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¿Cómo hacer discípulos que tengan las herramientas para alimentarse a sí mismos (y a otros)?
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¿Cómo hacer discípulos que tengan las herramientas para alimentarse a sí mismos (y a otros)?

Antes de ser pastor, fui profesor de primaria. Algo que me encantaba del sistema educacional inglés era el deseo de no solo brindarles a los niños mucho conocimiento, sino que también de darles las herramientas y las técnicas para continuar aprendiendo a lo largo de sus vidas una vez que terminaban la escuela. Lamentablemente, la introducción de las tablas de clasificaciones ha mermado esta perspectiva. El principal objetivo ahora es aprobar los exámenes para subir en la clasificación, por lo que se les enseñan a los niños técnicas para los exámenes y se les entrega la información necesaria para aprobar, en lugar de las técnicas y de las herramientas para llegar a ser aprendices a lo largo de la vida. ¡Obviamente, nuestras iglesias no tienen exámenes ni clasificaciones! Sin embargo, de lo que he podido observar en muchas de ellas, las clases de nuestros ministerios de niños siguen la segunda estructura del sistema de educación y no la primera. Anhelamos correctamente llenar las mentes de los niños con historias bíblicas y sana doctrina, y, ahora, espero, ¡¡¡con un conocimiento de quién es Dios y de por qué Él es bueno para nosotros!!! Pero, ellos necesitan más. Nuestros ministerios deben ayudar a los niños para que sigan aprendiendo por sí mismos sobre Dios, fuera de las clases que damos. Ellos necesitan las herramientas, las técnicas y las preguntas para ser autodidactas. Niños que entran a sus vidas adultas sabiendo cómo aprender de Dios por sí mismos y, esperemos, que también tengan las herramientas para ayudar a otros a aprender de ellos. ¿Cómo hacemos esto? En primer lugar, ¡deben estar conscientes de que quieren esto! Es difícil ser exitoso en algo cuando no se tiene un objetivo. Sin embargo, si este deseo de hacer aprendices es parte de su plan en sus clases, piénsenlo un poco mientras preparan cada una de ellas. Pero ¿cómo pueden hacerlo? De manera simple, involucren a los niños en el proceso de aprendizaje. Cuando son muy pequeños, necesitarán guiarlos y dirigirlos la mayoría de la clase, pero a medida que crecen eso será cada vez menos. Yo uso las dos preguntas que mencioné anteriormente (¡quizás demasiadas veces!) en cada clase que enseño a todo grupo etario. A los más pequeños (de 2 a 4 años), tendrán que entregarles prácticamente toda la información para la clase, pero siempre háganles las dos preguntas y denles tiempo para pensar un poco y responder. Incluso si no responden, al verlos a ustedes aprenderán que miran este libro —la Biblia— y que vienen a este lugar —la iglesia— ¡para aprender más sobre Dios, sobre por qué Él es bueno para mí y para el mundo! Los niños más grandes sabrán las preguntas antes de que las hagan. Genial —¡bromeen con eso de vez en cuando!—. Sin embargo, a medida que crecen, dejen que pasen tiempo solos o de a dos buscando en la Escritura para responderlas por sí mismos. ¡Quizás verán cosas que ustedes nunca vieron y las conectarán a sus vidas y situaciones de formas maravillosas! Obviamente, necesitaremos darles más técnicas y herramientas para abrir la Biblia, pero ¿acaso no es eso lo que queremos? Estamos luchando para que lleguen a un punto donde no nos necesiten y tal vez a un punto en el que puedan tomar nuestro lugar. Debemos prepararlos para vivir la vida cristiana que está frente a ellos, descubrir y encontrar a Dios por sí mismos. Entonces, pensemos, planifiquemos y démosle el tiempo y el espacio (con supervisión) para usar las herramientas que les estamos enseñando. ¿Cómo? Comencemos por usar cinco preguntas básicas que sus escuelas les están enseñando en cada materia: qué, dónde, cuándo, cómo y por qué. Hagan que encuentren la idea principal de un pasaje o historia y vean qué les está enseñando sobre Dios. Enséñenles a buscar palabras o frases repetidas, sorpresas, etcétera. Hagan que se entretengan intentando descubrir cómo tal historia o pasaje en este libro encaja con lo que ocurre antes y después. Denles más o menos una idea de la gran historia de toda la Biblia y háganlos pensar en cómo esta parte encaja en el todo a fin de ayudarlos a ver cómo Dios se revela a sí mismo. Tal vez piensen que esto es demasiado avanzado para ellos, pero yo no lo creo. En la escuela, ellos están aprendiendo e investigando por sí mismos cosas muy complicadas, pero los domingos les entregamos verdades muy simples sobre Dios y no los invitamos a pensar. Sí, con el tiempo ustedes necesitarán fortalecer las habilidades de los niños y enseñarles cómo hacerlo, pero para cuando tengan 11 años, yo esperaría que ellos estén usando Biblias reales (quizás con palabras simplificadas) y sean ellos mismos los principales investigadores. Siento que esta es una de las razones por la que los niños se aburren tanto en la iglesia. Me pregunto si es probable que esta sea parte de la razón de su mal comportamiento. A partir de lo que he observado, no estamos exigiendo ni desafiando lo suficiente a los niños. Si necesitan convencerse, ¡solo googleen el tipo de matemática y ciencias que están estudiando en la escuela!

¿Y ahora qué?

Mi mayor anhelo con estos artículos es que ustedes se pongan a pensar. Pasen un momento juntos pensando y conversando honestamente sobre lo que quieren del ministerio de niños. No recomiendo tener esta conversación sin involucrar a su pastor. Luego, una vez que tengan un objetivo, discutan lo que están haciendo actualmente en el ministerio y sean valientes. Si ayuda al objetivo, manténganlo; si no ayuda, incluso si es algo que sus iglesias han hecho por 30 años, desháganse de eso. Trabajamos con estos niños por una o dos horas cada semana; hagamos que cada minuto cuente.

Para concluir, una palabra final: ora

Pueden tener el mejor objetivo para el ministerio, el mejor equipo de líderes armado, los padres desempeñando su parte cada día, pero a menos que Dios esté obrando, nada de lo que hagan importa. Nuestro mayor objetivo debiera ser que los corazones de los niños cambien para amar y servir al Señor. Esto es algo que ninguno de nosotros puede hacer. Solo Dios puede transformar los corazones y las vidas. Por tanto, ora, ora y ora. Honestamente, creo que el cambio más significativo que cualquier iglesia puede hacer en su ministerio de niños es decidir reunirse como líderes cada domingo antes de que lleguen los niños para orar por 10 minutos. No discutir quién hará qué cosa, no para arreglar la sala, sino tener una lista con los nombres de los niños y orar por ellos, cada semana. ¡No logramos dimensionar lo que el Señor hará!
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¿Por qué y para qué tenemos grupos pequeños?
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¿Por qué y para qué tenemos grupos pequeños?

Grupos en casa, grupos de crecimiento, grupos pequeños, células, comunidades misionales. Como sea que quieras llamar a estos grupos, básicamente, se llevan a cabo en cualquier parte del mundo donde exista una iglesia y, en su mayoría, hacen las mismas cosas y de la misma manera. He hablado con muchos líderes de diferentes países quienes ven a los grupos pequeños de estudio bíblico (normalmente en casas) como una parte esencial de la vida cristiana y como una lucha constante para involucrar a más personas. Y esto no es algo que solo creen los pastores, los miembros de la iglesia también saben que estos grupos son importantes y consideran que deberían involucrarse en uno de ellos incluso si no quieren hacerlo.

¿Por qué son tan importantes? ¿Para qué existen exactamente?

Creo que más o menos sabemos la respuesta y probablemente todos podríamos dar una respuesta lo suficientemente buena a estas preguntas. No obstante, con tantas cosas en la vida, si no sabemos hacia dónde estamos apuntando, si no tenemos una meta, rara vez daremos en el blanco. Y es más, podríamos hacerlo mucho mejor si solo supiéramos exactamente qué es lo que estamos tratando de hacer. En las siguientes semanas, todo lo que intentaré hacer es que pensemos juntos en estas preguntas: ¿por qué son importantes? y ¿para qué sirven?, todo esto con el propósito de que sepamos hacia dónde debemos apuntar. Si estás de acuerdo con la meta que voy a proponer, considero que hay algo que falta en la mayoría de las iglesias, algo que puede retardar y detener el crecimiento de las personas en nuestras iglesias, ¡incluso en aquellos que participan en grupos en casa cada semana! También quiero proponer un método de estudio. Un método que asumo que la mayoría de nosotros usa. Sin embargo, quiero que pensemos por qué usamos ese método y qué podemos conseguir. Y finalmente, quiero terminar con una simple pregunta para usar en nuestros estudios que puede transformar un «estudio bíblico normal» en una herramienta para crear líderes en nuestras iglesias.

¿Qué estamos intentando hacer?

Las típicas respuestas que se me ocurren que cada iglesia da son:
  • Un lugar donde los creyentes puedan crecer en su fe.
  • Un lugar para crear y disfrutar de la comunidad cristiana.
  • Un lugar para invitar a no creyentes.
  • Un lugar donde sentirse apoyado.
Todas estas son cosas buenas, pero a menudo y debido a que los objetivos nunca o rara vez se mencionan o se enseñan, uno de ellos se vuelve el objetivo predominante según las tendencias de cada grupo. De ahí que es posible ir a diferentes grupos en una misma iglesia. Todos dicen que están haciendo las mismas cosas anteriormente descritas, pero sucede que uno de ellos tomará más de cuarenta minutos en una reunión de una hora y media para dar una charla sobre la Biblia. Una charla excelente, profunda y bien preparada, pero con muy poca interacción, casi nada de oración y poca conexión con la vida diaria. Otro grupo pasará casi todo su tiempo hablando de la vida y de lo que ha estado sucediendo en la semana, y casi como una idea de último momento alguien dirá algo como: «oh, deberíamos mirar al pasaje bíblico para el día de hoy», y harán un estudio muy corto y superficial. Otro grupo recibirá constantemente personas nuevas que han sido invitadas, porque el grupo realmente quiere ver a personas poner su fe en Cristo, no importa el estudio ni donde sea que estén en la Biblia, el punto es que somos pecadores que necesitan ser salvados por Jesús. En otro grupo abrirán las Biblias y todos tendrán la oportunidad de hablar y compartir lo que Dios les ha estado diciendo, pero no llegarán a ninguna conclusión acerca de lo que realmente está diciendo el pasaje y, en parte, nadie las quiere. Sin embargo, necesitamos más. ¿Cuál es mi deseo? Como líder de la iglesia, ¿qué es lo que queremos? ¿Cuál es nuestra meta?

¿Qué queremos de nuestros grupos en casa?

Que sean un lugar donde las personas pueden acercarse más a Jesús. Conocer a Dios y amarlo más profundamente y mejor. Un lugar para ayudar a los discípulos de Jesús a vivir para Él cada día, usando (y practicando) los dones que Él nos dio. Que sean un lugar donde Dios es la conversación. Estudiarlo a Él, no solo lo que ha hecho, sino a Él mismo. Quién es Él realmente, cómo es Él, qué le gusta y qué no le gusta. Un lugar para pensar y hablar sobre los beneficios de Dios para nosotros y para el mundo, y para continuar la conversación fuera de nuestros tiempos formales. Que sean un lugar donde se crean amistades reales, profundas, donde se construye confianza para hablar abiertamente sobre nuestras debilidades, pecados, gozos y tristezas. Un lugar para aprender juntos a vivir para nuestro Dios día a día y donde nos apoyamos unos a otros en oración. Que sean un lugar donde no solo transmitimos conocimientos, sino donde damos a los miembros las herramientas para leer la Biblia por sí mismos fuera de los grupos. Que sean un lugar donde las personas puedan intentar usar los dones que Dios les dio, como por ejemplo: intentar dirigir un estudio, orar, ser hospitalarios, escuchar o pintar la sala de alguien en el grupo. Que sean una comunidad para ayudarnos unos a otros a evangelizar. Estas metas son grandes e implican mucho; no obstante, en los artículos que siguen veremos cómo cumplir algunas de estas metas. Puede que estés pensando que esto es demasiado, pero desde mi experiencia personal y habiendo estado en un grupo en casa con estos objetivos y habiendo organizado un ministerio de grupos en casa en mi iglesia anterior, creo personalmente que estas siete cosas y más son hechas y enseñadas con más efectividad en y a través de grupos en casa. Tal vez nuestros grupos en casa no están listos para hacer esto ahora, pero con tiempo, oración y la ayuda del Señor podemos tener grupos que logren estos grandes objetivos. ¡Espero que los siguientes artículos nos ayuden a comenzar a hacer esto!
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¿Qué hacemos dentro de los grupos pequeños?
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¿Qué hacemos dentro de los grupos pequeños?

«Se ha convertido recientemente… intégralo a un grupo en casa». «Ha llegado a nuestra iglesia desde otra iglesia… intégralo a un grupo en casa». «Ya no tiene edad para el grupo de jóvenes… intégralo a un grupo en casa». «Tienen pulso… intégralo a un grupo en casa». ¿Está mal pensar así? Esto es casi una práctica (o deseo) universal de las iglesias. ¿Está mal? Puede que no, puede que sí. Puede que no: desde mis propias observaciones, los grupos en casa son un lugar en el cual los creyentes son discipulados maravillosamente, donde crecen y son entrenados para usar los dones que Dios les ha dado. Puede que sí: a menudo he visto y escuchado historias en el que los grupos en casa son un lugar donde la gente se reúne y donde se quedan por años y décadas; sin embargo, no crecen y no son realmente entrenados para usar sus dones.

¿Por qué?

Hay muchas razones y muchas de ellas probablemente las conocemos. No obstante, una de las que rara vez escucho es que integramos a las personas en grupos pequeños demasiado rápido Queremos que todos sean parte de un grupo pequeño, pero probablemente no son un buen lugar para todos. Particularmente, un nuevo creyente. Un creyente joven no es simplemente alguien que se acaba de convertir al cristianismo. También puede que sea un creyente hace décadas, pero que aún no sea un creyente inmaduro. Hebreos 5 lo describiría como aquel que toma leche y que no está comiendo comida sólida aún. Es una imagen muy gráfica la que usa el autor. Sería terrible y probablemente fatal saltar las etapas de la leche y el destete en los bebés, pero es una práctica normal en la mayoría de las iglesias que conozco en el Reino Unido y en Chile. Obviamente, la iglesia no es una máquina y la manera en la que Dios obra en y a través de cada persona es diferente. No obstante, para ayudarnos a pensar en esto y tal vez para encontrar una solución, necesitamos pensar en la manera en que funcionan las cosas en general. Y para mí la explicación de las «4 es» del libro El proyecto de la vid, escrito por Colin Marshall y Tony Payne, ha sido de mucha ayuda. En el libro, ellos piensan en profundidad sobre Mateo 28: ¿cómo hacemos discípulos que puedan hacer otros discípulos? ¿Y cómo se ve de manera práctica en la iglesia? Las «4 es» (¡que en realidad son 5!) son las siguientes:
  1. Entablar conversaciones: relacionarse con personas no creyentes, comenzar a hablar sobre temas espirituales.
  2. Evangelizar: comunicar claramente las buenas nuevas de Jesús a no creyentes.
  3. a. Establecer a los nuevos creyentes que necesitan leche.
  4. Establecer a los creyentes que pueden comer comida sólida.
  5. Equipar a los creyentes: entrenarlos para que desarrollen en conjunto sus dones.
Piensa en tu iglesia. Podrías considerar los planes y los deseos que tiene tu iglesia (sean exitosos o no) para lograr los dos primeros puntos. Los grupos pequeños y los diferentes cursos bíblicos son lo que esperamos que suceda en el punto «establecer a los creyentes que pueden comer comida sólida». El punto «equipar» a menudo sucede menos de lo que nos gustaría en la mayoría de las iglesias; sin embargo, mis observaciones y conversaciones con muchos pastores me ha informado que el punto «establecer a los nuevos creyentes que necesitan leche» casi nunca sucede y es porque es una categoría que no sabíamos que necesitábamos o es porque asumimos que sucederá a lo largo del tiempo, pero que a larga no sucede o sucede de manera muy lenta e irregularmente a lo largo de décadas. Sin embargo, con un poco de planificación y con un enfoque en el punto 3. a., nuestras iglesias podrían transformar y poner en marcha las 4 es dentro y fuera de nuestras iglesias. Ahora, ¿qué es la leche y banana aplastada que necesitan los nuevos creyentes antes de un asado? Lo primero que se me viene a la mente:
  • Aprender cómo orar. Para empezar, los creyentes deben saber que es la oración y por qué es un tremendo privilegio ser capaces de hablar con el Dios que nos creó. Las personas necesitan ser enseñadas sobre cómo orar durante el día y sobre cómo encontrar tiempo cada día para orar de manera planificada y específica. Deben saber qué quiere decir cada línea del Padre Nuestro, cómo usar los Salmos y más. Conozco demasiados creyentes que luchan mucho para orar y en muchos casos es porque nadie les ha enseñado cómo orar.
  • Aprender cómo escuchar un sermón apropiadamente y qué hacer con un sermón después del sermón.
  • Aprender por qué hacemos lo que hacemos en la iglesia y cómo involucrarse.
  • Aprender qué es la Biblia y cómo leerla para conocer lo básico con el fin de saber cómo interpretarla y cómo hablarle a otros de lo que ella dice.
  • Aprender algunas de las doctrinas básicas del cristianismo.
  • Aprender cómo compartir la fe con otros.
  • Y mucho más.

¿Cómo hacemos esto? ¿Qué sugiero?

Arma un grupo que se reúna por seis semanas o seis meses para revisar algunos de estos conceptos básicos. Sugiero comenzar con algo de la lista anterior. Pueden reunirse una vez al mes o reunirse constantemente. Haz que cada sesión aborde un solo tema para que así cualquier persona pueda sumarse y empezar en cualquier momento. Elige un líder hospitalario, pero antes de elegir a alguien asegúrate que sepa orar, leer la Biblia, escuchar un sermón, etc. Y después, cuando alguien se vuelva un creyente, llegue de otra iglesia o sea demasiado grande para el grupo de jóvenes (o alguien en un grupo pequeño sienta que no está creciendo en su fe) no lo pongas directamente en un grupo pequeño, sino que invítalo primero al grupo de recién llegados o al grupo de bienvenida o al grupo «conoce las bases» (o como sea que llames a ese grupo) y observa, quién sabe lo que que Dios hará con una iglesia llena de creyentes destetados.