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Photo of Nos dejamos engañar por la sensación que nos provoca la Navidad
Nos dejamos engañar por la sensación que nos provoca la Navidad
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Nos dejamos engañar por la sensación que nos provoca la Navidad

Nuevamente, se librará una guerra esta Navidad, una batalla mucho más apremiante que decir «felices fiestas» o «feliz Navidad». Para los creyentes, el verdadero desafío consta de algo completamente diferente. Es una batalla por nuestro corazón, nuestro gozo y nuestra adoración. No soy ningún tacaño. Me encanta la festividad, incluso algunas de las boberías que hacemos que tienen muy poco que ver con el nacimiento de Jesús. No soy el tipo que piensa que la «Navidad es una festividad pagana». Sin embargo, tenemos que saber qué dificultades enfrentaremos durante esta época. Casi cada comercial, especial de televisión y película clásica nos promete una falsa realidad. Estas cosas nos cuentan que nos reuniremos como una familia, nos abrazaremos como grupo mientras cortamos la carne y terminaremos todos riéndonos de puro gozo. Existe un sentimiento que nace en este tiempo del año y nos encanta la sensación.  No obstante, a medida que comenzamos a celebrar más y más temprano, vistiendo nuestros suéteres en un clima de 90 °F, debemos preguntarnos: ¿qué es lo que realmente queremos de este tiempo? ¿En qué ponemos nuestra esperanza que hace feliz este tiempo? ¿Qué anhelamos tener que hace de la Navidad una época favorita del año? Miles de otras respuestas compiten sutilmente (o abiertamente) con esto: «Porque un niño nos ha nacido, un Hijo nos ha sido dado» (Is 9:6).  Nuestra batalla es meternos debajo de todo el comercialismo y el consumismo para experimentar realmente a Jesucristo, nuestro Salvador, quien ha venido y quien vendrá nuevamente.

Menos feliz de lo que esperamos 

Cuando cambiamos el verdadero significado de la Navidad, cuando buscamos otras «buenas nuevas de gran gozo» (Lc 2:10), anhelamos algo que nunca vendrá. ¿Por qué? Porque vivimos en un mundo caído.  Algo anda mal en ti. Algo anda mal en mí. Algo anda mal en el cosmos. Algo está roto. La ruptura entre Dios y la humanidad llevó al quebranto que se desbordó en un quebranto de los sistemas que hemos construido, en los gobiernos que ejercemos, en los negocios que lideramos y en las familias que desarrollamos. No tenemos ningún poder para salvarnos a nosotros mismos. Ninguna cantidad de poder o educación conducirá a la paz en la tierra (o en nuestras familias extendidas).  En lugar de esconder esta realidad, este es el mismísimo contexto que hace que el significado real de la Navidad sea irremplazable. El gozo de la Navidad, la esperanza de la Navidad, el Niño que nos fue dado en amor (Jn 3:16), debe ser llamado «Admirable Consejero, Dios Poderoso, Padre Eterno, Príncipe de Paz» (Is 9:6). Un Admirable Consejero para quienes se lamentan y han perdido su camino. Un Dios Poderoso para redimir a su pueblo de su pasado, su presente y su futuro. Un Padre Eterno: no para reemplazar a la primera persona de la Trinidad, sino que para imitar su cuidado paternal por su pueblo. Nuestro Príncipe de Paz para calmar la guerra y traernos lo que ningún gobierno, tratado o presidente puede: paz con Dios mismo.  Para no perder la sustancia de Cristo en las sombras de todos los bombos y platillos de la Navidad en este tiempo, debemos reflexionar seriamente en estas buenas nuevas de gran alegría para aquellos que viven en un mundo quebrantado. Podría parecer contradictorio considerar nuestro quebranto durante «el tiempo más maravilloso del año». Sin embargo, en lugar de distraernos meramente con las luces, los adornos y los árboles (cosas que no son malas en sí mismas), debemos considerar la realidad del pecado con el fin de recordar por qué necesitamos un Salvador, sentarnos en la oscuridad para que podamos maravillarnos de que la Luz del cielo bajó a la tierra.

Redimiendo nuestra expectativa 

Por lo tanto, para mantener a Cristo en nuestras Navidades, consideremos las malas noticias que hacen maravillosas las buenas noticias. Pero no podemos detenernos ahí; también reconstruimos la expectativa.  Incluso para nuestra sociedad general, este tiempo de festividad se basa en expectativas. A lo largo del tiempo, sacas las luces hacia afuera, pones el árbol, pones regalos bajo el árbol, todo esperando el día de Navidad. Sin embargo, creemos que, el mismo Dios que prometió que Jesús vendría la primera vez para ganar y salvar a su pueblo, dijo que Jesús volvería para llevarlos a casa. Celebramos la primera Navidad porque sabemos que hay una segunda venida.  En el primer Adviento, Jesús viene como un bebé en un pesebre para inaugurar su Reino. Cuando Cristo vuelva en el segundo Adviento, Él consumará ese Reino. Cristo no vendrá como un bebé que necesita ser envuelto, sino como un hombre con un tatuaje en su muslo y una espada que sale de su boca (Ap 19:15-16). Nuestro Salvador vendrá nuevamente a juzgar a los vivos y a los muertos, a hacer todas las cosas nuevas. Cuando Él vuelva, Cristo transformará los corazones y, finalmente, a este mundo. Final y completamente arreglará lo que fue roto. El vientre completo que llevó a un pesebre lleno, que llevó a una tumba vacía debe llenarnos con su gran gozo por esta simple razón: Él volverá. Dios dijo que vendría una vez, y así fue. Él dijo que daría su vida por su pueblo y que volvería a tomarla (Jn 10:14-18), y así lo hizo. Él dijo que volvería, y lo hará (Jn 14:1-3). Celebramos el cumpleaños de Cristo sabiendo que un día celebraremos con Él cara a cara. 

Volviendo al Adviento

En el rápido río del comercialismo y el consumismo de este tiempo de Navidad, en el bullicio y en el ajetreo de comprar, de viajar y de reunirse con otros, necesitamos echar un ancla. Creo que el ancla es esencialmente la práctica del Adviento. Este tradicional tiempo cristiano nos llama a reflexionar en el quebranto de nuestros corazones y de este mundo para mirar más allá hacia un día en el que todo quebranto será erradicado de una vez por todas en su regreso.  Esta es la real (y sutil) guerra en Navidad. No es un debate sobre corrección política, sino un esfuerzo enfocado y apasionado por aprovechar al máximo este tiempo, en lugar de dejarse llevar por las decoraciones y los regalos. En vez de caer en los sentimientos que nos provoca la Navidad, estamos aprendiendo a disfrutar verdaderamente al Niño.
Matt Chandler © 2018 Desiring God. Publicado originalmente en esta dirección. Usado con permiso. | Traducción: María José Ojeda