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Si el amor es Dios, el amor fracasará
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Si el amor es Dios, el amor fracasará

Nunca fui buena para el amor romántico. Temía enamorarme (ser vulnerable con mis emociones). Sabía que quien fuera la persona con la que me casaría tendría que ser un hombre digno según la Escritura, pero también alguien de quien pudiera enamorarme, y esa segunda parte era la que me aterraba. Mientras salía con mi esposo, dos grandes preguntas rondaban la relación: ¿era piadoso? Sí; ¿lo amo? Sí, lo amo. Sin embargo, no terminó ahí, como pensé que lo haría. Puesto que había superado mi miedo a enamorarme y «me arriesgué», pensé que había triunfado; que habíamos triunfado. No obstante, al contrario, me di cuenta de que, aunque me había enamorado, no sabía nada sobre el verdadero amor. Es más, Dios me condujo a mí y a todos mis miedos relacionados con el amor a través de la puerta del amor romántico en el día de mi boda, con el fin de enseñarme sobre su amor verdadero y perdurable en formas nuevas y profundas.

Dos amores

Hay una clara diferencia entre el amor bíblico y el amor romántico. El amor bíblico no es natural en nosotros, por lo que el Espíritu Santo siempre lo produce en nosotros. Nadie ama como Dios sin su ayuda. El amor romántico, en cambio, es más natural en nosotros y, por lo tanto, ocurre fácilmente. El amor romántico es un buen don de la gracia común de Dios diseñado para que lo disfrutemos y es bueno que este tipo de amor se cultive en el matrimonio. El amor bíblico es una categoría completamente diferente. En su centro, el amor bíblico es desinteresado, comprometido con la verdad y dirigido por una obra divina dentro de nosotros. Nunca ocurre a menos que nos acerquemos a Dios en Cristo. El amor bíblico puede expresarse y experimentarse en cualquier relación, mientras que el amor romántico es exclusivo (diseñado para ser expresado y experimentado —finalmente, al menos— con una persona en el matrimonio). Los sentimientos románticos solo rasguñan la superficie del diseño de Dios para nosotros. Ellos nos dan un atisbo de los sentimientos extáticos de Dios por nosotros, el tipo de sentimientos que lo llevan a cantar por nosotros (Sof 3:17). El amor bíblico nos lleva más allá en profundidad dentro ese maravilloso amor. Nuestro amor mutuo refleja su pacto de amor por nosotros (un amor que es tan ferviente en mantener su pacto con nosotros que moriría por nosotros, incluso cuando tiene todos los motivos para dejarnos). La muerte está en el centro del amor de Dios por nosotros y la muerte está al centro de todo amor bíblico. Los votos pactales que hacemos en nuestra boda son una sentencia de muerte de amor. Prometemos morir al yo por el otro, en cada etapa del matrimonio (mantener el pacto cueste lo que cueste, haciendo lo que sea necesario para servir a la alegría de nuestro cónyuge en Jesús).

Dios es amor

Este es el amor definido bíblicamente: morir constantemente a nosotros mismos por el bien del gozo en Dios de otra persona. El verdadero amor no está basado solamente en los sentimientos, sino que está cimentado en las profundas verdades eternas. Este tipo de amor viene de quien es Dios: Dios es amor (1 Jn 4:8). Su misma esencia, modo de ser y carácter están definidas por el amor. Debido a esto, debemos buscar nuestro amor mutuo en él. Con el fin de amar a nuestro cónyuge bíblica, correcta y profundamente, necesitamos el amor del Padre infundido en nosotros. En Mero cristianismo, C.S. Lewis discute la idea de que el amor es parte de la identidad de Dios. Él menciona que cuando la mayoría de las personas dicen la frase «Dios es amor», en realidad quieren decir «amor es Dios». Sin embargo, él dice que, para los cristianos, «Dios es amor» significa que «la actividad viva y dinámica del amor ha estado en Dios desde siempre y ha creado todo lo demás». Lewis continúa diciendo que este amor obra por medio de nosotros, y si queremos amar verdaderamente como Dios lo hace, debemos acercarnos a él. Lewis llama a esto una «infección», que quiere decir que el Espíritu Santo obra una vida espiritual dentro de nosotros cuando nos acercamos a Dios por medio de Cristo. El Espíritu está obrando en nosotros para «infectarnos» con la semejanza de Cristo. A medida que amamos por el poder de su Espíritu, compartimos en la vida, muerte, resurrección y amor de Cristo.

Un amor mayor

Este fue el plan de Dios para nuestro amor desde el primer momento. Él nos salvó para que así podamos experimentar su gran amor y luego convertirnos en canales de su amor para todos los que son parte de nuestras vidas. Este amor tiene lugar dentro y fuera del matrimonio, pero es útil recordar que este amor es el propósito final de cada matrimonio. El amor romántico no es el clímax del matrimonio. Dios nos da un amor por otros que es mucho más hermoso y poderoso que el amor «hollywoodense» El matrimonio es el medio de Dios para mostrarnos un amor más verdadero, más profundo y más perdurable que está enraizado en lo divino y también es su medio para impartirnos este amor. Para conocer y vivir el amor bíblico, debemos acercarnos al centro del amor mismo. Él obrará sobrenaturalmente este amor en nosotros. El amor romántico es lo mismo para un creyente y para un no creyente, pero el amor bíblico es algo que solo un verdadero seguidor de Cristo puede experimentar y expresar.

El poder del verdadero amor

El amor de Cristo que está obrando en nosotros es el ancla debajo del alza y del descenso de las olas románticas en el matrimonio. El amor al que Dios nos llama es un proceso largo. Va más allá del amor a primera vista y se centra en lo que viene en la eternidad. Este amor es una decisión y una práctica bien desarrollada (un esfuerzo diario y lleno de gracia). El amor bíblico implica un largo recorrido, mientras que el amor romántico es, más bien, una carrera corta. En el día de mi boda, sentí que finalmente había dominado el amor romántico. No obstante, después de años de matrimonio, me doy cuenta de que apenas estoy aprendiendo cómo amar. Siempre pensé que tenía miedo de los sentimientos románticos fuertes, pero en realidad temía morir yo misma. Tenía miedo del amor verdadero (el tipo de amor que muere a sí mismo, incluso después de meses y años de lucha y dolor, para entonces levantarme de nuevo a un mayor y más profundo amor). Este es el poder de resurrección del amor fiel, sacrificial, gozoso y bíblico. Nuestros matrimonios pueden compartir en el poder de la muerte y del amor de Cristo (Ro 6:5). Todo lo que debemos hacer es admitir que no tenemos este tipo de amor y pedirle a Dios que nos llene de él y de su amor. Tenemos, como dijo Lewis, que acercarnos lo suficiente a él para infectarnos.
Liz Wann © 2017 Desiring God. Publicado originalmente en esta dirección. Usado con permiso. | Traducción: María José Ojeda
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Si no ama a Jesús, no te amará a ti
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Si no ama a Jesús, no te amará a ti

Al crecer y convertirme en una mujer joven y soltera en la iglesia, siempre escuché una frase sobre los hombres con los que debía salir: «asegúrate de que ese hombre ame más a Jesús que a ti».  Al escucharla, pensaba: «bueno, por supuesto»; no prestaba mucha atención a tal cliché ni pensaba realmente sobre lo que eso implicaba. Adán, mientras caminaba en el jardín junto con Dios, podría haber quedado perplejo con semejante consejo. No había competencia existente para su corazón y su mente, porque Dios le dio a Eva en un mundo perfecto y sin pecado.  Antes de Eva, Adán tenía una comunión perfecta con Dios; es decir, sin pecado, sin vergüenza. Esta relación fue suficiente para Adán. El amor, la gracia y el gozo perfecto de Dios fluyeron libremente en el alma de Adán. En la Biblia, no leemos que Adán se sintiera descontento y necesitado de alguien más aparte de Dios. Sin embargo, Dios vio —mientras Adán disfrutaba de la Deidad que era completamente suficiente— que no era bueno que Adán estuviera solo (Gn 2:18). Eva fue idea de Dios y un regalo de Él para Adán.

Amor a Dios y amor en el matrimonio

Cuando Dios le presentó Eva a Adán, Dios no dijo nerviosamente: «oye, solo asegúrate de que me ames más a mí que a Eva, ¿bueno?». No necesitó hacerlo. Eva no era una amenaza para la relación de Adán con Dios. En el jardín, las relaciones entre Dios y Eva, Dios y Adán, y Adán y Eva cantaban en perfecta armonía. Había belleza y equilibrio en el cruce de estos amores.  No obstante, el pecado trastocó el equilibrio y detuvo la armonía. De pronto, los buenos regalos de Dios se convirtieron en becerros de oro que adoramos y servimos en lugar de adorarlo a Él.  Aunque el matrimonio no tendrá un lugar permanente en el cielo, Dios lo considera importante para su Reino aquí en la tierra. El equilibrio y la armonía entre un esposo, una esposa y su Dios se restaura y se restaura continuamente por medio de Cristo. Sin embargo, antes de que un hombre y una mujer se unan, deben conocerse el uno al otro y determinar si es que están en el mismo camino hacia ese tipo de matrimonio.

Ama al Señor tu Dios

Jesús nos dio el primer y gran mandamiento en Mateo 22:36-40: «Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente». Sabemos que Dios debe estar primero, ya sea que estemos casados, solteros o saliendo con alguien. No obstante, ¿cómo ponemos a Dios primero cuando nos estamos enamorando de alguien más (cuando ya no es solamente «Jesús y yo»)? Dios tenía algo más para Adán que Él mismo. Dios quería entregarle a Adán otra relación donde él pudiera experimentar y practicar el amor y una profunda comunión, un amor que estuviera siempre enraizado y fluyendo desde el amor y la comunión con Dios. En 1 Juan 4:11-12 el apóstol nos dice: «Amados, si Dios nos amó, también nosotros debemos amarnos los unos a los otros. A Dios nunca lo ha visto nadie. Si nos amamos unos a otros, Dios permanece en nosotros y su amor se perfecciona en nosotros».  Nadie ha visto a Dios todavía, pero cuando nos involucramos en el amor bíblico los unos con los otros (al estar en una relación amorosa, al estar casados o solteros), podemos ver a Dios. Lo vemos por la obra de su gracia y amor, a medida que nos perfecciona por medio de otros. Somos la representación física del amor de Dios los unos con los otros. Podemos comenzar a ver que la armonía y el equilibrio son restaurados como en el jardín: Dios nos ama, por lo tanto nosotros podemos amar a otros y nuestro amor por otros revela nuestro amor por Dios.

¿Dios o novia?

La frase cliché no es tan simple como parece, porque un novio no tiene necesariamente que elegir a Dios por sobre nosotras o a nosotras por sobre Dios. La armonía y el equilibrio es posible nuevamente por medio de Cristo, pero, debido al pecado, aún tenemos que lidiar con fracturas en esa armonía restaurada. Por lo tanto, el cliché puede ser útil, pues nos advierte sobre la posibilidad de idolatría tanto en nuestra relación amorosa como en nuestros matrimonios.  Seamos claros, tu novio debe estar realmente interesado en ti, pero no significa automáticamente que él esté idolatrándote. No queremos sobre espiritualizar las relaciones amorosas cristianas. He escuchado que los sentimientos románticos y la atracción se desestiman al restarles importancia o al considerarlos innecesarios dentro de los cristianos. Tengamos cuidado de no adoptar una forma prácticamente gnóstica o simplista de ver a las relaciones románticas, en donde lo físico es perverso y lo espiritual es bueno. Estas no son fuerzas opuestas, sino que, es más, están unidas en la persona de Cristo. Seguimos al Dios-Hombre, que es completamente físico y completamente espiritual.  En el Cantar de los Cantares queda claro que el hombre y la mujer están disfrutando la dinámica física y espiritual del matrimonio, y que Dios se deleita en ambos también. Dios nos conectó con sentimientos románticos y de atracción, pero también debe haber amor bíblico en la relación (algo muy distinto a los sentimientos románticos). Sometemos nuestras emociones el uno por el otro a Dios y a su Palabra.  Por lo tanto, no confundas el deseo natural de tu novio piadoso por ti como una adoración idólatra, pero tampoco asumas inmediatamente que su afecto por ti es equilibrado. Él debe tratarte como una princesa preciada y también dar su corazón y su atención completa al Rey de su vida y amante de su corazón. 

¿Cuál amor va primero?

Cuando salía con mi esposo, él era (y aún es) un hombre piadoso, pero al mirar atrás él ve formas en las que nuestra relación gradualmente reemplazó su relación con Dios. Como un hombre soltero, él pasaba gran parte de su tiempo libre leyendo la Biblia y orando, pero cuando comenzamos a salir, ese tiempo era mayormente dedicado a mí. Él recuerda que cuando recién nos casamos fue difícil pasar tiempo a solas con el Señor mientras yo estaba cerca.  Se dio cuenta cuán fácil fue para él (alguien que valora el contacto y la presencia física) reemplazar su relación con Dios con nuestra relación. El proceso lento de estas elecciones aparentemente inocentes y pequeñas —conversaciones largas, ver películas, salir más y más— se convirtieron en desvíos espirituales. ¿No es más fácil y más natural para nosotros elegir lo que podemos ver por sobre lo que no vemos? No obstante, cuando elegimos priorizar y buscar lo invisible, comenzamos a experimentar más la armonía y el equilibrio que una vez Adán y Eva disfrutaron juntos.  De todos modos, Dios hizo a Eva para Adán, aun cuando Adán tenía a Dios. Esto muestra que la relación entre hombre y mujer es importante y beneficiosa. Sin embargo, debido a la caída, debemos estar conscientes de los obstáculos del pecado —formas en las que exaltamos el regalo por sobre el Dador del regalo; lo visible por sobre el Invisible; la relación por sobre la Relación—. Si quieres que tu novio se convierta en un esposo que te ame como Cristo, asegúrate de que esté caminando con Cristo. ¿Quién más puede amarte como Él?  La mejor forma en la que tu novio puede amarte es amando a Jesús. 
Liz Wann © 2016 Desiring God. Publicado originalmente en esta dirección. Usado con permiso.