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Cuatro razones por las que debes predicar Isaías
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Cuatro razones por las que debes predicar Isaías

Amo la Biblia y al mismo tiempo me intimida. Esto es especialmente realidad en el libro de Isaías. Es largo; es complicado y es tremendamente importante para la comprensión del mensaje de la Biblia. Como predicador, es fácil mirar a este libro y ver un campo minero. ¿Cómo puedo entenderlo, menos aún predicarlo? Estoy seguro de que has tenido la misma experiencia que yo: cuando inviertes el tiempo para entender y enseñar un libro de la Biblia, Dios nunca falla en recompensar tu esfuerzo. Él no nos promete sermones fáciles y excelentes, sino que nos asegura que su Palabra nunca falla (Is 40:8; 55:10-11). Su Palabra es poderosa y salvadora, es palabra de «consuelo»: el Evangelio. Si has puesto al libro de Isaías en la categoría de «algún día lo entenderé», espero que las promesas de Dios sobre su Palabra y las siguientes cuatro razones que ofrezco te animen a reconsiderarlo. Sin embargo, más que cualquier argumento, el mensaje mismo del libro de Isaías debe inspirarte a predicarlo. Este mi mejor intento para resumir el libro: puesto que el pueblo de Dios había «abandonado al Señor» (Is 1:4) para adorar a falsos dioses, «se habían convertido en un pueblo espiritualmente sin vida al igual que sus ídolos[1]» y, por lo tanto, deben enfrentar el «día» venidero del juicio del Señor, es decir, el exilio en Babilonia. Después del exilio, su dureza espiritual persiste, pero Dios no ha abandonado a Israel ni a las naciones. Él ofrece la esperanza de un día venidero de salvación, un nuevo éxodo, liderado por el Rey Siervo prometido, que los salvaría dando su alma a la muerte y cargando el pecado de su pueblo (Is 53:12). Este es un comentario más corto: el día de juicio y de salvación del Señor ya vienen y, cuando venga, su gloria será revelada por medio de su ungido Siervo Rey.
1. Predica Isaías porque es un puente entre el Antiguo y el Nuevo Testamento
Una de las razones por las que Isaías es notoriamente difícil es por los varios puntos panorámicos en el libro. Los capítulos 1 al 39  ofrecen un punto panorámico antes del exilio, advirtiendo el juicio de Dios que vendría sobre Judá, Israel y las naciones que los rodeaban. Los capítulos 40-66 están escritos[2] como si el exilio ya hubiese sucedido. Desde este punto panorámico, vemos que el castigo del exilio no cambió los corazones tercos del pueblo de Dios, sin embargo, aún quedaba una esperanza de «consuelo» del Evangelio (Is 40:1) en la restauración prometida de Dios. Esta estructura única es una característica, no un defecto. Isaías lleva a la historia de Israel a una poderosa conclusión, diciéndonos lo que pasó mientras que también nos revela la acusación fidedigna contra todo el que se le opone. Al mismo tiempo, Isaías presenta la base para el Nuevo Testamento. El Israel de los días de Jesús comparte muchas características con israelitas duros de corazón que vivían posterior al exilio que se burlaban de la elección de Dios: Ciro. Los Evangelios también presentan el ministerio de Jesús como la resolución gloriosa de la historia que comienza con Isaías 40. Como Rikki Watts sostiene, la ceguera y la sordera persistente del pueblo de Dios llevó al aplazamiento del «plan del nuevo éxodo» de Dios hasta la venida de «un nuevo, fiel y sufriente siervo “Israel” que libera a Jacob-Israel y ejecuta el plan de Yahweh para las naciones[3]». En Cristo, el exilio había terminado y el nuevo éxodo finalmente se cumplía. Isaías es el punto de inflexión clave en la historia de la Biblia. Ofrece un destello más claro de cómo Dios solucionará el acertijo de Éxodo 34:6-7. Por medio de la muerte del siervo sufriente, Dios satisfacería la justicia y mostraría su abundante misericordia al perdonar los pecados de su pueblo. A través de este siervo, que no es solo «un pacto para el pueblo», sino que también «luz para las naciones» (Is 42:6), la promesa a Abraham es cumplida. Todas las familias de la tierra encuentran bendición por medio de la fe en el Rey Siervo de Isaías. Isaías entrega una conexión crucial entre la historia de Israel y la revelación de Dios en Cristo.
2. Predica Isaías para animar el evangelismo
Como predicadores, todos agradecemos a Dios por no ser Isaías, que fue llamado a «[ir, y a decirle] a este pueblo: “Escuchen bien, pero no entiendan; miren bien, pero no comprendan”» (Is 6:9). Sin embargo, debemos recordar que nuestro Señor usó estas mismas palabras para describir su propio ministerio (Mt 13:14, 15: Mr 4:12; Lc 8:18). También el apóstol Pablo las mencionó cuando predicó mientras estaba bajo arresto en Roma (Hch 28:26-27). Por la gracia de Dios, nuestro lugar en la historia redentora no es el mismo que el de Isaías, y sin duda no es el mismo que el de Cristo, pero enfrentamos la misma ceguera y sordera espiritual. Isaías proclamaba fielmente tanto el juicio de Dios contra la idolatría como la esperanza que habría de venir, confiado en que la Palabra de Dios «no volverá...vacía» (Is 55:11). Con cuánta más confianza y fidelidad nosotros, que conocemos a Cristo crucificado, resucitado y exaltado, predicaremos el Evangelio a los pecadores ciegos y sordos.
3. Predica Isaías para exponer la vanidad de la idolatría
Isaías tiene mucho que decir sobre los ídolos. Específicamente, Isaías expone las maneras en que los ídolos nos matan. Adorar ídolos ciegos, sordos y mudos nos hace ciegos, sordos y mudos. Incluso el buey conoce a su amo, pero debido a su abandono pecaminoso de Dios, «Israel no [lo] conoce» (Is 1:3). Dios es el Creador viviente y verdadero que habla y salva (Is 42:5, 9), pero los ídolos son creados por meros hombres, hechos de bloques de madera, y deben ser llevados de un lugar para otro (Is 45:20). No son nada y no pueden salvar (Is 44.9-11; 45:20). Aquellos que lo adoran acuden a nada. Necesitamos escuchar el ataque profundo y prolongado a la idolatría porque estamos en una guerra constante contra nuestros propios ídolos. Es fácil para nosotros ver que los tótems de las culturas ancestrales no tenían vida, pero somos mucho más fáciles de engañar cuando se trata de las promesas de poder, riqueza, placer y seguridad contemporáneas. Clamamos a estos dioses, pero no nos responden ni nos salvan (Is 46:7). Esto nos lleva a la razón final para predicar Isaías.
4. Predica Isaías para ver la gloria del Dios viviente
En Isaías 6, leemos sobre el magnífico encuentro con el Señor exaltado y santo, ante el cual Isaías está completamente deshecho por su pecado, pero purificado y perdonado cuando un carbón del altar toca sus labios. Aquí la gloria de Dios es revelada: pura, exaltada, aterradora, pero condescendiente, expiatoria y perdonadora. A lo largo del libro, vemos la gloria de Dios revelada en su soberanía y su sabiduría como Creador y Juez. Lo vemos como el Dios eterno de gozo y luz imperecederos. Lo vemos como el Dios viviente que habla y salva. No obstante, a medida que Isaías nos lleva a nuestro propio encuentro con la gloria del Señor exaltado, llega con un giro. La gloria de Dios es revelada… por medio de un rey humano. Este rey, nacido de una virgen (Is 7:14), es tanto el Rey davídico ungido por el Espíritu (9:1-7; 11:1-11) como el Siervo ungido por el Espíritu (Is 42:1). Sin embargo, él es más que un mero rey humano. Es llamado Emmanuel (7:14), y le serán dados los mismísimos nombres de Dios (Is 9:6). Isaías 42 nos dice que este Siervo gentil y justo participa en la gloria de Dios. Ese pasaje de Isaías 42 es crucial. El Señor se revela a sí mismo como el Creador soberano, pero luego vuelve para describir al Siervo y su obra. Aunque el pueblo está ciego por su idolatría pecaminosa y son cautivos de ella, el Siervo abre los ojos de los ciegos y libera a los cautivos de la prisión (Is 42:7). Esta es la gloria de Dios. La gloria de Dios es vista en su salvación. Más adelante, Isaías explica exactamente cómo el Siervo cumple esta obra: al ofrecer su propia vida, siendo «herido por nuestras transgresiones, molido por nuestras iniquidades» (Is 53:5). Nuestra paz con Dios y el perdón vienen por medio del sacrificio del Siervo. Encontramos la gloria de Dios de la misma manera que Isaías: al llegar a ver nuestra propia suciedad y al confiar en la obra expiatoria del Siervo para llevarse nuestra culpa. Este es el consuelo eterno que Dios ofrece por medio de Isaías. Predica Isaías para ver la gloria salvadora del Dios viviente de cara a Jesucristo.  

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Este recurso fue publicado originalmente en 9Marks. | Traducción: María José Ojeda

[1] G. K. Beale, “Isaiah VI 9–13: A Retributive Taunt Against Idolatry [Isaías VI 9-13: una burla castigadora contra la idolatría]”, en Vetus Testamentum, XLI 3 (1991), p. 272.

[2] Al describir la estructura del libro de esta manera, no estoy postulando que hubo múltiples libros de Isaías. La discusión de autoría de Barry Webb es breve y útil. Ver El mensaje de Isaías: sobre alas de águila de Barry Web (Torrentes de vida, 2014), pp. 31-37.

[3] Rikki E. Watts, «Consolation or Confrontation? Isaiah 40–55 and the Delay of the New Exodus, [¿Consolación o confrontación? Isaías 40-55 y el retraso del nuevo éxodo» en Tyndale Bulletin, 41.1 Mayo 1990, p. 31.