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Photo of Una paternidad mansa
Una paternidad mansa
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Una paternidad mansa

«Dios creó al hombre a imagen suya, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó» (Gn 1:27).
Un hombre no tiene que encajar en un estereotipo cultural para ser bíblicamente masculino. Él puede ser un hombre ya sea que vea un partido de fútbol, que pinte un cuadro, que se quiebre frente a una película conmovedora o que limpie narices llenas de mocos. Macho no define la masculinidad. Al contrario, la masculinidad es modelada por Jesús mismo. En esta nueva serie, exploraremos cómo la masculinidad es un reflejo de Dios en las diversas etapas y en nuestro tiempo cultural. Analicemos lo que significa ser un hombre de verdad.
Tenemos una crisis de masculinidad en nuestra nación. Un artículo que leí recientemente fue incluso más allá, llamándola «tóxica». Tengo la convicción de que nuestra cultura y nuestras iglesias han estereotipado la responsabilidad de la paternidad. Me gusta denominar a uno de estos estereotipos el «papá Disney». Ahí tienes a un hombre representado como un idiota torpe, cuyos hijos son mucho más sabios que él, mientras que su esposa vive con una perpetua mirada de exasperación por la continua incompetencia de su esposo. Otro estereotipo que encuentro es el del «papá con masculinidad exagerada». Esta versión está relacionada a los tipos fuertes, atléticos y no emocionales que pasan la mayor parte de su tiempo en el campo, viendo fútbol y se enorgullecen de suprimir sus emociones. Recientemente, vi esto ilustrado en la publicidad de una conferencia de hombres de una iglesia que incluía todas las cosas «masculinas»: juegos pirotécnicos, pistolas, motocross, deportes y, por supuesto, leñadores. Ambos ejemplos nunca han sido destacados en la Escritura. Jesús mismo nos dice en Mateo 5:5 (RVC): «Bienaventurados los mansos, pues ellos heredarán la tierra». Es importante notar que la mansedumbre no es igual a debilidad o a necesitar reunir fuerza física, como vemos en la mentalidad de un tipo fuerte. De hecho, lo contrario podría ser cierto: no fue la debilidad definida por nuestra cultura, la que logró y soportó los inmensos desafíos y las pruebas que atravesó la iglesia primitiva. La mansedumbre es un acto de fuerza al ser su definición: «ejercer la fuerza de Dios bajo su control». Prácticamente, ¿cómo se ve esto? Jesús da una buena explicación cuando envía a sus discípulos como ovejas en medio de lobos: «sean astutos como las serpientes e inocentes como las palomas» (Mt 10:16). Básicamente, podríamos decir que el hombre cristiano debe tener una doble naturaleza marcada tanto por la sabiduría como por la docilidad en su búsqueda por vivir en mansedumbre. Martin Luther King Jr. describe la mansedumbre de esta manera:
Debemos combinar la fuerza de la serpiente y la dulzura de la paloma, una mente fuerte y un corazón tierno.  
Los padres deben estar pensando cuidadosamente en la fuerza impulsora detrás del acto de la paternidad. De nuevo, King dice: «Rara vez encontramos hombres dispuestos a entablar pensamientos fuertes y sólidos». Esto conlleva leer buenos libros y buscar consejo en otros hombres que modelan bien la mansedumbre. Necesitamos entender cómo caminar junto a nuestros hijos en sus pecados y fracasos. Necesitamos conocer la necesidades de nuestros hijos en cada etapa de sus vidas, ayudándolos a pensar detenidamente en las situaciones de la vida real, en lugar de decirles que lo descubran solos. La necesidad del padre es distinguir cuándo decir «sí» y cuándo decir «no»; ser lo suficientemente sabio y valiente cuando no sea el papá genial y tener que estar dispuestos a tener conversaciones incómodas (sí, incluso con nuestras hijas). Nuestros hijos no siempre estarán de acuerdo con nosotros. Podrían incluso rechazar nuestras creencias bien arraigadas. Esto requiere pensamiento, compromiso y sabiduría; requiere una mente fuerte junto a un corazón tierno. La ternura nos enseña que nuestros hijos no son engranajes en una máquina o personas a las que apuramos para que crezcan y salgan de la casa lo más rápido posible. Al contrario, a través de los lentes de un corazón tierno, comenzamos a ver a nuestro hijo como alguien a quien Dios ha creado a su imagen, que tiene un propósito, que es nuestro prójimo y un día podría ser nuestro amigo. Nuestros hijos tienen que contribuir en este mundo. Dios los ha diseñado para una tarea específica; es nuestro llamado como padres, junto con sus madres, guiarlos a ello. A continuación, comparto tres maneras en que podemos ver cómo el papá que tiene un corazón tierno y una mente fuerte ejecuta estas verdades fundamentales en la forma en la que aborda su paternidad. Con intencionalidad, esto puede ocurrir sin importar la etapa de la vida en la que puedas estar con tus hijos.

Deja que te vean

Deja que te vean amar a su mamá. Deja que te vean buscar las cosas de Dios. Deja que te vean llorar y manejar tus emociones de una manera saludable. Deja que te vean aprender. Deja que te vean amar a tu prójimo. Los niños no siempre estarán escuchando, pero siempre estarán mirando.

Deja que te escuchen

Deja que te escuchen orar. Deja que te escuchen admitir tus errores, arrepentirte y pedir perdón a otros y a ellos. Deja que te escuchen leerles, en especial, la Palabra de Dios. Deja que te escuchen decirles: «te amo».

Deja que te experimenten

Ama lo que ellos aman. Yo intento leer los libros que mis hijos están leyendo, escuchar la música que ellos escuchan e involucrarme en las actividades en las que ellos participan (actualmente esto incluye ballet, fútbol, natación, gimnasia y YoungLife). Muéstrales afecto, abrázalos y bésalos, incluso a los niños. Nunca olvidaré la ilustración que el pastor Kent Hughes usa en su libro, Disciplinas de un hombre piadoso, cuando cuenta la historia del papá del amigo de su infancia:
Había servido durante treinta y dos años en la Guardia Costera como suboficial ayudante de contramaestre. Era un hombretón, y en su juventud se había enfrentado en boxeo a Joe Louis. Los oficiales se adelantaban a saludarlo cuando lo veían en la calle. Podía a veces ser rudo y revoltoso, ¿pero saben cómo llamaba a su hijo, que pesaba ciento veinte kilos? «David querido». Yo era para él «Kent querido», y que me llamara así no me preocupaba en absoluto. En realidad, me hacía sentir muy bien. Él no era de los que creía que «los hombres machos no muestran afecto». En realidad, todavía besa a su hijo adulto, que también es todo un hombre.
El pastor Hughes continúa desafiando a hombres de una manera sorprendente:
Los padres debemos ser tiernos. Los hombres nunca son tan varoniles como cuando son tiernos con sus hijos, ya sea sosteniendo a un bebé en sus brazos, mostrándole amor a su muchacho aún de edad escolar, o abrazando a sus hijos adolescentes o adultos.
Seamos cuidadosos y estemos dispuestos, como padres, como hombres a ser diligentes en nuestra búsqueda de lo que significa ser duro de mente y tierno de corazón. Y mientras hacemos esto humildemente, veremos cosechar bendiciones generación tras generación.
Este recurso fue publicado originalmente en Morning By Morning.