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Cuando la violencia toca la vida de un hijo
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Cuando la violencia toca la vida de un hijo


Título original en inglés: “When Violence Touches a Child’s Life
 La amenaza del peligro impacta a nuestros hijos con regularidad. Trágicos tiroteos en escuelas, violentos crímenes y otras cosas similares incitan una serie de dolores y ansiedades. Incluso cuando la amenaza no se encuentra en la entrada de nuestra casa, los medios de comunicación hacen que retumben en nuestros hogares. La probabilidad de que sus hijos sean impactados es alta. Independientemente de dónde vivan o cuán estable sean sus vidas familiares, en algún grado las vidas de los niños y adolescentes están siendo tocadas por la violencia y debemos ayudarlos a encontrarle el sentido. En lugar de reaccionar desde el miedo, debemos ayudar a nuestros hijos expresando un nivel de sobriedad y dolor por tales eventos, mientras demostramos que nuestra esperanza está en Cristo. El desafío está en encontrar el equilibrio correcto: enseñarles conciencia y prudencia a los jóvenes, mientras que al mismo tiempo fomentamos la confianza en un Dios soberano. La cosa más peligrosa que les permitimos hacer a nuestros hijos es conducir un automóvil; sin embargo, nosotros rara vez tememos llevarlos en automóvil a la escuela, a la iglesia o a un centro comercial, tampoco debemos estarlo. Los jóvenes deben aprender a vivir la vida en plenitud y no eclipsados por el temor. Por tanto, padres, conversen con sus hijos sobre estas amenazantes realidades. Hagan lo mejor que puedan para explicarles y estén dispuestos a discutir por qué existe el mal. Modelen una pena piadosa y eduquen a sus hijos sobre lo que es correcto y justo. Nuestros hijos serán capaces de caminar con confianza en un mundo conflictivo si son educados respecto a cómo pensar, si se sienten equipados para responder y si han madurado para poner su confianza en el Creador. Queremos enseñarles a nuestros hijos cómo navegar por este mundo y cómo confiar en un Dios incomparable. A continuación, les comparto cinco sugerencias para ayudar a que nuestros hijos se sientan preparados de cara a la potencial violencia. 1. Tengan un plan para los potenciales peligros: sabemos que es útil tener un plan de escape en caso de incendio en casa, en la escuela y en el trabajo. De igual manera, ayuden a sus hijos a desarrollar un plan que puedan seguir cuando se den cuenta de que puede haber violencia. Estar preparados no evita la situación, pero le da al niño un sentido de confianza de que él o ella pueden responder bien y salir de ahí seguros. 2. Juego de rol, juego de rol, juego de rol: a medida que instruyen a sus hijos en lo que deben hacer en varios escenarios de emergencias, háganlo de una manera tranquila y práctica, asegurándose de no asustarlos al hablar del tema. Luego, practiquen. Describan situaciones hipotéticas y hagan que les cuenten qué dirían o harían. Esto ayuda a los niños a reaccionar de manera eficiente y rápida en situaciones bajo presión. 3. Sean adultos seguros y confiables a quienes ellos pueden acudir e identifiquen otros adultos seguros que pueden ayudar en una crisis: si sus hijos saben de antemano a quién acudir para pedir ayuda en una emergencia, sentirán menos temor. Hasta donde sea posible, asegúrense de que esas personas (¡ustedes incluidos!) puedan ofrecer consuelo, equilibrio y dirección adecuados según la situación. Esto significa poder responder de una manera que no minimice ni reaccione exageradamente a la amenaza cercana. Una respuesta equilibrada durante y después de una emergencia ayudará a sus hijos a seguir adelante. 4. Guíalos al Dios de todo consuelo: la frase «no temas» es mencionada 365 veces en la Biblia. La solución a las situaciones aterradoras siempre es la presencia de Dios. Él se ofrece a sí mismo como nuestro consuelo, fortaleza y porción. Busquen maneras de hacer esto tangible y real en la vida de un jovencito o jovencita. 5. Conozcan lo que la Escritura tiene que decir acerca de la vida, las tribulaciones y los sufrimientos: cuando los niños pregunten por qué ocurrió algo terrible, es importante darles respuestas simples y honestas. Los jóvenes necesitan que la vida tenga sentido adecuada y redentoramente. Ayúdenlos a mirar más allá de los sufrimientos presentes y recuérdenles que un Dios fiel cuida de ellos. La voluntad de Dios para sus vidas no puede ser frustrada. Como declara Jeremías 29:11: «“Porque Yo sé los planes que tengo para ustedes”, declara el Señor, “planes de bienestar y no de calamidad, para darles un futuro y una esperanza”». No podemos prometerles a los jóvenes que no ocurrirán tragedias, pero podemos entregarles el conocimiento y los recursos para navegar por tales situaciones. Mientras más equipados se sientan, menos ansiosos estarán. Igualmente importante es el hecho de que los niños siempre estarán dándole sentido a sus experiencias. La pregunta es: ¿lo harán adecuadamente? Es imperativo que nuestros hijos crezcan con una cosmovisión bíblica (intérpretes adecuados del mundo en el que vivimos), redentora (Dios toma lo roto y restaura/hace todas las cosas nuevas) y llena de esperanza (confianza en el carácter de Dios y expectativa por el bien que Él hará). Todos podemos orar para que la violencia no toque directamente la vida de nuestros hijos, pero mientras tanto, la sabiduría los prepara en caso de que sí lo haga.
Este artículo fue traducido íntegramente con el permiso de The Christian Counseling & Educational Foundation (CCEF) por María José Ojeda, Acceso Directo, Santiago, Chile. La traducción es responsabilidad exclusiva del traductor.
Esta traducción tiene concedido el Copyright © (10 de diciembre, 2020) de The Christian Counseling & Educational Foundation (CCEF). El artículo original titulado “When Violence Touches a Child’s Life” Copyright © 2020 fue traducido por María José Ojeda, Traductora General, Acceso Directo. El contenido completo está protegido por los derechos de autor y no puede ser reproducido sin el permiso escrito otorgado por CCEF. Para más información sobre clases, materiales, conferencias, educación a distancia y otros servicios, por favor, visite www.ccef.org.
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Abandonados a sus propios criterios


Título original en inglés: “Left to Their Own Devices
El que anda con sabios será sabio, Pero el compañero de los necios sufrirá daño (Pr 13:20).
Con el aumento de la tecnología en las vidas de los jóvenes, viene una multitud de preocupaciones. Escuchamos mucho sobre los riesgos del sexting, de las insinuaciones fuera de lugar de adultos, de la pornografía, de la adicción a las redes sociales y del ciberacoso. Sí, todos son problemas que están ocurriendo en cantidades que baten récords. Hay razones para ser cautelosos al presentarles las redes sociales y la tecnología demasiado pronto y sin una supervisión firme. Los adultos neciamente están aceptando esto como un rito de iniciación o como una necesidad para los niños y adolescentes. Sin embargo, la mayor preocupación de la que no estamos hablando es de la erradicación progresiva de las influencias adultas positivas y maduras. Los jóvenes se están criando y educando entre ellos. Están en la escuela juntos, están en actividades extracurriculares juntos, vuelven a casa y están en línea juntos, están en redes sociales juntos, juegan videojuegos juntos, se envían mensajes de texto juntos. Rara vez están desconectados de su grupo de pares. Entonces, ¿de dónde viene la influencia parental? ¿Cuánto tiempo estamos pasando con nuestros jóvenes que no sea interrumpido por la interacción con algún par? Si es una cantidad insignificante de tiempo, entonces imagina la influencia que su grupo de pares tiene sobre ellos. Tendremos una generación de niños que son su propia fuente de sabiduría mutua. Cuando se quitan las influencias maduras y piadosas, o al menos se reducen, los jóvenes serán formados por sus amigos y por la cultura. Cuando nosotros (de manera bastante literal) abandonamos a nuestros jóvenes a sus propios criterios, ellos buscarán la guía de sus pares y se «discipularán» mutuamente de estas maneras:
  • Un falso sentido de madurez/confianza en su propio conocimiento.
  • Una incapacidad de estar ocupados con algo o de estar solos.
  • Una tendencia a alejarse de la influencia de adultos.
  • Una tolerancia al mal comportamiento y a las exigencias inapropiadas de los pares.
  • Una intolerancia a la sabiduría y una burla ante lo que es bueno y saludable.
  • Ante el comportamiento inmoral y arriesgado hacen vista gorda.
  • Un menosprecio a la autoridad, considerándola irrelevante.
Ciertamente, el compañero de los necios sufrirá daño. No obstante, cuando nuestros hijos andan con el sabio, se convertirán en sabios. La influencia adulta amorosa hace esto:
  • Construye respeto y cooperación.
  • Crea una atmósfera de deferencia y admiración.
  • Proporciona seguridad a los hijos.
  • Fomenta una dependencia saludable de los hijos en sus padres y adultos para el alimento espiritual y emocional.
  • Modela una confianza en el sabio consejo, especialmente del Señor.
  • Expone un respeto apropiado hacia el liderazgo y el gobierno.
El libro de Tito habla detalladamente sobre la necesidad de que los cristianos influencien a la generación más joven en lo que es correcto y bueno. Somos llamados a modelar decir «no» a la impiedad y a las pasiones mundanas, y a vivir vidas autocontroladas, íntegras y piadosas en esta era actual (Tit 2:12). Vivimos en un mundo que puede torcer todo lo que es correcto y bueno para nuestros hijos. Aquello que es bueno es llamado maldad, y lo que es maldad es llamado bueno. Si no hablamos, alimentamos y caminamos junto a nuestros hijos, serán abandonados a sus propios criterios. No obstante, el Señor no nos abandona a nuestros propios criterios. Él nos busca porque es un Padre amoroso. Él satisface nuestra necesidad, nuestra debilidad y nuestra fragilidad. El Señor es inquebrantable en su amor por nosotros. Él muestra compasión, es misericordioso y bondadoso. Él nos guía y nos pastorea. Imitémoslo y seamos proactivos en buscar a nuestros jóvenes.
Este artículo fue traducido íntegramente con el permiso de The Christian Counseling & Educational Foundation (CCEF) por María José Ojeda, Acceso Directo, Santiago, Chile. La traducción es responsabilidad exclusiva del traductor.

Esta traducción tiene concedido el Copyright © (20 de mayo, 2021) de The Christian Counseling & Educational Foundation (CCEF). El artículo original titulado “Left to Their Own Devices” Copyright © 2019 fue traducido por María José Ojeda, Traductora General, Acceso Directo. El contenido completo está protegido por los derechos de autor y no puede ser reproducido sin el permiso escrito otorgado por CCEF. Para más información sobre clases, materiales, conferencias, educación a distancia y otros servicios, por favor, visite www.ccef.org.

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Cinco maneras de proteger a tus hijos del abuso sexual
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Cinco maneras de proteger a tus hijos del abuso sexual


Título original en inglés: “Five Ways to Help Protect Your Kids from Sexual Abuse
Hay un estado de alerta cada vez mayor entre los padres, los educadores y la iglesia respecto a la necesidad de enseñar a los niños maneras tangibles de mantenerse a salvo. Hasta que los niños sean lo suficientemente mayores para hacerlo por sí mismos, es tarea de los padres y de los adultos relacionados prepararlos para navegar las situaciones difíciles que podrían ocurrir cuando no estén con nosotros. Por esta razón, siempre es el tiempo correcto para educar a los niños sobre técnicas de protección concretas y apropiadas para su edad. A continuación, presento cinco maneras en las que puedes comenzar a entrenar/educar a tus hijos para ayudarlos a protegerse del abuso sexual.
  1. Enséñales a tus hijos puntos de vista apropiados en cuanto al desarrollo del sexo, de la sexualidad y de sus cuerpos. Los niños que conocen los nombres correctos de las partes del cuerpo y entienden la visión de Dios respecto al sexo y la sexualidad tienen más probabilidades de reconocer cuando ven la corrupción de tales cosas. Los niños necesitan crecer viendo el sexo como algo bueno y como parte de la creación de Dios. Con esta perspectiva positiva y correcta, es más probable que puedan identificar lo falso, así como también que le cuenten a alguien cuando ocurra algo inapropiado.
  2. Instruye a tus hijos para respetar sus cuerpos y los cuerpos de otros. Respetar significa no tocar a otras personas en sus partes privadas (y, por favor, no teman ser específicos) y también que nadie puede tocarlos. Significa no hacer ni decir nada que haga sentir incómodo a alguien. Haz juego de roles y una lluvia de ideas de todas las maneras en que esto se puede llevar a cabo. Está preparado para dar ejemplos concretos. Haz seguimiento con preguntas como estas:
    • ¿Qué es respetuoso y no respetuoso en eso?
    • ¿Qué es amoroso y no amoroso en este ejemplo? Palabras como respeto y amor les muestra a los niños lo que es valioso. Al conversar sobre los ejemplos usando estas preguntas, ellos estarán mejor preparados si alguien intenta redefinir el amor y el respeto de una manera corrompida. Una visión bíblica de estos temas sensibles les enseña a los niños a saber cómo se vive la vida según el propósito para el cual fue creada.
  3. Entrena a tus hijos para poner atención cuando algo (o alguien) los pone incómodos. Queremos ser capaces de identificar este sentimiento y luego discernir lo que lo está provocando. Podrían sentirse incómodos por un montón de razones: algo es confuso para ellos; los saca de su zona de comodidad; o son expuestos a una situación riesgosa y no pueden darle sentido. Enséñales la habilidad de discernir. Esto requerirá práctica y juego de roles. Señala lo que los pone incómodos y ayúdalos a decidir qué hacer en cada escenario.
  4. Incúlcales la habilidad de discutir temas difíciles sin temor ni vergüenza. Queremos jóvenes que compartan tranquilamente lo que ocurre en sus vidas. Para enseñarles esto, debes modelarlo. Los niños te observan para descubrir si un tema es seguro de compartir. Con ello, demostrarás que ustedes son accesibles o que mamá y papá no pueden lidiar con temas difíciles. Si ellos ven esto último, evitarán acercarse a ti para contarte algo incómodo.
  5. Enséñales a quién es seguro acudir cuando lo necesiten y tú no estés disponible. Revisa cómo compartir con estos adultos cuando algo les está molestando. Dales acceso a estas personas; por ejemplo, asegúrate de que el número de teléfono de este adulto seguro esté guardado en el teléfono de tus hijos. Explícales adónde y a quién acudir si se pierden, qué hacer en una situación insegura o incómoda, etc.
En todo esto, discipula y enséñales proactivamente a tus hijos a conocer los caminos de Dios. Cultiva una apertura sobre lo que pasa en sus vidas. Elógialos y anímalos por hablar contigo. Queremos que nuestros hijos mantengan su inocencia mientras se sienten competentes para saber qué hacer cuando estén en peligro. No queremos criar hijos temerosos, sino seguros. No estamos inculcando preocupación, estamos inspirando niños confiados y equipados. 
Este artículo fue traducido íntegramente con el permiso de The Christian Counseling & Educational Foundation (CCEF) por María José Ojeda, Acceso Directo, Santiago, Chile. La traducción es responsabilidad exclusiva del traductor. 

Esta traducción tiene concedido el Copyright © (24 de junio, 2021) de The Christian Counseling & Educational Foundation (CCEF). El artículo original titulado “Five Ways to Help Protect Your Kids from Sexual Abuse Copyright © 2019 fue traducido por María José Ojeda, Traductora General, Acceso Directo. El contenido completo está protegido por los derechos de autor y no puede ser reproducido sin el permiso escrito otorgado por CCEF. Para más información sobre clases, materiales, conferencias, educación a distancia y otros servicios, por favor, visite www.ccef.org.

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Adolescentes e imagen corporal
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Adolescentes e imagen corporal


Título original en inglés: “Teens and Body Image
Como padres, les enseñamos a nuestros hijos a no mentir. Quizás discutimos menos y nos es más difícil identificar cuando creen una mentira, especialmente una que consume sus pensamientos y acciones. En la cultura actual, una mentira común que muchos jóvenes creen tiene que ver con la imagen corporal. Ellos creen que deben tener cierto tamaño o tipo de cuerpo, o lograr cierta «apariencia» para obtener atención y ser respetados. La cultura popular, los medios de comunicación y la industria de la belleza agregan más presión al promocionar estándares inalcanzables y arbitrarios basados en lo que es popular en el momento. Aquellos que luchan de esta manera sienten que los demás los están midiendo y juzgando constantemente. Es como si, a cualquier lugar al que se volteen, hubiera un espejo frente a ellos. Peor aún, el espejo es como el de los parques de atracciones, que distorsiona su real apariencia. Ellos ven brazos alargados, tobillos cortos, una cintura ancha, una frente enorme. La imagen que ven no es solo una distorsión de quiénes son en realidad, es una distorsión del lugar donde encuentran su verdadero valor.  Esto produce un desafío único, pero también oportunidades para que los padres ministren a sus hijos. Todos somos fácilmente consumidos e influenciados por el mundo que nos rodea. Sin embargo, no es así como Dios llama a vivir a su pueblo. En lugar de tomar nuestros impulsos y estándares del mundo, es nuestro Creador quien nos da significado e identidad. Dios dice que somos sus hijos amados, que somos un pueblo escogido y que Él se deleita en nosotros (1Jn 2:3; 1P 2:9; Sof 3:17). Estas descripciones de nuestra identidad son mucho más ricas y verdaderas que cómo el mundo nos ve o define.  Consideremos 2 Corintios 4:7, en específico, para hablar de la imagen corporal: «Pero tenemos este tesoro en vasijas de barro para que se vea que tan sublime poder viene de Dios y no de nosotros» (NVI). Este pasaje nos identifica como vasijas de barro con un tesoro en nuestro interior. De algún modo, esto muestra al mundo «que tan sublime poder viene de Dios y no de nosotros». En contraste, aquellos que luchan con la imagen corporal aspiran ser como una vasija oriental hermosamente pintada. Quieren ser atractivos, admirados y que el mundo los vea y diga: «mira cuán exitoso, hermoso e inteligente eres». Sin embargo, la Biblia pinta una imagen muy distinta. En lugar de ser una vasija hermosa, somos como vasijas de barro sencillas agrietadas y agujereadas, y sin embargo, de alguna manera, esto permite que el tesoro en nuestro interior brille con más intensidad.  Esta imagen pone el enfoque en el Creador, en lugar de en nosotros. Cuando alguien (niño o adulto) intenta tener un cuerpo perfecto o ser la persona más atractiva, otros no pueden ver el poder o la belleza real en ellos. El adorno externo estorba al Evangelio (1P 3:3). No solo eso, nadie puede preservar la imagen deseada (Ec 3:11) y, cuando hay una grieta o un agujero, vemos un intento desesperado por aferrarse a la pintura a fin de esconder debilidades y defectos. Pero en Cristo, somos liberados de la mentira que dice que necesitamos cumplir con los estándares de la cultura. Somos libres para ser personas quebradas, para ser imperfectos y para fracasar. Tenemos esta libertad porque sabemos que en nuestra debilidad, Cristo es fuerte. Podemos acercarnos a nuestros hijos como compañeros de lucha. Aunque, en cierta medida, todos intentamos esconder las grietas y las imperfecciones, revelarles nuestras debilidades y defectos a nuestros hijos podría ser lo que los ayude a abrirse. Comiencen la conversación con sus propias confesiones y recuerden que incluso la presentación de estas verdades no será perfecta. Como vasijas rotas, permitan que la luz de Cristo brille con intensidad por medio de ustedes a medida que buscan ser el sabio consejero de sus hijos.

Este artículo fue traducido íntegramente con el permiso de The Christian Counseling & Educational Foundation (CCEF) por María José Ojeda, Acceso Directo, Santiago, Chile. La traducción es responsabilidad exclusiva del traductor.

Esta traducción tiene concedido el Copyright © (8 de julio, 2021) de The Christian Counseling & Educational Foundation (CCEF). El artículo original titulado “Teens and Body Image Copyright © 2018 fue traducido por María José Ojeda, Traductora General, Acceso Directo. El contenido completo está protegido por los derechos de autor y no puede ser reproducido sin el permiso escrito otorgado por CCEF. Para más información sobre clases, materiales, conferencias, educación a distancia y otros servicios, por favor, visite www.ccef.org.

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Volvamos a construir la autoridad de los padres
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Volvamos a construir la autoridad de los padres


Título original en inglés: “Rebuilding Parental Authority
Dios dispone la amorosa autoridad en manos de los padres. Esta es la responsabilidad de liderar, supervisar y dirigir un hogar sabia y piadosamente. La autoridad amorosa es digna de confianza; es actuar por aquellos a quienes guía; es hacer lo bueno. Es acertada y benevolente, y entiende la necesidad de dirigir, instruir y establecer reglas. Modela una influencia como la de Cristo y apunta a los niños a un Dios en el que pueden confiar y seguir. Sin embargo, los niños a menudo se rebelan y rechazan la autoridad de los padres. A veces, esto se debe a la resistencia del niño; otras, a la influencia de sus pares o es un reflejo de la fuerte aversión a la autoridad en nuestra cultura. Cuando esto ocurre, a menudo intentamos restituir nuestros derechos de padres al citar la Escritura y al exigirles obediencia a nuestros hijos. No obstante, la mayoría de los niños no agachan la cabeza ni se arrepienten humildemente de sus errores cuando los padres hacen esto. Al contrario, responden con una disposición a luchar por el control y la independencia. Creo que la responsabilidad de esto, en gran parte, recae en los padres. En la manera en que estructuramos nuestras vidas, repetidamente, aunque quizás de manera inconsciente, renunciamos a nuestro rol y se lo entregamos a otros sin darnos cuenta. Pasamos casi todo nuestro tiempo entreteniendo a nuestros hijos y reaccionando a ellos, en lugar de relacionarnos con ellos. Nuestros hijos están en la escuela todo el día y luego participan en actividades deportivas, en clases, en pasatiempos e incluso en actividades de la iglesia. Cuando los niños están en casa, hacen tareas o deberes, el Internet o los videojuegos los mantiene ocupados. En resumen, somos irrelevantes en la mayoría de sus experiencias diarias. Dada nuestra ausencia en sus vidas, ¿por qué nuestros hijos continuarían aceptando nuestra autoridad? Las actividades y las agendas llenas limitan las oportunidades para influir en nuestros hijos. Los estilos de vida activos no son malos, pero debemos ser conscientes de cuánto tiempo dedicamos a que nuestros hijos tengan relaciones significativas en lugar de mantenerlos felizmente ocupados. Una promueve intimidad; la otra, indiferencia pasiva. No se equivoquen, los niños sí buscan guía y autoridad y, cuando la necesitan, probablemente acudirán a la influencia que ha capturado su admiración y confianza, y a menudo es su grupo de pares. Es difícil enfrentar la impotencia como padres. A veces la minimizamos y la excusamos, pero no podemos solo aceptarla como algo inevitable o atribuirla a «actitudes adolescentes» o a «los niños de este tiempo». Aunque nuestro rol e influencia sí cambia a medida que nuestros hijos crecen, aún necesitamos ser una voz en sus vidas. Pero recuperar ese impacto no sucede por medio de la coacción, el soborno ni las amenazas; viene por medio de la relación y el tiempo que pasen juntos. Por lo tanto, para cumplir nuestras responsabilidades de crianza, necesitamos priorizar construir relaciones fieles con nuestros hijos que les muestren cuidado, entrega sacrificial, genuina compasión y presencia. Mientras más mostremos una autoridad misericordiosa y genuina, nuestros hijos más desearán seguirla y someterse a ella. Una relación sólida y piadosa sirve en muchas maneras. Estas son algunas:
  • Crea una atmósfera de respeto, admiración y cooperación.
  • Produce seguridad y conexión con los niños.
  • Promueve una dependencia saludable a los padres para el alimento espiritual y emocional.
  • Modela una dependencia de los sabios consejos de otros y, en definitiva, del Señor.
  • Modela un respeto apropiadamente ordenado por el liderazgo y el gobierno.
Promover estas cualidades en nuestros hijos imparte una integridad para el diario vivir y los prepara para florecer en el mundo en el que viven. La autoridad de los padres no se trata de fuerza, de poder ni de dominio. Se trata de una sabia influencia. Se trata de una relación y un liderazgo como los de Cristo que valora el bien de aquellos que son liderados. Por lo tanto, en lugar de volverse más autoritarios con nuestros hijos, invierte en la relación que tienes con ellos. Muéstrales que te importan y que estás comprometido con su bien. Esto podría no ser bien recibido al principio, podría requerir tiempo. Quizás será necesario que limites las actividades, el tiempo con sus pares y la multitud de formas en que tu familia se aparta entre sí, pero los resultados valen la pena.
Este artículo fue traducido íntegramente con el permiso de The Christian Counseling & Educational Foundation (CCEF) por María José Ojeda, Acceso Directo, Santiago, Chile. La traducción es responsabilidad exclusiva del traductor.

Esta traducción tiene concedido el Copyright © (01 de julio, 2021) de The Christian Counseling & Educational Foundation (CCEF). El artículo original titulado “Rebuilding Parental Authority” Copyright © 2018 fue traducido por María José Ojeda, Traductora General, Acceso Directo. El contenido completo está protegido por los derechos de autor y no puede ser reproducido sin el permiso escrito otorgado por CCEF. Para más información sobre clases, materiales, conferencias, educación a distancia y otros servicios, por favor, visite www.ccef.org.

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Cuando los hijos dicen «estoy aburrido»
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Cuando los hijos dicen «estoy aburrido»


Título original en inglés: “When Children Say ‘I’m Bored’
Tenemos una crisis común en nuestro hogar: la calamidad del aburrimiento. Nuestros hijos podrían incluso considerarlo una catástrofe. «Estoy aburrido» se repite con tanta frecuencia que no sería una exageración decir que estas palabras hacen continuo eco en nuestra casa, especialmente, durante las vacaciones de la escuela. Estos son hijos con tiempo limitado para las redes sociales, pero aún así son chicos que tienen una Wii y una Xbox, una piscina al otro lado de la puerta, diversos juegos, juguetes y otras actividades. Aun así, «estoy aburrido» rueda de las lenguas de nuestros hijos con gran frecuencia y disgusto. A partir de esto, se nos ocurrió una solución inteligente. Les dijimos a nuestros hijos que cada vez que escucháramos: «estoy aburrido» (y todas las versiones del aburrimiento: «estoy cansado»; «no hay nada que hacer»; etc.), les asignaríamos un quehacer. No pasó mucho tiempo para que las palabras se les escaparan y, a partir de entonces, mis hijos parecían haber encontrado maneras de ocupar su tiempo. Aunque es una solución inteligente (y una gran manera de que la casa esté limpia), hacer quehaceres no aborda sus luchas más fundamentales. En primer lugar, los jóvenes luchan con estar sobreentretenidos. Cuando son abandonados a sus propios criterios, a menudo acuden a la tecnología, lo que les permite entretenerse pasivamente en lugar de involucrarse activamente en un pasatiempo o actividad. Al pasar tiempo en las redes sociales, en videojuegos, en el televisor o películas, literalmente se están entreteniendo hasta la inconsciencia. Cuando hay un momento de silencio o inactividad, la adversidad del aburrimiento desciende sobre ellos y se sienten incapaces de superarla. Asignarles un par de quehaceres los hace conscientes de su dificultad, pero es solo un ímpetu externo para un cambio de comportamiento. Ellos necesitan aprender a involucrarse en su tiempo libre de una manera más productiva. En segundo lugar, necesitamos ayudar a nuestros hijos a que acojan el regalo olvidado de la quietud. Algo se pierde cuando no aprendemos solo a sentarnos, a estar en silencio, a columpiarnos en una hamaca o a dar un paseo sin que algo grite en nuestros oídos. Todos necesitamos detenernos y oler rosas, experimentar la creación, cesar de luchar y saber que Él es Dios. Necesitamos aprender a disfrutar tales momentos como un deleite, no como un tiempo de aburrimiento. Como nosotros, nuestros hijos necesitan aprender a reflexionar, a contemplar y a meditar en las cosas de Dios. ¿Cómo ocurrirá eso si no nos esforzamos en inculcárselo a nuestros hijos? En tercer lugar, nuestros hijos necesitan ser menos consumidos por sus comodidades y deseos personales, y aprender a pensar fuera de sí mismos. Hay un mundo de necesidad, de servicio, de oportunidades de trabajo, de educación y de vida que vivir y ellos necesitan un empujoncito (o a veces ser arrastrados) hacia la dirección correcta. Los adolescentes no se van a despertar un día y se van a sentir caritativos ni van a pedir ir a servir al almacén local de comida. Requiere cultivar la generosidad y un deseo por servir. Significa inculcar en ellos una disposición a dar tanto tiempo como recursos. Como padres, tenemos que estar dispuestos a hacer el trabajo duro de dirigir a nuestros hijos hacia el servicio y de impartir en ellos el deseo de centrarse en otros. Por lo tanto, si tus hijos están aburridos en casa, podrías intentar responder con lo de los quehaceres. Sí, tiene un cierto atractivo, pero reconoce sus limitaciones. No les inculcará el carácter piadoso que realmente deseas para ellos. Eso viene únicamente al examinar cuidadosamente lo que captura sus afectos y al equiparlos para que administren a conciencia su tiempo libre.
Este artículo fue traducido íntegramente con el permiso de The Christian Counseling & Educational Foundation (CCEF) por María José Ojeda, Acceso Directo, Santiago, Chile. La traducción es responsabilidad exclusiva del traductor.

Esta traducción tiene concedido el Copyright © (1 de marzo, 2022) de The Christian Counseling & Educational Foundation (CCEF). El artículo original titulado “When Children Say ‘I’m Bored’” Copyright © 2021 fue traducido por María José Ojeda, Traductora General, Acceso Directo. El contenido completo está protegido por los derechos de autor y no puede ser reproducido sin el permiso escrito otorgado por CCEF. Para más información sobre clases, materiales, conferencias, educación a distancia y otros servicios, por favor, visite www.ccef.org.

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Jóvenes adolescentes y las redes sociales
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Jóvenes adolescentes y las redes sociales


Título original en inglés: «Young Teens and Social Media».
Como todos nosotros, los adolescentes están hechos para vivir en relaciones. Son sociales, se interesan en sus pares y están buscando conexión en las relaciones que construyen. También están creciendo en independencia. Para muchos, las redes sociales son algo nuevo y están hechas para aquellos que acaban de entrar en la esfera social. Ofrecen una manera fácil de conectar con la gente y ponen un mundo de información al alcance de la mano. Incluso pueden ofrecer una comunidad a quienes son tímidos o están más aislados y necesitan una conexión con el mundo exterior. Sin embargo, esta nueva manera de relacionarse puede ser peligrosa para un adolescente que no es consciente de los potenciales riesgos. El uso indiscriminado de redes sociales puede tener muchos impactos negativos. Es adictivo. Puede crear una necesidad sentida de estar siempre «conectado» por miedo a perderse algo. Algunos adolescentes comenzarán a perder el sueño y el interés por otras actividades. Otros crearán y se recrearán constantemente a sí mismos en línea mientras sienten una falsa sensación de seguridad debido a la seguridad percibida de una pantalla electrónica. Esto puede llevar a una falta de discreción sobre lo que es apropiado publicar y los puede volver vulnerables al bullying en línea, al sexting y a la pornografía. Puede incluso incrementar el riesgo de victimización a mano de depredadores en línea. Estos problemas son serios y, como padres, necesitamos estar en constante conversación con nuestros hijos. Tal como enseñar a un niño a usar el horno, una bicicleta o un auto, también debemos prepararlos para usar bien las redes sociales. Nunca dejaremos que un niño pequeño simplemente prenda el horno y comience a jugar con él ni le daríamos las llaves de una camioneta a alguien de catorce años esperando que tengan el conocimiento, la habilidad o el buen juicio para manejarla. De la misma manera, no deberíamos entregar teléfonos inteligentes u otros dispositivos a niños sin primero moldear proactivamente su forma de pensar e interactuar con esta nueva tecnología. Para comenzar, habla con ellos sobre el principio bíblico de la mayordomía. Recuérdales que somos llamados a ser mayordomos de lo que Dios ha creado (Sal 24:1). Todo es suyo y nosotros debemos usarlo fielmente para servirlo a Él. Explícales que la mayordomía se extiende también sobre todo lo que ha creado el hombre, incluyendo los dispositivos electrónicos. Ayuda a tus hijos a formar la manera en que ven la tecnología. Enséñales sobre sus beneficios y sus potenciales peligros: nunca es demasiado pronto. Se evitan muchos sufrimientos cuando los padres están involucrados en formar el concepto que sus hijos tienen sobre este tema, en lugar de intentar desacreditar uno erróneo. Luego, para mantener la conversación abierta, desarrolla un conocimiento y un entendimiento de cómo funcionan las redes sociales. Los padres (y aquellos que trabajan con jóvenes, y consejeros) no pueden darse el lujo de desmerecer su ignorancia como algo sin importancia. Lo que puede no ser de interés o de valor para ti, debe serlo por el bienestar de nuestros jóvenes. De hecho, estar bien informado sobre las redes sociales te hará ganar el respeto de tus hijos y te ayudará a no reaccionar exageradamente o a imponer restricciones injustificadas cuando surjan preguntas sobre aplicaciones específicas. Utiliza ese conocimiento para monitorear y limitar sus actividades en línea. Los adolescentes tienen una falsa sensación de seguridad cuando se esconden detrás de una pantalla electrónica en la comodidad de su casa. Asumen que están a salvo y solos. Es responsabilidad de sus padres asegurarse que realmente estén a salvo. Hasta que un joven tenga la madurez, las herramientas y la habilidad para protegerse a sí mismo, es la tarea de los padres protegerlo. Esto no será recibido con entusiasmo por parte de tu hijo adolescente. Significa estar al tanto de sus actividades. Significa ser llamado sobreprotector y, potencialmente, ser llamado «el único padre en la escuela que hace ___________». Enséñales técnicas de seguridad en línea. Nunca se debe solicitar ni facilitar información personal. Sé consciente de todos los sitios y contraseñas que tiene tu hijo, y estate dispuesto a verificarlas con regularidad. Aunque confíes en la actividad de tu hijo o hija en Internet, ten en cuenta que hay otras personas que se conectan con él o ella y que no son de fiar. Dramatiza situaciones incómodas hasta que tus hijos puedan articular qué hay de malo en lo que se les pide y cómo lo manejarían. Hazles preguntas del tipo «¿qué pasaría si?» con el fin de prepararlos para lo inesperado. «¿Y si alguien te pidiera información personal?». «¿Y si recibieras un mensaje de texto de alguien que no conoces, qué harías?». «¿Y si tu novia/novio te enviara una foto inapropiada?». Que sea una conversación continua, que no infunda miedo sino preparación. Y por último, enséñales sobre la responsabilidad personal y la fidelidad piadosa en todo lo que hagan. En Colosenses 3:23-24, Pablo escribe: «Todo lo que hagan, háganlo de corazón, como para el Señor y no para los hombres, sabiendo que del Señor recibirán la recompensa de la herencia. Es a Cristo el Señor a quien sirven». Queremos animar a los jóvenes a comprometerse en la vida diaria con piedad y con la convicción de que viven para la aprobación del Señor, no para el aplauso de sus amigos. Nuestros hijos están creciendo en un mundo que se desarrolla con tecnología, y debemos ser fieles a la hora de ayudarlos a relacionarse con ella. Como con muchas cosas, la tecnología puede ser una herramienta útil y una fuente de disfrute, conexión y educación. También puede volverse una adicción, un ídolo o una herramienta para el mal. Cuanto más fortalezcamos el carácter de nuestros hijos y más les enseñemos a administrar la tecnología, más probabilidades tendrán de manejarla con habilidad y sabiduría.

Esta traducción está protegida por derechos de autor © 2023 por The Christian Counseling & Educational Foundation (CCEF). Este artículo, titulado «Young Teens and Social Media»  Copyright © 2018 fue escrito por Julie Lowe y está disponible en https://www.ccef.org/young-teens-social-media/. Todo el contenido está protegido por los derechos de autor y no puede ser reproducido sin el permiso escrito otorgado por CCEF. Para más información sobre clases, materiales, conferencias, educación a distancia y otros servicios, por favor, visite www.ccef.org.  

Traducido íntegramente con el permiso de The Christian Counseling & Educational Foundation (CCEF) por Jacquie Tolley, Acceso Directo, Santiago, Chile. La traducción es responsabilidad exclusiva del traductor. 
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Cómo criar a un niño difícil
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Cómo criar a un niño difícil


Título original en inglés: «Parenting a difficult child».
Uno de los momentos más difíciles para un padre es cuando queda claro para aquellos que te rodean que tu hijo es desafiante o difícil. ¿Qué están pensando los demás? ¿Qué dice esto de mí como padre? Pueden asumir que el comportamiento de tu hijo es el resultado de una crianza inadecuada o que algo anda mal en tu hogar. Incluso puede que la gente se atreva a compartir sus opiniones, sin darse cuenta de la vergüenza que te están echando encima. Aquellos que tienen un hijo difícil lo entienden. Te sientes señalado e incluso juzgado por las luchas personales de tu hijo. Con vergüenza, pasas tiempo con personas que «conocen» el problema. Asumes que te ven como un fracaso. Si fueras un buen padre, seguramente tus hijos se portarían bien, amarían a Dios y tendrían buenos modales. Después de todo, sus hijos no son tan insubordinados. Si te sientes así, puede que hayas comprado la creencia de que los buenos padres producen buenos hijos y que los malos padres producen malos hijos. Por momentos, esto parece verdaderamente bíblico. Si instruyes al niño en el camino que debe andar, aun cuando sea viejo no se apartará de él, ¿cierto? Entonces, se deduce que si fueras lo suficientemente piadoso, sabio y paciente, tu hijo no sería tan rebelde. Parece que la fórmula correcta es: amor más disciplina más instrucción piadosa es igual a hijos «buenos». Y, a veces, como la fórmula parece funcionar, determinas que el error debe estar en tu crianza. He oído a muchos padres decir: «hemos agotado todas las opciones, todos los enfoques, todas las formas de consecuencias… y nada funcionó. Intenté permanecer tranquilo; intenté ser consistente con la disciplina; intenté apelar a su conciencia y orar con él y por él. Nada ayudó. Nada cambió». Lo que el padre quiere decir es que no produjo el cambio de comportamiento deseado o un cambio de corazón visible. La presunción es que, una vez más, la fórmula fue aplicada y se comprobó que fue inútil. Sin embargo, este es un enfoque defectuoso y no bíblico. Hay niños buenos que salen de trasfondos familiares horrendos, y hay niños rebeldes y obstinados que salen de hogares buenos y cristianos. Los niños no llegan a nosotros como hojas en blanco, sino con su propia personalidad, con fortalezas y debilidades, deseos y tentaciones hacia pecados particulares. Nacen con corazones que son atraídos por sus propios deseos y ejercen su voluntad para elegir por sí mismos el tipo de persona que quieren ser. Hay una respuesta moral activa en el otro extremo de tu crianza: alguien que elige a quién servirá. Y no hay forma de que un padre pueda asegurar el resultado.  Por supuesto, un padre juega un rol significativo en la vida de un niño, pero no caigas en la creencia que asume que una buena crianza produce niños que se portan bien. De manera incorrecta, esto pone toda la responsabilidad y culpa sobre ti. Y el peso de eso puede tentarte a querer darte por vencido o a recurrir a una crianza deficiente o impía (ira, gritos, dureza, desesperación, ceder o alejarse por completo) porque parece funcionar a corto plazo. Entonces, ¿qué puedes hacer? Déjame sugerir dos cosas que pueden ayudar. Primero, evalúa tu motivación. Aunque no eres responsable de las malas decisiones de tu hijo, ¿puede ser que, sin darte cuenta, estés contribuyendo al problema? Si te sientes frustrado, desesperado o enojado porque tu hijo es difícil, debes preguntarte: ¿con qué criterio me juzgo a mí mismo? ¿De quién es la agenda que dicta mi manera de criar? ¿Es una agenda mundana, egocéntrica o una centrada en Cristo? Puedes desear cosas buenas que son impulsadas por motivos muy malos. ¿Te preocupas demasiado por tu propia comodidad o reputación? ¿Deseas un niño bien educado con pocos problemas o luchas? ¿Hijos que te hagan quedar bien, que sean productivos, inteligentes y amables? ¿Estás amargado porque has invertido mucho en ese niño y no ves resultados? Si puedes responder afirmativamente a alguna de estas preguntas, considera la posibilidad de confesar los deseos que están controlando tu corazón. Pídele a Dios que te dé la gracia, la fortaleza y la sabiduría para criar a tu desafiante hijo. Pídele que te muestre cómo responder a tu hijo desde el amor y la preocupación por su bienestar, no por el tuyo. Segundo, recuérdate a ti mismo a qué Dios te llama como padre, ni más ni menos. Él te llama a amar a tus hijos, a modelar el carácter y el estilo de vida de Cristo y a responder sabia y cuidadosamente a sus luchas. Debes cultivar una relación personal con el Dios viviente y, en la medida de tus posibilidades, moldear las fortalezas y las debilidades de tu hijo a la imagen de Dios. Aunque Dios espera que críes con amor y sabiduría constantes, no te hace responsable de los resultados que son impulsados por el pecado o la rebelión del niño. Deja de «intentar» que las cosas resulten de una manera particular y simplemente haz el trabajo duro de la paternidad piadosa. No juzgues su eficacia por la respuesta de tu hijo. Simplemente lucha con esto:
¿Es amorosa mi crianza? ¿Es consistente? ¿Es sabia?
Eso será suficientemente desafiante. Fallarás, tendrás convicción de pecado y necesitarás el perdón solo en esos frentes. El resto debe ser dejado a la obra del Espíritu en la vida de tu hijo. Encontrarás mucha libertad de ser juzgado, le darás menos importancia a las opiniones de los demás y tendrás más esperanza y menos desesperación cuando entregues tu crianza al Señor. Deja que Él haga el resto. Como dice Gálatas 6:9: «No nos cansemos de hacer el bien».

Esta traducción está protegida por derechos de autor © 2023 por The Christian Counseling & Educational Foundation (CCEF). Este artículo, titulado «Parenting a difficult child»  Copyright © 2016 fue escrito por Julie Lowe y está disponible en https://www.ccef.org/parenting-difficult-child/. Todo el contenido está protegido por los derechos de autor y no puede ser reproducido sin el permiso escrito otorgado por CCEF. Para más información sobre clases, materiales, conferencias, educación a distancia y otros servicios, por favor, visite www.ccef.org.  

Traducido íntegramente con el permiso de The Christian Counseling & Educational Foundation (CCEF) por Jacquie Tolley, Acceso Directo, Santiago, Chile. La traducción es responsabilidad exclusiva del traductor. 
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Sabiduría pastoral y el mandato de denunciar los abusos
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Sabiduría pastoral y el mandato de denunciar los abusos


Título original en inglés: «Pastoral wisdom and the mandate to report abuse».
Soy una madre de cinco niños y, como consejera, trabajo con niños casi todos los días. Lamentablemente, muchos de los niños que conozco experimentan problemas difíciles y desgarradores, y algunos han sufrido abusos y maltrato. Estoy comprometida a educarme a mí misma y a los demás sobre la importancia de proteger a los más vulnerables. Es una pasión personal para mí. Es la forma en que he construido mi familia y vivo mi vida. Mi objetivo para mí y para la comunidad cristiana, en general, es que estemos bien informados, seamos competentes y bíblicamente sabios cuando se trata de manejar acusaciones de abuso.

El mandato legal y bíblico de denunciar

Es muy difícil responder bien a las acusaciones de abuso. Estas situaciones generan una amplia gama de emociones: desde la indignación y la demanda de justicia, hasta el miedo, la vergüenza, la incredulidad y la desconfianza. Sin embargo, cuando se nos informa de un abuso, debemos trabajar duro para no responder a partir de las emociones o los prejuicios personales, sino estar dispuestos a actuar con sensatez, de manera justa y deliberada. Denunciar los abusos no es simplemente un mandato legal, es también moral y bíblico. Las leyes están destinadas a proteger a los inocentes y revelar a los culpables, para definir qué es abuso y qué no lo es. Estoy segura de que todos estaríamos de acuerdo en que proteger a los vulnerables es un buen objetivo, pero para hacerlo también debemos aceptar que no es apropiado que nadie, excepto los organismos correspondientes, investigue una acusación o la desestime.

Por qué algunos no denuncian

No obstante, a pesar de estos mandatos claros, me parece que las iglesias y otras organizaciones cristianas a veces se muestran reacias a denunciar los abusos cuando llegan a su conocimiento. Buscan formas de evitar cumplir la ley por varias razones: miedo a las consecuencias legales, repercusiones dentro de la organización o reacciones duras del público. Estas preocupaciones se validan aún más con las historias de terror en las que las autoridades manejan mal una acusación y la situación estalla. Al observar todos estos posibles resultados negativos, algunos comienzan a evaluar si «vale la pena correr el riesgo» y algunos continúan justificando el no informar porque «solo empeorará las cosas». La otra cara de la moneda es la creencia implícita en la propia capacidad de una organización para evaluar y responder bien a los abusos. Es fácil para un ministerio convencerse de que su respuesta será más reflexiva, cuidadosa y ciertamente más bíblica. Pero además de violar la ley, tal decisión es imprudente. No es trabajo de la organización investigar y «descubrir la verdad», y no están adecuadamente preparados para hacerlo. Ninguna iglesia ni ninguna otra organización posee la habilidad, el juicio y la discreción para realizar una buena entrevista. Los investigadores conocen las señales de lo que hay que buscar y las técnicas para hacer que una víctima se comunique de una manera segura y esclarecedora. Son personas expertas y capacitadas que se comprometen a comprender y a responder bien a tales problemas. Las iglesias y otros ministerios no están preparados para hacer este tipo de trabajo y no deberían intentarlo.

La necesidad de continuo cuidado pastoral

Sin embargo, hay muchas cosas que un ministerio puede y debe hacer cuando surge una acusación de abuso. Las denuncias obligatorias y el cuidado pastoral no están en conflicto entre sí. Si se reporta una acusación ante las autoridades, el cuidado pastoral no se detiene ahí; ¡acaba de empezar! El ministerio necesita tener un papel continuo en la situación. No debe «lavarse las manos» del asunto. Situaciones como estas dejan a la gente aturdida. Muchos necesitarán atención y seguimiento a medida que se desarrolla la investigación y durante algún tiempo después. El cuidado pastoral debe buscar caminar junto a los abusados ​​con cuidado y compasión. También debe considerar cómo cuidar al agresor y evaluar el efecto dominó en los familiares de la víctima y del acusado, así como en todos los demás implicados. Un buen liderazgo pastoral puede proporcionar orientación, apoyo, cuidado y esperanza. La gente necesita ver y experimentar el consuelo de un Dios amoroso en un momento en que algunos pensarán que de alguna manera los ha abandonado en su sufrimiento. El cuidado pastoral y la obligación de denunciar los abusos van de la mano; ambos son necesarios y valiosos.

La denuncia obligatoria es sabiduría pastoral

El mandato legal de denunciar los abusos, ya sea en nombre de los niños, los ancianos, las personas con discapacidad o los abusados ​​por la autoridad o el poder, es nuestro llamado como creyentes para proteger a los vulnerables. Es permitir que las autoridades investiguen y hagan su trabajo. Es cumplir con las leyes de la tierra, y es caminar al lado de aquellos que han sido dañados con un sabio afecto. Hay mucho más que decir acerca de ministrar bien a aquellos que han sido victimizados, pero es esencial que entendamos que el reporte obligatorio es cuidado pastoral y sabiduría.

Esta traducción está protegida por derechos de autor © 2023 por The Christian Counseling & Educational Foundation (CCEF). Este artículo, titulado «Pastoral wisdom and the mandate to report abuse» Copyright © 2014 fue escrito por Julie Lowe y está disponible en https://www.ccef.org/pastoral-wisdom-and-mandate-report-abuse/. Todo el contenido está protegido por los derechos de autor y no puede ser reproducido sin el permiso escrito otorgado por CCEF. Para más información sobre clases, materiales, conferencias, educación a distancia y otros servicios, por favor, visite www.ccef.org.  

Traducido íntegramente con el permiso de The Christian Counseling & Educational Foundation (CCEF) por Jacquie Tolley, Acceso Directo, Santiago, Chile. La traducción es responsabilidad exclusiva del traductor. 
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El peligro de la comparación
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El peligro de la comparación


Título original en inglés: «The Danger of Comparison».
La comparación es una lucha humana común. Miramos a los que nos rodean para evaluar si estamos bien, no bien, o realmente no estamos bien. Tal vez pensábamos que estábamos bien hasta que abrimos Facebook o Instagram y vimos la nueva y hermosa adición que alguien puso en su casa, o las vacaciones con todo incluido que estaban disfrutando. Considera estas situaciones comunes:
  • Un niño se deleita con su dibujo, pero lo arruga después de mirar el de otra persona.
  • Una adolescente navega por las redes sociales en busca de formas de mejorar su apariencia, sus posesiones o su número de seguidores.
  • Un estudiante universitario trabaja duro, pero se desanima cuando se entera de los logros académicos/deportivos de sus compañeros.
  • Una mamá escucha a otras mamás hablar sobre los logros de sus hijos y de repente se siente incapaz de criar a los suyos.
  • Un esposo asiste a su grupo de hombres, pero, por temor al rechazo, oculta sus luchas en el trabajo o en su matrimonio.
  • Un propietario trabaja duro y está orgulloso de lo que tiene hasta que abre una revista de hogar y decoración.
Tal vez fueron las felices fotos familiares o el anuncio de un compromiso, un embarazo o la aceptación de un hijo en una prestigiosa universidad. De repente, nos golpea la insuficiencia, surge el descontento o nos asaltan sentimientos de envidia. ¿Cómo amenaza la comparación con deshacerte? En mayor o menor medida, siempre estamos evaluando los comportamientos y elecciones de otras personas y comparándolos con los nuestros. El peligro radica en el peso que le damos a estas valoraciones. ¿Se convierte en tu estándar para medir la importancia y el significado? ¿El valor de tu vida aumenta o disminuye en comparación con la de otra persona? Si es así, estás viviendo tu vida ante el rostro del hombre, no ante el rostro de Dios. La comparación engendra mentiras.
  • Celos y envidia: lo que tienen ellos es «mejor». Llegas a creer que las cosas buenas se les dan a los demás, pero no a ti. Te esclaviza codiciar o esforzarte por obtener lo que otro tiene.
  • Descontento: lo que tengo es «menos que». Buscas en este mundo, y en todo lo que ofrece, satisfacción, significado o propósito. Ya sea en la riqueza, en el estatus o en las relaciones, comienzas a creer que Dios te está negando el bien.
  • Inadecuación: quien soy es «menos que». Crees que nunca podrás estar a la altura. Te sientes inadecuado en tu matrimonio, crianza o circunstancias de la vida. La inseguridad echa raíces.
  • Falta de autenticidad: batallas por ser vulnerable o transparente para que nadie sepa tus defectos. Las luchas, la debilidad y el quebrantamiento se ven como defectos que deben ocultarse.
  • Miopía: nos olvidamos del tesoro que nos espera en el cielo. Somos ciudadanos de otro mundo que es mucho mejor, mucho más digno de anhelar que las metas irreflexivas del presente.
Cuando caemos en la comparación, cambiamos nuestro deseo de evaluarnos honestamente por el de competir contra otras personas. Se convierten en una amenaza para nosotros o en una vara de medir. Dios nos llama a otra cosa. Él nos llama a vivir juntos con las diferencias, las fortalezas y las debilidades, las bendiciones y las luchas, el éxito y el fracaso. Y debemos hacerlo en unidad y con el deseo de llevarnos unos a otros hacia la semejanza de Cristo, al valorar a los demás por encima de nosotros mismos (Fil 2:3-4). Sin embargo, no puedes complementar a alguien contra quien estás compitiendo porque ahora es un rival, en lugar de un compañero de lucha. ¿Cómo podemos realmente preocuparnos por los demás si los vemos de esta manera? Eclesiastés 4:9-10 dice:
Más valen dos que uno solo, Pues tienen mejor pago por su trabajo. Porque si uno de ellos cae, el otro levantará a su compañero; Pero ¡ay del que cae cuando no hay otro que lo levante!
En lugar de competir entre nosotros, debemos apoyarnos y fortalecernos unos a otros. Pero ¿cómo? ¿Cómo luchamos contra la presión de comparar? Aquí hay cuatro maneras:
  1. Confiesa lo fácil que es permitir que las cosas de este mundo te absorban y te distraigan de las cosas del Señor. Deja tus deseos, descontento, celos e insuficiencia ante el Señor. Echa tus preocupaciones sobre Él y experimenta la libertad que Él ofrece al no estar cargado con el peso de la comparación.
  2. Una evaluación sana y piadosa puede ser buena cuando reorienta las prioridades. Recuerda dónde está tu tesoro. No lo encontrarás en esta vida, pero estará allí esperándote y será mucho mejor que cualquier cosa por la que puedas esforzarte ahora.
  3. Desvía la comparación que otros puedan hacer contigo. Habrá personas que intentarán hacer comparaciones contigo, con tus elecciones o con tu vida. Rechaza cualquier intento de permitir que tu vida sea medida en función de la de otro.
  4. Vive ante el rostro de Dios, no ante el de los demás en Facebook. Anhela reflejar el carácter de Dios y sus caminos en tu vida. Fija tus ojos en lo que no se ve, no en lo que se ve.
Cuanto más buscamos lo que es eterno y verdaderamente significativo, más se oscurecen las cosas de este mundo. En lugar de vivir como rivales en este mundo, podemos vivir como el hierro que afila el hierro, deseando sacar a relucir la semejanza de Cristo en los demás. La comparación nos embota a cada uno de nosotros; la semejanza con Cristo nos afila y refina. Una vez que cambiamos la postura de nuestro corazón, somos libres para evaluar las elecciones, los estilos de vida y el comportamiento de los demás de una manera que nos ayude a crecer (no para definirnos o darnos valor). La evaluación piadosa da lugar a las diferencias que se complementan y agudizan entre sí, no a la jerarquización del valor de cada uno. Cuando el valor está arraigado en nuestro Creador, somos libres para deleitarnos en las diferencias de los demás y en nuestra propia individualidad, y descubriremos que nuestras vidas son más que suficientes.
Esta traducción está protegida por derechos de autor © (5 de enero de 2022) por The Christian Counseling & Educational Foundation (CCEF). Este artículo, titulado «The Danger of Comparison»  Copyright © 2022 fue escrito por Julie Lowe y está disponible en https://www.ccef.org/the-danger-of-comparison/. Todo el contenido está protegido por los derechos de autor y no puede ser reproducido sin el permiso escrito otorgado por CCEF. Para más información sobre clases, materiales, conferencias, educación a distancia y otros servicios, por favor, visite www.ccef.org.  
Traducido íntegramente con el permiso de The Christian Counseling & Educational Foundation (CCEF) por Jacquie Tolley, Acceso Directo, Santiago, Chile. La traducción es responsabilidad exclusiva del traductor. 
 
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Cuatro principios para hablar sobre sexo con tus hijos
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Cuatro principios para hablar sobre sexo con tus hijos


Título original en inglés: «4 Principles for Talking to Your Kids about Sex».
Como padre, ¿te sientes cómodo cuando hablas de sexo con tus hijos? ¿No tanto? ¿Por qué? Dios creó el sexo para bendecirnos, ¿por qué es tan difícil hablar de este tema? Para muchos, es nuestra propia incomodidad con el tema. Tal vez no creciste en un ambiente en el que se hablaba de ello o, si lo era, el tema era claramente vergonzoso o desagradable. Tal vez te sientes incómodo porque no te sientes seguro sobre qué decir o cómo decirlo. Sea cual sea la razón, evitar el tema comunica que no eres capaz o no estás dispuesto (o ambos) a hablar del tema, y tus hijos buscarán en otros lugares las respuestas a sus preguntas. Esto los deja vulnerables a las creencias de sus amigos y a la oleada de imágenes, actitudes y conceptos de sexualidad/moralidad de la cultura en general. Incluso puede aumentar el riesgo de que sean víctimas de delitos sexuales debido a que no tienen ningún filtro para entender lo que es malo y lo que es bueno. Si no sabes cómo abordar un tema tan difícil como este con tus hijos, considera los siguientes cuatro principios para ayudarte a dar forma a tu enfoque. Primero, habla de manera positiva. Modela una visión positiva y piadosa de la sexualidad. Los niños necesitan escucharnos hablar sobre sexo de manera reconfortante e inspiradora. Si no lo escuchan de ti, ¿de dónde lo van a escuchar? Es esencial que ellos vean la belleza del sexo tal como Dios lo creó y no solo todas las maneras en las que ha sido corrompido. La sexualidad es algo bueno y agradable cuando está correctamente orientada en nuestras vidas. Es parte de quienes somos y de cómo vivimos nuestras vidas ante el Señor. Segundo, habla con frecuencia. Hablar con tus hijos de sexo (o de cualquier tema importante) nunca debería abordarse en una sola conversación. Los niños y adolescentes siempre están procesando, pensando y haciéndose nuevas preguntas, e intentando darle sentido a todo. En cada etapa de su desarrollo se enfrentarán a nuevos cuestionamientos. Asegúrate de que nos estén haciendo esto solos. Busca activamente tener conversaciones con ellos. Tercero, habla con libertad. Fomenta un espíritu de apertura en tu hogar y en tu relación con tus hijos. Hazles saber que no hay ningún tema que esté fuera de los límites, sea demasiado difícil o demasiado vergonzoso para hablar de él. Cuanto más cómodo te sientas al hablar libremente, más probable será que tus hijos se sientan cómodos y escuchen lo que tengas para decir sobre la sexualidad. Fomenta las preguntas y las conversaciones en todo momento. Por ejemplo, cuando estén juntos en el automóvil, encuentra razones para preguntarles de qué hablan sus amigos en la escuela o si sus profesores enseñan sobre estas cosas. Pregúntales a tus hijos lo que ellos piensan acerca de lo que están oyendo. Después de ver una película, haz preguntas sobre lo que acaban de ver en pantalla. Dales libertad para tener opiniones y para decirlas; es una ventana hacia sus pensamientos. Así sabrás cómo orar por ellos y cómo hablar más específicamente a lo que están viviendo. Cuarto, habla pronto. Sé tú quien forme la opinión de tu hijo sobre el sexo y la sexualidad. Es mucho mejor informar proactivamente la opinión de tu hijo sobre un tema, que tener que retroceder y desestimar una opinión incorrecta. Incluso los niños pequeños necesitan comenzar a aprender las cosas esenciales. Puedes hacerlo teniendo en cuenta lo que es apropiado para su etapa de desarrollo. Enséñales los nombres correctos para las partes de cuerpo. Explícales qué es la privacidad y el respeto por el cuerpo de cada uno. Siempre mantente un paso más adelante de tus hijos, educando y formando sus opiniones. Dales información objetiva y precisa. Mantén la sencillez, la honestidad y la franqueza. Pregúntales si tienen dudas. A medida que vayan creciendo, anímales a pensar y a explorar lo que Dios dice y por qué. Vivimos en una cultura que está obsesionada con el sexo y que amenaza con formar la moralidad de tu hijo. No puedes darte el lujo de permanecer en silencio. Queremos que nuestros hijos crezcan sabiendo cómo Dios quiere que se viva la vida, las relaciones y la sexualidad. Los jóvenes van a oír la voz más fuerte o la más persuasiva. Permite que sea la voz de Dios en ti y a través tuyo.
Esta traducción está protegida por derechos de autor © (08 de julio de 2020) por The Christian Counseling & Educational Foundation (CCEF). Este artículo, titulado «4 Principles for Talking to Your Kids about Sex» Copyright © 2020, fue escrito por Julie Lowe y está disponible en https://www.ccef.org/4-principles-for-talking-to-your-kids-about-sex/. Todo el contenido está protegido por los derechos de autor y no puede ser reproducido sin el permiso escrito otorgado por CCEF. Para más información sobre clases, materiales, conferencias, educación a distancia y otros servicios, por favor, visite www.ccef.org.  
Traducido íntegramente con el permiso de The Christian Counseling & Educational Foundation (CCEF) por Jacquie Tolley, Acceso Directo, Santiago, Chile. La traducción es responsabilidad exclusiva del traductor. 
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Inculcando gratitud en tu familia
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Inculcando gratitud en tu familia


Título original en inglés: «Instill gratitude in your family».
A medida que se acerca el Día de Acción de Gracias, con frecuencia me sorprende cómo las personas, ancianos y jóvenes por igual carecen de un atributo importante: la gratitud. No estoy buscando un cálido «gracias» de regalo, sino una profunda y abundante apreciación por la vida y lo que hemos recibido. ¿Por qué es así? ¿Qué se interpone en el camino de la gratitud? Tengo dos posibles respuestas. Primero, nuestra sociedad cultiva el descontento. Consistentemente, escuchamos el mensaje de la necesidad. Los medios de comunicación masiva, la publicidad y las festividades capitalizan el concepto errado de la necesidad y del hambre por más. Hay literalmente miles de imágenes, comerciales y estrategias de mercadeo que tiene el objetivo de crear la sensación de necesidad. «Necesito» este nuevo teléfono para estar satisfecho o este nuevo producto para sentirme realizado. La publicidad desarrolla un sentimiento de deficiencia dentro nuestro. Busca convencernos de que sin el último producto de belleza, invento o dispositivo, nos falta. En Filipenses 4:11-12, Pablo rechaza este mensaje al desafiarnos a estar satisfechos en toda circunstancia: en abundancia o en escasez. Segundo, el descontento se desencadena fácilmente en nosotros porque tenemos un sentimiento subyacente de derecho. Creemos que somos inherentemente merecedores de privilegios o de un trato especial. Merezco ese nuevo dispositivo electrónico o esas vacaciones o paz y tranquilidad cuando llego a casa después de trabajar todo el día. Esta soberbia justifica cualquier respuesta egocéntrica que sale de mi boca o de mis acciones. Los deseos soberbios se convierten rápidamente en exigencias que excusan ponerme a mí primero y las necesidades de los demás en último lugar (si es que las llego a considerar). Estas cosas, por mucho que las desee, no son derechos humanos innatos, sino deseos que se han elevado al nivel de necesidad en nuestros corazones y mentes. En contraste, la Escritura nos dice que nuestro objetivo no es buscar lo que merecemos, sino darnos como una ofrenda para otros (Fil 2:17). Debemos andar «en amor, así como también Cristo les amó y se dio a sí mismo por nosotros, ofrenda y sacrificio a Dios, como fragante aroma» (Ef 5:2). El descontento y la soberbia son fuertes presiones, sin embargo, hay maneras de cultivar la gratitud en tu hogar. Cuanto más enseño a mis hijos a amar a Dios, a disfrutarse entre ellos y a servir a otros, más me doy cuenta de que es mejor dar que recibir (Hch 20:35). Aquí hay algunas formas simples, pero prácticas de facilitar esto en tu familia:
  1. Perspectiva: la vida se trata de quién es Dios, no de lo que tenemos. Su presencia es siempre la respuesta a cada una de nuestras necesidades, a cada temor, a cada sufrimiento. Esto es verdad, no porque remueve los desafíos de la vida o nos dé lo que queremos, sino porque nos da perspectiva. Enseña a tus hijos sobre el valor de la presencia personal de Dios en sus vidas. Esto se hace a medida que observan la manera en que vives eso frente a ellos. La manera en que tus hijos te ven hablar con Dios, te ven comprometerte con la vida y con Dios, todo moldea la perspectiva de que Él es quien satisface.
  2. Recordar: inculca en los jóvenes la regular habilidad de buscar y notar las cosas buenas, de valorarlas. El Salmo 77:11 es uno de una multitud de pasajes que nos llama a recordar las obras que Dios ha hecho. La práctica de buscar y atesorar lo bueno en la vida cotidiana profundiza el placer en lo que ya tenemos. Nos recuerda que Dios es nuestra provisión y que Él ha provisto para todas nuestras necesidades. Este tipo de gratitud es invaluable. Recordar se puede ejercitar de muchas maneras: listas, llevar un diario, ejercicios de expresión creativa, cajas de recuerdos, frascos de gratitud, etc. La gratitud misma no es el objetivo final, pero aspiramos a la gratitud que apunta al Señor, nuestro proveedor. Él es suficiente. Él es nuestra fuente de contentamiento, placer, satisfacción. Todo lo demás es la guinda del pastel.
  3. Expresión: dale voz a lo que es bueno y hermoso en tu vida. Recuérdatelo a ti mismo y háblalo con otras personas. Escríbelo; agradécele a alguien. Cuando más animamos a nuestros hijos a expresar aprecio y gratitud, más se arraiga y se profundiza. Ellos se benefician al dar voz a sus pensamientos, al ver el placer que aportan a los demás y al vivir como un ejemplo para quienes les rodean. Anímales a ver lo que es bueno y a expresarlo.
  4. Servicio: hay un inmenso beneficio en enfocarnos en las necesidades de los demás. Todos necesitamos ver el mundo fuera de nosotros mismos, un mundo que necesita nuestro cuidado. Encontrar satisfacción en cuidar bien de otros es profundamente gratificante. Es amar a otros en maneras que imitan a Cristo y lo dan a conocer. Hay una multitud de maneras de servir. Traer regalos, ofrecer tu tiempo, involucrarte en actos de servicio (como cuidar de niños, trabajo de jardinería, una comida inesperada) a personas con discapacidad, a ancianos, a desamparados, a solitarios, a personas en situación de calle o a padres abrumados sirve a Cristo, pero también genera gratitud por lo que ya tienes. Una conciencia de que otros viven con muchas menos cosas materiales y a veces con muchos más sufrimientos, trae una perspectiva mayor y nos recuerda lo que tenemos.
A medida que infundes estas ideas en tu hogar, encontrarás que tu gratitud crece y se volverá más fácil animar a tus hijos a seguir tus pasos. La gratitud no surge naturalmente, pero puede ser cultivada. Nos ayuda a cambiar de una perspectiva de necesidad a una de contentamiento. Reconoce que, sin importar mi condición, mis posesiones, mi sufrimiento o mis bendiciones, somos ricos en maneras en que el mundo no puede cuantificar.

Esta traducción está protegida por derechos de autor © 2023 por The Christian Counseling & Educational Foundation (CCEF). Este artículo, titulado «Instill gratitude in your family» Copyright © 2017 fue escrito por Julie Lowe y está disponible en https://www.ccef.org/instilling-gratitude-family/. Todo el contenido está protegido por los derechos de autor y no puede ser reproducido sin el permiso escrito otorgado por CCEF. Para más información sobre clases, materiales, conferencias, educación a distancia y otros servicios, por favor, visite www.ccef.org.  

Traducido íntegramente con el permiso de The Christian Counseling & Educational Foundation (CCEF) por Jacquie Tolley, Acceso Directo, Santiago, Chile. La traducción es responsabilidad exclusiva del traductor.