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Photo of Serie "La imagen del Dios invisible"
Serie "La imagen del Dios invisible"
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Serie "La imagen del Dios invisible"

Junto a distintos líderes y pastores hemos preparado esta serie de videos que nos ayudará a meditar en las diversas áreas y atributos del carácter de Cristo revelados desde el Domingo de Ramos al Domingo de Resurrección.
Nuestro deseo es que durante esta Semana Santa tu corazón sea avivado y animado a rendir toda tu vida en adoración a Cristo, la imagen del Dios invisible.

La Humildad de Cristo – Luke Foster

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El celo de Cristo – Nicolás Fuentes

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La dependencia de Cristo – Amós Cavalcanti

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La Omnisciencia de Cristo – Juan Esteban Saravia

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El servicio de Cristo – Felipe Chamy

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El sufrimiento de Cristo – Jonathan Muñoz

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El descanso de Cristo – Eleazar Seguel

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La resurrección de Cristo - Cristóbal Cerón

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La celebración de la Santa Cena en pandemia
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La celebración de la Santa Cena en pandemia

Durante este último año y medio de pandemia, las iglesias se han visto en la obligación de definir qué cosas realizar presencialmente por mera costumbre y qué hacer presencialmente por convicciones basadas en principios bíblicos y teológicos. La celebración de los sacramentos, sobre todo la Cena del Señor, ha sido uno de los puntos principales de definición en varias comunidades de fe o, al menos, debería serlo. No creo que sea sano para una iglesia decidir realizar la Santa Cena en línea ni tampoco negarse a hacerlo sin primero reflexionar teológicamente al respecto. Es así como algunas iglesias y pastores han preferido una postura más clásica, que consiste en negarse a celebrar este sacramento mientras no se pueda hacer presencialmente. En primer lugar, porque entienden que la iglesia debe estar reunida, como comunidad del Nuevo Pacto, para poder celebrarlo; de otro modo, no tendría sentido la instrucción bíblica de esperarse unos a otros para tomar juntos la Cena (1Co 11:33). Y, también, por el claro contraste que Pablo hace entre comer una comida común y corriente, cada familia en su casa, versus compartir la mesa sacramental en la iglesia (1Co 11:34). Como iglesias herederas de la Reforma, entienden que la Cena debe ser presidida por un ministro ordenado y que celebrarla cada uno en su casa sería similar a la práctica católico romana antibíblica de la misa privada. Por otro lado, en muchas comunidades con definiciones que, podríamos decir, son más innovadoras, sí decidieron realizar la Santa Cena en línea. Estas iglesias y pastores fundamentan su postura respondiendo a la visión más clásica, al menos de la siguiente manera: (1) la situación actual es excepcional y en la excepcionalidad es válido adaptar la forma de llevar a cabo ciertas prácticas de manera provisoria. Ellos no defienden que la celebración de la Santa Cena en línea deba mantenerse como regla, sino solo mientras dure la situación actual de la pandemia, ya que el mal de verse privados de este sacramento sería mayor que el no celebrarlo de la manera más adecuada. (2) Ellos además afirman que si el encuentro en línea es sincrónico y dirigido por el pastor, entonces, ya no sería similar a una misa privada y la presidencia del ministro ordenado permanecería. Ambas posturas parecen razonables, aunque debo admitir que no me parecen igualmente razonables. Personalmente, la postura más clásica me resulta más coherente y, además, más acorde con la realidad de que la iglesia local es llamada a vivir su comunión en la realidad de los cuerpos, tiempos y espacios que Dios nos dio: «Miren cuán bueno y cuán agradable es que los hermanos habiten juntos en armonía» (Sal 133:1). Sin embargo, creo que todo cristiano estará de acuerdo con que estamos viviendo tiempos de abstinencia, aunque sea parcial, de algunas disciplinas espirituales que son necesarias para nuestra vida como cristianos. Podemos orar, podemos escuchar un sermón, pero no podemos reunirnos, abrazarnos ni participar juntos de una sola mesa para partir el mismo pan. Para los que adoptamos una postura más clásica, esto ha implicado una abstención total de la Cena al no sentarnos a la Mesa del Señor por más de un año y medio. Pero para quienes han decidido celebrar la Cena en línea, ha significado igualmente una abstención parcial, ya que muchos han debido hacerlo con menos frecuencia de lo habitual y solo mediante una pantalla, sin recibir el pan y la copa de manos de su pastor y sin abrazar a sus hermanos y hermanas. ¡Estos tiempos de abstención son circunstancias difíciles para las iglesias occidentales acostumbradas a la llenura! Tiempos que nos obligan a reflexionar, a extrañar y a sentirnos en comunión con comunidades de otras latitudes y de otros tiempos. Hay iglesias para las cuales, desde antes de esta pandemia, ya era costumbre tener que esperar largo tiempo sin celebrar los sacramentos debido a la falta de pastores, a la persecución o a razones geográficas. Siglos antes de eso y por razones parecidas, muchas comunidades perseguidas en los tiempos de la Reforma del siglo XVI tuvieron que abstenerse de la Cena del Señor por largo tiempo y solo pudieron celebrarla escondidos en cuevas, graneros y sótanos. No obstante, si vamos todavía más atrás, mucho más atrás, y pensamos en los tiempos en los cuales la misión de Dios se llevaba a cabo mediante la manutención de una casta sacerdotal de levitas, de sacrificios, de holocaustos y de templo, veremos que para la iglesia del Antiguo Testamento fue un dolor de alrededor de 70 años no poder adorar en el templo del Señor. Y de ellos, justamente, aprendemos que estos son tiempos para lamentar y extrañar, como en el Salmo 137: para sentarnos a llorar junto a los ríos de Babilonia. Dios nos ha traído este tiempo de abstención y «cautiverio», entre otras cosas, para que apreciemos el valor inigualable del culto comunitario en el que estamos presentes en cuerpo y espíritu junto a nuestros hermanos, compartiendo la misma mesa. Pero de ellos también aprendemos que estos son tiempos de esperanza, como en el Salmo 126, para anhelar el día en que volveremos a reunirnos mientras nuestra boca se llena de risa y nuestra lengua rebosa de alabanzas. Estos tiempos de abstención de la Cena del Señor son tiempos para recordar que aún la restauración definitiva de todas las cosas no ha llegado, que aún las enfermedades y plagas no han sido derrotadas definitivamente, que aún el Rey de Reyes no ha manifestado de forma total su gobierno justo y perfecto, pero que vale la pena esperar y perseverar porque pronto llegará ese día en el que beberemos el vino nuevo de la nueva creación, junto a Cristo (Mr 14:25), abrazados a Él en aquel gran banquete final.
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Serie “La Biblia en la Biblia"
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Serie “La Biblia en la Biblia"

Desde cualquier punto de vista, la Biblia es el libro más influyente e importante que existe. Si quieres saber más de ella, la misma Biblia hace diversas afirmaciones sobre sí misma. En esta nueva serie, queremos invitarte a escuchar lo que la Palabra de Dios dice de sí misma, no solo para que puedas ver cuán valiosa y preciosa es, sino para que puedas confiar en que en ella está todo lo que necesitas para conocer, obedecer y disfrutar a su asombroso Autor.

¿Qué es la Biblia? – Luke Foster

https://www.youtube.com/watch?v=bsuDsCYtHW4

¿De qué se trata la Biblia? - Juan Esteban Saravia

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¿Cómo debemos leer la Biblia? - Eliezer Leal

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¿Por qué seguimos leyendo la Biblia hasta el día de hoy? - Jonathan Muñoz

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¿Cómo seguir orando por Ucrania?
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¿Cómo seguir orando por Ucrania?

¿Cómo podemos continuar orando correctamente por Ucrania, por Rusia, por la iglesia de Cristo en esos países y por todos los que sufren amargamente este conflicto? Me restrinjo aquí solamente a entregar algunas pocas recomendaciones, teniendo como telón de fondo la potente y penetrante enseñanza de nuestro Señor Jesús en la parábola del fariseo y del publicano relatada en Lucas 18:9-14. Allí Jesús nos recuerda, a través de la figura del fariseo, que es posible orar con tal autojusticia y con una visión tan torcida de la realidad a causa de la dureza del propio corazón, que uno termine orando «consigo mismo» (v. 11 [NVI]) y no al Señor. Por eso, quisiera solo entregar una breve —y para nada completa— lista para tener en consideración cuando oremos por este conflicto armado.
1. Sigamos orando no solo por Ucrania, sino también por Rusia
Entendemos que, en esto al menos, el consenso internacional es correcto: Vladimir Putin es un tirano y sus acciones militares son condenables y despreciables. Sin embargo, el mismo pueblo ruso manifiesta, en mayor o menor medida, oposición y hasta dolor ante la invasión a Ucrania. Debemos cuidarnos como creyentes de no caer en ese juego hipermediático y ridículo de la «rusofobia», negándonos a beber vodka ruso, quitando el Strogonoff del menú o desechando las obras de Dostoyevski. Orar solo por Ucrania y por los ucranianos sería una miopía inaceptable para los creyentes en Cristo, con mayor razón aún si consideramos los datos estadísticos que nos muestran que en ambos países ha habido un crecimiento exponencial de las iglesias evangélicas. Esto implica que, en este momento, sin duda, más de algún soldado ruso que recibió a Cristo en su corazón se está enfrentando en armas contra algún hermano suyo que también recibió a Cristo en Ucrania. Los soldados deben cumplir con su deber, pero el dolor y la pena con la cual más de alguno de ellos debe estar viviendo este conflicto debe ponernos de rodillas para clamar por ambos pueblos, ambas naciones, con el mismo amor por la gloria de Dios y por la manifestación del Reino de Cristo en la historia. Recordemos las palabras de Santiago 2:1 (RV60): «Hermanos míos, que vuestra fe en nuestro glorioso Señor Jesucristo sea sin acepción de personas».
2. Al orar, busquemos también maneras de entregar ayuda concreta a quienes están sufriendo los horrores de esta guerra
El mismo Santiago en el capítulo 2 versículos 15 y 16 nos recuerda que «Si un hermano o una hermana no tienen ropa y carecen del sustento diario, y uno de ustedes les dice: “Vayan en paz, caliéntense y sáciense”, pero no les dan lo necesario para su cuerpo, ¿de qué sirve?». Sin duda alguna, cuando el anónimo y humilde hijo de Dios ora, puede participar en la transformación de realidades y hasta trastocar eventos mundiales para la gloria de Dios. No obstante, tenemos también el deber de mostrar compasión de formas concretas y sencillas mediante ofrendas que, aunque a nosotros humanamente nos parezcan pequeñas, pueden hacer una inmensa diferencia para una familia de refugiados. Aquí dejo solo una de muchas alternativas que existen para apoyar a organizaciones evangélicas que están prestando ayuda concreta a refugiados ucranianos. En este caso, la organización misionera Steiger está brindando apoyo en el traslado, recepción y reubicación de familias de refugiados ucranianos, ayudándoles a instalarse de forma segura en Polonia y en Alemania. Si quieres realizar una donación, puedes hacerlo mediante la siguiente página: https://steiger.org/ukrainerelief 
3. Cuidémonos de no orar con el corazón atado a los ídolos de este tiempo
El fariseo de la parábola amaba más su autojusticia y moralidad (junto con el reconocimiento y posición social que eso le daba) que a Dios, por eso «oraba consigo mismo» y no al Señor. La raíz de su problema era la idolatría. Muchas veces, a nosotros también, los ídolos nos impiden orar como corresponde, ya que en vez de orar «venga tu Reino y hágase tu voluntad», nos podemos hallar orando todo lo contrario y clamando al Señor: «¡por favor, Dios, no permitas que los imperios de este mundo caigan!». Y aquí me estoy refiriendo específicamente al ídolo que podríamos llamar COMG (Cultura Occidental Moderna Globalizada), esa cultura caracterizada por el libre comercio, los estados democráticos y el respeto irrestricto a las libertades individuales de cada uno (incluso la de matar a tu propio hijo en el vientre). Un ídolo que lleva 30 años y más prometiéndonos bienestar, libertad, prosperidad y paz. Con este conflicto, las promesas del ídolo COMG parecen desvanecerse frente a nuestros ojos: la idea de una civilización global pacífica, tolerante, próspera, democrática y respetuosa de los Derechos Humanos y de las libertades individuales se ve amenazada cuando en la mismísima Europa, el corazón de la COMG, comienza un conflicto armado y las ciudades se convierten en campos de batalla después de 80 años sin guerra. Ante este escenario, muchos podemos comenzar a orar con desesperación «¡ah, Señor! Que este ídolo nuestro no caiga, ¡por favor!». ¿Podemos siquiera imaginar una oración más blasfema que esta? Ruego a los lectores que no se precipiten: es evidente que la tiranía de Putin es también un proyecto de características idolátricas que tampoco queremos que avance ni menos que venza. Lo que anhelamos los cristianos va más allá de los clamores paganos y blasfemos de izquierdas y derechas: anhelamos que el Reino de Cristo pronto llegue a su consumación, que pronto estos juegos de poder humanos acaben y veamos volver en las nubes del cielo, en toda su gloria, al único que hará un nuevo cielo y una nueva tierra: a Jesucristo, Hijo de Dios, Rey de reyes y Señor de señores. Por eso, mientras oramos por este conflicto no dejemos de clamar: «¡venga tu Reino! ¡Hágase tu voluntad!».
4. Finalmente, que orar por Ucrania y Rusia nos ayude a orar regularmente también por tantos otros lugares del mundo que se encuentran en guerra y, especialmente, por la iglesia que allí sufre
En este momento también están ocurriendo invasiones, muertes de niños y enfrentamientos armados en Palestina, Israel, Irak, Afganistán, Yemen y Etiopía (solo por nombrar algunos), y los creyentes en Cristo que se encuentran en esas regiones también, sean pocos o muchos, necesitan nuestras oraciones y nuestro apoyo. Y todo esto, sin mencionar tantos otros lugares donde cristianos sufren persecución. Tal vez esta guerra nos ayude a darnos cuenta de que podemos mantener, como motivo regular de oración en nuestras iglesias, a los países que están en guerra y recordarnos también que todo hombre y toda mujer que sufre, sin importar etnia, color de piel, trasfondo cultural, etc. son imagen y semejanza de Dios y han de ser mirados con compasión, amor y un clamor en los labios por ellos. Que el Señor nos ayude a orar correctamente y a actuar sabiamente ante este y otros  conflictos.