volver
Photo of Aprendiendo de Jesús sobre la administración del dinero
Aprendiendo de Jesús sobre la administración del dinero
Photo of Aprendiendo de Jesús sobre la administración del dinero

Aprendiendo de Jesús sobre la administración del dinero

Lo que Dios ve

Podemos decir con total confianza que Dios cuando nos mira no mira el tamaño y la apariencia impresionante de nuestros hogares. No mira el tipo de automóvil que conducimos. Él no mira el corte, el estilo y lo costoso de la ropa que usamos. No mira nuestras cuentas bancarias, nuestras acciones y bonos, o nuestros fondos de pensiones. Para Dios, dice Jesús, todo esto es detestable cuando se convierte en una medida de nuestro valor.

Dios mira el interior de una persona, no el exterior. Él mira el corazón para ver la naturaleza de nuestros compromisos internos y para encontrar en ellos la realidad del amor, la bondad, la misericordia, la justicia, el autosacrificio, la fe y la esperanza. Tal vez sea esta evaluación del dinero lo que hace que el pasaje (sobre el mayordomo astuto en Lucas 16-17) se predique tan raramente en la actualidad. ¿Tendremos la sabiduría, el coraje y sobre todo la fe para estar preparados para creer y enseñar la evaluación que Jesús hace del dinero? ¿Daremos a conocer esto a nuestros hijos, en nuestras iglesias y en nuestra comunicación del Evangelio de Cristo al mundo?

El dinero es de Dios

¿Seremos obedientes y les diremos a las personas que su dinero en realidad no les pertenece a ellos, sino a Dios? Esto es muy difícil en nuestro contexto cultural, porque a todos se nos enseña desde la infancia que nuestro dinero y nuestras posesiones son «nuestros». No obstante, en contraste con esto, Jesús declara que todas nuestras posesiones y ahorros no son nuestros, sino de Dios. Ni siquiera mi persona o mi propia vida me pertenecen; más bien, yo le pertenezco a Dios.

Somos mayordomos y administradores de todo lo que poseemos, ni más ni menos. ¿Animaremos a las personas a preguntarse a sí mismas qué es lo que realmente les pertenece: amor, misericordia, justicia, bondad, servicio, generosidad y morir a uno mismo?

Acumular tesoros en el cielo

¿Estamos preparados para enseñarles a las personas que el dinero (en sí mismo) no tendrá valor para ellos, a menos que sea usado como un medio para acumular tesoros en el cielo? Este es un mensaje extraordinariamente desafiante, pero si fuera proclamado claramente en nuestras iglesias veríamos que las prioridades de las personas cambiarían y a algunos miembros de nuestras iglesias, que son idólatras de su dinero y propiedades, ser profunda y verdaderamente transformados. Necesitamos enseñar mucho más claramente y con mucha más valentía el mensaje bíblico de que tendremos que rendir cuentas a Dios y que las elecciones que hagamos hoy tendrán consecuencias eternas.

¿Estamos llamando a la gente a que se hagan amigos para las moradas celestiales? Creo que pocas veces he oído un mensaje así. Sin embargo, esta es una idea central en las palabras de Jesús en esta ocasión. Él no parece tener miedo de decir tales cosas y correr el riesgo de hacer que la gente piense que pueden ganarse el favor de Dios al dar a los necesitados. No hace ninguna aclaración que pueda socavar el poder de sus palabras o la naturaleza convincente de su mensaje. Esto se debe a que sus palabras no se tratan de un llamado a dar una décima parte de lo que tenemos a la iglesia o a los necesitados. Eso no es algo tan difícil de hacer, incluso si a veces luchamos con eso. Las palabras de Jesús golpean mucho más profundamente que eso. Se enfoca en la idolatría al dinero, en la falsa seguridad del dinero, en la necesidad de ser verdaderamente sabios a la hora de dar y en nuestro llamado de ser tan generosos con lo que tenemos hasta el punto de hacer muchos amigos que estarán encantados de recibirnos en el Reino venidero.

Condenación

Al final de sus palabras sobre el dinero (en Lucas 16-17), Jesús habla directamente condenando a algunos que lo estaban escuchando. Él habla con esta franca condena únicamente debido a que ellos expusieron las motivaciones de sus corazones hacia su dinero y sus posesiones al ridiculizar lo que Jesús ha estado diciendo. Es en respuesta a su desprecio que Jesús los acusa claramente de tratar de justificarse ante Dios y de valorar demasiado lo que es detestable ante los ojos de Dios. Las penetrantes palabras de Jesús acerca del dominio idólatra que puede tener el dinero sobre nuestros corazones provocó a algunos fariseos al desdén. No estaban dispuestos a escuchar tal desafío a su codicia personal. No querían ir a la luz para confesarlo como pecado.

Podemos pensar en la respuesta del hombre rico (Mt 19). En esa ocasión Jesús también buscó exponer las motivaciones de su corazón y la idolatría al dinero que se ocultaba allí. La respuesta del joven, aun cuando no es una respuesta de arrepentimiento y fe en Jesús, es muy diferente a la respuesta de los fariseos en esta ocasión. Él no se burló del mensaje de Jesús sobre el dinero; en lugar de eso, se va triste por su pecado que fue expuesto. Este dolor eventualmente lo llevaría al arrepentimiento y a convertirse en un verdadero seguidor de Cristo. Él vino a la luz y escuchó el desafío de Jesús.

En esa ocasión los discípulos encontraron difícil el mensaje de Jesús sobre el dinero, pues su respuesta fue: «¿cómo puede alguien salvarse?». También en esta ocasión, los discípulos deben haber encontrado las palabras de Jesús muy perturbadoras y convincentes. Sin embargo, una de las marcas de un discípulo es la disposición a exponer su pecado, sin importar cuán doloroso pueda ser el proceso. Las palabras de Jesús sobre las riquezas ciertamente producen dolor si permitimos que su mensaje se asiente en nuestros corazones y si le pedimos al Espíritu que utilice ese mensaje para revelar las pasiones egoístas y materialistas que se encuentran allí.

Dinero, dinero, dinero: los desafíos de Jesús para nosotros

Jesús deja a sus discípulos con una serie de preguntas para reflexionar sobre el dinero y las posesiones, preguntas con las cuales podemos medir el progreso de nuestra comprensión y nuestra obediencia. Estas preguntas son para la oración y para la reflexión privada, no para ser una discusión pública.

  1. ¿Mi corazón y mi mente están puestos en Dios o en el dinero, en cómo lo sirvo a Él o en cómo ahorro y gasto lo que creo poseer?
  2. ¿Estoy comprometido a reflexionar diariamente para planificar mi vida y la manera en que uso mi dinero con el fin de vivir eternamente o para asegurarme que yo (y mi familia) estemos cómodos y financieramente seguros en esta vida? ¿Qué proporción de cada día está dedicada a estos dos objetivos diferentes?
  3. ¿Verdaderamente reconozco que todo lo que tengo es de Dios y no mío, que soy su mayordomo (o administrador) y que por esa razón Él me llamará a rendir cuentas de cómo he administrado sus bienes?
  4. ¿Estoy usando lo que tengo para bendecir a otros que están en necesidad, ya sea que tenga pocas posesiones terrenales o que sea relativamente próspero?
  5. ¿Realmente me doy cuenta de que las posesiones son mucho menos importantes que las relaciones, y que mi actitud hacia mis posesiones es un tipo de campo de pruebas que tienen como fin prepararme para responsabilidades más significativas en el servicio a los demás?
  6. ¿Hay algo que tenga que pueda llamar realmente mío? ¿Quiénes son las personas que se están convirtiendo en mis hermanos, padres, hijos y amigos espirituales; personas a las que me he entregado en servicio y amor, en bondad, en misericordia y en abnegación?

Este artículo es una adaptación de Learning Evangelism from Jesus [Aprendiendo de Jesús sobre evangelismo] por Jerram Barrs.


Este artículo fue publicado originalmente en inglés y traducido con el permiso de Crossway.