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Tres razones por las que debes predicar Deuteronomio
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Tres razones por las que debes predicar Deuteronomio

El libro de Deuteronomio describe a Dios como Rey y revela la manera en que su pueblo debe vivir en un pacto con él. En mi iglesia, titulamos la serie de sermones sobre este libro «El Rey y su manera de vivir». Resultó ser una serie muy animante para nuestra congregación. Ya sea porque los sermones hayan sido realmente buenos o porque la congregación solo se impactaba al extraer riqueza y relevancia del libro de Deuteronomio (eso aún está por verse). No obstante, tengo confianza de que predicar Deuteronomio te dará a ti y a quienes te escuchan mucho aliento al corazón e instruirá sus mentes. A continuación, haré una lista de tres razones por las que digo esto.
1. Deuteronomio muestra la verdadera naturaleza del pacto del pueblo con el gran Rey: el Dios viviente
Los pactos no eran inusuales para el Cercano Oriente. Un pacto típico podría haber dicho algo como esto: «Hola. Soy su nuevo rey. Acabo de destruir su ejército completo y asesiné a su antiguo rey. Además, con gusto sacrificaría a cualquiera que se me oponga. Oh, y por si acaso, aquí tienen un tratado para que sepan cómo será la nueva normalidad». Deuteronomio invierte este común formato y dice algo como esto: «Soy el Dios que los liberó de la opresión y de la esclavitud. He peleado, cumplido y continuaré cumpliendo mis promesas por ustedes. Aquí tienen un tratado para que sepan y recuerden mi afecto por ustedes, como también sus responsabilidades en esta relación. Esta es su nueva normalidad». Podrás ver este patrón en los primeros tres capítulos, en los cuales Moisés revisa la obra que Dios hizo por Israel. Esta revisión da paso a proposiciones teológicas en los próximos siete capítulos (donde nos damos cuenta de que la misericordia sin precedentes de Dios tiene dos aspectos). Israel debía recordar que su relación con Dios tenía poco que ver con sus esfuerzos presentes (7:7; 9:6-8, 22-24) y todo que ver con la promesa de Dios hecha en el pasado a los Patriarcas (1:8; 9:5; cf. también 5:15; 6:22–23). A medida que la Biblia avanza hacia el Nuevo Testamento, vemos que la noción cristiana de redención no tiene nada que ver con un lejano monarca que exige nuestra obediencia (o algo más). Al contrario, la redención cristiana es cuando Dios, el soberano misericordioso, actúa por su pueblo porque no pueden comenzar a luchar por sí mismos. No se puede evitar más que pensar en Jesús, que no vino para ser servido sino que para servir, y dar su vida como rescate por muchos. O considera Efesios 5:25-27, en donde Pablo nos dice que Cristo ama a su iglesia y se da a sí mismo «por ella». Él encuentra gozo en su pureza y unión a él. Lejos del legalismo, lejos del despotismo, este monarca ama a su pueblo más y mejor que cualquiera. Él les ha dado la libertad para vivir «en la tierra» y les está enseñando a cultivar un aborrecimiento y abandono de su pecado. ¿Por qué seguirías a cualquier otro rey? 
2. Deuteronomio muestra la soberanía sin precedentes de Dios
Deuteronomio destaca la supremacía absoluta de Dios por sobre otros dioses de las naciones (4:35; 6:4; 33:26). No hay demasiadas deidades que sean tan audaces como Yahweh. El Dios de Abraham, Isaac y Jacob no solo reclama propiedad sobre Israel, sino que también se posiciona a sí mismo como el líder de otras naciones también. Vemos esto múltiples veces en Deuteronomio 2 cuando Dios afirma haberle dado su tierra a los moabitas y a los amonitas (2:9). Deuteronomio resalta la supremacía absoluta y particular de Dios sobre Israel. Él es la Roca de Israel (32:4, 15, 18, 30-31); él es una presencia consumidora, que es absolutamente santo (4:24; 9:3; 33:2). Él es misericordioso, amoroso y fiel; es el Creador de la humanidad, el soberano de todas la naciones, el juez universal y el único controlador de la creación. Aunque es esencialmente diferente de la creación, Dios está completamente presente y activo en ella. Solo el Dios de Abraham, Isaac y Jacob es Redentor, Guerrero, Protector, Proveedor, Restaurador y Salvador de todo Israel. Él odia y castiga el pecado y aborrece a todos los competidores que quieren los afectos de su pueblo. El énfasis de Deuteronomio en la soberanía de Dios debe motivar nuestra adoración y nuestro compromiso con la misión intercultural. Tanto para Israel en ese entonces como para los cristianos ahora, un sinnúmero de competidores culturales existen por la soberanía de Dios. No obstante, si estamos mirando con los ojos apropiados, descubriremos la masiva discrepancia entre los gobernantes terrenales, sus formadas deidades políticas y el Cordero de Dios quien fue, quien es y quien vendrá. Respecto a las misiones, la soberanía de Dios nos ofrece una inmensa esperanza de que la promesa hecha a Abraham en Génesis 12 resultará en la celebración que vemos en el libro de Apocalipsis, donde toda tribu, lengua y nación danza y festeja en torno al trono de Dios. 
3. Deuteronomio espera una respuesta interna hacia Dios y hacia los demás provoca tanto temor como amor
Dios exige que su pueblo tome en serio su compulsión interna a pecar y su impulso cultural hacia la idolatría. Era fundamental en el problema principal de Israel su naturaleza «instintiva» a pecar, Deuteronomio los llama «rebeldes» (1:26, 43; 9:7, 23–24; 21:18, 20; 31:27). Son «incrédulos» (1:32; 9:23;28:66)  y «tercos de corazón» (9:6, 13; 23-24; 21:18, 20; 31:27). Estos problemas están bien arraigados y no pueden ser corregidos por un llamado externo a la obediencia relacionada al deber. Al contrario, lo que estas personas necesitan es un llamado interno a rendirse y a depender del único Dios viviente (4:39; 6:5-6; 8:5; 10:12-13, 16; 11:18; 26:16; 32:46). El amor sincero por Dios es la única respuesta adecuada al pacto (6:4-6) porque solo un amor sincero puede servir como nuestro fundamento para toda obediencia y adoración. En Deuteronomio 6:4-6 (el texto central del libro, a menudo denominado el «Shemá»), es claro que la instrucción de Dios, su Torá, debía ser tan central y valiosa para el pueblo de Dios que funcionaba como su tema natural de conversación, como una disciplina diaria entre un padre y un hijo. De igual manera, Deuteronomio cultiva un temor a Dios que está enraizado en la bondad y en el poder de Dios por Israel. Deuteronomio 8:6-10 repasa la bondad de Dios a Israel al liberarlos de Egipto. Él los sustentó en el desierto y los llevó a la Tierra Prometida. Moisés afirma que deben temer y obedecer (una dupla común en Deuteronomio). ¿Qué guía esta respuesta «visceral»? Es simple: Dios llevó a Israel a la tierra buena y abundante que él les prometió (8:7-9). Él cumplió su promesa y su obediencia fluye de esta convicción de la bondad de Dios. Deuteronomio también anima al pueblo de Dios a tomarse en serio mutuamente. En más de una ocasión, aunque Deuteronomio enfatiza la bondad de la promesa a todos los que están al alcance de Israel, el libro apunta a la grave responsabilidad de aquellos que están en el pacto los unos con los otros. Considera su insistencia en cuidar de los hermanos y hermanas pobres que siempre estarán entre ellos (15:1-18). Desde nuestra perspectiva del nuevo pacto, es necesario comprender que la obediencia está dirigida fundamentalmente por el cambio interno que solo viene a través de la conversión. La gracia de Dios nos entrena y nos forma desde adentro hacia afuera. Renunciamos a los viejos hábitos y abrazamos los nuevos mientras anhelamos el regreso de Cristo y permanecemos entusiasmados con las buenas obras (Ti 2;11-14). Los escritores del Nuevo Testamento entienden este tipo de amor unos por otros como un comportamiento normal del cristiano. Algunos incluso niegan el título de cristiano a aquellos que no tienen este amor (1Jn 2:9-11).  

Encuentra aquí la serie completa "Predicando toda la Biblia".

Este recurso fue publicado originalmente en 9Marks. | Traducción: María José Ojeda