Jasmine Holmes es esposa, madre y oradora. Enseña humanidades y latín en St. Augustine Classical School. Ella y su esposo, Phillip, tienen un hijo y son miembros de Redeemer Church en Jackson, Mississippi. Ella escribe regularmente en su página web.
El maquillaje es un pasatiempo, no una necesidad
Mujer en el espejo
Lo que estaba viviendo era algo que muchas mujeres experimentan en la vida diaria. Ya sea que estemos embarazadas, luchando con nuestro peso, peleando contra el acné o solo mirando cómo envejecemos, todas sabemos lo que se siente mirar nuestros rostros en el espejo y desear poder cambiar algo. La lucha con nuestra apariencia física no es solo esencialmente humana, sino que también es un resultado fundamental de la caída. Hace mucho tiempo, Eva era perfecta, y luego decidió comer del fruto prohibido. Adán y ella habían sido creados perfectamente a la imagen de Dios, pero como la muerte entró en el mundo, también lo hizo el proceso de envejecimiento y las imperfecciones con las que lidiamos cada día. Como mujeres, nuestra apariencia externa a menudo tiene un gran efecto en cómo somos percibidas en nuestra sociedad (y en cómo nos percibimos a nosotras mismas). Este impacto no es un fenómeno nuevo. Muchas mujeres en la Biblia se destacaron por la forma en que se veían. Raquel (Gn 29:17), Ester (Est 2:7), Abigail (1S 25:3) y otras fueron mencionadas por su belleza, mientras que la apariencia de Lea no fue tan apreciada (Gn 29:17).El valor de esta mujer
Sin embargo, es obvio que la apariencia no es lo más importante. Existen muchas mujeres virtuosas en la Palabra de Dios cuyas apariencias no se mencionan en lo absoluto. Rut y Rahab son dos mujeres gentiles que se mencionan en el linaje de Cristo, la lealtad de la primera y la fe de la última fueron mencionadas en la Escritura mientras que sus rasgos no lo fueron. El temor del Señor de la mujer de Proverbios 31 era digno de ser alabado por sobre el encanto o la belleza (Pr 31:30). La esposa que Jacob valoró por ser la más hermosa no terminó dando a luz al hijo que conduciría a Cristo; la chica menos agraciada sí lo hizo (Gn 29:35). Pedro deja en claro este punto en 1 Pedro 3:1-6. La verdadera belleza no se encuentra en el adorno externo, sino en nuestra conducta, que es la extensión de nuestro corazón (Mt 15:18):Que el adorno de ustedes no sea el externo: peinados ostentosos, joyas de oro o vestidos lujosos, sino que sea lo que procede de lo íntimo del corazón, con el adorno incorruptible de un espíritu tierno y sereno, lo cual es precioso delante de Dios (1 Pedro 3:3-4)
Esta actitud va en contra de la cultura en la que vivimos, al igual que en contra de una mujer infame que se menciona en la Escritura, que adornó su cabeza y pintó sus ojos para realzar su belleza natural: Jezabel (2R 9:30).Ser Jezabel o no ser Jezabel
No obstante, antes de que tiremos a la basura nuestras joyas de oro, de que dejemos de trenzar nuestro cabello seductoramente y de que cambiemos nuestra ropa por sacos de papa, es importante que observemos cómo Cristo adorna a su novia:Te vestí con tela bordada y puse en tus pies sandalias de piel de marsopa; te envolví con lino fino y te cubrí con seda. Te engalané con adornos, puse brazaletes en tus manos y un collar a tu cuello. Puse un anillo en tu nariz, pendientes en tus orejas y una hermosa corona en tu cabeza (Ezequiel 16:10–12).
A medida que seguimos leyendo este pasaje, nos damos cuenta de que el problema no está en los regalos generosos que Cristo le ofrece a Israel, sino en la confianza vana de Israel en esos regalos en vez de en su Salvador (Ez 16:15). Si el adorno hubiese sido el problema, Cristo habría escatimado en la ropa fina que le entregó; sin embargo, el problema está cuando cambiamos nuestra adoración al Dador de regalos hermosos y la dirigimos hacia nosotras mismas.