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El Dios que te cuida
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El Dios que te cuida

Estaba leyendo mi plan de lectura bíblica anual el otro día y llegué a Génesis 16: la serie de Sarai y Agar (por favor, no calcules, porque te darás cuenta cuán atrasada estoy). Hacia el final del capítulo, me encontré con estas palabras dichas por Agar: «“Tú eres un Dios que ve”; porque dijo, “¿Estoy todavía con vida después de ver a Dios?”» (Gn 16:13). La nota al pie de la NBLH sobre este versículo dice, «o “Tú, Dios, me ves”». En el silencio de mi hogar, muy temprano esa mañana, Dios grabó estas palabras en mi corazón, trayendo nuevo asombro y ánimo. Dios me ve. A mí, que soy pequeña, que estoy sentada en mi sillón, que estoy atrasada en mi plan anual de lectura bíblica, y con la necesidad desesperada de su gracia para afrontar otro día. Dios te ve a ti. Ya sea que estés pasando por una temporada de abundancia o de escasez, él te ve. Ve tu agotamiento cuando enfrentas otro día para criar a tu pequeño de dos años de carácter fuerte. Ve el anhelo que tienes por tener un esposo, cuya aparición parece cada vez más improbable. Él ve tus lágrimas por tu adolescente que vaga lejos de casa. Ve cómo se abruma tu corazón con las tareas y los exámenes que parecen nunca terminar. Él ve tu desánimo mientras luchas con el pecado en el que te enredas tan fácilmente. Dios vio a Agar. Ella no era el gran Abraham o la gran Sara (aunque Dios los vio a ellos también). No obstante, Dios animó específicamente a Agar, la humilde y despreciada sierva. Él la vio en su sufrimiento desesperado y «cuidó de ella». A continuación, les comparto las palabras que Charles Spurgeon le dijo a su congregación sobre este pasaje:
Marcos, Dios te ve —seleccionando a cualquier persona de su congregación—, él te ve, te ve tanto como si no hubiese nadie más en el mundo para él. Si tuviera tantas personas para mirar como hay aquí ahora, por supuesto que mi atención estaría dividida, pero la mente infinita de Dios es capaz de alcanzar un millón de objetos a la vez y puede fijarse, de tal forma, en alguien como si no hubiera nada más que esa persona. Así te está mirando Dios a ti, esta noche, tanto como si a lo largo del espacio no hubiera ninguna otra criatura aparte de ti. ¿Puedes imaginarlo?

Dios te ve hoy, ahora mismo, como si no hubiera nadie más que tú. ¡Es algo inimaginable!

Pon tus preocupaciones sobre este «Dios que ve» y descansa al saber que el Dios que «cuidó de» Agar te está «cuidando a ti».

Este recurso fue publicado originalmente en GirlTalk. | Traducción: María José Ojeda
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¿Cómo puedo tener una «simple amistad» con los hombres?
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¿Cómo puedo tener una «simple amistad» con los hombres?

Pregunta: Tengo 18 años y quisiera saber cómo tener una «simple amistad» con los hombres de mi iglesia. ¿Podrían darme algún consejo? Respuesta: No ha pasado mucho tiempo desde que navegué por la adolescencia hasta adentrarme en la primera etapa de la adultez. Un asunto que siempre acechó en las sombras fue el de la «amistad con los hombres». ¿En qué se diferencian estas relaciones de las que tengo con mis amigas? ¿Cuánto tiempo debo pasar con ellos? ¿Está bien salir con uno a la vez? ¿Hablar por teléfono? Siempre quise tener un conjunto sencillo de reglas —una breve lista de permisos y prohibiciones que cupieran en el bolsillo—. Estas reglas garantizarían que ya no tendría que preocuparme de esta pequeña conciencia mía. Sin embargo, muy pronto aprendí que se trataba de actuar con sabiduría, y que la fuente primaria de ésta era la Escritura. En 1 Timoteo 5:1-2, Pablo le dice a Timoteo: «Trata a . . . las jóvenes como a hermanas, con toda pureza». Ahora bien, si los hombres van a tratarnos como «hermanas con toda pureza», nosotras, por nuestra parte, ¡debemos actuar como hermanas, en pureza! Aquí, en este versículo, hay una sabiduría que necesitamos con urgencia. Debemos preguntarnos: ¿Trato a mis amigos hombres como trataría a mi propio hermano? ¿Me relaciono con los jóvenes andando en pureza absoluta? En lo que a mí respecta, me di cuenta de que, a menudo, tenía un conflicto de motivaciones en mis relaciones con los hombres. En vez de pensar y actuar como una hermana, descubrí que a veces deseaba la atención de un hombre en particular. También quería que las otras chicas pensaran que un buen grupo de hombres me consideraba su «amiga». A menudo, los motivos que tenía para relacionarme con los hombres no eran puros ni honraban a Dios. Por esa razón, fue de gran utilidad mantener un diálogo constante con mi mamá al respecto. No es como si cada semana nos hubiésemos rendido un informe formal, pero hablar de mis amigos hombres era una parte regular de nuestras vidas. Estas conversaciones fueron de la mayor importancia para mí gracias a la rendición de cuentas que hicieron posible y el consejo con que mi mamá respondía. A aquellas de ustedes que quizás no tienen una mamá piadosa, las animaría a tener esta clase de conversaciones con otra mujer mayor y más sabia de su iglesia. No estamos llamadas a vivir la vida cristiana solas. Necesitamos la ayuda, el aliento y el consejo de los demás. También aprendí muy pronto que mis amistades con los hombres debían diferenciarse mucho de mis amistades con las chicas. Recuerdo que un pastor me dijo: «Janelle, los hombres pueden dar una interpretación a las cosas tanto como lo hacen las chicas. Cuando una chica le muestra una constante atención a un hombre, puede cultivar afecto en el corazón de él». Mientras yo pude haber estado considerando a mis amigos hombres como hermanos, ellos pueden haber pensado que había algo más. Es por eso que mi mamá siempre me exhortaba a relacionarme con todos ellos como si hubiesen sido «el marido de otra mujer». Esta pequeña frase fue una manera muy útil de examinar mi corazón cuando se trataba de relacionarme con mis amigos hombres. Habiendo dicho esto, no es malo tener amistad con hombres. De hecho, yo afirmaría que, para una soltera, las amistades con jóvenes piadosos y maduros comprometidos con la pureza son un don del Señor. Obviamente Pablo está asumiendo que Timoteo se relacionará con otras jóvenes de la iglesia, pero aclara qué tipo de relaciones deberían ser. Siendo una de tres hermanas (hasta que mi hermanito preferido apareciera en escena 12 años después que yo), estoy muy agradecida de los hombres que fueron mis «hermanos» durante aquellos años. Si seguimos los principios bíblicos de la pureza y el amor fraternal, podemos disfrutar de amistades piadosas con hombres piadosos como bendiciones de nuestro Padre celestial.
Este artículo fue originalmente publicado por GirlTalk. | Traducción: Cristian Morán
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Un testimonio de infertilidad, aborto espontáneo y maternidad
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Un testimonio de infertilidad, aborto espontáneo y maternidad

Nuestra querida amiga, Lauren, compartió este testimonio recientemente en la Iglesia Grace Church y pensamos que sería de gran ánimo para muchas de ustedes que están experimentando “diversas pruebas” (Stg 1:2). Luego de dos años tratando de quedar embarazada, aún no podía ser madre y clamaba a Dios en medio del sufrimiento de querer una familia, pero sin saber si él algún día me la daría. Me sentí como Ana en la Biblia, quien desesperadamente quería un hijo, pero no podía concebirlo. La Escritura dice que Ana “con gran angustia comenzó a orar al Señor y a llorar desconsoladamente”. Aunque me alegraba por mis amigas que quedaban embarazadas fácilmente, luchaba con la desesperanza y la soledad cada vez que veía otro anuncio de embarazo. Cuando veía a mamás felices con sus bebés, sentía una especie de pequeña puñalada en mi corazón. Peleaba con Dios en oración; muchas de ellas parecían no tener respuesta. Fui tentada a sentir que Dios se había olvidado de mí. Fui humillada al ser incapaz de hacer todo correctamente. Luché con creer que Dios aún era bueno cuando las circunstancias decían lo contrario. No tenía ningún otro lugar al cual recurrir más que su Palabra donde él me recordó quién es él. Hasta este punto en mi vida, no había experimentado mucho dolor o sufrimiento. Dios usó mi incapacidad de quedar embarazada para humillarme de verdad y mostrarme su soberanía y sabiduría perfecta. Agradezco a Dios pues nos ha bendecido al guardar su Palabra en nuestros corazones y, así cuando llegan las pruebas, las dudas no nos abruman. Por lo tanto, tenemos su Palabra como un ancla firme y segura para nuestra alma. Charles Spurgeon dijo, “cuando no veas la mano de Dios, tienes que confiar en su corazón”. En su Palabra encontré que el corazón de Dios para mí estaba lleno de amor tierno y compasivo. Él trata cuidadosamente con aquellos que están sufriendo y como Isaías 42:3 dice, “no acabará de romper la caña quebrada, ni apagará la mecha que apenas arde...”. El Salmo 145 nutre mi alma:
“El Señor es clemente y compasivo, lento para la ira y grande en amor. El Señor es bueno con todos; él se compadece de toda su creación... Fiel es el Señor a su palabra y bondadoso en todas su obras. El Señor levanta a los caídos y sostiene a los agobiados. Los ojos de todos se posan en ti, y a su tiempo les das su alimento. Abres la mano y sacias con tus favores a todo ser viviente. El Señor es justo en todos sus caminos y bondadoso en todas sus obras. El Señor está cerca de quienes lo invocan, de quienes lo invocan en verdad. Cumple los deseos de quienes le temen; atiende a su clamor y los salva”.
Cuando comenzamos con el proceso de adopción, ¡quedé embarazada unos pocos meses después! Estábamos impactados y muy emocionados. Sin embargo, unas pocas semanas después, Dios se llevó a ese bebé. Enfrenté otra oportunidad de reafirmar que mi fundamento está en aquel que es la roca fuerte y que, en su hermosa soberanía, él sabía lo que era mejor y bueno. Lamentaciones 3 fue mi salvavidas:
“Pero algo más me viene a la memoria, lo cual me llena de esperanza: ‘El gran amor del Señor nunca se acaba, y su compasión jamás se agota. Cada mañana se renuevan sus bondades; ¡muy grande es su fidelidad! ‘El Señor es todo lo que tengo. ¡En él esperaré!’ Bueno es el Señor con quienes en él confían, con todos los que lo buscan. Bueno es esperar calladamente a que el Señor venga a salvarnos. Bueno es que el hombre aprenda a llevar el yugo desde su juventud... El Señor nos ha rechazado, pero no para siempre. Nos hace sufrir, pero también nos compadece porque muy grande es su amor. El Señor nos hiere y nos aflige, pero no porque sea de su agrado”.
Chales Spurgeon también dijo, “Las respuestas tardías a la oración no son sólo pruebas de fe, también nos dan oportunidades para honrar a Dios por medio de nuestra confianza firme en él aún cuando enfrentamos una aparente negativa a nuestra petición”. Cuando enfrento una aparente negativa a mi petición, Dios me da la oportunidad de honrarlo al confiar en su Palabra. Hubo muchas oportunidades cuando amigos y familiares me enviaban versículos o extractos de libros que eran exactamente lo que necesitaba escuchar para recordar las bellas promesas de Dios. Dios usó el cuerpo de Cristo, su iglesia, para recordarme que él estaba ahí para mí, que me conocía íntimamente y que nunca me abandonaría. Al mirar atrás, no cambiaría ese tiempo de mi vida por nada porque fue ahí donde el Señor me enseñó mucho y mi amor y mi confianza en él son mayores ahora. Debido a que Dios es muy bueno, no sólo satisfizo mi alma con él mismo, sino que cumplió el deseo de mi corazón de ser madre. No fue de la forma que planeamos cuando nos casamos hace casi nueve años; sin embargo, ¡fue más perfecto que eso! Cuando miro las caras de mis tres hermosos hijos, y la ecografía de nuestro glorioso bebé, no podemos más que agradecer a Dios por ser mucho más sabio que yo y por responder mis oraciones en su perfecto tiempo bendiciéndome con cuatro de sus preciosas vidas. Repito la canción de alabanza de María: “Porque el Poderoso ha hecho grandes cosas por mí. ¡Santo es su nombre!” (Lc 1:49). Para aquellas mujeres que pueden estar en el mismo lugar en el que me encontraba yo hace cuatro años, esperando quedar embarazada o quizás atravesando otra prueba complicada y dolorosa, espero que mi historia y las palabras dignas de confianza del Salmo 62:8 las anime: “Confía siempre en él, pueblo mío; ábrele tu corazón cuando estés ante él. ¡Dios es nuestro refugio!”. Quisiera terminar con una cita más de mi héroe, Charles Spurgeon:
“¿Por qué rendirse ante premoniciones pesimistas? ¿Quién dijo que el día nunca llegaría?... ¿Quién dijo que el invierno de tu descontento sería eterno, que la tempestad de tu desesperanza sería más cruda día a día? ¿Acaso no te has dado cuenta que viene el día después de la noche, que cuando la marea está alta vuelve a bajar y que la primavera y el verano siempre vienen después del invierno? ¡Llénate de esperanza! ¡Esperanza eterna! Pues Dios no te fallará. ¿Sabes que Dios te ama en medio de todo esto?... Algún día, en medio del esplendor de la eternidad, olvidarás las pruebas que viviste o sólo las recordarás para bendecir al Dios que te hizo pasar por ellas y que obró por tu bien eterno por medio de ellas. Ven, canta en medio de la tribulación; regocíjate incluso cuando estés pasando por el fuego. Haz que el desierto por el que atraviesas resuene con cánticos de gozo, porque estas pequeñas aflicciones terminarán pronto y, entonces, eternamente con el Señor, tu alegría nunca se desvanecerá”.
Este recurso fue publicado originalmente en GirlTalk. | Traducción: María José Ojeda
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Cuando una mamá pierde la esperanza
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Cuando una mamá pierde la esperanza

El culto había terminado pero no el llanto de Caly. Había llorado durante la mayor parte del servicio, y pese a todos mis esfuerzos, sencillamente no paraba. Tratando de parecer alegre y serena, atravesé zigzagueando el atestado vestíbulo de la iglesia con mi hija emocional. Encontré a mi madre, le entregué una Caly llorosa, y me largué a llorar yo también. Criar a un hijo emocional es una experiencia emocional. Lloré mucho en los primeros años que pasé educando a Caly. No era sólo la falta de sueño, ni los días largos y extenuantes, o las situaciones vergonzosas —todo lo cual fue devastador—. Lo principal fue la sensación de desesperanza que pendía sobre mí ya que todos mis esfuerzos por enseñarle el autocontrol a Caly casi parecían no hacer diferencia alguna. Me estaba esforzando tanto por ser fiel. ¿Por qué parecía no haber mucho progreso? ¿No debía estar ya funcionando, a estas alturas? Finalmente Caly sí aprendió el autocontrol, pero tomó mucho más tiempo del que pensé. Y luego incluso mucho más. Mi madre me animó a perseverar. Me aseguró que mis esfuerzos darían resultado algún día. Tenía que creer cuando la Palabra de Dios decía que, si yo era fiel en la crianza, Dios lo sería produciendo el fruto. J.C. Ryle, comentando Proverbios 22:6 («Enseña al niño el camino en que debe andar, y aún cuando sea viejo no se apartará de él»), dice: «Habla de una cierta etapa en que la buena enseñanza dará fruto especialmente —'cuando sea viejo'—. Esto, ciertamente, nos consuela (…). Dios no suele actuar dándonos todo al instante. El momento en que generalmente decide actuar es 'más tarde', tanto en los asuntos de la naturaleza como en los de la gracia (…). Y cuando los padres no tienen un éxito instantáneo, la época que deben anhelar es 'más tarde'; debes sembrar y plantar en esperanza». Siembra en esperanza. Planta en esperanza. Cría en esperanza, que Dios producirá la cosecha. Esta es la clave para lidiar con el temor y la desesperanza que sentimos como mamás. Avanzamos rápidamente seis años y es nuevamente un domingo en la mañana. El servicio ha terminado y atravieso el atestado vestíbulo de la iglesia empujando un cochecito doble con otro niño emocional —Hudson, mi hijo de tres años—. La diferencia es que, esta vez, en la parte delantera del cochecito llevo un niño de un año, y a mi lado, dos niñas más grandes. Es lo mismo que con Caly, pero con tres hijos más a cuestas. Excepto que, esta vez, no estoy al borde de las lágrimas. De hecho, casi puedo esbozar una media sonrisa. Claro, estoy cansada, y de hecho, agotada; y no es fácil cuidar a otro niño emocional. Sin embargo, esta vez tengo más esperanza. Caly camina a mi lado, y es tranquila, obediente y servicial. Me recuerda la fidelidad de Dios y que debo perseverar en enseñarle el autocontrol a Hudson con esperanza. Y mi esperanza es que, gracias a la abundante fidelidad de Dios, un día —aun si es un día muy lejano—, saldré de la iglesia sin niños llorando.
Este recurso fue publicado originalmente en GirlTalk. | Traducción: Toia Bayley