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¿Cómo es una oración de lamento?
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¿Cómo es una oración de lamento?

Nota del editor: la semana pasada, publicamos un artículo titulado, «Por qué agregar una oración de lamento a nuestra reunión dominical». A continuación, habrán dos ejemplos de ese tipo de oración de la iglesia bautista Hinson en Portland, Oregon.

Lectura bíblica Tomada de Marcos 14:

32 Llegaron a un lugar que se llama Getsemaní, y Jesús dijo a sus discípulos: "Siéntense aquí hasta que yo haya orado." 33 Tomó con él a Pedro, a Jacobo y a Juan, y comenzó a afligirse y a angustiarse mucho. 34 "Mi alma está muy afligida, hasta el punto de la muerte," les dijo; "quédense aquí y velen." 35 Adelantándose un poco, se postró en tierra y oraba que si fuera posible, pasara de él aquella hora. 36 Y decía: "¡Abba, Padre! Para ti todas las cosas son posibles; aparta de mí esta copa, pero no sea lo que yo quiero, sino lo que tú quieras."

Transición

Jesús, el perfecto Hijo de Dios, luchó profunda y emocionalmente con el camino que debía recorrer. Él derramó su alma al Padre, preguntándole si es que había otra manera, mientras expresaba sumisión total a su Padre. Como Jesús, vayamos juntos a nuestro Padre y verbalicemos nuestro dolor por las cosas difíciles que estamos enfrentando en nuestras vidas. Por favor, oren conmigo.

Oración

Padre, esta mañana venimos a ti profundamente afligidos y preocupados. Como Jesús, la pena abruma nuestras almas por las difíciles circunstancias que nos han sobrevenido; circunstancias que parecen no terminar a simple vista. Señor, pensamos en aquellos de nuestra familia en la fe que están lidiando con la pérdida de sus seres queridos: cónyuges, hijos, bebés no nacidos, amigos, parientes. Pérdidas que permanecerán con ellos hasta que vuelvan a casa a vivir contigo. Oh Dios, nos duelen esas pérdidas. Confesamos que no entendemos. Nuestras mentes se llenan de preguntas: ¿por qué pasó esto? ¿Cómo puedes permitirlo? ¿Dónde estás en medio de esto?  También estamos llenos de pena por las dificultades relacionales que hemos enfrentado en nuestras vidas. Pensamos en los desafíos del matrimonio o de la crianza. Las dificultades que superan a los matrimonios debido a la adicción a la pornografía, a la confianza rota, a las inseguridades desenfrenadas y a los arrebatos de ira. El dolor de los hijos rebeldes que te rechazan, a pesar de que fueron criados para creer en ti. La presión de cuidar de padres que están envejeciendo a medida que vemos cómo la vida se va de sus cuerpos. Oh Dios, enfrentamos diariamente estas dificultades hasta que nos sentimos demasiado agotados para continuar.  Dios, también estamos agotados por las pruebas físicas, mentales y emocionales que nos has puesto a muchos de nosotros. Pensamos en quienes están batallando con enfermedades, con males y con discapacidades físicas y mentales. Señor, es un camino desmoralizante y deshumanizante. La constantes náuseas, el mareo, la fatiga, la confusión, los temblores, el dolor que atraviesan nuestros cuerpos, el insomnio, la pérdida de funciones físicas básicas, la incapacidad de hacer cosas simples como caminar o correr o jugar con nuestros hijos… o incluso de tener hijos. Sufrimos la ansiedad que hace estragos en nuestras vidas, la oscuridad de la depresión que sangra en cada parte de nuestra alma, los altibajos que destruyen nuestras relaciones, todo eso, nos hace sentir menos que humanos. Lo DETESTAMOS; no lo soportamos, Dios. Confesamos que a menudo luchamos con verte en medio de estas pruebas. Pero, por supuesto, Señor, al fin y al cabo, reconocemos que muchas de nuestras pruebas son consecuencia de nuestro propio pecado. Hemos ido tras los falsos dioses del sexo, del dinero, de la comodidad, del control o del escapismo y ahora estamos saboreando las amargas consecuencias de esas decisiones. Como Israel, te rechazamos para ir tras otros amantes y ahora esos mismos amantes nos han rechazado a nosotros en el momento de mayor necesidad. Oh Dios, nuestro pecado nos hace miserables. Lo odiamos y, sin embargo, a menudo seguimos volviendo a él. Nos sentimos atrapados. Todas estas cosas llenan nuestros corazones con pena y dolor. Y, no obstante, no sufrimos como aquellos que no tienen esperanza. En este lado de la cruz, sabemos que otro ha cargado con todo nuestro dolor, pena y pecado. Puesto que ahí, en la cruz, Jesús el máximo portador de dolor, tomó nuestros pecados y sufrimientos sobre sus hombros para que no seamos consumidos por tu ira o por el sufrimiento que viene en este mundo quebrantado. Debido a su obra expiatoria por nosotros, no solo experimentamos salvación en medio del dolor, sino que también tenemos la gran confianza de que un día toda lágrima será enjugada cuando Jesús regrese a arreglar todas las cosas que están mal y nos lleve a andar contigo en una comunión inquebrantable en una tierra renovada. Oh Señor, tenemos gran esperanza debido a Jesús, por eso continuamos sometiéndonos a ti como Jesús lo hizo, confiando en tu bondad y dependiendo del Espíritu Santo para ayudarnos cuando nos sentimos demasiado agotados para continuar. Fortalécenos ahora, en el nombre de Cristo oramos. Amén.

Conclusión

Puesto que Jesús bebió la copa de la ira preparada para él, incluso en nuestras circunstancias más difíciles, podemos cantar alabanzas a Dios. Este no es triunfalismo trillado, este es el tipo de fe resistente y sólida que derrama nuestras emociones y frustraciones ante Dios, pero luego mira a la cruz y en la manera más profunda canta, «¡Aleluya, qué Salvador!». Por favor, pónganse de pie mientras cantamos esto ahora. * * * * *

Introducción

La canción que acabamos de cantar que llamaba a los pecadores a ir a Jesús, no es una canción dirigida a las personas de allá afuera. Esta es una canción que tiene el propósito de consolarnos a nosotros. Nosotros somos los «débiles y heridos, enfermos y adoloridos», nosotros somos lo que estamos «perdidos y arruinados por la caída».

Entonces, ¿cómo nos salvó Jesús a nosotros los pecadores?

Lectura bíblica Escuchen mientras leo el pasaje tomado de Marcos 15:

21Y obligaron a uno que pasaba y que venía del campo, Simón de Cirene, padre de Alejandro y Rufo, a que llevara la cruz de Jesús. 22Lo llevaron al lugar llamado Gólgota, que traducido significa Lugar de la Calavera. 23Trataron de dar a Jesús vino mezclado con mirra, pero él no lo tomó. 24Cuando lo crucificaron, se repartieron sus vestidos, echando suertes sobre ellos para decidir lo que cada uno tomaría. 25Era la hora tercera cuando lo crucificaron. 26La inscripción de la acusación contra él decía: "EL REY DE LOS JUDIOS." 27Crucificaron con él a dos ladrones; uno a su derecha y otro a su izquierda. 28Y se cumplió la Escritura que dice: "Y con los transgresores fue contado." 29Los que pasaban lo injuriaban, meneando la cabeza y diciendo: "¡Bah! Tú que destruyes el templo y en tres días lo reedificas, 30¡sálvate a ti mismo descendiendo de la cruz!" 31De igual manera, también los principales sacerdotes junto con los escribas, burlándose de él entre ellos, decían: "A otros salvó, él mismo no se puede salvar. 32Que este Cristo, el Rey de Israel, descienda ahora de la cruz, para que veamos y creamos." Y los que estaban crucificados con él también lo insultaban.  33Cuando llegó la hora sexta, hubo oscuridad sobre toda la tierra hasta la hora novena. 34Y a la hora novena Jesús exclamó con fuerte voz: "Eloi, Eloi, ¿lema sabactani?" que traducido significa, "Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?"

Transición

¡Qué imagen más extraña de salvación! Sin embargo, mientras vemos a nuestro Salvador, en su sufrimiento, en su clamor, vemos y escuchamos algo de nuestra propia experiencia. Como iglesia, estamos viendo una serie sobre Lamentaciones, y en la Escritura, vemos un modelo que lleva a Dios, no solo nuestras alabanzas y nuestras acciones de gracias, sino que también nuestro dolor y sufrimiento. Por lo tanto, ¿te unirías a mí en oración al llevarle nuestras penas a Dios?

Oración

Nuestro Padre celestial:  Aunque nos reunimos aquí esta mañana limpios por fuera, manteniendo un exterior alegre, Señor tú conoces nuestros corazones. Nosotros somos los perdidos y arruinados por la caída. Representamos todos los tipos de dolor, de tristeza y de cargas esta mañana en este lugar.  Oh Dios, tú conoces el sufrimiento físico particular que existe en esta congregación. Hemos sido devastados por todo tipo de enfermedad y mal (cánceres, enfermedades crónicas, enfermedades incurables, enfermedades mentales y mucho más). En nuestros cuerpos, en nuestras mentes, en nuestras emociones, hemos sentido la maldición de la caída. Y Dios, confesamos: esto es difícil. Oh Dios, con certeza ves las batallas diarias momento a momento: la desesperación, la náusea, el dolor, la pérdida de perspectiva, los tratamientos sinfín que parecen no ser efectivos. Oh Dios, con certeza escuchas el clamor y las oraciones de tu pueblo en todo esto a medida que oramos por nosotros, por nuestros seres queridos, por nuestros hijos. Y sin embargo, muy a menudo esas respuestas parecen demorarse mucho en llegar (o incluso no llegan nunca). Oh Dios, sabemos que tu prometes obrar bien en nuestras pruebas, pero Señor, confesamos que muchas veces simplemente no lo vemos. Simplemente no tiene sentido. Por eso Dios, ayúdanos; no nos abandones. Ve nuestro sufrimiento y actúa, en tu misericordia. Oh Dios, somos un pueblo que ha visto la muerte. Muchos aquí esta mañana sufren la muerte de un cónyuge, la muerte de un hijo, la muerte de un amigo. Los extrañamos. Nuestros corazones se duelen. Las noches son largas y solitarias. Oh, Señor, por tu Palabra sabemos que la muerte inicialmente no era parte de tu creación. Sabemos que la muerte es tu juicio por el pecado. Pero Señor, oramos, no nos abandones en tu juicio, porque tú mejor que nosotros siente la maldad de la muerte. Tú eres el Dios de la vida.  Por tanto, mientras vivimos en medio de toda esta muerte, mientras vivimos en estos cuerpos que están muriendo, oh Señor, no nos abandones. No nos dejes en nuestro dolor, por favor, muéstranos la luz de tu rostro. Porque en medio de todo este sufrimiento y muerte, nuestro dolor más profundo no es nuestro dolor físico. Nuestro dolor más profundo es la distancia que sentimos de ti. Nuestro dolor más profundo es el hecho de que estamos separados de ti, nuestro Dios, nuestro Padre. No te vemos cara a cara. ¡Nunca te hemos visto! Y sin embargo, sabemos y creemos que estás aquí y que has venido a nuestro mundo (vivimos por fe y no por vista). Nos duele no estar contigo ahora. En nuestro sufrimiento, una y otra vez se nos recuerda esa separación, nuestro pecado, el juicio que merecemos, tu  ira contra nuestro pecado. Por eso Dios, por favor, ten misericordia de nosotros. No permitas que Satanás use nuestro sufrimiento para engañarnos. En medio del sufrimiento, sostennos.  Oh Dios, creemos que nos has dado la respuesta más grande a nuestro sufrimiento en la resurrección de tu Hijo. Graba en nuestros corazones la verdad y la esperanza del Evangelio. Ayúdanos a escuchar el consuelo del Evangelio más fuerte que la condenación de nuestro dolor. Ayúdanos a ver a Cristo, nuestro Salvador sufriente, nuestro comprensivo Sumo Sacerdote. Haz que nuestros corazones estén satisfechos en él. Sé misericordioso con nosotros. Oramos esto en el nombre de Cristo. Amén. 

Conclusión

En medio de nuestro dolor, tenemos un Salvador que cargó nuestros pecados y nuestros sufrimientos sobre sus hombros, que fue abandonado por Dios, para que nosotros nunca fuéramos abandonados. Esto no nos da ninguna respuesta fácil, pero sí nos da esperanza. En el servicio vespertino del domingo pasado, aprendimos un nuevo himno, basado en el Salmo 88, un Salmo de lamento. Dios es lo suficientemente fuerte para cargar nuestro sufrimiento, por lo que podemos llevárselo a él. Permanezcamos sentados mientras seguimos llevándole nuestros corazones a Dios.
Este recurso fue publicado originalmente en 9Marks.