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¿Qué son la justificación y la santificación?
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¿Qué son la justificación y la santificación?

En la cultura Occidental, las palabras justificación y santificación han dejado de usarse en gran medida. Lamentablemente, también se están desvaneciendo ante la mirada de la iglesia cristiana. Una de las razones por la que esto es preocupante es que la Biblia usa estas palabras para expresar la obra salvadora de Cristo por los pecadores. En otras palabras, ambos términos se encuentran en el centro del Evangelio bíblico. Entonces, ¿qué enseña la Biblia sobre la justificación y la santificación? ¿En qué se diferencian la una de la otra? ¿Cómo nos ayudan a entender mejor la relación del creyente con Jesucristo? La justificación es fácil de entender; es un acto de Dios. Esta palabra no describe la forma en que Dios renueva y cambia interiormente a una persona; más bien, es una declaración legal en la que Dios perdona al pecador de todos sus pecados, lo acepta y lo considera justo a sus ojos. En el instante en que el pecador pone su confianza en Jesucristo, Dios lo declara justo (Ro 3:21-26, 5:16; 2Co 5:21). ¿Cuál es la base para este veredicto? Dios justifica al pecador únicamente sobre la base de la obediencia y la muerte de su Hijo, nuestro representante, Jesucristo. La perfecta obediencia de Cristo y su plena satisfacción por el pecado son la única base sobre la cual Dios declara justo al pecador (Ro 5:8-19; Ga 3:13; Ef 1:7; Fil 2:8). No somos justificados por nuestras propias obras; somos justificados únicamente sobre la base de la obra de Cristo en nuestro lugar. Se imputa esta justicia al pecador, es decir, en la justificación, Dios pone la justicia de su Hijo en los antecedentes del pecador. Así como nuestros pecados fueron transferidos o adjudicados a Cristo en la cruz, así también nosotros recibimos su justicia (2Co 5:21). ¿Por medio de qué el pecador es justificado? El pecador es justificado solamente por la fe cuando confiesa que ha puesto su confianza en Cristo. Nada bueno que hayamos hecho, que estemos haciendo o que hagamos en el futuro nos justifica. La fe es el único instrumento de la justificación. Ella no agrega nada a lo que Cristo ya ha hecho por nosotros en la justificación; sólo recibe la justicia de Jesucristo que se ofrece en el Evangelio (Ro 4:4-5). Por último, la fe salvadora debe demostrar ser un acto genuino al producir buenas obras. Es posible profesar una fe que salva pero no tener una fe que salva (Stg 2:14-25). Lo que distingue la fe verdadera de una mera afirmación de fe es la presencia de las buenas obras (Ga 5:6). De ninguna manera somos justificados a través de ellas, pero nadie puede considerarse a sí mismo como una persona justificada a menos que vea en su vida el fruto y la evidencia de una fe que justifica; esto es, las buenas obras. Tanto la justificación como la santificación son muestras de la gracia del Evangelio; siempre van juntas; ambas lidian con el pecado del pecador. Sin embargo, difieren en algunos puntos importantes: en primer lugar, mientras que la justificación aborda la culpa por nuestro pecado; la santificación, el dominio y la corrupción del pecado en nuestras vidas. La justificación es la acción de Dios al declarar justo al pecador; la santificación, la renovación y la transformación que Dios hace de todo nuestro ser (nuestras mentes, nuestra voluntad y nuestro comportamiento). Al estar unidos a Jesucristo en su muerte y su resurrección y al ser morada de su Espíritu, estamos muertos al reino del pecado y vivos para la justicia (Ro 6:1-23;8:1-11). Por lo tanto, estamos obligados a morir al pecado y a presentar «los miembros de [nuestro] cuerpo como instrumentos de justicia» (6:13; ver 8:13). En segundo lugar, nuestra justificación es un acto completo y terminado. La justificación significa que cada creyente es completa e irrevocablemente libre de la condenación y de la ira de Dios (Ro 8:1; 33-34; Col 2:13b-14). Sin embargo, la santificación es una obra activa y progresiva en nuestras vidas. Aunque cada creyente es liberado una vez y para siempre de la esclavitud del pecado, no son perfeccionados inmediatamente. No seremos completamente libres del pecado hasta que recibamos nuestros cuerpos resucitados en el día final. Cristo ganó tanto la justificación como la santificación para su pueblo. Ambas gracias son asuntos de la fe en Jesucristo, pero en maneras diferentes. En la justificación, nuestra fe viene al ser perdonados, aceptados y considerados justos ante Dios. En la santificación, esa misma fe acepta activa y vigorosamente todos los mandamientos que Cristo le ha dado al creyente. No nos atrevemos a separar o combinar la justificación y la santificación, pero sí las distinguimos. Y en ambas muestras de la gracia de Dios entramos en la riqueza y en el gozo de la comunión con Cristo por medio de la fe en él.
Este artículo fue originalmente publicado por Ligonier Ministres en esta dirección. | Traducción: María José Ojeda
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Cómo (y cómo no) guardar el sabbat
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Cómo (y cómo no) guardar el sabbat

¿Qué es el sabbat?

Imagina que estás caminando por el barrio de una ciudad concurrida y alguien te llama desde los escalones de una casona antigua. El dueño de casa te saluda con cierta urgencia, así que te detienes para ver lo que quiere. «¿Puedes entrar a mi casa y cambiar el foco de luz?» te pregunta. «¿Por qué necesitas cambiar el foco de luz?» le respondes. «Porque soy judío, es el sabbat y no puedo trabajar en sabbat. La casa está oscura y necesitamos cambiar el foco. Pensé que, dado que eres gentil, no tendrías problema en hacerlo». Algo muy parecido a eso le sucedió a un amigo mío hace muchos años (y él gozosamente cambió el foco). Sospecho que captura muchas de las impresiones que los cristianos a menudo tienen sobre el sabbat: es solo para Israel, pero no es para la iglesia. El sabbat es legalista y asfixiante porque carga a las personas con reglas irrazonables hechas por hombres. Soy libre de la ley en Cristo, entonces, ¿por qué pensaría en honrar el sabbat? Es tentador precipitarse a debatir sobre qué hacer (y qué no hacer) en sabbat. Sin embargo, antes de que lleguemos a eso, hay algunas preguntas que necesitamos hacernos. Primero, ¿qué es el sabbat? El sabbat es un día de la semana que Dios ha designado para que los humanos descansen de sus trabajos y de las actividades que llenan los otros seis días, y para dedicar ese día a adorar al Señor y estar en comunión con su pueblo. La palabra hebrea subyacente a shabbat significa «descanso». El sabbat es un día de santo descanso, de refresco espiritual en Dios. Vemos a Dios establecer el sabbat en la creación. Él completó las obras de la creación en seis días y luego Él «reposó en el día séptimo» (Gn 2:2). Ese «séptimo día» fue un día que Dios «bendijo» y «lo santificó» (Gn 2:3), es decir, un día apartado para que las personas adoren a Dios. En la vida de Israel, el sabbat adquiere un significado adicional. En Deuteronomio 5:12-15, Dios le dice a su pueblo que el sabbat es un día para recordar «que fuiste esclavo en la tierra de Egipto, y que el Señor tu Dios te sacó de allí con mano fuerte y brazo extendido» (Dt 5:15). Es un día para recordar la poderosa obra de Dios al redimir a su pueblo. Dado que el Éxodo siempre apuntó hacia el futuro, a la obra de Dios para redimir a su pueblo de su pecado a través de Jesucristo, el sabbat, por lo tanto, conmemora lo que Dios ha hecho en Cristo para salvar a los pecadores.

¿Deberíamos seguir guardándolo?

Segundo, ¿es el sabbat algo que los cristianos deberían guardar? Algunos pueden interrumpir en este momento: todo lo que estás diciendo está perfecto, pero ese es el Antiguo Testamento. ¿Qué pasa con el Nuevo Testamento? Esa es una excelente pregunta y el Nuevo Testamento afirma el sabbat como un mandamiento permanente para todas las personas. Jesús enseñó frecuentemente sobre el sabbat. En los evangelios, lo vemos corrigiendo los malentendidos sobre el sabbat. Los líderes religiosos del tiempo de Jesús habían tomado un mandamiento que debía ser un gozo y lo habían convertido en una miserable carga. Una y otra vez, Jesús aclara el verdadero significado, intención y propósito del sabbat. Él es capaz de hacer esto «porque el Hijo del Hombre es Señor del día de reposo» (Mt 12:8). Lejos de abolir el sabbat, Jesús reafirma y clarifica el verdadero significado del sabbat. La epístola a los Hebreos argumenta que la iglesia, tal como Israel, se encuentra en un peregrinaje en el desierto (Heb 3:1-4:13). Hemos sido liberados de Egipto (el pecado), pero todavía no entramos en la tierra prometida (el cielo). Estamos a la espera, el autor remarca, el «reposo sabático» que «queda [...] para el pueblo de Dios» (Heb 4:9). Debemos esforzarnos por entrar en el futuro reposo aquí y ahora (Heb 4:11). Vale aclarar que Hebreos aquí no está refiriéndose a la observancia del día de reposo. Pero si el cielo es nuestro futuro «reposo sabático», entonces sin duda deberíamos continuar guardando el sabbat cada semana, como un recordatorio y una ayuda para aspirar al reposo sabático que está por adelante. También deberíamos recordar que el sabbat es un mandato de la creación. Es, por lo tanto, para todas las personas en todo momento. No obstante, el Nuevo Testamento nos cuenta sobre un cambio importante que ha sufrido la observación del sabbat a la luz de la muerte y resurrección de Jesús. Israel se reunió para adorar a Dios el séptimo día de la semana, según el mandamiento de Dios. En el Nuevo Testamento, vemos a la iglesia reunirse el primer día de la semana, bajo la supervisión de los apóstoles y, por lo tanto, de acuerdo con el mandamiento de Cristo (ver Hechos 20:7 y 1 Corintios 16:2). ¿Por qué el cambio de día? Porque es en el primer día de la semana que Jesucristo se levantó de entre los muertos. Así como el sabbat antes de la resurrección conmemora la obra de creación de Dios, el sabbat después de la resurrección adicionalmente conmemora la obra de la nueva creación de Dios (2Co 5:7).

¿Cómo debería verse guardarlo?

Sabiendo, entonces, lo que es el sabbat y para qué es, estamos en una posición de pensar sobre cómo se ve guardar el sabbat. Primero, en orden de importancia, el sabbat es el día de cada semana que Dios nos llama a apartar para la adoración pública y para la comunión entre cristianos. Cuando nos reunimos con el pueblo de Dios cada Día del Señor (Ap 1:10), nos reunimos para hacer aquello para lo que Dios nos creó y nos redimió: adorarlo. Al hacerlo, nos estamos preparando para encontrarnos con Dios y recibir su bendición. Deberíamos aprovechar cada oportunidad que tenemos en este día para reunirnos con el pueblo de Dios en adoración unida y para disfrutar de la comunión con nuestros hermanos creyentes.  Recuerda lo que hace el sabbat. Nos recuerda las primeras cosas (creación, redención, consumación), quién es Dios, quiénes somos nosotros y hacia dónde vamos. Toda la semana, el mundo nos bombardea con un cúmulo de narrativas que intentan responder preguntas como: «¿quién soy? ¿Para qué estoy aquí? ¿Para qué es esta vida?». Cada semana, el sabbat nos da una poderosa contranarrativa: la verdad acerca de Dios, de nosotros mismos y de lo que se trata esta vida. Para guardar el sabbat y recibir el beneficio que Dios ha preparado para nosotros, debemos estar preparados para dejar ciertas cosas que Dios quiere que dejemos. Dios nos llama a abstenernos del trabajo y otras actividades que llenan los días de lunes a sábado. Por supuesto, Jesús reconoce que hay ciertos tipos de trabajo que son inevitables el domingo (mira su enseñanza en Mateo 12:1-13). Si eres un oficial de policía o una enfermera y eres llamado a trabajar un domingo, puedes hacerlo. Si estás a punto de salir de tu casa para ir a la iglesia y tu hija se enferma, cuida a tu hija. Sin embargo, si entendemos para qué es el sabbat y si «llamas al día de reposo delicia» (Is 58:13), entonces tomaremos este tipo de decisiones con el correcto espíritu y actitud. Guardar el sabbat es algo que se ve extraño en nuestro mundo que nunca se detiene. No obstante, es un poderoso testimonio para nuestro Señor y Salvador, Jesucristo. En un mundo en el que las personas a menudo son dominadas por sus calendarios, los cristianos declaran que Jesucristo es Señor por sobre sus calendarios. Gozosamente obedeceremos a Cristo sabiendo que cada mandamiento es «fácil» y «ligero» (Mt 11:30) y solamente para nuestro bien. Cuando apartamos el primer día de la semana, estamos declarando abiertamente que Jesucristo fue levantado de la muerte. Estamos testificando sobre su obra salvadora para los pecadores. Estamos declarando también la realidad del «reposo» que nos espera en la consumación, la plenitud de la bendición, vida y gloria en Cristo. Guardar el sábado es una declaración profunda del Evangelio: su verdad, su importancia y su reclamo en nuestros corazones y vidas. Al hacerlo, estamos diciendo que Dios, nuestro hacedor y redentor, es totalmente digno de nuestra adoración, devoción y alabanza. Entonces, ¿qué vas a hacer el próximo domingo?

Guy Prentiss Waters es el autor de The Sabbath as Rest and Hope for the People of God [El sabbat como reposo y esperanza para el pueblo de Dios].

Este artículo fue publicado originalmente en inglés y traducido con el permiso de Crossway.