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Siete cosas que no puedes hacer como un relativista moral
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Siete cosas que no puedes hacer como un relativista moral

¿Así que has decidido convertirte en un relativista moral? ¡Bien por ti! ¿Qué podría ser mejor que hacer lo que sea que te parezca correcto? ¿Qué podría ser peor que dejar que otro te diga lo que debes y no debes hacer? Además, es una de las cosmovisiones más fáciles de adoptar: solo deja a los demás en paz, pídeles que hagan lo mismo por ti y nunca tendrás que volver a preocuparte de si tus acciones son buenas o malas. De hecho, hay solo siete cosas que no puedes hacer como un relativista moral. ¡Simplemente sigue estas reglas y serás libre de absolutos para siempre!
Regla #1: Los relativistas no pueden acusar a otros de hacer lo malo
El relativismo hace imposible criticar el comportamiento de otros porque, en última instancia, niega que exista lo que se llama actuar mal. En otras palabras, si crees que la moral debe ser definida en forma personal, jamás podrás volver a juzgar las acciones ajenas. Los relativistas ni siquiera pueden objetar el racismo en términos morales. Al fin y al cabo, ¿qué sentido puede tener la opinión «está mal discriminar racialmente» si viene de alguien que no cree en lo bueno y lo malo? ¿Con qué justificación se podría intervenir? Ciertamente no con los derechos humanos ya que tal cosa no existe. El relativismo es la máxima postura pro-elección porque acepta todas las decisiones personales —aun la de ser racista—.
Regla #2: Los relativistas no pueden quejarse del problema del mal
La realidad del mal en el mundo es una de las principales objeciones que se plantean contra la existencia de Dios. El argumento es que, si Dios fuese absolutamente poderoso y en última instancia bueno, entonces se encargaría del mal. Pero puesto que el mal existe, la realidad debe corresponder a uno de estos tres escenarios posibles: (1) Dios es demasiado débil como para oponerse al mal; (2) Dios es demasiado siniestro como para preocuparse del mal; o (3) Dios simplemente no existe. Evidentemente, promover cualquiera de estos argumentos implica, también, creer en lo malo, cosa que un relativista no puede hacer. De hecho, nada puede ser calificado como malo —ni siquiera el Holocausto— porque hacerlo equivaldría a afirmar que existe alguna especie de regla moral.
Regla #3: Los relativistas no pueden culpabilizar ni aceptar elogios
Dentro del relativismo, los conceptos de elogio y reproche carecen completamente de sentido porque no hay una regla moral con la cual juzgar si algo debería ser aplaudido o condenado. Sin absolutos, nada es realmente malo, deplorable, trágico, o digno de reproche. Tampoco podemos decir que algo sea realmente bueno, honorable, noble, o digno de elogio. Todo se pierde en una dimensión desconocida de vacuidad moral. Casi siempre los que dicen ser relativistas se contradicen aquí (evadiendo el reproche pero aceptando de buena gana el elogio), así que ¡ten cuidado!
Regla #4: Los relativistas no pueden afirmar que algo es injusto
Bajo el relativismo, la justicia es un concepto que no tiene sentido alguno. Para empezar, la palabra misma no significa nada: esta sugiere que las personas merecen un trato igualitario basado en un estándar externo de lo que está bien, y como ya lo he dicho en varias oportunidades, los relativistas no pueden creer en lo bueno y lo malo. En segundo lugar, no existe lo que llamamos culpa. La justicia implica castigar a los culpables, y la culpa supone tener algo que reprochar —lo cual, como ya he demostrado, no existe en el relativismo—.
Regla #5: Los relativistas no pueden hacer progresos morales
Con el relativismo, es imposible progresar moralmente. Los relativistas pueden modificar su ética personal, eso es seguro, pero nunca pueden convertirse en personas morales. Una reforma moral supone una especie de regla de conducta objetiva que sirve como un estándar al cual se aspira. Sin embargo, esta regla es exactamente lo que los relativistas niegan. Sin un camino mejor no se puede progresar, y además de eso, tampoco hay una motivación para hacerlo. El relativismo destruye el impulso moral que lleva a la gente a superarse pues no hay nada «superior» que alcanzar. ¿Para qué cambiar tu punto de vista moral si el que tienes favorece tu interés propio y, de momento, se siente bien?
Regla #6: Los relativistas no pueden sostener discusiones morales significativas
El relativismo hace imposible hablar de moral. ¿De qué se podría hablar? Una discusión ética implica comparar los méritos de dos puntos de vista diferentes para descubrir cuál es mejor. Pero si la moral es completamente relativa y todas las posturas son igualmente válidas, entonces ninguna ideología es mejor que otra. Ninguna postura moral puede ser juzgada como adecuada, deficiente, irracional, inaceptable, o aun bárbara. De hecho, si las discusiones éticas solo tienen sentido cuando la moral es objetiva, entonces sólo se puede ser un relativista consecuente viviendo en silencio. Ni siquiera podrías decir: «Está mal imponerle tu moral a otros».
Regla #7: Los relativistas no pueden promover la obligación de ser tolerantes
Finalmente, en el relativismo no hay tolerancia porque la obligación moral de ser tolerante transgrede las reglas. El principio de la tolerancia es frecuentemente considerado como una de las virtudes claves del relativismo. La moral es personal, y por lo tanto, deberíamos tolerar los puntos de vista de los demás absteniéndonos de juzgar su conducta o actitud. Sin embargo, debería ser obvio que este principio cae en una contradicción. Si las reglas morales no existen, no puede haber una regla que exija la tolerancia como un principio moral. Y de hecho, si no hay absolutos morales, ¿por qué habríamos de ser tolerantes siquiera? ¿Por qué no imponer tu moral a otros si es lo que deseas y tu ética personal lo permite? Sólo asegúrate de no hablar cuando lo lleves a cabo.
Este artículo fue publicado originalmente aquí. Usado con permiso.