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Photo of Cinco preguntas acerca de la Reforma
Cinco preguntas acerca de la Reforma
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Cinco preguntas acerca de la Reforma


Este artículo es parte de la serie Preguntas y Respuestas

P: ¿Por qué ocurrió la Reforma?

R: La Reforma ocurrió por dos razones principales. La primera fue que la iglesia en Europa Occidental, que en teoría estaba unida bajo la autoridad del Papa en Roma, estaba en crisis. Muchos de los papas fueron corruptos y abusaron de su poder. La disciplina en la iglesia también era muy laxa. Se suponía que los sacerdotes debían ser célibes, pero muchos tenían concubinas e hijos ilegítimos que después debían ser sostenidos económicamente con los fondos de la iglesia que estaban destinados a otros propósitos. Los servicios de adoración eran guiados en latín, que las personas comunes no entendían, y gran parte de la devoción popular era solo superstición. No obstante, la educación estaba mejorando y muchas personas estaban cuestionando la legitimidad de la afirmación del Papa de ser el representante (o «vicario») de Cristo en la tierra y el sucesor del apóstol Pedro. Se descubrió que los documentos utilizados para justificar estas afirmaciones habían sido falsificados y que la Biblia no los respaldaba. La segunda razón principal de por qué ocurrió la Reforma fue que muchas personas comunes querían acercarse a Dios. Estaban particularmente preocupados por lo que les sucedería cuando murieran. La iglesia estaba enseñando que la mayoría de ellos no eran suficientemente buenos para ir directamente al cielo, por lo que serían enviados a un lugar llamado «purgatorio». Esto fue inventado en el siglo XII como una manera de consolar a las personas que sabían que el cielo estaba fuera de su alcance. En el purgatorio, ellos recibirían una segunda oportunidad de saldar sus pecados y eventualmente se volverían suficientemente buenos como para entrar en el cielo. La iglesia ofreció acelerar el proceso poniendo en venta lo que llamaron «indulgencias». Una indulgencia era una especie de vale que les quitaba tiempo en el purgatorio. Podrías conseguir uno haciendo algo que demostrara tu devoción a Dios, como hacer un peregrinaje, por ejemplo, o participar de las cruzadas contra los musulmanes o los paganos, pero a medida que pasó el tiempo, también podías comprarlos. Esta opción se volvió una forma popular de levantar fondos para la iglesia, pero significaba que la gente podía comprar la gracia de Dios sin ninguna muestra de devoción personal o arrepentimiento de su pecado. Fue el escándalo causado por la venta de las indulgencias lo que motivó a Martín Lutero a protestar, y lo que encendió la mecha que condujo a la Reforma de 1517.

P: ¿Qué creían los reformadores?

R: La Reforma no fue solo una protesta en contra de los abusos de la iglesia. Lutero y otros rápidamente se dieron cuenta de que sus objeciones estaban enraizadas en convicciones teológicas que eran enseñadas claramente en la Biblia, pero que la iglesia había estado ignorando. El más importante de estos fue el mensaje de que las personas no eran salvadas por lo que hacían, sino por lo que creían. Era por la muerte y resurrección de Jesucristo, y no por ninguna acción de nuestra parte, que fueron pagados nuestros pecados. Aquellos que confiaban en Cristo tenían sus pecados cubiertos por su sacrificio de expiación y eran admitidos en el cielo por su fe en Él. Lo que no pudimos hacer por nuestra propia cuenta, Él lo ha hecho por nosotros. Esto hizo que cualquier idea sobre el purgatorio se volviera redundante. El ser humano no tiene que volverse perfecto para heredar la vida eterna siempre y cuando confíe en Cristo. Esto es lo que los teólogos llaman «justificación por la fe». Estrechamente ligado a esto es lo que fluye de la justificación. Aquellos que confían en Cristo reciben su Espíritu Santo, que vienen a habitar en sus corazones por la fe, dándoles una nueva y personal relación con Dios, que la Biblia llama nuevo nacimiento o nueva criatura. Por el poder del Espíritu Santo, los cristianos son capaces de vivir la vida que Dios espera de nosotros, aunque continuamos luchando contra nuestra antigua naturaleza y contra las fuerzas hostiles de este mundo que siguen intentando alejarnos de Dios. Un santo no es una persona perfecta que ha ganado su camino al cielo, sino un pecador que ha sido justificado por la fe. Lo más importante de todo es que la Biblia nos dice (Ro 8:38-39) que nada nos puede separar del amor de Dios. La iglesia reclamó el poder, no solo para ayudar a las personas a llegar al cielo, sino también para mantenerlos fuera de él. Esta exclusión fue hecha a través de un proceso llamado «excomunión», por el cual un infractor era expulsado de la iglesia, apartado de la gracia de Dios y negado de cualquier tipo de esperanza para ir al cielo. Las personas eran excomulgadas por desobedecer a los sacerdotes, por no contribuir financieramente a la iglesia e incluso por ignorar cosas como el ayuno, pero estas eran reglas creadas por los hombres y sin bases bíblicas. Una persona que ha nacido de nuevo en Cristo, por el poder del Espíritu, puede estar segura de que estará con Él en la eternidad. Nuestros pecados son reales y son serios, pero han sido perdonados por la sangre que Cristo derramó por nosotros en la cruz. Lo que tenemos que hacer es arrepentirnos de esos pecados, reclamar el perdón por la fe y pedir el poder del Espíritu Santo para fortalecernos a medida que tratamos de vivir la vida cristiana. La iglesia no puede controlar esto más de lo que puede controlarlo cualquier otra persona, porque no somos responsables ante las autoridades humanas, sino ante Dios.

P: ¿Por qué hay tantas iglesias protestantes?

R: Martín Lutero no tenía la intención de dividir la iglesia. Él creyó que lo que estaba enseñando era obvio desde la Biblia y esperaba que todos, incluyendo al Papa, lo aceptara. Desafortunadamente, sus esperanzas fueron frustradas. Algunas personas pensaron que Lutero no fue lo suficientemente extremo con sus críticas y querían una ruptura más radical con el pasado de lo que él pensaba que era necesario. Otros tenían diferentes prioridades. En Suiza, por ejemplo, los reformadores de Zurich y Génova fueron más allá que Lutero en sus objeciones al entendimiento tradicional de los sacramentos como medios por los cuales Dios daba su gracia a los seres humanos. En particular, ellos no creían que el bautismo convirtiera a una persona en cristiana ni tampoco aceptaban que la sangre y el cuerpo de Cristo estaban presentes en el pan y el vino que habían sido consagrados y compartidos en la santa comunión. Se hicieron intentos de sobrepasar estas diferencias, pero fallaron y surgieron diferentes iglesias. En Inglaterra, el Estado intentó imponer un compromiso en la forma de adoración, pero muchas personas se opusieron a eso y crearon congregaciones independientes que ahora llamamos «denominaciones». Estos fueron desarrollos desafortunados en muchas maneras, pero los protestantes creen que la verdadera iglesia es una comunidad invisible y espiritual de verdaderos creyentes que están unidos en el Espíritu Santo, incluso si no están de acuerdo en muchos detalles externos. Esto hace posible que los luteranos, presbiterianos (reformados), anglicanos (episcopales), bautistas, metodistas y pentecostales tengan comunión unos con otros a pesar de sus diferencias. En los últimos años, muchas causas de división han pasado a un segundo plano y los puntos comunes de unidad han pasado a un primer plano. Esto no ha producido una gran iglesia institucional, pero ha permitido la cooperación y un grado de flexibilidad para que las personas puedan moverse de una denominación o congregación protestante a otra sin mayor dificultad.

P: ¿Cuáles son las grandes diferencias entre protestantes y católicos?

R: Las diferencias más grandes entre protestantes y católicos radican en la forma en que entienden cómo obra el Espíritu Santo en la vida de la comunidad cristiana. En pocas palabras, los católicos tienden a enfatizar a la obra externa del Espíritu, mientras que los protestantes enfatizan su obra interna. El efecto de esto puede ser visto en muchos niveles. En primer lugar, está la pregunta de cómo llegamos a ser cristianos. Para los católicos, cualquiera que sea bautizado en el nombre de la Trinidad es un cristiano. Ellos reconocen que hay muchas personas que ignoran su bautismo y que incluso lo niegan, pero estos son «católicos no practicantes», es decir, cristianos que no practican su fe. Los protestantes generalmente están en desacuerdo con esto. Ellos aceptan la necesidad del bautismo, pero no creen que verter agua sobre alguien convierte a esa persona en un cristiano. Esto solo puede suceder cuando el Espíritu Santo obra en su corazón. El bautismo es una promesa de lo que puede suceder y lo que va a sucederle a un creyente, pero no crea (y no puede crear) la fe que se necesita. No hay «protestantes no practicantes», ¡o eres cristiano o no lo eres! Los católicos también creen que es necesario para los cristianos pertenecer a la Iglesia Católica y participar de la adoración (incluyendo la recepción de los sacramentos) si desean ir al cielo cuando mueran. Sin embargo, ningún católico puede estar seguro del resultado. Salvo algunos pocos que logran alcanzar la perfección espiritual en esta vida y que son canonizados como «santos», la mayoría deberá pasar un tiempo en el purgatorio. Eventualmente, llegarán al cielo, pero no saben cuándo ni cómo. Los protestantes rechazan esa manera de pensar. Están de acuerdo con que los cristianos deben unirse a una iglesia, participar de la adoración, recibir los sacramentos y todo eso, pero no creen que estas actividades cuentan para ganar el favor de Dios. En cambio, insisten en que debido a que han sido adoptados como hijos de Dios por el Espíritu Santo irán al cielo cuando mueran aunque no sean perfectos. Esta es la más grande diferencia de perspectiva y una que a menudo enfrenta a protestantes y católicos entre sí. Los católicos tienden a pensar que los protestantes son presuntuosos cuando dicen que irán al cielo, mientras que los protestantes piensan que los católicos han fallado en entender lo que verdaderamente significa la salvación en Cristo. Otra área fundamental de desacuerdo se refiere a la manera en que el Espíritu Santo construye la iglesia. Para los católicos esto sucede a través de ritos externos, en particular, a través de la ordenación de sacerdotes que tienen la autoridad de dispensar la gracia de Dios a través de los sacramentos. Un sacerdote tiene el poder de convertir el pan y vino en el cuerpo y la sangre de Cristo al cambiar su «sustancia» subyacente. Esta creencia no está basada en la Biblia, sino en una teoría que se remonta al antiguo filósofo griego Aristóteles, quien creía que toda la realidad consiste de sustancias que aparecen en diferentes formas, a las que él llama «accidentes». En este acto sacerdotal de consagración, la sustancia del pan y el vino cambian, pero los accidentes (color, sabor, etc.) se mantienen iguales. Esto se llama transubstanciación, y todos los protestantes la rechazan. Los protestantes creen que es imposible cambiar sustancias materiales en algo que no son. El pan y el vino siguen siendo lo que son y la comunión con Cristo es la obra del Espíritu Santo en el corazón y mente del creyente. Los clérigos protestantes, por ende, no son «sacerdotes» en el sentido católico ni creen que pueden serlo. Dios obra en su pueblo al convencerlos de pecado, de justicia y de juicio, y esta convicción viene por la predicación de la Palabra, revelada en la Biblia y aplicada por el Espíritu Santo a quienes aceptan el mensaje en la fe.

P: ¿Necesitamos otra Reforma hoy?

R: Esta es una pregunta difícil de responder de manera simple. No podemos volver atrás y recrear las circunstancias del siglo XVI, así que aunque pensemos que sería bueno tener otro Lutero, eso no va a suceder. Por otro lado, la iglesia moderna está lejos de ser perfecta y hay muchas cosas que podrían mejorar. Demasiados cristianos no entienden las implicancias de su fe para la vida cotidiana y que necesitan la obra del Espíritu Santo para cambiar sus corazones y mentes: una reforma personal, por así decirlo, que a su manera es tan importante como la Reforma que ocurrió hace 500 años. Muchas iglesias se han convertido en empresas, más interesadas en incrementar los números y los presupuestos que en extender el Reino de Dios. Eso también necesita ser cambiado. Algunas personas se han involucrado demasiado en dudosas formas de participación política que termina comprometiendo su testimonio del Evangelio, y ahí, nuevamente, es deseada una reforma y renovación. Es imposible decir si estas cosas requieren un movimiento masivo del Espíritu o no. Dios puede elegir obrar de esa manera y si lo hace, entonces, debemos agradecerle por sus misericordias hacia nosotros. No obstante, lo que sea que Él decida hacer, cada uno de nosotros tiene el deber de escuchar su voz y obedecer en el lugar y en las circunstancias en las que Él nos ha llamado. Nuestro testimonio puede no ser glamoroso o famoso, pero no importa. Lo que cuenta es nuestra fidelidad y obediencia a la Palabra que hemos recibido. Si pensamos de esa manera, entonces veremos al Espíritu Santo obrar en nuestras vidas y en las vidas de aquellos que nos rodean. Y ¿quién sabe? Puede que un día miremos hacia atrás y seamos capaces de decir: «eso fue una nueva Reforma después de todo». Fue solo mirando hacia atrás que Lutero y sus colegas se dieron cuenta de lo que había sucedido, y lo más probable es que lo mismo sea cierto para nosotros.

Gerald Bray es colaborador de The Reformation Theology: A Systematic Summary [Teología de la Reforma: un resumen sistemático], editado por Matthew Barrett.

Este artículo fue publicado originalmente en inglés y traducido con el permiso de Crossway.