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Papás, que los domingos sean una delicia
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Papás, que los domingos sean una delicia

Hay veces que salir los domingos por la mañana es difícil. Tenemos tres niños pequeños (uno de 5, uno de 3 y uno que acaba de nacer). Entre nuestra puerta principal y nuestra minivan recién comprada hay un tramo de escaleras, una doble entrada y luego un largo trecho de vereda que lleva hacia el hermoso campus del seminario en el que vivimos. Somos de California del Sur y es nuestro primer invierno en Chicago. En las frías mañanas, la simple geografía del lugar puede ser un desafío para asistir a la iglesia. Imagínanos a nosotros cinco después de una nevada, haciendo trekking por casi un metro o de camino al auto (generalmente, aliento a mis dos hijos mayores con gritos —que prefieren darse por vencidos y detenerse a hacer ángeles en la nieve— mientras sostengo a mi hijo más pequeño en mis brazos e intento no resbalar). Cuando los tres están sentados y con sus cinturones de seguridad puestos en sus sillas del automóvil, mi esposa y yo sentimos como si hubiésemos terminado de competir en un triatlón. Puedo entender la tentación a desanimarse para asistir a la iglesia durante esos periodos de la vida. He notado que muchas familias atraviesan este camino. El domingo se transforma en «el tiempo de familia», donde la asistencia a la iglesia es más un complemento esporádico (en especial durante las vacaciones). Otros simplemente dejan de asistir totalmente a la iglesia durante esos años. Mientras nos damos cuenta de la lucha y damos espacio para circunstancias especiales, debemos recordar que si el llamado a «no [dejar] de congregarnos» (Heb 10:25) fue escrito para los perseguidos del primer siglo, sin duda se aplica a los padres del siglo XXI. Creo que los padres cristianos deben hacer de la asistencia a la iglesia semanal una prioridad, haciendo cualquier sacrificio que sea necesario.

Llega a la iglesia este domingo

Mi intención al escribir esto es animarlos, quiero decir, «¡continúen avanzando! ¡Pueden hacerlo!». No quiero provocar mera culpa. Para ese fin, quisiera animarlos de dos maneras y ofrecerles tres estrategias.
1. Necesitan la iglesia
Gran parte de nuestra sociedad le resta importancia a la adoración en comunidad. Nos gusta la espiritualidad blanda, manejable y privada. Somos precavidos con las instituciones y con la rendición de cuentas. Una actitud predominante dice algo como esto: «puedo adorar a Dios al mirar un atardecer, por lo que no necesito arreglarme el domingo por la mañana». Pero por supuesto, esta es una dicotomía falsa. Necesitamos tanto la adoración privada como la adoración comunitaria. Cuando nos alejamos del compromiso con la iglesia local, nuestra espiritualidad terminará marginada y desnutrida. Hay mucho poder y ánimo en todos los «unos a otros» que menciona el Nuevo Testamento que no pueden obtener mientras están mirando solos un atardecer. Más que eso, la presencia bendita de Jesús es prometida a nosotros específicamente en un contexto de comunidad: «…donde están dos o tres reunidos en mi nombre…» (Mt 18:20). Durante esta etapa, he tenido la oportunidad de darme cuenta de cuán fielmente Dios nos encuentra a medida que nos hemos comprometido a asistir semanalmente a la iglesia. A menudo, lo que conmueve mi corazón es algo pequeño, como una pequeña frase o un versículo de la liturgia; otras semanas, por supuesto, estamos mucho más conscientes de su presencia que en otras. Sin embargo, el efecto acumulativo es claro: Dios está obrando entre su pueblo a medida que se juntan en su nombre. Santiago promete: «Acérquense a Dios, y él se acercará a ustedes» (Stg 4:8).
2. Su iglesia los necesita
Padres jóvenes, ¿han considerado que el resto de su familia de la iglesia en realidad necesita que ustedes funcionen óptimamente? Son parte del cuerpo de Cristo y tienen un rol que desempeñar. «Y el ojo no puede decirle a la mano: "No te necesito"; ni tampoco la cabeza a los pies: "No los necesito."» (1Co 12:21). En esta etapa de sus vidas, Dios les está enseñando, los está guiando, está proveyendo para ustedes y está obrando en ustedes de maneras únicas. Tienen una oportunidad de bendecir y servir a otros desde las luchas que están enfrentando. Tienen voz; no priven a otros de escucharla. Ahora bien, reconozco que las iglesias no siempre facilitan esto a los padres jóvenes. Algunas iglesias no tienen guardería o no reflejan una sensibilidad hacia aquellos que están en esta etapa de la vida. Sin embargo, quizás podrían ser parte de la solución a este problema. Tal vez podrían comunicar con gracia a su liderazgo cómo su iglesia podría servir a las familias jóvenes o tal vez pueden iniciar ese ministerio ustedes mismos. Es casi seguro que hay otros que están en la misma etapa de la vida que podrían beneficiarse de sus esfuerzos.

Tres maneras de mantener la alegría los domingos

A veces estamos tan agotados de nuestra semana que simplemente «soltamos todo» cuando llega el fin de semana. Puedo entender eso, pero también me he dado cuenta de que un poco de intencionalidad los fines de semana puede ayudar mucho. Durante este periodo, hemos descubierto un par de cambios simples que han ayudado a que nuestra asistencia a la iglesia y toda la experiencia del domingo sea más fructífera.
1. Santifiquen los sábados por la noche
Si tratan la noche del sábado como un tiempo para comenzar a preparar, las mañanas del domingo pueden mejorar mucho. ¿Existen maneras en que puedan hacer las tardes del sábado especiales? ¿Pueden acostarse más temprano? Incluso hacer algo tan simple como hablar con sus hijos durante la cena sobre ir la iglesia al día siguiente y luego orar por la adoración en comunidad antes de ir a acostarse puede hacer una gran diferencia. Una alegre mañana de domingo a menudo comienza la noche anterior.
2. Prepárense para la pelea inevitable y para la leche derramada
¡Me sorprende la frecuencia con que salen mal las cosas en el trayecto en automóvil a la iglesia! Creo que muchas veces esto es estrategia de Satanás. Nos molesta mientras vamos en el automóvil de camino hacia allá o cuando vamos saliendo de la casa (él hará cualquier cosa para ponernos de mal humor y para desconcertarnos antes de entrar al santuario). Si nos preparamos para esto con anticipación, podemos atraparlo en el acto, «pues no ignoramos sus planes» (2Co 2:11). Por lo tanto, cuando se suban a su automóvil, díganse a ustedes mismos con anticipación, probablemente alguien va a derramar su leche dentro del automóvil o le jalará el cabello a su hermana o va a arrojar su Biblia por la ventana en la carretera. Cuando eso ocurra, voy a orar en vez de gritar.
3. Busquen maneras creativas de hacer los domingos una delicia
No existe razón para que los domingos sean severos en lugar de ser un deleite. Podríamos relacionar «santo» con «sombrío», pero no es así cómo habla la Biblia. Fíjense, por ejemplo, en las palabras que usaron Nehemías y Esdras cuando guiaron al pueblo a renovar el pacto:
[...] «Este día es santo para el Señor su Dios; no se entristezcan, ni lloren». «[...] coman de la grasa, beban de lo dulce, y manden raciones a los que no tienen nada preparado; porque este día es santo para nuestro Señor […] porque el día es santo, no se entristezcan» (Nehemías 8:9-11).
En este contexto, la santidad es algo para celebrar. La lógica es la siguiente: «este día es santo, por lo tanto, deja de llorar y bebe un poco de vino». Además debemos buscar cultivar una atmósfera de alegría y de celebración los domingos. ¿Hay algún restaurante favorito al que puedan transformar en su tradición de domingo o un desayuno favorito que puedan preparar el domingo? ¿Qué otras tradiciones podrían ayudar a que el día sea disfrutable? Cuando tus hijos hagan memoria en veinte años más, ¿qué recuerdos quieren que tengan y qué relación quieren que hagan de los domingos y la iglesia? Dios es nuestro más grande gozo y también queremos que sea el más grande gozo de nuestros hijos. Los domingos son una oportunidad semanal única para adorar y disfrutar a Dios juntos. Luchemos juntos para hacer que el domingo sea un deleite para nuestros hijos, no una carga.
Gavin Ortlund © 2018 Desiring God. Publicado originalmente en esta dirección. Usado con permiso. | Traducción: María José Ojeda
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Cinco maneras de alentar a tu pastor (sin ensalzarlo)
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Cinco maneras de alentar a tu pastor (sin ensalzarlo)

Muchos han lamentado el problema de la «cultura de las celebridades» que hay en las iglesias. Normalmente esa frase trae a nuestras mentes pastores y líderes famosos de la iglesia hoy. Sin embargo, la «cultura de las celebridades» puede ser igualmente un desafío para los ministerios locales, que no son famosos (y algunos de sus efectos más insidiosos surgen ahí). Los peligros de la «cultura de las celebridades» acechan cada vez que los pastores quedan aislados de los procesos mutuos y normales de la rendición de cuentas y del aliento del cuerpo de Cristo; en cualquier momento cuando el liderazgo se caracteriza por la autoridad de Hebreos 13:17 sin la rendición de cuentas de Hebreos 3:13:
  • Autoridad: «obedezcan a sus pastores y sujétense a ellos, porque ellos velan por sus almas…» (Heb 13:17).
  • Rendición de cuentas: «exhórtense los unos a los otros cada día, mientras todavía se dice: "Hoy;" no sea que alguno de ustedes sea endurecido por el engaño del pecado» (Heb 3:13).

¿Cómo alentamos la dinámica de Hebreos 3 y Hebreos 13 en las culturas de nuestras iglesias? En otras palabras, ¿cómo afirmamos a nuestros pastores en su liderazgo sobre nosotros sin ensalzarlos a una categoría separada de sus ovejas?

Como pastor más joven, estoy buscando crecer en mi liderazgo sin separarme de la dinámica de Hebreos 3:13 de confesar mi pecado, de buscar consejo o de dejar que algunos santos mayores me ayuden cuando mis hijos están aterrorizando el almuerzo comunitario. Comparto estos pensamientos (parciales) con la esperanza de que nos ayuden a honrar la autoridad pastoral mientras recordamos que la mayor autoridad está reservada solo para Cristo, quien dijo, «pero ustedes no dejen que los llamen Rabí; porque uno es su Maestro y todos ustedes son hermanos» (Mt 23:8).
1. Haz que tu retroalimentación del sermón sea específica y dirigida por Dios
«Pastor, ¡eres un predicador increíble!». Estas palabras son bien intencionadas, pero fácilmente pueden llevar al pastor al envanecimiento en lugar de a la edificación. La próxima vez que animes a tu pastor, sé específico, no general, y dirige la atención a lo que Dios hizo por medio de él: «Dios me enseñó/bendijo por medio de tu sermón al…». Asimismo, podrías considerar lo siguiente:
  • Anímalo después de escuchar sermones mediocres, no solo por los que logra con éxito. Probablemente, él necesita más ánimo después de los sermones mediocres y esto refuerza que es Dios quien habla por medio de él y que hace que su trabajo sea fructífero.
  • Considera escribir tus palabras de ánimo en una nota o por correo. Esto te ayuda a desglosar tus pensamientos con más detalle y podría ser más significativo y memorable para tu pastor.
  • Anima a todo aquel que predique en tu iglesia, incluso a los predicadores invitados y a los otros miembros o ancianos que predican. Esto refuerza que la Palabra de Dios es central y que el instrumento humano es secundario (algo que a menudo se pierde cuando la «cultura de las celebridades» toma el control).
De una u otra manera, anima a tu pastor cuando predique. Esto no solo va a ayudarlo, sino que también tú podrías sacar mucho más de los sermones como resultado.
2. Anímalo a liderar su familia
Normalmente, los pastores también son esposos y padres y esos roles deben ser más importantes en sus vidas que el de pastor. Creo que la «cultura de las celebridades» casi siempre va de la mano con la idolatrización del ministerio y el descuido de nuestro hogar. Por lo tanto, anima a tu pastor a liderar su familia y cuida a su familia como lo cuidas a él. Una de las mejores maneras en las que puedes cuidar a tu pastor es al cuidar a sus hijos. Ser hijo de pastor es difícil. A la mayoría de los pastores les preocupa esto de sus hijos. Estas son tres maneras en las que podrías ayudar:
  1. No tengas estándares diferentes para los hijos del pastor. No esperes que sean más espirituales o más entendidos que cualquier otra persona. Eso los hará más propensos a rebelarse contra la iglesia.
  2. Respeta su privacidad. Muchos hijos de pastor son bastante visibles dentro de la iglesia, y si es que son tímidos esto puede ser difícil. Muestra interés en ellos, pero no te entrometas en su vida ni lo presiones para que se involucren completamente en la iglesia.
  3. Ora por ellos. Una de las preguntas más maravillosas que puedes hacerle a tu pastor es, «¿cómo puedo orar por ti y por tu familia?». Él apreciará la parte de la oración que dice «y por tu familia».
3. Dale el permiso emocional y económico para ir a conferencias y para tomar vacaciones normales
Hay algo saludable en salir de la ciudad. Sin embargo, muchos pastores se sienten encerrados, como si nunca pudieran dejar de asistir un domingo. Una vez más, creo que la «cultura de las celebridades» florece cuando existe un descuido del principio del Día de Reposo y un fracaso en encontrar identidad y gozo por medio de amistades, pasatiempos y otras cosas fuera de los muros de la iglesia. Darle tiempo de vacaciones a tu pastor le ayudará a permanecer cerca de su familia y animarlo a ir a conferencias lo ayudará a refrescarse, a seguir aprendiendo y a conservar amistades. Más allá de eso, es saludable tanto para la iglesia como para el pastor ver que todo puede continuar sin él. Solo una persona es indispensable para la iglesia, y él dijo, «yo estoy con ustedes todos los días» (Mt 28:20). Anima a tu pastor a descansar, a salir, a dedicarse a cosas diferentes al ministerio de vez en cuando (y dale el tiempo y el dinero para hacerlo). Probablemente, le ayude a mantener Hebreos 3 y Hebreos 13 juntos.
4. No seas pasivo respecto a los lobos o a los problemas graves de pecado en la iglesia
Una de las cosas más desanimantes y solitarias para un pastor es cuando se pone firme frente a un problema difícil (digamos, la disciplina de la iglesia contra un miembro antiguo) y todos sus amigos lo abandonan. Cuando eso sucede, el pastor normalmente se siente herido y traicionado, y es más propenso a retirarse de la vulnerabilidad y de la rendición de cuentas entre el rebaño. Si tu pastor se agita por una causa justa, no lo hagas preguntarse si cuenta contigo. Apóyalo; alivia parte de la presión que hay sobre él. Defiéndelo verbalmente cuando escuches rumores y públicamente en las reuniones de la iglesia si es necesario. Hebreos 13 puede ser un lugar solitario y si él tiene que estar parado ahí solo, podría no volver jamás a la tierra de Hebreos 3.
5. Ratifica su piedad más que sus dones
La «cultura de las celebridades» se desarrolla cuando confundimos la habilidad ministerial de nuestro pastor con su santificación o cuando valoramos dones impresionantes más que el carácter piadoso. Sin embargo, aún el que tiene más dones entre nosotros está incluido dentro de «exhórtense los unos a los otros», porque nadie está libre de ser «endurecido por el engaño del pecado». Mientras mayor sea el don o la autoridad de un pastor, es probable que sea más tentador poner esas cosas por sobre la rendición de cuentas y la exhortación. Al mismo tiempo, mientras mayor sea su don, más importante se vuelve la rendición de cuentas, porque los riesgos son mucho mayores. Es mejor hacerle frente a un líder fuerte y ser echado o calumniado por él que ser cómplice en una cultura que al final separa a Hebreos 13 de Hebreos 3 y por consiguiente daña a toda la iglesia. Nosotros, los pastores, debemos esforzarnos por ver la piedad personal como una montaña más grande a escalar que la admiración del ministerio, más valiosa que nuestras ambiciones más profundas. En la iglesia, podemos ayudar a nuestros pastores con esto al afirmar su piedad más que su influencia. No valores a tu pastor por su perfil en las redes sociales o por su capacidad de manejar un público más que su vida de oración y su amor por su familia. A la «cultura de las celebridades» se le acabarán las provisiones cuando ya no haya demanda. Pongamos solo a Cristo en el lugar de autoridad y centralidad intachable en nuestros corazones y afectos. Nuestras culturas de liderazgo pronto se unirán.
Gavin Ortlund © 2015 Desiring God. Publicado originalmente en esta dirección. Usado con permiso.
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Una dolorosa y hermosa sepultura
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Una dolorosa y hermosa sepultura

A menudo no pensamos mucho sobre las horas posteriores al último respiro de Jesús en la cruz. Durante Semana Santa nos centramos en los eventos del jueves, viernes y domingo, y con toda razón. Sin embargo, ¿qué sucede con las largas y confusas horas que hay entre la muerte y la resurrección de Jesús? Al menos podemos imaginar que las cosas podrían haber sido diferentes: ¿qué habría pasado si no hubiera existido un sábado entre la muerte de Cristo y su resurrección? Jesús podría haber agonizado en la cruz por muchas horas y, luego, tan pronto como se detuvieron los latidos de su corazón, haber vuelto a la vida (quizás destrozando la cruz en mil pedazos mientras resucitaba). O por lo menos la resurrección podría haber ocurrido en algún punto de la tarde del viernes, librando a Jesús de la vergüenza del entierro y triunfando sobre la muerte de manera más pública. Sin embargo, no fue así. Evidentemente, para conquistar la tumba, Él tuvo que ir a ella. Jesús no solo tuvo que morir, sino que también tuvo que estar muerto por un intervalo de tiempo. Hoy recordamos ese terrible vacío en el tiempo entre la pesadilla de la tarde del viernes y la vindicación gloriosa del domingo por la mañana. Recordamos ese periodo de discordia, suspenso y confusión, mientras el cuerpo de Jesús se enfriaba y endurecía, y el infierno parecía triunfar y cada luz en el mundo parecía haberse extinguido. Apenas puedo imaginar lo que hubiera sido vivir ese día. Si es que hubo un momento de desesperación, con seguridad era este. Y ahí, en el punto más oscuro, en las horas de más desesperación, los evangelios no nos presentan una desesperanza inmóvil y vil, sino que con un hermoso despliegue de devoción y lealtad a Jesús, cuando José de Arimatea se presenta ante Pilato para pedirle el cuerpo de Jesús con el fin de poder sepultarlo durante esas largas horas entre la crucifixión y la resurrección. Inicialmente, podríamos no darnos cuenta cuán heroico fue este acto. Sin embargo, por muchas razones, fue una demostración maravillosa de valentía y de sacrificio que podría inspirarnos a seguir obedeciendo a Dios en medio de las noches oscuras y solitarias de nuestras propias vidas.

Una obediencia valiente

En primer lugar, este acto fue valiente. Era arriesgado relacionarse con un criminal culpable; de ahí el abandono que Jesús sufrió de todos los otros discípulos (Mr 14:50) y las negaciones de Pedro (Mr 14:68, 70, 71). Otros ya habían dejado de mostrar demasiado interés (Mr 14:51). Por esta razón, Marcos 15:43 dice que José «se atrevió a presentarse ante Pilato» para hacerle la petición del cuerpo de Jesús. Por otra parte, José y Nicodemo (a quien incluye el registro de Juan) tenían mucho que perder. Ambos eran fariseos de un rango muy superior: miembros del Sanedrín, el concilio vigente judío. Marcos describe a José como un «miembro distinguido del Consejo» (Mr 15:43). Mateo agrega que era adinerado (Mt 27:57). El conflicto entre Jesús y los fariseos había estado hirviendo por años y sabemos cómo terminó. Si se era un fariseo, honrar a Jesús al sepultar su cuerpo significaba que rendías tu posición de seguridad y que desertabas para ir al (aparentemente) lado perdedor. Me pregunto qué pasó por la mente de José en el momento en que fue escoltado ante Pilato.

Una obediencia triste

En segundo lugar, este fue un acto triste. Hombres educados y adinerados como Nicodemo y José generalmente no realizaban trabajos de baja categoría como sepultar muertos. Este era un asunto apestoso y sucio que realizaban los sirvientes, no los miembros respetados del Sanedrín. Me pregunto si al principio José y Nicodemo fueron un poco torpes con las sábanas de lino. Mateo registra que José era un discípulo de Jesús (Mt 27:57). Lucas lo llama «un hombre bueno y justo» (Lc 23:50) que no aprobaba la crucifixión de Jesús y que «esperaba el reino de Dios» (Lc 23:51). El comportamiento de Nicodemo también está enmarcado positivamente debido a su conversación inicial con Jesús en Juan 3 (Jn 7:50.51; 19:39). Entonces, estos hombres amaban a Jesús. Por lo tanto, imagínense el peso del dolor que sentían mientras llevaban su cuerpo sin vida. Los cuerpos muertos siempre son estremecedores. No es natural ver ojos sin vida mirándote. Sin embargo, cuando es alguien a quien amas y respetas, el dolor se exacerba. ¡Qué palabras podrían expresar la rareza y la tristeza de mirar con detención a los ojos sin vida del mismo Hijo de Dios!

Una obediencia costosa

En tercer lugar, este acto fue costoso. Lucas 23:53 menciona que la tumba era una en la que «todavía no se había sepultado a nadie». Cavar una nueva tumba era caro, así como también suministrar sábanas de lino y especias. De hecho, el registro de Juan cuenta que Nicodemo llegó con unos treinta y cuatro kilos de mirra y áloe (Jn 19:39), lo que era una increíble suma de dinero. Me pregunto, si Nicodemo estaba casado, ¿qué pensó su esposa sobre el manejo de sus finanzas?

La preparación del vuelco de la historia

La sepultura de Jesús es una parte importante de la historia del Evangelio. El Credo de los Apóstoles narra que Jesús «fue crucificado, muerto y sepultado». En un importante resumen del Evangelio, Pablo cuenta que «[…] que Cristo murió por nuestros pecados según las Escrituras, que fue sepultado, que resucitó al tercer día según las Escrituras» (1Co 15:3-4 [énfasis del autor]). Uno se pregunta: ¿cuán diferentes se verían los acontecimientos del fin de semana de la Pascua lejos de la valentía de José y Nicodemo? Obviamente Dios podría haber resucitado el cuerpo de Jesús en otro lugar. O podría haberlo transportado a la tumba por otros medios. Sin embargo, Dios honró la lealtad y el sacrificio de estos hombres al hacer que tuvieran un rol de importancia fundamental en la narrativa del Evangelio. José y Nicodemo no sabían eso. Mientras comenzaba el sábado (Lc 23:54), habría sido fácil para ellos pensar que su vida había terminado. Habían gastado su dinero y habían perdido su estatus. Su futuro no se veía particularmente claro en ese momento. No obstante, por medio de este hecho, Dios preparó las condiciones para el vuelco de toda la historia. Dios tomó lo que parecía ser un final sombrío y lo transformó en un comienzo glorioso.

La verdadera obediencia nunca es un desperdicio

Amigo, ¿el camino a la obediencia se siente oscuro y difícil para ti? ¿Estás en medio de una larga noche de viernes o de un sábado solitario? Recuerda que la mañana del domingo final (la restauración de todas las cosas) aún está por venir. Como José y Nicodemo, no sabemos lo que Dios hará mañana con nuestros esfuerzos de hoy. La verdadera obediencia nunca es un desperdicio. ¿Quién sabe qué gloria podría estar aún por revelarse en la nueva tierra, en un trillón de años, por tu difícil obediencia hoy?
Gavin Ortlund © 2017 Desiring God. Publicado originalmente en esta dirección. Usado con permiso.
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Cinco mitos acerca de la Reforma
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Cinco mitos acerca de la Reforma


Este artículo es parte de la serie Cinco mitos publicada originalmente en Crossway.

¿Deberíamos estar celebrando?

En este momento del año muchos protestantes celebran la Reforma. Para algunos, sin embargo, se siente extraño celebrar un evento que dividió a la iglesia. ¿No oró Jesús por la unidad de la iglesia? Otros no tienen dificultad en celebrar la Reforma al verla como el comienzo de todo lo que valoran en la historia de la iglesia. ¿Cuál es la mejor manera en la que los protestantes de hoy deben mirar la Reforma? ¿Deberíamos verla como una celebración de cumpleaños o como un feo divorcio? La sabiduría favorece una actitud equilibrada que puede apreciar las conquistas logradas por la Reforma mientras evalúa con precisión su contexto y objetivos. Con este fin, aquí hay cinco mitos sobre la Reforma que debemos evitar.
Mito n°1: la Reforma fue el renacimiento de la iglesia
Algunos retratos de la Reforma dan la impresión de que la iglesia había muerto y que después volvió a la vida. Los reformadores mismos, ciertamente, no pensaban así. Ellos afirmaban que Dios siempre ha preservado a su iglesia, incluso en las épocas de más oscura corrupción, y dedicaron sus esfuerzos a reformarla, no a hacerla renacer. Martín Lutero, por ejemplo, estaba convencido de que la iglesia nunca había muerto y calificó sus críticas a la Iglesia de Roma para reflejar esta preocupación: «aún hoy llamamos santa a la Iglesia de Roma y a todas sus sedes, aun cuando han sido socavados y sus ministros son impíos [...]. Sigue siendo la iglesia». De manera similar, Juan Calvino rechazó la noción de que la iglesia «ha estado sin vida por algún tiempo», y argumentó desde Mateo 28:20 que «la iglesia de Cristo ha vivido y vivirá mientras Cristo reine a la diestra del Padre». Los posteriores teólogos protestantes desarrollaron esta noción de la preservación de la iglesia, a menudo en respuesta a las críticas católica romana de la novedad. Francis Turretin, por ejemplo, argumentó que «nuestra iglesia estaba en el papado mismo, de la misma manera en que Dios siempre preservó en medio de Babilonia un remanente para sí mismo según la elección de su gracia». Declaraciones como esta distinguieron la Reforma magisterial, y las tradiciones que engendró, del separatismo más radical de los anabaptistas.
Mito n°2: la Reforma fue un rechazo al pasado
La Reforma a veces es entendida como si los protestantes estuvieran argumentando desde la Biblia, mientras que los católicos desde la tradición. De hecho, mucha de la polémica protestante se basó en el testimonio de la iglesia primitiva. Juan Calvino fue particularmente adepto en esgrimir a los padres de la iglesia de esa manera, tanto por escrito como en debates. En su carta de prefacio al Rey Francisco en las Instituciones, por ejemplo, Calvino documentó una extensa lista de temas en los que los padres de la iglesia estaban del lado protestante y en contra de los católicos romanos. La apología de John Jewel de 1562 para la Iglesia de Inglaterra hizo el mismo llamado al establecer la visión protestante de la Escritura y de la iglesia a partir de una variedad de fuentes patrísticas. Dejando lugar para la calificación, podríamos decir que la Reforma tuvo la intención de recuperar la iglesia primitiva, en lugar de rechazarla. En su debate de 1539 contra el Cardenal Sadoleto, Calvino hizo este comentario exacto: «todo lo que hemos intentado hacer es renovar la forma antigua de la iglesia… [que existió] en la época de Crisóstomo y Basilio, entre los griegos, y de Cipriano, Ambrosio, y Agustín, entre los latinos».
Mito n°3: la Reforma no tuvo precedentes
Lutero no fue el primero en protestar por los abusos en Roma. Él siguió una larga tradición de disidencias. El ejemplo más obvio, quizás, sería el de John Wycliff (m. 1384), llamado «la estrella de la mañana de la Reforma» en Inglaterra, y Jan Hus (m. 1415), el reformador bohemio. Hus fue significativo en la Reforma bohemia, que era una tradición de protesta contra Roma que se mantuvo separada de Martín Lutero y que comenzó hacia el final del siglo catorce en Praga y continuó a través de las expediciones militares husitas (una facción que eventualmente se convertiría en los moravos). Hay también otras tradiciones de disidencia que se remontan aún más al pasado, tal como los arnoldistas (seguidores de Arnaldo de Brescia) y los valdenses (seguidores de Pedro Waldo) en el siglo XII, o los albigenses en los siglos XII y XIII. Dejando lugar para las diferencias entre estos variados grupos, aún hay llamativos puntos de superposición con la disidencia protestante más tardía. Francis Turretin, por ejemplo, llamó a los valdenses y a los albigenses «cristianos más puros» y afirmó que ellos «sostenían la misma fe que nosotros en lo esencial». Turretin también puso atención en protestar los abusos de Roma que vinieron no de los grupos separatistas, sino desde adentro de la iglesia, como la condenación de adoración a los íconos en el Concilio de Frankfurt de 794, o la oposición a la transubstanciación por Ratramnus en el siglo IX y por Berengario de Tours en el siglo XI.
Mito n°4: la Reforma dividió una iglesia unida
La Reforma a menudo es culpada por la división, y es innegable que el protestantismo ha resultado en una gran variedad de denominaciones. Más aún, tristemente, muchos protestantes modernos operan bajo una mentalidad sectaria que parece desinteresada en buscar la unidad con otras tradiciones dentro del cuerpo de Cristo. Al mismo tiempo, es engañoso pensar que la desunión comenzó en la Reforma. En primer lugar, los reformadores heredaron una iglesia ya dividida. Las tensiones entre las ramas oriental y occidental de la iglesia se habían estado gestando desde el principio de la historia de la iglesia, y finalmente dieron como resultado una división oficial en 1054, medio milenio antes de la Reforma. Además, la Iglesia Católica Romana de finales de la Edad Media era una entidad diversa, plagada de sus propias tensiones y divisiones internas. Todos nosotros —protestantes, católicos u ortodoxos— deberíamos anhelar la unidad de la iglesia, lamentar las divisiones dentro de ella y hacernos cargo de nuestras contribuciones a los desafíos. Sin embargo, no es correcto suponer que solo los protestantes son culpables.
Mito n°5: la Reforma ya no es relevante
Algunos hoy piden ponerle un fin a la Reforma. Y, sin duda, ha habido avances muy importantes en el diálogo protestante-católico durante las últimas décadas; considera, por ejemplo, la Declaración conjunta Luterano-Católica de 1999 sobre la doctrina de la justificación, o la segunda publicación producida por evangélicos y católicos juntos. Los protestantes y los católicos también pueden encontrar nuevas oportunidades para unirse en diversas causas sociales en respuesta a la creciente secularización de la sociedad occidental. Al mismo tiempo, las diferencias teológicas se mantienen sobre una variedad de temas importantes, y no es división o falta de caridad llamar la atención sobre tales diferencias. Como dijo J. Gresham Machen: «A menudo se ha dicho que el estado dividido de la cristiandad es un mal, y lo es. No obstante, el mal consiste en la existencia de los errores que causan las divisiones y de ningún modo en el reconocimiento de esos errores una vez que existen». A medida que trabajamos por la unidad de la iglesia, debemos reconocer que la verdadera unidad nunca se logra a través de la laxitud de la verdad. Cuando nuestras diferencias teológicas se tratan de temas que son vitales para el Evangelio, debemos estar dispuestos a decir con Lutero: «Aquí me paro; no puedo hacer otra cosa».

Gavin Ortlund es autor de Theological Retrieval for Evangelicals: Why We Need Our Past to Have a Future [Recuperación teológica para evangélicos: por qué necesitamos nuestro pasado para tener un futuro].

Este artículo fue publicado originalmente en inglés y traducido con el permiso de Crossway.