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El privilegio y el poder de una esposa de pastor que ora
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El privilegio y el poder de una esposa de pastor que ora

En un sábado cualquiera, puedes estar segura de que al menos dos cosas están pasando en nuestra casa: mi esposo estará trabajando en su sermón y yo estaré orando por él. Suena bastante sencillo, pero esto no es algo que llegó a suceder sin mucha (digamos) práctica. Cuando Brad comenzó por primera vez la ardua y gran tarea de la predicación, tuvimos mucho que aprender juntos como equipo en el ministerio (y no éramos una máquina bien aceitada). Hubo chirridos y ruido, a menudo bastante literal, mientras emprendíamos el malabarismo de la vida ministerial y lo que se acuñó como «preparación del sermón». En lugar de ser una ayuda adecuada para él, me di cuenta de que estaba actuando más como un peso muerto que lo distraía. Sin duda, una esposa de pastor hace sacrificios, pero también existen tremendas bendiciones. Aprender cómo orar por mi esposo y por el ministerio al que estamos dando nuestras vidas tomó tiempo: primero Dios tuvo que alejar mi corazón de mis propios deseos personales y hacerme señas para acercarme a él. Tuve que aprender a orar, «De mañana presentaré mi oración a ti, y con ansias esperaré» (Sal 5:3). Mi Padre celestial estaba invitándome a traer mis peticiones y deseos a Él y esperé con una fe expectante para que me respondiera según su buen plan y propósito.

Hay poder en la oración, así que mantente alerta

No compres la mentira de que la oración no sirve de mucho. Podrías creer que la oración es importante, pero ¿estás orando regular, específica y expectantemente? Tristemente, nuestra respuesta a menudo es, «no lo suficiente». La oración es un trabajo duro, y el engañador hará cualquier cosa para mantenernos alejadas de ella. Sin duda, podemos recitar Santiago 5:17, declamando la promesa de que la oración de un hombre justo es poderosa y efectiva, pero luego rara vez hacemos el trabajo duro de en realidad orar. Elisabeth Elliot lo dijo bien,

La oración no es un deporte; es un trabajo. La oración es un trabajo porque un cristiano simplemente no puede «vivir» sin ella. El apóstol Pablo dijo que «luchamos» en oración. En la lucha de un cristiano en oración «nuestra lucha no es contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los poderes de este mundo de tinieblas, contra las fuerzas espirituales de maldad en las regiones celestes» (Ef 6:12).

El trabajo es duro porque gran parte de él no se ve. Hay ladrones de gozo en todo nuestro alrededor. El engañador intentará hacer tanto ruido como pueda para distraernos de nuestro llamado a ser ese apoyo para nuestros esposos pastores. Y si él puede derribarnos, tristemente, entonces nuestro esposo y el ministerio a menudo son los próximos. Lamentablemente, he visto que esto les ha pasado a algunos amados amigos en el ministerio. Al no priorizar tiempo con el Señor, se alejaron de otros miembros de la iglesia y se desilusionaron por todas las luchas y las dificultades de la vida del ministerio. Hermanas, oren para que Dios las proteja a ustedes y a sus maridos mientras trabajan para el Señor. Como esposas de pastores, existen muchas cosas que sabemos, escuchamos, vemos y sentimos sobre la obra del Reino por la que nuestros esposos están dándose a sí mismos con todos sus corazones y almas. En medio de todo esto, no debemos rendirnos al miedo o a la preocupación. No debemos hacernos cargo o forzar nuestro plan de solución inmediato para la iglesia. No obstante, tampoco debemos cruzarnos de brazos en alegre ignorancia de las muchas necesidades de nuestros esposos y de nuestras iglesias. Hermanas, debemos estar orando (y porque la oración requiere trabajo duro), necesitamos hacerlo una prioridad. Como dice el dicho Puritano, necesitas aprender cómo «orar hasta que ores». Trabaja en oración por tu esposo mientras él trabaja por las ovejas que les fueron confiadas. Como un apoyo adecuado para él, eres capaz de animarlo de una manera muy práctica al orar regular, específica y expectantemente por él y a menudo con él.

El privilegio: el mejor bien que puedes hacer

«Ella le trae bien y no mal todos los días de su vida» (Proverbios 31:12). Tan solo piensa en eso por un minuto. ¿Quién más conoce a tu marido como tú? Una cantidad de personas podría estar orando por él. Es probable que él tenga compañeros para rendir cuentas y compañeros de oración y quizás ancianos que oran con él y por él. Sin embargo, ninguno puede orar con la particularidad y la ternura de una esposa. Después de todo, sabes si el sueño lo ha evadido por días debido a un dolor crónico o a hijos enfermos. Conoces las dudas que podrían estar asediando su mente, las mentiras susurrantes de rechazo o de desánimo. Sabes cuántas horas pasa a menudo en soledad, derramándose en la Palabra de Dios mientras lucha con un texto. Puedes leer sus hombros caídos cuando entra por la puerta, sintiéndose pateado y golpeado por la vida. Sabes que se siente inadecuado para la tarea, pero que es llamado a mantenerse avanzando en fe. ¿Qué otra cosa mejor podemos hacer por nuestros maridos pastores que orar por ellos? Hay mucha fortaleza en la quietud de la oración, puesto que desde esa quietud, se manifiesta el poder de Dios. Como esposas de pastores a menudo tenemos el privilegio de ver la fidelidad de Dios obrar de muchas maneras. Claro, estamos al tanto de muchas cosas difíciles también, pero tenemos asientos de primera fila para ver la fidelidad de Dios. Vemos relaciones restauradas, poderosos sermones predicados preparados con poco o casi nada de sueño, dinero crucial a último minuto, amigos que crecen en su odio al pecado y su amor por Jesús (y la lista sigue y sigue). A menudo le cuento a mis amigas que mi perspectiva única me hace sentir como María, quien «atesoraba todas estas cosas, reflexionando sobre ellas en su corazón» mientras veía cómo se revelaba el plan de Dios por medio de su hijo Jesús. Mi corazón canta en alabanza por las maneras en las que he visto a Dios obrar, no solo en nuestras vidas, sino que en las vidas de las congregaciones de las que he sido parte a lo largo de los años. Es un llamado difícil, pero siempre uno privilegiado. Existe algo especial sobre sentarse en una banca al final de una larga semana, mirando a la persona que más amas en este mundo predicarle a aquellos que fueron confiados a su cuidado, dándose a sí mismo a la Palabra de Dios por medio del poder del Espíritu Santo. Como esposas de pastor, tenemos un privilegio único. Suceden muchas cosas de un domingo a otro y nuestro Padre celestial lo sabe todo, mucho más que nosotras. Sin embargo, Él nos llama a acudir a Él, a llevarle todo nuestro «conocimiento como alguien que lo vive desde adentro», todo lo que nos provoca preocupación o enojo, gratitud o alegría. Queridas hermanas, ¿acaso no es Dios quien es capaz de hacer mucho más en abundancia de todo lo que pedimos o pensamos, de acuerdo al poder que obra en nosotras (Ef 3:20)? Entonces, ¿por qué, oh por qué, no descansaríamos a sus pies?
Este recurso fue publicado originalmente en 9Marks.
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Cómo una esposa de pastor lucha contra el agotamiento
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Cómo una esposa de pastor lucha contra el agotamiento

Todas hemos tenido esos días. Ya sabes, aquellos en donde te arrastras hacia la cama aún maquillada, preguntándote si está bien no lavarte los dientes sólo por esta vez. Mientras tanto, te preguntas qué pasó realmente con los minutos que se evaporaron en la historia.

Ha habido muchos días como ese para mí, particularmente como madre joven. Sin embargo, incluso ahora, cuando «una nueva temporada» tras «otra nueva temporada» parece aplastarme, me encuentro a mí misma preguntándole a mi Padre celestial, «¿adónde se va el tiempo? ¿Cuándo podré recuperar el aliento? Ya no tengo nada más que dar o entregar a todas las necesidades y clamores de ayuda a mi alrededor. Dios, ¿cómo se ve la fidelidad cuando estoy así de vacía?». A veces, el viejo dicho, «los días son largos, pero los años cortos», comienza a sentirse más como «los días son largos y los años son largos». Por lo tanto, ¿qué hacemos, como mujeres a las que Dios ha llamado a ser «la ayuda y compañera de los subpastores», cuando las interminables exigencias nos apalean? Bueno, en muchas formas nuestro llamado es el mismo que el de cada mujer cristiana (y cada hombre cristiano). Debemos tomar nuestra cruz diariamente y seguir a Jesús (Lc 9:23). Y a menudo, esa cruz que cargamos es un llamado a dar desde la escasez, no desde la abundancia.

Llenándonos mientras nos sentimos vacías

Mientras les enseñaba a sus discípulos un día en el templo, Jesús usó un curioso ejemplo de entrega piadosa:

Jesús se sentó frente al arca del tesoro, y observaba cómo la multitud echaba dinero en el arca del tesoro; y muchos ricos echaban grandes cantidades. Llegó una viuda pobre y echó dos pequeñas monedas de cobre, o sea, un cuadrante. Y llamando Jesús a sus discípulos, les dijo: «En verdad les digo, que esta viuda pobre echó más que todos los contribuyentes al tesoro; porque todos ellos echaron de lo que les sobra, pero ella, de su pobreza, echó todo lo que poseía, todo lo que tenía para vivir» (Mr 12:41-44).

Esta viuda (probablemente sola y rechazada por su sociedad) literalmente dio todo lo que tenía. Ella no retuvo nada para el Señor, confiándose a sí misma a Aquel que cuida de los más pequeños. ¿Vives así con tu tiempo y energía? ¿Te derramas como una ofrenda hacia Él, esforzándote por alcanzar cosas perdurables, como las almas de las personas? ¿Rindes el preciado tiempo extra con tu marido para liberarlo y así Él pueda ministrar a otros? No tengo la intención de animar un tipo de sacrificio irresponsable que lleva un completo desgaste, amargura y agotamiento, lo que es una posibilidad genuina para aquellas que están en el ministerio vocacional a tiempo completo. Sólo les estoy pidiendo a las compañeras esposas de pastor que miren con detención en sus corazones y examinen sus propias expectativas y limitaciones percibidas. No existe nada como observar a Dios obrar por medio de tu vida cuando no llevas absolutamente nada a la mesa. Esos momentos fortalecen nuestra fe a medida que vemos que su fuerza nos renueva sobrenaturalmente. Bastante a menudo, me he encontrado a mí misma teniéndole pavor a algún compromiso que hemos hecho juntos con mi esposo sólo para darme cuenta de que nuestra supuesta entrega se convirtió en recepción. No puedo ni comenzar a contar las veces que he visto a Dios bendecir a otros por medio de mí cuando me sentía absolutamente incapaz de amar y de cuidar de una hermana en necesidad. De hecho, a menudo han sido mis lágrimas de agotamiento y de desánimo que han animado a alguien más que mis sabias palabras en un «buen día». ¿Cuántas veces me ha animado el Señor mientras me siento y escucho a una amiga compartir su vida cuando yo tan egoístamente quería que escucharan mis dolores? Cada vez, me voy recordando que Dios es bueno y todo lo que Él ha hecho por mí es bueno (Sal 119:68). Es un tipo de consuelo de 2 Corintios que ofrecemos, en el que nuestra desesperación y escasez en realidad destacan el poder y la fuerza de Dios en nosotras y por medio de nosotras: «Porque fuimos abrumados sobremanera, más allá de nuestras fuerzas, de modo que hasta perdimos la esperanza de salir con vida. De hecho, dentro de nosotros mismos ya teníamos la sentencia de muerte, a fin de que no confiáramos en nosotros mismos, sino en Dios que resucita a los muertos». Debemos alabar a Dios por las oportunidades de mostrar su poder en nuestras debilidades visibles.

La Palabra de Dios llena nuestras almas vacías

Sin embargo, es necesario hacer una pregunta: ¿qué debemos hacer cuando nuestros corazones se han enfriado? Cuando no tenemos nada más que dar, ¿adónde debemos ir? Gracias a Dios que Él nos dice en su Palabra: «todos los sedientos, vengan a las aguas; y los que no tengan dinero, vengan, compren y coman. Vengan, compren vino y leche sin dinero y sin costo alguno» (Is 55:1). Jesús nos ofrece descanso en Él por medio del consuelo que encontramos en su Palabra. Demasiado a menudo, trabajamos duro en nuestras propias fuerzas y nos preguntamos por qué estamos tan agotadas. En otros momentos, trabajamos y trabajamos sólo para olvidar que el hombre no puede vivir solo de pan. El hombre sólo puede vivir por cada palabra que sale de la boca del Señor (Dt 8:3). Como las máscaras de oxígeno en un avión, debemos aferrarnos al oxígeno de la Palabra de Dios antes de ser útiles en cualquier manera para aquellos que se están sofocando con el humo de este mundo. Hermanas, es probable que también necesiten aprender a decir «no» a algunas cosas con el fin de estar solas con su Señor. Nunca debemos descuidar nuestro primer amor por priorizar lo que percibimos que puede ser un trabajo más importante. Para volver a avivarnos, quizás deberíamos tomar un tiempo en soledad para darnos un banquete con la Escritura, escuchar sermones expositivos, escribir sobre las maneras en que Dios ha provisto u orar por los «estruendos» de nuestras almas. Luchar por el equilibrio requiere una comprensión dada por el Espíritu Santo.

Glorifícalo al confiar en Él

La viuda que Jesús elogió en el templo tenía el tipo de fe a la que nosotras debemos aspirar; era sobrenatural. A menudo, me he preguntado cuántas veces ella había hecho eso en su vida, dando todo lo que ella tenía y confiando en que Dios satisfaría sus necesidades. Ora para que Dios te dé oportunidades para avanzar sin ver, sabiendo que en fe Él proveerá. Después de todo, Jesús dijo, «bienaventurados los pobres en espíritu, pues de ellos es el reino de los cielos». Cuando nuestros espíritus son pobres en Él, se nos promete el Reino de los cielos. ¡Qué intercambio más maravilloso!

Arrastrándonos hacia el cielo

Si sientes como si no pudieras caminar hoy, ¿estás arrastrándote hacia el cielo? ¿Estás alzando tus manos hacia el cielo mientras llevas a un miembro de la iglesia en el camino, confiando que tu comprensión las arrastrará a ellas también? Él es lo suficientemente fuerte, sabes. En momentos de desánimo y de agotamiento, tendemos demasiado a olvidar su fidelidad en el pasado. Como dice el himno, somos «propensos a vagar, Señor, lo siento; propensos a dejar al Dios que amamos». Sin embargo, observa la siguiente línea, pues hay una invitación a confiar en él: «Aquí está mi corazón, Señor, tómalo y séllalo. Séllalo para tus atrios celestiales». Pero ¿qué pasa si sientes que ni siquiera puedes arrastrarte? El agotamiento y la depresión son problemas reales que exigen atención y a menudo ayuda externa. No obstante, asegúrate lo mejor que puedas de no confundir este sentimiento con las luchas diarias de la vida cristiana. Nuestro agotamiento y pobreza de espíritu pueden ser satisfechos con el mejor tipo de intercambio: nuestras cargas por su yugo. Ahí, volveremos a descubrir que su yugo es fácil y ligero y que en Él encontraremos descanso para nuestras almas (Mt 11:28-30). Por tanto, la próxima vez que te arrastres a la cama, completamente vestida y aún maquillada, preguntándote qué pasó con tu día, recuerda a la viuda. Pero no te quedes ahí. Recuerda la fidelidad de Dios en tu vida. Él no te llamará a hacer algo para lo que no te haya equipado. Él sólo nos da cosas en nuestras vidas para las que Él proveerá. Y hermana, sabes por el historial de tu propia vida que ¡sin duda Él proveerá!
Este artículo fue publicado originalmente en 9Marks.
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Predicándole a las mujeres: cosas que un pastor debe considerar
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Predicándole a las mujeres: cosas que un pastor debe considerar

En mis últimos 37 años como creyente, he calentado muchas sillas de la iglesia esperando con mi alma ansiosa que la verdad de la Palabra de Dios llegara hacia mí, yo, una mujer, una persona hecha a la imagen de Dios. Como muchas de mis amigas, he soportado varias etapas de la vida. Fui una jovencita que en la escuela luchó sola por Cristo; una adolescente que batalló por entender su identidad en Cristo en un mundo hostil; una universitaria y joven profesional que combatía por darle sentido a mi identidad fuera de mi educación cristiana; una joven mujer casada sintiéndose sola y confundida; una agotada madre primeriza peleando por mantenerse despierta. Ahora, soy una mamá necesitada de jóvenes: aún estoy desesperada por abrir la Escritura y que me la expliquen. Como María en Lucas 10:39, cada domingo voy para sentarme a los pies de Jesús y a escuchar. Pero, ¿escucharé? ¿Puedo escuchar? Como todos los cristianos, necesito la munición del Evangelio para otra semana de batalla en este mundo hostil. Por lo tanto, ustedes pastores, expositores de la Palabra de Dios, ¡recuérdennos! Recuerden a la mujer hecha a la imagen de Dios mientras hora tras hora trabajan en aplicar las palabras de la Escritura a sus congregaciones. Después de todo, hombres o mujeres, todos necesitamos el Evangelio. La cruz es central para todo. Todos necesitamos la Palabra predicada y necesitamos teología para nuestras vidas diarias. En el centro, todos tenemos el mismo problema: somos pecadores en necesidad de un Salvador, en necesidad de la cruz. Si eres un pastor leyendo esto, sabes que esto es verdad. Sabes que hay una hambruna de la Palabra de Dios en los púlpitos alrededor del mundo hoy. Por lo tanto, cuando te pares en el púlpito este domingo, es muy probable que le estés predicando a mujeres predominantemente. Sin embargo, ¿las estás alcanzando? ¿Sus vidas están cambiando para verse más como Cristo? Las mujeres, ¿te dirían que se sienten alimentadas por tu predicación? La primera regla del discurso hablado es «conocer tu audiencia». Bien, ¿la conoces? Como predicadores, necesitan tomarse el tiempo para preguntar, escuchar y responder a las mujeres a las que les predican.

Pregunta

En primer lugar, comienza preguntando. Conoce a las mujeres de tu congregación y de tu comunidad. Tu esposa —si tienes una— siempre es un gran punto de partida (y, por favor, comienza con ella, puesto que es un regalo único dado por Dios). Ella te permitirá conocer a las mujeres que está discipulando, ministrando y contactando con más regularidad. Sin embargo, ella es solo una mujer con un tipo de valores, experiencias y amigas, por lo que no te detengas solo en ella, sino que abarca una gran variedad de mujeres. Pueden ser mujeres de tu equipo, señoras que tu familia sirve fuera de la casa o jovencitas que vienen a pedir consejo. Deben ser jóvenes y mayores, que tengan trabajos fuera del hogar y en el hogar, casadas y solteras. Conócelas de maneras seguras y apropiadas y hazte el propósito de hacerles preguntas constantemente. Pregúntales con qué están luchando, cómo se sienten valoradas, qué problemas están enfrentando en el trabajo/escuela, qué atributos de Dios encuentran desafiantes en la etapa de la vida en la que se encuentran. Hazles preguntas claras, directas y específicas con el fin de que puedas entender mejor qué es lo que estas mujeres te están diciendo. ¿Cómo es la vida para ellas como una mujer que porta la imagen de Dios hoy? Busca entender mejor su mundo. Esto es exactamente lo que Jesús hizo en la encarnación. Él vino a nuestro mundo. Así que tú anda al de ellas. Que la iglesia sea un lugar donde encuentren refugio de la presión y de las mentiras del mundo en el que vivimos hoy.

Escucha

No hace ningún bien si solo preguntas y nunca escuchas. La compasión viene por medio de escuchar y aprender, y después de un rato, escucharás temas y verás patrones. Nuestra cultura forma nuestras ideas, nuestro conocimiento, nuestros valores y nuestros sentimientos. Como dijo la historiadora Anne Firor Scott, nuestra cultura muele los lentes por medio de los cuales vemos la realidad. ¿Cómo lucen los lentes de las mujeres a las que les predicas? ¿Cuál es su realidad? Sé consciente de la actual ola de luchas culturales que enfrentan las mujeres en este tiempo. La campaña cultural por la completa igualdad funcional está borrando las líneas del género y pone al modelo de Tito 2 para las mujeres en oposición a todo lo que actualmente se considera sagrado. Todos los días se nos dice por medio de la publicidad y de los medios de comunicación que estamos liquidadas si nos quedamos en casa o que estamos acabadas si es que decidimos no escalar posiciones corporativas por el bien del hogar. No obstante, valdrá la pena advertir lo siguiente aquí: mientras escuchas, ten cuidado con el estereotipo de género. Todas somos mujeres, pero no todas somos iguales. Practicar el arte de escuchar bien ayudará a ver la variedad y a responder mejor a los diversos tipos de mujeres en tu cuidado pastoral, especialmente en tu predicación.

Responde

La verdad de la Palabra de Dios le habla a toda nuestra vida. Como ministro de la Palabra, tienes el privilegio y la responsabilidad única de ayudar a tu congregación a ver esto cuando predicas la Palabra de Dios cada semana. A medida que piensas en las ilustraciones y en las aplicaciones, detente y pregúntate a ti mismo: «¿es esta una idea dominada por los hombres?». «¿La mayoría de las mujeres que conozco entenderán lo que estoy intentando decirles?». No hay nada malo en usar ilustraciones sobre fútbol o sobre cocina, pero si esa es la variedad que tienes, es tiempo de que comiences de nuevo y ores para que Dios te dé una visión fresca para ilustrar y aplicar las verdades de su Palabra tanto a los hombres como a las mujeres que escuchan. De nuevo, ten cuidado con estereotipar. Algunos hombres odian el fútbol y algunas mujeres detestan cocinar. A medida que preparas el texto para predicarlo la próxima semana, toma tiempo para orar por la lista de los miembros de tu iglesia. Si no tienes una, encuentra alguna otra forma sistemática para orar por un grupo variado de miembros de la iglesia. Mientras echas un vistazo a los nombres de diferentes mujeres que se encuentran en diversas etapas de la vida, detente y pregúntate a ti mismo: «¿por qué _________ necesita escuchar este pasaje?». Si has estado escuchando bien, serás capaz de responder mejor las preguntas y, por consiguiente, aplicar mejor el contexto del pasaje a los corazones de tu audiencia femenina. Pregúntate a ti mismo: «¿cómo puedo amonestar a Clara que lucha con la pereza, animar a Roxana que está desganada o ayudar a Lucía que batalla con dominar a otros?». «¿Cómo puedo ser paciente con las mujeres cuyo cuidado me ha sido confiado?» (1Ts 5:14).

Queremos que nos recuerden

Como mujeres, no queremos recibir un trato especial en tu predicación. Solo queremos que nos recuerden. Necesitamos que alguien nos muestre el cielo cada semana y nos recuerde lo que viene. Necesitamos que alguien nos ayude a sacar los ojos de nosotras mismas y nos lleve a mirar a nuestro Salvador. Necesitamos que alguien nos anime en nuestra necesidad, que nos recuerde que, cuando alguien nos falla en esta tierra, existe alguien que nunca nos fallará, que nunca nos dejará ni nos abandonará. Como mujeres, fuimos creadas para ser ayudantes y seguidoras, pero necesitamos a alguien que valga la pena seguir. Por lo tanto, ya sea que lleguemos este domingo a las bancas de la iglesia como María o como Marta, necesitamos fieles predicadores de la Palabra que nos pregunten, que nos escuchen y que luego nos respondan en su predicación por medio de aplicaciones consideradas, específicas y que exalten a Cristo.
Este recurso fue publicado originalmente en 9Marks.