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¿Qué le diría Dios a tu ansiedad?
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¿Qué le diría Dios a tu ansiedad?

Todos conocemos bien la ansiedad. Viene junto con la mayoría de las pruebas y de las aflicciones; aumenta cuando las oportunidades desaparecen; habla más fuerte cuando no tengo palabras de consuelo para mi esposa, cuando esa inesperada factura llega a mi bandeja de entrada o cuando  pongo el noticiero para ver otra desgarradora historia de injusticia. Es fácil que mi actual «servicio de información» de la realidad me paralizarse y así olvido la verdad que sí sé. Cuando la ansiedad ataca, a menudo recurrimos a la autocontemplación, el acto de «ser permisivo  o contemplarse excesivamente a uno mismo o a un solo asunto a costa de una visión más amplia». Opuesto a confiar en la promesa de Dios que dice que Él proveerá oleadas de gracia, tiendo a envolverme en una nube de preocupación innecesaria. La ansiedad me ciega frente a la realidad. Cambio la «visión más amplia» de la fidelidad de Dios por las promesas vacías que ofrece la autocompasión, la preocupación y la duda. Afortunadamente, la Biblia tiene algo que decir a los corazones ansiosos. Como un hijo de Dios, tienes un pasado increíble, un futuro infinitamente emocionante y una realidad sólida en la que puedes pararte sin miedo ni preocupación en cualquier circunstancia.

Mira hacia atrás

Cuando se trata de tener esperanza en medio de la lucha, Dios nos llama a ser un pueblo que recuerda. Si miras tu propio pasado por hasta quince segundos, este comenzará a brillar con diez mil misericordias que se reflejan en las olas de esos recuerdos (Lm 3:22). El mar de la gracia del pasado mora aquí y nos invita a ir y beber y recordarla tantas veces necesitemos hacerlo. Podrías pasar fácilmente una semana reviviendo y recordando las muchas provisiones especiales de Dios que llegaron más tarde de lo que querías, pero lo hicieron en el tiempo correcto. Mira más atrás aún a lo largo de las olas y observa los pilares sólidos de nuestra esperanza en Cristo. Ve a Emanuel, la luz que nació y se acercó al mundo agonizante (Mt 1:23). Considera su vida, que la vivió perfectamente, derramada como un sacrificio vivo para ti. Observa la cúspide de la gloria de Dios y nuestra gran esperanza en la cruz (Heb 1:1-3). Mira y cree nuevamente en la resurrección, contempla la ascensión y el reino inaugurado de Cristo, mientras se sentaba a la derecha de Dios el Padre. Mira aún más allá y ve la fidelidad de Dios a su pueblo a través de cada generación terca y rebelde en la historia. Mira como Él lidera con una columna de nube de día y, de noche, con una de fuego (Éx 13:21-22): incondicional y fiel. Presta atención a los tramos más lejanos y ve tu nombre siendo escrito en el libro de la vida, sellado por toda la eternidad (Ap 13:8). Cada uno de tus días fue escrito por Dios antes de la fundación del mundo. ¿Cuánto menos nos preocuparíamos si bebiéramos de estas aguas diariamente, construyendo en nuestros corazones un depósito de defensas que están listas para enfrentar los ataques violentos de la ansiedad y de la incredulidad?

Mira hacia delante

«Ahora bien, la fe es la garantía de lo que se espera [...]» (Heb 11:1). Aunque solo podemos verlo como «en un espejo» (1Co 13:12), nuestro futuro es, por decirlo menos, alucinante. Quizás no tenemos cada detalle, pero ahora tenemos más que suficiente de donde podemos obtener gozo y confianza para hoy. El gran día llegará cuando Jesús aparezca en el cielo en un caballo blanco (Ap 6:2). Él liderará las tropas de Dios en una victoria final sobre Satanás, el pecado y la muerte (Ap 19:20). Seremos testigos de nuevos cielos siendo establecidos en la nueva tierra (Ap 21:2). Dios morará con el hombre; nuestra herencia será Dios mismo (Ap 21:3). En la cena de las bodas del Cordero, todos nos reuniremos para un banquete eterno (Ap 19:7-8). Tendremos el shalom definitivo, un gozo interminable y que constantemente crece por toda la eternidad. No habrá más momentos aburridos o poco interesantes. Serás reunido con tus hermanos y hermanas más cercanos. Las corrientes del río de la vida alegrarán a la ciudad de Dios (Sal 46:4). El pueblo de Dios brillará como el sol (Mt 13:43). Toda la creación estará asombrada ante la revelación de los hijos de Dios (Ro 8:19). Verás a Jesús cara a cara. Solo estas son las cosas que sabemos que vienen; no obstante, Dios tiene incluso más reservado para nosotros (1Co 2:9).

Mira tu presente

Ahora, mira tu vida ahora. Ve tus problemas actuales a través de los lentes del pasado y del futuro y añade estas otras promesas a la mezcla. Esto es lo que la Escritura dice que es cierto sobre ti ahora: dentro de ti hay un manantial del que brota vida eterna (Jn 4:14). El poder que resucitó a Cristo de entre los muerto está obrando en tu ser (Ef 1:19-20). Tienes los frutos del Espíritu (Gá 5:22-23). No puedes perder tu posición frente a Dios, pues eres un hijo o hija adoptado por el Rey (Gá 4:5-6). De acuerdo a su infinita sabiduría, Dios te ha entregado de su abundante gracia, en su justa medida y planeado perfectamente para satisfacer tus necesidades específicas, sean las que sean (Mt 6:33-34). Dios está haciendo todas las cosas para tu mayor bien y te está equipando con todo lo que necesitas para cumplir su voluntad (Ro 8:28; Fil 4:19). Esto es lo que necesita mi corazón ansioso y autocontemplativo. Con los ojos de fe, puedo ver que tengo muchas razones para tener esperanza en que Dios está acompañándome siempre, en cada momento de cada día. Si estás en Cristo, esto es verdad para ti también. Él te ama y anhela que vivas el hoy con la fuerza que entrega la fe en la gracia futura (1P 4:11). Sus promesas no son una retórica abstracta o buenas ideas simplemente. Son reales y confiables —lo mismo ayer, hoy y para siempre—.
Dave Radford © 2015 Desiring God. Publicado originalmente en esta dirección. Usado con permiso.