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Necesitamos modelos
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Necesitamos modelos

«Verdaderamente eres una bendición de Dios, no cabe duda. Eres hermosa en todos los sentidos, de lo exterior a lo interior. ¿Sabes que una de las cosas que más quiero es ser una mujer como tú?». Así le escribe una adolescente a su madre. ¿Crees que una hija, amiga o hermana podría decir eso de ti o de mí? ¿Qué pasaría si, intencionalmente, invitaras a una mujer más joven o menos madura que tú en el Evangelio a venir a tu casa para que te acompañe en los quehaceres, en las tareas escolares, en la preparación de alimentos, en los cambios de pañales, en el lavado de platos, en tu camino en auto al médico, en las compras de manera tal que pudieran ver el Evangelio en acción en tu vida? ¿Qué pasaría si invitaras a una mujer más joven a observar tu vida familiar para que te vea tal y cual eres al ser honesta y transparente en cómo vives el día a día en tu matrimonio y crianza, con tus luchas, alegrías, éxitos y derrotas, sin procurar verte perfecta, sino compartiendo lo que Dios ha hecho a través de Cristo y lo que sigue haciendo todos los días en tu vida hasta que llegues a la gloria eterna? En un mundo lleno de imágenes e información, tenemos muchos modelos que nos prometen libertad y satisfacción. Sin embargo, al parecer, estamos más confundidas que nunca; no sabemos qué hacer con nuestras vidas ni quiénes queremos ser. Muchas mujeres jóvenes ya no tienen a sus madres ni a ningún otro adulto cercano como referente. Aparentemente, estamos más atrapadas en la niebla de la cultura, la cual no ha cumplido su promesa de liberación, sino todo lo contrario. Corremos detrás de metas inalcanzables que nos dejan exhaustas. Los ejemplos de vida que nos presentan valores eternos parecieran estar en vías de extinción. No obstante, eso es justamente a lo que somos llamadas: a ser modelos de virtud, modelos de mujeres que son imperfectas pero profundamente amadas y redimidas por el Padre, modelos de mujeres que aman a Dios y que lo reflejan en su manera de vivir para que otras mujeres vean la belleza de la vida en el Evangelio como un modelo atractivo al cual seguir. En realidad, puede ser que muchas de nosotras no sepamos cómo luce una verdadera mujer de acuerdo a la Palabra. Recordemos lo que dice Tito 2:3-5, 10:
Asimismo, las ancianas deben ser reverentes en su conducta, no calumniadoras ni esclavas de mucho vino. Que enseñen lo bueno, para que puedan instruir a las jóvenes a que amen a sus maridos, a que amen a sus hijos, a que sean prudentes, puras, hacendosas en el hogar, amables, sujetas a sus maridos, para que la palabra de Dios no sea blasfemada [...] sino mostrando toda buena fe, para que adornen la doctrina de Dios nuestro Salvador [...].
Esto ha sido una inquietud para mí hace ya más de una década. ¿Por qué la Biblia es tan clara en esto de ser modelos una de otras cuando tenemos a Cristo mismo como un modelo perfecto? ¿Por qué Dios quiere usar gente imperfecta como tú y como yo para impactar la vida de otras mujeres y sus familias en el presente y para la eternidad? Hace algunos años, cuando mis cuatro hijos eran más pequeños, sentía mi vida como un torbellino de demandas emocionales y físicas, y de múltiples responsabilidades. En esta etapa de mi vida, este pasaje de Tito 2 comenzó a resonar muy fuerte en mi mente y mi corazón. Decir que me sentía con las manos llenas es poco. Todo mi ser, mis extremidades y mi cuerpo entero estaban siempre exigidos. Pero fue en ese momento cuando el Señor me dio esta convicción: invertir en la vida de otras mujeres más jóvenes que yo. El Señor no esperaba que mi casa estuviera muy limpia y ordenada; no esperaba que mis hijos estuvieran durmiendo ni que mi cocina estuviera impecable para que recién ahí pudiera pensar en la idea de compartir su Palabra con otras mujeres.  Descubrí que la vida cristiana se vive en el «hacer» de cada momento, por lo que cada instante de esa etapa, y de la que vivo ahora, son momentos dignos de compartir y de modelar a una mujer más joven o que esté en una etapa diferente a la mía. Y, debo recalcar, que no debe ser necesariamente una mujer más joven cronológicamente, puede ser una mujer mayor en edad, pero con una menor madurez en el Evangelio o una mujer en la misma etapa de la vida que yo, pero con menos experiencia en la vida cristiana. No debemos subestimar lo que Dios puede hacer y enseñar a través de nosotras. Finalmente, todo se trata de Él. Por supuesto que esto no es una tarea fácil. Demanda abrir, primeramente, nuestros corazones y, en segundo lugar, de manera práctica, abrir nuestros hogares. Demanda estar dispuestas a ser vulnerables y humildes con otras, especialmente cuando los niños no muestran su mejor comportamiento o cuando hemos tenido un mal día y estamos agotadas o hemos sucumbido a la tentación y al pecado.  ¡Qué maravilloso es saber que Dios ha decidido mostrar su Evangelio en acción a través de una mujer simple como yo!  Un texto bíblico que describe muy bien el ministerio cristiano, está en 1 Tesalonicenses 2:8. Este pasaje nos muestra un amor práctico basado en el Evangelio: «Teniendo así un gran afecto por ustedes, nos hemos complacido en impartirles no solo el evangelio de Dios, sino también nuestras propias vidas, pues llegaron a ser muy amados para nosotros». Todas podemos compartir lo que hacemos cada día con otras mujeres para ser una bendición al modelar cómo es una vida abundante sin importar las circunstancias. En los años que llevo conociendo a Dios y sirviendo a las mujeres en la iglesia, he tenido el privilegio de ser esta mujer mayor para otras mujeres. Aunque te sientas joven y nueva en el Evangelio, siempre hay una mujer más nueva que tú, que necesita tu guía y tu modelo. Y si eres una «anciana», siempre, y con mayor razón, habrá otras mujeres que se podrían beneficiar de tu experiencia y sabiduría dada por Dios para ayudarles a perseverar en su vida cristiana. No hay excusas. En todo momento y circunstancia, podemos estar apoyándonos unas a otras como mujeres, ya sea que estemos en la etapa de la crianza o experimentando el nido vacío, ya sea que estamos casadas, solteras o divorciadas. Siempre podemos cumplir el propósito de Dios para nosotras dado en Tito 2. Confiemos en que Dios está haciendo un trabajo en nuestras vidas a través de su Espíritu Santo que vive en nosotras. Estos son algunos consejos que quisiera compartir con aquellas que están modelando a otras la vida cristiana o que desean comenzar a hacerlo:
  • Aliméntate e hidrátate bien. Lee tu Biblia regularmente. Léela, por más ocupada que estés, siempre puedes tomar pequeños sorbos de esa agua viva.
  • Ejercítate. Los músculos espirituales también se estiran y se vuelven más fuertes al vivir y poner en práctica la fe en los diferentes aspectos de tu día a día. Recuerda que el Evangelio lo transforma todo.
  • Edúcate. La lectura de buenos libros cristianos sobre la crianza de los hijos, el matrimonio, la resolución de conflictos y la feminidad bíblica te serán de inspiración, te alentarán y desafiarán en medio de un mundo que nos confunde con verdades a medias en cuanto a nuestro rol y a nuestra misión aquí en la tierra. 
  • Nutre tus relaciones. La comunidad de la iglesia local es esencial para que te mantengas en forma para esta labor. Mantén siempre abiertos tus ojos y tu corazón para el evangelismo y el discipulado de otras mujeres.
  • «Toma clases» con modelos expertas. Busca una amistad significativa con otras mujeres mayores o que han caminado con Dios por más tiempo que tú, mujeres que sean maduras en la fe que puedan inspirarte y ser una fuente de la gracia de Dios para ti.
  • Por sobre todas las cosas, pon tu mirada en Jesús. Recuerda que Él es el único modelo perfecto al cual debemos seguir. Él nos modeló una vida de sacrificio, amor y misericordia y es el único capaz de transformar nuestra vida.
La Biblia nos revela que Dios tiene a la mujer en alta estima, la considera fundamental como ayudadora, no solo para el hombre, sino para ayudarnos unas a otras. Afirma, anima y estimula a otras mujeres a ser un modelo para otras. Todas nos necesitamos: solteras, viudas, recién casadas o casadas hace décadas, las que aspiran a la maternidad y las que ya son madres, las que ya tienen el nido vacío y las que desean formar un hogar a la manera de Dios y tal vez no saben cómo. Sí, todas nos necesitamos.