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Evidencias bíblicas del infierno
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Evidencias bíblicas del infierno

¿En verdad un Jesús amoroso hablaría del infierno? Sí, y también lo hace cada autor del Nuevo Testamento. Observemos lo que enseñan.

El infierno en Mateo

En el Sermón del Monte, generalmente conocido por su énfasis en el amor y el reino, Jesús enseña la realidad y naturaleza del infierno (5:20-30; 7:13-27). En Mateo 5:20-30, Jesús contrasta el infierno con el reino de los cielos y advierte que el infierno es un peligro real para los pecadores no arrepentidos. El fuego del infierno, la justicia del infierno, y el sufrimiento extremo del infierno se enfatizan particularmente. La advertencia para quienes no se han arrepentido es que tomen medidas extremas para evitar ser arrojados al infierno por Dios.

A medida que Jesús concluye el Sermón del Monte, contrasta el reino de los cielos con los horrores del infierno (7:13-27). Advierte que el infierno es un lugar de destrucción, descrito como el fin de un camino ancho. El infierno espera a todo aquel que no entra en el reino de los cielos —y aun a aquellos que profesan conocer a Cristo pero continúan pecando—. Jesús es el Juez y Rey que excluye personalmente a los malvados de su presencia y del reino de los cielos («Apártense de mí»; 7:23). En verdad, quienes no siguen a Jesús son como una casa construida sobre la arena que, al final, caerá destruida. Mateo también relata la sorprendente advertencia hecha por Jesús al señalar que los judíos faltos de fe corren el peligro de ir al infierno, el cual es descrito como estar fuera, tinieblas, y un lugar de intenso sufrimiento (8:10-12). Jesús habla del infierno cuando encarga a sus discípulos que no teman a los humanos sino sólo a Dios, «que puede hacer perecer tanto el alma como el cuerpo en el infierno» (10:28). En las parábolas de la cizaña (13:36-43) y de la red (13:47-50), el infierno es visto como exclusión/separación del reino de Dios, y es descrito hablando de fuego y como un lugar de sufrimiento. Jesús, más tarde, describe el infierno como un lugar de «fuego eterno» (18:8) e incluso advierte a los escribas y fariseos sobre el infierno, caracterizándolo como inescapable para los no arrepentidos (23:33). En el Sermón Profético, Jesús habla de un castigo futuro en las parábolas de los siervos (24:45-51), las vírgenes (25:1-13), los talentos (25:14-30), y la sección sobre las ovejas y los cabritos (25:31-46). Surgen diversas verdades sobre el infierno. Es un castigo por desobedecer al maestro; es gráficamente expresado como un lugar donde las personas son cortadas y puestas con los hipócritas (24:51) y como un lugar de sufrimiento (24:51; 25:30). Jesús también describe el infierno como un estar fuera, como un lugar de exclusión/separación (25:10-12, 30), como las tinieblas de afuera (v. 30), como desterrar a alguien de su presencia y del reino («Apártense de mí»; v. 41), y como una condenación/castigo justo (vv. 41, 46). Luego el infierno es descrito como eterno. Es un lugar de «fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles» (v. 41) y de «castigo eterno» (v. 46).

El infierno en Marcos

Marcos 9:42-48 es similar a Mateo 18:6-9 y registra la enseñanza de que el infierno es un castigo por el pecado peor que la muerte y el sufrimiento terrenal. El infierno es exclusión del reino de Dios, un resultado del juicio activo de Dios sobre el pecado, y un lugar de sufrimiento eterno.

El infierno en Lucas

En Lucas 13:1-5, Jesús habla del infierno como un castigo para los no arrepentidos, y quienes están en el infierno son descritos como pereciendo. En Lucas 16:19-31, Jesús llama a ser generosos con los pobres proclamando que la justicia prevalecerá a través del juicio venidero sobre los opresores malvados. El castigo está marcado por el sufrimiento, el tormento, el fuego, la agonía, la exclusión desde el cielo, y su carácter final.

El infierno en Pablo

Requeriría demasiado espacio estudiar todo lo que Pablo escribe, así que pondremos énfasis en Romanos y 2 Tesalonicenses.

En su carta a la iglesia romana, Pablo recalca que judíos y gentiles por igual están bajo pecado, bajo la ira de Dios, y bajo el juicio de Dios. Sólo aquellos que tienen fe en Cristo escaparán. En este contexto, Pablo relata importantes verdades sobre el infierno. Primero, el castigo futuro está conectado con la ira de Dios. Los malvados se encuentran actualmente bajo su ira (1:18-32), son objetos de ira (9:22), acumulan continuamente ira para el día de la ira (2:5-8; 3:5), y pueden ser salvos de la ira sólo por fe en Cristo (5:9-21). Segundo, el castigo futuro es el juicio de Dios. Los malvados son merecidamente condenados bajo el juicio de Dios, que es imparcial, verdadero, justo, y cierto (2:1-12; 3:7-8). Esta condenación es el resultado del pecado y es un justo castigo por el pecado (6:23). Tercero, el castigo futuro consistirá en problemas y aflicción. Este sufrimiento no muestra favoritismo entre judíos y gentiles (2:8-11). Cuarto, el castigo futuro consiste en «muerte» y «destrucción». Los pecadores merecen la muerte (1:32), la paga del pecado es muerte (6:16-23), como pecadores llevamos fruto para muerte (7:5), quienes viven conforme a la carne deberían esperar muerte (8:13), y los pecadores son vasos de ira «preparados para destrucción» (9:22). Quinto, tanto el pecado como el castigo futuro son separación de Cristo («anatema y separado de Cristo»; ver 9:3). A medida que anima a los creyentes que sufren persecución (en 2 Tesalonicenses), Pablo recalca que la justicia de Dios prevalecerá (1:5-10). En sólo unos pocos versículos, Pablo enfatiza diversas verdades importantes sobre el infierno: que es el resultado de la justicia retributiva de Dios sobre los pecadores; que es el castigo para quienes no conocen a Dios y no obedecen el evangelio; que es destrucción eterna; y que es exclusión de la presencia y la majestad de Jesús.

El infierno en Hebreos

Dos pasajes de Hebreos hablan claramente de un juicio futuro. Hebreos 6:1-3 se refiere al castigo futuro de los malos como un «juicio eterno» (6:2), que es una «doctrina elemental» de la fe. Hebreos 10:27-30 describe este juicio como espantoso y temible y como un fuego violento que consumirá a los enemigos de Dios. También enseña que el infierno viene de Dios como castigo, juicio y retribución.

El infierno en Santiago

La carta de Santiago describe el castigo futuro principalmente en términos de destrucción, muerte, justicia, y sufrimiento. En particular, los opresores se marchitan y son destruidos (1:11); el pecado produce muerte (1:15; ver 5:20); y Dios es el Legislador y Juez, poderoso para salvar y destruir (4:12). Santiago enseña que los opresores del pueblo de Dios merecen ser castigados severamente. Este sufrimiento justo es cierto y severo, y es representado gráficamente como miserias, carne consumida por el fuego, y un día de matanza.

El infierno en Pedro y Judas

La segunda carta de Pedro está llena de referencias al infierno, y Judas es un paralelo cercano a 2 Pedro 2. Tanto Pedro como Judas describen el infierno como destrucción (2 Pedro 2:1, 3, 12; Judas 5, 10, 11), como una condenación que pende sobre los malvados (2 Pedro 2:3; Judas 4), y como un foso de tinieblas donde los ángeles rebeldes se hallan reservados para el juicio (2 Pedro 2:4; Judas 6 es similar). Pedro ilustra el castigo futuro con el relato de Sodoma y Gomorra reducidos a cenizas (2 Pedro 2:6) y advierte que Dios reserva a los injustos para el día del juicio manteniéndolos bajo castigo (2:9). Pedro también escribe que el infierno es un lugar de retribución (v. 13) y de las más oscuras tinieblas (v. 17; Judas 13). Judas añade que el infierno es un castigo de fuego eterno (Judas 7, 15, 23).

El infierno en Apocalipsis

Apocalipsis enseña que el infierno es un lugar donde la furia y la ira de Dios se sienten en toda su fuerza (14:10). El infierno es un lugar de intenso sufrimiento, lleno de «fuego y azufre» (14:10; ver el lago de fuego en 20:10, 14-15; 21:8), un lugar donde «el humo de su tormento asciende por los siglos de los siglos» (14:11). El sufrimiento es continuo: «No tienen reposo, ni de día ni de noche» (14:11), y «serán atormentados día y noche por los siglos de los siglos» (20:10).

En Apocalipsis 20:10-15, el apóstol Juan enfatiza que el infierno es un justo castigo para los malvados. Dios arroja al diablo, la Bestia y el Falso Profeta al infierno. Ellos no gobiernan ni tienen poder alguno en el infierno sino que son «arrojados» allí (20:10). El infierno también contendrá a todos aquellos cuyos nombres no estén en el libro de la vida (v. 15). Los tales serán separados de Dios en el infierno (21:6-8) y expulsados del cielo (22:15).

Tres imágenes del infierno

Claramente, el castigo futuro de los malvados es un tema importante en la Escritura. Jesús lo enseña, y así también lo hace cada autor del Nuevo Testamento. Aunque esta breve investigación ha puesto en evidencia un conjunto de verdades sobre el infierno, en el Nuevo Testamento hay tres descripciones claves que son recurrentes:

  1. Castigo. La principal imagen del infierno es un lugar de castigo por el pecado. El castigo es merecido, consiste en sufrimiento, y es eterno.
  2. Destrucción. Esta destrucción es comparada con la muerte, la segunda muerte, la pérdida de todo, y la ruina.
  3. Expulsión. Mientras que el castigo enfatiza el lado activo del infierno, la expulsión muestra el horror del infierno destacando lo que los incrédulos perderán —la razón misma de su existencia, es decir, glorificar y amar a Dios—.

El infierno. Eso es lo que merecemos. Así de pecaminosos somos. Esto es lo que Cristo soportó por nuestra causa, y es algo que debería incitarnos a compartir el evangelio.

Este artículo fue originalmente publicado por Ligonier Ministries en esta dirección.