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Él pasó su última noche cantando
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Él pasó su última noche cantando

El Señor está a mi favor; no temeré ¿Qué puede hacerme el hombre? (Sal 118:6).
Las canciones lo prepararon para morir. El jueves, la noche previa a la crucifixión de Jesús, Él cenó la Santa Cena y cantó una canción santa con sus amigos. «Era el primer día de la fiesta de los panes sin levadura, cuando se sacrificaba el cordero de la pascua» (Mr 14:12). Por lo tanto, Jesús y sus discípulos hicieron lo que siempre hacían en la noche de la Pascua: comieron cordero asado, hierbas amargas y pan sin levadura; tomaron vino; oraron y cantaron según la tradición judía. Sin embargo, Jesús no estaba cumpliendo las formalidades esa noche de jueves; Él estaba terminando su misión, preparando el último Cordero para ser sacrificado. Jesús y sus discípulos cantaron un himno antes de dejar el aposento alto para ir al Monte de los Olivos (Mt 26:30; Mr 14:26). El himno escogido para este santo momento probablemente fue uno de los Salmos del «Hallel» (Salmos 113 al 118), que los judíos normalmente cantaban para concluir la celebración de la Pascua. Probablemente, lo cantaron en dos partes: el líder (Jesús) recitaba las líneas y sus seguidores respondían con el estribillo: «Alabado sea el Señor» («Aleluya»).

Las letras lo prepararon para morir

Muchos días antes, Jesús citó el último Salmo del Hallel para establecer muy claramente el punto de su parábola: «La piedra que desecharon los constructores, esa, en piedra angular se ha convertido; esto fue hecho de parte del Señor, y es maravilloso a nuestros ojos» (Mr 12:10-11; Sal 118:22-23). Él había fijado su rostro como un pedernal para Jerusalén, la ciudad que mata a los profetas. Él había advertido a sus seguidores que sería rechazado por los líderes religiosos, y luego sería asesinado (Mr 8:31). Él predijo que uno de los doce en los que confiaba lo traicionaría, luego despertó a sus somnolientos amigos y se preparó para recibir el beso de Judas (Mr 14:18, 42). Los Salmos sirvieron como el guión para esta santa historia, y Jesús sabía cuál era su parte: Él era el Hijo de David y el Señor de David, la Piedra Angular escogida para el verdadero templo del Señor (Sal 110:1; 118:22). Los Salmos también fueron la banda sonora del alma de Jesús a medida que se preparaba para el abandono, la negación, la denigración y la muerte. A continuación, comparto cuatro líneas melódicas de la música del Jueves Santo:

Jesús bendijo al Señor

Bendice, alma mía, al Señor, Y no olvides ninguno de sus beneficios (Sal 113:2) Pero nosotros bendeciremos al Señor Desde ahora y para siempre. ¡Aleluya! (Sal 115:18).
Jesús no ofreció una alabanza por la prosperidad. Él continuó bendiciendo a su Padre mientras se preparaba para el rechazo. La alabanza lo preparaba para la traición de Judas, para la negación de Pedro, para las mentiras de los testigos, para la burla de la multitud. La alabanza lo preparó para entrar en la oscuridad y llevar la cruz solo. El Hijo cantó lo que era verdadero, justo y bueno aun cuando la falsedad, la injusticia y el mal parecían llevar la ventaja. Los Salmos de alabanza anclaron el alma de Jesús y lo impulsaron hacia adelante para terminar su misión.

Jesús esperaba con ansias la vida después de la muerte

Pues Tú has rescatado mi alma de la muerte, Mis ojos de lágrimas, Mis pies de tropezar. Andaré delante del Señor En la tierra de los vivientes (Sal 116:8–9) Estimada a los ojos del Señor Es la muerte de sus santos (Sal 116:15)
Los Salmos le recordaron a Jesús no solo que su muerte justa era preciada para su Padre, sino que también la muerte no tendría la última palabra. Aunque el salmista esperaba ser liberado del umbral de la muerte, Jesús sabía que Él debía experimentar las profundidades de la muerte para vencerla para siempre. La muerte no pudo retener al Autor de la vida (Hch 3:15). Él tomaría su cruz el viernes seguro de que que Él saldría de la tumba el domingo. Dios no protegió a su Hijo de la muerte, sino que lo llevó por medio de la muerte a la tierra de los vivientes.

Jesús levantó su copa

Alzaré la copa de la salvación E invocaré el nombre del Señor. Cumpliré mis votos al Señor, Sí, en presencia de todo su pueblo (Sal 116:13-14).
La tarde del jueves, Jesús tomó una copa, dio gracias e invitó a sus discípulos a beber del vino que representa su sangre. Luego, en Getsemaní, Jesús le rogaba a su Padre que quitara esa copa —la copa de la ira de Dios (Is 51:17; Sal 75:8)—; sin embargo, se sometió a la voluntad de Dios. La copa de Jesús contenía una extraña infusión: ira y redención; abandono y perdón; amargura y bendición. El Hijo obediente mantuvo sus votos y voluntariamente bebió la copa que el Padre le dio. Él dio su vida para tomar «la copa de la salvación» por nosotros.

Jesús aceptó la ayuda de Dios y esperó el triunfo supremo

El Señor está a mi favor; no temeré. ¿Qué puede hacerme el hombre? El Señor está por mí entre los que me ayudan; Por tanto, miraré triunfante sobre los que me aborrecen (Sal 118:6–7).
Los Salmos le recordaron a Jesús que Dios estaba con Él y que no había necesidad de temerle a ningún hombre (al gobernador poderoso, a los sacerdotes burlones, a los brutales soldados o a la multitud boquiabierta). «¿Qué puede hacerme el hombre?». Pueden calumniar y asesinar, pero no pueden frustrar los planes de Dios. Jesús no se defendió de las mentiras y de los latigazos, porque Él aceptó su misión esperó su vindicación. Él no buscó venganza, sino que oró por sus perseguidores y se encomendó en las manos de su Padre. Mientras sus opositores con gusto intentaron terminar con Él, Jesús cumplió la Escritura y declaró: «¡Consumado es!» (Jn 19:30). Los Salmos de alabanza sirvieron como la melodía del Jueves Santo. El Hijo bendijo a su Señor incluso en sus horas más oscuras. Él esperó con ansias la vida después de la muerte. Él levantó la copa de salvación y mantuvo sus promesas. Él aceptó la ayuda de Dios y esperó el triunfo supremo. Estas canciones de la Escritura fortalecieron a nuestro Salvador para soportar la cruz del viernes y esperar el triunfo del domingo.
Brian Tabb © 2019 Desiring God. Publicado originalmente en esta dirección. Usado con permiso.