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Photo of ¿Qué significa que las mujeres deben someterse a sus maridos? (Efesios 5)
¿Qué significa que las mujeres deben someterse a sus maridos? (Efesios 5)
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¿Qué significa que las mujeres deben someterse a sus maridos? (Efesios 5)


Este artículo es parte de la serie Pasajes difíciles publicada originalmente en Crossway.

Lee el pasaje

22 Las mujeres estén sometidas a sus propios maridos como al Señor. 23 Porque el marido es cabeza de la mujer, así como Cristo es cabeza de la iglesia, siendo El mismo el Salvador del cuerpo. 24 Pero así como la iglesia está sujeta a Cristo, también las mujeres deben estarlo a sus maridos en todo. 25 Maridos, amen a sus mujeres, así como Cristo amó a la iglesia y se dio Él mismo por ella, 26 para santificarla, habiéndola purificado por el lavamiento del agua con la palabra, 27 a fin de presentársela a sí mismo, una iglesia en toda su gloria, sin que tenga mancha ni arruga ni cosa semejante, sino que fuera santa e inmaculada. 28 Así deben también los maridos amar a sus mujeres, como a sus propios cuerpos. El que ama a su mujer, a sí mismo se ama. 29 Porque nadie aborreció jamás su propio cuerpo, sino que lo sustenta y lo cuida, así como también Cristo a la iglesia; 30 porque somos miembros de Su cuerpo. 31 por esto el hombre dejará a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y los dos serán una sola carne. 32 Grande es este misterio, pero hablo con referencia a Cristo y a la iglesia. 33 En todo caso, cada uno de ustedes ame también a su mujer como a sí mismo, y que la mujer respete a su marido (Efesios 5:22-33).

La autoridad y el diseño de Dios

En cada una de las tres secciones del código para el hogar de Pablo (Ef 5:22-33; 6:1-4; 6:5-9), primero se dirige a los que están bajo autoridad (esposas, hijos y esclavos) antes de dirigirse a aquellos en posiciones de autoridad (esposos, padres y amos). A las esposas se les ordena someterse a sus maridos. Las palabras «sus propios» (idios) indican que Pablo se está dirigiendo a «esposas» y no a «mujeres» en general. También indican que no se espera que una esposa se someta al esposo de alguien más, sino específicamente a su propio esposo. El uso de la voz media del verbo (tomado de Efesios 5:21) enfatiza la naturaleza voluntaria de la sumisión. En otras palabras, Pablo dice que una esposa debe someterse voluntariamente a su esposo, pero en ninguna parte dice que los esposos deben exigir la sumisión de sus esposas, porque no deberían necesitar hacerlo. A continuación, Pablo ofrece una comparación («como al Señor»), que proporciona la motivación para la sumisión de las esposas a sus esposos. Cuando una mujer se somete voluntariamente a su marido, simultáneamente se somete al Señor. Luego, Pablo ofrece una razón por la cual las esposas deben someterse a sus esposos. Él dice: «Porque el marido es cabeza de la mujer» (Ef 5:23). Una esposa debe someterse a su marido porque Dios ha puesto al marido en un rol de autoridad sobre su mujer. «Cabeza» aquí representa claramente «autoridad sobre» y no «fuente» (Ef 1:22; 4:15). Nota que Pablo no basa su argumento en la cultura o en las normas sociales. En cambio, lo basa en el rol de liderazgo que Dios ha designado para el esposo (1Co 11:3-12; 1Ti 2:11-13). La sumisión no implica una inferioridad inherente. Cristo es igual en estatus al Padre, pero voluntariamente se somete a la voluntad de su Padre (1Co 15:28). De la misma manera, la mujer es igual en valor y dignidad que el hombre, debido a que ambos son creados a imagen de Dios. Sin embargo, según el diseño de Dios, el hombre y la mujer asumen roles diferentes en la relación matrimonial. De nuevo, Pablo hace una comparación: «como Cristo es la cabeza de la iglesia». Cristo es la cabeza de la iglesia de la misma manera que el esposo es la cabeza de su esposa. Pablo aclara además que la iglesia es el «cuerpo» de Cristo, una imagen usada anteriormente en Efesios (Ef 1:23; 2:16; 4:4, 12, 16). Cristo se relaciona con la iglesia como «su Salvador», ya que la redimió para sí mismo. Padre (1Co 15:28). De la misma manera, la mujer es igual en valor y dignidad que el hombre, debido a que ambos son creados a imagen de Dios. Sin embargo, según el diseño de Dios, el hombre y la mujer asumen roles diferentes en la relación matrimonial. De nuevo, Pablo hace una comparación: «como Cristo es la cabeza de la iglesia». Cristo es la cabeza de la iglesia de la misma manera que el esposo es la cabeza de su esposa. Pablo aclara además que la iglesia es el «cuerpo» de Cristo, una imagen usada anteriormente en Efesios (Ef 1:23; 2:16; 4:4, 12, 16). Cristo se relaciona con la iglesia como «su Salvador», ya que la redimió para sí mismo. Efesios 5:24 reafirma la admonición anterior invirtiendo el orden: «Pero así como la iglesia está sujeta a Cristo, también las mujeres deben estarlo a sus maridos en todo». Así como la iglesia se somete voluntariamente a Cristo, así también las esposas deben someterse libre y voluntariamente a sus maridos. La frase preposicional «en todo» no debe tomarse de manera absoluta, ya que una esposa no debe sujetarse a su esposo en asuntos pecaminosos, dañinos o contrarios a los mandamientos de Dios (Hch 5:29). Y, sin embargo, estas palabras no están condicionadas por el amor del marido por su mujer. Aunque puede haber excepciones, el enfoque del pasaje está en la importancia de la sumisión voluntaria de la esposa al liderazgo de su esposo (incluso si su esposo no es creyente).

Amor sacrificial

Después de ordenar a las esposas a que se sometan a sus esposos, Pablo dirige su atención a los esposos al ordenarles que amen a sus esposas. Sobre la base de otros textos antiguos, es algo inesperado que Pablo exhorte a los esposos a amar a sus esposas en lugar de exhortarlos a gobernar o dominar a sus esposas. En la literatura judía extrabíblica, rara vez se exhortaba a los esposos a amar a sus esposas, y el verbo «amar» (agapao) nunca se usó en los códigos domésticos grecorromanos en relación a los deberes de los esposos. Aquí el mandato es seguir a Cristo por el camino del amor. El hecho de que esta exhortación se repita significa que es importante (Ef 5:28, 33; cf. Col 3:19). La manera en que los esposos deben amar a sus esposas se compara con la manera en la que «Cristo amó a la iglesia» (Ef 5:25). El amor de Cristo por su novia (la iglesia) se convierte en el estándar por el cual los esposos deben amar a sus esposas. Específicamente, el amor de Cristo es demostrado más claramente en cómo «se dio Él mismo por ella». Su amor fue por iniciativa propia y abnegado. El paralelo, sin embargo, no debe presionarse. Un esposo debe ser como Cristo en su amor abnegado, pero él no muere en su lugar, ni la santifica ni la purifica. Sin embargo, debe estar dispuesto a sacrificar todo para proteger y cuidar a su esposa. Efesios 5:26-27 introduce tres cláusulas de propósito que identifican la meta del amor abnegado de Cristo por la iglesia. Primero, Cristo se entregó a sí mismo por la iglesia «para santificarla» (Ef 5:26). «Santificar» (hagiazo) significa hacer santo o apartar, y el concepto se deriva de la práctica del Antiguo Testamento de apartar algo o alguien para Dios (Lv 8:11-12; 11:44; 16:16-19). ¿Cómo es que Cristo santifica a su esposa? Él «habiéndola purificado por el lavamiento del agua con la palabra». Es decir, la iglesia es santificada y purificada por el poder purificador del Evangelio. La mayoría de los comentaristas han tomado la referencia al «lavamiento del agua» como una referencia al bautismo, la forma bíblica de purificación más conmovedora, en la que Cristo limpia para sí mismo a un pueblo (1Co 6:11; Tit 3:5). El lenguaje aquí puede extraerse además de la imagen del baño nupcial que se encuentra en Ezequiel 16:8-14. Específicamente, Pablo escribe que la iglesia es limpiada por la «palabra» (rhema), que muy probablemente se refiera al Evangelio (Ef 6:17; Ro 10:8, 17; Heb 6:5; 1P 1:25). Segundo, Cristo santifica a la iglesia «a fin de presentársela a sí mismo, una iglesia en toda su gloria» (Ef 5:27). La idea de presentar probablemente alude a la costumbre judía de presentar a la novia, que aquí se aplica a la presentación que Cristo hará de la iglesia en su segunda venida (cf. 2Co 11:2, donde Pablo presenta a la iglesia como una virgen pura a Cristo). Al final de los tiempos, cuando Cristo presente a la iglesia en toda su gloria, ella no tendrá «mancha ni arruga ni cosa semejante» (Ef 5:27). La falta de «mancha» o «arruga» habla de la perfección y belleza externa de una novia joven que no tiene defecto físico. Estos términos aquí, sin embargo, se usan espiritualmente para representar la pureza y la excelencia moral de la iglesia. La cláusula de propósito final amplía la declaración anterior en negativo y aclara que Cristo presentará a la iglesia sin ningún defecto para que «sea santa e inmaculada». Antes, Pablo había recordado a sus lectores que Dios los escogió antes de la fundación del mundo para que fueran «santos y sin mancha» (Ef 1:4).

Amor como Dios lo quiso

Por segunda vez, Pablo exhorta a los esposos a amar a sus esposas. La frase introductoria «Así» (Ef 5:28) une la afirmación con los versículos anteriores (Ef 5:25-27): «así como Cristo amó a la iglesia [...]. Así deben también los maridos amar a sus mujeres». La repetición del verbo «amar» indica su importancia en este pasaje (Ef 5:25, 28, 33). Pablo agrega una segunda comparación, al afirmar que los esposos deben amar a sus esposas «como a sus propios cuerpos». Algunos ven esta declaración como inesperada (ya que el texto pasa del amor de Cristo al amor propio) o demasiado denigrante (ya que somete a las esposas al egoísmo de sus esposos). Pablo, sin embargo, da un ejemplo práctico y concreto de amor en la relación de matrimonio. Así como es natural que un hombre se ame, se cuide y se proteja a sí mismo, de la misma manera debe amar, cuidar y proteger a su esposa. Además, el último ejemplo de alguien que ama su propio cuerpo es demostrado en Cristo, quien amó su propio cuerpo (la iglesia) hasta la muerte (Ef 5:25). La frase final en Efesios 5:28 («El que ama a su mujer, a sí mismo se ama») introduce una explicación entre paréntesis de la cláusula anterior («como a sus propios cuerpos»). Demuestra que el punto de Pablo no es meramente discutir el amor de un hombre por su propio cuerpo, sino señalar cuán natural debe ser que un esposo ame a su esposa. Es posible que Pablo esté aplicando el segundo gran mandamiento: «[...] amarás a tu prójimo como a ti mismo [...]» (Lv 19:18). Dado que la esposa puede ser considerada como el «prójimo» más cercano del esposo, este texto se aplicaría especialmente a la relación matrimonial. Además, debido a que el esposo y la esposa se vuelven «una sola carne» (Ef 5:31), cuando el esposo ama a su esposa, también se ama a sí mismo. Para que no se malinterprete, Pablo aclara sus comentarios previos sobre el amor propio del esposo. Él escribe: «Porque nadie aborreció jamás su propio cuerpo, sino que lo sustenta y lo cuida» (Ef 5:29). Aunque Pablo usa la palabra «carne» (sarx) con una connotación negativa, aquí simplemente se refiere al cuerpo físico. Además, las palabras «carne» y «cuerpo» (soma) se usan de manera intercambiable en este contexto (cf. 1Co 6:16), y el uso de «carne» aquí anticipa la cita de Génesis 2:24 en Efesios 5:31. Aunque puede haber muchas excepciones, generalmente es verdad que las personas no se odian a sí mismas. En lugar de eso, una persona promedio naturalmente se cuida, lo cual se evidencia en el hecho de que nutre (sustenta) y aprecia (cuida) su propio cuerpo. Entonces, un esposo debe estar atento a las necesidades de su esposa. Pablo nuevamente usa la relación Cristo-iglesia para hacer una comparación («así como también Cristo a la iglesia»). Así como Cristo sustenta y cuida a la iglesia, el esposo naturalmente debe sustentar y cuidar a su esposa. A continuación, Pablo ofrece una razón por la cual Cristo sustenta amorosamente y cuida con ternura a su pueblo: «porque somos miembros de su cuerpo» (Ef 5:30). De manera similar, los esposos deben cuidar a sus esposas como a sus propios cuerpos. Así, la unión de los creyentes con Cristo es semejante a la unión en una sola carne de esposo y esposa. En Efesios 5:31, Pablo cita Génesis 2:24, que es la declaración más fundamental del Antiguo Testamento en referencia al plan de Dios para el matrimonio[1]. Lo que hace que esta cita sea difícil de interpretar no es el contenido, sino cómo se conecta con lo que Pablo acaba de decir. Si se vincula con la relación de un esposo con su esposa, Pablo está diciendo: «El esposo debe amar a su esposa porque son una sola carne, tal como Dios lo dispuso desde el principio». Sin embargo, el contexto más inmediato (Efesios 5:30, «porque somos miembros de su cuerpo») se refiere a Cristo y a la iglesia, no a la relación marido/mujer. El propósito de la cita se centra en la última frase de la cita («los dos serán una sola carne»). Aunque la cita es aplicable tanto a la relación entre Cristo y la iglesia como a la relación entre un esposo y su esposa, la primera relación es el enfoque principal de Pablo; en Efesios 5:32 declara explícitamente que tiene la intención de que la cita se refiera a Cristo y a la iglesia. El hecho de que Pablo no está hablando solo de la relación marido y mujer se vuelve evidente en Efesios 5:32. «Grande es este misterio, pero hablo con referencia a Cristo y a la iglesia». Pablo llama a la relación entre Cristo y la iglesia un «misterio», que, en la manera en que Pablo usa esa palabra, se refiere al plan de Dios que antes estaba escondido, pero que ahora es revelado en Cristo (Ef 1:9; 3:3-4, 9; 6:19; Ro 16:25). Segundo, Pablo llama a este misterio «grande» (megas) o profundo, haciendo énfasis a la magnitud o significado del misterio. Tercero, Pablo identifica específicamente el misterio refiriéndose a «Cristo y a la iglesia». Tal como el primer Adán fue unido a su esposa y se volvieron una carne, de la misma manera el último Adán es unido a su esposa para que ella se vuelva una sola carne con Él. Nota que el argumento de Pablo cita la relación de Cristo con la iglesia como el modelo sobre el cual se modelan las relaciones matrimoniales humanas, y no al revés. El misterio no es simplemente la relación Cristo-iglesia, sino más específicamente la «interacción del matrimonio humano y el matrimonio divino entre Cristo y su pueblo [...]. Un matrimonio cristiano [...] reproduce en miniatura la belleza compartida entre el Esposo y la Esposa»[2]. Dios creó el matrimonio humano para que su pueblo tuviera una categoría para entender la relación entre Cristo y su iglesia.

Amor sin excepción

Pablo ahora regresa a su tema original de la relación marido y mujer (señalado por el «En todo caso») y ofrece un resumen final. Esta vez, sin embargo, se dirige primero a los esposos («cada uno de ustedes ame también a su mujer como a sí mismo»), haciendo su apelación enfáticamente personal («cada uno»). Un enfoque tan fuerte en el individuo subraya que Pablo espera que cada marido (y mujer) adopte personalmente estos estándares divinos. En esencia, Pablo está declarando que nadie está exento de cumplir diligentemente estos mandamientos. La exhortación al esposo de amar a su esposa como a sí mismo es similar a las exhortaciones anteriores de Pablo (Ef 5:25, 28). El encargo a la esposa, no obstante, es ligeramente diferente. Mientras que antes las esposas fueron exhortadas a someterse a sus esposos, aquí son exhortadas a respetarlos («que la mujer respete a su marido»). El verbo traducido como «respeto» (phobeomai) a menudo se traduce como «temor» en el Nuevo Testamento. La idea en este contexto no es terror, sino respeto reverencial basado en la posición de autoridad que Dios le ha dado al esposo. Ten en cuenta también que no hay condiciones para estos mandatos. El esposo debe amar a su esposa, independiente de si ella se somete a su liderazgo voluntariamente. De manera similar, la esposa debe someterse y respetar a su esposo, independiente de que él la ame o no como Cristo amó a la iglesia.

Este artículo es una adaptación del libro ESV Expository Commentary: Ephesians-Philemon (Volume 11)  [Comentario Expositivo de la versión ESV: Efesios-Filemón (Volumen 11)] editado por Iain M. Duguid, James M. Hamilton Jr., y Jay Sklar.

Este artículo fue publicado originalmente en inglés y traducido con el permiso de Crossway.

[1] Peter T. O’Brien, The Letter to the Ephesians [Carta a los Efesios], PNTC (Grand Rapids, MI: Eerdmans; Leicester: Apollos, 1999), 429.

[2] Ibid., 433–434.