volver
Photo of Aliento para la esposa del pastor
Aliento para la esposa del pastor
Photo of Aliento para la esposa del pastor

Aliento para la esposa del pastor

Ser esposa de un pastor no es fácil. Una vez escuché de una esposa de pastor que cuando su esposo estaba siendo comisionado al ministerio pastoral se le había acercado a ella una mujer y le había dicho: «desde ahora tienes prohibido tener amigas dentro de la iglesia». Según ella, esas amigas podrían tener privilegios sobre las otras por el solo hecho de ser amigas de la esposa del pastor. También recuerdo haberme sorprendido cuando en una reunión de mujeres de mi escuela bíblica nos enseñaron lo que podríamos hacer cuando nuestros esposos fueran pastores de una iglesia y se empezaran a levantar criticas sobre él.

Mis luchas

¿Cómo las enfrentaría?, ¿con quién podría desahogarme?, ¿en quién me apoyaría si para algunas de nosotras estaba prohibido tener amigas? O simplemente, ¿si yo hablara todo lo que me pasa, que pensarían los demás de mí? Quizás me mirarían como alguien que es «poco santa» o «poco misericordiosa» hacia la iglesia o hacia alguna persona. ¿Qué debo hacer cuando alguien me regala algo «de alto valor»? Debo justificarlo cada vez que lo notan los demás afirmando que es algo que me regalaron y no algo ¡que me compré yo! ¿Qué hacer cuando los números del presupuesto no cuadran?, ¿hasta cuándo mostrar amor cuando hay malos tratos hacia tus hijos en la escuela?, ¿cuánto más persevero?, ¿puedo decir lo que siento, lo que pienso sin censura? Hay veces que no solo luchamos con las cosas antes mencionadas, sino que también nos encontramos ¡luchando contra el mismo pastor! ¿Por qué mi esposo no busca guardar y proteger nuestro «día libre»?  Recuerdo el día que me di cuenta que no tendría nunca más un «fin de semana normal» como el resto y solo tendría ese día libre que muchas veces no es suficiente. Lloré un día entero.

Mi mayor lucha

Al recordar estas historias que he vivido y he escuchado, pienso cuán sola a veces podemos estar como esposas de pastores, muchas veces sobreviviendo como de costumbre, tratando de apoyar a nuestros esposos en la iglesia cuando lo único que queremos en ciertas ocasiones es que ¡haya tenido otro trabajo! Podemos ver que este llamado muchas veces es ingrato y nos preguntamos: ¿la gente no ve todo lo que trabaja mi esposo?, ¿no ven el tiempo familiar que hemos invertido? Podríamos pelear contra muchos y encontrar ciertos momentos muy injustos. Si bien hay muchas luchas que enfrentamos al estar casadas con un pastor: soledad, rabia, tristezas tragadas y no desahogadas; lejos una de mis mayores luchas ha sido conmigo misma. Me he dado cuenta que tengo temas no saldados con Dios y eso ha afectado en parte mi servicio en el ministerio. Me he tenido que preguntar: ¿cómo me relaciono con los demás?, ¿cómo reacciono frente a ciertas circunstancias? Ser esposa de pastor me ha mostrado que mi mayor lucha está en mi corazón. He visto en mi corazón que necesito que me valoren, que me muestren cariño, que mi esposo pase más tiempo conmigo. Necesito saber que lo que hago lo estoy haciendo bien y que los demás lo aprueben. He gastado tiempo en pelear batallas en las cuales Dios me ha dicho que estaba a cargo y lo sigue estando, pero insisto en pelearlas a mi manera. He llorado por las veces que he sentido que me han tratado injustamente, queriendo que Dios salga al encuentro y cambie las circunstancias en vez de enfocarme en lo que él quiere mostrarme y enseñarme en este proceso. Finalmente, mi lucha en mi corazón ha evidenciado que es muy diferente llorar peleando en mis fuerzas que llorar en sus brazos y esperar a ver como él restaura las cosas.

¿Realmente creo lo que creo?

Durante este verano mi esposo me trajo un libro de regalo[1] que me ayudó a contestar esta pregunta: ¿realmente creo lo que creo? He dicho tantas veces que Jesús es mi Señor, pero realmente en muchas ocasiones no he dejado que tome el control de todas las áreas de mi vida y no he dejado que me enseñe para poder ver su gracia sobre mis circunstancias. De esta manera, mi servicio en el ministerio se basa en mis experiencias y mis creencias. Por ejemplo, hay cajones de mi historia que no he querido abrir, pues son dolorosos y no estoy dispuesta a perdonar. Lo que estoy pensando acerca de Dios es que él no puede ayudarme a perdonar; esto es muy grande y es mejor que Dios no se meta acá. Necesito volver a recordar que el Dios en el cual creo es capaz de restaurar y de redimir toda circunstancia por la cual haya pasado y esté pasando. Si dejo que él me enseñe la raíz de dónde vienen estas actitudes, enojos y frustraciones que se evidencian en mi servicio como esposa de pastor habré podido hablar más de SU sublime gracia con la cual he sido abrazada. Puedes decirme, «suena muy lindo y fácil en el papel, pero vivirlo es otra cosa». Es cierto, pero créeme que mientras escribo y recuerdo mis historias puedo decir contigo: ¡sí! no es fácil, para nadie lo es.

Una propuesta

Mi corazón se desvía muchas veces y es en esos momentos cuando necesito de tu ayuda, querida colega. Necesito que me recuerdes lo que estoy olvidando del Evangelio. Cuando te estoy abriendo mi corazón sin censura, necesito que me recuerdes (así como lo hacen las biografías de grandes mujeres) CUÁN  grande es el Dios al cual servimos; recuérdame que ÉL está a cargo, lo estuvo y lo estará. ¡Recuérdame que necesito a JESÚS todo el tiempo! Recordarnos esto unas a otras nos ayudará cuando fracasemos, cuando vengan las críticas, cuando el dinero nos falte, cuando los hijos lo estén pasando mal y no hay quién te sostenga. Cuando veas que Dios te llama a abrir ciertos «cajones» de tu vida que están cerrados pero aunque estén cerrados aun siguen haciéndote daño; recuerda y recuérdales a tus compañeras que Dios es capaz de sanar, de restaurar y de darnos el poder para perdornar, porque aunque lo sabemos de memoria, muchas veces se nos olvida. El Evangelio nos recuerda que no somos invisibles para Dios, en medio de todas nuestras situaciones Dios está a cargo y él tiene cuidado de nosotras, de nuestros hijos y de nuestros amados esposos. Cuando le creemos a nuestros corazones y nos ponemos ingratas, necesitamos recordar todas las veces que Dios nos mandó su ayuda, que nos afirmó que no estábamos solas, que nos alegró el alma al ver el privilegio que tenemos de estar casadas con un pastor. ¡Que el Evangelio nos ayude a no olvidar la belleza y el poder de NUESTRO Salvador! ¡Jesús es más hermoso de lo que nuestras frustraciones nos dicen que es! ¡Jesús es más poderoso de lo que nuestras angustias nos dicen que es! Sus misericordias sobre nuestras vidas son nuevas cada mañana. Nos mira con paciencia cada vez que nos equivocamos y pecamos. Cuán amoroso ha sido con cada una de nosotras las veces que le hemos dicho que cambiaremos algo que no está bien y finalmente no cumplimos nuestra promesa.  Necesitamos ayudarnos unas a otras a recordar, a fijar nuestros ojos en Cristo «tan lleno de gracia y amor… y lo terrenal sin valor será, a la luz del glorioso Señor». Te propongo algo, querida colega, esposa de pastor: vamos a conversar, vamos a apoyarnos, vamos a deleitarnos ¡en el Dios de nuestra Salvación! Vamos a animarnos y a ser esas aplicaciones del celular que nos recuerden nuestros  deberes, que nos recuerden la belleza y la grandeza de Jesús. Querida esposa de pastor, que el Dios que nos ha cambiado la vida, que nos ha enamorado el alma te bendiga, que puedas sentir su abrazo y compañía. Dios renueve tus fuerzas, pula tu armadura y te ayude a ponerte de pie otra vez en sus fuerzas. Dios nos ayude a deleitarnos en ser esposas de pastor y anime nuestra alma a amar como ÉL ama y a mirar como ÉL mira. Tenemos una hermosa bendición. ¡A Jesús la gloria por tanta gracia derramada!

[1] What Do You Think of Me? Why I Do Care? Answers to the Big Questions in Life [¿Qué piensas de mí? ¿Por qué me importa? Respuestas a las grandes preguntas de la vida]. Edward T. Welch.

Photo of Soy esposa de pastor, ¿puedo tener amigas?
Soy esposa de pastor, ¿puedo tener amigas?
Photo of Soy esposa de pastor, ¿puedo tener amigas?

Soy esposa de pastor, ¿puedo tener amigas?

Quizás se preguntarán por qué sería bueno hablar acerca de si la esposa de pastor debiera tener amigas. Parece obvio que sí, pero para muchas no lo es. En un retiro para esposas de pastores, una vez escuché a una mujer decir que, cuando ordenaron a su esposo al pastorado, una señora de su congregación se le acercó para decirle que desde ahora tendría prohibido tener amigas en su iglesia. Le pregunté por qué. Ella me contestó que, según esta hermana, cualquiera que fuera su amiga causaría en las demás algún tipo de desventaja, ya que al estar más cerca de la esposa del pastor, tendría más privilegios. La verdad es que muchas iglesias, personas e incluso nosotras mismas como esposas de pastores, tenemos expectativas que no necesariamente apuntan a una verdad bíblica. Hay tradiciones, estándares o anhelos que si bien pueden ser buenos, si no los ponemos ante la verdad del Evangelio, son una carga en vez de una bendición. Soy mamá de tres hijas y esposa de pastor. Cuando tuve la oportunidad de escribir acerca de este tema, me sentí honrada y privilegiada porque el tema de la amistad es para mí de extrema belleza y valor. Todo lo que aquí te contaré lo he experimentado gracias al Evangelio y me ha permitido gozarme en lo que Él me ha regalado. La pregunta de fondo es si la esposa de un pastor debería tener amigas en su congregación. ¿Es importante que las tenga? Si es un sí, ¿de dónde debieran salir estas amigas? ¿Debería tener solo amigas fuera de su iglesia? Ahora, más que contestar estas preguntas, me gustaría sugerir que este es un tema que aborda nuestro corazón y quiero invitarte a que juntas permitamos que Dios nos examine y nos desafíe:
Examíname, oh Dios, y sondea mi corazón; ponme a prueba y sondea mis pensamientos (Salmo 139:23, NVI).
Amada hermana, que como yo estás casada con un pastor, quisiera compartir contigo tres preguntas que puedes hacerte para examinar tu corazón, para ver más claramente el Evangelio de Jesús y para vivir más plenamente en Él en cuanto al tema de la amistad.

¿Qué dice mi corazón?

Cada una de nosotras tiene una historia. Cada una de nosotras ha pasado por diferentes circunstancias, algunas han experimentado la belleza de la amistad y otras la traición. Muchas veces, lo que nos queda no son buenos recuerdos ni mucho menos ánimo de volver a encontrar alguna nueva amiga. El dolor nos recuerda experiencias no gratas y el recuerdo de esas experiencias se transforma en futuras señales de advertencia de algo peligroso para nuestros corazones. De ese modo, cuando nos vemos enfrentadas a algo similar, nuestra mente se protege e inmediatamente retrocedemos. Y así no damos pasos (ni queremos darlos) para tener una nueva amistad. Además, nos pasa que no queremos mostrarnos tan honestas ni vulnerables. No queremos mostrar la realidad del ministerio que muchas veces no es nada romántico. Si bien es una bendición estar sirviendo a Dios en el ministerio pastoral, también trae sacrificios, renuncias y soledad. Esto es difícil de compartir, ya que luchamos con lo que el resto pensará de nosotras o de nuestros esposos al contarles a otros de esto. La verdad es que necesitamos examinar nuestros corazones a la luz del Evangelio para ver si es que realmente hacemos esto porque deseamos cuidar la fe de nuestras hermanas o simplemente porque no queremos que cambie la imagen que otros tienen de nosotras. Esto desafía nuestra honestidad.

¿Qué dicen los demás?

Como te conté al principio, hay expectativas que las personas tienen con respecto a tu rol. Muchos esperan que por ser esposa de pastor tienes que hacerte cargo del ministerio de niños y/o del ministerio de mujeres, que sepas tocar guitarra, que nunca nos quejemos, que nunca estemos tristes, que nuestra fe siempre esté firme y que perseveremos frente a todo, pero no es así. Si esto fuera posible, seríamos mujeres que no necesitan un Salvador. Y no es así, necesitamos a Jesús día tras día. No es difícil imaginar cómo estas expectativas no ayudan en nada a que podamos profundizar en relaciones verdaderas de amistad. Entonces, ¿qué dice tu corazón? ¿Cuáles son las expectativas de los demás en tu contexto? Junto con lo que dice nuestro corazón y lo que los demás piensan de nosotras, podemos ver que tal vez nuestro corazón realmente no busca tener una amistad porque no sentimos la confianza de ser quienes somos o porque otras no nos ven como realmente somos. De una u otra forma, hablamos de lo mismo. Estamos mirando la amistad con los lentes de un evangelio basado en las apariencias y no desde los lentes del Evangelio de Cristo.

¿Qué dice Dios?

Cada mujer tiene su historia. Cada una de nosotras puede ver sus circunstancias de diferentes maneras. Pero si lo piensas, hay algo que todas tenemos en común con nuestras hermanas: la etapa en la que estamos viviendo. Dentro de la gran historia de Dios, todas nosotras estamos entre la caída y nuestra redención final. Este tiempo es llamado el «ahora pero todavía no» y se refiere a que aún estamos viviendo en un mundo roto, caído que nos afecta a todos. En esta etapa, mi propio pecado me afecta y también afecta a los demás. Todos hemos sido heridos y también hemos herido. Todas hemos experimentado la vida en un mundo roto y sus consecuencias, pero al mismo tiempo estamos viviendo en la seguridad de la redención. Después de que todo se quebró en Génesis 3, todo se echó a perder. Necesitábamos a Alguien que saliera al rescate. Necesitábamos a Alguien que arreglara este desastre, que tuviera el poder para redimir nuestras historias dañadas y sanar nuestras heridas. Gracias al amor de Dios, podemos deleitarnos en esta parte de nuestra historia, ya que, aun cuando vivimos en un mundo roto, podemos ver destellos de su belleza y podemos ver como Jesús salió a nuestro encuentro. Hay tantas verdades con las cuales podemos alentarnos a seguir corriendo esta carrera juntas. Por ejemplo, recuerda dónde estás parada. ¡Un cimiento sólido, inamovible! ¡Cuán inmenso es el amor con el cual Dios nos ha envuelto!
[...] Y pido que, arraigados y cimentados en amor, puedan comprender, junto con todos los santos, cuán ancho y largo, alto y profundo es el amor de Cristo; en fin, que conozcan ese amor que sobrepasa nuestro conocimiento, para que sean llenos de la plenitud de Dios (Efesios 3:17-19, NVI).
Tenemos mentes frágiles que olvidan. A causa de diferentes circunstancias, volvemos a mirar las cosas desde nuestros propios lentes y olvidamos la verdad para seguir corriendo la carrera hacia la meta. Efesios nos dice cómo Pablo ora para que, junto con todos los santos, podamos comprender este amor tan grande, profundo, sin límites y sin ningún tipo de requisitos. Cuán hermoso es que Dios nos haya permitido estar en comunidad. No estamos solas ni aisladas en una montaña. Somos parte de una comunidad y ese es un regalo que viene de Dios para que podamos disfrutar juntas de su inmenso amor. La belleza del Evangelio es que no necesitamos los «5 consejos» para tener una verdadera amistad, sino que es la misma Palabra de Dios la que nos guía y nos anima en lo que necesitamos saber, en lo que necesitamos arrepentirnos y en lo que necesitamos ayuda para deleitarnos más en Jesús. Como esposa de pastor, necesito tener amigas que me lleven a la cruz, pues no hay día en que no necesite recordar lo que hizo Jesús por mí. Hay momentos en los que me siento como el paralítico cuando necesitó de sus amigos para llegar hasta los pies de Jesús, ¿por qué? Porque hay días en los que no puedo sola. ¡Qué belleza es estar en comunidad! Necesitamos amistades en el Evangelio que vean nuestra necesidad sin juicio, sin expectativas, sin miedo, sino que con la misma compasión y misericordia que Jesús nos da día a día.

Recordando juntas la verdad

Querida hermana, el Evangelio te recuerda que puedes mostrarte tal cual eres porque:
  • No hay nada que temer: eres 100 % amada.
  • No hay nada que probar: eres 100 % justificada.
  • No hay nada que perder: eres 100 % perdonada.
¡Qué hermoso es recordar esto! Y cuánto más hacerlo vivo en mis relaciones con otros. Lo que Cristo hizo por cada una de nosotras nos ayuda a recordar que podemos tener misericordia entre nosotras. Cuando aprendí a aplicar el Evangelio a mi corazón con respecto a la amistad, fue muy liberador. He sido una mujer insegura por mucho tiempo. Aún lucho con esto en otras áreas, pero haberlo puesto en práctica hace algunos años con la ayuda de amigas que me llevaron con misericordia a los pies de Jesús cuando yo no podía, ¡fue un deleite! Conocer el Evangelio no es lo mismo que ponerlo en práctica. Ponerlo en práctica es poder abrir el regalo completo y ¡deleitarte en él! Entonces, querida colega, te animo a preguntarte: ¿la imagen que has proyectado de ti es genuina, es real? En caso de no serlo, ¿por qué no ha sido así? ¿Cuáles son tus temores? ¿Has mostrado la imagen de una mujer casi perfecta o la de una mujer sin tanto pecado? (Mis hijas tendrían mucho que decir sobre estas dos últimas preguntas). ¿Eres una mujer lejana que ha puesto límites? (No es malo ponerlos pero debe haber una puerta por donde se pueda entrar). Amada esposa de pastor, necesitas recordar quién eres en Cristo, necesitas recordar su rescate y que estás parada en su amor. ¡No por tus méritos sino por sus méritos! Estás arraigada y cimentada en Él. Y no solo tú, sino que todo aquel que ha puesto su fe en Cristo. No temas en mostrar tus debilidades, recuerda también que tú escoges cuán profundo ir con esto. No hay nada que probarle a los demás, pues lo que harás, lo vas a hacer con amor, recordando cuánto Dios te ha amado primero. Y si no cumples el estándar de algunos, no te preocupes, Jesús conoce tus limitaciones, su amor sobrepasa lo que podemos entender. Y Él conoce nuestros corazones. Recuerda, no hay nada que perder al mostrar quién eres, pues el veredicto en Jesús, ¡ya ha sido dado! Eres 100 % amada, justificada y perdonada. Vuelve a recordar ese día en que Dios, junto a tu esposo, los llamó para servirlo. Dale gracias al Señor porque hasta acá Dios no ha dejado de ser fiel. Puedes enfrentar a los demás, sin cargas ni máscaras, sin expectativas, sabiendo que la verdad te hizo libre y esa verdad en Jesús es digna de ser compartida con amigas para caminar juntas y para ver a Jesús cuando no lo puedan ver. Te animo a buscar amistades donde puedas encontrar fortaleza y ánimo. Amistades que te desafían cuando tu corazón no tenga los lentes correctos. Ora para que Dios te ayude a cuidar tu corazón y los corazones de otros al tener buenas amigas y al ser una buena amiga en el Evangelio. Ora conmigo:
Padre bueno, te damos tantas gracias porque todo lo que somos, todo lo que tenemos está en tus manos y está bajo la sombra de la hermosa cruz de Cristo. Ayúdanos a recordar quiénes somos en ti. Ayúdanos a recordar que todo lo que hacemos es para ti y para hacerte más conocido. Danos corazones humildes y enseñables para seguir aprendiendo de tu amor inagotable, para seguir hablando de tus proezas y maravillas. Señor, que esto haga que nuestro corazón esté siempre agradecido porque fuiste Tú el que vino a nuestro rescate; por lo tanto, no tenemos nada que perder, nada que temer ni nada que probar. En el nombre de Jesús. Amén.
Photo of ¿Cómo puedo acompañar a mi esposo pastor en el ministerio?
¿Cómo puedo acompañar a mi esposo pastor en el ministerio?
Photo of ¿Cómo puedo acompañar a mi esposo pastor en el ministerio?

¿Cómo puedo acompañar a mi esposo pastor en el ministerio?

Antes de responder esta pregunta, necesitamos evaluar dónde está realmente arraigada nuestra vida: nuestra identidad y a quién estamos sirviendo. En primer lugar, quisiera recordarte que ser la «esposa de...» no es tu identidad. Si estás en Cristo, eres una hija de Dios. Tu identidad está fundamentada en quién te creó y en quién te llamó a servir. Eres, también, una pecadora salvada por gracia. Por ende, una mujer que descansa, que se afirma y que encuentra su fortaleza en el Evangelio de Cristo. Tu identidad descansa, entonces, en el sacrificio de Jesús en la cruz y, todo lo que haces junto con todas las expectativas del mundo y las tuyas, deben ser vistas a través de los ojos del Dios que te salvó. Ahora y, después de mirar y pararnos firmes en nuestro lugar seguro, nuestra roca que es Cristo, hablemos del ministerio junto a nuestros esposos.

Recuerda el día cuando Dios los llamó a ambos al ministerio

En medio de las consecuencias de vivir en un mundo roto, donde hay tristezas de todo tipo, mi propio pecado y el pecado de los demás, no es de sorprender que nuestra armadura se vaya desgastando (Ef 6:11), que nuestras fuerzas disminuyan y que el corazón se desaliente. Por esta razón, en medio de nuestras batallas, necesitamos oír palabras que animen nuestros corazones para llevar a cabo los roles que Dios nos ha dado. Necesitamos recordar el momento cuando Dios nos llamó a servirle, sobre todo cuando es tan fácil olvidar que el ministerio al servicio de la iglesia ¡es precioso!, que somos testigos de tantos testimonios, de tantos milagros y cambios de vidas que nos llenan de gozo en nuestro gran Dios. Sé que a pesar de todo esto el ministerio no deja de ser difícil y acompañar a nuestro esposo puede ser un gran desafío. Con esto en mente, quisiera animarte a buscar dos cosas que nacen desde nuestra identidad inamovible como hijas de Dios y que te ayudarán a perseverar en el ministerio acompañando a tu esposo pastor.
1. Busca que Jesús esté en el primer lugar de tu corazón
Recuerdo que cuando estuvimos junto a mi esposo en el seminario bíblico, nos mantuvimos leyendo biografías. Un día llegó a nuestras manos la biografía de Charles Spurgeon, en donde se contaba una hermosa enseñanza que había recibido su esposa:
Al principio de su matrimonio, a Susannah le resultó difícil entender la naturaleza de su papel como la esposa del gran predicador. En medio de una crisis ella buscó guía en su paciente madre, quien le dio algunos consejos útiles. Le dijo que Charles no era un hombre común y que toda su vida debía estar dedicada al servicio del Señor, por lo que Susannah «nunca debería interponerse tratando de ponerse a ella primero en el corazón de su esposo». Susannah decidió entonces alinear sus deseos con los de su esposo y poner la obra del Señor primero en su propio corazón.[1]
El ejemplo de Susannah me animó tanto a poner a Jesús en el primer lugar de mi corazón. Sin embargo, debo decirte que esto estará en tensión con la emoción de querer estar nosotras en el primer lugar en el corazón de nuestros maridos en medio del ministerio. Si a esto le añadimos la avalancha de consejos externos fundamentados en el feminismo de estos días, la batalla se vuelve aun peor. Volvamos a la verdad y veamos esta hermosa enseñanza de Susannah a la luz del consejo de Tito 2:3-5:
Asimismo, las ancianas deben ser reverentes en su conducta, no calumniadoras ni esclavas de mucho vino. Que enseñen lo bueno, para que puedan instruir a las jóvenes a que amen a sus maridos, a que amen a sus hijos, a que sean prudentes, puras, hacendosas en el hogar, amables, sujetas a sus maridos, para que la palabra de Dios no sea blasfemada.
Es un hecho que en la actualidad el amor hacia el hogar se está perdiendo. De alguna u otra forma, el principio sobre el cuidado y el amor que Tito dice que se debe enseñar a otras mujeres ha sido difícil de rescatar en nuestra era. Ya sea que estés a tiempo completo en casa o que tengas un trabajo fuera de ella, te animo a que abraces el consejo de Tito con la ayuda de Dios y que busques de todo corazón la enseñanza correcta con respecto al hogar, el matrimonio y la crianza. De esta manera, tendrás la dirección para tener un hogar con Cristo al centro y en el primer lugar, y donde tus hijos y tu esposo puedan sentir que después de un día de trabajo están llegando a un lugar que será un oasis en medio de un mundo roto. Un oasis donde se respire la esperanza de Cristo, donde las armaduras se vuelven a pulir, donde se recuerda el amor inagotable del Padre y donde se encuentra perdón en medio de las heridas. Un hogar donde se respire a Cristo, sus enseñanzas y su corazón en cada decisión, en cada gesto y en cada adorno. Tito además dice «que enseñen lo bueno». Estas palabras son tan importantes, sobre todo porque en el ministerio tenemos constantemente nuestras casas llenas, ¿verdad? A nuestras casas llegan personas que vienen a estudiar, a encontrar ánimo, a buscar más de Dios. Y el hogar del cual Tito habla es un hogar donde existe solo una cosa que está en primer lugar. Al final del versículo 5, dice: «para que la palabra de Dios no sea blasfemada». Sí, se trata de Dios en primer lugar; de su hermosa Palabra predicada y puesta en práctica. Susannah después escribió: «Nunca olvidé la enseñanza de ese día. Aprendí mi dura lección de memoria, recordar no buscar hacer valer mi derecho de su tiempo y su atención cuando algún servicio de Dios lo requiera»[2]. Es cierto que como esposas anhelamos sentirnos cuidadas, amadas y escuchadas por nuestros esposos pastores. Está bien sentirlo y también quererlo. Mi deseo no es que pienses que anhelar tener la atención de tu esposo está mal y que debes negarte todo el tiempo. Todo lo contrario, es importante que tu esposo pastor sepa que lo necesitas en distintas circunstancias, ¡él debe conocer el corazón de su esposa! Aun así, te animo a tener un corazón enseñable, atento a la voz del Espíritu Santo, que nos muestra cuando estamos siendo egoístas y orgullosas y cuando necesitamos parar y pedir ayuda. Y, querida amiga, no eres invisible para Dios, Él es «el Dios que ve» (Gn 16:13). Él ve cada cosa que haces con un corazón servicial y lleno de amor. Persevera en esto y recuerda que Él ve también tu necesidad y tus anhelos. Espera en el Dios de tu salvación, que tiene poder para cambiar tus circunstancias o para darte ánimo y gozo para seguir sirviendo junto a tu esposo mientras lo buscas a Él.
2. Busca tener el carácter de Jesús
Una vez escuché decir: «se dice ¿ayuda idónea o ayuda errónea?». Me causó mucha gracia el juego de palabras, pero, meditando en ellas un poco más, me di cuenta de cuánta realidad puede haber también en ellas. Sabemos que el carácter de una mujer puede ser de mucha influencia y podemos usarlo para traer tanto bien, pero también para traer tanto mal. Hay muchos dichos que hablan acerca de que el hombre tiene poder, pero que la mujer tiene más. Por ejemplo: «él es la cabeza, pero ella es el cuello». Esto es tan destructivo porque enseña sutilmente que la influencia que Dios te dio puede ser usada para tu beneficio. Como lo vimos recientemente, el carácter de una hija de Dios está sostenido y arraigado en la verdad de que Jesús debe estar en el primer lugar de nuestro corazón. Al buscar rápidamente una definición para la palabra carácter en Google me encontré con estas definiciones de Oxford Languages:
  1. Conjunto de rasgos, cualidades o circunstancias que indican la naturaleza propia de una cosa o la manera de pensar y actuar de una persona o una colectividad, y por los que se distingue de las demás.
  2. Naturaleza propia de cada cosa que la distingue de las demás.
Las dos definiciones hablan de que el carácter distingue, resalta y diferencia. A la luz de esto, la Biblia nos dice claramente: «Con Cristo he sido crucificado, y ya no soy yo el que vive, sino que Cristo vive en mí; y la vida que ahora vivo en la carne, la vivo por la fe en el Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí» (Gá 3:20). Si Cristo vive en nosotras, nuestro deseo es que Él sea lo que más resalte y distinga nuestro carácter. Porque ¿qué deseo mostrar más? ¿Mi carácter o el de Él? El carácter de alguien rescatado por Cristo será otrocéntrico, como lo fue el de nuestro amado Jesús. En los evangelios podemos ver tantas veces a Jesús dando ejemplos de servicio con tanto amor y propósito. Cuando lavó los pies de sus discípulos, por ejemplo, incluyó a Pedro, quien lo negaría, y a Judas, quien lo entregaría en traición. Su carácter mostraba amor servicial, para que los demás pudieran ver a Dios cuando no podían verlo. Que nuestro anhelo sea ayudar, influenciar, animar y amar a nuestros esposos de una manera que honre a Cristo. Demos un vistazo a nuestros corazones y a nuestros deseos, teniendo la certeza de que podemos acercarnos «[...] con confianza al trono de la gracia para que recibamos misericordia, y hallemos gracia para la ayuda oportuna» (Heb 4:16). Un amiga me comentó sobre un consejo que había recibido de una mujer en el ministerio acerca del matrimonio: «Debes entender que tu esposo no es tuyo, está al servicio del Señor al igual que tú para servirle a Él. Verás el privilegio que es compartir a tu esposo y las cosas estarán mucho mejor». Así que profundicemos y preguntémosle a nuestros corazones: ¿cómo reacciono cuando mi marido llega enojado, triste o frustrado por el proceder de algunos hermanos de la iglesia? ¿Cómo reacciono cuando llegan las críticas hacia Él? ¿Qué consejos salen de tu boca cuando esto pasa? ¿Eres en ese minuto ayuda idónea o «errónea»? Y pregúntale a tu esposo: ¿cómo puedo ayudarte más en momentos de estrés o de frustración? ¿Qué necesitas de mí para plantar la iglesia o para liderar la iglesia? ¿A quién de tu confianza puedo llamar cuando vea que necesitas ayuda? Acompañaremos mejor a nuestros esposos en el ministerio cuando estemos paradas en nuestra identidad inamovible como hijas de Dios; cuando busquemos al Padre para llevar ante Él nuestros corazones; cuando pidamos su ayuda con el fin de tener a Jesús en primer lugar; y cuando busquemos mostrar su carácter en el lugar donde Él nos ha llamado a servir. Que Dios nos use para acompañar a nuestros maridos en el servicio con el único fin de que muchos más puedan conocerlo, amarlo y encontrar su gozo en Él en medio de cualquier circunstancia.

[1] Gómez Perez, Giovanni (2020, junio). Susannah Spurgeon: la piadosa esposa de Charles Spurgeon. BITE Project. https://biteproject.com/susana-spurgeon/

[2] Garrido, Beatriz (2020, febrero). Susannah Spurgeon, el precioso regalo de Charles. Protestante Digital. https://www.protestantedigital.com/follas-novas/50033/susannah-spurgeon-el-precioso-regalo-de-charles

Photo of ¡Cuán grande es su nombre!
¡Cuán grande es su nombre!
Photo of ¡Cuán grande es su nombre!

¡Cuán grande es su nombre!

Si quieres aprovechar los días previos a Navidad, te invitamos a recordar quién es el Dios al cual queremos celebrar. ¿Cómo puedes hacerlo? Descarga de manera gratuita estos letterings y recuerda cada día los nombres con los cuales fue presentado Jesús en la Escritura.  Imprime cada tarjeta, recórtalas, busca el pasaje recomendado y luego utiliza el espacio indicado para escribir tus reflexiones. Cuelga cada día una tarjeta hasta el 25 de diciembre.  Deseamos que esta Navidad podamos decir juntos: ¡cuán precioso es su nombre! [sc name="cuangrandenombre"][/sc]