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La ansiedad, la espera y el coronavirus
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La ansiedad, la espera y el coronavirus


Título original en inglés: “Anxiety, Waiting and the Coronavirus”
Escribir acerca de eventos mientras estos están ocurriendo es siempre un poco peligroso. Es fácil alentar las reacciones exageradas y reforzar el inútil pánico en nuestros corazones. Dicho esto, el coronavirus de la COVID-19 nos da una oportunidad para pensar en cómo respondemos a la ansiedad. Específicamente, quiero pensar en cómo podemos manejar la tensión particular de la ansiedad que viene cuando estamos a la espera de una amenaza que avanza silenciosamente hacia nosotros, con su aleta visible sobre la superficie. Afortunadamente, la Escritura conoce íntimamente el miedo al peligro inminente y trata con él repetidamente. Por lo tanto, aprovechemos esta ocasión para refrescar nuestra memoria colectiva con la manera en la que la Escritura navega este remolino en particular dentro de la corriente de ansiedad más grande. ¿Cuál es nuestro consuelo cuando se avecina una amenaza importante, pero que aún no ha comenzado de verdad a erosionar la costa? Miremos a una porción desconocida de un conocido pasaje del Antiguo Testamento para dirigir nuestras mentes hacia la dirección correcta.

Esperar para sumergirnos en el torrente

Después de que dejaron Egipto, el pueblo de Israel vagó en el desierto por décadas. Cuando finalmente llegaron a la entrada de la tierra prometida, enfrentaron un último obstáculo para entrar: el río Jordán. Sabes cómo es la historia. Los sacerdotes llevaban el arca al río y, una vez que sus pies se mojaron, las aguas se separaron y el pueblo cruzó por tierra seca. Dios repite la provisión milagrosa de liberación que sus padres habían experimentado una generación antes en el mar Rojo. Lo que podemos dejar pasar fácilmente es un pequeño detalle en los primeros dos versículos de Josué capítulo 3, y es el siguiente: el pueblo tuvo que acampar y esperar en la orilla del río por tres días (3:2), sin saber lo que vendría después ni cómo cruzarían. ¿Cómo se siente sentarse en tu tienda y ver un río agitándose en su fase de desborde (3:15)? ¿Cómo se siente ver a tus hijos jugar afuera, sabiendo que tendrán que, de alguna manera, cruzar este río desbordante, oscuro debido al sedimento removido por el torrente? ¿Cómo es ver a tus ovejas, burros, y a tus preciadas reliquias familiares traídas desde Egipto que representan tus ahorros de vida, y preguntarte si lo perderás todo? ¿Cómo se siente saber que Dios te está llamando a seguir adelante, que promete estar contigo, pero que todo lo que puedes ver en realidad es un río, cuya profundidad no conoces, pero de cuyo poder fatal puedes estar seguro? Es un paralelo fácil de hacer para nosotros hoy, ¿no es así? Un virus que se filtra a lo largo del mundo y que ha alcanzado nuestras costas, y que no sabemos cuán peligroso será. Dios nos está llamando a seguir avanzando en amor al prójimo y en servicio a su Reino, pero todo lo que podemos ver es superficies públicas potencialmente cubiertas de gérmenes y a nuestros prójimos que podrían ser vectores ambulantes de la enfermedad. Debido a estos paralelos entre entonces y ahora, es sorprendente reflexionar en lo que Dios no hizo en el Jordán. Él podría —pero no lo hizo— haber recogido a su pueblo en un poderoso torbellino y haberlos dejado al otro lado del río en el momento en que ellos llegaron ahí. Él podría —pero no lo hizo— haber separado al Jordán, esperándolos así cuando llegaron, quizás con la tierra seca y unas cuantas hierbas y lirios al centro del sendero que seguiría el pueblo. Él simplemente podría —pero no lo hizo— haberles pedido que nadaran, que usaran algo para flotar y así cruzar el río, encargándose de que todos llegaran a salvo y que se contabilizara cada oveja y aro de oro. Estas habrían sido maneras igualmente milagrosas e igualmente efectivas de llevar a sus hijos a su nuevo hogar. Al contrario, Dios decidió que su pueblo esperara y viera el desbordante río, invitándolos a confiar en Él con todo lo que podría significar cruzar ese torrente.

Esperando bien

Dios a menudo nos llama a esperar en la presencia de nuestros enemigos, ¿cierto? Frecuentemente, Él viene a nuestra ayuda después y en maneras diferentes a las que nos gustaría. Lo que más nos gusta es escuchar historias sobre dramáticos rescates e increíbles milagros de rescate de situaciones terribles. Pero lo que más nos gusta es experimentar historias en las que Dios provee de maneras no especiales, seguras y predecibles, como cuentas corrientes llenas, buena salud, éxito en el ministerio con bajo riesgo y con una alta aceptación de la congregación, así sucesivamente. Dios sabe que necesitamos recordar nuestra dependencia de Él una y otra vez mientras vivamos. Pocos recordatorios son más vívidos o más intensos que la espera junto a ríos desbordantes; pasar noches en la guarida de un león; la espera de momentos infartantes para ver si Jerjes extendería su cetro; o la espera en el huerto de Getsemaní mientras tu rabí derrama su alma y transpira en angustiosa oración, sabiendo que hay hombres peligrosos que quieren arrestarlo a Él y a ti. Dios sabe que esos recordatorios de nuestra dependencia son aterradores y nos ponen gran presión (incluso cuando, al final, las cosas resultan bien). Es por eso que Él nos muestra que podemos confiar en Él y esperar en Él. Él ha sido el ayudador de su pueblo una y otra y otra vez a través de los milenios; y Él nos ayudará sin importar qué venga. Entonces, ¿cómo esperamos bien en Él, específicamente frente a una pandemia global? Ciertamente, no fingiendo que todo estará bien. No sabemos si la COVID-19 terminará como un inconveniente para llenar nuestras carpetas o si terminaremos en una zona de cuarentena, o caeremos enfermos, o perderemos a un ser querido. Esperar bien frente a nuestra ansiedad respecto a un peligro venidero significa tomar con seriedad la realidad del peligro. En efecto, nuestro Dios toma nuestras vidas y nuestros sufrimientos muy seriamente, y «Él no castiga por gusto ni aflige a los hijos de los hombres» (Lm 3:33). Y cuando nos llama a atravesar aguas profundas, Él se asegura de que los ríos de aflicción no se desborden, puesto que «nos hace sufrir, pero también nos compadece, porque es muy grande su amor» (Lm 3:32-33, NVI). Terminaré con un último pensamiento sobre cómo tú y yo podemos esperar en la ribera de este río, incluso a medida que crece el torrente: Derrama tus ansiedades sobre tu Padre celestial. No agites infructuosamente el interior de tu corazón con preocupaciones sobre el cierre de escuelas, los planes de viajes, el deterioro económico, ¡o las superficies infectadas que has tocado! Cuando tengas temor, vuélcate a Él. Deposita tus ansiedades en Él, porque Él se preocupa de ti. Es más, transforma el lavado y el frotado de manos con el gel desinfectante en un momento en el que conscientemente te confíes a ti y al futuro de todos los que te importan en las manos de Dios. Pasar tiempo elaborando frenéticamente estrategias sobre cómo cruzaremos el desbordante río es tan instintivo, aun cuando también es necio e innecesario. Por tanto, sí, lávate las manos y haz lo que es sabio al trabajar desde casa o al llamar a tu doctor. No obstante, no te permitas, por un momento, olvidar dónde se encuentra tu verdadera seguridad. Después de todo, no sabes lo que traerá el mañana, pero sí conoces a Aquel que separa los enfurecidos ríos… y que ya ha separado el último río por ti, ¡bloqueando su flujo con su cruz empapada de sangre! Ciertamente, encontrarás ese cruce final ya abierto y esperando por ti. Y al otro lado de ese río ya no sufrirás ni esperarás más.
Este artículo fue traducido íntegramente con el permiso de The Christian Counseling & Educational Foundation (CCEF) por María José Ojeda, Acceso Directo, Santiago, Chile. La traducción es responsabilidad exclusiva del traductor.
Esta traducción tiene concedido el Copyright © (29 de julio, 2020) de The Christian Counseling & Educational Foundation (CCEF). El artículo original titulado “Anxiety, Waiting and the Coronavirus” Copyright © 2020 fue traducido por María José Ojeda, Traductora General, Acceso Directo. El contenido completo está protegido por los derechos de autor y no puede ser reproducido sin el permiso escrito otorgado por CCEF. Para más información sobre clases, materiales, conferencias, educación a distancia y otros servicios, por favor, visite www.ccef.org.
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A los padres que han perdido un hijo


Título original en inglés: “To Parents Who Have Lost a Child
Perder un hijo es la experiencia más difícil y dolorosa que pueda imaginar personalmente. ¿Qué le dices a alguien que ha perdido un hijo? ¿Qué puedes decir? Quizás, más importante aún, ¿qué dice Dios? En la preparación de una charla para la conferencia de CCEF a principios de octubre de 2014[1], me encontré orando: «Señor, esto es lo que sé: Tú tienes palabras para aquellos cuyos hijos han muerto; Tú tienes consuelo. Tú tienes algo abrumadoramente real, verdadero y bueno para quienes pierden un hijo. Ayúdame, ayúdanos a encontrarlo». Mientras intentaba obtener varios temas de la Escritura para la charla, uno de los lugares a los que esta oración me llevó fue a escribir una carta mientras imaginaba cómo nuestro amoroso Padre le hablaría a los padres en su dolor. Puesto que muchas personas me han pedido que les comparta el texto de la carta, pensé que podría ponerlo a disposición más abiertamente como una especie de carta abierta expresando el cuidado directo y personal con el cual la Escritura le habla a los padres que han perdido un hijo. Mi oración es que estas palabras sean un punto de contacto refrescante y personal con su Padre celestial mientras luchan con esta indescriptible y dolorosa experiencia.

Mi amado hijo:

Recuerdo que ese día caminaba por el Jardín hacia mis hijos, sabiendo lo que les iba a costar por generaciones a sus hijos su elección de escuchar al tentador, incluso la muerte de su propio niño, Abel. Sabía completamente, incluso entonces, el dolor que experimentarías tantos años después. Mi corazón se rompe por ti, hijo mío. Sin duda, envié a mi Hijo, en parte, para que pudieras verlo llorar en la tumba de Lázaro y supieras que mi corazón se destroza por el dolor de la pérdida, aun sabiendo que la esperanza está a la vuelta de la esquina.

Como tus hermanos y hermanas en Belén, cuyos pequeños fueron asesinados por Herodes después de esa primera Navidad, y el sinfín de otros padres a lo largo de los siglos que tuvieron que enterrar a sus amados hijos, eres parte de la voz escuchada en Ramá. Te escucho junto a Raquel, llorando por sus hijos, rehusándose con razón a ser consolada. Así que, debes saber esto: he preparado un frasco para poner cada una de las lágrimas que sé que derramarás.

Y también te digo a ti lo que hablé por medio de tu hermano Jeremías: Hay esperanza para tu porvenir; cambiaré tu duelo en gozo, y ¡no por medio de algún truco que juega con tus emociones! No. No olvidaré tu dolor ni tus lágrimas. Al contrario, YO TE CONFORTARÉ y te daré gozo para la pena y serás satisfecho con mi bondad.

Mi deleite y gozo en la redención en la que estoy trabajando, y mi completa victoria sobre la muerte, exceden toda expresión. Estoy esperando ansioso el día en que tú también puedas verlo; cuando puedas verlo de la manera en que Yo lo veo. Cuando digas que incluso esta angustia no se compara con el shalom y la integridad de la manera en que Yo he más que restaurado abundantemente lo que ahora está roto. Contempla, estoy creando un nuevo cielo y una nueva tierra; me regocijaré y complaceré en mi pueblo. Ya no se escuchará más entre ustedes el sonido del llanto y de la aflicción. Ya NO HABRÁ MÁS un hijo que viva por pocos días; o una hija que muera inesperadamente. Al contrario, no perderé a ninguno de aquellos que le he dado a tu Hermano Mayor. Haré mi morada contigo y con todos mis hijos, de hecho, ya he preparado habitaciones. Junto con ellos, construirás casas y las habitarán, plantarán viñas y comerán su fruto y nadie sufrirá o morirá en mi santo monte. Yo soy la resurrección y la vida.

Sé paciente, está quieto un poco más. Ya voy.

Con amor,

Tu Padre

Este artículo fue traducido íntegramente con el permiso de The Christian Counseling & Educational Foundation (CCEF) por María José Ojeda, Acceso Directo, Santiago, Chile. La traducción es responsabilidad exclusiva del traductor.

Esta traducción tiene concedido el Copyright © (14 de enero, 2021) de The Christian Counseling & Educational Foundation (CCEF). El artículo original titulado “To Parents Who Have Lost a Child” Copyright © 2020 fue traducido por María José Ojeda, Traductora General, Acceso Directo. El contenido completo está protegido por los derechos de autor y no puede ser reproducido sin el permiso escrito otorgado por CCEF. Para más información sobre clases, materiales, conferencias, educación a distancia y otros servicios, por favor, visite www.ccef.org.


[1] Audio disponible aquí [solo en inglés].

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Prevención de conductas sexuales inapropiadas en la consejería: algunas sugerencias prácticas
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Prevención de conductas sexuales inapropiadas en la consejería: algunas sugerencias prácticas


Título original en inglés: «Preventing sexual misconduct in counseling: Some practical suggestions».
En nuestro pódcast hablamos de un tema importante y tristemente frecuente: conductas sexuales inapropiadas en el ministerio llevadas a cabo por los mismos pastores y consejeros que se propusieron ser cuidadosos guardianes de otros hermanos y hermanas en Cristo. Hicimos énfasis en esta tentación a la que nadie es inmune y de que todas las violaciones sexuales comienzan con sutiles problemas en el corazón del cuidador. Reconocer este hecho y tomar las precauciones apropiadas puede ayudar a prevenir que estas situaciones se desarrollen y a guiar a los consejeros sobre qué hacer cuando surjan problemas. Si aconsejas a personas regularmente que son del sexo opuesto, te sugerimos las siguientes pautas para crear proactivamente un entorno de consejería seguro. Dado que la abrumadora mayoría de casos de mala conducta sexual involucran a hombres aprovechándose de mujeres, nos enfocaremos en aconsejar a los hombres. Habiendo dicho esto, estas ideas se aplican de manera igual a hombres y a mujeres.

Crea un entorno de consejería seguro

  • Una buena rendición de cuentas no es negociable. Rodéate de hermanos o hermanas sabios que te conozcan bien y que conozcan tus tentaciones y debilidades personales. Cuéntales a estas personas de tu trabajo de consejería y ten especial cuidado de compartir cualquier momento en el que te sientes tentado o excitado por lo que has hablado con alguien. Esta es una práctica usualmente establecida en un ministerio de consejería, pero igualmente importante para pastores que trabajan en espacios más aislados.
  • Si estás hablando de temas y/o luchas sexuales con alguien del sexo opuesto, regularmente habla de esta relación de consejería en tus supervisiones o con tus ancianos.
  • Siempre asegúrate de que haya alguien más cerca y que sepa que estás hablando con una aconsejada.
  • Considera presentar a tu aconsejada a la mujer que trabaja en la oficina de al lado (si es que hay alguien) por el bien de tu aconsejada. Puede ser muy útil para una mujer que viene a verte saber que hay otra mujer cerca que conoce su nombre y a la que le ha hablado por lo menos. (Esto sería también sería un eficiente recordatorio para un hombre que habla con una mujer consejera que él no es completamente irresponsable).
  • En algunos casos, puede ser provechoso que la aconsejada invite a un amigo fiel (por ejemplo, esposo, hermana o mentora) a las sesiones de consejería contigo.
  • Si estás casado, asegúrate de que tu oficina tenga fotos de tu esposa (e hijos) a plena vista. Este recordatorio visual de tu familia emite un importante pero sutil mensaje a tu aconsejada (es decir, quién eres y con quién estás conectado). Más importante aún, ¡sirve para ponerte a tierra también! Cuando sea apropiado, habla favorablemente de tu cónyuge y de tu familia. Esto comunica tu devoción por ellos por encima de cualquier otro apego a la aconsejada.
  • Considera instalar una gran ventana en la puerta de tu oficina.
  • Ten cuidado si estás aconsejando a través de tecnología de Internet, como Skype. En un mundo lleno de pornografía en internet, donde los videos en la computadora son para el pecado sexual secreto, hablar por medio de la computadora hace que sea más fácil que sientas que estás hablando a un objeto y no a una persona. Más aún, el sentido de distancia —estar físicamente alejado de su mundo y tener una pantalla de por medio— puede brindarte la sensación de privacidad o protección que puede darte la valentía de decir o hacer cosas que no harías en persona. Tener a alguien que se siente con tu aconsejada durante sus conversaciones será de gran ayuda.
  • No tengas sesiones fuera de tu oficina de consejería y no se reúnan fuera del horario en el que habitualmente aconsejas. Ni siquiera se reúnan en tu oficina si no hay nadie más cerca. No te pases del horario acordado. Si dijiste una hora, toma una hora, no una hora y media.
  • No toques a la aconsejada más que (posiblemente) estrechar la mano como saludo. No le des tu número de teléfono celular, tu usuario de chat en línea ni tu usuario de Facebook, etc.
  • En la consejería solo comparte cosas que querrías que tu cónyuge o tu pastor oigan por casualidad.
  • Finalmente, en el más amplio de los niveles, deberías continuamente estar atento a las muchas maneras en que puedes ser tentado a usar tu rol de consejero/pastor para alimentar tus propios deseos y placeres egoístas (para ser admirado, respetado, apreciado, para ser necesitado, para ser especial/importante, para rescatar, etc.). Recuerda también que estás en una posición de poder y eres responsable ante Dios (y ante la iglesia y el gobierno) porque lo sucede entre tú y tu aconsejada.

Cómo responder cuando se desarrolla un problema

  • Nunca corresponda a las expresiones de afecto romántico de una aconsejada.
  • Comprende que es posible que debas terminar una relación de consejería en ciertas situaciones. Es mejor descontinuar el asesoramiento y derivar a la persona a otro ayudante que llevar a alguien a una relación en la que abusas del poder y la confianza que ella te ha dado. La decisión de dejar de asesorar debido a la atracción romántica, de cualquier lado, debe tomarse en conjunto con otros miembros sabios del cuerpo. Esto es complicado de hacer, pero debe ser considerado.
  • Si una aconsejada expresa su atracción hacia ti y te parece apropiado continuar aconsejando, ten mucho cuidado de mantener límites de protección alrededor y en la relación de consejería. Sé significativamente más cauteloso y menos comunicativo de lo que normalmente serías con respecto a tu vida personal. Compartir de manera personal en esa situación puede comunicar una ternura, un cariño o una intimidad que no es tu intención. Hacer este tipo de revelaciones personales puede comunicar que la aconsejada tiene un papel especial en su vida que alimentará su lucha (¡y/o la tuya!). Reconoce que la atracción romántica de una aconsejada hacia ti no es una dinámica poco común en el ministerio de consejería, pero que requiere un manejo cuidadoso y considerado. Nuevamente, esto debe discutirse con un colega, mentor o supervisor.
  • De la misma manera, cuando estás hablando con alguien por quien tú sientes alguna atracción romántica, ¡nunca guardes esta información! Nunca. Como consejero, habla con tu supervisor o tu equipo supervisor. Como pastor, habla con tus ancianos o tu compañero preestablecido para rendir cuentas. No te entregues a la necedad creyendo que «puedes manejarlo tú solo». Sin importar cuántos años has estado en el ministerio de consejería, haz un hábito hablar con las personas apropiadas sobre cualquier tipo de excitación sexual.
  • Si estás casado, considera sabiamente compartir con tu esposa los deseos y sentimientos sexuales que estás experimentado en la consejería (sin traicionar la confianza de la aconsejada ni violando la confidencialidad). Ella también necesita entender el impacto que tiene en ti el aconsejar a personas que son vulnerables contigo y hacia quienes sientes cariño, afecto y preocupación. Esto es en verdad una manera importante de fortalecer tu matrimonio y de hacer crecer la confianza entre ustedes. El traer estos temas a la luz en tu matrimonio puede ser desafiante, pero permite que puedan orar juntos por tu ministerio con más sabiduría y le da la oportunidad a tu esposa de expresar tanto sus preocupaciones como su ánimo de una manera que te guiará y te fortalecerá en tu determinación de caminar con rectitud cuando seas confrontado con la tentación.
En todas estas sugerencias, nuestro propósito no es asustar a los consejeros y pastores, sino promover un respeto saludable a nuestra propia vulnerabilidad a la tentación y al pecado. De hecho, nuestro objetivo es vivir de manera transparente, donde la apertura y la rendición de cuentas con respecto a nuestras tentaciones en la consejería es simplemente una extensión de la honestidad y de la naturaleza de vivir en la luz, ¡como en el resto de nuestra vida! Entonces, permite que esta conversación del pódcast junto con estas sugerencias sirvan como un comienzo para poner en práctica estas pautas para ti mismo mientras deseas ministrar el Evangelio de manera efectiva donde sea que el Señor te haya llamado. Alasdair Groves sirve como Director Ejecutivo de CCEF, así también como miembro de la facultad y consejero. Ha recibido una Maestría en Divinidad con un énfasis en consejería de Westminster Theological Seminary. Es co-fundador de un centro de consejería bíblica en Northern New England donde ha servido como Director Ejecutivo por 10 años. Alasdair también sirvió como Director de la Escuela de Consejería Bíblica de CCEF por 3 años. Es co-autor de Untangling Emotions [Desenredando emociones] publicado por Crossway, ha publicado un número de artículos en el Diario de Consejería Bíblica, es anfitrión del podcást de CCEF y ha producido muchos recursos en blogs, video y audio. Alasdair y su esposa, Lauren, viven en New England con sus tres hijos. Alasdair es un entusiasta de la ficción, juega Ultimate Frisbee, y ama producir y disfrutar buena comida y buena música. Alasdair Groves sirve como Director Ejecutivo de CCEF, así también como miembro de la facultad y consejero. Ha recibido una Maestría en Divinidad con un énfasis en consejería de Westminster Theological Seminary. Es co-fundador de un centro de consejería bíblica en Northern New England donde ha servido como Director Ejecutivo por 10 años. Alasdair también sirvió como Director de la Escuela de Consejería Bíblica de CCEF por 3 años. Es co-autor de Untangling Emotions [Desenredando emociones] publicado por Crossway, ha publicado un número de artículos en el Diario de Consejería Bíblica, es anfitrión del podcást de CCEF y ha producido muchos recursos en blogs, video y audio. Alasdair y su esposa, Lauren, viven en New England con sus tres hijos. Alasdair es un entusiasta de la ficción, juega Ultimate Frisbee, y ama producir y disfrutar buena comida y buena música.

Esta traducción está protegida por derechos de autor © 2022 por The Christian Counseling & Educational Foundation (CCEF). Este artículo, titulado  «Preventing sexual misconduct in counseling: Some practical suggestions» Copyright © 2010 fue escrito por Aaron Sironi and Alasdair Groves y está disponible en https://www.ccef.org/preventing-sexual-misconduct-counseling-some-practical-suggestions/. Todo el contenido está protegido por los derechos de autor y no puede ser reproducido sin el permiso escrito otorgado por CCEF. Para más información sobre clases, materiales, conferencias, educación a distancia y otros servicios, por favor, visite www.ccef.org.

Traducido íntegramente con el permiso de The Christian Counseling & Educational Foundation (CCEF) por Jacquie Tolley, Acceso Directo, Santiago, Chile. La traducción es responsabilidad exclusiva del traductor.
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¡Ayuda! Sigo perdiendo los estribos
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¡Ayuda! Sigo perdiendo los estribos


Título original en inglés: «Help! I Keep Losing My Temper».

La ira en la silla de montar

Perder los estribos es muy parecido a perder las llaves del automóvil: nunca eliges hacerlo y siempre parece suceder en los peores momentos. Para algunos, «perder los estribos» significa gritar, maldecir, golpear la mesa con el puño. Para otros, la pérdida de los estribos es apenas perceptible: un apretón de mandíbula, un silencio frío; no obstante, los sentimientos de ira siguen pululando, solo que están escondidos en tu interior. Sea cual sea nuestro estilo, todos perdemos los estribos algunas veces. Por «perder los estribos» simplemente quiero decir que tú y yo a veces entregamos las riendas de nuestro comportamiento a los sentimientos de ira de nuestra alma. Cuando tu cuerpo comienza a bombear adrenalina, expandir los vasos sanguíneos y tensar los músculos para una pelea, tu deseo de sentirte reivindicado (aunque, con demasiada frecuencia, la reflexión posterior revela que no estabas tan alto en el terreno moral como pensabas) se apodera de ti y te entrega su guión. Básicamente, perder los estribos significa que has puesto la ira en la silla de montar y ahora galopas a sus órdenes.

¿Por qué ocurre esto?

A pesar de los mil disfraces que pueda usar la ira, en el fondo la ira es simple. La ira siempre emite un juicio moral. Es la emoción moral. La ira dice que «lo que acaba de pasar estuvo mal». Ahora bien, nuestra ira puede ser precisa en su juicio sobre lo correcto y lo incorrecto o puede estar demasiado confundida como para saber lo que realmente está sucediendo. Por ejemplo, mis hijos pueden enojarse porque los estoy exasperando o pueden enojarse porque los estoy acostando a una hora razonable cuando ellos querían quedarse despiertos. De cualquier manera, el grito central de la ira es: «¡eso es injusto! ¡Eso es malvado! ¡Yo condeno eso!». Santiago 4:1-2 presenta la dinámica básica que está en juego en nuestra ira pecaminosa. «¿De dónde vienen las guerras y los conflictos entre ustedes?», pregunta Santiago. «¿No vienen de las pasiones que combaten en sus miembros? Ustedes codician y no tienen, por eso cometen homicidio. Son envidiosos y no pueden obtener, por eso combaten y hacen guerra». En esencia, Santiago está diciendo que nuestra ira condena cualquier cosa que se interponga entre nosotros y lo que queremos. Debido a que, argumenta Santiago, estamos comprometidos con nuestro propio bienestar por encima de todo, cada vez que algo o alguien frustra nuestros deseos, sentimos que somos tratados injustamente y respondemos llamando a las tropas para vengar la injusticia percibida. Entonces, en última instancia, perder los estribos no es más que ira poniéndose al mando sin controles ni equilibrios.

¿Toda ira es mala?

Es importante decir una cosa más antes de identificar las soluciones: ¡esto no significa que toda ira sea mala! Dios está enojado contra el pecado y los horrores que inflige a sus amados hijos. Podemos y debemos estar enojados ante cualquier cosa, desde el tráfico sexual hasta una disputa sarcástica entre nuestros amigos (¡aunque nunca, incluso en ese caso, debemos devolver mal por mal!). Además, aun cuando nuestra ira es verdaderamente pecaminosa y estamos perdiendo los estribos y gritándole a alguien, ¡muchas de las cosas que queremos son cosas genuinamente buenas para desear! Seguridad física para nuestras familias, un trato justo en el lugar de trabajo, no ser objeto de chismes en la iglesia y una noche tranquila en casa después de un largo día son cosas perfectamente justas que podemos desear. Sin embargo, este es el punto: cada vez que tú o yo perdemos los estribos, significa que hemos pasado de desear algo bueno a exigir que debemos tenerlo. La ira pecaminosa está tan convencida de su propia superioridad moral que se siente perfectamente justificada cuando descarga su ira sobre lo que sea o quien sea que se haya atrevido a transgredir la justicia absoluta (es decir, que obtengamos lo que queramos en ese momento). Por lo tanto, aunque a veces tengamos la «razón» sobre un asunto, dar a la ira el control total de nuestra respuesta a un problema siempre será destructivo y pecaminoso. «Pues la ira humana no produce la vida justa que Dios quiere» (Stgo 1:20, NVI).

¿Qué podemos hacer?

¡Afortunadamente, no estamos condenados a perder los estribos indefinidamente! Dios promete obrar en los corazones de los que le aman. Él no solo cambia nuestro comportamiento, sino que también nos transforma para que «queramos» según su buena intención (Fil 2:13). Cuanto más Dios cambie nuestros deseos para reflejar lo que Él desea, tanto más:
  • nuestra ira se dirigirá correctamente a los verdaderos males (en lugar del egocentrismo que naturalmente impulsa nuestra ira sin su intervención transformadora);
  • y, junto con eso, más confiaremos en sus formas de lograr lo que es bueno. Por mucha razón que tengamos sobre el asunto en cuestión, el amor a Dios resiste la tentación de darle rienda suelta a nuestra ira. En cambio, la ira piadosa busca la restauración y la protección de los que han sido agraviados sin venganza, crueldad, insulto o cualquier otra forma de devolver mal por mal.
Para aquellos que encuentran que su temperamento es un problema especial, permítanme ofrecer tres breves sugerencias:

¿Qué querías?

Cuando hayas perdido los estribos, pregúntate qué es lo que querías. Es sorprendente cuánto puedes aprender sobre tus deseos y los motivos subyacentes cuando simplemente disminuyes la velocidad y consideras qué deseo estaba siendo frustrado. La ira siempre está impulsada por un deseo: cuanto mejor comprendas tus deseos, mejor comprenderás cómo, por qué, cuándo y dónde perderás los estribos la próxima vez, y podrás prepararte para situaciones desafiantes. Y cobra ánimo. El simple hecho de que estés diciendo: «¡ayuda! ¡Sigo perdiendo los estribos!», debería darte mucha esperanza. Demasiadas personas enojadas no se dan cuenta en absoluto de que lo están. Simplemente «saben» que tienen «razón» y que todos los demás están «equivocados». Cuanto más veas y lidies con los deseos subyacentes de tu ira, más equipado estarás para valorar y buscar las cosas correctas en el calor del momento.

Ama profundamente

En última instancia, nuestra esperanza no está simplemente en explorar nuestros deseos subyacentes problemáticos. La única forma verdadera de reducir el problema de tu temperamento es valorando y apreciando realmente cada vez más traer bien y bendición a tus seres queridos. Tu mayor objetivo no es comprenderte a ti mismo (¡por mucho que esto te ayude!), sino estar menos enfocado en ti mismo y en tus deseos. En cambio, Dios quiere que te concentres más en el bien de los que amas y están a tu alrededor. Cuanto más desee tu corazón bendecir a las personas que te rodean en lugar de tu propia comodidad, reputación, etc., menos propenso serás a perder los estribos cuando no obtengas lo que quieres (y estás seguro de merecer) en cualquier momento repentino. Una forma de cultivar esto es dedicar diariamente un par de minutos a orar Filipenses 4:8 por aquellos con quienes corres más peligro de perder los estribos. Ora para que Dios haga crecer en ellos lo que sea noble, correcto, amable, puro, etc. y ora para que aprecies más profundamente lo que Él ha hecho que sean

Arrepiéntete seriamente

Toma en serio el arrepentirte ante las personas que has lastimado. No estoy hablando de promesas extravagantes de no volver a enojarse nunca más. En su lugar, ora por la protección de Dios contra la ira farisaica en tu corazón y luego pídeles a las personas a las que has dañado que te ayuden a comprender cómo las ha dañado. Luego, escucha de verdad la respuesta. Expresa tu dolor por cómo los has lastimado (no solo por el hecho de que hiciste algo «malo» en un sentido abstracto). A veces, será insoportablemente difícil, pero le dará a tu conciencia una enorme cantidad de municiones con las que protegerte contra nuevos arrebatos. (Y recuerda que no se trata de que exijas perdón; por definición, nunca puedes exigirlo, ya que debe elegirse libremente). A veces, también puede ser útil compartir tu conciencia del problema en tus deseos: «lamento haber dejado que mi deseo de una noche tranquila me controlara tanto que te grité cuando intentaste hablar conmigo sobre nuestro horario de la semana. Sé que eso debe haberte lastimado y que también ha sido frustrante mientras intentas planificar los próximos días. ¿Me perdonas?» Controlar tu temperamento al domar tu lengua (y las cien maneras en que tus acciones pueden hablar más fuerte que tus palabras) no es una tarea fácil. Sin embargo, ninguna aplicación del llamado a amar al prójimo y a honrar a Jesucristo es más urgente e importante. ¡Gracias a Dios que en toda necesidad nos da más gracia (Stg 4:6)!
Esta traducción está protegida por derechos de autor © (19 de marzo de 2019) por The Christian Counseling & Educational Foundation (CCEF). Este artículo, titulado  «Help! I Keep Losing My Temper» Copyright © 2019 fue escrito por Alasdair Groves y está disponible en https://www.ccef.org/help-i-keep-losing-my-temper/. Todo el contenido está protegido por los derechos de autor y no puede ser reproducido sin el permiso escrito otorgado por CCEF. Para más información sobre clases, materiales, conferencias, educación a distancia y otros servicios, por favor, visite www.ccef.org.  
Este artículo fue traducido íntegramente bajo el permiso de The Christian Counseling & Educational Foundation (CCEF) por Jacquie Tolley, Acceso Directo, Santiago, Chile. La traducción es responsabilidad exclusiva del traductor.