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Tres razones por las que debes predicar el Cantar de los Cantares
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Tres razones por las que debes predicar el Cantar de los Cantares

Hace unos diez años, noté un interés renovado por predicar el Cantar de los Cantares. Al menos un par de pastores querían atreverse. Un hermano puso una cama tamaño king en el escenario como apoyo. Muchos de estos sermones fueron un poco más que una versión bautizada de educación sexual. El Cantar de los Cantares sin duda se trata sobre el matrimonio. Sin embargo, puesto que el matrimonio es una ventana hacia la relación entre Cristo y la iglesia, el Cantar de los Cantares también se trata del Evangelio. Pastores fieles a este libro abordarán tanto los aspectos prácticos del matrimonio como el ministerio profundo del amor infalible de Cristo por su pecadora novia. El Cantar de los Cantares es una canción de amor explícita, pero de buen gusto diseñada a apuntar a los solteros a la paciencia; a los esposos el uno hacia al otro; y a todos a Cristo. No es una alegoría, tampoco es un manual de sexo. Es la descripción poética de un romance entre un esposo y una esposa. La mayoría de las personas tiene una visión del sexo grotescamente distorsionada. El camino a esta visión ha sido pavimentado por los gustos de Sigmund Freud[1], quien redujo el sexo a la acción física de liberar tensión sexual, y de Esther Perel[2] quien, hace bastante poco, fue en defensa de la infidelidad. Debemos estar agradecidos por tener un libro como el Cantar de los Cantares que explora en poético detalle la unión en una sola carne de Génesis 2:24. Sin embargo, el Cantar de los Cantares también es un medicamento precioso para aquellos que tienen una visión distorsionada de la iglesia. Es tentador para los líderes de la iglesia reducir el ministerio a números de asistencia o de ingresos. No obstante, cualquier iglesia verdadera tendrá un amor por Cristo que no puede ser medido por la capacidad que tiene para albergar gente sentada, sino que es un amor capturado inteligentemente en el Cantar de los Cantares. Toma en consideración estas tres razones para estudiar y proclamar el Cantar de los Cantares:
1.  El Cantar de los Cantares sostiene que el compromiso es fundamental para el sexo y el matrimonio
Los lectores aman las descripciones de la intimidad que se encuentran a lo largo del poema. La esposa en el libro disfruta estar con su esposo. «A su sombra placentera me he sentado» —ella exclama en el capítulo 2:3— «y su fruto es dulce a mi paladar». El esposo está intoxicado por ella de la misma manera: «Tus labios son como hilo de escarlata, y tu boca, encantadora» (4:3). A pesar de lo erótico que pueda ser el lenguaje del Cantar de los Cantares, nunca está desenganchado del compromiso. En otras palabras, la actividad sexual descrita siempre se experimenta en el contexto de un pacto matrimonial. Por ejemplo, la esposa le dice a su esposo: «Su estandarte sobre mí es el amor» (2:4). Este estandarte es uno militar, la bandera que unía un ejército. Es su forma de decir: «pertenezco a él y él me pertenece a mí». Ese es el contexto de su intimidad. Más adelante, la esposa le dice a su esposo: «Mi amado es mío, y yo soy suya» (2:16; 6:3). Ella dice esto antes de notar cómo él «apacienta su rebaño entre los lirios» (otra alusión menos que sutil de la intimidad sexual). El lector cuidadoso no puede evitar ver el punto más grande. No es la calidad del sexo que hace que su amor sea bueno, es la calidad de su amor que hace que su sexo sea bueno. Su matrimonio está marcado y bendecido por la intimidad y el compromiso, y son dos cosas que no deben romperse. El poema termina con un sentimiento similar: «Ponme como un sello sobre tu corazón, como un sello sobre tu brazo, porque fuerte como la muerte es el amor» (8:6). El amor real perdura, porque no es una ilusión de una noche sino que un compromiso que dura toda la vida. «Amor libre» era el mantra de la década del 60. ¡Cuán diferente es la sabiduría de la Biblia! El verdadero amor está sellado por el compromiso.
2. El Cantar de los Cantares entrega sabiduría práctica para los matrimonios
Las lecciones son innumerables. Los cónyuges piadosos usan palabras para animarse los unos a los otros. El esposo llama a su esposa, «la más hermosa de las mujeres» (1:8). Sea o no una realidad objetiva, no es el punto; ella es la mujer de sus ojos. Repetidamente, él usa un discurso para expresar su apreciación por ella: «Has cautivado mi corazón» —él le dice a ella—, «has cautivado mi corazón con una sola mirada de tus ojos» (4:9). El punto aquí no tiene que ver con que un esposo piadoso necesita ser un poeta; sino que debe usar palabras para mostrar cuánto a él le importa su esposa. De la misma manera, la esposa colma de alabanzas a su esposo: «Porque mejores son tus amores que vino» (1:2) —y le dice que la busque—, «Llévame en pos de ti y corramos juntos» (1:4). En un buen matrimonio, el esposo y la esposa nunca escatiman las palabras amables. Los cónyuges piadosos también evitan el pecado de un mundo caído. En el capítulo 2:15, la esposa exhorta a su esposo a que «agarren las zorras, las zorras pequeñas que arruinan las viñas». Las viñas es su matrimonio y es el campo que necesita ser atendido o será destruido por los invasores hambrientos. Esto significa que hay que admitir cuando la relación está tensa: «Lo busqué pero no lo hallé» (3:1); y que se debe trabajar duro para mejorarla: «Lo agarré y no quise soltarlo» (3:4). Evitar el pecado al buscarse el uno al otro físicamente (4:1-5:1) y regularmente reafirman su compromiso el uno con el otro (4:9; 7:10; 8:6). El Cantar de los Cantares es literatura de sabiduría. Está aquí para ayudarnos a vivir lo mejor que podamos en un mundo caído y roto. El autor, guiado por el Espíritu Santo, llama a los matrimonios al duro trabajo de la fidelidad.
3. El Cantar de los Cantares presenta al matrimonio como un anticipo de la unión perfecta con Dios
En el jardín del Edén, Adán y Eva estaban desnudos y no tenían vergüenza (Gn 2:25). La pureza de su relación era posible porque disfrutaban, aunque solo fuera por una temporada corta, de una relación no corrompida con su Hacedor. No es sorpresa, entonces, que los términos edénicos sean usados para describir la relación íntima entre el esposo y la esposa en el Cantar de los Cantares:
  • «¡Cuán hermoso eres, amado mío, y tan placentero! Ciertamente nuestro lecho es de exuberante verdor. Las vigas de nuestras casas son cedros, nuestros artesonados, cipreses» (1:16–17).
  • «Miel virgen destilan tus labios, esposa mía, miel y leche hay debajo de tu lengua» (4:11).
  • «Tus renuevos son paraíso de granados, con frutas escogidas, alheña y nardos» (4:13).

En el Antiguo Testamento, la Tierra Prometida es descrita como una tierra donde fluye la leche y la miel (Ex 3:8). Así también es el matrimonio en Cantar de los Cantares. Estos esposos han recapturado algo del deleite y de la inocencia del Jardín.

El Cantar de los Cantares debe leerse y predicarse a la luz del canon bíblico completo y a través de los lentes de Efesios 5:31-32 donde aprendemos que el matrimonio es un misterio con «referencia a Cristo y a la iglesia». Es por medio de Cristo que los pecadores justificados encuentran su hogar en una nueva Tierra Prometida. El Cantar de los Cantares realmente apunta hacia Cristo. Así como la esposa anhela estar con su esposo (1:4; 3:1-4), así el cristiano anhela estar con Cristo (Fil 1:23). Así como el esposo corteja a su esposa con palabras (4:1-16; Ef 5:26), también Cristo nos busca con su Palabra (Jn 10:27). Así como el amor de un esposo y una esposo debe ser indeleble (8:7), así también nada puede separarnos del amor de Cristo Jesús nuestro Señor (Ro 8:37-39). Por siglos, el pueblo judío leyó el Cantar de los Cantares en voz alta en preparación para la Pascua. ¿Por qué hacían esto? Porque en el Cantar de los Cantares ellos vieron más que sabiduría para la vida marital, vieron algo del amor pactual de Dios con su pueblo: «Porque tu esposo es tu Hacedor, el Señor de los ejércitos es su nombre; y tu Redentor es el santo de Israel» (Is 54:5).  

Encuentra aquí la serie completa "Predicando toda la Biblia".

Este recurso fue publicado originalmente en 9Marks. | Traducción: María José Ojeda

[1] Louis Berger, Freud: Darkness in the Midst of Vision [Freud: la oscuridad en medio de la visión] (Wiley & Sons, 2000).

[2] Esther Perel, The State of Affairs: Rethinking Infidelity [El estado de las aventuras amorosas: volviendo a plantear la infidelidad] (Harper, 2017).

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Sé una persona que comparte el Evangelio con los que tiene más cerca

«El propósito de la hospitalidad es forjar relaciones lo suficientemente fuertes como para soportar el peso de la verdad» —Dustin Willis y Brandon Clements * * * * * Nunca olvidaré a Andrew. Él llegó a la iglesia hace muchos años. Vino desde el Reino Unido y no planeaba quedarse en los Estados Unidos por mucho tiempo. Andrew era joven, soltero y vivía en un pequeño departamento. Tenía toda excusa para no ser un buen prójimo. Sin embargo, es uno de los hombres más hospitalarios que he conocido. Con regularidad recibía en su casa a sus colegas, a sus vecinos y a los miembros de la iglesia. En su último domingo aquí, le pregunté a la congregación de la tarde si alguna vez habían ido a la casa de Andrew. Casi todas las manos se levantaron. En una pequeña pero importante manera, Andrew marcó una diferencia. Al abrir su casa y compartir su vida, él ayudó a otros a ver la prioridad del Señor Jesucristo. Él es un prójimo que comparte el Evangelio con los que tiene cerca. Todo cristiano quiere marcar una diferencia. Es parte de nuestro ADN espiritual. Sabemos la gran necesidad de salvación de la humanidad, por lo que anhelamos ver a nuestros amigos responder al Evangelio en arrepentimiento y fe. Sin embargo, si somos honesto, admitamos que luchamos en esta área. Sabemos que nuestros amigos necesitan las buenas noticias, pero nos cuesta mucho abrir nuestros hogares y nuestras bocas para dar a conocer el Evangelio. Con demasiada frecuencia, somos como una empresa postal que no parece dejar la entrada. Ser un buen prójimo es un componente crucial para ser un evangelista fiel. Todos debemos aspirar a ser prójimos que comparten Evangelio con los que tiene cerca. Pero primero, quisiera evaluar un par de maneras típicas en las que medimos el éxito evangelístico.

Los parámetros del éxito

Es tentador equiparar el evangelismo saludable con resultados. Hace poco escuché a un líder cristiano lamentarse por la falta de bautismos en nuestro estado. Asumió que esto se debía a que no estamos evangelizando lo suficiente (¡y podría estar en lo correcto!). Sin duda, puesto que Dios es el dador de vida, un descenso en el número de bautismos no necesariamente se debe a la falta de evangelismo. Después de todo, plantamos las semillas por medio del evangelismo y depende de Dios dar el crecimiento en conversión y luego en bautismo (ver 1Co 3:6). Por lo tanto, no creo que un «número de bautismos» sea el mejor parámetro para evaluar nuestro compromiso con el evangelismo. En lugar de contar el número de bautismos, debemos contar la cantidad de veces que hemos compartido el Evangelio en una semana específica. Contar las conversaciones evangelísticas es un parámetro mucho mejor. Nos recuerda que aunque la salvación está en las manos del Señor, debemos contarle a las personas de Jesús (Ro 10:14). ¿Debería yo, como pastor, desafiar a cada miembro de la iglesia a compartir el Evangelio una vez al día? Estoy pensando en eso y sí, creo que la frecuencia de las conversaciones evangelísticas es un mejor cálculo de nuestra salud espiritual que el número de bautismos que registramos. Sin embargo, existe una mejor manera. Además de orar por bautismos y animar a tener mayor cantidad de conversaciones evangelísticas, los cristianos fieles buscarán abrir sus vidas y hogares en la práctica bíblica de la hospitalidad. Me encanta como lo dicen Dustin Wills y Brandon Clements: «La manera más simple de cambiar el mundo es aprovechar tu vida común y corriente para la historia de la misión radical de la hospitalidad de Dios»[1].

¿Es bíblico estar cerca de otras personas?

Una cantidad de pasajes en el Nuevo Testamento nos llaman a ser buenos prójimos. La más obvia es la parábola del Buen Samaritano (Lc 10:25-37). Los cristianos deben mostrar misericordia por quienes no son tomados en cuenta y son despreciados. Todo cristiano debe tener un disposición como la de Cristo ante todos: amar alegremente aquellos en necesidad. Este es el espíritu de la primera mitad de Gálatas 6:10 donde Pablo le dice a las iglesias, «hagamos bien a todos». Esto se aplica a los refugiados sirios alrededor del mundo, al hombre indigente de la ciudad, a la solitaria viuda y a la ocupada joven familia que vive justo al lado. El requisito para la hospitalidad llega al centro de ser prójimo. Es incluso una cualidad del liderazgo de ancianos. Cualquier hombre que quiera pastorear el rebaño de Dios debe ser hospitalario (1Ti 3:2; Ti 1:8). Al describir el llamado de un anciano, Alexander Strauch nota, «Un hogar abierto es una señal de un corazón abierto y de un espíritu de servicio amante y abnegado. La falta de hospitalidad es señal segura de un cristianismo egoísta, sin vida y sin amor»[2]. Aunque Staruch aplica esta cualidad a la hospitalidad dentro del cuerpo de Cristo, existen buenas razones para pensar que Pablo tenía la intención de abordar una visión más amplia. Por ejemplo, el autor de Hebreos nos exhorta a «mostrar hospitalidad, porque por ella algunos, sin saberlo, hospedaron ángeles» (Heb 13:2). Como Pablo, él está muy preocupado de que la hospitalidad se lleve a cabo dentro de la iglesia. Podría estar exhortando a los creyentes a abrir sus casas a los cristianos viajeros. Sin embargo, el lenguaje es lo suficientemente amplio para incluir a aquellos que no conocen al Señor[3]. Pablo tiene un mensaje similar en Romanos 12:13-14: «contribuyendo para las necesidades de los santos, practicando la hospitalidad. Bendigan a los que los persiguen. Bendigan, y no maldigan». Pablo le exige a todos un espíritu de generosidad: al hermano o hermana, al extraño e incluso ¡al enemigo! Los pastores y los cristianos fieles por igual lucharán para ser buenos prójimos. Abrirán sus casas a las personas que los rodean. Tal hospitalidad no existe sin un costo (toma tiempo y dinero). Si el costo parece alto, recuerda las palabras de nuestro Salvador en Lucas 9:23, «Si alguien quiere seguirme, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día y sígame». Sí, estar cerca de otras personas en el Evangelio es bíblico.

¿Cobarde en tu vecindario?

Ser vecinos en el Evangelio es importante. Solo para estar claros, oro para que se den toneladas de conversaciones evangelísticas espontáneas en la semana. No solo eso, animo a los cristianos a invitar a sus amigos no cristianos a los servicios dominicales. Estas reuniones públicas son un buen lugar para escuchar Evangelio. Sin embargo, temo que si abandonamos el trabajo duro de ser vecinos en el Evangelio, cualquier cultura de evangelismo que construyamos será demasiado pobre y superficial. Ser vecinos en el Evangelio hace que nuestro evangelismo sea robusto y profundo. Aunque es genial compartir el Evangelio con cualquier persona que conozcas (la Palabra de Dios es suficiente para salvar) es apropiado compartir el Evangelio en el contexto de relaciones estables. Ser vecinos en el Evangelio es lucha para hacer ese tipo de relaciones una realidad. Si los pastores son fieles en compartir el Evangelio en la reunión dominical de la mañana, pero no son fieles con hacer a Cristo conocido en sus cuadras, ¿son realmente evangelísticos? Como desafía el citable pastor de Dallas Matt Chandler, «si eres una bestia en el púlpito, pero un cobarde en tu vecindario, algo no anda bien». Sin embargo, esto no es una crítica para los pastores. Todos nosotros necesitamos oír esto. Si estás dispuesto a enganchar en una conversación de diez minutos con el conductor de Uber, pero no estás dispuesto a invertir en las personas que Dios plantó en tu familia, en tu trabajo o en tu vecindario, ¿eres verdaderamente un evangelista fiel? No lo creo.

Un desafío y una advertencia

El desafío es para que cada iglesia y cristiano vea la importancia de comprometernos con nuestros prójimos: las personas que Dios ha puesto específicamente en nuestras vidas. Ya sea una casa por la que pasamos en la mañana todas las mañanas o un colega con el que hablamos todos los días. La fría y dura verdad es que muchos de nosotros ni siquiera sabemos quién vive al lado de nuestra casa. Jay Pathak y Dave Tunyon en su libro, The Art of Neighboring [El arte de ser vecino], idearon un ingenioso ejercicio para ver cuán bien conoces a tus vecinos. Dibuja una tabla con nueve cuadrados (piensa en el juego del gato) y marca tu casa en el centro. Los otros cuadrados son los ocho vecinos más cercanos de tu edificio, residencia universitaria o cuadra. En cada cuadrado, anota tres datos sobre cada vecino: primero, su nombre; segundo, un hecho simple (por ejemplo, «trabaja en la tienda del centro» o «mamá de tres niños»); tercero, un detalle (por ejemplo, «quiere ser abogado» o «tiene experiencia con la religión». Pathak y Runyon denominan esto «la tabla de la vergüenza» porque muy pocos podemos pasar la primera pregunta[4]. Ves el desafío, ¿cierto? Es difícil tener conversaciones significativas sobre cualquier cosa con tus vecinos si en realidad no los conoces. La advertencia es igual de importante. No debemos tratar a nuestros prójimos como proyectos. No son máquinas que necesiten ajustar sus controles antes de que se sobrecalienten. Preocúpate por las personas por quienes son (portadores de la imagen de Dios) y no simplemente por quienes podrían convertirse (nuestros hermanos y hermanas en Cristo)[5]. Esta es una tensión que siento cuando miro mi calendario. La vida está ocupada y quiero ser un buen administrador de mi tiempo. No estoy buscando amistades profundas con personas que no conocen a Cristo. Y sin embargo, si no hago espacio para mis prójimos no creyentes, ¿estoy realmente viviendo el gran mandamiento (Mt 22:37-38), mucho menos la Gran Comisión (Mt 28:19-20)? Y si los atraigo solo porque un día podrían ser hijos de Dios, ¿no arriesgo verlos como una batalla que debe ser ganada en lugar de un vecino que debe ser servido? Eso creo. El desafío es conocer a tus prójimos. La advertencia es tener cuidado de tratarlos como objetos que necesitan ser arreglados en lugar de verlos como personas que necesitan ser amadas.

El objetivo final

Como cristiano, no puedo negar cuánto anhelo que mis vecinos y prójimos sepan lo que yo sé: Jesucristo es Señor. Hemos sido hechos para conocer y amar a Dios. Todos nosotros fallamos y merecemos un castigo eterno. Sin embargo, Dios, en su amor, hizo una vía de escape. El Padre envió al Hijo al mundo. Jesús vivió una vida perfecta y, por lo tanto, podía morir como un perfecto sacrificio en lugar de todo aquel que se volviera y confiara en él. Este es el Evangelio, es el centro de mi vida y es lo que quiero que quienes me rodean escuchen y crean. Este no es el único el objetivo de un buen vecino, sino que es el objetivo final. Valoro cómo Willis y Clement muestran este punto:
Claramente el objetivo de la hospitalidad es más que meramente invitar a alguien a nuestro hogar, compartir una buena comida y un par de historias y llamarla una gran noche. Somos misioneros, después de todo. Pablo nos recuerda que «somos embajadores de Cristo, como si Dios rogara por medio de nosotros» (2Co 5:20). El pastor Charles Spurgeon dijo, «todo cristiano… o es un misionero o es un impostor»[6].
Quiero compartir a Cristo con el conductor de Uber, con el camarero y con cualquiera que se cruce en mi camino. No obstante, quiero ser especialmente fiel con aquellos que Dios ha puesto en mi vida. Ellos son mis prójimos más cercanos y tengo la responsabilidad única de mostrarles a Cristo. Además, ¡no quiero ser una bestia en el púlpito y un cobarde en mi vecindario! Estoy seguro de que tú tampoco.

Avanzancemos

¿Cómo puedes (y puedo) crecer en ser un prójimo en el Evangelio para la gloria de Dios? A continuación, comparto diez imperativos que oro para que Dios los use y así nos lleve en la dirección correcta. 1. Nombra a las personas que Dios ha puesto a tu alrededor. Esto vuelve a la «tabla de la vergüenza» mencionada en el Art of Neighboring [El arte de ser vecino]. Date un par de semanas o incluso meses, pero haz todo lo que puedas para descubrir quién está a tu alrededor. 2. Comienza a orar por tus vecinos y prójimos por nombre. Sé como esa viuda persistente de Lucas 18. Ruega a Dios para que abra puertas (1Co 16:9). Él puede hacerlo. 3. Haz estrategias para ver formas en las que puedes acogerlos en tu vida. El libro The Simplest Way to Change the World: Biblical Hospitality As a Way of Life [La manera más simple de cambiar al mundo: la hospitalidad bíblica como una forma de vivir] está lleno de maneras prácticas y fáciles en las que puedes abrir tu hogar a tus vecinos y prójimos. Es una buena lectura. Habrá que esforzarse para descubrir si necesitas pasar más tiempo yendo a las reuniones del vecindario o simplemente abriendo tu casa una vez al trimestre para un asado. Puede ser que ya tengas una relación con alguno de tus vecinos que puedas desarrollar. ¿Es tiempo de ver quién está interesado en leer la Biblia contigo? 4. Acoge a tus vecinos y prójimos en tu vida. Al menos para mí, la parte más difícil no es ser estratégico en cómo tener vecinos y prójimos de visita en mi casa, sino que hacerlo concretamente. Para algunos de ustedes, esto es muy fácil. Para muchos de nosotros, es difícil. Esto puede deberse a la falta de tiempo, de energía y de coraje. ¡Necesitarás todas ellas! 5. Ámalos por quienes son. De nuevo, con el fin de ser un prójimo del Evangelio, el evangelismo no debiese ser tu único objetivo. Disfruta, conociendo a quienes te rodean. Hazles preguntas. Encuentra formas de servirlos y de pasar tiempos juntos. Ellos son portadores magníficos de la imagen de Dios. No sabes su futuro, así que intenta amarlos donde estén. 6. Sé consistente. Queremos aspirar a ser vecinos y prójimos en el Evangelio hasta que el Señor regrese. Comprometámonos a largo plazo. Esto podría requerir establecer objetivos de hospitalidad bastante sencillos. Mejor hacer poco por un largo tiempo que sobrecargarte por un mes. 7. Busca rendir cuentas. ¿Tienes un hermano o hermana cristiana que te desafíe a leer tu Biblia y a orar fielmente? Considera pedirle que te anime en la disciplina de hospitalidad también. 8. Comparte tu mayor amor. Si eres un cristiano, lo que más amas es a Cristo. Punto. La forma en que compartes el Evangelio con quienes te rodean requiere sabiduría. De nuevo, no quieres que se sientan como proyectos. Sin embargo, tampoco quieres quedarte en silencio por demasiado tiempo. Willis y Clements son amablemente honestos: «Sí, mientras das el valiente paso de compartir las buenas noticias podrías sentirte nervioso y reacio por miedo a ser rechazado, pero entiende que el Evangelio que tienes es tan atractivo para los que sufren y viven justo al lado de ti»[7]. Tan cierto. 9. Mantén lo primero como lo primero. Todos sabemos que alguien que se enfoca demasiado en el discipulado descuida el evangelismo. Esto no es bueno. Sin embargo, no olvidemos el mandamiento completo de Pablo en Gálatas 6:10, «Así que entonces, hagamos bien a todos según tengamos oportunidad, y especialmente a los de la familia de la fe». Pablo priorizó a la iglesia local. Esto es seguro porque él recordó las palabras de Cristo, «En esto conocerán todos que son mis discípulos, si se tienen amor los unos a los otros» (Jn 13:35). Ser un prójimo fiel comienza con ser un miembro fiel de la iglesia. 10. Descansa. ¿Recuerdas a Andrew, el joven que abría su departamento literalmente a docenas de amigos? No todos somos como Andrew. Para él parecía natural. Afortunadamente, nuestra esperanza no está en ser como Andrew. Nuestra confianza está en Dios quien nos creó a cada uno de la manera que él quiso que fuéramos. Nuestro éxito en ser prójimos del Evangelio, por lo tanto, no depende de nuestro encanto, de nuestra capacidad para hacer una fiesta ni siquiera de nuestra perseverancia. Viene del poder del Espíritu de Dios que exalta al HIjo de Dios conocido por el bien de la gloria de Dios. Debido a esto, incluso mientras nos esforzamos por ser un prójimo del Evangelio, podemos descansar.
Este recurso fue publicado originalmente en 9Marks. | Traducción: María José Ojeda

[1] Dustin Willis y Brandon Clements, The Simplest Way to Change the World: Biblical Hospitality As a Way of Life [La manera más simple de cambiar al mundo: la hospitalidad bíblica como una forma de vivir] (Chicago: Moody, 2017), 143.

[2] Alexander Strauch, Liderazgo bíblico de ancianos: un urgente llamado a restaurar el liderazgo bíblico en las iglesias (Littleton, CO: Lewis & Roth, 2001), 201.

[3] «En el versículo 2, el autor enseña que este amor fraternal debe extenderse incluso más allá de la iglesia». R. Albert Mohler Jr., Christ-Centered Exposition Commentary: Exalting Jesus in Hebrews [Un comentario expositivo centrado en Cristo: exaltando a Jesús en Hebreos] (Nashville: B&H Publishing, 2017), 220.

[4] Jay Pathak and Dave Runyon, The Art of Neighboring: Building Genuine Relationships Right Outside Your Door [El arte de ser vecino: construyendo relaciones genuinas justo fuera de tu puerta (Grand Rapids: Baker Books, 2012), 37–38.

[5] Ibíd., 102.

[6] Dustin Willis y Brandon Clements, The Simplest Way to Change the World: Biblical Hospitality As a Way of Life [La manera más simple de cambiar al mundo: la hospitalidad bíblica como una forma de vivir] (Chicago: Moody, 2017), 119.

[7] Ibíd., 121.

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¿Por qué los pastores deben preocuparse de su santidad?
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¿Por qué los pastores deben preocuparse de su santidad?

«Mantenerse en guardia» debe ser el grito de guerra de cada pastor. «El verdadero cristiano es llamado a ser un soldado», escribió J.C. Ryle, «y debe comportarse como tal desde el día de su conversión hasta el día de su muerte»[1]. Los pastores enfrentan un montón de tentaciones. Todas ellas son comunes (holgazanería, lujuria y enojo). Algunas se hacen más agudas por la naturaleza única del trabajo del pastor (sobresalen el orgullo, el descontento y la impaciencia). Este artículo es una orden para que cada pastor siga al pie del cañón. ¿Por qué debe un pastor preocuparse de su santidad personal? A continuación, les comparto tres respuestas francas.

1. Porque cada pastor es un cristiano

La batalla contra el pecado está perdida cuando el pastor piensa que está en una clase separada, inmune a la guerra espiritual que todos los creyentes enfrentan. Ante todo, él debe verse a sí mismo como un cristiano que debe perseverar hasta el final. La Escritura es clara. Cada creyente es una nueva creación y debe vivir una vida nueva y santa (2Co 5:17). Como un árbol, el verdadero creyente debe dar fruto verdadero (Ro 7:4). El cristiano real está muerto a su pecado y no puede vivir en él (Ro 6:2). Después de todo, el injusto no heredará el Reino de Dios (1Co 6:9). La justicia del cristiano es el plan eterno de Dios quien ordenó la santidad para cada uno de sus elegidos (Ef 1:4). Pastor, conoces mejor que nadie la tentación de meramente parecer piadosos (2Ti 3:3). Cada semana, estás de pie ante una congregación que espera que ejemplifiques la virtud cristiana. No te excuses de la lucha, ni por un segundo. La santidad no es una máscara que nos ponemos; es un camino por el que andamos. Esto es verdad para el pastor porque es verdad para cada cristiano.

2. Porque cada pastor es un ejemplo

Aunque cada pastor es ante todo un cristiano, no hay duda de que el pastor es un cristiano líder. Él debe guiar en santidad, modelando para la iglesia cómo se ve un discípulo de Jesucristo. Él debe mantenerse más alerta contra el pecado, más consciente de su tentación y más comprometido con su santidad personal. La iglesia fundamentalmente depende de Cristo y de su obra expiatoria. Esta es la principal verdad. Sin embargo, en un grado menor, pero todavía muy real, la iglesia cuenta con la fidelidad del pastor. Encontramos, por ejemplo, requisitos especiales en la Escritura para que los pastores sean piadosos. Pablo les ordenó a los ancianos de Éfeso y, por ende, a todos los ancianos que «tengan cuidado» de sus propias vidas (Hch 20:28). Pablo llamó santa, justa e irreprensible a la vida del ministro (1Ts 2:10). Él exhortó a Timoteo a tener una «buena conciencia» (1Ti 1:5, 19) y le advirtió a este joven pastor respecto a participar en el pecado de otros (1Ti 5:22). Pablo recapituló su consejo al afirmar que el pastor debe huir del pecado y «[seguir] la justicia» (1Ti 6:11). Los cristianos no aprenden a cómo ser santos simplemente al leer la Biblia. Ellos deben mirar el ejemplo establecido por su pastor. Pablo le dijo a los corintios, a los filipenses y a los tesalonicenses que lo imitaran a él (1Co 4:16-17; 11:1; Fil 4:9; 1Ts 1:6; 2Ts 3:7-9). Él le dijo a Timoteo que fuera un ejemplo para los efesios «en palabra, conducta, amor, fe y pureza» (1Ti 4:12). Él instruyó a Tito a ser «un ejemplo de buenas obras» (Tit 2:7). Él hizo listas especiales de requisitos para los ancianos que comienzan con el llamado a «ser irreprochable» (1Ti 3:1-7; Tit 1:6-9). De hecho, la expectativa del Nuevo Testamento es que los ancianos sean tan conocidos por su santidad que sea ridículo aceptar una acusación contra ellos a menos que haya múltiples acusadores (1Ti 5:19). Dicho de manera simple, el llamado al ministerio pastoral es un llamado a la santidad. Si dudas de esto por un momento, considera lo que dice 1 Timoteo 4:16: «Ten cuidado de ti mismo y de la enseñanza. Persevera en estas cosas, porque haciéndolo asegurarás la salvación tanto para ti mismo como para los que te escuchan». Tenemos razón en atribuir la salvación solo a Cristo, pero si no consideramos el rol del pastor, hemos aminorado el cargo que tenemos el privilegio de ocupar. Juan Calvino abordó esta inusual realidad:
Un pastor se entusiasmará más cuando se le diga que tanto su salvación como la de las personas que lo escuchan dependen de la devoción a su oficio. ... Solo Dios salva y ninguna parte de su gloria puede ser traspasada a los hombres. Sin embargo, la gloria de Dios no es disminuida en lo absoluto cuando emplea los esfuerzos de los hombres para conferir la salvación. …Solo Dios es el autor de la salvación, pero esto no excluye el ministerio de los hombres, puesto que el bienestar de la iglesia depende de ese ministerio[2].
Hermanos, hagámosle caso al mandato de Pablo: «Ten cuidado de ti mismo». No dejes que pase un día sin rogarle a Dios que te llene hasta rebosar del fruto de su Espíritu Santo. Esta santidad es requerida no solo para nuestro bien, sino que para el bien de la iglesia que Dios te ha dado para liderar.

3. Porque cada pastor es un intercesor

Después de instruir a los enfermos que le pidan a los ancianos que oren por ellos, Santiago dice que la santidad es un combustible de una oración efectiva: «La oración eficaz del justo puede lograr mucho» (Stg 5:16). Es por esto que Pedro le ordena a sus lectores a «que, para orar bien, manténganse sobrios y con la mente despejada» (1P 4:7, NVI). Para orar bien. Lee completamente el Nuevo Testamento y rápidamente encontrarás que Dios usa las oraciones de los líderes cristianos para hacer crecer sus iglesias. Pablo oró para que la congregación en Filipos tuviera un amor que abundara «aún más y más en conocimiento verdadero y en todo discernimiento» (Fil 1:9). Él oró para que los efesios fueran «fortalecidos con poder» y «cimentados en amor» y «llenos hasta la medida de toda la plenitud de Dios» (Ef 3:14-19). Él oró para que los colosenses fueran «llenos del conocimiento de [la] voluntad [de Dios]» (Col 1:9) y para que los tesalonicenses «anduvieran como es digno del Dios que los ha llamado» (1Ts 2:12). Mientras escribo estas palabras en el año 2020, algunas iglesias están recién comenzando a reunirse después de la cuarentena impuesta debido a la COVID-19. La soledad está muy extendida. La mayoría de las iglesias están luchando con saber cómo responder a los asesinatos de las personas afroamericanas y las protestas subsiguientes. Estoy siendo testigo de acusaciones de obrerismo y racismo. La iglesia está dolida. Casi veinte años atrás, D.A. Carson enumeró varias necesidades urgentes que la iglesia enfrenta. Al principio de la lista él puso la falta de atención a Dios: «no estamos capturados por su santidad y amor; sus pensamientos y palabras capturan muy poca de nuestra imaginación, muy poco de nuestro discurso y demasiado poco de nuestras prioridades». Conocer a Dios, insistió Carson, fue nuestro desafío más grande. Él argumentó que la principal manera de abordar este problema es «la oración espiritual, persistente y bíblicamente dispuesta»[3]. No podría estar más de acuerdo, pero haría una recomendación adicional. Necesitamos pastores santos que sean ejemplo de la oración. No tengo todas las respuestas para los graves problemas de hoy, pero estoy convencido de que parte de la solución es que hayan pastores de rodillas. Sí, la iglesia necesita hombres de Dios predicando el Evangelio. Necesitamos pastores/teólogos confrontando argumentos que menosprecian la expiación sustitutoria penal. Necesitamos tratar las implicancias del Evangelio a medida que se relacionan con temas de racismo. Sin embargo, Dios solo bendecirá este trabajo si hay pastores que han sido tan cambiados por el Evangelio que son «sobrios y con la mente despejada» para el bien de sus oraciones y la salvación de sus iglesias. Hermano pastor, ¿te importa la santidad? Yo supongo que sí, de otra manera, ¡no habrías llegado al final de este artículo! Por favor, no dejes de preocuparte. Mantente en guardia. Sigue adelante contra tu pecado desde este día hasta el de tu muerte.
Este recurso fue publicado originalmente por 9Marks.

[1]  J. C. Ryle, Santidad: su naturaleza, sus obstáculos, dificultades y raíces (Florida: Chapel Library, 2015), 70.

[2] John Calvin, 1 & 2 Timothy in The Crossway Classic Commentaries, ed. Alister McGrath and J. I. Packer (Wheaton, Ill.: Crossway, 1998), 78 [Traducción propia].

[3] D. A. Carson, A Call to Spiritual Reformation: Priorities from Paul and His Prayers (Grand Rapids, Mich.: Baker Books, 1992), 15–16.