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RESEÑA: EL CASO DE CRISTO
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RESEÑA: EL CASO DE CRISTO

El caso de Cristo debiese ser una lectura obligatoria para todos los cristianos. Una afirmación atrevida, lo sé, pero es realmente un libro increíble. Definitivamente, no diría que es el mejor libro que he leído en toda mi vida, tampoco el más profundo. Sin embargo, lo que hace este libro, y lo hace muy bien, es explicar de una forma clara e inequívoca la evidencia de que Cristo existió y que fue qué y quién exactamente él dijo que era. El libro es el resultado de la investigación del periodista Lee Strobel para descubrir la verdad sobre Jesús. Su búsqueda comienza con la conversión al cristianismo de su esposa. Strobel era un acérrimo ateo, él notó que la vida de su esposa empezó a cambiar y por medio de su silencioso testimonio él comenzó a darse cuenta que algo real le había pasado a ella en su vida. Entonces, usando sus habilidades como periodista, se dispuso a descubrir quién era verdaderamente Jesús. Aunque Strobel leyó muchos libros y revistas que tratan sobre Jesús, El caso de Cristo es en esencia un registro de sus entrevistas con trece distinguidos académicos, cada uno de ellos es un experto en diferentes áreas relacionadas con Jesús. Strobel examinó, dentro de otras cosas, la vida de Jesús, quién dijo Jesús que él era, quién decían otros que era Jesús y la precisión de las Escrituras. Su análisis es minucioso y decisivo y finalmente deja que el lector decida qué hacer con la evidencia. Este libro está muy bien escrito y se puede estudiar semanalmente en un curso o se puede leer en un par de tardes. Es una lectura fantástica para cristianos que están interesados en aprender más sobre los orígenes, la precisión y la naturaleza única de la Biblia. También es una excelente elección para cualquiera que busque conocer más sobre el cristianismo y desee comenzar un análisis del caso de Cristo.

El caso de Cristo: una investigación exhaustiva. Lee Strobel. Editorial Vida, 316 páginas.

Esta reseña fue publicada en Tim Challies.
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RESEÑA: RADICAL

Nota del editor: Radical es un libro que, traducido del inglés, fue introducido en Latinoamérica acompañado de una gran publicidad. Como resultado, su llegada fue particularmente aclamada, pero para el lector atento resultó evidente que la obra surge de —y hasta cierto punto, va dirigida a— un contexto bastante diferente al nuestro. Tim Challies, autor de esta reseña, es canadiense, y como un agudo lector y observador de su entorno, nos ha parecido la persona indicada para evaluar el libro desde la realidad en que fue escrito. Esperamos que, para los lectores de Acceso Directo, su perspectiva resulte esclarecedora. 13 de julio de 2011 Lo que sea que David Platt esté vendiendo, la gente lo está comprando. Según el último conteo, se estaban imprimiendo 750.000 copias de Radical luego de haber estado en la lista de best sellers del New York Times por 52 semanas, ¡lo cual no es un logro menor! Para ser francos, todo autor sueña con este tipo de logro. Radical es un libro que habla sobre el escape de la depresión que provoca el sueño americano. Este sueño (compartido por casi todo el mundo occidental desarrollado y, en consecuencia, aplicable a este canadiense) nos llama a la complacencia, a una vida de comodidad y facilidad. Vivimos en grandes casas, conducimos buenos automóviles y adoramos en iglesias multimillonarias construidas a la medida alrededor de todos nuestros programas favoritos. Donamos una parte de nuestra riqueza —aquella con la cual gran parte del mundo sólo puede soñar— pero vivimos con gran comodidad. Ocasionalmente, nos conmovemos con imágenes de niños sufriendo hambruna o relatos de la obra de Dios en tierras extranjeras. Sin embargo, rápidamente lo olvidamos y continuamos con nuestras vidas aumentando nuestros bienes personales y llenando de cosas nuestras casas. Todo es muy aburrido: nacemos con riqueza (al menos, en comparación con el resto del mundo), vivimos vidas acomodadas y luego morimos, dejando nuestra riqueza a la siguiente generación. Con este trasfondo, no es tan difícil que nos estimulen; no es díficil lograr que los cristianos quieran despertar y hacer algo mejor, algo que parezca tener más valor, algo incluso radical. Aquí es donde entra David Platt y donde cientos de miles de personas están absorbiendo ansiosamente su mensaje. Antes de comenzar a leer Radical, supuse que sólo sería uno más de una larga lista de libros basados en una débil teología. No obstante, me encantó descubrir que una de las grandes fortalezas de este libro es su firme base en el evangelio. Platt pasa un buen rato discutiendo el evangelio, el verdadero, y llamando al lector a abrazarlo y vivirlo como una verdad. Y luego, sobre la base de ese evangelio, llama al lector a ser radical, y a dejar el sueño americano, un sueño que está tan vivo dentro de la iglesia como fuera de ella. Es un mensaje poderoso que cae en oídos deseosos de escucharlo. A través del libro, Platt busca mostrar cómo los cristianos han sido atraídos por el sueño americano y cómo éste ha influenciado nuestra teología y práctica. “En muchas áreas, hemos abrazado ciega e inconscientemente valores e ideas que son comunes en nuestra cultura pero opuestos al evangelio [que Jesús] enseñó”. Admite que tiene más preguntas que respuestas y que ve muchas desconexiones en su propia vida, una humildad que le favorece. Ni el autor ni el lector desconocen que Platt es pastor de una megaiglesia que vive con los mismos lujos comparativos que la mayoría de nosotros disfruta. Cuando termines de leer Radical, te sentirás lleno de energía; estarás listo para vender tu casa, regalar tu auto, y abandonar el sueño americano para cruzar el mundo misionando. Sin embargo, esta es la cuestión: mejor hazlo rápido porque, probablemente, después de unas semanas todo volverá a la normalidad —regresará a lo común y corriente—. Platt te entusiasmará con su libro. Eso es bueno, o al menos puede serlo. No obstante, en medio de toda la emoción, me preocupa que ésta produzca una fatiga con respecto a sí misma. Después de todo, Radical está lejos de ser un libro único en su tipo —ese tipo de libro que busca remecer a la iglesia occidental para que haga algo más; algo . . . bueno, radical—. Lee Haz cosas difíciles, Loco amor, Radical y los demás; todos te dejarán motivado. Sin embargo, la realidad es que, para la gran mayoría de nosotros, nuestras vidas no serán muy diferentes al cabo de dos semanas, dos meses, o dos años. No es que los libros sean malos sino que aportan poco a medida que pasamos de la fantasía a la realidad y de lo abstracto a lo personal. En medio de la lectura de un libro es bastante fácil decir “lo voy a dejar todo”, pero luego te das cuenta de que tu esposa no ha leído el libro y no está tan entusiasmada como tú. Después te das cuenta de que tienes hijos y de que arrastrarlos por el mundo podría afectarlos profundamente. Luego, te percatas de que ya han pasado seis meses y aún no has hecho nada. En efecto, el entusiasmo ha pasado y te das cuenta de que la vida no es tan mala. Puede que algo de culpa persista, pero has comprendido que no es tan fácil apartarse de todo esto. Y tampoco conservas la convicción de que sea realmente necesario. Por lo tanto, creo que tengo varias aprensiones con el libro —por el hecho de que es un libro bien escrito, desarrollado sobre la base del evangelio, y que es muy persuasivo y emocionante—. No es la clase de aprensiones que equivalgan a decir “¡No leas el libro!”; más bien, son del tipo que me hace preguntarme si disfrutamos leer estos libros más de lo que disfrutamos aplicarlos. En primer lugar, creo que nuestros intentos de vivir en forma radical pueden ignorar el interés que la Biblia tiene en que nuestro carácter sea radicalmente piadoso. No cabe duda de que Dios me ha llamado a vivir sacrificial y generosamente. Sin embargo, mi primer deber es conocer a Dios, ser moldeado por Él y a partir de eso predicar el evangelio viviéndolo como una verdad. He sido llamado a hacer todo esto en el lugar exacto en que el Señor me ha puesto. Esto significa que tiene gran dignidad y valor hacer todo lo que yo quiera hacer, guste de hacer, y honre a Dios al hacerlo. No todos tenemos que ser misioneros ni evangelistas en el extranjero; no todos tenemos que mudarnos a tierras lejanas. Principalmente, podemos (¡y debemos!) honrar a Dios en lo que sea que Él nos haya encargado hacer. Me preocupa el hecho de que es difícil leer este libro y creer su mensaje sin sentir que una vida normal deshonra a Dios. Tal vez necesitamos recobrar una mejor doctrina de la vocación antes de estar listos para el mensaje radical. Quizás necesitemos aprender a ser fieles en nuestros propios barrios antes de creer que seremos fieles en otras cosas. En segundo lugar, creo que sería bueno lidiar con algunas de las difíciles preguntas referidas a las finanzas. Esta es una de las grandes tensiones que supone vivir en este lugar del mundo. Pagar 300 dólares por un automóvil puede sonar vergonzoso si se considera que, para muchas personas, esa es la cantidad de dinero con la que viven un año entero. Sin embargo, también es la realidad —necesitamos automóviles y eso es lo que cuestan en nuestro contexto—. Podemos sentir que somos malos por gastar 20.000 dólares en un automóvil, pero eso es, sencillamente, lo que cuestan. La solución simple es conducir automóviles en estado deplorable y enviar tanto dinero como podamos a las misiones en el extranjero. Sin embargo, no es tan simple. Los países del Tercer Mundo no necesitan dinero; necesitan una infraestructura económica que pueda generar riqueza. Ayudar a los pobres no es tan simple como darles dinero —algo para tener en cuenta cuando se nos acerque un mendigo en la calle—. Este es el tipo de cosas con las que me encuentro luchando. Quizás por esto Platt dice que tiene más preguntas que respuestas. Al terminar, yo también las tuve. Me encanta el llamado a una vida radical y pienso que sería bueno que la iglesia occidental fuese sacudida; es sólo que no estoy convencido de que este libro y los de su misma línea nos estén ayudando a responder las preguntas más complejas, aun si las respuestas son difíciles de encontrar. Leer Radical tiene un valor genuino, estoy seguro de ello. Sin embargo, podría ser mejor no leerlo si ya has leído varios otros libros del mismo estilo. Quizás sería mejor volver a leer uno de ellos y preguntarnos: “¿Qué es lo que realmente he hecho al respecto?” Tarde o temprano, o tenemos que actuar o tenemos que descubrir si tal vez necesitamos abordar la radicalidad de una manera totalmente distinta. Si lo mejor que vas a sacar de Radical es un entusiasmo pasajero seguido de un largo tiempo de culpa o desinterés, hay dos opciones: o el mensaje es errado o tu aplicación de él lo es.

Radical. David Platt. Editorial Unilit, 205 páginas.

Esta reseña fue publicada originalmente en Tim Challies.
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RESEÑA: LOCO AMOR

Hoy en día, existen muchas críticas sobre la iglesia de Estados Unidos.

Las criticas vienen tanto desde adentro como desde afuera; de aquellos que aman la iglesia y de aquellos que la odian. Todos sabemos que hay algo que no está bien, ¿pero qué es? En muchos casos la receta es la misma mientras que la cura varía ampliamente. En su primer libro Loco amor, Francis Chan, Pastor de Cornerstone Church en Simi Valley, California, orador habitual en Passion Conferences y otros eventos y quien grabó el video evangelístico “Detente y piensa”, en el cual él camina kilómetros sosteniendo una tabla de surf y toma su oportunidad de desafiar a la iglesia. “Este libro”, dice, “está escrito para quienes quieren más de Jesús; es para quienes están aburridos con lo que ofrece el cristianismo estadounidense; es para quienes no quieren estancarse, quienes preferirían morir antes de que mueran sus convicciones”. Es un libro que está pensado para cambiar la forma en que los cristianos viven sus vidas. Existen dos formas de criticar la iglesia: podemos criticar desde el amor o desde la repulsión. Chan está comprometido a criticar a la iglesia como un acto de amor. En una entrevista reciente, cuando se le preguntó sobre la iglesia emergente, él dice esto: “como pastor, oigo a muchos líderes emergentes hablar sobre lo que está mal en la Iglesia. Se expresa como alguien que no ama a la Iglesia. Yo soy pastor, sobre todo, y estoy tratando de ofrecer una solución o un modelo de lo que debería ser la Iglesia. Estoy regresando a la Escritura y viendo cómo era la Iglesia en su forma más sencilla, y tratando de recrear eso en mi propia iglesia. No estoy inventando nada nuevo. Estoy llamando a la gente a regresar al modo en que era. No estoy golpeando a la Iglesia; la estoy amando”. Su amor por la iglesia es obvio a través del libro. El formato de Loco amor es sincero y efectivo. Chan dedica tres capítulos para renovar nuestro entendimiento del carácter de Dios y siete, para llamar a los cristianos a examinarse a sí mismos. Dentro del libro se desarrollan dos temas que provocarán que la gente hable. El primer tema trata sobre la obligación de examinarnos a nosotros mismos exhaustivamente. No podemos suponer que somos salvos o, al usar una metáfora bíblica, no podemos suponer que estamos en buena tierra. Chan llama al lector a hacer un serio inventario de nosotros mismos por medio de un capítulo que entrega un perfil de aquellos que son tibios. Él concluye que “un cristiano tibio es un oxímoron; no existe tal cosa. Para decirlo claramente, los asistentes a la iglesia que son ‘tibios’ no son cristianos. No los veremos en el cielo”. Dios quiere todo o nada. El segundo tema es profundamente contracutural, yendo contra la corriente tanto de los cristianos como de la cultura secular; esto es: vive lo mejor de tu vida después. Chan quiere ver a cristianos viviendo vidas diferentes —viviendo de una forma que sea notoriamente diferente de las vidas de aquellos que los rodean—. Él quiere ver cristianos renunciando a más de lo que consideramos necesario, a lo que consideramos que nos falta, con el fin de que nos centremos en los tesoros que son eternos. Quiere que salgamos del área de comodidad y nos enfoquemos en la obediencia radical. “Pero Dios no nos llama a estar cómodos. Él nos llama a confiar en Él de manera tan completa que no tengamos miedo a ponernos a nosotros mismos en situaciones en las que tendremos problemas si Él no interviene”.  Estos dos temas y un enfoque en las Escrituras sirven para crear un libro poderoso y profundamente desafiante. Existe un compromiso bastante obvio aquí para enseñar principios bíblicos desde las Escrituras e invitar al lector para verificar qué es lo que él está escribiendo desde las mismas Escrituras. No es sorprendente que el capítulo más débil de este libro sea el que depende menos de la Biblia. Este es un capítulo que entrega ejemplos de hombres y mujeres que han tomado decisiones radicales para así vivir de una forma radicalmente diferente. Por lo menos un par de ejemplos son de personas que no son los mejores ejemplos en general porque a medida que iban deshaciendo de sus antiguas vidas, también lo hacían con mucha de la buena teología. Dejando esa pequeña crítica a un lado, encuentro que este es un libro que enfrenta los paradigmas con un mensaje que los cristianos desesperadamente necesitan escuchar. Muchos de nosotros estamos viviendo muy seguros y de forma muy fácil. Sin embargo, en los breves momentos que pasamos en la iglesia cada semana, prácticamente no nos distinguimos de los no creyentes que nos rodean. Esta no es la forma en que se supone que debemos ser. La iglesia debe exhortar amorosamente y Chan lo hace muy bien. 

Loco amor: asombrado por un Dios incesante. Francis Chan. Editorial Casa Creación, 173 páginas.

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RESEÑA: ¿CONOZCO A DIOS?
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RESEÑA: ¿CONOZCO A DIOS?

Para una persona no existe una pregunta más importante que esta: "¿Conozco a Dios?" Quienes sí lo conocen tienen el privilegio de ser adoptados en su familia y estar seguros de una eternidad en su presencia. Sin embargo, aquellos que no lo conocen no tienen este privilegio ni comparten esta esperanza. En Estados Unidos, la gran mayoría de las personas dice ser cristiana y conocer a Dios, pero muchas de sus vidas simplemente no lo reflejan. Podrán tener alguna concepción de Dios, pero no lo conocen como realmente es. Por esta razón, muchos perecerán y se irán a la tumba con un especie de falsa seguridad, creyendo que conocen a Dios cuando en realidad no es así. A todos nos hace bien preguntarnos si conocemos a Dios no sólo una vez sino a lo largo de nuestra vida. Dios quiere que lo conozcamos, y no sólo eso, quiere que sepamos que lo conocemos. Quiere que lleguemos a sentirnos seguros en esta importantísima relación. Esta certeza, que nos permite estar seguros de que somos salvos y de que Dios nos ama y nos preservará, es el tema central del libro ¿Conozco a Dios? escrito por Tullian Tchividjian. Aunque no sea un nombre conocido, el nombre completo nos entrega un importante contexto: William Graham Tullian Tchividjian es el nieto de Ruth y Billy Graham. En su juventud, él se rebeló y se alejó de la fe, pero en 1993 se volvió a Dios radicalmente entrando al ministerio pastoral tras graduarse en el Seminario Teológico Reformado de Orlando, Florida. En el año 2003, plantó la Iglesia Presbiteriana New City en Florida, donde sirve como pastor. Tchividjian escribió este libro para demostrar que podemos estar seguros de nuestra salvación y enseñarle al lector cómo podemos acceder a este tipo de certeza. "La Biblia deja bien claro que si uno no sabe a qué grupo pertenece [entre los que conocen a Dios y los que no], no necesita seguir confundido. Si tienes una relación con Dios, Él quiere que lo sepas. De igual modo, si no la tienes, Él también quiere que lo sepas". El libro, entonces, es un intento de responder en forma creíble a cualquiera que, en una búsqueda espiritual sincera, pueda estar haciéndose la pregunta más importante de la vida. Es cierto, vivimos en una época en que la duda es considerada el máximo de los absolutos. Podemos creer lo que queramos, pero siempre debemos conservar una duda "saludable", admitiendo que podríamos estar (y tal vez estemos) equivocados. La seguridad de Dios se opone abiertamente a esta duda. El formato del libro es el siguiente: en primer lugar, Tchividjian examina lo que realmente significa tener una relación con Dios y cómo podemos tener una relación genuina con Él. Identifica seis formas en las que las personas se engañan a sí mismas pensando que conocen a Dios cuando en realidad no es así. A continuación, Tchividjian busca ayudar al lector a examinarse llevando a cabo una especie de riguroso inventario personal. El propósito de dicho examen es determinar si el lector realmente está mostrando las características de alguien que cree. Por último, sugiere tres disciplinas espirituales prácticas para mantener la relación con Dios y hacer que ésta crezca. El libro es de carácter pastoral y está salpicado de historias y anécdotas tanto del propio Tchividjian como de su ministerio. En las notas finales, Tchividjian muestra quién lo guió en la comprensión de esta teología tan importante: Packer, Sproul, Stott, Piper, Ryle, y otros; todos fueron parte. El libro termina con una Guía de Estudio para uso personal o grupal. Tchividjian es un escritor capaz que hace una buena conexión personal con el lector. El libro es apropiado para cualquier tipo de público. ¿Conozco a Dios? es una respuesta útil y bíblica a esta importantísima pregunta. El libro servirá a cualquier persona que tenga preguntas o dudas al respecto, pues contiene respuestas basadas en el carácter de Dios y construidas en base al testimonio de la Escritura. Lo recomiendo con gusto.

¿Conozco a Dios?, Tullian Tchividjian. Editorial Vida, 192 páginas.

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RESEÑA: EL DIOS OLVIDADO
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RESEÑA: EL DIOS OLVIDADO

Probablemente, llamar al Espíritu Santo “el Dios olvidado” sería un tanto exagerado o tal vez lo estaríamos subestimando. Algunos cristianos parecieran  mostrar pocos indicios de tener alguna teología del Espíritu Santo, mientras que otros parecen enfatizarlo a costa de otra doctrina bíblica. Lo que parece claro es que pocos cristianos lo entienden de forma correcta. En este nuevo libro, Francis Chan dice, “Desde mi perspectiva, el Espíritu Santo es trágicamente abandonado y, para todo propósito práctico, olvidado. Aunque ningún evangélico negaría su existencia, estoy dispuesto a apostar a que hay millones de asistentes a las iglesias en todo lugar que no pueden decir con confianza que han experimentado su presencia o su acción en sus vidas en este año anterior. Y muchos de ellos no creen que puedan experimentarla”.

Con un modelo entretenido (o tal vez “entretenido educativo”) de iglesia tan predominante en la actualidad, las iglesias se han llenado con consumidores egocéntricos en vez de creyentes llenos del Espíritu. Chan hace esta provocativa pregunta: “¿Pero y si usted hubiera crecido en una isla desierta sin ninguna otra cosa excepto la Biblia para leer?”. Si no tienes nada más que la Escritura para guiarte, ¿tu entendimiento del Espíritu Santo sería muy diferente de lo que es hoy? Seguramente, vale la pena pensarlo; como dice Chan, “si yo fuese Satanás y mi objetivo final fuese frustrar el reino y los propósitos de Dios, una de mis principales estrategias sería conseguir que los asistentes a las iglesias ignorasen al Espíritu Santo”. Es fácil fingir la presencia del Espíritu, ¿no es así? “Seamos sinceros, si combina usted un orador carismático, un talentoso grupo de alabanza y algunos eventos creativos de última moda, la gente asistirá a su iglesia. Sin embargo, no significa que el Espíritu Santo de Dios esté obrando activamente y moviéndose en las vidas de las personas durante una hora o [to]dos los domingos”. Es posible que una iglesia pueda ser entretenida, viva e interesante aunque ignoren completamente al Espíritu Santo —aunque lo entristezcan—. Tales iglesias podrían decir mucho sobre Jesús, pero poco sobre el Espíritu; sin embargo, entonces, ¿cómo conciliamos las palabras de Jesús cuando nos dice que es mejor para nosotros que tengamos al Espíritu que al Hijo? Chan dice, “Creo que la mayoría de nosotros… escogería a un Jesús físico antes que a un Espíritu invisible. ¿Pero qué hacemos con el hecho de que Jesús dice que es mejor para sus seguidores tener al Espíritu Santo? ¿Le creemos? Si es así, ¿reflejan nuestras vidas esa creencia?”. Al alternar enseñanza con historias y testimonios, Chan busca revertir este abandono del Espíritu. Esencialmente, él entrega una teología breve y básica del Espíritu (incluso titulando un capítulo “Teología básica del Espíritu Santo”)  y muestra cómo el Espíritu puede y debe operar en la vida del creyente. Es un libro sumamente digno de ser citado: en él se ofrecen muchas declaraciones que valen la pena resaltar y reflexionarlas en los días y semanas venideras. Algunos de los lectores de esta reseña querrán saber la posición de Chan en la continuación de los dones espirituales milagrosos. Yo diría que su posición al respecto es un “continuacionismo cauteloso e indeciso”, aunque esto viene de la lectura entre líneas más que de cualquier declaración fuerte en este respecto. Si el libro tuviese alguna debilidad, diría que se encuentra en el hecho de que Chan no quiera distinguir y definir claramente la doctrina opuesta. Es muy bueno indicar que una iglesia no podría encajar en un molde u otro, pero tarde o temprano realmente necesitamos hacer una distinción. Ya sea que el Espíritu hable por medio de voces audibles o no; por medio palabras de conocimiento actual o no, no podemos tener ambas formas y la distinción corta justo en el corazón de las creencias de una iglesia. Me doy cuenta que las etiquetas pueden ser tan inútiles como útiles, pero en algún punto realmente necesitamos hacer una distinción. Le concederé que este podría no ser el rol o el propósito de El Dios olvidado, pero aún es posible que el libro pueda confundir al lector exactamente por esta falta de precisión. Sin embargo, para aquellos que han pensado poco sobre la persona y el rol del Espíritu Santo, El Dios olvidado podría ser justo el libro que los haría pensar. Para aquellos que no hay pensado sobre el Espíritu por un buen tiempo, este libro podría servirles como un buen llamado de atención. Está lejos de ser un tratamiento completo y exhaustivo, pero tampoco es su propósito. Chan tiene la intención de hacer que el lector piense “que al mantenernos al paso con el Espíritu, podamos regularmente participar de lo que Él está haciendo en lugar de lo que Él hizo hace meses o años”. Se trata de vivir una vida dependiendo de y sometida al Espíritu, buscando cómo podemos vivir fielmente aquí y ahora, y Chan logra bien esto. El libro anterior de Chan Loco amor ha vendido más de un cuarto de millón de copias y continúa vendiéndose en las librerías. El Dios olvidado comparte un mensaje que es casi tan urgente e indudable, incluso más importante. Es la continuación adecuada que tiene muchas semejanzas con el libro que le antecede. Después de todo, ¿cómo podemos mostrar el verdadero amor si no es por medio del Espíritu Santo? Existen muchas personas que comparten mensajes similares actualmente, pero pocos lo hacen hacia la audiencia de Chan que es en su gran mayoría joven y en muchos casos no bien entrenados en las enseñanzas de la Escritura. Indudablemente, Dios usará esto para sacudirlos en todas las formas correctas. 

El Dios olvidado: cómo revertir nuestra trágica desatención al Espíritu Santo. Francis Chan. Editorial Casa Creación, 192 páginas.

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RESEÑA: CAVA MÁS PROFUNDO
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RESEÑA: CAVA MÁS PROFUNDO

Llevo ya dos décadas siendo cristiano y no puedo negar que la Biblia es un libro difícil de entender. Ciertamente algunas de sus partes son tan simples que aun un niño puede explicarlas, pero conocerla bien, saber cómo todo encaja y cómo se aplica a mí habiendo sido escrita hace tantos años requiere dedicación, trabajo duro y destreza. Muchos libros enseñan cómo hincarle el diente a la Palabra y aprender de ella, pero pocos lo hacen de una manera que sea fácil de entender para los cristianos nuevos o jóvenes. Cava más profundo, de Nigel Beynon y Andrew Sach, contribuye muy bien a llenar ese vacío.

«Este libro tiene por objeto ayudarte a entender la Biblia de manera correcta. (…) Queremos ayudarte a cavar más profundo hasta encontrar las riquezas ocultas en la Biblia. Esperamos que aquellas partes de la Biblia que antes te parecían incomprensibles ahora comiencen a tener sentido para ti, y que aquellas partes que ya te parecían claras, se hagan más vívidas y absorbentes». Luego dicen: «Y sobre todo, queremos ayudarte a que tú investigues por ti mismo». Aunque reconocen que los pastores y expertos bíblicos tienen su lugar, quieren que los individuos cristianos sepan que Dios les ha equipado para entender la Biblia por sí mismos: en este libro les dan las herramientas que necesitarán para comenzar a cavar y extraer sus infinitas riquezas. El formato es muy sencillo. El libro debe ser entendido como una especie de caja de herramientas en que cada capítulo añade una nueva herramienta al conjunto. Cada capítulo incluye muchos ejemplos e ilustraciones de la Biblia. Y, por supuesto, hay ejercicios que le dan al lector una oportunidad de practicar usando estas herramientas por sí mismo. Entre las herramientas se encuentran:
  • La intención del autor
  • El contexto
  • La estructura
  • Las palabras conectoras
  • El vocabulario
  • La traducción
  • La repetición
  • El género
  • El cronograma bíblico
Aunque ningún pasaje requerirá todas estas herramientas, el lector descubrirá rápidamente que puede aplicar varias de ellas a cualquier pasaje y, así, empezar a construir su conocimiento de él. Ideal para cristianos jóvenes o creyentes deseosos de estudiar la Biblia en una nueva profundidad, Cava más profundo hace exactamente lo que promete: provee herramientas para comprender la Palabra de Dios. Recomendando el libro, Kent R. Hughes dice que tendrá algunas copias a mano para regalar e incluso refrescar su propia predicación, y Jay Thomas, que trabaja como pastor en la Iglesia Universitaria de Wheaton, dice que quisiera ponerlo en las manos de cada uno de sus estudiantes. Este es exactamente ese tipo de libro: un libro que se lee y se tiene a la mano, listo para regalar. Lo recomiendo para ambos fines.

Cava más profundo: herramientas para desenterrar los tesoros de la Biblia. Nigel Beynon y Andrew Sach. Torrentes de Vida, 176 páginas.

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RESEÑA: LA DIFÍCIL DOCTRINA DEL AMOR DE DIOS
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RESEÑA: LA DIFÍCIL DOCTRINA DEL AMOR DE DIOS

Antes de leer este libro no habría pensado en el amor de Dios como una doctrina particularmente difícil. Difícil de entender es la doctrina de la Trinidad (si acaso no imposible) y otra doctrina difícil o imposible es la naturaleza eterna de Dios. Pero, ¿el amor de Dios? No lo habría visto así. Sin embargo, este libro me convenció de lo contrario. La difícil doctrina del amor de Dios, de D.A. Carson, es tan solo un breve libro (102 páginas) basado en 4 charlas dadas en 1998. Se llevó a cabo una pequeña labor de edición, pero el texto se caracteriza por un tono familiar. Aunque contiene algo de teología profunda, constituye una fácil lectura. Carson empieza bosquejando cinco razones por las cuales es una doctrina difícil. Primero, sugiere que, aunque la mayoría cree que Dios es un Ser amoroso, esta creencia se asienta en un fundamento ajeno a la Escritura. Segundo, muchas verdades complementarias acerca de Dios son rechazadas por muchos dentro de nuestra cultura (y nuestras iglesias). Tercero, el postmodernismo refuerza una visión sentimental, sincretista y pluralista de Dios. Cuarto, la iglesia ha caído en la creencia de una versión sentimentalizada del amor divino que no calza con la forma en que la Escritura presenta a Dios. Y quinto, la iglesia la presenta como una doctrina simple pasando por alto importantes distinciones que demuestran su dificultad. A partir de esta base, Carson construye el libro en torno a cuatro temas: la distorsión del amor de Dios; el hecho de que Dios es amor; el amor y la soberanía de Dios; y el amor y la ira de Dios. Como esperaríamos de Carson, va directo a la fuente —la autorrevelación de Dios en la Escritura— para corregir las suposiciones falsas y discutir en profundidad lo que el amor de Dios entraña. Defiende la compatibilidad de las características divinas aparentemente contradictorias (que Dios puede ser perfectamente amoroso y, sin embargo, perfectamente justo en su ira) y examina cómo su amor interactúa con su soberanía en los asuntos humanos. Dado que inicialmente estuvo dirigido a estudiantes de seminario, lo único que advertiría sobre el libro es que presupone algún conocimiento de teología cristiana. Por ejemplo, Carson comenta las distinciones entre el calvinismo y el arminianismo sin antes definir los términos. Un conocimiento básico del griego tampoco vendría mal, aunque ciertamente no es necesario. Es inusual encontrar tanta profundidad en un libro tan breve, y al mismo tiempo, es agradable poder aprender tanto sin tener que atravesar cientos de páginas de texto. Este libro podría perfectamente haber tenido cientos o miles de páginas. Carson hace un maravilloso trabajo poniendo en valor los asuntos más importantes pero restringiéndose a una cantidad limitada de palabras. Lo recomiendo mucho.

La difícil doctrina del amor de Dios. Donald A. Carson. Publicaciones Andamio, 102 páginas.

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RESEÑA: PACTO MATRIMONIAL
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RESEÑA: PACTO MATRIMONIAL

John Piper esperó cuatro décadas para escribir un libro sobre el matrimonio. Fue sólo después de cuarenta años de matrimonio que sintió que podría tener algo valioso que decir (o que agregar a esta gran cantidad de libros). “El romance, el sexo y la procreación son regalos temporales de Dios. No son parte de la vida venidera y ni siquiera están garantizados en esta vida. Son el camino posible junto a la estrecha senda que lleva al Paraíso. El matrimonio pasa por alturas asombrosas y también a través de pantanos con vapores asfixiantes. Hace muchas cosas más dulces, y con él vienen amargas providencias”. Cuatro décadas de dulces y amargas providencias respaldan este libro. Aunque me veo tentado a decir que ninguna generación ha necesitado que le recuerden una teología bíblica del matrimonio más que a la de la actualidad, creo que cientos de generaciones pasadas no estarían de acuerdo conmigo, pues dirían que su generación también tuvo una desesperada necesidad de la sabiduría de Dios. En las páginas iniciales de este libro, Piper escribe acerca de la distorsión cultural del matrimonio, que lo muestra como un poco más que una conveniencia temporal que sólo dura mientras permanecen los sentimientos románticos. Piper lo hace “con la esperanza de que pueda tomar consciencia y considere una visión del matrimonio más elevada, más profunda, más fuerte, más gloriosa que cualquier cosa que esta cultura —o tal vez usted mismo— haya imaginado jamás. La grandeza y la gloria del matrimonio están más allá de nuestra  habilidad de pensar o sentir sin la revelación divina ni la iluminación y la obra concientizadora del Espíritu Santo”. El libro se construye sobre esta base: el matrimonio es obra de Dios; es la acción y la demostración de Dios. “La finalidad de este libro es ampliar su visión de lo que es el matrimonio. Como dice Bonhoeffer, es más que el amor del uno por el otro. Es muchísimo más. Su significado es infinitamente mayor. Lo digo con cuidado. El significado del matrimonio es la representación del amor fiel al pacto entre Cristo y su pueblo”. El matrimonio, entonces, es una parábola, una amable y gloriosa parábola dada por Dios, que nos habla sobre el compromiso permanente de Cristo con su pueblo. Una y otra vez, Piper hace el siguiente planteamiento: “el matrimonio toma como modelo la relación del pacto de Cristo con su pueblo redimido, la Iglesia. Por lo tanto, el significado más elevado y el propósito más importante del matrimonio es exhibir la relación del pacto de Cristo con su Iglesia. Esa es la razón por la que existe el matrimonio. Si usted está casado, esa es la razón. Si espera casarse, ese debería ser su sueño”. De este modo, estar casado no quiere decir estar enamorado, sino más bien tiene que ver con mantener el pacto; por lo tanto, el divorcio no sólo implica quebrantar el pacto con tu cónyuge, sino que también no representa verdaderamente a Cristo y su pacto. La comprensión de Piper depende, obviamente, de la lectura de Efesios 5:32 que presenta al matrimonio principalmente como una metáfora de Cristo y la Iglesia. Sin embargo, existen algunos intérpretes de la Biblia que parecen estar en desacuerdo; si entiendo apropiadamente su interpretación, pareciera que muchos, tal vez la mayoría de los de tradición Presbiteriana, invertirían la metáfora, diciendo que la relación de Cristo con su Iglesia nos ayuda a entender el matrimonio y no al revés. Aunque no estoy completamente convencido de lo uno o lo otro, creo que Piper tiene un argumento sólido. Aun cuando no lo apoyo en un cien por ciento, encuentro gran valor en el libro. Con Efesios 5:32 como su punto de partida, Piper ve una lista completa de temas relacionados con el matrimonio: desnudez sin vergüenza; amor y romance; perdón y tolerancia; semejanza a Cristo; liderazgo y sumisión; soltería; sexo; procreación; evangelismo; y divorcio. Hubo sólo algunos temas en los que no estuve de acuerdo con Piper. El primero tiene que ver con su visión del segundo matrimonio después del divorcio: él comprende la Escritura como que no está permitido volver a casarse bajo ninguna circunstancia; por lo tanto, una mujer a la que su esposo la abandona y se casa con otra, no tiene una defensa bíblica en su deseo de volver a casarse. Aunque Piper admite que esta visión es una minoría dentro de los cristianos, su conciencia lo ciega. Tiendo a estar en desacuerdo con esta visión y creo que la parte inocente podría volver a casarse; sin embargo, entiendo cómo Piper llega a esta postura y puedo ver cómo es consistente con el resto de sus puntos de vista. El segundo punto de desacuerdo (o tal vez potencial desacuerdo) tiene que ver con la procreación dentro del matrimonio. Nuevamente, debido a que su punto de partida es Efesios 5, realza la importancia de los hijos espirituales por sobre los hijos naturales, diciendo que el mandamiento absoluto de la Escritura concierne al evangelismo y no a la procreación. En gran parte de los casos sucederán ambas, pero Piper sí permite a los matrimonios que excluyan deliberadamente a sus hijos —no estoy seguro de que podamos construir un argumento bíblico sólido para esto—. No obstante, incluso en estos capítulos, como en el resto, aprendí muchísimo; particularmente, de los fuertes capítulos que tratan el tema del liderazgo (donde Piper escribe sobre la naturaleza de humildad del liderazgo bíblico) y el capítulo sobre el regalo del sexo en el matrimonio. Además, el capítulo un tanto inesperado (pero necesario) sobre la soltería es excelente. Es raro que en un libro sobre el matrimonio se escriba acerca de la soltería y el plan de Dios para aquellos que no se casan. Tal vez lo que más disfruté fue el énfasis que se da a explicar que el matrimonio no se trata de toda una vida de fuegos artificiales e interminables miradas de complicidad llenas de sentimientos de romance. Al contrario, el matrimonio se trata del compromiso a largo plazo para mostrar a Dios al resto del mundo. En los capítulos iniciales, Piper escribe: “el matrimonio es un regalo momentáneo . . . Al momento de publicar este libro, Noël y yo cumplimos nuestro cuadragésimo aniversario. Ella es mi regalo de Dios, mucho más de lo que merezco. A menudo, hablamos de la maravilla que es estar casados hasta que uno de los dos muera. No nos han faltado problemas. De modo que solemos imaginar que tenemos setenta u ochenta años —cuando el divorcio sea no sólo pecado, sino algo socialmente tonto— y estamos sentados el uno frente al otro, tal vez en el restaurante Old Country Buffet, sonriendo el uno al otro con las caras arrugadas y diciendo con la gratitud más profunda por la gracia de Dios: ‘Lo logramos’”. Este es un libro realista, escrito desde una perspectiva cruda y real de la vida. Es un libro potente que vuelve constantemente a la Biblia, al Creador del matrimonio, para ampliar su perspectiva. No es práctico en el sentido de ofrecer seis pasos fáciles para un matrimonio saludable, pero sí lo es en el sentido de que ofrece un fundamento bíblico que puede apoyar y sustentar un matrimonio saludable que honre a Dios. Piper esperó cuarenta años para escribir este libro y esos largos años se reflejan desde la primera hasta la última página.

Pacto matrimonial: perspectiva temporal y eterna. John Piper. Tyndale Español, 180 páginas.

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RESEÑA: LA CRUZ DEL REY

La carrera de Tim Keller como autor ha sido bastante inusual. Ministries of Mercy, su primer libro, fue publicado en 1997. Eso fue 11 años antes de que escribiera su segundo libro, La razón de Dios, un título que lo lanzó directo a la lista de best-sellers del New York Times. Desde entonces, ha promediado más de un libro por año y cada título ha tenido una gran acogida; dentro de sólo unos cuantos años Keller se ha establecido como uno de los autores cristianos más importantes.  Su libro La cruz del rey habla de Jesús; el retrato que de Él nos presenta el Evangelio de Marcos. Keller dice: «Es una meditación extendida sobre la premisa cristiana histórica de que la vida, muerte y resurrección de Jesús forman el evento central de la historia cósmica y humana, y asimismo, que el principio organizador central del mundo —y la forma en que encajamos en él— se aprecia con la mayor claridad a través de una mirada cuidadosa y directa a la historia de Jesús. Mi propósito aquí es tratar de mostrar, a través de sus palabras y acciones, cuán bellamente su vida le da sentido a la nuestra». Entiende a Jesús y entenderás el mundo: esa es la premisa central del libro. La cruz del rey se basa en una serie de sermones sobre Marcos predicados por Keller y conserva el tono y la estructura de dicha exposición. Sin embargo, de alguna manera la lectura no se siente como si se tratara de sermones —da la sensación de meditar sobre un texto—. Su estilo es Keller puro, probablemente más cercano a El Dios pródigo, aunque ciertamente también hay similitudes con sus otros títulos. Esta no es una exposición de todo el texto de Marcos, sino más bien una exposición de algunos de los momentos más significativos. Así, se lee como una biografía de Jesús; un relato de su vida, su muerte, su sentido, su propósito. Aunque Keller inevitablemente acude a los relatos paralelos sobre Jesús de los demás evangelios, su centro de atención sigue siendo Marcos. Como podría esperarse, la estructura de La cruz del rey refleja la estructura del Evangelio —la primera mitad está dedicada a la vida de Jesús mientras que la segunda se dedica a su muerte y su resurrección—. La mayoría de los capítulos tienen la misma extensión y el estilo de escritura está fuertemente orientado al laico; quizás especialmente a la persona de poco trasfondo teológico. Y esto es lo que Keller hace tan bien: hablar a no creyentes o creyentes nuevos. Es un libro que podrías dar prácticamente a cualquier persona como una forma de presentarle a Jesús —quién es y lo que ha hecho—. Un crítico ha dicho que este es el libro en que Tim Keller afirma el tranco como autor. Yo no lo veo así; este libro es muy coherente con los títulos previos de Keller y, al menos a mi juicio, no representa un gran avance. Y no lo digo como un insulto, sino más bien como un cumplido. Creo que su tranco ya era firme. Este es un buen libro para adquirir una visión amplia del Evangelio de Marcos. Conduce al lector a la cruz, a la gran obra de expiación cumplida allí. Cristo es el foco de cada capítulo; su obra es el hilo que conduce al lector desde el primer capítulo hasta el último. Es un comentario para todos nosotros, una exposición cuya lectura es un gozo. Sea que lo leas devocionalmente al ritmo de un capítulo por día o que lo leas en un par de sesiones, La cruz del rey te será de beneficio. Es el Evangelio de Marcos expuesto en un lenguaje claro, explicado en términos contemporáneos y aplicado a la vida. Y de eso es que se trata la buena exposición.

La Cruz del Rey: la historia del mundo en la vida de Jesús. Timothy Keller. Publicaciones Andamio, 290 páginas

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RESEÑA: CÓMO ESTUDIAR E INTERPRETAR LA BIBLIA

Uno de los triunfos más grandes de Satanás ha sido convencer a los cristianos de abandonar la Biblia o al menos evitar que saquen el mejor provecho de ella. Él intenta convencernos de que la Biblia está pasada de moda, de que carece de importancia o de que es menos importante que otras cosas. Trata de convencernos de que es difícil de entender y de que deberíamos apoyarnos en otros para entenderla. R.C. Sproul escribió Cómo estudiar e interpretar la Biblia al comienzo de su carrera para abordar estos asuntos y con un deseo de ver a los cristianos dedicarse personalmente a un estudio sistemático de la Palabra. Escrito en 1977, este es uno de sus primeros pero más importantes y recomendados libros. Sproul empieza con una introducción que explica por qué deberíamos leer la Biblia. Disipa los mitos de que la Escritura es demasiado difícil de entender o demasiado aburrida como para captar nuestra atención. A partir de ese fundamento, muestra cómo el principio de la interpretación privada fue un pilar de la Reforma y, por lo mismo, un pilar del protestantismo hasta hoy. Explica qué es la interpretación privada y asimismo lo que no es. Muestra, por ejemplo, que no nos impide verificar nuestras interpretaciones contrastándolas con las de otros. También enfatiza la necesidad de ser objetivos al leer la Escritura. En breve, evita que pensemos en la interpretación privada como una manera de forzar la Escritura para que diga lo que queremos que diga. Uno de sus capítulos está dedicado a presentar la hermenéutica. Que no te asuste esta palabra técnica ya que sólo significa «una lista de reglas y directrices para interpretar la Escritura». Algunos de los conceptos que presenta son:
  • La analogía de la fe. Esto significa que la Escritura interpreta la Escritura, o que un pasaje apoya y explica a otro. También significa que una parte de la Escritura nunca corrige a otra, porque la Escritura no necesita corrección.
  • La interpretación literal. Esto significa que la Escritura debe ser escudriñada como literatura, prestando atención a la gramática, la elección de palabras y el género. Sólo porque la Biblia es un libro especial no significa que podamos ignorar la interpretación literal común.
  • El análisis de género. Esto significa que la Escritura debe ser analizada según su género y es crucial que distingamos entre géneros tales como la historia y la poesía.
  • El método gramático-histórico. Este es un método para interpretar la Escritura que se concentra, entre otras cosas, en las construcciones gramaticales y el contexto histórico. Es el método tradicional de la hermenéutica y asimismo el más seguro.
  • Paternidad literaria y fechado. Es importante entender la fecha y la autoría de cada libro o pasaje en particular.
La mayor parte del libro está contenida en un capítulo que expone diez reglas de interpretación bíblica. Ellas son:
  1. No cambie las reglas de interpretación para la Biblia. Léala como cualquier otro libro.
  2. Trate de empatizar con los personajes bíblicos.
  3. Las narraciones históricas deben ser interpretadas por el método didáctico.
  4. Lo implícito ha de interpretarse por lo explícito.
  5. Determine el significado de las palabras usando la lexicografía, la etimología y el contexto.
  6. Note la presencia de paralelismos.
  7. Note la diferencia entre el proverbio y la ley.
  8. Observe la diferencia entre el espíritu y la letra de la ley.
  9. Tenga cuidado con las parábolas.
  10. Tenga cuidado con la profecía vatídica o predictiva.
Cada uno de estos puntos recibe una cuidadosa atención. Aunque algunos de ellos puedan sonar escandalosos (como, por ejemplo, «Lea la Biblia como cualquier otro libro»), Sproul justifica cada uno con razones sólidas. El autor, a continuación, dirige su atención a una discusión de la cultura y la Biblia. Así como yo me encuentro confinado a un escenario cultural específico, los autores de la Biblia también lo estaban. Necesitamos ser capaces de discernir la diferencia entre principio y costumbre en lo que respecta a la Biblia. Sproul provee diversas directrices para hacerlo. El libro termina con una discusión de algunos recursos que pueden ayudar a estudiar la Biblia. Estos van desde comentarios hasta diccionarios y léxicos. Si hay un área del libro que deja en evidencia su fecha de publicación, es esta [ausente en la traducción al español]. Actualmente hay tantos recursos más a nuestra disposición, especialmente en Internet, que esta sección pierde algo de utilidad. Un análisis de las traducciones modernas y algunos de los comentarios más nuevos sería útil. Algo que me pareció divertido es que el autor dice que no aprueba las Biblias de estudio, y sin embargo, años más tarde, fue el editor de la Reformation Study Bible. ¡Supongo que cambió de parecer! Este libro hace un maravilloso trabajo dando a conocer la hermenéutica al laico y lo recomendaría para cualquier cristiano. Presenta conceptos avanzados de una forma que es fácil de leer y entender. Mi única queja es que propone muchas reglas pero no dedica atención a los «cómo» de la hermenéutica. Habría dado gusto que el autor nos guiara en la comprensión de algunos pasajes difíciles, asegurando, además, que no sólo entendiéramos las reglas sino también el uso de ellas.

Cómo estudiar e interpretar la Biblia. R.C. Sproul. Unilit / Spanish House, 131 páginas.

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RESEÑA: DEJE DE COQUETEAR CON LA IGLESIA
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RESEÑA: DEJE DE COQUETEAR CON LA IGLESIA

Josh Harris ya es un hombre adulto. El mismo que nos trajo Le dije adiós a las citas amorosas cuando apenas tenía veintiuno, y que es más conocido por haberle presentado el noviazgo a toda una nueva generación, ahora es el pastor principal de una iglesia grande y pujante quien, además, dejó de hablar en conferencias. Deje de coquetear con la iglesia es su primer libro dirigido a un público más amplio que el de los adolescentes y sus padres. Harris cree que muchos, y quizás incluso la mayoría de los cristianos, tienen miedo a comprometerse con la iglesia. Más que comprometerse con un cuerpo local de creyentes, la mayor parte de los cristianos «coquetea con la iglesia» evitando comprometerse en una relación de largo plazo. Dice: «Este es mi tercer libro sobre relaciones, pero es distinto a cualquiera de mis libros anteriores . . . este libro se trata de cómo deberías relacionarte con la familia de Dios». Al no lograr comprometernos con la iglesia, nos engañamos a nosotros mismos, engañamos a su comunidad y engañamos al mundo. En los siguientes seis capítulos, Harris explica la belleza de la iglesia, nuestra necesidad de ella, qué es lo que implica comprometerse con una iglesia, qué debemos buscar en ella y cómo podemos convertir el domingo en el mejor día de la semana. Se basa frecuentemente en los libros y las enseñanzas de Charles Spurgeon, Don Whitney y John Piper, y construye argumentos bíblicos convincentes. Los capítulos cinco y seis son particularmente cautivantes. El capítulo cinco expone diez criterios a tener en cuenta para escoger una iglesia, y el capítulo seis hace algunas sugerencias para redimir el día domingo y devolverle su lugar de preeminencia con el fin de usarlo deliberadamente para recargar nuestras baterías espirituales. Debo admitir que este es el primer libro de Harris que he leído y que quedé realmente impresionado por su compromiso con la Escritura, la predicación expositiva, y los principios históricos del protestantismo. Los hombres bajo cuya influencia ha crecido parecen tener buena teología, lo cual muestra que tiene un verdadero compromiso con la doctrina bíblica. En este libro no hay muchas cosas que no se hayan dicho en otra parte de manera más completa y quizás más convincente. Sin embargo, lo que este libro añade a la discusión es accesibilidad. Debería atraer a muchos jóvenes que ya conocen y aprecian el ministerio de Harris, e involucrar a jóvenes que podrían distanciarse de los tratados más extensos sobre el tema. Con sólo 140 páginas (y pequeñas), este libro puede ser leído y digerido en un par de horas. Indudablemente beneficiará a todos los que lo lean, y lo recomiendo, especialmente a los jóvenes que están desilusionados con la iglesia y, quizás, le están dando la espalda.

Deje de coquetear con la iglesia. Joshua Harris. Editorial Unilit, 140 páginas.

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RESEÑA: CÓMO PASTOREAR EL CORAZÓN DE SU HIJO
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RESEÑA: CÓMO PASTOREAR EL CORAZÓN DE SU HIJO

En la vida hay muchas cosas que, siendo fáciles de hacer mal, son mucho más difíciles de hacer con excelencia. No necesité ser padre mucho tiempo para descubrir que, aunque no sería difícil criar hijos, hacerlo con excelencia sí sería sumamente difícil. En los seis años que han seguido al nacimiento de mi hijo mayor he buscado frecuentemente ayuda y consejo para ser un padre excelente. Desafortunadamente, mi esposa y yo hemos recibido poca instrucción en esta área. Gracias a Dios se han escrito muchos libros sobre este tópico, así que a menudo hemos consultado estos recursos en busca de la sabiduría e instrucción que sabemos que necesitamos.

Cómo pastorear el corazón de su hijo, de Tedd Tripp, llegó a nuestras manos cargado de recomendaciones. De hecho, no recuerdo otro libro sobre este tema que se nos haya recomendado con mayor frecuencia. Es un libro que aborda la comunicación con el corazón mismo de nuestro hijo. Observando que demasiados padres reaccionan sólo ante los síntomas del pecado que se encuentra en el fondo, Tripp intenta ayudarlos a observar en mayor profundidad para ver que todas las cosas que un niño dice y hace fluyen del corazón —porque, como dice Lucas 6:45, «de la abundancia del corazón habla la boca»—. Si un padre puede entender el corazón de un niño y pastorear dicho corazón, podrá atender más eficazmente sus necesidades más profundas. Y, a través de todo ello, Tripp busca mantener el evangelio en el centro de la vocación del padre y la respuesta del niño. El libro se divide en dos partes. En la primera, Tripp pone el fundamento de la crianza bíblica. Muestra que el centro de la mala conducta es un corazón pecaminoso. Habla del desarrollo del niño, muestra que en su vida es moldeado por diversas influencias y que un padre necesita ayudarlo a orientarse hacia Dios. Habla de la autoridad e indica que, aunque nuestra cultura la rechaza, un padre debe imponerse basándose en la autoridad que Dios le da sobre el niño. El niño debe darse cuenta de que los padres no hablan basándose en una autoridad propia, sino una autoridad que proviene de Dios. También habla de objetivos, métodos, comunicación y disciplina. Mientras que la primera parte del libro pone el fundamento, la segunda guía al padre en el proceso de pastorear a su hijo a través de tres etapas de desarrollo: la infancia, la niñez y la adolescencia. Para cada una de ellas, sugiere los objetivos de enseñanza y luego los procedimientos que un padre debería seguir para alcanzarlos. Una sección que encontré particularmente interesante, quizás porque tengo hijos pequeños, fue la sección que habla del castigo. Tripp es partidario de usar la «vara» como realmente el único método bíblico de castigo para corregir a los niños pequeños —y, ciertamente, como el único método específicamente encargado por la Escritura con ese fin—. Expone circunstancias muy claras en las cuales los padres no deberían usarlo. Presenta este tipo de castigo corporal como algo muy premeditado y amoroso. Indica que los padres deben tener un control absoluto de sí mismos cuando lo aplican y no actuar llenos de ira. Los padres no castigan a sus hijos por ira, vergüenza o retribución, sino para enseñarles que desafiar a la autoridad trae consecuencias. Los niños deben saber que Dios exige obediencia a la autoridad y que hay consecuencias por desafiarla. Recomendando este libro, Edward Welch escribe: «El material del Dr. Tripp sobre la crianza es el más claro, más encuadrado a la Biblia y de más ayuda que he encontrado. Se ha hecho la columna vertebral de mi propia crianza». Estoy completamente de acuerdo. A lo largo del libro, Tripp se concentra en la Escritura y el evangelio. Se concentra en la naturaleza humana y en la gracia de Dios para proveer una solución a las necesidades de nuestros hijos. No dudaría en recomendar este libro a cualquier padre, y especialmente, a los padres nuevos. Léanlo ahora, oren al respecto y permitan que Dios les dirija hacia la forma en que Él pastorea los corazones de sus hijos.

Cómo pastorear el corazón de su hijo. Tedd Tripp. Editorial Eternidad/Shepherd Press, 224 páginas.

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RESEÑA: BONHOEFFER; PASTOR, MÁRTIR, PROFETA, ESPÍA
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RESEÑA: BONHOEFFER; PASTOR, MÁRTIR, PROFETA, ESPÍA

Ya han pasado varios años desde que comencé a reunirme regularmente con algunos cristianos que viven en este sector. La idea era leer buenos libros y luego juntarnos una vez por semana para hablar de ellos. Todos los viernes a las 6 de la mañana (!) nos reuniríamos en una cafetería local para pasar tiempo disectando y digiriendo libros clásicos. Fue en este esfuerzo que me encontré por primera vez a Dietrich Bonhoeffer. El costo del discipulado fue el segundo libro que leímos juntos, avanzando semana tras semana, capítulo por capítulo. Como muchos, antes y después, llegué a conocer al hombre por medio de la que generalmente se considera su más grande obra. De manera interesante, esta es una de dos extensas biografías de Bonhoeffer que se publicarán este año. Metaxas deja la vara alta con su libro Bonhoeffer: Pastor, mártir, profeta, espía. Aunque quizás no sea una de las tres o cuatro mejores biografías que leas en tu vida, es, sin embargo, un esfuerzo muy serio y con muchos elementos que lo respaldan. Es perfectamente posible que, si yo hiciera mi lista de diez biografías favoritas, ésta se encontraría en algún lugar de ella. Bonhoeffer me parece una figura fascinante. Es posible que yo tenga una predisposición en su favor producto de mi fascinación con el período de la historia en que vivió, y aun más, el período de la historia en que murió. Aunque tuvo un ministerio bastante largo previo al estallido de la Segunda Guerra Mundial, fue durante ese gran conflicto que mostró su valía —que dejó su huella en la historia—. Fue durante la guerra que mostró que estaba dispuesto a pasar miserias y llegar incluso a la muerte por causa de lo que creía. Aunque no estoy completamente seguro de que califica para la etiqueta de «mártir» (puesto que fue asesinado más por sus decisiones políticas que por sus creencias religiosas —aunque concedo que su fe informaba su política—), con todo, fue una figura inspiradora que predicó el evangelio sin temores ni vergüenzas aun en la hora más negra de su nación. Hay unas cuantas cosas de Bonhoeffer que me llamaron la atención al leer este relato de su vida. Llegué a pensar que, aunque la teología de Bonhoeffer a veces era un poco dudosa —y algunas veces ligeramente exagerada—, parece claro que fue el hombre correcto en el momento correcto. Metaxas hace un muy buen trabajo al explicar el contexto cultural y religioso en que Bonhoeffer creció y ministró. Con un trasfondo así, era casi inevitable que algunas de sus creencias nos parecieran extrañas; y sin embargo, es difícil ver cómo podría haber llegado a otras creencias. Fue un producto de su época, de su cultura y de su iglesia. Hay algunos que sólo pueden ver aquello en que Bonhoeffer se equivocó, pero la lectura que hacen no es justa con el contexto total. A juzgar por todo lo que pude ver en este libro, Bonhoeffer conocía y atesoraba el evangelio. Y, lo que es más, lo compartía sin pedir disculpas en una época en que hacerlo era entrar en desacuerdo con la nación, su iglesia y su gobierno. Me di cuenta, también, de cuán en serio Bonhoeffer tomaba la vida y cuán radicalmente entregado estaba a su Salvador. Amaba profundamente al Señor y lo honraba con toda su vida. Como muchos cristianos grandes, se hallaba totalmente comprometido a honrar a Dios de una forma holística. Tenía una fe profundamente personal, una fe que lo llevaba a entregarse a extensos períodos de estudio bíblico personal, meditación y oración. Sin embargo, también tenía una fe pública, una fe que se deleitaba en la comunidad cristiana y estaba comprometida con ella. No se me ocurren muchos cristianos grandes que no hayan tenido una devoción incondicional. Vi, además, cuán pastoral era el corazón de Bonhoeffer. Aun en sus últimos días actuó como pastor, enseñando a otros y predicando el evangelio. En sus últimos momentos, cuando no podía hacer otra cosa, predicó el evangelio a través de su silenciosa sumisión a la voluntad del Padre, yendo a la horca sin lucha ni amargura. Sabía que estaría con el Señor y ese era exactamente el lugar donde quería estar. Al dejar a sus amigos, mientras la Gestapo se lo llevaba, les dijo: «Este es el fin. Para mí, el comienzo de la vida». Las únicas cosas realmente negativas que diría de esta biografía de Bonhoeffer (y aun así, con cierta vacilación) son las siguientes: que a veces el autor utiliza expresiones coloquiales que parecen extrañamente fuera de lugar en una biografía formal; y que, ocasionalmente, el autor descansa en citas extensas cuando parece que una cita más breve podría bastar. Sin embargo, en su defensa, esta no es una biografía en que el lector esté obligado a conocer el asunto sólo o primordialmente a través de estas largas citas. Los libros y cartas de Bonhoeffer están muy presentes, por supuesto, pero no constituyen la esencia del libro. Y estoy seguro de que es mejor así. He dicho a menudo que hay dos clases de biografías: aquellas en que sientes que te has informado sobre el asunto y las que te han hacen sentir como si en verdad lo hubieses conocido. Las grandes biografías son estas últimas y Bonhoeffer se cuenta entre ellas. Al terminar de leerla conocerás los eventos de la vida de Bonhoeffer, pero, aun mejor, sentirás como si hubieses estado cara a cara con el hombre mismo. Es el sello de una buena biografía, y es, prácticamente, la mejor alabanza que puedo ofrecer. Esta es realmente una buena biografía de cuya lectura sacarás provecho. Y eso es exactamente lo que te sugiero; puede ser, sencillamente, la mejor biografía que leas este año.

Bonhoeffer: Pastor, mártir, profeta, espía. Eric Metaxas. Grupo Nelson, 656 páginas.

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RESEÑA: GÁLATAS PARA TI
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RESEÑA: GÁLATAS PARA TI

Gálatas se trata del evangelio. Supongo que es obvio, y sin embargo, mucha gente parece pasar por alto esta clara centralidad en el evangelio con todo el gozo y la libertad que ofrece. Quizás más que cualquier otro libro de la Biblia, muestra con total claridad que el evangelio no es solamente el mensaje que nos salva, sino el mensaje que sustenta y capacita la vida cristiana entera. Gálatas para ti es un nuevo libro de Tim Keller que simplemente abre la carta a los Gálatas enseñándola versículo por versículo. Es la primera de una nueva serie de guías expositivas que pueden ser usadas para leer, alimentarse y liderar —leer solo, alimentarte devocionalmente y ayudarte a guiar a otros a través de Gálatas—. Puede ser leído de tapa a tapa como cualquier otro libro; puede ser leído como un estudio bíblico personal; o puede funcionar como un programa de estudios para un grupo. Resultará ser excelente en cualquiera de estos contextos. Keller quiere que el lector «vea cómo Pablo muestra a los nuevos cristianos de Galacia que el problema espiritual de ellos no es causado solamente por no vivir en obediencia a Dios, sino también por descansar en la obediencia a Él. Lo veremos decirles que todo lo que necesitan —todo lo que podrían llegar a necesitar— es el evangelio del favor inmerecido que Dios les extiende por medio de la vida, la muerte y la resurrección de Cristo. Lo oiremos resolver los problemas de ellos sin decirles que ‘sean mejores cristianos’ sino llamándolos a vivir lo que el evangelio implica». Con todo lo que actualmente se habla de «centrarse en el evangelio», este libro nos lleva a Gálatas y, de forma clara y útil, ilustra exactamente cómo Pablo llamó a las personas que amaba a centrar sus vidas y su iglesia en el evangelio. Como con todos los libros de Keller, éste está lleno del evangelio y de poderosas citas. Aquí hay tan sólo algunas de mis favoritas: «Esta es la humillante verdad que se halla en el corazón del cristianismo: nos encanta ser nuestros propios salvadores. A nuestros corazones les encanta fabricar su propia gloria. Por esto encontramos extremadamente atractivos los mensajes de auto-salvación, sean ellos religiosos (Guarda estas reglas y te ganarás una bendición eterna) o seculares (Aférrate a estas cosas y experimentarás la bendición ahora)». «Si añades cualquier cosa a Cristo como requisito para ser aceptado por Dios —si empiezas a decir: para ser salvo necesito la gracia de Cristo más otra cosa—, invertirás completamente el ‘orden’ del evangelio anulándolo y vaciándolo. Cualquier revisión del evangelio lo invertirá». «Es la Biblia la que juzga a la iglesia; la iglesia no juzga a la Biblia. La Biblia es el fundamento y lo que crea a la iglesia; la iglesia no es el fundamento ni la creadora de la Biblia. La iglesia y su jerarquía deben ser evaluadas por el creyente teniendo el evangelio bíblico como piedra de toque o plomada para juzgar todas las afirmaciones de verdad». «Los cristianos tienden a motivar a los demás por medio de la culpa. Tendemos a decir: ‘Ustedes harían esto si realmente fuesen cristianos comprometidos’, indicando que nosotros lo somos, ¡y que todo lo necesario es que otros lleguen a ser tan buenos como nosotros! Es por esto que muchas iglesias apagan la motivación que las personas sienten por el ministerio. En nuestros zapatos, Pablo diría: ‘Recuerda la gracia con la cual Dios te ha colmado —¿cómo debería vivirse y disfrutarse esa gracia en esta situación?—’». «Para que una promesa produzca un resultado, sólo requiere ser creída, pero para que una ley produzca un resultado, tiene que ser obedecida». «Sin el evangelio, podemos obedecer la ley, pero aprenderemos a odiarla. La usaremos, pero no la amaremos de verdad. Sólo si obedecemos la ley porque somos salvos, en lugar de hacerlo para ser salvos, lo haremos ‘para Dios’ (Gálatas 2:19). Una vez que entendemos la salvación-por-promesa, ya no obedecemos a Dios por amor a nosotros usando el sistema de salvación por ley para obtener cosas de Dios. En lugar de eso, ahora obedecemos a Dios por amor a Él, usando el contenido de la ley para agradar y deleitar a nuestro Padre». Esta es sólo una pequeña degustación de este fantástico libro. Leí el libro a un ritmo moderado y lo disfruté completamente. Pretendo volver al principio y leerlo de nuevo, esta vez con mucha más calma, y ahora con mi esposa, como parte del devocional matinal que hacemos juntos. Aprendí mucho la primera vez, y sé que aprenderé mucho más al leerlo de nuevo.

Gálatas para ti. Timothy Keller. Poiema Publicaciones, 214 páginas.

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RESEÑA: LA DISCIPLINA DE LA GRACIA

Veinticinco años después de su publicación, finalmente leí el clásico de Jerry Bridges En pos de la santidad. Me alegra decir que sólo me tomó doce leer La disciplina de la gracia. Antiguo ganador del premio literario «Medallón de Oro», es un título que con seguridad volveré a leer antes de que pasen otros doce años. La disciplina de la gracia es, en muchas formas, una continuación de la enseñanza de los dos títulos anteriores de Bridge: En pos de la santidad y La gracia transformadora. «Cuando traté de relacionar los principios bíblicos del vivir por gracia con los principios de la disciplina personal, que también son bíblicos, me di cuenta de que sería provechoso unir estas dos verdades en un solo libro. Ese es el propósito de este volumen». Siendo el producto de mucha meditación en la Escritura y mucho autoexamen, este libro desafía al cristiano con la simple pero profunda verdad de que «Sus peores días nunca son tan malos como para que usted esté fuera del alcance de la gracia de Dios. Y sus mejores días nunca son tan buenos como para que esté más allá de la necesidad de la gracia divina». En esencia, La disciplina de la gracia es un libro que examina la responsabilidad compartida por Dios y el creyente en la búsqueda de la santidad o el proceso de la santificación. Ser transformado a la imagen de Cristo es un proceso largo y difícil y no es un proceso llevado a cabo sólo por Dios. Mejor dicho, Dios nos capacita para buscar la santidad y nos ayuda a alcanzarla. La gracia de Dios y la disciplina personal deben ir de la mano. Aunque «la disciplina sin deseo es trabajo pesado», tampoco podemos depender solamente de que Dios nos santifique como si la santificación fuera un acto en vez de un proceso. Debe haber un equilibrio. Bridges está en continuo desacuerdo con la visión no bíblica de que el evangelio es única o incluso principalmente para los no creyentes. En lugar de eso, señala, el evangelio debe ser el fundamento no sólo de la justificación sino también de la santificación. El creyente debe predicarse el evangelio a sí mismo cada día. «Entonces, predicarse el Evangelio significa que usted enfrenta continuamente su propia pecaminosidad y luego acude a Jesús por medio de la fe en su sangre derramada y su vida justa. Esto significa que se apropia, de nuevo por fe, del hecho de que Jesús satisfizo plenamente la ley de Dios, que Él es su propiciación, y que su santa ira ya no está dirigida hacia usted». Posteriormente dice: «Este es el Evangelio por el cual fuimos salvos, y es el Evangelio por el que debemos vivir cada día de nuestra vida cristiana. (…) Y si usted no está firmemente arraigado en el Evangelio, y no ha aprendido a predicárselo a usted mismo todos los días, pronto se sentirá desanimado y menguará en su búsqueda de la santidad». El corazón del libro, los capítulos siete al trece, habla de la forma en que Dios nos hace madurar por medio de la obediencia, la dependencia, el compromiso, las convicciones, las elecciones, la vigilancia y la adversidad. Cada tópico es examinado a la luz de la Escritura. Bridges recurre con frecuencia a algunos de los más grandes maestros de la iglesia, citando reiteradamente a John Owen, Charles Hodge, John Murray y otros. Siente un claro afecto por los puritanos y a menudo se basa en la forma en que ellos entendían el pecado, el arrepentimiento y la mortificación. Pocos libros me han desafiado tan profundamente como La disciplina de la gracia. Pocos han provisto tanto alimento para meditar y tomar notas. Recomendaría este libro a cualquier cristiano ya que no se me viene a la mente ningún creyente que no sería edificado por la enseñanza clara, pastoral y bíblica de Bridges. Te lo recomiendo y confío en que te resultará de tanto beneficio como lo fue para mí.

La disciplina de la gracia: el rol de Dios y el nuestro en la búsqueda de la santidad. Jerry Bridges. Centros de Literatura Cristiana, 254 páginas.

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RESEÑA: CINCO COSAS QUE CADA CRISTIANO NECESITA PARA CRECER
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RESEÑA: CINCO COSAS QUE CADA CRISTIANO NECESITA PARA CRECER

Tal como cualquier organismo vivo necesita de ciertas cosas para crecer y desarrollarse, por una disposición de Dios los cristianos deben cumplir ciertos requisitos que son elementos necesarios si se pretende alcanzar algún grado de crecimiento en gracia y piedad. En este libro, R.C. Sproul describe cinco nutrientes espirituales cruciales para alcanzar la madurez espiritual: el estudio de la Biblia, la oración, la adoración, el servicio y la mayordomía. En la introducción, Sproul recurre a la metáfora bíblica del atletismo y escribe: «…los cristianos necesitan entrenamiento, hacer sacrificios, y abrazar ciertas disciplinas para poder dar a Dios “lo supremo”. El presente libro aborda cinco de dichas disciplinas: el estudio de la Biblia, la oración, la adoración, el servicio y la mayordomía. (…) Así como los atletas se esfuerzan para alcanzar sus mejores resultados, nuestra diligencia respecto a estos aspectos de la vida cristiana nos ayudará a determinar nuestro grado de eficacia para servir a nuestro Señor». Sproul enseña que la Palabra de Dios es el instrumento que Él usa tanto para convertir como para producir un crecimiento espiritual. «Al sumergirnos en la Palabra de Dios, comenzamos a adquirir la mente de Cristo y aprendemos qué es llevar una vida de discípulo». Nos da consejos para empezar a leer la Biblia sugiriendo tanto métodos como recursos que ayudarán al creyente nuevo. En lo que respecta a la oración, Sproul distingue entre la oración como un deber, como un privilegio y como un medio de gracia para luego ofrecer consejos prácticos sobre cómo orar de manera eficaz. El capítulo dedicado a la adoración habla de la forma en que Dios la regula, la importancia de adorar tanto en espíritu como en verdad, y la importancia de prepararse para los momentos de adoración. Luego escribe sobre el servicio, diciendo que es una práctica esencial para alcanzar una fe vibrante, y discute la naturaleza de lo que implica ser un siervo. En el quinto capítulo del libro considera la mayordomía sacrificial, y habla del diezmo y del valor de invertir en el reino de Dios. Este es un libro pequeño y muy fácil de leer y digerir. Es ideal para entregar como regalo o darlo a un nuevo creyente. Ofrece sabiduría introductoria sobre disciplinas que son cruciales para la vida cristiana. Sin embargo, en él hay lo suficiente como para que incluso un creyente de larga trayectoria encuentre sabiduría bíblica que desafíe su andar cristiano.

Cinco cosas que cada cristiano necesita para crecer. R.C. Sproul. Editorial Portavoz, 80 páginas.

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RESEÑA: VERDAD TOTAL

A menudo he lamentado el excesivo uso que los cristianos le han dado a la expresión «transformador de vidas». No es inusual escuchar a las personas salir de un sermón o una conferencia particularmente cautivante diciendo: «¡Esto transformó mi vida!». La verdadera medición y prueba de un cambio en la vida se produce en el tiempo, porque sólo con el tiempo sabremos verdaderamente lo que ha tenido un impacto significativo sobre nuestras vidas. Ahora, habiendo establecido que no uso el término con liviandad, quisiera sugerir que Verdad total, de Nancy Pearcey, puede ser sencillamente un libro transformador de vidas. Como creyentes gastamos colectivamente millones de dólares e incontables horas leyendo sobre vida cristiana: cómo tener hogares mejores, familias mejores, vidas mejores, cómo descubrir nuestro propósito, redescubrir nuestra alma masculina o femenina, y así hasta el infinito; hasta el hartazgo. A algunos les gusta complementar con el estudio de la teología, o la historia de la iglesia, y se trata de grandes intereses. Pero si compramos tantos libros y leemos tanto, ¿por qué dedicamos tan poco tiempo a examinar y estudiar la cosmovisión? Este es el primer libro que aborda predominantemente este tópico.

Verdad total lleva por subtítulo «Libera el cristianismo de su cautiverio cultural» y esta es la tarea a la cual Pearcey dedica el libro. Ella muestra cómo los cristianos han adoptado una cosmovisión atada e influenciada por nuestra cultura a un punto tal que ahora entendemos el cristianismo a través de una cosmovisión secular. Enseña que la realidad debería ser la inversa —que necesitamos ver la sociedad a través de un lente distintivamente cristiano, permitiendo que una cosmovisión cristiana interprete todo lo que vemos, hacemos y pensamos. Dice: «Este libro responde [al hambre de adquirir una cosmovisión cristiana] y ofrece una nueva dirección para avanzar en el movimiento de la cosmovisión. Le ayudará a identificar la separación de lo sagrado y lo secular que mantiene su fe encerrada en la esfera privada de la "verdad religiosa". Le conducirá a dar pasos concretos, viables, para elaborar una cosmovisión cristiana en su vida y su trabajo. Y le enseñará a aplicar la reja de la cosmovisión para atravesar el laberinto desconcertante de ideas e ideologías que abundan en el mundo posmoderno». En breve, el propósito del libro es ayudar a los cristianos a liberar su fe de su cautiverio cultural y ver que el cristianismo no es meramente una verdad religiosa, sino una verdad total —una verdad sobre toda la realidad—. «El propósito de una cosmovisión es explicar nuestra experiencia del mundo —y cualquier filosofía puede ser juzgada por el éxito o el fracaso que obtenga al hacerlo—. Cuando el cristianismo se pone a prueba, se descubre que sólo él explica y da sentido a las experiencias humanas más básicas y universales». Como devota de Francis Schaeffer, Pearcey toma prestada una gran parte de sus escritos e ideas. Más particularmente, ella entiende —tal como Schaeffer— que los cristianos han imitado al mundo adoptando una cosmovisión de dos niveles a la cual llama una división entre hechos y valores. Se puede representar así:

VALORES Elección individual


HECHOS Obligan a todos

En el nivel superior se encuentran los valores, que son meras preferencias individuales, y en el nivel inferior están los hechos obligatorios para todos. Los hechos representan el conocimiento extraído y demostrado por la ciencia, y de esta forma, se consideran objetivos y racionales. Por otro lado, en el nivel superior están los valores que se consideran subjetivos y productos de la tradición. De este modo, no son obligatorios más allá de la conciencia del individuo y son esencialmente irracionales. No tienen mucho que decir sobre la realidad. Esta división se ha extendido a todos los aspectos de la sociedad. La tesis de este libro es que «la clave para redescubrir el gozo y el propósito resultó ser una nueva concepción del cristianismo como una verdad total —intuición que abrió la presa y derramó las aguas vivificadoras del evangelio en el terreno reseco de su vida[—]». El primer paso en la recuperación de una cosmovisión cristiana es entender la cosmovisión bifurcada inherente a nuestro mundo postmoderno. Habiendo entendido que hemos hecho distinciones falsas entre lo secular y lo sagrado, podemos empezar a integrar nuestra fe en cada área de la vida para dar un testimonio coherente a través de ella. Los políticos están comenzando a darse cuenta de que la política fluye desde la cultura. Con el fin de cambiar la política de nuestras naciones, primero debemos influenciar la cultura, y para hacerlo, debemos reclamar una cosmovisión cristiana. «Los cristianos normales que trabajan en negocios, industria, política, factorías, etcétera, son "las tropas de vanguardia de la Iglesia [...]" [...] en el combate espiritual. "¿Nos estamos tomando en serio el deber de apoyarles en el combate?" [...]. La iglesia no es otra cosa que un campo de instrucción para enviar laicos preparados para predicar el evangelio al mundo». Pearcey expone continuamente aquellas áreas que han sido contaminadas por una cosmovisión secular y explica cómo los cristianos necesitan reclamarlas. Luego de que Pearcey desconstruyera completamente la cosmovisión postmoderna de nuestra sociedad en los primeros capítulos del libro, descubrí que yo no tenía una idea tan clara de la forma en que podría reconstruir una cosmovisión cristiana. Sin embargo, quizás esto es porque no hay respuestas fáciles —no hay un acrónimo simpático como C.O.S.M.O.V.I.S.I.Ó.N. que me permita seguir un programa de 11 pasos para reconstruir una cosmovisión—. La clave es reconocer la deficiencia de sostener una cosmovisión de dos niveles y, sumergiéndose en la Escritura, permitir que Dios nos moldee como a Él le parezca adecuado. La cosmovisión de un cristiano debe surgir necesariamente del estudio y la aplicación de la Palabra de Dios. Necesito entender y creer que la verdad cristiana es un todo unificado que abarca toda la vida de la misma forma. Al leer libros escritos por intelectuales y no por pastores y maestros, he descubierto frecuentemente que la teología de ellos se halla más moldeada por los intelectuales católicos del pasado que por la teología protestante. Este no es el caso de Pearcey. Ella llega a un buen equilibrio de alabanza y crítica en su presentación del protestantismo, definiendo en términos generales las acciones y motivos de los reformadores y los creyentes de la historia. De manera similar, ella alaba a diversos estudiosos católicos (tales como Aquino) por las contribuciones que hicieron, pero es necesariamente severa al discutir sus defectos. A lo largo del libro, la autora mantiene este importante equilibrio. Fue maravilloso ver que Pearcey presenta una teología importante y profunda que se alinea claramente con las percepciones reformadas de la Escritura. Estoy de acuerdo con Al Mohler, que dijo «Verdad total es uno de los libros más prometedores que han aparecido dentro de las publicaciones evangélicas en muchos años. Debería estar en cada hogar cristiano, y debería llegar rápidamente a las manos de cada joven cristiano. Este importante libro debería ser parte de su equipo para estudiar en la universidad, y las iglesias deberían usarlo como texto para el desarrollo de una cosmovisión cristiana». Pearcey le ha dado forma a una obra maestra que es intelectualmente estimulante pero al mismo tiempo accesible y práctica. Desafiará, motivará y producirá cambios. La recomiendo enfáticamente.

Verdad total: libera el cristianismo de su cautiverio cultural. Nancy Pearcey. YWAM Publishing, 576 páginas.

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RESEÑA: LA ORACIÓN
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RESEÑA: LA ORACIÓN

¡Espera! ¿Es un libro sobre la oración? ¿Acaso es otro libro sobre la oración? ¿Existe alguna posibilidad de que podamos beneficiarnos de otro libro sobre este tema? El libro acerca de la oración de Tim Keller —Experimentando asombro e intimidad con Dios— responde con un sí rotundo. Bien, esto es lo interesante: no hay muchas cosas nuevas en este libro, pues, como dice Keller, los mejores libros sobre la oración ya se escribieron. Por lo tanto, en vez de buscar ser innovador (como La oración de Jabes, El hacedor de círculos o un millar de otros libros), Keller observa los pozos antiguos y profundos de la historia del cristianismo y se apoya fuertemente en San Agustín, Lutero, Calvino, Owen y Edwards (y, de la historia más contemporánea, Edmund Clowney). Keller entiende que cualquier nuevo conocimiento respecto a la oración tiende a escaparse de la verdad bíblica más que acercarse a ella. En vez de buscar nuevos secretos que descubrir o claves que descifrar, Keller busca formas nuevas de decir lo mismo que se dijo en un lenguaje que ya es arcaico. Repito, no hay nada significativamente nuevo en este libro, pero eso es su fortaleza, no su debilidad. Keller comienza el libro en un punto interesante: en la tensión entre dos tipos de oración. Los cristianos tendemos a describir la oración desde una de estas dos posiciones: centrada en la comunión o centrada en el Reino. La oración centrada en la comunión es «un medio de experimentar el amor de Dios y conocer la unidad con él. [Ciertos autores], prometen una vida de paz y de continuo descanso. Estos escritores a menudo ofrecen radiantes testimonios de sentirse constantemente rodeados por la presencia divina». Mientras que la oración centrada en el Reino «ve la esencia de la oración no como un descanso interno, sino que como un clamor a Dios para que venga su reino. A menudo se considera la oración como un combate de lucha libre y, quizás por lo general, no se tiene una idea clara de la presencia inmediata de Dios». Keller opta por desechar la idea de que es lo uno o lo otro y no separa estos dos conceptos, puesto que la oración es, al mismo tiempo, una conversación y un encuentro con Dios. Esto no quiere decir que Keller defiende el tipo de oración que se puede ver en la misticidad católica romana, cuyos libros aún son muy populares en la actualidad. De hecho, él se resiste con firmeza al misticismo, a la meditación como recurso para vaciar la mente en vez de llenarla, a la oración intensa pero sin sentido. Más bien, le da bastante espacio a la verdadera comunión con Dios y a la obra iluminadora del Espíritu Santo, quien lleva Escritura a la mente y provoca un mejor entendimiento de ella en los momentos de meditación devota en oración. Es más, mientras enseña estas cosas, Keller se apoya en los reformadores y los puritanos. Mientras comenzaba mi lectura, pensé que el propósito de Keller en el libro podría haber sido tratar de resolver los misterios de la oración. Con el tiempo, sin embargo, me di cuenta que éste no era el caso. Hay mucho sobre la oración que no podemos entender y quizás nunca lo entenderemos en este lado de la eternidad (y tal vez incluso después). Keller investiga estos misterios, pero no es su propósito resolverlos. Él entiende que la oración siempre será difícil y nunca prometerá más, nunca dispondrá un plan que, si se sigue, supuestamente traerá resultados garantizados y extraordinarios. Podemos crecer en nuestros entendimiento de la oración y nuestra práctica de ella, pero nunca la resolveremos y nunca llegaremos a orar perfectamente. Un aspecto particularmente interesante del libro es la definición que Keller da de la oración. Pocos libros sobre este tema realmente se dan el tiempo para definir lo que significa, pero Keller hace todo lo posible para hacerlo. La oración, dice, «es una respuesta personal y comunicativa al conocimiento de Dios». Esto representa la universalidad de la oración —todas las religiones y casi todos los seres humanos oran–. Las personas oran porque tienen alguna idea de Dios por medio de su creación. No obstante, a medida que Dios aviva los corazones endurecidos de su pueblo, los cristianos ahora pueden orar en base a un conocimiento mayor y más específico. De este modo, para los cristianos, «la oración es continuar una conversación que Dios ha comenzado a través de su Palabra y su Gracia, la que con el tiempo se convierte en un pleno encuentro con él». Al principio de su libro, Keller critica a la mayoría de los libros sobre oración por tener «ante todo un enfoque teológico, devocional o práctico, pero rara vez combinan lo teológico, lo vivencial y lo metodológico bajo una sola portada». Esto es lo que él intenta hacer y, de hecho, es exactamente lo que hizo, desplegando su libro en cinco partes: Deseando la oración, Entendiendo la oración, Aprendiendo sobre la oración, Profundizando sobre la oración y Orando. Keller escribió un libro precioso y completo que lleva al lector de la teoría a la práctica. Es uno de los libros más sólidos que he leído acerca de la oración y lo recomiendo encarecidamente.

La Oración: experimentando asombro e intimidad con Dios. Timothy Keller. B&H Español, 336 páginas.

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RESEÑA: CÓMO INSTRUIR EL CORAZÓN DE TU HIJO
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RESEÑA: CÓMO INSTRUIR EL CORAZÓN DE TU HIJO

Cómo instruir el corazón de tu hijo se tardó mucho en llegar. Trece años lo separan de la publicación de su predecesor, Cómo pastorear el corazón de tu hijo. Pasaron trece años desde el último libro que había escrito Tedd Tripp. Me impactó ver que muchas de las enseñanzas y anécdotas ahora se centran en los nietos del autor. ¡Trece años es demasiado tiempo bajo cualquier punto de vista! Cómo instruir el corazón de tu hijo es un libro que se centra en la «instrucción formativa», término que necesita más explicación. Tripp lo describe simplemente como «la enseñanza que “forma” a nuestros hijos». Es una enseñanza que «los capacita para que arraiguen su vida en la revelación de Dios en la Biblia. Les da a nuestros hijos una cultura —una cultura cristiana sin lugar a dudas[—]. Les muestra a nuestros hijos la gloria y la excelencia de Dios. Los ayuda a entender la dignidad de la humanidad como portadora de la imagen de Dios. Les proporciona una forma de interpretar la vida a través de la historia redentora de Dios, quien reconcilia a las personas con Él mismo». La instrucción formativa es una que se da antes de que lleguen los problemas y, de esa manera, es distinta a la disciplina correctiva la cual viene después de los problemas. Formamos a nuestros hijos al interpretar la vida por ellos y al responder  bíblicamente frente los desafíos que ella nos presenta. Los formamos por medio de la disciplina diaria de la adoración familiar y del tiempo que pasan juntos intencionadamente, pero también por medio de una reacción apropiada a los inesperados altibajos de la vida. La meta de la instrucción formativa es, de acuerdo a Deuteronomio 6, «que nosotros y nuestros hijos y nuestros nietos temamos al Señor y caminemos en sus caminos, disfrutando una larga vida». Ayudamos a nuestros hijos a construir una forma de ver la vida que les permite ver a Dios apropiadamente por quien él es y verse adecuadamente a ellos mismos como su creación. El libro se divide en tres secciones. En la primera, Tripp le presenta al lector la instrucción formativa, mirando al concepto desde una perspectiva general. En la segunda sección, él se concentra en los temas más específicos que forman el contenido real de la instrucción formativa. Finalmente, en la última sección, él se centra en la aplicación de la instrucción formativa de maneras muy prácticas. La segunda sección es el centro del libro. Ahí, a lo largo de ocho capítulos, Tripp describe varios elementos esenciales para una visión bíblica de la vida. Él pone atención al corazón del comportamiento, al principio de siembra y cosecha, al plan de Dios para la autoridad, a la gloria de Dios, a la sabiduría y la necedad, a ser completos en Cristo y a la importancia de la iglesia. Cada uno de estos temas tiene un capítulo, o un cierre de capítulo, en el que él describe el principio y explica su fundamentalidad para construir una visión bíblica de la vida. Después de haber hecho esto, Tripp pone su atención en cuatro de ellos, dando sugerencias prácticas respecto a cómo podemos ir desde el comportamiento al corazón; a cómo aplicar el principio bíblico de la siembra y la cosecha a la disciplina correctiva; a la comunicación con los hijos; y a la centralidad del evangelio. La fortaleza de este libro, de igual manera que el libro que lo precede: Cómo pastorear el corazón de tu hijo, —y el mensaje que necesito escuchar una y otra vez— es la constante exhortación a que los padres miren más allá del comportamiento y, ante todo, miren el corazón. Es demasiado fácil criar pequeños legalistas, niños que se atienen al pie de letra de la ley, mientras desafían a la intención de la ley y a aquel que nos la da en primer lugar. Es más difícil pero mucho más provechoso mirar al corazón, puesto que el corazón es la fuente de todo comportamiento. El corazón es el centro de toda instrucción efectiva. Sin embargo, mientras que el foco de Cómo pastorear era cambiar el énfasis en la obediencia exterior a los asuntos del corazón, el centro en Cómo instruir está en construir dentro del corazón de nuestros hijos una visión suficientemente bíblica de la vida y adecuadamente sólida como para hacer frente a sus dudas y al escepticismo de la cultura. La tarea de la crianza, después de todo, implica mostrarles a nuestros hijos «la conexión vital que existe entre la historia poderosa de la redención que está en las Escrituras y su experiencia diaria. La instrucción que les demos solo tendrá sentido dentro del contexto de la historia de las Escrituras que les dice quiénes son y les habla sobre el Dios que los hizo y les ofrece redención». Como la mayoría de los libros acerca de la crianza de los hijos, éste está lleno de momentos que son, al mismo tiempo, evidentes y profundos. Encontrarán afirmaciones que son tan claras que se preguntarán si es que realmente era necesario mencionarlo, sólo para darse cuenta de que podrían haber sido más sabios tan sólo unos momentos antes. Mientras murmuras, «bueno, ¡obvio!», también sentirás  remordimientos de vergüenza y de arrepentimiento. Éste es un libro que puede aplicarse inmediatamente tanto en los padres como en los hijos. «Tu mayor necesidad», dice Tripp, «es entender las verdades profundas de la Biblia. Las bases firmes de la crianza de los hijos se construyen sobre la sólida verdad». Éste no es un libro que les diga cómo controlar y cómo manipular a sus hijos, para que así ellos pasen sus vidas con un miedo irracional a un padre dominante o a una deidad hostil. Al contrario, es un libro que enseña a los padres a edificar en sus hijos cuidadosa, pero consistentemente una forma de ver la vida que comience con el corazón y que se centra en Dios y su gloria. «Debemos grabar la verdad en los corazones de nuestros hijos, no para controlarlos o manejarlos, sino para guiarlos, a fin de que puedan experimentar el mayor gozo y felicidad —deleitarse en Dios y en la bondad de Sus caminos». Hemos esperado por mucho tiempo la continuación de Cómo pastorear el corazón de tu hijo. Creo que la mayoría de los padres sentirán que la espera ha valido bastante la pena.

Cómo instruir el corazón de tu hijo. Tedd & Margy Tripp. Poiema Publicaciones, 192 páginas.

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RESEÑA: MUJER VERDADERA 101: DISEÑO DIVINO
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RESEÑA: MUJER VERDADERA 101: DISEÑO DIVINO

Vino como un rayo. No debió ser así, supongo, pero, de alguna manera, así fue. Por años nuestra iglesia ha luchado por construir un ministerio de mujeres efectivo. El ministerio de hombres se conformó con bastante facilidad y hemos visto cómo los hombres participan en el ministerio, lo disfrutan y construyen relaciones significativas por medio de él. Sin embargo, el ministerio de mujeres siempre ha sido más difícil de consolidar, al menos, en parte porque no hemos tenido mujeres con el don y el interés para liderarlo. Así que Paul Martin, pastor titular de nuestra iglesia, tuvo una conversación con un amigo que pastorea una iglesia en la costa este de Canadá. Este pastor decía que en su iglesia también han luchado con esto hasta que observaron Tito 2, el texto más claro sobre las formas únicas en que las mujeres pueden servir a otras mujeres. Tito 2 dice esto: Asimismo, las ancianas deben ser reverentes en su conducta, no calumniadoras ni esclavas de mucho vino. Que enseñen lo bueno para que puedan instruir a las jóvenes a que amen a sus maridos, a que amen a sus hijos, a que sean prudentes, puras, hacendosas en el hogar, amables, sujetas a sus maridos, para que la palabra de Dios no sea blasfemada (Tito 2: 3-5). Lo que este pastor señala se trata simplemente de lo siguiente: «Tito 2 no fue escrito para las mujeres; fue escrito para el pastor. A Tito se le dijo que enseñe a las mujeres a enseñar a otras mujeres». Tan sólo una oración antes, Pablo le había dicho a Tito, «pero en cuanto a ti, enseña lo que está de acuerdo con la sana doctrina». Sólo después de eso, él continúa hablando sobre el ministerio de mujeres. Por lo tanto, este ministerio también está bajo la supervisión y el liderazgo de Tito. Esto podría explicar por qué el ministerio de mujeres no estaba funcionando tan bien como se esperaba. La mayoría de los ministerios de mujeres están siendo supervisados por los pastores (como todos los ministerios); sin embargo, ¿qué pasaría si el ministerio fuera liderado por el pastor, al menos por un tiempo? ¿Qué pasaría si el pastor lo liderara con el propósito de identificar y capacitar a mujeres que pudiera asumir el liderazgo más adelante? Como pastores, tomamos esto como un orden para tomar en serio el ministerio de mujeres y para comenzar a liderarlo, al menos por un tiempo. En vez de esperar que la líder aparezca, deberíamos comenzar a desarrollar ese liderazgo. Nuestro pastor Paul determinó que deberíamos pasar uno o dos años dirigiendo las reuniones del ministerio de mujeres. Al realizar una búsqueda de recursos, encontramos Ministerio de mujeres 101: diseño divino escrito por Nancy Leigh DeMoss y Mary Kassian, el cual se convirtió en un manual. Mujer verdadera 101: diseño divino es un estudio bíblico de ocho semanas, o de ocho partes, sobre femineidad. En cada semana, se entregan cinco lecciones individuales diarias que después llevan a un tiempo en grupo para ahondar más profundamente en la Palabra de Dios. El propósito del libro es que las mujeres lleguen a tener una comprensión más profunda del diseño único de Dios en la femineidad. Dios fue intencional en crear diferencias entre hombres y mujeres; este libro explora y celebra esas diferencias y los elementos del diseño de Dios que son peculiarmente femeninos. Paul ha guiado a las mujeres de nuestra iglesia a través del libro por ocho meses en vez de ocho semanas. Se junta con ellas dos veces cada mes. La primera reunión es la reunión mensual de compañerismo y en ella el pastor da una perspectiva general sobre uno de los capítulos del libro. Después de haber enseñado el material, Paul se hace un lado y las mujeres se separan en pequeños grupos para discutir sobre el tema, para ver aplicaciones y para orar. La segunda reunión, dos semanas después, es una reunión de liderazgo que está abierta a cualquiera de las mujeres que estén interesadas en recibir más enseñanza y en tomar liderazgo en el ministerio de mujeres. En estas reuniones, Paul enseña el material original y el adicional que complementa el material de Mujer verdadera 101: diseño divino. Nuevamente, él enseña y luego da un paso al lado mientras las mujeres discuten sobre la enseñanza y ven aplicaciones. Hasta ahora el programa ha sido muy exitoso y muy animante. Pareciera que nuestro ministerio de mujeres está comenzando a funcionar muy bien. El ministerio tiene propósito y dirección — por primera vez, en realidad— porque por primera vez tiene liderazgo. Estamos viendo cómo mujeres se identifican a ellas mismas como líderes y cómo crecen en su capacidad de liderar. Vemos cómo mujeres crecen en sus relaciones y en comodidad entre ellas. Por supuesto que aún queda mucho espacio para crecer, pero estamos animados. Más importante aún, las mujeres de nuestra iglesia están animadas. Mujer verdadera 201: diseño interior acaba de ser publicado en español. Lo leí en la versión en inglés y puedo dar fe de que es un digno sucesor de Mujer verdadera 101 (y se centra más estrictamente en cómo las mujeres pueden ejercer el mandato de Tito 2). Respecto a Mujer verdadera 101: diseño divino lo recomiendo encarecidamente. Les he compartido cómo la iglesia Grace Fellowship lo ha aplicado, pero es igualmente apropiado usarlo en grupos pequeños de mujeres, en un estudio bíblico uno a uno o presentarlo en otros contextos. Yo, y nosotros, lo recomendamos completamente.

Mujer Verdadera 101: Diseño Divino. Nancy Leigh DeMoss, Mary Kassian. Editorial Portavoz,  272 páginas.

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31 días de pureza
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31 días de pureza

Esta serie está dirigida para todos: jóvenes y ancianos, casados y solteros; para quienes luchan tremendamente en el área sexual y para quienes podrían estar luchando un poco. Es un tiempo (un mes) para centrarse en lo que la Biblia dice sobre la pureza sexual. Cada día, compartiremos un pequeño mensaje de la Escritura, una breve reflexión sobre ese pasaje y una oración. Puedes reflexionar en la Escritura, leer el devocional y hacer la oración y ¿por qué no hacerlo junto a un amigo, un hermano en Cristo? [FinalTilesGallery id='1']
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Día 2: mi identidad
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Día 2: mi identidad

Durante todo este mes, compartiremos contigo una serie de devocionales llamada Treintaiún días de pureza. Treintaiún días de reflexión sobre la pureza sexual y de oración en esta área. Cada día, compartiremos un pequeño pasaje de la Escritura, una reflexión sobre ella y una breve oración. Este es el día dos:
¿O no saben que los injustos no heredarán el reino de Dios? No se dejen engañar: ni los inmorales, ni los idólatras, ni los adúlteros, ni los afeminados, ni los homosexuales, ni los ladrones, ni los avaros, ni los borrachos, ni los difamadores, ni los estafadores heredarán el reino de Dios. Y esto eran algunos de ustedes; pero fueron lavados, pero fueron santificados, pero fueron justificados en el nombre del Señor Jesucristo y en el Espíritu de nuestro Dios. (1 Co 6:9-11).
Como hombres, enfrentamos la tentación de obtener nuestra más profunda identidad en nuestra sexualidad. Para algunos, la identidad se encuentra en la capacidad sexual; mientras que para otros, se define por los fracasos sexuales. Los corintios, como nosotros, sufrieron una confusión de identidad. Ellos olvidaron en quiénes se habían convertido en Cristo y comenzaron a definirse a sí mismos por otras cosas en vez que por su Salvador. En 1 Corintios 6:9-11, Pablo les recuerda a los corintios (¡y a nosotros!) que la identidad de los cristianos se encuentra en un lugar diferente y mejor: en una persona. Ya no somos identificamos como «inmorales» ni «homosexuales». Pablo pone esa vieja identidad en el pasado al decir, «y esto eran algunos de ustedes». Nuestra nueva identidad es la de personas que han sido lavadas, santificadas y justificadas. Puesto que hemos sido salvados por Cristo, se nos ha dado su identidad. Abracemos esa nueva y mejor identidad y definámonos por quienes somos en Cristo. Señor, gracias por establecer mi identidad en Cristo para que así el pecado y el fracaso ya no me definan más. Puesto que me has comprado y me has unido con Jesucristo, sé que todo lo que él tiene me es dado a mí. Ayúdame a creer que estoy escondido en Cristo para que ya no viva yo sino que Cristo viva en mí. Ayúdame a vivir como si eso fuera verdad. Cuando soy llevado a encontrar mi identidad en mi sexualidad, despierta mi corazón para vivir mi identidad en Cristo. En tiempos de victoria, ayúdame a recordar que es solo por medio del nombre de Cristo que vivo en libertad del cautiverio del pecado. Soy todo tuyo. Amén. 
Este recurso fue originalmente publicado en Tim Challies | Traducción: María José Ojeda
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Día 5: confiesa tu pecado

Durante todo este mes, compartiremos contigo una serie de devocionales llamada Treintaiún días de pureza. Treintaiún días de reflexión sobre la pureza sexual y de oración en esta área. Cada día, compartiremos un pequeño pasaje de la Escritura, una reflexión sobre ella y una breve oración. Este es el día cinco:
¡Cuán bienaventurado es aquel cuya transgresión es perdonada, Cuyo pecado es cubierto! ¡Cuán bienaventurado es el hombre a quien el Señor no culpa de iniquidad, Y en cuyo espíritu no hay engaño! Mientras callé mi pecado, mi cuerpo se consumió Con mi gemir durante todo el día. Porque día y noche tu mano pesaba sobre mí; Mi vitalidad se desvanecía con el calor del verano. Te manifesté mi pecado, Y no encubrí mi iniquidad. Dije: «Confesaré mis transgresiones al Señor;» Y tú perdonaste la culpa de mi pecado (Sal 32:1-5).
Dios tuvo que usar la mano dura de la disciplina para que David entendiera una simple verdad: necesitamos confesar nuestros pecados a Dios. No confesamos nuestros pecados para que así Dios sepa lo que hicimos (él ya sabe cada acto e incluso cada pensamiento e intención de nuestros corazones). Confesamos ese pecado para nuestro propio beneficio, para reconocerlo ante él y para buscar su perdón. Aunque Dios nos asegura que en el momento de nuestra salvación todos nuestros pecados son perdonados (pasados, presentes y futuros), aún necesitamos confesar nuestro pecado ante el Señor como un reconocimiento de que cada pecado es, en última instancia, contra él, que cada pecado proviene de una falta de deleite en lo que él promete y que hemos dañado nuestra comunión con él consciente y voluntariamente. ¿Confiesas tu pecado ante el Señor? Murmullar «perdóname» una vez a la semana no es suficiente. Confiesa tu pecado (incluso ese vergonzoso pecado sexual) honesta, humilde y conscientemente. Dios los conoce todos, pero él escuchará tu confesión y, debido a lo que Cristo ha hecho, será su gozo entregarte completo perdón y reconciliación. Esta es su promesa para ti: «Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonarnos los pecados y para limpiarnos de toda maldad» (1Jn 1:9). Padre, soy un pecador. «Me darás a conocer la senda de la vida; en tu presencia hay plenitud de gozo; en tu diestra hay deleites para siempre» (Sal 16:11). Y aún así, con demasiada frecuencia, busco placer en aquello que tú prohibes. Me permito a mí mismo creer que tus placeres son inadecuados y que algo o alguien ofrece lo que necesito o lo que merezco. Te confieso mi pecado. Confieso que mi corazón ha deseado lo que tú dices que es maldad; mi mente ha meditado en lo que tú dices que es pecaminoso; mis ojos han mirado con lujuria en vez de amor. Confieso mi pecado, lo reconozco ante ti y recibo tu perdón con alegría.
Este recurso fue originalmente publicado en Tim Challies | Traducción: María José Ojeda
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Día 7: huye de la tentación
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Día 7: huye de la tentación

Durante todo este mes, compartiremos contigo una serie de devocionales llamada Treintaiún días de pureza. Treintaiún días de reflexión sobre la pureza sexual y de oración en esta área. Cada día, compartiremos un pequeño pasaje de la Escritura, una reflexión sobre ella y una breve oración. Este es el día siete:
Huye, pues, de las pasiones juveniles y sigue la justicia, la fe, el amor y la paz, con los que invocan al Señor con un corazón puro (2 Timoteo 2:22).
Estamos en guerra. Nuestros enemigos, el mundo, la carne y el diablo, siempre se oponen a nosotros. Una batalla constante arde dentro de nosotros, fuera de nosotros y a nuestro alrededor. Como hombres, hemos sido creados para ser valientes y audaces, para permanecer firmes y sin miedo en la batalla. A lo largo de todo el Nuevo Testamento se nos pide que permanezcamos, que permanezcamos fuertes en esta pelea. Y sin embargo, hay un área en el que se nos ordena huir: «huyan de las pasiones juveniles». Debemos huir de la lujuria, correr rápido y lejos del deseo y de la oportunidad de cometer pecado sexual. «¿Puede un hombre poner fuego en su seno sin que arda su ropa? ¿O puede caminar un hombre sobre carbones encendidos sin que se quemen sus pies?» (Pr 6:27-28). Por supuesto que no. Solo un tonto podría intentarlo. Huye, mi hermano. Aprende cómo y cuándo correr y no te avergüences de hacerlo. No juegues con el pecado sexual; no lo tomes a la ligera. No te rías ni te burles de cada pecado por el cual Cristo murió. No te permitas ni la más mínima probada ni el más breve vislumbre de lo que Dios prohíbe. No hay vergüenza en huir, pero quizás sí conoces muy bien la vergüenza que hay en caer. Padre, me dices que huya del pecado sexual. Me dices que «la inmoralidad, y toda impureza o avaricia, ni siquiera se mencionen entre ustedes, como corresponde a los santos» (Ef 5:3). Sin embargo, demasiadas veces he jugado con el pecado sexual, he decidido permitirme a mí mismo solo un vislumbro o solo una probada. Y luego, de alguna manera, me sorprendo cuando esa pequeña probada me lleva a una caída completa, a una glotonería total. No hay a nadie más a quien culpar que no sea a mí mismo, porque he escogido ignorar tu Palabra. Enséñame mi propia debilidad y muéstrame tu gran fortaleza. Cuando esté tentado, déjame huir hacia a ti y buscar refugio en ti, en tus promesas, en tu fortaleza.
Este recurso fue originalmente publicado en Tim Challies | Traducción: María José Ojeda
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Día 12: confía en sus promesas
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Día 12: confía en sus promesas

Durante todo este mes, compartiremos contigo una serie de devocionales llamada Treintaiún días de pureza. Treintaiún días de reflexión sobre la pureza sexual y de oración en esta área. Cada día, compartiremos un pequeño pasaje de la Escritura, una reflexión sobre ella y una breve oración. Este es el día doce:
No les ha sobrevenido ninguna tentación que no sea común a los hombres. Fiel es Dios, que no permitirá que ustedes sean tentados más allá de lo que pueden soportar, sino que con la tentación proveerá también la vía de escape, a fin de que puedan resistirla (1 Corintios 10:13).
Nuestro Dios es un Dios que hace promesas y que las cumple. Lo que él dice, él hará; lo que él ofrece, él proveerá. Una de sus grandes promesas es que él estará con nosotros en medio de nuestras tentaciones. Incluso en esos momentos cuando Satanás personaliza una tentación que se acomoda perfectamente a nuestros deseos, incluso ahí (especialmente en ese momento) Dios promete estar con nosotros y que en su fortaleza podremos resistir. Todo lo que necesitamos hacer es tomar lo que él ofrece. Hermano mío, solo has pecado porque decidiste pecar. Solo has pecado porque decidiste rechazar la vía de escape que Dios te ha ofrecido. Dios no promete que no serás tentado o que no serás tentado más allá de tu capacidad natural para resistir esa tentación. Sin embargo, él sí promete que está justo ahí en la tentación y que, si lo miras a él y te aferras a sus promesas, podrás resistir. Cuando la tentación viene, aférrate a sus buenas promesas, aférrate a su buena misericordia. Con su ayuda, podrás soportar cada tentación sin pecar. Padre, oro para que me ayudes a armarme con tus promesas. Deja que mi mente y mi corazón se llenen con tu Palabra para que en el momento de tentación pueda ser como Jesús y enfrente cada prueba y cada tentación con tu verdad. Sé que hoy y todos los días seré tentado, así que déjame creer que tú proveerás una salida para cada situación que enfrente. Soy demasiado débil para depender en mí mismo. Por favor, enséñame a depender de ti, a confiar en tus promesas, porque tus promesas son verdaderas y buenas.
Este recurso fue originalmente publicado en Tim Challies | Traducción: María José Ojeda
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Día 9: amistad espiritual
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Día 9: amistad espiritual

Durante todo este mes, compartiremos contigo una serie de devocionales llamada Treintaiún días de pureza. Treintaiún días de reflexión sobre la pureza sexual y de oración en esta área. Cada día, compartiremos un pequeño pasaje de la Escritura, una reflexión sobre ella y una breve oración. Este es el día nueve:
Consideremos cómo estimularnos unos a otros al amor y a las buenas obras, no dejando de congregarnos, como algunos tienen por costumbre, sino exhortándonos unos a otros , y mucho más al ver que el día se acerca (Hebreos 10:24-25).
La amistad es un gran don de Dios. La amistad espiritual compartida en Cristo, es un don aún más grande. Proverbios nos asegura que «en todo tiempo ama el amigo, y el hermano nace para tiempo de angustia» (17:17). El hermano nace para el tiempo en el que nos codeamos con nuestro pecado, batallando duro contra él, comprometidos a hacerlo morir. En esos momentos, necesitamos amigos para que oren por nosotros, para que nos apoyen, nos digan verdades y nos prediquen el Evangelio. El pecado prospera en la oscuridad. Cuando nos encontramos con el agua hasta el cuello por nuestro pecado, nuestra tendencia es huir y escondernos, especialmente de los amigos. Nuestra culpa nos hace huir de la rendición de cuentas y de la amistad. No hagas eso. Ve las amistades piadosas que Dios te ha dado como los regalos que son. Mientras batallas contra el pecado y mientras batallas por la pureza sexual, invita a un amigo a acompañarte en tus luchas. Invítalo a orar contigo y por ti, invítalo a que te haga preguntas profundas y difíciles, invítalo a ir contigo en este viaje. Y cuando los treintaiún días de pureza hayan terminado, esa amistad solo seguirá progresando. Padre, oro para pedirte que yo pueda buscar y valorar la rendición de cuentas bíblica y la amistad genuina. Esta vida es demasiado difícil y soy demasiado pecador como para hacerlo solo. Por eso, oro para que me concedas ese amigo, que él y yo seamos como Jonatán y David, unidos, sin vergüenza, cada uno buscando el bien del otro. Y oro para que yo sea el tipo de amigo que ama en todo tiempo y que está ahí para mi hermano en tiempos de adversidad. Amén.
Este recurso fue originalmente publicado en Tim Challies | Traducción: María José Ojeda
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Día 13: humildad
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Día 13: humildad

Durante todo este mes, compartiremos contigo una serie de devocionales llamada Treintaiún días de pureza. Treintaiún días de reflexión sobre la pureza sexual y de oración en esta área. Cada día, compartiremos un pequeño pasaje de la Escritura, una reflexión sobre ella y una breve oración. Este es el día trece:
…Dios resiste a los soberbios, pero da gracia a los humildes (1 Pedro 5:5).
La humildad no se da fácil ni naturalmente en los pecadores como tú y como yo. Nos tenemos en muy alta estima a nosotros mismos, a nuestras virtudes, a nuestras tendencias y a nuestra capacidad de resistir el pecado. Sin embargo, una y otra vez, la Biblia nos dice que Dios tiene un afecto especial por quienes son humildes. Dios le da la espalda a los orgullosos y no escatima su gracia con aquellos que son humildes. De hecho, Dios se opondrá activamente a los orgullosos de la misma manera en que bendecirá a los humildes. Pocas cosas nos exponen como nuestra incapacidad de alejarnos del pecado y como nuestra falta de deseo por hacer lo que es correcto. Por lo tanto, pocas cosas nos ofrecen una mejor oportunidad para volver al Señor en humilde dependencia. Dios está activamente con los humildes. Dios desea verter sus bendiciones en los humildes. Mientras buscas dejar el pecado de la inmoralidad sexual, y buscas vestirte de la virtud de la integridad sexual, debes humillarte ante Dios. Hazlo admitiendo tus tendencias a pecar y hazlo reconociendo libremente tu incapacidad ante Dios. Haz esto, sobre todo, mirando a Cristo, «el cual, aunque existía en forma de Dios, no consideró el ser igual a Dios como algo a qué aferrarse, sino que se despojó a sí mismo tomando forma de siervo, haciéndose semejante a los hombres. Y hallándose en forma de hombre, se humilló él mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz». Padre, confieso humildemente que no puedo ganar esta batalla por mí mismo. Soy demasiado débil. Soy demasiado pecador. Tiendo demasiado a lo que es malo. Así que, tanto como puedo, me humillo ante ti. Te pido que me recuerdes cuán humilde debo ser. Te pido que me recuerdes a mi humilde Salvador, que se hizo carne por mí, que obedeció la ley por mí, que fue a la cruz por mí, que sangró y murió para que yo tenga vida. 
Este recurso fue originalmente publicado en Tim Challies | Traducción: María José Ojeda
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Día 15: comprométete con la iglesia
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Día 15: comprométete con la iglesia

Durante todo este mes, compartiremos contigo una serie de devocionales llamada Treintaiún días de pureza. Treintaiún días de reflexión sobre la pureza sexual y de oración en esta área. Cada día, compartiremos un pequeño pasaje de la Escritura, una reflexión sobre ella y una breve oración. Este es el día quince:
Consideremos cómo estimularnos unos a otros al amor y a las buenas obras, no dejando de congregarnos, como algunos tienen por costumbre, sino exhortándonos unos a otros , y mucho más al ver que el día se acerca (Hebreos 10:24-25).
En el Nuevo Testamento no existe el concepto del cristiano solitario: el hombre que afirma ser un creyente, pero que deliberada o desinteresadamente se permite alejarse de la iglesia local. Así como el lobo ronda al rebaño de ovejas, buscando a una que se descarríe de su pastor, Satanás ronda a la iglesia, buscando a quien se aleje de la comunidad cristiana. Todo cristiano depende de una iglesia local y nos arriesgamos al descuidarla, puesto que es en la iglesia donde experimentamos poderosamente los medios de gracia que Dios nos da: la Palabra, la oración y los sacramentos (u ordenanzas). No podemos crecer o siquiera sobrevivir sin ellas. Tampoco debemos esperar hacerlo. También, es dentro de la iglesia donde experimentamos de forma única la alegría de imitar a Cristo al dejar de lado nuestros propios deseos con el fin de amar y servir a otros. Por lo tanto, hermano mío, no vayas simplemente a la iglesia: sé un miembro activo, que sirve y que participa en esa iglesia. No esperes ser capaz de dar muerte al pecado o buscar santidad sin la iglesia local. Padre, te agradezco por el regalo de la iglesia local. Estoy agradecido de que por medio de ella puedo experimentar esos maravillosos medios de gracia. Te doy gracias por haberme llevado a mi iglesia y oro para que puedas ayudarme a comprometerme más y más con ella, para que pueda amar a las personas que traigas a ella, para que pueda tener amistades profundas y significativas ahí, que pueda servir fielmente a tu pueblo al moverlos al amor y a las buenas obras.
Este recurso fue originalmente publicado en Tim Challies | Traducción: María José Ojeda
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Día 16: administra el don de Dios
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Día 16: administra el don de Dios

Durante todo este mes, compartiremos contigo una serie de devocionales llamada Treintaiún días de pureza. Treintaiún días de reflexión sobre la pureza sexual y de oración en esta área. Cada día, compartiremos un pequeño pasaje de la Escritura, una reflexión sobre ella y una breve oración. Este es el día dieciséis:
¿O no saben que su cuerpo es templo del Espíritu Santo que está en ustedes, el cual tienen de Dios, y que ustedes no se pertenecen a sí mismos? Porque han sido comprados por un precio. Por tanto, glorifiquen a Dios en su cuerpo y en su espíritu, los cuales son de Dios (1 Corintios 6:19-20).
A lo largo de la batalla por la pureza, la sexualidad puede sentirse como una carga y una maldición. Podríamos incluso encontrarnos a nosotros mismos deseando que Dios nos hubiese hecho seres asexuados o que nos quite todos esos sentimientos y deseos. Sin embargo, sabemos que Dios es un Padre amoroso que mira a su pueblo con bondad. ¡Este Padre nunca nos dará algo que sea malo para nosotros! En su primera carta a la iglesia en Corinto, Pablo aborda la inmoralidad sexual que se cometía entre las personas de ese lugar. El reprende a la iglesia por esta inmoralidad y les da esta orden: glorifiquen a Dios con sus cuerpos. Este es un mandamiento que le da a los casados y a los no casados. Nuestra sexualidad se nos ha confiado como un regalo de Dios. Servimos como administradores fieles cuando lo usamos solo en las maneras en las que Dios dispuso. Para aquellos que están casados, eso se traduce en disfrutar el sexo regular y alegremente con sus esposas; para aquellos que son solteros, en negarse constante y alegremente a esos deseos físicos. En cualquiera de esos casos, nuestros cuerpos le pertenecen a Dios, no a nosotros; nuestra sexualidad le pertenece a Dios, no a nosotros. Hermano mío, sé un fiel administrador de lo que Dios te ha confiado. Padre, dices que puedo y debo glorificarte con mi cuerpo. Creo que me has dado la sexualidad como un regalo. Quizás no siempre entienda por qué lo hiciste, porque no siempre se siente como un regalo. Sin embargo, sí entiendo que tú eres bueno y amable y que me amas. Oro para que pueda ser un fiel administrador de este regalo, que en el día final veas cómo he administrado este regalo y me digas, «bien hecho, siervo bueno y fiel». 
Este recurso fue originalmente publicado en Tim Challies | Traducción: María José Ojeda
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Día 19: una medida radical
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Día 19: una medida radical

Durante todo este mes, compartiremos contigo una serie de devocionales llamada Treintaiún días de pureza. Treintaiún días de reflexión sobre la pureza sexual y de oración en esta área. Cada día, compartiremos un pequeño pasaje de la Escritura, una reflexión sobre ella y una breve oración. Este es el día diecinueve:
Ustedes han oído que se dijo: “No cometerás adulterio.” Pero Yo les digo que todo el que mire a una mujer para codiciarla ya cometió adulterio con ella en su corazón. Si tu ojo derecho te hace pecar, arráncalo y tíralo; porque te es mejor que se pierda uno de tus miembros, y no que todo tu cuerpo sea arrojado al infierno. Y si tu mano derecha te hace pecar, córtala y tírala; porque te es mejor que se pierda uno de tus miembros, y no que todo tu cuerpo vaya al infierno (Mateo 5:27-30).
En el contexto de la pureza sexual, Jesús establece un desafío radical. «Si tu ojo derecho te hace pecar, arráncalo y tíralo». Entendemos que Jesús no estaba hablando literalmente, pero esto no indica que esté sugiriendo algo ridículo. Cuando lo acusamos de ser exagerado, minimizamos la fuerza de sus palabras y quizás nos estamos dando una escapatoria. Sin embargo, Jesús está haciendo una pregunta muy seria en este texto: ¿amas tu pecado sexual lo suficiente como para ir al infierno por él? Si estás comprometido a batallar contra el pecado, necesitas comprometerte a deshacerte de aquellas cosas que te llevan a pecar. No juegues con el pecado cuando debes estar huyendo lejos, muy lejos de él. Si tu iPhone te lleva a pecar, córtalo; si tu computador te lleva a pecar, arráncalo. Como una parte integral de tu compromiso con la pureza sexual, como un medio para obtener la victoria, toma una medida radical contra tu pecado. ¿Qué te está pidiendo Dios que cortes o que arranques? Padre, oro para que pueda tener la valentía y la integridad para tomar una medida radical. No me dejes jugar con el pecado. No me dejes continuar probando el pecado y actuar sorprendido cuando me doy un festín. Impide que alguna vez piense a la ligera de cualquier pecado que requirió el sufrimiento y la muerte de Jesucristo. Muéstrame dónde están mis patrones de pecado incrustados tan profundamente que necesito cortar algo o sacar algo por mi propio bien y para tu gloria.
Este recurso fue originalmente publicado en Tim Challies | Traducción: María José Ojeda
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Día 22: la casa de la ramera
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Día 22: la casa de la ramera

Durante todo este mes, compartiremos contigo una serie de devocionales llamada Treintaiún días de pureza. Treintaiún días de reflexión sobre la pureza sexual y de oración en esta área. Cada día, compartiremos un pequeño pasaje de la Escritura, una reflexión sobre ella y una breve oración. Este es el día veintidós:
Ahora pues, hijos míos, escúchenme, Y no se aparten de las palabras de mi boca. a Aleja de la extraña tu camino, Y no te acerques a la puerta de su casa; No sea que des tu vigor a otros Y tus años al cruel; No sea que se sacien los extraños de tus bienes Y tu esfuerzo vaya a casa del extranjero; Y al final te lamentes, Cuando tu carne y tu cuerpo se hayan consumido, Y digas: "¡Cómo he aborrecido la instrucción, Y mi corazón ha despreciado la corrección! No he escuchado la voz de mis maestros, Ni he inclinado mi oído a mis instructores. He estado a punto de completa ruina En medio de la asamblea y la congregación (Proverbios 5:7-14).
Estas palabras fueron escritas miles de años antes de que cualquiera hubiese soñado con un computador; milenios antes de que existieran las cámaras, las pantallas y los iPads y tantos de los medios que hoy transportan tentaciones sexuales. Y sin embargo, son tan aplicables a nosotros como lo fueron para Salomón, hace todos esos años. Aquí el padre sabio le escribe a su hijo y le advierte que se mantenga lejos de la casa de la ramera, lejos del lugar de la tentación sexual y del pecado sexual. Él sabe que si su hijo camina al borde del precipicio, inevitablemente caerá al abismo. Hace un par de días, oramos para que Dios nos diera voluntad para arrancarnos y cortar lo que sea que nos lleve a pecar. ¿Lo has hecho? Ahora, Salomón nos advierte que necesitamos mantenernos lejos, lejos de cualquier área de tentación. No podemos caminar al borde del precipicio y pretender mantenernos firmes en nuestros pies. ¿En qué camino andas que te lleva al pecado sexual? ¿Qué patrón sigues antes de caer en el pecado sexual? ¿Acaso sucede cuando ves Facebook mecánicamente? ¿Acaso sucede cuando te quedas despierto hasta muy tarde? ¿Cuando pasas por fuera de la casa de una prostituta? Lee la advertencia de Salomón, ora para que Dios te dé su sabiduría y ten cuidado con los pasos que das. Padre, te pido que me muestres los patrones que sigo que me llevan al pecado sexual. No quiero acercarme a la puerta de una prostituta. No quiero acercarme a un sitio porno. No quiero ir a ningún lugar donde mis ojos y mi mente tiendan a vagar hacia la impureza. No quiero caminar al borde del precipicio y pretender que esta vez no voy a caer. Gracias por tu amable advertencia, dada por medio de Salomón. Ahora dame tu sabiduría, dame tu fuerza, dame tu protección. Permíteme hacer, por mucho tiempo, solo lo que es correcto.
Este recurso fue originalmente publicado en Tim Challies | Traducción: María José Ojeda
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Día 28: victorias de gracia
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Día 28: victorias de gracia

Durante todo este mes, compartiremos contigo una serie de devocionales llamada Treintaiún días de pureza. Treintaiún días de reflexión sobre la pureza sexual y de oración en esta área. Cada día, compartiremos un pequeño pasaje de la Escritura, una reflexión sobre ella y una breve oración. Este es el día veintiocho:
De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron, ahora han sido hechas nuevas (2 Corintios 5:17).
Dios nos dice que la victoria sobre el pecado es segura (incluso aquellos pecados a los que nos hemos aferrado por tanto tiempo). Esto puede ser difícil de creer cuando miramos al pasado y vemos solo fracaso tras fracaso. Puede ser difícil de creer cuando el poder del pecado es tan fuerte y cuando ceder al pecado promete tal satisfacción. Sin embargo, debemos creer que en Cristo somos nuevas criaturas (lo viejo ha pasado y lo nuevo ha llegado). En Cristo nos estamos convirtiendo en lo que somos, aferrándonos cada vez más a lo que somos en él. Donde una vez nos deleitamos haciendo el mal, podemos tener confianza de que un día nos deleitaremos en evitar el mal. Donde una vez odiamos hacer lo que es correcto, podemos tener confianza de que un día nos deleitaremos en hacer lo que es bueno. Realmente podemos esperar y creer que ese cambio radical sucederá. Sin embargo, podría tomar mucho tiempo y podría haber muchas luchas entre los dos extremos. Rara vez sucede de un día para otro. En ese periodo en el que batallas con esfuerzo contra el pecado, en el que estás desarrollando nuevos patrones para hacer lo que es correcto en vez de hacer lo que Dios prohíbe, asegúrate de celebrar las pequeñas victorias. Cada una de ellas es una evidencia de la gracia de Dios en tu vida. Cuando decidas hacer lo correcto en vez de lo pecaminoso, da gracias a Dios. Cuando hayas pasado más tiempo de lo que jamás habías pasado antes sin sucumbir a la tentación, celebra con un amigo y da gracias al Señor. Celebra su gracia adorando su nombre. Padre, te doy gracias porque en Cristo soy una nueva creación. Creo en lo que dices: lo viejo ha pasado y las cosas han sido hechas nuevas. Déjame ser quien soy en Cristo. Déjame aferrarme a todo lo que Cristo ofrece. Te doy gracias por darme gracia (gracia para ver mi pecado, gracia para odiar mi pecado y gracia para superar mi pecado). Todo esto es una evidencia de tu obra en mi vida y te agradezco por eso. Ayúdame a celebrar día a día lo que estás haciendo en mí y por medio de mí.
Este recurso fue originalmente publicado en Tim Challies | Traducción: María José Ojeda
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Día 29: una mente renovada
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Día 29: una mente renovada

Durante todo este mes, compartiremos contigo una serie de devocionales llamada Treintaiún días de pureza. Treintaiún días de reflexión sobre la pureza sexual y de oración en esta área. Cada día, compartiremos un pequeño pasaje de la Escritura, una reflexión sobre ella y una breve oración. Este es el día veintinueve:
Y no se adapten a este mundo, sino transfórmense mediante la renovación de su mente, para que verifiquen cuál es la voluntad de Dios: lo que es bueno y aceptable y perfecto (Romanos 12:2)
Nuestros cuerpos siguen a nuestras mentes. Este es el testimonio consistente de la Escritura, que siempre pone a la mente antes que al cuerpo. A lo largo de su vida, el cristiano debe estar renovando su mente con la Palabra de Dios, para llevarla a cautiverio y llevarla conforme a ella. A medida que lo hace, sus palabras y sus obras, e incluso sus pensamientos, lo seguirán forzosamente. Si existe cualquier área en donde dejamos que nuestros cuerpos dicten nuestros pensamientos y nuestras acciones, aquí estamos en el contexto de la pureza sexual, en esos momentos en los que el cuerpo parece gritar debido a la insatisfacción. Cuando nos revolcamos en el pecado sexual, llenamos nuestras mentes con lo que es impuro, como si Filipenses 4 nos ordenara pensar sobre todo lo que es falso, todo lo que es deplorable, todo lo que es injusto, todo lo que es impuro, todo lo que es horrible, todo lo que es crítico, si hay alguna depravación, algo digno de reprender, pensamos sobre esas cosas. Y, como es lógico, nuestros cuerpos siguen a nuestras mentes. Es muchísimo mejor prestar atención y practicar Filipenses 4 que nos ordena a pensar en lo que es bueno, noble y puro. «Por lo demás, hermanos, todo lo que es verdadero, todo lo digno, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo honorable, si hay alguna virtud o algo que merece elogio, en esto mediten» (Fil 4:8). Piensa en esas cosas, hermano, y deja que Dios transforme tus pensamientos y tus afectos. Padre, oro para que puedas hacer tu obra de renovar mi mente. Sé que mi comportamiento sigue a mis pensamientos, por eso oro para que me ayudes a pensar sobre lo que es verdadero y hermoso. Todo lo verdadero, todo lo honorable, todo lo justo, todo lo  puro, todo lo amoroso, todo lo loable, si hay alguna excelencia, si hay algo digno de alabanza, oro para que me ayudes a pensar en esas cosas y a amar pensar sobre esas cosas.
Este recurso fue originalmente publicado en Tim Challies | Traducción: María José Ojeda
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Día 30: una perspectiva eterna
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Día 30: una perspectiva eterna

Durante todo este mes, compartiremos contigo una serie de devocionales llamada Treintaiún días de pureza. Treintaiún días de reflexión sobre la pureza sexual y de oración en esta área. Cada día, compartiremos un pequeño pasaje de la Escritura, una reflexión sobre ella y una breve oración. Este es el día treinta:
al no poner nuestra vista en las cosas que se ven, sino en las que no se ven. Porque las cosas que se ven son temporales, pero las que no se ven son eternas (2 Corintios 4:18).
A veces nos quedamos atrapados en el momento en que perdemos todo sentido de perspectiva. Nos transformamos en el hombre que se para ante la vista panorámica de una montaña, pero que solo ve el suelo bajo sus pies. Lo que ve es real, pero es demasiado pequeño y demasiado limitado. Necesitamos alzar nuestros ojos para captar una perspectiva más amplia: la perspectiva eterna. Como Pablo, necesitamos fijar nuestros ojos en lo invisible y en lo eterno. Esta vida importa, pero la vida es corta. Cuando ponemos nuestra vida en el contexto de la eternidad, esta no es más que el sonido más fugaz; la carrera más corta entre dos fechas en una lápida. Mientras que otra noche de batalla contra el pecado sexual puede ser la noche más larga y más difícil de nuestras vidas, no es más que un tic del reloj en el contexto de la eternidad. «Por tanto no desfallecemos, antes bien, aunque nuestro hombre exterior va decayendo, sin embargo nuestro hombre interior se renueva de día en día. Pues esta aflicción leve y pasajera nos produce un eterno peso de gloria que sobrepasa toda comparación» (2Co 4:16-17). Incluso esta tentación, esta aflicción, es tan ligera cuando la comparamos con el gozo que nos espera. Padre, ayúdame a mantener mis ojos fijos en lo que es invisible y eterno. Ayúdame a ver mi vida y mis momentos de tentación dentro del contexto de la eternidad. Aunque estas tentaciones pueden sentirse muy pesadas y muy difíciles, quiero saber y creer que no son más que aflicciones ligeras y momentáneas comparadas con el peso eterno de la gloria incalculable que has preparado para mí. Anhelo el día en el que estaré contigo para siempre. Prepárame para ese día al darme tu gracia para batallar contra el pecado sexual hoy y cada día.
Este recurso fue originalmente publicado en Tim Challies | Traducción: María José Ojeda
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Las bendiciones de crecer en un hogar cristiano
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Las bendiciones de crecer en un hogar cristiano

Considero que es el privilegio más grande, el mayor acto de la providencia de Dios, haber crecido en un hogar cristiano. Considero que es una responsabilidad no pequeña garantizar que mis hijos crezcan en un hogar claramente cristiano. Por lo tanto, es mi más sincero deseo y mi más segura esperanza que mis nietos tengan este mismo privilegio. ¿Cuáles son los beneficios de pertenecer a este grupo tan bendecido? Quizás existen muchos que podemos enumerar y solo en la eternidad los contaremos por completo. Sin embargo, estos resuenan hoy en mi corazón. El privilegio de la oración. Nacer en un hogar cristiano es nacer en una casa de oración. Antes de que yo incluso existiera, mis padres oraban por mí. Desde el momento en que fui concebido, ellos oraron por mí en particular. Desde el momento en que me pusieron nombre, ellos oraron por mí, por mi nombre. Desde el momento en que nací, oraron sobre mí, por mí y conmigo. Solo he conocido una vida de oración, porque nací de personas que oran. El privilegio de la Escritura. Nacer en un hogar cristiano es nacer en una casa gobernada por la Biblia. Tan pronto como pude escuchar, escuché la Palabra de Dios. Tan pronto como pude ver, vi a mis padres estudiarla. Tan pronto como pude entender, ellos comenzaron a leérmela. Tan pronto como fui capaz de memorizar, ellos me llevaron a guardarla en mi corazón. Tan pronto como aprendí a leer, me enseñaron la disciplina de la devoción diaria. Solo he conocido una vida guiada por la Biblia, porque nací de personas que vivían bajo la Biblia. El privilegio del Evangelio. Nacer en un hogar cristiano es nacer en una casa que declara el Evangelio. Desde mis primeros días me contaron del gran Salvador y me convencieron de mi necesidad de Él. Tan pronto como pude aprender nombres, conocí el nombre de Jesús. Tan pronto como pude comprender mi necesidad de perdón, me hablaron del perdonador. Tan pronto como fui capacitado para expresar fe, expresé mi fe en Jesús. Solo he imaginado una vida sometida a Jesús, porque nací de personas que pertenecían a Jesús. El privilegio de la comunidad. Nacer en un hogar cristiano es nacer en una comunidad de creyentes. Gran parte de mis primeros recuerdos son de iglesias y de adoración cristiana, de canciones, de sermones y de sacramentos. Aquellos santos me amaron como si fuera su propio hijo y aún me aman hoy. Oraron por mí antes de haber nacido, me bautizaron después de que nací, me contaron mi necesidad de Jesús y de volver a nacer. Puede ser que no se necesite un pueblo para criar a un niño, pero sin duda se necesita una iglesia. Solo he vivido en comunidad cristiana, porque nací de personas comprometidas con el compañerismo cristiano. El privilegio de la piedad. Nacer en un hogar cristiano es nacer ante ejemplos de piedad. Nací de nuevos creyentes, pero unos sinceros y motivados. Ellos sabían que su tarea no solo era describir su fe con palabras, sino que exponerla con sus vidas. Mientras yo crecía bajo su cuidado, ellos crecían bajo el cuidado de Dios. Vi cómo daban muerte al pecado, vi cómo vivían para la rectitud, vi cómo servían siendo ejemplos de sabiduría y de carácter cristiano. Solo he vivido rodeado por ejemplos de piedad, porque nací de personas que eran ejemplos de piedad.  De estas maneras y de muchas otras, he experimentado la gracia de Dios y he disfrutado de un privilegio incalculable. Es mi esperanza, oración y confianza que mis hijos y mis nietos puedan decir lo mismo.
Este recurso fue originalmente publicado en Tim Challies.
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Jovencito, jovencita: sé un ejemplo
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Jovencito, jovencita: sé un ejemplo

Siempre fui malísimo para pintar. En las clases de arte en la secundaria, la profesora nos daba la tarea de estudiar un automóvil o una forma humana o una fuente de fruta. Nuestro deber era observar y luego pintar. Yo hacía lo que ella decía: miraba el objeto; lo estudiaba; observaba su forma, sus curvas, sus ángulos, sus colores, sus sombras. Sin embargo, cuando ponía el pincel en el papel nunca se veía como se suponía que debía verse. No se veía real, no se veía impresionista o abstracto, solo se veía como un desastre. Tuve una buena razón para saltarme las clases de arte en la universidad y así dedicarme a las humanidades (lenguaje, historia, humanidades). Ahí era donde debía estar. Sin embargo, hay un área en la cual sé que tengo el llamado del artista. Puede ser que no tenga el ojo, la mano ni la habilidad para pintar, pero creo que Dios me ha dado todo lo que necesito para tener éxito en este otro tipo de arte. Francis Schaeffer lo describe de la siguiente manera: «Ninguna obra de arte es tan importante como la propia vida de un creyente. En este sentido, cada cristiano está llamado a ser un artista. […] La vida cristiana tiene que ser algo verdadero —debe haber verdad en ella— y algo hermoso —debe encontrarse belleza en la misma—, en medio de un mundo perdido sumido en la desesperación». Esa es la obra de arte que quiero crear. Dios nos llama y equipa para crear esa obra de arte. Incluso a ti. Hoy quisiera comenzar una pequeña serie que estoy escribiendo teniendo en mente a cristianos más jóvenes. Si tienes dieciséis o dieciocho o estás en tus veinte, si estás en la secundaria o en la universidad o te acabas de casar o comenzar una carrera, quiero hablarte. Quiero hablar contigo. Quizás llegaste a este artículo solo o tal vez te lo envió uno de tus padres o abuelos, una tía o un tío. De cualquier manera, espero que lo leas y leas los que siguen. Espero que me escuches bien. Lo mejor de todo es que espero que leas los pasajes de la Escritura y ores lo que leíste en ella, pidiéndole a Dios que te ayude a ponerla en práctica en tu vida. En estos artículos quiero enfocarme en un versículo clave: «no permitas que nadie menosprecie tu juventud, sino sé ejemplo de los creyentes en palabra, conducta, amor, fe y pureza» (1Ti 4:12). En estas palabras nos encontramos con arte; nos encontramos con las ideas de modelar e imitar, de estudiar una forma e intentar recrearla. No obstante, este arte no existe en un papel ni en un lienzo. Este arte existe en una vida. Tu vida es el lienzo. Antes de concluir esta introducción, quisiera respaldar un par de versos. En el versículo 7 del mismo capítulo, Pablo usa una metáfora diferente, nos lleva por el pasillo del salón de arte hacia el salón de pesas. «…Más bien disciplínate a ti mismo para la piedad. Porque el ejercicio físico aprovecha poco, pero la piedad es provechosa para todo, pues tiene promesa para la vida presente y también para la futura» (1Ti 4:7b-8). El ejercicio físico es bueno, ya sea que entrenes para ser más fuerte, para mejorar tu velocidad, tu agilidad o tu capacidad de recorrer más distancias. Apenas esta mañana, mucho antes de que el sol saliera, estaba entrenando, estaba intentando romper mi record personal de correr 5K. Sin embargo, este tipo de entrenamiento físico necesita pasar a segundo plano para dar énfasis al entrenamiento espiritual: el entrenamiento en la piedad. Moldear tu carácter es mucho más importante que moldear tu cuerpo. El tipo de formación que le preocupa más a Dios no es el físico, sino el espiritual. Existen muchas formas en la que puedes invertir tu tiempo en esta etapa de tu vida, pero ninguna es mejor que buscar la piedad. La Biblia te llama a ser un ejemplo con tus palabras, con tu conducta, con tu amor, con tu fe y con tu pureza. Veremos que estos cinco términos hablan a tu yo interior y exterior, a lo que piensas y a lo que dices, a lo que está oculto en tu corazón y a lo que se transmite en tu vida. Veremos que Dios quiere que tu vida sea un lienzo, el marco para una hermosa obra de arte. Y Él también espera que esta obra de arte sea vista, admirada e imitada. Espero que te unas a mí por el resto de esta serie a medida que aprendemos cómo puedes entrenarte para ser un ejemplo para otros, incluso para personas que son mucho más mayores que tú. Volveremos a verlo la próxima semana.
Este recurso fue originalmente publicado en Tim Challies.
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Sé un ejemplo: no te rindas ante las bajas expectativas
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Sé un ejemplo: no te rindas ante las bajas expectativas

La semana pasada inicié una nueva serie que comencé a escribir pensando en cristianos jóvenes (estudiantes de secundaria, universitarios, personas que están recién comenzando su vida independiente). En el primer artículo, presenté nuestro versículo clave: «no permitas que nadie menosprecie tu juventud, sino sé ejemplo de los creyentes en palabra, conducta, amor, fe y pureza» (1Ti 4:12). Expliqué que «ser un ejemplo» es un término relacionado con el mundo del arte y que a través de todos estos artículos te estaré llamando a hacer de tu vida una obra de arte. Hoy quiero seguir avanzando para mirar tres preguntas clave con el fin de entender nuestro pasaje:
  • ¿Qué quiere decir Pablo cuando se refiere a Timoteo como «joven»?
  • ¿Por qué Timoteo tiene que preocuparse de que lo menosprecien?
  • ¿Qué significa para Timoteo ser un ejemplo?

Después de que hayamos respondido estas preguntas estaremos listos para discutir los rasgos de carácter que Timoteo debe ejemplificar: palabras, conducta, amor, fe y pureza.

No te rindas ante las expectativas bajas

Necesitamos dar un paso hacia atrás un poco para establecer el contexto de nuestro pasaje. Estamos leyendo una carta que fue escrita hace unos 2000 años por el apóstol Pablo para el pastor Timoteo. Pablo es el mayor, el mentor, mientras que Timoteo es el joven, el discípulo. Pablo ha viajado con Timoteo, le ha enseñado, ha sufrido con él, ha plantado y pastoreado iglesias junto con él. Han estado juntos tanto tiempo y han pasado por tantas cosas juntos que más tarde Pablo puede recordarle, «pero tú has seguido mi enseñanza, mi conducta, propósito, fe, paciencia, amor, perseverancia, mis persecuciones, sufrimientos…» (2Ti 3:10-11). Pablo ha modelado la vida cristiana y Timoteo lo ha imitado. Ahora Timoteo se está instalando como pastor de la iglesia en Éfeso mientras que Pablo ha seguido su camino para llevar el Evangelio aún más lejos, para plantar aún más iglesias. Sin embargo, Pablo es un buen mentor, un buen amigo. Aunque él ha seguido su camino, no se ha olvidado de Timoteo. Él conoce sus fortalezas y sus debilidades, sus luchas y sus tentaciones. También sabe todo sobre su llamado a ser pastor, un líder de la iglesia. Todo eso viene a su mente mientras se sienta a escribir esta carta de ánimo, de guía y de instrucción. Cuando llegamos a nuestro versículo escuchamos que Pablo le dice a Timoteo «que nadie menosprecie tu juventud». Es un mandato, una orden. «¡No lo permitas! No permitas que nadie en esa iglesia te menosprecie por tu juventud». Leemos la palabra «juventud» hoy y nos imaginamos a Timoteo como un chico de apenas veinte años, alguien del grupo de jóvenes o quizás que está recién comenzando la universidad o su carrera profesional. Sin embargo, a medida que leemos sobre la vida de Pablo y hacemos un cálculo matemático básico, nos damos cuenta de que Timoteo era un poco más mayor que eso (probablemente más cercano a la mitad de sus treinta). En nuestra opinión, es todo un adulto, pero en aquella cultura, muy bien podría haber sido un joven sin experiencia que ni siquiera había comenzado a afeitarse. En los días de Timoteo, se consideraba que la edad de madurez era cuarenta años y aquellos que eran mayores no tendían a pensar bien de nadie que fuera más joven. Sin duda es probable que ellos no pensaban que los jóvenes podrían ser un ejemplo que valiera la pena seguir. Incluso los cristianos son tentados a creer que para ser maduro de carácter es necesario tener al menos unos cuarenta años. En ese día, en esa ciudad, Timoteo era joven. Sin embargo, aún así Pablo dice, «que nadie menosprecie tu juventud». Si la palabra «menospreciar» para ti es un poco fuerte, entonces quizás podemos ofrecerte sinónimos como «despreciar» o «desdeñar». Ahora lo ves, ¿cierto? Pablo no quiere que Timoteo le dé razones a las personas para que lo desprecien por ser joven. Él no quiere que a Timoteo le falte la confianza de que incluso a su edad puede ser un modelo de madurez cristiana. No quiere que Timoteo se rinda ante las expectativas bajas que tienen las personas mayores, y así darles motivos para que digan, «¡lo sabía!». ¿Has sentido eso alguna vez? ¿Has  sentido el peso y el dolor de esas bajas expectativas? ¿Te has encontrado con personas mayores que actúan como si no hubiera nada que puedan aprender de ti, no si tienes dieciséis, dieciocho o veintidós? ¿Has sentido como si no tuvieras nada que aportar, como si cualquier cosa que dijeras generara solo silencios incómodos o miradas de desaprobación? ¿Has llegado a la conclusión de que las personas mayores no tienen mejor razón para despreciarte que el hecho de que seas joven? Probablemente, te ha pasado en un momento o en otro, así que continúa leyendo. Sigue leyendo porque lo que Pablo dice después es hermoso y contracultural. Él no le dice a Timoteo que demande el respeto de aquellos cristianos mayores. Él no le permite a Timoteo autocompadecerse o suplicar que los mayores lo respeten. No, Pablo tiene una solución muchísimo mejor.

Sé un ejemplo

«No permitas que nadie menosprecie tu juventud, sino sé ejemplo de los creyentes…». ¿Cómo va a interceptar Timoteo la tendencia de las personas mayores hacia la falta de respeto? ¿Cómo podrá evitar estar en una posición de haber fallado y que luego todo el mundo lo mire como diciendo «te lo dije»? Al ser un ejemplo; al servir como un modelo de piedad. Él debe ser el tipo de persona que los cristianos mayores tendrán que respetar porque verán su carácter humilde y piadoso; su conducta pura y desinteresada. Timoteo debe «ser ejemplo». Este es un término relacionado al arte. Cuando estás en clase de arte, el profesor podría poner un modelo en medio del salón y te diría que lo pintes o lo esculpas. Ese es el ejemplo y tú, el artista, debes estudiarlo, aprender todo sobre él y luego hacer tu mejor reproducción. En este caso, la obra de arte es la vida de Timoteo. Él debe vivir una vida de piedad pública y ser un ejemplo para que otros vean esta obra de arte y la imiten. Incluso las personas mayores que tienden a ser irrespetuosas con él verán su vida y entenderán que él es un modelo de pensamiento y de vida cristiana. Su ejemplo los atraerá cuando él supere con creces sus bajas expectativas. Timoteo no debe preocuparse por lo que otras personas piensen de él. Él no debe exigir respeto por la fuerza de la voluntad o por la fuerza de la personalidad. Él está para ganarse el respeto del resto por medio de la manera en que vive. John Stott dice, «las personas no van a despreciar su juventud si pudieran admirar su ejemplo». Y esto es verdad para ti también. Las personas a tu alrededor, mayores o jóvenes, no serán distraídas por tu juventud si es que pueden admirar tu ejemplo. Y tú, como Timoteo, realmente puedes ser un ejemplo; es más, Dios te llama a ser un ejemplo. Tu juventud no es una excusa para la impiedad o la inmadurez espiritual. Ahora mismo, hoy, Dios te llama a ser un ejemplo; un ejemplo de piedad, de carácter y de madurez. Existen muchas maneras en las que puedes servir a tu iglesia: puedes preocuparte por los niños en la guardería, puedes apilar las sillas al fondo del salón, puedes dirigir los automóviles en el estacionamiento. Existen muchas cosas buenas, todas buenas maneras de servir a otros. Continúa haciendo estas cosas y sigue buscando oportunidades para servir. Sin embargo, la forma más grande, la mejor, la más primordial para servir a tu iglesia es buscar la piedad, crecer en sabiduría y conocimiento, en carácter y en obediencia. Sé un ejemplo, da el ejemplo, haz que tu vida sea una hermosa obra de arte. Continuaremos la próxima semana al comenzar a ver los rasgos que Timoteo debe ejemplificar: palabra, conducta, amor, fe y pureza.

Preguntas para reflexionar

  1. ¿En qué momentos has sentido que cristianos mayores te han despreciado por tu edad? ¿Tuvieron razones para hacerlo? ¿Cómo respondiste?
  2. Lee Filipenses 2:1-11 y piensa en lo que Jesús modela ahí. ¿Demandó respeto o estaba contento con ser un ejemplo? ¿De qué manera Jesús sirvió a la iglesia?
  3. Pablo invirtió tanto tiempo en Timoteo que Timoteo comenzó a imitar a Pablo en su manera de pensar y de actuar. ¿Conoces a alguien a quien te gustaría pedirle que te mentoree de esa manera? ¿Conoces a alguien que quizás esté deseando que te ofrezcas para mentorearlo? ¿Qué puedes hacer al respecto?
  4. ¿De qué manera crees que estás siendo un buen ejemplo para las personas de tu iglesia? Ora y agradece a Dios por cada uno de ellos. ¿De qué forma crees que no estás siendo un buen ejemplo para las personas de tu iglesia? Ora y pídele a Dios que su gracia te cambie. 
Este recurso fue originalmente publicado en Tim Challies.
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Sé un ejemplo en palabra

Hace un tiempo, estuve en Cambridge, Inglaterra, participando de un tour y un taller de escritura. Tuvimos una tarde libre y, puesto que no me sentía particularmente creativo en ese momento, decidí explorar la ciudad. Por casualidad, me topé con un museo y, como era gratis, pensé en pasar a mirar. Recorrí exhibición tras exhibición, admirando antigüedades prehistóricas y medievales. Ya casi se me acababa el tiempo cuando al final llegué a un salón que tenía una exhibición de pinturas. Estaba maravillado de que, de pronto, me encontraba rodeado de obras de arte. Ahí, en la pared, había cuadros de Rubens, Monet, Matisse y otros. Quizás nadie se podría haber imaginado que este pequeño museo aglomeraba una colección tan impresionante. Había algo inspirador ahí al estar en presencia de tal grandeza, a centímetros de obras maestras. He estado escribiendo una serie de artículos sobre un tipo diferente de arte y hoy quiero agregar una nueva entrada. (Aquí encontrarás la primera y la segunda parte). La serie está basada en 1 Timoteo 4:12 y está dirigida especialmente a cristianos más jóvenes. Hasta ahora hemos revisado la primera parte de nuestro texto: «no permitas que nadie menosprecie tu juventud, sino sé ejemplo de los creyentes [...]». Vimos a Pablo, el mentor, diciéndole al joven Timoteo que no se rindiera ante las expectativas bajas de las personas que lo rodean. Timoteo necesitaba entender que incluso siendo joven, él fue diseñado para hacer de su vida una obra de arte que otros puedan ver, admirar e imitar. Hoy, comenzaremos a ver formas específicas en las que Timoteo debe ser un ejemplo para llegar a ser esa obra de arte. Esto es lo que Pablo escribe: «no permitas que nadie menosprecie tu juventud, sino sé ejemplo de los creyentes en palabra, conducta, amor, fe y pureza». Existen cinco áreas en las que Timoteo debe ser un ejemplo para los otros creyentes:
  • en palabra
  • en conducta
  • en amor
  • en fe
  • en pureza

Estas características se clasifican en dos grupos. La palabra y la conducta se exponen en principio externamente, mientras que el amor, la fe y la pureza con características primordiales del yo interno. Por consiguiente, Timoteo debe asegurarse de que sus palabras y obras sean admirables; también, debe examinar su corazón para asegurarse de que su amor, su fe y su pureza sean igualmente ejemplares, sabiendo que estas características internas finalmente serán expuestas por medio de lo que dice y de lo que hace. En las próximas semanas, quisiera hacerlas aplicables para ti y para mí. Nuestro primer desafío es considerar lo que significa ser un ejemplo en palabra.

Sé un ejemplo en palabra

No debes avanzar mucho más en la lectura de la Biblia para ver el poder de las palabras. De hecho, sólo necesitas llegar hasta el tercer versículo del primer libro para verlo. En Génesis 1:3, Dios habla y comienza a darle existencia al mundo. Al final del capítulo 2, por medio de la palabra, hizo que existiera todo lo que existe, dentro de ello la humanidad. Él declaró que todo fue hecho bueno; muy bueno. ¡Las palabras de Dios son poderosas! Luego viene el capítulo 3 y comenzamos a ver el peligro del mal uso de las palabras. Aquí Satanás dice palabras con la intención de engañar al ser humano; Adán dice palabras con la intención de culpar a su mujer por su propio pecado; Eva dice palabras con la intención de desviar su culpa. Cuando todo está dicho y hecho, el mundo nunca volverá a ser el mismo, así que en Génesis 4, los hermanos se matan entre ellos y le mienten a Dios sobre eso; Lamec hace un alarde vergonzoso sobre la importancia de sí mismo y desde ahí las cosas sólo empeoran. Las palabras pueden provocar tanto bien; sin embargo, también pueden provocar mucho daño. No es de extrañar, entonces, que la Biblia aborde nuestras palabras. No es una sorpresa que Pablo aborde las palabras de Timoteo: «sé ejemplo de los creyentes en palabra». Mientras Pablo dice esto, él usa una de esas palabras griegas que ya podrías conocer: logos o λόγος, si lo prefieres. Es la palabra griega para palabra, para la comunicación que sale de nuestras bocas (y más aún, las palabras que salen de nuestros pulgares y dedos cuando tipeamos y tecleamos en lugar de hablar).

De la abundancia

Pablo quiere que Timoteo sepa que sus palabras tienen poder para crear o para arruinar su ministerio; pueden animar o destruir a otros. Como predicador y líder, Timoteo dirá muchas palabras y cada una de ellas tendrá el poder para demostrar que es un ejemplo a seguir o un desastre a evitar. ¿Por qué las palabras son tan importantes? Jesús da la respuesta en Lucas 6:45: «[...] de la abundancia del corazón habla su boca». La alarmante verdad es que la boca revela lo que está en el corazón. Es como si el corazón se desbordara, entonces lo que está en el corazón sale fluyendo de la boca. Las palabras feas revelan una fealdad interior y las palabras hermosas revelan una belleza interior. Santiago hace la pregunta, «¿Acaso una fuente echa agua dulce y amarga por la misma abertura?» (Stg 3:11). Obviamente no. El agua amarga viene de una corriente amarga, así como las palabras amargas viene de un corazón amargo. Pablo sabía todo esto y quería que Timoteo también lo supiera. En sus otras cartas, Pablo insiste que ciertas formas de hablar son completamente inapropiadas para los cristianos y deben evitarse a cualquier costo. Estas son las formas de hablar relacionadas con el viejo hombre, con la vieja forma de vivir: falsedad, enojo, amargura, calumnias, malicia, palabras abusivas y conversaciones obscenas. Todas ellas no son apropiadas para los cristianos y dañará su credibilidad. Deben buscar otra forma de hablar y son aquellas asociadas al nuevo hombre, con la nueva manera de vivir: verdad, edificación, exhortación, ternura, perdón y agradecimiento. Estas son adecuadas para los cristianos y dan evidencia de su santidad y de madurez espiritual[1]. El desafío para Timoteo era dar muerte a todas esas viejas maneras de hablar y darle vida a todas las nuevas formas de hablar. Él tenía que asegurarse de que cada palabra que saliera de su boca fuera buena, verdadera y ejemplar. Su ministerio, su credibilidad, su utilidad para Dios dependían de ello. El desafío de Timoteo es tu desafío. Hoy el mundo te da más oportunidades que nunca para usar tus palabras (expresarlas cara a cara, tipearlas en Facebook o en un mensaje de texto, decirlas por medio de Snapchat). Te comunicas constantemente y cada una de tus palabras importan. Cada una de tus palabras expone tu corazón. ¿Tus palabras son un ejemplo para que otros imiten?

Preguntas para reflexionar

  1. ¿A quién conoces que sea un ejemplo en palabra como lo ordena la Biblia?
  2. El patrón bíblico para vencer el pecado siempre es «despojarse» y luego «revestirse» o «hacer morir» los antiguos patrones y hábitos, y luego «dar vida» a nuevos patrones y hábitos. Con respecto a tu forma de hablar, ¿qué cosas dices de las cuales necesitas despojarte o darle muerte? ¿Cuáles son algunas formas virtuosas de hablar con las que necesitas revestirte o a las que debes dar vida?
  3. Piensa en cómo algunos de estos proverbios te desafían. «En las muchas palabras, la transgresión es inevitable, pero el que refrena sus labios es prudente» (10:19). «El que guarda su boca, preserva su vida» (13:3). «El corazón del justo medita cómo responder, pero la boca de los impíos habla lo malo» (15:28). «El que responde antes de escuchar, cosecha necedad y vergüenza» (18:13). ¿Por qué no le pides a otra persona que te evalúe a la luz de estos proverbios?
  4. ¿De qué manera crees que estás siendo un buen ejemplo para tu iglesia en tu manera de hablar? Ora y agradece a Dios por cada uno de ellos. ¿De qué manera crees que no estás siendo un buen ejemplo para las personas de tu iglesia en tu manera de hablar? Ora y pídele a Dios para que su gracia te cambie.
Este recurso fue originalmente publicado en Tim Challies.

[1] Knight, George W. III. (2016). Las Epístolas Pastorales: Un comentario sobre el texto griego. Fundación Hurtado.
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¿Eres un ejemplo en tu conducta?
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¿Eres un ejemplo en tu conducta?

Hoy quiero asustarte un poco; por lo menos quiero intimidarte. En realidad, quiero que la Biblia te asuste y te intimide, que te ponga un desafío tan difícil que sepas que no hay posibilidad de que puedas cumplirlo por ti mismo. Este es un desafío para cualquier cristiano, pero yo lo estoy dirigiendo particularmente a los cristianos más jóvenes, a personas que están en sus dieci- o venti-algo.

He estado trabajando en una serie de artículos que echa un vistazo a algunas palabras que Pablo le escribió a Timoteo (el mentor mayor le escribe una carta a su ahijado más joven): «no permitas que nadie menosprecie tu juventud, sino sé ejemplo de los creyentes en palabra, conducta, amor, fe y pureza» (1Ti 4:12). Ya hemos visto que Pablo quiere que Timoteo haga de su vida una obra de arte que otras personas puedan ver e imitar. Aún como un hombre joven, Timoteo debe ser ejemplar, ser digno de imitar. La semana pasada vimos lo que significaba para Timoteo ser un ejemplo en palabra y hoy queremos ver lo que significó para él ser un ejemplo en su conducta.

Sé un ejemplo en tu conducta

Estoy seguro de que sabes que como cristiano debes vivir como un ejemplo en la forma en la que te comportas. Se les advierte a los hermanos mayores que sean un ejemplo para sus hermanos y hermanas menores. A los jóvenes cristianos se les dice la importancia de vivir como cristianos ante un mundo de no creyentes que los observa. Cuando estás en la escuela o en el trabajo, cuando interactúas con tus vecinos o con tus clientes, incluso cuando estás en una reunión familiar, tienes que comportarte de formas distintivamente cristianas. No harás lo que los no creyentes hacen, no verás lo que los no creyentes ven, no te reirás de las cosas que los no creyentes se ríen. Debes vivir como sal y luz (Mt 5:13-16), sobresaliendo del mundo que te rodea. Lo sabes. Te lo han dicho. Sin embargo, ¿sabías que debes ser un ejemplo de carácter y de madurez cristiana ante otros cristianos, incluso cuando esos cristianos son mayores, más sabios y más piadosos que tú? Ese es un pensamiento espeluznante, un desafío intimidante. No obstante, así fue exactamente como Pablo desafió a Timoteo. Timoteo era un hombre joven, lo suficientemente joven como para que otros cristianos mayores lo hubiesen mirado en menos, convencidos de que no había forma en que ellos pudieran aprender cualquier cosa de un hombre joven. Y aun así Pablo le dijo que era su responsabilidad ser un ejemplo para ellos en su conducta. «Conducta» es una palabra muy general. Es una palabra amplia que se refiere a toda la vida. En todo lo que él hace, en todo su comportamiento, Timoteo debe ser un ejemplo. En cada esfera de su vida él debe ser un ejemplo. No existe área de la vida en que «sé ejemplo de los creyentes… en conducta» no abarque. Esto era una verdad para Timoteo y también lo es para ti. No estás exento de ser un ejemplo en conducta cristiana simplemente porque eres joven. Debes ser un ejemplo «en casa, en la iglesia, en el almacén, en la autopista, en el patio del recreo, en la barbería» (según Philip Ryken). Kent Hughes dice, «en la monotonía diaria de la existencia (en la gasolinera, en la fila del almacén, en el partido de fútbol, en el lavado de autos) [tú] debes ser un ejemplo para todos los que creen». Todo el tiempo, de todas las maneras posibles, en toda la vida, Dios te desafía a ser un ejemplo de piedad para otros cristianos. ¿Eres ese ejemplo de piedad? ¿Otros creyentes te ven como alguien que modela lo que significa comportarse como un cristiano? Te dejaré a ti la reflexión de la totalidad de tu vida porque quiero enfocarme sólo en una: la forma en la que te comportas cuando estás con tu iglesia local. Cuando te juntas con otros cristianos, ¿te ven modelando una conducta cristiana? ¿Otros cristianos, e incluso cristianos mayores, te ven como un modelo de piedad? ¡Este es tu deber dado por Dios! Desde la perspectiva de un cristiano mayor, uno que está a pocas semanas de llegar a los 40, puedo dar fe de que pocas cosas son más animantes para mí que estar rodeado de jóvenes que ejemplifican el carácter cristiano. Me encanta ser desafiado al ver jóvenes llevando vidas piadosas. Por lo tanto, quisiera desafiarte a que te encargues de ser un ejemplo para los creyentes en tu conducta dentro de la familia de la iglesia. A continuación, quisiera compartirte algunas maneras en las que los jóvenes cristianos pueden hacer esto:
  • Estar ahí. Asiste a todos los servicios. Haz que la asistencia a la iglesia sea una gran prioridad que sólo puede ser interrumpida por las circunstancias más inusuales. Si un deporte va a provocar que no vayas a la iglesia semana tras semana, necesitas pensar muchísimo sobre si es un intercambio justo. No permitas que cada tos y cada resfrío te amarre a tu casa un domingo por la mañana. Haz tus tareas antes del domingo así puedes dedicar el domingo al Señor. ¡Sólo puedes ser un ejemplo para otras personas si estás rodeado de otras personas!
  • Darse completamente. Una vez que llegues a la iglesia, sé alguien que se entrega a los demás completamente. Una de las mejores formas de hacer esto es siendo amistoso, conociendo personas y teniendo conversaciones con ellas. Tu tentación será ir hacia personas que son muy similares a ti. Así que desafíate a ti mismo a conocer personas que son diferentes a ti (mucho más mayores o más jóvenes, de diferente origen étnico, personas con capacidades diferentes). Busca personas que en otras circunstancias pasan desapercibidas y comienza a conocerlas.
  • Ser un siervo. Busca maneras para servir en la iglesia y, en especial, en aquellos ministerios de baja visibilidad. Muchas personas se sienten especialmente llamadas y equipadas a cantar o a tocar un instrumento al frente del salón, pero la mayoría de nosotros estamos mucho mejor equipados para sacar la basura y para poner las sillas. Ofrécete como voluntario para los trabajos menos atractivos, aquellos que nadie más quiere hacer. Y luego hazlos con gozo y sin exigir agradecimiento.
  • Estar visible. Mientras adoras, sé un ejemplo para los creyentes al cantar con gozo. Mientras escuchas los sermones, sé un ejemplo para los creyentes al escuchar con atención. Mientras pones en práctica lo que has aprendido, sé un ejemplo para los creyentes en tu humildad y diligencia. Mientras haces comunidad, sé un ejemplo para los creyentes en tu disposición a salir de tu zona de comodidad.
Este es sólo el comienzo, sólo un par de sugerencias. De estas maneras y de muchas más puedes ser un ejemplo a los creyentes en tu conducta. Este es el gran y santo llamado de Dios para ti, el cristiano joven. ¿Harás caso al llamado?

Preguntas para reflexionar

  1. ¿Te intimida saber que eres llamado por Dios a ser un ejemplo en tu conducta incluso (¡y especialmente!) ante otros cristianos?
  2. ¿De qué maneras estás siendo un buen ejemplo en tu conducta? Ora y agradécele a Dios por ellas. Según crees, ¿de qué maneras estás siendo un mal ejemplo en tu conducta? Ora y pídele a Dios que te perdone y te dé gracia para cambiar.
  3. ¿Cuáles son algunas de las formas en las que sirves en tu iglesia local? ¿Cuáles son algunas de las formas en las que piensas que debes servir a tu iglesia local?
  4. ¿Encuentras difícil o poco natural hacer comunidad con personas que son diferentes a ti? ¿Qué harás al respecto? 
Este recurso fue originalmente publicado en Tim Challies.
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Sé un ejemplo vivo del amor vivo de Dios
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Sé un ejemplo vivo del amor vivo de Dios

El arte se desarrolla de diferentes formas. Visita un museo o una galería de arte y verás esculturas, alfarería, caligrafía y, por supuesto, pinturas. Aunque todas ellas son hermosas y valiosas a su manera, la Biblia ordena que exista otra forma de arte, una que es más importante y más perdurable. Es un arte vivo. Francis Schaeffer dijo, «ninguna obra de arte es tan importante como la propia vida de un creyente. En este sentido, cada cristiano está llamado a ser un artista. …La vida cristiana tiene que ser algo verdadero —debe haber verdad en ella— y algo hermoso —debe encontrarse belleza en la misma—, en medio de un mundo perdido sumido en la desesperación». Ninguna obra de arte es más hermosa ni más preciosa que una vida que se vive para Dios imitando a su Hijo.

En 1 Timoteo 4, Pablo le escribe a Timoteo para decirle que él es responsable de hacer su vida esa obra de arte. Él debe «ser un ejemplo» ante otros cristianos y, especialmente, para aquellos en su iglesia local. Aunque él aún es joven, debe tener confianza en la capacidad que le ha sido dada de vivir una vida ejemplar. Hace un par de semanas he estado sumergiéndome profundamente en este pasaje, teniendo en mente a los cristianos más jóvenes. Después de haber visto lo que significó para Timoteo ser un ejemplo en palabra y en conducta, ahora estamos listos para considerar su amor.

Sé un ejemplo en amor

«No permitas que nadie menosprecie tu juventud», dijo Pablo, «sino sé ejemplo de los creyentes en palabra, conducta, amor…». Ya hemos visto que palabra y conducta se refieren a las dos formas en que se manifestará externamente el comportamiento de Timoteo (por medio de sus palabras y de sus acciones). Timoteo debía asegurarse de que todo lo que él decía y todo lo que él hiciera fuera digno de imitar. Pablo ahora comienza a desafiar a Timoteo en sus cualidades interiores. Incluso en el hombre interior él debe ser ejemplar, debe servir como modelo de virtud y de madurez cristiana. No es sorpresa que el amor encabece la lista de virtudes interiores que hace Pablo, puesto que el amor es el principal de todas las gracias. Como él dice en otra parte, «ahora permanecen la fe, la esperanza, el amor: estos tres; pero el mayor de ellos es el amor» (1Co 13:13). El amor es una característica distintiva de un cristiano: «amados, amémonos unos a otros, porque el amor es de Dios, y todo el que ama es nacido de Dios y conoce a Dios. El que no ama no conoce a Dios, porque Dios es amor» (1Jn 4:7-8). El amor debe marcar todo lo que hacemos: «todas sus cosas sean hechas con amor» (1Co 16:14). Sin embargo, ¿qué es el amor? ¿Cuál es el amor que Timoteo debe tener? Si has estado en la iglesia por un tiempo, cualquiera sea, probablemente te has encontrado con la palabra griega que Pablo usa aquí: agape. Es probable también que sepas que el griego tiene varias palabras que traducimos como «amor», cada una con su propio matiz. Agape es tan sincero como es posible. Se refiere al estima o al afecto, a la consideración o a la preocupación. Timoteo debía examinar su corazón para asegurarse de que estuviera preocupado por las personas de su iglesia, de que él estaba deseando lo mejor para ellos, de que él estaba entusiasmado por equiparlos y protegerlos e incluso de que sentía cariño por ellos. Su corazón debía ser cálido, no frío. Al mismo tiempo, él debía saber que lo que sentía y lo que creía internamente al final se manifestaría externamente. Necesitamos entender que según la Biblia el amor no es sólo un sentimiento o una emoción sino que es algo que resulta en acción. El amor no es menos de lo que sentimos; al contrario, ciertamente es más. ¿Acaso no te alegra saber que Jesús no sólo sintió amor por ti, sino que en última instancia actuó en amor por ti? ¡Sus sentimientos no habrían hecho mucho más por nosotros! La medida final del amor no es lo que sientes por otros, sino lo que haces por ellos. La preocupación de Pablo no era sólo que Timoteo sintiera amor por otros, sino que también actuara amorosamente. ¿Por qué esto era algo que Pablo necesitaba mencionar específicamente? ¡Porque es difícil amar a las personas! Amar a otros es el tipo de desafío que pone a prueba lo mejor del hombre. Es un desafío porque está el pecado (nosotros somos pecadores y ellos son pecadores, y siempre hay problemas cuando el pecado se encuentra con el pecado). Sin embargo, amar a quienes son difíciles de amar es cómo demostramos nuestra obediencia a Dios; es cómo mostramos nuestra conformidad con Él; es cómo manifestamos nuestra humildad en semejanza a Cristo; finalmente, es cómo evidenciamos nuestra salvación. El amor que extendemos a otros es el mismo amor que Dios nos ha extendido a nosotros por medio de Cristo. El joven Timoteo debía ser un ejemplo de amor cristiano, amor que él sentía internamente y que actuaba externamente. El entorno especial para mostrar su amor era su iglesia local, puesto que era ahí donde debía ser un ejemplo para otros creyentes. El desafío para Timoteo se ha convertido en tu desafío. Tú, también, eres llamado a amar. Eres llamado a amar a las personas de tu iglesia local y a servirlas como un modelo de lo que significa amarlos bien, amarlos creativamente, amarlos por completo, amarlos incluso (¡especialmente!) si son difíciles de amar. Es probable que sean difíciles de amar porque son personas difíciles; pueden ser difíciles de amar porque son diferentes a ti (son mayores o menores; están en una etapa diferente en la vida; fueron educados de una manera distinta; son diferentes étnicamente); podrían ser difíciles de amar porque eres tímido y ellos son atrevidos. No obstante, el desafío permanece. Este es el desafío: intenta comenzar una amistad (una amistad real) con alguna persona de tu iglesia que sea al menos diez años mayor que tú. Intenta comenzar una amistad con alguien que sea al menos diez años menor que tú. Intenta comenzar una amistad con alguien que tenga capacidades diferentes. No necesitas hacer todo esto hoy o esta semana, pero en las semanas y en los meses que vienen, ve si puedes formar amistades genuinas con personas que son diferentes a ti. Tú te beneficiarás, ellos se beneficiarán y Dios recibirá la gloria.

Preguntas para reflexionar

  1. ¿A quién conoces que sea un ejemplo en amor entre los creyentes? ¿Cómo manifiesta esta persona su amor por otros?
  2. Considera lo que A.W. Pink dice: «la medida de tu amor por otros puede ser determinada en gran parte por la frecuencia y el fervor de tus oraciones por ellos». ¿Oras por otros? ¿Cómo puedes orar por ellos con más frecuencia y más fervor?
  3. ¿De qué maneras crees que estás siendo un buen ejemplo para las personas de tu iglesia en la manera en que amas a otros? Ora y agradece a Dios por cada uno de ellas. ¿De qué maneras crees que no estás siendo un buen ejemplo para las personas de tu iglesia en la forma en que amas a otros? Ora y pídele a Dios que te dé su gracia para cambiar.
Este recurso fue originalmente publicado en Tim Challies.
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¿Tienes la fe para ser fiel?
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¿Tienes la fe para ser fiel?

Los niños son imitadores. Los niños son imitadores porque el ser humano aprende por imitación. Aprendemos a hablar al ver hablar a nuestros padres. Aprendemos a lavar los platos porque vemos a mamá y a papá hacerlo. Incluso aprendemos a amar (o a no amar) a Jesús al ver a nuestros padres amar (o no amar) a Jesús. Tanto en los vicios como en las virtudes, los niños comenzarán a verse como sus padres. Por esa razón, los padres rápidamente se dan cuenta de la importancia de ser un buen ejemplo, de ser dignos de imitar. Cuando Pablo escribió las instrucciones para el joven pastor Timoteo, él le dijo que fuera un ejemplo para su iglesia, «no permitas que nadie menosprecie tu juventud, sino sé ejemplo de los creyentes en palabra, conducta, amor, fe y pureza» (1Ti 4:12). Timoteo debía modelar un pensamiento y una vida piadosa y debía saber que, inevitablemente, su iglesia lo imitaría. Para bien o para mal, comenzarán a parecerse a su pastor. En las últimas semanas, he estado desafiando a los cristianos jóvenes (quienes están en sus dieci- o venti-algo) para que respondan a este mismo llamado: ser un ejemplo para los creyentes. Aunque seas joven, aunque las personas te menosprecien por tu juventud, aún así eres responsable de ser un ejemplo ante Dios y ante tus hermanos y hermanas cristianos. Hoy quiero considerar lo que significa tener una fe ejemplar, el tipo de fe que, si es imitada por otros, los llevará a ser más como Cristo. ¿Tienes ese tipo de fe? Si las personas te imitaran, ¿en realidad estarían imitando a Jesús? ¡Este no es un desafío pequeño!

Una fe fiel

Hoy estaremos pensando en la fe, pero no quiero separar la fe del amor, la palabra que le precede. En las cartas de Pablo, a menudo, él une estas dos palabras. Él hace esto en Tesalonicenses, tres veces en sus cartas a Timoteo y una vez en su carta a Filemón. Estos son un par de ejemplos: «pero ahora Timoteo ha regresado de ustedes a nosotros, y nos ha traído buenas noticias de su fe y amor...» y «doy gracias a mi Dios siempre, haciendo mención de ti en mis oraciones, porque oigo de tu amor y de la fe que tienes...». No estamos seguros de por qué Pablo tan a menudo conecta estas palabras, pero supongo que es porque ambas son marcas necesarias de un cristiano. Un cristiano debe tener y mostrar fe. Un cristiano debe tener y mostrar amor. Un cristiano sin fe ni amor no es un cristiano en lo absoluto. Cuando vemos a Pablo decirle a Timoteo que sea un ejemplo de los creyentes en amor, no es sorpresa que inmediatamente mencione la fe también. Cuando pensamos en lo que Pablo quería decir con fe, nos enfrentamos a dos opciones. Podría ser que Pablo le estaba diciendo a Timoteo que él necesitaba ser un ejemplo en su fe: su seguridad en Dios, su confianza en Dios, su dependencia en Dios para salvación y todo lo que viene con ella. Por otro lado, podría haber sido que Pablo le estaba diciendo a Timoteo que él debía ser un ejemplo en fidelidad: al vivir esa fe salvadora, al comprometerse con la vida cristiana, al ser fiel con todo lo que la Biblia le pide como cristiano y como ministro. El griego original puede ayudar a apoyar ambas opciones y los comentarios escritos por los teólogos expertos están un poco divididos entre los dos conceptos. John Stott dijo que la palabra «podría significar confianza en Dios y en Cristo o fiabilidad, una fidelidad cristiana fundamental o ambas». Sin embargo, me pregunto si es que realmente necesitamos elegir entre ellas, puesto que ambas están íntimamente relacionadas. Debes tener fe para ser fiel y no puedes tener verdadera fe sin mostrar fidelidad. La fe más profunda conduce a la vida cristiana más fiel. Así que quizás, es mejor concluir que primero Pablo quiere que Timoteo sea un ejemplo en fe, en su seguridad inquebrantable en Jesucristo, en su confianza en la Palabra de Dios y en su dependencia en las promesas de Dios, en todo lo que Pablo le enseñó como su amigo, pastor y mentor. Spurgeon dijo: «la fe es creer que Cristo es lo que dijo ser, y que hará lo que ha prometido hacer, y luego esperar esto de Él». Sin duda, Pablo no quería menos que esto para su joven amigo. Él quería que Timoteo tuviera una fe ejemplar. Si una persona en su iglesia preguntara, «¿qué significa tener fe?», deberían poder mirar a Timoteo y encontrar la respuesta. La persona que tiene ese tipo de dependencia total en Dios necesariamente vivirá una vida a toda prueba. Su fe lo llevará a la fidelidad. Jerry Bridges dice, «la persona fiel es una que es dependiente, fiable y leal, alguien con quien contar en todas sus relaciones y que es absolutamente honesta y ética en todos sus asuntos». Su seguridad sólida en Dios no está reducida sólo a su hombre interior, sino que fluye en toda su vida y en cada una de sus decisiones y responsabilidades de la vida. Su fe es tan buena, tan fuerte, como para que se mantenga oculta. Timoteo debe mostrar esta fidelidad ejemplar con el fin de tener un contentamiento completo para vivir cada palabra de la Escritura. Él debe comprometerse a la obediencia, a la santidad y al amor. Si una persona en su iglesia preguntara, «¿qué significa ser fiel?», ellos debería poder mirar a Timoteo y encontrar la respuesta. Pablo quería que Timoteo supiera que mientras él viviera, sirviera y ministrara a su iglesia, él debía ser un ejemplo en fe y en fidelidad. Él debía tener esa fuerte fe interior así como también la evidencia de la obra externa de esa fe. Aunque él era más joven que muchos de los miembros de su iglesia, él aún debía ver esto como su responsabilidad. Timoteo debía estar seguro de que, incluso como un hombre joven, él en realidad podía tener una fe y una fidelidad digna de imitar. La fe de Timoteo comenzaría con la Escritura, con una seguridad inquebrantable en la verdad y en la veracidad de la Biblia. Las próximas palabras que Pablo le escribe a Timoteo son, «ocúpate en la lectura de las Escrituras, la exhortación y la enseñanza. [...] Reflexiona sobre estas cosas; dedícate a ellas, para que tu aprovechamiento sea evidente a todos». Timoteo debía llenarse con la Palabra, luego, debía dejar que esa Palabra fluyera de él. Su fe en la Palabra y en el Dios de la Palabra se desbordaría en fidelidad. Y este es tu desafío como persona joven en la iglesia hoy. Debes tener fe, fe que está enraizada y cimentada en Dios a medida que Él se revela por medio de la Palabra. Llénate de la Palabra. Sé un hombre o una mujer de la Palabra. Ocúpate en la lectura de la Escritura. A medida que haces esto, tu fe crecerá, y a medida que tu fe crece, así también lo hará tu fidelidad. Timoteo, el hombre de la Palabra, pudo ser un ejemplo a los creyentes en fe y en fidelidad. Así que tú también puedes.

Preguntas para reflexionar

  1. No puedes ser fiel sin fe y no puedes tener fe sin la Biblia. Por lo tanto, ¿amas la Biblia? ¿Estás llenando tu corazón y tu mente con la Biblia? ¿Estás reafirmando tu fe con un conocimiento cada vez mayor del carácter y de las obras de Dios a medida que Él se revela a sí mismo por medio de la Biblia? ¿Cuál será tu próximo plan de lectura bíblica?
  2. Existe la tentación de creer que la fidelidad se demuestra mejor en maneras grandiosas y públicas. Sin embargo, la Biblia ordena fidelidad en las cosas pequeñas y después entrega la oportunidad de ser fiel en cosas más grandes (Lc 16:10). F.B. Meyer hace el siguiente desafío: «no desperdicies tu tiempo esperando y anhelando grandes oportunidades que podrían nunca llegar. Sin embargo, lidia fielmente con las pequeñas que reclaman tu atención». ¿Cuáles son algunas de esas «pequeñas cosas» en las que puedes demostrar tu fidelidad hoy o esta semana?
  3. ¿De qué manera crees que estás siendo un buen ejemplo para las personas de tu congregación en fe y en fidelidad? Ora y agradece a Dios por cada una de ellas. ¿De qué manera crees que no estás siendo un buen ejemplo para las personas de tu congregación en fe y en fidelidad? Ora y pídele a Dios que su gracia te transforme.
Este recurso fue originalmente publicado en Tim Challies.
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RESEÑA: BELLEZA VERDADERA

En los últimos años, a menudo, me he encontrado pensando sobre la belleza. Supongo que mi interés en el tema podría relacionarse con el hecho de que soy padre de dos niñas. Aunque aún son jóvenes, ya están siendo expuestas a muchísimos mensajes sobre la importancia de la belleza y sobre el tipo de belleza que la sociedad espera de ellas. Ellas ya saben que serán juzgadas en base a eso. Por esta razón, quiero equiparlas con el conocimiento de lo que la Biblia dice sobre la belleza. Sin embargo, ¿qué dice? ¿Qué debería enseñarles? La belleza es el tema del libro escrito por el equipo de madre e hija que conforman Carolyn Mahaney y Nicole Whitacre. En Belleza verdadera, ellas van más allá de las percepciones y de las ideas erróneas de la sociedad respecto a la belleza e intentan aplicar la Biblia; y lo hacen bien. Antes de que tuviera dos hijas, tuve tres hermanas menores y por años las escuché luchar con ser hermosas, con verse hermosas, con sentirse hermosas. Las escuchaba cuando preguntaban sobre los estándares apropiados de belleza y cuando ponían en duda todo lo que intentábamos decirles. Las vi intentar lidiar con el falso Evangelio de la belleza: la belleza es igual a la felicidad; más belleza trae más felicidad; y no tener belleza es no tener esperanza ni satisfacción. Lo que ellas no querían era escuchar el fácil mensaje de que la belleza exterior es absurda mientras que la belleza interior lo es todo. Este libro habría sido bueno para ellas. Mahaney habla en nombre de las dos y dice, «mi esperanza es que tú también te animes a traer ante la Palabra de Dios cada pregunta que tengas acerca de la belleza y cada lucha con tu apariencia. Mi oración es que confíes en su Palabra y te sometas a ella, encontrando esperanza, libertad y deleite en la belleza de su verdad». Solo la Palabra de Dios puede volver a direccionarnos a la más profunda y más dulce belleza. Las autoras comienzan al basar la belleza en la imagen de Dios. Puesto que todos somos hechos a la imagen de Dios, todos tenemos una belleza inherente. «No somos hermosas porque encajamos con lo que la mayoría considera que es el ideal de belleza, ni somos feas o poco atractivas porque no damos la talla. Nuestra belleza como seres humanos no proviene de nosotras mismas. Viene de un Dios hermoso». Van desde la creación a la Caída y luego al Evangelio, mostrando que el Evangelio reivindica doblemente nuestra experiencia con la belleza, primero a través de la creación y luego por medio de la redención. La verdadera belleza es, dicen, contemplar y reflexionar en la belleza de Dios. Van desde la fuente de la belleza hasta el corazón, mostrando que los seres humanos son ladrones de gloria, entusiasmados con robar la gloria que le pertenece justamente a Dios. Una mujer que desea usar su belleza para llevar la atención a ella misma, le está robando a Dios la gloria que le pertenece a él. Van desde el corazón hasta el cuerpo y lidian con problemas comunes: la imagen de sí mismas, el peso, y cosas por el estilo. Ellas hablan de mayordomía y animan a las mujeres a cuidar sus cuerpos de formas que sirvan al Señor y advierten sobre la queja y la insatisfacción. Luego continúan hacia el exterior nuevamente y del cuerpo pasan a la ropa, discutiendo la importancia de vestirse con modestia y mostrando correctamente que la ropa simplemente es un reflejo externo de la mujer interna. A medida que el libro comienza a acercarse al final, miran dos importantes textos del Nuevo Testamento que hablan sobre la belleza interior y exterior. Un útil apéndice entrega guía a los padres que quieren ayudar a sus hijas e hijos a entender la perspectiva de Dios sobre el tema. Lo que no vas a encontrar en Belleza verdadera es la común actitud de que lo anticuado y sin gracia es lo más cercano a la piedad. No encontrarás a las autoras intentando convencerte de que la belleza es un problema, que las mujeres cristianas deben avergonzarse de la belleza que Dios les ha dado, que sería mejor que no hicieran nada para realzarla. No vas a encontrar palabras que digan que el carácter es todo lo que importa. Lo que encontrarás es una enseñanza simple, clara y práctica sobre la naturaleza de la belleza y la bondad pura de la belleza. La sociedad entiende muy mal la belleza. A medida que examinamos los mensajes que vemos y escuchamos a nuestro alrededor, rápidamente identificamos la presencia de la idolatría. Lo hermoso es adorado, mientras que lo feo es ignorado o incluso censurado. La belleza es un dios cultural. Mahaney y Whitacre hacen un trabajo ejemplar al ir a la Escritura para aplicar sabiduría de Dios. Y, como es de esperar, la perspectiva de Dios es infinitamente mejor. Este es un libro para cualquier mujer (y especialmente para mujeres jóvenes) para que lo lean y lo absorban. 

Belleza verdadera. Carolyn Mahaney y Nicole Whitacre. Poiema Publicaciones, 144 páginas.

Este reseña fue originalmente publicada en Tim Challies
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RESEÑA: LA SANTIDAD DE DIOS
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RESEÑA: LA SANTIDAD DE DIOS

Hace un par de días, me senté y me hice el tiempo para leer La santidad de Dios de R.C. Sproul. Este es uno de esos libros que, si yo fuera más organizado, agendaría para leer cada año. Aunque el Dr. Sproul escribió buenísimos libros en su vida, realmente creo que este es el mejor.

A continuación, les comparto algunas de mis citas favoritas, solo unas pocas de las muchas (¡de muchas!) que subrayé cuando lo leí: Usualmente tenemos sentimientos mezclados acerca de lo santo. Hay un sentido en el cual, a la vez que somos atraídos por ello, también lo repudiamos. Algo nos atrae y al mismo tiempo queremos alejarnos. Pareciera que no podemos decidir qué escoger. Parte de nosotros anhela lo santo y otra parte lo desprecia. No podemos vivir ni con, ni sin ello. … En las Sagradas Escrituras solo una vez un atributo de Dios se eleva al tercer grado. Solo una vez encontramos una característica de Dios mencionada tres veces en sucesión. La Biblia dice que Dios es santo, santo, santo. No que él es santo o aun santo, santo. Él es santo, santo, santo. La Biblia nunca dice que Dios es amor, amor, amor; o misericordia, misericordia, misericordia; o ira, ira, ira; o justicia, justicia, justicia. Dice que él es santo, santo, santo; que toda la tierra está llena de su gloria. … Isaías ben-Amoz era hombre de integridad, un hombre completo. Sus contemporáneos lo consideraban el hombre más recto de la nación y lo respetaban como un modelo de virtud. Pero cuando tuvo la repentina visión del Dios santo, en ese instante toda su autoestima fue sacudida. En un segundo su desnudez se descubrió ante la mirada de la norma más absoluta de santidad. Comparado con otros mortales, él podía sostener una alta opinión de sí mismo. Pero en el instante que él se midió con la norma suprema, él fue deshecho —moral y espiritualmente devastado. Fue desintegrado, desarticulado. Su sentido de integridad se derrumbó. … Es peligroso asumir que por el hecho de ser atraído hacia el estudio de la santidad una persona es santa. Hay una ironía aquí. Estoy seguro que la razón por la cual anhelo aprender de la santidad es precisamente porque no soy santo. Yo soy hombre profano, y es más el tiempo que paso fuera del templo y de la presencia íntima de Dios que dentro de ellas. Sin embargo, he degustado suficiente de la majestad de Dios para anhelar más. Conozco lo que es ser perdonado y enviado a una misión. Mi alma clama por más. Mi alma necesita más.

La santidad de Dios. R.C. Sproul. Publicaciones Faro de Gracia, 269 páginas.

Este reseña fue originalmente publicada en Tim Challies
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Sé un ejemplo en tu pureza
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Sé un ejemplo en tu pureza

Hay mucho que amar de la Biblia. Podría pasar horas hablando sobre cuán maravillosa y única es. La Biblia nos ofrece algo tan diferente de lo que podríamos obtener en cualquier otro lugar, algo demasiado opuesto a nuestras expectativas tan humanas. Cuando vivimos bajo la Biblia, vivimos vidas que son completa y radicalmente contraculturales. Hoy cerraré esta pequeña serie que he escrito teniendo en mente a los cristianos más jóvenes (personas que están entre sus dieci- y veinti-algo, que están en la secundaria, en la universidad o comenzando su vida adulta). Te he estado desafiando a que te veas a ti mismo en Timoteo, en el joven al que el apóstol Pablo mentoreó para el ministerio. Específicamente, hemos estado observando 1 Timoteo 4:12 en donde Pablo le dice a Timoteo, «no permitas que nadie menosprecie tu juventud, sino sé ejemplo de los creyentes en palabra, conducta, amor, fe y pureza». Hemos visto la palabra y la conducta; hemos visto el amor y la fe; hoy nos queda la simple palabra «pureza». Timoteo debe ser ejemplar en pureza.

Bajas expectativas

En un artículo anterior, mencioné que uno de los desafíos de ser un cristiano joven es decidir no sucumbir ante las bajas expectativas de aquellos que son mayores que tú. Y si existe algún área de la vida en la que los cristianos mayores tienen bajas expectativas respecto a los más jóvenes, es la pureza. Seamos honestos: esto no es completamente inmerecido. No es por nada que Proverbios, un libro escrito teniendo en mente a jóvenes, habla tanto sobre las consecuencias del pecado sexual y las alegrías de la pureza sexual. No es por nada que tan sólo un par de versículos más adelante Pablo insista en que Timoteo trate «a las ancianas, como a madres; a las más jóvenes, como a hermanas, con toda pureza» (1Ti 5:2) y que cuando le escribe a Tito, él insiste en que las mujeres más jóvenes necesitan ser prudentes y puras (Tit 2:5). Y no es por nada que aquí el viejo Pablo le dice al joven Timoteo: «sé un ejemplo en pureza». ¿Qué espera de los jóvenes la cultura que nos rodea (personas en sus dieci- y veinti-algo)? Espera que uses estos años para explorar, para experimentar, incluso para explotar. Espera que vivas estos años salvaje y libremente, que vivas la vida loca. Millones de comedias, películas y canciones pop insisten en que estos son los mejores años de tu vida y que los perderás y no serás una persona completa si es que acallas o reprimes esos deseos. Sólo tienes un par de años antes de que estés atado con responsabilidades, ¡así que mientras tanto vuélvete loco! ¡Sé libre! Sé un ejemplo de la búsqueda del placer hedonista.

Altas expectativas

Frente a tan bajas expectativas, la Biblia viene con las más altas expectativas. Pablo mira al joven Timoteo y le da la responsabilidad de ser ejemplo con su actitud, con su imaginación, con sus acciones. Cuando las personas mayores de su iglesia preguntaban, «¿qué significa vivir una vida de pureza?», debían poder apuntar al joven Timoteo para encontrar su ejemplo. Ahora, ese es un gran desafío, pero es exactamente el tipo de desafío que es digno de la Biblia. La Biblia nunca permite que la juventud sea una excusa para la impureza sexual o cualquier otra falta de santidad. ¿Ves cuán contracultural es la Palabra de Dios? ¿Dónde si no en la Biblia podríamos encontrar algo más inesperado que esto? ¡Joven cristiano, tú, tú, de todas las personas, debes ser un modelo mismo de la pureza sexual! Dios espera que las personas mayores que están luchando con la pureza sexual sean capaces de mirarte y decir, «quiero ser como él» o «quiero ser como ella». Los jóvenes cristianos que están luchando con el pecado deben poder mirarte para encontrar su ejemplo. Todos deben estar de acuerdo: él, ella, es un ejemplo.

Pureza interior, pureza exterior

Pero ¿cómo? ¿Cómo puedes ser este tipo de ejemplo? ¿Qué involucra esta vida ejemplar? Cuando Pablo le da la responsabilidad a Timoteo de ser puro, sin duda él está pensando en la vergüenza y la desgracia que vendría sobre Timoteo y sobre toda su iglesia si es que hubiese sido encontrado cometiendo pecado sexual. Sin embargo, sabemos a partir de la lectura de la Biblia que Pablo no solo quería que Timoteo se abstuviera de cometer pecado sexual. En primer lugar, él quería enfatizar una pureza interior. Después de todo, lo que está en el exterior siempre es un reflejo de lo que está en el interior. Él quería que Timoteo tuviera manos puras, por supuesto que sí, pero también quería que tuviera un corazón puro y una mente pura. Manos puras. «Las manos» simbolizan todo el cuerpo, por supuesto. Tus acciones deben estar marcadas por la pureza. No debes cometer pecado sexual, pero no pecar no es suficiente. No, debes tomar acciones que sean consistentes con una vida santa y pura. Necesitas vivir de tal manera que no muestres lujuria hacia otros; al contrario, debes expresar amor hacia ellos. Esto es mortificar el pecado y vivir para la justicia. Corazón puro. Por supuesto, las acciones que tomas serán un reflejo de lo que está sucediendo dentro de tu corazón. Cuando la Biblia habla del corazón se refiere a los deseos, a tu parte interior que anhela satisfacción. Tus anhelos finalmente se manifestarán en tu vida, así que necesitas asegurarte de que estés anhelando lo que es correcto y bueno, lo que es puro y santo. Mente pura. Para tener un corazón puro y unas manos puras primero debes tener una mente pura. Necesitas ser cuidadoso con lo que permites entrar en tu mente: lo que ves, lo que lees, lo que escuchas. Como Pablo escribió en otra parte, «todo lo que es verdadero, todo lo digno, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo honorable, si hay alguna virtud o algo que merece elogio, en esto mediten» (Fil 4:8). No debes permitirte vivir en un mundo de fantasía, un mundo en el cual imagines y medites en lo que Dios prohíbe. La pureza consiste en acciones puras, por supuesto, pero también en deseos y en pensamientos puros. Charles Simeon lo dice bien: «cada palabra y cada mirada, sí, e incluso cada pensamiento, deben estar bien protegidos, con el fin de que Satanás no se aproveche de nosotros y que ni siquiera un susurro de escándalo se levante contra nosotros». Este es el estándar de Dios: ni siquiera el más mínimo susurro de escándalo.

Sé un ejemplo

Joven cristiano, Dios te da una tarea importante: sé un ejemplo de los creyentes en pureza. Él no te pediría lo que no puedes hacer. Al menos, Él no te exigirá lo que no puedes hacer cuando el Espíritu Santo de Dios mora en ti, el Espíritu Santo que está mucho más comprometido con tu santidad de lo que tú lo estás con tu pecado. Es su gozo santificarte; es su deleite ayudarte a convertirte en un ejemplo en pureza (y en palabra, en conducta, en amor, en fe). Amigo mío, dale a los creyentes un ejemplo.

Preguntas para reflexionar

  1. ¿Cuál es tu lucha más grande en el área de la pureza? ¿Qué acciones estás tomando para combatir este pecado y vivir para la justicia? ¿Con quién cuentas para ayudarte en esta lucha por medio de la conversación y de la oración?
  2. ¿Realmente crees que tú —incluso tú— puedes ser un ejemplo en pureza? ¿Realmente crees que tu ejemplo puede marcar una diferencia para los demás?
  3. ¿De qué maneras crees que estás siendo un ejemplo para las personas de tu iglesia en pureza? Ora y agradece a Dios por cada una de ellas. ¿De qué maneras no estás siendo un ejemplo para las personas de tu iglesia en pureza? Ora y pídele a Dios que te dé su gracia para cambiar.
Este recurso fue originalmente publicado en Tim Challies.
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El mandamiento que olvidamos
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El mandamiento que olvidamos

Es un mandamiento de Dios. Es un mandamiento con promesa, que trae bendición divina. Es un mandamiento que tiene un especial lugar de honor e importancia. Es un mandamiento que concierne a toda la vida de cada ser humano. Es un mandamiento que tiene aplicaciones para el hogar, para la iglesia y para el trabajo; un mandamiento que entrega un fundamento estable para toda la sociedad. Sin embargo, es un mandamiento que hoy se descuida gravemente. No es exagerado llamarlo el mandamiento que olvidamos. Me refiero al quinto de los diez grandes mandamientos de Dios a la humanidad: honra a tu padre y a tu madre. Hoy quiero comenzar una pequeña serie sobre este mandamiento y quiero enfocarlo especialmente a un ángulo que pocos de nosotros hemos explorado con seriedad: ¿qué significa obedecer este mandamiento como adultos? Entendemos que se aplica a los niños y que les enseña la importancia de honrar y obedecer a mamá y a papá. ¿Pero se deja de aplicar el día en que nos vamos de casa o que nos casamos? ¿Expira cuando nuestros padres fallecen o cuando no muestran ser dignos de nuestro respeto? ¿Es aplicable para aquellos que han sido abandonados y abusados? ¿La observancia de este mandamiento cambia a medida que crecemos y nos independizamos? Quizás tenemos preguntas que son urgentes y prácticas: ¿cuáles son mis obligaciones hacia mis padres? ¿Debo apoyarlos económicamente? ¿Necesito obedecerles aun cuando soy un completo adulto? Estas son algunas de las preguntas que necesitamos hacernos y responder si deseamos honrar a Dios al honrar este mandamiento. No me importa decir que tengo altas expectativas de esta serie. Quiero que sea bíblica, que la Biblia sea la fuente suprema de verdad y el único estándar con el derecho de exigir obediencia y comprometer la consciencia. Quisiera que esta serie sea práctica para responder las preguntas reales de formas reales para la vida real. Quisiera que esta serie sea multicultural para que sea aplicable a personas de diferentes trasfondos y que viven en distintos lugares del mundo. Quisiera que esta serie fuera convincente para impactar y tal vez incluso transformar la forma en que vivimos. Esto es una verdad ya sea que seamos jóvenes o ancianos, que hayamos sido criados o que estemos criando, que dependamos de nuestros padres o que ellos dependan de nosotros, que vivamos bajo su techo o que ellos vivan bajo el nuestro. Nuestro versículo clave será Deuteronomio 5:16: «honra a tu padre y a tu madre, como el Señor tu Dios te ha mandado, para que tus días sean prolongados y te vaya bien en la tierra que el Señor tu Dios te da». Este versículo nos lanzará a otros lugares del Antiguo Testamento: a Éxodo, donde descubriremos las terribles consecuencias de desobedecer los mandamientos de Dios y a Proverbios donde nos maravillaremos con las promesas de bendición de Dios para aquellos que tomen su ley en serio. Y, por supuesto, iremos al Nuevo Testamento, a la vida de Jesús, para ver cómo Él enseñó y modeló la manera en que debemos honrar a los padres; luego, iremos a las cartas de Pablo donde veremos cómo los antiguos mandamientos se aplican (y, en algunos casos no se aplican) a los creyentes contemporáneos. Espero que te unas a medida que volvemos a descubrir juntos el mandamiento que olvidamos.

Tres razones para conocer y obedecer este mandamiento

Comenzaremos de inmediato con tres razones por las cuales es crucial que conozcamos y obedezcamos el quinto mandamiento. Todos somos hijos. Es biología de la más básica: cada ser humano es la descendencia de dos seres humanos. Algunos siempre han conocido y respetado a ambos de sus padres; otros, solo han conocido a uno de ellos o solo han conocido a sus padres adoptivos; hay personas que incluso crecieron lejos de sus padres en una familia de acogida; hay quienes han sobrevivido a sus padres. Cualquiera sea la situación, el quinto mandamiento se aplica a cada uno de nosotros por la razón más simple de todas: todos nosotros somos hijos. No existe ser humano que esté fuera de esto porque no hay persona que no tenga padres. Por supuesto, también sabemos que los mandamientos de Dios deben considerarse tanto de forma literal como bajo principios. Las condiciones del mandamiento van más allá de la simple relación de los hijos con sus padres, y se extiende a toda otra posición de autoridad y sumisión. El orden correcto del gobierno de la familia, del gobierno de la iglesia, del gobierno civil depende de este mandamiento. De esta manera, también, es universal. Todos somos hijos bajo una autoridad, por lo que todos necesitamos escuchar este mandamiento y prestarle atención. Este mandamiento viene con promesa. La segunda razón es que este mandamiento viene con promesa. Es sabio y bueno obedecer el mandamiento para que así podamos disfrutar las bendiciones prometidas; en cambio, es necio y peligroso desobedecer el mandamiento y perder las bendiciones prometidas. Cuando Pablo le escribe a los hijos de Éfeso, él les recuerda la promesa de Dios por su obediencia: «Hijos, obedezcan a sus padres en el Señor, porque esto es justo. Honra a tu padre y a tu madre (que es el primer mandamiento con promesa), para que te vaya bien, y para que tengas larga vida sobre la tierra» (Ef 6:1-3). Dios le promete una larga y buena vida a aquellos que obedezcan este mandamiento. Dios se complace cuando obedecemos, así que Él naturalmente nos concede sus bendiciones (Col 3:20). Pronto exploraremos la naturaleza de esas bendiciones. Dios le da a este mandamiento un lugar de especial honor. Ahora agregaremos una tercera razón para entender y obedecer este mandamiento: Dios le da un lugar de especial honor. Los creyentes han dividido los diez mandamientos en dos grupos o en dos tablas por mucho tiempo. El primer grupo explica nuestro deber hacia Dios y el segundo explica nuestro deber hacia nuestros semejantes. Este mandamiento cae de lleno entre los dos grupos y de esa manera nos recuerda que nuestros padres tienen un rol único en nuestras vidas. Nuestros padres son los representantes divinos de Dios para nosotros, de modo que cuando honramos y obedecemos a nuestros padres, honramos y obedecemos a Dios. No existe obediencia o amor a Dios sin obediencia y amor hacia nuestros padres. Si excluimos este mandamiento, hemos socavado los diez. Hemos caído en una desobediencia grave y peligrosa. Todos somos hijos, debemos buscar la bendición de Dios y necesitamos darle importancia a este importante mandamiento de Dios. Por esta razón y por muchas otras no podemos ignorar más al mandamiento que olvidamos.

Una advertencia

Antes de concluir este artículo de introducción, me gustaría darte una advertencia. Hay algo en lo profundo de nuestro ser que cuando escuchamos un mandamiento, de inmediato buscamos la excepción. «Pero tú no conoces a mis padres»; «pero no conozco a mis padres»; «pero mis padres no me reconocieron»; «pero mis padres fueron abusivos». Vamos a ver las excepciones, veremos que el honor toma diferentes formas y se adapta a las diferentes situaciones. No obstante, debemos ver el principio antes de ver las excepciones. Discutiremos qué hacer en situaciones donde ha habido abuso o donde ha habido una relación particularmente conflictiva. No quiero justificar ni quitarle importancia a las experiencias que han sido horribles. Sin embargo, antes de que podamos hacer cualquier otra cosa, necesitamos entender y admitir esto: no hay un «si es que» en el quinto mandamiento. Debemos honrar a nuestros padres; no hay excepciones.

Conclusión

Permíteme terminar con un adelanto de lo que vendrá a medida que avanzamos en esta serie. En el próximo artículo exploraremos el honor y la obediencia como formas básicas en las que cumplimos el quinto mandamiento. Después discutiremos el rol de la cultura (como la cultura del honor/vergüenza o de la culpa/inocencia) para entender y obedecer este mandamiento. Consideraremos el papel de los padres para ser dignos de honor y luego pasaremos a los casos difíciles como el descuido, el abuso y el abandono (casos donde el honor es difícil de entregar o donde la obediencia sería pecaminosa). Por último, veremos formas muy prácticas en las que todos podemos honrar a Dios al honrar a nuestros padres.
Este recurso fue originalmente publicado en Tim Challies.
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El honor de un hombre es la vergüenza de otro
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El honor de un hombre es la vergüenza de otro

Me pregunto si has visto un video que fue viral hace un par de años titulado «Asian Parents React To I Love You [Padres asiáticos reaccionan al “te amo” de sus hijos]». En él aparecía un par de jóvenes adultos asiáticos que le decían «te amo» a sus padres y registraban sus reacciones. ¿Por qué este video fue viral? Porque decir y escuchar «te amo» no es común en muchas culturas asiáticas. No es que los padres y los hijos asiáticos no se amen, por supuesto, pero ese amor y honor son demostrados de otras formas. Estos hijos estaban sorprendiendo a sus padres con algo que parecería completamente común y corriente en muchas otras partes del mundo. He estado compartiendo una serie de artículos sobre el quinto mandamiento: «honra a tu padre y a tu madre». Ha llegado el momento en el que necesitamos hablar sobre la cultura. Ya hemos visto que los hijos le deben honor a sus padres por siempre. Sin embargo, solo hemos insinuado que el honor se muestra en maneras diferentes en distintos contextos y culturas. Nuestro objetivo es encontrar maneras en las que cada uno de nosotros puede expresar el honor que le debemos a nuestros padres, pero solo podemos hacerlo cuando hayamos considerado primero las diferencias culturales. Tengo el privilegio de vivir en la que podría ser la ciudad más multicultural del mundo. Incluso mi propia pequeña iglesia tiene representantes de al menos 30 culturas diferentes y mucha de la investigación para este artículo viene de entrevistas que les hice a ellos. Las entrevistas incluyen discusiones con personas representantes de Bielorrusia, Canadá, El Salvador, Ghana, India, Iraq, Jamaica, Filipinas y Corea del Sur, y las diferencias y similitudes son fascinantes. Las extraeré en dos grandes grupos, dos tipos de cultura, cada una de las cuales tiene expectativas diferentes cuando se trata de honrar a los padres.

Un tipo de cultura

El primer tipo de cultura valora la autonomía y la independencia como grandes virtudes. Los padres esperan volver a tener su independencia finalmente a medida que sus hijos dejan el hogar y esperan una jubilación de descanso y entretención, mientras que sus hijos esperan obtener independencia permanente de sus padres. La cultura tiende a idealizar la diversión y la libertad de la juventud mientras demoniza las responsabilidades de la adultez. La edad no está asociada a la sabiduría y al respeto, sino que al miedo o incluso a la burla por la pérdida de las facultades físicas y mentales. Los adultos que están envejeciendo le temen a la pérdida de independencia que viene. Esta cultura tiene pocas expectativas y exigencias fijas relacionadas con las maneras en que los hijos adultos deben honrar a sus padres que están envejeciendo. Los padres podrían esperar mucho menos que llamados telefónicos o visitas en las festividades más importantes. A medida que los padres envejecen, los hijos podrían involucrarse en su cuidado, pero sin ser los cuidadores principales o sin llevarlos a vivir con ellos. Al contrario, a medida que los padres envejecen existe una expectativa de que se retiren o se vayan a un hogar de ancianos y vivan sus últimos días ahí. En lo que respecta a las finanzas, los padres deben apoyar a sus hijos hasta que se independicen, pero no hay mucha expectativa de que los hijos les devolverán el favor más adelante en la vida. Al contrario, los padres deben ahorrar diligentemente para su propio retiro y financiarlo ellos mismos. Cuando los padres necesitan ser cuidados, esa responsabilidad es distribuida entre los hijos que están dispuestos a hacerlo y no recae sobre un hijo en particular según el género o el orden de nacimiento. Estas bajas expectativas son compartidas de la misma manera por padres e hijos. Un entrevistado dijo, «mis padres me dijeron que cuando sean ancianos, debemos llevarlos a un hogar de ancianos. Odiarían interrumpir nuestras vidas en cualquier manera». Los hijos adultos no quieren interrumpir sus vidas para cuidar de sus padres; los padres ancianos no quieren ser un inconveniente para sus hijos por necesitar cuidado. Si es que hay algo de qué avergonzarse en esta cultura, es que los padres no ahorraron diligentemente para cubrir su propio cuidado.

Otro tipo de cultura

El otro tipo de cultura valora el honor y el respeto como grandes virtudes mientras temen y evitan cualquier cosa que traiga vergüenza. Estas culturas respetan a los ancianos y asocian la edad con sabiduría y autoridad, mientras que asocian la juventud a la locura. A menudo tienen títulos y términos para las personas mayores y costumbres que muestran respeto y deferencia hacia ellos. Estas culturas dan poco valor a la independencia y a la autonomía y mucho más valor al deber hacia la familia. El honor es demostrado en obediencia y sacrificio mientras que la vergüenza es demostrada en desobediencia y egoísmo. Por consiguiente, incluso se espera que los hijos adultos honren a sus padres al pasar tiempo con ellos, al obedecerlos y al buscar tomar en cuenta su sabiduría en las grandes decisiones de la vida. Y así como los padres se han sacrificado por sus hijos, los hijos más tarde tendrán que corresponder con sacrificios que beneficiarán a sus padres. Las acciones o el comportamiento de los hijos a cualquier edad realzará o disminuirá la reputación de la familia. En general, existe una fuerte jerarquía dentro de la familia donde el hijo mayor (o quien haya nacido primero en algunas culturas) asume la mayor responsabilidad de cuidado y provisión. Se espera que, a medida que sus padres envejecen, él los lleve a vivir con él a su casa, puesto que esto trae honor tanto al hijo como a los padres. Dejar a sus padres en un hogar de ancianos o de retiro podría traer gran vergüenza a la familia completa: vergüenza para el hijo por no cumplir con su deber y vergüenza para los padres por no criar bien a su hijo.

Dos consideraciones

Estas son dos descripciones muy generales, por supuesto, pero sospecho que puedes reconocer los dos tipos de cultura. La primera existe mayormente en las naciones occidentalizadas mientras que la segunda existe en sociedades de honor y vergüenza y, en varias maneras, abarca a la mayoría de la población mundial. Las diferencias entre ellas se hacen evidentes por decirlo menos. Tomen en consideración lo siguiente: un adulto norteamericano puede decir, «mis padres viven en una casa de retiro» y las personas pensarán que la familia ha hecho algo bueno y noble. Después de todo, mamá y papá ahorraron diligentemente y ahora pueden pagar la estadía en una buena comunidad de retiro; los hijos están contentos de que sus padres estén siendo cuidados por profesionales y de que están rodeados por personas que están en la misma etapa de la vida. Sin embargo, si un adulto indio dice, «mis padres viven en una casa de retiro» sus pares se horrorizarían y pensarían que la familia ha hecho algo lamentablemente vergonzoso. Después de todo, el hijo que se rehúsa a cumplir con sus obligaciones demuestra que sus padres no lo criaron bien. Ahora esos padres son cuidados por profesionales fríos en lugar de ser cuidados por hijos amorosos y están rodeados de extraños en vez de estar rodeados por miembros de la familia. El honor de una cultura es la vergüenza de la otra. Esto nos fuerza a confrontarnos con un par de consideraciones: En primer lugar, nuestras presuposiciones culturales podrían estar mal, pero así como un pez no reconoce el agua donde nada, a nosotros nos cuesta reconocer el rol que desempeña la cultura en la que vivimos. Un tipo de cultura podría exigir demasiado poco mientras que la otra podría exigir demasiado. Una cultura podría legitimar la deshonra mientras que la otra podría idolatrar el honor. Como cristianos necesitamos pensar cuidadosa y bíblicamente en lugar de simplemente aceptar lo que dicta la cultura. Es posible que los hijos occidentales deban esforzarse para convencer a sus padres de que deben ser honrados mientras que personas de otras culturas podrían necesitar rehusarse a conformarse con alguna expectativa impuesta sobre ellos. En segundo lugar, necesitamos mostrar honor en maneras que sean apropiadas a nuestra cultura y sean significativas para nuestros padres y aún seguir siendo fieles a la Escritura. De esta manera, la manera en que yo le muestro honor a mis padres se ve muy diferente a la de un amigo ghanés o cubano que está sentado a mi lado en mi iglesia. No debo honrar a mis padres en la manera que un ghanés lo hace necesariamente y mis amigos no deben honrar a sus padres de la forma en que un canadiense lo hace necesariamente. Podemos y debemos aprender los unos de los otros, pero sin juicio por lo que podría parecer deshonra o sobre-honra. Hablaremos más sobre la cultura a medida que avanzamos hacia una discusión acerca de las formas en particular en las que podemos y debemos mostrar honor a nuestros padres.
Este recurso fue originalmente publicado en Tim Challies | Traducción: María José Ojeda
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Dulces promesas de bendición; terribles amenazas de juicio
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Dulces promesas de bendición; terribles amenazas de juicio

La semana pasada les conté la razón por la que creo que el quinto mandamiento (honra a tu padre y a tu madre) es «El mandamiento que olvidamos». La respuesta a esto fue aplastante y demostró lo que sospechaba: muchas personas tienen preguntas serias sobre este mandamiento. No nos molestan sus implicaciones para los niños, pero nos desconcertamos cuando vemos las implicaciones para los adultos. ¿Cómo mostramos, como adultos, honor a nuestros padres? ¿Cuáles son nuestras obligaciones permanentes? ¿Qué pasa con los padres que son difíciles, que están ausentes, que son abusivos o que incluso han muerto? ¿Cuáles son las limitaciones de este mandamiento? Estas son grandes preguntas y a medida que avanzamos intentaremos llegar a conclusiones satisfactorias. Hoy exploraremos los beneficios que Dios promete a aquellos que obedecen este mandamiento. Sin embargo, esto significa que también necesitamos examinar cuidadosamente las horribles consecuencias que promete a aquellos que lo desobedecen. Cuando se trata de la relación de los hijos con sus padres, la Biblia ofrece dulces promesas de bendición, pero también terribles amenazas de juicio.

Un mandamiento con promesa

Los diez mandamientos desempeñan un rol crucial en nuestro mundo: enseñan a los seres humanos a vivir de la manera que Dios quiere que vivamos. El Dios que nos creó revela su Ley para llevarnos a tener vidas más completas y satisfechas. Estos mandamientos le dicen a personas rebeldes y trastornadas cómo vivir en sumisión y en orden. El quinto mandamiento, entonces, les habla a personas que tienden a rebelarse contra la autoridad; es decir, todos nosotros, y dice: «Honra a tu padre y a tu madre, como el Señor tu Dios te ha mandado, para que tus días sean prolongados y te vaya bien en la tierra que el Señor tu Dios te da» (Dt 5:16). ¿Notaste que Dios concede bendiciones para quienes cumplen este mandamiento? Siglos después, el apóstol Pablo escribía con seguridad para señalar esto cuando aborda a los hijos en la congregación de Éfeso. Él dice, «hijos, obedezcan a sus padres en el Señor, porque esto es justo. Honra a tu padre y a tu madre (que es el primer mandamiento con promesa), para que te vaya bien, y para que tengas larga vida sobre la tierra» (Ef 6:1-3). Estas dos oraciones contienen tres razones por las que los hijos deben honrar a sus padres y también contienen dos grandes promesas para aquellos que lo hacen. ¿Por qué los hijos deben honrar a sus padres?
  • En primer lugar, porque la naturaleza lo exige. Pablo simplemente dice, «esto es justo». Esta es la forma en que Dios creó a la humanidad: que los hijos honren a sus padres. Todos los humanos a lo largo de la historia tienen conocimiento de esto y tienen esta expectativa.
  • En segundo lugar, porque la Ley de Dios lo exige, Pablo cita el quinto mandamiento para mostrar que Dios exige honor como una parte importante de su voluntad revelada para la humanidad.
  • En tercer lugar, porque el Evangelio lo exige. Pablo les dice a los hijos que obedezcan a sus padres «en el Señor». Aquellos que han puesto su fe en el Señor son llamados a seguirlo en todo. El Evangelio les asegura a los hijos que pueden honrar alegremente a sus padres y el Evangelio les da la motivación para hacerlo realmente.

¿Qué sucede con aquellos que prestan atención a la naturaleza, a la Ley y al Evangelio para honrar a sus padres? Dios los bendice: «para que te vaya bien, y para que tengas larga vida sobre la tierra». La bendición de Dios para aquellos que obedecen el quinto mandamiento toma forma en dos maneras: una larga vida y una buena vida. Estas bendiciones son un motivo para obedecer y una consecuencia natural de tal obediencia.

Una larga vida; una buena vida

Los diez mandamientos fueron dados por Dios para un pueblo en especial en un contexto único. En ese tiempo, tener una larga vida y vivir en la Tierra Prometida eran las pruebas máximas de bendición divina. Estas eran señales de que el pueblo estaba en el favor de Dios, que estaban experimentando la buena vida prometida que viene por la fidelidad a sus obligaciones con el pacto. Por otro lado, una vida corta o una vida en exilio eran las máximas pruebas de desaprobación divina, de que estaban experimentando las maldiciones que vienen al quebrantar las obligaciones del pacto. Necesitamos entender, como lo hicieron los israelitas, que estas promesas no estaban garantizadas. Dios no quiso comunicar, «honra a tus padres y te garantizo que vivirás para celebrar al menos ochenta cumpleaños». Tampoco quiso decir, «si tienes una corta vida es prueba de que deshonraste a tus padres». Al contrario, Él quiso señalar la verdad de que aquellos que honran a sus padres generalmente tienen una mejor vida que aquellos que no lo hacen. ¿Por qué? Porque aquellos que honran a sus padres están haciendo las cosas a la manera de Dios, viviendo de la manera en que Dios diseñó que los humanos vivieran. Entonces, ¿qué hay en la promesa de esta buena y larga vida? Dennis Rainey lo dice en forma de preguntas seguidas de una respuesta: «¿quieres vivir con el favor de Dios sobre ti? ¿Quieres sentir la bendición y la buena mano de Dios sobre tu vida? Entonces, obedece su mandamiento». Él también señala un beneficio oculto: honrar a nuestros padres completa nuestra transición a la adultez. A medida que buscamos formas deliberadas de honrar a nuestros padres, comenzamos a corresponder el amor que ellos nos han dado desde el momento en que nacimos. Completamos la relación al extenderles amor, así como ellos siempre nos han extendido el suyo. El amor, el cuidado, el honor ahora es mutuo, de la forma en que Dios lo diseñó. Hemos crecido.

Una corta vida; una miserable vida

Mientras el quinto mandamiento establece los términos de bendición por la obediencia, también implica las consecuencias por la desobediencia. Estas consecuencias se explican con mayor detalle en otro lugar en la Biblia, primero en la ley civil y luego en la literatura de sabiduría del Antiguo Testamento. Cuando Dios reveló la ley que gobernaría a la nación de Israel, Él incluyó un castigo para aquellos que violaran flagrantemente y sin arrepentimiento el quinto mandamiento. Podría sorprendernos darnos cuenta de que este era el mismo castigo para el asesinato y otros horrendos crímenes:
  • «El que hiera a su padre o a su madre, ciertamente morirá. El que maldiga a su padre o a su madre, ciertamente morirá» (Ex 21:15, 17).
  • «Todo aquel que maldiga a su padre o a su madre, ciertamente se le dará muerte; ha maldecido a su padre o a su madre, su culpa de sangre sea sobre él» (Lv 20:9).
  • «Si un hombre tiene un hijo terco y rebelde que no obedece a su padre ni a su madre, y aunque lo castiguen, ni aun así les hace caso, el padre y la madre lo tomarán y lo llevarán fuera a los ancianos de su ciudad, a la puerta de su ciudad natal. Y dirán a los ancianos de la ciudad: “Este hijo nuestro es terco y rebelde, no nos obedece, es glotón y borracho.” Entonces todos los hombres de la ciudad lo apedrearán hasta que muera. Así quitarás el mal de en medio de ti, y todo Israel oirá esto y temerá» (Dt 21:18-21).

¡Y pensar que hoy nosotros esperamos rebelión de nuestros niños y adolescentes! ¡Y pensar que hoy pensamos tan ligeramente de este tipo de desafío! La Ley de Dios sólo muestra cuán en serio toma Dios el quinto mandamiento. Entonces, ¿por qué lo tratamos con tanta liviandad?

El libro de Proverbios expone aún más el horror y las consecuencias de deshonrar a los padres:
  • «El que asalta a su padre y echa fuera a su madre es un hijo que trae vergüenza y desgracia» (Pr 19:26).
  • «Al que maldice a su padre o a su madre, se le apagará su lámpara en medio de las tinieblas» (Pr 20:20).
  • «Al ojo que se burla del padre y escarnece a la madre, lo sacarán los cuervos del valle, y lo comerán los aguiluchos» (Pr 30:17).

Aunque está enmarcado en un lenguaje poético, la imagen es clara: las bendiciones más dulces están reservadas para aquellos que obedecen el quinto mandamiento y los juicios más horribles están reservados para aquellos que no lo cumplen. Dios espera y exige que los hijos honren a sus padres.

El deber del honor

Tú y yo no vivimos en el antiguo Israel. Ya no estamos más bajo las leyes civiles de la nación de Dios. Sin embargo, las bendiciones de Dios también se extienden a nosotros. Después de todo, Pablo les asegura libremente a los hijos de Éfeso que Dios los bendecirá cuando honren a sus padres. Ellos reconocerían, como nosotros, que la tierra prometida ya no es válida. (¿Te fijaste que en Efesios 6, Pablo cita el Antiguo Testamento, pero no menciona la parte sobre la tierra que el Señor tu Dios te da?). Pero la regla general se mantiene: si vivimos a la manera de Dios, recibimos el favor de Dios; si desafiamos la manera de Dios, perdemos el derecho al favor de Dios. Le debemos a nuestros padres el deber del honor y funciona así: honra a Dios al honrar a tus padres y espera que te vaya bien; deshonra a Dios al deshonrar a tus padres y espera que las cosas no vayan bien. Es la forma en que Dios estructuró su mundo.

Una pregunta

Dios extiende su bendición a aquellos que honran a sus padres. La Biblia no establece ninguna limitación al respecto. No hay indicaciones de que el deber del honor expire cuando crecemos o nos casamos o nos independizamos económicamente. No existe indicación que diga que se haya anulado cuando nuestros padres son injustos, crueles o incluso imposibles o completamente abusivos. Discutiremos más esto en las próximas publicaciones, después de haber visto el complejo asunto de la desobediencia. Sin embargo, por ahora, permíteme dejarte con esto: ¿quieres ser bendecido? ¿Quieres experimentar el favor de Dios? Entonces, honra a tus padres. En cuanto a lo que puedo ver, es así de simple, así de directo: Dios tiene bendiciones para entregarle a aquellos que obedecen este mandamiento.
Este recurso fue originalmente publicado en Tim Challies.
Obediencia momentánea; honor para siempre

Obediencia momentánea; honor para siempre

Hemos visto las dulces bendiciones que Dios promete a aquellos que prestan atención al quinto mandamiento y también los terribles juicios que Él promete a aquellos que no lo toman en cuenta. Hemos visto que los hijos tienen un deber de por vida de honrar a sus padres. Sin embargo, aunque hemos aprendido por qué debemos honrar a nuestros padres, aún no hemos considerado cómo hacerlo. La pregunta que nos haremos hoy es esta: ¿cómo mostramos honor a nuestros padres, especialmente cuando somos adultos? Hoy llegaremos a una respuesta que será suficiente para comenzar a dirigirnos. En un artículo más adelante, buscaremos ayuda en otros para encontrar maneras específicas y concretas en las que podemos extender honor.

Honra y obedece

En ambas descripciones de los diez mandamientos (en Éxodo y en Deuteronomio), Dios le ordena a los hijos a honrar a sus padres y a sus madres. Esta no es una palabra que se trate sobre la obediencia. Sin embargo, cuando leemos las aplicaciones del mandamiento a lo largo de la Biblia, vemos que la obediencia es un componente clave del honor que los hijos les deben a sus padres. Esto levanta preguntas: ¿la obediencia a tus padres es permanente o temporal? ¿El honor siempre requiere obediencia? Si quiero honrar a mis padres, ¿necesito seguir obedeciéndolos a lo largo de mi vida? Para contestar estas preguntas, necesitamos examinar el honor y la obediencia, buscando aquello que es similar y aquello que los distingue.

Obedecer

Lo que el quinto mandamiento no requiere es tan importante como lo que requiere. El quinto mandamiento no es «obedece a tu padre y a tu madre»; al contrario, dice, «honra a tu padre y a tu madre». Sin embargo, es claro que la Biblia pone mucho énfasis en que los hijos obedezcan a sus padres. Encontramos el lenguaje de la obediencia en muchas de las interpretaciones y aplicaciones del quinto mandamiento. Pero, a medida que cavamos más profundo, encontramos algo interesante: el lenguaje de la obediencia tiende a venir en pasajes que hablan a los hijos más pequeños y que aún son dependientes de sus padres. Cuando nos encontramos con pasajes que les hablan a los hijos adultos, encontramos un cambio sutil hacia un lenguaje de respeto y provisión. Por consiguiente, la obediencia es una forma particular de honor; una forma particular en la que los hijos más pequeños pueden honrar a sus padres. Todos los hijos deben honrar a sus padres en todo momento. Sin embargo, cuando los hijos son pequeños, el honor muy a menudo toma forma de obediencia. Esta es la razón por la que cuando Pablo interpreta el quinto mandamiento para los hijos más jóvenes (Ef 6:1-3 y Col 3:20) él dice, «hijos, obedezcan a sus padres». Obedecer es someterse a la voluntad de una persona que tiene una posición de autoridad por derecho legítimo, obedecer sus exigencias o sus requerimientos. Es, como les enseñamos a nuestros hijos, «hazlo ahora, hazlo bien y hazlo con un corazón contento». La obediencia es la muestra de honor de un niño. Es correcto que los padres esperen y exijan obediencia de sus hijos y es correcto que los hijos muestren honor a sus padres por medio de esa obediencia. Es la obediencia a los padres la que entrena a los hijos a someterse a cualquier otra autoridad, dentro de ellas Dios mismo. Es bajo el entrenamiento y la disciplina de los padres que los hijos están preparados para vivir vidas ordenadas en este mundo. John MacArthur lo dice bien:
«Los hijos que respetan y que obedecen a sus padres construirán una sociedad ordenada, armoniosa y productiva. Una generación de hijos indisciplinados y desobedientes producirá una sociedad caótica y destructiva».
En lo que concierne a los padres y sus hijos más pequeños, la obediencia es una medida temporal que dura mientras los hijos estén bajo la autoridad de sus padres. La infancia es un periodo de entrenamiento bajo la tutela de los padres. Los padres fuerzan a sus hijos a obedecer con el fin de que aprendan a honrar y luego pasen el resto de sus vidas honrando a sus padres, a sus profesores, a sus jefes y a sus gobiernos. El entrenamiento de un padre en obediencia se reflejará en un honor de toda la vida.

Honrar

Pero ¿qué es el honor? Bíblicamente, la palabra honor se refiere a peso o a importancia. Para honrar a nuestros padres debemos darle gran dignidad y gran valor a nuestra relación con ellos. John Currid explica, «el punto es que un hijo no debe tomar a sus padres a la ligera o pensar de ellos ligeramente. Deben ser considerados con gran seriedad y valor». Podemos aprender cómo se ve el honor al examinar los pasajes que describen los juicios que le ocurren a aquellos que deshonran a sus padres. Estos son los pasajes de la ley civil y de la literatura de sabiduría que vimos la última vez: Levítico 20:9; Proverbios 30:17, etc. ¿Qué encontramos? Los hijos que deshonran a sus padres son rebeldes y se resisten tercamente a la disciplina lo que los lleva a la rebelión. Podrían ser verbalmente abusivos, burlándose y maldiciendo a sus padres. Podrían incluso ser físicamente violentos con ellos. Si vamos al Nuevo Testamento, encontramos que su deshonra podría verse como el rechazo a cuidar de sus padres o a proveer para sus necesidades físicas y económicas (Mr 7:8-13; 1Ti 5:8). De este modo, para honrar a nuestros padres debemos respetarlos y reverenciarlos, debemos hablar bien de ellos y tratarlos con bondad, con amabilidad, con dignidad y con estima. Debemos asegurarnos de que son cuidados e incluso de proveer para ellos cuando sea necesario. Dennis Rainey dice, «el honor es una actitud que va acompañada de acciones que le dice a tus padres, “son dignos; tienen valor. Son las personas que Dios puso soberanamente en mi vida”». Todo eso y mucho más está vinculado a esta pequeña palabra.

Obedece hoy; honra por siempre

Necesitamos considerar por qué el básico requerimiento del quinto mandamiento no es obediencia sino honor. Estoy convencido de que existen al menos dos razones: con el tiempo, ya no estaremos obligados a obedecer a nuestros padres e incluso antes hay momentos en los que no podemos o no debemos obedecerles. Dicho de otro modo, existen momentos en los que podemos desobedecer a nuestros padres y aun así honrarlos. El fin de la obediencia. Llega un momento cuando obedecer a los padres ya no es apropiado. El deber de los padres es criar a sus hijos para que sean independientes, para que vivan fuera de la autoridad de los padres. En la mayoría de los casos, la relación de padres a hijos será alterada permanentemente cuando llegue el momento del matrimonio cuando «el hombre dejará a su padre y a su madre y se unirá a su mujer» (Gn 2:24). A medida que un hijo se independiza de sus padres deja su supervisión y autoridad. Ya no les debe más obediencia de la misma manera o al mismo grado. El pecado de la obediencia. También podría haber ocasiones en las que la obediencia es pecaminosa, como cuando los padres les ordenan a sus hijos a pecar o cuando les ordenan a sus hijos a desobedecer a Dios o al gobierno. Cuando esto sucede, un hijo debe desobedecer a mamá y a papá con el fin de obedecer a una autoridad superior. Otra ocasión para la desobediencia aceptable es cuando los padres exigen obediencia de sus hijos adultos o cuando sus exigencias de obediencia son autoritarias o abusivas. En tales casos, el hijo no está obligado por Dios a obedecer.  El mandamiento básico para la humanidad no es «obedece a tu padre y a tu madre» porque la obediencia termina y a veces puede ser pecaminosa. Al contrario, el mandamiento de Dios es «honra a tu padre y a tu madre» porque el honor nunca termina y nunca es incorrecto.

Perfecto honor; perfecta obediencia

Tenemos un modelo bíblico de honor y obediencia. Ambos son perfectamente demostrados en Jesús. Aunque era Dios, nació de padres terrenales y por voluntad propia, honró y obedeció alegre y perfectamente a sus padres. Vemos la obediencia en su infancia en Lucas 2:51, «Descendió con sus padres y vino a Nazaret, y continuó sujeto a ellos...». Vemos su honra hacia ellos cuando, en los momentos previos a su muerte, Él aseguró provisión para su madre: «Y cuando Jesús vio a su madre, y al discípulo a quien él amaba que estaba allí cerca, dijo a su madre: "¡Mujer, ahí está tu hijo!". Después dijo al discípulo: "¡Ahí está tu madre!" y desde aquella hora el discípulo la recibió en su propia casa» (Jn 19:26-27). Y así como Jesús honró y obedeció a su madre y a su padre terrenal, Él honró y obedeció a su Padre celestial. En todo lo que hizo, habló bien de su Padre, dirigió la gloria a Él y llevó a cabo su voluntad. Y, por supuesto, obedeció a su Padre: «Y hallándose en forma de hombre, se humilló él mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz» (Fil 2:8). Sin perder un rastro de autonomía o dignidad, Jesús honró y obedeció. Si queremos honrar y obedecer a nuestros padres debemos aprender de Jesús. Él, como siempre, es el ejemplo de cómo obedecer perfectamente la perfecta Ley de Dios.

Conclusión

En nuestro próximo artículo, veremos asuntos relacionados con la cultura para ver cómo cambia nuestra comprensión del honor. Más adelante miraremos algunos de los casos difíciles en los que dar honor es especialmente difícil. También sacaremos a la luz algunas ayudas prácticas para mostrarnos aún más claro cómo podemos honrar a nuestros padres. Y, por supuesto, necesitamos tomar en consideración cómo nosotros, como padres, podemos asegurarnos de ser dignos de honor. Terminemos con una nota feliz. Sabemos que existen dos grandes bendiciones envueltas en honrar a nuestros padres: una larga vida y una buena vida. Si cavamos un poco más profundo en el Nuevo Testamento encontramos que hay una bendición aún más grande. «Hijos, sean obedientes a sus padres en todo, porque esto es agradable al Señor» (Col 3:20). Nuestro honor hace feliz a Dios. ¿Por qué? Porque al honrar a nuestros padres estamos honrando al Dios que nos dio a esos padres. Después de todo, tu honor hacia ellos agrada y glorifica a Dios.
Este recurso fue originalmente publicado en el blog de Tim Challies.
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Seis maneras prácticas de honrar a tus padres
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Seis maneras prácticas de honrar a tus padres

Los mandamientos de Dios son perfectamente claros en lo que dicen y, en líneas generales, en lo que requieren. Sin embargo, implementar esos mandamientos en maneras prácticas y en la esencia de la vida puede representar un desafío. Pueden requerir pensamientos, oración y creatividad. Este es exactamente el caso con el quinto mandamiento: «honra a tu padre y a tu madre», en especial para los hijos adultos. Los hijos más pequeños honran a sus padres por medio de la obediencia, pero ¿cómo lo hacen los adultos? ¿Cómo podemos honrar a nuestros padres adecuadamente? He tomado mucho tiempo para llegar a este punto en mi serie El mandamiento que olvidamos, y esto ha sido a propósito. Tendemos a saltarnos los asuntos fundamentales para ir directamente a los asuntos prácticos. ¡Tan solo dame la lista de cosas que hay que hacer y las haré! Sin embargo, el cambio más profundo en nosotros así como el honor más apropiado para nuestros padres vendrá cuando nos aseguremos primero de entender el mandamiento de Dios (qué significa, por qué lo da y por qué es tan importante). Confío en que has seguido los artículos previos y si lo has hecho, ahora estás listo para pensar en maneras prácticas en las que puedes honrar a tus padres.

Honor a quien se le debe honor

En un artículo previo, señalé que honrar a los padres es una forma de honrar toda autoridad, dentro de ellas a Dios mismo. Como dice Tim Keller, «es el respeto por los padres lo que funda la base para todos los tipos de respeto y todos los tipos de autoridad». También señalé que no existe un punto final para este mandamiento: debemos honrar a nuestros padres en la infancia y en la adultez, puesto que nuestra deuda con ellos es de un honor que nunca termina. ¿A qué se refiere Dios con el honor que debemos darle a nuestros padres? Voy a ofrecer seis sugerencias generales, aunque sin duda surgirán muchas más. Les advierto de antemano: en cada caso, nacerá la tentación de decir, «sí, pero tú no conoces a mis padres. No sabes quiénes son o lo que me hicieron». Entiendo que en algunos casos puede ser difícil o casi imposible mostrar honor. En nuestro próximo artículo, discutiremos algunos de los casos difíciles. Sin embargo, por ahora, consideremos simplemente algunas formas prácticas en las que podemos mostrar honor a nuestros padres.

Perdonándolos

Tal vez la manera más importante de honrar a nuestros padres es perdonándolos. La verdad es que no existen los padres perfectos. Ningún padre ha cumplido con las expectativas de sus hijos y, muy probablemente, incluso con sus propias expectativas. Nuestros padres han pecado contra nosotros. Han tomado decisiones insensatas, han tenido expectativas poco realistas, han dicho y hecho cosas que nos han herido profundamente. Por esa razón, muchos niños entran a la adultez controlados por el enojo y la amargura. Son incapaces de superar los errores o los pecados de sus padres. La mejor forma en la que podemos honrar a nuestros padres es perdonándolos. Y, en realidad esto es posible, puesto que servimos e imitamos a nuestro Salvador perdonador. En la Biblia, vemos la disposición de Jesús a perdonar a aquellos que lo habían herido. En el mismo momento en que los clavos atravesaban su carne, él clamó, «Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen» (Lc 23:34). Al estar a los pies de la cruz y al considerar tal Salvador, ¿quiénes somos nosotros para negarles el perdón a nuestros padres? Honramos a nuestros padres al extenderles gracia y perdón.

Hablando bien de ellos

Otra manera en la que podemos honrar a nuestros padres es hablar bien de ellos y rehusarnos a hablar mal de ellos. Vivimos en una época en la que se considera noble ventilar nuestras quejas y terapéutico sacar nuestra ropa sucia. No pensamos mucho antes decirle al mundo exactamente lo que pensamos sobre nuestros gobernantes, nuestros jefes, nuestros padres. Sin embargo, la Biblia nos advierte que le debemos honor y respeto a todas las autoridades que Dios ha puesto sobre nosotros (Ro 13:7). Nos advierte que nuestras palabras tienen el poder para dar honor o deshonra. No podemos olvidar que en el Antiguo Testamento el castigo por maldecir a los padres es el mismo castigo por agredirlos (Ex 21:15-17; Lv 20:9), puesto que la raíz es la misma. Maldecir a los padres o atacarlos es violar el quinto mandamiento al igual que el sexto. Necesitamos hablar bien de nuestros padres. Necesitamos hablar bien de ellos mientras estén vivos y después de que hayan muerto; necesitamos hablar bien de ellos a nuestros hermanos, a nuestros cónyuges, a nuestros hijos; necesitamos hablar bien de ellos a nuestras iglesias y comunidades, modelando un tipo de honor y respeto contracultural que desapareció hace mucho tiempo y que hace falta en tantos contextos. Cristianos, hablen bien de sus padres y rehúsense a hablar mal de ellos.

Estimándolos pública y privadamente

Una tercera forma de honrar a los padres es estimándolos tanto privada como públicamente. En un poderoso sermón sobre el quinto mandamiento, Tim Keller anima a los hijos a «respetar la necesidad [de sus padres] de verse a sí mismos reflejados en [ellos]». Los padres anhelan ver cómo han impactado la vida de sus hijos, como ellos son un reflejo de sus fortalezas, de sus valores. «Ustedes no se dan cuenta cuán importante es que les den crédito a sus padres cuando puedan. No se dan cuenta cuán importante es solo decir, “ya saben, todo lo que aprendí sobre el ahorro de dinero, lo aprendí de ustedes”; decir, “ya sabes, papá, eso es algo que tú siempre me enseñaste y lo aprecio demasiado”». Estas son medidas simples, pero que traerán gran alegría y honor a nuestros padres. Podemos estimarlos de manera privada en una conversación uno a uno o podemos hacerlo públicamente, quizás por medio de discursos o de sermones o incluso en las conversaciones que se dan en las festividades. Dennis Rainey va más allá y llama a los hijos a que escriban un tributo formal a sus padres, a presentárselos y a leerlo en voz alta en presencia de ellos. Podemos honrar a nuestros padres al estimarlos.

Buscando su sabiduría

Honramos a nuestros padres cuando buscamos su sabiduría a través de los altibajos de la vida. La Biblia asocia constantemente la juventud a la necedad y la vejez a la sabiduría (Pr 20:29; Job 12:12) y nos dice que aquellos que han tenido larga vida han acumulado mayor sabiduría. Hacemos bien, entonces, en confiar en ellos para comprender las cosas de la vida, en buscar su apoyo cuando nos enfrentamos a tomar decisiones más grandes. En algunas culturas, se espera que esto se haga y, en otras, se rechaza. Sin embargo, de cualquier manera, buscar la ayuda de nuestros padres les da honra, incluso si al final no podemos o no debemos hacer caso a lo que nos dicen.

Apoyándolos

También podemos honrar a nuestros padres al apoyarlos. Aún no me refiero al apoyo económico, sino que a otras formas de amor y de cuidado. Pienso en David, en un momento particular muy difícil de su vida, cuando estuvo agobiado por las preocupaciones y fue atacado por sus enemigos. En ese contexto, él clamó a Dios y dijo, «no me rechaces en el tiempo de la vejez; no me desampares cuando me falten las fuerzas» (Sal 71:9). David le temía a la combinación de la edad y el aislamiento; de la vejez y la soledad. Así también les sucede a nuestros padres ancianos. Cuando somos jóvenes, ganamos fuerza y anhelamos independencia. ¡Nuestros padres nos crían para ser fuertes e independientes! Sin embargo, existe una contrapartida aquí, un traspaso de testimonio, puesto que a medida que nuestros padres envejecen, se debilitan y comienzan a perder independencia (Ec 12:1-8). Honramos a nuestros padres al darles la seguridad de que no los abandonaremos cuando sean viejos. De la misma manera en la que ellos nos cuidaron, nosotros cuidaremos de ellos. Es nuestra responsabilidad y debe ser nuestro gozo. En una época en que millones de adultos mayores viven solos, son enviados a hogares de ancianos y hospitales, y son atendidos por profesionales en lugar de familiares, los cristianos tienen la oportunidad de mostrar un honor especial. Kent Hughes dice que incluso si los padres no tienen necesidades económicas, «aún existe una obligación cristiana por un cuidado práctico y amoroso. Es posible contratar enfermeras, pero debe haber más: un sustituto no puede hacerlo. El descuido y abandono emocional no son una opción, tal conducta “es peor que [la de] un incrédulo”».

Proveyendo económicamente para ellos

Finalmente, podemos honrar a nuestros padres al proveer económicamente para ellos. En 1 Timoteo 5, vemos que Pablo le dice a Timoteo cómo honrar a las viudas dentro de la iglesia. Al dar la instrucción, entrega dos principios importantes: los hijos deben recompensar a sus padres (4) y los cristianos que no proveen para los miembros de su familia se comportan peor que los incrédulos (8). Los comentaristas son casi unánimes al extender estos principios a los hijos con sus padres ancianos. Lo que es común en algunas culturas es controversial en otras, dentro de ellas la mía. Stott señala que «las culturas africanas y asiáticas que han evolucionado hacia la familia extendida en lugar de hacia la familia nuclear son una crítica clara a la cultura occidental en ese asunto». Cuando los hijos son pequeños, Dios espera que los padres provean para ellos (2Co 12:14). Sin embargo, según Stott, «cuando los padres envejecen y se debilitan, los roles y las responsabilidades se invierten». Hughes dice, «los hijos y las hijas cristianas son responsables por el cuidado [económico] de las viudas y, como el texto lo extiende, de sus padres y abuelos indefensos». William Barcley dice lo mismo: «la crianza de los hijos requiere un sacrificio tremendo y es correcto que los hijos hagan sacrificios por sus padres a cambio». Podríamos considerar también Marcos 7:9-13 y la dura reprimenda que Jesús le hizo a los fariseos por rehusarse a cuidar de sus padres. Quizás no hay una forma de honor que se oponga más profundamente a la cultura occidental que esta. Pero esto es claro: la Biblia llama a los cristianos a tomar la responsabilidad especial de proveer para los miembros de su familia. Este mandamiento se aplica de igual manera para los padres de hijos pequeños y para los hijos de padres ancianos.

Conclusión

Dios llama a todos los hijos de todas las edades a mostrar honor a sus padres; a rehusarse a deshonrar a sus padres. Él nos llama a honrarlos como resultado de honrarlo a él. Nos llama a ser personas que respetan su soberanía al respetar a los padres que él consideró adecuado darnos. ¿De qué maneras Dios te está llamando a mostrarles honor a tus padres?
Otros recursos relacionados:
El mandamiento que olvidamos Dulces promesas de bendición; terribles amenazas de juicio Obediencia momentánea; honor para siempre El honor de un hombre es la vergüenza de otro
Este recurso fue originalmente publicado en Tim Challies | Traducción: María José Ojeda
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Cómo honrar a aquellos padres que «no merecen honor»
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Cómo honrar a aquellos padres que «no merecen honor»

Hoy continuamos con nuestra serie sobre honrar a nuestros padres: la serie que considera cómo nosotros, siendo adultos, podemos cumplir con el quinto mandamiento. Detrás de esto se encuentra el hecho de que pocos de nosotros tomamos en serio el quinto mandamiento y la manera en que podemos cumplirlo activamente, incluso después de haber dejado la autoridad de nuestros padres. Nos hemos estado enfocando en Deuteronomio 5:16: «honra a tu padre y a tu madre, como el Señor tu Dios te ha mandado, para que tus días sean prolongados y te vaya bien en la tierra que el Señor tu Dios te da». Ya hemos visto que este mandamiento no es solo para los niños. A toda edad, tenemos una deuda de honor con nuestros padres y esto puede expresarse de varias maneras: perdonando a nuestros padres, hablando bien de ellos, estimándolos pública y privadamente, buscando su sabiduría, apoyándolos y proveyendo para ellos. Está bien. Eso es bastante claro cuando tenemos una buena relación con nuestros padres, cuando nos crían bien, cuando nos aman y nos respetan. Sin embargo, ¿qué pasa con quienes fueron adoptados y nunca conocieron a sus padres biológicos? ¿Qué pasa con las personas que tuvieron padres difíciles, ausentes o abusivos? ¿Qué pasa con aquellos cuyos padres se comportaron de manera completamente deshonrosas? ¿Esta deuda de honor se extiende incluso a ellos? En toda la retroalimentación que he recibido de esta serie, el foco se ha centrado más en estas preguntas que en cualquier otra. «¿Realmente esperas que yo honre a mis padres? Déjame contarte sobre ellos...». He abordado este artículo con cuidado, con oración y con Biblia en mano. Mientras lo hacía pensaba en las personas que conozco y que amo, muchos de ellos de mi propia iglesia, que han tenido que navegar a través de terribles situaciones. Y en lo que puedo ver, todos los hijos deben honrar a sus padres. Admito que en algunos casos el daño cala muy profundo; que algunos traumas del pasado no pueden y no deben pasarse por alto. Y sin embargo, aún creo que existe una deuda de honor que todos le debemos a nuestros padres.

Un contexto diferente para el honor

Quiero comenzar cambiando brevemente nuestro contexto. Los padres no son las únicas personas que Dios nos dice que debemos honrar. Ellos no son la única fuente de autoridad con la que lucharemos para honrar. En Romanos 13, Pablo escribe sobre las autoridades civiles y dice esto: «Paguen a todos lo que deban: al que impuesto, impuesto; al que tributo, tributo; al que temor, temor; al que honor, honor» (Ro 13:7). Es importante reconocer que Pablo escribió estas palabras mientras estaba bajo el reinado de los gobernantes tiránicos romanos. Sin embargo, aún en este contexto, él exhortó a los creyentes de su tiempo a honrar y respetar al gobierno. Douglas Moo señala que la historia de la interpretación de este pasaje «es la historia que intenta evitar lo que parece ser su significado puro» y advierte que «no debemos oscurecer [su significado] en una avalancha de calificaciones». El pasaje enseña que toda autoridad es finalmente una extensión de la autoridad divina de Dios delegada a los seres humanos, «porque no hay autoridad sino de Dios» (Ro 13:1a). También nos enseña que toda autoridad es una muestra de la soberanía de Dios, puesto que «las [autoridades] que existen, por Dios son constituidas» (Ro 13:1b). Existe un tipo de honor que debemos dar ya sea que la otra parte se lo haya ganado o no. Se lo debemos por consecuencia de estar en un puesto dado por Dios. Moo concluye, «el gobierno es más que una molestia que debemos aguantar; es una institución establecida por Dios para cumplir algunos de sus propósitos en la tierra». Por lo tanto, cuando honramos a nuestros gobernantes, honramos a Dios; cuando deshonramos a nuestros gobernantes, deshonramos a Dios.

Del gobierno a la familia

Mucho de lo que es verdad sobre las autoridades civiles también es verdad para los padres. Del mismo modo que la soberanía de Dios es expuesta al levantar gobernantes para liderar una nación, la soberanía de Dios es expuesta al escoger padres para que den a luz un hijo. De la misma manera en que Dios delega autoridad y responsabilidad en el gobierno, Dios delega autoridad y responsabilidad en nuestros padres. Así como Dios espera que honremos al gobierno como una extensión de su autoridad y de su soberanía, Dios espera que honremos a nuestros padres como una extensión de su autoridad y soberanía. Y así como honrar a los gobernantes es honrar a Dios, también honrar a los padres es honrar a Dios. Debemos darle a nuestros gobernantes y a nuestros padres todo lo que se les debe, dentro de eso honor. No hay excepción para los malos gobiernos ni para los malos padres. (Para más información relacionada a la conexión entre el quinto mandamiento y Romanos 13, ver El catecismo menor de Westminster, pregunta y respuesta 63, 64 y 65. También El catecismo de Heidelberg, pregunta y respuesta 104).

Honrando lo deshonroso

Por lo tanto, ¿cómo honramos a los padres que se han comportado de una forma deshonrosa y aborrecible? Esto a veces pues ser muy difícil. A menudo esto requerirá que ejercitemos gran sabiduría y que nos movamos por líneas muy delgadas. Sin conocer casos individuales, hablar en general puede ser difícil y peligroso. Afortunadamente, Dios nos puso bajo el cuidado de pastores y guías para ayudarnos a navegar por dificultades como estas y hacemos bien en buscar su cuidado y consejo. Ofreceré algunas sugerencias generales, pero te pediría también que pienses, ores y te acerques a otros para obtener sabiduría. En el caso específico de abuso, Dennis Reiney entrega una guía sabia en su libro sobre el quinto mandamiento. Distingue entre el honor y la obediencia. En un artículo previo, aprendimos que el honor no siempre involucra obediencia. Cuando los padres exigen lo que Dios prohíbe, debemos referirlos a las máximas autoridades de Dios o al gobierno. Cuando los padres sobrepasan sus límites y exigen obediencia de sus hijos adultos, también podemos rehusarnos a obedecerlos. Sin embargo, incluso mientras nos rehusamos a obedecer, aún podemos honrarlos. En lugar de explotar de enojo o de hacer un gran show de rebeldía, podemos responder con dignidad, tranquilidad y respeto, y aún así con una determinación de hierro. Esto podría hacer que nuestros padres no respondan mejor, pero al menos seremos inocentes ante los ojos de Dios. Distingue entre la persona y la posición. Incluso si honrar a nuestros padres por medio de una relación podría ser imposible o poco sensato, aún podemos honrar la paternidad y la maternidad por la posición que tienen. Podemos aprender cómo la Biblia describe el diseño de Dios para los padres y determinar que solo hablaremos bien de ellos. Los militares exigen que los soldados respeten el rango si no respetan al hombre y en cierto nivel podemos hacer lo mismo con los padres: honrar su posición cuando no podemos encontrar nada honorable en su persona. El hijo adoptado podría nunca llegar a conocer a sus padres biológicos, pero aun así podría evitar hablar mal de ellos y aún puede hablar bien sobre la maternidad y la paternidad. Distingue entre el honor y la relación. En algunos casos, las acciones del pasado han sido completamente deplorables que el hijo debe separarse de sus padres. Por ejemplo, Dios no exige que los hijos que fueron abusados sexualmente por sus padres no arrepentidos sigan sosteniendo una relación cercana con ellos en la adultez. Quizás lo mejor que pueden hacer para honrar a Dios en esta situación es rehusarse a deshonrar a sus padres. En tales casos, honrar a Dios puede significar enfrentar honestamente el trauma, dejando la venganza en sus manos y reconociendo ante Dios que él no cometió un error al escoger a sus padres. Podría significar extender perdón a los padres (si es que lo buscan) o al menos una disposición a perdonarlos (si es que no lo buscan). Significa dejar ir la amargura, confiando en Dios a través del dolor y morar profundamente en la muestra de su compasión en la cruz. Como mínimo significa absolver a Dios de toda culpa por lo que sucedió y confiar que estas cosas no ocurrieron lejos de su soberanía. Distingue entre el honor y el acuerdo. A algunos hijos les preocupa que honrar a los padres signifique estar de acuerdo con las odiosas posiciones que tienen. Un hijo cuyos padres son racistas podría creer que honrar a sus padres significa tolerar esas creencias racistas. Sin embargo, el honor puede ser extendido de tal manera que es genuino, pero aun así decidido. Después de todo, somos llamados a honrar a nuestros gobiernos a favor de la libre elección incluso mientras tenemos firmes posturas provida y desafiemos al gobierno a cambiar. Honrar a nuestros padres no significa necesariamente aprobar todo lo que han hecho o todo lo que ellos creen. He sido desafiado en esto por Caleb Kaltenbach quien, en su libro Messy Grace [Gracia confusa], cuenta cómo aprendió a honrar y respetar a sus padres homosexuales sin comprometer sus convicciones cristianas. Distingue entre el honor y el permiso. Honrar a tus padres no significa que permitas su pecado o sus patrones pecaminosos. No significa cubrir lo que hicieron o lo que continúan haciendo o esconderlo de las autoridades civiles. Quienes fueron abusados no deshonrarán a sus padres si descubren ese abuso y buscan procesarlos con el máximo rigor de la ley. Estas son cinco distinciones que podrían ser útiles a medida que consideramos los casos difíciles. Sin embargo, debemos estar conscientes de que también pueden ser peligrosas. Debemos cuidarnos de no caer en una definición de honor que sea tan estrecha que no tenga sentido. Como personas convencidas de la necesidad de honrar a nuestros padres, necesitamos meditar en Deuteronomio 5:16, Romanos 13:1-7 y otros pasajes clave, y luego responder a la convicción de Dios. Él nos ayudará, él nos guiará a toda verdad, a toda obediencia (Jn 16:13).

Honor a quien se le debe honor

Mientras más leo y estudio la Escritura, más concluyo que Dios le pide cosas imposibles a su pueblo. Al menos, él pide cosas que serían imposibles sin su presencia, sin su sabiduría y sin su poder. En los casos difíciles, honrar a los padres puede ser imposible; no obstante, el llamado aún sigue: «Paguen a todos lo que deban: …al que honor, honor». Para muchas personas este es el desafío más profundo; para todos nosotros, es un desafío para el cual necesitaremos desesperadamente la gracia de Dios.

Otros recursos relacionados:

El mandamiento que olvidamos Dulces promesas de bendición; terribles amenazas de juicio Obediencia momentánea; honor para siempre El honor de un hombre es la vergüenza de otro Seis maneras prácticas de honrar a tus padres
Este recurso fue publicado originalmente en Tim Challies. | <spaTraducción: María José Ojeda
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RESEÑA: DESTELLOS DE GRACIA
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RESEÑA: DESTELLOS DE GRACIA

Estoy seguro de que casi cada ama de casa, cada madre, cada mujer, ha experimentado la desconexión entre lo que sabe y lo que siente; entre saber que su llamado es bueno y que la realidad puede ser exasperante y muchísimas veces sentirse frustrante. En Destellos de gracia, Gloria Furman trae el Evangelio a la práctica en el llamado distintivo de la mujer y la llama a atesorar el Evangelio en su hogar. Al hablar por las mujeres cristianas ella dice. Necesitamos saber: ¿qué relación tiene el Evangelio con nuestras vidas cotidianas en el hogar? ¿Cómo es que el evangelio impacta el lavado de los platos, la limpieza del piso, el pago de las facturas, nuestras amistades, el hospedaje que ofrecemos y la preparación de la cena? ¿Cómo es que el hecho de que Jesús cargó mis pecados en la cruz, para que yo pueda morir al pecado y vivir justamente (1P 2:24) hace una diferencia en mi vida cotidiana? La gran pregunta que ella explora simplemente es esta: ¿cómo el Evangelio cambia la forma en que una mujer vive su llamado a ser ama de casa? En la primera sección del libro, ella mira al Evangelio diciendo, «la teología es para las amas de casa que necesitan saber quién es Dios, quiénes son ellas y de qué se trata esta vida terrenal». Mi capítulo favorito aquí es «No pitufees el Evangelio». Furman es divertida y tajante cuando escribe sobre la importancia de definir adecuadamente el Evangelio y distinguir apropiadamente entre el Evangelio mismo y sus muchas implicaciones y aplicaciones. Si «pitufear» es una palabra que los pitufos usaron cuando no sabían qué más decir, «Evangelio» es una palabra que muchos cristianos usan ya sea con un propósito o no. Es una palabra que podría significar diferentes cosas para diferentes personas, por eso Furman aclara y precisa su uso. La segunda sección, gran parte del libro, aborda los muchos llamados de una ama de casa y muestra cómo el Evangelio habla a cada uno de ellos. Los títulos de los capítulos dan una sensación de los temas y del tono: «Poder divino y promesas hermosas para los trasnochos», «Gracia abundante para cada invitado», «Tesoros en vasijas de barro, no en porcelana fina». Uno de los capítulos más fuertes de esta sección es «El ídolo de una casa perfecta». Aprecio este capítulo porque existe un remedio claro del Evangelio y una aplicación del Evangelio al tipo de idolatría del corazón que desea y demanda la ilusión de una casa perfecta. Dejaré que Kristie Anyabwile entregue su perspectiva sobre el libro, puesto que escribe como miembro de la audiencia aludida: Necesitamos que Evangelio nos encienda para servir gozosamente a nuestras familias y eso es lo que entrega Destellos de gracia. Muchos días descargo un alud de ley sobre mi familia, cuando lo que ellos necesitan de mí es gracia, ánimo y recordatorios de la fidelidad de Dios. Agradezco a Dios por usar a Gloria para señalarme el glorioso Evangelio de su gracia para que yo pueda extender la misma gracia a mi esposo y a mis hijos. Como amas de casa, podemos sofocarnos con lo común y corriente, cegarnos por lo terrenal, vivir en una niebla de rutina y fatiga, y ser incapaces de ver cómo limpiar narices sucias o separar a los hermanos en una pelea puede ser para la gloria de Dios. En Destellos de gracia, Gloria nos ayuda a levantar la niebla al mostrarnos cómo el Evangelio puede cambiar nuestra perspectiva mientras servimos y amamos a nuestras familias. Aileen y yo, leímos este libro y ambos lo disfrutamos mucho. Vimos que Gloria usó tanto la precisión como la gracia a medida que muestra que las buenas noticias, cuando son comprendidas apropiadamente y aplicadas cuidadosamente, deben transformar la forma en que una mujer desarrolla el deber al cual el Señor la ha llamado.

Destellos de Gracia: cómo atesorar el evangelio en tu hogar. Gloria Furman. Poiema Publicaciones, 208 páginas.

Este reseña fue originalmente publicada en Tim Challies
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Un plan familiar para combatir la pornografía
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Un plan familiar para combatir la pornografía

Soy padre de tres hijos que forman parte de la generación digital. Se sienten tan cómodos con los iPads como yo con un libro y solo han conocido un mundo en donde casi todos tenemos teléfonos celulares todo el tiempo, donde Facebook es un rito de iniciación adolescente, donde cada casa tiene cinco, diez o doce dispositivos con los que se puede acceder al resto del mundo por medio de Internet. Sin embargo, conozco los peligros que merodean ahí y que esperan atraerlos. Quiero proteger a mis hijos en un mundo como este, pero quiero hacer más que eso. Quiero discipular a mis hijos para que vivan virtuosamente, para que usen estas nuevas tecnologías con propósitos buenos en lugar de malos. Creo que esto es una parte crucial de mi llamado como padre. Para abordar esta gran necesidad, he armado algo a lo que llamo Un plan familiar para combatir la pornografía. Es un plan diseñado para proteger a mis hijos de los peligros de Internet con el fin de entrenarlos en el buen uso de sus dispositivos y tecnologías.

Un plan familiar para combatir la pornografía

Un plan riguroso necesita considerar tres tipos de dispositivos:
  • Dispositivos fijos: estos son los dispositivos que solo se ocuparán en casa. Entre ellos están las computadoras de escritorio en la oficina de la casa o los televisores con conexión a Internet y las consolas de videojuego. Los padres pueden tener un nivel de control significativo sobre estos dispositivos.
  • Dispositivos móviles: estos son las computadoras portátiles, las tablets, los teléfonos inteligentes y otros dispositivos que pueden usarse en casa pero también fuera de ella, en cualquier lugar. Los padres pueden tener un menor grado de control sobre estos dispositivos.
  • Dispositivos de otras personas: estos son las computadoras que los niños podrían usar en la casa de otra persona o en las tablets que otros niños podrían mostrarles a sus amigos. Los padres no tienen ningún control sobre estos dispositivos.

En todo esto hay dos objetivos generales: prevenir que aquellos que quieren buscar pornografía la encuentren y proteger a aquellos que no quieren encontrarla pero que de una u otra manera están expuestos a ella; frustrar a quienes quieren ver porno y proteger a quienes no quieren verlo. Y aunque el plan está preparado específicamente para combatir la pornografía, también ayudará a combatir otros peligros que hay en Internet.

El plan familiar para evitar la pornografía tiene cuatro pasos: planificación, preparación, reunión y monitoreo.

Planificación

Un antiguo refrán dice: si fallas en planificar, planeas fallar. El refrán se aplica bien a lo que intentamos llevar a cabo aquí. Un plan exitoso necesitará considerar cada dispositivo que hay en tu hogar que combine una conexión a Internet con una pantalla. Comencemos a trabajar.

Paso 1: haz un inventario

Necesitas saber exactamente cuántos dispositivos con conexión a Internet tienes en tu casa. Para hacer esto, necesitas hacer un inventario. Haz una lista de todos los dispositivos con conexión a Internet que tienes: computadoras de escritorio, computadoras portátiles, tablets y teléfonos inteligentes. No olvides la Playstation 3, la Xbox, los televisores inteligentes, Apple TVs, iPods y las e-reader tablets. Incluso en un dispositivo Kindle se pueden hacer búsquedas de Internet. Hace poco, una familia contó lo impactados que estaban después de hacer esto, pues descubrieron que tenían ¡22 dispositivos que considerar!

Paso 2: considera el presupuesto

Decide si es que puedes gastar dinero mensual, regular y frecuentemente en la seguridad de Internet. Cuando acceder a la pornografía solía tener un costo monetario, hoy muchas veces evitarlo tiene un costo monetario. Un presupuesto de USD$20 a USD$25 al mes le permitirá a tu familia aprovechar las opciones preferenciales.

Paso 3: descubre

Ahora que has hecho tu inventario y que tienes una mejor idea de los dispositivos que tu plan necesita considerar, es momento de descubrir las opciones disponibles para proteger a aquellos que los usan. Hay cuatro características generales de protección que están disponibles para nosotros:
  • Filtración. La filtración detecta y bloquea contenido inadecuado (por ejemplo: si tu hijo realiza una búsqueda en Internet de «chicas desnudas», bloqueará la búsqueda; si tu hijo hace clic por error en un enlace que lleva hacia una página web pornográfica, bloquea el acceso al sitio).
  • Rendición de cuentas. Existe un software de rendición de cuentas que rastrea las páginas web visitadas en los diferentes dispositivos y luego elabora y entrega reportes constantes (por ejemplo, si tu hijo visita una página web pornográfica y realiza una búsqueda de «chicas desnudas», este software lo notará y lo incluirá en el reporte que te enviarán por correo).
  • Controles parentales. Los controles parentales bloquean ciertas funciones de los dispositivos modernos (por ejemplo, impedir el uso del buscador de Internet en un iPod Touch; impedir el uso de la aplicación de Facebook en una tablet).
  • Comunicación. No podemos depender de la tecnología para resolver todos nuestros problemas, por eso el plan también debe incluir una comunicación constante, intencionada y abierta.

Puesto que ninguno de ellos ofrece una protección completa, un plan sabio debe tener la combinación de los cuatro. El plan familiar para combatir la pornografía usa las siguientes herramientas:

  • OpenDNS [software disponible solo en inglés]. OpenDNS usa filtros para bloquear automáticamente páginas web inadecuadas para cada dispositivo conectado a la red de tu casa. Se activa al hacer un pequeño cambio en el router que tienes.
  • Covenant Eyes [software disponible solo en inglés]. Covenant Eyes rastrea las páginas web visitadas por los computadores de tu casa y envía reportes constantes por correo electrónico; también ofrece un filtro opcional que puede ser configurado específicamente para cada miembro de tu familia.
  • Controles parentales. Los controles parentales le permiten a los padres desactivar algunas funciones en los dispositivos.
  • Reuniones. La herramienta más indispensable es la comunicación continua, intencionada y abierta entre los padres y sus hijos.

Paso 4: discute

Antes de comenzar a implementar el plan, podría ser una buena idea reunirte con tu familia para explicarles lo que estás a punto de hacer y lo que esperas lograr con ello. Le causarás molestias a tu familia y pondrás reglas que los impactarán, por lo que sería sabio discutir estas cosas con ellos.

Preparación

Comencemos a poner este plan en acción. Esto podría tomar un par de horas, por lo tanto, aparta un tiempo y prepárate un café, y ¡manos a la obra!

Paso 1: crea contraseñas

Contraseña maestra. Lo primero en la lista es crear tu contraseña maestra. Tu plan completo podría fallar si eliges una mala contraseña o fallas en protegerla. Crea una buena contraseña (algo que sea difícil de adivinar y que combine letras con números) y asegúrate de guardarla en un lugar seguro si es que no tienes certeza de recordarla. También necesitarás crear una contraseña maestra de cuatro dígitos para los dispositivos móviles. Contraseñas familiares. Además necesitarás crear una contraseña para algunas personas de tu casa. Crea contraseñas que sean fáciles de recordar para ellos, pero difíciles de adivinar para otros. Asegúrate de registrar estas contraseñas en un lugar seguro. Si tus hijos usan dispositivos móviles, también podrías necesitar crear contraseñas para que tus hijos usen esos dispositivos (normalmente un código de cuatro dígitos). Nuevamente, asegúrate de que sabes esos códigos y de guardarlos en un lugar seguro.

Paso 2: regístrate y crea cuentas

Al tener las contraseñas listas, es momento de registrarse en los servicios que usarás. OpenDNS. Comenzaremos con OpenDNS.
  • Visita la página web de OpenDNS (www.opendns.com) y regístrate para poder usarlo. Busca OpenDNS Family Shield que es bastante bueno para comenzar y es gratis. Una alternativa es usar OpenDNS Home VIP que es una solución opcional y preferencial y cuesta USD$19,95.
  • Crea un usuario para ti usando tu contraseña maestra.
  • Mira las diferentes opciones de filtrado y selecciona aquellas que son apropiadas para tu familia. Lo que sea que selecciones aquí se aplicará a todos los dispositivos que accedan a Internet en la red de tu hogar.
  • Nota: lo mejor sería seleccionar el filtro que bloquea más en vez de menos cosas y aflojarlo si es que y cuando encuentres que está bloqueando demasiados sitios web.

 Covenant Eyes. Ya te registraste para filtrar las páginas web; ahora es momento de registrarte en el software de rendición de cuentas.

  • Agrega a cada miembro de tu familia como usuario y asígnales las contraseñas que creaste para cada uno de ellos.
  • Registra cada usuario para monitorear la rendición de cuentas y configura el envío de reportes a tu correo electrónico cada 3 o 7 días. Escoge un nivel de rendición de cuentas apropiado para su edad y madurez.
  • Si quieres tener un filtro para un usuario específico además del filtro general de OpenDNS, configúralo también. Usa un nivel de filtro apropiado para la edad y la madurez de cada persona. También podría ser sabio deshabilitar el acceso a Internet durante ciertas horas (por ejemplo, deshabilitar todo acceso a Internet para tus hijos después de las 21:00h y antes de las 7:00h).
  • Nota: lo mejor es seleccionar el filtro y la rendición de cuentas que más bloquea y que más reporta y aflojar los niveles de filtro siempre y cuando se haya transformado en algo engorroso.

Computadoras. Ahora necesitas crear cuentas de usuario en cada una de las computadoras de escritorio y portátiles que tengas en tu casa (y en las tablets si es que permiten tener más de un usuario).

  • En cada computadora de tu casa necesitarás crear una cuenta para cada persona que lo use. Esto quiere decir que si hay cinco personas en tu familia y cada una de ellas usa el computador, necesitarás crear cinco cuentas (una para cada uno).
  • Crea una cuenta para ti usando la contraseña maestra y asegúrate de ser el administrador.
  • Luego crea una cuenta de usuario para cada miembro de la familia usando la contraseña que creaste para ellos; asegúrate de que no puedan ser administradores.

Permíteme hacerte una advertencia: este paso puede ser laborioso, especialmente si tienes muchas computadoras. ¡Persevera!

Paso 3: instala el software

Ahora que hemos creado nuestras cuentas, podemos instalar y activar OpenDNS y Covenant Eyes. Instala OpenDNS en tu router. OpenDNS se activa con un simple cambio en el router de tu casa y se maneja a través de una interfaz en línea en www.opendns.com. Necesitarás visitar la página web de OpenDNS para aprender cómo cambiar la configuración apropiadamente. Apenas lo hagas, tu filtro se activará. Así de simple, ya comenzaste a proteger a tu familia. Instala Covenant Eyes en cada computadora portátil y de escritorio que haya en tu casa. Visita www.covenanteyes.com, entra a tu cuenta, descarga el software apropiado e instálalo. Entra en cada cuenta de cada computador y asegúrate de que el software Covenant Eyes esté funcionando apropiadamente (busca el ícono de «un ojo abierto»). Dispositivos móviles. Si decidiste permitir acceso al buscador en tus dispositivos móviles, instala el buscador de Covenant Eyes en esos dispositivos (como de costumbre puedes descargar la aplicación desde la tienda de aplicaciones). Nota: si quieres tener Covenant Eyes en tus dispositivos móviles, también necesitarás usar los controles parentales (ver más adelante) para bloquear el acceso a cualquier otro buscador en esos dispositivos. Consolas de videojuegos. Quita el acceso al buscador de Internet en todas las consolas de videojuegos. Además, considera sacar el acceso a YouTube, Netflix y otros sitios de videos. Otros dispositivos. Revisa tu inventario y ve qué otros dispositivos necesitas considerar. Tu plan solo será exitoso si atacamos cualquier debilidad.

Paso 4: aplica controles parentales

Configura controles parentales en todos los dispositivos móviles. Para hacer esto efectivo en los dispositivos de tus hijos, necesitarás configurar una contraseña de control parental y usarla para asegurarte que solo tú tienes acceso a los controles parentales. Estas son las configuraciones que recomiendo para los dispositivos que usan tus hijos:
  • Asegúrate de que los dispositivos se bloqueen apenas dejen de usarse.
  • Desactiva la búsqueda de Internet. Si tus hijos necesitan hacer una búsqueda en Internet, instala el buscador de Covenant Eyes y usa los controles parentales para bloquear el acceso a cualquier otro buscador.
  • Desactiva la opción para instalar nuevas aplicaciones sin ingresar tu contraseña.
  • Deshabilita la opción de cambiar su propia contraseña o la información de su cuenta.
  • Considera desactivar Facebook, Twitter y otras aplicaciones de redes sociales (ya que estas aplicaciones a menudo tienen un buscador incorporado que les permitirá visitar páginas web evitando cualquier software de rendición de cuentas).
  • Considera deshabilitar el acceso a la cámara si te preocupa que tus hijos puedan usarla incorrectamente. Sé especialmente cuidadoso con las aplicaciones que combinan las redes sociales con una cámara (Snapchat, Instagram, etc.).

¡Felicidades! Terminaste. Sabes qué dispositivos tienes en tu casa y has considerado cada uno de ellos al instalar software de filtración y rendición de cuentas. Existe solo un problema: ¡toda tu familia está disgustada contigo! Así que ahora es tiempo de tener esa reunión familiar.

Reunión

Tendemos a creer que los problemas causados por la tecnología pueden ser resueltos con más tecnología. No obstante, lo más fuerte, lo mejor y lo que perdura más que incluso la mejor tecnología es el carácter. Sugiero tener una reunión familiar general ocasional para discutir el sistema y reuniones personalizadas regularmente con tus hijos para hacerles las preguntas específicas y pedirles una retroalimentación específica.

Paso 1: la reunión familiar

El contenido real de la reunión familiar dependerá en cierto grado de la edad de tus hijos. Estas son algunas ideas de puntos a tratar:
  • Preocupación. Debido a la preocupación por el bienestar de tu familia, has tomado medidas para protegerlos mientras usan Internet. Explícales que no los ves como criminales o como adictos al porno, sino que deseas protegerlos de los peligros de Internet. Según la edad de tus hijos, este podría ser un buen tiempo para explicarles que existen muchas personas que luchan con la pornografía que es probable que algún día ellos también enfrenten la tentación.
  • Privacidad. Tus hijos —y especialmente los más pequeños— no deben tener expectativas de privacidad cuando usen sus dispositivos. Deberían saber que tendrás la libertad de revisar sus dispositivos sin su permiso y que sus acciones en Internet van a generar reportes que vas a revisar. Estás haciendo esto porque los amas y porque quieres protegerlos.
  • Contraseñas. Todos necesitan saber la importancia de las contraseñas y las expectativas que tienes de que ellos protejan las suyas. No debiesen compartir sus contraseñas con sus hermanos o con sus amigos.
  • Preparación. Necesitas contarle a tus hijos sobre la seguridad de Internet fuera de casa. Habla con ellos sobre lo que deben hacer si están usando dispositivos en las casas de otras personas. Explícales qué deben hacer si alguien les muestra material pornográfico u otro material inapropiado.
  • Mamá y papá. Si han decidido establecer los mismos estándares para ustedes mismos —usar un software de filtración y de rendición de cuentas (¡algo que recomiendo!)— este es un buen momento para explicárselo a sus hijos.

Paso 2: reuniones personalizadas

Los padres y sus hijos se beneficiarán tremendamente al tener conversaciones constantes sobre los peligros y las preocupaciones de Internet. Las conversaciones variarán muchísimo según la edad y el nivel de madurez de su hijo. Estas son algunas preguntas que podrías considerar hacer:
  • ¿Puedes acceder a todo lo que necesitas acceder en Internet?
  • ¿Te sientes tentado a buscar cosas en Internet que sabes que no debes buscar?
  • ¿Sabes si tus amigos están mirando pornografía y están hablando sobre eso?
  • ¿Has visto pornografía desde la última vez que nos juntamos?

Confío en que te has preparado para recibir rechazo o frustración, en especial al principio. Tus hijos probablemente descubrirán que no pueden entrar a ciertos sitios o que necesitan ingresar contraseñas donde antes no. Tu cónyuge podría descubrir que no puede acceder a algunas páginas a las que quisiera entrar. Persevera y aborda cada asunto a medida que aparece.

Monitoreo

El plan está en ejecución y tu familia ahora está siendo beneficiada por cierto nivel de protección. Sin embargo, este no es un plan que puedas poner en marcha y simplemente dejar que tome su propio curso. Requiere monitoreo y mantención.
  • Reportes de Covenant Eyes. Covenant Eyes te enviará reportes constantes. No esperes que esos reportes sean tan útiles como te gustaría que fueran. Necesitarás tomarte un tiempo (dos o tres minutos) para leer cuidadosamente el reporte buscando cualquier cosa que parezca inadecuada. Investiga con cualquiera de tus hijos cuyo reporte muestre una bandera roja.
  • Reportes de OpenDNS. OpenDNS también realiza reportes, en ellos se pueden encontrar las páginas y las búsquedas que ha bloqueado. Aunque no sepas quién es el responsable de esos bloqueos, harías bien en vigilarlos, buscar patrones, etc.
  • Reajuste. A medida que tus hijos crecen, te darás cuenta de que tendrás que reajustar sus privilegios. También descubrirás que a medida que crecen enfrentarán mayores tentaciones lo que requerirá menos privilegios. Ten la disposición de hacer reajustes según corresponda.
  • Mantención. Covenant Eyes actualiza su software regularmente. Cuando hagan esto, sería bueno que instales las nuevas actualizaciones.

Conclusión

Y este es el plan familiar para combatir la pornografía. Armarlo toma un par de horas de arduo trabajo, pero es un tiempo bien invertido. Aun así, este plan no es infalible (ningún plan es completamente infalible). Siempre habrá maneras de transgredir el plan para quienes están determinados a encontrar esas maneras. Covenant Eyes ocasionalmente bloqueará cosas inofensivas; OpenDNS a veces fallará en filtrar algo que obviamente debió haber filtrado. Sin embargo, el plan será suficiente para la mayoría de las familias en la mayoría de las circunstancias. Vas por buen camino en la forma de entrenar y proteger a tus hijos.
Este recurso fue publicado originalmente en Tim Challies. | Traducción: María José Ojeda
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RESEÑA: LA PREDICACIÓN QUE DIOS BENDICE
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RESEÑA: LA PREDICACIÓN QUE DIOS BENDICE

Existen libros sobre predicación que son escritos para predicadores. Estos son libros que enseñan los aspectos prácticos de la predicación, y están llenos de consejos prácticos e ilustraciones. Hay un lugar para este tipo de trabajos. Existen otros libros sobre predicación que son escritos para todos los cristianos. Estos son libros que describen el poder y la prioridad de la predicación en la iglesia cristiana y en la vida cristiana. El libro de Steven Lawson, La predicación que Dios bendice cae directamente en la segunda categoría. Este es un libro para todos nosotros, ya sea que prediquemos semanalmente, ocasionalmente o nunca en lo absoluto. Detrás de este libro hay una historia interesante. En mayo del 2011, Lawson debía dar una charla en la Conferencia Anual de Pastores en el Instituto Bíblico Moody. Decidió hacer una exposición sobre 1 Corintios 2:1-9 y la tituló «La predicación que Dios bendice». Ese mensaje resonó en los hombres que asistieron a la conferencia y Lawson mismo experimentó una inusual sensación tangible de la ayuda y de la complacencia del Señor al predicarlo. Él llevó este mensaje con él a Rusia, a California y a Orlando, y cuando lo predicó, el Señor despertó a su pueblo. Después de todo, cada cristiano sabe, o debe saber, que «según el estado del púlpito, así es el estado de la iglesia. Esto nunca ha sido más cierto de lo que es el día de hoy. Ninguna iglesia puede elevarse más alto que su púlpito. La vida espiritual de cualquier congregación y su crecimiento en la gracia jamás excederán el punto máximo que marque su púlpito». Este es el mensaje central de este libro. En su clásico estilo Lawson, él escribe con una estructura clara y aliterada. Desde 1 Corintios 2:1-9, él observa la pobreza de la enseñanza moderna, la prohibición de la enseñanza mundana, la preeminencia de Cristo en la predicación, el poder del Espíritu en la predicación, la predestinación del Padre en la predicación y el desfile de los predicadores fieles. Él no solo les escribe a los pastores, sino que a todos los cristianos; a aquellos que predican y a aquellos que escuchan la predicación. Llevar a cabo el ministerio de la predicación semana a semana es responsabilidad del pastor. Él es quien debe dedicarse a sí mismo a estudiar, a entender y a explicar la Palabra de Dios. Lawson está en lo correcto al decir que «según el estado del púlpito, así es el estado de la iglesia». Un pastor debe entender qué es la predicación, por qué es importante y cómo hacerlo lo mejor que puedan. Lawson ha escrito un libro que desafiará al pastor otra vez a dedicarse a sí mismo al llamado más urgente. Sin embargo, el pastor no es la única persona en una iglesia que debe entender la importancia de la predicación de la Palabra de Dios. Cada cristiano tiene la responsabilidad de congregarse en una iglesia donde la Palabra de Dios se predique fielmente, ya que según el estado del púlpito, así es el estado del cristiano. La predicación superficial lleva a cristianos superficiales; la predicación sin el Evangelio inevitable crea oyentes sin el Evangelio. Es la responsabilidad de cada cristiano entender el poder y la necesidad de la predicación y la responsabilidad de cada cristiano ser capaz de distinguir el tipo de predicación que la Biblia exige de las muchas predicaciones falsas. La predicación que Dios bendice es exactamente el tipo de libro que un cristiano debe leer para entender el tipo de predicación que alimentará mejor su alma y para entender su responsabilidad de ponerse bajo ese tipo de predicación. He leído muchos otros libros escritos por Steve Lawson y lo he escuchado predicar muchas veces. Sin embargo, lo que resaltó para mí en este libro fue que ama la predicación porque ama a Jesús. Su deseo por la predicación poderosa y expositiva es, en primer lugar, un deseo por ver a su Salvador proclamado en poder. Él no ama la predicación por su amor propio, sino porque la predicación exalta a Cristo, glorifica a Dios y llama al pueblo de Dios desde las tinieblas a la luz. Él valora la buena predicación —la mejor predicación— porque es en este tipo de predicación que Dios se glorifica más. La seriedad de Lawson es contagiosa; su pasión casi irresistible. La predicación que Dios bendice es un llamado urgente a los pastores a predicar la Palabra de Dios a la manera de Dios y un llamado igual de urgente para que todos exijamos y no esperemos nada menos.

La predicación que Dios bendice. Steven J. Lawson. Poiema Publicaciones, 112 páginas.

Esta reseña fue publicada originalmente en Tim Challies.
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RESEÑA: HÁBITOS DE GRACIA
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RESEÑA: HÁBITOS DE GRACIA

Existen algunas categorías de libros cristianos que tienen cientos de títulos para elegir; sin embargo, solo un puñado es útil. Una de esas categorías es las disciplinas espirituales. Algunos libros sobre las disciplinas terminan abogando por el misticismo y presentando prácticas que no son bíblicas; otros, pierden completamente el equilibrio entre lo descriptivo y lo prescriptivo, esencialmente llamando al lector a hacer un poco más que imitar al escritor. Cualquiera sea el caso, existen demasiados libros que son genuinamente malos en este tema que es genuinamente bueno. Afortunadamente, hemos sido muy bendecidos por ese puñado de excelentes títulos, dentro de los cuales se encuentra Disciplinas espirituales para la vida cristiana de Donald Whitney. Hoy, sin embargo, tenemos otro buen libro que podemos elegir, ya que se publicó el libro Hábitos de gracia de David Mathis, una guía práctica, bíblica y útil para este importante tema. El enfoque de Mathis está en hablar de los «medios de gracia» en lugar de las «disciplinas espirituales». Los medios de gracia, explica él, tienen el propósito de convertirse en hábitos de gracia en la vida del cristiano. Estos hábitos de gracia se convierten luego en medios de gozo a través de los cuales Dios es glorificado y el cristiano es edificado. Él define tres medios de gracia que juntos forman el fundamento de la vida y de la madurez del cristiano: escuchar la voz de Dios por medio de la lectura bíblica, tener el oído de Dios a través de la oración y pertenecer a su cuerpo por medio de su comunidad. «Mi oración», escribe, «es que puedas encontrar que los medios de gracia son prácticos, realistas y deseables en tu búsqueda de gozo en Cristo. Espero que existan muchas cosas que sean beneficiosas para una audiencia cristiana en general, pero habrá un llamamiento especial a los estudiantes universitarios y a los adultos jóvenes que están aprendiendo a vivir por sí mismos por primera vez en los varios ritmos y prácticas de la vida cristiana». El libro está estructurado en torno a esos tres medios de gracia y cada uno de ellos recibe seis capítulos cortos. Una corta «coda» entrega una visión breve de tres prácticas relacionadas que a veces son consideradas como disciplinas espirituales: evangelismo, administración del tiempo y administración del dinero. La simplicidad y la consistencia del formato de Mathis se repite en los títulos de los capítulos que todos comienzan con un verbo: «Moldea tu vida con las Palabras de vida»; «Lee para respirar, estudia para profundizar»; «Caliéntate junto al fuego de la meditación»; etc. Muchos de los capítulos también siguen un patrón consistente en el que Mathis presenta un tema, entrega respaldo bíblico para él y luego concluye con una serie de consejos y pasos prácticos. Los ejemplos de estos elementos prácticos incluyen «Cinco consejos para memorizar la Biblia»; «Doce pasajes del Evangelio de los que debemos empaparnos»; «Cinco principios para un aprendizaje de por vida» y «Cinco sugerencias para la oración secreta». Esto ha demostrado ser un formato efectivo. Un elemento que encontré especialmente valioso en el enfoque de Mathis es su simpleza. Al limitar todos los hábitos o las disciplinas a solo tres medios de gracia, él hace que estas prácticas parezcan posibles, incluso a aquellos para quienes este territorio es nuevo. En un área en la que muchos libros pueden parecer abrumadores, Mathis dice, «mi oración es que no te vayas exasperado porque simplemente no tienes tiempo para poner en práctica todo lo que recomiendo en este libro. Al contrario, en su estructura, quiero apuntar en este libro a ayudarte a mirar cuán realista y vivificador puede ser integrar los medios de gracia a los hábitos diarios de la vida». En ese sentido, él lo hace con éxito. Este libro realmente podría levantarte hacia una vida de disfrute de Dios a través de los medios que él entrega. Mathis también da un nuevo entusiasmo a aquellos que ya han establecido buenos patrones de participación en cada uno de estos medios de gracia. Leo la Biblia y oro diariamente; estoy comprometido con mi iglesia y estoy muy involucrado ella. Sin embargo, Hábitos de gracia me desafió a continuar creciendo en cada una de esas áreas. El respaldo bíblico fue desafiante y los consejos prácticos fueron esclarecedores. Me dio ideas e información para modificar y mejorar mi compromiso con cada uno de los importantes medios de gracia. Permíteme concluir con la propaganda que escribí cuando leí el libro por primera vez hace muchos meses: no existe cristiano en el mundo que haya dominado las disciplinas espirituales. Es más, mientras más crecemos en gracia, más nos damos cuenta cuán poco sabemos sobre escuchar a Dios, hablar con Dios y meditar en Dios. Nuestra madurez revela nuestra insuficiencia. Hábitos de gracia es una guía poderosa para las disciplinas espirituales. Entrega instrucciones básicas a los nuevos creyentes mientras trae nuevo ánimo a aquellos que han caminado con el Señor por muchos años. Es un gozo recomendártelo.

Hábitos de gracia: disfrutando a Jesús a través de las disciplinas espirituales. David Mathis. Proyecto Nehemías, 240 páginas.

Esta reseña fue publicada originalmente en Tim Challies.
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¡Ayuda! ¡Mis hijos están mirando pornografía!
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¡Ayuda! ¡Mis hijos están mirando pornografía!

Lo escucho demasiado, demasiado a menudo: «¡ayuda! ¡Mis hijos están viendo porno!». Hace un par de días una mamá me escribió para decirme que ella y su marido les habían permitido a sus jóvenes hijos adolescentes acceder a Internet para jugar un videojuego en línea, pensando en que les habían enseñado y habían entrenado lo suficientemente bien a sus hijos para resistir cualquier tentación que encontraran allí. No obstante, estaban equivocados y acaban de darse cuenta de ello durante los últimos cuatro meses: cuando mamá y papá salían de casa para tener un cita o para hacer algún trámite, los niños habían estado viendo pornografía. ¿Qué deben hacer? ¿Cómo deben responder? He puesto mucha atención durante los últimos años a la batalla contra la pornografía y me gustaría ofrecer una respuesta que consta de dos partes. Hoy abordaré la respuesta inmediata y la próxima semana quisiera ayudarte a armar un plan que protegerá a tu familia en el futuro, para impedir que aquellos que quieren mirar porno lo vean y para proteger a aquellos que aún no saben que existe. Por hoy, quisiera compartir algunas sugerencias para saber cómo responder cuando descubres que tus hijos han estado viendo o han estado buscando pornografía.

No te desesperes

Cada padre reacciona de manera diferente cuando se da cuenta de que sus hijos están viendo pornografía. Algunos lo tratan de una manera realista, mientras que otros responden con más emoción y pueden encontrarse a sí mismos al borde de la desesperación. Aunque esta situación es difícil y dolorosa, no significa que se va a acabar el mundo; no significa necesariamente que tus hijos no son salvos y sin duda no significa que no puedan ser salvados. Al mirar porno, ellos han abierto una ventana a su corazón y ahora tienes la oportunidad de abordarlo de una manera provechosa. La desesperación solo interferirá con tu capacidad de hacer esto efectivamente.

Ten cuidado con la vergüenza

Podría existir la tendencia a agravar la vergüenza con más vergüenza al querer asegurar que tus hijos sientan la vergüenza que deberían sentir. Sin embargo, ten cuidado con la vergüenza. Nuestro objetivo es que el Espíritu Santo convenza a nuestros hijos de culpa más que hacer que mamá y papá los hagan sentir una profunda vergüenza. Es muy probable que te sientas avergonzado o que sientas que has fracasado como padre, y esto podría llevarte a ser más duro de lo que debes ser. Tu objetivo no es convencer a tus hijos de su vergüenza ante mamá y papá, sino que seguir al Espíritu Santo mientras Él los convence de su culpa ante Dios.

Haz preguntas

Hagas lo que hagas, necesitas comunicarte con tus hijos. Es fácil para un padre asumir que él sabe por qué sus hijos han estado mirando pornografía, pero me he dado cuenta a lo largo de los años que existe una gran cantidad de razones. Algunos niños ven pornografía meramente desde la lujuria y la curiosidad; algunos lo hacen primordialmente para alimentar la masturbación; algunos lo hacen desde un deseo de ser desobedientes y de actuar en contra de las figuras de autoridad en sus vidas; algunos lo hacen como una respuesta al abuso que han sufrido en el pasado. Aunque la tentación sea aporrear a tus hijos con razones por las que no deberían mirar porno, usarás más efectivamente tu tiempo si puedes calmarte, hacer muchas preguntas y tener una conversación con ellos. Descubre cuál es el atractivo; descubre qué necesidad parecieran estar satisfaciendo. Prepárate para una discusión incómoda sobre temas que no quieres conversar, como la masturbación e incluso el abuso. No permitas que su mal comportamiento te distraiga de abordar sus corazones.

Anda al Evangelio

Dije antes que al ver pornografía tus hijos han abierto una ventana en sus propios corazones. Los han abierto y han alumbrado un pecado particular. Han mostrado que no están satisfechos, que son lujuriosos, que son desobedientes a Dios y a sus padres. Y para eso es justamente el Evangelio: para los insatisfechos, para los lujuriosos y para los desobedientes. Todo esto presenta una poderosa oportunidad para ir directamente al Evangelio. El Evangelio les ofrece perdón, pero también les ofrece la esperanza de superar este pecado, la esperanza de que pueden ser rescatados de la culpa del pecado, de que pueden encontrar una satisfacción más profunda y más perdurable de lo que promete la pornografía. Como siempre, el corazón es el centro del asunto.

Ruégales

Creo que como padre tienes muchas oportunidades para enseñar a tus hijos, pero solo unas pocas oportunidades para realmente rogarles. Este es un tiempo para rogarles, para rogar por sus vidas y para rogar por sus almas. Tú eres mayor y más sabio que tus hijos, entiendes mejor la Biblia que tus hijos y conoces el costo a largo plazo de un compromiso con el pecado sexual. Si existe un tiempo para rogarles por sus vidas y por sus almas, es este. Deja que Salomón te comparta sus palabras:

Ahora pues, hijos míos, escúchenme, Y no se aparten de las palabras de mi boca. Aleja de la extraña tu camino, Y no te acerques a la puerta de su casa; No sea que des tu vigor a otros Y tus años al cruel; No sea que se sacien los extraños de tus bienes Y tu esfuerzo vaya a casa del extranjero; Y al final te lamentes, Cuando tu carne y tu cuerpo se hayan consumido, Y digas: "¡Cómo he aborrecido la instrucción, Y mi corazón ha despreciado la corrección! No he escuchado la voz de mis maestros, Ni he inclinado mi oído a mis instructores. He estado a punto de completa ruina En medio de la asamblea y la congregación (Proverbios 5:7-14).

No estás luchando solo por su pureza personal, sino que por sus vidas. ¡Ruégales para salvar sus vidas y salvar sus almas!

Toma medidas de acción

Al mirar pornografía, tus hijos han quebrantado tu confianza y han demostrado ser indignos de ella. Necesitarán ganar y recuperar esa confianza por un tiempo mientras demuestran ser responsables y obedientes. Necesitarás involucrarte activamente en el entrenamiento de tus hijos para que usen bien sus privilegios y para que usen el Internet y sus dispositivos digitales sin este tipo de comportamiento. Necesitas un plan que considere sus dispositivos y su falta de carácter cristiano. Hablaré sobre este plan la próxima semana.
Este recurso fue publicado originalmente en Tim Challies.
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Sean padres dignos de honor
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Sean padres dignos de honor

Por un par de semanas, he estado explorando el quinto mandamiento y, en particular, la forma en que los hijos adultos deben obedecerlo. «Honra a tu padre y a tu madre, como el SEÑOR tu Dios te ha mandado, para que tus días sean prolongados y te vaya bien en la tierra que el SEÑOR tu Dios te da». Aunque este mandamiento es relativamente directo para los hijos que están bajo la autoridad de sus padres, es mucho más difícil saber lo que implica para los hijos adultos. A través de esta serie, hemos comenzado a aprender algunas de las formas que puede tomar el honor. Hemos visto que todos los hijos le deben a sus padres una deuda de honor que continúa más allá de la infancia. Todos los hijos de todas las edades deben honrar a sus padres. Hemos explorado esto desde diversos ángulos y ahora, al concluir, quiero explorarlo desde un ángulo más. Los hijos no cargan con la responsabilidad completa del quinto mandamiento. Si los hijos deben honrar a sus padres, los padres deben simplificarles esto al vivir vidas honorables. Es necesario repetir lo que ya hemos dicho: los hijos no deben esperar hasta que sus padres demuestren ser honorables para honrarlos, puesto que el honor a los padres deriva de la posición que tienen, no de su comportamiento. No obstante, existe una responsabilidad en los padres de vivir una vida digna y respetable. Y esto es en lo que quisiera reflexionar hoy: ¿cómo podemos nosotros, los que somos padres, vivir vidas que sean dignas de honor? ¿Cómo podemos facilitarles a nuestros hijos honrarnos ahora y en el futuro?

La gloria de los hijos

Comenzaremos con un Proverbio apropiado. Proverbios 17:6 nos dice, «corona de los ancianos son los nietos, y la gloria de los hijos son sus padres». Es la segunda mitad de este Proverbio que me interesa en particular. ¿Qué significa «la gloria de los hijos son sus padres»? Incluso aunque debemos reconocer un contexto único del Antiguo Testamento, aún podemos estar de acuerdo con Eric Lane que dice, «para los hijos mismos su gran bendición era tener padres de quienes estar orgullosos: respetados en la comunidad, prósperos en los negocios y rigurosos en criarlos». Es una bendición para los hijos tener padres honorables y es correcto que se enorgullezcan de sus padres y, por supuesto, de sus madres también. En la interpretación y explicación del Proverbio de John Kitchen, él enfatiza la importancia de los padres que viven con honor: «los hijos encuentran gran honor en tener padres honorables. Es cierto, el mandamiento requiere que los hijos honren a sus padres y a sus madres (Ex 20:12), pero también le incumbe a los padres darles a sus hijos razones para hacerlo. ¿Qué incentivo terrenal más grande podría existir que vivir como un hombre honorablemente de modo que tus hijos se enorgullezcan de ti y anhelen ser modelo de tu carácter?». Los padres son el orgullo de sus hijos cuando viven vidas honorables.

Vive honorablemente

¿Cómo los padres viven honorablemente? ¿Cómo aconsejarías a un amigo que te dice, «quiero vivir una vida digna de honor. ¿Qué hago?»? Existen cientos de posibilidades; cientos de maneras de responder. Podemos crear una lista de características que deben marcar al padre cristiano: amor, bondad, paciencia, mansedumbre. Podemos generar una lista de tareas que los padres deben cumplir: pasar tiempo de calidad con sus hijos, orar por ellos, leerles la Palabra de Dios. Podemos sugerir una lista de características y comportamientos que se deben evitar: no exasperen a sus hijos, no los traten injustamente, no fallen en criarlos en la disciplina y en la instrucción del Señor. Hay un sinfín de posibilidades. Sin embargo, quiero ser simple y proponer tres áreas de énfasis. En primer lugar, hagan que su preocupación principal sea su propia piedad. Como padres, existe la tendencia de esperar más de nuestros hijos de lo que esperamos de nosotros mismos. Tenemos grandes expectativas de ellos, pero solo expectativas pequeñas de nosotros. Una vida de honor ante otros comienza con una vida de honor ante Dios. A medida que buscamos a Dios, anhelaremos ser quienes él quiere que seamos, tener todas las características nobles asociadas con la piedad y dejar todas las características desagradables asociadas con la impiedad. Querremos comportarnos como Dios quiere que nos comportemos, dejando las acciones que son impropias de un cristiano y enfatizar todas aquellas acciones que son dignas. De esa manera, podremos modelar un carácter y un comportamiento maduro, extendiendo y mostrando amor a nuestros hijos, incluso cuando nos exasperan o nos llevan al borde de la desesperación. Viviremos con una conciencia clara ante Dios, el ser humano y nuestros hijos. En segundo lugar, identifiquen e imiten modelos dignos. Especialmente, dentro de la iglesia local, busquen personas que hayan modelado una crianza exitosa. Dios nos ha puesto en comunidades de la iglesia local para que podamos ayudarnos en todos los desafíos y las dificultades de la vida. Dios nos rodea con otros creyentes para que podamos ser modelos a imitar. Sean intencionados en identificar personas cuyos hijos los aman y los honran, cuyos hijos se deleitan al estar con ellos. Aprendan a imitar a esas personas. Pregúntenles a los padres, «¿qué hicieron para que sus hijos los respeten? ¿Cómo los criaron? ¿Qué les enseñaron?». Pregúntenles a los hijos, «¿qué hicieron sus padres que los llevaron a honrarlos? ¿Qué aman de ellos? ¿Por qué les encanta pasar tiempo con ellos?». Hay mucho que podemos aprender por curiosidad y por imitación. En tercer lugar, encomienden a sus hijos a la gracia de Dios. Aprendan a ser piadosos y a imitar modelos dignos, luego encomienden a sus hijos a la gracia de Dios. Es su responsabilidad vivir una vida que sea digna de honor y es su responsabilidad enseñarles a sus hijos la importancia del honor. Sin embargo, al final, los hijos deben honrar, los padres no deben exigir ese honor. La responsabilidad cae en sus hijos. Podrían mostrar ser duros de corazón, no estar dispuestos a identificar el amor y la gracia que ustedes les han mostrado, no estar dispuestos a perdonar sus defectos, no estar dispuestos a tomar en cuenta el mandamiento de Dios. Pero ustedes, al menos, vivirán una vida de honor. Tú al menos, habrás cumplido tu tarea dada por Dios. Habrán momentos en los que tendrán que llamar a sus hijos cuando actúen deshonrosamente o, si son cristianos, incluso recurrir a su iglesia. Los líderes de la iglesia deben tomar en serio la responsabilidad de cada miembro de obedecer el quinto mandamiento. Sin embargo, al final sus hijos harán su propio camino en la vida. Ellos elegirán honrar a Dios al honrarlos a ustedes o decidirán deshonrar a Dios al deshonrarlos a ustedes. Incluso si deciden mal, pueden tener consuelo al saber que incluso si sus hijos los abandonan, Dios no lo hará. Padres, facilítenles a sus hijos honrarlos. Hagan que sea un deleite para ellos enorgullecerse en ustedes. Vivan de tal forma que sus hijos puedan decir, «la gloria de los hijos son sus padres».

Otros recursos relacionados:

El mandamiento que olvidamos Dulces promesas de bendición; terribles amenazas de juicio Obediencia momentánea; honor para siempre El honor de un hombre es la vergüenza de otro Seis maneras prácticas de honrar a tus padres Cómo honrar a aquellos padres que «no merecen honor»
Este recurso fue originalmente publicado en Tim Challies | Traducción: María José Ojeda
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RESEÑA: ADORNADAS 

Este libro comienza con un matrimonio. Como debe ser, ¿no es así? Después de haber escrito tantos libros como una soltera, Nancy DeMoss Wolgemuth (previamente Nancy Leigh DeMoss) ha escrito ahora su primera gran obra como una mujer casada. No es que sea un libro sobre matrimonio, por supuesto. No aún. Se trata del adorno, sobre vivir la belleza del Evangelio. Adornadas es una larga exposición y aplicación del segundo capítulo de Tito y, en particular, los versículos donde Pablo le entrega a Tito la instrucción de una vida piadosa diseñada para animar a las mujeres de su iglesia. Deja en claro que las ancianas deben aceptar la responsabilidad de enseñar y de entrenar a mujeres más jóvenes en la vida cristiana. El gran objetivo y propósito de tal vida piadosa es «que en todo adornemos la doctrina de Dios nuestro Salvador». Mujeres (y hombres, también) deben adornar el Evangelio, mostrar su belleza y su realidad en sus vidas, en sus carácteres y en sus conductas. El enfoque de Wolgemuth está en las mujeres, por supuesto, y en la responsabilidad que tienen las unas hacia las otras. «Cuando ancianas y mujeres jóvenes se apoyan unas a otras a vivir el amor transformador de Dios, todo el cuerpo de Cristo —la novia de Cristo— se embellece más». Este libro es tanto para las ancianas como para las más jóvenes. «Es para todas nosotras, porque cada una de nosotras es una anciana para algunas y una mujer joven para otras. Y cada una de nosotras, de diferentes maneras y en diferentes etapas de la vida, puede estar en ambos lados, tanto en el dar como en el de recibir en este proceso de una vida a otra». El libro está estructurado en tres partes. La primera parte considera «Una mujer bajo Dios». Antes de que una mujer pueda abordar su comportamiento, ella debe abordar sus creencias, puesto que estas dos nunca pueden separarse. Por lo tanto, Tito debe «enseñar lo que está de acuerdo con la sana doctrina»: primero la doctrina y luego aquello que concierne a la doctrina o las prácticas que fluyen naturalmente de ella. Una mujer piadosa debe considerar esta doctrina y debe estructurar su vida en torno a ella. También debe entender su lugar en relación a otros ya sea como una anciana o como una mujer más joven, como alguien que debe enseñar y que debe ser enseñada; como alguien que debe aceptar su responsabilidad dada por Dios de involucrarse con otras; como alguien que debe aprender a ser reverente, a ser alguien cuyo comportamiento sea consistente con su profesión. La segunda parte considera «Una mujer bajo control». Muchos de los mandamientos de Pablo para las mujeres conciernen a la vida que está sometida alegremente al control del Espíritu Santo. Por lo tanto, una mujer piadosa debe abstenerse de todo chisme y calumnia y hablar solo lo que es verdadero y precioso; debe estar libre del alcohol o cualquier otra cosa que pueda esclavizarla; debe desarrollar y mostrar dominio propio sobre todas las pasiones malvadas y todas las tentaciones que llevan al exceso; ella debe ser pura, debe abstenerse de cualquier apariencia de maldad y en su lugar debe valorar la pureza y el decoro. La tercera parte considera «Una mujer bajo su techo». Pablo espera que las mujeres acepten una responsabilidad particular por su hogar. Por lo tanto, una mujer piadosa debe cultivar una atmósfera alegre y piadosa en su hogar; ella debe amar y atesorar a su esposo; debe mostrar una sumisión piadosa al liderazgo de su marido; debe abrazar el don de la maternidad; debe mostrar una extraña pero hermosa cualidad de bondad. Siempre he apreciado los libros de DeMoss Wolgemuth y he encontrado que este es tan disfrutable como cualquier otro libro de ella. Ella se esfuerza mucho en que se entienda la doctrina antes de sugerir aplicaciones. Evita los señuelos del legalismo, de mandamientos o de las críticas que podrían preferirse, pero que no son bíblicas. Evita lo trillado que marca a tantos libros sobre este tema. Y al haber vivido gran parte de su vida como una mujer soltera, evita enseñar como si sus lectoras estuvieran casadas y tuvieran casas perfectas, matrimonios perfectos y familias perfectas. Dios desea que las mujeres creadas a su imagen y perdonadas por su Hijo adornen el Evangelio en sus vidas. «Este es el buen y maravilloso plan de Dios. El modelo bíblico de ancianas que viven el Evangelio y enseñan a mujeres jóvenes a hacer lo mismo, de jóvenes que reconocen el valor de las ancianas en sus vidas —de mujeres que juntas adornan el Evangelio— es vital para que todas crezcamos sanas. Vivir como mujeres de Tito 2 nos permite cumplir el propósito para el cual fuimos creadas. Ayuda a nuestras familias e iglesias a florecer y a la belleza del Evangelio a resplandecer en este mundo». Adornadas es una excelente y profunda obra bíblica. Es adecuado, entonces, que como libro, un objeto físico, sea casi una obra de arte. La tipografía y la distribución de páginas complementan maravillosamente el contenido. Es un rico estudio de un rico pasaje lleno de ricas verdades y lo recomiendo encarecidamente.

Adornadas: viviendo juntas la belleza del Evangelio. Nancy DeMoss Wolgemuth. Editorial Portavoz, 352 páginas.

Esta reseña fue publicada originalmente en Tim Challies.
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RESEÑA: SORPRENDIDO POR EL SUFRIMIENTO  
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RESEÑA: SORPRENDIDO POR EL SUFRIMIENTO  

Los blogs a menudo tienen una condición para mantenerse activos, donde un autor toma un contenido antiguo, lo mejora y lo vuelve a publicar. Me conocen por hacer esto y he visto muchos otros blogueros que hacen lo mismo. Y, en realidad, por qué no hacerlo; el medio se presta bien para ese tipo de cambio, de crecimiento y de evolución. Ocasionalmente, quienes escriben libros tienen la oportunidad de hacer lo mismo: tomar un libro antiguo, mejorarlo, agregarle cosas y volver a publicarlo. Tal es el caso de Sorprendido por el sufrimiento de R.C. Sproul. La primera edición fue publicada en inglés por Tyndale House en 1988, y posteriormente ha sido distribuido y republicado por Reformation Trust, una señal de que los derechos del libro volvieron al autor. Sorprendido por el sufrimiento trata «el papel del dolor y la muerte en la vida cristiana» (de acuerdo al subtítulo); y lo trata bien. Sproul quiere que el lector sepa que, aunque la muerte es un estado extraño para la humanidad, que vino solo por la caída en el pecado, es, sin embargo, inevitable y algo con lo que Dios espera que lidiemos bien. «La muerte no es natural. Podría serlo para el hombre caído, pero no era natural para el hombre que había sido creado. El hombre no fue creado para morir. Él fue creado con la posibilidad de morir, pero no con la necesidad de morir. La muerte entró al mundo como una consecuencia del pecado. Si no hubiese habido pecado, no habría habido muerte. Sin embargo, cuando entró el pecado, se agregó la maldición de la caída. Todo sufrimiento y toda muerte salió de la complejidad del pecado». Aquí Sproul escribe sobre una amplia gama de temas relacionados con el sufrimiento y la muerte: en la primera mitad de libro mira a la vida que lleva a la muerte y, en la segunda, mira a la vida más allá de la muerte. Es un libro con un tono pastoral y Sproul ofrece esperanza al cristiano que inevitablemente enfrenta el sufrimiento y la muerte. Existe un sentido en el cual la muerte es un llamado, una vocación, que Dios exige enfrentar a cada uno de nosotros. «La muerte es un mandato divino. Es parte del propósito de Dios para nuestras vidas. Dios llama a cada persona a morir. Él es soberano sobre toda la vida, incluso sobre la experiencia final de la vida». Y cuando Dios nos habla de la muerte, él no enfatiza dónde o por qué o cuándo moriremos, sino cómo. «Cuando la Escritura habla del “cómo” de la muerte, el enfoque está en el estado espiritual de la persona al momento de su muerte. Aquí vemos que el “cómo” de la muerte se reduce solo a dos opciones: podemos morir en fe o en pecado». Esto nos lleva, por supuesto, al Evangelio que nos ofrece la única esperanza que podemos tener mientras nuestros ojos se cierran cuando llega la muerte. Si hay un capítulo que para mí sobresalió por sobre todos los demás, es el titulado «Especulaciones sobre la vida después de la muerte». Aquí veo un ejemplo de lo que Sproul hace muy bien (o de lo que lo distingue como autor). Casi sin referencia a la Escritura, dependiendo simplemente de la fuerza de la lógica, del sentido común y de la cosmovisión cristiana, él revierte los argumentos de algunos grandes filósofos. Escribe sobre los «deberes» y la necesidad de juicio ejercido por un juez perfecto. Y solo en el siguiente capítulo va a la Biblia para mostrar lo que dice. Algunos cristianos se resisten a esto, exigiendo una cierta cantidad de referencias a la Escritura como si el simple número tuviera correlación con la fidelidad del autor a ella. No obstante, lo que vemos con Sproul es que toda su forma de pensar ha sido moldeada por la Escritura. Él puede recorrer un capítulo con poca referencia a la Biblia porque su manera de pensar completa está formada por la Biblia. Finalmente, llega a un capítulo y a un versículo con el fin de atribuirle la autoridad a Dios por medio de su Palabra. Sin embargo, primero él revierte los argumentos seculares sin la Biblia, pero aún así de una manera que es completamente consistente con ella. Es un libro que es súmamente citable, lleno de frases concisas para conmover el corazón y dar esperanza a quienes están sufriendo y muriendo. Sorprendido por el sufrimiento ha encontrado nueva vida en esta nueva edición. Lo recomiendo encarecidamente.

Sorprendido por el sufrimiento: el papel del dolor y la muerte en la vida cristiana. R.C. Sproul. Editorial Mundo Hispano, 192 páginas.

Esta reseña fue publicada originalmente en Tim Challies.
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Siete razones para dejar de mirar pornografía ahora mismo
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Siete razones para dejar de mirar pornografía ahora mismo

Existen ciertos temas que vuelvo a tocar regularmente y, si eres un lector habitual de mis publicaciones, sabrás que uno de estos temas es la pornografía. Vuelvo a tocar este tema una y otra vez porque veo el daño que está provocando y veo la desesperanza de aquellos que están atrapados en ella. Mi objetivo hoy es simple: quiero darte siete buenas razones para dejar de ver porno ahora mismo.
1. El costo de tu alma
Quisiera comenzar aquí: el costo de tu alma. Si estás consumiendo pornografía y no estás dispuesto a mortificar este pecado, tienes toda razón para estar preocupado por el estado de tu alma. Dios nos promete que al salvarnos nos dará nuevas pasiones y nuevos afectos. No solo tendremos la capacidad, sino que también el deseo de reemplazar el pecado por santidad, de reemplazar inmoralidad por pureza sexual. Si no tienes pesar por tu pecado, si no tienes un deseo real por victoria, si una y otra vez imprudentemente eliges tu pecado por sobre tu Salvador, necesitas preguntarte esto: ¿amo la pornografía lo suficiente como para ir al infierno por ella? Si este pecado continúa dominando tu vida, podría ser una prueba de que no tienes una fe que salva y que da muerte al pecado. Por el bien de tu alma, deja de mirar pornografía.
2. El costo de tu prójimo
Incluso aquellos que saben casi nada sobre la fe cristiana saben esto: los cristianos son llamados a «amar a su prójimo como a ellos mismos». Al igual que Jesús, los cristianos deben tener a otros en mayor estima que a ellos mismos y poner las preocupaciones de otros por sobre las propias. De todas las personas, los cristianos deben saber que la pornografía exige un costo alto de aquellos que la crearon: el costo de sus cuerpos, de sus almas, de su bienestar mental, de su dignidad, de su futuro. Una gran cantidad de la pornografía que disfrutas está creada por personas que la hacen contra su voluntad. El simple hecho es que, al ver porno, estás mirando una violación y obteniendo placer de ahí. Te conviertes en un participante voluntario en la violencia sexual y permites que ese actor que está en la pantalla sufra para que tú tengas placer. Por el bien de tu prójimo, deja de mirar pornografía.
3. El costo de tu iglesia
En una época cuando la iglesia cristiana está clamando por más y mejores líderes, una generación completa de hombres y mujeres jóvenes se infantilizan a sí mismos por la dedicación que le dan a la pornografía. Están en una pornolescencia, ese periodo entre la convicción de pecado y la determinación a hacer algo para dejarlo. En este tiempo, constantemente eligen la inmoralidad sexual por sobre Dios y su crecimiento espiritual se atrofia. Por el bien de tu iglesia, deja de mirar pornografía.
4. El costo de tu familia
Casi no existe un pastor en la actualidad que no haya visto el desmoronamiento de una familia y su caída bajo el peso de la adicción pornográfica. Los hombres están rompiendo sus familias por los placeres ilícitos; las mujeres están rechazando la atención de sus esposos con el fin de leer o de mirar lo que es prohibido y lo que parece prometer mayor y más fácil satisfacción. Los hijos están expuestos a la pornografía por las huellas que sus padres dejan. Con su compromiso con lo que Dios prohíbe y lo que el diablo ama, los padres están invitando a que Satanás entre a sus casas. Por el bien de tu familia, deja de mirar pornografía.
5. El costo de tu misión
La comisión del Señor es una comisión urgente porque es un asunto de vida eterna y de muerte. El tiempo es corto y el infierno es eterno, lo que hace que el asunto de los cristianos sea uno urgente. Y sin embargo, muchos cristianos están distraídos por algo tan malo y tan despreciable como la pornografía. La atención de los cristianos es detenida; su energía, reducida; y su utilidad, socavada. Don Whitney lo dice bien: «si existe algún remordimiento en el cielo, solo sería que no usamos más nuestro tiempo en la tierra para la gloria de Dios y para el crecimiento en su gracia. Si esto es así, esto sería la única similitud entre el cielo y el infierno, el cual estará lleno de lamentos agonizantes por el tiempo que fue desperdiciado tan neciamente». Por el bien de tu misión, deja de mirar pornografía.
6. El costo de tu testimonio
Los cristianos están llamados a ser diferentes, a sobresalir del resto del mundo por sus deseos y por su comportamiento. Los cristianos deben mortificar el pecado y mostrar el poder de Dios al quitar y destruir cualquier competidor. Y sin embargo, existen muchos cristianos cuyos testimonios son destruidos cuando la vergonzosa verdad sale a la luz y cuando otros descubren que, por un lado, profesan fe en Cristo, pero por otro, los consume la lujuria. Los padres socavan el Evangelio que les han estado contando a sus hijos, los pastores socavan el Evangelio que han estado predicándole a la congregación. Por el bien de tu testimonio, deja de ver pornografía.
7. El costo de tu Salvador
Al quitarle importancia a la pornografía, estás restándole importancia a la muerte de Jesucristo. Si eres un cristiano, reconoces en tu profesión de fe que el costo del perdón fue nada menos que la muerte del amado Hijo de Dios. Jesús sufrió y murió por tu pecado. Entonces, ¿cómo puedes tú, como cristiano, jugar con tu pecado y tomarlo a la ligera? ¿Cómo puedes aferrarte a él? Como dice Spurgeon con su habitual elocuencia, «el pecado ha sido perdonado a tal nivel que, por consiguiente, no podemos jugar con él». Por tu Dios, deja de mirar pornografía.
Este recurso fue publicado originalmente por Tim Challies.
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Cómo amar a tu esposa de la manera en que Cristo amó a la iglesia
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Cómo amar a tu esposa de la manera en que Cristo amó a la iglesia

Como esposo cristiano, Dios no te deja solo preguntándote o especulando sobre lo que significa llevar a cabo tu rol de una manera que lo agrade a él y que bendiga a tu esposa. Al contrario, la Biblia te entrega una guía clara: debes amar a tu esposa como Cristo ama a su iglesia. En los últimos versículos de Efesios 5, Pablo describe cómo, desde el amor, Cristo se sacrificó a sí mismo para hacer por ti lo que tú no podrías haber hecho por ti mismo. Desde el amor, él te santificó para los propósitos de Dios, para apartarte con el fin de que pudieras vivir la vida que Dios diseñó que vivieras. Desde el amor, él te purificó, para quitar el pecado que te dificulta la vida y en su lugar te da su justicia. Él hizo esto a través de la Palabra del Evangelio y por medio de ella todo tiene un gran propósito final en mente. Así es como Cristo amó a la iglesia, por lo que así es como un esposo debe amar a su esposa. Permíteme desglosarlo bajo los siguientes títulos.

Ama a tu esposa con un amor sacrificial

Esposo, ama a tu esposa con un amor sacrificial. Creo que cada esposo está dispuesto a hacer el máximo sacrificio por su esposa. ¿No es así? Si alguien te tuviera a ti y a tu esposa como rehenes y les dijera, «uno de ustedes debe morir», estoy seguro de que tú darías un paso adelante: «toma la mía y perdona la de ella» ¡Bien! Morirás por ella, pero ¿vivirías por ella? Este no es un acto que se realiza una sola vez donde después puedes irte con un resplandor de gloria y luego alguien escribe sobre ti en el diario, sino que es morir día a día a ti mismo por el bien de ella. ¿Estás dispuesto a hacer esos sacrificios diarios? ¿Serás flexible con tu tiempo para que puedas invertir en ella? ¿Serás flexible con tus preferencias para que puedas ceder a las de ella? ¿Dejarás ir algunos de tus sueños para que así ella pueda alcanzar los suyos? ¿Serás completamente severo con tu pecado para que puedas ser amable y amoroso con ella? Por último, ¿vivirás más por su bien que por el tuyo? Esta no es una carga difícil, es un tremendo honor.

Ama a tu esposa con un amor santificador

Esposo, ama a tu esposa con un amor santificador. Jesús murió para poder apartar a su novia para el servicio a Dios. Necesitas entender que tu esposa no existe en primer lugar para tu placer, tu gozo o tu comodidad. Ella existe primero para Dios. Sí, ella ha sido apartada para ti, pero solo para que puedas ayudarla a ser aún más apartada para Dios. Tu esposa existe para llevarle gloria a Dios al hacer el bien a otros. Esto significa que tu tarea como su amado esposo es estar comprometido y ser creativo para ayudarla a hacer eso. Es tu deber ayudarla a desatar sus dones, sus talentos, sus pasiones, sus intereses en hacerles el bien a otros y en darle gloria a Dios. Ámala con un amor santificador, un amor que asegura que está siendo apartada para hacer lo que Dios la llama a hacer y a ser quien Dios la llama a ser.

Ama a tu esposa con un amor purificador

Esposo, ama a tu esposa con un amor purificador. Si la esposa debe someterse significa que el esposo debe liderar, y una parte clave de ese liderazgo es liderar, guiar y asistirla en el camino hacia la santidad. Esto implica para ti el llamado de que tú crezcas en santidad primero. ¿Cómo es posible que puedas liderarla hacia un lugar en donde nunca has estado o hacia donde te rehúsas a ir? Necesitas identificar tu propio pecado y mortificarlo implacablemente. Te corresponde a ti guiar el camino hacia la santidad, liderar el camino en amor, en carácter, en adoración, en arrepentimiento, en madurez. Y luego tienes el honor de acompañarla mientras ella crece en santidad. Ahora, seamos claros: la santidad no se trata de corregir todas las pequeñas fallas y flaquezas que tú encuentres molestas. No se trata de conformarla perfectamente a tu voluntad. Se trata de ayudarla a crecer en pureza ante Dios. Se trata de ayudarla a mortificar su pecado para que pueda vivir en justicia. Se trata de regocijarse en quien Dios la está transformando. Se trata de identificar la gracia de Dios en su vida. Se trata de animarla en su crecimiento espiritual y de alabar y agradecer a Dios por cada paso que se da. Se trata de ayudarla a ser tan pura y santa como pueda serlo. ¿Amas a tu esposa con un amor purificador?

Ama a tu esposa con un amor formado por el Evangelio

Esposo, ama a tu esposa con un amor formado por el Evangelio. Cristo limpia a su iglesia con el agua de la Palabra, que es el Evangelio, y de la misma manera, tú debes limpiar a tu esposa con el agua de la Palabra que es el Evangelio. Esto significa que tu rol de esposo es estar empapado del Evangelio. Tu amor debe ser formado por el Evangelio. Tu voz debe hablar el Evangelio. Tu vida debe mostrar el Evangelio. Necesitas decirle la verdad a tu esposa, liderarla a la Palabra de Dios, recordarle esas preciadas verdades del Evangelio, orar con ella, adorar con ella.

¿Estás limpiando a tu esposa con el agua del Evangelio? Si no haces nada más en el matrimonio, lee la Biblia y ora con tu esposa. Lleva a cabo esta disciplina diaria. Existen pocas cosas que Dios usa en maneras más ricas que un esposo y una esposa juntos en la Palabra y juntos de rodillas.

Ama a tu esposa con un amor con propósito

Esposo, ama a tu esposa con un amor con propósito. Las ceremonias de boda son momentos de gran alegría, pero incluso ahí siempre hay una señal de tristeza porque necesitamos reconocer desde el principio que habrá un fin. Es por esta razón que nos hacemos votos el uno al otro para decir algo como, «hasta que la muerte nos separe». Podrías llevar 60 o incluso 70 años con esa novia, pero en algún momento uno de ustedes morirá y es ahí donde el matrimonio se habrá acabado. Sin embargo, ella no habrá acabado. Tu esposa no dejará de existir en el momento en que muera. No, pues si ella está en Cristo, su vida estará recién comenzando. Ella tiene un futuro glorioso y eterno más allá de la tumba. Necesitas mantener eso en vista. Tu deber como esposo, y tu gran gozo, es ayudarla a prepararse para lo que le espera en la eternidad. Es ayudarla a transformarse hoy en lo que será completamente en el futuro. Es recibir destellos de quién y de qué será ella en la gloria. Tú, amigo mío, tienes el gozo de ayudarla a ir hacia ese gran día. Dios te ha elegido y te ha nombrado como aquel que la va a acompañar, que la va a liderar, que la va a guiar, que la va a proteger, que la conocerá más profundamente, que la amará mejor en su camino hacia la ciudad celestial.

Por lo tanto, vive por ella

Por tanto, decide vivir por ella, sacrificar todo lo que tienes por su bien. Ámala con un amor santificador que esté comprometido a apartarla para el gran propósito que Dios tiene para ella. Ámala con un amor purificador que la ayude a mortificar su pecado y vivir para la justicia. Ámala con un amor que esté formado por el Evangelio y cuyo contenido sea el Evangelio. Ámala con un amor con propósito que fija en tu mente y en tu corazón el gran día en el que ella será todo lo que Dios diseñó que sea. ¿La reconocerán en ese día en todo su esplendor, en toda su perfección? Ella será perfecta en ese momento, ni el más pequeño pecado la manchará, ni el rastro más pequeño de depravación la corromperá. Ella será hermosa y estará radiante y gloriosa más de lo que podemos creer. Cristo espera el día para presentar a su iglesia a sí mismo en esplendor, sin una sola mancha o arruga o cualquier cosa parecida, para que sea santa y sin imperfección. Ese es su gran objetivo y él anhela ese día. ¿No deberías entonces fijar en tu mente la imagen de ti presentando a tu esposa a Cristo? «Aquí está la esposa que me confiaste. ¡Acaso no está radiante! ¡Acaso no es hermosa! La he amado. Me he sacrificado por ella. La he limpiado con la Palabra de tu Evangelio. La he visto crecer en justicia y santidad. Ahora te la presento a ti». ¡Qué honor, qué bendición el hecho de que Dios te haya elegido a ti para acompañarla a ese lugar, a ese día!
Este recurso fue publicado originalmente en Tim Challies. | Traducción: María José Ojeda
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RESEÑA: SÚPER OCUPADOS
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RESEÑA: SÚPER OCUPADOS

Estar ocupado es algo extraño. Tenemos una relación de amor y odio con esta situación, por lo que cuando no estamos alardeando sobre estar súper ocupados, estamos pidiendo disculpas por encontrarnos así; y cuando no estamos abrumados, queremos más. Odiamos lo que nos hace estar tan ocupados, cómo nos aleja de nuestros amigos y familiares y cómo tuerce nuestras prioridades. Por otro lado, nos encanta que nos valide, como si el hecho de estar ocupados provocará que alguien pruebe nuestra importancia. Estar ocupado puede arruinar nuestro gozo, puede robarnos el corazón y puede cubrir lo podrido de nuestra alma. El libro de Kevin DeYoung, Súper ocupados: un libro (misericordiosamente) pequeño sobre un problema (sumamente) grande intenta diagnosticar nuestra actividad excesiva y ayudarnos a encontrar una forma mejor, más satisfactoria y más sustentable para vivir la vida. Él comienza advirtiendo tres graves peligros que la actividad excesiva puede provocar: puede arruinar nuestro gozo, puede robarnos el corazón y puede cubrir lo podrido de nuestra alma. El centro de este libro tiene siete cortos capítulos que ofrecen siete diagnósticos de nuestra actividad extrema. DeYoung nos muestra cómo el orgullo puede hacernos ocupados y mantenernos ocupados y cómo el orgullo puede manifestarse en complacer a la gente y en un deseo exorbitante por las posesiones. Él sugiere que muchas personas no ordenan apropiadamente sus prioridades y, por lo tanto, pasan sus vidas ocupados haciendo cosas que no deberían estar haciendo. Él muestra que muchos padres frenéticamente hacen que sus hijos corran de una actividad a otra, creyendo que, a menos que satisfagan cada demanda de sus hijos, los perderán. Él va a la Escritura para mostrar la importancia del descanso y del ritmo de vida, señalando que fuimos creados débiles, que debemos aceptar nuestra debilidad y, hecho eso, debemos hacer una prioridad apartar tiempos de descanso en nuestras vidas. Yo aprecié en especial  el penúltimo capítulo donde DeYoung señala que la vida no tiene el propósito de ser fácil. Tenemos muchas cosas que hacer y una cantidad de tiempo limitado para hacerlo. El pecado nos obstaculiza el camino y vemos sus efectos en cada lado, lo que significa que gran parte de la vida, y quizás incluso en la mayoría de la vida, estaremos más ocupados de lo que nos gustaría estar. Es una razón más para esperar el cielo. Mientras más esperamos o exigimos una vida de facilidades aquí y ahora, más difícil será nuestra actividad excesiva. Dicho de una manera simple, «la razón por la que estamos ocupados se debe a que hemos de estar preocupados». Cuando el diagnóstico está completo, solo queda un capítulo más, y este es exactamente donde muchos lectores, sospecho, se verán desilusionados. Cuando le hablo a un autor sobre un nuevo libro, a menudo me gusta preguntarle, «¿este es un libro que has vivido?». En este caso, De Young da su respuesta en las páginas introductorias en donde admite que él podría ser la mejor persona para escribir este libro o la peor. «Algunos libros se escriben porque el autor sabe algo que las personas necesitan saber. Otros, porque el autor ha visto algo que las personas deberían ver. Yo estoy escribiendo este libro para descubrir cosas que no sé y para trabajar en un cambio que aún no he visto». El tema de «únete a mí en el viaje» prevalece y termina siendo una fortaleza y una debilidad. A medida que DeYoung ve su propia vida, él hace un buen y útil trabajo al diagnosticar el corazón de la actividad excesiva puesta que él está viviendo en medio de ella, al igual que tú y yo. Él hace un claro llamado a ver la actividad excesiva como una decisión o una acumulación de decisiones y a verlo como una decisión está llena de importancia espiritual. En el último capítulo, él llama a los cristianos a mantener su relación con Cristo (a sentarse a los pies de Jesús) primordialmente por medio de tiempos de devoción personal. Él considera esto como la única disciplina de absoluta importancia en medio de una vida ocupada. Y luego llega el fin del libro. Mientras que Súper ocupados es muy útil en cuanto a diagnósticos, es muy ligero en cuanto a la aplicación práctica, presuntamente porque él mismo aún no ha vivido lo suficiente tales aplicaciones como para hablar con autoridad. Ahora, creo que existen momentos en los que es bueno permitirle al lector hacer su propia aplicación, después de todo, muchos lectores, yo mismo entre ellos, tendemos a ser perezosos y queremos saltarnos todo el trabajo del corazón e irnos directo a la parte en la se nos dice cómo facilitar nuestras vidas. Aunque aquí mi temor es que es normalmente el autor (¡de todas las personas!) el que puede decir con autoridad, «esta teoría lleva a cambios significativos porque he visto esto en mi vida y en mi hogar». En este caso, DeYoung no dice ni puede decir eso. No recibimos ninguna declaración de que toda su investigación y escritos hayan cambiado su propia vida. Y si no ha ayudado al autor, ¿cómo podrá ayudarnos a nosotros? Al final, pareciera que él está tan ocupado como cuando comenzó, y esta es una conclusión más bien desalentadora. De todos modos, Súper ocupados es un buen libro en sí mismo. DeYoung es un escritor talentoso y sus libros siempre son un deleite. En este, él pone en palabras lo que ya sabemos: que estamos más ocupados de lo que debemos estar y de lo que queremos estar. Él nos da herramientas para el diagnóstico de problemas del corazón específicos que nos han llevado hasta ahí. Y nos alienta para comenzar a hacer cambios necesarios con el fin de vivir una vida centrada en las mejores y mayores prioridades.

Súper ocupados: un libro (misericordiosamente) pequeño sobre un problema (sumamente) grande. Kevin DeYoung. Editorial Portavoz, 146 páginas.

Esta reseña fue publicada originalmente en Tim Challies.
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RESEÑA: UNA GLORIA PECULIAR
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RESEÑA: UNA GLORIA PECULIAR

Me he encontrado con muchos hombres jóvenes, muchos predicadores jóvenes que quieren seguir el modelo de John Piper. Ellos ven su gozo en el Señor, ven su pasión por la gloria de Dios, ven el fuego en sus sermones, y quieren ser como él. Lamentablemente, he visto a más de un par predicar con toda la pasión pero nada de unción. Han aprendido que no puedes predicar como Piper a menos que conozcas y ames a Dios como Piper lo hace. No puedes conocer ni amar a Dios como Piper lo hace a menos que primero conozcas, ames y atesores la Palabra de Dios como él lo hace. Él no es en primer lugar un gran predicador, sino que un hombre que atesora a Dios por medio de la Palabra de Dios. Una gloria peculiar, la primera gran obra de Piper en muchos años, explica por qué y cómo él tiene una  confianza tan profunda y enraizada en la Biblia. Su exposición responde esta pregunta: ¿cómo podemos saber que las Escrituras cristianas son la Palabra de Dios? Por supuesto, tenemos muchos libros que responden esa pregunta. Existe un género completo de libros que observa la historia de la Biblia, la formación del canon, la precisión de las narrativas, el cumplimiento de la profecía, etc. Esta es una manera de llegar a la convicción de que la Biblia es verdaderamente la Palabra de Dios. No obstante, Piper toma un enfoque diferente. Su preocupación tiene que ver con que si una persona sin acceso a la educación y sin acceso al conocimiento especializado puede tener la misma convicción. Su preocupación tiene que ver con que si «personas ordinarias, con pocas posibilidades de seguir complejos y oscuros argumentos históricos, pueden percibir si las Escrituras cristianas son la Palabra de Dios. Podemos alegrarnos de que Dios siempre levanta a los eruditos cristianos para interactuar con eruditos que se oponen a la fe cristiana. Pero es un error pensar que todos los creyentes tienen que seguir estos debates con el fin de tener una fe acreditada en las Escrituras». Su enfoque, entonces, está en el autotestimonio de la Biblia o en el testimonio interno del Espíritu Santo. Sin embargo, este testimonio interno no nos hace dar un salto a la oscuridad, una fe ciega. «El argumento de este libro es que el escalón final de la verdad de las Escrituras es el escalón de la vista, no el de la inferencia. El camino que conduce a la vista puede implicar tanto la observación empírica y la conciencia histórica, como el pensamiento racional. Pero el fin que se persigue no es una inferencia probable del razonamiento histórico, sino una completa seguridad de que hemos visto la gloria de Dios. De este modo, al final de todos los medios humanos tanto la persona con poca preparación como el erudito más educado vienen a un conocimiento salvador de la verdad de las Escrituras de la misma manera: por una observación de su gloria». Él comienza con su propia historia de cuando fue cautivado y sostenido por la Biblia. Entonces, a través de cuatro capítulos, él examina qué libros y palabras forman las Escrituras cristianas. Tres capítulos están dedicados a mirar lo que la Escritura afirma de sí misma a través del Antiguo Testamento, por medio de Jesús y de los apóstoles. Y luego, al fin, está listo para considerar las preguntas que están en el centro del libro, una tarea que toma cuatro capítulos. Los seis últimos capítulos observan cómo las Escrituras cristianas son ratificadas por la gloria peculiar de Dios. Es en estos diez capítulos finales que se comprende la contribución más notable del libro. La afirmación de Piper es que la Biblia es verdadera, inerrante, de gran autoridad y la única guía para salvación. No obstante, ¿cómo podemos saber esto? «Esto significa que la Biblia asume que existe una base de conocimientos firme y justificada de que lo que enseña es cierto. Se supone que todo aquel que oye una narración fiel del evangelio es responsable de creer, no como un salto en la oscuridad, sino al observar los motivos reales y convincentes para la fe. Según las Escrituras, las personas no tienen que ser historiadores educados para conocer la verdad histórica de la Escritura. Esto es absolutamente crucial, ya que la gran mayoría de las personas en el mundo que van a escuchar el evangelio no están en condiciones de comprender la complejidad (¡legítima!) de la razón histórica que apoya la resurrección de Jesús y la fiabilidad de la Biblia». Los argumentos históricos son buenos, pero insuficientes. «La Biblia no enseña ni asume que llegamos a la fe saltando a la oscuridad. Se asume que aceptamos a Cristo y sus Escrituras viendo motivos reales y convincentes para la fe». Si estás familiarizado con el trabajo de Piper, no te sorprenderá que encuentre sus respuestas al buscar en el trabajo de su autor favorito, Jonathan Edwards, y su texto central, 2 Corintios 4:4-6. Él argumenta que la Biblia nos expone a la gloria de Dios y de esa manera nos da completa confianza de que es, ciertamente, la misma Palabra de Dios. Después de registrar mis propios pensamientos sobre el libro, leí las opiniones al final del libro para ver lo que otros habían dicho, y me llamó la atención la opinión de Fred Sanders. «La doctrina clásica del autotestimonio de las Escrituras sufre cuando se utiliza como un método de atajo para anotar puntos probatorios o ganar una discusión sin hacer ningún esfuerzo. Pero esta doctrina despliega sus alas y se eleva a los cielos cuando es manejada por alguien que muestra que cuando leemos la Biblia, estamos tratando con el mismo Dios en sus propias santas palabras. En este libro, John Piper nos comparte todo el mensaje de cómo Dios ilumina la mente y da una firme convicción al corazón a través de la Biblia». De esa manera Una gloria particular es una lógica adición al canon literario de Piper y una contribución valiosa a la editorial cristiana. Recibe mi encarecida recomendación.

Una gloria peculiar: cómo las Escrituras revelan su completa veracidad. John Piper. Editorial Portavoz, 272 páginas.

Esta reseña fue publicada originalmente en Tim Challies.
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RESEÑA: SEXO, ROMANCE, Y LA GLORIA DE DIOS
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RESEÑA: SEXO, ROMANCE, Y LA GLORIA DE DIOS

Tuve una profunda sensación de déjà vu leyendo Sexo, romance, y la gloria de Dios. Me tomó sólo unas cuantas páginas darme cuenta de que este libro, en forma condensada, forma la base de un capítulo de Sexo y la supremacía de Cristo (editado por John Piper y Justin Taylor). Yo había disfrutado ese capítulo particular de dicho libro y tuve la certeza de que disfrutaría igualmente esta versión extendida. Sexo, romance, y la gloria de Dios se basa de modo general en el Cantar de los Cantares de Salomón. C.J. Mahaney comparte mi propia visión de este libro de la Biblia afirmando, simplemente, que «habla de sexo». Aunque muchos han intentado alegorizar el libro de los Cantares, pocos lo han logrado con algún grado de credibilidad. «Así es, caballeros», dice Mahaney, «los Cantares de Salomón constituyen todo un libro de la Biblia dedicado a promover la intimidad sexual dentro del pacto matrimonial. Es un festín de ocho capítulos de una desenfrenada, desinhibida y gozosa inmersión en expresiones verbales y físicas de pasión entre un hombre y una mujer». Amén. Así que, a medida que el lector se prepara para leer este libro, debe prepararse para celebrar el don divino del sexo. El autor dice: «El propósito del libro que tienes en tus manos es conducirnos de regreso al ideal divino de una sexualidad alegre, carente de vergüenza, indulgente y amorosa en el contexto del matrimonio». Este libro se dirige principalmente a hombres, en gran parte porque es el rol del esposo conducir a su esposa a una comprensión más plena de lo que la Escritura enseña sobre la sexualidad. Mahaney provee el fundamento sobre el cual los hombres podrán descubrir con sus esposas el modo en que el sexo y el romance pueden glorificar a Dios. Luego de un capítulo introductorio, Mahaney da a conocer el propósito divino del matrimonio. Dicho propósito, señala, es el de reflejar la relación entre Cristo y la iglesia. En el siguiente capítulo, pasa a ofrecer un consejo que, a juicio de él, es el más importante de todo el libro: «Para que el romance se haga más profundo, antes de tocar el cuerpo de tu esposa debes tocar su corazón y su mente». Luego siguen varios capítulos en que Mahaney presenta formas específicas de tocar el corazón y la mente de una esposa con el fin de construir el tipo de relación que Dios desea para un matrimonio. Pasando al acto concreto de la consumación, sigue la dirección de Salomón sin dar muchos detalles específicos que pudieran sonar como una lista de deberes. En lugar de eso, nos invita a estudiar y comprender el libro de los Cantares para entender lo que Salomón quiso decir cuando escribió: «Despierta, viento del norte, y ven, viento del sur; hagan que mi huerto exhale fragancia, que se esparzan sus aromas. Entre mi amado en su huerto y coma sus mejores frutas» (4:16). El libro concluye con un capítulo escrito por Carolyn Mahaney (esposa de C.J.) para las mujeres. Es el capítulo cinco de su libro Feminine Appeal: Seven Virtues of a Godly Wife and Mother [Atractivo femenino: Siete virtudes de una esposa y madre piadosa]. Con mucho humor (gran parte de él a costa de sí mismo) pero también compasión y sensibilidad, Mahaney expone algunos principios que darán mucho fruto en muchos matrimonios. Él es honesto sobre su libro: «Por favor no cometas el error de pensar que sólo por leer este libro vas a cambiar. Ojalá fuese así de fácil. Sin embargo, el cambio no se produce mientras no apliquemos lo aprendido de maneras muy específicas, en momentos muy específicos, y dependiendo siempre de la gracia de Dios para que nuestros esfuerzos tengan efecto». Este libro es sólo el comienzo. Lejos de ser un libro del tipo «10 maneras infalibles de hacer que tu mujer se derrita», Sexo, romance, y la gloria de Dios hará que el marido vea a su esposa como un extraordinario tesoro de Dios. Hará que el marido llegue a ver a su esposa en colores mientras todo lo demás aparece simplemente en blanco y negro. Aunque parezca extraño, este libro renovó mi alegría de ser cristiano. Me asombró la sabiduría de Dios, quien consideró adecuado darnos todo un libro de la Biblia para enseñarnos cómo amar a nuestras esposas de una forma que le honre a Él. ¡En verdad su Palabra es suficiente! ¡En verdad es relevante! Me sentí agradecido de que Él haya provisto maestros que nos expliquen la Palabra, y mi gratitud hacia Él se renovó por darme el inestimable tesoro que es mi esposa. Así que, varones, compren este libro. No puedo imaginar a un marido que no se beneficie de él. Y, mujeres, compren una copia y entréguensela a sus esposos con un guiño insinuante. Él captará la idea. Léanlo, disfrútenlo, y por sobre todo, pónganlo en práctica. Descubran cómo el sexo y el romance pueden glorificar a Aquel que los creó para nuestro disfrute.

Sexo, romance, y la gloria de Dios: lo que necesita saber cada esposo cristiano. C.J. Mahaney. Editorial Unilit, 155 páginas.

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RESEÑA: DOCE MUJERES EXTRAORDINARIAS
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RESEÑA: DOCE MUJERES EXTRAORDINARIAS

El libro de John MacArthur sobre los apóstoles, Doce hombres comunes y corrientes, fue un sorpresivo éxito. Después de que el libro hubiera estado en la lista de superventas por un año, Thomas Nelson sugirió publicar un segundo volumen, en este caso uno que abordara algunas de las más conocidas mujeres de la Biblia. MacArthur aceptó el desafío y elaboró una larga lista de las posibles mujeres de quienes escribiría. «Confrontado con una pléyade de mujeres extraordinarias de la Biblia, hice una larga lista de posibilidades. La tarea de reducir la selección a solo doce no era fácil. Sopesé sus respectivas importancias en el acontecer bíblico y escogí a aquellas que eran irremplazables en la historia de la redención». Doce mujeres extraordinarias no es exactamente una secuela de Doce hombres comunes y corrientes de MacArthur; sin embargo, tiene ciertas similitudes. Como su predecesor (y a diferencia de la mayoría de los libros de MacArthur), Doce mujeres extraordinarias no es principalmente expositivo. Al contrario, es una serie de breves estudios de los personajes. Como Doce hombres comunes y corrientes, es idealmente apropiado para estudio personal o grupal y es sumamente práctico.  Las mujeres que MacArthur escogió como sujetos de este libro son: Sara, Rahab, Rut, Ana, María, Ana, la mujer samaritana, Marta y María, María Magdalena y Lidia. «Mi oración por usted es que una vez que haya leído este libro pueda compartir esa fe, imitar su fidelidad y aprender a amar al Salvador cuya [obra] las hizo verdaderamente extraordinarias. Su vida también puede ser extraordinaria en virtud de su gracia maravillosa». El formato del libro será conocido para quienes hayan leído Doce hombres comunes y corrientes. MacArthur toma un capítulo para discutir sobre cada una de las mujeres (aunque Marta y María comparten un solo capítulo) y muestra que lo que hizo extraordinarias a estas mujeres no fue nada que ellas hayan llevado a Dios, sino que la obra del Salvador en sus vidas. Cada una de ellas tenía una reverencia profunda hacia Dios y confiaban en sus promesas, ya sea que hayan mirado hacia el futuro cuando viniera el Salvador o que miraran hacia atrás a su muerte y resurrección. Algunas de ellas se situaron entre las épocas del Nuevo y del Antiguo Testamento, incluso atestiguaron con sus propios ojos el sacrificio redentor de Jesucristo. A modo de introducción, MacArthur escribe sobre la la exaltación que se le da a las mujeres en la Biblia. Las mujeres nunca son relegadas a un estatus menor y, a diferencia de muchas otras religiones, nunca son denigradas y consideradas menos importantes que los hombres. Desde el inicio de la era del Nuevo Testamento hasta el fin del canon de la Escritura vemos que Dios le concede un extraordinario privilegio a las mujeres. Hay un sinfín de mujeres en la Biblia que son ejemplos de fidelidad, integridad, hospitalidad y muchas otras virtudes admirables. «Su fidelidad es su legado verdadero e imperecedero. Espero que su encuentro con ellas en las Escrituras le permita conocer más sobre sus vidas y personalidades, además de desafiarlo, motivarlo, apoyarlo e inspirarlo para conocer mejor al Dios en quien ellas confiaron y a quien sirvieron. Su corazón puede estar encendido con la misma fe; su vida caracterizada por una fidelidad similar; y su alma sobrecogida con el amor del Dios extraordinario al que adoraron». Cada uno de los once capítulos es un estudio de una mujer en particular, en los que MacArthur nos ayuda mientras alumbra los registros de cada mujer en la Escritura. Cada capítulo es práctico, pues muestra cómo las virtudes ejemplificadas en las vidas de las mujeres pueden aplicarse en la vida del lector. Se le muestra al lector cómo él, también, puede ser extraordinario por medio del poder de Dios. Doce mujeres extraordinarias es un digno sucesor de Doce hombres comunes y corrientes. Este libro es tanto informativo como inspirador. Llevará al lector a comprender lo que cada una de estas doce mujeres seguramente sabía, que Dios era el verdaderamente extraordinario, ya que era él quien conformaba a estas mujeres a la semejanza de su Salvador. Recomiendo este libro encarecidamente tanto para el estudio personal como grupal.

Doce mujeres extraordinarias: cómo Dios formó a las mujeres de la Biblia y lo que Él quiere hacer con usted. John MacArthur. Grupo Nelson, 240 páginas.

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RESEÑA: UNA GRIETA EN TU SANTIDAD
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RESEÑA: UNA GRIETA EN TU SANTIDAD

No hay escasez de excelentes libros sobre el tema de la santidad. La santidad de J.C. Ryle pasó la barrera del tiempo, mientras que La santidad de Dios de R.C. Sproul y En pos de la santidad de Jerry Bridges representan dos clásicos modernos. Bien podríamos preguntarnos si realmente necesitamos más libros sobre el tema. Una grieta en tu santidad de Kevin De Young responde con un estrepitoso «¡sí!». DeYoung cree que existe una grieta en nuestra santidad, una brecha entre la pasión por el Evangelio y la búsqueda de la santidad. La grieta simplemente es esta: no nos importa realmente la santidad. «La exhortación apasionada para buscar la santidad guiada por el Evangelio apenas se escucha en la mayoría de las iglesias… Hablo acerca del fracaso de los cristianos, en especial, de las generaciones más jóvenes, y principalmente, aquellas que más menosprecian la “religión” y el “legalismo”, para tomar en serio uno de los objetivos primordiales de nuestra redención y una de las evidencias requeridas para la vida eterna: nuestra santidad». He pensado sobre esto muchas veces a lo largo de los años y me inclino a estar de acuerdo con la evaluación de Deyoung. En el siglo XIX J.C. Ryle estaba enseñando que la santidad «es un gran final y propósito por el cual Cristo vino al mundo». Pero entonces, como DeYoung dice,
Mi temor es que, mientras celebramos correctamente —y en algunas regiones redescubrimos— todo aquello de lo que Cristo nos ha librado, le damos poca importancia y hacemos poco esfuerzo por aquellas cosas [para] las que Cristo nos rescató. Aquellos que son más apasionados con respecto al Evangelio y a la gloria de Dios, ¿no deberían ser también los más dedicados a la búsqueda de la santidad? Me preocupa que haya una grieta de entusiasmo y que parezca no importarle a nadie.
Haremos bien en preguntar la razón de esta brecha y aquí DeYoung propone varias respuestas: en el pasado los cristianos igualaban la santidad con abstención de un par de prácticas tabúes tales como beber alcohol y bailar; nuestras iglesias tienen muchas personas no regeneradas en ellas que no están necesariamente interesadas en la santidad; enfatizamos una cultura cool que empuja los límites del lenguaje, de la entretención, del alcohol, de la moda y de lo que sea considerado cool; etiquetar algo como no santo o impío se siente enjuiciador; tememos al legalismo y nos aterran las palabras como diligencia, esfuerzo y deber; enfrentamos la realidad de que buscar la santidad es un trabajo duro; y finalmente, muchos cristianos han intentado y se han rendido completamente. A través de nueve cortos capítulos, DeYoung continúa mostrando lo que la Biblia dice sobre la santidad, respondiendo algunas de las objeciones contemporáneas y desafiando en un par de áreas donde podríamos estar aceptando e incluso celebrando la impiedad. El capítulo titulado, «Los santos y la inmoralidad sexual» va especialmente al grano a medida que nos desafía a ver que quizás, solo quizás, hemos permitido que el mundo nos empuje a entrar en su molde en el área de la sexualidad. Esto es cierto no solo en nuestra ética y en nuestro comportamiento sexual, sino que también en las cosas que nos entretienen y en las cosas sobre las que nos reímos y nos burlamos. Una de las fortalezas del libro se encuentra en su constante ánimo de que realmente podemos ser santos. A lo que Dios nos llama, él también nos capacita para que lo alcancemos. Sin embargo, demasiados de nosotros hemos intentado ser santos y lo hemos encontrado muy difícil, un llamado demasiado insuperable. DeYoung dice correctamente que «existen cientos de cosas buenas que puedes ser llamado a buscar como cristiano. Lo que quiero decir es que, según la Biblia, la santidad, para cada cristiano, debe estar justo al principio de esa lista». No podría estar más de acuerdo. Mientras que Ryle, Sproul y Bridges han escrito libros que son casi atemporales, el humor y la referencia a la cultura de DeYoung lo mantiene atado al aquí y el ahora. Sin embargo, esto es exactamente lo que lo transforma en un gran complemento de esos otros trabajos. No los reemplaza, sino que se para junto a ellos. Si la santidad realmente debe estar al principio de la lista de prioridades del cristiano, entonces hacemos bien en equiparnos a nosotros mismos al leer regularmente sobre el tema. Una grieta en tu santidad te desafiará, equipará y animará a mortificar el pecado y a ser incesante en tu búsqueda de santidad. No creo que pueda darle a este libro un mejor elogio.

Una grieta en tu santidad: llenar el vacío entre la pasión por el Evangelio y la búsqueda de la santidad. Kevin DeYoung. Peniel, 208 páginas.

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Regocíjate con la esposa de tu juventud (y no tan juventud)
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Regocíjate con la esposa de tu juventud (y no tan juventud)

El año pasado, Aileen y yo celebramos nuestro aniversario número 20 y puedo decir con honestidad que pocas cosas en la vida me han emocionado u honrado más que el hecho de que ella me escogió a mí, de todas las personas, para vivir su vida conmigo. Todos estos años ella ha estado de acuerdo con conectar su vida a la mía y hemos estado juntos, unidos, desde entonces. ¡Cuán maravilloso eso! Justo cerca de la fecha de nuestro aniversario, mis devocionales me llevaron a las palabras de Salomón: «Regocíjate con la mujer de tu juventud». Aunque sé que esas palabras fueron escritas específicamente para un hombre joven, comencé a meditar en ellas como un hombre no tan joven. Aileen es la esposa de mi juventud, aunque ninguno de nosotros puede declarar ser tan jóvenes como lo fuimos una vez. Por lo tanto, ¿cómo puede un hombre que ya no es joven hacer caso de esto? Quizás es mejor preguntarse, ¿qué consejo o recomendación puede ofrecerle este hombre a los que están recién casados? Mis pensamientos llegaron a las siguientes conclusiones mientras reflexioné en cómo regocijarme con la esposa de mi juventud. Regocíjate con sus dones. Regocíjate con la esposa de tu juventud al regocijarte con sus dones. Gran parte del gozo del matrimonio viene por tener asientos en la primera fila de la vida de otra persona. Desde esta perspectiva, tienes el gozo de verla poner sus dones en acción. Cuando ella es cristiana puedes verla dedicar sus talentos y sus dones espirituales al gran propósito de hacer el bien a otros y de glorificar a Dios. Esto te da el motivo y la capacidad para regocijarte a medida que observas a alguien desenvolver lo que Dios le ha dado.  Regocíjate con su amor. Regocíjate con la esposa de tu juventud al observar cuidadosamente cómo ella te ama y al escoger disfrutarlo en esos términos. No, la terminología del «lenguaje del amor» no fue sacada directamente de la Biblia y no, no es perfecta en lo absoluto. Sin embargo, aún es una manera útil de reconocer el simple hecho de que diferentes personas demuestran amor en maneras distintas. Si alguna vez no te sientes amado o poco amado, abre tus ojos y tu corazón, observa cuidadosamente y probablemente verás que en realidad eres amado, aunque quizás en un «lenguaje» que no es el de tu preferencia. Por tanto, deja de llorar y desear, y en su lugar aprende a aceptar y a disfrutar ese lenguaje. Regocíjate en ser el receptor indigno de la dedicación y del afecto de tu esposa. Regocíjate con sus diferencias. Regocíjate con la esposa de tu juventud al regocijarte con cómo Dios la ha hecho. Hay una persistente voz dentro de muchos de nosotros que dice que el principal problema de nuestra esposa está en las maneras en que ella no es un hombre. Hombres y mujeres tienden a ser diferentes en su compromiso emocional, en la manera en que procesan la vida, en su espiritualidad, en su interés y respuesta sexual, etc. Estas son diferencias que reflejan el buen diseño de Dios. Estas son diferencias que deben maravillarnos, que debemos aceptar y disfrutar, no comportamientos que deben cambiar o molestias que hay que tolerar. Regocíjate con ella al regocijarte con esas diferencias y no al desear que ella en realidad sea más como tú. Regocíjate con su santidad. Regocíjate con la esposa de tu juventud al regocijarte en su santidad. Una de las más grandes bendiciones que recibo cada día es ver a Aileen abrir su Biblia. De hecho, a veces cuando sé que ella está haciendo sus devocionales, me acerco y la miro de reojo para poder ser animado al verla buscar al Señor. Mientras más avanzamos en la vida juntos y mientras pasamos por más caminos difíciles, más preciado es. Aprende a regocijarte en la santidad de tu esposa; a celebrar cada avance de santificación que tiene y a ser paciente y perdonador con su pecado. Regocíjate con sus pasiones. Regocíjate con la esposa de tu juventud al regocijarte con sus pasiones. Dios nos da a cada uno diferentes intereses y nos crea de cierta manera que distintas cosas nos entusiasman. Puedes encontrar gozo en tu esposa al aprender sobre las cosas que le apasionan, que la avivan. Podría ser una gran causa o un pasatiempo divertido, algo que la motive o algo que la relaje. De cualquier forma, cuando encuentres gozo en lo que a ella le da gozo, tu gozo aumentará tanto más. Regocíjate con su cuerpo. Regocíjate con la esposa de tu juventud al disfrutar la relación sexual juntos. Dejé esto para el final aunque es la aplicación más obvia del texto original. Este pasaje está cargado sexualmente y es claro que Salomón tiene la intención de convencer al lector a estar y a permanecer enamorado de su esposa y a disfrutar de la relación sexual que comparten por toda la vida. «Amante cierva y graciosa gacela; que sus senos te satisfagan en todo tiempo, que su amor te embriague para siempre». Regocijarte con tu esposa significa buscarla activamente, hacer aquello que le encanta y la cautiva, y mantener un interés en ella activo y constante. Regocijarte con la esposa de tu juventud significa rechazar regocijarte con cualquier otra persona: abstenerse de desear a otra persona, rehusarte a que tus ojos se posen o a que tu corazón desee a cualquier otra mujer. En los ciclos de enfermedad y de salud, de capacidad y de incapacidad, de deseo y de apatía y de todos los otros altibajos que vienen con las décadas que están juntos, regocíjate con ella, con su cuerpo, con ella y solo ella.  No importa si eres un hombre joven o uno que no lo es tanto, tienes el mismo llamado de Dios: Regocíjate con la esposa que Dios te ha dado; regocíjate con su precioso regalo.
Este recurso fue publicado originalmente en Tim Challies. | Traducción: María José Ojeda
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RESEÑA: UN LÍDER DE CONVICCIONES 
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RESEÑA: UN LÍDER DE CONVICCIONES 

Definitivamente no enfrentamos una escasez de libros sobre liderazgo. Estos títulos tienen secciones propias en las grandes librerías, llenan las tiendas de libros de los aeropuertos y aparecen en las listas de superventas con una regularidad predecible. Al igual que los libros sobre la oración o sobre la crianza y un puñado selecto de otros temas, pareciera que simplemente no puede haber demasiados. Cada líder quiere liderar mejor así como cada orador quiere orar mejor. Si hay un poco de escepticismo en los lectores respecto a que pueda faltar algo que tratar sobre el liderazgo, pueden ser perdonados. Sin embargo, como Albert Mohler demuestra en Un líder de convicciones, no todos los caminos han llegado hasta el final. Él comienza este libro con una advertencia al lector que es al mismo tiempo un desafío para sí mismo como autor: «Mi objetivo es cambiar tu manera de pensar respecto al liderazgo. No pretendo meramente añadir una voz a la conversación, quiero cambiar en esencia la manera en que se entiende y se practica el liderazgo». ¡Nadie puede acusarlo de estar apuntando demasiado bajo! Extraordinariamente, al menos en mi evaluación, él logra lo que se propuso hacer: hacer de Un líder de convicciones un libro únicamente importante. En las primeras páginas, Mohler mide la enorme industria de liderazgo y señala que en todo lo útil que se ha dicho respecto al liderazgo, el problema central es: «...La falta de atención a lo que los líderes creen y a la razón por la que esto es fundamental». Su carga es: «…Redefinir el liderazgo cristiano de modo tal que sea inseparable de las creencias que sostienen con pasión, y motivar a aquellos que están profundamente comprometidos con la verdad y alistarlos para el liderazgo. Quiero ver levantarse una generación que lidere con convicción y, al mismo tiempo, que sea impulsada por la convicción a liderar. La generación que lo logre pondrá al mundo en llamas». Al centro del tipo de liderazgo que Mohler defiende se encuentra lo que él denomina «la inteligencia por convicción». Este no es un tipo de inteligencia innata, sino una que debe ser desarrollada al sumergirse profundamente en la verdad de la Biblia y en aprender a pensar como un cristiano. Es, en su esencia, madurez cristiana. «Para un líder cristiano, estas convicciones deben extraerse de la Biblia y deben adquirir la forma del evangelio. Nuestra convicción suprema es que todo lo que hacemos se dignifica y magnifica porque fuimos creados para la gloria de Dios. Fuimos hechos para su gloria y esto quiere decir que cada uno de nosotros tiene un propósito divino. Un líder cristiano encuentra pasión en las grandes verdades de la fe cristiana; especialmente, en el evangelio de Jesucristo». El líder debe ser implacable en su búsqueda de la verdad y en la aplicación de la verdad en su vida y en su organización. A lo largo de los veinticinco cortos capítulos, Mohler describe el tipo de carácter que debe marcar al líder y que mira a habilidades, hábitos y ejercicios intelectuales específicos que pueden marcar toda la diferencia entre un líder mediocre y uno grande. Él escribe sobre la importancia de ganar y de mantener la credibilidad, de desarrollar el intelecto, de tomar decisiones sabias e incluso de enfrentar las nuevas realidades del mundo digital. Uno de los aspectos más convincentes de Un líder de convicciones es su naturaleza semibiográfica, que es exactamente lo que debe ser. Mohler ha enfrentado grandes desafíos de liderazgo, el mayor de ellos sin duda fue ser llamado (cuando apenas comenzaba a vivir sus treinta años) a liderar uno de los seminarios más importantes de Estados Unidos. Mientras toma muchos ejemplos de la historia y, especialmente de la historia británica, también saca muchas lecciones de sus propios éxitos y fracasos. No obstante, lo que más aprecio es que Mohler toma una enorme cantidad de literatura académica y de nivel popular sobre liderazgo, extrae lo que es más valioso, y luego lo pone todo en el contexto de la Escritura. Desde la primera hasta la última página, aplica la Escritura al liderazgo, creando una comprensión que es minuciosa y completamente bíblica. Este libro está verdaderamente centrado en el Evangelio; el Evangelio no es un anexo del libro, sino que el centro. He leído todos los libros de Mohler y estoy convencido de que este es el mejor que ha escrito. Cada uno de sus libros anteriores han sido útiles en lo que les concierne, pero generalmente son sermones o publicaciones de blog readaptadas y han cargado con el peso de medios mixtos. Un líder de convicciones tiene todas las marcas de una obra original, rebosante de sabiduría y empapado de pasión. Este es Mohler en su hábitat más natural, haciendo lo que mejor hace. Si eres un pastor o un anciano, si eres dueño de una empresa o un director ejecutivo, si estás en cualquier tipo de liderazgo, estoy convencido que este libro transformará la manera en que lideras. Te recomiendo encarecidamente que lo leas.

Un líder de convicciones: 25 principios para un liderazgo relevante. Albert Mohler. B&H Español, 240 páginas.

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RESEÑA: BIENAVENTURADOS LOS HUMILDES 
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RESEÑA: BIENAVENTURADOS LOS HUMILDES 

Bienaventurados los humildes de Jerry Bridges es una obra adecuada para un hombre que enseñó y ejemplificó tal virtud.
 
El rasgo de carácter de humildad es el segundo rasgo que se enseña más frecuentemente en el Nuevo Testamento, segundo solo después del amor. En una oportunidad, conté cincuenta casos de amor, ya sea como precepto o como ejemplo, en el Nuevo Testamento; conté cuarenta de humildad. Considero a estos dos rasgos como los fundamentos del carácter cristiano. Todos los otros rasgos de carácter, de una u otra manera, se construyen sobre el amor y la humildad.
Sin embargo, rara vez escuchamos un mensaje o leemos libros sobre estos dos temas. Creo que esto se debe a que son muy intimidantes para nosotros. Cualquier maestro de Biblia honesto, ya sea que enseñe de manera oral o escrita, se da cuenta cuán cortos se quedan cuando deben ejemplificar cualquiera de estos rasgos de carácter, por lo que existe una reticencia a enseñar sobre un tema donde se ha progresado muy poco.
Esto es entendible, por supuesto, incluso si no es excusable. Es difícil enseñar con confianza y autoridad sobre un área en el cual el maestro está tan consciente de sus fallas y defectos. Sin embargo, la humildad es la reina de las virtudes y una que todo cristiano debe buscar. En cierto punto, cada maestro o predicador se debe a sí mismo y a sus estudiantes o congregaciones investigar, enseñar y perseguirla por completo. Bridges insiste: «Una vida de humildad no es una opción que un creyente debe escoger o rechazar. Es un mandamiento de Dios». Para enseñar la belleza y el valor de la humildad, así como también, para comenzar a recorrer el camino de la humildad, él recurre a las Bienaventuranzas al decir: «Estas expresiones de carácter cristiano son una descripción de humildad en acción». En otras palabras, cuando Jesús enseñó cómo vivir ante Dios y ante el hombre, él estaba enseñando cómo vivir con humildad. Él continúa: «Puedo garantizarte que si eres honesto contigo mismo y permites que las Bienaventuranzas te busquen, te verás a ti mismo como un pecador más grande de lo que pensabas ser». Esto es cierto. Sin embargo, por supuesto, como lo hace en cada uno de sus libros, Bridges apunta constantemente a la centralidad del Evangelio y a la obra del Espíritu Santo. De esta manera, el propósito del libro no es dejar al pecador revolcándose en su pecado, sino que darle las herramientas para ayudarlo a cambiar y darle la confianza de que Dios está entusiasmado y dispuesto a ayudarlo a cambiar. Este no es el tipo de libro que te dice: «¡Tú puedes hacerlo!» ni «¡Esfuérzate más!», sino uno que depende profundamente en la obra del Evangelio y del poder del Espíritu Santo. No puede existir una verdadera humildad sin ellos. El centro del libro se encuentra en ocho potentes capítulos, cada uno de los cuales aborda una de las Bienaventuranzas. Bridges muestra que la persona verdaderamente humilde es pobre en espíritu, se lamenta por su pecado, es dócil ante Dios y otras personas, tiene hambre y sed de justicia, es misericordioso hacia otras personas, es puro de corazón, es un pacificador y se considera a sí mismo bendecido cuando es perseguido o insultado por una causa justa. Esta es una lista de virtudes intimidante que ninguno de nosotros logrará a este lado de la tumba. No obstante, la extraordinaria lista es un desafío profundo para que podamos tener confianza en que es el gozo de Dios darnos esto en mayor medida mientras lo buscamos a través de su Palabra. Es el gozo de Dios que imitemos a su Hijo, quien fue suprema y hermosamente humilde. Aquellos que han leído a Bridges en el pasado no se sorprenderán al saber que el último capítulo se titula «La humildad y el Evangelio». Aquí Bridges muestra que nuestra humildad nunca puede sobrepasar nuestra comprensión del Evangelio y nuestra confianza en él. «Si te has evaluado a ti mismo honestamente a la luz de los ocho rasgos de carácter en las Bienaventuranzas, probablemente te has visto a ti mismo como un pecador más terrible de lo que pensaste. Quizás incluso quieres unirte al apóstol Pablo como el peor de los pecadores. Si esa es tu autoevaluación, estás en un buen lugar. Es una señal de que tú también estás creciendo en humildad. Sin embargo, ¿qué es aquello que evita que nos desanimemos a medida que nos damos más y más cuenta de que el pecado aún vive en nosotros? La respuesta es el Evangelio». Sin duda lo es. Aunque la humildad es el tema del libro, nunca estuvo separado del preciado Evangelio. Bridges quiere que sus lectores entiendan que «la humildad no es un componente adicional para los súper espirituales; debe ser practicada por todos los creyentes en la vida diaria». Quien lea este libro inevitablemente será convencido de la belleza de la humildad, de su falta de humildad, y será animado al ver que Dios ama ayudar a  su pueblo a crecer en la más preciada de las virtudes. Bienaventurados los humildes es un agradable pequeño libro que establecerá el desafío y guiará al lector hacia la solución. En las primeras páginas, Bridges dice: «Este libro puede ser leído completamente en unas dos horas o menos. Podrías hacer eso para tener una visión panorámica del libro. Sin embargo, el valor real de este libro vendrá cuando leas cada capítulo reflexivamente y en oración. Pídele a Dios que te ayude a verte a ti mismo como realmente eres a la luz de cada rasgo de carácter cubierto en las ocho Bienaventuranzas. Luego, pídele a Dios que te ayude a crecer en las áreas en las que ves que estás más necesitado». Hazlo así, de la misma manera. Léelo y considera leerlo con un grupo de amigos. Te beneficiarás tú, se beneficiarán ellos y se beneficiarán todos los que te rodean.

Bienaventurados los humildes: la bendición de la humildad. Jerry Bridges. Unilit, 144 páginas.

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RESEÑA: CUANDO PECADORES DICEN "ACEPTO"

No es necesario que una persona esté casada mucho tiempo para que se dé cuenta de que el matrimonio es mucho más difícil de lo que parece. Por supuesto, es mucho más difícil de lo que Dios planeó que fuera: con la caída en el pecado vino el surgimiento del yo, y con la pérdida de la perfección llegó el dominio del pecado. Incluso los mejores matrimonios están ahora contaminados por él; por el egoísmo, y por una marcada falta de amor. Cada matrimonio representa la unión de dos pecadores. Aunque se aman el uno al otro, luchan constantemente por amarse tanto como saben que deberían hacerlo. Mientras los estantes de las librerías, tanto cristianas como seculares, están cargadas de libros sobre el matrimonio, pocos de ellos ofrecen ayuda para lidiar con la raíz de todos los problemas que enfrentamos en nuestras relaciones. Son pocos los que llegan al centro del asunto, los que indagan en lo profundo del corazón humano y recetan la cura bíblica. En medio de esta carencia llega Dave Harvey con su libro Cuando los pecadores dicen "acepto", un libro que merecidamente está obteniendo una amplia y positiva atención. C.J. Mahaney dice que "entrega claridad en el conflicto, esperanza en la desesperación y señala el camino a un matrimonio lleno de gozo que glorifica a Dios". Jerry Bridges también dice que "será de ayuda para cualquier pareja no importando si ha estado casada cinco semanas o cincuenta años". Y por último, Randy Alcorn lo llama "un maravilloso libro" que es "honesto, revigorizante, práctico y, por sobre todo, bíblico". Lo que ha inspirado estas entusiastas críticas es el enfoque del libro en la dura realidad del pecado y en la hermosa realidad de la gracia. Cuando pecadores dicen "acepto" es un libro que se centra bastante en el pecado. A decir verdad, este tema es predominante en la primera mitad el libro. Esto podría parecer innecesario para algunos e incluso depresivo para otros, pero ignorar el pecado es ignorar una de las más grandes realidades del ser humano. Harvey escribe: "hasta que el pecado [no] sepa amargo, el matrimonio no podrá ser dulce". Y así, escribe sobre el pecado y la gracia con el fin de promover matrimonios placenteros que glorifiquen a Dios. Este no es un manual de instrucciones o un "paso a paso" para un matrimonio feliz; no revela secretos ni conocimientos antiguos que hasta ahora habían estado ocultos. Al contrario, simplemente ofrece la visión realista de la Biblia sobre la realidad del pecado humano y el poder del evangelio para construir y sostener matrimonios saludables y felices que honren y glorifiquen a Dios. Yo no lo puedo decir mejor que Paul David Tripp. En el prólogo del libro, él dice: "Este libro comprende el drama central de cada pareja casada. Este drama no respeta raza, origen étnico, ubicación o período de la historia y es lo único que explica la fatalidad y la esperanza de cada relación humana. Este tema se encuentra en cada página de este libro de alguna manera. ¿Cuál es este drama? Es el drama del pecado y la gracia." Harvey trata el tema del pecado de forma franca, honesta e implacable y en base a eso permite que la gracia brille en todo su esplendor. Aunque cada matrimonio siempre será la unión de dos pecadores, Dios es bueno en concedernos su gracia, la cual nos permite tener relaciones sólidas, alegres y que glorifican a Dios. Intenso en la descripción del pecado e implacable en el seguimiento de éste hasta los lugares más recónditos de nuestros corazones (y por lo tanto, de nuestras relaciones), Cuando pecadores dicen "acepto" es una contribución muy bienvenida en un mercado con mucho movimiento. Recomendaría sin dudar este libro a cualquier pareja e incluso a cualquier persona soltera. Es uno de los mejores libros que he tenido el privilegio de leer sobre el matrimonio y las relaciones. Todos necesitamos percibir el gusto amargo de nuestro pecado para que la gracia pueda ser dulce. El enfoque bíblico del libro pondrá tanto al pecado como al Salvador bajo una luz clara, ayudándonos a construir relaciones sólidas centradas en Cristo y para su gloria.

Cuando pecadores dicen "acepto": descubriendo el poder del Evangelio para el matrimonio. Dave Harvey. Shepherd Press, 186 páginas.

Esta reseña fue publicada originalmente en Tim Challies
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Señales de peligro de una relación amorosa poco saludable
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Señales de peligro de una relación amorosa poco saludable

Seguro que todos hemos visto relaciones amorosas que terminan mal. Todos hemos visto ir personas de relaciones imprudentes y poco sanas a matrimonios turbulentos, difíciles o incluso catastróficos. ¿Cómo podemos ayudar a las personas a evitar esto? ¿Cuáles son algunas de las señales de peligro de una relación poco saludable? Los libros de Lou Priolo a menudo han sido útiles para mí en esto y ha demostrado ser así una vez más con un pequeño librillo que él ha escrito sobre este tema. Él entrega una larga lista de señales de peligro, pero quisiera centrarme en solo 6 de ellas, aquellas que he visto con más frecuencia.

Dudas persistentes sobre la relación: la primera señal de advertencia es la existencia de dudas continuas sobre la relación. Existen muchas razones por las que las personas pueden experimentar tales dudas. Algunas de ellas pueden ser válidas y otras pueden ser ridículas y la dificultad está en saber cuál es cuál. Priolo advierte: «La Biblia enseña que, como seguidor de Jesucristo, no debes avanzar hasta que estés seguro de que lo que estás apunto de hacer no es pecado» (ver Ro 14:5, 23). Podemos obtener de la Biblia un «principio de espera» que nos advierte que no actuemos hasta que tengamos confianza de que no será pecaminoso continuar. «Si no puedes continuar para hacer lo que te gustaría hacer sin tener la fe (la seguridad basada en la Escritura) de que puedes hacerlo para la gloria de Dios, es mejor esperar hasta que tu consciencia haya sido formada por la Palabra de Dios». Si tienes dudas serias y persistentes sobre si es sabio continuar hacia el matrimonio, hazte el tiempo y esfuérzate por resolver esas dudas bíblicamente. Temas prohibidos: otra señal de advertencia sobre relaciones amorosas poco saludables es la existencia de temas prohibidos. ¿Hay algunos temas que tu novio o novia se rehúsa a discutir? ¿Existen temas que evitas tocar por temor al enojo o a herir sentimientos? Existen al menos dos señales de advertencia envueltas en tal situación: «Esos tipos de patrones de pensamiento podrían indicar una incapacidad de resolver conflictos bíblicamente por parte de tu pareja o un excesivo deseo de aprobación por tu parte». También podría ser miedo: miedo a la respuesta emocional o incluso física de la otra persona. De cualquier modo, un matrimonio no puede prosperar si una pareja tiene temas que permanecen prohibidos, donde la intimidad relacional puede existir solo si no se tocan ciertos temas. Aprende a conversar con tu futuro cónyuge sobre todo y preocúpate si hay temas que siguen siendo prohibidos. Aumento de la intimidad física: una señal de advertencia muy grave dentro de las relaciones amorosas es el aumento de la intimidad física (intimidad que solo es apropiada dentro del matrimonio). Por supuesto que la expectativa cultural es que una pareja rápidamente aumente el componente físico en sus relaciones hasta que estén seguros de que son compatibles sexualmente. Solo entonces estarán convencidos de que pueden tener un matrimonio sano. Sin embargo, La Biblia entrega muchas y repetidas advertencias sobre la intimidad sexual fuera del matrimonio (lo que incluye, por supuesto, la intimidad sexual antes del matrimonio). De hecho, 1 Tesalonicenses 4 va tan lejos que denomina tal actividad sexual como «degradación» de la otra persona, explotándola para obtener tu propio placer. Preocúpate si tu novio o novia aumenta la intimidad o te presiona para aumentarla. Toma esta falta de dominio propio y esta falta de deseo por la pureza sexual como una señal de advertencia, busca ayuda y consejo de otros. Fuerte oposición de familiares y amigos: es sabio preocuparse por tu relación amorosa si es que tu familia y tus amigos de confianza se oponen a ella (en especial la familia y los amigos cristianos). La Biblia a menudo enseña la importancia de buscar y poner atención a la sabiduría de otros. Su sabiduría no es inerrante, pero aun así podría ser valiosa. Ellos podrían estar viendo cosas que tú no ves. Podrían tener la sabiduría y el conocimiento que a ti te falta. «En la multitud de consejeros piadosos hay sabiduría. … Si las objeciones son bíblicas (si existen razones bíblicas válidas para considerar esperar casarse o reconsiderar casarse), entonces, antes de avanzar, espera hasta que los problemas se resuelvan. Permite que la Escritura sea tu guía en todos los aspectos de fe y práctica». Pregúntales a consejeros confiables sobre tu relación y considera cuidadosamente sus preocupaciones. Falta de armonía espiritual: la Biblia prohíbe que los cristianos se casen con no cristianos, por lo que la armonía espiritual más importante viene al asegurarte de que tu futuro cónyuge es un verdadero creyente. He conversado con muchos esposos y esposas con el corazón destrozado porque se han dado cuenta demasiado tarde de que se casaron con un no creyente. ¡Asegúrate de saberlo! Otro tipo de disonancia espiritual es cuando las diferencias doctrinales fundamentales dividen al matrimonio (problemas como desacuerdos sobre los roles de esposos y esposas o sobre la manera en que Dios guía a su pueblo, ya sea por medio de la Escritura o por medio de otros tipos de revelación). Discutan y decidan lo que creen sobre el bautismo de niños, sobre la asistencia y la membresía de la iglesia. No hay nada más importante para una relación amorosa que la comunicación, por lo tanto tómate el tiempo de conversar todo. Habla, escucha y busca la armonía. Incapacidad de resolver conflictos: otra señal de advertencia grave es la incapacidad de resolver conflictos. Podemos ir tan lejos como para decir que las dos cualidades esenciales de un cónyuge son una fe cristiana compartida y una capacidad para resolver conflictos a la manera de Dios por medio de la Palabra de Dios. Si estas están en su lugar, todo lo demás puede continuar. «La diferencia entre un buen matrimonio y un mal matrimonio no es necesariamente que en el primero hay poco o nada de conflicto y en el último hay demasiado conflicto. La diferencia está en que en un buen matrimonio los conflictos se resuelven bíblica y rápidamente y con una mínima cantidad de pecado». Tendrás conflictos y debes aprender a resolverlos de una manera saludable. También necesitas entender que el conflicto no es necesariamente malo y, de hecho, a menudo es necesario para resolver problemas que aparecen inevitablemente entre seres humanos pecadores. No obstante, un matrimonio sano depende de una pareja que está aprendiendo a resolver sus problemas de una manera constructiva. Estas son solo seis señales de advertencia. Para saber más, y para trabajar en el cuadernillo práctico con el fin de identificar y lidiar con ellas, considera obtener el librillo de Lou Priolo Danger Signs of an Unhealthy Dating Relationship [Señales de peligro de una relación amorosa poco saludable] (disponible solo en inglés)].
Este recurso fue publicado originalmente en Tim Challies. | Traducción: María José Ojeda
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RESEÑAS: EL DISCÍPULO RADICAL
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RESEÑAS: EL DISCÍPULO RADICAL

No he leído demasiados libros de John Stott. Sin embargo, al escribir sermones y mis propios libros ha habido varias veces en que he descansado en sus comentarios y siempre los he encontrado muy útiles —bíblicamente fieles y llenos de sabios puntos de aplicación—. Por supuesto, a menudo he hecho referencia al que bien podría ser su más grande libro, La cruz de Cristo, y conozco gente que se convirtió tras leer su obra Cristianismo básico (entre ellos Derek Thomas). Aunque su ministerio tuvo un par de aspectos desafortunados (el más notorio de los cuales fue una cierta simpatía por la doctrina del aniquilacionismo), Stott es un hombre que permaneció fiel a su vocación y sirvió bien a la iglesia. También es un hombre que a menudo sirvió a la iglesia detrás del escenario, lo cual significa que el tiempo podría demostrar que pocos notaron su importancia en el momento. Con todo, en 2005 la revista TIME lo declaró una de las 100 personas más influyentes del mundo, así que supongo que alguien ya lo notó. Antes de retirarse del ministerio público activo, Stott escribió un último libro, el último de los más de 50 que escribió en su vida. El discípulo radical dirige la atención a los que él considera algunos de los aspectos descuidados de nuestra vocación cristiana. ¿Por qué este título? «Hay diferentes niveles de compromiso en la comunidad cristiana. Jesús mismo lo explicó al describir lo que sucede con las semillas de las que habla la Parábola del Sembrador. Las diferencias entre las semillas dependían del tipo de suelo donde caían. De la semilla sembrada en suelo pedregoso, Jesús dijo que no tenía raíz. La manera en que comúnmente evitamos el discipulado radical es siendo selectivos; es decir, eligiendo aquellas áreas en las que el compromiso nos va bien, y eludiendo aquellas otras que podrían resultarnos costosas. Pero, debido a que Jesús es Señor, no tenemos derecho a seleccionar en qué áreas someternos a su autoridad». Así, en este libro, él considera ocho características del discipulado cristiano que, aunque merecen ser tomadas en serio, son descuidadas con demasiada frecuencia. Estas son las áreas en que se concentra: el conformismo, la semejanza a Cristo, la madurez, el cuidado de la creación, la sencillez, el equilibrio, la dependencia y la muerte. Naturalmente, algunas de éstas serán un poco más polémicas que otras, y no me cabe duda de que, en lo alto de la lista, estarán la sencillez y el cuidado de la creación. En este último capítulo, Stott indica que él cree que el cambio climático producido por el hombre es un peligro inminente, y en el de la sencillez, toma partido por Ron Sider compartiendo un documento que aborda asuntos relacionados con la justicia, el desarrollo internacional y otras cuestiones candentes. Entre los capítulos más sólidos, al menos en mi evaluación, están los de la madurez (un tema que me toca y que aprecio) y la dependencia. Honestamente, en ciertos sentidos es un libro corriente. Tiene sus fortalezas y debilidades, como todos los libros, pero para un título que llama a la gente al discipulado radical, pareciera contener pocas ideas verdaderamente radicales. Al mismo tiempo, sin embargo, creo que tiene un valor genuino; dicho valor se encuentra en su autor y el momento en que lo escribió. El libro me recuerda un poco a Pecados respetables, de Jerry Bridges. En ambos casos el autor es un hombre mayor que ha presenciado tanto los altibajos de la iglesia como sus buenos y malos momentos. Ambos han viajado mucho y regresado con observaciones. Bridges observó pecados que los cristianos tienen la tendencia a pasar por alto mientras que Stott observó áreas en que los cristianos no están cumpliendo su vocación. En ambos casos, el libro tendría mucho menos valor si estuviera escrito por un autor de treinta y tantos años. Sin embargo, con la edad, con la experiencia, con un ministerio fiel y extenso, se adquiere el derecho a decir ciertas cosas; a hacer ciertas observaciones generalizantes. Al igual que Bridges, John Stott ha tenido un ministerio largo y fiel y se ha ganado el derecho a ser oído. Ha tenido la sabiduría de decidir cuándo retirarse; cuándo apartarse del ministerio público (y, hablando en serio, ¿cuántos hombres escriben un libro que no se necesitaba y luego continúan demasiado tiempo en el ministerio?). Si un hombre de la estatura de Stott escribe un libro esbozando ocho formas en que la iglesia debería mejorar, creo que haríamos bien en al menos leerlo y considerarlo. No me cabe duda de que pocos estaríamos de acuerdo con sus ocho énfasis, pero todos haríamos bien en al menos analizarlos y ver si hay en ellos algún llamado que necesitamos atender. Puedo, al menos, testificar que este libro me desafió.

El discípulo radical: aspectos del discipulado que con frecuencia se descuidan. John Stott. Ediciones Certeza Unida, 144 páginas.

Esta reseña fue publicada originalmente en Tim Challies. | Traducción: Cristian Morán.
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RESEÑA: EL SIGNIFICADO DEL MATRIMONIO
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RESEÑA: EL SIGNIFICADO DEL MATRIMONIO

Debe ser intimidante escribir un libro acerca del matrimonio. Los estantes de las librerías crujen debido al peso de los títulos que aseguran tener la clave para un matrimonio feliz o bíblico o centrado en el evangelio. Para sobresalir en un área tan poblada, es necesario que un libro ofrezca algo diferente, algo único, algo que lo distinga del resto. Tim y Kathy Keller salen a la palestra con su nuevo libro El significado del matrimonio, que se distingue por su profunda centralidad en el evangelio. Esto lleva a que los autores inviten al lector a profundizar en el evangelio de Jesucristo y también los obliga a mostrar cómo éste abarca cada parte del matrimonio. Aunque, en primera instancia, El significado del matrimonio fue escrito por Tim Keller, su esposa Kathy contribuye en diversas formas, particularmente, al escribir uno de los capítulos y al ser la esposa de Tim por casi cuatro décadas. Tim explica que el libro tiene tres raíces profundas: la primera de ellas es su matrimonio con Kathy; la segunda, es su ministerio pastoral, particularmente en Nueva York en una iglesia compuesta en su mayoría por solteros; y la tercera, y más fundamental, es la enseñanza bíblica sobre el matrimonio tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento. “Hace ya casi cuatro décadas, Kathy y yo estudiamos lo que la Biblia dice respecto al sexo, el género y el matrimonio. En los quince años siguientes, lo fuimos experimentando y aplicando en nuestro propio matrimonio. Y en estos últimos veintidós años, hemos puesto en práctica, además, todo lo aprendido de las Escrituras y de nuestra experiencia personal para guiar, animar, aconsejar y enseñar a jóvenes del entorno urbano en todo lo concerniente al sexo y al matrimonio”. Ellos hablan desde la poderosa combinación del conocimiento de las Escrituras y la experiencia de la vida real. Este libro se compone de ocho capítulos que tienen una fluidez lógica desde el fundamento bíblico para el matrimonio hasta las relaciones sexuales dentro de éste. En el capítulo 1, se enseñan los fundamentos para el matrimonio, mostrando cómo éste es idea de Dios y fue hecho para reflejar su amor salvífico por nosotros en Jesucristo. En el capítulo 2, se muestra cómo la obra del Espíritu Santo es fundamental para luchar contra el enemigo principal del matrimonio: el egocentrismo pecaminoso. En el capítulo 3, se toca el tema del amor, viendo cómo el sentimiento se relaciona (o no) con las acciones de amor. El capítulo 4 "La misión del matrimonio" apunta al propósito del matrimonio y entrega una larga discusión sobre las amistades espirituales, mientras que el capítulo 5 "Amar a la persona desconocida" nos enseña tres capacidades que cada esposo y esposa debe buscar. El capítulo 6, escrito por Kathy, celebra las diferencias entre sexos, observando el complicado tema del rol de género y complementariedad. La soltería y la sabiduría al buscar el matrimonio son temas del capítulo 7; por último, en el capítulo final se reflexiona sobre las relaciones sexuales, mostrando por qué la Biblia dice que el sexo es para el matrimonio y cómo esta relación puede darse dentro de ese contexto. 

EVANGELIO, EVANGELIO Y MÁS EVANGELIO

Desde el principio dije que la característica sobresaliente de este libro —también, su mayor fortaleza— es su profunda dependencia en el evangelio. El matrimonio simplemente no puede entenderse o practicarse sin estar arraigado al evangelio. “Si en los planes de Dios, el evangelio hubiera sido únicamente para la salvación en Jesús, el matrimonio exclusivamente 'funcionaría' en la medida en que nos aproximara al amor que entrega de Dios en Cristo". Por esa razón, el libro no va a ninguna parte hasta que Keller expone Efesios 5, donde se nos dice que el matrimonio es un “misterio profundo” que refleja la relación de Cristo con la iglesia. Junto a nuestra relación con Dios, no hay ninguna otra relación más importante que el matrimonio, “esa es la razón de que, igual que conocer a Dios, el llegar a conocer y amar a nuestra pareja sea una tarea difícil pero sumamente gratificante y plena. Como lo más doloroso, y lo más extraordinario: así es como la Biblia presenta el matrimonio. Y es posible que no haya habido otro momento histórico en nuestra cultura y en nuestra sociedad en el que sea más significativo alzar la voz a favor suyo desde esa perspectiva y singular”. Cuando Keller avanza hacia el tema del capítulo 2, “El poder del matrimonio”, nuevamente construye su argumento a partir del evangelio. Jesucristo no nos dejó solos, sino que nos dio el Espíritu Santo para tener poder sobre el pecado y para vencerlo. “La tarea del Espíritu Santo es, por consiguiente, desvelar el significado de la persona y obra de Jesús a los creyentes, y ello de manera que su gloria, en toda su inconmensurable importancia y bondad, se haga patente en la mente y en el corazón”. Cuando llega a la mente y al corazón, se da a conoceren el matrimonio, confrontando al egocentrismo que es intrínseco en nuestra naturaleza pecaminosa. “Para lograr un matrimonio feliz, es necesario aplicar la capacidad que el Espíritu forma en nosotros para el servicio, lo que supone retirarse del centro, para poner delante las necesidades de los demás. La obra del Espíritu de hacer real el evangelio en nuestras vidas debilita el natural egocentrismo del alma. [...] La profunda felicidad que puede vivirse en el matrimonio tiene gran parte de su fundamento en la renuncia generosa al propio yo ayudados por el Espíritu”. Esta centralidad en el evangelio continúa capítulo tras capítulo, siendo la base de las discusiones de amistad, soltería, sexo y roles complementarios.

RENOVACIÓN DEL PACTO

El capítulo sobre sexo merece una mención especial debido a su fuerza y cuidadosa atención a la dignidad. Keller comienza mostrando por qué es tan importante que el sexo permanezca dentro del contexto del matrimonio. Sólo después de eso, trata las formas reales en que un esposo y una esposa se relacionan dentro de la relación sexual. Situando la relación sexual dentro del contexto más amplio del pacto matrimonial, Keller dice que el sexo es un tipo de ceremonia de renovación del pacto en el que “se hace necesario avivar el fuego del corazón y renovar ese compromiso inicial” que ya se hizo. “Tiene que haber, por tanto, una oportunidad para traer de nuevo al recuerdo lo que nuestro marido, o esposa, significa para nosotros, haciendo renovada entrega de nuestra persona en amor y compromiso. Las relaciones sexuales entre marido y mujer son un medio extraordinario y verdaderamente especial de hacer realidad ese pacto”. A continuación, agrega, “cabe decir que el sexo es, muy probablemente, la forma más poderosa instituida por Dios para facilitar esa entrega mutua. El sexo hace posible que dos personas se digan: 'te pertenezco por entero, y de forma permanente y exclusiva'. Y nosotros no debemos hacer del sexo algo inferior a eso”. Se dedican pocas páginas a “La importancia del amor erótico en el matrimonio”, pero son instructivas. Los autores se centran más en las motivaciones de un corazón centrado en el evangelio que en las acciones. “La enseñanza cristiana en ese sentido es que el sexo es primariamente una forma más de comprender a Dios en su creación y de construir una comunidad, y, si somos capaces de disfrutarlo y hacer uso de ellos con esos fines en mente, antes que para satisfacción personal, el resultado será una realización personal mucho más extraordinaria de lo que podríamos pensar”. Me atrevo a decir que para cuando hayas terminado de leer este capítulo, vas a querer correr donde tu pareja y hacer el amor sólo para experimentar todo el gozo y plenitud que trae la relación sexual. No se tratará de probar esto o intentar esto otro —no fundamentalmente—, sino que sólo de disfrutar la belleza de lo que Dios nos ha dado en el regalo del matrimonio y de la relación sexual. Un componente del libro que merece especial atención es su utilidad para los solteros. La iglesia de Keller está compuesta predominantemente por solteros y cualquier cosa que él enseñe tiene que aplicarse a ellos. Esto lo llevó a dedicar gran parte de este libro a la soltería y a la búsqueda del matrimonio. La enseñanza que Keller entrega es animante y útil para aquellos que han elegido una vida de soltería y para los que están buscando un esposo o esposa.

CONCLUSIÓN

Este es un libro potente; es mi nuevo libro favorito sobre el matrimonio y el mejor de todos los que he leído en el año 2011. El significado del matrimonio eleva el matrimonio haciéndolo algo hermoso, santo y agradable. Junto con el matrimonio, viene la amistad, la compañía, el sexo y todo lo demás que Dios ha puesto para la relación matrimonial. Este libro celebra el matrimonio y lo hace dentro del contexto más grande de todos: el evangelio de Jesucristo. Haber leído el libro dos veces hizo que me preguntara cómo medirlo o evaluarlo mejor; tal vez hacer estas preguntas podría ser útil: ¿me gustaría leerlo con mi esposa o la animaría a que lo leyera sola? ¿Lo recomendaría a las personas de mi iglesia? En ambos casos, la respuesta es . De hecho, traje el libro en audio y lo escuché con mi esposa; su evaluación es igual a la mía: aunque existen muchos libros buenos sobre el matrimonio, este es uno de los que recomendaríamos primero. 

El significado del matrimonio: cómo enfrentar las dificultades del compromiso con la sabiduría de Dios. Timothy y Kathy Keller. B&H Español, 320 páginas.

Esta reseña fue publicada originalmente en Tim Challies
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RESEÑA: PROCLAME LA VERDAD
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RESEÑA: PROCLAME LA VERDAD

La predicación no es sólo para predicadores. Todo cristiano puede y, estoy cada vez más convencido, debería educarse sobre la tarea y la vocación del predicador. Estoy convencido de que, si todos los cristianos estudiasen en qué consiste la predicación, sería un gran beneficio. Esto se aplica aun a quienes nunca se pararán detrás del púlpito para llevar la Palabra de Dios a su pueblo. El libro que quisiera recomendar a los laicos deseosos de aprender sobre la predicación y a los pastores deseosos de aprender cómo predicar mejor es Proclame la verdad, de Albert Mohler. Publicado en 2010 por Editorial Portavoz, este libro es una mirada brillante y penetrante a la tarea y los desafíos de la predicación en un mundo postmoderno. No es una guía sobre cómo predicar ni una exhortación árida valorable sólo por quienes tienen algún grado teológico; en lugar de eso, es una argumentación convincente, cautivadora y bíblica para entender la absoluta centralidad de la predicación en la adoración cristiana. Este mundo postmoderno ha perdido su respeto por la predicación. Considerada una vez como el centro de la adoración cristiana, actualmente la predicación es vista por muchos cristianos como un suplemento en vez de un instrumento. En el prólogo del libro, John MacArthur escribe: «Una de las lecciones más claras que aprendimos de la historia de la iglesia es que la predicación consistentemente bíblica es trascendental para la salud y la vitalidad de la iglesia. Desde el inicio de la iglesia del Nuevo Testamento hasta la actualidad, cada etapa significativa de genuino avivamiento, reforma, expansión misionera o fuerte crecimiento de la iglesia también ha sido una era de predicación bíblica». De hecho, desde los primeros días de la iglesia hasta la Reforma, a través de avivamientos y despertares, la predicación siempre ha sido la herramienta que Dios ha usado para llamar, atraer, cambiar y revitalizar a su iglesia. Y, frente al testimonio de la historia, «es preocupante (…) que desde mediados del siglo pasado (o más) los evangélicos hayan dedicado tanta energía y tantos recursos a estrategias novedosas para el crecimiento de la iglesia que tienden a restarle importancia a la predicación bíblica». Hemos desviado nuestros ojos de la Escritura y del testimonio de la historia. Mohler comienza a examinar la predicación discutiendo el estado de ésta en nuestros días, yendo a Dickens y sus famosas palabras: «Era el mejor de los tiempos, era el peor de los tiempos». Aunque hay señales muy prometedoras y muchos cristianos están renovando el énfasis en la predicación, quedan miles de iglesias donde la predicación de la Palabra está siendo minimizada u olvidada del todo. Mohler presenta seis factores que, juntos, han contribuido a sovacar el rol de la predicación en la iglesia y a definirla como algo diferente a la exposición y la aplicación del texto bíblico. Aquí vemos cómo el mundo ha invadido y moldeado a la iglesia. Habiendo establecido el escenario, Mohler pone la predicación en su adecuado contexto en el centro mismo de la adoración cristiana, enseguida considera la naturaleza trinitaria de la predicación, y luego define la naturaleza de la predicación verdadera y bíblica como expositiva. Tras un capítulo que define este tipo de predicación, considera la autoridad y el propósito del predicador, la importancia de predicar la gran historia de la Biblia y la importancia de que cada pastor sea un teólogo. El libro concluye considerando los desafíos particulares de predicar a una cultura postmoderna, exhortando a los predicadores sobre la urgencia de su tarea y alentándolos observando el ministerio de Ezequiel. Un epílogo provee una breve biografía de Charles Spurgeon y discute su contagiosa pasión por la predicación. Este es un libro que desafiará y, espero, moldeará a muchos pastores. No puedo imaginar a un pastor que no saque algún beneficio de él. Mohler, un gran predicador por derecho propio, es apasionado por este tópico y habla a los demás predicadores como un predicador. Si eres pastor, ¡lee este libro! Te será una fuente de gran sabiduría y aliento. Sin embargo, como lo indiqué hace poco, creo que también es un libro ideal para ser leído y absorbido por todos los cristianos. Déjame ilustrarlo así: Si decidieras asistir a un juego de béisbol al menos una vez por semana durante el resto de tu vida, creo que querrías entender el deporte. Aunque siempre supieras que nunca estarás en la cancha, seguirías queriendo saber qué hace grande a un gran jugador; querrías entender cómo un lanzador enfrenta a un bateador y trata de superar su habilidad mezclando lanzamientos, velocidades, quiebres y posiciones; y querrías ver cómo un entrenador trata de establecer la alineación perfecta para enfrentar a los oponentes. Sin dicho conocimiento, no entenderías completamente el juego y no obtendrías tanto placer ni beneficio de él. De muchas maneras, lo que obtienes del juego depende de tu comprensión de él. De la misma forma, entender la predicación ayudará al cristiano en muchas maneras. Sabrá qué clase de predicación debería esperar y qué clase de predicador buscar; le dará un nuevo respeto por el predicador y por la dificultad y la singularidad de la tarea; le dará una razón para alabar a Dios por su don de la predicación y los predicadores. Como escribe el Dr. Mohler: «La teología de la predicación comienza con el conocimiento humilde de que la predicación no es una invención humana, sino una creación de la gracia de Dios y una parte central de la voluntad de Él revelada para la iglesia». Por supuesto, el creyente debe leer este libro con cuidado y humildad, sabiendo que su predicador es imperfecto y propenso a pecar. Sin embargo, su comprensión de la predicación le enseñará cómo escuchar, cuándo escuchar y por qué debe escuchar la predicación de la Palabra. Este es el tercer libro proveniente de la pluma del Dr. Mohler en un mismo año (2008). En mi opinión, es el mejor (al menos, considerando los tres que he leído hasta aquí). Aunque Mohler abordó adecuadamente la cultura y el nuevo ateísmo en sus dos títulos previos, en este libro hay una nueva clase de pasión. Mohler llama a poner una vez más en el centro un elemento de adoración que ha sido desplazado hacia la periferia. Lo hace con una seguridad basada en la Escritura y de una forma que atraerá a cualquier tipo de lector. Cómpralo, léelo, y cuando lo hagas, compra una copia para tu pastor.

Proclame la verdad: predique en un mundo postmoderno. R. Albert Mohler, Jr. Editorial Portavoz, 169 páginas.

Esta reseña fue publicada en Tim Challies. | Traducción: Cristian Morán 
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RESEÑA: EL MINISTERIO DE MUJERES EN LA IGLESIA LOCAL
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RESEÑA: EL MINISTERIO DE MUJERES EN LA IGLESIA LOCAL

El ministerio de las mujeres en la iglesia local, escrito por J. Ligon Duncan y Susan Hunt, es un libro práctico que busca entregar una guía sobre cómo y por qué una iglesia puede y debe tener un ministerio de mujeres efectivo. Es un libro oportuno, que llega en un momento donde la iglesia está en necesidad de este tipo de guía bíblica. El rol de las mujeres en la iglesia ha sido un área de gran disputa en el último tiempo, aunque afortunadamente, parece que la Escritura predominará. No obstante, muchas mujeres evangélicas, e incluso aquellas que parecen ser cristianas maduras, son feministas funcionales porque, como los autores señalan: «el único paradigma de feminidad que han escuchado es el del mundo». La iglesia tiene mucho terreno que preparar.
Dentro de este libro Duncan y Hunt construyen un marco teológico a través del cual una iglesia local podrá implementar un ministerio que honra el plan y el propósito de Dios para la iglesia. En lugar de ir contra o por el lado de la iglesia, el ministerio será uno con la iglesia, apoyando y complementando otros ministerios mientras anima y edifica a las mujeres. Según los autores, el propósito de este libro es fortalecer la iglesia de Cristo al presentar una teología práctica del ministerio de mujeres en la iglesia local. El libro responde cinco preguntas que son fundamentales para un ministerio exitoso y bíblico para las mujeres y por las mujeres:
  • ¿Por qué debería una iglesia tener un ministerio de mujeres? ¿Cuál es la apologética bíblica al respecto?
  • ¿Quién es responsable del ministerio de mujeres en una iglesia?
  • ¿Cómo se relaciona un ministerio de mujeres con el resto de ministerios de una iglesia?
  • ¿Cuáles son las tareas del ministerio de mujeres?
  • ¿Cómo puede una iglesia implementar un enfoque bíblico para el ministerio de mujeres?
El libro presenta un enfoque pactual y complementario a la femineidad y al ministerio de la mujer en la iglesia. «No hay nada más precioso, satisfactorio, encantador y que glorifique más a Dios que cuando los hombres y las mujeres viven y actúan en complementariedad». Duncan entrega cinco cosas que él siente que cada iglesia necesita hacer en conexión con una aceptación práctica de la femineidad bíblica:
  • Necesitamos cultivar mujeres piadosas, femeninas y cristianas.
  • Necesitamos promover matrimonios cristianos saludables.
  • Necesitamos más determinación para promover el matrimonio monógamo y heterosexual.
  • Necesitamos cultivar entre nuestras mujeres cristianas una aceptación grata de un liderazgo espiritual masculino comprometido con Dios, saludable y cristiano.
  • Necesitamos ayudar a las mujeres cristianas a apreciar las múltiples áreas de servicio disponibles para ellas en la iglesia y prepararlas efectivamente como mujeres que son para cumplir su ministerio.
Al discutir estas áreas de servicio, Hunt apunta a que la pregunta principal no debe ser qué es lícito, sino qué es necesario que una mujer haga. Ese es el enfoque del libro: ¿Qué pueden hacer las mujeres para llevar a cabo su llamado único y servir al Señor con sus dones? El centro del libro consta de un examen de cinco razones por las que el ministerio de mujeres es importante para toda iglesia evangélica saludable. Estas razones son:
  • Sumisión: por medio de ella tenemos la oportunidad de abordar útilmente el asunto de la naturaleza del hombre y de la mujer, un asunto que se encuentra al centro de la transición cultural en la que nos encontramos ahora.
  • Compasión: la Biblia enseña mucho y muy claramente sobre la masculinidad y la femineidad. Una iglesia que quiere ser bíblica quiere asegurarse de que las mujeres de la congregación abracen e implementen esta enseñanza.
  • Comunidad: cuando se niega, se altera o no se practica la masculinidad y la femineidad bíblica, eso lleva a desastres en matrimonios, familias e iglesias. El ministerio de mujeres entrega un ambiente sólido y seguro donde estos asuntos pueden abordarse.
  • Discipulado: debemos tener un acercamiento intencional y deliberado hacia el discipulado femenino (y masculino) porque hombres y mujeres son diferentes y estas diferencias necesitan ser reconocidas, tomadas en cuenta y abordadas en el curso del discipulado cristiano.
  • Escritura: la negación o el retorcimiento de la enseñanza clara de la Biblia sobre la masculinidad y la femineidad es una de las principales formas en que la autoridad bíblica está siendo socavada en nuestros tiempos. El ministerio de mujeres entrega un foro para entender los asuntos de autoridad bíblica.
Aunque este no es un libro que probablemente habría comprado espontáneamente, estoy agradecido de que me haya sido facilitado y me sorprendí al descubrir cuánto lo disfruté. En el blog Reformation21, Philip Ryken recientemente respaldó el libro diciendo: «no conozco ningún otro recurso que entregue tan efectivamente un fundamento bíblico para el ministerio de mujeres sin distorsionar la forma completa de la iglesia local, al poner el ministerio de mujeres en su contexto apropiado». Estoy de acuerdo con esa afirmación y, como el Dr. Ryken, me alegra recomendar este libro a pastores, ancianos y a cualquiera que esté involucrado en el ministerio de mujeres.

El ministerio de mujeres en la iglesia local. Susan Hunt, Ligon J. Duncan. Editorial Mundo Hispano, 192 páginas.

Esta reseña fue publicada originalmente en Tim Challies.
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RESEÑA: EL ENREJADO Y LA VID
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RESEÑA: EL ENREJADO Y LA VID

El enrejado y la vid es una metáfora que Colin Marshall y Tony Payne utilizan para presentar un cambio de mentalidad en el ministerio que aseguran cambiará todo. Esta no es una declaración menor: el enrejado, por supuesto, es una estructura que se utiliza para sostener y resistir una vid. En esta metáfora, el enrejado se refiere al trabajo administrativo dentro de una iglesia, aquellas tareas que, aunque son importantes, en realidad no están directamente relacionadas con el discipulado de personas. Por otro lado, el trabajo en la vid tiene que ver con aquellas tareas que involucran trabajar con ella: traer personas al Reino por medio del evangelismo y, luego, entrenarlas para que crezcan en su conocimiento de Dios y en su obediencia a él. Como los mismos autores dicen, "la tarea fundamental de todo ministerio cristiano es la de predicar el evangelio de Jesucristo en el poder del Espíritu Santo, cuidando que la gente se convierta, cambie y alcance una mayor madurez en ese evangelio". Sin embargo, el problema es que encargarse del enrejado tiende a ser más importante que encargarse de la vid. Tal vez esto se debe a que el trabajo en el enrejado es más fácil y menos amenazante; tal vez parece ser más impresionante. Pero por una razón o la otra, muchos cristianos, y pastores en particular, se ven sobrepasados por el trabajo en el enrejado, lo que les deja poco tiempo y atención para dedicarse a la vid. "Cualquiera que sea la razón, no hay duda de que en muchas de nuestras iglesias solemos dar más importancia a mantener y mejorar el enrejado que a cuidar de la vid". Lo que Marshall y Payne sugieren en este libro es que la mayoría de las iglesias cristianas necesitan llevar a cabo una reevaluación radical de lo que realmente es el ministerio cristiano. Necesitan retroceder a las bases para entender los propósitos y metas del ministerio, para aprender cómo continuar y ver nuevamente el rol que desempeñamos en ella. En el libro se argumenta que "las estructuras no hacen crecer el ministerio, así como los enrejados no hacen crecer las vides, y que la mayoría de las iglesias necesitan hacer un cambio deliberado: dejar de erigir y mantener estructuras, y dedicarse a formar personas que sean discípulos de Cristo hacedores de discípulos". Los autores ofrecen una lista de once cambios de mentalidad que podrían ser necesarios para las iglesias: "enfocarnos en las personas, en vez de llevar a cabo programas"; "preparar a las personas, en vez de llevar a cabo eventos"; "desarrollar a las personas, en vez de usarlas"; "capacitar a nuevos trabajadores, en vez de llenar vacantes"; "ayudar a las personas a avanzar, en vez de solucionar problemas"; "desarrollar liderazgo de equipo, en vez de aferrarse a los pastores ordenados"; "forjar sociedades pastorales, en vez de concentrarse en la estructura política de la iglesia"; "establecer sistemas locales de capacitación, en vez de depender de otras instituciones dedicadas a ello"; "apuntar a una expansión a largo plazo, en vez de concentrarnos en las presiones inmediatas"; "ocuparse del ministerio, en vez de la administración"; "buscar el crecimiento del evangelio, en vez del crecimiento de la iglesia". Una vez hecho eso, muestran que cada cristiano es llamado a ser un viñador, por lo que no es un dominio exclusivo de los pastores o de los ancianos, sino que es el llamado de Dios para todos los creyentes. "Para empezar," dicen, "Jesús no tiene dos clases de discípulos: los que dejan atrás sus vidas para servirle, y los que no lo hacen. El llamamiento al discipulado es el mismo para todos". La agenda fundamental para todos los discípulos es ser hacedores de discípulos. Esto no nos lleva únicamente al evangelismo, sino que también a ayudar a otros cristianos a crecer en santidad. Sea evangelizando o discipulando (o "capacitando", si lo queremos), el llamado fundamental de los cristianos es evangelístico y cada cristiano es un ministro. Marshall y Payne apuntan hacia el concepto de "compañerismo en el evangelio", que dicen es "la vida cristiana [...] habitual. Esta frase significa permanecer juntos en el evangelio, o sea, decididos a vivir como ciudadanos del cielo en medio de nuestra generación corrupta, anhelando la defensa y proclamación del evangelio, luchando por ello y soportando con valentía los conflictos, luchas y persecuciones que inevitablemente sobrevendrán después". Mientras tanto, el centro de la capacitación "no es ejercitar una habilidad, sino impartir la sana doctrina". Debemos capacitarnos los unos a los otros para rechazar la falsa doctrina y amoldar corazones y vidas a la sana doctrina. "Un buen entrenamiento bíblico da por resultado una vida santa basada en una enseñanza sana y sanadora". Estos cambios de mentalidad impactarán necesariamente casi todos los aspectos de la vida de iglesia, llegando incluso a la predicación de la Palabra y al llamado de algunos cristianos al servicio del evangelio a tiempo completo. Dentro del libro se cubren estos temas, incluso yendo tan lejos como para titular un capítulo (peligrosa y tal vez un poco maliciosamente) "¿Por qué el sermón del domingo es necesario pero no suficiente?". El enrejado y la vid es un libro que con seguridad muy pronto leería nuevamente, pues me ayudó a ver, más claro que nunca —creo—, cuánto de lo que pasa por ministerio dentro de una iglesia en realidad es "mero" trabajo en el enrejado. Por supuesto que tal trabajo es importante, pero se le puede dar una importancia inapropiada tan fácilmente y puede convertirse en el centro del trabajo de la iglesia, mientras la vid, las personas, son descuidadas. En el pasado, he estado involucrado en iglesias de "enrejado" y puedo dar testimonio del grave peligro que corren. Este libro me ha hecho pensar y reflexionar bastante. Mark Dever dijo sobre El enrejado y la vid, "entre los libros que he leído, éste es el que más nos dirige hacia la verdadera naturaleza del ministerio pastoral". Este no es un elogio menor, pues viene de un hombre que ha dedicado gran parte del trabajo de su vida en el mismo ministerio. Estoy de acuerdo con Dever (que está mucho más calificado que yo para hacer esa evaluación); éste es un muy buen libro y ofrece una gran cantidad de sabiduría bíblica y piadosa. Considero que es un libro extremadamente recomendable y estaría muy contento de verlo en manos de todos los pastores y líderes de iglesia.

El enrejado y la vid: una visión que transformará tu iglesia: discípulos que hacen discípulos. Colin Marshall y Tony Payne. Torrentes de Vida, 219 páginas.

Esta reseña fue publicada originalmente en Tim Challies. | Traducción: María José Ojeda 
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RESEÑA: DISCIPLINAS ESPIRITUALES PARA LA VIDA CRISTIANA
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RESEÑA: DISCIPLINAS ESPIRITUALES PARA LA VIDA CRISTIANA

Casi siempre llevo conmigo una libreta o un cuaderno para poder anotar pensamientos a medida que se me van ocurriendo durante el día. Algunos de ellos terminan siendo artículos y otros, material de devocional. La mayoría de las veces, vuelvo a leerlas semanas o meses después y no tengo ni la más mínima idea de lo que quieren decir o de lo que estaba pensando cuando las anoté. Hace poco vi un comentario en un cuaderno que sí tuvo sentido para mí. Había escrito sobre la diferencia entre mi amigo Jason y yo cuando nos sentamos con una guitarra en nuestro regazo y una partitura frente a nosotros. Yo puedo leer la música, rasguear las cuerdas y no hacer más que terribles y desagradables sonidos que poco parecen música. Jason, por otro lado, puede sentarse y hacer música a voluntad, incluso sin partitura frente a él. La diferencia entre Jason y yo no es una habilidad musical innata o la calidad de nuestras guitarras. La diferencia está en la práctica disciplinada. Jason ha dedicado miles de horas a afinar sus habilidades, por lo que parece necesitar poco esfuerzo para tocar música. La libertad de tocar con sus habilidades viene solo a expensas de un esfuerzo disciplinado y dedicado.

Don Whitney usa esta misma metáfora para mostrar la importancia de ser disciplinado en la búsqueda de la piedad, ya que hay libertad en la disciplina. La libertad de crecer en piedad, para «expresar los atributos del carácter de Cristo a través de nuestra propia personalidad. Este tipo de libertad es la “recompensa” o el resultado de la bendición de Dios sobre nuestro compromiso con las Disciplinas Espirituales» (pág. 20). Por lo tanto, este libro es una revisión de las disciplinas espirituales: dadas por Dios, diseñadas para ayudarnos a crecer en piedad y que nos permiten ser conformados más y más a la imagen de Cristo. Las disciplinas de las que Whitney escribe son:
  • La asimilación de la Biblia
  • La oración
  • La adoración
  • La evangelización
  • El servicio
  • La mayordomía
  • El ayuno
  • El silencio y el retiro
  • Escribir un diario
  • Aprender
El prólogo del libro es un examen de la razón para disciplinarnos a nosotros mismos en las disciplinas espirituales y Whitney enseña aquí que debemos hacer todo para la gloria de Dios. Debido a que Dios nos pide cada una de estas disciplinas, existe el peligro de descuidar cualquiera de ellas. Por lo tanto, se examina cada una de estas disciplinas a la luz de darle la gloria a Dios por medio de ellas. El libro cierra animando a perseverar en ellas, incluso en los tiempos inevitables de sequía espiritual. Se extrae y se examina cada una de las disciplinas a la luz de la Escritura. El autor muestra la base bíblica para cada disciplina, explica que estas disciplinas ayudarán al crecimiento en piedad del cristiano y entrega sugerencias para comenzar a ponerlas en práctica. Cada capítulo cierra con una sección titulada «Más aplicación» en donde se desafía al lector a poner en práctica estas disciplinas en su vida. Uno de mis aspectos favoritos de los escritos de Whitney, en este libro y otros, es que se apoya mucho en los puritanos y en otros grandes cristianos del pasado. Esto es especialmente importante en una discusión sobre disciplinas espirituales, ya que estas son prácticas que se consideraban mucho más en el pasado que en la actualidad. Cuando examinamos estas prácticas, hay mucho que aprender de estos grandes creyentes. Mientras que la inmensa mayoría de las fuentes citadas en este libro provienen de autores puritanos y reformados, hay varias referencias a Richard Foster. Le pregunté a Whitney sobre esto y él me respondió lo siguiente: «… puesto que no es un libro académico, no quería que el énfasis fuera crítico (en un sentido académico), sino más bien quería exponer de maneras prácticas lo que yo pensé que la enseñanza bíblica dice respecto a estos temas y busqué buenas citas de apoyo. Ocasionalmente, citar a Foster sirvió para esos propósitos. Sin embargo, cuando lo cité, mi intención jamás fue aprobarlo como lo hice con la mayoría de los otros escritores. Por ejemplo, nunca dije algo como, “Como dijo el GRAN Richard Foster,”... esto fue antes de que Foster comenzara con Renovarè y antes de que se metiera en otros asuntos». También me remitió a un par de artículos que él había escrito que muestran sus pensamientos sobre el misticismo cristiano. No haré una tormenta en un vaso de agua, la respuesta de Whitney me dejó completamente tranquilo y de ninguna manera creo que sus alusiones a la obra de Foster le quitan valor al poderoso mensaje de Disciplinas espirituales para la vida diaria. Simplemente, no quisiera que personas vieran las referencias a Foster en la bibliografía y no consideraran leer un libro maravilloso. Encuentro que este libro es poderoso y, sobre todo, convincente. Debido a que es tan bíblico (continuamente vuelve a la Palabra de Dios) permitió que el Espíritu actuara y me convenciera en áreas de mi vida en donde me he relajado. Mientras me alegro de que Dios me haya permitido convertirme en una persona disciplinada en algunas áreas de la vida, ahora sé que existen muchas otras en donde debo hacer cambios, para no estancar mi crecimiento espiritual. Recomiendo este libro tremendamente para estudio personal o grupal (por favor, fíjense que existe una guía de estudio relacionada que se puede comprar por separado).

Disciplinas espirituales para la vida cristiana. Donald Whitney. Tyndale House Publisher,  384 páginas.

Esta reseña fue publicada originalmente en Tim Challies. | Traducción: María José Ojeda 
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RESEÑA: UNA VIDA DE ORACIÓN
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RESEÑA: UNA VIDA DE ORACIÓN

Siempre que escribo una reseña sobre un libro que aborda el tema de la oración siento la necesidad de señalar que los estantes de las librerías ya están crujiendo debido al peso de ellos. Probablemente, existen cientos y miles de libros sobre la oración. Un nuevo libro respecto al tema tendrá que ser demasiado bueno para sustituir los excelentes recursos que ya están disponibles. Paul Miller, quizás un poco a regañadientes, toma este desafío en su nuevo libro Una vida de oración: conectándose con Dios en un mundo lleno de distracciones. Lo que me atrajo a este libro fue el prólogo escrito por David Powlison. En él, David recomienda completamente este libro y dice que «Una vida de oración le dará una realidad viva y vibrante a sus oraciones. Tómelo en serio». ¿Qué cristiano no quiere aprender a orar mejor? ¿Qué cristiano afirmaría que sus oraciones son tan poderosas como siempre quiso que fueran? El amplio número de libros sobre este tema da cuenta del deseo de los cristianos por orar más y mejor. Una vida de oración es fruto de los muchos seminarios de oración que Miller lideró a lo largo de los años. En su estructura y en su enseñanza, este libro genera la sensación práctica y real de un seminario. El centro del libro está en las historias familiares (no son cuentos dramáticos, sino que pequeñas anécdotas de la vida y de la sobrevivencia cotidiana). Estas historias no sólo ofrecen ese toque personal que le quita al libro esa noción abstracta, sino que también entregan cierta cohesión, escrita capítulo a capítulo y parte a parte. El libro comienza con una breve reflexión sobre por qué los cristianos luchan tanto con la oración. Miller dice apropiadamente, «estoy seguro de que muchas personas fallan en orar adecuadamente porque buscan más a la oración que a Dios». Irónicamente, convierten a la oración en su centro en vez de centrarse en aquel a quien oran. La oración se convierte en un fin en sí mismo más que el medio por el cual nos relacionamos con Dios. ¡No es de extrañar, entonces, que nos cueste! «Por consiguiente, la oración no es el centro del libro. Llegar a conocer a una persona, a Dios, es el centro». Otra fuente de la frustración que muchas personas sienten cuando reflexionan en sus vidas de oración viene de trabajar esta disciplina en un nivel abstracto, separada del resto de la vida. Es por esta razón que Miller propone una vida de oración y no sólo momentos cortos. Esto es algo que debe aprenderse a lo largo del tiempo y que necesita ser alimentado. «Una vida de oración no es algo que se logra en un año. Es una trayectoria de toda una vida». Miller enseña la oración en treinta y dos capítulos divididos en cinco partes. En la primera, él escribe sobre orar como un niño: la confianza y el asombro de los niños que conmovió tanto a Jesús y provocó que los usara como ejemplo para sus discípulos. Miller quiere que los lectores aprendan a hablar con su Padre; que aprendan a amar pasar tiempo con él; que aprendan a ser indefensos como lo son los niños ante sus padres; y que aprendan a clamar «Abba» continuamente como lo hizo Jesús. En la segunda parte, él anima a los lectores a «confiar otra vez», a dejar de lado el cinismo endémico en nuestra cultura. Este cinismo es en gran parte la razón que evita que disfrutemos a Dios y confiemos en él en oración. La tercera sección está dedicada a aprender cómo pedir a Dios: cómo pedirle cosas en oración y a hacerlo con confianza. Él muestra por qué nos es tan difícil pedir y nos enseña los motivos por los que podemos hacerlo. Luego, observa las promesas de Dios en relación con el pan de cada día y «la venida del reino» junto con las promesas extraordinarias de Jesús cuando él decía, «todo lo que pidan en mi nombre, lo haré». La cuarta parte, trata el tema de vivir en la historia del Padre, de ver la oración dentro de la gran historia que Dios está escribiendo en la vida de su pueblo. La quinta y última sección, «orando en la vida real», es la parte más práctica del libro, en la que enseña a orar en la vida real utilizando diarios, tarjetas de oración, etc. Esta es una pequeña sección de aplicación práctica que sucede a mucha buena enseñanza. Una vida de oración es un libro digno de ser citado que ofrece muchas líneas, oraciones y excelentes reflexiones. Éste es sólo un ejemplo de una que llamó mi atención: Miller pregunta, «¿cómo se amaría a alguien sin oración? Es decir, ¿cómo sería amar a alguien por quien no se puede orar? Era un enigma para mí. No podía descifrar cómo sería. El amor sin ser capaz de orar se siente depresivo y frustrante, como tratar de hacer un nudo con los guantes puestos. Yo sería incapaz de hacerle un verdadero bien a la otra persona. La gente es demasiado complicada; el mundo es demasiado malo; y mi propio corazón está demasiado desenfocado como para poder amar adecuadamente sin orar. Necesito a Jesús». Desde los primeros capítulos hasta el último, el libro está lleno de buena enseñanza. Hay muy pocas cosas que dice Miller que no se apoyan inmediatamente en la Escritura. Incluso, en este libro lleno de historias de su familia, él es capaz de no ser el protagonista. Éste es un libro que se trata principalmente de Dios: el Dios que le pide a su pueblo que vaya a él con la confianza de que él escucha y responde las oraciones. Miller propone constantes desafíos para primero entender la oración correctamente y, luego, orar, sabiendo que Dios desea que su pueblo ore. Sí, quiero señalar lo que considero una debilidad de este libro y tiene que ver con algunas de las personas que Miller cita. Aquellos que han leído otros libros sobre la oración podrían ver de igual manera que Miller le debe mucho al misticismo. Es claro que él basa al menos una porción de su teología y práctica de la oración en él. En ocasiones, existe una cualidad mística en lo que enseña. Podemos comenzar a ver la fuente de esto en el montón de veces que cita a Thomas Merton. Ahora, sé que muchas personas lo citan como una autoridad de la oración; no he leído sus libros sobre este tema por lo que no puedo opinar. Sin embargo, inevitablemente, puesto que es un monje trapista católico romano, la teología de Merton empeora cada vez que se acerca más a la cruz. Por consiguiente, si un autor quisiera citarlo debiese hacerlo con el máximo cuidado. Mi preocupación con el libro de Miller es que él podría llevar a las personas a investigar a Merton y a leer no sólo lo que escribió sobre la oración, sino que también sobre otros temas. Por lo tanto, hay una buena razón para ser cuidadosos en este punto. Este énfasis místico en la oración fluye como una idea subyacente a través del libro, no destruyéndolo, pero en ciertos momentos —siento— quitándole valor. Si dejo de lado esa preocupación, todavía no dudo en recomendar Una vida de oración. Quizás la mayor fortaleza de este libro es el énfasis constante que hace Miller en que la oración no puede ser un accesorio de la vida cristiana; no puede ser un complemento, sino que tiene que ser siempre instrumental. Este libro los equipará para entender la oración apropiadamente y, en ese cimiento firme, comprometerse con ella, con la confianza de que Dios está dispuesto y es capaz de escuchar y responder nuestras oraciones.

Una vida de oración: conectándose con Dios en un mundo lleno de distracciones. Paul E. Miller. Tyndale House Publishers, 304 páginas.

Esta reseña fue publicada originalmente en Tim Challies.
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RESEÑA: LOS CRISTIANOS TAMBIÉN SE DEPRIMEN
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RESEÑA: LOS CRISTIANOS TAMBIÉN SE DEPRIMEN

Uno de los momentos en una conferencia favoritos hasta ahora para mí ha sido una interacción entre John MacArthur y John Piper. Los detalles son un poco confusos, pero si la memoria me ayuda bien, estaban participando en un panel de discusión y el moderador les preguntó sobre la depresión. Piper describió algunos de sus momentos más oscuros en la vida y en el ministerio, diciendo que por un largo periodo de tiempo (meses o años) lloraba todos los días. Luego fue el turno para que MacArthur hablara y dijo, «nunca he estado deprimido por un día en mi vida». Era una declaración práctica, creo, desprovista de cualquier tipo de juicio. Era simplemente la verdad. Es probable que no recuerde perfectamente, pero algo así fue lo que sucedió. Y puso en claro contraste cómo dos hombres, que son usados poderosamente por el Señor, pueden tener experiencias y disposiciones tan diferentes. Los cristianos también se deprimen. Esta afirmación podría parecer un poco trillada, pero es un mensaje importante y uno que los cristianos necesitan escuchar. Se les ha enseñado a demasiadas personas que los cristianos (los verdaderos cristianos, los buenos cristianos, los cristianos reales) no se deprimen o que la depresión es la consecuencia de un pecado grave. Esto acumula culpa y angustia sobre aquellos que ya están sufriendo dolor mental y emocional. ¿Mi depresión es el resultado de un pecado que cometí contra Dios? ¿Hay algún pecado que necesito confesar para que todo se vaya? ¿Soy verdaderamente un cristiano? Con la angustia viene el estigma de que aquellos que sufren deben hacerlo en silencio, con miedo y vergüenza de admitir lo que están pasando. Muchos cristianos simpatizan con el dolor físico, pero ponen sus ojos blancos con el dolor emocional. El mensaje central del pequeño libro de David Murray sobre la depresión se encuentra en el título: Los cristianos también se deprimen. Este mensaje es extraordinariamente liberador. Disipa inmediatamente muchísimos de los conceptos erróneos peligrosos e inútiles. No queremos que esto dé licencia para revolcarse en la depresión, sino que nos permita ver, creer y entender que para muchas personas la depresión es para la mente caída así lo que la enfermedad es para el cuerpo caído. El libro tiene una estructura simple de seis capítulos:
  • La crisis: una lista de ocho razones por la que debemos estudiar este tema
  • La complejidad: la actitud y el espíritu que los cristianos deben mantener cuando estudian este tema. Aquí Murray le pide a los cristianos que eviten los extremos y busquen el equilibrio; también, que eviten el dogmatismo y busquen la humildad
  • La condición: en este capítulo Murray define la depresión y entrega una lista de las formas en que esta puede manifestarse en la vida
  • Las causas: en el que podría ser el capítulo más importante del libro, Murray discute las diversas causas de la depresión
  • Las curas: existen muchas maneras de curar la depresión. Para responder a la pregunta que todos se están haciendo, Murray recomienda el cuidadoso y medido uso de medicamentos en algunas circunstancias
  • Los cuidadores: cómo los amigos, los miembros de la familia y los pastores deben cuidar de quienes están deprimidos

Creo que la mayor fortaleza de este libro está en su liberador mensaje de que la depresión no necesita ser una fuente de vergüenza y que no debe cargar con el tabú que provoca que aquellos que sufren de depresión se escondan en vergüenza. Al mismo tiempo, no debe provocar que otras personas respondan con sorpresa, con recriminación o con juicio. Murray hace un buen trabajo al alinear la depresión (el sufrimiento mental o emocional) con el sufrimiento físico que todos experimentamos en la vida. Aunque podría haber sido provocado o agravado por el pecado, no debemos permitirnos asumir que este siempre es el caso.

Otra fortaleza es el tono medido y pastoral de este libro. Demasiadas publicaciones sobre este tema son víctima de pinceladas generales y juicios amplios. Murray deja en claro que para él la depresión no es extraña; él la ha enfrentado en su ministerio y «entre mis amigos y algunas de las personas que más amo en este mundo». Esto lo lleva a hablar con cuidado, a hablar con sensibilidad y a usar matices donde estos están garantizados. La persona que están lidiando con la depresión, con la ansiedad o con los ataques de pánico encontrará compasión y esperanza en las palabras de este libro y en el mensaje del Evangelio del que depende. Contenido en solo 124 páginas, Los cristianos también se deprimen es un libro suficientemente corto que aquellos que sufren pueden leer, donde un libro de 200 y 300 páginas podría ser demasiado, este es corto, accesible y urgente. Además es una lectura valiosa para aquellos que están intentando ayudar a amigos o a miembros de la familia que están lidiando con la depresión. Es el tipo de libro del tamaño y del precio correcto para comprar un par y tener algunos a la mano, listos para regalar (les garantizo que la oportunidad para esto se presentará pronto). Demostrará ser un recurso valioso para el pastor, para el consejero o para casi todos los demás. Lo recomiendo encarecidamente.

Los cristianos también se deprimen. David Murray. Publicaciones Aquila, 124 páginas.

Esta reseña fue publicada originalmente en Tim Challies.
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El trabajo del pastor no es arreglar las cosas
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El trabajo del pastor no es arreglar las cosas

No tienes que mirar muy lejos para encontrar artículos sobre cómo y por qué el trabajo de un pastor es excepcionalmente difícil. He sido pastor por muchos años ya (a tiempo completo pagado y a medio tiempo) y puedo dar fe de que existen maneras en las que este trabajo difiere de cualquier otra vocación. Realmente viene con desafíos únicos, aunque sin duda da bendiciones únicas también. Lentamente, pero al fin, como un soplo de aire fresco, un aire refrescante en un caluroso día de verano, me di cuenta de una cosa sobre el pastoreo. Lo encontré liberador puesto que responde a una expectativa que los miembros de la iglesia pueden tener de sus pastores y, aún más, una expectativa que los pastores pueden tener de sí mismos. Esto es de lo que me di cuenta: el trabajo de un pastor no es arreglar las cosas. Muchas personas comienzan a asistir a la iglesia por primera vez cuando buscan encontrar la solución a una circunstancia inquietante. Quieren tener un matrimonio fácil y alegre en lugar de uno difícil y doloroso. Quieren tener hijos educados y obedientes en lugar de unos fastidiosos y desobedientes. Quieren superar una adicción o ganarle a un mal hábito. Puntos bajos como estos a menudo proveen tierra fértil para el Evangelio y muchas personas llegan a la fe sólo después de haber alcanzado el fin de su propia fuerza, de sus propias capacidades. De esta manera la iglesia es el lugar en la que encuentran significado al encontrar a Jesucristo. No obstante, entran a la vida cristiana cargando demasiado dolor y tristeza. De la misma manera, muchos creyentes genuinos comienzan a asistir a nuevas iglesias en tiempos difíciles. Quizás fueron empujados por los conflictos en una antigua congregación o tal vez un gran trauma que fue mal llevado o subestimado y su dolor los llevó a buscar un lugar donde sanar. De esta manera, la iglesia a menudo sirve como un tipo de refugio en sus momentos de aflicción. Después, por supuesto, los miembros maduros y comprometidos de una iglesia local enfrentan dificultades y atraviesan experiencias desafiantes. Sus hijos crecen y rechazan la fe, sus amigos los atacan, experimentan el horror del abuso, los cónyuges de los que estaban seguros que iban a llegar a la fe dejan de acompañarlos a la iglesia. La vida está llena de penas tanto para los piadosos como para los impíos. Todas estas personas, y muchas más, recurren a sus pastores. Recurren a sus pastores para obtener guía, consejo y sabiduría. La mitad de las veces, incluso si no lo dicen explícitamente, su gran esperanza es que el pastor pueda arreglar las cosas. Esperan que sea capaz de entregar la llave que quite el dolor, que alivie la pena, que restaure la separación. Por su parte, el pastor realmente espera ser capaz de hacer todo esto. Él pone la expectativa en sí mismo. Mide su éxito por su capacidad de entregar la solución. Sin embargo, el rol del pastor no es arreglar, sino que ministrar. No es reparar lo que fue roto, restaurar lo que fue separado ni sanar lo herido. Al contrario, el trabajo del pastor (y su gran deleite) es ministrar. «Ministrar» es «cuidar» o «proveer». Un padre que abraza a su hija herida está ministrando consuelo; un doctor que atiende una herida está ministrando sanidad; y un pastor que lleva bien a cabo su llamado está ministrando verdad. Su rol único no es resolver problemas, sino que ministrar la Palabra de Dios a las personas que están bajo su cuidado. Él ministra la Palabra porque ella tiene poder, porque es cómo Dios se comunica. Él ministra la Palabra porque es pura, buena y verdadera. Él ministra la Palabra porque trae consuelo, esperanza y significado aun cuando no haya arreglo a la vista. Esto no significa que el pastor no pueda ofrecer consejos prácticos. No significa que no pueda usar su sabiduría dada por Dios para sugerir o tomar medidas. No significa que no pueda usar la autoridad de su posición para reprender al desobediente o llamar a los pecadores a arrepentimiento. Sin embargo, en todo él necesita recordar que el éxito no se mide por arreglar un asunto, sino que al ministrar la verdad. La tarea principal es liderar a las personas a la Palabra de Dios, cuidadosa y pastoralmente ministrarles las palabras que necesitan escuchar en sus momentos más altos y en los más bajos.
Este recurso fue publicado originalmente en Tim Challies.
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Cómo animar a ese predicador
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Cómo animar a ese predicador

Aunque siempre es una alegría que otros te animen, no todo tipo de ánimo es igual de animante. Pensar cuidadosamente en las mejores y correctas palabras puede hacer que el ánimo sea mayor tanto para aquel que lo da como a aquel que lo recibe. Puesto que he hablado con muchos predicadores y he predicado bastante yo mismo, comencé a considerar el tipo de ánimo que más les gusta escuchar a los predicadores. Pensé en transmitirlos y entregar una breve explicación para cada uno. A medida que indagamos por debajo de las mismas palabras, creo que verás el por qué podrían ser más significativas (para ti y para el predicador) que decir «¡gran sermón!» o «¡buen trabajo!». «Vi a Jesús» (y «me olvidé de ti»): el llamado de un predicador y su gran deleite es señalar más allá de sí mismo hacia Jesucristo. Lucha contra el deseo de ser visto, notado y alabado para que Jesús pueda ser visto, notado y alabado. Mientras prepara su sermón y considera su contenido, deliberadamente quita cualquier elemento que pudiera transformarlo a él en el héroe o en el centro de atención. Mientras piensa en su entrega, piensa cuándo alzar o bajar su voz, cuando enfatizar y cuando hacer pausas, para así no entorpecer el mensaje por su propio protagonismo. El predicador fiel está contento con ser olvidado con el fin de que Jesús pueda ser recordado. «Me olvidé de ti» podría ser una de las cosas más animantes que un predicador podría escuchar. «Entendí mejor el pasaje»: aunque un sermón y un estudio bíblico son muy diferentes, sí se superponen en su propósito de explicar lo que dice la Escritura. El predicador toma un texto y hace lo máximo para explicar lo que significa, cómo apunta a Jesús y cómo confronta al receptor. Idealmente, descubre el punto o tema central del texto y se asegura que este también sea el punto o tema central de su sermón. Es un gran ánimo para el predicador cuando sabe que su duro trabajo de preparación ha llevado a sus receptores a entender mejor el pasaje. (Creo que todos podemos estar de acuerdo con que un sermón falla cuando oscurece a un texto en lugar de clarificarlo). «Puse en práctica esta aplicación»: aunque un sermón exitoso clarificará un texto, no terminará ahí. Al contrario, también entregará o provocará algún tipo de aplicación personal. Debemos, después de todo, ser hacedores de la Palabra en vez de meros oidores (Stg 1:22). Debemos escuchar la predicación con entusiasmo de que el Espíritu Santo nos mueva a la acción, ya sea que esa acción sea interna (quizás alejando un pecado o vistiéndose de un nuevo hábito de justicia) o externa (tal vez al comprometerte a hacer el bien a otra persona o al acercarte a alguien para buscar perdón). Compartir un poco de esa aplicación personal con el predicador puede ser una gran fuente de afirmación y ánimo. «Conversamos sobre el sermón en el almuerzo»: aunque escuchamos sermones de manera personal, también los escuchamos como congregaciones; aunque podemos aplicar los sermones solos, también podemos aplicarlos juntos. A menudo encontramos que la mejor y más incisiva aplicación viene cuando discutimos el sermón con otros que lo escucharon con el fin de compartir percepciones y aplicaciones. Decirle simplemente al pastor que el sermón fue una fuente de discusión y de mutua edificación después del servicio puede ser tremendamente animante. Estos son solo unos pocos ejemplos del tipo de ánimo que a los predicadores les encanta escuchar. Espero que hayas notado que las mejores maneras de animar a un pastor por su predicación también son las mejores maneras de obtener el mayor beneficio del sermón personalmente. Prepárate para dar ese tipo de ánimo y te prepararás para ver a Jesús en lugar del predicador, para entender mejor el pasaje, para aplicarlo a tu vida y para discutirlo con otros para que así puedan aplicarlo juntos.
Este recurso fue publicado en Tim Challies. | Traducción: María José Ojeda
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RESEÑA: DE CAMINO AL MATRIMONIO
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RESEÑA: DE CAMINO AL MATRIMONIO

Las mejores cosas de la vida rara vez se dan fácilmente, ¿no es así? Las mejores cosas en la vida tienden a requerir el mayor compromiso, el mayor esfuerzo y el mayor sacrificio. Por dichas medidas, el matrimonio es una de las mejores cosas que podemos experimentar. El matrimonio trae tanta alegría, pero la alegría viene solo por medio de dedicación y trabajo. Aileen y yo hemos estado casados por casi veintiún años ahora y de vez en cuando pensamos que estamos recién comprendiendo el matrimonio. Una cosa en la que siempre estamos de acuerdo, sin embargo, es que nos hubiéramos beneficiado de haber recibido una buena consejería prematrimonial. Éramos cristianos cuando nos casamos y estábamos muy comprometidos en la iglesia, pero de algún modo nunca nos ofrecieron consejería prematrimonial significativa. Solo pienso que nunca fue parte de la tradición de nuestra iglesia. De hecho, el único consejo prematrimonial que recuerdo haber recibido fue el de un amigo que se había casado un par de semanas antes que nosotros. La suma total de su consejo fue esto: «probablemente, sería bueno que bajaras tus expectativas respecto al sexo en tu luna de miel...». Eso fue útil, supongo, pero difícilmente suficiente. Podría haber sido útil un libro como el de Rob Green, De camino al matrimonio: una guía prematrimonial para una relación fuerte y duradera. Aún mejor, podríamos haber usado un libro como este y la compañía de un matrimonio maduro que lo leyera junto a nosotros. «El propósito de este libro», dice Green, «es ayudarte a prepararte para un matrimonio fuerte, duradero y para toda la vida». Él hace eso al mostrar primero cómo Jesús necesita ser el centro de todo. El capítulo introductorio llama al lector a asegurarse de que él o ella esté siguiendo a Jesús verdaderamente. No solo eso, sino que también el lector debe estar convencido de que su futuro cónyuge es un verdadero seguidor de Jesús. El segundo capítulo trata sobre el amor, sacándolo de la descripción trillada de la cultura al ejemplo profundo y fascinante de la Biblia mejor expuesto en la cruz. Desde ahí, Green dedica un capítulo a cada uno de los siguientes temas: resolución de problemas, roles y expectativas, comunicación, finanzas, comunidad de iglesia e intimidad sexual. En otras palabras, ofrece consejo sabio y bíblico sobre las alegrías del matrimonio y también sobre los desafíos más comunes. Existe mucho que apreciar del libro de Green. A continuación, les comparto un par de fortalezas: El libro es práctico:De camino al matrimonio tiene el propósito de ser práctico y tiene éxito. Cada capítulo concluye con unas preguntas de tarea para discutir  que en realidad son atractivas y útiles. Deben ser completadas individualmente, luego compartidas con el novio/a y finalmente con un mentor matrimonial. Existen también tareas avanzadas para aquellos que quieren hacer un poco más. El libro es apropiado: el capítulo sobre intimidad sexual es discreto y apropiado. Tiene el propósito de entregar un marco para la intimidad sexual, pero no profundiza demasiado en los detalles. (Podría ser sabio complementar con el libro El placer sexual ordenado por Dios u otro libro que pueda ayudar a las parejas que estén luchando con temas relacionados con la intimidad sexual y el placer). Green da muchos consejos bíblicos en las áreas del sexo y la administración del dinero, pero rara vez da consejos específicos que van más allá de las verdades generales que la Escritura ofrece. El libro es oportuno. Por mucho tiempo he notado que los libros de consejería prematrimonial no siempre envejecen bien. Por ejemplo, algunos de los libros que he mirado recientemente exigen el sistema de presupuesto que consta en separar en sobres el dinero en efectivo para los gastos de la familia, un método un poco difícil en una era en donde el efectivo ha sido reemplazado por las transacciones electrónicas. El libro discute sobre el compromiso con la iglesia local. Es sorpresivamente raro encontrar un libro prematrimonial que discuta la importancia de un compromiso serio con una iglesia local. Incluso los libros cristianos parecen perder este importante componente de un matrimonio saludable. No obstante, este no lo hace y me encantó ver que Green le dedica un capítulo entero. De camino al matrimonio es respaldado por una larga lista de líderes confiables, y merecidamente. Al ver las recomendaciones, creo que aprecio más las palabras de Andy Naselli: «me habría encantado haber leído este libro con mi esposa cuando estábamos comprometidos. Tan práctico y tan sabio. Parejas comprometidas: escuchen con atención a Rob Green». La prueba final de un libro es si yo habría querido usarlo para mi propia consejería prematrimonial o no y si es que lo usaría hoy para aconsejar a una pareja comprometida mientras se preparan para el matrimonio. En ambos casos mi respuesta es que lo haría absolutamente. Por esas razones, recomiendo este libro con alegría a parejas comprometidas mientras se preparan para el matrimonio y a pastores que buscan un recurso de consejería prematrimonial para recomendárselo a otros.

De camino al matrimonio: una guía prematrimonial para una relación fuerte y duradera. Rob Green. Poiema Publicaciones, 174 páginas.

Esta reseña fue publicada originalmente en Tim Challies.
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¿Deben los cristianos «autocuidarse»?
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¿Deben los cristianos «autocuidarse»?

Las palabras y las frases van y vienen. Tanto dentro como fuera de la iglesia, a menudo se levantan por un tiempo, y luego silenciosamente decaen y caen en desuso. Para los diccionarios, es una tradición anual anunciar las nuevas palabras que se han agregado al igual que las anticuadas que se van quitando. En la actualidad, repetidamente he escuchado la palabra «autocuidado» o sus muchos sinónimos. He escuchado usarla en contextos de iglesia y seculares. He visto cristianos y no cristianos por igual elogiarla y lamentarla, describirla como la clave para la salud o despotricar contra ella por ser un frívolo desperdicio. He escuchado que muchos se preguntan: ¿deben los cristianos enfatizar el autocuidado? Como a menudo sucede, pienso que la respuesta es tanto «sí» como «no». Existe un sentido en el que el autocuidado es una de las responsabilidades más básicas ante Dios y nuestros hermanos. Sin embargo, existe otro sentido en el que puede estar en directa oposición a nuestras responsabilidades más básicas ante Dios y el hombre. Las definiciones y las proporciones marcan toda la diferencia. Un principio básico de la cosmovisión de los cristianos es que debemos cuidar. Cuidar es proveer «lo necesario para la salud, el bienestar, el mantenimiento y la protección de alguien o de algo». Desde el principio, se les encargó a los seres humanos el cuidado de la creación de Dios y de todo lo que hay en ella. Aunque los «algo» son importantes, tenemos una responsabilidad especial hacia los «alguien», puesto que ellos son quienes portan la imagen de Dios. Vemos de igual manera la provisión de cuidado como algo esencial en la Ley del Antiguo Testamento y en la iglesia del Nuevo Testamento. Vemos el cuidado como algo esencial para la familia y para las relaciones sociales. El deber de cuidar está estrechamente ligado con el segundo gran mandamiento: «ama a tu prójimo como a ti mismo». Sin embargo, muy vinculado con esto está también la aceptación en cierto nivel del autocuidado. Después de todo, no debemos amar a nuestros prójimos en lugar de nosotros mismos sino que como a nosotros mismos. Necesitamos ser cuidadosos aquí. Naturalmente nos obsesionamos con nosotros mismos y tendemos a ponernos por sobre otros, a pesar del llamado de la Biblia a negarnos a nosotros mismos radicalmente. No veo que este mandamiento nos esté llamando a la obsesión con nosotros mismos. Sin embargo, aún mantengo que existe una forma apropiada de autocuidado. La Biblia deja en claro que somos más que un mero cuerpo y una simple alma, sino una unidad misteriosa de ambos (y mucho más). Sabemos que existen fuertes lazos entre nuestra salud física y emocional o entre nuestro bienestar emocional y espiritual. Rápidamente, descubrimos que tenemos mayor cantidad y calidad de cuidado para entregar a otros cuando nos hemos cuidado a nosotros mismos. Esto tiene sentido, puesto que nuestro cuidado fluye de nuestro mismo ser. Lo que expresamos externamente es un reflejo de lo que está sucediendo internamente. Cuando nos autocuidamos, estamos cuidando lo más básico que Dios nos da para cuidar de otros. Por consiguiente, extendemos el cuidado por otros de mejor manera cuando hemos cuidado de nuestra propia salud física (¿cómo podemos seguir caminando el segundo kilómetro con alguien cuando estamos tan fuera de forma que jadeamos después de los primeros pasos?); cuando hemos cuidado de nuestra propia salud mental (si somos trabajólicos y no hemos cumplido con el sabbat, lo que nos lleva a un profundo agotamiento, ¿cómo podemos llevar las cargas de otra persona?; cuando hemos cuidado de nuestra propia salud espiritual (si nos hemos enfriado y distanciado de Dios, ¿qué esperanza y ayuda podemos ofrecer a un creyente indeciso?); cuando hemos cuidado nuestra salud relacional (un hermano nace para la adversidad, pero si descuidamos nuestras amistades, ¿cómo podemos saber y preocuparnos por la tristeza o el dolor de otra persona?). En muchísimas maneras, el cuidado que le ofrecemos a otros fluye del cuidado que hemos hecho de nosotros mismos. No fue aparte de, sino que debido al amor de Jesús por otros que a veces él se apartaba de ellos para pasar tiempo con sus amigos y con su Padre. No se requiere gran conocimiento de uno mismo para saber que en la mayoría de los casos, nuestra tentación es amarnos demasiado a nosotros mismos, no demasiado poco. En la mayoría de los casos, nuestro desafío es amar radicalmente a otros más de lo que nos amamos egoístamente a nosotros. Existe un equilibrio que necesitamos mantener, y aunque sería tonto asignar estándares o proporciones exactas, me parece que este autocuidado debe ser suficiente para equiparnos para cuidar apropiada y diligentemente a otros, pero no tanto como para que se transforme en una obsesión con nosotros mismos o en el descuido de los demás. Este tipo de autocuidado debe ser dirigido no solo para la realización personal, sino que también para el cumplimiento de nuestro deber dado por Dios hacia los demás. Debemos cuidar de otros porque el cuidado es amor, el cuidado es esencial para nuestro llamado dado por Dios como humanos y como cristianos. Sin embargo, no podemos cuidar adecuadamente a otros a menos que nos cuidemos a nosotros mismos. Descansamos, leemos y tenemos retiros para poder cuidar más y mejor. Construimos hábitos y patrones que nos convierten en siervos más fieles. A veces nos ponemos a nosotros antes que a otros en nuestras agendas para poner a otros antes que nosotros en nuestras vidas. El autocuidado es un medio necesario para proteger y fomentar nuestro cuidado hacia los demás.
Este recurso fue publicado originalmente en Tim Challies. | Traducción: María José Ojeda
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¿Cuál es el propósito (y el beneficio) de los devocionales familiares?
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¿Cuál es el propósito (y el beneficio) de los devocionales familiares?

¿Cuál es el propósito de los devocionales familiares? Probablemente, no existe hábito o disciplina que sea tan elogiada, recomendada o incluso ordenada entre las familias cristianas como esta. Sin embargo, ¿cuál es su propósito? ¿Para qué fueron diseñados? A lo largo de los muchos años de liderar los devocionales familiares, he sido sorprendido al descubrir que es más o menos lo que había esperado. A medida que Aileen y yo comenzamos a construir el hábito de los devocionales familiares, primero como algo que seguía a la cena y más tarde como algo que venía después del desayuno, asumimos que los devocionales familiares serían el principal medio por el cual les enseñaríamos la Biblia a nuestros hijos. Cuando eran pequeños, nos centrábamos en las historias y, cuando crecieron, nos centrábamos en las doctrinas. Sin duda, eso es exactamente lo que hemos hecho. Donde primero nos concentramos en los grandes personajes y eventos de la narrativa bíblica, después ajustamos nuestro enfoque a los Proverbios, las epístolas y a cómo vivir la vida cristiana. Esto, creo, ha demostrado ser beneficioso, especialmente cuando lo suplementamos con útiles recursos como Big Beliefs [Grandes creencias] or Training Hearts, Teaching Minds [Entrenar corazones; enseñar mentes]. Mientras tales cosas son sin duda imposibles de calificar y cuantificar adecuadamente, no estoy convencido de que esto haya demostrado ser el mayor beneficio de todos. Los devocionales familiares han demostrado ofrecer mucho más que la mera adquisición de conocimiento. Por lo tanto, ¿dónde he visto más beneficios y, quizás, beneficios inesperados? En primer lugar, hemos encontrado que los devocionales familiares son un medio crucial de declarar las prioridades de nuestra familia. Al ir a la Palabra de Dios y orar juntos cada día (o la mayoría de los días, al menos), hemos modelado la centralidad de estas práctica en la vida cristiana. Nuestros hijos podrían no ver cómo Aileen y yo enfatizamos nuestros devocionales personales cada día (puesto que hago esto antes de que ellos despierten y Aileen lo hace después de que se van a la escuela), pero al reunir la familia para los devocionales compartidos exponemos la prioridad y la necesidad de escuchar de Dios y de hablarle a Dios. Y creo que también declaramos algo sobre nuestras prioridades cuando mostramos que no nos sentimos intimidados al perder un día de vez en cuando debido a las circunstancias, pues mostramos que los devocionales no son el medio a través del cual ganamos el favor de Dios, sino el medio por el cual crecemos en nuestra relación con el Dios que ya ha extendido su favor hacia nosotros. Combatimos la noción de que la opinión de Dios sobre nosotros fluctúa con la calidad y la consistencia de nuestros devocionales. Estos tiempos diarios juntos también han demostrado ser un medio importante para construir cercanía entre nuestra familia. Existen todo tipo de cosas que podemos hacer para construir relaciones entre los cinco. Por mucho tiempo hemos visto que las experiencias compartidas finalmente significan mucho más que acumular posesiones. Aunque continuamos intercambiando regalos en los días apropiados, tales regalos son casi siempre olvidados prontamente. Sin embargo, los recuerdos de las vacaciones, de situaciones y otros tiempos y eventos especiales quedan. Nuestros devocionales nos llaman a una experiencia familiar cada día. Mientras pocos de ellos son extraordinarios por sí mismos, es su acumulación gradual lo que agrega algo especial. Finalmente, los devocionales familiares son vistos como algo más que un corto tiempo cada día, sino como algo más cercano a una experiencia perdurable compartida. Al mirar hacia atrás, parece más como una sola gran cosa que miles de pequeñas cosas. Es una de esas cosas (esas cosas que forman) que hemos compartido juntos. Luego vemos el beneficio de construir un hábito que agrega una estructura y una estabilidad a la vida compartida de la familia. A medida que enfatizamos los devocionales familiares, hemos descubierto que se transforma en un tipo de estructura organizada de la vida que compartimos juntos. Por los dieciocho o veinte años que nuestros hijos han compartido este hogar con nosotros, este evento continuará llamándonos a estar en el mismo espacio al mismo tiempo por el mismo propósito cada día: estar juntos con el Señor por al menos un rato. Es el tipo de hábito, quizás como comer juntos e ir juntos a la iglesia, que ancla a la familia. En ningún otro lugar siento la ausencia de mi hijo (que está en la universidad) que cuando veo su silla vacía a las 6:55 de la mañana. Finalmente, está esto: por medio de los devocionales familiares modelamos los devocionales personales, puesto que los dos se asemejan mucho el uno al otro. Al relacionarnos con el Señor como familia, enseñamos cómo relacionarnos con él como personas. Todos lo que los niños necesitan hacer para construir un hábito de devocional privado es comenzar a imitar e individualizar este hábito de devocional familiar. Hemos modelado cómo orar y por qué orar; hemos modelado cómo entender la Biblia y cómo aplicarla apropiadamente. Esto no ha sido enseñado por clases o seminarios, sino por un largo ejemplo. Ha habido muchas veces a lo largo de los años en los que he sentido que nuestro hábito de devocionales familiares han sido trillados y simplistas. Aunque nunca he estado tentado a darme por vencido, a menudo he sido tentado a agregar complejidad, a medir el éxito al ver cuánto conocimiento han adquirido mis hijos. Sin embargo, al mirar hacia atrás a los casi veinte años de hacer esto juntos, veo que hay muchos maravillosos beneficios que se pueden tener por medio de la fiel simplicidad. Aunque nuestros hijos han aprendido mucho, estoy cada vez más convencido de que algunas de las mejores y más importantes lecciones van más allá de los personajes, de las historias y de las doctrinas. No hay un solo propósito para los devocionales familiares, sino toda una red que se entrelaza y que juntos suman algo mucho mayor que la suma de sus partes.
Este recurso fue publicado originalmente en Tim Challies. | Traducción: María José Ojeda
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RESEÑA: VIVIENDO EN LA LUZ: DINERO, SEXO Y PODER
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RESEÑA: VIVIENDO EN LA LUZ: DINERO, SEXO Y PODER

Dinero, sexo y poder: tres grandes regalos de Dios que se pueden usar con fines muy nobles o se puede abusar de ellos con fines innobles. Se pueden aprovechar para los propósitos más grandes o se pueden explotar para los propósitos dañinos más terribles. Los tres son considerados espantosos para algunos, mientras que otros los adoran como dioses. Este trío santo/impío es el tema del último libro de John Piper: Viviendo en la luz: dinero, sexo y poder. Aunque el libro comenzó como una serie de mensajes de conferencias, este no es un traspaso perezoso de un formato a otro, sino que una nueva versión y expansión hecha cuidadosa y hábilmente. Piper inicia el libro exactamente como esperaríamos que él lo hiciera:
Dios no creó el dinero, el sexo y el poder solo para que fueran tentaciones. Él tenía buenos propósitos en mente. El dinero, el sexo y el poder existen para los grandes propósitos de Dios en la humanidad. No son desviaciones en el camino hacia el gozo en Dios. Junto con todo el resto de la buena obra de Dios, son parte de ese camino. Con ellos, podemos demostrar el valor supremo de Dios. Uno de los propósitos de este libro es mostrarte cómo lograrlo. Por lo tanto, lo que haré es tratar los beneficios del dinero, el sexo y el poder, así como los peligros.
A medida que lo hace, él demuestra que «el dinero, el sexo y el poder existen para mostrar que Dios debe ser más deseado que el dinero, el sexo y el poder. Paradójicamente, esa es la única forma en que estas cosas se vuelven más satisfactorias en sí mismas». Es solo cuando Dios es nuestro mayor tesoro y nuestro placer más puro que estas tres cosas puede tomar el lugar que les corresponde. En primer lugar, se encuentra el asunto de las definiciones, ya que no podemos asumir que queremos decir lo mismo incluso con términos tan comunes. El dinero es una forma de moneda, por supuesto, y un medio por el cual se le asigna valor a los objetos o a los servicios, pero es mucho más profundo que eso. «El dinero es un símbolo cultural que utilizamos para mostrar lo que valoramos. Es un medio para mostrar lo que atesoramos; mostrar quién es nuestro tesoro. El uso del dinero es un acto de adoración —ya sea a Cristo o a cualquier otra cosa[—]». De igual manera, el sexo es mucho más que una estimulación erótica o el deseo por la estimulación erótica. «Puede ser un buen uso de ese buen regalo de Dios, o podemos simplemente abusarlo egoístamente. Lo que hace que el sexo sea una virtud o un vicio no es el placer, o el intento de experimentar ese placer o producirlo en otro, sino algo más profundo. Existen asuntos fundamentales de sumisión a la Palabra de Dios y de la condición del corazón». El poder es la capacidad de obtener lo que quieres y «puede ser utilizado para hacer el bien o para hacer el mal. Cómo utilizas tu poder demuestra dónde está tu corazón, lo que amas, lo que más atesoras[:] lo que adoras». Lo que une estas tres cosas es que todas son «formas en las que demuestras el valor supremo de Dios en tu vida, o formas en las que demuestras que piensas que otra cosa tiene ese valor supremo. La manera en que piensas, sientes y actúas respecto al dinero, el sexo y el poder muestra el tesoro de tu corazón —si es Dios o algo que él creó[—]». Cada uno de nosotros ha sido testigo del uso y del abuso de estas tres cosas. Cada uno de nosotros ha estado involucrado en su uso y abuso. Cada uno de nosotros se ha beneficiado de su uso y ha sufrido por su abuso. «Estos son las dos grandes condiciones del corazón en la vida humana: el corazón que atesora a Dios sobre todas las cosas o atesora más otra cosa». Con los asuntos fundamentales en su lugar, Piper sigue un formato predecible y efectivo. Él dedica un capítulo al sexo: «Los peligros del sexo que destruyen tu placer»; un capítulo al dinero: «Los peligros del dinero que destruyen tu prosperidad»; y un capítulo al poder: «Los peligros del poder que destruyen tu ser». En cada caso, él celebra los buenos regalos de Dios, describe sus propósitos dentro de la economía de Dios y nos advierte sobre las formas en que el torcido corazón humano pervierte tales bondades. Por esta razón, en el primero de estos tres capítulos él dice, «Dios debe ser atesorado por sobre el placer sexual y debe ser saboreado en el placer sexual. Los deleites, pasiones y éxtasis del acto sexual diseñados por Dios en el matrimonio son los tipos de placer que Dios mismo concibió y creó. Vienen de él; le pertenecer a él. Él es el tipo de Dios que conoce el placer, que imagina el placer y que crea el placer. Y por tanto, cuando probamos esos placeres, probamos algo de Dios». Por otra parte, el pecado sexual está enraizado en esto: «no atesoramos la gloria de Dios como aquello que es supremamente deseable sobre todas las cosas. Dejamos que la oscuridad de la mentira nos persuada con que uno u otro placer ilícito deben desearse más que a Dios… El pecado sexual crece en tierra de ceguera, de oscuridad y de ignorancia sobre la grandeza y la belleza de Dios que lo satisface todo». Viviendo en la luz es un libro corto, de 128 pequeñas páginas, por lo que a esta altura solo queda explorar dos capítulos. El primero nos habla sobre el plan de Dios para liberar a las personas sobre los peligros del sexo, del dinero y del poder. «El antídoto es despertar a la gloria de Dios que lo satisface todo. Si eso puede suceder (si la enceguecedora belleza del sol puede ser restablecida al centro del sistema solar de nuestras vidas), entonces el dinero, el sexo y el poder gradualmente, o bruscamente, retornarían a la órbita que glorifica a Dios, y descubriríamos para lo que fuimos creados. Escaparíamos del quebrantado sistema solar que creamos cuando cambiamos a Dios por algo más». El último capítulo trata el uso de estos regalos para el bien de otros y para la gloria de Dios. «Atesorar a Dios por sobre todas las cosas convierte al dinero en la moneda de adoración y de amor. …El sexo siempre es una ocasión para mostrar que el Dador del sexo es mejor que el sexo. … Cuando cambiamos la autoexaltación en orgullo a la exaltación de Dios en humildad, ganamos el poder de Dios para servir a otros, no para tratar a algo o alguien con prepotencia». Viviendo en la luz representa un profundo desafío. Ilustra cómo la humanidad pecadora toma las cosas buenas, y especialmente las mejores cosas, y las usa para los propósitos más bajos, más miserables y más egoístas. Describe la importancia, la belleza y el beneficio de ver cada uno como un camino para glorificar a Dios al encontrar satisfacción en él. Léelo y estarás mejor equipado para disfrutar humilde y confiadamente las buenos regalos de Dios del dinero, del sexo y del poder.

Viviendo en la luz: dinero, sexo y poder. John Piper. Poiema Publicaciones, 128 páginas.

Esta reseña fue publicada originalmente en Tim Challies.
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RESEÑA: CHICA GAY, DIOS BUENO
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RESEÑA: CHICA GAY, DIOS BUENO

Admiro a cualquier autor cristiano que esté dispuesto a abordar los temas de la homosexualidad o de la atracción hacia personas del mismo sexo y especialmente aquellos que tienen un punto de vista «tradicional» en lugar de «progresista». El tema no es uno que se ha tratado mucho y es tan controversial que cualquier discusión seria es propensa a generar cortinas de fuego desde dentro y desde fuera de la iglesia. Esto me hace estar particularmente agradecido de Jackie Hill Perry y su nuevo libro Chica gay, Dios bueno. Es posible que la conozcas por sus discos, su poesía musicalizada o sus charlas en conferencias. Ahora puedes conocerla de una manera completamente nueva: a través del registro de su vida. Su libro está dividido en tres partes: en la primera, nos cuenta quién era ella y en la segunda, en quién se convirtió, mientras que en la tercera parte observa de cerca el asunto de la atracción hacia personas del mismo sexo. Las primeras dos partes, entonces, son principalmente biográficas, mientras que la última es didáctica. Las primeras dos cuentan cómo ella despertó su atracción hacia personas del mismo sexo y comenzó a buscarla, mientras que la última describe las verdades de la Escritura que marcaron toda la diferencia. Por tanto, ¿quién era Jackie Hill Perry? Ella era un pecadora. Era una pecadora como tú y como yo que experimentó traumas particulares (ausencia de su padre y abuso sexual en su niñez) y una tentación particular a pecar (atracción hacia personas del mismo sexo). Al mirar hacia atrás, ella lo supo desde temprana edad, pero no fue hasta el final de su adolescencia que la asumió y comenzó a practicarla. Se involucró en relaciones lésbicas, tomando la parte de la pareja dominante, más masculina. Ella transformó esto en una parte central de su identidad, por lo que sin ella ni siquiera habría sabido quién era. No obstante, era atormentada. Atormentada al saber que Dios existe; atormentada al saber que Él la había reclamado; atormentada al saber que su vida no lo había agradado; atormentada al saber que Dios intentaba llamar su atención. «[A]lguien evidentemente había estado hablando con Dios sobre mí y esa era la razón por la cual no me dejaba en paz. Sin duda, lo que fuera que le estaban pidiendo respecto a mí estaba agitando mi pequeño mundo pecaminoso. Era vertiginoso vivir en este presente. Intentar pararme derecha (aunque supuestamente estaba “torcida”) hacía que todo lo que amaba, en especial a mí misma y a mi novia, se viera borroso. Nada estaba claro excepto la fuerte voz de Dios que decía: “ven”». Ella sabía que Dios la estaba llamando, pero no de la forma que ella habría esperado. «Dios no me estaba llamando a ser heterosexual; me estaba llamando a ir a Él. La decisión de dejar de lado mi pecado y aferrarme a la santidad no era sinónimo de heterosexualidad». No es que Dios le permitiera seguir como una «cristiana gay», sino que había muchísimo más de la voluntad de Dios para ella que un mero cambio de orientación sexual. «Al volverme santa como Él, no me transformaría milagrosamente en una mujer a la cual no le gustaban las mujeres; me transformaría en una mujer que amaba a Dios más que a nada. Si alguna vez llegaba el matrimonio o si me tocaba la soltería, Él quería garantizar con la obra de sus manos que viviera cualquiera de estas situaciones para Él». Ella se convirtió en creyente y tomó la dura decisión de separarse de su novia y, realmente, desprenderse de toda su vida como la había conocido. Ella llegó a Dios por medio del Evangelio de Jesucristo y pronto descubrió que necesitaría vivir por el mismo Evangelio. Su atracción hacia personas del mismo sexo no fue eliminada inmediatamente, sino que lenta y constantemente fue mortificada a medida que cobraba vida a la rectitud. «Cuando la salvación ha ocurrido en la vida de alguien bajo la mano soberana de Dios, esa persona es liberada del castigo del pecado y de su poder. En un cuerpo sin espíritu, el pecado es un rey inamovible, de cuyo dominio no puede escapar ningún hombre. Todo el cuerpo, con sus miembros, afectos y mente, se somete voluntariamente al gobierno del pecado. Pero cuando el Espíritu de Dios vuelve a tomar el cuerpo que Él creó para sí mismo, lo libera del amo lastimoso que lo tenía cautivo y lo suelta a la maravillosa luz de su Salvador. Entonces, no solo puede desear a Dios, sino que es capaz de obedecer a Dios. ¿No es acaso eso lo que tiene que ser la libertad? La habilidad de no hacer lo que me agrada, sino el poder de hacer lo que es agradable». Quizás la parte más fascinante del libro es su registro de cómo asumió la feminidad y cómo la abrazó después de esta maravillosa transformación de vida. En la sección final del libro, ella aborda alguna de las preguntas difíciles relacionadas a la homosexualidad y a los cristianos que se sienten atraídos hacia personas del mismo sexo. Ella primero deja claro: «No supongo esto porque estos hombres y mujeres aún son tentados con la AMS [atracción por personas del mismo sexo], [que] tengan la identidad de lo que algunos llamarían un “cristiano gay”». Aborda temas de identidad, de resistencia y de lo que ella llama «el evangelio heterosexual». Junta todo esto y tienes un libro poderoso. Perry es una teóloga sana que usa la Biblia con fidelidad. Ella también es una talentosa poetisa con una capacidad excepcional de expresarse. En un tiempo en el que existe demasiada escritura insignificante, ella trae una voz fresca. No quisiera que esto se perdiera: es un gozo leer este libro simplemente debido a cuán buena escritora ella es. Cuenta su historia, pero su historia no es el punto central. Ella quiere apuntar mucho más allá de sí misma y lo logra con un éxito admirable. «Este libro es una mano elevada, una alabanza gozosa, un himno necesario, un aleluya que se alcanza a oír y no se acalla. Esta obra es mi adoración a Dios, la cual, con oración, espero que te deje exclamando: “¡Dios es tan bueno!”». Lo hará, porque aunque se trata de ella, en realidad se trata de Él.

Chica gay, Dios bueno: la historia de lo que fui y de lo que Dios siempre ha sido. Jackie Hill Perry. B&H Español, 208 páginas.

Esta reseña fue publicada originalmente en Tim Challies.
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RESEÑA: MATRIMONIO, DIVORCIO Y NUEVO MATRIMONIO
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RESEÑA: MATRIMONIO, DIVORCIO Y NUEVO MATRIMONIO

Estamos bien abastecidos con libros sobre matrimonio. Ya sea que nos acerquemos al día de nuestra boda o estemos terminando nuestro aniversario número 50, tenemos muchos consejos sabios a los cuales acudir: El significado del matrimonio, escrito por Tim y Kathy Keller; Married for God [Casados para Dios], escrito por Christopher Ash; Cuando pecadores dicen «acepto», escrito por Dave Harvey y así sucesivamente. Sin embargo, aunque tenemos muchos buenos libros sobre matrimonio, no estamos tan bien abastecidos de libros sobre el divorcio y un nuevo matrimonio. Y aunque deseamos no tener la necesidad de tales libros, la triste realidad es que son necesarios. El libro de Jim Newheiser, Matrimonio, divorcio y nuevo matrimonio: preguntas comunes; respuestas bíblicas es nuevo en el mercado. Este libro adopta un formato de preguntas y respuestas para responder un montón de preguntas importantes que abarcan desde las citas y el compromiso hasta la separación, el divorcio y el nuevo matrimonio. Está construido completamente bajo la premisa de que Dios «en su Palabra infalible y eterna [...] nos ha revelado la naturaleza del matrimonio, las obligaciones del matrimonio, quién se puede casar y cuándo están permitidos el divorcio y el nuevo matrimonio». Por supuesto, existe poca controversia entre los cristianos ortodoxos respecto al matrimonio. Todos estamos de acuerdo en que es una institución diseñada por Dios para el beneficio de la humanidad. Estamos de acuerdo en que se defina como algo así: «un pacto de compañerismo de por vida entre un hombre y una mujer que se establece ante Dios y la comunidad». Donde hay mucho menos unanimidad es en el área del divorcio y el nuevo matrimonio. Aunque lo que Newheiser dice sobre las citas, el noviazgo y el matrimonio es útil, lo que dice respecto al divorcio  y el nuevo matrimonio hace de su libro una contribución útil e importante. Entre los cristianos existen esencialmente dos posturas sobre el divorcio y el nuevo matrimonio: el punto de vista de la mayoría es que la Biblia permite el divorcio y el nuevo matrimonio bajo una limitada serie de circunstancias; el de la minoría, o el punto de vista que tiene que ver con permanecer, insiste en que un cristiano nunca debería iniciar un divorcio y nunca debería volver a casarse mientras su cónyuge siga vivo. En el mejor de los casos, ambas visiones protegen la santidad del matrimonio al evitar el divorcio fácil y ambos puntos de vista protegen las partes inocentes que podrían estar sufriendo a manos de un cónyuge abusivo, o de otra manera, impío. Newheiser toma y defiende el punto de vista de la mayoría, pero primero insiste en que el divorcio nunca es deseable y, al menos entre cristianos, nunca es inevitable. «Aunque debemos esforzarnos por entender lo que la Biblia dice sobre si es que un matrimonio debe terminar en divorcio o cuándo debemos divorciarnos y si es que una persona divorciada puede volver a casarse o cuando puede hacerlo, es más importante luchar para aprender cómo el Evangelio puede capacitar a relaciones destrozadas para sanar». Mientras insiste en que el divorcio siempre es un infortunio y está en contra del diseño de Dios para el matrimonio, también insiste en que la Biblia lo permite en casos de adulterio o abandono. Según mi evaluación, él defiende bien la postura a través de su cuidadosa interacción con los textos bíblicos relevantes. Mientras leía este libro, fui especialmente golpeado por la centralidad de la iglesia local en el plan de Dios para el mundo, pues desempeña un rol clave tanto en la formación de los matrimonios como en su disolución. La iglesia local carga con una responsabilidad especial de proteger al vulnerable y disciplinar al rebelde. Cuando lidia con estas responsabilidades de manera seria por medio de la enseñanza, la consejería, e incluso, la excomunión, protege a aquellos que necesitan protección y disciplina a quienes necesitan disciplina. No puedo evitar, sino sorprenderme ante la prevalencia de divorcios entre quienes profesan ser cristianos, pues simplemente demuestra que la iglesia ha renunciado a algunas de sus responsabilidades claves. Matrimonio, divorcio y nuevo matrimonio es un libro fuerte y uno que demostrará ser valioso para pastores, consejeros y miembros de la iglesia. Después de todo, pocos de nosotros no somos tocados por asuntos relacionados al divorcio y al nuevo matrimonio; son aún menos los que han buscado comprender diligentemente lo que la Biblia enseña sobre estos importantes temas. Este libro ayudará a corregir esto.

Matrimonio, divorcio y nuevo matrimonio: preguntas comunes; respuestas bíblicas. Jim Newheiser. Poiema Publicaciones, 336 páginas.

Esta reseña fue publicada originalmente en Tim Challies.
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Ocho pecados que cometes cada vez que miras porno
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Ocho pecados que cometes cada vez que miras porno

Sabemos que la pornografía es un pecado desagradable y dañino. Sabemos que aquellos que se dejan llevar por el porno han cometido el pecado de la lujuria, pero hay mucho más que solo eso. Cuando abres tu navegador y comienzas a buscar esas imágenes y videos, estás pecando de maneras que van mucho más allá de la lujuria. A continuación, muestro ocho pecados que cometes cuando miras porno. Cometes el pecado de la idolatría. Todo pecado es idolatría, un intento de encontrar gozo y satisfacción no en Dios mismo, sino en lo que Dios prohíbe (Ex 20:3-6). Matt Papa lo dice bien:
Un ídolo, dicho de manera sencilla, es cualquier cosa que sea más importante para ti que Dios. Es cualquier cosa que haya pesado más que Dios en tu vida (cualquier cosa que ames, en la que confíes o a la que obedezcas más que a Dios), cualquier cosa que haya reemplazado a Dios como alguien esencial para tu felicidad.
En el momento en que comienzas a mirar porno, has permitido que este reemplace a Dios como lo esencial para tu felicidad. Has cometido el pecado de la idolatría. Cometes el pecado del adulterio. Este es el pecado más obvio que cometes cuando usas el porno. En Mateo 5, Jesús explica una clara conexión entre la lujuria y el adulterio. «Ustedes han oído que se dijo: “No cometerás adulterio”. Pero Yo les digo que todo el que mire a una mujer para codiciarla ya cometió adulterio con ella en su corazón» (vv. 27-28). La pornografía es lujuria y existe para fomentar la lujuria. No obstante, la lujuria es simplemente una forma del amplio pecado del adulterio, la acción o el deseo de involucrarse sexualmente con alguien que no es tu cónyuge. Cometes el pecado del engaño. El engaño es el acto de ocultar o tergiversar tus acciones. Dado que la pornografía genera vergüenza, lo esconderás, lo cubrirás o te rehusarás a confesarlo. Cuando borras tu historial de búsqueda para evitar que tus padres te descubran, cuando lo usas en secreto para evitar que tu cónyuge sepa sobre tu adicción, cuando te rehúsas a confesarlo proactivamente a un compañero con el que rindes cuentas, estás practicando el engaño. Y la Biblia advierte de las alarmantes consecuencias: «El que practica el engaño no morará en mi casa; el que habla mentiras no permanecerá en mi presencia» (Sal 101:7). Cometes el pecado del robo. La piratería y las personas que distribuyen ilegalmente material protegidos por derecho de autor están dañando gravemente a la industria del porno. Algunos cálculos dicen que por cada un video descargado legalmente, cinco son descargados de manera ilegal. Por lo menos el 60 % de todas las descargas ilegales son de contenido pornográfico. Aunque podemos estar contentos de que la industria se encuentre en una situación alarmante, no tenemos derecho a participar en tal robo, pues Dios claramente dice: «No hurtarás» (Ex 20:15). Cuando usas el porno, estás mirando material que ha sido casi definitivamente robado y, en esa manera, participas en su robo. Cometes el pecado de la codicia. El pecado sexual es codicia; una forma de aprovecharse de otra persona para defraudarla con algo que les pertenece justamente. En 1 Tesalonicenses 4, Pablo insiste: «Que nadie peque ni defraude a su hermano en este asunto [del pecado sexual], porque el Señor es el vengador en todas estas cosas, como también antes les dijimos y advertimos solemnemente» (v. 6). La palabra traducida como «defraudar» en este contexto se refiere a tomar de alguien más algo codiciosamente. Es permitir que la codicia motive un fraude, que use injusta e ilegítimamente a otra persona para sus propósitos innobles. Cometes el pecado de la pereza. Somos llamados a vivir una vida para «redimir el tiempo», para entender que vivimos pequeñas y cortas vidas  y que somos responsables ante Dios de aprovechar al máximo cada momento (Ef 5:16). La pereza es indolencia, una poca disposición a usar bien el tiempo, y al contrario, refleja una disposición a usar el tiempo para propósitos destructivos en lugar de constructivos. De ese modo, la pornografía es perezosa, un mal uso del tiempo. Es el uso de preciados momentos, horas y días para lastimar a otros en vez de ayudarlos, para promover el pecado en lugar de matarlo, para recaer en vez de crecer, para buscar un ídolo en lugar de al Dios viviente. Cometes el pecado de la agresión sexual. Una persona que conduce el auto de huida de una banda de ladrones de banco será justamente condenado por asesinato debido a cualquier muerte que resulte al cometer ese crimen. La persona que mira la agresión sexual voluntariamente con el propósito de excitarse es justamente culpable de esa agresión sexual. Una cantidad nauseabunda de pornografía es violenta en su naturaleza, exhibiendo a hombres que se aprovechan de mujeres. A veces esas mujeres voluntariamente se exponen a tal degradación y a veces son forzadas o violadas. Ver esas horrendas obscenidades es ser partícipe en ellas y cargar con su mancha moral. Cometes el pecado de ignorar al Espíritu Santo. Como cristiano, tienes el tremendo honor y ventaja de ser habitado por el Espíritu Santo. Una de las maneras en que el Espíritu Santo te ministra es al darte una advertencia interna contra el pecado. Pablo asegura que el Espíritu advierte contra el pecado sexual en particular, luego entrega una dura advertencia: «Por tanto, el que rechaza esto [advertencia] no rechaza a un hombre, sino al Dios que les da a ustedes su Espíritu Santo» (1Ts 4:8). Cometer pecado sexual es ignorar al Espíritu Santo, es reprimir activamente su voz a medida que Él te advierte que no necesitas ni debes cometer ese pecado. Él entrega todo lo necesario para resistir a la tentación (1Co 10:13). Resistir al Espíritu e ignorar su ministerio para ti es una grave ofensa contra un Dios santo.  Es pecaminoso desear a otra persona y permitir esa lujuria por medio de la pornografía. No obstante, el pecado ligado a la pornografía es mucho más profundo que la mera lujuria. Se extiende a la idolatría, al adulterio, al engaño, al robo, a la codicia, a la pereza, a la violencia sexual y a ignorar al Espíritu Santo. En Romanos 12:12, se advierte: «De modo que cada uno de nosotros dará a Dios cuenta de sí mismo». Afortunadamente, lo que Dios exige, Dios lo provee, y Él lo hace por medio del Evangelio. Aquellos que han confiado en Jesucristo pueden tener confianza de que Cristo ha pagado nuestra cuenta, que Él ha satisfecho la ira de Dios contra nuestro pecado, que Él nos ha provisto su propia justicia. Sin embargo, también debemos saber que Él ha hecho esto no para que podamos permanecer en nuestro pecado, sino para que podamos vestirnos «del nuevo hombre, el cual, en la semejanza de Dios, ha sido creado en la justicia y santidad de la verdad» (Ef 4:24).
Este recurso fue publicado originalmente en Tim Challies.
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A veces es mejor expresar tu sabiduría en silencio
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A veces es mejor expresar tu sabiduría en silencio

La historia de Apeles y del atrevido zapatero se ha transmitido a lo largo de los siglos para nuestra reflexión y edificación. Es un cuento que vale la pena contar hoy. Apeles es considerado uno de los más grandes pintores del mundo antiguo, aunque ninguna de sus obras ha sobrevivido a las edades para que podamos verlas con nuestros propios ojos. Sin embargo, en su tiempo, su reputación era muy buena y era conocido por su trabajo duro, su obsesión por el detalle y su exquisito arte. Una de sus frases lo ha mantenido vivo: «nulla dies sine linea» o «ni un solo día sin por lo menos una línea». Estaba tan comprometido con su oficio que no consideraría que un día estuviera completo hasta que no hubiera hecho algo para mejorar su habilidad. El autor romano Plinio el Viejo, nos cuenta que como parte de la búsqueda sin fin de perfección de Apeles, él exponía sus pinturas terminadas en un balcón, luego se escondía para así poder escuchar los comentarios de quienes pasaban por ahí. Él creía que sus críticas podrían apuntar a errores que él podría haber dejado pasar y de esa manera generar sugerencias valiosas para mejorar. En una ocasión, él expuso una pintura y escuchó silenciosamente mientras un zapatero apuntaba un error en una sandalia en el pie de uno de los sujetos: la sandalia tenía menos correas de las que debía. Apeles, inmediatamente, corrigió el error y exhibió nuevamente su pintura. Al día siguiente, el mismo zapatero pasó por ahí y notó que la sandalia con fallas había sido arreglada. Contento consigo mismo, elevó entonces su mirada y comenzó a ofrecer algunas críticas sobre la pierna del sujeto. Aquí Apeles salió repentinamente de su escondite y comentó: «Ne sutor ultra crepidam!» o «¡zapatero, a tus zapatos!». Las palabras «ultra crepidam» han sido combinadas y anglicanizadas, para luego ser traspasadas a nosotros al español con el término ultracrepidario. Una persona ultracrepidaria es alguien que va «más allá del zapato». Es «alguien atrevido que ofrece consejo y opinión más allá de su esfera de conocimiento». O «alguien que no tiene un conocimiento específico de un tema, pero expresa su opinión al respecto». El interés de Apeles era que el zapatero se abstuviera a su área de conocimiento y no que presumiera ser un experto en todo. Un pequeño éxito en un área no le da derecho de hablar sobre cualquier o toda otra área. La Biblia tiene varios proverbios que tienen un tono similar. Proverbios 18:2, por ejemplo, dice: «Al necio no le complace el discernimiento; tan solo hace alarde de su propia opinión» (NVI). De igual manera, Proverbios 13:16 nos dice: «Todo hombre prudente obra con conocimiento, pero el necio ostenta necedad». Podríamos ir a Eclesiastés también para descubrir que «Aun cuando el necio ande por el camino, le falta entendimiento y demuestra a todos que es un necio» (10:3). El zapatero demostró ser un necio, puesto que habló con atrevimiento sobre un tema del cual no tenía conocimiento. Él hizo alarde de su disparate al hablar con autoridad cuando no tenía real autoridad. Él habló más allá del zapato. No obstante, al menos solo unas pocas personas lo escucharon. Aunque las personas reunidas alrededor del balcón de Apeles habrían escuchado la reprimenda del artista y habrían sido testigos de la vergüenza del zapatero, no habría ido más lejos. No obstante, esto ya es otra historia. En el mundo de las redes sociales de hoy, nos encanta el hecho de que aquellos con autoridad puedan hablar de tal manera que sus sabias palabras crucen el planeta en un instante. Pueden dar a conocer su sabiduría para que todo el mundo la escuche. Sin embargo, cada nueva tecnología trae tanto beneficios como desventajas, tanto bien como mal. Así como quienes tienen verdadera autoridad pueden expresar su sabiduría para que todo el mundo la escuche, así también quienes no tienen autoridad pueden expresar sus disparates para que todo el mundo los escuche. Y muy a menudo lo hacen. Las tecnologías digitales modernas capacitan e incluso provocan a los ultracrepidianos entre nosotros para que hablen con demasiado atrevimiento, con demasiada apertura y con demasiada ignorancia. Todos haríamos bien en recordar que la verdadera sabiduría no es solo conocer bien tu tema, sino que también conocer las limitaciones de tu conocimiento. No somos sabios hasta que sabemos lo que sabemos y lo que no sabemos. A menudo la sabiduría se expresa mejor en silencio más que en palabras. Por cuanto el viejo Salomón nos recuerda: «Aun el necio, cuando calla, es tenido por sabio, cuando cierra los labios, por prudente» (Pr 17:28).
Este recurso fue publicado en Tim Challies.
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Día 1: cimentados en el Evangelio
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Día 1: cimentados en el Evangelio

Hoy, y durante todo este mes, compartiremos contigo una serie de devocionales llamada: Treintaiún días de pureza. Esta serie está dirigida para todos nosotros: jóvenes y ancianos, casados y solteros; para quienes luchan tremendamente en el área sexual y para quienes podrían estar luchando un poco. Es un tiempo (un mes) para centrarse en lo que la Biblia dice sobre la pureza sexual. Cada día, compartiremos un pequeño mensaje de la Escritura, una breve reflexión sobre ese pasaje y una oración. Puedes reflexionar en la Escritura, leer el devocional y hacer la oración y ¿por qué no hacerlo junto a un amigo, un hermano en Cristo? Mientras comenzamos estos días juntos, pienso que debemos hacerlo con el Evangelio.
Ahora les hago saber, hermanos, el evangelio que les prediqué, el cual también ustedes recibieron, en el cual también están firmes, por el cual también son salvos, si retienen la palabra que les prediqué, a no ser que hayan creído en vano. Porque yo les entregué en primer lugar lo mismo que recibí: que Cristo murió por nuestros pecados, conforme a las Escrituras; que fue sepultado y que resucitó al tercer día, conforme a las Escrituras (1Co 15:1-4).
Es bueno que tengas el deseo de buscar la pureza sexual. Es bueno que te unas a nosotros durante estos treintaiún días. Sin embargo, incluso un buen deseo puede ser motivado por el pecado y dirigido por él. Lo triste es que nunca estamos libres de centrarnos en nosotros mismos, de intentar hacer esto en nuestras propias fuerzas. Nunca estamos libres del legalismo ni de intentar hacer estas cosas para merecer el favor de Dios. Por esta razón, debemos comenzar con el Evangelio y esta es la razón por la que estos treintaiún días deben estar basados en el Evangelio de Jesucristo y deben ser dirigidos hacia él: que Cristo murió por nuestros pecados y que resucitó de entre los muertos. El Evangelio marca toda la diferencia. El Evangelio destruye el egocentrismo al sujetar nuestros corazones con el gran y cada vez mayor deseo de ver a Cristo glorificado. El Evangelio destruye nuestra autosuficiencia al mostrarnos que Cristo tuvo que hacer lo que nosotros no pudimos en nuestras fuerzas. El Evangelio destruye el legalismo al asegurarnos que no tenemos que ganarnos el favor de Dios porque a través de Jesucristo ya lo tenemos. Y así, mientras nos embarcamos juntos en estos treintaiún días de pureza, debemos comenzar, deternos y terminar con el Evangelio de Jesucristo. Padre del cielo, por favor, ayúdame a gloriarme en el Evangelio de Jesucristo. Por favor, quita de mí cualquier deseo de autoglorificación, cualquier rastro de confianza en mí mismo, incluso el más mínimo pensamiento que pueda tener para ganar tu favor. Oro para que por medio de estos treintaiún días, mi deseo sea verte glorificado en mi vida, crecer en mi confianza en ti y descansar en lo que Cristo ha hecho para restaurar la paz y la comunión entre tú y yo. Haz que el Evangelio resuene en mi corazón hoy y todos los días.
Este recurso fue originalmente publicado en Tim Challies | Traducción: María José Ojeda
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Reseña: Nadie como Él
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Reseña: Nadie como Él

Permíteme, en primer lugar, mostrarte cómo comienza Nadie como Él y luego hacer dos breves observaciones. «Si cinco años atrás me hubieras dicho que un día escribiría un libro para mujeres cristianas y que comenzaría con una cita de Proverbios 31, lo más probable es que te hubiera respondido con una especie de insulto». La primera observación: sabes que este libro va a ser interesante cuando comienza con una especie de insulto. La segunda observación: aunque Wilkin dice que ha escrito un libro para mujeres cristianas, es de igual manera un libro beneficioso para los hombres. Aunque la introducción se titula «Convirtiéndonos en mujeres que temen a Dios», no existe razón por la que un hombre no pueda leerlo y ser beneficiado. Después de todo, Nadie como Él es un libro sobre los atributos de Dios y ese tema es uno en el que todo cristiano debe meditar. Los atributos de Dios son sus características, sus cualidades. Los teólogos tienden a hacer dos listas de atributos, dividiéndolos en aquellos que son únicos de Dios y aquellos que Él le ha dado a otras criaturas. En el primer grupo, se encuentran sus atributos incomunicables, los cuales son: infinito, incomprensible, eterno, omnipotente y muchos más. En el segundo grupo, los atributos comunicables, se encuentran: santo, amoroso, justo, misericordioso, etc. Estos atributos ya han sido tema de muchos libros, con luminarias como Charnock, Pink, Sproul y Tozer que escriben libros excelentes sobre estos temas. Entonces, ¿qué distingue al libro de Wilkin? En parte, es la audiencia, puesto que su libro es escrito por una mujer para mujeres. Sin embargo, aun más, es su enfoque: ella se enfoca completamente en el primer grupo de atributos, las características que son verdad solo de Dios. A medida que los examina, ella intenta responder esta pregunta: «Si sé que Dios es _________, ¿cómo afecta esto la manera en que vivo?». En otras palabras, ¿qué cambio medible debe ocurrir como resultado de meditar en los atributos únicos de Dios? Más aún, ella tiene la intención de mostrar cómo nosotros, como seres humanos, tratamos la primera lista: «A pesar de que [la lista] solo se aplica a Dios, queremos que sea aplicable a nosotras. Pone de manifiesto la manera en que intentamos competir con Dios. Nos gusta esta lista de atributos más» que la otra. Tratamos de robarle la gloria que solo le pertenece a Dios al anhelar los atributos que solo a Él le pertenecen. Por consiguiente, a lo largo de diez capítulos, ella examina los diez atributos incomunicables de Dios, mostrando que Dios es infinito, incomprensible, autoexistente, autosuficiente, eterno, inmutable, omnipresente, omnisciente, omnipotente y soberano. Al final, concluye con más casi insultos y otro texto clave con el que se sorprende a sí misma por estar exponiendo: Salmo 139:14. «Te daré gracias, porque asombrosa y maravillosamente he sido hecho». Cuando el 2016 llegaba a su fin, hice una recopilación de los libros más recomendados de ese año. Nadie como Él se abrió camino a la cima de la lista y, en esa base, determiné que lo leería. Me alegra haberlo hecho. En las primeras páginas, Wilkin cuenta la importancia de estudiar los atributos de Dios, la majestad de Dios: «Cuando perdemos de vista que Dios es majestuoso, inevitablemente llenaremos ese vacío en nuestra visión con la “majestad” de alguien más. Adoraremos a nuestro cónyuge o a un líder. Rendiremos culto a nuestros hijos o a una amiga. Incluso sentiremos temor reverente hacia nosotras mismas. Y esto es una completa necedad. No solo es insensato adorar a alguien que no sea Dios, sino que es la mejor definición de la irracionalidad. Y es agotador». Ella entrega un antídoto: nos guía a aceptar nuestros límites frente a un Dios sin límites. Nos lleva hacia una comprensión más profunda de Dios, una comprensión más profunda de nosotros mismos y una comprensión más profunda del infinitamente inmenso abismo entre nosotros. Ella lo hace hábil, fiel y bíblicamente.

Nadie como Él: 10 maneras en que Dios es distinto a nosotros (y por qué eso es algo bueno). Jen Wilkin. Poiema Publicaciones, 160 páginas.

Esta reseña fue publicada originalmente en Tim Challies.
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Reseña: El evangelio según Satanás
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Reseña: El evangelio según Satanás

Satanás es muchas cosas, pero un hecho que la Biblia deja perfectamente claro es que es un mentiroso. Ya para el tercer capítulo de la Biblia había sido falso (tomó una forma física que no era la suya), había engañado (hizo que las personas cuestionaran si es que Dios era tan bueno como habían pensado) y había mentido descaradamente (contradijo totalmente las palabras de Dios). ¡Y eso ocurre solo en los primeros tres capítulos! Si Satanás es mentiroso y, de hecho, es «el padre de la mentira», no debe ser sorprendente que continúe introduciendo mentiras con el propósito de confundir, engañar y destruir a los seres humanos. Ocho de estas mentiras forman el corazón del nuevo libro de Jared Wilson El evangelio según Satanás: ocho mentiras acerca de Dios que suenan como la verdad. Para entender el propósito del libro, es útil considerar sus orígenes. Wilson cuenta cuando fue a una librería y divisó una copia de la obra no ficticia de Wm. Paul Young, Las mentiras que creemos sobre Dios (lee mi reseña aquí)[1]. Este libro es la continuación de su novela de superventas La cabaña y en el que tuvo el propósito de aclarar parte de la aberrante teología que pudo haber insinuado en su obra de ficción. A medida que Wilson leía el índice y hojeaba el libro, él se dio cuenta de que: «si el diablo hubiese escrito un libro sobre Dios, habría sido algo como esto». ¡Y voilà! Nació un libro. Con esto no quiero decir que El evangelio según Satanás sea exactamente una refutación a Young, pero Wilson sin duda aborda algunas de sus declaraciones. Más bien, la obra de Young provocó que Wilson pensara sobre los tipos de mentiras que Satanás le dice a las personas del mundo hoy: mentiras que suenan suficientemente como verdad y que son repetidas bastante a menudo para que las personas las crean. Incluso cristianos las crean. ¿Por qué lo llama «el evangelio» de Satanás? Porque,
[...] el mejor truco del diablo es hacerte creer que sus ideas no son solo tuyas, sino que incluso son de Dios. Así él crea su propio «evangelio», una perversión del verdadero. Este parece ser buenas nuevas, porque aparentemente responde preguntas que siempre hemos tenido, satisface los deseos que siempre hemos sentido, resuelve misterios en los que siempre nos hemos reflexionado. Si él puede darle credibilidad a sus mentiras, muchísimo mejor.
Él planta su «evangelio» como uno mejor, más satisfactorio, una versión menos costosa del verdadero Evangelio. Muchos son engañados por él. Lo que los cristianos necesitan hacer es «exponer las mentiras, examinar cómo operan, explorar por qué resultan tan convincentes y explicar cómo vencerlas con la verdad». Eso es exactamente lo que Wilson hace en su libro. Cada capítulo examina y refuta una de estas mentiras, al proponer una alternativa mucho mejor: Dios solo quiere que seas feliz; solo se vive una vez; debes vivir tu verdad; lo que sientes es la realidad; la vida es lo que tú haces de ella; necesitas soltar y dejar que Dios haga; la cruz no tiene nada que ver con la ira de Dios; Dios ayuda a los que se ayudan a sí mismos. Los lectores verán que cada una de estas mentiras resuenan en el mundo moderno, pero en realidad tiene raíces más profundas en el tiempo; cada una ha desafiado a los seres humanos por siglos. Creo que el formato de Wilson es efectivo y su libro servirá a muchas audiencias. Podría desafiar a los no creyentes a volver a examinar su pesimismo y a ser menos despectivos con la fe cristiana. Podría desafiar a los verdaderos creyentes que creen genuinamente en Cristo, pero que son fácilmente persuadidos por los tipos de mentiras que tienen un tono distante de la verdad. Podría desafiar a quienes son teológicamente astutos, pero que quieren examinar sus propias vidas y estar mejor equipados para ayudar a otros a vivir según la Palabra de DIos. Para estas audiencias o cualquier otra, con gusto recomiendo El evangelio según Satanás.

El evangelio según Satanás: ocho mentiras acerca de Dios que suenan como la verdad. Jared C. Wilson. Grupo Nelson, 224 páginas.

Esta reseña fue publicada originalmente en Tim Challies.

[1] N. del T.: reseña disponible solo el inglés.

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Reseña: Dios, la avaricia, y el evangelio (de la prosperidad)
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Reseña: Dios, la avaricia, y el evangelio (de la prosperidad)

No cabe la menor duda de que el evangelio de la prosperidad ha arrasado en el mundo a tal grado que una porción significativa de quienes se autodenominan cristianos (ya sea en nuestro país o en el extranjero) se aferran a una versión del cristianismo que se parece muy poco a «la fe que de una vez para siempre fue entregada a los santos». No cabe la menor duda de que ese evangelio promete prosperidad a muchos, pero es entregada a solo unos pocos. Y no cabe la menor duda de que existe una clara conexión entre esta perversa enseñanza y el apellido «Hinn». Por muchos años, Toufik Benedictus Hinn, más conocido como «Benny», ha presidido el imperio del evangelio de la prosperidad que lo ha hecho un nombre muy conocido entre los cristianos. Algunos lo aman; otros lo odian, pero todos lo conocen. Nacido y criado en la iglesia ortodoxa en Jaffa, Israel, Hinn y su familia emigraron a Canadá apenas terminó la Guerra de los Seis Días, donde se convirtió al pentecostalismo. Impresionado e inspirado por Kathryn Kuhlman, fundó una iglesia en Orlando y comenzó a tener servicios de sanidad regulares. Luego, estos mutaron en las grandes «Cruzadas de Sanidad» que entrelazarían al mundo y atraerían a miles, a cientos de miles, o en ocasiones incluso a millones. Las personas iban a él esperando el milagro prometido que sanaría sus cuerpos doloridos o arreglaría sus finanzas quebradas. Con el tiempo, este ministerio se transformó en una empresa familiar que incluía, dentro de todo, al sobrino de Benny, Costi. A medida que Costi crecía, él no solo vivió de la generosidad del ministerio, sino que también comenzó a trabajar para él. Él pudo experimentar todos los placeres de los autos de lujo, los jets privados, las suites presidenciales y todos los otros beneficios de trabajar para una organización que predicaba que la prosperidad material es la prueba del favor divino. Sin embargo, con el tiempo (no como una epifanía repentina, sino como una consciencia cada vez mayor), él comenzó a ver no solo las vacías declaraciones de esta aberrante teología, sino que también las mejores y mayores promesas de la Escritura. Finalmente, rechazó el evangelio de la prosperidad y dejó el ministerio familiar para, en lugar de ello, enfocarse en pastorear una iglesia local. Dios, la avaricia y el evangelio (de la prosperidad) es una examinación y evaluación casi autobiográfica del evangelio de la prosperidad. Con su privilegiada perspectiva única, él es capaz de combinar la comprensión teológica con su experiencia personal, y la combinación tiene un gran impacto. Él cuenta cómo funciona el ministerio y cómo su obsesión por el dinero es absolutamente tan sustancial como para los de afuera. Aunque él afirma que Dios es capaz de realizar milagros, muestra cómo los ministerios como el de Hinn hacen demasiadas promesas y entregan poco. Él expone cuidadosamente el evangelio de la prosperidad como uno que es manifiestamente falso y bíblicamente incorrecto. En este sentido, esta es una biografía intencionada que usa su historia como un medio para enseñar la verdad. Aun cuando Costi expone algunas cosas de las que ocurren tras bambalinas de un ministerio como este, su libro no es amarillista. No contiene información impactante ni escandalosa. Es obvio que aunque él tiene desacuerdos significativos con su familia, continúa amándolos y desea persuadirlos para que se arrepientan y prediquen la verdad. Él dice la verdad, pero de una manera amorosa. No deja ninguna duda de sus convicciones, pero tampoco deja dudas de su deseo de ser persuasivo con cualquiera que esté atrapado o se sienta atraído por la teología de la prosperidad. En estos últimos años, he tenido la oportunidad de viajar por muchos países a lo largo de todos los continentes y, donde sea que vaya, le he pedido a los pastores que me cuenten los principales desafíos para el Evangelio en sus contextos. Casi sin excepción tenían muy poco que decir sobre las restricciones del gobierno o de las religiones rivales que sobre los falsos evangelios, especialmente el falso evangelio de la prosperidad. Agradezco que Costi Hinn haya escrito este registro de sus experiencias y esta defensa de la verdad bíblica. Espero que tenga un gran alcance y convenza a muchos a mirar más allá de las promesas demasiado pequeñas y débiles del evangelio de la prosperidad hacia los beneficios mucho más altos, mucho mejores, mucho más perdurables del verdadero Evangelio de Jesucristo.

Dios, la avaricia, y el evangelio (de la prosperidad): cómo la verdad desmorona una vida construida sobre mentiras. Costi W. Hinn. Editorial Vida, 240 páginas.

Esta reseña fue publicada originalmente en Tim Challies.
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Carta al adolescente que abre la caja de su primer teléfono inteligente
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Carta al adolescente que abre la caja de su primer teléfono inteligente

¡Acabas de recibir tu primer teléfono inteligente! Este es un hito muy importante en tu vida. Ese teléfono que estás por sacar de la caja es uno de los dispositivos más increíbles que jamás se hayan creado, y va a ser tu compañía constante por los próximos años. Es una pieza de tecnología increíble que puede usarse de muchas maneras diferentes. Puede usarse para hacer tantas cosas buenas, pero si no eres cauteloso, también puede usarse para hacer un montón terrible de cosas malas. Por tanto, antes de que lo enciendas por primera vez, creo que sería sabio invertir solo un par de minutos para pensar y planificar.

Dios tiene un propósito para tu teléfono

La tecnología es un regalo de Dios. Cuando leemos la Biblia, encontramos que en el principio del tiempo, Dios creó dos personas, desnudas y solas en un pequeño jardín, y les dio una tarea mundial: llenar este mundo y ejercer dominio sobre él (Gn 1:28). Para poder llevar esto a cabo, necesitarían inventar tecnologías. Si ellos iban a plantar y a recolectar cosechas para alimentar a su familia, primero necesitarían inventar el arado. Si se iban esparcir a lo largo de la tierra para asentar países y construir ciudades, necesitarían inventar puentes y botes. De esa manera, la tecnología es buena. La tecnología es un medio por el cual podemos llevar a cabo el propósito para el cual Dios nos creó. Entonces, cuando Jesús estuvo en esta tierra, Él le dio a su pueblo una nueva descripción de trabajo que tiene el propósito de acompañar a la primera. Nos dijo que lleváramos el Evangelio, la buena noticia de salvación por medio de Jesucristo, a todo el mundo (Mt 28:18-20). Nuevamente, una de las maneras en la que hacemos eso es al inventar y usar tecnologías. No es sorprendente, entonces, que los cristianos estén siempre tomando atención cuando una nueva tecnología estremece al mundo. Cada tecnología es una oportunidad. Cuando entiendes las órdenes que Dios te ha dado, ves que Dios tiene grandes propósitos en mente para tus tecnologías, e incluso para tu teléfono inteligente. Puedes usar ese teléfono para organizar mejor tu vida y así lograr más de las cosas que más importan; puedes usarlo para comunicarte con otros, así puedes contarles la buena noticia para sus vidas; puedes usarlo para leer la Biblia y hacer una lista de tus oraciones; puedes usarlo en cientos de maneras para servir a los propósitos que Dios te ha dado. ¡Agradece a Dios por tu teléfono inteligente!

Satanás tiene un propósito para tu teléfono

Lamentablemente, hay mucho más que contar en esta historia. No pasó mucho tiempo después de que Dios creara al hombre y que le diera esta misión mundial para que cayera en pecado. Adán y Eva determinaron que desobedecerían a Dios y cuando lo hicieron, trajeron el pecado a este mundo. La tecnología no escapó ilesa, pues también existe en este mundo caído. Esta realidad significa que toda tecnología, incluso tu nuevo teléfono, puede usarse para hacer cosas malvadas. Dios tiene un propósito para tu teléfono, pero Satanás también lo tiene. Puesto que este es un mundo que se enfrenta a una gran batalla cósmica entre el bien y el mal, cada nueva tecnología entra a la lucha. Cada tecnología trae algunos beneficios y algunos riesgos. Para cada cosa buena que tu teléfono puede hacer, existen otras cosas malas que también puede hacer. Tendrás ante ti la oportunidad de decidir cada día y en cada momento: ¿lo usarás para bien o para mal? ¿Lo usarás para llevar a cabo las tareas que Dios te ha dado, o lo usarás para entorpecer esas tareas? ¿Usarás tu teléfono para servir a Dios o para servir a Satanás? Agradece a Dios por tu teléfono, pero ruégale sabiduría para usarlo bien.

Tu corazón tiene un propósito para tu teléfono

¿Qué amas más de lo que amas a Dios? En esos momentos cuando no encuentras tu alegría y satisfacción en Dios, y en esos momentos cuando el pecado parece tan tentador, ¿qué es lo que te promete alegría? ¿Qué te promete satisfacción? ¿Qué es eso que necesitas tanto que incluso pecarías para obtenerlo? Para algunas personas es el dinero, y están convencidos de que, a menos que tengan mucho dinero, nunca podrán estar verdaderamente satisfechos. Incluso robarán para obtenerlo. Para otros es el poder, y creen que el camino a la felicidad es acumular poder sobre otros. Van a pisotear y acosar personas para obtenerlo. Lo que sea que eso sea para ti, la Biblia lo llama ídolo. Un ídolo es algo que levantas en lugar de Dios (algo que, al menos por un momento, toma el primer lugar en tu corazón). Cualquiera sea tu ídolo, será un tipo especial de tentación para ti cuando uses tu teléfono. Si idolatras el placer sexual, probablemente serás tentado a usar tu teléfono para mirar pornografía. ¿Sabías que más de la mitad de toda la pornografía se ve en dispositivos móviles como los que tienes? Esto significa que muchas personas como tú compran un teléfono inteligente para poder enviarse mensajes de texto con sus amigos y tomar fotografías de sus vacaciones, pero de alguna forma terminan usándolo para mirar pornografía. Usaron esta gran tecnología dada por Dios para hacer daño en lugar de hacer el bien. Si idolatras la popularidad, si lo que te hace sentir bien sobre ti mismo es ser admirado y tener muchos seguidores, entonces serás tentado a usar tu teléfono para buscar ese ídolo. Podrías usar la cámara para tomarte fotografías inapropiadas en Instagram o quizás uses la aplicación de Facebook para decir duras palabras sobre otras personas. Ese teléfono que puede usarse para hacer tanto bien y llevar tanto ánimo ahora es usado para provocar daño. No existen muchas personas que compran un teléfono con la intención de usarlo para dañar a otros o para mirar pornografía. Sin embargo, donde esté tu corazón, ahí también estará la tecnología a la que accedes. La manera en que usas la tecnología revela tu corazón; muestra si es que tu corazón está orientado a Dios y a encontrar verdadero gozo y satisfacción en Él o si es que intentas encontrar gozo y falsa satisfacción en las cosas que Él prohíbe. En cualquier momento, tu corazón tiene un propósito para tu teléfono. Sí, agradece a Dios por tu teléfono inteligente, ruégale por sabiduría para usarlo bien y para guardar tu corazón.

Úsalo para la gloria de Dios

Y ahora es tiempo de sacar ese teléfono de la caja y prenderlo por primera vez. Mientras lo sostienes en tu mano, ¿por qué no tomas un momento para orar? Pídele a Dios que te ayude a usar bien ese teléfono. Comprométete ante Él ahora con que, hasta donde te sea posible, lo usarás solo para servir a sus propósitos. Busca uno o dos amigos creyentes para rendir cuentas y revisar tu corazón regularmente. Luego anda y glorifícalo con tu teléfono y por medio de él.
Tim Challies © 2015  Desiring God. Publicado originalmente en esta dirección. Usado con permiso.
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Reseña: El libro que tu pastor quiere que leas (pero no se atreve a pedírtelo)

He visto iglesias donde el pastor ha sido muy maltratado (un esclavo forzado a ceder a cada antojo de la congregación). He visto iglesias donde el pastor ha sido tratado como un héroe (una superestrella que existe por sobre toda crítica y responsabilidad). Sin duda, la posición bíblica evita ambos extremos y trata al pastor mucho mejor que a un esclavo y que a una celebridad. Lo trata como un pastor o, mejor aún, como un subpastor que sirve en nombre del gran Pastor de las ovejas, Jesucristo. Para que un pastor prospere en su rol dado por Dios, tanto él como su iglesia deben conocer la naturaleza de su relación y estar dispuestos llevar a cabo su parte para hacer de esta una dinámica saludable y feliz. Y este es exactamente el tema del nuevo libro de Christopher Ash, El libro que tu pastor quiere que leas (pero no se atreve a pedírtelo). «Quiero que leas este libro», dice en la introducción. «De verdad lo deseo, porque es importante que lo hagas. Y precisamente porque tu pastor no se atreverá a pedírtelo. Debes hacerlo. Si lo haces, serás un mejor cristiano en una mejor iglesia. El tema del que hablo es muy importante y se ha descuidado bastante. Tal vez nunca hayas pensado esto, pero espero que lo hagas ahora». Lo que Ash quiere exponer ante el lector es una dinámica congregacional bidireccional en la que el pastor cuida a la congregación y la congregación cuida al pastor. De esa manera, ambos llevan a cabo su responsabilidad dada por Dios y ambos crecen a la imagen de Cristo. Es un máximo beneficio para todos. No solo eso, sino que expone el mandamiento de Hebreos 13:17 y enseña cómo acatarlo: «Obedezcan a sus pastores y sujétense a ellos, porque ellos velan por sus almas, como quienes han de dar cuenta. Permítanles que lo hagan con alegría y no quejándose, porque eso no sería provechoso para ustedes». ¿Ves eso? Cuidar bien a tu pastor es bueno para ellos y para ti (así como que el pastor cuide de ti es bueno para él y para toda la iglesia). Para mostrar cómo aplicar esto prácticamente, Ash presenta una serie de siete virtudes que los cristianos pueden aprender y que contribuirán en gran medida a hacer que el trabajo de su pastor sea un gozo, algo que permitirá que sus pastores, a cambio, les sirvan mejor:
  • Un arrepentimiento diario y una fe entusiasta
  • Pertenencia con compromiso
  • Total honestidad
  • Velar con atención
  • Bondad amorosa
  • Expectativas altas
  • Sumisión entusiasta
Lo que aprecio de la obra de Ash es su originalidad. Aunque existen miles de libros que tienen el propósito de enseñarles a los pastores a cómo servir a sus iglesias, este es el único libro que conozco creado específicamente para enseñarle a las iglesias a cómo servir mejor a sus pastores. En un sentido, es el tema más obvio del mundo; sin embargo, uno que continúa en gran medida inexplorado, al menos hasta donde yo sé. Dicho eso, agradezco que no fuera mi deber promocionarlo porque, si bien lo pensé, no estoy seguro de cómo me habría ido. Aunque es directamente obvio para mí que este es un libro que podría beneficiar a toda iglesia y a todo cristiano, no es directamente obvio para mí la manera de convencer a las personas para que lo compren. Parece ser el tipo de libro que tienden a comprar en abundancia y distribuir extensamente, sin embargo, normalmente es el pastor el que hace ese tipo de compra y distribución. Así que, quizás, lo mejor que puedes hacer es comprar un par de copias y repartirlas en tu iglesia, regalándoselas a un par de personas que conozcas personalmente y a un par de personas que sean capaces de influenciar a otros. El libro que tu pastor quiere que leas (pero no se atreve a pedírtelo) no es un libro que trata de proteger a pastores abusivos o cubrir a los perezosos. No trata de celebrar a los pastores que se niegan a llevar a cabo su llamado dado por Dios. Al contrario, se trata de crear una atmósfera en la cual los pastores pueden llevar a cabo su tarea única con gozo y libertad, cuidando el rebaño como el rebaño cuida de ellos. Por esa razón, me complace recomendarlo.

El libro que tu pastor quiere que leas (pero no se atreve a pedírtelo). Christopher Ash. Poiema Publicaciones, 112 páginas.

Esta reseña fue publicada originalmente en Tim Challies.
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Reseña: El evangelio en el trabajo
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Reseña: El evangelio en el trabajo

Si le prestas un poco de atención a las editoriales cristianas, entonces sabrás que la centralidad del Evangelio es un gran tema en la actualidad, especialmente para las editoriales que etiquetan sus libros en el Nuevo Calvinismo. Aunque, sin duda, es una tendencia, y una que en algún momento comenzará a reducir la velocidad, el punto es claro: el Evangelio importa, e importa para todo. No existe área de la vida que esté fuera del alcance del Evangelio. El Evangelio importa en el púlpito, en casa y en la familia; el Evangelio importa en el trabajo también. El Evangelio en el trabajo es un libro de Greg Gilbert y Sebastian Treager, y su gran idea es esta: tú trabajas para el Rey, y eso lo cambia todo. No importa lo que hagas, tu trabajo tiene valor porque lo haces para el Señor y para quién trabajas es mucho más importante que los detalles de lo que haces. Esto significa que no existe tal cosa como el trabajo sin sentido ni tal cosa como el trabajo insignificante. Gran parte del libro está estructurado en torno a dos de las maneras en que podemos permitir que nuestro trabajo se vuelva pecaminoso. Cada una representa un extremo: para algunos la tentación es la holgazanería en el trabajo, mientras que para otros la tentación es idolatrar el trabajo. Algunos esperan encontrar su significancia y valor en el trabajo que realizan, por lo que el trabajo se convierte en «el objeto principal de nuestras pasiones, nuestra energía y nuestro amor. Terminamos adorando nuestro trabajo». No obstante, otros «podemos caer en ser ociosos en nuestro trabajo. Cuando no somos capaces de ver los propósitos de Dios en nuestro trabajo, en realidad no nos importa mucho serlo. Así que acabamos prestándole poca o ninguna atención, o despreciando y descuidando en general nuestra responsabilidad de servir como si estuviéramos sirviendo al Señor». Y tristemente, ambos extremos son celebrados en nuestra cultura. El desafío de El Evangelio en el trabajo es evitar esos extremos y la manera de hacer eso es al descubrir las implicaciones del Evangelio en lo que haces. «Si eres cristiano, queremos desafiarte a comenzar a conectar la realidad de lo que Dios ha hecho por ti en Cristo para tu trabajo, pensando cuidadosamente sobre cómo esto se aplica y cambia la manera en que piensas sobre tu trabajo». Ahora, algunos de los libros centrados en el Evangelio que he leído no llegan mucho a conectar realmente el Evangelio con el tema tratado. Afortunadamente, ese no es el caso aquí. El Evangelio nos dice que tenemos un nuevo Amo, una nueva tarea, una nueva confianza y nuevas recompensas, y en cada una de ellas se contrarresta la tentación de trabajar demasiado o muy poco. Permíteme entregarte una cita más extensa que ayuda a mostrar cuidadosamente cómo los autores han pensado esto detenidamente:
Debido a la obra de Jesús en la cruz por nosotros, puesto que Él vive y reina ahora, tenemos identidad, pertenencia, amor, aceptación, perdón, adopción, justificación y recompensa. Todo es nuestro por la eternidad. Porque eso es verdad, somos liberados gloriosamente de tener que buscar esas cosas (o, en lugar de ello, sus imitaciones baratas) en nuestros trabajos. ¿Lo ves? No necesitamos nuestro trabajo para otorgarnos una identidad a nosotros mismos, pues ya tenemos una identidad en Cristo. No necesitamos que nos dé un lugar al cual pertenecer. Ya hemos sido adoptados por Dios gracias a Jesús, y pertenecemos a su familia redimida. No necesitamos trabajar para que nos amen, para que agrademos a otros ni para que nos acepten, tampoco necesitamos demostrarnos que valemos la pena. ¿Por qué? ¡Porque todo eso ya ha sido asegurado para nosotros por Jesús! Por tanto, ¿dónde deja eso al trabajo? ¿Qué rol, entonces, desempeñará en nuestras vidas? Simple, lo deja libre de la imposible exigencia de proveernos algo que nunca tuvo el propósito de darnos y de la excusa de que no importa, ¡y somos libres para vivir vidas de servicio alegre y sincero para nuestro Rey!
A medida que los autores desarrollan su tema, entregan una breve teología del trabajo, pero sólida. Luego avanzan hacia asuntos prácticos: elegir una carrera; encontrar ese difícil equilibrio entre el trabajo, la familia y la iglesia; lidiar con jefes y colegas difíciles; ser un jefe cristiano; y compartir el Evangelio en el trabajo. En cada caso, ellos trabajan desde el Evangelio hacia el consejo y la guía práctica. El libro me impactó con mayor profundidad en su discusión sobre el éxito. Los autores redefinen el éxito, alejándolo del dinero, del poder, de la influencia, del cambio o de un estándar respetable de vida. Desde una perspectiva simple, el éxito es mucho más sencillo: se mide en fidelidad. No todos somos igualmente talentosos y no tenemos las mismas oportunidades, por lo que necesitamos ser muy, pero muy cuidadosos de no compararnos con otros. Hacerlo puede ser un error fatal. Al contrario, debemos medir el éxito por la fidelidad a Dios en las cosas que Él nos ha llamado a hacer. Eso fue muy liberador y muy animante para mí. El Evangelio en el trabajo es un libro poderoso y útil exactamente porque el Evangelio realmente sí importa en el trabajo, así como también importa en casa, en la iglesia y en todos los otros lugares. Y puesto que todos trabajamos en algún lugar, en algún momento, este es un libro que todos haríamos bien en leer.

El evangelio en el trabajo: cómo el servicio al Rey Jesús le da propósito y sentido a tu empleo. Sebastian Traeger y Greg Gilbert. Editorial Peregrino, 176 páginas.

Esta reseña fue publicada originalmente en Tim Challies.
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Pecados respetables del mundo reformado
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Pecados respetables del mundo reformado

Jerry Bridges le dio muchos regalos a la iglesia, entre los cuales se encuentra su libro escrito el 2007, Pecados respetables. En él, él acuña un término que describe toda una categoría de pecados que, de otra manera, podría escapar nuestra atención. «Los pecados respetables» son comportamientos que los cristianos (a veces individual y a veces comunitariamente) consideran aceptables, aun cuando la Biblia los describe como pecaminosos. Son sutiles y refinados, de tal forma que incluso los disfrazamos para transformarlos en un tipo de virtud. Bridges ofrece muchos ejemplos: ansiedad y frustración; descontento; desagradecimiento; impaciencia e irritabilidad; mundanalidad; etc. Un aspecto complicado de esta lista de pecados respetables es que sus contenidos pueden cambiar a lo largo del tiempo. Aquello que era respetable en una época puede ser escandaloso en otra, antes de que, una vez más, regrese a la respetabilidad. Hoy me gustaría ofrecer un par de sugerencias de pecados que podríamos considerar respetables hoy, en el 2020, con especial enfoque en los pecados que son fomentados y difundidos en línea. La desconfianza. Esta es una era polarizada que empeora gracias a los medios de comunicación y a las redes sociales, las cuales prosperan adulando a los privilegiados mientras denigran a los extraños. El ideal de objetividad ha sido reemplazado por el vicio de la desconfianza. Aun cuando la Biblia sí alaba la sabiduría y el discernimiento, rechaza la desconfianza, especialmente hacia nuestros hermanos creyentes. Por defecto, no tenemos derecho a dudar de otros o a tener una desconfianza precavida de ellos, como si fueran culpables hasta demostrar ser inocentes. No podemos permitirnos desconfiar de las acciones, de los motivos y de la salvación de hermanos y hermanas en el Señor. Después de todo, el amor no solo se muestra en nuestras acciones, sino que también en nuestras actitudes, porque el amor «todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta» (1Co 13:7). Aun cuando siempre necesitamos estar alertas contra las falsas enseñanzas y los falsos maestros dentro de la iglesia, de igual manera, necesitamos estar alerta contra la desconfianza dentro de nuestros corazones. No hay nada respetable respecto a eso. El chisme. Nuestros dispositivos digitales omnipresentes y las redes sociales permanentes nos han dado la habilidad de comunicarnos con una velocidad y alcance incomparables. Sin embargo, con este gran poder viene una responsabilidad aleccionadora, puesto que la Biblia siempre advierte sobre el poder de las palabras y de nuestra tendencia a usarlas de mala forma. Tanto la vida como la muerte se encuentran en el poder de la lengua (Pr 18:21). Somos responsables no solo de hablar la verdad sobre otros, sino que también de alejarnos de aquellos que no lo hacen. Después de todo, se requieren dos para chismear y, así como es pecado hablar mal de otros, es pecado escuchar sin discernimiento. No obstante, el mundo cristiano, y quizás especialmente el mundo cristiano reformado, está absolutamente repleto de chismes. Desde el púlpito hasta las bancas, desde la sala de espera de la conferencia hasta la transmisión en vivo de ella, el chisme está desenfrenado. Se susurra en nombre de información importante y se publica en blogs en nombre del discernimiento (ambas formas de disfrazarlo con un atuendo respetable). Sin embargo, si no es verdad, si no es edificante, si no es necesario, es chisme. Realmente, el chisme puede ser el gran pecado acosador de este movimiento y un importante contribuyente a su colapso actual o venidero. La calumnia. Estrechamente conectado al chisme se encuentra la calumnia. Cuando calumniamos a otra persona, pronunciamos declaraciones falsas con el fin de dañar su reputación. La manera en que podemos cometer este pecado respetable es al insistir que estamos advirtiéndoles a otros sobre un falso maestro y protegiendo a las ovejas inocentes e indefensas. ¡Solo estamos dañando la reputación de alguien porque tenemos un gran amor y preocupación por otros! Lo que tendemos a hacer, entonces, es comunicar información que hemos escuchado a través de canales chismosos, pero no los hemos verificado ni validado. Y por lo tanto, seguimos el ejemplo de personas que han inventado información por los motivos más horrendos y los hemos esparcido como si fueran verdad. Aunque nuestras motivaciones podrían ser buenas (o, al menos, no completamente depravadas), nuestras acciones aún son pecaminosas. Estás advertido: «Pero Yo les digo que de toda palabra vana que hablen los hombres, darán cuenta de ella en el día del juicio» (Mt 12:36). La intromisión. Una vez, Neil Postman hizo esta pregunta: «¿Con cuánta frecuencia ocurre que la información que recibimos por la mañana, sea por la radio, la televisión o la prensa nos obliga a cambiar nuestros planes del día, o a hacer algo que de otra manera no hubiéramos hecho, o nos aporta alguna percepción sobre cierto problema que tenemos que resolver?». En la mayoría de los casos, la respuesta es: «no muy a menudo». Se podría preguntar lo mismo en relación a la información que recogemos de las redes sociales y otras fuentes de noticias e información cristianas. ¿Cuán a menudo en realidad hacemos algo al respecto? Y quizás, aun mejor, ¿cuán a menudo es realmente nuestra responsabilidad hacer algo al respecto? Postman lamentaba el ciclo impotente en el cual «las noticias obtendrán una variedad de opiniones respecto de las cuales no es posible hacer nada, excepto ofrecerlas como noticia sobre la cual tampoco es posible hacer nada». Estoy convencido de que experimentamos algo similar hoy, donde recibimos noticias sobre las cuales no podemos hacer nada; por tanto, lo que hacemos es comunicarlas, transmitiendo nuestra opinión, nuestra alegría, nuestra indignación. Sin embargo, comunicarlas no es un acto neutral. Puede, de hecho, ser un acto de intromisión, la acción de un entrometido. Transmitir opiniones sobre situaciones que han sucedido a una gran distancia de nosotros, que no nos incumben, sobre las cuales no podemos hacer nada y sobre las cuales sabemos muy poco, parece coincidir con la definición de intromisión. La holgazanería. Toda nueva tecnología trae consigo tanto beneficios como inconvenientes, y las redes sociales no son la excepción. Las personas pueden usar las redes sociales para ser tremendamente productivos: para dar rienda suelta a sus dones, talentos, tiempo, energía y entusiasmo por el bien de otros y para la gloria de Dios. Sin embargo, las personas también pueden usar las redes sociales para ser tremendamente improductivas. Su uso puede reflejar holgazanería e indolencia. Podemos disfrazar nuestro uso de las redes sociales como la construcción de una plataforma o la expresión de discernimiento o el ofrecimiento de ánimo. No obstante, si somos honestos con nosotros mismos, para muchos de nosotros es un medio de escape del mundo real y de nuestras vidas reales. Es pereza, no productividad, y la Biblia tiene advertencias repetitivas y aleccionadoras sobre aquellos que son perezosos (p. ej. Ec 10:18; Pr 19:15; 1Ts 5:14). Irónicamente, las personas que son más activas en las redes sociales también podrían ser las más holgazanas. El cuestionamiento. Cuestionar es poner en duda la verdad, la validez o la honestidad de las motivaciones de otras personas. Estrechamente conectado a poner en duda las motivaciones de otras personas está sugerir que sabes cuál es la verdad que hay detrás. Hay tanto de esto en el mundo cristiano de hoy, y genera tan poca desaprobación, que debe clasificarse como respetable. No obstante, una pequeña introspección bíblicamente guiada debe decirnos que a menudo ni siquiera sabemos cuáles son nuestras propias motivaciones, y si no sabemos cuáles son las nuestras, ¿cómo es posible que podamos conocer las de otras personas? Santiago 3:17-18 nos desafía: «Pero la sabiduría de lo alto es primeramente pura, después pacífica, amable, condescendiente, llena de misericordia y de buenos frutos, sin vacilación, sin hipocresía». En 1 Corintios 4:5, se nos advierte: «No juzguen antes de tiempo, sino esperen hasta que el Señor venga, el cual sacará a la luz las cosas ocultas en las tinieblas y también pondrá de manifiesto los designios de los corazones». Si vamos a asumir cualquier cosa respecto a las motivaciones del corazón de otros, debemos asumir lo mejor, no lo peor. Cuando se trata de un hermano o hermana en Cristo, es pecaminoso asumir que tiene malas motivaciones; es pecaminoso fallar en asumir que hay buenas motivaciones. Cada uno de nosotros es un santo, pero cada uno de nosotros aún es un pecador. Como tales, seguimos siendo atraídos a ciertos pecados y tendemos incluso a disfrazarlos como si llevaran un atuendo respetable. Es una disciplina buena y necesaria, entonces, examinarnos para considerar no solo los pecados que consideramos más horribles, sino que también aquellos que consideramos los más hermosos. Hacemos esto sabiendo que incluso el más «respetable» de nuestros pecados es detestable para Dios y, por esa razón, debe ser igualmente detestable para su pueblo.
Este recurso fue publicado originalmente en Tim Challies.
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Reseña: Maternidad redimida
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Reseña: Maternidad redimida

En el último par de años, he escuchado a más y más mujeres hablar de la bendición que ha sido para ellas el podcast y la página web de Risen Motherhood[1] [Maternidad redimida] (creados por Emily Jensen y Laura Wifler) [Disponible solo en inglés]. Y estas no son solo mujeres que me encuentro en el mundo cristiano «exterior», sino mujeres que conozco «aquí mismo» en mi iglesia local. Ha sido un gozo escuchar cómo se han beneficiado de estos recursos, y sé que muchas de ellas han estado expectantes en la larga espera del libro que lleva el mismo nombre. Si bien en ese entonces no me sorprendió, me animó ver que Maternidad redimida estaba cerca de los top 100 libros en Amazon Charts en el día de su publicación[2] (lo cual no es una hazaña pequeña). Maternidad redimida es un libro en el que se habla sobre aplicar el Evangelio a las alegrías y a los desafíos únicos de ser mamá o, como afirma el subtítulo, ofrecer «la esperanza del Evangelio para los momentos cotidianos». Esto lo posiciona bien dentro de la corriente del movimiento «centrado en el Evangelio» que ha tenido un gran impacto a lo largo de los últimos diez años. Este movimiento se trata completamente de determinar cómo el Evangelio de Jesucristo se aplica a toda la vida o de responder la pregunta: «¿qué diferencia hace la muerte y resurrección de Jesucristo en esta lucha, en este triunfo o en esta realidad?». Al principio del libro, Jensen y Wifler explican que el libro (y el podcast que lo precede) realmente comenzó cuando enseñaban a sus hijos a usar el baño; con las frustraciones y el cansancio de la vida real. Ellas sabían que su irritabilidad e impaciencia estaba mal, pero no sabían cómo abordar esto bíblicamente. Por lo tanto, comenzaron a preguntarse: «¿Habla la Biblia acerca de estas cosas? Si Cristo realmente lo cambia todo, ¿en qué cambia el entrenamiento en el control de esfínteres para los niños pequeños? ¿Qué dice el Evangelio al respecto?». Buscaron y encontraron que el Evangelio aborda toda la maternidad, desde el panorama general de estar casadas y dar a luz hasta el meollo de enseñarle a los hijos cuándo, dónde y cómo usar el baño. Ellas determinaron que necesitaban vivir una «maternidad redimida», establecida dentro del contexto de un Salvador resucitado. Y eso lo cambió todo. Esto no quiere decir que les mostró cómo apurar el proceso de entrenamiento para ir al baño o que hizo que todos los problemas desaparecieran. Pero les dijo de qué se trata la vida y la maternidad. Les dijo por qué algo tan bueno es acompañado por esas grandes dificultades. Abordó los problemas demasiado comunes de la envidia y la comparación que sin duda siempre han estado presentes, pero que hoy lo están poderosamente por medio de Pinterest e Instagram y un montón de otros medios. Este despertar fue el amanecer de su podcast y, ahora, de su libro.
No necesitamos la versión mundana de la maternidad. Necesitamos una maternidad redimida, transformada por la resurrección de nuestro Señor y Salvador. Necesitamos su sangre derramada si hemos de derramar nuestra culpa y nuestros fracasos. Necesitamos su plenitud que llene nuestros vacíos. Necesitamos su sacrificio y su dolor para poder sacrificarnos por otros hasta que duela. Necesitamos sus heridas que sanen nuestras heridas. Necesitamos su expiación para expiar de una vez por todas nuestros pecados. Necesitamos su muerte que nos infunda vida.
Maternidad redimida comienza con un par de capítulos que describen el Evangelio, mostrando que se puede entender mejor como una especie de narrativa y explicando cómo esta narrativa del Evangelio se aplica incluso a la maternidad. Concluye con un par de capítulos que tienen el propósito de instruir a las lectoras en la importancia de la instrucción bíblica y a la fluidez del Evangelio aun (o especialmente) durante los largos años de maternidad.  Sin embargo, el corazón del libro es una serie de catorce breves capítulos, cada uno de los cuales analiza un tema común entre las mamás y muestra cómo se aplica el Evangelio allí. En cada caso, las autoras siguen la estructura estándar de Creación, Caída, Redención y Consumación. Entonces, por ejemplo, en el capítulo sobre el matrimonio, ellas describen algunos de los desafíos que las esposas y las madres enfrentan; luego, muestran cómo en la creación el matrimonio tenía el propósito de ser una unión; cómo en la caída esa unión fue alterada; cómo en la obra de la redención de Cristo, Él muestra lo que el matrimonio siempre tuvo el propósito de ser; y cómo, en la gran consumación, el propósito del matrimonio será cumplido y el pecado será erradicado. Luego, hay aplicaciones: «puesto que Jesús llevó una vida perfecta en nuestro lugar, la presión que pesaba tanto sobre el esposo como la esposa ha sido quitada, y no hace falta que sean padres perfectos». «Madre [...], Cristo ya dio la talla por ti. Ahora puedes dejar de comparar a tu esposo con los libros de crianza, las conferencias, los blogueros o el vecino de al lado. En lugar de eso, extiende a tu esposo la gracia constante y amor que has recibido de su herencia común en Cristo, celebrando los dones únicos que posee tu esposo». Maternidad redimida es una obra sólida y llena un vacío. Donde muchos libros sobre maternidad son esencialmente legalistas y dan noticias que no son mejores que «necesitas esforzarte más», este enraíza a las madres en la obra consumada de Jesucristo. Muestra acertadamente que el Evangelio realmente marca toda la diferencia no solo en la eternidad, sino que en la vida diaria también. Muestra cómo vivir como si el Evangelio fuera verdad en todas las alegrías y los desafíos de la vida, incluso en la maternidad. Reconozco que no soy exactamente la audiencia central de Maternidad redimida. Dicho esto, siempre estoy al tanto de los recursos en los que puedo confiar y luego recomendar a otros. Estoy encantado de decir que por todo el tiempo que he seguido la obra de Jensen y Wifler, me he beneficiado de ella. Aún mejor, he visto a muchas mamás cristianas que conozco y que aman leer su página web, escuchar su podcast y crecer por medio de ellos. Agradezco que ahora hayan agregado este libro a los muchos canales por medio de los cuales sirven a Dios al servir a su pueblo. Creo que el libro hará exactamente eso.

Maternidad redimida: la esperanza del evangelio para momentos cotidianos. Emily Jensen, Laura Wifler. Editorial Portavoz, 224 páginas.

Esta reseña fue publicada originalmente en Tim Challies.

[1] Nota del editor: Risen Motherhood es una comunidad de mujeres que, a través de su blog y otros recursos, busca alentar, equipar y desafiar a cada mamá a aplicar el Evangelio en su vida diaria.

[2] Nota del editor: Esto ocurrió con la primera publicación del libro en inglés, en septiembre del 2019.

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RESEÑA: ORANDO LA BIBLIA
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RESEÑA: ORANDO LA BIBLIA

He leído todos los libros de Donald Whitney porque siempre provocan que crezca en mi apreciación de las disciplinas espirituales más simples, pero más importantes. Como sucedió con muchos otros cristianos, Disciplinas espirituales para la vida cristiana demostró ser fundamental en mi comprensión y práctica de las disciplinas espirituales. Simplify Your Spiritual Life [Simplifica tu vida espiritual] fue un importante llamado a despertar a la hermosa simplicidad de la vida cristiana. Por tanto, estaba expectante por sumergirme en su nueva obra: Orando la Biblia. Este libro basa su argumento en la existencia de un problema muy común: la oración es difícil. «Yo creo que mucha gente —genuinos cristianos nacidos de nuevo— a menudo no ora porque, simplemente, no desea hacerlo. La razón por la que no lo desean es porque, cuando oran tienden a decir las mismas cosas de siempre». Supongo que te ves reflejado en esto y que muchas de tus oraciones se sienten igual a las descritas aquí. La repetición en nuestras oraciones puede llevarte a asumir que tus oraciones no tienen sentido y que no tienen ningún efecto. Cuando estás aburrido de ellas, dejas de orar. Cuando dejas de orar, te sientes como un fracasado espiritual y te consideras un cristiano de segunda categoría. Es un conocido ciclo descendente. Ahora bien, el problema aquí no se encuentra en orar las mismas cosas de siempre. Tenemos que orar regular y repetidamente por ciertos asuntos: por nuestra santidad personal, por miembros de nuestra familia, por las familias de nuestra iglesia, por nuestros vecinos y familiares no salvos, por el cuidado económico y la provisión, por la salud y la seguridad, y así sucesivamente. «El problema no es que oremos por las mismas cosas de siempre, sino que usemos las mismas palabras cada vez que oramos por las cosas de siempre». El problema, entonces, es de método. El centro de Orando la Biblia es la enseñanza de Whitney de un método particular que tiene el propósito de abordar la falta de variedad en nuestras oraciones: «Cuando ores, ora a través de un pasaje de las Escrituras, de manera particular a través de un salmo». Eso es. «Es tan simple como ir a través del pasaje línea por línea, hablando con Dios acerca de todo aquello que venga a tu mente mientras lees el texto. ¿Ves cuán fácil es todo esto? Todos pueden hacerlo». Él describe este método y luego lo enseña con instrucciones muy prácticas. El tono del libro es el de un sabio cristiano mayor que se acerca y camina junto al cristiano joven y le dice: Déjame enseñarte lo que he aprendido. Déjame enseñarte cómo orar. Es cálido, familiar y muy animante. La larga experiencia de Whitney con este método, junto con su entusiasmo por él, hace que parezca tanto bueno como factible. Si lees el libro, terminarás sabiendo y siendo capaz de practicar este método. Creo que casi puedo garantizar todo eso. También creo que terminarás entusiasmado por intentarlo y confiado de que traerá nueva vida a tus oraciones. A medida que llego al final de esta reseña, siento la necesidad de señalar que este es un método dentro de muchos. Aunque el método es más o menos modelado en la Escritura, y aunque muchos cristianos lo practican, en ninguna parte se nos exige. Orar la Escritura, como el Dr. Whitney nos enseña, es un método poderoso de oración, pero no indispensable. Existen otras maneras de dar vida y fuerza a nuestras oraciones. A nivel personal, nunca he hecho de este tipo de oración una parte regular de mi vida de oración. Sin embargo, debido a mi respeto por Donald Whitney y a su entusiasmo por este método, me inclino a intentarlo por un largo periodo. Mi única preocupación es que no estoy muy seguro de cómo integrar el método con mi lista de oración para asegurarme de estar orando por la amplia variedad de asuntos (incluyendo, por supuesto, todos los familiares, los miembros de la iglesia, los amigos y los vecinos, los ministerios que amo, etc.). Creo que el libro podría haberse beneficiado de un poco de guía sobre cómo hacer esto. Conocer la Palabra de Dios y el carácter de Dios, concluye Whitney, «debe ser posible para cada cristiano, incluyendo a todo el que está leyendo este libro, llevar una vida de oración significativa y satisfactoria». Si lees e implementas este método, estoy seguro de que descubrirás que esto es verdad.
Esta reseña fue publicada originalmente en Tim Challies.
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Reseña: El hallazgo de la verdad
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Reseña: El hallazgo de la verdad

El galardonado libro éxito de ventas de Nancy Pearcey, Verdad total, dejó una gran marca en mi vida. Fue, según recuerdo, el primer libro que leí sobre cosmovisión y su explicación de la forma en la que el mundo divide lo sagrado de lo secular no solo me golpeó, sino que también me ayudó a entender y a explicar mejor la cultura a mi alrededor. Aunque Pearcey escribió otro libro entre medio, considero  esta obra, El hallazgo de la verdad, la verdadera secuela de Verdad total. En El hallazgo de la verdad, Pearcey ofrece cinco principios que tienen el propósito de desenmascarar el sinfín de cosmovisiones alternativas al cristianismo que tiene la cultura: secularismo, ateísmo y similares. Existe todo tipo de libros que hacen una promesa parecida, pero este tiene una notable diferencia: Pearcey mira Romanos 1 para encontrar un tipo de manual de entrenamiento apologético para identificar y desafiar cualquier otra cosmovisión. Al principio de la carta de Pablo a la iglesia en Roma, él declara que toda la humanidad tiene acceso a la evidencia de la existencia de Dios y luego describe qué le ocurre a las personas se rehúsan a reconocerlo. A medida que las personas se alejan de Dios, restringen la verdad que Dios les da a conocer por medio de la creación y la naturaleza humana. Las personas se esconden de Dios al crear ídolos; sustitutos de Dios. Estos no son meramente ídolos de madera y piedra, sino que también son ideas; cualquier idea que proporcione una explicación alternativa al significado y propósito de la vida. Los ídolos tienen consecuencias y Dios entrega a quienes los adoran a una mente depravada, de modo que se hacen vanos en sus razonamientos y deshonrosos en su comportamiento. Aunque la mayoría de las explicaciones de este texto se centran en el comportamiento, Pearcey se centra en la mente, mostrando las maneras en las que la mente incrédula es afectada por el pecado, por lo que una cosmovisión completa llega a ser totalmente opuesta a Dios. En Romanos 1, ella encuentra cinco estrategias principales que «permiten identificar los elementos básicos de cualquier cosmovisión —incluidas las ideas vanguardistas de nuestro tiempo— y después elaborar una defensa convincente del cristianismo». A continuación, comparto una breve explicación de cada uno. Principio 1: identificación del ídolo. Cada cosmovisión no bíblica comienza con algún tipo de sustituto de Dios: un ídolo. Si los seres humanos no van a adorar al Dios que los creó, aun así adorarán algo, algo que proporcione una explicación alterna a los orígenes del mundo o que provea una comprensión del significado de la vida. Principio 2: identificación del reduccionismo de los ídolos. Una vez que identificamos al ídolo, necesitamos buscar su reduccionismo, la manera en la que este lleva a una visión reducida de la vida humana. Cuando una parte de la creación es deificada o idolatrada, todas las demás partes necesariamente serán denigradas. ¿Por qué? Porque una parte siempre es demasiado pequeña para explicar el todo. El reduccionismo siempre deshumaniza. Principio 3: póngalo a prueba, ¿contradice lo que sabemos del mundo? El tercer paso es evaluar la cosmovisión a la luz de los hechos de la experiencia; es decir, las verdades de la revelación general. Aunque las personas continuarán suprimiendo la evidencia de la existencia de Dios, lo que Dios ha creado continúa desafiándolos, porque la naturaleza física y la naturaleza humana constantemente  evidencian al Creador. Por tanto, cada cosmovisión idólatra fallará en encajar con la evidencia y, al contrario, contradecirá los hechos de la revelación general. Principio 4: ponga a prueba el ídolo, ¿se contradice a sí mismo? Toda cosmovisión reduccionista es, en cierto nivel, contraproducente. Se suicida al reducir la razón a algo menos de lo razonable. Necesitamos buscar la manera en la que se contradice y colapsa internamente. (Un ejemplo es la declaración relativista de que no existe una verdad universal aunque esa declaración tiene, en sí misma, el propósito de ser una verdad universal). Principio 5: reemplace el ídolo, promocione el cristianismo. Al centrarse en los puntos donde las cosmovisiones reduccionistas fallan, podemos ofrecer una mejor y más convincente alternativa. Podemos hacerlo al encontrar los inevitables lugares donde otras cosmovisiones se apropian de la cosmovisión cristiana y se exponen a la crítica. El hallazgo de la verdad tiene muchas fortalezas loables. En primer lugar, Pearcey muestra una y otra vez cuán lejos irá la gente para restringir el conocimiento de Dios. Harán cualquier cosa para negar lo que está frente a sus narices y (aún más cerca) justo dentro de sus propios corazones y mentes. Ella muestra esto en una amplia gama de religiones y filosofías alternativas, apuntando siempre a la consistencia de la fe cristiana. Aunque ella muestra que todas las otras cosmovisiones son insuficientes e ilógicas, no las descarta todas. Al contrario, muestra cómo contienen cierta sabiduría genuina, y luego muestra cómo su mejor sabiduría es inevitable e ilógicamente robada de la cosmovisión cristiana. También entrega un argumento intelectual convincente para la fe cristiana. Agradezco lo que Gregory Koukl dice en su opinión: «este es uno de esos libros que no solo desafía a los críticos; también le da una gran dosis de confianza al cristiano que se encontrará terminando sus páginas diciendo: “vaya, esto realmente es verdad”»[1]. Pearcey promete que los principios que establece «te darán las herramientas para reconocer lo que es correcto y lo que es incorrecto en cualquier cosmovisión y para luego crear una perspectiva bíblicamente formada que sea verdadera y humana». Ella hace la promesa y la cumple. El hallazgo de la verdad es, en definitiva, un sucesor digno de Verdad total.

El hallazgo de la verdad: 5 principios para desenmascarar el ateísmo, el laicismo y otros sustitutos de Dios. Editorial JUCUM, 319 páginas.

Esta reseña fue publicada originalmente en Tim Challies.

[1] N. del T.: traducción propia.

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Reseña: Tácticas

Tengo un poco de aversión a los libros sobre apologética. No sé exactamente por qué, pero una razón podría ser que muchos de ellos parecen enseñar métodos de defensa de la fe que manipulan o coaccionan. Por alguna razón, la gracia y la apologética no parecen ir juntas como debieran. Entonces, comencé a leer, quizás con un poquito de reticencia, el libro de Gregory Koukl, Tácticas: un plan de acción para debatir tus convicciones cristianas. Este es un libro que promete enseñar un nuevo método, uno respetuoso, de la defensa de la fe y un intento para convencer a otros de la verdad del cristianismo. Este no es un texto de introducción básica a la apologética, como un libro que compara y contrasta varios métodos de apologética; al contrario, es una guía, un libro en el que se busca guiar al lector a un nuevo método de compartir su fe con otros. «Si eres como muchas de las personas que se sienten atraídas por un libro como este, es porque te gustaría hacer tu aportación para el reino, pero no estás seguro de cómo empezar. Quiero ofrecerte un plan de acción, una estrategia para implicarte de un modo que nunca habrías imaginado, pero con un tremendo margen de seguridad». Esto es lo que Koukl promete, no establece ninguna meta pequeña. 
Voy a enseñarte a gestionar conversaciones para que puedas mantener el control —de buena manera— aunque tu conocimiento sea limitado. Puede que no tengas ninguna experiencia respondiendo a objeciones que se plantean contra lo que crees, o incluso que seas cristiano desde hace poco tiempo, pero no importa. Voy a presentarte algunas maniobras eficaces —yo las llamo tácticas— que te ayudarán a mantener el control.
Este acercamiento táctico es uno útil, puesto que te permite «tener el control de la conversación y dirigir el diálogo de forma productiva, exponer las ideas erróneas o incoherentes y sugerir, sobre la marcha, alternativas mejores». Es importante notar que las «tácticas no son triquiñuelas o astutas artimañas que usamos para manipular. No son inteligentes trucos para avergonzar a nuestros interlocutores y forzarlos a aceptar nuestro punto de vista. No pretenden menospreciar o humillar a quienes disienten de nosotros para poder presentarlos como trofeos de nuestras dotes». Al contrario, son maneras de guiar una conversación para exponer un mal razonamiento y luego usarlo como un puente hacia la verdad. Koukl comienza mirando tres habilidades básicas que el cristiano necesitará si quiere ser un apologeta efectivo. La primera es que debe tener conocimiento, estar familiarizado con el mensaje central de la Biblia; la segunda, debe tener un conocimiento templado por la sabiduría que hace su mensaje claro y persuasivo; la tercera, debemos tener el carácter de un cristiano, personificando las virtudes del Reino al que sirve.   Luego, en el transcurso de cuatro capítulos, Koukl devela su táctica. Él la denomina «Colombo». La clave de esta táctica es «pasar a la ofensiva de forma inofensiva, utilizando preguntas cuidadosamente seleccionadas para adelantar la conversación de forma productiva». Nunca hagas una afirmación cuando una pregunta puede hacer ese trabajo. Cuando haces una pregunta y escuchas cuidadosamente, recopilas información que puede ser usada para mostrarle a una persona en qué lugar su manera de pensar no es correcta. Las preguntas pueden usarse para recolectar información, invertir el peso de la prueba o guiar la conversación. De cualquier manera, la persona que hace las preguntas es quien guía el diálogo.  El autor establece una meta modesta y realista para sus interacciones con no creyentes. «Mi meta», dice, «es más bien encontrar formas inteligentes de explorar los errores en el pensamiento de mis interlocutores, a fin de guiarlos a la verdad, siendo siempre benevolente y caritativo. Mi objetivo es gestionar, no manipular; controlar, no coaccionar; practicar la diplomacia, y no la lucha. Quiero que estas sean también tus metas». El objetivo de este tipo de apologética, entonces, no es necesariamente ganar a alguien para Cristo. Ese podría ser un objetivo o esperanza final, pero la meta que una persona encuentra no es nada más que, en palabras de Koukl: «ponerle [a alguien] una piedra en el zapato». «Quiero darle algo en qué pensar, algo que no pueda ignorar porque le molesta, en un sentido positivo». En la segunda parte del libro, Koukl ofrece una guía para encontrar los errores en la manera de razonar de las personas. Él ofrece tácticas específicas para develar un mal razonamiento y darlo vuelta contra esa persona. Él denomina algunas de ellas como Suicidio, Rivalidad entre hermanos y Quitar el tejado. Él ofrece consejo sobre cómo hacer frente a la Apisonadora humana (he intentado discutir asuntos con personas como estas) y el Becario Rhodes, el supuesto experto. Cuando pienso en la apologética cristiana, tiendo a pensar en Evidencia que demanda un veredicto, uno de los clásicos de antaño. No obstante, en este libro Koukl ofrece un nuevo acercamiento y uno que está bien adaptado a los tiempos. Él enseña al cristiano a pensar bien, a ejemplificar la gracia y a guiar la conversación humildemente hacia la verdad. 
Podemos pasarnos horas ayudando a alguien a analizar cuidadosamente un asunto sin mencionar a Dios, a Jesús o la Biblia. Esto no significa que no estemos contribuyendo a la causa del reino. Siempre damos un paso hacia adelante cuando ayudamos a alguien a pensar con más detenimiento. Como mínimo, le aporta las herramientas para abordar las cuestiones más trascendentales que siempre acaban surgiendo.
La apologética no es siempre una disciplina que se lleva a cabo con gracia. Sin embargo, en este libro Koukl comparte tácticas que demostrarán ser beneficiosas para cualquier cristiano. Estas podrían revolucionar la manera en la que interactúas con no creyentes. Lo recomiendo encarecidamente. 

Tácticas: un plan de acción para debatir tus convicciones cristianas. Gregory Koukl. Editorial Vida, 224 páginas.

Esta reseña fue publicada originalmente en Tim Challies
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Reseña: El poder & el mensaje del evangelio
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Reseña: El poder & el mensaje del evangelio

Nunca he sido el tipo de persona que disfruta una tarde en una galería de arte. No es que no me guste el arte (en realidad, me gusta), solo que no lo entiendo muy bien. Por supuesto, el hecho de que tenga daltonismo de rojo y verde probablemente no ayuda mucho a mi causa, pero parece que lo que emociona a los artistas, lo que sobresale para ellos, no es mucho para mí. Uno de esos extraños pequeños recuerdos de mi niñez incluye un día de visita a la galería de arte de Ontario con mis tíos. Ambos son artistas y a ambos les encanta visitar galerías de arte. Hora tras hora entrábamos a una sala con cuadros colgados en cada pared. Yo sondeaba la sala rápidamente, le echaba un vistazo a cada cuadro, luego iba al centro de la sala y tomaba una siesta en un pequeño banco acolchado. Mientras tanto, mis tíos caminaban lentamente, observaban por largo tiempo una pintura, la miraban desde diferentes ángulos y expresaban alegría y deleite por la técnica que usó el artista, por los colores que escogió, por el detalle que incluyó (la luz sobre un objeto, las cuidadosas pinceladas, la sombra, la precisión). Los tres estábamos en esa galería de arte juntos, pero uno de nosotros tuvo una experiencia bastante diferente a la de los otros dos. Pensé en mis tíos y pensé en esa galería de arte mientras leía el nuevo libro de Paul Washer, El poder & el mensaje del Evangelio. Hay algo en mi naturaleza, creo, que prefiere mirar rápidamente en lugar de observar con detención. Me inquieto rápidamente, busco un momento y luego continúo en otras cosas. Me he dado cuenta de que a menudo es mejor observar detenidamente, ya que ciertas cosas solo pueden verse y comprenderse mediante un estudio largo y dedicado. Esto es exactamente lo que Washer hace en su libro. El poder & el mensaje del Evangelio es el primer libro de una trilogía de Washer: tres libros que juntos se titulan Recuperando el Evangelio, en los que mira profunda y detenidamente el Evangelio. Washer comienza desde una postura levemente defensiva, mostrando cómo el Evangelio ha sido reducido, descuidado y atacado en tantas iglesias contemporáneas.
Uno de los crímenes más grandes cometido por la presente generación de cristianos es su descuido del evangelio, y es de este descuido que surgen otros males. No es tanto que el mundo perdido está endurecido hacia el evangelio sino que es más bien ignorante del evangelio, puesto que muchos de aquellos que proclaman el evangelio son ignorantes de sus verdades más básicas. Los temas esenciales que conforman la esencia del evangelio —la justicia de Dios, la depravación radical del hombre, la propiciación por sangre, la naturaleza de la verdadera conversión y la base bíblica de la seguridad— están ausentes de demasiados púlpitos. Las iglesias reducen el mensaje del evangelio a unas pocas declaraciones doctrinales, enseñan que la conversión es una decisión puramente humana y declaran seguridad de salvación sobre cualquiera que pronuncia la oración del pecador.
Contra este abandono radical, él dice: «No es propio que nosotros como ministros o laicos estemos tan cerca y no hagamos nada cuando vemos “el glorioso evangelio del Dios bendito” ser reemplazado por un evangelio de menor gloria. Como administradores de este encargo, tenemos la obligación de recuperar el único evangelio verdadero y proclamarlo con valentía y claridad a todos». Esto es exactamente lo que se propone hacer en este libro y en esta serie de libros. Este libro, entonces, es una mirada larga, cuidadosa y alegre del Evangelio. Es como si Washer entrara a la sala de una galería de arte y estudiara una obra desde un lado primero y luego desde otro. Él retrocede para mirar la obra completa y luego se acerca para examinar los más finos detalles y los matices más meticulosos. Se maravilla del trabajo y se deleita en el arte. Su alegría por esta obra de arte es contagiosa y el lector simplemente no puede evitar ser atraído a la emoción. No obstante, a diferencia de una obra de arte que es inevitablemente limitada, una obra que tiene fin, el Evangelio es infinito en su profundidad y belleza.
Como predicadores y como miembros de la iglesia, seríamos sabios al ver el evangelio a través de los ojos de [Pablo], y deberíamos considerarlo como digno de cuidadosa investigación a través de toda nuestra vida. Y es que, aunque hayamos vivido muchos años en la fe, aunque poseamos el intelecto de Edwards y la perspicacia de Spurgeon, aunque hubiéramos entendido cada publicación de los padres de la iglesia, los reformadores y los puritanos, y aunque hayamos pasado a través de todos los eruditos de la presente era, podríamos estar seguros de que no habríamos escalado ni la base de este Everest que llamamos evangelio. ¡Aún después de una eternidad de eternidades diremos lo mismo!
En un libro que es profundo, metódico y poderoso, Washer llama a cada cristiano a hacer del Evangelio su obsesión de por vida. «Recuerda esto: siempre debes estar creciendo en el evangelio y en el conocimiento de él. Este no es la introducción al cristianismo, sino que es cristianismo de la A a la Z. No debes dominar el evangelio ni lo harás, ¡más bien, él te dominará a ti!»[1]. Este libro, y los dos que lo siguen, tienen el propósito de permitirte crecer en tu conocimiento del Evangelio para que pueda cada vez más dominarte y deleitarte. El poder & el mensaje del Evangelio persiste en el mensaje del Evangelio y proclama los hechos objetivos de él. El siguiente volumen se centrará en el llamado del Evangelio a la conversión verdadera; el volumen final observará la seguridad y las advertencias del Evangelio. Este es un libro para todo cristiano: un libro que nos llama a conocer y a deleitarnos en la buena noticia del Evangelio. Es un libro que bendecirá a todo el que lo lea.

El poder & el mensaje del evangelio. Paul Washer. Poiema Publicaciones, 288 páginas.

Esta reseña fue publicada originalmente en Tim Challies.

[1] N. del T.: traducción propia.
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Reseña: En pos de la santidad
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Reseña: En pos de la santidad

Me tomó 25 años leer el libro de Jerry Bridges En pos de la santidad. Hace muy poco, recibí «la edición del aniversario número 25» y pasé gran parte de ese fin de semana leyendo y absorbiendo el libro. Se convirtió en un clásico de los días modernos. Al haberlo leído, ¡ya sé por qué! Es un libro profundamente desafiante y uno que sin duda volveré a leer antes de que pasen otros 25 años. La premisa del libro de Bridges es que la santidad, como todo lo demás en la vida, es algo por lo que debemos luchar. La santidad es un don de Dios y es algo que nunca puede lograrse lejos de la obra del Espíritu. Sin embargo, es nuestra responsabilidad luchar por ella y trabajar hacia ese objetivo. Bridges ilustra esto al escribir sobre un granjero.
El granjero ara su campo, siembra la semilla y fertiliza y cultiva —siempre consciente que en último [sic] instancia depende enteramente de fuerzas externas a sí mismo. Sabe que no puede hacer germinar la semilla, como tampoco puede producir la lluvia y el sol necesarios para lograr el crecimiento y obtener una cosecha. El que la cosecha sea exitosa depende de que Dios provea estas cosas. Y, sin embargo, el granjero sabe que, a menos que se dedique diligentemente a cumplir su parte —que consiste en arar, sembrar, fertilizar, y cultivar— no puede esperar una cosecha llegado su momento. En cierto sentido el granjero está en sociedad con Dios y solo obtendrá los beneficios que le corresponden si cumple la responsabilidad que le corresponde a él.
Así como la agricultura es una sociedad entre el hombre y Dios, en la cual el hombre no puede hacer lo que Dios tiene que hacer y Dios no hará lo que el granjero debe hacer, así también es la búsqueda de la santidad. Dios no nos otorga una vida de santidad el día en que somos salvados. Él requiere que busquemos la santidad con la confianza de que Él trabajará con nosotros y nos dará su poder para lograr el deseo de nuestros corazones. Él nos da el poder para hacer lo que Él requiere y lo que espera de nosotros. El resto del libro es, entonces, una exhortación a la santidad y un consejo práctico sobre cómo alcanzar la santidad que Dios requiere de nosotros. Por un lado, enfrentamos una tarea imposible, puesto que nunca seremos perfectamente santos en esta vida. Por otro lado, sin embargo, enfrentamos una tarea que trae gran beneficio, puesto que Dios recompensa a aquellos que lo buscan diligentemente. La santidad trae gran gozo. Hay un par de áreas en las cuales este libro me desafió de una manera inesperada. En primer lugar, llegué a darme cuenta de que mucha de mi búsqueda de la santidad la había realizado a un nivel macro. Miré mi vida y vi progreso a una gran escala. He visto áreas en las que he progresado mucho y he visto cómo ciertos hábitos y deseos pecaminosos se fueron desmoronando. Estoy muy agradecido de esto y reconozco la obra del Espíritu. Sin embargo, el libro me ayudó a entender la importancia de examinar mi vida a un nivel micro. Aunque sin duda di grandes pasos en algunas grandes áreas, continúo asombrado ante mi propensión al pecado en áreas pequeñas. Hubo muchos momentos en los que fui guiado a mirar a mi pecado directamente a la cara y reaccioné con asombro al ver cuán contaminado había llegado a estar mi corazón. Quizás uno de mis pecados más grandes, y el mayor pecado de los seres humanos, es trivializar el pecado. Sin embargo, y esto es algo que he tenido en mi corazón muchas veces en los últimos meses, he llegado a ver que trivializar el pecado es trivializar el amor de Dios. Por muchos meses, he guardado un trocito de papel en mi escritorio en el cual escribí: «cuando le quitamos la importancia al pecado, le restamos importancia al amor que nos salvó. Mientras más grande sea nuestra apreciación de nuestro pecado, mayor será nuestra apreciación del amor de Dios». En pos de la santidad me ayudó a entender cuán cierto es esto. Cuando examino la Escritura y entiendo lo que Dios exige de mí, también entiendo cuánto no cumplo y cuán gran Salvador se requiere para salvar a un pecador como yo. La segunda área en la que este libro me desafió fue en comprender la relación entre el deseo y la razón. Sé por mi experiencia en la vida que, si bien Dios obra principalmente a través de la razón, Satanás enfoca sus ataques principalmente a través de mis deseos. Se me vienen a la mente cientos de veces donde mis deseos se han opuesto a lo que sé que era correcto. Ha habido un sinfín de momentos en los que he caído en pecado, porque permití que mis deseos predominaran sobre la razón. ¡Satanás realmente tiene un arma poderosa a su disposición! Sin embargo, ¿cuán a menudo mi razón ha tenido que vencer mis deseos? ¿Cuán a menudo tengo que interrumpir un tiempo realmente dulce de comunión con el Señor porque sé que hay trabajo por hacer? Ciertamente, no tan seguido como las veces que he decidido abandonar mi tiempo con el Señor porque he deseado hacer otra cosa (¡cualquier cosa!). Aunque siempre he sabido que esto es verdad, este libro me ayudó a entender la necesidad de realinear y entrenar mis deseos para que desee lo que es bueno. Cuando mi corazón realmente desee obediencia, le quitaré una espada a Satanás. Por lo tanto, te recomiendo este libro. No tendrás que mirar muy lejos para encontrar testimonios del poder de En pos de la santidad. Ha sido respaldado, entre otros, por John MacArthur, John Piper, J.I. Packer y R.C. Sproul. Y quizás, más importante aún, ha sido respaldado por cientos de miles de hermanos y hermanas en Cristo que han sido desafiados por él para vivir vidas de santidad. Este libro es un clásico, haciendo eco a las palabras de John MacArthur, bien merece el honor.

En pos de la santidad. Jerry Bridges. Publicaciones Faro de Gracia, 158 páginas.

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Reseña: La tentación y el triunfo de Cristo
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Reseña: La tentación y el triunfo de Cristo

No debería sorprendernos que seamos tentados y probados. Después de todo, si la tentación existió en un mundo perfecto, en un mundo sin pecado, cuánto más existirá en un mundo que está lleno de pecado. Incluso el mejor de nosotros, o quizás, especialmente el mejor de nosotros está lejos de ser inmune. Después de todo, Cristo mismo fue tentado por el diablo. Estas tentaciones forman la estructura del nuevo libro de Russell Moore, La tentación y el triunfo de Cristo. Permíteme decir desde el principio que fue necesario este libro para mostrarme cuán talentoso es Russell Moore como escritor. Leí Adopted for Life [Adoptados de por vida] y he seguido su blog por muchos años. No obstante, simplemente me sorprende el profundo, ingenioso y perspicaz escritor que es —lo digo en serio—. He leído e incluso disfrutado bastantes libros escritos por escritores promedio o buenos; fue un genuino placer leer un libro escrito por un autor tan talentoso. En este libro, Moore busca demostrar cómo las maneras en las que Satanás tentó a Jesús en el desierto revelan las estrategias que él usará para tentarnos a todos nosotros. Él aplica estas lecciones a situaciones contemporáneas, mostrando que los diseños de Satanás no han cambiado mucho y que, de hecho, no han tenido que cambiar mucho. Él y sus secuaces han hecho un estudio largo y riguroso de la naturaleza humana y están bien instruidos en nuestras debilidades, por lo que siguen atacando por medio de la tentación. Este es el punto en la reseña donde supongo que necesito resumir el contenido del libro y luego decirte por qué necesitas comprarlo (o por qué no). En este caso, considero que La tentación y el triunfo de Cristo es casi una lectura obligada. No puedo imaginar a una persona que no se beneficiaría de alguna manera. Sin embargo, en lugar de emplear mi patrón usual, pensé en compartir un poco de lo que otras personas han dicho sobre este libro. ¿Por qué? Porque este libro dejó una profunda impresión personal sobre mí y puedo ver que ha hecho lo mismo en otros. Y eso me intriga. Esto es lo que una persona dijo: «este libro es realista y honesto sobre el pecado y la maldad, pero más que cualquier cosa, muestra gloriosamente a Cristo como el Vencedor que aplasta al demonio». Otro recomienda: «léelo, escudriña tu corazón, ora por gracia y únete a la lucha». Otra persona dice que «los santos que luchan en todo lugar necesitan leer este libro». Estoy completamente de acuerdo. ¿Por qué? Puedo pensar en dos razones. La primera es que todos seremos tentados y todos haríamos bien en aprender cómo identificar y vencer la tentación. La segunda es aprender que la tentación no es pecado. Hay gran consuelo en saber que la tentación es universal y no es necesariamente una señal de una vida pecaminosa. Entonces, ¿qué puedo decir? Lee este libro. Léelo por el bien de tu alma. Me encantó y encontré que fue un beneficio inmediato para mi vida como se evidencia, quizás, en el hecho de que generó un par de artículos para este blog (An Image Naked Enough [Una imagen lo suficientemente desnuda] y Your Desires [Tus deseos]). Aprende de Moore a medida que enseña cómo Satanás forma su tentación y cómo puede ser vencido a través del poder dado a nosotros gracias a la cruz de Cristo.

La tentación y el triunfo de Cristo. Russell D. Moore. Editorial Portavoz, 201 páginas.

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Envejecer con gracia
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Envejecer con gracia

Cada día estamos construyendo la casa en la que viviremos en nuestra vejez. Algunos estamos edificando un hermoso palacio; otros están construyendo una oscura prisión. ¿Cuál estás edificando tú? Quizás estés construyendo una casa hermosa y cómoda para el largo invierno de tu vejez. La estás decorando con buen gusto, llenándola de adornos diseñados para traer placer y gozo en días venideros, con obras de gratitud y gracia, acciones de generosidad y amor desinteresado. En cada muralla estás colgando cuadros significativos y hermosos de cálidas amistades en Cristo, de relaciones de mentorías y discipulados, de hijos y nietos que conocen y aman al Señor. Desde allí te contemplan y te confortan, te alegran y te alientan. Has almacenado muchas reservas de piedad y gracia para estar bien alimentado y poder seguir fiel en los días de cansancio. Has extraído grandes provisiones de la Palabra de Dios para atizar el fuego y mantenerlo ardiendo intensamente durante los largos días y noches invernales. Has preparado una cama cómoda donde podrás reposar y descansar. En los últimos momentos de tu vida, mirarás desde allí esos adornos, esos cuadros, una vida de tesoros preciosos, y sabrás que has tenido una vida significativa. Quizás estés construyendo una casa que será parecida a una fría y oscura prisión para el largo invierno de tu vejez. La estás decorando con fealdad y mal gusto, con logros sin sentido, malas acciones y obras egoístas. Estás cubriendo las murallas con cuadros grotescos de amistades dañinas, de relaciones quebradas, de hijos y nietos caprichosos y rebeldes. Te miran para atormentarte, condenarte y llenarte de miedo y dolor. Has almacenado una reserva tan escasa de provisiones para alimentarte en los días de cansancio que estarás masticando resentimiento, remordimiento y mil vicios inútiles. Has extraído tan poco de la Palabra de Dios para atizar el fuego que las llamas se apagarán, tendrás frío y te sentirás desdichado. Has preparado un lecho de espinas, donde yacerás tratando desesperadamente de descansar. En los últimos momentos de tu vida, mirarás desde tu lecho de dolor y verás esos horribles adornos, esos oscuros cuadros, una vida de remordimientos acumulados, y sabrás que has desperdiciado tu vida. ¿Cuál de estas casas estás construyendo? ¿Estás edificando un palacio o una prisión? ¿Un lugar de gozo, comodidad y seguridad o un lugar de dolor, tristeza y peligro? Cada día estás agregando nuevos ladrillos a tu casa. La has estado decorando desde tu niñez. Cada día que pasa, agregas nuevos adornos y los estás acumulando —o no— para los días que vendrán. A medida que el invierno de tu vida se acerca, te irás estableciendo en la casa que estás edificando. Por eso te vuelvo a preguntar: ¿cuál de estas casas estás construyendo[1]?

Un temor profundo, un anhelo profundo

Aprendí a temer algunos comportamientos desde mi niñez. Vi a personas que se comportaban de una determinada manera, vi las consecuencias de sus actos y decidí que yo nunca haría esas cosas. Decidí que no sería como esas personas. De niño, vi a algunos abusar del alcohol. Vi la total embriaguez en toda su fealdad, en toda su vergüenza. La vi en personas a quienes yo amaba, personas de mi familia extendida. Vi cómo se comportaban, cómo otros los trataban y cómo sus reputaciones se derrumbaban. Aun cuando era solo un niño y luego un adolescente, crecí tan receloso del alcohol que nunca me atrajo. Ni siquiera hoy bebo y no es porque tenga alguna razón bíblica en contra del alcohol. Simplemente, no me interesa. Nunca me ha interesado. Desde mi niñez, también aprendí a temer envejecer mal. Vi ancianos comportarse de manera vergonzosa y mostrar muy poco de la dignidad que debe estar asociada con la vejez. Vi a ancianas resentidas sin que parecieran tener un propósito real en sus vidas. Vi a ancianos borrachos, pervertidos y llenos de resentimiento en contra de Dios. Por supuesto, también vi buenos ejemplos de queridos ancianos y ancianas que se amaron el uno al otro, que amaron a Jesús más que a cualquier otra cosa, que fueron ejemplos de piedad y gracia. A algunos los conocí personalmente y a otros a través de sus libros o biografías. Desarrollé un temor a envejecer mal y un anhelo por envejecer bien. Aún siendo joven resolví envejecer con gracia. No sería un anciano con un comportamiento vergonzoso ni tampoco borracho ni resentido ni sin propósito. Resolví que en mi vejez sería digno y piadoso, sería un ejemplo de carácter y viviría con determinación hasta el final. Ya en ese entonces, entendí que esta resolución debería moldear la totalidad de mi vida. No podría tener una vida disoluta y a la vez esperar que Dios me concediera el don de la piedad el día que cumpliera 65 años. No podría llevar una vida apática o displicente y a la vez esperar tener una vejez plena, con significado. Si yo quería ser piadoso, entonces necesitaba aprender a hacerlo de inmediato. Si quería que esos días tuvieran propósito, entonces necesitaba que todos mis días tuvieran propósito. Por todas estas razones, y muchas otras, el tema de envejecer es especialmente valioso para mí.

Envejecimiento y vejez

Es importante distinguir el envejecimiento de la vejez. La vejez es un estado, mientras que el envejecimiento es un proceso; un proceso durante el cual hacemos sólidas y pequeñas inversiones que determinan nuestro estado final. El objetivo de este artículo, y el de los que seguirán, es destacar la importancia de envejecer: la realidad universal permanente de que desde el momento en que nacemos, estamos envejeciendo, que desde que damos nuestro primer aliento estamos avanzando hacia el último, que cada decisión que tomamos, es la culminación del anciano o anciana que seremos. Envejecer es el guion en el epitafio[2], esa pequeña línea que a medida que avanza de izquierda a derecha, desde el gozo del nacimiento hasta el dolor de la muerte, encapsula la totalidad de una vida. El envejecimiento trae mucho dolor y mucho gozo, y entre medio de ambos se encuentran todas las responsabilidades que elegimos abrazar o ignorar. Muchas lágrimas me han acompañado escribiendo todo esto, lágrimas que me han sorprendido y que a la vez me han mostrado lo importante que es este tema para mí, que ha sido como una canción sonando en el trasfondo de mi vida, que aún sigue siendo un deseo profundo. Son lágrimas de dolor por las oportunidades desperdiciadas, lágrimas de gozo por las evidencias de gracia inmerecida, lágrimas de esperanza de que Dios conceda mis peticiones. Hay pocos anhelos en mi corazón más profundos que el que Dios me permita vivir una vejez digna, piadosa y significativa. Por medio de varios artículos quiero explorar qué dice la Biblia sobre el envejecimiento. Principalmente, quiero animarlos a ustedes y a mí mismo a envejecer con gracia, con sabiduría y con la determinación de que sea para la gloria de Dios.  

Artículos de la serie:

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Este recurso fue publicado originalmente en Tim Challies. Traducción: Marcela Basualto

[1] Inspirado en Week-day Religion [Religión para todos los días] escrito por J. R. Miller.

[2] N. del T.: el escritor está haciendo alusión al poema de Linda Ellis, El guion. Es el guion entre la fecha de nacimiento y la fecha de fallecimiento en una lápida.

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A mayor edad, mayor dolor
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A mayor edad, mayor dolor

Nuestra única experiencia con el envejecimiento es en este mundo pecaminoso. No sabemos cómo habría sido el envejecimiento si este mundo no hubiese sido manchado por el pecado. Sin embargo, sí sabemos que aun así hubiésemos envejecido. Antes de que Dios creara a las personas, creó el tiempo. De manera que Dios creó a las personas para que existieran dentro del límite del tiempo y vivieran a través del paso de él. Por tanto, los bebés crecerían para ser niños, los niños madurarían y llegarían a ser adultos. Quizás los beneficios de envejecer continuarían eternamente sin ninguno de los efectos negativos que ahora vemos y experimentamos. Simplemente, no lo sabemos.
¿Leíste la primera parte de esta serie? La puedes encontrar aquí: Envejecer con gracia.

Lo que sí sabemos es que, en un mundo como este, envejecer se asocia fuertemente al dolor y a la tristeza. Aunque el envejecimiento no deja de tener sus beneficios, se le conoce primero por su dolor. Experimentamos este dolor porque, con la edad, estamos más expuestos al pecado y sus consecuencias. A medida que pasa el tiempo, estamos más y más conscientes del pecado en nuestros corazones. Al acumular más años de experiencia, también acumulamos un conocimiento más profundo del pecado que mora en los corazones de los demás y que se manifiesta en sus palabras y acciones. Cada día, cada año que pasa, vemos y experimentamos en mayor medida las consecuencias del pecado en el mundo que nos rodea: muerte, destrucción y desastre. Todo se suma para que el peso del dolor sea mayor. Este lamento es universal. Aun los cristianos lo experimentan a medida que van envejeciendo. Ellos también descubren que a mayor edad, mayor es el dolor. Se presenta de muchas formas. A continuación, me referiré a cinco de ellas.

El dolor de la debilidad 

A medida que envejecemos, nos duele volvernos más y más débiles. Por supuesto que, cuando comenzamos a crecer, nos hacemos más fuertes. Al pasar de la infancia a la niñez y de la niñez a la adultez, nuestros cuerpos crecen y se fortalecen. Desde la experiencia de su vejez, Salomón dijo: «Alégrate, joven, en tu juventud, y tome placer tu corazón en los días de tu juventud» (Ec 11:9a). Incluso llegó a decir: «La gloria de los jóvenes es su fuerza» (Pr 20:29a). Pero esa fuerza no nos dura mucho, ¿verdad? Pocos son los años de crecimiento comparados con los muchos años de deterioro; pocos son los años de tener fuerzas comparados con los muchos años de debilidad. Tanto en hombres como en mujeres la fuerza física alcanza su punto máximo durante la década de los veinte o treinta y luego comienza el largo camino del deterioro. La masa muscular, la densidad ósea, el metabolismo e incluso los sentidos comienzan a debilitarse. La mayoría de los atletas se jubila entre los 37 y 38 años, cuando aún les queda por vivir más de la mitad de sus vidas. Simplemente, ya no son capaces de seguir compitiendo.
Uno de los pasajes más tristes de toda la Biblia habla del dolor cuando nos volvemos más débiles. Acuérdate, pues, de tu Creador en los días de tu juventud, Antes que vengan los días malos, Y se acerquen los años en que digas: «No tengo en ellos placer». Antes que se oscurezcan el sol y la luz, La luna y las estrellas, Y las nubes vuelvan tras la lluvia; El día cuando tiemblen los guardas de la casa Y los fuertes se encorven, Las que muelen estén ociosas porque son pocas, Y se nublen los que miran por las ventanas. Cuando además se cierren las puertas de la calle Por ser bajo el sonido del molino, Y se levante uno al canto del ave, Y todas las hijas del canto sean abatidas; Se temerá a la altura y a los terrores en el camino. Cuando florezca el almendro, se arrastre la langosta y la alcaparra pierda su efecto (Eclesiastés 12:1-5a).
Esta es una descripción poética de un cuerpo que está comenzando a debilitarse y a fallar. Los ojos se nublan, las manos tiritan, los pies se arrastran, la espalda se encorva, los dientes se caen y la voz tiembla. Es un triste contraste con la fuerza y el vigor de la juventud. Y el deterioro de nuestros cuerpos se hace cada vez más abrupto con la edad. Ver cómo nuestros cuerpos se debilitan y se deterioran produce dolor.

El dolor del cansancio 

Al dolor de la debilidad debemos agregar el dolor de sentirnos más cansados. El viejo Salomón también conoció este dolor: «Todas las cosas son fatigosas, el hombre no puede expresarlas. No se sacia el ojo de ver, ni se cansa el oído de oír» (Ec 1:8). Una caminata larga trae consigo un intenso cansancio; una vida larga trae consigo gran agotamiento. ¿Cómo no habría de hacerlo en un mundo tan manchado por el pecado y sus consecuencias? Entre más vivimos, más cansancio experimentamos y este cansancio oprime nuestros cuerpos, nuestras mentes y nuestras almas. En una ocasión, un pastor visitó nuestra iglesia y nos contó de las pruebas que él y su congregación habían tenido que soportar. La última, y la más dolorosa, fue el dolor de que unos queridos amigos perdieran a su bebé antes de nacer. Habían tenido solo una oportunidad para embarazarse y, por ocho meses, había evolucionado de manera normal. ¡El gran día se acercaba rápidamente! Pero solo dos semanas antes de que el embarazo llegara a término, el bebé nació muerto. ¡Qué tragedia! ¡Qué dolor! Ese día, ante nosotros, nos dijo: «aborrezco este mundo en este momento. Lo único que ha hecho es romper mi corazón. Ninguno de nosotros quiere quedarse en él. Lo único que hace es engañarnos y fallarnos. Promete demasiado y cumple poco». Él estaba expresando el cansancio que produce vivir en este mundo pecaminoso y doloroso: un mundo de muerte, destrucción y deterioro; un mundo que le da tan poco propósito y significado a nuestro sufrimiento. Entre más envejecemos, mayor es el dolor. Envejecer nos conduce al dolor del cansancio.

El dolor de la cosecha

También tenemos el dolor de la cosecha. «Cosechar» es un término agrícola que se refiere a la recolección del cultivo. Lo que un agricultor planta en primavera, lo cosecha en otoño. Cosecha lo que sembró primero. En Gálatas 6:7-8a hay una advertencia: «No se dejen engañar, de Dios nadie se burla; pues todo lo que el hombre siembre, eso también segará. Porque el que siembra para su propia carne, de la carne segará corrupción». Principalmente, y en forma más significativa, esta cosecha tendrá lugar después del juicio final cuando Dios «pagará a cada uno conforme a sus obras» (Ro 2:6b). Sin embargo, incluso para los cristianos, esta recolección de la cosecha comienza desde ya, porque sembrar y cosechar son principios espirituales tanto en la vida como en la muerte. Sembrar para la carne implica proseguir en el pecado y dejar de hacer lo bueno. Implica ahondar en depravación y dejar de crecer en rectitud. Implica vivir con las consecuencias naturales de nuestro pecado. El hombre que siembra adulterio cosecha un matrimonio destrozado; el que siembra fraude cosecha encarcelamiento. La mujer que siembra discordia cosecha soledad; la que siembra autogratificación cosecha adicción. Y así sigue interminablemente. Mientras más se vive y más pecado se siembra, más corrupción se cosecha. Mucho del pecado que se siembra en la juventud permanece latente en la tierra hasta que finalmente estalla y se cosecha en la vejez. El agricultor que siembra malezas en primavera no debería sorprenderse de que, cuando llegue el otoño, toda su cosecha no sea más que malezas; la persona que ha plantado pecado toda su vida no debería sorprenderse de que, cuando llegue el otoño de su vida, solo coseche pecado. «Todo lo que el hombre sembrare, eso también segará».

El dolor de nuestra mortalidad 

Luego, para agravar todo este dolor, viene el dolor de la mortalidad: saber que la muerte se aproxima con seguridad. Como ya hemos visto, Eclesiastés 12 habla del deterioro del cuerpo, pero también se refiere a su inevitable fin:
El hombre va a su morada eterna mientras los del duelo andan por la calle [...] antes que se rompa el hilo de plata, se quiebre el cuenco de oro, se rompa el cántaro junto a la fuente, y se haga pedazos la rueda junto al pozo, entonces el polvo volverá a la tierra como lo que era, y el espíritu volverá a Dios que lo dio. «Vanidad de vanidades», dice el Predicador, «todo es vanidad» (Ec 12:5b-8).
Salomón nos muestra la imagen de una cuerda de lino que sujeta un jarro de arcilla, un medio de extraer alimentos y refrigerios. Con el paso del tiempo y el uso, la cuerda se desgasta. Hebra tras hebra se va deshilachando. Y entonces se produce lo inevitable: sucumbe. Las cuerdas se rompen y el jarro cae a la profundidad, haciéndose añicos. Esa es la fragilidad de la vida y lo inevitable de la muerte. Parte del dolor de envejecer es saber que estamos más cerca que nunca de la muerte. Estamos un día y un momento más cerca de la muerte. Ese tiempo ya pasó y no lo podemos recobrar. Tuvimos sueños que no se realizarán, tareas por cumplir que quedarán sin hacer. Sentimos y lamentamos la ausencia de los amados amigos que se fueron antes. Esa es la realidad de la vida en este mundo; un mundo en el que solo estamos de paso hasta llegar al final de nuestro tiempo.

El dolor del temor

Finalmente, está el dolor del temor. Con la debilidad, el cansancio, la cosecha y lo inevitable de la cercanía de la muerte, viene el temor. No podría ser de otro modo. En el Salmo 71, el rey David expresa algo de este temor. Al anticipar la vejez, él ruega: «No me rechaces en el tiempo de la vejez; no me desampares cuando me falten las fuerzas» (Sal 71:9). David manifiesta algo del temor que viene con la edad, el temor a encontrarse solo cuando envejezca, sin aliados, sin nadie que lo cuide en sus últimos días. A medida que el cuerpo se marchita y la mente se apaga, el temor aumenta. Por supuesto que sí. Este mundo ya es bastante aterrador cuando somos fuertes y capaces de hacer mucho. ¡Cuánto más será, entonces, cuando nos volvamos débiles y vulnerables, cuando dependamos de otros para que nos cuiden, nos sustenten y nos protejan! Esta es la razón por la que muchos se aprovechan de los ancianos, y es por eso que ellos necesitan de nuestro cuidado y protección especial. La vejez está llena de muchos peligros y todos juntos causan el dolor del temor.

Cinco dolores, una esperanza

Hemos examinado, entonces, cinco dolores que llegan con la vejez, incluso a los cristianos: el dolor de la debilidad, el dolor del cansancio, el dolor de la cosecha, el dolor de nuestra mortalidad y el dolor del temor. Estos cinco dolores estarían ausentes en un mundo perfecto y sin pecado. Los cinco están presentes y son universales en un mundo como este. Los cinco llegan al envejecer y solo aumentan con el pasar del tiempo. Cuando pensamos en la vejez de este modo, vemos que la muerte es el clímax de un millón de dolores. Estamos muriendo desde que nacemos. Tan pronto como empezamos a avanzar en el tiempo, avanzamos hacia el fin de nuestro tiempo. Si estos dolores son inevitables, ¿cómo nos podemos preparar? ¿Cómo podemos hacerles frente sin sucumbir a la desesperación, perversión, alcoholismo, amargura y cientos de otros vicios? Necesitamos armarnos de un carácter que nos fortalecerá y sostendrá. Necesitamos abrazar los gozos y las responsabilidades que conlleva el envejecimiento. Pero solo lo podremos hacer si primero conocemos a Cristo. La vida de Cristo comenzó en la cima del gozo y terminó con los dolores más profundos que con razón se le llama Varón de dolores (Is 53:3). Mientras vivió en la tierra, experimentó debilidad y cansancio, temor y lo inevitable de la cercanía de la muerte. Aun cuando Él no estuvo contaminado con el pecado, y sus pensamientos, palabras y acciones fueron perfectas, igual cosechó las temidas consecuencias del pecado, nuestro pecado. En la cruz, Él cargó con nuestro pecado, sufrió todo su tormento y pagó el precio total. Sin embargo, resucitó. ¡Resucitó! Y ahora ofrece perdón y vida a todo el que ponga su fe en Él. Aquellos que creen en Cristo, tienen una esperanza que va más allá de la vida y de la muerte. Tienen la esperanza segura de la resurrección, de la vida renovada, restaurada y eterna. Se les confiere poder por medio de la gracia de Dios para soportar los dolores, el gozo y aceptar las responsabilidades que vienen con la vejez. Quiero terminar con una palabra de aliento para aquellos que están tristemente conscientes del dolor de una mala cosecha o que están viviendo atemorizados por esto. Quizás viniste a Cristo algo más tarde en la vida, después de haber hecho mucho daño. Quizás viniste a Cristo a una edad temprana, pero pasaste muchos años de apatía o desobediencia. Debes saber que la gracia de Dios es suficiente para redimir tus fracasos. Por su gracia, ninguno de nosotros experimenta toda la cosecha que debiera. Por su gracia, ninguno de nosotros debe temer ni un momento de esta vida o de la venidera. Sí, puede que aún haya consecuencias por nuestro pecado. Pero incluso eso tendrá propósito. Descubriremos que Dios ha dispuesto incluso eso para sus buenos propósitos. Cobra ánimo. «Espera al Señor; esfuérzate y aliéntese tu corazón. Sí, espera al Señor» (Sal 27:14).

En el próximo artículo veremos que, a pesar de que la vejez trae mucho dolor, también trae mucho gozo.

Artículos de la serie:

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Este recurso ha sido publicado originalmente en Tim Challies. Traducción: Marcela Basualto
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A mayor edad, mayor gozo

Fuimos creados para existir dentro del límite del tiempo y para envejecer a medida que pasan los años que nos fueron asignados. Al envejecer, experimentamos enormes dolores: el dolor de la debilidad, del cansancio, de la cosecha, de la mortalidad y del temor, pero no solo experimentamos dolores, también experimentamos gozos. Algunos de estos se extienden tanto al creyente como al no creyente, pero Dios reserva sus más selectos gozos a aquellos que viven para su gloria.
¿Leíste los dos primeros artículos de esta serie? Puedes encontrarlos aquí: Envejecer con gracia y A mayor edad, mayor dolor.

Los crecientes dolores que surgen con la edad provienen de una exposición más prolongada a nuestra propia depravación, a la de otros y a las lamentables consecuencias del pecado en este mundo. La sucesión de gozos se derivan de una exposición más prolongada a los medios de gracia de Dios, al Espíritu Santo que obra a través de su Palabra y a su obra de renovación interior. Sin Cristo no podemos conocer ninguno de estos gozos más profundos, pero en Cristo podemos anticiparlos, experimentarlos y disfrutarlos todos.  Hemos visto cinco dolores que llegan y aumentan con la vejez. Ahora veremos cinco gozos que nos muestran que a mayor edad, mayor es el gozo. 

El gozo de la sabiduría

A medida que envejecemos, experimentamos el gozo de adquirir sabiduría. Uno de los principios reiterados de la Biblia es la asociación de la juventud con la necedad y de la vejez con la sabiduría. Job dice: «En los ancianos está la sabiduría, y en largura de días el entendimiento» (Job‬ 12:12‬). El propósito del libro de Proverbios es «dar a los simples prudencia, y a los jóvenes conocimiento y discreción», exhortar a los jóvenes a que renuncien a su innata necedad y abracen la sabiduría (Pr 1:4‬). Esta sabiduría es mucho más que saber gobernar nuestras vidas y cumplir con sus responsabilidades. La verdadera sabiduría bíblica es quitarse el ateísmo práctico que vive dentro de nosotros y adoptar el modo de pensar que fluye de la mente y corazón de Dios. «El temor del Señor es el principio de la sabiduría [...]» (Pr 1:7). ‬‬‬‬ A medida que envejecemos en Cristo, aprendemos más de la Biblia y este aprendizaje se va arraigando profundamente en nuestras vidas. Con el pasar de los años y al comprometernos con los medios de gracia de Dios, el Espíritu Santo renueva progresivamente nuestras mentes y nos transforma desde dentro (Ro 12:1-2). La sabiduría crece. La sabiduría es como el café en grano, no como el jugo en polvo. Agregamos un sobre de jugo en polvo al agua, revolvemos rápidamente y está listo. El café, en cambio, necesita reposar y filtrarse, necesita tiempo para extraer su sabor. La sabiduría requiere tiempo. Se necesitan años de meditación, años de filtrar la Palabra de Dios en nuestras mentes para transformar la manera en que vivimos y pensamos. El sabor pleno de la sabiduría se experimenta al final de la vida, no al principio. A medida que envejecemos, experimentamos el gozo cada vez mayor de una sabiduría cada vez mayor. 

El gozo de la piedad

Estrechamente relacionado con el gozo de la sabiduría está el gozo de la piedad. Proverbios 16:31 dice: «La cabeza canosa es corona de gloria, y se encuentra en el camino de la justicia». La edad se asocia con la piedad: a mayor edad, mayor piedad. La piedad nos acerca a Dios, nos brinda una intimidad relacional con Él. «Acérquense a Dios, y Él se acercará a ustedes», dice Santiago (Stg 4:8). El paso del tiempo nos da la oportunidad de leer y de poner más en práctica la Palabra de Dios. Cada año que pasa le da más tiempo al Espíritu para grabar la verdad que hemos aprendido en nuestros corazones y para continuar con su obra interior de restauración. Cada día nos da una nueva oportunidad para aferrarnos al poder del Espíritu a fin de hacer morir el pecado y revivir para la justicia de Dios. A medida que pasan los años, escuchamos más sermones, disfrutamos de un mayor compañerismo cristiano, participamos una y otra vez en la Cena del Señor. Dios obra a través de todos estos medios, para acercarnos y tener una relación más profunda con Él. A medida que transcurre el tiempo, los depravados se vuelven más depravados, mientras que los piadosos se vuelven más piadosos.  Pablo encontró gozo en esto. Él contrastó un cuerpo desfalleciendo con un alma en renovación: «Por tanto no desfallecemos, antes bien, aunque nuestro hombre exterior va decayendo, sin embargo nuestro hombre interior se renueva de día en día» (2Co 4:16-18‬). ¡Qué gozo! Como cristianos, experimentamos la renovación de Dios día a día, renovación que no solo continúa, sino que además aumenta a medida que envejecemos. El interés financiero acumulado aumenta, de modo que los depósitos pequeños y continuos durante toda la vida producen la riqueza necesaria para gozar de una cómoda jubilación. La piedad acumulada también aumenta, de modo que los pequeños logros continuos en la lucha contra el pecado y los pequeños actos continuos de rectitud producen un enorme tesoro de piedad en la vejez. Al mirar hacia el futuro, veremos que seremos más piadosos de lo que somos hoy, más piadosos de lo que nos atrevemos a imaginar. Seguiremos siendo transformados a la imagen de Cristo hasta el día en que estemos cara a cara con Él. ‬‬

El gozo del respeto

Al envejecer también experimentamos el gozo del respeto, el derecho a ser respetado por los más jóvenes. Se establece este principio en Levítico 19:32: «Delante de las canas te pondrás en pie; honrarás al anciano». La Biblia exige que el joven honre y respete a los ancianos. El respeto por los ancianos tiene estrecha relación con el respeto a Dios, pues Él ha ordenado que los ancianos guíen a los jóvenes, que su sabiduría influencie y reduzca su necedad juvenil.  Este respeto no solo debe ser demostrado con palabras y actitudes («honrarás al anciano»), sino también con acciones («delante de las canas te pondrás en pie»). Los jóvenes deben interesarse en los ancianos, ayudarlos, visitarlos, incluirlos, ser sus amigos, buscarlos para aprender de su sabiduría. Aun cuando la cultura occidental contemporánea menosprecia la edad y exalta la juventud, los jóvenes cristianos deben honrar a las personas mayores. A su vez, los mayores deben aceptar esta honra y asumir el privilegio y la responsabilidad que conlleva. Aquellos que han alcanzado muchos años, son dignos de recibir honra. Aquellos que han alcanzado sabiduría y piedad a través de los años, son dignos de recibir el doble de honra. 

El gozo de la cosecha

Luego tenemos el gozo de cosechar. En esta serie, ya hemos leído el libro de Gálatas para ver que aquellos que viven una vida corrupta cosecharán consecuencias horribles, incluso en este lado de la tumba. Hay dolor en la cosecha, pero también hay gozo. «No se dejen engañar, de Dios nadie se burla; pues todo lo que el hombre siembre, eso también segará. Porque el que siembra para su propia carne, de la carne segará corrupción, pero el que siembra para el Espíritu, del Espíritu segará vida eterna» (Ga 6:7-8‬, [énfasis del autor]). Aun en esta vida, podemos experimentar los beneficios de vivir para la gloria de Dios. Estos son la sabiduría, el respeto y la piedad que vienen con envejecer en Cristo. Los que siembran buenas semillas, comienzan a cosechar desde ya y cosecharán en mayor medida con el pasar de la vida. Pero aún hay más. ‬‬ A medida que envejecemos, comenzamos a experimentar nuevos gozos que solo podemos experimentar al envejecer. Algunos siegan la preciosa cosecha de hijos y nietos que conocen y aman al Señor. Proverbios 17:6 declara: «Corona de los ancianos son los nietos, y la gloria de los hijos son sus padres». Algunos siegan la recompensa de un servicio fiel. Cuando Pablo le escribe a Timoteo para discutir la estructura apropiada de la iglesia local, le dice que honre a las viudas que han servido bien a la iglesia y que cuide de ellas como retribución por todo el cuidado que ellas dieron a otros (1Ti 5:1-16). Lo mismo se espera que los hijos hagan con sus padres: «Pero si alguna viuda tiene hijos o nietos, que aprendan estos primero a mostrar piedad para con su propia familia y a recompensar a sus padres, porque esto es agradable delante de Dios» (1Ti 5:4‬). A medida que avanzamos en la vida, comenzamos a experimentar las maravillosas consecuencias de vivir a la manera de Dios para su gloria. 

El gozo de nuestra mortalidad

Finalmente tenemos el gozo de nuestra mortalidad. Sabemos que la cercanía de la muerte trae dolor, pero también gozo. Podemos pensar en Simeón, el anciano que conoció a Jesús como un bebé en el templo. «Simeón tomó al Niño en sus brazos, y bendijo a Dios diciendo: “Ahora, Señor, permite que tu siervo se vaya en paz, conforme a tu palabra; porque mis ojos han visto tu salvación”» (Lc 2:28-30). Después de haber servido a Dios toda su vida, el querido anciano Simeón podía partir en paz y confianza porque había visto a Cristo. Había conocido a su Salvador, ahora anhelaba morir y tener paz eterna, la recompensa eterna.  El apóstol Pablo consideraba que la muerte era un gozo, no un dolor. «Pues para mí, el vivir es Cristo y el morir es ganancia» (Fil 1:21). De hecho, anhelaba morir («Mi deseo es partir y estar con Cristo, pues eso es mucho mejor»), aunque estaba dispuesto a seguir sirviendo al pueblo de Dios («sin embargo, continuar en la carne es más necesario por causa de ustedes»). Con la confianza de conocer a Cristo, Pablo pudo proclamar: «¿Dónde está, oh muerte, tu victoria? ¿Dónde está, oh sepulcro, tu aguijón?»‬‬. El envejecimiento trae una mayor conciencia del inevitable acercamiento de la muerte. Sin embargo, para el cristiano la muerte ha perdido su aguijón, su terror. La muerte es la puerta de entrada para estar más vivos que nunca, es la puerta a Cristo mismo. Cada día que envejecemos en Cristo, estamos más cerca de verlo, abrazarlo y gozar de su presencia para siempre. ¡Qué gozo!

Cinco gozos

Envejecer se asocia con el dolor, pero también se relaciona con el gozo. La Biblia promete que para los que envejecen en Cristo hay beneficios almacenados en esta vida y en la venidera. Tenemos el gozo de la sabiduría, de la piedad, del respeto, de la cosecha y de nuestra mortalidad. Dios es fiel en cumplir lo que promete.  A medida que envejecemos, nuestra fuerza física disminuye. Sin embargo, aun cuando la fuerza física nos falla, la fuerza espiritual sale a borbotones. El tiempo, el enemigo del cuerpo, es un amigo del alma. Cuando somos jóvenes, somos físicamente fuertes y espiritualmente débiles, pero cuando envejecemos somos espiritualmente fuertes y físicamente débiles. Con una recompensa tan grande por delante, el desafío es claro: si queremos vivir vidas más significativas, vidas que glorifiquen a Dios, debemos envejecer en Cristo. Envejecer en Cristo no eliminará los dolores, pero añadirá gozos.  Mientras continuamos con este tema, debemos hacernos las siguientes preguntas: ¿cómo podemos lidiar bien con los inevitables dolores, de modo que no nos lleven al resentimiento, al alcohol o a otros vicios horribles que se apoderan de muchos en la vejez? ¿Cómo podemos experimentar estos gozos plenamente? Combatimos los dolores y realzamos los gozos abrazando las responsabilidades que Dios nos da en nuestra vejez y desarrollando más y más el carácter que Él nos encomienda. Allá nos dirigiremos ahora.

Artículos de la serie:

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Este recurso fue publicado originalmente en Tim Challies. Traducción: Marcela Basualto
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A mayor edad, mayor responsabilidad

Envejecer es una realidad universal en este mundo porque, a medida que pasa el tiempo, avanzamos con él. Envejecer trae muchos dolores porque estamos más expuestos al pecado que vive dentro de nosotros y que contamina todo lo que está a nuestro alrededor. Envejecer también trae muchos gozos al experimentar las ricas bendiciones de Dios y, especialmente, al estar más expuestos a su obra de renovación. Si los dolores son inevitables, ¿habrá alguna manera de vivir que pueda disminuir su impacto? ¿Hay algo que podamos hacer para que estos dolores no nos conduzcan al resentimiento, a los vicios o a la desesperación? Y si es posible tener gozos, ¿hay alguna manera de vivir que nos permita experimentar aún más de ellos y plenamente?
¿Leíste los tres primeros artículos de esta serie? Puedes encontrarlos aquí: Envejecer con gracia, A mayor edad, mayor dolor y A mayor edad, mayor gozo.
Una forma de disminuir los dolores y de aumentar los gozos es aceptar la responsabilidad que conlleva el envejecimiento. En la Biblia, Dios asocia envejecimiento con responsabilidad. A mayor edad, mayor responsabilidad. A continuación, me referiré a cinco de estas responsabilidades que vienen y aumentan con la edad. 

La responsabilidad de madurar

Con la edad viene la responsabilidad de madurar. No importa qué edad tengamos, es nuestra responsabilidad actuar conforme a nuestra edad. Tampoco importa por cuánto tiempo hayamos sido cristianos, necesitamos madurar y seguir madurando. La relación entre tiempo y madurez aparece en muchas partes del Nuevo Testamento, pero especialmente en la carta a los Hebreos, donde un preocupado pastor desafía a su iglesia en esta área.  Acerca de esto tenemos mucho que decir, y es difícil de explicar, puesto que ustedes se han hecho tardos para oír. Pues aunque ya debieran ser maestros, otra vez tienen necesidad de que alguien les enseñe los principios elementales de los oráculos de Dios, y han llegado a tener necesidad de leche y no de alimento sólido (Hebreos 5:11-12‬).  El pastor le recuerda a su congregación que ha pasado mucho tiempo desde que llegaron al conocimiento salvador de Jesucristo. Ese tiempo les ha dado la oportunidad de madurar, pero no lo han hecho. Mientras que su edad física ha aumentado, su madurez espiritual ha disminuido. Por eso, él les advierte que ¡necesitan madurar! ¡Necesitan actuar conforme a su edad espiritual! Por supuesto, muchos han llegado a ser cristianos tarde en la vida, lo que afectará su nivel de madurez espiritual en la vejez. Sin embargo, los hombres y las mujeres mayores que han sido cristianos por más tiempo tienen la responsabilidad de mostrar madurez espiritual.  A nuestro crecimiento en madurez, debemos añadir humildad para que no abusemos de nuestra autoridad ni traspasemos los límites de nuestra edad. En lo que aún no tenemos dominio, no debemos hablar como si lo tuviéramos. Un hombre que ha estado casado por dos años no debería hablar como si lo hubiera estado por veinte. Una mujer cuyo primogénito es solo un bebé, debe ser muy cuidadosa de hablar como si ya hubiera criado exitosamente a sus hijos hasta ser independientes. Pablo advierte a Timoteo: «No reprendas con dureza al anciano, sino, más bien, exhórtalo como a padre. [...]» (1Ti‬ 5:1‬). No le correspondía al joven Timoteo regañar a un hombre mayor. Si tenía que exhortar a un anciano por estar viviendo en pecado, debía hacerlo con respeto y humildad.  A medida que envejecemos, se nos da la responsabilidad de actuar conforme a nuestra edad. Esto es verdad tanto en nuestra edad física como espiritual. ¡Necesitamos madurar!

La responsabilidad de involucrarnos

A esto se suma la responsabilidad de involucrarnos, especialmente en la iglesia local. Cuando somos jóvenes, puede ser fácil y emocionante estar profundamente comprometidos con la comunidad de la iglesia. No obstante, cuando llegamos a la adultez y seguimos envejeciendo, la vida tiene maneras de interferir incluso con algo que nos es tan valioso como la iglesia. Los deberes cotidianos amenazan con alejarnos de nuestras amistades, de nuestro servicio e incluso de nuestra adoración. La educación, el trabajo, los hijos, los nietos y los pasatiempos son una enorme bendición, pero aun ellos pueden disminuir nuestra dedicación y participación en la iglesia. O quizás, las cargas del envejecimiento y los dolores acumulados de la vida pueden hacer que nos alejemos.  Nos hace muy bien escuchar la alabanza y la oración de David en el Salmo 71:
Oh Dios, Tú me has enseñado desde mi juventud,  Y hasta ahora he anunciado tus maravillas. Y aun en la vejez y las canas, no me desampares,  Oh Dios, hasta que anuncie tu poder a esta generación,  Tu poderío a todos los que han de venir (vv. 17-18). 
Incluso en la vejez, aun con el cabello canoso, David sabía que era su responsabilidad declarar el poder de Dios a la próxima generación. La sabiduría y la piedad representadas en sus canas eran exactamente lo que la siguiente generación necesitaba. Sus años le habían permitido hacer muchos depósitos de sabiduría, madurez y humildad (algo que les hacía muchísima falta a sus hijos y a los hijos de sus hijos). David tomó la determinación de que nunca usaría su edad como excusa. Él entendió que con la edad, la responsabilidad incrementa. David decidió que permanecería involucrado y dedicado para la gloria de Dios. 

La responsabilidad de dar ejemplo 

Luego tenemos la responsabilidad de dar ejemplo, de dar ejemplo de carácter y conducta según Dios nos encomienda. No esperamos que los niños puedan modelar estas características. Sin embargo, a medida que se acercan a su adolescencia y luego entran a sus 20 y 30 años, esperamos mucho más de ellos, y con razón. Con la edad, adquirimos la responsabilidad de dar ejemplo a los más jóvenes. Tito 2:2-3 describe maneras específicas en que los mayores pueden servir de ejemplo a los jóvenes. «Los ancianos deben ser sobrios, dignos, prudentes, sanos en la fe, en el amor, en la perseverancia. Asimismo, las ancianas deben ser reverentes en su conducta, no calumniadoras ni esclavas de mucho vino. Que enseñen lo bueno [...]». Los hombres ancianos deben cultivar y exhibir rasgos específicos de carácter, rasgos que son apropiados para su edad y que no tienen los jóvenes. Las ancianas también adquieren nuevas responsabilidades en cuanto al carácter y a la conducta que sirven de ejemplo a las jóvenes.  No importa qué edad tengamos, somos responsables de dar ejemplo a los demás, especialmente a los que son más jóvenes que nosotros. En el diseño de Dios, tendemos a seguir a los que son un poco mayores que nosotros. Los admiramos, los imitamos y queremos ser como ellos. Por esa razón, todos debemos exhibir el carácter y la conducta que sirvan de ejemplo para aquellos que pronto tendrán nuestra edad física y espiritual. Cuanto más envejecemos, mayor es esta responsabilidad especial. 

La responsabilidad de brindar mentoreo

Estrechamente relacionada con la responsabilidad de dar el ejemplo, está la responsabilidad de brindar mentoreo. No es suficiente simplemente dar el ejemplo. También debemos interesarnos en los que son más jóvenes que nosotros, involucrarnos en sus vidas, enseñarles e instruirlos intencionalmente. El pasaje en Tito 2 continúa diciendo que las ancianas deben enseñar «lo bueno, para que puedan instruir a las jóvenes a que amen a sus maridos, a que amen a sus hijos, a que sean prudentes, puras, hacendosas en el hogar, amables, sujetas a sus maridos, para que la palabra de Dios no sea blasfemada. Asimismo, exhorta a los jóvenes a que sean prudentes» (Tit 2:3-6‬).  En virtud de su edad, junto con la sabiduría y la piedad que las acompaña, las ancianas adquieren la responsabilidad de enseñar e instruir a las jóvenes. Deben enseñarles a ejercer sabiduría, exhibir piedad y, a su vez, dar el ejemplo a la generación que les sigue. Los ancianos adquieren la misma responsabilidad con los jóvenes.  Es como si el cristiano maduro estuviera subiendo por un sendero en una larga y empinada montaña. Algunos tramos requieren todo su esfuerzo y habilidad para sortearlos en forma segura. Cuando ya casi llega a la cumbre se da cuenta de que un amigo lo está siguiendo. Su amigo ha avanzado bien, pero ha llegado a una parte donde el sendero es particularmente peligroso. ¿Qué debe hacer nuestro líder? Ayudar, por supuesto. Aunque no tenga la fuerza para cargar a su amigo hasta la cima, tiene la experiencia para mostrarle lo que debe hacer y la sabiduría para guiarlo. A medida que envejecemos, cada uno de nosotros es responsable de aquellos que están envejeciendo detrás de nosotros. 

La responsabilidad de mantenernos alertas

Otra responsabilidad que viene con el envejecimiento y aumenta con la edad, es la de mantenernos alertas. Tendemos a asociar el caer en pecado con la juventud, con el placer desenfrenado que caracteriza a tanta gente joven. Leemos las alarmantes estadísticas de tantos jóvenes que se alejan de la religión de sus padres tan pronto como se independizan. Sin embargo, una mayor edad solo aumenta la necesidad de mantenerse alerta porque tal como nos advierte Pablo: «Por tanto, el que cree que está firme, tenga cuidado, no sea que caiga» (1Co 10:12). ‬  Algunos, quizás muchos, se alejan de Dios en su vejez. Podemos pensar en el joven Salomón, quien mostró ser tan prometedor y exhibió tanta sabiduría. Sin embargo, «cuando Salomón ya era viejo, sus mujeres desviaron su corazón tras otros dioses, y su corazón no estuvo dedicado por completo al Señor su Dios, como había estado el corazón de David su padre» (1R‬ 11:4). Salomón fue influenciado por años de necia desobediencia. Fracasó en mantenerse alerta y casi destruyó su fe. Fue solo la gracia de Dios lo que frenó las terribles consecuencias del pecado de Salomón.  Muchos profesan fe en Cristo en su juventud y luego cometen apostasía antes del fin. Algunos caen en sus primeros años; otros en los años intermedios; y muchos cerca del final. Ellos son los que no aceptan ni mantienen la responsabilidad de mantenerse alerta. 

Cinco responsabilidades 

Estas son cinco responsabilidades que nos llegan en virtud de la edad: la responsabilidad de madurar, de involucrarse, de dar ejemplo, de mentorear y de mantenerse alerta. Abrazar estas responsabilidades ayuda a disminuir los dolores que les llegan a todos los que viven en este mundo. Ayuda a realzar la plenitud de los gozos que llegan con la vejez. Asegura que nuestro cabello canoso sea una corona de gloria y no una corona de deshonra (Pr 16:31).

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Este recurso fue publicado originalmente en Tim Challies. Traducción: Marcela Basualto
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Reseña: El problema del porno

Fue hace apenas unos años que el mundo cristiano se sorprendió al descubrir el tamaño y el alcance del problema actual del porno. Descubrimos que un gran porcentaje de hombres jóvenes, y un porcentaje cada vez mayor de mujeres jóvenes, están sumergidos en el porno y lo han estado desde sus primeros días de vida. También supimos que muchos hombres y mujeres mayores lo están. Esto dio lugar a que se escribiera un gran número de libros sobre el tema, así como una multitud de recursos con el fin de combatir el problema.

Uno de los últimos libros es El problema del porno de Vaughan Roberts. Esta es la tercera publicación de una serie de libros cortos que escribió bajo el título Talking Points [Puntos de discusión]. Cada uno de ellos entrega puntos de vista claramente cristianos a problemas contemporáneos: el suicidio asistido, las personas transgénero, el aborto y la pornografía. El propósito de este libro es recalcar este punto: 
La Biblia tiene grandes noticias para aquellos que empiezan a sentir que nunca verán la victoria en su lucha contra el porno. El evangelio de Jesús ofrece perdón completo y un nuevo poder, a través del Espíritu Santo, que nos capacita para luchar contra el pecado y crecer en santidad. Vivir sin pornografía es posible de verdad. Jesús es realista en cuanto al poder que el pecado ejerce sobre nosotros, pero también tiene un mensaje de esperanza glorioso para nosotros, no importa cuán bajo hayamos caído.
Roberts aborda el tema al discutir primero el diseño de Dios al crear la sexualidad humana y al probar que «las Escrituras contienen una visión muy bella y elevada del sexo». Cuando entendemos el propósito de Dios en la sexualidad, pronto vemos que el «porno, que es por naturaleza egoísta y no relacional, no solo degrada al sexo, sino que también nos daña». Luego, él se enfoca en el lado oscuro del porno, mostrando que degrada el sexo, cosifica a las personas, daña a los jóvenes y corrompe a quienes lo usan. ¡Y las consecuencias negativas van mucho más allá de esto! Él continúa para discutir la esclavitud del porno y cómo esclaviza a aquellos que se compromenten con él. En los capítulos finales, habla sobre la verdadera libertad y cómo vivir sin porno. Roberts lleva al lector al punto de partida, desde el cautiverio a la libertad; de la adicción a la liberación.  En términos generales, es un excelente libro corto y una contribución bienvenida en lo que ha llegado a ser un campo repleto. Hasta que el problema del porno no llegue a su fin, continuaremos necesitando libros como este para abordar el problema y entregar esperanza. El problema del porno es accesible debido a su brevedad y económico gracias a su tamaño. Esto lo convierte en un recurso ideal para tenerlo a mano y ponerlo a disposición de cualquiera que pueda beneficiarse de él. 

El problema del porno. Vaughan Roberts. Publicaciones Andamio, 112 páginas.

Esta reseña fue publicada originalmente en Tim Challies.
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Envejecer trae decisiones que moldean la vida
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Envejecer trae decisiones que moldean la vida

¿Recuerdas haber visto el siguiente comercial publicitario? Un hombre vestido para ir al trabajo va corriendo a toda velocidad detrás de un bus tratando desesperadamente de detenerlo antes de que se marche sin él. En un instante, es transportado a una playa donde se encuentra con su yo del futuro corriendo bajo el sol matutino. Su yo del futuro lo mira y le pregunta: «¿aún estás en ese ajetreo competitivo de tu vida?», «¡oye, tú eres yo!» —contesta él. Su yo del futuro está jubilado, saludable y libre. «La jubilación me sienta bien». «¿Jubilación?» —pregunta— «¿está realmente a mi alcance?». Y su yo le responde: «Freedom 55 [Libertad 55]». Freedom 55 era una compañía de planificación financiera que te ofrecía una atractiva promesa: trabaja por 30 años, retírate a los 55, y luego goza de una larga y cómoda jubilación. Pero también ofrecía toda una filosofía de vida: la verdadera libertad se encuentra en el tiempo libre. La buena vida es una vida libre: libre de niños, de expectativas y de vocación. Muchos viven con esta motivación, este destino, este cielo en la tierra. La Biblia ofrece algo mucho mejor; algo mucho más desafiante, pero con abundante satisfacción.
¿Leíste los cuatro primeros artículos de esta serie? Puedes encontrarlos aquí: Envejecer con gracia, A mayor edad, mayor dolor, A mayor edad, mayor gozo y A mayor edad, mayor responsabilidad.
Pablo, el veterano experimentado, le escribe al joven Timoteo: «[...] Más bien disciplínate a ti mismo para la piedad. Porque el ejercicio físico aprovecha poco, pero la piedad es provechosa para todo, pues tiene promesa para la vida presente y también para la futura» (1Ti 4:7-8‬). La piedad es el objetivo de vida de todo cristiano porque es la única promesa para esta vida y para la venidera. De manera misteriosa pero segura, la piedad que logramos en esta vida se extiende hasta la eternidad. Ningún plan de jubilación puede igualarse a esa promesa. El sueño de la jubilación solo sirve para esta vida porque no tiene nada que ofrecernos cuando llega la muerte. Nos ayuda a acumular lo suficiente para tener una jubilación libre de preocupaciones, pero nos deja en la miseria para lo que sigue a continuación. Solo la piedad puede acumular tesoros en una cuenta que la muerte no puede tocar. La filosofía de Freedom 55 es la mundanalidad, una manera de pensar desconectada de la sabiduría de Dios. ‬ La piedad debe ser nuestro deseo y objetivo desde el momento de nuestra conversión hasta nuestra muerte. En el entretanto, la mundanalidad siempre será nuestra tentación. No importa qué edad tengamos ni cuánto hayamos avanzado en el tiempo, debemos buscar la piedad y evitar la mundanalidad incesantemente. Del mismo modo que un atleta disciplina su cuerpo y mente, igual como se dedica a buscar la excelencia, nosotros los cristianos debemos disciplinarnos y dedicarnos a la búsqueda de la piedad. Debemos entrenarnos y exigirnos a nosotros mismos hasta que completemos la carrera. Si en algún momento aflojamos el paso en nuestra búsqueda de la piedad, ahora o en la vejez, estaremos negando la conexión entre el presente y la eternidad. Negaremos la resurrección.  A medida que nos entrenemos en piedad, inevitablemente enfrentaremos tentaciones hechas a la medida para cada etapa de la vida. La mundanalidad se manifestará de diferentes maneras y tendremos que escoger. Al llegar al último artículo de esta serie, quiero compartir algo de sabiduría que nos ayude a evitar las tentaciones humanas que llegan con la vejez. No he corrido lo suficiente en mi carrera hacia esta sabiduría, así que leí una media docena de libros escritos por corredores veteranos, cristianos que escriben desde la perspectiva de la vejez. A medida que leía, me iba preguntando: ¿cuáles son las decisiones que tendremos que tomar a medida que envejecemos? ¿Qué opciones nos conducirán a envejecer bien? ¿Qué decisiones necesitamos tomar ahora mismo? Lo que sigue a continuación, es lo que aprendí.

Escoge el fervor en lugar de la apatía

A medida que envejecemos, enfrentamos una tentación cada vez mayor de caer en la apatía. Cuando somos jóvenes, estamos llenos de fervor; nos entusiasmamos fácilmente con ideas, deseos y causas. Tenemos energía y entusiasmo en abundancia. Pero al envejecer, al acumular responsabilidades y experimentar dolor, enfrentamos una creciente apatía y una decreciente pasión por Dios. Romanos 12:11 ofrece un desafío total y permanente: «No sean perezosos en lo que requiere diligencia. Sean fervientes en espíritu, sirviendo al Señor». En las palabras de J.C. Ryle, el fervor es «un deseo ardiente de agradar a Dios, de hacer su voluntad y de proclamar su gloria en el mundo de todas las formas posibles»[1]. Es una devoción inquebrantable a Dios.  El fervor de la vejez comienza con el fervor de hoy, porque el fervor provoca un fuego tan grande que nunca se consumirá. Genera el entusiasmo por el Señor que nos sostendrá en, lo que Salomón denomina, los muchos «días de tinieblas» que vendrán (Ec 11:8). J. I. Packer dijo: «El desafío que enfrentamos no es dejar que [el deterioro de la salud] nos haga bajar el ritmo espiritual, sino que cultivemos el máximo de fervor para la etapa final de nuestra vida terrenal terrenal»[2]. La autocomplacencia en nuestra juventud nos conducirá a la apatía en nuestra vejez. Es mucho mejor estar lleno de entusiasmo espiritual en nuestra juventud, pues fomentará el fervor hasta el final. En nuestra búsqueda de la piedad, debemos correr nuestra carrera a toda velocidad. Piper nos ofrece este desafío: «Saber que tenemos una herencia eterna e infinitamente más satisfactoria en Dios justo en el horizonte de la vida, nos llena de fervor en los pocos años que nos quedan aquí para pasarlos ofreciendo sacrificios de amor y no acumulando comodidades para nosotros mismos mismos»[3]. El fervor de nuestros últimos días comienza con el fervor de nuestros primeros días. Escoge el fervor hoy.  

Escoge la disciplina en lugar de la autocomplacencia 

Si la apatía y el fervor se refieren a la motivación, la autocomplacencia y la disciplina se refieren a la acción. Específicamente, hablan de la acción de dar muerte al pecado y vivir para la justicia. En 1 Corintios 9:24-27, Pablo nos da la metáfora de una carrera y nos advierte del alto costo de la inacción: 
¿No saben que los que corren en el estadio, todos en verdad corren, pero solo uno obtiene el premio? Corran de tal modo que ganen. Y todo el que compite en los juegos se abstiene de todo. Ellos lo hacen para recibir una corona corruptible, pero nosotros, una incorruptible. Por tanto, de esta manera corro, no como sin tener meta; de esta manera peleo, no como dando golpes al aire, sino que golpeo mi cuerpo y lo hago mi esclavo, no sea que habiendo predicado a otros, yo mismo sea descalificado.  
Pablo luchaba contra la autocomplacencia y buscaba la autodisciplina para que ningún pecado se arraigara en su vida y lo avergonzara.  Entre más envejecemos, más necesitamos resistir la tentación de caer en la autocomplacencia y disciplinarnos para deshacernos del pecado y vestirnos de rectitud. Necesitamos disciplinar nuestros cuerpos para asegurarnos de comportarnos con dominio propio en lugar de con lujuria. Necesitamos disciplinar nuestras mentes para asegurarnos de no acoger malos pensamientos. Necesitamos disciplinar nuestra imaginación para asegurarnos de que disfrutamos de lo bueno y nos neguemos a fantasear con lo que Dios prohíbe. Necesitamos disciplinar nuestras bocas para asegurarnos de que solo pronunciemos palabras edificantes. Necesitamos disciplinar nuestro tiempo para asegurarnos de que usemos cada momento de manera eficaz. En todo aspecto, debemos ser disciplinados en nuestra búsqueda de Dios, debemos crear hábitos de santidad. No debemos sucumbir a la liviandad de la autocomplacencia. ‬‬

Escoge el aprendizaje en lugar del estancamiento 

Otra tentación del envejecimiento es caer en el estancamiento, especialmente en lo que se refiere a aprender. A los jóvenes les falta conocimiento y sabiduría, por eso sus días están llenos de aprendizaje. Sin embargo, a medida que envejecemos, podríamos llegar a creer que ya hemos aprendido lo suficiente para llegar hasta el final. No obstante, la vida cristiana es una constante renovación mental que depende de la acumulación del conocimiento de Dios que tenemos en su Palabra. Debemos continuar aprendiendo hasta que nuestras mentes hayan sido totalmente purificadas de pecado y estén llenas de rectitud. «No se adapten a este mundo, sino transfórmense mediante la renovación de su mente, para que verifiquen cuál es la voluntad de Dios: lo que es bueno y aceptable y perfecto» (Ro‬ 12:2‬). La transformación total y final de nuestras mentes ocurrirá solo cuando estemos en la presencia de Cristo. Hasta entonces, aún habrá pecado que debemos limpiar, sabiduría que practicar y verdad que gozar. Donald y George Sweeting señalan que una característica de aquellos que llegan bien a la meta, es que tienen un espíritu susceptible de ser enseñado durante la vida. «“Enseñable” significa que mantienen una postura humilde y que están abiertos a aceptar correcciones a mitad de camino. Los que llegan bien a la meta nunca dejan de aceptarlas. Son aprendices de por vida. Aprenden de la lectura, de la observación y al escuchar a otros y de la vida misma. Eso es lo que no les permite estancarse estancarse»[4]. Aprendemos no solo para nuestra propia santificación, sino también para el beneficio de otros. Cuando compartimos lo que aprendemos con los que nos rodean, ellos también son edificados en la fe. No podemos dejar de aprender mientras aún haya verdad que enseñar. «Acuérdate de los días pasados; considera los años de todas las generaciones. Pregunta a tu padre, y él te lo hará saber; a tus ancianos, y ellos te lo dirán» (Dt 32:7‬). Lo que aprendemos, debemos transmitirlo. Debemos convertirnos en aprendices ahora para que no nos estanquemos en nuestro aprendizaje en nuestros días finales. ‬‬

Escoge la participación en lugar del aislamiento 

También debemos resistir caer en la tentación de aislarnos, especialmente de la comunidad de la iglesia. Al contrario, debemos buscar y seguir involucrándonos en la iglesia todo lo que podamos y mientras podamos. En medio de una sociedad que honra la juventud y menosprecia la edad, Dios nos da la certeza de que la edad nos da sabiduría. Y, también Él nos da la responsabilidad de bendecir a otros con esa sabiduría. Hay lugar para gente de todas las edades en la iglesia local. Cuando Pablo le escribe a la congregación en Filipos, se dirige a jóvenes y ancianos por igual cuando dice: «Solamente compórtense de una manera digna del evangelio de Cristo, de modo que ya sea que vaya a verlos, o que permanezca ausente, pueda oír que ustedes están firmes en un mismo espíritu, luchando unánimes por la fe del evangelio» (Fil‬ 1:27‬). En la comunidad de cristianos, nos unimos para resistir los embates del diablo. Los jóvenes necesitan a las personas mayores así como las personas mayores a los jóvenes. ‬‬ Puesto que Dios no anula nuestros dones en la vejez, tampoco nos niega nuestra responsabilidad de usarlos para beneficio de los demás. Quizás Pablo estaba consciente de la tentación de aislarnos cuando escribió: «No nos cansemos de hacer el bien, pues a su tiempo, si no nos cansamos, segaremos» (Gá 6:9‬). Por supuesto, es posible que tengamos que disminuir nuestro servicio o traspasar nuestros ministerios. En lugar del ministerio público de la predicación, quizás tengamos que dedicarnos al ministerio silencioso de la oración. Pero retirarnos totalmente del servicio cristiano o dejar de usar los dones del Espíritu no es más que desobediencia. Dirigiéndose a los cristianos ancianos, Packer advirtió que los dones espirituales no se marchitan con la edad, sino que se atrofian por el desuso. Debemos ejercitar nuestros dones cuando somos jóvenes y continuar ejercitándolos lo mejor que podamos por todo el tiempo que nos sea posible. ‬‬

Escoge la esperanza en lugar de la desesperación 

Finalmente, a medida que envejecemos, experimentaremos la tentación de caer en la desesperación, la tentación de abandonar todo. Nos protegemos buscando la esperanza. En su segunda carta a los corintios, Pablo estaba muy consciente de su edad avanzada y de su salud más deteriorada. Él sabía que su «[...] hombre exterior va decayendo [...]» (2Co 4:16), pero se mantenía confiado e inquebrantable. No había desfallecido y estaba convencido de que no lo haría (v. 16a). Packer nos muestra que Pablo basaba su esperanza en cuatro grandes verdades: él tiene un cuerpo perfeccionado esperándolo en el cielo (5:1); este cuerpo perfeccionado lo recibirá en un lugar perfeccionado que es mucho mejor (5:3-5); cuando reciba su cuerpo estará en casa con Cristo (5:6-9); Cristo lo declarará un creyente fiel y, por gracia, recibirá su justa recompensa (5:10-11). Pablo está armado con la verdad y esta verdad es la que le da la esperanza suficiente para sostenerlo en todo dolor, trauma y tentación de caer en la desesperación. «Siempre fue el plan [de Dios]», dijo Packer, «que nosotros, sus criaturas racionales encarnadas, viviéramos en este mundo esperando y preparándonos para algo mucho mejor de lo que ya conocemos»[5]. Como cristianos, podemos confiar en que hemos:
[nacido] de nuevo a una esperanza viva, mediante la resurrección de Jesucristo de entre los muertos, para obtener una herencia incorruptible, inmaculada, y que no se marchitará, reservada en los cielos para ustedes.  Mediante la fe ustedes son protegidos por el poder de Dios, para la salvación que está preparada para ser revelada en el último tiempo (1 Pedro‬ 1:3-5‬). 
Nuestra esperanza es una esperanza viva porque servimos a un Salvador vivo. Y este Salvador nos está protegiendo por medio de la fe, guardándonos de caer, así como también está evitando que nuestra herencia eterna no se desvanezca. Hasta entonces, nuestra esperanza está en el Dios que le prometió a Isaías: 
Aun hasta su vejez, yo seré el mismo, Y hasta sus años avanzados, yo los sostendré. Yo lo he hecho, y yo los cargaré; Yo los sostendré, y yo los libraré. (Isaías 46:4).
Incluso hasta la vejez. ‬‬

Conclusión 

Todos estamos envejeciendo. Estamos avanzando en el tiempo hasta que lleguemos al fin de nuestros días. Hemos visto que a mayor edad, mayor dolor, pero también mayor gozo, especialmente, a los que están en Cristo. Dios nos dice que a mayor edad, mayor responsabilidad y que en toda edad deberemos huir de la tentación de caer en la mundanalidad, escogiendo en su lugar hacer lo que lo honra y lo glorifica. Hemos aprendido que para envejecer con gracia debemos hacerlo en Cristo y para Cristo. ‬ Al concluir esta serie, me gustaría que prestáramos atención a lo que el rey David escribió en su vejez en el Salmo 92. David estaba débil, angustiado y lleno de dolor. Sin embargo, él proclamó su esperanza:
El justo florecerá como la palma,  crecerá como cedro en el Líbano.  Plantados en la casa del Señor,  florecerán en los atrios de nuestro Dios.  Aun en la vejez darán fruto;  estarán vigorosos y muy verdes,  para anunciar cuán recto es el Señor;  Él es mi Roca, y que en Él no hay injusticia. (Salmo‬ 92:12-15‬)‬‬‬‬
¿Darás fruto hasta la vejez? Cuando estés viviendo tus últimos días, cuando estés más cansado que nunca, ¿serás capaz de declarar: «¡El Señor es recto! ¡Él es mi roca!»?  Mi oración es que así sea.

Artículos de la serie:

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Este recurso fue publicado originalmente en Tim Challies. Traducción: Marcela Basualto

[1] N. del T.: traducción propia.

[2] N. del T.: traducción propia.

[3] N. del T.: traducción propia.

[4] N. del T.: traducción propia.

[5] N. del T.: traducción propia.

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Reseña: El proyecto de la vid
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Reseña: El proyecto de la vid

El enrejado y la vid escrito por Colin Marshall y Tony Payne fue un sorpresivo éxito de ventas. Procedente de una pequeña editorial australiana, llegó a manos de Mark Dever, quien dijo: «Entre los libros que he leído, este es el que más nos dirige hacia la verdadera naturaleza del ministerio pastoral». El resto —como se dice— es historia. Por medio de este libro, se les presentó a los pastores y a los líderes de la iglesia la útil ilustración de la vid y el enrejado: la vid representa el ministerio del Evangelio que alcanza y alimenta a las personas, y el enrejado representa el marco y la estructura necesaria para apoyar y sustentar dicho ministerio.
El problema que tratamos de presentar en El enrejado y la vid, el cual tocó la fibra sensible de muchos lectores, es que es muy posible que una iglesia esté ocupada, activa y que tenga todos los programas y sistemas comunes de una iglesia, pero que haya abandonado la tarea común y fundamental de hacer discípulos por medio de la proclamación de la Palabra de Dios en oración. Es muy posible tener un enrejado bien construido y en buenas condiciones en el que la vid desaliñada lucha por crecer.
Fue un mensaje poderoso que resonó en muchas iglesias a lo largo del mundo. Sin embargo, el libro tenía una debilidad que se hizo evidente con el tiempo. He visitado congregaciones donde el pastor me contaba sobre la influencia de El enrejado y la vid y cómo modeló su iglesia después de leerlo. No obstante, cuando participé en la adoración, escuché el sermón y vi los programas, incluso por solo un domingo o dos, yo no estaba convencido de que el pastor haya entendido realmente lo que los autores estaban pidiendo. En los seis años desde que se publicó el libro, Marshall y Payne viajaron por el mundo para dirigir seminarios e interactuar con pastores. Concluyeron que lo anterior era una preocupación común. Muchos pastores expresaron confusión sobre cómo implementar las grandes ideas del libro y cómo lograr el tipo de cambio que el libro describe de manera eficaz. Ellos anhelaban ver una cultura de hacer discípulos extendiéndose en sus iglesias y dieron algunos pequeños pasos para implementar los principios del libro. A pesar de ello, descubrieron que sus iglesias tenían una cultura arraigada que, silenciosa pero firmemente, rechazaba los cambios a gran escala, deteniendo los cambios antes de que se enraizaran. Este es el trasfondo de El proyecto de la vid. Este libro es una especie de guía de implementación de los principios de El enrejado y la vid. «Al hablar y reflexionar constantemente sobre estos temas durante los últimos seis años, nos hemos convencido de la necesidad de responder la pregunta […] ¿Cómo podemos cambiar toda la cultura de nuestra iglesia para que el objetivo sea hacer discípulos?». Para ver el tipo de iglesia descrito en El enrejado y la vid no es suficiente con realizar cambios pequeños y cosméticos. No basta con adaptar uno que otro ministerio. Requiere un cambio completo de cultura. Por esta razón, los autores deciden hablar de sus libros como un «proyecto».
No es un conjunto de respuestas ni de prescripciones detalladas enviadas de lo alto para resolver tus problemas. Es un conjunto de procesos, herramientas y guías en las que puedes trabajar con un equipo pequeño de colaboradores que buscan el mismo objetivo —comenzando en donde sea que estés, con todas las fortalezas y debilidades que tengas.
Esto hace que El proyecto de la vid sea un libro que no solo tenga el propósito de ser leído, sino que también de que se lleve a cabo. Describe y perfila un proceso que se debe trabajar y discutir con un equipo por un tiempo. Tiene el propósito de llevar a planes y acciones que se implementarán cuidadosa y pacientemente en oración; de provocar una transformación lenta de una iglesia para que así todos sus ministerios se dirijan al gran objetivo de hacer discípulos de Jesús. Aunque se puede leer en un par de horas, podría tomar años implementarlo completamente. Indudablemente, es un proyecto. El proyecto de la vid está estructurado en cinco fases:
  1. Aclaren sus convicciones. «Profundicen en la Biblia y en su teología para aclarar sus convicciones respecto a la misión de hacer discípulos y al ministerio».
  2. Reformen sus culturas personales. «Asegúrense de que sus convicciones hayan penetrado la cultura de sus propias vidas; de que sus formas de vivir y de servir a otros demuestren lo que creen».
  3. Una evaluación amorosa y honesta. «Hagan una evaluación cuidadosa y objetiva de todo lo que sucede en su iglesia, para ver qué tan bien (o mal) concuerda con sus convicciones: ¿en cuáles áreas de la cultura de su iglesia se reflejan mejor sus convicciones? ¿Cuál es su mayor debilidad? ¿Cuáles áreas parecen tener un mayor potencial para el crecimiento y el cambio?».
  4. Innoven e implementen. «Determin[en] qué quiere[n] dejar de hacer, comenzar a hacer o seguir haciendo; piens[en] en formas nuevas de hacer discípulos y bus[quen] la forma de implementarlas en cierto período de tiempo».
  5. Mantengan el impulso. «Monitoreen y revisen cómo se está desarrollando el proyecto; observen cuáles son los obstáculos y busquen la forma de superarlos; ganen fuerza y sigan avanzando».
Leí El enrejado y la vid apenas se publicó e inmediatamente capté la visión de los autores. Anhelo ver a nuestra iglesia impregnarse con la cultura que ellos describen de que cada miembro es un ministro que hace discípulos. No obstante, encuentro que es difícil implementarla. Adoptar la jerga de enrejado y vid era lo suficientemente simple, pero transformar la cultura de la iglesia fue extremadamente difícil (incluso en una iglesia con una cultura dispuesta). El proyecto de la vid es una guía para descubrir por qué nos es tan difícil implementarla y, aun mejor, para ayudarnos a ver cómo superar las dificultades. Realmente, disfruté leer El proyecto de la vid y me desafió. Sin embargo, sé que al leerlo solo y sin hacer todos los ejercicios, solo obtuve una pequeña cantidad de valor. Espero leerlo nuevamente en el futuro cercano, y esta vez, leerlo y completarlo como un proyecto con otros líderes de la iglesia. Por mientras, te lo recomiendo a ti y a tu iglesia de igual forma.

El proyecto de la vid: moldea tu cultura ministerial en torno al discipulado. Colin Marshall y Tony Payne. Poiema Publicaciones, 460 páginas.

Esta reseña fue publicada originalmente en Tim Challies.
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¡Corre para ganar! La búsqueda de un hombre piadoso a lo largo de la vida

Cada cuatro años, comienzan unas nuevas olimpiadas y todo el mundo se obsesiona con actividades en las que no habían pensado desde los últimos juegos. De pronto, nos encontramos despertándonos temprano y quedándonos despiertos hasta tarde para ver a los atletas saltar con garrocha, lanzar la jabalina o sumergirse en piscinas. No podemos evitar más que vitorear mientras vemos deportes poco conocidos como el hockey sobre césped, el balonmano y el waterpolo. ¿Qué es lo que nos impulsa a mirar estos extraños eventos y ovacionar a personas que ni siquiera conocemos? Vemos los Juegos Olímpicos porque queremos ver lo mejor de lo mejor. Los atletas no llegan a las olimpiadas por talento natural ni después de haberle pedido un deseo a una estrella. No ganan la oportunidad de representar a sus países gracias al privilegio de sus padres ni al azar. Llegan ahí gracias al trabajo duro, al comprometer sus vidas completas a perseguir su deporte. Tienen un cuerpo que es muy parecido al nuestro —los mismos 650 músculos, los mismos 206 huesos, los mismos dos pies—, pero pueden hacer cosas con ellos que nosotros solo podemos soñar. Quizás no sabemos mucho del salto de altura, pero sí sabemos que estamos viendo algo que requirió miles de horas de entrenamiento. Tal vez no sabemos tanto sobre volteretas, pero sí sabemos que tomó años de doloroso trabajo llegar a realizar esa acrobacia. Se han convertido en los mejores del mundo gracias a la devoción total a su deporte, gracias a su duro entrenamiento, gracias a su disciplina rígida.

La carrera

En su primera carta a la iglesia de Corinto, el apóstol Pablo usa a los atletas como una metáfora para describir cómo los creyentes deben abordar la vida cristiana. «¿No saben que los que corren en el estadio, todos en verdad corren, pero solo uno obtiene el premio? Corran de tal modo que ganen» (1Co 9:24). Por supuesto que los corintios lo sabían. Su ciudad era la cuna de los Juegos Ístmicos. Cada dos años, llegaban los mejores atletas del mundo con sus mentes puestas en llevarse el premio. En ese tiempo, no existían los equipos, cada atleta competía solo y no había premios de consuelo, por lo que cada uno competía para ser el primero. Pablo les dice a estos creyentes que piensen en la vida cristiana como una carrera y que imiten el tipo de atleta que no solo corre para competir, sino que para vencer. Él los exhorta a luchar contra la competencia mortal del mundo, la carne y el diablo: «Corran de tal modo que ganen».  ¿Pero cómo? ¿Qué deben hacer para asegurarse de ganar esta carrera? Pablo continúa: «Y todo el que compite en los juegos se abstiene de todo» (1Co 9:25). Los atletas llegan a ser exitosos gracias a la disciplina. Se comprometen incondicionalmente a su deporte y dejan de lado cualquier vicio, hábito o actividad que pudiese evitar su máximo rendimiento. Los atletas que compitieron en los Juegos Ístmicos se sometían a diez meses de entrenamiento dedicado antes de ir a los juegos. En ese tiempo, seguían un régimen estricto de entrenamiento, ejercicio y alimentación. Eran absolutamente firmes en su búsqueda de la victoria. Pablo dice que así como la disciplina es la clave para la victoria en el atletismo, también lo es para la vida cristiana. Las buenas intenciones no llevarán a los cristianos a la victoria, un esfuerzo tibio no trae recompensa, la falta de disciplina solo conducirá a la descalificación. Es solo gracias a la disciplina que los atletas obtienen el premio y es solo gracias a la disciplina que los cristianos obtendrán su recompensa.  Por tanto, ¿cuál era esa recompensa que estos atletas podrían ganar? «Ellos lo hacen para recibir una corona corruptible, pero nosotros, una incorruptible» (1Co 9:25). En los primeros días de los juegos, se recompensaba a los atletas con una corona tejida con hojas secas de apio. Más adelante, en los tiempos de Roma, se reemplazó por una corona de pino. Estas coronas eran orgánicas y perecederas por lo que, en diez o veinte años, se marchitaban hasta convertirse en polvo. Pablo hace una comparación: si los atletas ejercitan una disciplina rígida para obtener una corona que se pudre, ¿acaso los cristianos no debieran trabajar incluso más duro por una recompensa que permanecerá para siempre? Pablo no dice qué es esta recompensa, pero su punto es claro: el cristiano que gana esta carrera recibe un premio de un valor inmensurable y que dura para siempre.  Luego, el apóstol Pablo entrega un ilustración de su propia vida disciplinada: «Por tanto, yo de esta manera corro, no como sin tener meta; de esta manera peleo, no como dando golpes al aire, sino que golpeo mi cuerpo y lo hago esclavo, no sea que habiendo predicado a otros, yo mismo sea descalificado» (1Co 9:26-27). Pablo se rehúsa a ser como un atleta poco entusiasta, contento con un trote sin prisa. Él no quería ser como un boxeador que elude su entrenamiento y termina golpeando inútilmente sus puños contra el aire. Al contrario, es un corredor motivado a ganar la competencia y un boxeador que ha entrenado para dar golpes brutales. Él aplica la disciplina a cada aspecto de su vida: su cuerpo, mente y alma. Él ejerce disciplina para evitar el pecado y practicar la piedad, para huir de la inmoralidad y buscar la santidad. No permite nada que aumente el riesgo de la descalificación. Él está comprometido con la vida cristiana como el más grande atleta lo está con su deporte. Está determinado a ganar su carrera, a recibir su recompensa.  En la mente de Pablo, la disciplina trae libertad. Como un atleta, él ejercita la disciplina para liberarse y alcanzar aquello que más desea lograr, a fin de vivir cómo verdaderamente quiere vivir. Él ya no es controlado por deseos sexuales ilícitos; puede vivir en pureza. Él ya no es controlado por el amor al dinero; puede estar contento con poco. Él ya no es controlado por las opiniones de los hombres; puede estar contento con vivir para la gloria de Dios. La disciplina es el régimen de entrenamiento que lo llevará a la victoria, el programa que le permitirá más adelante proclamar esta bendición sobre su vida: «He peleado la buena batalla, he terminado la carrera, he guardado la fe. En el futuro me está reservada la corona de justicia que el Señor, el Juez justo, me entregará en aquel día; y no solo a mí, sino también a todos los que aman su venida» (2Ti 4:7-8).

Correr para ganar

Esta es una serie de artículos para hombres que están corriendo esta carrera. La mujeres pueden leer los artículos también y se beneficiarán de ellos, de eso estoy seguro. ¡La Primera Epístola a los Corintios se aplica a hombres y a mujeres por igual! Sin embargo, yo, como un hermano, les estoy escribiendo específicamente a mis hermanos. En estos artículos, sugeriré varias disciplinas con el propósito de ayudarte a competir a un alto rendimiento y a asegurarte la victoria. Cada uno será un imperativo, un mandamiento para considerar y obedecer: ¡abraza tu propósito!; ¡renueva tu mente!; ¡prioriza tu iglesia!; ¡controla tu sexualidad!; ¡atesora tu matrimonio!, y mucho más. A medida que interactúo con hombres cercanos y lejanos, a medida que converso con hombres a los que pastoreo, a medida que examino mi propio corazón, veo demasiada apatía y demasiado poco entusiasmo. Veo hombres que están contentos con dormir en lugar de entrenar, que tratan la vida como si fuera un trote sin prisa en lugar de una carrera dura. Veo hombres desmotivados, sin inspiración por la recompensa imperecedera que les espera después de cruzar la meta. Veo hombres indisciplinados, que consideran la disciplina como una carga en vez de un gozo. Veo hombres que son indiferentes, que parece importarles poco si cruzan la cinta en victoria o en vergonzosa descalificación. ¡Quiero que estos hombres sepan que la carrera está en curso! Quiero que anhelen el premio y quiero que comiencen el régimen de disciplina para toda la vida a fin de obtenerlo.  Amigo mío, estás en la carrera por un premio imperecedero. ¿Estás corriendo para obtenerlo? No tienes ninguna esperanza de victoria a menos que estés decidido a prevalecer y a menos que demuestres tu determinación con dedicación y disciplina. ¿Seguirás adelante a medida que exploramos cómo correr con celo y disciplina? Solo tienes una vida para vivir; una carrera para correr. ¡Vívela con todas tus fuerzas y corre para ganar! ARTÍCULOS DE LA SERIE: [FinalTilesGallery id='23']
Este recurso fue publicado originalmente en el blog de Tim Challies.
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Reseña: La verdadera historia

Estaba equivocado. Leí las palabras introductorias de La verdadera historia y pensé: «aquí vamos otra vez». En el último par de años, nos han inundado los libros que cuentan la historia del mundo, la historia de la historia, a través de lo que podríamos llamar los «lentes de la teología bíblica». Probablemente, estás familiarizado con las categorías estándar: Creación, Caída, Redención, Consumación y Nueva Creación. Gracias a estas secciones, podemos rastrear y contar la historia de lo que Dios está llevando a cabo en este mundo. Es útil, es bueno y recientemente se ha usado mucho para el beneficio de la iglesia. Sin embargo, este libro no es ese tipo de libro. No exactamente. La verdadera historia de Greg Koukl es, sin duda, una narración de la historia del mundo vista a través de un lente gran angular de cinco partes. El subtítulo lo completa bien: «Cómo comenzó el mundo, cómo terminará y todo lo importante que sucede en medio». Sin embargo, lo que caracteriza a este libro es que, en lugar de servir principalmente como un texto teológico, sirve principalmente como un texto apologético. Koukl dice que esta gran historia es para beneficio de los nuevos creyentes que aún no han reunido los diversos componentes de la fe en un todo coherente. Él dice que también es para los no creyentes que se acercan a la fe cristiana como escépticos o buscadores.  Koukl tiene el propósito de mostrar que la Biblia le da sentido al mundo entero, que forma la base para una cosmovisión cohesionada, coherente y satisfactoria. En el prólogo, Nancy Pearcey lo dice así: 
La Biblia no es un cuento de hadas hecho por los antiguos para darle sentido a la vida. Es el relato de la realidad. [Koukl] lo llama una historia porque, de forma sorprendente, resulta que la realidad misma está estructurada como un gran drama: tiene un comienzo y un final; presenta una lucha entre el bien y el mal; alcanza un punto culminante y luego se resuelve en un desenlace y un final. El cosmos no es solo una sucesión de hechos impetuosos. Es la trama de una gran historia que Dios está relatando a través de los eventos verificables de la historia.
Koukl estructura su narrativa de la historia de la realidad en torno a cinco temas: Dios, el ser humano, Jesús, la cruz y la resurrección. En la sección de Dios, él hace una distinción entre teísmo y dos de los más grandes desafíos contemporáneos: materia-ismo y mente-ismo (que no hay Dios o que todo es dios). Él defiende el teísmo y la comprensión cristiana de Dios como un ser real, personal y eterno. En la sección sobre el ser humano, él describe a la humanidad como hermosa, destruida, perdida y malvada y muestra por qué Dios debe expresar su ira hacia aquellos que lo desobedecen.  Continúa con Jesús, lo defiende como una figura histórica y muestra que Él vino a rescatar a esos hermosos y destruidos objetos de la ira de Dios. En la sección de la cruz, nos cuenta sobre la gran transacción que ocurrió en la cruz, la que nos permite beneficiarnos de un gran intercambio: le entregamos a Cristo nuestro pecado y Él nos da su justicia. En la sección de la resurrección, Koukl nos cuenta sobre la resurrección de Jesús y nos muestra cómo ella nos ofrece la esperanza de que nosotros también podremos y resucitaremos para la eternidad. Asimismo, nos habla sobre la devastadora realidad del juicio eterno y le pide al lector que acuda a Cristo en arrepentimiento y fe. 
Tienes dos opciones. Puedes doblar las rodillas ante tu Soberano, suplicar misericordia por causa de Cristo, ser bienvenido en Su familia como hijo o hija y pertenecerle. O puedes rechazar el regalo, estar solo en el juicio y pagar por tus propios crímenes contra Dios, tal como son.
Muchos años atrás, leí el excelente libro de Koukl Tácticas y creo que dejó una profunda huella en mí. Mucho de lo que dijo ahí continúa resonando en mí y a menudo me encuentro imitando su lenguaje y sus conceptos. La verdadera historia es un sucesor digno. Es un libro que le regalaría con gusto a un creyente y, quizás, especialmente a un nuevo creyente, con la confianza de que lo ayudará a ver que la fe cristiana ofrece buenas respuestas, las mejores respuestas, respecto a lo que este mundo es, por qué es de la manera que es y adónde todo va a ir a parar. Con gusto, se lo regalaría a un no creyente, uno que esté interesado en saber más sobre lo que creo y por qué lo creo.  Koukl promete contar la verdadera historia. Él lo hace y de manera hermosa. Te beneficiarás al leer su narrativa de cómo comenzó el mundo, cómo terminará y todo lo importante que sucede en medio. 

La verdadera historia: cómo comenzó el mundo, cómo terminará y todo lo importante que sucede en medio. Gregory Koukl. B&H Español, 208 páginas.

Esta reseña fue publicada originalmente en Tim Challies.
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Abraza tu propósito

En este mismo instante, estás corriendo una carrera. Estás corriendo una carrera incluso si estás sentado en un bus leyendo estas palabras en tu teléfono; incluso si estás leyendo esto para tomar un descanso de la monotonía de tu trabajo. En cualquier parte y en todo tiempo, estás corriendo la carrera de las carreras: la vida cristiana. La pregunta no es si estás corriendo, sino cómo estás corriendo. ¿Estás corriendo bien o estás corriendo mal? ¿Saliste a trotar sin prisa o estás corriendo a toda velocidad con tus ojos puestos en el premio? Por medio de la Palabra viva, el apóstol Pablo ruega: «¡Corre para ganar! ¡Corre para obtener el premio!». En esta nueva serie, estoy llamando a los hombres a alejarse de la apatía para ir hacia la búsqueda celosa del premio imperecedero; a alejarse de los hábitos inútiles para ir hacia las disciplinas piadosas; a alejarse de la vagancia sin rumbo hacia una vida con propósito. Cada artículo estará centrado en un fundamento para ganar esta carrera. Es apropiado comenzar con el asunto del propósito, porque solo cuando sabes cuál es tu propósito estarás motivado para correr esta carrera y para hacerlo con todo el esfuerzo que se requiere para ganarla. Solo entonces podremos compartir la gozosa convicción de George Whitefield, quien dijo: «Nunca estoy mejor que cuando estoy a mi máxima potencia para Dios». Amigo mío, si vas a salir a correr para ganar, si vas a estar a máxima potencia para Dios, debes abrazar tu propósito. 

El propósito de tu salvación

¿Por qué Dios te salvó? Pablo te responde exactamente por qué: 
Porque la gracia de Dios se ha manifestado, trayendo salvación a todos los hombres, enseñándonos, que negando la impiedad y los deseos mundanos, vivamos en este mundo sobria, justa y piadosamente, aguardando la esperanza bienaventurada y la manifestación de la gloria de nuestro gran Dios y Salvador Cristo Jesús, quien se dio a sí mismo por nosotros, para redimirnos de toda iniquidad y purificar para sí un pueblo para posesión suya, celoso de buenas obras (Tito 2:11-14). 
Se necesitarían volúmenes completos de libros para desglosar todo lo que Pablo dice aquí, pero haré solo un par de observaciones. En primer lugar, Dios te salva para santificarte. Dios te extiende su misericordia salvadora para que Él pueda deshacer el profundo daño que tu pecado ha causado. En un momento, Él te redime y, a lo largo de la vida, Él te purifica, enseñándote a odiar y a renunciar a todo lo que es impío y a amar y a perseguir todo lo que es digno. A medida que andas con Cristo, encontrarás el nuevo anhelo de mortificar esas antiguas obras y deseos que te motivaban para dar vida a nuevas obras nacidas de deseos más puros (Col 3:1-17). Esto se llama «santificación», el proceso de toda una vida para llegar a ser santos. Dios te salva para santificarte, para restaurarte a la vida que Él diseñó para ti antes de que te entregaras al pecado.  En segundo lugar, Dios te salva y te santifica para que puedas hacer el bien a otros. Tu santificación tiene un propósito: hacerte «celoso de buenas obras». Las buenas obras son obras que no se llevan a cabo primero para tu propio bien, sino que para el bien de otros. Eres llamado a dejar de lado el egoísmo natural que una vez te controlaba y a vestirte con la entrega desinteresada de Cristo que te obliga a bendecir a otros. «Porque somos hechura suya [de Dios]» —dice Pablo— «creados en Cristo Jesús para hacer buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviéramos en ellas» (Ef 2:10, [énfasis del autor]).  En tercer lugar, Dios hace todas las cosas para su gloria. Dios no te salva para darte mucha importancia a ti, sino para que tú le des importancia a Él. Las buenas obras que haces no tienen el propósito de hacerte ver grande, sino de hacer que Dios se vea grande. Son prueba del gran cambio que Él ha hecho dentro de ti, porque solo por su gracia puedes apartar tus deseos de buscar tu propia comodidad, enriquecimiento y fama. «Así brille la luz de ustedes delante de los hombres,» —dice Jesús— «para que vean sus buenas acciones y glorifiquen a su Padre que está en los cielos» (Mt 5:16). Hombres, este es su propósito: darle la gloria a Dios al hacer el bien a otros. Esto significa que sus vidas no son primeramente suyas. Ustedes no son el objetivo de su existencia ni los héroes de su salvación. Fueron creados por Dios y para Dios. Fueron salvados para darle la gloria a Dios al hacer el bien a otros. Ese es su propósito.  Sin embargo, sospecho que ya sabías gran parte de esto. El problema es que aún luchas por encontrar la motivación suficiente para aplicar la disciplina enfocada a tu vida que te capacitará para correr a fin de ganar. Por tanto, volvamos a Pablo para ver dónde él encontró la motivación para abrazar este propósito que glorifica a Dios. 

Fervor extraordinario

Un atleta corre para recibir un premio y para disfrutar la fama y la aclamación que viene al ganar. Todo el entrenamiento, el esfuerzo y la disciplina valió la pena cuando ponen la corona en su cabeza y la multitud se pone de pie para rendir tributo. La disciplina es impulsada por la grandeza del premio. Entonces, ¿qué premio podría ser suficiente para motivar a Pablo a vivir esta vida con un extraordinario fervor y un intenso celo? Solo una cosa: Jesucristo. Pablo, quien se autoproclamó el primero de los pecadores, fue repentina y dramáticamente salvado por Jesús. De pronto, lo sacaron de la autopista que se dirigía hacia el infierno y lo pusieron en el camino hacia el cielo. Fue transformado para siempre. Con esta nueva vida, tuvo un nuevo propósito. Ahora vivía para ser un representante fiel de Jesucristo, para dedicarse absolutamente a crecer a la imagen de Cristo y para hacer a Jesús conocido a aquellos que lo rodeaban. Cuando Pablo abrazó a Jesucristo —o mejor dicho, cuando Jesús abrazó a Pablo—, Pablo también abrazó un nuevo propósito. Hombres, ¿han sido transformados por Jesucristo? ¿Han recibido una nueva vida? ¡Con una vida nueva viene un nuevo propósito! Dejen ir la ridícula noción de que sus vidas se tratan de ustedes. Dejen ir todos los propósitos egoístas a los que alguna vez se aferraron. Dejen ir la ola cultural de apatía y autocomplacencia que asedia a tantos. Una vez que hayan dejado ir todo lo que pudiera entorpecerlos, ¡aférrense a la búsqueda de Jesús de por vida! Abracen su propósito y alineen cada área de sus vidas a Él: están aquí para glorificar a Dios al abundar en buenas obras.  Este es tu desafío y el mío. Tu familia necesita que seas santo: ver a un esposo y padre que modela lo que significa ser un hombre cristiano maduro. Tu iglesia necesita que seas santo: ver a un creyente que ha sido liberado del pecado y que está comprometido con su bien. Tu vecindario necesita que seas santo: ver a un hombre que ha sido completamente transformado por Jesús y que ahora deja a un lado cualquier cosa que pudiera entorpecer el Evangelio de Jesús. Tu mundo necesita que seas santo: ser evidencia de que Jesucristo continúa salvando a su pueblo y que continúa transformándolos a su imagen. En el inestimable premio de Jesucristo, tienes toda la motivación que necesitas para abrazar un nuevo propósito y poner sus ojos en la gloria de Dios.

¡Corre para ganar!

Estás un par de minutos más adelante en la carrera de lo que estabas al comienzo de este artículo. Has dado un par de pasos más. Espero que hayas podido ver que si vas a tener éxito en esta carrera, necesitas conocer la razón por la que Dios te salvó y te santificó. Solo entonces tendrás la motivación para dejar de lado el egoísmo de la apatía y podrás vestirte de la entrega desinteresada de la santidad. Abraza tu propósito, ¡y entonces corre de tal modo que ganes! Nota: mi libro Haz más y mejor es una guía práctica para una vida de productividad, al definir  la productividad de la siguiente manera: «administrar de manera eficiente mis dones, talentos, tiempo, energía y entusiasmo para el bien de los demás y para la gloria de Dios». Si esta es un área de lucha, considera leer el libro. Luego únete a nosotros nuevamente a medida que esta serie continúa con «Renueva tu mente». ARTÍCULOS DE LA SERIE: [FinalTilesGallery id='22']
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Renueva tu mente

Existen muchas partes en la Biblia en las que Dios presenta un marcado contraste entre dos opciones y luego exhorta al lector a tomar una decisión. Él le dio su Ley al antiguo Israel y luego dijo: «[…] he puesto ante ti la vida y la muerte, la bendición y la maldición. Escoge, pues, la vida […]» (Dt 30:19). En el Sermón del Monte, Jesús contrastó las puertas ancha y estrecha y nos rogó: «Entren por la puerta estrecha, porque ancha es la puerta y amplia es la senda que lleva a la perdición, y muchos son los que entran por ella. Pero estrecha es la puerta y angosta la senda que lleva a la vida, y pocos son los que la hallan» (Mt 7:13-14). Otro de estos contrastes se encuentra en un punto clave del libro de Romanos. Por once capítulos, Pablo expuso profundamente el Evangelio, describiendo lo que Cristo consiguió tanto para los judíos como para los gentiles. Luego confronta a sus lectores con un contraste y da a entender que deben tomar una decisión: «Y no se adapten a este mundo,» —él dice— «sino transfórmense mediante la renovación de su mente […]» (Ro 12:2). Existen solo dos opciones: adaptación o transformación. Puedes adaptarte a este mundo o puedes ser transformado al renovar tu mente. La decisión está frente a ti cada día. Hay muchos hombres hoy que han tomado una mala decisión. Han escogido adaptarse: alimentar su lujuria con imágenes pornográficas del mundo, hablar como el mundo habla, aceptar un estilo de vida pecaminoso marcado por el orgullo, la apatía y la autocomplacencia. Si eres un hombre cristiano, eres llamado a hacer algo diferente, algo mejor, algo mucho más desafiante y más satisfactorio. Eres llamado a la piedad. Eres llamado a renunciar a cualquier cosa que sea un obstáculo en tu carrera y a abrazar una búsqueda de por vida para conocer a Jesús. Esta es la tercera publicación en nuestra serie ¡Corre para ganar!, en la que consideramos cómo Dios llama a hombres como tú a vivir con la misma disciplina, dedicación y dominio propio que un atleta olímpico en su búsqueda del oro. Tal compromiso exige una disciplina que se extiende incluso a la mente. Más exactamente, exige una disciplina que comienza en la mente. Para correr de tal modo que ganes, debes renovar tu mente.

Una mente entenebrecida

En un momento de tu vida, te enfrentaste a la elección de entrar por la puerta ancha o por la puerta estrecha. Eres cristiano, lo que significa que escogiste entrar por la puerta estrecha y seguir el camino que lleva a la vida. En ese momento de decisión, de salvación, experimentaste una especie de despertar. Tu mente, de pronto, pudo comprender lo que siempre había negado: eres pecador, has desobedecido a un Dios santo y Jesucristo ofrece reconciliación por gracia a través de la fe. La razón por la que nunca antes aceptaste esta verdad o abrazaste a este Salvador es porque tu mente no había podido entender esto. Esta verdad estaba oculta para ti debido a tu ceguera espiritual. Pablo habla sobre esto en su carta a la iglesia de Éfeso:
Esto digo, pues, y afirmo juntamente con el Señor: que ustedes ya no anden así como andan también los gentiles, en la vanidad de su mente. Ellos tienen entenebrecido su entendimiento, están excluidos de la vida de Dios por causa de la ignorancia que hay en ellos, por la dureza de su corazón. Habiendo llegado a ser insensibles, se entregaron a la sensualidad para cometer con avidez toda clase de impurezas (Efesios 4:17-19).
Naciste en un estado de pecaminosidad en el cual tu mente vana no podía comprender la verdad del Evangelio. El hecho alarmante es que el pecado no solo provocó que anduvieras en las tinieblas, sino que también entenebreció tu entendimiento. No solo eras incapaz de hacer cosas que son agradables a Dios, sino que eras incapaz de siquiera saber lo que agrada a Dios. Sin embargo, cuando te volviste a Cristo en arrepentimiento y fe, de repente, Dios iluminó tu mente para que pudieras comprender. Pudiste entender quién es Dios, quién eres tú y por qué el Evangelio es tan buena noticia. En un instante, se le dio acceso a tu mente al conocimiento verdadero y salvador. Repentinamente, entendiste cuán ciego habías estado durante todos esos años. Esto es lo que Wesley celebró en uno de sus más grandes himnos:
Mi alma atada en la prisión Anhela redención y paz. De pronto vierte sobre mí La luz radiante de su faz Cayeron mis cadenas, Vi mi libertad ¡y le seguí!
Entraste a la vida cristiana con una mente que acababa de ser atravesada por esa luz radiante de la verdad de Dios. Sin embargo, aunque tu mente ha sido despertada, aún está lejos de ser perfeccionada. A lo largo del resto de la vida, enfrentarás desafíos constantes: «Y no se adapten este mundo, sino transfórmense mediante la renovación de su mente […]» (Ro 12:2). Esta decisión está frente a ti cada día: ¿permitirás que el mundo forme tu mente o invitarás a Dios a transformarla? No decidir es tomar una decisión: el mundo es tan envolvente, tan poderoso y está tan presente que a menos que te resistas a él activamente, inevitablemente te adaptarás a él y te consumirá.

No te adaptes

Cuando la Biblia habla de «el mundo», se refiere a cualquier sistema de valores o forma de vivir que se opone a Dios y es ajeno a su Palabra. El mundo promueve «[…] la pasión de la carne, la pasión de los ojos, y la arrogancia de la vida […]» (1Jn 2:16). Como hombres cristianos, Dios los llama a vivir en esta tierra rodeados de la sociedad humana, pero para exhibir un sistema muy diferente de valores y una forma muy diferente de vivir. Aun cuando sean cristianos, es fácil adaptarse al mundo y que comiencen a desear lo que el mundo desea, a pensar como el mundo piensa y a comportarse como el mundo se comporta. Los hombres se adaptan más a menudo al mundo por descuido, al no considerar el atractivo del mundo y al no protegerse de su invasión. Solo piensa en los innumerables anuncios seductores de sitios web que atraen a hombres que están listos para sumergirse en los deseos pecaminosos. Piensa en los rasgos de carácter de los que alardean los hombres en comedias populares: ignorancia, pereza, inmadurez. Ten cuidado de las inesperadas puertas de la adaptación. Una de ellas podría ser el entretenimiento: fallas en ser prudente en cuanto a lo que ves, escuchas y lees, y fallas en limitar el tiempo que pasas entreteniéndote. A veces la puerta es la educación: te influencian personas que se oponen a Dios . Podrían ser las amistades: mantienes tus relaciones más formativas con no creyentes. Quizás la principal puerta a la adaptación podría ser simplemente el descuido: fallas en caminar junto a Dios y, en lugar de ello, permites que la mundanalidad natural que hay dentro de tu propio corazón te influya. La mundanalidad es como la gravedad: siempre te rodea, siempre ejerce su presión. Debes resistirla porque tu vida y tu salud espiritual dependen de ello. Puedes resistirla porque el Espíritu Santo mora dentro de ti y se deleita en transformarte al renovar tu mente.

Sé transformado

Para que Dios te salvara, primero, Él tuvo que abrir tu mente para que comprendieras la verdad del Evangelio. Pero en lugar de perfeccionar tu mente inmediatamente, Él te asignó la responsabilidad de renovarla por toda la vida. Así como una oruga experimenta una lenta metamorfosis que la transforma en una mariposa, tu mente fue diseñada para experimentar un cambio constante y lleno de propósito a medida que es saturada y controlada por la Palabra de Dios. El Espíritu Santo ilumina las palabras de la Biblia en tu mente para que puedas comprenderla y obedecerla. «Pero todos nosotros con el rostro descubierto, contemplando como en un espejo la gloria del Señor, estamos siendo transformados en la misma imagen de gloria en gloria, como por el Señor, el Espíritu» (2Co 3:18). No hay atajos ni caminos alternativos. La única forma en que tu mente puede ser renovada es por el Espíritu de Dios que obra por medio de la Palabra de Dios. Hombre cristiano, debes renovar tu mente. ¿Hacia qué dirección está cambiando tu mente: hacia la adaptación al mundo o hacia la transformación a la imagen de Dios? ¿Cuál tiene más influencia en tu mente: la sección deportiva del periódico o la Palabra de Dios? ¿Dónde te encuentras más a menudo: sentado en el sofá viendo televisión o doblando tus rodillas en oración en la Palabra de Dios? A lo largo de toda una vida de compromiso con la Palabra de Dios, obtendrás nueva sabiduría para reemplazar las viejas necedades y obtendrás deseos piadosos para reemplazar los anhelos satánicos. Los pecados que una vez alimentaron tu imaginación y motivaron tus acciones comienzan a perder su poder y son reemplazados por las virtudes que motivan hacer el bien a otros y que dan la gloria a Dios. Tus ojos detienen su lujuria porque tu mente ahora está llena de amor; tu boca deja de maldecir porque tu mente ahora está llena de gozo; tus manos dejan de robar porque estás convencido de que puedes estar contento tanto con poco como con mucho. Tales vidas transformadas comienzan con mentes transformadas, puesto que tu cuerpo siempre obedece a tu cerebro.

¡Corre para ganar!

Ahora, la decisión está frente a ti. ¿Te adaptarás a este mundo o serás transformado al renovar tu mente? No hay ningún misterio en ninguna de ellas. Para adaptarte a este mundo, simplemente necesitas sumergirte en él, permitirte ser influenciado por él. No requiere esfuerzo y no trae ninguna recompensa. Para ser transformado al renovar tu mente, necesitas sumergirte en la Palabra de Dios, permitirte ser influenciado por ella. Requiere un gran esfuerzo y conlleva una gran recompensa. El corredor olímpico anhela escuchar a la multitud gritar su nombre y ansía sentir el peso de la medalla de oro mientras cuelga alrededor de su cuello. Él determina en su mente que debe ganar y luego inculca hábitos que lo forzarán a vivir con disciplina, a entrenar con persistencia, a dejar de lado cualquier cosa que podría amenazar su éxito. Él hace todo esto para obtener la adoración de meros hombres y la recompensa de un par de gramos de metal. ¿Cuánto más tú, cristiano, debes decidir «[…] despoj[arte] también de todo peso y del pecado que tan fácilmente [te] envuelve, y corr[er] con paciencia la carrera que t[ienes] por delante» (Heb 12:1)? Corres para escuchar a tu Padre celestial declarar: «Bien, siervo bueno y fiel», y para ofrecerte una recompensa que nunca se desvanecerá ni perderá. Si vas a seguir moviendo tus piernas hacia el premio de Cristo, debes seguir renovando tu mente conforme a la mente de Cristo. ¡Hombre cristiano, renueva tu mente! ARTÍCULOS DE LA SERIE: [FinalTilesGallery id='29']
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Conoce tu doctrina

«La doctrina divide» —explicó el joven. «Por supuesto que es importante, pero a Dios le importa mucho más nuestras obras que nuestros credos. La doctrina divide, pero el amor une». ¿Podría él estar en lo correcto? ¿Es la doctrina una fuerza de división destinada a inclinarse ante la primacía del amor? «Encuentro que la doctrina es aburrida» —confesó el esposo. «No me interesa escuchar sobre teología. Tan solo dime lo que Dios quiere que yo haga y lo haré. Soy una persona dinámica, no un aprendiz». ¿Podría él estar en lo correcto? ¿Es la doctrina una disciplina monótona adecuada solo para los pasillos del mundo académico? Resulta que la Biblia tiene mucho que decir sobre la doctrina y siempre la elogia como algo de gran importancia para todo cristiano. Es más, no podemos considerarnos fieles seguidores de Jesucristo a menos que conozcamos a fondo nuestra doctrina, nos aferremos firmemente a ella y la defendamos con fidelidad. Aunque la fe cristiana es mucho más que conocer doctrina, nunca es menos. Y sin embargo, muchos de los que profesan ser cristianos solo tienen el conocimiento más rudimentario de la doctrina cristiana.  Muchos de los que afirman amar la Biblia solo tienen un escaso conocimiento de las doctrinas que contiene. Muchos de los que han recibido el sagrado depósito del Evangelio no están equipados para guardarlo. Y para los hombres, que son llamados a liderar sus hogares en devoción a Dios, la búsqueda de la doctrina, a menudo, pasa a segundo plano para ir en búsqueda de lo más fácil y cómodo. Con el tiempo libre antes y después del trabajo, relajarse con la televisión suena mucho más atractivo que trabajar en la doctrina que se encuentra en la Escritura. No obstante, hay un gran costo al descuidar el estudio de la doctrina, así como existe una ganancia inestimable en el conocimiento profundo de ella. Para buscar correctamente a Dios durante toda la vida, debemos saber quién es Él y cómo Él nos llama a vivir. En esta serie, Correr para ganar, estamos analizando profundamente el tipo de vida que Dios llama a los hombres cristianos a vivir. Por medio del apóstol Pablo, te desafía a entender la vida como una carrera y te ruega que la corras de tal modo que ganes. ¿Estás corriendo sin un objetivo claro, dando zancadas a paso lento y pesado? ¿O estás aplicando, como Pablo, el tipo de dominio propio que un atleta necesita para entrenar con éxito y correr victoriosamente? Si vas a correr para ganar, debes entrenarte para conocer tu doctrina. 

La doctrina

La palabra doctrina simplemente se refiere a lo que la Biblia enseña de un tema en particular. A medida que estudias cuidadosamente la Escritura y reúnes sus temas, llegas a comprender lo que comunica sobre una variedad sinfín de temas: la doctrina de la Escritura, por ejemplo, que explica lo que la Biblia dice de sí misma; la doctrina de Dios, que describe lo que la Biblia dice sobre la naturaleza, el carácter y las obras de Dios; y la doctrina de la salvación, que nos dice cómo Dios salva a su pueblo del pecado.  La Biblia divide la doctrina en dos amplias categorías: sana y falsa. La sana doctrina se origina en la mente de Dios, es consistente con la Palabra de Dios y demuestra ser beneficiosa para el pueblo de Dios. Eres responsable de conocer esa doctrina para poder vivir de acuerdo a ella y para protegerla fielmente. La falsa doctrina se origina fuera de la mente de Dios, es inconsistente con la Palabra de Dios y no es beneficiosa para el pueblo de Dios. Tú eres responsable de rechazar tal doctrina y de alejarte de las personas que la proclaman.  Aunque la responsabilidad de conocer, fomentar y defender la sana doctrina se les da especialmente a los pastores, se espera que todos los cristianos sean bien versados en ella. ¿Por qué? Porque vivir fielmente para Dios es inseparable de conocer correctamente a Dios. Aquellos que lo conocen mejor están equipados para servirlo mejor. Aquellos con un profundo conocimiento tienen la oportunidad de expresar mayor obediencia. 

Más que hechos

La doctrina involucra hechos, sin duda. No obstante, estos no son hechos fríos acumulados en mentes desdeñosas para luego utilizarlos como una especie de carta teológica bajo la manga. Al contrario, estos hechos son verdades vitales que motivan vidas fieles. Piensa en la relación que tienes con tu esposa: cuando salías con ella y descubriste los trágicos eventos de su niñez, ganaste hechos que te permitieron conocerla y apreciarla mejor. Cuando descubriste que tu esposa ama las trufas de chocolate con menta, no fue un hecho que simplemente archivaste, sino uno que usaste para expresarle amor. En el contexto de una relación íntima, los hechos no se acumulan para que puedas meramente recitar información sobre una persona o para crear una página de ellos en Wikipedia. Los hechos se acumulan para que puedas buscar diligentemente a esa persona en amor.  De igual manera, cuando aprendes hechos de la fe cristiana, estás adquiriendo conocimiento que te permite comprender mejor a Dios para que puedas buscarlo mejor. Supón que lees en la Escritura sobre el alcance del amor de Dios por ti: «[…] En amor nos predestinó para adopción como hijos para sí mediante Jesucristo, conforme a la buena intención de su voluntad» (Ef 1:4-5). A lo largo de este versículo, llegas a entender que el amor de Dios por ti data de antes de la creación del mundo y que, en última instancia, tu salvación fue el resultado de este propósito determinado. Ahora comprendes mejor el carácter de Dios (¡Él es bueno! ¡Él es amoroso! ¡Él es poderoso!) y entiendes mejor las acciones de Dios (¡Él inició! ¡Él amó! ¡Él actuó!). ¡Estás creciendo en doctrina! Al haber comprendido estos hechos, comienzas a vivir con una confianza mayor, sabiendo que tu salvación no depende de tu voluntad, sino de la de Dios. Comienzas a amar a Dios más profundamente y lo buscas con más gozo como receptor de su soberana gracia. Tu amor por Él desborda en mayor paciencia y amor por otros a medida que anhelas mostrar el mismo tipo de amor que Dios te extendió. Estos hechos ahora han profundizado su relación y han cambiado tu vida. La doctrina no informa meramente tu mente, sino que también enciende tu corazón y reforma tu comportamiento. 

Doctrina y vida

Pocos hombres cristianos se convertirán en teólogos profesionales y enseñarán doctrina en salas de clases y seminarios. Sin embargo, todo hombre cristiano, incluido tú, debe aspirar a ser un teólogo aficionado, a estudiar y a conocer los hechos de la fe. Esta doctrina te equipará para vivir una vida que agrade a Dios.  Solo el esposo que tiene un profundo conocimiento de los caminos y de las obras de Jesucristo está bien equipado para amar a su esposa «así como Cristo amó a la iglesia y se dio Él mismo por ella» (Ef 5:25). ¿Cómo puede amar como Cristo si no sabe cómo Cristo amó? Solo el padre que ha estudiado doctrina puede criar a sus hijos «en la disciplina e instrucción del Señor» (Ef 6:4). ¿Cómo puede enseñar lo que él mismo no ha aprendido? Solo el miembro de la iglesia que conoce sus realidades puede servir a su iglesia como un anciano, pues el anciano «debe retener la palabra fiel que es conforme a la enseñanza, para que sea capaz también de exhortar con sana doctrina y refutar a los que contradicen» (Tit 1:9). ¿Te sientes inadecuado para tomar liderazgo en tu iglesia porque no conoces la doctrina necesaria para liderar a personas en la fe? Solo el creyente que conoce el contenido de la fe puede hábilmente «luchar […] por la fe que de una vez para siempre fue entregada a los santos» (Jud 1:3). ¿Cómo puedes defender tu fe en el lugar de trabajo, cómo puedes proteger a tu familia contra los ataques de Satanás, cómo puedes ser un promotor de la verdad si no puedes distinguir la sana doctrina de la falsa?

¡Corre para ganar!

¿Conoces tu doctrina? ¿Conoces al menos los hechos básicos de la fe cristiana? No tienes excusa para la ignorancia. De todas las generaciones, la nuestra es la más bendecida en la búsqueda de los hechos de la fe cristiana. Tenemos pastores que predican fielmente la Palabra y toman en serio la instrucción de Dios de «insist[ir] a tiempo y fuera de tiempo. Amonesta[r], reprende[r], exhorta[r] con mucha paciencia e instrucción» (2Ti 4:2). Tenemos un sinfín de teologías sistemáticas escritas no solo para los teólogos, sino que también para los laicos. Tenemos una gran cantidad de cursos en línea esperándonos. Tenemos todas las oportunidades y todas las razones para llenar nuestras mentes con el conocimiento de Dios. Conocer la doctrina es conocer el contenido de la fe cristiana y conocer lo que es necesario para vivirla adecuadamente. No puedes correr bien la carrera si no conoces hacia dónde vas. Tu fidelidad a Dios depende de tu conocimiento de Dios. Hombre cristiano, si quieres correr para ganar, debes conocer tu doctrina.  ¿No sabes por dónde comenzar en el estudio de la doctrina? Estas son un par de sugerencias: Cristianismo básico de John Stott, El conocimiento del Dios Santo de J.I. Packer y Core Christianity [Cristianismo fundamental] de Michael Horton son excelentes introducciones a la teología. Si quieres intentar con una teología sistemática, considera la Teología sistemática de Wayne Grudem o Teología sistemática de John MacArthur. Si quisieras ver videos de enseñanza, considera suscribirte a la plataforma Conexión Ligonier, que ofrece una serie de excelentes cursos sobre una gran variedad de temas.  ARTÍCULOS DE LA SERIE: [FinalTilesGallery id='28']
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Practica tu devoción
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Practica tu devoción

En todos los libros que he leído, he descubierto que el esfuerzo de leer uno completo a menudo se recompensa con una simple y profunda frase. En un libro compuesto de miles de palabras, solo una frase tiene el poder de transformarnos. Recuerdo una de esas frases en un libro que leí en mis primeros años de cristiano sobre el tema de la piedad. No recuerdo mucho su contenido ni siquiera su título; sin embargo, sí recuerdo una línea, que era el punto central del libro: el carácter es quien eres cuando nadie te está mirando. El autor estaba diciendo que tu verdadero yo es aquel que aparece cuando nadie más está cerca; cuando estás lejos de los ojos atentos de tus padres, de tus hijos, de tu esposa, de tus amigos y de tus pastores. Cuando puedes hacer lo que sea que quieras hacer; cuando puedes decir lo que sea que quieras decir; cuando puedes ver lo que sea que quieras ver y probablemente salirte con la tuya. Ese es quien eres en realidad. Esa simple frase me desafió profundamente y continúa haciéndolo hoy. Por sí sola hizo que valiera la pena leer el libro. Mientras nos esforzamos por ser hombres que «¡Corren para ganar!», debemos considerar muchos contextos en los que nuestro comportamiento es visto y conocido públicamente. Sin embargo, también debemos considerar los pocos en los que estamos fuera de la vista de los demás. Una de las cosas que hacemos (o quizás no hacemos) cuando nadie está mirando es la adoración privada o los devocionales personales. Hombres, si van a correr para ganar, necesitan practicar su devoción. 

Cuando nadie está mirando

¿Quién eres cuando no hay nadie cerca? ¿Cómo eso se compara con quién eres cuando otros te están mirando? Muchos hombres enfrentan la tentación de obtener una buena reputación por su asistencia y participación en la adoración pública mientras permanecen casi completamente ausentes en la adoración privada. Cuando asisten a los servicios de la iglesia, se ubican donde puedan ser vistos, cantan fuerte, escuchan con atención, dan con generosidad. Muy bien. Sin embargo, de lunes a domingo rara vez abren sus Biblias y rara vez cierran sus ojos para orar. Públicamente, son fuertes y están comprometidos; en privado, son débiles y distantes. ¿Es esto cierto sobre ti? Si bien la Biblia celebra la adoración pública y exige la priorización de la asistencia y la participación en la iglesia local, también celebra la devoción personal. Desde sus primeras páginas hasta su conclusión, encontramos al pueblo de Dios relacionándose voluntariamente con Dios como parte de su vida privada. Adán y Eva andaban y conversaban con Dios en el jardín; Isaac salía al campo para meditar tranquilamente; David se levantaba temprano para pensar en la Ley de Dios y para derramar su alabanza; incluso Jesús tenía cuidado de apartar tiempo a solas en los que pudiera tener comunión con su Padre. ¿Quiénes eran estas personas cuando nadie las estaba mirando? Las mismas personas que eran en público: adoradores. Su reputación pública de piedad estaba enraizada en una devoción privada a Dios. 

Una relación real

Cuando llegaste al conocimiento salvífico de Jesucristo, tus pecados fueron perdonados y se te dio la promesa segura de la vida eterna. No obstante, increíblemente, Dios te dio incluso más que eso. Él se dio a sí mismo para que pudieras tener una relación con el Dios vivo. Todo lo que es cierto para toda relación es cierto para esta: si va a ser saludable, requiere comunicación.  Hace un par de años, leí un reportaje sobre una mujer que determinó que su esposo la había insultado muchas veces. Decidió tener su venganza al hacerle la ley del hielo completamente y por muchos años no pronunció una sola palabra en su presencia. Obviamente, esto fue devastador para su matrimonio. Es imposible sustentar cualquier relación, especialmente una íntima como la de un esposo con una esposa, sin comunicación. Es la comunicación la que permite que una relación comience y luego florezca. Una relación genuina y saludable depende de hablar y escuchar. De hecho, la salud de una relación puede medirse por la disposición, la frecuencia y la profundidad de hablar y escuchar entre dos personas. Las relaciones más saludables son aquellas en las que cada persona habla frecuente, libre e íntimamente mientras el otro escucha con atención.  Sobre esa base, ¿cómo está tu relación con Dios? Una de las más grandes alegrías de ser cristiano es que tienes una relación genuina con Dios. Nuestro Dios no es una mera idea que estudiar; una fuerza que experimentar; un objeto que observar. Dios es un ser al cual conocer: tres personas que juntas son Dios. Este Dios ha existido eternamente en esa perfecta relación de Padre, Hijo y Espíritu Santo y, por medio de la salvación, te ha invitado a entrar para que puedas conocer y ser conocido por el Padre, el Hijo y el Espíritu. Puedes hablar con la confianza de que Dios te escuchará; puedes escuchar con la confianza que Dios te hablará. Puedes verter tu corazón a Él, al mismo tiempo en que Él vierte su corazón a ti. ¡Qué gozo! ¡Qué privilegio! ¿Aprovechas ese privilegio? Dios habla hoy por medio de la Biblia. Sus palabras son las palabras de Él; su mensaje es el mensaje de Él; su poder es el poder de Él. Cada palabra de la Biblia es inspirada e inerrante: «[…] útil para enseñar, para reprender, para corregir, para instruir en justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, equipado para toda buena obra» (2Ti 3:16-17). Simplemente, no puedes ser un cristiano maduro sin escuchar a Dios hablar por medio de la Biblia. No puedes correr bien sin su instrucción.  Le hablamos a Dios por medio de la oración. Nuestras palabras no ascienden a un cielo vacío, sino que alcanzan el oído de Dios, conmueve su corazón y da lugar a su voluntad. El buen plan de Dios es no intervenir aparte de las oraciones, sino que por medio de ellas, puesto que, como Él promete: «[…] La oración eficaz del justo puede lograr mucho» (Stg 5:16). La Biblia no sabe de cristianos que no oran o que no quieran orar. No puedes correr bien sin decirle a Él cómo estás corriendo, sin admitirle cuándo has tropezado y sin pedirle fuerzas para correr aún mejor. En una conversación normal, hablar y escuchar van de la mano y lo mismo es cierto cuando conversamos con Dios. Cuando lees la Palabra de Dios, respondes en oración: oraciones de confesión cuando Él revela el pecado; oraciones de gratitud cuando encuentras su misericordia; oraciones de súplica cuando entiendes cuánto necesitas su gracia. Mientras oras, a menudo, Dios lleva la Escritura a tu mente y profundiza tu comprensión de ella. Así como las conversaciones con amigos involucran una reciprocidad orgánica, un intercambio mutuo de información e ideas, de igual modo es tu comunicación con Dios. A medida que el tiempo avanza y creces en tu relación, descubrirás que Dios no es solo tu Creador y tu Padre, sino que también tu Amigo.  Hombres, sus iglesias, sus esposas y sus hijos necesitan más que un hombre que aparece obedientemente el domingo. Ellos necesitan un hombre que conozca a Dios. Necesitan un hombre que se dé el tiempo de juntarse con Dios en su Palabra cada día. Lo que sus iglesias, sus esposas y sus familias necesitan de ustedes es exactamente lo que Dios desea para ustedes. «Así dice el Señor: “No se gloríe el sabio de su sabiduría, ni se gloríe el poderoso de su poder, ni el rico se gloríe de su riqueza; pero si alguien se gloría, gloríese de esto: de que me entiende y me conoce […]”» (Jr 9:23-24, [énfasis del autor]).

Hazlo ahora

El momento para comenzar a practicar tu devoción es ahora. ¡Corre para ganar! Si la práctica de juntarse con Dios cada día es nueva para ti, estas son un par de maneras en las que puedes comenzar: 
  • Decide hacer de la devoción privada una prioridad en tu vida. Si es una prioridad, te harás el tiempo para ello. Decide que lo mejor (reunirte con Dios) estará antes que otras cosas buenas.
  • Planifica. Fija una hora en la que te encontrarás con Dios cada día y decide dónde lo harás. En general, las cosas que no planificas son las cosas que no haces.
  • Busca un plan de lectura bíblica. Hay docenas —quizás cientos— de planes de lectura bíblica en Internet. Puesto que quieres comprender el consejo completo de Dios, te recomendaría buscar un plan que cubra toda la Biblia, libro por libro.
  • Organiza tus oraciones. A menudo, la dificultad más grande para la oración consistente y constante es simplemente nuestra incapacidad de recordar por qué necesitamos orar. He descubierto que la aplicación PrayerMate es una manera útil de recordar por qué necesitas orar cada día. 
  • Comienza de a poco. A medida que comienzas a practicar tu devoción, opta por algo corto y consistente en lugar de algo largo e irregular. Si nunca has leído la Biblia diariamente, ¡no comiences por leer cinco capítulos al día! Si nunca has orado consistentemente en privado, ¡no comiences intentando orar por una hora! Por la gracia de Dios, puedes comenzar a desarrollar más la lectura y un tiempo más extenso en oración. Sin embargo, necesitas comenzar con desarrollar el hábito de la devoción y luego puedes avanzar hasta fortalecerlo.
  • Persevera. No te desanimes cuando te saltes un día o incluso una semana. Vuelve donde quedaste y construye el hábito. A lo largo del tiempo, lo que parece difícil recordar y hacer llegará a ser tan natural como respirar. 

¡Corre para ganar!

Existen un millón de cosas que están compitiendo por tu tiempo y atención, y muchas de ellas son cosas muy buenas. No obstante, ninguna es más importante que tu relación con Dios. Confío en que estás involucrado en una iglesia local y comprometido con los servicios de adoración semanales. Sin embargo, espero que esta no sea la suma de tu adoración, la cuenta completa de lo que hablas y escuchas a Dios. Él te da la capacidad de tener una relación genuina con Él. Te invita a escucharlo mientras habla y promete que, mientras tú le hablas, Él escuchará cada palabra. ¿Por qué te negarás tal privilegio? Si vas a correr para ganar, debes practicar tu devoción.  ARTÍCULOS DE LA SERIE: [FinalTilesGallery id='32']
Este recurso fue publicado originalmente en Tim Challies.
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Prioriza tu iglesia

Hace un par de años, Aileen y yo entramos a un gimnasio por primera vez en nuestras vidas. Estábamos en mal estado físico, nos decidimos a hacer algo al respecto y teníamos la idea de que un gimnasio era el lugar adonde ir. Hablamos con el encargado, fijamos una cita y nos quejamos de camino a una evaluación de una hora. Luego, nos asignó un entrenador, quien nos aseguró que nos ayudaría a perder un par de kilos y a ganar un poco de músculo. ¡Realmente funcionó! Ejercitamos con nuestro entrenador, seguimos su plan y pronto vimos que nuestros cuerpos respondieron tal como esperábamos.  Si el gimnasio es el contexto natural para buscar un buen estado físico, la iglesia local es el contexto natural para buscar un buen estado espiritual. La iglesia es el gimnasio de Dios. Como hombre cristiano, estás corriendo una carrera y, si quieres correrla bien, necesitas un entrenamiento que te ayude a mantener el mejor  rendimiento. La iglesia local es el lugar donde encuentras a los entrenadores que te instruirán y guiarán, donde seguirás el régimen de entrenamiento que Dios ha planeado para ti. Es ahí donde ejercitarás junto a tus pares que están entrenando para su propia carrera y así su trabajo te inspirará a ti y tú a ellos de vuelta. Si vas a «Correr para ganar», necesitarás priorizar tu iglesia. 

El propósito de la iglesia

La iglesia local es central en el plan de Dios para el mundo. Es más, de muchas formas, la iglesia local es el plan de Dios para el mundo. Mucho de lo que Dios quiere enseñarle al mundo, lo hace por medio de la iglesia local; mucho de lo que Él quiere mostrarle al mundo, lo hace por medio de la iglesia local; mucho de lo que quiere lograr en el mundo, lo logra por medio de la iglesia local. Ningún ministerio puede eclipsarla, ningún programa puede reemplazarla, ningún poder puede derribarla. La iglesia local es el plan de Dios y no tiene ningún suplente. Dios quiere que cada cristiano se involucre en una iglesia local y su Palabra no sabe de cristianos que no sean parte de una. La iglesia local da la bienvenida a la membresía a aquellos que creen y expulsa a quienes han abandonado la fe, de modo que cada iglesia sea una comunidad de cristianos unidos por su profesión de fe en común.  Para los incrédulos, la iglesia local sirve como un puesto fronterizo en territorio enemigo. En un mundo que está en completa rebelión contra Dios, estas asambleas ofrecen la buena noticia de reconciliación. Los no creyentes son bienvenidos a los servicios de adoración, para que puedan experimentar la adoración cristiana, escuchar el mensaje del Evangelio, profesar la fe en Cristo y ser bautizados en su nombre. ¡La iglesia existe para evangelizar! Para los creyentes, la iglesia local sirve como el club de salud espiritual, el lugar donde somos entrenados para correr nuestra carrera. Es aquí donde aprendemos de Dios para crecer en conocimiento; donde adoramos a Dios a fin de crecer en amor; donde el pueblo de Dios nos ministra para que así crezcamos en piedad; y donde ministramos a otros con el fin de que crezcamos en humildad. Es aquí donde estamos bajo el cuidado y la supervisión de los ancianos, los entrenadores que Dios ha llamado y equipado especialmente para modelar la piedad y para llamarnos a ella. ¡La iglesia existe para edificar! Si bien cada uno de nosotros compite en una búsqueda personal y se esfuerza para obtener el premio, no corremos solos, puesto que al lado de nosotros tenemos la compañía de hermanos y hermanas, cada uno trabajando para ganar su propia carrera. ¡Gracias Dios por la iglesia local!

Prioriza tu iglesia

Si la iglesia local es central en el plan de Dios para su mundo, es igualmente central para tu vida. Por esa razón debo preguntarte: ¿Cuál es tu relación con la iglesia local? ¿Eres parte de una iglesia? ¿Te involucras en ella? ¿Contribuyes a ella de maneras significativas? Sin ella, no puedes esperar prosperar ni siquiera sobrevivir.  Esto puede resultarnos difícil de admitir. ¡Somos hombres! ¡Somos fuertes, acérrimos e independientes! Sin embargo, Dios quiere enseñarnos que no somos tan fuertes como podríamos pensar; de hecho, somos tan débiles que necesitamos desesperadamente la ayuda de otros. Necesitamos que los ancianos nos fortalezcan; necesitamos que las personas con discapacidad nos enseñen; necesitamos que los niños nos animen; necesitamos que quienes no son amados nos conmuevan; necesitamos que los débiles nos humillen. Es en la iglesia local que aprendemos a correr bien. Para correr bien, necesitas la adoración de la iglesia local. Es en los servicios de adoración semanales que cantas tu alabanza y adoración a Dios, que lees tu Biblia con otros, que escuchas al predicador exponer un texto, que te unes en oración a otros cristianos y que celebras el bautismo y la Cena del Señor. Estos son medios comunes de gracia a través de los cuales Dios se complace en nutrirte y fortalecerte a fin de equiparte para la carrera.  Para correr bien, necesitas el servicio de la iglesia local. Necesitas hermanos y hermanas que sean un modelo de piedad ante ti, que te animen en tiempos de prueba, que te recuerden el Evangelio cuando peques y te arrepientas, que te reprendan amorosamente cuando peques o no te arrepientas. Necesitas que ellos ejerzan sus dones espirituales para tu beneficio y tu edificación. Eres débil y profundamente dependiente de otros.  Para correr bien, necesitas servir a la iglesia local. Es posible que te sientas tentado a acercarte a la iglesia esperando obtener mucho de ella. Es mucho mejor y mucho más piadoso acercarse a la iglesia preguntándote qué podrías dar a los demás. ¿Quién necesita que lo sirvas esta mañana? ¿Quién necesita ser animado con tu presencia, tu compañerismo, tus palabras? En lugar de preguntar: «¿cómo la iglesia satisfará mis necesidades?», debes preguntarte: «¿las necesidades de quién puedo satisfacer?». El beneficio de la iglesia no es solo lo que aprendes o lo que experimentas, sino cómo sirves. Aunque podría parecer contraintuitivo, en realidad corres mejor la carrera cuando pasas tiempo entrenando a otros, cuando inviertes en ellos y los ayudas a correr bien. 

Hazlo ahora

Cuando se trata de priorizar la iglesia, las buenas intenciones pueden ayudarte a comenzar la carrera, pero requerirá convicción y hábito para poder seguir adelante. Permíteme ofrecerte un par de consejos prácticos:
  • Busca una buena iglesia. Si ya asistes a una iglesia saludable que proclame el Evangelio, agradece a Dios por su provisión. Si asistes a una iglesia que no es saludable o no estás asistiendo a ninguna, he escrito sobre algunos recursos útiles que puedes usar para encontrar una en tu área. 
  • Dalo todo. Recientemente, leí que casi dos tercios de todas las personas que tienen membresía en el gimnasio en realidad nunca iban. En un momento, sus intenciones eran buenas, decidieron ponerse en forma y pusieron sus firmas en las líneas punteadas. Sin embargo, sin la convicción y el hábito rápidamente dejaron de ir. Muchas personas son muy parecidas con la iglesia: tienen su iglesia, pero asisten solo ocasionalmente y sirven solo con moderación. En sí misma, la membresía de un gimnasio no puede darte un cuerpo en forma. En realidad, necesitas ir al gimnasio y aprovechar su equipo y sus programas. De igual manera, el simple hecho de escoger una iglesia no le hará ningún bien a tu alma. Debes participar en la iglesia y aprovechar lo que ofrece. Descubre cómo tu iglesia discipula a los creyentes y comprométete a su programa. 
  • Estructura tu vida en torno a la iglesia. Hay muchos deseos, responsabilidades y pasatiempos que pueden interferir con tu asistencia a la iglesia, uno de los más importantes es el deporte aficionado. Haz de la iglesia tu principal prioridad la mañana del domingo y, en lo posible, no permitas que nada interfiera. Es mucho mejor dejar de perseguir el sueño de que tu hijo gane una beca deportiva y llevarlo a que se una a la búsqueda del carácter piadoso y al servicio cristiano en la iglesia local. 
  • Lidera a tu familia. Como esposo y padre, cargas con la responsabilidad suprema de asegurarte de que tu familia se comprometa con una iglesia local saludable y de que realmente asistan. Sé el que se compromete con la iglesia, entusiásmate con asistir y servir, sé quien despierta a la familia el domingo por la mañana. Escucha con atención al sermón, adora con todo el corazón, abre tu hogar a otros y espera que tu familia sea bendecida por un padre que lidera. 

¡Corre para ganar!

Los seres humanos hemos desarrollado lugares donde entrenar nuestros cuerpos y nuestras mentes. Dios mismo nos ha dado un lugar donde podemos entrenar nuestras almas, donde podemos aprender a correr la más importante de todas las carreras. Es por medio de la iglesia local que Dios reparte sus más preciosos regalos de gracia. Si vas a correr para ganar, tienes que priorizar a la iglesia. 

ARTÍCULOS DE LA SERIE:

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Mantente alerta

A todos nos gusta ver videos graciosos esporádicamente, ¿no es así? Lo que hace años comenzó como un estelar de televisión migró a YouTube y se convirtió en uno de nuestros pasatiempos más preciados. Uno de mis favoritos son los de atletas llegando a la meta, una compilación de atletas que celebran antes de tiempo.

En uno de estos videos, un corredor olímpico está cerca del final de su carrera, todavía a un ritmo tremendo. Corrió hasta la vuelta final y ahora está a unos 15 o 20 metros de la meta. Convencido de que tiene una ventaja insuperable, ralentiza el paso, levanta sus brazos en señal de victoria y avanza sin esfuerzo hacia la cinta, saboreando la adulación de la multitud aclamante. Sin embargo, no mantuvo un ojo atento en la competencia y otro corredor se acercó mucho más de lo que pensó. Este corredor, que iba en segundo lugar, ve su oportunidad. Reúne una última reserva de energía en su interior y acelera. A solo un paso de la meta, lo pasa para reclamar el oro, un centímetro más adelante que el despreocupado corredor.  Como hombre cristiano, estás corriendo la carrera de la vida y ansías la victoria. ¡Estás corriendo para ganar! Sin embargo, como ese avergonzado y desilusionado atleta olímpico, es imperativo que no declares victoria demasiado pronto. Él también estaba corriendo para ganar, pero aflojó. Él descuidó su paso y no tuvo cuidado con el competidor que estaba cerca detrás de él. Los brazos que se alzaron en señal de victoria pronto se vieron forzados a desplomarse en derrota. Si quieres obtener la victoria en tu carrera, tienes que mantener el ritmo por todo el camino hasta la meta. Hasta ahora, en nuestra serie ¡Corre para ganar!, todo lo que hemos abordado se relaciona al carácter, al hombre interior. Te he animado a abrazar tu propósito, a renovar tu mente, a conocer tu doctrina, a practicar tu devoción y a priorizar tu iglesia. Todas estas prácticas son para crecer en piedad, para exponer el carácter de Cristo que Dios tanto valora. En los artículos que siguen, iremos hacia el hombre exterior, a las áreas vinculadas con la vida y con las relaciones. Pero antes de que hagamos eso, quiero hacer un llamado serio a mantenerse alerta. Si estás corriendo para ganar, necesitas mantenerte alerta. 

Mantente alerta

He escuchado decir que aquello que distingue a un atleta de talla mundial de los cientos de miles que nunca llegarán a serlo es la consciencia situacional. Wayne Gretzky sigue siendo el más grande jugador de hockey que alguna vez se haya atado los patines. A menudo, él atribuye su éxito al consejo que su padre le dio cuando era niño: «patina hacia donde va el disco, no hacia donde ya ha estado». Esto requirió más que pura velocidad o destreza, aunque Gretzky tenía ambas cosas en abundancia. Fue necesaria una buena observación, una consciencia constante y una capacidad de tomar decisiones en fracciones de segundos. Gretzy tuvo un sentido único de cómo los jugadores se movían sobre el hielo, cómo se desarrollaban las jugadas y hacia dónde se dirigiría el disco. Con mucha frecuencia, él llegaba ahí primero, razón por la cual sigue siendo el líder en puntos de todos los tiempos sin que nadie esté cerca de hacerle competencia. Con buena razón se le conoce en el mundo del hockey simplemente como «el grande». Si vas a correr tu carrera de manera exitosa, necesitas un poco de esa consciencia situacional. Necesitas saber que estás en una competencia dura y enfrentando desafíos constantes de enemigos que quieren matarte. Necesitas saber en qué áreas es más probable que ellos ataquen y en qué áreas es más probable que sucumbas ante sus implacables tentaciones. Necesitas estar alerta, esperando oleadas de agresión y aprovechando las defensas disponibles para ti. 

Tres enemigos que quieren matarte

Existen tres enemigos que con seguridad enfrentarás desde ahora hasta el día en que cruces la cinta en victoria: el mundo, la carne y el diablo. Mantente alerta contra el mundo  Ya nos encontramos con el concepto bíblico de «el mundo» cuando vimos la importancia de renovar tu mente. El mundo es cualquier sistema de valores y una manera de vivir que se oponga a Dios y a su Palabra, y que encuentra satisfacción en las cosas que son temporales en lugar de eternas. Quienes siguen los patrones del mundo se obsesionan con «[…] la pasión de la carne, la pasión de los ojos, y la arrogancia de la vida […]» (1Jn 2:16). Renuncian a las recompensas eternas en favor de una breve satisfacción y prefieren lo que pueden hacer ahora en lugar de lo que Dios promete en el futuro. Aunque seas cristiano, sigues propenso a los deseos pecaminosos y a los pensamientos mundanos, los cuales conducen inevitablemente a una vida mundana. La mundanalidad presiona desde el alrededor y surge desde el interior. No puedes evitarla, por lo que debes aprender a resistirla. La Biblia nos advierte que no amemos al mundo, que no entablemos amistad con él, que no nos conformemos a él y que no nos comportemos como él. Nos advierte que la mundanalidad es completamente opuesta a la piedad.  Mantente alerta contra la carne Con frecuencia, la Biblia nos advierte contra «la carne». Como ser humano pecador, eres «carnal»: tienes una naturaleza pecadora que se opone a Dios y que anhela satisfacción en lo que Él prohíbe. «Ahora bien, las obras de la carne son evidentes, —dice Pablo, antes de entregar una lista representativa— las cuales son: inmoralidad, impureza, sensualidad, idolatría, hechicería, enemistades, pleitos, celos, enojos, rivalidades, disensiones, herejías, envidias, borracheras, orgías y cosas semejantes […]» (Ga 5:19-21). Cuando vives según la carne, vas tras esas cosas detestables. Sin embargo, cuando eres salvado por Dios, eres llamado a vivir por el Espíritu y a comenzar a mostrar frutos totalmente diferentes. «Pero el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fidelidad, mansedumbre, dominio propio; contra tales cosas no hay ley» (vv. 22-23). Tienes una nueva naturaleza que permanece fija en combate moral con la carne, de modo que la gran batalla de tu vida es dar muerte a la carne y vivir en el Espíritu. «Digo, pues: anden por el Espíritu, y no cumplirán el deseo de la carne. Porque el deseo de la carne es contra el Espíritu, y el del Espíritu es contra la carne, pues estos se oponen el uno al otro, de manera que ustedes no pueden hacer lo que deseen» (Ga 5:16-17). Mantente alerta contra el diablo Como cristiano, también el diablo mismo se opone a ti. «Sean de espíritu sobrio, estén alerta. Su adversario, el diablo, anda al acecho como león rugiente, buscando a quién devorar» (1Pe 5:8). Aunque el mundo y la carne son poderosos, al menos son inanimados. No obstante, el diablo es un ser que tiene deseos, una mente y una personalidad. Su deseo es destruirte, su mente trama en tu contra y su personalidad está fija en contra de ti. Así como fabricó tentaciones a medida para llevar a David al adulterio y a Pedro a la negación, él fabricará tentaciones a tu medida adecuadas para tu debilidad. Su gran deseo es fomentar y exponer tu pecado, provocar que tú y quienes te rodean duden de tu profesión de fe.  Estos son los enemigos que quieren matarte que enfrentarás cada día. Están presentes y son fuertes. Sin embargo, afortunadamente, Dios provee grandes defensas con las cuales puedes mantenerte alerta.

Las tres grandes defensas

Mantente alerta a través de la oración Cuando Pablo escribió sobre la cruda realidad de la guerra espiritual, él instruyó a los cristianos a «rev[estirse] con toda la armadura de Dios» y, después de explicar la naturaleza de esta armadura, concluyó con un solemne cometido: «Con toda oración y súplica oren en todo tiempo en el Espíritu, y así, velen con toda perseverancia y súplica por todos los santos» (Ef 6:11, 18). La vigilancia es inseparable de la oración, por esta razón dice en otra parte: «Perseveren en la oración, velando en ella con acción de gracias» (Col 4:2). Jesús mismo nos dijo que oráramos: «Y no nos dejes caer en tentación, sino líbranos del mal […]» (Mt 6:13). La oración es nuestra primera gran defensa contra el mundo, la carne y el diablo. Ora para que Dios te proteja de su invasión e igualmente ora para que exponga y corrija cualquiera de tus tentaciones particulares de pecar.  Mantente alerta a través de la autoexaminación Una segunda defensa en contra de tus enemigos es la autoexaminación. Esto es usar la Palabra de Dios para evaluar realistamente tus deseos, tus tentaciones, tus hábitos y tu santificación. Debes hacer esto a la luz de la Escritura, puesto que solo ella «es viva y eficaz, y más cortante que cualquier espada de dos filos. Penetra hasta la división del alma y del espíritu, de las coyunturas y los tuétanos, y es poderosa para discernir los pensamientos e intenciones del corazón» (Heb 4:12). La Palabra de Dios te dice lo que es cierto sobre ti y tú eres responsable de poner atención a sus advertencias.  Mantente alerta a través de los medios de gracia Dios extiende gracia a su pueblo a través de medios muy comunes. Es su buena voluntad conformarte a su imagen y mantenerte en esa imagen por medio de la Palabra, de la oración y de la comunidad. Debes leer la Palabra y orar en tu casa y en tu iglesia, en la quietud de tus devocionales y en el caos de tu familia, hasta que puedas decir verdaderamente que estás «dedicado[…] a la oración» (Ro 12:12). Debes disfrutar la comunidad cristiana, principalmente en la iglesia local, reuniéndote para adorar, para servir, para escuchar la Palabra predicada y para participar en el bautismo y en la Cena del Señor. Puedes confiar en que Dios se complace en obrar a través de medios ordinarios para provocar una santidad extraordinaria. No puedes esperar florecer en la vida cristiana o sobrevivir a los ataques de tus enemigos si descuidas los medios más importantes.

Hazlo ahora

Es un soldado negligente el que abandona su deber de estar alerta cuando sabe que el enemigo está cerca. Tu enemigo se está acercando ahora mismo, por lo que aquí te dejo un par de maneras en las que puedes comenzar y luego perseverar en estar alerta. 
  • Ora. Ora, ora y ora.
  • Conoce tus áreas de tentación. En las áreas donde hayas experimentado y sucumbido a la tentación, es probable que lo experimentes nuevamente. Posiblemente, sucumbirás de nuevo si es que no has abordado esa debilidad de carácter.
  • Consigue un aliado. Dile a tu esposa o a un amigo en qué área batallas con la tentación; enlístalos para orar por ti y pídeles que te hagan preguntas. Comprométete a siempre responderlas con honestidad. En el área del pecado y la tentación sexual, probablemente, te beneficiarás de confiar regularmente en un hermano y de permitirle hablar la verdad a tu vida. 
  • Confía en los medios de gracia. Confía en que Dios ha fijado estos medios en lugar de otros para promover un celo por la piedad, para fomentar la piedad y para preservar la piedad hasta el final. Confía en ellos y aprovéchalos al máximo. «Por lo tanto, examínese cada uno a sí mismo, y entonces coma del pan y beba la copa» (1Co 11:28).

Conclusión

Es tan necio como peligroso celebrar antes de tiempo. El mundo, la carne y el diablo prosperan cuando hay apatía y orgullo, en las áreas donde no te importa mantenerte alerta o donde no lo consideras necesario. A la inversa, estos enemigos se debilitan ante la oración, la autoexaminación y los medios comunes de gracia. Hasta el día en que estés en la presencia del Señor, debes mantener tu paso y mantenerte alerta ante tus enemigos. Si vas a correr para ganar, debes mantenerte alerta.  ARTÍCULOS DE LA SERIE: [FinalTilesGallery id='34']
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Redime tu tiempo
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Redime tu tiempo

¿Existe algo más trágico que el tiempo? ¿Hay algo que provoque una tristeza más profunda que ver el tiempo pasar ante nosotros, reconocer cuánto tiempo ya ha transcurrido y cuán poco nos queda? A nosotros, que fuimos hechos para vivir eternamente, ahora se nos dan unos meros «setenta años» (Sal 90:10) antes de partir. «Si un hombre vive muchos años, que en todos ellos se regocije —dice el sabio y viejo Salomón—, pero que recuerde que los días de tinieblas serán muchos. Todo lo por venir es vanidad» (Ec 11:8). Hombres cristianos, se les ha dado una carrera para correr y han sido llamados a correr para ganar. A veces, esta carrera parecerá una maratón y, en otras ocasiones, un esprint. Durante los momentos de dolor o adversidad, los días parecerán avanzar lento, cada  uno cargando el peso de toda una vida, días agotadores dando paso a largas noches de insomnio. No obstante, en tiempos de alegría los días pasarán volando y te maravillarás de cuán rápido ha pasado el tiempo. Un velocista olímpico pasa años entrenando a fin de prepararse para un evento que termina en 10 segundos. En ocasiones, podría parecer que tu vida ha pasado demasiado rápido, que la hija que acababas de mecer en tus brazos ahora está sosteniendo tu brazo mientras la llevas al altar. Ya sea que la vida pase lento o a toda velocidad, eres responsable de cada momento. Si vas a correr para ganar, tienes que redimir tu tiempo.

Redime el tiempo

No tienes nada que no te haya sido dado; ninguna cosa buena que te pertenezca que no haya sido un regalo por la gracia de Dios. Tú, que no mereces nada más que solo ira y condenación, has recibido innumerables bendiciones. Eres responsable ante Dios de administrar cada una de ellas con fidelidad. Si Dios te dio la bendición del matrimonio, siempre debes tener en mente que tu esposa es primero una hija de Dios, su creación. Tu principal responsabilidad es cuidarla de una manera que honre y agrade al Padre. Si Dios te ha dado hijos, ellos son primeramente sus hijos, creados a su imagen y para su gloria. El llamado de un padre es disciplinar e instruir a sus hijos en representación de Dios. Si Dios te ha dado dinero, ese dinero es de Dios y debes usarlo como si Dios te pidiera cuentas por cada centavo. De la misma manera, lo que sucede con una esposa, los hijos y el dinero también sucede con el tiempo. Sin embargo, como dice Donald Whitney: «si [las personas] malgastaran su dinero de manera tan insensata como algunos malgastan su tiempo, pensaríamos que están locos». Dios te ha dado el regalo del tiempo y te lo ha dado en confianza con la expectativa de que lo uses sabiamente y que lo emplees diligentemente para el más alto de los propósitos. Cuando Pablo le escribe a la iglesia en Éfeso, él los llama a vivir vidas de extraordinaria santidad, y luego dice: «Por tanto, tengan cuidado cómo andan; no como insensatos sino como sabios, aprovechando bien el tiempo, porque los días son malos» (Ef 5:15-16). «Aprovechando bien el tiempo» es, más literalmente, «redimiendo el tiempo». El tiempo debe redimirse al liberarlo de las búsquedas sin sentido y al dedicarlo a los más altos propósitos. El tiempo fue puesto delante de ti y debes aprovecharlo, debes incautarlo de todo propósito egoísta que pudiera robarlo o desperdiciarlo. Te relacionas bien con el tiempo cuando entiendes que es un precioso regalo de Dios para usar, no una posesión sin valor para desperdiciar. Dios sabe el número de años, meses y días que te ha asignado. No puedes agregarle ni quitarle nada. No obstante, lo que sí puedes hacer, en mayor o menor medida, es darle un buen uso. Cuando aún era un jovencito, Jonathan Edwards resolvió: «nunca perder ni un momento de tiempo, sino aprovecharlo en la forma más provechosa que sea posible». Él entendió que el tiempo se le había encomendado y él quería usarlo bien. Él, como el sabio y leal siervo en la parábola de los talentos de Jesús, anhelaba escuchar: «Bien, siervo bueno y fiel; en lo poco fuiste fiel, sobre mucho te pondré; entra en el gozo de tu señor» (Mt 25:21).

Tiempo desperdiciado; tiempo redimido

El tiempo es un regalo que debes aceptar y atesorar. Sin embargo, hay muchas cosas que están compitiendo por tu tiempo, muchas tentaciones para usarlo mal. Consideremos un par de maneras comunes en las que podemos desperdiciar el tiempo. Desperdicias el tiempo con la pereza. Si Salomón advirtió constantemente sobre la pereza en su época, ¿cuánto más necesitamos cuidarnos de ella en un mundo de interminable entretenimiento y omniscientes redes sociales? El perezoso es aquel que da cualquier excusa para no trabajar; que se queda en la cama o en el sofá cuando hay trabajo por hacer; que comienza proyectos, pero que nunca los completa; que no puede aprender porque se considera a sí mismo sumamente sabio (Pr 26:13-16). Tu madre pudo haberte advertido que «las manos ociosas son el taller del diablo». Detrás del cliché hay una advertencia seria: aquellos que pasan sus días en ociosidad prácticamente le están rogando a Satanás que los tiente para pecar. Desperdicias el tiempo con el ajetreo. El ajetreo es el primo de la pereza y no es más noble que su pariente. Es una plaga de la modernidad. Aun si rechazas la pereza, podrías irte al polo opuesto del ajetreo para llenar cada momento con actividades y para evaluarte a ti mismo según la cantidad de tareas completadas. Hoy cuando le preguntas a un amigo cómo está, prácticamente esperas que responda: «¡ocupado! ¡Demasiado ocupado!». Sin embargo, el ajetreo no debe confundirse con la diligencia ni la cantidad de actividades con logros significativos. Dios te ha dado una vida pequeña y corta, y espera que, de todas las cosas grandiosas que puedas hacer, identifiques y busques aquellas que más importan. Puesto que hay tanto que hacer, ser diligente y redimir el tiempo involucra decir que no a un millón de buenas oportunidades para centrarnos completamente en unas pocas excelentes. Desperdicias el tiempo al despreocuparte de tu vida espiritual. Martín Lutero dijo célebremente que sus tiempos más ocupados también necesitaban ser los más llenos de oración. Cuando las responsabilidades amenazaron con abrumarlo, él sabía que estaría demasiado ocupado como para no orar. Fracasas en redimir tu tiempo cuando fallas en priorizar tu crecimiento y salud espiritual. Si tu vida es demasiado ocupada como para leer la Palabra de Dios, como para pasar tiempo en oración y como para asistir a la iglesia local, está extremadamente ocupada. Si estás demasiado desmotivado como para comprometerte con disciplinas tan básicas, estás en peligro espiritual. Antes de que hagas cualquier cosa, sal del torbellino del ajetreo y reconsidera tus prioridades a la luz de la eternidad. Desperdicias el tiempo cuando no descansas. Dios mismo escogió trabajar seis días y luego descansar uno. Él no hizo esto porque estaba agotado, sino para establecer un patrón a fin de que nosotros lo siguiéramos. Somos criaturas débiles y limitadas que necesitan descanso. Nuestra necesidad requiere que destinemos suficiente de nuestro tiempo para dormir y para actividades que refresquen nuestras mentes y espíritus. El descanso y la recreación son necesarias para renovarnos y para prepararnos con el fin de realizar diligentemente las tareas que Dios nos ha asignado.

Hazlo ahora

¡Ahora es el momento de redimir tu tiempo! Piensa en cómo puedes comprometerte para administrar diligentemente tus tiempos y tus días.
  • Busca y aférrate a una comprensión bíblica de la productividad. La productividad, si se comprende apropiadamente, no es «hacer muchas cosas» ni «hacer más cosas que los demás». La productividad es usar tus dones, talentos, tiempo, energía y entusiasmo para el bien de los demás y para la gloria de Dios. Una comprensión bíblica de la productividad te liberará de búsquedas menores y te ayudará a enfocarte en aquellas que más importan.
  • Planifícate para ser disciplinado. En realidad, cuando estamos ocupados o somos perezosos, las disciplinas espirituales tienden a estar entre las primeras cosas que descuidamos. Asegúrate de planificar el tiempo, el lugar y el contexto en el que leerás la Palabra de Dios y orarás cada día. Asegúrate de priorizar la adoración con tu iglesia local y nunca permitas que nada la suplante. Entonces, una vez que hayas puesto lo primero en primer lugar, planifica cómo y cuándo harás tu trabajo más significativo a lo largo de la semana.
  • Resuelve restringir o eliminar los enemigos de tu diligencia. En nuestros días, no hay escasez de distracciones que estén ansiosas de alejarte del trabajo significativo hacia la pereza insignificante. ¿Qué es necesario eliminar o restringir significativamente de tu vida a fin de que redimas tu tiempo? ¿Necesitas limitar el tiempo en Netflix para que puedas pasar más tiempo relacionándote con tu esposa e hijos? ¿Necesitas eliminar aplicaciones de redes sociales que te alejan de la diligencia a lo largo del día? Si vas a correr para ganar, necesitas eliminar lo que sea que te esté retrasando.
  • Habla con alguien que lo esté haciendo bien. Todos nos hemos encontrado con personas que modelan el uso fiel del tiempo. Busca a una de esas personas y pregúntale cómo y por qué lo hace. Pídele consejos prácticos sobre cómo usar el tiempo diligentemente.

¡Corre para ganar!

Llegaste al mundo con nada y te irás de este mundo con nada. Todo lo que tienes entre el principio y el fin es un regalo de la gracia de Dios y eso incluye el pequeño guion entre las fechas grabadas en tu lápida. Esa simple línea representará el tiempo que se te dio. Se te encomendó con la expectativa de que lo tomaras y le dieras el mejor y más alto uso. Si vas a correr para ganar, tienes que redimir tu tiempo.

ARTÍCULOS DE LA SERIE:

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Reseña: Hombres y mujeres en la iglesia

Un libro sobre la perspectiva cristiana de la masculinidad y femineidad enfrenta un desafío inmediato: ¿realmente necesitamos otro? Después de todo, existen muchos títulos que abordan el tema y lo hacen con destreza. ¿Realmente hay lugar para uno más? Kevin DeYoung cree que sí y, por esa razón, escribió Hombres y mujeres en la iglesia: una introducción bíblica práctica. Él explica que fue pensado para distinguirse de los otros en su propósito.
Nuestra iglesia tiene un rincón de libros en el vestíbulo principal. Con frecuencia he deseado encontrar allí un libro que explique la enseñanza bíblica acerca de los hombres y las mujeres de una manera comprensible para los miembros interesados y de una extensión que facilite leerlo en pocas horas. He deseado que exista un libro que presente el argumento sin ser polémico, un libro que yo pueda pasar a otros pastores que experimenten luchas con el tema, y un libro que los pastores puedan dar a sus ancianos, diáconos y administradores con la idea de que lo lean realmente, un libro que exhiba integridad exegética al tiempo que minimice el tecnicismo, un libro más denso que un folleto y más ligero que un tope para sostener la puerta.
Ese es exactamente el libro que escribió. Explica y defiende sin pedir disculpas la postura de la complementariedad, la cual insiste que Dios ha diseñado a los hombres y a las mujeres para ser complementarios entre ellos en la vida, en la iglesia y en la familia. Aunque pocas personas aman la palabra complementariedad, él cree que es una opción apropiada porque «es difícil contar la historia de la Biblia sin una palabra que comunique el sentido de “diferente pero idóneo”». La palabra complementariedad se adecúa mejor a ese propósito. Él explica brevemente lo que implica esta postura.
Como un convencido de la complementariedad, creo que el diseño de Dios es que los hombres lideren, sirvan y protejan, y que, en la iglesia, las mujeres puedan florecer bajo este liderazgo, donde ellas también trabajen con fidelidad y lealtad bíblica conforme a la sabiduría y la belleza del orden divino para la creación.
El libro se divide en dos partes: la Parte 1 explora lo que la Biblia dice sobre los hombres y las mujeres, sobre la masculinidad y la femineidad; mientras que la Parte 2 responde preguntas específicas y aborda desafíos particulares. La Parte 1 comienza con el principio, por supuesto, con los primeros tres capítulos de Génesis que cuentan la creación de Dios y la caída del hombre en el pecado. Luego examina el Antiguo Testamento para identificar los patrones que describe en lo que respecta a hombres y mujeres. Desde ahí, pasa a un estudio del Nuevo Testamento antes de enfocarse en una serie de textos cruciales: versículos clave como 1 Corintios 11 y 14; Efesios 5; 1 Timoteo 2 y 3. Ahí lidia con asuntos difíciles como ser cabeza y cubrirla; la dinámica del liderazgo y la sumisión; la exigencia del silencio en los servicios de adoración; y el cargo de anciano reservado únicamente para los hombres en la iglesia local. En la Parte 2, él vuelca su enfoque a las objeciones comunes como Gálatas 3:28 («no hay hombre ni mujer») y Efesios 5:21 («sométanse unos a otros»), junto con los temas de la esclavitud y los ejemplos bíblicos de líderes y maestras mujeres. Asimismo, también ve la importancia de criar a los niños para que sean niños y a las niñas para que sean niñas y la noción de que la voluntad de Dios para su pueblo es que lo sigan marcadamente de maneras masculinas y femeninas.
No somos nominalistas filosóficos que niegan lo universal y solo creen en lo particular. No solo tenemos macho y hembra; también existe la masculinidad y la femineidad. Dios no creó seres humanos andrógenos y no nos redime para convertirnos en cristianos andrógenos. Dios nos hizo hombres y mujeres y Él nos santifica por el Espíritu para que podamos seguir a Cristo como hombres y seguir a Cristo como mujeres[1].
Un apéndice analiza por qué las mujeres no podrían predicar en la iglesia, aun si lo hacen bajo la autoridad de ancianos hombres. «Mi mayor deseo —dice DeYoung— es poner en manos de las iglesias, líderes y cristianos curiosos una obra que sea inteligente y de fácil lectura». Y en eso ha sido exitoso. Uno de sus talentos particulares es explicar temas complicados de manera simple y ese talento se despliega completamente en este libro. Aquellos que lo lean entenderán mejor la postura de la complementariedad y verán cómo se basa en la Palabra de Dios. Comprenderán algunos de los desafíos contemporáneos frente a esta postura y descubrirán por qué estos desafíos son inválidos. También sabrán mejor cómo vivir su teología en sus propias vidas, iglesias y familias. Y por esa razón, entre otras, me alegra recomendar Hombres y mujeres en la iglesia.

Hombres y mujeres en la iglesia: una introducción bíblica y práctica. Kevin DeYoung. Editorial Portavoz, 176 páginas.

Esta reseña fue publicada originalmente en Tim Challies.

[1] N. del T.: esta cita del libro es traducción propia.

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¡Actúa acorde a tu edad!
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¡Actúa acorde a tu edad!

«Simplemente, no sé si aún estoy listo para establecerme». Hace poco había celebrado su cumpleaños número 30, pero todavía estaba contento con vivir en la casa de sus padres, con comer su comida y con disfrutar de su habitación exenta de alquiler. Me contó cuánto disfrutaba a su novia y que a veces se quedaba en la casa de los padres de ella por semanas o incluso meses en ocasiones, pero aún no estaba lo suficientemente preparado para dar el siguiente paso y comprar ese anillo de compromiso. Los hijos estaban en los planes futuros también, pero solo en una lejana distancia nebulosa. Entretanto, él escalaba de un trabajo a medio tiempo hacia uno de tiempo completo, pero pensaba en volver a la universidad para estudiar una carrera diferente. Aunque eso sería duro, debido a su pasión por los videojuegos; no querría estar tan ocupado que no pudiera dedicarles tiempo. Todo sonó tan cliché, tan milenial, pero fue una conversación real con un hombre real de 30 años, y no exageré ninguna palabra. Estaba envejeciendo, pero no madurando. Estaba avanzando en años, pero atrasado en madurez. En esta serie, Corre para ganar, estamos pensando en cómo los hombres pueden vivir de una manera que agrade a Dios. En un mundo de inmadurez, es imperativo que cada hombre cristiano madure. Amigo mío, si vas a correr para ganar, necesitas actuar acorde a tu edad. 

De leche a carne

La Biblia tiene mucho que decir respecto a la madurez. Aunque mucha de su instrucción está dentro del contexto de la madurez espiritual, existe una estrecha correlación entre la madurez de la fe y la madurez de la vida. Es improbable que el hombre que vive una vida infantil sea espiritualmente maduro o muestre un carácter maduro.  En su primera epístola a Timoteo, Pablo lo exhorta de esta manera: «No permitas que nadie menosprecie tu juventud, sino sé ejemplo de los creyentes en palabra, conducta, amor, fe y pureza» (1Ti 4:12). El viejo mentor le escribió a su ahijado para animarlo a mostrar madurez más allá de sus años. Aunque la iglesia y la sociedad podrían haber tenido expectativas bajas de los hombres jóvenes, las de Pablo eran altas. De hecho, Timoteo debía ser ejemplar en su madurez, comportarse de una manera tan madura que fuera un ejemplo incluso para quienes eran mucho mayores que él. Los jóvenes deben trazar el camino para los adultos mayores.  Cuando el autor de Hebreos le escribió a su congregación, él expresó preocupación por su falta de madurez espiritual. Estas personas una vez habían estado progresando bien y creciendo firmemente, pero algo había salido mal. Primero, su madurez se estancó y luego comenzó a declinar, por lo que él pudo decir justamente: «aunque ya debieran ser maestros, otra vez tienen necesidad de que alguien les enseñe los principios elementales de los oráculos de Dios […]» (5:12). Su expectativa apropiada y realista era que progresaran firmemente toda la vida, pero su madurez se había ralentizado, detenido y declinado. «[…] Han llegado a tener necesidad de leche y no de alimento sólido» —dijo— «porque todo el que toma solo leche, no está acostumbrado a la palabra de justicia, porque es niño. Pero el alimento sólido es para los adultos, los cuales por la práctica tienen los sentidos ejercitados para discernir el bien y el mal. Por lo tanto, dejando las enseñanzas elementales acerca de Cristo, avancemos hacia la madurez […]» (5:12-6:1). Su doctrina inmadura los estaba llevando a vivir inmaduramente y esta fue una fuente de profundo dolor para su pastor y para su Dios.  El tema de la madurez aparece en otras cartas de Pablo y también en las de Pedro. Es claro que avanzar de la infancia hacia la adultez, de la niñez hacia la madurez, es un tema prominente en la Biblia. Dios nos creó de tal forma que, a medida que avanzamos en años, también lo hagamos en madurez. Nuestro desafío es aceptar y buscar las responsabilidades que vienen con cada etapa de la vida. Sin importar tu edad, necesitas actuar acorde a ella. 

No hay lugar para la inmadurez

La cultura condiciona, en parte, lo que significa ser maduro. En las sociedades preindustriales y agrarias, los niños necesitaban crecer rápido para que pudieran trabajar y proveer para su familia. Se les consideraba adultos antes de tiempo porque a una temprana edad tomaban ese lugar al realizar actividades de adultos. A medida que la sociedad se fue desarrollando y la riqueza creció, los niños tuvieron el privilegio de extender su niñez mientras asistían a la escuela y luego a la universidad. En una sociedad extravagante y consentida como la nuestra, los adultos pueden seguir siendo niños casi indefinidamente, razón por la cual algunos estudios ahora sugieren que la adolescencia comienza a los 12 y se extiende hasta los 32. De cara a esta aceptación cultural de la inmadurez, los cristianos tienen la responsabilidad de madurar. Sin importar tu edad, eres responsable ante Dios de actuar acorde a tu edad y de prepararte para actuar según tu siguiente edad. La Biblia no da lugar a la complacencia, no da lugar a la inmadurez.  En la carta de Pablo a Tito, él le da instrucciones específicas relacionadas a la edad y al género para cuatro grupos de personas: las jóvenes, las ancianas, los jóvenes y los ancianos. Cabe notar que aunque entrega toda una lista de instrucciones para los otros tres grupos, él solo da una para los hombres jóvenes: «exhorta a los jóvenes a que sean prudentes» (Tit 2:6). La prudencia aborda perfectamente la inmadurez. Es la inmadurez la que mantiene a los hombres pegados continuamente a los videojuegos en lugar de disfrutarlos con moderación. Es la inmadurez la que mantiene a los hombres jóvenes obsesionados con la pornografía en lugar de vivir en pureza, buscando una esposa y encontrando deleite en su cuerpo (Pr 5:18-19). Es la inmadurez la que atrapa a los hombres en el miedo y la apatía, y evita que tomen decisiones valientes y den grandes pasos. La inmadurez es una plaga de la modernidad.  Para los ancianos, la madurez requiere un poco más: «Los ancianos deben ser sobrios, dignos, prudentes, sanos en la fe, en el amor y en la perseverancia» (Tit 2:2). Después de haber avanzado en años, en capacidad, en carácter y en piedad, los ancianos deben dejar de lado todo lo que obstaculiza su madurez y deben continuar hasta el final. A mayor edad realmente hay mayor responsabilidad, puesto que ahora son responsables no solo de su propio desarrollo, sino que también del desarrollo de los jóvenes. Así como un gran corredor espera hasta el último minuto para acelerar bruscamente en los últimos metros de su carrera, un hombre piadoso hace de sus últimos años aquellos en los que él despliega una explosión de madurez final. 

Hazlo ahora

Estos son un par de consejos para comenzar:  Considera tu edad ¿Qué responsabilidades conlleva tu edad? ¿Qué responsabilidades deben venir con tu edad? Evalúa honestamente si es que estás mostrando madurez en tus acciones y en tu carácter. Evalúa honestamente si eres maduro en lo que estás haciendo y en cómo estás viviendo. Considera tus pasiones Pocas búsquedas y actividades son inmaduras en sí mismas. «Porque todo lo creado por Dios es bueno y nada se debe rechazar si se recibe con acción de gracias» (1Ti 4:4). En lugar de ello, la inmadurez se expresa al invertir tiempo, atención y dinero excesivo en cosas menores. Es bueno tener un pasatiempo, pero un pasatiempo nunca debe competir con las responsabilidades más importantes como la familia, la iglesia y la vocación. Piensa en aquello que te apasiona y si es que estás permitiendo que cosas menores tengan una prominencia indebida.  Comprométete a una vida de crecimiento Un corredor no puede dejar de competir hasta que haya cruzado la meta y un cristiano no puede dejar de madurar hasta que haya llegado al cielo. Necesitas comprometerte de por vida con la madurez. Comprométete hoy a aceptar esta etapa de la vida y cada responsabilidad que venga con ella. Madura en toda área Un aspecto de la madurez no puede ser aislado fácilmente de otros. No puedes esperar madurar en tu fe o carácter mientras te contentas con seguir siendo inmaduro con tu tiempo y actividades. Asegúrate de buscar y lograr gran madurez en toda la vida, no solo en una o dos áreas de ella. 

¡Corre para ganar!

Dios espera que priorices crecer en madurez en toda edad y en cada etapa de la vida. Si bien la inmadurez puede ofrecer la ilusión de facilidad y comodidad, promete demasiado y cumple poco. En realidad, evita que hagas lo que Dios quiere que hagas y seas. Si vas a correr para ganar, necesitarás actuar acorde a tu edad. 

ARTÍCULOS DE LA SERIE:

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Desarrolla tu vocación
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Desarrolla tu vocación

¿Por qué trabajamos? Durante cinco o seis días a la semana, la mayoría de nosotros pasa al menos la mitad de sus horas despierto haciendo algún tipo de trabajo. Nos alejamos un momento de nuestras familias y de los placeres del mundo para ejercer una ocupación. Simplemente, es lo que los humanos hacen. Pero ¿por qué? Algunos dicen que trabajamos para no tener que trabajar. Libros éxito de ventas nos enseñan a «escaparnos del horario laboral de 9 a 5», a enriquecernos rápido y a establecernos por décadas en unas vacaciones sin trabajo hasta el fin de nuestras vidas. Trabajamos tanto como podemos ahora para que podamos trabajar tan poco como nos sea posible cuando nos jubilemos. Otros dicen que el trabajo es meramente para proveer. El trabajo simplemente paga las cuentas y pone comida sobre la mesa. Desde este punto de vista, el trabajo tiene poco valor aparte de su recompensa económica. Estas razones para trabajar no son completamente incorrectas. Es sabio trabajar ahora con el fin de prepararse para los años que vienen cuando no podamos trabajar. Es bueno, como veremos, trabajar duro para proveer a nuestras familias y a otras personas en nuestra comunidad. Sin embargo, estas razones por sí solas son insuficientes. Cuando miramos el diseño de Dios para nosotros y para nuestro trabajo, vemos que trabajamos porque fuimos hechos para trabajar. En esta serie, hemos estado explorando las búsquedas piadosas de los hombres cristianos. Amigo mío, si vas a correr para ganar, debes desarrollar tu vocación.

Trabajo caído

Dios te hizo para trabajar. Tu creación y función están indisolublemente conectadas. En el instante en que Dios anunció su intención de crear a la humanidad, Él describió la función que llevaríamos a cabo en su mundo: «Y dijo Dios: “Hagamos al hombre a Nuestra imagen, conforme a Nuestra semejanza; y ejerza dominio sobre los peces del mar, sobre las aves del cielo, sobre los ganados, sobre toda la tierra, y sobre todo reptil que se arrastra sobre la tierra”» (Gn 1:26 [énfasis del autor]). Fuiste creado para llevar a cabo la importante tarea de trabajar en el mundo de Dios como su representante. El trabajo que Dios le dio a la humanidad fue bueno y digno. Él nos dio la tarea de explorar su creación, de descubrir y explotar sus recursos y de esparcirnos en él. Los humanos debían formar familias, plantar iglesias, fundar ciudades y construir civilizaciones. Debían establecer universidades, comenzar negocios e inventar tecnologías. Debían usar su creatividad e ingenio dados por Dios para ejercer dominio. Aquello que había sido creado en un estado incompleto o sin terminar, el ser humano debía llevarlo a término. El hombre debía ordenar el caos, comenzar en ese pequeño jardín y ampliar sus límites hasta que todo el mundo estuviera bajo dominio. En un mundo perfecto, el trabajo era fácil y satisfactorio. Sin embargo, el mundo no seguiría siendo perfecto por mucho. El pecado pronto interfirió y ahora el trabajo que Dios había asignado en un mundo sin pecado se llevaría a cabo en uno transformado por la depravación. Gracias al pecado, el trabajo llegó a ser agotador en lugar de satisfactorio.
«Entonces el Señor dijo a Adán: “Por cuanto has escuchado la voz de tu mujer y has comido del árbol del cual te ordené, diciendo: ‘No comerás de él’, maldita ser la tierra por tu causa; con trabajo comerás de ella todos los días de tu vida. Espinos y cardos te producirá, y comerás de las plantas del campo. Con el sudor de tu rostro comerás el pan hasta que vuelvas a la tierra, porque de ella fuiste tomado; pues polvo eres, y al polvo volverás”» (Génesis 3:17-19).
El trabajo que una vez fue fácil ahora sería difícil. Espinos y cardos competirían con los cultivos del agricultor; los ojos cansados y las mentes desobedientes competirían con las lecciones de los maestros; las interrupciones y la fatiga competirían con las palabras del escritor. El trabajo aún era necesario y el esfuerzo todavía digno, pero sería agotador y exasperante. En un mundo perfecto, el trabajo representaba y glorificaba a Dios. Sin embargo, poco después de que el pecado entró al mundo, el trabajo se convirtió en una fuente de orgullo, envidia y odio (Gn 4:3-7). En lugar de usar el trabajo para servir a los demás, los humanos comenzaron a aplastar a otros con él (Ex 1:11). Idolatraron el trabajo y vivieron en esclavitud a su recompensa (Mt 6:24). O evitaron el trabajo y escogieron las comodidades de la ociosidad por sobre los espinos y los cardos (2Ts 3:6).

Trabajo redimido

No obstante, el pecado del mundo no anuló el diseño de Dios. Incluso en este mundo pecaminoso, permaneció la dignidad y la necesidad de trabajar. Incluso en este mundo pecaminoso, el trabajo tiene tres grandes e importantes propósitos: obediencia, provisión y servicio. Obedeces por medio de tu trabajo. El mandato que Dios le dio a la humanidad en la creación sigue vigente. Aún debes ejercer dominio sobre esta tierra y encontrar el equilibrio apropiado entre explotar sus riquezas y cuidar sus bellezas. Por medio de cada ocupación legítima, obedeces a Dios y llevas a cabo su mandato. A medida que desarrollas tu vocación, actúas como el representante de Dios a lo largo de la tierra y despliegas su poder creativo y autoridad. Provees por medio de tu trabajo. A través de tu trabajo, provees para tus propias necesidades y las necesidades de los demás. Como hombre, se espera que te preocupes por ti, por tu familia y por tu iglesia. Dios te llama a proveer al trabajar duro y evitar la pereza. En los tiempos de Pablo, la congregación en Tesalónica era conocida por tener un problema con personas que estaban contentas con ser holgazanes. Por esa razón, Pablo les escribió: «[…] tengan por su ambición el llevar una vida tranquila, y se ocupen en sus propios asuntos y trabajen con sus manos, tal como les hemos mandado» (1Ts 4:11). El asunto de la provisión es muy serio. En su segunda carta a los tesalonicenses, Pablo reforzó su retórica: «[…] Si alguien no quiere trabajar, que tampoco coma» (2Ts 3:10). Cuando le escribió a Timoteo, dijo: «[…] si alguien no provee para los suyos, y especialmente para los de su casa, ha negado la fe y es peor que un incrédulo» (1Ti 5:8). Como un hombre cristiano, cargas con la pesada responsabilidad del trabajo duro. Debes hacer todo el esfuerzo para ganar lo suficiente a fin de proveer para tus propias necesidades, las de quienes dependen de ti e incluso lo suficiente para compartir con aquellos en necesidad. Este es un llamado sagrado de Dios mismo. Sirves por medio de tu trabajo. Es por medio de tu vocación que Dios reparte sus regalos al mundo. Por medio del agricultor provee comida; por medio del doctor provee cuidado médico; por medio del profesor provee conocimiento. La palabra vocación significa que Dios nos llama a cada uno de nosotros a diferentes trabajos y que todo trabajo es igualmente digno si se hace para su gloria. Dios no solo te ha dado capacidades para que puedas proveer para tu familia y la iglesia, también te ha dado capacidades para que puedas bendecir a otros que necesitan tu servicio. Esto significa que, si estás en un trabajo que entrega cierto tipo de servicio o bien a otro, no tienes que dejar de trabajar para servir a Dios. Corre para ganar y usa cada hora de tu semana laboral para glorificar a Dios.

Hazlo ahora

Estos son un par de consejos para que te pongas en marcha.
  • ¡Ponte a trabajar!Fuiste hecho para trabajar. Fuiste hecho para representar a Dios en la tierra, para proveer para tu familia y para servir a otros. El primer paso para desarrollar tu vocación es asegurándote de evitar la holgazanería y de obedecer a Dios al trabajar duro. Por supuesto, muchos hombres atraviesan periodos de desempleo, enfermedad y estudios que les impiden trabajar. Sin embargo, el estándar bíblico que tienes frente a ti es que te dediques al trabajo duro.
  • Sirve a otros en tu trabajo. Tim Keller da preguntas útiles para discernir cómo servir mejor a los demás en el trabajo: ¿qué oportunidades hay en mi profesión para servir a personas particulares, a la sociedad en general, a mi área de trabajo a fin de modelar competencia y excelencia, y dar testimonio de Cristo? Anota las respuestas a estas preguntas y resuelve acercarte al trabajo con un corazón de servicio. Si estás en un trabajo que daña a las personas en lugar de ayudarlas o en un trabajo que no ofrece nada bueno ni sirve a las personas, podrías reconsiderar tu vocación.
  • Evita la ociosidad. Como vimos en «Redime tu tiempo», la ociosidad es una plaga en la actualidad y es un medio por el cual Satanás te tienta a pecar. Descubre el valor del trabajo, aprende a disfrutar el trabajo y elimina cualquier distracción que te lleve a la ociosidad. Cuando pasamos nuestras horas de trabajo revisando las redes sociales en lugar de servir a otros, desobedecemos el mandato que Dios nos ha dado.
  • Comienza a planificar la vida después de tu carrera. Muchas personas trabajan duro por 40 o 50 años, pero piensan poco sobre lo que harán cuando ese trabajo termine. Puesto que el diseño de Dios para el trabajo es más que provisión, tu llamado a trabajar continúa aún si todas tus necesidades económicas son satisfechas en la jubilación. De hecho, en la jubilación tendrás más tiempo que nunca para servir a otros y promover el Reino de Dios. Comienza a planificar ahora cómo adaptarás tu vocación y evitarás la holgazanería en los años de jubilación.

¡Corre para ganar!

Cuando consideramos la vocación y el trabajo duro, no podemos descuidar pensar en Jesús. Cuando pensamos en Él, podemos considerar correctamente los pocos años de su ministerio público. Sin embargo, no debemos olvidar que, aunque pasó tres años ante los ojos públicos, Él pasó 30 trabajando en el negocio familiar. Antes de que Él fuera predicador y maestro, fue carpintero. Cuando emergió finalmente y comenzó a enseñar, sus perplejos vecinos preguntaron: «¿No es este el carpintero, el hijo de María, y hermano de Jacobo, José, Judas y Simón? […]» (Mr 6:3). Cuando comenzó su ministerio público, Él lo llevó a cabo perfectamente a pesar de las dolorosas dificultades. Él continuó trabajando hasta que su Padre estuviera satisfecho y su trabajo estuviera completo. Él es nuestro mayor ejemplo. Si vas a correr para ganar, tú, como Jesús, debes desarrollar tu vocación.

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Reseña: Manso y humilde
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Reseña: Manso y humilde

Si quisiéramos leer un libro sobre lo que Jesús hizo, tendríamos muchas opciones disponibles. Sin embargo, si queremos leer un libro sobre quién es Jesús, bueno, las opciones serían mucho menos. Obviamente, ambos estudios están estrechamente relacionados, porque lo que Jesús hizo está implacablemente ligado a quién es Él. No obstante, los dos estudios no son idénticos, ya que el corazón de Jesús no puede combinarse con sus actos. Por lo tanto, ¿quién es Jesús? Si separamos cuidadosamente su persona de sus acciones, ¿qué encontraremos? Esta es la pregunta central del libro de Dane Ortlund, Manso y humilde: el corazón de Cristo para los pecadores y heridos. «Este es un libro sobre el corazón de Cristo. ¿Quién es Él? ¿Quién es realmente? ¿Qué es lo más natural para Él? ¿Qué siente a medida que se acerca a los pecadores y a los que sufren? ¿Qué fluye desde su corazón de manera libre e instintiva? ¿Quién es Él?». Un estudio como este podría ser enmarcado fácilmente en cualidades de carácter abstractas, quizás como algunos de esos estudios sobre los atributos de Dios que por alguna razón parecen reducir al Dios viviente a una seca lista de características. Sin embargo, el trato de Ortlund es muchísimo mejor que eso. Él no escribió su libro para los teólogos tanto como para
los desanimados, frustrados, cansados, desencantados, con una actitud cínica y un hueco en su corazón; para aquellos que sienten que corren en medio de la neblina. Aquellos que perciben sus vidas cristianas como si estuvieran yendo cuesta arriba en una escalera mecánica que va en sentido contrario. Aquellos que pensamos: «¿Cómo pude equivocarme tanto… otra vez?». Este libro responde a esa creciente sospecha de que la paciencia de Dios con nosotros se está agotando. Fue escrito para aquellos que sabemos que Dios nos ama, pero sospechamos que lo hemos decepcionado profundamente. Para aquellos que han contado a otros sobre el amor de Cristo, pero al mismo tiempo se preguntan si Él está resentido con ellos. Aquellos que cuestionan si se han descarriado más allá de todo posible retorno. Aquellos que están convencidos de que cada vez son menos útiles para el Señor. Aquellos que se han dejado llevar por el dolor desconcertante y se preguntan cómo el mundo puede seguir viviendo bajo una oscuridad tan adormecedora. Aquellos que miran nuestras vidas y concluyen que Dios es fundamentalmente parsimonioso.
Es decir, escrito para cristianos comunes y corrientes como tú y yo, para personas que pecan y que sufren. En las consecuencias de nuestro pecado y en el dolor de nuestro sufrimiento, ¿quién es Jesús en ese momento y en ese lugar? ¿Cómo actúa con nosotros? ¿Qué piensa de nosotros? Aunque los libros que hacen y responden preguntas como estas son bastante raros hoy, una vez fueron difundidos, especialmente durante la época de los puritanos. Por esta razón, Ortlund se apoya en las obras de autores puritanos como Thomas Goodwin, Richard Sibbes y John Bunyan, aunque él también depende de autores levemente más contemporáneos como Charles Spurgeon y B. B. Warfield. Y, por supuesto, él se apoya principalmente en la Biblia. Por medio de 23 cortos capítulos —capítulos que se pueden leer fácilmente de una sentada y capítulos que son adecuados para una lectura tanto en voz alta como en silencio—, él nos muestra el corazón de Cristo. Comienza con la propia descripción de Jesús: «Yo soy manso y humilde de corazón» (Mt 11:28-30). El corazón de Jesús es manso y humilde; por tanto, Él es amable y accesible; dispuesto y capaz de ayudar a quienes lo necesitan. Aquellos que califican para tener su atención no son los que están limpios y preparados, sino los que están cansados y cargados. A ellos Él les da la dulce promesa del descanso. «Si se nos pide que digamos una sola cosa sobre quién es Jesús, estaríamos honrando su propia enseñanza si nuestra respuesta es: “manso y humilde”». No obstante, Jesús es mucho más que eso. Jesús es feliz y compasivo. Él nos trata con bondad y nos promete que nunca se dará por vencido con nosotros. Él es nuestro defensor y un amigo comprometido. Él es rico en misericordia, tierno en sus afectos y eterno en su amor. Él es todo esto y mucho más. Todas las grandes cosas que Él ha hecho por pecadores como nosotros fluyen desde el mismo corazón de quién es Él. Conocerlo es amarlo. Manso y humilde es un libro dulce y consolador que hará crecer tu comprensión, provocará tu adoración e inspirará tu devoción. Lo mejor de todo, te ayudará a conocer, amar y confiar en nuestro Dios y Salvador, Jesucristo.

Manso y humilde: el corazón de Cristo para los pecadores y heridos. Dane Ortlund. B&H Español, 224 páginas.

Esta reseña fue publicada originalmente en Tim Challies.
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Domina tus finanzas
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Domina tus finanzas

Tengo una relación de amor y odio con el dinero. Me encantan las cosas buenas que el dinero puede lograr. Me encanta cómo puede usarse con el fin de proveer para mis necesidades y las necesidades de mi esposa e hijos. Me encanta cómo puede usarse para apoyar la obra de Dios en el mundo. Amo ser el contribuidor y el receptor de la generosidad económica; hay tanto gozo en dar con alegría y en recibir con gratitud. Sin embargo, detesto la manera en que el dinero puede mantenerme cautivo, la manera en que sutilmente promete lo que solo Dios puede entregar. Odio cómo rápidamente deja mis manos en un torrente sin fin de cuentas, pagos y gastos. El dinero es un gozo y el dinero es una carga. En esta serie para hombres cristianos, estamos examinando la vida a través de la metáfora bíblica de una carrera. Cuando Pablo les escribió a los corintios, les preguntó: «¿No saben que los que corren en el estadio, todos en verdad corren, pero solo uno obtiene el premio?». Luego entregó una aplicación obvia, una carga: «Corran de tal modo que ganen». Hemos estado aprendiendo que correr victoriosamente la carrera de la vida implica una amplia serie de habilidades y rasgos de carácter. Ahora le agregamos esto a nuestra creciente lista: si vas a correr para ganar, necesitas dominar tus finanzas.

Aquello que te pertenece

La cuenta bancaria podría estar a tu nombre, pero en realidad el dinero en ella no es tuyo. La escritura de tu casa podría tener impresos al principio tu nombre y apellidos, pero la casa no te pertenece realmente a ti. Llegaste a este mundo desnudo y con las manos vacías, y lo dejarás desnudo y con las manos vacías. Todo lo que disfrutas entre tu nacimiento y tu muerte es un regalo. Le pertenece a Dios, pero Él lo asignó a tu cuidado. Esto se conoce como mayordomía. Dios es el creador de todo lo que existe y, por lo tanto, Dios es el dueño de todo lo que existe. «Del Señor es la tierra y todo lo que hay en ella, el mundo y los que en él habitan» (Sal 24:1). Él es dueño de tu casa, de tu automóvil, de tu dinero y de todo lo demás. Te relacionas con estas cosas como un mayordomo, como alguien a quien se le ha dado la responsabilidad de usarlos en nombre del dueño. Un mayordomo es un administrador, una persona responsable de la gestión hábil de los recursos. Jesús ilustró el principio de la mayordomía en una de sus más conocidas parábolas, la que hoy conocemos como la parábola de los talentos. Él cuenta la historia de un amo que se va de viaje y que, antes de irse, distribuye su riqueza a sus siervos para que los custodien. A uno le da cinco talentos; a otro, dos; y al último, uno. Luego se va y los siervos se ponen a trabajar. Dos de ellos usan el dinero sabiamente y lo duplican; el otro lo entierra. Cuando el amo regresa, exige cuentas. Los dos que habían mostrado sabiduría son recompensados, mientras que quien fue austero e imprudente es reprendido. Jesús entrega esta aplicación: «Porque a todo el que tiene, más se le dará, y tendrá en abundancia; pero al que no tiene, aun lo que tiene se le quitará» (Mt 25:19).

Derechos y responsabilidades

Dios es dueño de todas las cosas y te las reparte para que puedas usarlas bien y con sabiduría. Todo el dinero es de Dios y, aunque Él tiene el derecho sobre el dinero, tú tienes responsabilidades. Él no rinde cuentas a nadie, pero tú le rindes cuentas a Él. Tienes la responsabilidad de no despilfarrar tu dinero, de no usarlo en maneras que no lleven a cabo los propósitos de Dios. Al contrario, eres responsable ante Dios de usar tu dinero de maneras que sean agradables a Él, de maneras que lleven a cabo su voluntad en la tierra. Dios da cada centavo en confianza para que lo administres y Él tiene el derecho de exigir cuentas de él. Esta es una responsabilidad pesada y sagrada. Podrías pensar, entonces, que el único propósito noble para el dinero es darlo a las iglesias, a organizaciones benéficas y a los ministerios cristianos. Pero no es tan simple. Dios es un Padre amoroso que «[…] nos da abundantemente todas las cosas para que las disfrutemos» (1Ti 6:17). Él no equipara la mayordomía con la austeridad. Más bien, Él te instruye a encontrar un equilibrio apropiado entre lo que guardas y lo que das, entre lo que usas para propósitos de comodidad y lo que usas para propósitos del avance del Reino. Dios aborda la relación de nuestro corazón con el dinero tanto negativa como positivamente. De manera negativa, Él te advierte que «la raíz de todos los males es el amor al dinero» (1Ti 6:10) e insiste que el dinero ofrece más de lo que puede entregar: «El que ama el dinero no se saciará de dinero, y el que ama la abundancia no se saciará de ganancias. También esto es vanidad» (Ec 5:10). Debes ser cuidadoso con el dinero y saber que tiene el poder de mantenerte cautivo. De manera positiva, promete gozo a quienes no se aferran al dinero y dan con generosidad. Salomón observa: «Hay quien reparte, y le es añadido más, y hay quien retiene lo que es justo, solo para venir a menos. El alma generosa será prosperada, y el que riega será también regado» (Pr 11:24-25). Asimismo hay gozo más allá de esta vida, porque aun cuando no puedas llevarte la riqueza contigo, puedes, en un sentido, enviarla con anticipación (como Randy Alcorn tanto le gusta decir). «Vendan sus posesiones y den limosnas; háganse bolsas que no se deterioran, un tesoro en los cielos que no se agota, donde no se acerca ningún ladrón ni la polilla destruye» (Lc 12:33). Quienes tienen riquezas deben «[…] ha[cer] bien, […] se[r] ricos en buenas obras, generosos y prontos a compartir, acumulando para sí el tesoro de un buen fundamento para el futuro, para que puedan echar mano de lo que en verdad es vida» (1Ti 6:18-19). Dios te ha dado dinero para que puedas usarlo en su mundo y para sus propósitos. Esto implicará la gestión financiera diaria de pagar cuentas, comprar alimentos y ahorrar para la jubilación. De igual manera, implicará dar generosamente a la iglesia y a los creyentes que tienen necesidades. Implicará una consciencia constante de que el dinero es un maravilloso siervo, pero un terrible amo, que todo le pertenece a Dios y que debe usarse para darle gloria a Él.

¡Hazlo ahora!

Si vas a dominar tus finanzas, necesitas tomar medidas. Estos son algunos lugares donde comenzar: Lee un buen libro sobre el dinero Por alguna razón, a pocos se nos enseña administración financiera en la escuela, en la iglesia o incluso en casa de nuestros padres. Afortunadamente, podemos beneficiarnos de libros excelentes que explican la visión de Dios sobre el dinero. Podrías comenzar con Managing God’s Money [Cómo administrar el dinero de Dios] escrito por Randy Alcorn, uno de mis favoritos y un excelente manual sobre el tema. Haz un presupuesto Pocas cosas marcan una diferencia tan grande en tu administración diligente del dinero que hacer un presupuesto constantemente. Hay cientos de maneras de hacerlo, pero el principio importante es este: da cuentas de cada centavo. Un buen presupuesto te forzará a entender cómo gastas tu dinero y a dar cuentas cuando lo gastes mal. Cuando se trata de presupuestar, lo que hagas es mucho más importante que cómo lo hagas. Disfruta tu dinero Si bien Dios te llama a ser un mayordomo fiel de tu dinero, Dios se complace cuando lo disfrutas. Como Salomón dijo: «[…] todo hombre a quien Dios ha dado riquezas y bienes, lo ha capacitado también para comer de ellos, para recibir su recompensa y regocijarse en su trabajo: esto es don de Dios» (Ec 5:19). Puedes comprar cosas para tu comodidad y viajar a lugares tranquilos. A veces la manera más sabia de gastar el dinero es hacer algo que te trae gozo y bendición. Haz preguntas Considera las cuatro preguntas que John Wesley hizo para cada gasto: al gastar este dinero, ¿estoy actuando como si fuera el dueño o como un administrador del Señor? ¿Qué pasaje de la Escritura dice que debo gastar este dinero de esta manera? ¿Puedo ofrecer esta compra como un sacrificio al Señor? ¿El Señor me recompensará por este gasto en la resurrección de los justos? Planifica tu generosidad Muchas personas hacen un plan para aumentar sus ahorros de jubilación o la cantidad que están ahorrando para comprar un nuevo automóvil. Pocas personas planifican para aumentar su generosidad a la obra de Dios. Considera cómo darás el próximo año más de lo que lo hiciste este año. ¿Por qué no planificar agregar un pequeño porcentaje cada año? Si das $200 al mes este año, planifica cómo puedes dar $220 al mes el próximo año. Si das $1500 al mes este año, esfuérzate para subirlo a $1600 el próximo. No permitas que tu ingreso y gastos crezcan sin que también crezca tu generosidad.

¡Corre para ganar!

Tú, al igual que yo, podrías tener una relación de amor y odio con el dinero. Podrías amar todo lo bueno que hace y tenerle pavor a todo el mal que provoca. Ayuda saber que la mano de Dios está detrás de nuestro dinero: «No sea que digas en tu corazón: “Mi poder y la fuerza de mi mano me han producido esta riqueza”. Pero acuérdate del Señor tu Dios, porque Él es el que te da poder para hacer riquezas […]» (Dt 8:17-18). Tu dinero en realidad es dinero de Dios y, por medio del Espíritu Santo, Él te equipa para usarlo bien, para administrarlo fielmente a fin de que un día escuches las palabras del amo agradecido: «Bien, siervo bueno y fiel; en lo poco fuiste fiel, sobre mucho te pondré; entra en el gozo de tu señor» (Mt 25:23). Mientras tanto, si vas a correr para ganar, debes dominar tus finanzas. ARTICULOS DE LA SERIE: [FinalTilesGallery id='42']
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Reseña: Haz algo
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Reseña: Haz algo

Si soy honesto, no sé si realmente necesitamos otro libro —otro libro más— sobre la guía y la voluntad de Dios. Dicho esto, probablemente no existe categoría de libro que recomiende con más frecuencia que esta, simplemente, porque la experiencia demuestra que muchos cristianos —demasiados cristianos— no comprenden cómo Dios espera que nosotros conozcamos su voluntad ni cómo deberíamos esperar que Él nos guíe a aquello que lo complace. Somos bendecidos al tener algunos excelentes recursos a nuestra disposición. El más conocido de ellos es Tus decisiones y la voluntad de Dios escrito por Garry Freisen, un libro en el que se basan muchos de los otros libros, pero que quizás sea un poco intimidante debido a su tamaño (496 páginas en su edición más reciente). El libro de Dave Swavely, Decisions, Decisions [Desiciones, decisiones] es el que recomiendo más seguido, ya que entrega una versión condensada de la obra de Friesen. Se han escrito títulos similares por John MacArthur, Bruce Waltke, J. I. Packer, Phillip Jensen y muchos otros. El autor que busca agregar algo a esta categoría entra en un campo muy atestado y necesitará un ángulo único. Kevin DeYoung toma este desafío y triunfa de manera admirable, pues escribió un libro corto pero poderoso que realmente impacta mucho. Su ángulo único se refleja en el título: Haz algo. «Mi meta —dice él— no es decirte cómo escuchar la voz de Dios al tomar decisiones, sino que escuches a Dios llamándote a salir de ese largo camino que no lleva a ningún lado, y a tomar una decisión, conseguir un trabajo y, tal vez, casarte». Él teme que muchos cristianos, debido a su comprensión no bíblica de conocer y hacer la voluntad de Dios, están desperdiciando sus vidas haciendo nada cuando deberían estar haciendo, bueno, ¡algo! «Quisiera que consideráramos que tal vez se nos hace difícil descubrir el plan maravilloso de Dios para nuestra vida porque, honestamente, a Él no le interesa que sepamos cuál es. Y tal vez está mal esperar que Él nos la diga». La comprensión de DeYoung de la voluntad de Dios y de la guía de Dios concuerda mucho con la de Friesen, Swavely y la gran cantidad de otros autores. Él hace la distinción entre la voluntad secreta de Dios (la voluntad de Dios en sus decretos), la voluntad revelada de Dios (la voluntad de Dios en sus deseos) y la voluntad de Dios para nuestras vidas (la voluntad de Dios en cuanto a su dirección). La voluntad de Dios en sus decretos es su voluntad secreta, ordenada desde todos los tiempos: una voluntad que va a ocurrir y que ningún hombre puede frustrar. La voluntad de Dios en sus deseos es su voluntad revelada en la Escritura: una voluntad que a veces obedecemos y otras veces desobedecemos. La voluntad de Dios en su dirección es la que responde a esas preguntas que tenemos sobre trabajos, cónyuges, casas y todo lo demás. Según DeYoung, este es el meollo del asunto: «¿Tiene Dios una voluntad secreta en su dirección que Él espera que conozcamos antes de actuar? La respuesta es no». Si bien tenemos la libertad de pedir su dirección y debemos ser dedicados a la oración en todo asunto, Dios no nos da la carga de buscar su voluntad de dirección antes de tomar decisiones. «Dios tiene un plan específico para nuestras vidas, pero no es uno que Él espera que conozcamos antes de tomar una decisión». «Confiar en la voluntad de Dios en sus decretos es bueno. Seguir la voluntad de Dios en sus deseos es obediencia. Esperar que Dios nos revele su voluntad por medio de su dirección es un desastre». La solución es simple: debemos tener confianza en la voluntad oculta de Dios, debemos buscar, creer y obedecer la voluntad de Dios y debemos, entonces, usar la sabiduría para tomar decisiones que Dios bendecirá. Debemos usar lo que Dave Swavely acertadamente denomina: «razonamiento santificado». DeYoung provoca que el lector considere esto: «Si ciertamente hay una voluntad perfecta de Dios que tenemos que descubrir, donde encontramos gran libertad y plenitud, ¿porque parece que todo el que está buscando esa voluntad vive esclavizado y confundido?». Entonces, así es cómo debemos vivir dentro de la voluntad de Dios: 
Así que ve y cásate con alguien, con tal de que sea creyente y de que ambos disfruten estar juntos. Sal a buscar un trabajo, con tal de que no sea malvado. Ve y vive en algún lugar de algún país con alguien o sin nadie. Pero deja a un lado la pasividad, la búsqueda de plenitud completa, el perfeccionismo y la preocupación por el futuro. Y, por amor a Dios, empieza a tomar decisiones en tu vida. No esperes las maripositas en el estómago. Si estás buscando primeramente el Reino de Dios y su justicia, estarás haciendo la voluntad de Dios, ¡así que simplemente ve y haz algo!
La voluntad de Dios para tu vida, en realidad, no es tan complicada como nos parece. El libro tiene puntos aislados de frivolidad apropiada, pues escribe sobre un jovencito cuyos afectos por una mujer no fueron correspondidos porque «“el Espíritu Santo me dijo que no”»—DeYoung escribe— «Pobrecito. No solo fue rechazado por esta dulce joven, sino también por el Espíritu Santo. La tercera persona de la Trinidad tomó un descanso de apuntar a la gente a Cristo para decirle a esta jovencita que no saliera con mi compañero». De una manera completamente pastoral, DeYoung también trata los asuntos que las personas se preguntan en cuanto a la voluntad de Dios relacionados al trabajo y al matrimonio. En el capítulo final, que sin duda no le quita valor al libro, aunque parece no agregarle mucho, le rinde tributo a su abuelo que ha vivido una larga y productiva vida para la gloria de Dios sin nunca preocuparse por descubrir la voluntad oculta de Dios. En el breve prólogo de este libro en inglés, Joshua Harris dice que este es su nuevo libro de referencia sobre el tema de la voluntad de Dios y la toma de decisiones. Concuerdo con lo que dice, al menos para quienes están buscando un libro inicial sobre el tema. Friesen sigue siendo más completo y el que sienta las bases, pero este título sin duda es mucho más fácil de leer y mucho más probable que lo lean. Estoy bastante convencido de que cualquier cristiano que lea Haz algo se beneficiará de él. Recomiendo sin reservas que simplemente lo hagas.

Haz algo: descubre la voluntad de Dios. Kevin DeYoung. Poiema Publicaciones, 128 páginas.

Esta reseña fue publicada originalmente en Tim Challies.
 
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Cuida tu salud

De joven, con frecuencia escuchaba a los adultos mayores hablar sobre sus cuerpos en deterioro y de su débil salud. Llegué a cansarme de escucharlos decir cómo sus fuerzas habían disminuido y cómo habían aumentado sus dolores y molestias. Insistían en que solían poder comer cualquier cosa que quisieran sin enfermarse, pero ahora, prácticamente, cualquier comida les provocaba indigestión. Mientras que antes podían dormir profundamente bajo cualquier circunstancia, ahora cualquier circunstancia inusual los mantenía despiertos toda la noche. Estaba convencido de que todo esto era solo una queja holgazana. Sin embargo, cuando llegué a la mitad de mis 30, comencé a notar que no me recuperaba de una actividad tan rápido como lo hacía antes, que pasaba más y más noches mirando el techo, deseando quedarme dormido. Llegué a los 40 y descubrí que algunos de mis platos favoritos me hacían mal. Fue entonces que me di cuenta de que yo no iba a ser la excepción, sino que yo también iba a experimentar el prolongado deterioro de mi salud y la prolongada disminución de mis habilidades. Yo también iba a tener que esforzarme más para mantener mi salud. Todo atleta pone en forma su cuerpo y mantiene su estado físico gracias a un régimen de entrenamiento riguroso. Si no lo hiciera, sus habilidades decaerían y pronto la competencia lo dejaría atrás. Aunque probablemente tú no seas un atleta, estás corriendo la carrera de la vida. A medida que corres, dependes de tu cuerpo y eres responsable de cuidarlo. Si vas a correr para ganar, necesitas cuidar tu salud.

Doblemente dueño

En nuestro último artículo, nos encontramos con el concepto de mayordomía en relación al dinero. Tu dinero le pertenece a Dios y Él te lo entrega como su representante. Él te llama a administrarlo fielmente. Como dueño, Dios tiene el derecho sobre tu dinero y, como mayordomo, tú eres responsable por tu dinero. Lo que es verdad sobre tus finanzas es verdad sobre tu cuerpo. Tu cuerpo también le pertenece a Dios. Es más, si eres cristiano tu cuerpo le pertenece doblemente a Dios. Dios es dueño de tu cuerpo como su Creador. Él hizo a mano cada parte de tu ADN. David celebra el buen diseño de Dios en el Salmo 139, donde dice: «Porque Tú formaste mis entrañas; me hiciste en el seno de mi madre. Te daré gracias, porque asombrosa y maravillosamente he sido hecho; maravillosas son tus obras, y mi alma lo sabe muy bien» (vv. 13-14). El cuerpo de David era, en realidad, posesión de Dios, cuidadosamente diseñado y deliberadamente asignado. Lo mismo es cierto para ti: Dios es dueño de tu cuerpo porque Él lo creó. Dios también es dueño de tu cuerpo como su Salvador. Te revelaste contra Dios y pecaminosamente reclamaste tu cuerpo como si fuera tuyo. Decidiste negar el derecho de Dios sobre tu cuerpo y te impusiste para hacerlo tu propiedad. No obstante, Dios te trajo de vuelta de esa rebelión traicionera y, al aceptar su ofrecimiento de perdón y reconciliación, cediste todos tus derechos y restableciste su legítima propiedad. A su vez, Dios se estableció en tu interior. Por eso Pablo pregunta: «¿O no saben que su cuerpo es templo del Espíritu Santo que está en ustedes, el cual tienen de Dios, y que ustedes no se pertenecen a sí mismos? Porque han sido comprados por un precio. Por tanto, glorifiquen a Dios en su cuerpo […]» (1Co 6:19-20). Esta es la razón por la que él puede pedirte a ti y a cualquier otro cristiano «[…] que presenten sus cuerpos como sacrificio vivo y santo, aceptable a Dios, que es el culto racional de ustedes» (Ro 12:1). Presentar tu cuerpo como sacrificio vivo es presentar todo lo que tienes y todo lo que eres para su servicio y ponerlo todo bajo su autoridad. Tu cuerpo no te pertenece. Tu cuerpo le pertenece a Dios, debes cuidarlo como Él exige y destinarlo a su servicio.

Lo que Dios espera

¿Qué espera Dios, el dueño de tu cuerpo, de ti como su mayordomo? Él espera que lo entregues, lo administres, lo nutras y lo uses.

Necesitas entregar tu cuerpo

Eres una persona completa: tu cuerpo y tu alma se entretejen cuidadosamente. Como vimos en Romanos 12, debes rendir todo lo que eres a Dios, sin retener nada. Tu cuerpo le pertenece a Dios y debes usarlo para sus propósitos. Por eso, Dios te llama a rendir tu cuerpo a Él, a dedicarlo a su servicio y a destinarlo a sus propósitos.

Necesitas administrar tu cuerpo

Al entregar tu cuerpo, reconoces que no te pertenece a ti sino a Dios. Así como eres responsable de administrar fielmente tu tiempo y tu dinero, eres responsable ante Dios de administrar fielmente el cuerpo que Él te ha dado. Debes usar tu cuerpo sabiamente, de maneras que le den la gloria a Dios. Después de todo, «[…] ustedes no se pertenecen a sí mismos […], porque han sido comprados por un precio. Por tanto glorifiquen a Dios en su cuerpo […]» (1Co 6:19-20).

Necesitas nutrir tu cuerpo

Hay una unidad inseparable entre el cuerpo, la mente y el alma. Cuando descuidas tu cuerpo, a menudo encontrarás pesada tu alma y oscura tu mente. Sin embargo, cuando lo cuidas, tiendes a encontrar alegre tu alma e iluminada tu mente. Puedes ver más de esto en la oración de Juan por su amigo Gayo: «Amado, ruego que seas prosperado en todo así como prospera tu alma, y que tengas buena salud» (3Jn 2). Para que Gayo fuera lo más activo y efectivo posible en la obra de Dios, él debía tener un cuerpo y un alma saludables. Si anhelas cuidar tu alma y tu mente, debes alimentar tu cuerpo. Para honrar a Dios con todo lo que eres, debes comer bien, hacer ejercicio con frecuencia y descansar regularmente.

Necesitas usar tu cuerpo

La piedad interior debe manifestarse en actos exteriores de bondad. Santiago muestra la unidad de la fe y las obras con esta ilustración.
Si un hermano o hermana no tienen ropa y carecen del sustento diario, y uno de ustedes les dice: «vayan en paz, caliéntense y sáciense», pero no les dan lo necesario para su cuerpo, ¿de qué sirve? Así también la fe por sí misma, si no tiene obras, está muerta (Stg 2:15-17).
El amor de Dios en tu corazón debe mostrarse por medio de las obras de tus manos. Los jóvenes están en su mejor momento físico y cargan con el doble de la responsabilidad de usar esa fuerza para el bien de los demás. «La gloria de los jóvenes es su fuerza» —dice Salomón— «y la honra de los ancianos sus canas» (Pr 20:19). En la actualidad, muchas personas se aferran a una enseñanza ancestral de gnosticismo. Creen que el alma tiene un gran significado mientras que el cuerpo es una mera vasija inútil para ser usada y maltratada. No obstante, como cristianos, vemos que hay una unidad mucho más grande que esta. Cuidar el cuerpo es cuidar del alma.

¡Hazlo ahora!

Con esto en mente, consideremos cómo puedes comenzar ahora mismo a cuidar de tu salud.
  • Planifica estar en forma
Pablo advierte que «[...] aunque el ejercicio físico trae algún provecho, la piedad es útil para todo, ya que incluye una promesa no solo para la vida presente, sino también para la venidera» (1Ti 4:8, NVI). Esta es una advertencia sobre descuidar la buena forma espiritual en favor de la buena forma física. Sin embargo, no menosprecia la importancia de estar en forma, pues Pablo aún reconoce que «trae algún provecho». Aunque sabemos que la fuerza física es efímera, que alcanza su punto máximo en los primeros años y que luego entra en un prolongado deterioro, también sabemos que nuestros cuerpos, mentes y espíritus funcionan mejor en un cuerpo que está en forma que en uno que no lo está. Planifica ponerte y permanecer en forma por medio de una alimentación sabia y moderada, y a través de ejercicio constante y enérgico.
  • Cuídate de la pereza
En otro artículo, ya discutimos la plaga y el cautiverio de la pereza. Incluso un rápido estudio de la enseñanza bíblica sobre el tema mostrará que gran parte de nuestra vida no saludable es el resultado de la pereza, de rehusarnos a priorizar nuestros cuerpos. Cuídate de la pereza que te mantiene en el sofá cuando deberías estar activo.
  • Cuídate de la glotonería
Se dice muy poco del pecado de la glotonería en nuestro tiempo. Muchos cristianos luchan correctamente para protegerse del orgullo, la lujuria y la codicia, pero no abordan su falta de dominio propio con la comida. Si te encuentras a ti mismo constantemente atraído hacia la despensa y el refrigerador, si te encuentras siempre en necesidad de cargarte sobre la mesa de postres, podría decir más de lo que piensas. Como escribió Jerry Bridges:  […] la persona que consiente a su cuerpo en este aspecto, encontrará que le resulta cada vez más difícil modificar otros actos pecaminosos del cuerpo. El hábito de ceder invariablemente a los deseos de comida o bebida se extenderá a otras áreas también. La comida es un gran regalo, pero es un dios terrible. Aprende a practicar el dominio propio con la comida y renuncia a cualquier señal de glotonería.
  • Prepárate para el deterioro
La fuerza llega a su punto máximo a temprana edad y comienza su deterioro durante muchísimos años. A medida que tu cuerpo y quizás incluso tu mente se debilita, habrá muchas nuevas tentaciones para pecar. Lee Eclesiastes 12:1-8 como un destello de tu propia biografía y pregúntate: «¿qué me sostendrá en ese día?». La respuesta es simple: un carácter piadoso. Nada sino un carácter piadoso te sostendrá a medida que tu cuerpo se deteriora y tu mente se debilita. Aun cuando le prestes atención a tu salud física, no descuides tu bienestar espiritual.

¡Corre para ganar!

Existe una estrecha conexión entre el buen estado físico y el buen estado espiritual. De hecho, existe una estrecha conexión entre la salud física y todo otro tipo de salud (mental, emocional, relacional, etc.). Cuando tu cuerpo no es saludable y, especialmente, no es saludable debido al descuido, el resto de tu vida probablemente no estará en forma ni será fuerte. Haz una prioridad cuidar el cuerpo que Dios te ha dado. Debes saber que si vas a correr para ganar, debes cuidar tu salud. ARTÍCULOS DE LA SERIE: [FinalTilesGallery id='43']
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Controla tu sexualidad

Toda esta serie titulada Corre para ganar tuvo su génesis en varias conversaciones de la vida real. En una de ellas, una mujer me contó las luchas que tenía con su marido. Ella se consideraba una esposa preocupada y atenta, que por muchos años había hecho lo mejor que podía para responder a las frecuentes peticiones de sexo de su marido. Sin embargo, aun cuando ella respondía positivamente, sentía que el deseo de su esposo rara vez era satisfecho y, en cosa de horas, él iría tras ella nuevamente, quejumbroso e insatisfecho si ella rechazaba la petición. Otra esposa joven descubrió que su marido se estaba masturbando regularmente cuando ella no estaba. ¿Todos los hombres hacen esto? Otra mujer encontró rastros de pornografía en la computadora de su esposo. ¿Esto es normal? Si es así, entonces, ¿por qué se siente tan mal? Se siente tan mal porque está mal. No es normal y no está bien. Esta serie comenzó debido a un hombre que tenía un problema con su dominio propio sexual. Mientras reflexionaba en estas situaciones, me pregunté: ¿qué es lo que todos estos hombres realmente necesitan? Sin duda, su incapacidad y no disposición para controlar su sexualidad revela un problema espiritual mucho más profundo. Reflexioné y planeé, y pronto nació una serie, una que tenía el propósito de examinar una metáfora bíblica poderosa para nuestras vidas: «¿No saben que los que corren en el estadio, todos en verdad corren, pero solo uno obtiene el premio? Corran de tal modo que ganen» (1Co 9:24, [énfasis del autor]). Hoy quiero desafiarte de esta manera: si vas a correr para ganar, necesitas controlar tu sexualidad.

Una era de incontinencia

Supongo que todos sabemos lo que es tener incontinencia. Una vez estaba en un avión con una pasajera que luchaba con esto y, en un tubo de aluminio sellado planeando a 9 144 metros de altura, su problema rápidamente se convirtió en nuestro problema. Cuando hablamos de continencia, normalmente nos referimos a funciones del cuerpo, especialmente la capacidad o incapacidad de controlar nuestras función urinaria y fecal. No obstante, la palabra tiene un significado mucho más amplio que ese. A medida que lees a autores cristianos más antiguos, con frecuencia encontrarás una noción de continencia aplicada a la sexualidad. Un hombre que ejerce el dominio propio sexual es un hombre continente. Al contrario, un hombre que carece de dominio propio sexual es un hombre incontinente y no es mejor que aquel que puede o no puede controlar su intestino. La incontinencia sexual domina al mundo hoy. La expresión sexual y el placer carnal se consideran derechos irrefutables. Se anima a los niños que no tienen la edad suficiente para entender cómo funcionan sus cuerpos a que exploren, ya que se dice que la masturbación es físicamente placentera y moralmente recomendable. Desde una temprana edad, se les enseña a los niños que cualquier consentimiento debe ser ético y que reprimir el deseo sexual es mucho más dañino que expresarlo. Se les dice a los adolescentes que la abstinencia es anticuada y que cualquier expresión sexual es un blanco legítimo mientras usen protección. Sexo: nuestro cuerpos lo anhelan, la sociedad lo celebra, la cultura pop lo fomenta y la pornografía nos entrena. Tristemente, la incontinencia sexual también se ha impregnado en la iglesia. Incluso muchos hombres que profesan fe en Jesucristo están fuera de control en su sexualidad. Quizás desarrollaron malos hábitos cuando eran jóvenes y simplemente nunca los reemplazaron con unos mejores. Quizás se permitieron resbalar y con el tiempo dejaron que patrones saludables fueran desplazados por unos no saludables. Quizás, simplemente son apáticos sobre todo el asunto. De cualquier manera, vemos las consecuencias brutales en iglesias arruinadas, en ministerios socavados y en familias destruidas. Muchos hombres han estado dispuestos a arriesgarlo todo a causa del placer sexual fugaz. No es de extrañar, entonces, que la Biblia llame a los hombres cristianos al dominio propio en toda la vida en general y en esta área en particular. A los hombres que están luchando con el dominio propio sexual, Dios les ofrece duras reprimendas y dulces promesas de perdón y comportamiento reformado. El mismo Evangelio que salva tu alma es el Evangelio que te otorga la virtud del dominio propio.

Un hombre de dominio propio

El dominio propio es una virtud de una belleza extraordinaria, el resultado prometido de una relación con Dios, pues «[…] el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fidelidad, mansedumbre, dominio propio […]» (Ga 5:22-23). Sin embargo, es una virtud rara, porque pocos cristianos la buscan con diligencia. En el pantano de una mente pecadora, el dominio propio puede sentirse como esclavitud, la negación de lo que es bueno y satisfactorio. No obstante, en la realidad, el dominio propio es la clave de lo que es bueno y satisfactorio, ya que te aleja de las falsedades y te dirige hacia las más grandes fuentes de los mayores placeres. Dios es el creador del regalo de la sexualidad y, como su creador, el único que define su propósito y determina sus límites. El mayor disfrute del regalo se encuentra dentro de los límites de Dios, no fuera de ellos. Pablo te habla cuando él llama a los cristianos en Roma a «[…] que presenten sus cuerpos como sacrificio vivo y santo, aceptable a Dios, que es el culto racional de ustedes» (Ro 12:1). La presentación de sus cuerpos fue la entrega de sí mismos. Tú, también, debes entregar todo voluntariamente a Dios, lo que incluye tu sexualidad. Debes determinar buscar los propósitos que ella tiene y usarla solo de las maneras que Él permita. Dios dice que el sexo es dado al esposo y a la esposa para el placer y la procreación; un regalo por medio del cual disfrutan una intimidad única y crean nuevas personas formadas a la imagen de Dios. Con esto en mente, Dios te da deseos sexuales a fin de que busques primero a una esposa para que así, entonces, busques a tu esposa dentro del matrimonio. Y, como ya sabes, Dios tiende a darles a los hombres una medida mayor de deseo sexual, quizás para animar al hombre a tomar la iniciativa en la búsqueda amorosa de su novia. Somos, después de todo, propensos a la pereza y a esquivar nuestras responsabilidades. Tal vez Dios nos ha dado este deseo sexual mayor para motivarnos hacer aquello que, de otra manera, evitaríamos o postergaríamos. Según el Diseñador, el sexo es un buen regalo que está indisolublemente unido al pacto del matrimonio. Es solo dentro del matrimonio que eres llamado a ceder voluntariamente los derechos de tu cuerpo a tu cónyuge. Pablo lo explica de esta manera: «la mujer no tiene autoridad sobre su propio cuerpo, sino el marido, y asimismo el marido no tiene autoridad sobre su propio cuerpo, sino la mujer» (1Co 7:4). Toda actividad sexual debe ser disfrutada de forma consensuada entre un esposo y una esposa. No tienes derecho a ir tras una actividad sexual por tu cuenta. Tu sexualidad le pertenece a tu esposa y solo ella puede determinar cuándo y cómo debe expresarse. Esto significa que no tienes derecho a mirar con lujuria a otras mujeres, a inventar fantasías inapropiadas, a mirar imágenes pornográficas o escabullirte y masturbarte. De todas las formas y en todos los tiempos, debes mostrar dominio propio y negar la expresión sexual para cualquier propósito que no sea hacer el amor con tu esposa. Es posible que tu esposa no desee tener sexo tan a menudo como tú. Es probable que existan periodos largos en los que, por varias razones, ella no podrá participar en lo absoluto o con tanta libertad como a ambos les gustaría. En esos momentos, tendrás la opción de pecar o de demostrar dominio propio. ¡Demasiados hombres escogen pecar! Demasiados pecan al atormentar a su esposa, al revolcarse en la autocompasión o al involucrarse en un pecado sexual secreto. Algunos van tan lejos como forzar a sus esposas, poniéndo en horrendo ridículo el regalo de Dios al apoderarse brutalmente de lo que debería haberse ganado tiernamente y recibido con amor. El antídoto para todo esto es el dominio propio, esa preciosa virtud que mantiene el buen regalo dentro de sus límites apropiados. Amigo mío, si Dios te ha dado una esposa, Él también te ha dado el gozo de buscarla, de disfrutarla y de encontrar placer en ella. Este es el único contexto en el cual Él aprueba la actividad sexual de cualquier tipo. Si Dios no te ha dado una esposa, Él te ha llamado a abstenerte de toda actividad sexual. Si eres un hombre soltero, podrías no haber experimentado todavía el placer del sexo, pero puedes experimentar el placer de la obediencia. Incluso Jesús, el único que muestra el camino para ser un humano pleno, vivió y murió virgen. Hay placer en el sexo, pero hay un placer mucho mayor en la obediencia.

¡Hazlo ahora!

Todo esto requiere  acción. Estos son un par de puntos para comenzar: Deja de masturbarte ¿Fui muy directo? No lo creo. Pienso que los hombres necesitan escucharlo. Ya sea que estés soltero o casado, tan solo deja de hacerlo. La masturbación es amor propio. Va completamente en sentido contrario al corazón de nuestro Salvador, quien no «[…] vino para ser servido, sino para servir […]» (Mr 10:45). Es una sexualidad falsa y fraudulenta. Puesto que no involucra a ninguna mujer, es más bien una forma de homosexualidad que de heterosexualidad. Es inmaduro, es un mal uso del regalo de Dios, simplemente una clara tontería. Deberías estar muy avergonzado por hacer esto. Así que deja de hacerlo ya y muestra algo de dominio propio. Voltea tu corazón, no solo tus ojos Estoy seguro de que estás bien familiarizado con la tentación de permitir que tus ojos se detengan en la silueta femenina. Estoy igualmente seguro de que has dado el consejo común de «voltear tus ojos». Está bien y es algo bueno dejar de mirar lo que no te corresponde tener, pero haz algo mejor que eso: voltea tu corazón. La Biblia nos asegura que el mal no comienza en nuestros ojos, sino que en nuestros corazones. El corazón, después de todo, es la sede de nuestros deseos y afectos más profundos. A medida que abordas el comportamiento de tus ojos, no descuides reformar los deseos de tu corazón. Rinde cuentas Como hombres, tendemos a guardar nuestros pensamientos; a enterrar nuestras preguntas, preocupaciones y secretos. Sin embargo, hay gozo y libertad en el alivio de externalizar lo que preferimos internalizar. Busca un buen amigo, quizás uno que sea mayor y más sabio que tú y habla abierta y libremente sobre tu pecado sexual y tus victorias. Pídele a ese amigo que te exija cuentas y te ayude a entrenarte en piedad. «Por tanto, confiésense sus pecados unos a otros, y oren unos por otros para que sean sanados. La oración eficaz del justo puede lograr mucho» (Stg 5:16). Dalo todo Comprométete a entregar el 100 % de tu sexualidad a Dios y a dirigir el 100 % de tu energía sexual a tu esposa. Búscala con ternura y amor. Cuando ella te rechace, responde con gracia. Cuando ella te acepte, responde con gozo. Disfrútala. Disfruta todo de ella mientras ambos vivan.  Busca y recibe perdón Cuando Pablo le escribió a la iglesia en Corinto, él relató algunos de los pecados sexuales en los que, en algún tiempo, participaron, pero les recordó que desde entonces son nuevas criaturas: «Y estos eran algunos de ustedes; pero fueron lavados, pero fueron santificados, pero fueron justificados en el nombre del Señor Jesucristo y en el Espíritu de nuestro Dios» (1Co 6:11). Si estás en Cristo, esto es cierto sobre ti. Tu pecado sexual —ya sea de décadas atrás o de horas atrás— ha sido perdonado por Jesucristo. Busca su perdón, recíbelo, luego vive como alguien de quien el poder del pecado ha sido roto. Puedes ser libre.

Corre para ganar

La Biblia exige y elogia el dominio propio sexual. No obstante, existe una manera en la que promueve y celebra la complacencia. Cuando les escribió a hombres jóvenes, Salomón les advirtió sobre el peligro de la sexualidad ilícita y de las mujeres libertinas, luego dijo esto: «[…] regocíjate con la mujer de tu juventud, amante cierva y graciosa gacela; que sus senos te satisfagan en todo tiempo, su amor te embriague para siempre» (Pr 5:18-19). Anda e intoxícate, dice, pero emborráchate con el amor y la búsqueda apasionada de tu esposa. Lo que el vino le hace a tu cuerpo, permite que tu esposa lo haga con tus afectos y deseos. Deja que te cautive; que te fascine; que tenga ese tipo de poder sobre ti; sé adicto a ella. Cuando estés con ella, cuando estés en sus brazos, déjate ir y disfruta el buen regalo de Dios del placer sexual. Si vas a correr para ganar, disfruta a la esposa que Dios te dio y controla tu sexualidad. ARTÍCULOS DE LA SERIE: [FinalTilesGallery id='45']
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Reseña: La salvación es del Señor
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Reseña: La salvación es del Señor

Tengo una buena selección de teologías sistemáticas en mi estante de libros. Van desde los muy amenos hasta los casi desesperadamente complejos. Es evidente que algunos de los autores son muy cultos, pero no han sido bendecidos con la habilidad de comunicar fácilmente la riqueza del conocimiento. Otros son grandes comunicadores, pero, lamentablemente, no tienen una comprensión de la teología tan buena. A veces, sin embargo, estos dones vienen juntos en la forma de una persona que sabe mucho sobre teología y que también puede comunicar su conocimiento de una manera clara y comprensible. La última adición a estos volúmenes es La salvación es del Señor escrito por John Frame. Aunque es más pequeña que la mayoría de las teologías sistemáticas, con solo 448 páginas, es, tomando prestadas las palabras de William Edgar, «vigorosamente ortodoxo y cálidamente pastoral». Frame es profesor en el Seminario Teológico Reformado en Orlando, Florida, donde enseña Teología Sistemática y Filosofía. Anteriormente, sirvió por muchas décadas en la facultad del Seminario Teológico Westminster. Hace varios años, Frame comenzó a escribir una serie de estudios multivolumen que examina conceptos bíblicos fundamentales desde la perspectiva del señorío de Dios (la serie de la Teología del señorío). Desde que comenzó esa obra, a menudo le han preguntado si compilaría esta serie en una teología sistemática completa y siempre ha respondido, «no». Pero luego, en 2003, le pidieron que dictara un curso introductorio de teología sistemática para el Instituto de Estudios Teológicos en Grand Rapids, Michigan. Él dio las clases en 2004 y formaron la base para La salvación es del Señor. La teología sistemática llegó a existir a pesar de sus mejores esfuerzos para que ocurriera lo contrario. Este libro está relacionado a su serie en curso de Teología del señorío, pero no es parte de ella. «Este libro no será parte de la serie Teología del señorío, pero los lectores de sus libros encontrarán en este el mismo enfoque: exegético, reformado y enfocado en el señorío de Dios y de Cristo Jesús». Frame escribió La salvación es del Señor como una introducción a la teología sistemática. Y es una introducción, como lo evidencia su pequeño tamaño comparado con las otras teologías sistemáticas. A modo de comparación, la Teología sistemática de Grudem tiene casi 2 000 páginas y la de Hodge es mucho más grande, extendiéndose en tres densos volúmenes. El libro de Frame «no está dirigido principalmente a los lectores de la serie mencionada […], sino a quienes recién comienzan en teología y están buscando una introducción básica». Para abordar a esta audiencia, él ha procurado definir todos los términos técnicos y ha adoptado un tono conversacional y pastoral. Él considera este trabajo como uno de nivel universitario o de seminario en cuanto a su dificultad, aunque sospecho que incluso un estudiante de secundaria que sea lo suficientemente dedicado podría beneficiarse de leerlo. Uno de los ganchos que Frame usa a lo largo de este libro es 
el sistema de tres […] las triadas del señorío, las cuales encontrarás a lo largo del libro. Este sistema es principalmente una ayuda pedagógica, pero espero que te muestre algunas maneras importantes en las cuales la Biblia está unida. Como verás, la Biblia no es una colección revuelta de ideas, sino un sistema de verdad coherente y consistente en el cual las doctrinas principales dependen unas de otras.
Aunque aprecio esta ayuda pedagógica, no encontré que contribuyera mucho a mi lectura del libro, pero tampoco resultó ser una carga. Puedo ver que, para algunas personas, será un agregado valioso y que sí logra lo que Frame espera lograr. Apunta con bastante claridad a la unidad dentro de la Escritura. El libro se divide en dos secciones, la primera trata principalmente de verdades objetivas, tales como la naturaleza de Dios, la Trinidad, la persona y obra de Cristo, la persona y la obra del Espíritu Santo. Lidia en gran parte con verdades y eventos que son definitivos y que nunca se repetirán. La segunda sección discute eventos que son más subjetivos y repetibles, como la justificación y la santificación, eventos que ocurren en la vida de cada creyente. En esta segunda sección, Frame sigue de cerca el camino de John Murray y su libro La redención consumada y aplicada. Después de discutir el ordo salutis (orden de la salvación), va a la naturaleza y deber de la iglesia, los medios de gracia, los sacramentos, el cielo y el infierno, y los últimos días. Apropiadamente, cierra con un capítulo haciendo la pregunta: «Entonces ¿cómo viviremos?». Frame cita abundantemente la Teología sistemática de Grudem y hay un considerable parecido en mucha de su teología. Él está de acuerdo con Grudem en la mayoría de los puntos, siendo la excepción más notable la comprensión diferente de los dones milagrosos. La conexión entre Grudem y Frame se explica en la dedicación del libro de Grudem. Él escribe: «Este libro está dedicado a ocho personas». Entre ellas están «Edmund Clowney, John Frame y Vern Poythress, profesores del Seminario Westminster y amigos, quienes influenciaron en mis conceptos teológicos más que cualquier otra persona, y quienes me enseñaron teología reformada en humilde sumisión a cada palabra de la Biblia». No es de sorprender, entonces, que los dos hombres compartan tanto terreno en común. Este es un breve resumen de algunas de las posturas más importantes que Frame ha adoptado: en soteriología, es calvinista. En escatología, es presbiteriano (y, por tanto, sacramental y paidobautista) y al considerar los dones milagrosos del Espíritu es cesacionista. Quedé un tanto sorprendido al ver que, cuando discutía el deber de la iglesia, él enseña que la iglesia debe ser misional, por lo que da un énfasis mayor a la Gran Comisión que muchos creyentes reformados y presbiterianos. A pesar de esta larga lista de etiquetas, es comprensivo, dispuesto y capaz de discernir entre doctrinas del primer y del segundo orden. Él marca una sólida línea solo donde es necesario, afirmando su aprecio por todos los que están comprometidos con el Evangelio. La salvación es del Señor no es una teología sistemática exhaustiva, puesto que es, y tiene el propósito de ser, solo una introducción. Y como introducción triunfa admirablemente. Evidentemente, resultado de mucho estudio y mucha meditación pensativa, este libro es claro y comprensible, mientras que al mismo tiempo expresa muchas de las verdades más profundas de la fe cristiana. El lector sería negligente si deja pasar la lista de lectura recomendada que se encuentra al final del libro, ya que Frame enumera muchos recursos excelentes en «Teología sistemática y el método teológico» así como muchos también en la «Introducción a la fe reformada». Confío en que, para muchos, este libro demostrará ser solo el comienzo de un estudio fructífero de por vida de la fe cristiana. Recomiendo con entusiasmo La salvación es del Señor a cualquiera que busque conocer más sobre el gran Dios al que servimos. Este libro edificará sin duda a todo el que lo estudie, ya sean creyentes de toda una vida o recién convertidos. Será un placer leerlo.

La salvación es del Señor: una introducción a la teología sistemática. John M. Frame. Poiema Publicaciones, 448 páginas.

Esta reseña fue publicada originalmente en Tim Challies.
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Considera tu legado
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Considera tu legado

Hay algo casi absurdo sobre las herencias en un mundo de abundancia económica y de mayor esperanza de vida. La generación de los baby boomers ha trabajado duro y ha ahorrado diligentemente, acumulando miles de millones en cuentas de ahorro y de jubilación, con la esperanza de dejarles a sus hijos una cómoda posición económica. Entretanto, en Occidente, la vida es cada vez más larga y muchos de esos boomers vivirán tanto como para llegar hasta los 80 y 90 años. Para cuando llegue el momento de su muerte, sus hijos estarán grandes y tendrán una vida bien estable. Cualquiera sea la herencia que sus padres les traspasen, bien podría ser superflua para entonces. Sus hijos pondrán ese efectivo en sus cuentas bancarias y las dejarán ahí sin tocar hasta que pase a la siguiente generación, que también tendrá poco uso que darle. Las herencias que una vez fueron necesarias para establecer y proveer ahora son cada vez más redundantes. Esto no quiere decir que lo que dejemos sea inútil. La Biblia tiene mucho que decir sobre las herencias, sobre el legado que una generación le deja a la siguiente. Elogia el trabajo duro y el ahorro diligente. Alaba al hombre que traspasa algo a sus hijos y nietos. Sin embargo, nos recuerda también que hay algo que puedes dejarles que tiene una importancia mucho mayor que el dinero. Amigo mío, estás corriendo la carrera de la vida y si vas a correr para ganar, necesitas considerar tu legado.

Más que dinero

A los planificadores financieros cristianos les gusta citar un proverbio particular: «El hombre bueno deja herencia a los hijos de sus hijos, pero la riqueza del pecador está reservada para el justo» (Pr 13:22). No necesitas un título en interpretación de la Biblia para entender el punto de este proverbio: es bueno que un hombre piense en el futuro y viva de tal forma que provea no solo para él, sino que también para su descendencia. Muchos autores contemporáneos toman este verso como un mandato para el ahorro económico y la planificación de patrimonios. Sin embargo, antes de aplicar el proverbio a nuestras propias vidas y tiempos, necesitamos ponerlo en su contexto. En el antiguo Israel, la tierra era sagrada, puesto que Dios le había asegurado a su pueblo del pacto que ellos poseerían la Tierra Prometida. Tener tanta tierra era una señal de la bendición de Dios, mientras que no tener tierra era señal de la desaprobación de Dios. De este modo, la tierra tenía una importancia única. No solo eso, sino que los israelitas eran, en gran parte, agricultores de subsistencia. Sin tierra, pronto estarían muy hambrientos, se volverían dependientes de la caridad o incluso serían esclavizados. Un padre diligente carga con la responsabilidad de mantener su tierra y traspasarla a la siguiente generación. Ese contexto es muy diferente del nuestro. Desde esa época, Jesucristo nació en el mundo. Él vivió, murió y resucitó, y al hacerlo, cumplió las promesas de Dios. Él cumplió la promesa de que un pueblo en particular que heredaría una tierra prometida. La propiedad de una tierra ya no indica la bendición o la desaprobación de Dios, ya que Jesús mismo no tenía «[…] dónde recostar la cabeza» (Mt 8:20). Aparte de esto, el mundo ha avanzado y pocos de nosotros somos agricultores de subsistencia que dedicamos nuestras vidas a atender la granja familiar. La tierra y las herencias tienen mucha menos importancia de lo que alguna vez tuvieron. Aunque debemos ser cuidadosos sobre la manera en la que aplicamos este proverbio en nuestros tiempos, debemos ser igualmente cuidadosos de hacer caso a su sabiduría y considerar nuestros legados. Hay sabiduría en mirar al futuro y en determinar cómo nos gustaría ser recordados. Hay valor en considerar el legado que dejaremos a aquellos que vienen después de nosotros. Aquello que queramos dejar después de morir establecerá el curso de cómo intentaremos vivir. Entonces, ¿qué legado quisieras dejarles a tus hijos y a las futuras generaciones? ¿Qué herencia te gustaría que ellos recibieran? ¿Has considerado tu legado?

Una mejor herencia

El Nuevo Testamento continúa para hablar de las herencias, pero de una manera muy diferente. En la primera carta de Pedro, él alaba a Dios por la herencia que nos legó. Esta no se trata de una herencia económica o física, sino de algo mucho mayor.
Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, quien según su gran misericordia, nos ha hecho nacer de nuevo a una esperanza viva, mediante la resurrección de Jesucristo de entre los muertos, para obtener una herencia incorruptible, inmaculada, y que no se marchitará, reservada en los cielos para ustedes. Mediante la fe ustedes son protegidos por el poder de Dios, para la salvación que está preparada para ser revelada en el último tiempo (1 Pedro 1:3-5, [énfasis del autor]).
Como un buen padre, Dios planeó, con mucho tiempo de anticipación, lo que Él les dejaría a sus hijos y trabajó diligentemente para obtenerlo. Por medio de la vida, de la muerte y de la resurrección de Jesucristo, Él ha provisto los regalos de la salvación, la santificación y la glorificación. Él nos ha hecho sus herederos y coherederos con Cristo. Al fin y al cabo, Él se entregó a sí mismo. Nuestra mayor herencia es Dios: paz con Dios, una relación con Dios, una eternidad con Dios. Esta herencia se nos ha otorgado, se ha apartado y se mantiene segura mientras esperamos el día en que podremos tenerla completamente. Pablo nos dice que hemos sido «sellados en Él con el Espíritu Santo de la promesa, que nos es dado como garantía de nuestra herencia, con miras a la redención de la posesión adquirida de Dios, para alabanza de su gloria» (Ef 1:14, [énfasis del autor]). Hemos comenzado a recibir lo que Dios ha reservado para nosotros, pero lo recibiremos completa y definitivamente solo en el Reino eterno de Dios. Al igual que Dios, eres responsable de planificar con mucha anticipación lo que piensas dejarles a tus hijos y tú también debes trabajar diligentemente para obtenerlo. Dios espera que les dejes a tus hijos una herencia, pero Él espera más que eso. Espera que también consideres a tu familia espiritual, la iglesia, y determines qué herencia les vas a dejar a ellos. Esta herencia, este legado, podría incluir finanzas, pero debe incluir tesoros mucho más valiosos que esos. Así es como J. R. Miller lo dice:
Si los padres les dan dinero a sus hijos, ellos podrían perderlo en alguna de las vicisitudes de la vida. Si les legan un hogar de esplendor, podrían ser expulsados de ahí. Si les traspasan como herencia un nombre honroso, ellos podrían mancharlo. No obstante, si ellos llenan sus corazones con las influencias y recuerdos santos de un hogar cristiano feliz, no habrá calamidad, mayor dolor, poder maligno ni pérdida terrenal que pueda robarles sus sagradas posesiones[1].
Tu primer legado es el Evangelio. Si dejas a tus hijos con los bolsillos llenos, pero con las almas vacías, habrás descuidado tu deber más importante. Por supuesto, no puedes obligar a tus hijos a ir a Cristo, pero puedes enseñarles el Evangelio y rogar para que lo acepten. Dios te llama a enseñarles y a entrenarlos diligentemente «en la disciplina e instrucción del Señor» (Ef 6:4) y a confiar en que, a medida en que lo haces, responderán al Evangelio al poner su fe en Jesucristo. Debes compartir este mismo Evangelio con tus amigos, tus vecinos, tus colegas y quien sea que escuche. No existe nada en el mundo que sea más preciado que las almas y no hay mayor legado que almas ganadas para Cristo. Tu segundo legado es la piedad. Pablo celebraba este tipo de legado cuando habla del trasfondo de su amigo Timoteo: «Porque tengo presente la fe sincera que hay en ti, la cual habitó primero en tu abuela Loida y en tu madre Eunice, y estoy seguro que en ti también» (2Ti 1:5). Timoteo había recibido el legado de una piedad sincera tanto de su madre como de su abuela. Cuando Timoteo creció, se encontró con Pablo quien se relacionaba con él como un padre hacia un hijo, incluso se refería a él como «verdadero hijo en la fe». Pablo quería dejarle un legado similar: «Pero tú has seguido mi enseñanza, mi conducta, propósito, fe, paciencia, amor, perseverancia, mis persecuciones, sufrimientos […]» (2Ti 3:10-11). Pablo le decía a Timoteo, y a muchos otros: «sigue mi ejemplo» o «imítame». Pablo persiguió un carácter piadoso, por lo que pudo llamar a Timoteo a seguir su ejemplo. Hay tanto más que puedes dejar: posesiones, tierra o dinero. Muy bien. Sin embargo, nada es más preciado, más valioso ni más digno de elogio que el legado del Evangelio y la piedad.

¡Hazlo ahora!

Consideremos un par de pasos prácticos que puedes dar para comenzar ahora mismo. Planifica tu legado ¿Qué legado te gustaría dejarles a quienes vienen después de ti? Al haber considerado esto, comienza a planificar cómo lo lograrás. El hombre que les quiere dejar $1.000.000 de dólares a sus hijos debe planificar generar suficiente ingreso y apartar lo suficiente para alcanzar su objetivo. El hombre que quiere dejar a sus hijos el legado de la piedad debe planificar cómo crecerá en piedad y cómo compartirá el Evangelio. Evalúa tu vida Haz una evaluación precisa de si tu vida está en línea con el legado que quieres dejar. Piensa sobre el último trabajo que dejaste o el último lugar del que te mudaste: ¿qué legado dejaste ahí? ¿Las personas extrañan tu presencia o tu partida se sintió más como una liberación? Es probable que los legados que dejes ahora sean similares al legado final que dejes cuando mueras. Pídeles a tus más cercanos una retroalimentación honesta: ¿qué se les viene a la mente cuando piensan en ti? ¿Tu esposa, tus hijos y tus amigos cercanos piensan en características piadosas o en características mundanas? Para bien o para mal, la vida que estás viviendo ahora determina el legado que dejarás después. Anda a la cruz Gracias a la cruz de Cristo, no hay pecado que no pueda ser lavado y no hay legado que no pueda ser redimido. Saulo de Tarso era ampliamente conocido como un perseguidor de cristianos. No obstante, debido a la intervención de Cristo, él fue conocido como el que «ahora predica la fe que en un tiempo quería destruir» (Gá 1:23). Mientras tengas aliento, aún tendrás tiempo de cambiar tu legado. Todo comienza con recibir el perdón de Cristo. Comienza admitiendo ante Cristo que tu pecado ha arruinado tu legado y confía que Él tiene el poder para transformarte. Y una vez que hayas recibido su perdón, puedes quitarte el viejo yo con su legado arruinado y vestirte del nuevo yo, que está creciendo en piedad y depositando el Evangelio en otros. Trabaja duro ahora Cada día, con cada minuto que pasa, con cada ínfima decisión, estás formando tu legado. No son los grandes momentos de la vida, sino una persistencia común y corriente, que pasa desapercibida, la que forma un legado. Tus planes detallados y tus buenas intenciones no servirán de nada si no los sigues con acción. Si quieres dejar un legado piadoso, comienza ahora. No desperdicies otro momento; invierte todo tu ser en lo eterno que dejará el legado más grande para tus hijos.

Corre para ganar

Creo que hablo por multitudes cuando digo que me importa nada si es que mis padres me dejan algún centavo de herencia o no. Ellos ya me han dado una herencia mucho más importante y perdurable. Ellos me presentaron el Evangelio y se regocijaron cuando puse mi fe en Cristo. Ellos modelaron piedad, dieron el ejemplo de cómo debía vivir como cristiano. ¿Esa es la herencia que quieres dejarles a tus hijos? ¿Estás trabajando para eso? Si vas a correr para ganar, debes considerar tu legado. ARTÍCULOS DE LA SERIE: [FinalTilesGallery id='46']
Este recurso fue publicado originalmente en Tim Challies.

[1] N. del T.: traducción propia.
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Fomenta tus amistades

Charles Spurgeon dijo que las voces de la niñez resonaban a través de la vida de tal forma que «lo primero que se aprende es lo último que se olvida». Las lecciones que aprendemos en nuestros primeros años tienden a permanecer fijas hasta el final. Esto es tremendamente beneficioso cuando las lecciones han sido sanas, pero terriblemente perjudicial cuando no lo han sido. Una lección dañina que los hombres a menudo aprenden al principio de sus vidas es que deben sospechar de las relaciones con otros hombres. Desde nuestros primeros días, se nos enseña que la amistad solo puede ser cercana hasta que esa cercanía amenace con «descubrirnos». Cuando una amistad parece demasiado amistosa, podríamos ser llamados «¡mariquitas!» en el mejor de los casos o «¡maricón!» en el peor. Se espera que juguemos de manera brusca y juegos de lucha juntos, que compitamos y nos riamos el uno del otro. Sin embargo, debemos ser cautelosos con la cercanía o con la dependencia relacional, porque otros chicos están observando con sospecha y juicio. No queremos que nos vean como necesitados y emocionales. Los padres podrían estar observando, preguntándose si la intimidad relacional podría augurar debilidad, femineidad o incluso un deseo sexual. Los hombres deben ser fuertes, independientes y autosuficientes. Podemos tener amigos, compadres, pero no debemos amarnos unos a otros. En esta serie de artículos para hombres, hemos estado mirando varios temas relacionados con la masculinidad piadosa. Al usar la gran metáfora de que la vida es como una carrera, hemos visto que los hombres que corren su carrera victoriosamente se someten a una serie de disciplinas importantes. Hemos visto que algunas de ellas están relacionadas a la fe y otras a la vida. En los últimos cinco artículos, nos centraremos en las relaciones, las que incluyen la relación con tu esposa, con tus hijos y con tu iglesia local. Pero primero, consideraremos a tus amigos. Si vas a correr para ganar, debes fomentar tus amistades.

El Libro de la amistad

La Biblia tiene mucho que decir sobre la amistad. Incluso podemos argumentar que la amistad es uno de los temas clave de la Biblia: ¡la Biblia es el Libro de la amistad! Dios existe desde la eternidad en la amistad de la Trinidad: Padre, Hijo y Espíritu Santo, donde han disfrutado mutuamente de una relación perfecta e inquebrantable. Dios creó a los seres humanos para que entraran en esa amistad ya existente, para disfrutar lo que Dios ya disfrutaba en sí mismo. El Creador invitó a la criatura a participar en algo que sobrepasa lo maravilloso. Trágicamente, nos rebelamos contra Dios y, por nuestra traición, rompimos esa amistad. Nos alejamos y nos contentamos con existir por nuestra cuenta, separados de Dios. Sin embargo, Dios es un buen amigo (el tipo de amigo que inicia la reconciliación aun cuando Él es la parte inocente). Para hacer esto, Él envió a su Hijo, Jesús, al mundo para ser amigo de los pecadores, para vencer al pecado que los separaba y para traerlos de vuelta a una relación con el Padre. Y ahora, al poner nuestra fe en Jesucristo, somos restaurados a lo que una vez disfrutamos. Aunque ahora no podemos ver a Dios cara a cara, esperamos con una entusiasta expectación el día en que Cristo regrese y restaure toda la intimidad que una vez experimentamos. Estaremos con Dios para siempre, seremos sus amigos por siempre. La amistad que experimentamos con Dios proporciona el modelo para las amistades que podemos y debemos experimentar con otros seres humanos. La intimidad que Dios nos llama a disfrutar con otros no se basa meramente en intereses comunes o experiencias compartidas. Mira más allá del género, del color o de cualquier otra división fácil. Es una amistad verdaderamente espiritual en la que estamos unidos por Dios, en Dios y para Dios. Puesto que es una amistad espiritual, existirá más allá de esta tierra y más allá de la tumba. Permanecerá para siempre.

El hombre de amistad

La amistad es un gran regalo de Dios. La amistad espiritual, la amistad compartida en Cristo, es un regalo aún mayor. La amistad espiritual con otros hombres piadosos es uno de los privilegios más grandes y de las mayores alegrías de la vida. ¿Tienes un amigo cercano? ¿Eres un amigo cercano de otro hombre? Necesitas amigos por tu bienestar. En los últimos años, los comentaristas bíblicos han mirado con sospecha la relación de David y Jonatán. Algunos han leído el lamento de David por la muerte de Jonatán y los han imaginado como una pareja gay secreta: «Estoy afligido por ti, Jonatán, hermano mío; tú me has sido muy estimado. Tu amor fue para mí más maravilloso que el amor de las mujeres» (2S 1:26). No obstante, David no está llorando por un amante con quien compartió su cama, sino por un amigo con quien compartió su vida. «En todo tiempo ama el amigo, y el hermano nace para tiempo de angustia» (Pr 17:17). En la confusión de la traición constante, de los múltiples matrimonios y de la huida por su vida, David siempre pudo contar con su amigo Jonatán. La suya fue el tipo de amistad más verdadera y profunda que resistió toda adversidad. ¿Quién te ama en todo tiempo y está a tu lado durante las dificultades? También necesitas amistades espirituales por el bien de tu alma. Eres una persona pecadora que puede aferrarse fuertemente a su depravación. Eres una persona con una vista débil que generalmente no puede verse por sí mismo tal como es. Eres una persona egoísta que a veces lucha con vivir para alguien o algo que no seas tú mismo. Necesitas amigos que te ayuden, que te sirvan, que te fortalezcan, que te equipen. Necesitas amigos para atenuar tu debilidad, para desafiarte en tu pecado, para consolarte en tus tristezas, para hablar verdad a tus tragedias. «El hierro con hierro se afila» —dice Salomón— «y un hombre aguza a otro» (Pr 27:17). ¿Quién te afila? ¿Quién es aguzado por ti? Ciertamente, las amistades son un gran regalo de un gran Dios. El teólogo Hugh Black dice:
Los amigos deben escogerse con un principio de selección más alto que el del mundo. Deben elegirse por su carácter, su bondad, su verdad y su fiabilidad; porque solidarizan con nosotros en nuestros mejores pensamientos y en nuestras más santas aspiraciones, porque tienen a la comunidad en mente en las cosas del alma. Todas las otras conexiones son fugaces e imperfectas[1].

¡Hazlo ahora!

Después de haber visto la belleza y la necesidad de las amistades, consideremos algunas formas de aplicar esto de manera práctica en nuestras vidas. Examina tus amistades No todas las amistades son positivas porque no todas las amistades son verdaderamente espirituales. El viejo y sabio Salomón elogia a los buenos amigos y advierte sobre los amigos necios cuando dice: «Él que anda con sabios será sabio, mas el compañero de los necios sufrirá daño» (Pr 13:20). Esto no significa que no podamos disfrutar de amistades con no cristianos. Sin embargo, muchos hombres cristianos pasan todo su tiempo con quienes no conocen a Cristo y le roban a sus almas los beneficios de una amistad espiritual. Examina tus amistades para asegurar que tienes amigos que son sabios y que no pasas una cantidad de tiempo desmedido con necios. Aunque podrías influenciarlos para bien, es igual de probable que ellos te influencien para mal. Ora por amistades Pídele a Dios que te dé amistades. Esta es una petición buena y noble para hacerle a un Dios que es tu amigo.  Busca un amigo El principal factor que nos aleja de la amistad es nuestro orgullo. Nos avergüenza iniciar amistades, tememos vernos desesperados o patéticos cuando le pedimos a otro hombre que nos dé un poco de su tiempo. No seas bobo. No te niegues algo tan bueno simplemente porque eres demasiado orgulloso para buscarlo. Muchos hombres están igual que tú (desesperados por un amigo, pero son demasiado orgullosos para preguntar). Ármate de valor y anda a buscar un amigo.  Sé un buen amigo Una amistad, como cualquier otra relación, requiere esfuerzo (un esfuerzo que normalmente se mide en tiempo). Las amistades prosperan cuando se les da suficiente tiempo y se marchitan cuando no se les da. Considera oportunidades para pasar tiempo cara a cara (sentarse juntos a tomar un café u otra bebida) y para pasar tiempo lado a lado (trabajar juntos en un proyecto o disfrutar un pasatiempo o actividad juntos). Tu relación crecerá de maneras diferentes en cada contexto.

Corre para ganar

De todos los regalos que Dios da, pocos son tan preciados como la amistad, un compromiso perdurable y sacrificial con otra persona. Sin embargo, de todos los regalos que Dios les da a los hombres, pocos son más probables de ser subestimados que este. Aun así, la Biblia nos asegura: «El hombre de muchos amigos se arruina, pero hay amigo más unido que un hermano» (Pr 18:24). Encuentra a ese hombre en alguien y sé ese hombre para él. Si vas a correr para ganar, necesitas fomentar tus amistades. ARTÍCULOS DE LA SERIE: [FinalTilesGallery id='49']
Este recurso fue publicado originalmente en Tim Challies.

[1] N. del T: traducción propia.

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Acepta tu liderazgo
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Acepta tu liderazgo

Algunas facetas de la vida en nuestro mundo moderno se vuelven más difíciles de lo que realmente deberían ser. Se ha debatido y escrito sobre ellas a tal nivel que han llegado a ser casi increíblemente complicadas. Estoy convencido de que una de esas áreas es el liderazgo y, especialmente, el liderazgo en el hogar y en la familia. Lo que debería ser claro se ha convertido en algo tristemente turbio. Mientras tanto, nuestro mundo está clamando por liderazgo: un liderazgo bueno, un liderazgo de confianza, el tipo de liderazgo que usa la autoridad para bendecir en lugar de maldecir, para dar en lugar de obtener. Si eres un esposo o un padre, eres llamado a ese tipo de liderazgo. Esposo, Dios te llama a liderar a tu esposa. Papá, Dios te llama a liderar a tus hijos. A medida que consideramos juntos lo que significa vivir una vida que honra a Dios, llegamos a una verdad indispensable: si vas a correr para ganar, necesitas aceptar tu liderazgo. 

Por qué los hombres no lideran

El liderazgo no es fácil; no es natural para muchas personas y el liderazgo bíblico verdadero no es natural para nadie en lo absoluto. Es una cualidad tan rara que pocos de nosotros hemos podido aprender de ejemplos piadosos. Es una cualidad tan preciosa que atesoramos los pocos ejemplos que sí tenemos. Afortunadamente, Dios nos ha dado todo lo que necesitamos en su Palabra para aprender a liderar. Antes de que vayamos ahí a aprender juntos de Dios, tal vez, primero valga la pena considerar por qué muchos hombres no lideran sus familias. Sugiero estas cuatro razones. Ignorancia Algunos hombres simplemente no entienden que son llamados a liderar. No leen los pasajes bíblicos apropiados o nunca han sido confrontados por ellos lo suficiente como para comprender sus implicaciones. Muchos asisten a iglesias que no les han enseñado fielmente a sus miembros que Dios llama a los hombres a aceptar y abrazar su rol como líderes de su hogar. Incertidumbre Algunos hombres saben a qué Dios los llama, pero sufren de desconfianza en sí mismos. Se preguntan si podrían llegar a ser líderes en algún momento y cómo podrían hacerlo. Algunos saben que sus esposas son más inteligentes, más piadosas, más entendidas o más maduras que ellos y permiten que estos factores les impidan que abracen su rol. Otros lo han intentado y han encontrado resistencia; lo han intentado y se han rendido; o lo han intentado y lo han arruinado. Su confianza es golpeada y viven en un lugar de incertidumbre. Miedo Algunos hombres sucumben al miedo. Podrían sentirse intimidados por la responsabilidad que conlleva el liderazgo o ser silenciados por las muchas voces que lo menosprecian. El liderazgo a veces implica liderar a personas que no quieren ser lideradas y tomar decisiones que no son populares. ¡Ambos pueden ser aterradores! Son igualmente aterradoras las voces a nuestro alrededor que se burlan de los cristianos por nociones tan anticuadas como la división de roles dentro de la familia. El miedo provoca que muchos hombres se echen para atrás en cuanto a su rol dado por Dios. Apatía Algunos hombres son simplemente apáticos. Ellos saben que deben liderar, pero simplemente no les importa lo suficiente como para hacerlo. Ellos saben lo que dice la Biblia, saben cuáles son las expectativas que hay sobre ellos, pero las encuentran demasiado difíciles o demasiado exigentes. Por lo tanto, se acomodan y no hacen nada en lo absoluto.

Cómo deben liderar los hombres

Hoy nos estamos ahogando en un mar de libros sobre liderazgo. Esposos, padres, pastores y empleadores tienen un catálogo interminable para consultar si es que desean crecer en su capacidad y confianza. Al mismo tiempo, la sociedad tiende hacia un tipo de igualitarismo que desprecia tantas formas de liderazgo. Es un lugar complejo en el cual estar. No obstante, como es de esperar, la Biblia ofrece una claridad intemporal.  En su carta a los efesios, Pablo se dirige tanto a los esposos como a las esposas y lo hace, al menos en parte, para asegurar que cada uno comprenda el rol único que Dios les ha dado. A las esposas, les dice: 
Las mujeres estén sometidas a sus propios maridos como al Señor. Porque el marido es cabeza de la mujer, así como Cristo es cabeza de la iglesia, siendo Él mismo el Salvador del cuerpo. Pero así como la iglesia está sujeta a Cristo, también las mujeres deben estarlo a sus maridos en todo (Efesios 5:22-24). 
Esto afirma un patrón que Dios construyó en la estructura misma de su creación: los esposos deben liderar sus familias y las esposas deben situarse, alegre y voluntariamente, bajo el liderazgo de sus esposos. Debido a que Pablo les dijo a las esposas que «estén sometidas a sus propios maridos», naturalmente asumimos que cuando vuelca su atención hacia los esposos, él les diría: «esposos, lideren a sus esposas». Sin embargo, no lo hace. Él asume que un esposo va a liderar, pero es consciente de que, sin más instrucción, este liderazgo será duro, egoísta o inadecuado. Para contrarrestar esto, él define cuidadosamente la calidad del liderazgo de un esposo. Ese liderazgo debe ser amoroso y tierno, debe imitar el amor de Jesucristo por su iglesia. 
Maridos, amen a sus mujeres, así como Cristo amó a la iglesia y se dio Él mismo por ella, […] Así deben también los maridos amar a sus mujeres, como a sus propios cuerpos. El que ama a su mujer, a sí mismo se ama (Efesios 5:25, 28).
En el mundo de Dios, los roles de los esposos y las esposas son complementarios, no idénticos ni intercambiables. Pedro expresa esto en términos similares: «Asimismo ustedes, mujeres, estén sujetas a sus maridos […]» y «Ustedes, maridos, igualmente, convivan de manera comprensiva con sus mujeres […]» (1P 3:1, 7). El rol del liderazgo cae sobre el esposo, definido por la bondad, el amor, el respeto y la comprensión. De todo lo que podríamos decir sobre el liderazgo, esto debe seguir siendo preeminente: el principal llamado en el liderazgo es el amor. El liderazgo cristiano no se trata primero de trazar una visión o dar órdenes, sino de modelar y expresar un carácter piadoso. El liderazgo cristiano no está preocupado primero del líder, sino de aquel que está siendo liderado. El 99 % del liderazgo de los esposos es un liderazgo en carácter. Su llamado es a surgir en santidad, a estar obsesionado con la piedad, a no detenerse en nada para crecer en justicia. Debe ser bondadoso con su esposa, pero brutal con su pecado. Él debe atesorar a su esposa, pero desechar su depravación. Él debe demostrar claramente en su liderazgo que ama a su esposa más de lo que él se ama a sí mismo. Y, por supuesto, él debe comportarse en mucho de la misma manera con sus hijos. Después de que Pablo les habló a los esposos y a las esposas, él se dirigió a los hijos y luego a los padres. «Y ustedes, padres, no provoquen a ira a sus hijos, sino críenlos en la disciplina e instrucción del Señor» (Ef 6:4). El hecho de que él les hable a los padres y no a las madres enfatiza el liderazgo del hombre dentro del hogar y quizás también la tendencia a ignorar sus responsabilidades y a delegar la crianza de los hijos a su esposa. Sin embargo, Dios pone la responsabilidad en el padre de ser bondadosos con sus hijos, de tratarlos con dignidad y de tomar la responsabilidad de su crecimiento espiritual. Hay tanto más que podemos decir. Podríamos discutir los pros y los contras del liderazgo. Podríamos hablar sobre entregar una visión, una dirección y todo eso. Pero en cambio, quiero llamarte una vez más a enfocarte en el carácter, porque esto es lo que pasa: si lo haces bien aquí, la dirección y la toma de decisiones será mucho más simple. El esposo que vive en depravación encontrará que su familia desconfía y se resiste a su dirección y decisiones. Por supuesto, será así, porque le ha demostrado a su familia no ser adecuado para liderar. No obstante, el esposo que busca la santidad y crece en carácter, usualmente encontrará que su familia confía en él y acepta con alegría sus decisiones. Lidera en carácter y el resto tendrá sentido; falla en liderar en carácter y el resto será un caos.

¡Hazlo ahora!

Estos son algunos consejos para comenzar a liderar con amor. Prioriza la devoción Sé un hombre de la Palabra y un hombre de oración. Nada de lo que hagas moldeará a tu familia como tu caminar personal con Dios. Comprométete a leer la Biblia y a orar. Haz un plan y síguelo. Cuéntale a tu familia lo que has estado aprendiendo y comparte con ellos cómo has estado orando por ellos. Lidera los devocionales familiares Con tu vida devocional personal en su lugar, también lidera a tu familia en los devocionales. Busca un tiempo en la mañana o en la tarde donde puedas construir un hábito de reunión familiar para leer un pasaje corto de la Biblia y orar juntos. Lidera a tu familia para asistir a la iglesia También lidera a tu familia en la asistencia y en el compromiso con la iglesia. Sé el más entusiasmado por estar en la iglesia; sé el que canta con más fervor y escucha con mucha atención. Sé el que habla con la familia después, les pregunta qué aprendieron y comparte cómo Dios trabajó en y por medio de ti. Abraza tu liderazgo Considera las cuatro razones que ofrecí respecto a por qué los hombres tienden a no liderar y ve si alguna de ellas se aplica a ti. Arrepiéntete de tus fracasos en el liderazgo y determina que serás el líder que tu esposa y tus hijos necesitan que seas.

¡Corre para ganar!

Tu familia necesita ser liderada. Tu esposa e hijos necesitan que seas el líder que Dios te llama a ser. Él te llama a liderar en amor, a estudiar la vida y el carácter de Jesucristo y a imitarlo. Hazlo y Dios estará complacido. Hazlo y tu familia será bendecida. Corre para ganar al aceptar y abrazar tu liderazgo. ARTÍCULOS DE LA SERIE: [FinalTilesGallery id='50']
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Atesora tu matrimonio
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Atesora tu matrimonio

Jamás olvidaré el día en el que me casé con Aileen. Nunca olvidaré el momento en que apareció al final del pasillo y comenzó su lento caminar hacia mí. Nuestros ojos se encontraron y, en un instante, me desbordaba en asombro, me superaba el gozo de juntarnos de por vida. Fue un momento santo, intenso e inolvidable. Mi amor era feroz y fuerte, y estaba convencido de que no había nada que no pudiera hacer por ella; ninguna prueba que no pudiera soportar. Cuando su padre puso la mano de ella en la mía, yo no era más que un sucio charco de lágrimas y mocos (que empañaron bastante la dulzura del momento, creo; debí haber pensado en guardar un pañuelo en mi bolsillo). Sin embargo, lamentablemente, no pasó mucho tiempo para que ese tipo de adoración fuera reemplazada por impaciencia y peleas inmaduras. No llevábamos mucho tiempo casados cuando la apatía comenzó a reemplazar el fervor, cuando los altos comenzaron a dar paso a los inevitables altibajos. El drama del día de la boda tornó a la vida normal con todas sus tensiones, pruebas y momentos cotidianos. Pronto descubrí que el matrimonio es más difícil de lo que parece. Pronto descubrí que soy más pecador de lo que había imaginado. Aun así con todo eso, nuestro matrimonio había sido bueno. Ninguno de nosotros jamás se ha visto tentado a alejarse o a huir. Nunca hemos dejado de estar enamorados ni nos hemos cansado de pasar tiempo juntos. Éramos mejores amigos antes de casarnos y seguimos siéndolo desde entonces. No existe nadie más con quien prefiera pasar tiempo ni nadie más con quien comparta tantos intereses. Sin embargo, mi mayor desafío desde entonces hasta ahora ha sido atesorar mi matrimonio. Y sospecho que este es tu desafío también. A medida que continuamos con esta serie sobre ser un hombre piadoso, necesitamos considerar esto: si vas a correr para ganar, tienes que atesorar tu matrimonio.

El significado del matrimonio

Somos personas egoístas, expertas en identificar y hacer aquello que nos beneficia a nosotros mismos. Incluso podemos hacer un mal uso de algo tan bueno como el matrimonio, para verlo como una institución que existe en última instancia para nuestro bienestar, felicidad y placer. Y aunque el matrimonio sí trae todos esos beneficios y muchos más, en el fondo existe para algo mucho mejor. El matrimonio existe para glorificar a Dios. El matrimonio existe para mostrar el Evangelio. Pablo deja claro esta conexión en Efesios 5:32, donde él llama al matrimonio un «misterio» que hace referencia a Cristo y a la iglesia. Lo que él nos dice es que incluso antes de que Cristo viviera y muriera por su pueblo, la unión de un esposo con su esposa era una imagen de lo que Él lograría, una metáfora de la manera en que Él amaría a su pueblo. Incluso podríamos decir que Dios creó el matrimonio para que pudiéramos tener palabras e imágenes por medio de las cuales pudiéramos aprender sobre Él. El amor sacrificial de un esposo por su esposa sería una demostración del amor de Cristo por su pueblo. La respuesta gozosa de la esposa a la búsqueda de su esposo sería una demostración del amor de la iglesia por su Salvador. La institución humana universal del matrimonio fue creada en última instancia por Dios y para los propósitos de Dios. Esto va muy en contra de la escala de valores de la cultura, que ve al matrimonio como algo opcional y quizás, incluso, opresivo. Va muy en contra de nuestro egoísmo interior, que toma todos los beneficios del matrimonio sin el compromiso. Eleva al matrimonio a algo mucho más allá de sí mismo; lo convierte en algo santo, en algo para atesorar.

Atesora tu matrimonio

Si Dios te ha dado una esposa, te ha dado un regalo precioso. Él te llama a atesorar tu matrimonio y, para hacerlo, debes atesorar a tu novia. Si debes atesorar a tu esposa, tienes que aprender de Jesucristo cómo amarla bien. A continuación, te comparto cuatro marcas del amor de un esposo[1]. Un amor sacrificial El amor de un esposo es sacrificial. Sacrifica seguridad, comodidad, deseos, preferencias o cualquier otra cosa para solo servirla. Pablo dice: «Maridos, amen a sus mujeres, así como Cristo amó a la iglesia y se dió Él mismo por ella». Como esposo, debes imitar a Cristo, quien dio todo lo que tenía por causa de su novia. Estoy seguro de que sabes que eres llamado a amar a tu esposa a tal nivel que estarías dispuesto a morir por ella. Quizás has fantaseado con salir en un resplandor de gloria mientras la salvas de un edificio en llamas o la sacas del camino de un tren sin frenos. No obstante, Dios te llama a algo mucho mayor que esto. Dios te llama a vivir por tu esposa y es un desafío mucho más grande. Es un llamado diario y en todo momento a amarla y servirla. Es un llamado a estudiarla y a conocerla para poder atender sus necesidades y someterse a sus deseos. Es un llamado a mortificar cualquier pecado al que te estés aferrando que impida amarla mejor y servirla más profundamente. ¿Amas a tu esposa sacrificialmente? Un amor lleno de propósito El amor de Cristo por su pueblo logró algo a favor de ellos: su salvación. Él «se dio Él mismo por ella [la iglesia], para santificarla, habiéndola purificado por el lavamiento de agua con la palabra, a fin de presentársela a sí mismo, una iglesia en toda su gloria, sin que tenga mancha ni arruga ni cosa semejante, sino que fuera santa e inmaculada». Cristo murió para salvar y santificar a su pueblo. Como esposo, eres el medio especial de Dios para ayudar a tu esposa a crecer en santidad. Debes imitar a Jesús al ayudar a tu esposa a crecer en santidad, a asumir la solemne responsabilidad de aplicar la Palabra de Dios a su vida. Su madurez espiritual es tu responsabilidad como marido. Eres responsable de conocer la Palabra de Dios a tal extensión que puedas aplicarla cuidadosa y fielmente a ella. ¿Amas a tu esposa de una manera llena de propósito? Un amor que sustenta El amor de Cristo es un amor dulce y sustentador, y sirve como ejemplo del tipo de amor que un esposo debe darle a su esposa.
Así deben también los maridos amar a sus mujeres, como a sus propios cuerpos. El que ama a su mujer, a sí mismo se ama. Porque nadie aborreció jamás a su propio cuerpo, sino que lo sustenta y lo cuida, así como también Cristo a la iglesia; porque somos miembros de su cuerpo.
Para sustentar a tu esposa, debes considerar cómo un jardinero sustenta sus plantas, cómo él saca cuidadosamente la belleza de cada una. Richard Phillips dice del esposo: «requiere que él le preste atención a ella, que converse con ella con el fin de conocer cuáles son sus esperanzas y temores, cuáles son los sueños que ella tiene para el futuro, dónde ella se siente vulnerable o fea y qué la pone ansiosa o la alegra»[2]. Para cuidar a tu esposa, debes tratarla de maneras que demuestren su valor, que provoquen que ella florezca. ¿Amas a tu esposa de una manera que la sustenta? Un amor inquebrantable El amor de un esposo es una clase de amor inquebrantable y perdurable. Expresa el compromiso más alto. «Por tanto el hombre dejará a su padre y a su madre y se unirá a su mujer, y serán una sola carne». Así como Jesucristo nunca abandonará a su iglesia, tú como esposo nunca debes abandonar a tu esposa. La permanencia de la unión en una sola carne se sella, se manifiesta y se celebra repetidamente por medio del sexo. La permanencia de la unión en una sola carne se burla, se socava y se deshonra por medio del adulterio, de la pornografía y de cualquier otra forma de pecado sexual. Como un esposo piadoso prometes «abandonar todo lo demás» no solo en obra, sino que también en pensamiento, deseo y fantasía. Tu esposa florece cuando ella puede contar con la seguridad sólida de tu compromiso hacia ella; ella se marchita en desconfianza y votos rotos. ¿Amas a tu esposa inquebrantablemente? El amor que debes mostrarle a tu esposa es sacrificial, lleno de propósito, sustentador e inquebrantable, al igual que el amor de Cristo por su iglesia. Al amar a tu esposa de esta manera, la atesoras y al atesorarla a ella, atesoras tu matrimonio.

¡Hazlo ahora!

Atesorar tu matrimonio requiere acción. Estos son un par de pasos que puedes dar de inmediato. Dale la palabra a tu esposa Es sabio invitar a tu esposa a que hable a tu vida. Para que esto ocurra bien, debes permitirle hablar libremente, debes escuchar cuidadosamente y debes responder solo después de una cuidadosa reflexión. Podría ser mejor prometer que no responderás a la defensiva por una o veinticuatro horas o el tiempo que te tome considerar en oración lo que ella dice. Quizás pregúntale: «¿cómo puedo servirte mejor como esposo?» o «¿qué pecado te gustaría que abordara en mi vida?» o «¿cuáles son algunas cosas que hago que te hacen sentir no amada y qué podría hacer en vez de eso?». Hazte un tiempo, haz preguntas, escucha con cuidado, evita la actitud defensiva orgullosa, ora fervientemente y responde misericordiosamente. Excluye a otras Cuando te casaste con tu esposa, te comprometiste total y completamente con ella. Sin embargo, muchos hombres dan cabida en sus vidas, sus corazones y sus mentes a otras mujeres. Permitir que tu mente more en otras solo enfriará tu amor y dañará tu relación. No hay espacio en el matrimonio para los qué pasaría si o si tan solo. Excluye cualquier pensamiento, deseo o fantasía por cualquier otra mujer y comprométete completamente con tu esposa. Sigue buscándola Es tentador ver el día de tu boda como una especie de línea de meta. La buscaste, la cortejaste, la ganaste y ahora es tuya. No obstante, tu boda no es la línea de meta; es la línea de partida. Continúa buscándola, aprendiendo sobre ella, conociéndola y exponiendo tu gozo en ella para crecer en amor hacia ella.  Sigue actuando en amor Habrá momentos en los que tus sentimientos de amor se enfriarán. No obstante, aunque podría ser difícil sentir amor, siempre hay oportunidades para actuar con amor. Después de todo, el amor no es una emoción primeramente, sino una acción. O como lo dice Sinclair Ferguson: «El amor no es la máxima emoción; el amor es el máximo compromiso». Aunque a veces carecerás de sentimientos románticos, nunca carecerás de oportunidades de hacerle el bien a ella. Comprométete con su bien y siempre haz aquellas cosas que le expresan amor a ella, incluso y especialmente cuando no sientas amor.

¡Corre para ganar!

Comencé este artículo con lágrimas, las lágrimas que viví a medida que mi esposa avanzaba hacia mí un soleado agosto de 1998. Escribo este artículo 19 años después y, mientras lo termino, encuentro lágrimas en mis ojos una vez más. Recuerdo cuán a menudo le fallo a mi esposa. Al haber reflexionado en la profundidad del amor de Cristo, soy consciente de mi propia superficialidad. Aunque yo escribí el artículo, todavía tengo mucho que aprender, aún hay mucho espacio para crecer. Así que este encargo final va para mí, así como para ti: si vas a correr para ganar, tienes que atesorar tu matrimonio. ARTÍCULOS DE LA SERIE: [FinalTilesGallery id='51']
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[1] Estos cuatro subtítulos son una adaptación del comentario de Richard Phillips sobre Efesios. [2] N. del T.: traducción propia.
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Cría a tus hijos
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Cría a tus hijos

Hay pocos roles en los que sentimos una incompetencia tan profunda como lo es en nuestro rol de padres. ¿Qué es lo que se espera de nosotros para la tarea de criar pequeñas personas? ¿Qué seguridad podemos tener de que lo estamos haciendo bien? ¿Qué dirán algún día nuestros hijos sobre nosotros? Estas son grandes y desconcertantes preguntas, por lo que no es sorpresa que los diarios murales de las iglesias estén cubiertos de pósteres de seminarios de crianza y que los estantes de libros giman bajo el peso de libros sobre crianza. En un estudio, se encontró que, solo en los últimos diez años, las editoriales han publicado más de setenta y cinco mil libros sobre el tema. La crianza es dura y ninguno de nosotros está completamente a la altura del desafío. Al considerar la importancia y la dificultad de la tarea, podríamos encontrar sorprendente la poca orientación directa que nos ofrece el Nuevo Testamento. Su instrucción más clara se encuentra en Efesios 6:4: «Y ustedes, padres, no provoquen a ira a sus hijos, sino críenlos en la disciplina e instrucción del Señor». El pasaje paralelo en Colosenses 3:21 agrega solo un detalle menor: «Padres, no exasperen a sus hijos, para que no se desalienten». Aunque estamos agradecidos por esta guía divina, probablemente nos quedamos deseosos por más. ¿Acaso Dios no pudo responder un par de preguntas más? ¿Qué hacer respecto a las nalgadas o frente al tiempo fuera? ¿Escuela en casa versus escuela cristiana o pública? ¿Cuándo saber la edad para comprarle a un hijo su primer iPhone o la manera correcta de supervisar la elección de una hija de un esposo? ¿Acaso no podríamos tener un poquito más de detalles? Sin embargo, a medida que consideramos cuidadosamente y en oración lo que Dios nos ha dado, vemos su sabiduría. Él podría no habernos dado todo lo que queremos, pero ha provisto amorosamente todo lo que necesitamos para ser padres exitosos. Antes de que la Biblia nos diga cómo criar, primero se asegura de que entendamos por qué criamos. Una vez que entendamos el objetivo final de la crianza, veremos cómo estos dos cortos pasajes entregan una gran cantidad de información sobre cómo criar a nuestros hijos en la piedad. Si vas a ser un padre sabio, tienes que considerar esto: si vas a correr para ganar, necesitas criar a tus hijos.

Por qué criamos

¿Cuál es el objetivo de nuestra crianza? ¿Cuál es nuestra tarea clave? ¿Es criar hijos que puedan desenvolverse bien en la sociedad? ¿Es criar hijos amables, bien educados y exitosos? ¿Es criar hijos que acumularán grandes riquezas o grandes logros? Según la Biblia, hay algo de una importancia mucho mayor. La tarea clave de los padres cristianos es el discipulado. Como dice Chap Bettis:
El texto fundamental para la crianza no es Efesios 6:1-4 ni Deuteronomio 6:4-9, por muy importantes que sean. Más bien es Mateo 28:18-20 («Vayan, pues, y hagan discípulos de todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, enseñándoles a guardar todo lo que les he mandado; y ¡recuerden! Yo estoy con ustedes todos los días, hasta el fin del mundo»). El deseo de Dios para tu familia es que sea una unidad que despliegue la Trinidad, glorifique a Dios y haga discípulos[1].
En última instancia, tu tarea como padre es criar a tus hijos no primero hacia el éxito educacional, económico o vocacional, sino hacia Jesucristo. Tu rol primordial es el de un discipulador. Una parte clave de hacer caso a la comisión de Dios de hacer «discípulos de todas las naciones» es hacer discípulos de tus propios hijos. ¿Qué valor hay en salvar a todo el mundo, pero abandonar a tus propios hijos? La Gran Comisión comienza en tu propio hogar con tus propios hijos. Ahora, al regresar a las instrucciones para los padres en Efesios y Colosenses, podemos ponerlas en su contexto apropiado. Estas son palabras dadas a hacedores de discípulos, a padres a quienes se les encomienda la tarea de guiar a sus hijos de la oscuridad a la luz, de la rebelión contra Dios a una sumisión alegre a Él.

Cómo criar: no provoques ni desalientes

El padre sabio comprende el poder de sus palabras y acciones hacia sus hijos. Con una palabra dura, él puede herir el corazón de su hija. Con una crítica cortante, puede desanimar a su hijo. Aunque ambos pasajes paralelos de Pablo contienen la misma exhortación («no provoquen»), Efesios define un tipo específico de provocación: «no provoquen a ira a sus hijos». Provocar es una palabra que se usa para describir cuando alguien prende un fuego que llega a ser una llama: comienzas con una pequeña brasa encendida y provocas que se convierta en un fuego poderoso y ardiente. Pablo presenta un desafío: no exasperen a sus hijos ni los irriten de tal manera que los provoquen a enojo o a amargura, lo cual, con el tiempo, los llevará al desaliento. El hijo desalentado es aquel que ha perdido la esperanza. Está desesperanzado y desanimado, ha perdido la motivación, le ha dejado de importar. Por medio de exigencias arbitrarias, de críticas que nunca se equilibran con elogios, de tu propia vida hipócrita y de tantas otras fallas de carácter, puedes desanimar a un hijo a tal nivel que ya no le importe ganar ni mantener tu aprobación. Así que Dios te exhorta de esta manera: padre, no provoques a tus hijos a enojo, para que no se desalienten. Como padres, tendemos a culpar el comportamiento de nuestros hijos en sus propias debilidades y tendencias pecaminosas. Sin embargo, a la luz del mandamiento de Pablo, primero te debes preguntar: en mi crianza, ¿he provocado a mis hijos a enojo o los he desanimado? Provocar a tus hijos de esta forma representa un fracaso grave en la crianza. Pero, por supuesto, Dios no te deja preguntándote cómo evitar tal destino. Él inmediatamente continúa con la solución: «[…] sino críenlos en la disciplina e instrucción del Señor». No los desanimen, sino que levántenlos. No los provoquen con impaciencia e injusticia, en su lugar, pastoréenlos con cuidado y ternura. La manera de hacer esto es con disciplina e instrucción.

Cómo criar: disciplina e instrucción

La tarea de la crianza cristiana puede resumirse con las palabras disciplina e instrucción. Entre ellas, se ofrecen palabras que expresan tanto el lado negativo como el positivo del llamado de un padre. A veces necesitas disciplinar a tus hijos, corregirlos (en ocasiones, con una mirada; de vez en cuando, con una palabra; a veces, con tiempo fuera; y otras, con una palmada). El objetivo de la disciplina no es desplegar tu desagrado con tus hijos ni evitar que te avergüencen en el futuro. A la luz del objetivo de la crianza, la disciplina tiene el propósito de ayudar amorosamente a tus hijos a verse a sí mismos como pecadores ante un Dios santo que necesitan un Salvador. Aun cuando estoy seguro de que no te hace gracia esta parte de tu tarea, es necesaria para la crianza, un aspecto inevitable de ser un padre de hijos pecadores. Es una parte negativa pero necesaria de la crianza. Una vez que hayamos disciplinado apropiadamente a nuestros hijos, entonces podemos presentar el lado positivo de la crianza: la instrucción. Tedd Tripp escribe: «Administrada apropiadamente, la disciplina humilla el corazón de un niño, lo abre a la instrucción paterna y crea una atmósfera en la cual la instrucción puede ser dada». Para instruir a tus hijos, tienes que enseñarles, tienes que explicarles lo que es correcto, tienes que demostrar cómo ellos deben vivir. Y aunque es bueno enseñarles todo tipo de conocimiento y habilidades para la vida, también tienes que enseñarles las profundas verdades espirituales que pueden salvar sus almas. Este es el lado positivo de la crianza, la parte que debes saborear y disfrutar. Tanto en la disciplina como en la instrucción, debes recordar que tu primera tarea como padre es la de un discipulador. Tedd Tripp escribe:
¿Qué debe usted hacer en la corrección y la disciplina? Usted debe demandar una conducta apropiada, pues la ley de Dios lo demanda, pero no puede quedar satisfecho dejando las cosas a ese nivel. Debe entender y debe ayudar a su niño a entender la manera en que su descarriado corazón ha producido una conducta torcida.
Por medio del discipulado y la instrucción a tus hijos, les estás ayudando a comprender las motivaciones pecaminosas de su corazón y su falta de confianza en Dios. Los estás alejando de un camino destructivo y los estás llevando a conocer, confiar y obedecer al perfecto Padre celestial.

¡Hazlo ahora!

Permíteme entregarte un par de consejos prácticos sobre crianza.
  • Confiesa tu pecado

Las palabras de Pablo en Efesios 6:4 y Colosenses 3:21 son para ti como padre. Esto significa que tienes que admitir dónde has provocado a tus hijos, dónde has fallado en disciplinarlos en amor y dónde has sido negligente con la instrucción piadosa. Antes de quitar la paja de la desobediencia y rebelión de tus hijos, debes quitar la viga de tu fracaso en criarlos según el diseño de Dios. Confiésale a tu esposa, a tu comunidad e incluso a tus hijos dónde has pecado como padre. Pídele a un amigo de confianza que te ayude a ver los puntos ciegos en tu crianza. Invítalo abiertamente a hablarte si es que él ve algo preocupante.

  • Pasa tiempo con tus hijos

Quizás ningún hábito moldeará tanto tu relación con tus hijos como pasar tiempo con ellos. Busca maneras de pasar tiempo uno a uno con cada uno de ellos, quizás con paseos especiales, citas en el desayuno o intereses compartidos. Busca la combinación apropiada entre tiempo de calidad y cantidad de tiempo. Las mejores oportunidades para modelar el camino de Cristo, para animarlos y para criarlos hacia la madurez se encuentran en el margen cotidiano e informal de la vida.

  • Disfruta a tus hijos

No hay duda de que la crianza de los hijos tiene muchos momentos de exasperación y desánimo. Por mucho que amemos a nuestros hijos, podemos cansarnos de ellos y cansarnos de la tarea de criarlos. Sin embargo, necesitamos aprender a encontrar gozo en ellos, incluso cuando están en su momento más difícil. En lugar de provocarlos al enojo, busca maneras de animarlos y celebrarlos. Un montón de padres mayores te dirían con lágrimas en los ojos cuán rápido pasaron los años, cómo se arrepienten de su exasperación y cómo quisieran retroceder el tiempo cuando sus hijos eran pequeños.

  • Busca ayuda para la crianza

Existen muchos buenos libros sobre crianza y es valioso leer al menos un par de ellos (como Cómo pastorear el corazón de su hijo o The Disciple-Making Parent [Padres hacedores de discípulos]). Pero aún mejor, busca a alguien en tu iglesia local que haya criado a sus hijos con éxito, que los haya discipulado en amor e instruido en la piedad. Invita a esa persona a tomarse un café y di algo como esto: «quisiera que mis hijos sean como tus hijos. Cuéntame qué hiciste». Escucha con humildad, considera con cuidado e imita con sabiduría.

  • Cría con confianza

Si los últimos diez años nos han traído setenta y cinco mil nuevos libros sobre crianza, tienen que habernos traído setenta y cinco millones de artículos y listículos en blogs. La gran cantidad de consejeros puede confundirnos y desanimarnos. La oportunidad para la comparación que viene con las redes sociales puede convencernos de que no somos los padres que nuestros hijos necesitan que seamos. No obstante, si estás criando a tus hijos en la disciplina e instrucción del Señor, si estás criando a tus hijos bajo el ojo vigilante de amigos y pastores que tienen la libertad de hablar a tu vida, puedes criar con audacia. Confía en que Dios está obrando en tus hijos por medio de tus esfuerzos, por más pequeños que parezcan.

Corre para ganar

Pocos llamados son tan llenos de gozo y tan sagrados como el llamado de un padre. Sin embargo, pocos llamados son tan difíciles y te dejan sintiéndote tan inadecuado. Quizás todo esto sea el plan de Dios para provocar que confíes aún más en Él. Puedes confiar en que, por medio de la Biblia y por medio del testimonio interno del Espíritu Santo, tienes todo lo que necesitas para ser el padre que Dios te ha llamado a ser. Puedes confiar en que Él está dispuesto a perdonar tus fallas, a redimir tus fracasos y a glorificarse a sí mismo por medio de tus hijos. Si vas a correr para ganar, debes criar a tus hijos. ARTÍCULOS DE LA SERIE: [FinalTilesGallery id='52']
Este recurso fue publicado originalmente en Tim Challies.

[1] N. del T.: traducción propia.
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Termina firme

Siempre leo los libros bíblicos de Reyes y Crónicas con una sensación de inquietud. Conozco estos libros históricos bastante bien, pero cada vez que leo que un nuevo rey toma el trono, me da pavor la inevitable evaluación de su reino: ¿fue fiel o desobediente? ¿Siguió a Dios o se apartó para seguir a dioses falsos? Asa fue uno de los buenos reyes. Él gobernó Judá por cuarenta y un años y «[…] hizo lo correcto ante los ojos del Señor, como David su padre» (1R 15:11). Su gobierno fue exitoso, su reinado honró a Dios. Él peleó y ganó una gran guerra contra los egipcios porque clamó a Dios y tuvo fe en su liberación: «Y el Señor derrotó a los etíopes delante de Asa y delante de Judá, y los etíopes huyeron» (2Cr 14:12). Promulgó una de las reformas religiosas claves: «[…] quitó los altares extranjeros y los lugares altos, destruyó los pilares sagrados, derribó las Aseras. También ordenó a Judá que buscara al Señor, Dios de sus padres y que cumpliera la ley y el mandamiento de Él» (2Cr 14:3-4). Tal vez lo más difícil de todo fue que él removió a su madre de su posición honorífica por su terca idolatría. Fue un buen rey hasta el final. En realidad, no tanto. Él fue un buen rey casi hasta el final. En el año número treinta y seis de su reinado, casi el noventa por ciento de su tiempo de gobierno, tuvo problemas con Basá, rey de Israel. Esta vez, sin embargo, Asa no confió en Dios sino que tomó el asunto en sus propias manos. En lugar de clamar por liberación como lo había hecho antes, él actuó por su propia cuenta, vaciando el tesoro nacional para sobornar a los sirios a fin de que se volvieran contra Israel. Luego, cuando se enfermó, él no buscó la ayuda de Dios, sino que, en lugar de ello, confío en los médicos. Debido a su falta de dependencia de Dios, enfrentó la ira divina. Ahora, se le dijo que tendría guerra constante hasta el fin de su reinado y que también sería golpeado con una enfermedad muy grave. Asa gobernó bien por tanto tiempo y luego colapsó. Por treinta y seis largos años fue fiel; por cinco cortos años no lo fue. A medida que reflexiono en Asa, considero la tristeza de terminar mal y el gozo de terminar bien. Considero la terrible realidad de que un hombre puede vivir una buena vida casi hasta el final, y luego titubear, tropezar e incluso caer. Es por esto que tan a menudo escuchamos sobre líderes cristianos que tuvieron ministerios largos y fieles, que permanecieron firmes de cara a la falsedad, que soportaron pruebas y persecución, pero que luego dieron la impresión de que cedieron tanto en sus últimos años. También escuchamos de hombres que permanecieron casados con sus esposas por décadas, pero que se separaron casi al final. ¡Qué tragedia! Amigo mío, si vas a correr para ganar, necesitas terminar firme.

Correr y terminar

Un buen corredor de larga distancia sabe la importancia de planificar su carrera. Incluso, a medida que cruza la línea de partida, Él ya está considerando como va a cruzar la línea de meta. Incluso mientras él da sus primeros pasos fáciles, él ha planificado cómo va a dar su último paso agotador. Un maratonista podría correr unos fuertes 40 km, pero si se detiene antes de sus 41 km, ¿qué bien le hace? Cualquiera puede comenzar una carrera, pero solo el entrenamiento y la planificación pueden prepararlo para terminarla. No hay ningún premio por casi cruzar la línea de meta. En ese sentido, el kilómetro final es el más importante de todos, los últimos pasos son aún más importantes que los primeros. Terminar firme puede compensar un comienzo débil, pero retirarse antes de la línea de meta niega incluso el más maravilloso progreso al comienzo. Cualquier impostor puede comenzar una carrera, pero solo un verdadero atleta la terminará. Como hombre cristiano, ya estás corriendo la carrera de la vida y confío en que estás corriendo de tal manera que vencerás. Pablo dice: «¿No saben que los que corren en el estadio, todos en verdad corren, pero solo uno obtiene el premio? Corran de tal modo que ganen» (1Co 9:24). Para obtener ese premio, necesitarás correr hasta el final. Necesitarás cruzar la línea de meta y, para hacerlo, necesitarás planificar tu carrera. Necesitarás planificar las maneras en que correrás hoy para que puedas continuar corriendo en los días difíciles que vienen más adelante. Es mucho mejor un comienzo débil con un final fuerte que un comienzo fuerte seguido de un colapso completo. Ningún corredor se arrepiente de terminar fuerte, pero muchos se arrepienten de terminar débiles. En esta carrera, no estás compitiendo contra otras personas, sino contra los enemigos mortales del mundo, la carne y el diablo. ¿Cómo estás batallando contra ellos? ¿Cómo planeas mantener el paso a lo largo de la carrera? Eso es exactamente de lo que se ha tratado toda esta serie. No hay mucho más que se pueda decir, pero he esbozado este plan según las disciplinas relacionadas a la fe, a la vida y a las relaciones. Estoy convencido de que si buscas estas disciplinas, irás a un buen ritmo y te prepararás para cruzar la línea de meta con los brazos alzados en victoria. Establecerás el paso para terminar la carrera. Tú, al igual que Pablo, eres capaz de decir confiadamente: 
He peleado la buena batalla, he terminado la carrera, he guardado la fe. En el futuro me está reservada la corona de justicia que el Señor, el Juez justo, me entregará en aquel día; y no solo a mí, sino también a todos los que aman su venida (2 Timoteo 4:7-8).
Le daré la palabra final a J. I. Packer quien, en los últimos pasos de su carrera, escribió estas palabras: «Los corredores en una carrera distante … siempre intentan guardar algo como reserva para el último tramo. Y mi opinión es que, hasta que nuestra salud corporal lo permita, debemos enfocarnos en que nos encuentren corriendo la última fase de la carrera de nuestra vida cristiana, como diríamos, a toda máquina. El último tramo, les exhorto, sin duda debe correrse a toda velocidad». Si vas a correr para ganar, debes terminar firme. ARTÍCULOS DE LA SERIE: [FinalTilesGallery id='53']
Este recurso fue publicado originalmente en Tim Challies.
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Los deberes exigidos por el noveno mandamiento en un mundo de redes sociales
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Los deberes exigidos por el noveno mandamiento en un mundo de redes sociales

Debes estar familiarizado con el noveno mandamiento: «No hablarás falso testimonio contra tu prójimo». A nivel superficial es muy simple: no mientas sobre otros. Sin embargo, los cristianos tradicionalmente han entendido que implica mucho más que eso. Con el aumento de las tecnologías de comunicación modernas, y especialmente las redes sociales, estoy convencido de que necesitamos dedicarnos diligentemente a considerar nuevamente todo lo que este mandamiento exige de nosotros. Haré justamente eso en dos partes, aunque primero debo admitir que este estudio partió siendo un ejercicio que emprendí para mi propio beneficio. Estaba convencido de que estaba quebrando el espíritu de este mandamiento, aunque no la letra, especialmente a través de las redes sociales. No estaba mintiendo sobre los demás, pero estaba leyendo mentiras. No estaba hablando falso testimonio contra mis hermanos o hermanas en Cristo, pero tampoco estaba protegiendo deliberadamente sus nombres o reputaciones. No estaba escribiendo rumores o medias verdades a sabiendas, pero las estaba buscando en internet. Como cristiano de tradición reformada es mi instinto buscar respuestas a mis preguntas y dudas en credos, confesiones y catecismos. En este caso, encontré ayuda y orientación en el Catecismo Mayor de Westminster. Hoy comenzaré un estudio en dos partes del noveno mandamiento en un mundo de redes sociales: primero, consideraré los deberes que exige; luego, los pecados que prohíbe. En cada caso compartiré en viñetas cada frase del Catecismo. Debajo de cada frase, sugeriré preguntas que pueden fomentar una aplicación relevante en un mundo dominado por las redes sociales. Este es tu desafío: piensa en la gente que sigues en Twitter, en los blogs que lees, en los sitios de noticias que visitas, los videos que miras en YouTube, en los amigos con los que interactúas en Facebook. Piensa en los temas que discutes con tu familia en casa y con tus amigos en la iglesia. No solo piensa en lo que dices, sino también en lo que lees o escuchas. El noveno mandamiento está destinado a gobernar tanto tu boca como tus ojos, tus oídos, tu corazón y tu mente. Y luego considera la sabiduría de estos tiempos.

Los deberes exigidos en el noveno mandamiento

Los deberes exigidos en el noveno mandamiento son:
  • «preservar y promover la verdad entre hombre y hombre, como también nuestra buena fama y la de nuestro prójimo,» ○ En cuanto a lo que dices y lees en Internet, ¿estás comprometido con promover la verdad y preservar y realzar la reputación de los demás? ¿Estás dispuesto a leer rumores e insinuaciones o a pasar tiempo leyendo, escribiendo, o compartiendo cosas que manchan la reputación de otros, especialmente la de otros creyentes?
  • «apariencia y posición a favor de la verdad,» ○ ¿Estás decidido a defender la verdad y a oponerte al error, no solo en lo que dices, sino también en lo que lees? ¿O tienes la fama de divulgar rumores y mentiras? ¿Te sientes atraído a leer material especulativo o manchado con mentiras y medias verdades?
  • «y de corazón, con sinceridad, libertad, claridad y plenitud, hablar la verdad, y solamente la verdad, en cuestiones de juicio y justicia, así como en las demás cosas;» ○ ¿Estás comprometido a leer, creer y decir solo lo que se puede verificar si es cierto? ¿Evitas sitios, canales de noticias y cuentas de sitios web donde se divulgan rumores especulativos o mentiras descaradas?
  • «una estimación caritativa hacia nuestro prójimo,» ○ ¿Demuestras amor y respeto aun por aquellos con los que no estás de acuerdo? ¿Demuestran los sitios que lees esa misma clase de amor y respeto?
  • «amando, deseando y regocijándonos por su buen nombre,» ○ ¿Confías en que los demás mantendrán una buena reputación y te alegras de todo lo que realce sus reputaciones como cristianos fieles? ¿Estás tan pronto a leer, creer y compartir información que manchará sus reputaciones como la que la realzará?
  • «entristeciéndonos por sus debilidades y ocultándolas;» ○ ¿Sientes dolor (en lugar de mera indignación) por los pecados y debilidades de los demás, y estás dispuesto a pasar por alto sus ofensas cuando dichas ofensas no son lo suficientemente injuriosas como para desvirtuar el Evangelio de Cristo? ¿Visitas sitios y lees material dedicado principalmente a exponer las transgresiones de los demás, especialmente de otros creyentes?
  • «reconocer libremente sus dones y cualidades, defendiendo su inocencia;» ○ ¿Te alegras con todas las evidencias de la gracia de Dios, aun cuando se manifiesten en personas con quienes tienes desacuerdos? ¿Muestran los sitios y los canales de noticias que lees un interés por recopilar y divulgar buenos informes sobre los demás así como elogiar todo lo que es bueno y agradable? ¿Defiendes a quienes son tratados de manera injusta?
  • «prontitud para recibir un buen informe, y faltos de disposición para creer un mal rumor con respecto a ellos;» ○ ¿Te gusta recibir un buen comentario sobre otro creyente, aun cuando tienes importantes desacuerdos con él? ¿Te niegas a recibir un comentario malicioso de otro creyente, especialmente si no tiene fundamento o no te concierne? ¿Eres capaz de detener comentarios negativos y malintencionados cuando alguien trata de comunicártelos? ¿Mantienes conversaciones ociosas sobre otros con amigos o miembros de tu familia de modo que divulgas comentarios maliciosos sobre ellos?
  • «disuadiendo a los que esparcen tales rumores, aduladores y calumniadores;» ○ ¿Te niegas a escuchar o a leer las opiniones de aquellos que cuentan malos rumores, divulgan comentarios negativos o calumnian a otros? ¿O sientes curiosidad por saber qué están diciendo, qué comentario negativo están dando a conocer, qué calumnias están divulgando? ¿Evitas proactivamente a estas personas? ¿Evitas leer malas noticias de personas o situaciones que no tienen ninguna relación con tu vida, tu iglesia o tu ministerio?
  • «un amor y cuidado por nuestro nombre, defendiéndolo siempre que sea necesario;» ○ ¿Proteges tu propia reputación, e incluso la defiendes cuando es necesario, para mantenerte por encima de cualquier reproche ante los ojos de los demás?
  • «guardar las promesas lícitas,
  • «estudiar y practicar todas las cosas que son verdaderas, honestas, amables y que den buena recomendación». ○ ¿Es el centro de todo lo que haces, dices, lees y miras aquello que Dios declara ser verdadero, honesto, amable y que da un buen nombre? ¿O te sientes atraído por lo que es falso, deshonesto, malo y deshonroso? ¿Justificas la razón por la cual necesitas saber cosas que son malas, inútiles, no verificables o posiblemente falsas?
Finalmente, quisiera dejar en claro que el noveno mandamiento no es el único mandamiento, así que debemos obedecerlo sin dejar de cumplir los otros nueve o el resto de la Palabra de Dios. Tampoco es la única orden respecto a nuestras relaciones con los demás; y ciertamente, hay ocasiones en las que debemos investigar lo que otros han dicho o hecho, y también hay ocasiones en la que debemos incluso condenar a otros por sus acciones o convicciones. No obstante, solo se puede obtener algo bueno al estudiar detenidamente este mandamiento y al aplicarlo diligentemente a toda nuestra vida, incluido al uso de las redes sociales. En el próximo artículo consideraremos los pecados prohibidos por el noveno mandamiento.
Este recurso fue publicado originalmente en Tim Challies. Traducción: Marcela Basualto
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Los pecados prohibidos por el noveno mandamiento en un mundo de redes sociales

Hace algunos días compartí un artículo en el cual comenzamos a examinar el noveno mandamiento («No hablarás falso testimonio contra tu prójimo») y su relevancia en un mundo donde gran parte de nuestra comunicación se realiza a través de redes sociales. Específicamente, consideramos algunos de los deberes exigidos por este mandamiento. Hoy queremos examinar la otra cara de la moneda al estudiar los pecados que prohíbe. Igual que con el primer artículo, compartiré en viñetas cada frase de la explicación proporcionada en el Catecismo Mayor de Westminster, y luego, debajo de cada una, sugeriré preguntas que puedan estimular la reflexión y la aplicación.  Los pecados prohibidos por el noveno mandamiento son:
  • «toda preocupación contra la verdad y buen nombre tanto nuestro como del prójimo, especialmente delante de los tribunales públicos;» ○ ¿Buscas y lees con frecuencia información que te hace mirar a otros con recelo? ¿Divulgas información (en y fuera de Internet) de hermanos y hermanas en la fe que puedan hacer que otros los miren con desconfianza? ¿Divulgas el tipo de información que causa perjuicio contra los demás?
  • «dar falso testimonio, sobornar testigos falsos, y a sabiendas comparecer y defender una mala causa, desafiando y subyugando la verdad,»○ ¿Te aseguras de que toda la información que compartes sobre otra persona sea totalmente verdadera? ¿Haces todo lo posible por verificar que la información que te dan sobre otra persona sea nada más que la verdad? ¿Das por sentado que la información dañina que se te da de otra persona es verdadera o solicitas evidencia?
  • «dictar sentencias injustas, llamar malo a lo bueno y bueno a lo malo,» ○ ¿Te apresuras demasiado en emitir juicios sobre los demás, quizás incluso declarándolos herejes con poca evidencia o de acuerdo a una definición imprecisa del término? ¿Llamas a lo malo bueno al consumir sitios o canales de noticias dedicados a compartir información falsa y superflua?
  • «recompensar la obra del malo conforme a la obra del justo, y al justo conforme a la obra del malo;» ○ ¿Recompensas a los malignos con tu tiempo, tu atención, tus clics, tus suscripciones, al seguirlos, al compartir sus contenidos, al retuitear y al leer sus impresiones? ¿Tratas a los piadosos con antagonismo, asumiendo que todo lo que has leído de ellos es verdad?
  • «falsificar, disimular la verdad o callarla indebidamente en una causa justa, y el estarnos en paz cuando es nuestro deber hablar; las quejas a otros,» ○ ¿Te rehúsas a defender la verdad o a un hermano o hermana en Cristo cuando tienes evidencia que vindicaría o promovería sus reputaciones? ¿Ocultas la verdad sobre ellos para permitir que sus reputaciones sean constantemente puestas en duda?
  • «hablar la verdad fuera de tiempo o maliciosamente por lograr un fin perverso, pervertirla con una significación errónea, o expresarla dudosa o equivocadamente, en perjuicio de la verdad y la justicia;» ○ ¿Compartes la verdad sobre los demás de forma que la intención real sea causarles daño? ¿Utilizas la verdad como un arma, quizás compartiendo información que, aunque sea verdadera, busca principalmente dañar la reputación de otra persona? ¿Retienes evidencia sobre otra persona para luego amenazarla con revelarla?
  • «hablar fuera de la verdad, mentir, calumniar, murmurar, detractar, circular malos rumores, cuchichear, ridiculizar, ultrajar, la precipitación, la dureza y las censuras parciales,» ○ ¿Visitas sitios llenos de mentiras o verdades a medias? ¿Pasas tiempo en la compañía de gente que calumnia y habla mal de los demás, desestima sus reputaciones, se burla de ellos o los injuria? ¿Haces tú cualquiera de estas cosas? ¿Eres muy duro con otros y con la interpretación de los hechos que se hace de ellos? ¿O prefieres creer lo mejor de ellos en ausencia de evidencia concreta de lo contrario?
  • «la mala interpretación de las intenciones, palabras y acciones;» ○ ¿Interpretas intenciones y luego las divulgas como hechos? ¿Das por sentado que conoces los motivos íntimos de otras personas? ¿Los sitios que lees y los canales de noticias que sigues solo comunican hechos o también suponen que conocen las intenciones y motivaciones de los demás?
  • «adular, la jactancia y vanagloria,» ○ ¿Adulas a otros o te jactas de ti mismo en las redes sociales? ¿Consideras que tener éxito en las redes sociales es tan importante que te sientes tentado a pecar para lograrlo?
  • «pensar o hablar demasiado alto y despreciativamente de nosotros o de los demás,» ○ ¿Usas las redes sociales para hablar demasiado bien de ti mismo o de otros? ¿Las usas para hablar demasiado mal de ti mismo o de los demás? ¿Visitas sitios o lees canales de noticias dedicados a cometer este tipo de transgresiones?
  • «negar los dones y gracias de Dios,» ○ ¿No logras identificar, o niegas totalmente, las evidencias de la gracia de Dios manifiestas en la vida de otras personas, y especialmente en aquellos que te desagradan o con quienes no estás de acuerdo? ¿Niegas que estas personas muestran evidencias de la presencia del Espíritu a través de sus dones espirituales? ¿Le agradeces a Dios por cada evidencia de sus dones y gracias, aun en las vidas de las personas que no te parecen confiables?
  • «aumentar las pequeñas faltas,» ○ ¿Te concentras en las pequeñas faltas o pecadillos de otras personas? ¿Permites que aun sus más pequeñas transgresiones se vuelvan comentarios negativos y malintencionados?
  • «ocultar, excusar o atenuar los pecados cuando somos llamados a una confesión de ellos,» ○ En tu propia vida, ¿confiesas la medida completa de tu propia pecaminosidad? ¿Justificas pecados que tú cometes que no justificarías en otra persona? ¿Lees escritores que expresan más libremente las faltas de los demás que la de ellos mismos? ¿Ves evidencia de la gracia de la humildad en tus propias palabras y conducta así como en las palabras y conducta de aquellos que influyen en ti?
  • «descubrir sin necesidad las debilidades,» ○ ¿Te conectas a Internet para averiguar las faltas de los demás cuando no hay ninguna razón para hacerlo? ¿Lees sitios dedicados principalmente a exponer los pecados, las faltas o las herejías de otras personas?
  • «levantar falsos rumores, recibir y patrocinar malas especies y cerrar nuestros oídos a la justa defensa,» ○ ¿Lees sitios que difunden rumores y tú también lo haces en ausencia de hechos claros e indiscutibles? ¿Lees, recibes y divulgas información especulativa o infundada de otros? ¿Evitas leer y evaluar la defensa del carácter de una persona con la misma esperanza y minuciosidad con que lees y evalúas el ataque? ¿Estás dispuesto a decirle a los demás que no escucharás rumores, sino solo hechos necesarios?
  •  «malas sospechas,» ○ ¿Lees sitios que te hacen sospechar de los demás? ¿Divulgas información que hace que otras personas sospechen de los demás, especialmente de otros creyentes?
  • «la envidia o la tristeza por el merecido crédito de otro, procurar o desear menoscabado; regocijarse por su desgracia o infamia,» ○ ¿Te encuentras a ti mismo deseando saber información negativa o dañina de otra persona? ¿Sientes placer al escuchar malas noticias de otra persona? ¿Te alegra ver a otra persona derrotada? ¿Fallas en darle crédito a otros cuando es justo hacerlo, especialmente por cómo el Señor ha visto adecuado usarlos en su soberanía?
  • «el desprecio insolente, una admiración vana,» ○ ¿Te produce lo que lees mayor desprecio y menos respeto hacia los demás?
  • «quebrantar promesas lícitas;»
  • «descuidar cosas tales como las buenas noticias, y practicar o no evitar nosotros mismos, o no impedir lo que podamos con otros, cosas que produzcan mala fama». ○ ¿Dejas de buscar y de regocijarte en la buena información de los demás? ¿Dices o compartes cosas que podrían menoscabar la reputación de otra persona? ¿No evitas sitios, canales de noticias o cuentas que dañan la reputación de otra persona? ¿Evitas reprender a otros cuando lastiman la reputación de otra persona?
Permítanme repetir lo que manifesté en mi primer artículo. El noveno mandamiento no es el único mandamiento, por lo tanto lo obedecemos sin dejar de cumplir con lo exigido o prohibido por los otros nueve y, por supuesto por el resto de la Biblia. Tampoco es el único mandato bíblico sobre nuestras relaciones con los demás; ciertamente, hay ocasiones en las que debemos investigar lo que otros han dicho o hecho. Aun así, Dios nos llama a estudiar este mandamiento con cuidado y a aplicarlo a conciencia. Espero que estos dos artículos nos ayuden a hacerlo así.
Este recurso fue publicado originalmente en Tim Challies. Traducción: Marcela Basualto
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Seis razones por las que el adulterio es muy serio
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Seis razones por las que el adulterio es muy serio

El adulterio es un asunto serio. Al menos lo es para la mente y el corazón del Dios que creó el sexo y el matrimonio, y que puso límites sabios a ambos. Pero ¿por qué? ¿Por qué el adulterio es un asunto tan serio? Christopher Ash nos da seis razones en su libro Casados para Dios, y yo voy a seguir sus conclusiones a medida que avanzamos en este artículo. El adulterio es alejarse de una promesa. En la mente de un adúltero, la búsqueda de otra persona no comienza con alejarse, sino con volverse hacia alguien que es deseable y agradable. «Lo merezco». «Ella satisface mis necesidades». «Él me entiende». «Ella hace las cosas que mi mujer no hace». Pero en el fondo, el adulterio es sustancialmente un alejamiento. Es alejarse de aquel a quien se le hicieron promesas en presencia de testigos. Más importante aún, es renunciar a las promesas hechas en presencia de Dios y, en ese sentido, es alejarse de Dios mismo. El adulterio lleva al adúltero de la seguridad al caos. Debido a que el adúltero se aleja, él o ella comienza una vida de lealtades divididas. «Cuando se rompe la promesa, se quiebra la barrera, se derriba el muro seguro del matrimonio y se desata todo el infierno. A la postre, el adúltero descubre que no cambió un lugar seguro (su matrimonio) por otro lugar seguro (el nuevo hogar con su nueva pareja). Más bien, los adúlteros descubren que salieron del lugar seguro para meterse en un mundo en el que todo vale». Incluso cuando un adúltero es leal a su nueva pareja, aún queda una vida, una familia y recuerdos divididos. «Para el adúltero, el pasto se ve mucho más verde en la casa del vecino, pero en realidad no está ni cerca de ser tan verde como parece». Las acciones del adúltero lo apartan de la seguridad de la estabilidad y lo conducen al desorden. El adulterio es secreto y deshonesto. El adulterio es inherentemente secreto e inherentemente deshonesto. Tiene que serlo porque nadie quiere pregonar que está quebrando una promesa. El adulterio ama la oscuridad y huye de la luz, trata de permanecer en secreto tanto como sea posible. «Mientras las noticias de una boda se publican con anuncios e invitaciones alegres, las noticias de un adulterio se filtran a punta de rumores y confesiones bajo presión». ¡Ay! Tan solo eso debería revelarnos cuál es realmente el fondo del adulterio, pues el pecado ama la oscuridad mientras que la rectitud ama la luz. El adulterio depende de un secretismo deshonesto. El adulterio destruye al adúltero. El adulterio no le hace ningún favor al adúltero. Por el contrario, quebranta y corroe el carácter y la integridad. «Como todo pecado secreto, carcome la integridad de la persona que lo comete como un químico nocivo. En el preciso instante en que cualquiera de nosotros permite que haya inconsistencias entre lo que decimos ser en público y lo que de verdad somos en privado, nos dañamos de la forma más profunda posible». ¿No es así como siempre actúa el pecado? Promete mucho, pero concede muy poco. Promete libertad, pero otorga cautiverio. Promete plenitud, pero deja un vacío. El adulterio destruye al adúltero, aun cuando promete gozo y vida. El adulterio daña a la sociedad. Cuando ampliamos el alcance que tiene el adulterio desde el individuo a la sociedad que lo rodea, vemos que el daño continúa hasta allí. El adulterio menoscaba la estructura misma de la sociedad. «Cada acto de adulterio es como el golpe de una grúa demoledora contra los muros seguros de la estructura de la sociedad. Suscita odios y enemistades. Promueve una cultura que considera que en realidad no es necesario que las barreras del matrimonio sean tan rígidas». Nos gusta pensar que nuestros pecados nos pertenecen y que solo nos conciernen a nosotros. Pero no es así, nuestro pecado va mucho más allá de nosotros mismos e impacta a los demás. Vemos esto incluso cuando los amigos o los colegas no están seguros de cómo hablar y de cómo reaccionar al enterarse del adulterio. Vemos el daño que hace cuando dicen: «Al menos ahora es feliz». El adúltero saca un ladrillo más del cimiento del matrimonio. El adulterio daña a los hijos. El adulterio le causa un daño grave a una parte inocente: los hijos. «Es que los hijos están justo en el ojo del huracán, en la intimidad del hogar arruinado por las promesas rotas, entenebrecido por los secretos y las mentiras, desgarrado por las disputas y las odiosidades». Los hijos florecen donde hay estructura, donde hay estabilidad, donde hay paz y orden. El caos, el conflicto y la desunión que conlleva el adulterio daña a los hijos. Ellos son la parte inocente que resulta terriblemente dañada cuando el adulterio separa a sus padres. De todas estas maneras y muchas otras, el adulterio es un asunto de máxima seriedad. No es de extrañar, entonces, que la Biblia contenga serias y reiteradas advertencias en su contra: «No cometerás adulterio» (Éx 20:14). «¿Puede un hombre poner fuego en su seno sin que arda su ropa? ¿O puede caminar un hombre sobre carbones encendidos sin que se quemen sus pies? Así es el que se llega a la mujer de su prójimo; cualquiera que la toque no quedará sin castigo» (Pr 6:27-29). «El que comete adulterio no tiene entendimiento; el que lo hace destruye su alma» (Pr6:32). «Sea el matrimonio honroso en todos, y el lecho matrimonial sin deshonra, porque a los inmorales y a los adúlteros los juzgará Dios» (Heb 13:4).
Este recurso fue publicado originalmente en Tim Challies. Traducción: Marcela Basualto
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Reseña: El origen y el triunfo del ego moderno
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Reseña: El origen y el triunfo del ego moderno

 «Soy una mujer atrapada en el cuerpo de un hombre». Si bien esta es una frase a la que ya nos hemos acostumbrado a escuchar en los últimos años, es una frase que habría sido incomprensible para aquellos que vivieron y murieron hace solo un par de generaciones. Aunque tiene mucho significado hoy, habría carecido de todo sentido en ese momento. Entonces, ¿qué es lo que ha sucedido en las décadas recientes para hacer que esta frase tenga sentido? ¿Qué ha sucedido para que sea tan normal que negarla hoy es ser marcado como un anticuado intolerante? Los orígenes del nuevo libro de Carl Trueman se encuentran en su curiosidad sobre cómo y por qué esta afirmación ha llegado a ser entendida tanto coherente como significativa. El origen y el triunfo del ego moderno es esencialmente una exploración de 200 páginas del cambiante entendimiento del ser en el mundo Occidental. Por mucho que queramos atribuir la frase a la revolución sexual, Trueman está convencido de que los cambios que hemos visto en las costumbres sexuales desde la década de 1960 son síntomas de cambios más profundos «en la forma en que pensamos sobre el propósito de la vida, el significado de la felicidad», y qué es lo que realmente constituye el sentido de las personas sobre quiénes son y para qué existen. Para entender cómo un hombre puede realmente ser una mujer atrapada en el cuerpo de un hombre, debemos entender «cómo y por qué una cierta noción del yo ha llegado a dominar la cultura de Occidente [y] por qué este yo encuentra su manifestación más obvia en la transformación de las costumbres sexuales». Con todo eso en su lugar, el estudio solo puede completarse si se considera «cuáles son y pueden ser las implicaciones más amplias de esta transformación en el futuro». Trueman divide el libro en cuatro partes. En la primera, él introduce conceptos básicos y figuras clave que aparecerán una y otra vez. Hay tres filósofos que son centrales para su entendimiento de los cambios sociales: Phillip Rieff, Charles Taylor y, en menor medida, Alasdair McIntyre. Al examinar su trabajo, él introduce conceptos como el «el triunfo de lo terapéutico», «el hombre psicológico», «la anticultura», y «el imaginario social». Cada uno de estos términos aparecen una y otra vez, así que al lector le convendría leer despacio y anotar definiciones. En la parte dos, se enfoca en desarrollar los siglos XVIII y XIX, empezando con Jean-Jacques Rousseau y luego avanza a un número de prominentes poetas del Romanticismo. Finalmente, se dirige a las ideas que cambiaron el mundo de Friedrich Nietzsche, Karl Marx y Charles Darwin, quienes «en sus diferentes formas proporcionaron una justificación conceptual para rechazar la noción de naturaleza humana y, por lo tanto, allanaron el camino para la plausibilidad de la idea de que los seres humanos son criaturas plásticas sin identidad fija fundada en una esencia intrínseca e irradiable». Es a través de estos hombres que la noción del yo de la sociedad se psicologizó. En la parte tres, se dirige a Sigmund Freud, a través de quién la psicología se volvió sexualizada, y a sus seguidores, a través de quienes la sexualidad se volvió politizada. Freud enseñó que los humanos son, en esencia, criaturas sexuales y, por lo tanto, definidas por sus inclinaciones sexuales. Si antes de Freud el sexo era una cuestión de actividad, después de Freud fue una cuestión de identidad. Si antes de Freud el sexo se trataba de hacer lo que te hacía feliz, después de Freud el sexo se trató sobre ser tu auténtico yo. Aquellos que promovieron el pensamiento freudiano —Wilhelm Reich, Herbert Marcuse y otros— lo hicieron a través de un marco Marxista que veía las normas sexuales tradicionales como marcas de un patriarcado opresivo decidido a mantener su propio poder. Resistir el patriarcado requeriría total libertad sexual y autodefinición. Si a través de Rousseau la identidad se psicologizó, entonces a través de Freud la psicología (y por ende la identidad) se sexualizó, y a través de Reich y Marcuse la identidad (y por ende el sexo) se politizó. Con este marco establecido, la parte final del libro muestra cómo todos estos desarrollos conceptuales se han desplegado y se están desplegando actualmente en la sociedad. Examina el triunfo de lo erótico a través del surrealismo, la cultura pop y la pornografía; examina el triunfo de lo terapéutico a través de prestigiosas universidades y los fallos de la Corte Suprema; examina el triunfo del T (Transgenerismo) como un derroque casi absoluto de todos los acuerdos tradicionales del sexo, la sexualidad e incluso de la humanidad.
El transgenerismo es un síntoma, no una causa. No es la razón por la que las categorías de géneros estén ahora tan confundidas; es más bien una función de un mundo en el que el colapso de la metafísica y del discurso estable ha creado tal caos que ni siquiera el más básico de los binarios, el que existe entre lo masculino y lo femenino, puede reclamar un estatus objetivo significativo. Y las raíces de esta patología se encuentran profundamente dentro de las tradiciones intelectuales de Occidente.
Aunque El origen y el triunfo del ego moderno es una lectura exigente, especialmente para aquellos que no están familiarizados con muchas de estas categorías y personajes, es una lectura gratificante. En sus páginas, Trueman explica acertadamente cómo y por qué nuestra cultura ha llegado al lugar donde «soy una mujer atrapada en el cuerpo de un hombre» ya no es una frase sin sentido y contradictoria. Y comienza a explicar lo que está en juego si esta larga marcha no es interrumpida, si no es refutada de acuerdo a la verdad. Como yo lo veo, El origen y el triunfo del ego moderno no es solamente el libro más importante que leí en 2020, sino también el mejor. No puedo recomendarlo lo suficiente.

El origen y el triunfo del ego moderno: amnesia cultural, individualismo expresivo y el camino a la revolución sexual. Carl R. Trueman. B&H Español, 256 páginas.

Esta reseña fue publicada originalmente en Tim Challies.
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Cómo vencer ese mal humor
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Cómo vencer ese mal humor

Durante el fin de semana me crucé con varios artículos diferentes sobre un tema común: el mal humor. Estos eran artículos que ofrecían guía en esos momentos, esos momentos inevitables, cuando estás de mal humor y simplemente no puedes cambiarlo. Si bien los artículos tenían algunos consejos útiles, tenían lo siguiente en común: trataban los síntomas en lugar de la raíz del problema. Trataban sobre cómo superar las manifestaciones del mal humor en lugar de buscar el corazón del mal humor. Los cristianos podemos hacerlo mejor.

Sé un par de cosas sobre el mal humor. Usualmente, soy una persona alegre, pero regularmente me veo obligado a lidiar con un mal humor bastante significativo. Sé lo difícil que es salir de ese mal humor. Sin embargo, aunque puede ser difícil, no es imposible. He aquí cómo vencer ese mal humor:

Ve al Evangelio

Si existe un momento para predicarte el Evangelio a ti mismo, es este. Recordarte a ti mismo el Evangelio es el golpe de realidad supremo. Recordarte a ti mismo el Evangelio y permitir que esas verdades crucen tu mente y tu corazón es recordarte las realidades más profundas del universo. Te recordarás a ti mismo de que eres una persona pecaminosa que merece la ira que de Dios; que Dios mismo entró en este mundo como un hombre; que Él cargó con todo tu pecado y condenación; que Él sufrió la ira de Dios en tu lugar; que murió la muerte que tú mereces; que resucitó triunfante y que toda su rectitud te ha sido dada. Algunas personas dicen que cuando estás de mal humor debes meditar. Tienen toda la razón, excepto que en lugar de ese vaciamiento mental oriental, tú necesitas la meditación cristiana que llena la mente, donde deliberadamente llenas tu mente con la verdad del Evangelio.

Llámalo por su nombre

Habiéndote predicado el Evangelio a ti mismo, ahora estás en el lugar adecuado para llamar a ese mal humor por lo que es: pecado. Es exactamente el tipo de pecado por el que Jesús tuvo que morir. Nunca hay una excusa para estar de mal humor. Estar de mal humor es estar de mal genio, enfadado, arisco e irritable. Te pones de mal humor cuando la vida no ha ido como esperas, cuando otros han interrumpido tus planes de una vida pacífica y fácil, cuando otros te han irritado de alguna manera. Puedes incluso simplemente despertar de mal humor al parecer sin motivo alguno. El mal humor se mete en tu mente, de modo que sigues masticando todas las maneras en las que has sido agraviado. Te vuelves irritable e irascible. Te molestas con los demás y te disculpas. Hay una categoría de ira justa («Enójense, pero no pequen», dice Efesios 4:26), pero nunca hay un mal humor justo. Jesús estaba enojado e indignado ante los cambistas en el templo y ante los discípulos que decían a los niños que se perdieran. No obstante, no fue gruñón. El mal humor es simple y llanamente pecado.

Dale un nombre

Has reconocido que tu mal humor es pecado. Ese es un gran primer paso, pero pecado es un término general. Ahora deberías avanzar un paso más y darle a ese pecado un nombre bíblico. El mal humor no es un término que usa la Biblia, entonces es mucho mejor usar irritabilidad, impaciencia o enojo injusto. Tal vez los tres. Esas son maneras en la que la Biblia describe tu mal humor y en todos los casos lo describe como pecado. Es posible que quieras vestirlo con todo tipo de ropas lindas («no estoy pasando un buen momento» o «está bien, es solo que no estoy en buen lugar en este momento»); no obstante, al final, es simplemente uno o más de esos pecados. Al nombrar el mal humor como pecado —el pecado del enojo injusto o el pecado de la irritabilidad o el pecado de la impaciencia—, no te has permitido poner excusas y te has puesto en una posición para lidiar con ellos apropiadamente. Y la manera correcta de lidiar con ellos es pedirle perdón a Dios.

Nota: sé que todo esto suena bastante formal y rígido, pero estos tres pasos se pueden lograr en diez segundos. Puede que valga la pena tomar más tiempo, especialmente cuando el mal humor se vuelve un patrón, pero en el fragor de la batalla, esta manera de pensar se puede hacer en un periodo corto de tiempo.

Ve a la fuente

Has ido al Evangelio, has nombrado a ese pecado por lo que es y has pedido perdón por él. Ahora es momento de ir a la fuente, intentar establecer la razón de ese mal humor. Puede ser que te estés permitiendo meditar en lo que es feo y pecaminoso, y que tu estado de ánimo pecaminoso esté relacionado con tus pensamientos pecaminosos. Puede ser que alguien haya pecado contra ti. Puede ser que alguien haya pecado contra tu hijo o contra tu cónyuge. Puede ser que el orgullo sea la causa y que tu mal humor sea una respuesta a la vergüenza o una respuesta debido a que has sido ignorado. Puede ser que hayas tenido un sueño durante la noche y de alguna manera tu cerebro está confundiendo ese sueño con la realidad —¿soy el único al que le sucede esto?—. Incluso puede ser que nunca encuentres la fuente. Sin embargo, si la encuentras y cuando la encuentres también encontrarás una clara manera de responder o restituir: una disculpa (cuando has pecado contra alguien), una confrontación (cuando alguien ha pecado contra ti), reírte bien fuerte de ti mismo (cuando te das cuenta de que estás de mal humor solo porque tu orgullo ha sido herido).

Contrarresta el pecado con la verdad

La manera de ganarle al error, el tipo de error que lleva al mal humor, es contrarrestarlo con la verdad. La verdad siempre es más poderosa que el error. El problema con el mal humor es que es muy, muy difícil razonar contigo mismo para salir de él. En tu mal humor necesitas actuar de manera contraria a cómo te sientes. Cuando te sientas malhumorado, es el momento de actuar de manera veraz y con gozo, y de confiar en que tus sentimientos seguirán a tus acciones. Algunos pueden hacer esto simplemente meditando en lo que es verdadero. No obstante, para muchos otros, se necesita ayuda adicional y tenemos ayuda: una combinación poderosa es la verdad más la música. Es una combinación que puede fácilmente cambiar el corazón en una nueva dirección. Entonces, ¡canta! Canta sobre lo que es verdadero: de Dios, del Evangelio y de la obra de Cristo. Y después actúa de manera piadosa y verdadera.

El pecado del mal humor, como cualquier otro pecado, es un tema del corazón. Nuestra tentación es siempre lidiar con las manifestaciones en lugar de la raíz. La mejor y más duradera manera de vencer ese mal humor es ir siempre al corazón y tratar con la raíz más profunda.

Este artículo fue publicado originalmente en Tim Challies.
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Por qué Satanás odia a tu familia
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Por qué Satanás odia a tu familia

La familia está bajo ataque. Como cristianos, estamos acostumbrados a escuchar sobre divorcio, pornografía, matrimonio homosexual y muchos otros problemas morales. ¿Has considerado cuántos de estos asuntos morales están directamente relacionados con la familia? Si nos fijamos, veremos que la noción misma de familia, tal como la Biblia la describe, está bajo un fuerte ataque sostenido. Eso significa que tu familia está bajo ataque.

Sabemos que una noción claramente cristiana de familia es crucial para criar a nuestros hijos en la disciplina e instrucción del Señor. Sin embargo, hay más en juego que criar a la siguiente generación de cristianos. La familia es crucial en al menos otras dos formas: nos enseña verdades fundamentales de la fe cristiana y sirve como un modelo importante de ministerio. Permíteme explicarlo. 

Dios nos enseña mediante la familia 

Dios usa la familia para enseñarnos. Existen varias áreas de la vida y de la doctrina cristianas que Dios elige explicarnos por medio de metáforas, y una muy común es la familia. Hay partes de la vida y de la doctrina cristianas que solo podemos entender correctamente si primero entendemos la familia como Dios la creó y el propósito que le dio.  

Dios usa la familia para enseñarnos de su naturaleza. La relación entre padres e hijos es un destello distante de las relaciones dentro de la Deidad y, en especial, de la relación de la primera persona de la Trinidad con la segunda: Dios Padre y Dios Hijo. Solo podemos describir y entender la relación de Dios Padre con Dios Hijo si entendemos la relación de los padres terrenales con los hijos terrenales. Si Satanás puede distorsionar o destruir la familia, puede distorsionar y destruir nuestra habilidad para entender la naturaleza trinitaria de Dios. 

Dios usa la familia para enseñarnos su Evangelio. Dios nos dice que cuando nos justifica por la fe en Jesucristo, Él nos adopta como sus hijos e hijas. Por lo tanto, sabemos que la relación de los padres con sus hijos no es fortuita ni insignificante, no es una mera parte del plan de Dios para su pueblo. Por el contrario, la relación de los hijos que son traídos a la familia de sus padres está diseñada para enseñarnos sobre nuestra relación con Dios y sobre la intimidad de nuestra relación con Él. Si Satanás puede distorsionar o destruir la familia, puede distorsionar y destruir nuestro entendimiento del Evangelio. 

Dios usa la familia para enseñarnos acerca de su iglesia. Pedro llama a la iglesia «la familia de Dios» (1P 4:17, NVI) y Pablo se refiere a ella como «la casa de Dios» (1Ti 3:15). Como cristianos, pertenecemos a la misma familia porque estamos unidos unos a otros por nuestra adopción como hijos e hijas del mismo Padre. Es precisamente porque somos hijos e hijas del mismo Padre que los cristianos se refieren unos a otros como «hermanos» y «hermanas». Si Satanás puede distorsionar o destruir la familia, puede distorsionar y destruir nuestro entendimiento de la iglesia. 

¿Lo vas percibiendo? Para comprender la naturaleza de Dios, el Evangelio de Dios y la iglesia de Dios, primero debemos comprender la familia. Cuando un padre abandona a su familia, las metáforas se distorsionan. Cuando una familia tiene dos padres y ninguna madre, las metáforas se distorsionan. Incluso cuando una pareja cristiana decide no tener hijos por motivos egoístas, las metáforas se distorsionan. Sin embargo, una familia sólida, basada en la Escritura, sirve como una imagen poderosa de todas estas verdades. 

Cómo una familia puede ministrar

Tu familia está bajo ataque debido a todo lo que representa. Tu familia también está bajo ataque debido a lo que hace. Dios diseñó a tu familia para que sirva como un tipo de ministerio para la iglesia y el mundo. 

La familia ministra a la iglesia local. Puesto que la iglesia es fundamentalmente una familia espiritual, aprendemos a funcionar como tal al observar el modelo de las familias saludables. Esto significa que edificar familias sólidas y bíblicas es esencial para la vida y la salud de la iglesia. Cuando Pablo le explicó a Timoteo cómo relacionarse con otras personas en la iglesia, le dijo que se relacionara con los ancianos como padres, con las ancianas como madres y con las más jóvenes como hermanas. Le señaló que observara a la familia y se comportara como se comporta una familia. Cuando Pablo le habló a Timoteo sobre los líderes de la iglesia, le dijo que sería capaz de reconocer a los ancianos de la iglesia al buscar hombres que sean buenas figuras de padres terrenales (ver 1Ti 3:4-5). Si un hombre es capaz de supervisar y gobernar su propia casa, bien puede estar preparado para supervisar y gobernar la iglesia, debido a que ambas tareas dependen de muchos de los mismos talentos y habilidades. Por lo tanto, la familia ministra a la iglesia enseñándole cómo sus miembros se relacionan entre sí (¡como hermanos y hermanas!); enseñándole a reconocer los líderes (¡los buenos padres!), e incluso enseñándole un poco de cómo es Dios (¡los mejores padres, pero infinitamente más!). 

La familia ministra al mundo. La familia también ministra al mundo. Fue el deseo de Dios que todos estuviéramos preparados, al menos en alguna medida, para escuchar el Evangelio. Él diseñó la familia para que fuera un modelo universal de algunas de las verdades más profundas y preciosas sobre quién es Él y lo que está realizando en este mundo: Él es Padre; quiere adoptarnos como sus hijos; los cristianos son hermanos y hermanas. Las familias saludables y centradas en la Biblia son una parte crucial para el pre-evangelismo, son una manera de presentar a todos en el mundo las categorías básicas por medio de las cuales pueden entender la fe cristiana. Si perdemos o distorsionamos la noción de padre, si perdemos o distorsionamos la noción de padres, si tomamos a la ligera la noción de hermano y hermana, perdemos los conceptos mismos que nos permiten explicar quién es Dios y lo qué está haciendo. 

La familia nos enseña sobre la naturaleza de Dios, su Evangelio y su iglesia, y la familia ministra tanto a la iglesia como al mundo. Por tanto, no es de extrañar que Satanás siempre esté atacando a la familia y no se detendrá ante nada para atacar a tu familia. Si puede destruir la familia, puede destruir estas metáforas y estos ministerios tan poderosos. Si puede distorsionar o destruir la familia, puede opacar el Evangelio para aquellos que aún no son salvos. 

Cuando los propósitos de Satanás son claros, el desafío para el cristiano también lo es: necesitamos edificar familias cristianas claramente sólidas, vibrantes, basadas en la Biblia y centradas en el Evangelio como una parte esencial para proteger nuestra fe y vivirla. 

Este recurso fue publicado originalmente en el blog de Tim Challies. Traducción: Marcela Basualto
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¿Los pastores jóvenes deben preferir iglesias grandes o pequeñas?
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¿Los pastores jóvenes deben preferir iglesias grandes o pequeñas?

Supongamos que a un pastor joven, ambicioso, entrenado en el seminario y piadoso, se le da la posibilidad de elegir entre una iglesia grande y una pequeña como su primer cargo. ¿Cuál debería preferir? ¿Cuál debería priorizar? Theodore Cuyler tomó esta pregunta en su libro How To Be a Pastor [Cómo ser pastor], escrito a principios del siglo XX. Su respuesta es directa y su lógica fascinante. Vale la pena considerarla hoy. «Respondo sin titubear: la iglesia pequeña». No tiene pelos en la lengua ahí, ¿cierto? Él ofrece una triple defensa de su postura. La primera es simplemente el ejemplo de la historia de la iglesia. Él muestra que algunos de los grandes pastores han tenido comienzos pequeños (Chalmers en el pequeño Kilmany; Guthrie en el humilde Arbirot; McCheyne en una pequeña comunidad en Dundee). Cuyler mismo, aunque en ese tiempo pastoreaba una de las iglesias presbiterianas más grandes en Estados Unidos, había comenzado en las más humildes circunstancias. Hay un buen respaldo histórico para su postura. La segunda le recuerda al futuro pastor el valor de las almas individuales, ya que un pequeño cargo les da a los nuevos ministros una mejor oportunidad de estudiar a las personas. Debido a que su iglesia estará compuesta por menos personas, él podrá dedicar suficiente tiempo y atención a cada una de ellas. «El estudio más provechoso para todo ministro, después de la Biblia, es el carácter humano», insiste Cuyler. «La desgracia que acompaña a tantos de nuestros jóvenes ministros en estos días es que ellos saben más de libros que de naturaleza humana». Si eso era cierto en el tiempo de Cuyler, sin duda es igualmente cierto hoy. Hay muchos pastores jóvenes que saben mucho sobre doctrina y principios de liderazgo, pero tienen poco conocimiento sobre las personas, sus dificultades, sus complejidades. En una iglesia pequeña, un pastor podrá llegar a conocer (realmente conocer) a su congregación y el valor de cada una de las almas. Mientras que en una iglesia de una gran ciudad él podría predicarle a masas anónimas, en una pequeña iglesia de campo él les predicará a personas que conoce bien. «Para mí, una multitud es un objetivo inspirador al cual predicarle; el alma de una persona que ha llegado a ser un contacto conocido y vivo es un personaje inspirador a quien predicarle».  La tercera de su argumento es que un pequeño cargo dará al novato un tiempo más ininterrumpido para estudiar y pensar. Aunque hay excepciones, él insiste en que poco trabajo grandioso viene de tremendos pastorados. Él apunta a Edwards, Bunyan y Hodge, ninguno de los cuales pudo haber preparado sus grandes obras de teología si hubieran estado pastoreando grandes iglesias con toda la responsabilidad asociada. Aquellos que sí tienen éxito en grandes iglesias a menudo lo tienen por el fundamento establecido en sus primeros y más tranquilos años de ministerio. «Un ministro joven debe aprender a usar sus herramientas. Él debe aprender a cómo pensar y a cómo plantear sus pensamientos en la forma más efectiva». Mientras que la experiencia con el tiempo podría permitirle preparar grandes sermones en el mínimo tiempo, eso solo será posible si, en los primeros años, él es extremadamente diligente en el estudio de la Biblia y en perseguir el arte y la destreza de la predicación. «Una pequeña iglesia puede ofrecerle la mejor oportunidad para establecer fundamentos buenos, amplios y sólidos por medio de la meditación y estudio profundos de la Palabra, de libros fecundos, y del estudio profundo de la naturaleza humana».  Con el beneficio de un largo ministerio detrás de él, Cuyler ofrece ánimo a los jóvenes y ambiciosos que podrían ser tentados a pensar que pueden hacer el mayor bien frente a las más grandes congregaciones. 
Jóvenes hermanos, cuando sepan que ya están bien, no anhelen un llamado por un pueblo más grande y no pierdan un amanecer en el que ahora puedan estar en alguna modesta esquina pequeña de la vasta vid del Amo. Si tienen pan para llevarse a la boca, libros nutritivos para estudiar y almas inmortales que ganar para Cristo, sean agradecidos y aférrense a su trabajo. Hay tiempo suficiente para unirse al buey cuando has aprendido a cargar al ternero. Inclina toda tu fuerza sobre tu primer cargo, incluso si no tiene más de cien preciadas almas; y recuerda que una sola alma por la cual Jesús murió es una tremenda confianza. 
En otro discurso de Cuyler, él regresa a este tema, aunque sólo de manera breve y dice: «mi ministerio comenzó en una iglesia muy pequeña. Por eso estoy agradecido. Que ningún ministro joven codicie una gran parroquia al comienzo. El reloj que nunca se contenta con dar la una, nunca dará las doce».  Así que, joven pastor, ¿estás contento con dar la una? ¿Estás dispuesto a ministrar en oscuridad donde puedes llegar a saber lo que es pastorear preciadas almas, donde puedes establecer un fundamento firme de conocimiento y habilidad, donde puedas terminar la preparación que apenas comenzó el seminario? ¿Estás dispuesto a ser fiel en lo poco antes de esperar demostrar ser fiel en lo mucho?  Este recurso fue publicado originalmente en el blog de Tim Challies.
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Reseña: El pastor y su familia
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Reseña: El pastor y su familia

Lo admito, a veces me canso de escuchar todos los desafíos que enfrentan los pastores, sus esposas y sus hijos. ¿Es realmente la vocación de un pastor tan diferente de cualquier otra? ¿Realmente puede ser un desafío tal para el resto de su familia? ¿Será que los pastores sólo son un poco demasiado sensibles a todo esto? No he sido pastor por suficiente tiempo como para hablar con mucha autoridad. Sin embargo, después de haber vivido un par de años en esto, puedo al menos garantizar que la familia de un pastor sí enfrenta una serie de desafíos únicos, desafíos que son diferentes a los que afronta el dueño de un pequeño negocio o un empleado remunerado (he estado en ambas situaciones). El ministerio pastoral es un llamado difícil no sólo para un hombre, sino para toda su familia.  Brian Croft tiene una carga por los asuntos prácticos del ministerio pastoral y a menudo escribe en practicalshepherding.com. Él se asoció con su esposa, Cara, para escribir El pastor y su familia. Este es un libro que llama al pastor a la tarea de pastorear a su familia en medio de los desafíos del ministerio pastoral.  Sólo bastaron unas pocas páginas para que el libro me ayudara a captar algo de lo que debería ser obvio, pero que en gran medida se me había escapado hasta ahora. Gran parte de lo que hace único el desafío de un pastor de pastorear a su familia no procede de la iglesia, sino que de su propio corazón. En el capítulo simplemente titulado «El problema», Croft muestra que los pastores enfrentan exigencias internas de aprobación, apariencia, éxito y muchas más. Estas son expectativas que el pastor se impone a sí mismo y que pronto pueden tomar control de él y dominar su toma de decisiones. Las exigencias pronto se convierten en ídolos, cosas que prometen satisfacción y significancia. Pronto un hombre sacrificará a su familia y la descuidará con el fin de perseguir la satisfacción. «El problema no está en las demandas y presiones que afrontamos, sino en convertirlas en ídolos que nos hacen descuidar nuestra familia y deshonrar a Dios».  La solución es entender, apreciar y aplicar mejor la buena noticia de lo que Cristo ha logrado, y entender que nuestra significancia se encuentra en Él. «Los pastores en dificultad necesitan echar mano de dos aspectos del evangelio bíblico si quieren experimentar su poder: deben responsabilizarse del pecado que han cometido —reconocer su negligencia y fracaso— y deben descansar en la gracia que ofrece Cristo, confiando en los dones y promesas de Dios antes que en sus propios esfuerzos por conseguir lo que quieren y necesitan». Con el fundamento establecido, los Croft continúan escribiendo varios capítulos sobre la esposa y la familia del pastor. En la mayoría de los casos, Brian escribe el capítulo con Cara, quien agrega comentarios por aquí y por allá; sin embargo, en dos casos, Cara lidera el camino y deja que Brian agregue sus comentarios. Es un formato bastante efectivo que logra dos cosas: agrega la perspectiva y la sabiduría de una mujer, y también hace que el libro sea más aplicable para la esposa del pastor. Los Croft logran un buen equilibrio entre lo descriptivo y lo prescriptivo, entre lo que la Biblia manda y las sabias aplicaciones de esa verdad. Ellos abren su iglesia, su casa y sus familias lo suficiente como para darnos un destello de los principios en acción. Hay algunas partes del libro que me resultaron especialmente útiles: la sección sobre servir, animar y discipular a tu esposa; la sección sobre orar con y por tu esposa; las instrucciones prácticas para discipular individualmente a tus hijos; y los dos capítulos escritos por Cara, puesto que me ayudaron a entender mejor los desafíos a los que mi esposa se enfrenta o que pronto enfrentará.  A lo largo de toda la historia de la iglesia ha habido pastores (y es posible que conozcas a algunos de ellos) que han sacrificado a sus familias en el altar del ministerio. Demasiadas esposas descuidadas e hijos abandonados pueden testificar de hombres que una y otra vez escogieron el ministerio en lugar de su familia. Cada pastor puede testificar del poder de esta tentación, que es exactamente la razón por la que hay una necesidad tan urgente de El pastor y su familia. Este libro desafía a que los pastores cuiden primero y mejor a sus esposas e hijos, y cuidadosamente usa sabiduría bíblica para permitirles hacer exactamente eso. Es un libro que pretendo leer con Aileen y uno que recomiendo encarecidamente a todo pastor.

El pastor y su familia. Brian y Cara Croft. Editorial Portavoz, 176 páginas.


Esta reseña fue publicada originalmente en el blog de Tim Challies.
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¿Cuidamos a las ovejas o las usamos?

Algunas de mis descripciones favoritas y más desafiantes del ministerio pastoral se encuentran en el capítulo 20 de Hechos y en el discurso de despedida de Pablo a los ancianos de Éfeso. Aquí Pablo, el plantador y pastor, se despide de los ancianos de una iglesia a la cual ama. Y en el versículo 28 llega a lo que creo que es su descripción del corazón del ministerio pastoral. «Tengan cuidado de sí mismos y de toda la congregación, en medio de la cual el Espíritu Santo les ha hecho obispos para pastorear la iglesia de Dios, la cual Él compró con su propia sangre». Aquí Pablo nos cuenta sobre el llamado del pastor y, cuando lo hace, recurre a la metáfora de las ovejas y los pastores. El pastor es un obispo o pastor que pastorea un rebaño. En el corazón del ministerio se encuentra esto: el pastor está llamado a cuidar ovejas. Sin embargo, para el pastor es importante recordar —no sólo una vez, sino que una y otra vez— que las ovejas no le pertenecen. Él es simplemente un subpastor que trabaja en representación del Pastor Jefe. Este rebaño (estas ovejas) no le pertenecen al pastor ni existen para el pastor. Le pertenecen a Dios y existen para Dios. El pastor debe atenderlas y cuidarlas en representación de Dios. Cualquier otra manera en la que un pastor se relacione con sus ovejas y cualquier otra cosa que él haga por ellas, antes que todo eso, lo que él debe hacer primero es cuidarlas. No obstante, esto es lo que he estado meditando en las últimas semanas o incluso meses: la tentación para los pastores de usar a las ovejas en lugar de cuidarlas. Como viajo por todas partes, me encuentro con iglesias que parecen estar logrando cosas extraordinarias o al menos intentan lograr cosas extraordinarias. Muchas de ellas se han puesto algunos de esos tristemente famosos objetivos grandes, complicados y audaces. Han decidido plantar mil iglesias; quieren llegar a tener diez mil miembros; quieren enviar un misionero a cada país de la tierra. A menudo hay mucho que admirar aquí. Nuestras iglesias tienden a la indiferencia y esa apatía muchas veces puede abordarse con ambición. Mientras tanto, sabemos que el tiempo es corto y que la misión es urgente, por lo que hay una buena razón para una gran presión. Pero a veces he tenido que preguntarme: ¿realmente es la iglesia la que es ambiciosa o es el pastor? Algunas personas tienen una tremenda ambición y, con el fin de lograr tal ambición, necesitan recursos. El recurso que está más a disposición del pastor son las personas, personas que asisten a sus iglesias. Entonces, veo esta tentación para un pastor: usar a su congregación como el recurso o la materia prima a través de la cual él puede lograr sus propias ambiciones. Las ambiciones de un pastor podrían ser muy buenas y muy nobles. Esas ambiciones pueden movilizar a las personas para que se conviertan en parte de su rebaño y se unan a su misión. Sin embargo, me parece que el corazón del llamado del pastor, al menos como lo describe Pablo, no es movilizar personas ni utilizarlas, sino cuidarlas. Mi amigo Peter señala que en las manos de pastores decididos y ambiciosos, la congregación puede llegar a verse como animales de carga a los que hay que conducir más que como ovejas a las que hay que cuidar. Cada persona que se incorpora a la iglesia no es otra preciada oveja a la cual hay que cuidar, sino que otro recurso para utilizar. Conozco lo suficientemente bien al corazón humano para saber que es posible que un pastor se engañe a sí mismo al pensar que él está cuidando las ovejas al utilizarlas. Y sé demasiado bien que algunas ovejas son perfectamente bien cuidadas y están ansiosas para que las pongan manos a la obra y así lograr un gran objetivo. Pero aún así, creo que le corresponde a cada pastor preguntarse: ¿es posible que esos grandes objetivos sean en realidad sólo medios por los cuales me siento validado? ¿Estoy realmente cuidando las ovejas de Dios o las estoy usando como un recurso en un tipo de búsqueda de autorrealización? ¿Realmente estoy haciendo lo que es correcto a los ojos de Dios o estoy haciendo lo que me hace ver bien a los ojos de mis pares? Dios llama a cada pastor a cuidar de las ovejas. Haga lo que haga un pastor, él nunca puede arriesgar esa misión central. Existe un lugar para los objetivos ambiciosos, estoy seguro, pero deben venir después de que las ovejas hayan sido cuidadas apropiadamente, no antes. Si una iglesia tiene objetivos grandes, complicados y audaces para alcanzar a la comunidad o salvar el mundo, esa iglesia debe estar haciendo algo muy mal. Si la pasión de la iglesia se trata menos de cuidar a las ovejas que poner a las ovejas a trabajar, algo está mal. Cualquier otra cosa que la iglesia haga, como sea que lidere el pastor, nunca debe hacerse a costa del llamado central de cuidar las preciadas ovejas de Dios compradas con sangre.
Este artículo fue publicado originalmente en el blog de Tim Challies.
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Pastorear es mucho más que predicar
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Pastorear es mucho más que predicar

Hace un par de días, hice la pregunta: «¿cuidamos a las ovejas o las usamos?», y expresé mi preocupación por el hecho de que los pastores podrían tener la tendencia a desatender el cuidado de las personas en sus iglesias en favor de usarlas para cumplir su ambición personal. El llamado del pastor es cuidar a la iglesia de Dios, trabajar en representación de Dios para cuidar aquello que Dios más ama. Pero ¿cómo? ¿Cómo el pastor hace caso a este llamado? Pablo dice en Hechos 20:28 que los pastores deben «ten[er] cuidado de sí mismos y de toda la congregación [...]». El pastor cuida al rebaño al tener cuidado de sí mismo y de ellos.  El orden importa. Antes de que el pastor pueda hacer cualquier otra cosa, él tiene que tener cuidado de sí mismo. Él tiene que modelar todo lo que él llama a su iglesia a hacer, ser ejemplar en cuanto al carácter maduro cristiano. Él debe vigilar su propio corazón, su propia mente, su propia vida. Cuando vemos a pastores alejarse de la fe gracias a doctrinas falsas o naufragar en sus ministerios por sus vidas inmorales, podemos estar seguros de que en cada caso se debe a que fallaron en tener cuidado de sí mismos. El pastor que está teniendo cuidado de sí mismo está equipado y calificado también para tener cuidado del pueblo de Dios. En este pasaje, Pablo se refiere al pastor como «supervisor». Un pastor no sólo lidera sus ovejas para que pasten y se hidraten, sino que también las vigila para cuidarlas de todo daño. De manera similar, un pastor no sólo le ofrece a su congregación sustancia espiritual, sino que también cuidado y protección espiritual. Esto quiere decir que el pastor debe mantenerse alerta, servir como guardián, prestar cuidadosa atención a la congregación de la cual está a cargo. Esta es la pregunta que me ha estado desafiando: ¿puede un pastor cuidar a su rebaño si él no lo conoce? ¿Puede ser fiel a su cargo si no conoce realmente a sus ovejas? ¿Puede cuidar a todo el rebaño si no está familiarizado con sus vidas y desafíos individuales? Y aquí es donde me pregunto si en muchas iglesias reformadas, podríamos estar sobreenfatizando el ministerio pastoral de la predicación y subenfatizando el ministerio pastoral uno a uno (o el ministerio de consejería o el ministerio de la catequesis o cómo sea que quieras llamarlo). Ahora, por favor, no me malinterpretes: me encanta el énfasis en la predicación dentro de las iglesias reformadas. Me alegro de que estemos tan bien servidos por seminarios que enfatizan el entrenamiento de futuros predicadores, por conferencias y cursos que buscan perfeccionar a los predicadores ya existentes, y por los estantes llenos de libros sobre la tarea de la predicación. No tengo duda de que la predicación es una de las formas en que el pastor puede vigilar a su rebaño. No obstante, sí tengo dudas de que sea la única manera o incluso la más significativa. A menudo me llama la atención lo que dice Pablo en el versículo 20: «Bien saben cómo no rehuí declararles a ustedes nada que fuera útil, y de enseñarles públicamente y de casa en casa». Es ese ministerio «de casa en casa» en el que no dejo de pensar. Parece que Pablo estaba predicándole a la congregación reunida, pero también se juntaba con personas o familias. No creo que sea posible para un pastor vigilar a todo el rebaño sólo desde el frente del salón los domingos en la mañana. Tampoco creo que pueda liberarse fielmente de su responsabilidad al asegurarse de que la iglesia tenga un ministerio de consejería al cual él pueda referir a las personas que necesitan cuidado o al decirles que él está disponible para ellos si es que y cuando necesiten algo, o al enfatizar el ministerio de «unos a otros» en la iglesia, como si Efesios 4:12 le permitiera al pastor externalizar el cuidado pastoral de la congregación. Al final del día, creo que él puede tener cuidado fielmente de las ovejas sólo si está consistentemente buscándolas y estando con ellas. ¡Se podría decir que un pastor fiel huele a sus ovejas! Me desafío a mí mismo y a todo aquel que sea un anciano o pastor en una iglesia a considerar cómo podemos «ten[er] cuidado [...] de toda la congregación [...]». Nos desafío a asegurar que así como preparamos fielmente excelentes sermones expositivos por medio de los cuales alimentamos al rebaño, que también seamos fieles en buscar a las personas en nuestras iglesias, para que estemos teniendo cuidado del rebaño. Sólo podemos tener cuidado del rebaño al prestar cuidadosa atención al rebaño, y yo sugeriría que sólo podemos tener cuidado del rebaño cuando buscamos a cada miembro, preguntándoles sobre el estado de sus almas, orando por sus preocupaciones individuales, animándoles donde veamos evidencias de la gracia de Dios, aconsejando sus necesidades únicas, ayudándoles a obtener conocimiento donde son ignorantes y a obedecer donde son desobedientes. Así como cumplimos nuestro ministerio al ministrar la Palabra de Dios a la congregación reunida los domingos en la mañana, cumplimos nuestro ministerio al ministrar la Palabra de Dios a personas a lo largo de la semana. Pastor, ten cuidado de ti mismo. Asegúrate de que tu vida esté libre de pecado e hipocresía y que tu doctrina esté libre de daño y error. Y entonces vigila a cada una de estas preciadas personas compradas por la sangre del mismo Dios y confiadas a tu cuidado. Prepárate para dar cuenta de cada una de ellas, a las que les enseñaste fielmente cuando se reunían y que fielmente cuidaste como personas mientras Dios te llamó a supervisarlas. Este recurso fue publicado originalmente en el blog de Tim Challies.
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Por qué debemos enfatizar el carácter de un pastor por sobre sus capacidades
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Por qué debemos enfatizar el carácter de un pastor por sobre sus capacidades

El Nuevo Testamento expone clara y repetidamente, y sin complejos los requisitos para ser un pastor. Lo que es extraordinario, pero a menudo tan ignorado es esto: los pastores son llamados y calificados para el ministerio, primeramente, no por su talento puro, sus capacidades finamente perfeccionadas ni sus grandes logros, sino que por su carácter piadoso. De todos los muchos requisitos expuestos en el Nuevo Testamento, hay sólo uno de ellos relacionado a las capacidades (él debe tener la capacidad de enseñar a otros) y uno relacionado a la experiencia (él no debe ser un recién convertido). El resto de los casi 20 requisitos se basan en el carácter. Lo que califica a un hombre para el ministerio no es primeramente el logro o la capacidad, sino el carácter. No hay manera de enfatizar esto con demasiada fuerza o con demasiada frecuencia. Lo digo realmente en serio: no hay manera de sobreenfatizar la primacía del carácter. Bastantes de los problemas que vemos en la iglesia global y local hoy son causados por fallar en tener cuidado con este simple principio. A tantos cristianos se les puede ahorrar tanto trauma si tan sólo sus iglesias se rehusaran a poner a un hombre en el liderazgo que carece de carácter. A muchas congregaciones se les evitaría tanto dolor si tan sólo removieran a los hombres que demuestran no tener el tipo de carácter que Dios exige. Esta falla en prestar atención a lo que Dios deja claro es una terrible desgracia sobre la iglesia cristiana. Desde una perspectiva humana, no es difícil entender por qué la iglesia se equivoca en esto. Naturalmente, nos atraen las personas con un carisma excepcional y con un talento sobresaliente. Nos encanta escuchar a comunicadores naturalmente talentosos y ser liderados por líderes expertos. Nos regocijamos en disfrutar la gloria residual de hombres respetados y de sus notables logros. Nos convencemos a nosotros mismos de que nuestra medida de éxito es una prueba innegable de la bendición de Dios. Estamos dispuestos a pasar por alto el carácter con tal de obtener resultados. Quizás necesitamos preguntarnos por qué es que Dios valora tanto el carácter. ¿Por qué es que Dios le confía a su iglesia a hombres de carácter en lugar de a hombres de talento o logros? ¿Por qué Él preferiría que su iglesia sea liderada por hombres corrientes en lugar de hombres exitosos? ¿Por qué Él escogería un hombre poco distinguido, pero honorable en lugar de uno talentoso que es conocido y celebrado por sus muchas capacidades? Por una parte, mientras que cualquier hombre puede enseñar lo que la Biblia dice, sólo un hombre de carácter puede vivir lo que la Biblia exige. Sólo él puede vivir de una manera que sea respetable y digna de imitación. El pastor que lleva a cabo un asunto ilícito no tiene el derecho de llamar a su congregación a la pureza, no importa qué haya logrado en la vida. El pastor que es tacaño ha perdido su derecho a instruir a otros hacia una vida de generosidad, incluso si puede predicar un sermón poderoso. El pastor cuya vida se está desmoronando bajo el peso de su depravación no tiene autoridad para decir: «sean imitadores de mí». Por otra parte, el pastor que es conocido como un hombre de una sola mujer sirve como modelo de amor y afecto. El pastor que vive de manera sencilla y da con generosidad puede mostrar lo que significa ser liberado del amor al dinero. El pastor cuyo liderazgo muestra bondad y humildad puede decir: «sigan mi ejemplo». Un pastor debe liderar a su iglesia al establecer la dirección y al tomar decisiones, pero antes debe modelar piedad. La piedad es un asunto de carácter, no de logros.  Y hay más. La Biblia llama a todos los líderes a mirar el ejemplo de Jesucristo y a aprender el liderazgo de Él. Sólo un hombre de carácter es capaz de liderar así como Cristo lo hizo. Jesús lideró con amor, lideró a costa de su propia comodidad, lideró como un siervo que se humilló a sí mismo ante aquellos que lo seguían. Antes de ser un hombre de logros, Él fue un hombre de carácter. Fue su amor a la ley de Dios y su sumisión a la voluntad de Dios lo que lo hizo un líder perfecto. El pastor que carece de carácter inevitablemente liderará de manera egoísta en lugar de hacerlo desinteresadamente, se preocupará más de su reputación que de la piedad de su congregación. El pastor que es seleccionado en relación a sus logros no se detendrá ante nada para acumular más y mayores trofeos y galardones. No obstante, el pastor con un profundo carácter cristiano sufrirá daños para proteger a aquellos a quienes ama, él soportará pruebas para hacer lo que les beneficia. El hombre de carácter liderará como Jesús. Y luego está esto: la debilidad humana proporciona el telón de fondo perfecto para desplegar la fortaleza divina. Como Jesús dijo: «Te basta mi gracia, pues mi poder se perfecciona en la debilidad». El hombre que es fuerte tenderá hacia la autosuficiencia. En lugar de descansar en Dios, él podría depender de su talento natural, su capacidad inherente, sus ventajas innatas. El hombre de capacidad sobresaliente puede mantener la atención de una audiencia incluso con un mensaje sin sentido. El hombre de carisma excepcional puede liderar hacia la dirección que él quiera y las personas lo seguirán. Sin embargo, escucharán sólo para su propio entretenimiento y seguirán su propia destrucción. Es el hombre de carácter el que sabe que ese talento, capacidad y destreza deben encomendarse completamente a Dios. Es el hombre de carácter el que no pone su confianza en el mensajero, sino que en el mensaje. Es el hombre de carácter quien clama a Dios en su debilidad y ruega que Dios despliegue su fuerza. Puesto que él no depende de su habilidad humana, él debe depender del poder divino. Y el Evangelio brilla a través de su debilidad. Estoy seguro de que existen muchas más razones que podemos dar, pero el punto es claro: cuando se trata de los hombres que van a liderar su iglesia, Dios valora el carácter muchísimo más que los logros Cuando se trata de pastores, Dios pasa por alto a los hombres de gran talento y logros para llamar a hombres de carácter. Nosotros debemos hacer lo mismo.
Este recurso fue publicado originalmente en el blog de Tim Challies.
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La perspectiva de un esposo sobre el cuerpo posparto
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La perspectiva de un esposo sobre el cuerpo posparto

Leí con pena, pero no con sorpresa, un reciente artículo en Risen Motherhood. En «The Gospel Frees Us From Shame: Embracing Sexual Intimacy with a Postpartum Body» [El Evangelio nos libera de la vergüenza: abrazando la intimidad sexual con un cuerpo posparto], Lauren Washer escribe sobre una experiencia que es común entre mujeres que han dado a luz a uno o más hijos. «Nunca pensé que mis sentimientos hacia la intimidad sexual cambiarían tan drásticamente después de tener bebés. Sin embargo, con cada embarazo y cada kilo extra en mi cuerpo, lucho con creer que mi esposo me desea».  Y continúa explicando por qué ella lucha con creer esto.
Nuestra cultura nos dice que las mujeres deben tener abdómenes planos y piel sin defectos. Sentimos la presión de ganar sólo unos kilos durante el embarazo y de deshacernos de ellos inmediatamente después de dar a luz. Cuando vemos imágenes perfectamente estilizadas de celebridades sosteniendo a sus bebés de sólo días, es tentador creer que eso es normal. Entonces, cuando nosotras volvemos a casa del hospital con nuestros pantalones de yoga y ropa interior posparto, comenzamos a sentir que algo anda mal. A medida que pasan los días y las semanas, y las estrías, las panzas blandas y las ojeras permanecen, podemos encontrarnos a nosotras mismas sintiéndonos indignas de afecto físico huyendo de la intimidad sexual con nuestros maridos.
Si esta experiencia no es universal, estoy seguro de que al menos es muy común. Por esa razón, me alegra que Washer la aborde, y que lo haga a la luz del Evangelio, que lidia tan acertadamente con la vergüenza. No obstante, me gustaría tomar un rumbo ligeramente distinto al hablar en nombre de los esposos. Por supuesto, no puedo hablar en nombre de cada esposo, pero espero hablar en nombre de algunos y entregar una perspectiva de un esposo sobre el cuerpo posparto de una esposa. (Y, para eso, envié este artículo a varios amigos hombres que en general estuvieron de acuerdo con lo que dije).

Entiendo por qué

Entiendo por qué una esposa puede creer que su esposo no la encuentra deseable, o al menos tan deseable como lo era antes, después de haber estado en cinta. En realidad, tiene bastante sentido. Sea lo que sea que una novia joven descubra sobre su marido en los primeros días de matrimonio, sin duda es que él es extremadamente visual y que obtiene un gran gozo y satisfacción al deleitarse con sus ojos en ella. Un joven esposo se deleita naturalmente con el cuerpo de su esposa y, como Salomón en su famoso Cantar, disfruta diciéndole lo que encuentra particularmente deleitable. Cuando esta pareja es joven, libre y está desnuda, él podría comentar sobre lo plano de su abdomen, la forma de sus pechos, la envergadura de sus curvas o la perfección de cualquier parte de ella. Quizás él no use exactamente el lenguaje del cuarto capítulo de Cantar de los Cantares (y, de hecho, en realidad, no lo recomiendo), pero sin duda él ha permitido que sus ojos se detengan en cada parte de su cuerpo, desde la cabeza hasta la punta del pie, y que cante alabanzas de lo que ha visto. No obstante, un par de años y un par de bebés después, ese cuerpo no es lo que una vez fue. El abdomen ya no es tan plano y tonificado como solía ser y ahora podría tener profundas estrías y feroces cicatrices del bisturí del cirujano. Los pechos ya no tienen la forma que una vez tuvieron, las curvas ya no son tan curvilíneas. Y la esposa, que no es boba, tiende a atar cabos: «las mismas cosas que una vez lo atraían ya no son tan atractivas. Por lo tanto, ya no debe encontrarme atractiva. Debe estar decepcionado. Incluso lo podría repeler». Ella siente vergüenza y esa vergüenza puede tener consecuencias: Los días en los que halaga mi apariencia o insinúa su deseo por intimidad sexual, por dentro pongo mis ojos blancos, cuestiono la verdad detrás de sus palabras y a veces arranco. No obstante, por otro lado, si no me presta especial atención cuando me pongo un nuevo vestido o si se queda dormido antes que yo al final del día, interpreto su comportamiento como desinterés y falta de deseo por mí. En ambos casos, soy presa de mis sentimientos de vergüenza que me dicen que la apariencia de mi cuerpo ya no me hace digna de amor, deseo o atención.

¿Qué debe creer una esposa?

Entonces, ¿qué debe creer una esposa sobre la relación de su marido con su cuerpo posparto? Ella debe creer que el placer y el deseo que él siente por su cuerpo no han disminuido por lo que ha soportado; al contrario, aumentó. Él no resiente las imperfecciones, sino que las atesora. Quédate aquí mientras intento explicarme. Cuando un esposo y una esposa se casan, cuando los dos se convierten en uno, comienzan una historia juntos. Esa historia se cuenta a través de experiencias compartidas, éxitos y fracasos compartidos, adoración compartida, momentos compartidos y secretos compartidos. En lo que concierne al cuerpo posparto, esa historia se cuenta a través de la carne e hijos compartidos. El cuerpo de la esposa cuenta una parte significativa de esa historia, la historia de ambos. Un esposo amoroso contempla el cuerpo de su mujer y ve recordatorios de su vida compartida (recordatorios que sólo su cuerpo ha registrado). Esa estría sobre la panza cuenta la historia de un embarazo y los llama a recordar los dulces momentos en los que estaban recostados en el sofá juntos, la cabeza de él sobre la panza descubierta de ella, cantándole dulcemente a la pequeña vida dentro de ella. ¿Será un niño? ¿Será una niña? ¿Qué nombre le pondremos? Esa cicatriz de cesárea cuenta la historia de un temor repentino, una cirugía de urgencia, un parto seguro y un gran regocijo. Esos pechos, que puede que ya no sean lo que una vez fueron, cuentan la historia de la vida, porque qué hombre no se ha maravillado al ver a un bebé amamantar, obteniendo sustento de su madre. Esas historias son tan buenas y no pueden contarse al margen del cuerpo posparto. De esta forma, hay una ternura en la manera en que un esposo maduro contempla el cuerpo posparto de su esposa, en la manera en que mira su desnudez. Cuando él era joven, hizo el amor apasionadamente con una casi desconocida y aunque en aquel momento estaba enamorado de su cuerpo, a penas lo sabía porque apenas la conocía a ella. No obstante, ahora, tiernamente hace el amor con una compañera íntima y una amada amiga con un cuerpo que es tan familiar. Sus líneas son sus líneas, sus cicatrices son sus cicatrices, tanto de él como de ella. En algún punto en la marcha del tiempo, la belleza de un joven cuerpo dio paso a la belleza mucho mayor de una vida compartida, un alma compartida. Las cosas que una vez le atraían podrían haberse desvanecido, estirado o estropeado, pero han dado paso a algo mejor, algo más profundo. Él conoce ese abdomen, él conoce esos pechos, él conoce cada parte. Ese cuerpo posparto es la historia íntima oculta de sus vidas compartidas. Sus secretos son sólo para ellos. Su piel son las páginas y sus cicatrices las palabras de las historias que sólo ellos conocen. Sí, el cuerpo se ha estropeado a medida que se desarrollaban las historias, pero no, él no lo cambiaría por ninguna cosa del mundo. A medida que él desliza su dedo delicadamente a lo largo de las líneas y las cicatrices, él sabe que ella sacrificó voluntariamente su jovial cuerpo por esto, para que pudieran disfrutar la bendición de tener hijos juntos. Él la honra por ese sacrificio. Él atesora su cuerpo por ese sacrificio. Por lo tanto, ¿cómo un esposo contempla el cuerpo posparto de su esposa? Con asombro, pues se le ha dado acceso voluntariamente a ese cuerpo tantas veces: para mirarlo, para tocarlo, para disfrutarlo. Con ternura, sabiendo que cuenta la historia de gran parte del viaje que han hecho juntos. Con gratitud, reconociendo que ella ha sacrificado su cuerpo para que pudieran disfrutar la emoción de un embarazo, la alegría de los hijos y las bendiciones de la familia. Y con deseo, aún anhelando experimentar y aumentar la intimidad que los ha atado por todos estos años. Él atesora cada marca y cada línea como si fueran suyas. Puesto que en la sagrada unidad del matrimonio, le pertenecen. 
Este artículo fue publicado originalmente en el blog de Tim Challies.
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Reseña: Dinero, deuda y finanzas
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Reseña: Dinero, deuda y finanzas

Existen algunos temas que sólo son relevantes para algunos cristianos y unos pocos temas que son relevantes para todos. Uno de esos temas universales son las finanzas, puesto que a cada uno de nosotros se nos ha confiado dinero y necesitamos aprender a administrarlo bien. Cada uno de nosotros es responsable por las maneras en que manejamos nuestro dinero y por las maneras en que lo manejamos mal. Aunque los cristianos están bien servidos con libros sobre el tema, siempre nos podemos beneficiar de más, debido a que con el tiempo nuestras preguntas y preocupaciones tienden a cambiar. Jim Newheiser es un consejero de muchos años que también se autoproclama «adicto a las finanzas». Desde su juventud, le ha interesado el dinero y las finanzas y, en su carrera ministerial, a menudo ha tenido que aconsejar a personas respecto al tema. Esa larga pasión finalmente se ha materializado en su nuevo libro, Dinero, deuda y finanzas: preguntas comunes; respuestas bíblicas. Él tiene tres objetivos principales: entrenar a cristianos para glorificar a Dios con sus finanzas (el cual es un objetivo mayor y mejor que entrenar personas para estar libres de deudas o para que sean ricas); presentar sabiduría financiera que esté fundamentada en una exégesis bíblica fiel y enraizada en teología sana, y ser un referente para que personas y consejeros descubran las respuestas de la Biblia y las apliquen a problemas y preguntas financieras contemporáneas comunes. El libro se divide en cinco partes, cada una de las cuales contiene una serie de preguntas y respuestas. Por ejemplo, la parte 2 se llama «Adquisición del dinero» y responde preguntas como: «¿cuál es la clave del éxito en tu vocación»; «¿cuáles son formas ilegítimas de ganar dinero?», y «¿deberían los cristianos participar en organizaciones de marketing multinivel?». La parte cinco se llama «Preparación para el futuro» y aborda temas como: «¿Cuáles son algunos de los malentendidos más comunes sobre la preparación de tu futuro financiero?»; «¿cuáles son los principios generales para invertir?», y «¿cómo puedes prepararte para el final de tu vida?». Hay 41 preguntas y respuestas en total y abarcan una gran variedad de temas. Juntos constituyen una teología práctica y sólida del dinero y las finanzas, y ofrecen el tipo de guía que ayudará a los cristianos a convertirse en fieles administradores de lo que Dios les ha provisto. Los lectores que no son estadounidenses podrían notar que hay unas pocas cosas—y gracias a Dios sólo unas pocas— que podrían no aplicarse más allá de los límites de los Estados Unidos (como el hecho de que el interés hipotecario sea deducible de impuestos). Cualquier libro cristiano sobre este tema enfrenta un desafío: tiene que lidiar con principios atemporales y aplicaciones contemporáneas: asuntos que trascienden al tiempo y al contexto y aquellos que están inexorablemente vinculados a un tiempo y a un contexto en particular. Dinero, deuda y finanzas alcanza justo el equilibrio correcto. Distingue cuidadosamente entre lo que la Biblia les dice a todas las personas en todo tiempo y lo que dice a ciertas personas en un tiempo determinado. Por esa razón y muchas más me complace recomendarlo.

Dinero, deudas y finanzas: preguntas comunes; respuestas bíblicas. Jim Newheiser. Poiema Publicaciones, 368 páginas.


Esta reseña fue publicada originalmente en el blog de Tim Challies.
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Siete cosas que tu iglesia necesita de ti
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Siete cosas que tu iglesia necesita de ti

No hace mucho tiempo, tuve la oportunidad de hablar en una reunión de jóvenes adultos de varias iglesias de nuestra ciudad. Decidí hablar sobre cómo cualquier cristiano (no sólo jóvenes adultos) puede mejorar y fortalecer a una iglesia. Estas son algunas de las cosas que sugerí: siete cosas que tu iglesia necesita de ti. Tu iglesia necesita que…

…seas humilde

No existe rasgo de carácter más importante que la humildad. Aunque la humildad no nos es natural a ninguno de nosotros, puede aprenderse, porque la humildad no es un sentimiento ni una actitud, es una acción. Si quieres aprender a ser humilde, necesitas actuar con humildad. Estos son tres rápidos consejos para llegar a ser humilde:
  • Busca cristianos maduros que ejemplifiquen la humildad y pasa tiempo con ellos. Aprende de ellos y aprende a ser como ellos.
  • Ofrécete como voluntario para las tareas más modestas. No pidas estar ante el ojo público cuando sirvas, sino que conténtate con estar atrás. Encuentra alegría al hacer los trabajos más modestos, y hazlos en el momento y el lugar en que sólo Jesús pueda verlos. 
  • Conoce a Jesús. Fue Jesús quien dijo: «cualquiera que se engrandece, será humillado, y cualquiera que se humille, será engrandecido» (Mt 23:12). Y fue Jesús quien se humilló a sí mismo hasta lo más bajo y fue exaltado hasta lo sumo.

…priorices la iglesia

Toda iglesia tiene miembros que no priorizan las reuniones públicas de la iglesia. Estas son las personas que sólo asisten a la iglesia cuando les conviene y dan cualquier excusa para no asistir un día o a un servicio. Toda iglesia necesita desesperadamente miembros que hagan de las reuniones públicas una prioridad. Hoy es el día para comenzar a elevar la importancia de la iglesia en tu vida. Déjame darte dos razones:
  • En primer lugar, necesitas a tu iglesia. Dios te hizo parte de tu iglesia para tu bien. No puedes vivir solo. No eres lo suficientemente fuerte, no eres lo suficientemente sabio, no eres lo suficientemente maduro, no eres lo suficientemente piadoso. Sin los hermosos medios ordinarios de gracia que encuentras en la iglesia, no lo vas a lograr. Sin el apoyo de tus hermanos y hermanas, no lo vas a lograr.
  • En segundo lugar, tu iglesia te necesita. Dios te hizo parte de tu iglesia para el bien de los demás. Primera de Pedro 4 dice: «[...] cada uno ha recibido un don especial, úselo sirviéndose los unos a los otros como buenos administradores de la multiforme gracia de Dios». Dios te ha dado dones para ser parte de tu iglesia, y esos dones deben usarse para el bien de otras personas. Entonces, prioriza la iglesia como una expresión de generosidad hacia los demás.

…consideres darle un día a Dios

¿Por qué no consideras apartar un día completo de la semana para dedicárselo al Señor de manera especial? Creemos que la ley del Antiguo Testamento ha sido cumplida en Cristo, aunque hay cierto desacuerdo entre cristianos respecto a las implicaciones. No obstante, aun si crees que el mandamiento del sabbat ya no se aplica a nosotros, todavía tiene valor aprender de él. Cuando le das todo el día al Señor y a su pueblo, el domingo cambia por completo. Ahora no tienes que decidir si es que tienes que tomar esa clase o unirte a ese club que se reúne el domingo en la tarde. No vas a faltar a la iglesia durante la época de exámenes porque tienes que estudiar. No te vas a ir temprano para llegar a casa antes de que empiece el partido. Al contrario, estás dejando atrás todas las preocupaciones de la vida, e incluso muchos de los gozos de la vida, y dedicando un día completo para adorar, para la comunidad y para servir a los demás.

…vivas como cristiano toda la semana

Es bastante fácil ser cristiano en la iglesia, pero luego llegas a casa. Pero luego vas al trabajo. Pero luego vas a la escuela. Y ahí estás rodeado de personas que actúan de manera impía, o aún peor, estás solo con tus pensamientos y deseos. Sin embargo, tu iglesia necesita que vivas como cristiano toda la semana. Cada uno de nosotros enfrenta desafíos y diferentes tentaciones. No obstante, algo clave para vivir como cristiano a lo largo de toda la semana es pasar tiempo en la Palabra y en oración cada día. Haz de esto una prioridad, no importa cuán ocupado estés ni cuán alocada parezca la vida. Haz que esto sea algo que hagas sin importar lo mucho que hayas pecado y las pocas ganas que tengas de hacerlo. Ora día a día no sólo por ti, sino que por tu iglesia. Toma la guía telefónica de los miembros de tu iglesia y ora desde la A a la Z y, cuando termines, vuelve a empezar. Haz que tu vida devocional sea algo que hagas no sólo por tu bien, sino que por el bien de los demás.

…conozcas personas que no son como tú

Las iglesias son comunidades involuntarias: no podemos elegir quiénes vienen a ella, Dios lo hace. Por lo tanto, lo que tenemos que hacer es vivir con esas personas y aprender a amarlas, aunque sean muy diferentes a nosotros. «Pues así como en un cuerpo tenemos muchos miembros, pero no todos los miembros tienen la misma función, así nosotros, que somos muchos, somos un cuerpo en Cristo e individualmente miembros los unos de los otros». Si tu iglesia está dividida de manera que todos los adultos jóvenes están juntos y todos quienes son más mayores pasan tiempo juntos, o si todas las personas que tienen un acento se juntan y todas las personas que no tienen acento están juntas, eso hace una declaración sobre el Evangelio: que no es lo suficientemente grande y poderoso como para hacer que las personas realmente se amen las unas a las otras aun cuando sean diferentes.  Entonces, comprométete a conocer personas que no sean como tú. No hay razón por la que no seas capaz de decir que algunas de tus mejores y más cercanas relaciones son con personas que son muy diferentes a ti. 

…aprendas a ser generoso

Pocas cosas revelan mejor el corazón que el dinero. El dinero tiene una manera maravillosa de exponer lo que realmente crees y lo que realmente valoras. Sin importar quién seas o en qué etapa de la vida estés, no hay mejor momento que ahora para aprender a ser generoso con tu dinero. Esto es lo que dice la Biblia: «Que cada uno dé como propuso en su corazón, no de mala gana ni por obligación, porque Dios ama al que da con alegría». Debes dar y debes aprender a hacerlo con alegría. Estos son dos rápidos consejos:
  • Recuerda que no es tu dinero. El dinero le pertenece a Dios, Él sólo te lo da para que lo administres. Y Él quiere que lo administres bien y para su gloria.
  • Dale al Señor primero. Conozco personas que dicen que no pueden dar a la iglesia, pero compran un nuevo celular y llegan a la iglesia con un vaso de Starbucks cada semana. Eso no cuadra. Aprende a dar lo primero y mejor de tu dinero al Señor. Mientras más difícil parezca, más necesitas hacerlo.

…seas un gran miembro de la iglesia

Conviértete en alguien invaluable para tu iglesia y hazlo al servir a otros. Me encanta leer sobre Dorcas, la mujer que Pedro resucitó y que era descrita como «rica en obras buenas y de caridad» (ver Hch 9). «Cuando llegó [Pedro] lo llevaron al aposento alto, y todas las viudas lo rodearon llorando, mostrando todas las túnicas y ropas que Dorcas solía hacer cuando estaba con ellas». Dorcas era una gran miembro de la iglesia. Ella amaba tanto a las personas e hizo tanto bien que toda la comunidad lloraba cuando murió. ¿Sucedería lo mismo contigo? ¿Las personas de tu iglesia llorarán a medida que te recuerdan por todo el bien que hiciste a otros? Encuentra el lugar donde puedas servir a tu iglesia y sirve ahí sin fallar, sin excusas, sin requerir alabanza ni elogios. Hazlo por el bien de los demás y para la gloria de Dios.
Este artículo fue publicado originalmente en el blog de Tim Challies.
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Seis enemigos mortales del matrimonio
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Seis enemigos mortales del matrimonio

El matrimonio está bajo ataque; siempre lo ha estado. El mundo, la carne y el diablo, todos se oponen rotundamente al matrimonio y especialmente a los matrimonios que son marcadamente cristianos. El matrimonio, después de todo, es dado por Dios para fortalecer a su pueblo y glorificarse a sí mismo; no es de extrañar, entonces, que esté constantemente en un gran campo de batalla. Recientemente, he estado pensando sobre algunos de los principales enemigos del matrimonio cristiano y, en realidad, en los principales enemigos que veo atacar cautelosamente a mi propio matrimonio. Estos son seis enemigos mortales para el matrimonio y, en particular, para el matrimonio cristiano.

Descuidar los fundamentos

El enemigo del matrimonio que merece estar en el primer lugar de la lista es este: descuidar los fundamentos; descuidar los fundamentos bíblicos. La Biblia deja en claro que el matrimonio es una institución decretada por Dios y una institución que tiene el propósito de glorificar a Dios al exhibir algo sobre Él. El gran misterio del matrimonio es que la relación pactual de un esposo con su esposa es un retrato de la relación pactual de Cristo y su iglesia. El matrimonio es de Dios, sobre Dios, para Dios y por Dios, por lo que si descuidamos a Dios es bajo nuestro propio riesgo. Sólo cuando los fundamentos bíblicos están en su lugar es que somos capaces de comprender correctamente cómo un esposo y una esposa deben relacionarse, cómo deben tomar sus roles separados y cómo deben buscar darle gloria a Dios tanto individualmente como en pareja. Construir el matrimonio sobre cualquier otro fundamento es descuidar la roca en favor de construir sobre la arena. 

Descuidar la oración

La oración es nuestro sustento, el medio a través del cual alabamos a Dios, expresamos nuestra gratitud, confesamos nuestro pecado y suplicamos ayuda. La pareja que ora junta está confesando ante Dios que son dependientes de Él, que no son capaces de florecer sin Él. La oración privada es esencial para la vida cristiana y la oración como pareja es esencial para el matrimonio cristiano. En ella, al arrodillarse junto a la cama o al sentarse junto a la chimenea, el esposo y la esposa se reúnen juntos con el Señor, alabándolo por su bondad y su gracia, confesando sus pecados contra Él y contra el otro, y rogando su sabiduría y ayuda. Cuando la oración cesa, la pareja está proclamando tácitamente que ellos pueden sobrevivir y florecer por su propia cuenta, que no necesitan la ayuda continua de Dios en cada momento. La ausencia de la oración es un gran enemigo del matrimonio.

Descuidar la comunidad

Otro gran enemigo del matrimonio es la falta de comunidad: la comunidad de la iglesia local. Satanás ama cuando él puede obligar a alguien a retirarse de la iglesia; cuánto mejor cuando puede alejar a una pareja o a toda una familia. Cuando un matrimonio se va de la iglesia o incluso se retira para sólo hacer lo mínimo, está dejando el lugar donde se supone que deben ver matrimonios saludables moldeados, donde pueden adorar juntos codo a codo, donde encontrarán amigos ante quienes pueden abrir sus matrimonios para que así ellos puedan ver y diagnosticar sus luchas. El matrimonio florece en el contexto de la iglesia local y se marchita fuera de ella.

Descuidar la comunicación

Así como Satanás quiere que una pareja deje de comunicarse con Dios por medio de la oración, él también quiere que una pareja deje de comunicarse el uno con el otro. La comunicación libre, abierta y regular es clave para cualquier relación, y en el matrimonio más que cualquiera. Cuando una pareja es capaz y está dispuesta a comunicarse, son capaces de admitir y trabajar en las dificultades, son capaces de compartir tanto las alegrías como las tristezas que son inevitables en una vida en común. Demasiadas parejas dejan de comunicarse o tal vez nunca aprenden a hacerlo. En lugar de resolver los problemas, ellos permiten que permanezcan, que se infecten y lleguen a ser tóxicos. La comunicación es clave para un matrimonio saludable y la falta de comunicación es un enemigo peligroso.

Descuidar los intereses compartidos

Cuando una pareja tiene citas es raro para ellos encontrar que no tienen nada en común, que tienen pocos intereses compartidos. Sin embargo, a medida que pasa el tiempo, se convierten en marido y mujer y se acostumbran a la vida normal, ellos fácilmente pueden caer en rutinas separadas. Ahora viven juntos solos, dos personas viviendo sus vidas separadas bajo el mismo techo. Los intereses compartidos motivan tiempos compartidos, conversación compartida, pasión compartida. Puede ser un pasatiempo, una actividad e incluso un programa de televisión, pero debe ser algo. Descuidar los intereses compartidos es un gran enemigo para un matrimonio saludable.

Descuidar el sexo

Dios fue bueno en proveer el extraño y misterioso regalo del sexo a fin de unir a un esposo con su mujer de una manera única. El sexo es el súper pegamento de un matrimonio saludable, y sin embargo, la mayoría de las parejas nunca están lejos de descuidarlo o de reemplazarlo con pornografía o algo, o cualquier otra cosa. La Biblia exige que un esposo y su mujer mantengan relaciones sexuales en todas las circunstancias, salvo en las muy contadas: de mutuo acuerdo, por un tiempo corto, a fin de concentrarse en la oración. Hay momentos inevitables cuando nada parece más difícil que buscar la relación sexual y nada parece más fácil que descuidarla, pero descuidar el sexo es desobedecer directamente a Dios. Descuidar el sexo es ignorar uno de los grandes e indispensables regalos de Dios. Si Satanás no puede destruir un matrimonio, al menos se empeñará a debilitarlo. Descuidar cualquiera de estas seis cosas es invitar su presencia y darle la bienvenida a su influencia.
Este recurso fue publicado originalmente en el blog de Tim Challies.
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Diez razones comunes pero ilegítimas para el divorcio
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Diez razones comunes pero ilegítimas para el divorcio

Es claro en la Biblia que la intención de Dios para el matrimonio es que permanezca vigente hasta el fallecimiento de uno de los cónyuges. Creo que también es bastante claro que Dios ha provisto un conjunto limitado de circunstancias en las que un matrimonio puede separarse legítimamente. No obstante, muchas personas (incluso cristianos) dan razones para el divorcio que no están respaldadas por Dios. Jim Newheiser resalta de manera útil varias de ellas en su libro Matrimonio, divorcio y nuevo matrimonio: preguntas comunes; respuestas bíblicas. A continuación, comparto diez razones comunes pero ilegítimas para divorciarse: 
  1. «Mi cónyuge no es cristiano» o «yo no era cristiano cuando me casé con mi cónyuge». En ninguna parte en la Biblia esto es considerado como motivo para el divorcio. En 1 Corintios 7:12-13, Pablo con mucha claridad insta a hombres y a mujeres en situaciones como esta a no divorciarse de sus cónyuges no creyentes. En 1 Pedro 3:1-2, las mujeres que están casadas con inconversos son llamadas a estar «sujetas a sus maridos, de modo que si algunos de ellos son desobedientes a la palabra, puedan ser ganados sin palabra alguna por la conducta de sus mujeres». En lugar de estar buscando una oportunidad para salir de la relación, a los cristianos se les ordena buscar oportunidades para compartir su fe con su cónyuge no creyente.
  2. «No nos casamos en una iglesia». Mateo 19:6 convierte esta en una excusa ilegítima cuando dice: «por tanto, lo que Dios ha unido, ningún hombre lo separe». El matrimonio está respaldado por Dios y no depende del contexto en el cual se hicieron esos votos. No importa el lugar donde se casaron o quién los casó, si hiciste un pacto matrimonial, el Señor espera que lo cumplas. 
  3. «Necesito salir de este matrimonio por el bien de mis hijos». Este es, por supuesto, una preocupación justificable, pero una que Pablo no deja de abordar. En 1 Corintios 7:14 dice: «porque el marido que no es creyente es santificado por medio de su mujer; y la mujer que no es creyente es santificada por medio de su marido creyente. De otra manera sus hijos serían inmundos, pero ahora son santos». Según Pablo, esta es otra oportunidad para perseverar por el bien del Evangelio, para que tus hijos, también, puedan ver tu ejemplo piadoso de fe. Sin embargo, en el caso de que tu cónyuge represente una amenaza de peligro, ya sea abuso emocional o físico, la seguridad de tus hijos es una prioridad. 
  4. «Mi cónyuge es una tremenda decepción»; «es un perdedor (mal proveedor)»; «ella no cuida de sí misma físicamente»; «nunca me habría casado con esta persona si hubiese sabido en lo que me estaba metiendo»; «merezco algo mejor». Incluso los mejores matrimonios podrían entrar en tiempos de estancamiento donde pensamientos como estos podrían prevalecer durante un tiempo. El matrimonio puede ser difícil. Tu cónyuge podría causarte gran dolor o decepción. Sin embargo, esto no es una excusa legítima para huir, sino una oportunidad para superarlo o superarla en amor (Ro 12:10), para crecer en confianza en el Dios que ordenó tu matrimonio (Pr 3:5-7) y para reflejar la fidelidad de Dios hasta el fin (Mt 25:23).
  5. «Ya no estamos enamorados». Si Dios nos manda a amar a nuestros enemigos (Mt 5:44), podemos amar a nuestros cónyuges, incluso si no reunimos esos sentimientos románticos que una vez definieron las fases de las citas y de la luna de miel. El pacto matrimonial es vinculante hasta la muerte, no hasta que uno de ustedes se desenamore. Dietrich Bonhoeffer dijo: «no es su amor lo que sostiene al matrimonio, sino, de ahora en adelante, es el matrimonio lo que sostiene su amor». Cuando amas a tu cónyuge desde la obediencia a Cristo, confía en que Dios puede ayudar a que nazca desde el corazón y restaure el romance que se ha perdido. 
  6. «Me casé con la persona equivocada» o «éramos demasiado jóvenes». Tal vez tu matrimonio fue construido sobre la arena. Quizás tu cónyuge no satisface tu criterio actual de un esposo o esposa piadoso. Eso no significa que tu alma gemela aún esté allá afuera esperando por ti. La idea de un alma gemela no está enraizada en nada bíblico. La persona que Dios tenía para ti es la persona con la que estás ahora. Si estás luchando con estos pensamientos, harás bien en confesar cualquier pecado de desobediencia o necedad ante Dios (1Jn 1:8), recibe el perdón de Dios y continúa seguro de que Dios obra todas las cosas para nuestro bien (Ro 8:28).
  7. «Me debo a mí mismo ser feliz. Dios no querría que yo fuera infeliz». Existe una diferencia crucial entre la felicidad mundana y la felicidad piadosa. La primera depende de las circunstancias, la última prevalece a pesar de las circunstancias. El Catecismo Menor de Westminster declara: «el fin principal del hombre es el de glorificar a Dios, y gozar de Él para siempre». ¡A Dios le importa profundamente tu felicidad eterna! Las temporadas más oscuras del matrimonio pueden ser una tentación para la desesperación mientras los matrimonios más felices y saludables a tu alrededor brillan con aún más fuerza, pero la verdadera felicidad en Dios se abre paso en esas temporadas para agradecer a Dios por cualquier sufrimiento que puedas enfrentar para su gloria (1P 2:21). 
  8. «Mi matrimonio es una lucha constante». En cualquiera de los casos ya mencionados, los creyentes pueden ser fieles a los votos que hicieron aun si sus matrimonios son una lucha. Si crees que puedes ser feliz fuera de la voluntad de Dios, entonces eres cautivo de una mentira articulada por Satanás. ¿Realmente quieres enfrentarte a la soberanía y sabiduría de Dios? Gálatas 6:7 dice: «no se dejen engañar, de Dios nadie se burla; pues todo lo que el hombre siembre, eso también segará». Es mejor luchar con dificultad en el matrimonio que desafiar a Dios al quebrantar el pacto matrimonial. 
  9. «Todos mis amigos dicen que debo dejarlo(a)». Incluso amigos con la mejor de las intenciones pueden llevarte al extravío. Por esta razón es que es importante que te comprometas al consejo completo de Dios en su Palabra, permitiéndole convertirse en tu consejera suprema, sin importar cuántas opiniones discrepantes escuches en otros lados. Asimismo es igual de importante escoger a tus amigos con sabiduría y mantenerte al margen de la mala compañía (Sal 1:1; 1Co 15:33). Rodéate de personas cuya sabiduría esté basada en la verdad bíblica.
  10. «Dios me perdonará». El apóstol Pablo aborda directamente esto en Romanos 6:1-2: «¿Qué diremos, entonces? ¿Continuaremos en pecado para que la gracia abunde? ¡De ningún modo! Nosotros, que hemos muerto al pecado, ¿cómo viviremos aún en él?». Nuestro Dios está lleno de gracia, pero eso no debe provocar que nosotros nos aprovechemos de eso al estar ligados al pecado. Al contrario, debe causar que vivamos en la libertad de su voluntad, deseosos de cumplir sus mandamientos. Cristo murió para que ya no seamos esclavos al pecado, sino que esclavos a la justicia. Jesús dijo: «si ustedes me aman, guardarán mis mandamientos» (Jn 14:15). Si realmente amas a Cristo, no separarás «lo que Dios ha unido» (Mr 10:9).
Este artículo fue publicado originalmente en el blog de Tim Challies.
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Timothy Keller
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Timothy Keller

No esperaba disfrutar este libro tanto como lo hice. Disfruto leer una buena biografía tanto como cualquiera, pero quizás era un poco escéptico sobre un libro que, en lugar de centrarse en la vida y en los logros de una persona, describe su formación espiritual e intelectual. No obstante, lo que podría haber sido un tanto árido resultó ser realmente fascinante. Podría ser un contexto útil establecer que no conocí a Tim Keller personalmente y tampoco me encontré con él ni intercambié correspondencia con él. Tampoco creo haberlo escuchado predicar más de una o dos veces. Mi experiencia con él realmente sólo fue la lectura de tres o cuatro de sus libros. Aunque conozco un buen número de personas que lo consideran una influencia significativa en su fe o ministerio, no estoy entre ellos. Digo todo esto porque significa que estaba leyendo sobre alguien que es, en su mayoría, un extraño, aunque uno al que en ocasiones admiré desde lejos y en otras, me preocupaba. Collin Hansen conoció bien a Keller y llegó a conocerlo mucho mejor en la preparación de este libro. Él comparte el propósito del libro en las páginas introductorias.
A diferencia de una biografía tradicional, este libro relata la historia de Keller desde la perspectiva de quienes lo influenciaron más que de su propia influencia. Quien conoce de cerca a Keller, sabe que no le gusta hablar de él mismo, pero sí de lo que lee, lo que aprende, lo que ve. La historia de Tim Keller es la historia de sus influencias espirituales e intelectuales, desde la mujer que le enseñó cómo leer la Biblia, hasta el profesor que le enseñó a predicar a Jesús a partir de cualquier texto y el sociólogo que le instruyó a ver más allá de la superficie de la sociedad. [...] Esta es la historia de las personas, los libros, las conferencias y, en última instancia, del Dios que formó a Timothy James Keller.
Y así comienza con su infancia, con un padre que era bastante reservado y una madre que, aunque amaba a sus hijos, era extremadamente controladora. Ella llevó a su familia a una Iglesia Evangélica Congregacional que 
se enfocaba en el esfuerzo humano para mantener la salvación y alcanzar la perfección sin pecado. Tanto en su casa como en la iglesia, Tim Keller aprendió esta segunda forma de legalismo, la de la variante fundamentalista. Cuando Tim dejó su hogar para ir a la universidad, no sólo conocía sobre Martín Lutero, sino que también se identificaba a nivel personal con él, a quien afligió una conciencia patológicamente exagerada que esperaba la perfección de sí mismo al tratar de vivir de acuerdo a sus normas y su potencial.
Keller se matriculó en la Universidad de Bucknell para especializarse en religión donde fue influenciado por InterVarsity Christian Fellowship y pronto profesó fe en Cristo. Su conexión con InterVarsity desarrollaría dentro de él un celo por el evangelismo y un método de lectura y comprensión de la Escritura. En este margen de tiempo, también sería expuesto a los ministerios de John Stott, Elisabeth Elliot, Martyn Lloyd-Jones y otros, todos los que lo formarían en diferentes formas. Aún más importante, llegaría a conocer a Kathy Kristy que no sólo se convertiría en su esposa, sino que también en su influencia espiritual e intelectual más formativa, por lo que «cuando se escribe sobre Tim Keller, en realidad se está escribiendo sobre Tim y Kathy, un matrimonio entre intelectuales en igualdad de condiciones que se conocieron en el seminario y que comparten el compromiso con el ministerio y el amor por la literatura, junto con una seria devoción por la teología». El libro sigue contando las influencias de C. S. Lewis y J. R. R. Tolkien, de R. C. Sproul y su centro de estudios Ligonier Valley, y de Francis Schaeffer y L’Abri. Habla del tiempo que Keller pasó en el seminario teológico Gordon-Conwell y de los profesores ahí, y su descubrimiento de los escritos de Jonathan Edwards. Luego continúa con su primer pastorado en Hopewell, Virginia y su tiempo como profesor en Westminster Theological Seminary, haciendo una pausa para contar, detalladamente, el impacto de Edmund Clowney. Y, finalmente, llega a la ciudad de Nueva York a la iglesia Redeemer, Redeemer City-to-City y a los muchos libros de Keller, junto con las personas vivas y muertas que desempeñaron roles esenciales en ayudarlo a desarrollar su estrategia para alcanzar ciudades para Cristo. A lo largo del libro, Hansen muestra a Keller como un hombre cuyo don principal no es ser un pensador original, sino un analista y sintetizador que lee de manera profunda y extensa, integrando pensamientos de muchos otros.  Tener un héroe sería poco original; tener cien héroes significa que uno ha bebido profundamente al rastrear el mundo en busca de los pozos más puros. Esta capacidad que Dios le dio para integrar fuentes dispares y compartir luego las perspectivas con los demás ha sido observada por casi todo aquel que haya conocido a Keller, desde sus tiempos universitarios. Es el guía de los gurús. Uno recibe las mejores ideas de ellos, con el toque único que les da Keller. Y, por lo tanto, la gran conclusión al final de todo es que si aprecias a Tim Keller lo mejor que puedes hacer es enfocarte menos en él y más en las personas que le enseñaron y lo influenciaron. Después de que terminé de leer el libro, revisé sus recomendaciones y pensé que la de Sinclair Ferguson era especialmente acertada:  Esta es la historia de un hombre con inusuales dotes innatos de análisis y síntesis, de la vida hogareña y familiar que lo ha moldeado, de las personas tanto fallecidas hace mucho tiempo como contemporáneas de cuyas percepciones se ha apoderado para comunicar el Evangelio y también de los giros y vueltas de la providencia de Dios en su vida. Estas páginas bien podrían haberse titulado Cómo llegó a ser Tim Keller. Ese «llegó a ser» no fue un camino rápido ni fácil. Sin embargo, el relato de Collin Hansen será tan desafiante como instructivo para los lectores. Ferguson lo expresa de manera precisa. Ya sea que hayas sido influenciado por Keller o no, ya sea que lo admires o no, creo que disfrutarás este recuento de su vida enmarcada en su desarrollo intelectual y espiritual. Contada a través del lápiz de un escritor especialmente talentoso, es una narrativa fascinante y persuasiva. Podría dejarte pensando sobre quién te ha formado y podría llevarte a alabar a Dios por las personas, los predicadores, los libros y las organizaciones que te han hecho quién eres.

Timothy Keller: su formación espiritual e intelectual. Collin Hansen. B&H Español, 320 páginas.

Esta reseña fue publicada originalmente en el blog de Tim Challies.
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