No he leído demasiados libros de John Stott. Sin embargo, al escribir sermones y mis propios libros ha habido varias veces en que he descansado en sus comentarios y siempre los he encontrado muy útiles —bíblicamente fieles y llenos de sabios puntos de aplicación—. Por supuesto, a menudo he hecho referencia al que bien podría ser su más grande libro, La cruz de Cristo, y conozco gente que se convirtió tras leer su obra Cristianismo básico (entre ellos Derek Thomas). Aunque su ministerio tuvo un par de aspectos desafortunados (el más notorio de los cuales fue una cierta simpatía por la doctrina del aniquilacionismo), Stott es un hombre que permaneció fiel a su vocación y sirvió bien a la iglesia. También es un hombre que a menudo sirvió a la iglesia detrás del escenario, lo cual significa que el tiempo podría demostrar que pocos notaron su importancia en el momento. Con todo, en 2005 la revista TIME lo declaró una de las 100 personas más influyentes del mundo, así que supongo que alguien ya lo notó.
Antes de retirarse del ministerio público activo, Stott escribió un último libro, el último de los más de 50 que escribió en su vida. El discípulo radical dirige la atención a los que él considera algunos de los aspectos descuidados de nuestra vocación cristiana. ¿Por qué este título? «Hay diferentes niveles de compromiso en la comunidad cristiana. Jesús mismo lo explicó al describir lo que sucede con las semillas de las que habla la Parábola del Sembrador. Las diferencias entre las semillas dependían del tipo de suelo donde caían. De la semilla sembrada en suelo pedregoso, Jesús dijo que no tenía raíz. La manera en que comúnmente evitamos el discipulado radical es siendo selectivos; es decir, eligiendo aquellas áreas en las que el compromiso nos va bien, y eludiendo aquellas otras que podrían resultarnos costosas. Pero, debido a que Jesús es Señor, no tenemos derecho a seleccionar en qué áreas someternos a su autoridad». Así, en este libro, él considera ocho características del discipulado cristiano que, aunque merecen ser tomadas en serio, son descuidadas con demasiada frecuencia.
Estas son las áreas en que se concentra: el conformismo, la semejanza a Cristo, la madurez, el cuidado de la creación, la sencillez, el equilibrio, la dependencia y la muerte. Naturalmente, algunas de éstas serán un poco más polémicas que otras, y no me cabe duda de que, en lo alto de la lista, estarán la sencillez y el cuidado de la creación. En este último capítulo, Stott indica que él cree que el cambio climático producido por el hombre es un peligro inminente, y en el de la sencillez, toma partido por Ron Sider compartiendo un documento que aborda asuntos relacionados con la justicia, el desarrollo internacional y otras cuestiones candentes. Entre los capítulos más sólidos, al menos en mi evaluación, están los de la madurez (un tema que me toca y que aprecio) y la dependencia.
Honestamente, en ciertos sentidos es un libro corriente. Tiene sus fortalezas y debilidades, como todos los libros, pero para un título que llama a la gente al discipulado radical, pareciera contener pocas ideas verdaderamente radicales. Al mismo tiempo, sin embargo, creo que tiene un valor genuino; dicho valor se encuentra en su autor y el momento en que lo escribió. El libro me recuerda un poco a Pecados respetables, de Jerry Bridges. En ambos casos el autor es un hombre mayor que ha presenciado tanto los altibajos de la iglesia como sus buenos y malos momentos. Ambos han viajado mucho y regresado con observaciones. Bridges observó pecados que los cristianos tienen la tendencia a pasar por alto mientras que Stott observó áreas en que los cristianos no están cumpliendo su vocación. En ambos casos, el libro tendría mucho menos valor si estuviera escrito por un autor de treinta y tantos años. Sin embargo, con la edad, con la experiencia, con un ministerio fiel y extenso, se adquiere el derecho a decir ciertas cosas; a hacer ciertas observaciones generalizantes.
Al igual que Bridges, John Stott ha tenido un ministerio largo y fiel y se ha ganado el derecho a ser oído. Ha tenido la sabiduría de decidir cuándo retirarse; cuándo apartarse del ministerio público (y, hablando en serio, ¿cuántos hombres escriben un libro que no se necesitaba y luego continúan demasiado tiempo en el ministerio?). Si un hombre de la estatura de Stott escribe un libro esbozando ocho formas en que la iglesia debería mejorar, creo que haríamos bien en al menos leerlo y considerarlo. No me cabe duda de que pocos estaríamos de acuerdo con sus ocho énfasis, pero todos haríamos bien en al menos analizarlos y ver si hay en ellos algún llamado que necesitamos atender. Puedo, al menos, testificar que este libro me desafió.
El discípulo radical: aspectos del discipulado que con frecuencia se descuidan. John Stott. Ediciones Certeza Unida, 144 páginas.
Esta reseña fue publicada originalmente en Tim Challies. | Traducción: Cristian Morán.

