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Nota del editor: Aunque Acceso Directo generalmente procura dar a conocer libros recomendables, creemos que la Biblia también nos llama a distinguir el cristianismo bíblico de aquellas corrientes que lo desvirtúan. La siguiente reseña da cuenta de una de dichas corrientes.


Cada vez que leemos un libro (o escuchamos alguna enseñanza) que tiene por objetivo mostrarnos cómo debe vivir el creyente, una de nuestras preocupaciones debe ser asegurarnos de que tal enseñanza se base en una visión bíblica de la forma en que se relacionan nuestro comportamiento y nuestra aceptación ante Dios. Si nuestro comportamiento, como lo enseña la Biblia, es descrito como una consecuencia de haber sido aceptados por Dios, estamos hablando del evangelio, pero si se nos enseña que nuestra aceptación ante Dios depende de dicho comportamiento, estamos ante una perversión del evangelio que, en términos concretos, no es otra cosa que una aproximación legalista a Dios.

El libro Bajo el abrigo, de John Bevere, cae decididamente en esta última categoría. Lo que podría haber sido un intento de articular una enseñanza sobre la forma en que los cristianos somos llamados a hacer visible el gobierno de Dios bajo las estructuras temporales de poder, termina siendo, lamentablemente, una especie de manual para mantenerse dentro de una pirámide de autoridades que, de «romperse», podría desatar en cualquier momento la ira condenatoria de Dios sobre el infractor (quedando, así, sin su protección —de ahí el título—).

¿Es este el concepto bíblico de la salvación y la forma en que debemos entender la existencia de autoridades humanas mientras esperamos la plena manifestación del reino de Dios?

John Bevere, en su libro, da evidencias de creer que la entrada al reino de Dios es una especie de puerta giratoria. Uno puede entrar hoy, pero si falla en algún punto de sumisión, con igual facilidad puede perder el favor de Dios.

Esta visión es llamativa porque, aunque hay muchas manifestaciones de legalismo en las iglesias, son menos las que se centran tan específica y selectivamente en la sumisión a las autoridades terrenales como vara de medir la estatura cristiana. El concepto de la sumisión, sin duda, es importantísimo en la Biblia, pero esta sumisión siempre aparece enfocada en la voluntad revelada de Dios y no en una sumisión ciega a cualquiera que se arrogue el título de «autoridad delegada» por Él. La sumisión bíblica, para ser claros, siempre está dirigida a la palabra divina, y por lo tanto, cuando encontramos autoridades humanas, se espera que éstas hagan valer dicha palabra en sus respectivas esferas y no cualquier ocurrencia propia como si la autoridad descansara en las personas mismas (de manera impactante, en un punto el autor llega al revelador extremo de decir que Dios mismo se supedita a las decisiones de las autoridades humanas que ha designado).

El autor intenta —y eso es claro— sustentar sus afirmaciones con numerosos textos bíblicos, pero esta reseña omitiría un rasgo importantísimo del libro si no mencionara que Bevere interpreta la Biblia sin prestar la debida atención al contexto de cada versículo (y a veces, a los versículos mismos). La cruz de Cristo, para empezar, redefine decisivamente el panorama entre el Antiguo y el Nuevo Testamento, pero Bevere no sólo guarda un sistemático silencio sobre la cruz, sino que, en sus afirmaciones, demuestra ser inconsciente del enorme cambio que introdujo.

¿Quién —se pregunta uno— es Jesús para este autor? El libro reconoce su título de «Señor» (y que su sangre puede limpiarnos), pero queda la duda de si Jesús, como diría Pablo, es para él un nuevo Adán (Romanos 5:14-18; 1 Corintios 15:22). Una correcta visión de Jesús es esencial no sólo porque afina dramáticamente nuestra sensibilidad ante las diferencias entre los dos testamentos, sino también porque aclara en qué descansa actualmente nuestra única esperanza de ser aceptados por Dios.

Es claro, para empezar, que los seres humanos no podemos ponernos nosotros mismos «bajo el abrigo». Adán perdió la protección de Dios, y sus descendientes nacemos en la misma condición: «fuera del Edén». Dios, sin embargo, proveyó un nuevo Adán (Jesús), y si nacemos en Él, no sólo estamos nuevamente «bajo el abrigo», sino que lo estamos para siempre (porque Jesús, a diferencia de Adán, no falló).

Nuestras insumisiones, por tanto, no ponen en riesgo nuestra salvación, pero como resulta obvio, la pregunta de fondo sigue en pie: ¿Cómo debemos entender la sumisión a los hombres?

Primordialmente, como una cuestión de orden. Es evidente que, en diversos casos, los grupos humanos requieren de autoridades que los organicen (en pro de objetivos delimitados), pero debemos evitar imaginar que los hombres en puestos de autoridad sean conductos que, únicamente en caso de ser consultados y obedecidos, dejarán fluir la revelación y la bendición de Dios al creyente. Ciertos líderes, indudablemente, cumplen también el rol formativo de guías (como los padres, maestros de escuela o pastores), pero debemos tener mucho cuidado de no confundir la experiencia o los estudios con un acceso privilegiado a la revelación y la bendición de Dios. Me impacta, particularmente, que Bevere diga: «El derecho de hablarle a la vida de un líder debe ser ganado»; o que, refiriéndose a la rebeldía ocasional de quienes no son líderes, añada: «Estas personas están convencidas de que pueden escuchar al Señor tan bien como cualquier otro». No podemos tomar casos como (p. ej.) el de Moisés y exportarlos a nuestra época como si Jesús no hubiese hecho diferencia alguna. El Moisés del Nuevo Testamento es Cristo, y si la iglesia es actualmente su cuerpo, se deduce naturalmente que los roles espirituales de Él descansan en la comunidad (y no en individuos específicos que, equivocadamente, se atribuyen el título de «ungidos»).

Este libro, en suma, no resulta bíblicamente fiable, y eso es porque, en la base de todo, se distinguen al menos dos factores: una carencia de herramientas teológicas sanas, y quizás aun más al fondo, una lectura bíblica prejuiciosa que hace calzar la mayor parte de los textos con la fijación del autor en su propia perspectiva del tema. Definitivamente, es un libro que no recomiendo.

Bajo el abrigo. John Bevere. Casa Creación, 237 páginas.

Cristian J. Morán

Cristian J. Morán

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