Porque estas cualidades, si abundan en ustedes, les harán crecer en el conocimiento de nuestro Señor Jesucristo, y evitarán que sean inútiles e improductivos. (2 Pedro 1:8)
En los tiempos del Imperio Romano, todos aquellos que triunfaban en algún ámbito, como atletas, emperadores, gladiadores, etc., eran reconocidos con coronas de laureles. Junto con ello obtenían rentas vitalicias que les ayudaban a sobrevivir de por vida. El problema era que con ello, muchos dejaban de esforzarse y simplemente se dedicaban a vivir de las rentas de lo que una vez lograron. Esto hacía que muy rara vez volvían a obtener algún otro logro. Así es que surgió la tan popular expresión, “dormirse en los laureles”, en relación a dejar de esforzarse y caer en una vida de improductividad por la simple satisfacción de un logro del pasado.
El llamado de Pedro es precisamente a evitar esto, es decir, a que los cristianos no se duerman en los laureles. Estos han obtenido la gran victoria, por los méritos de Cristo, del perdón de sus pecados y la vida eterna. Además han recibido, por medio del Espíritu Santo, ciertas virtudes, que ahora son parte de su vida. Pero el problema es que muchos cristianos se quedan simplemente disfrutando de ello, sin esforzarse por hacer cada vez más visibles estas cualidades en sus vidas. Se contentan con el hecho de ser cristianos al cual Cristo les salvó del infierno y se quedan gozando pasivamente en esta realidad, sin embargo, quien verdaderamente ha comprendido el evangelio no puede quedarse en eso. Esta nueva realidad debe despertar un deseo por conocer cada día más a Jesús y poner ese conocimiento en acción al servicio de todos los que le rodean. [1]
Con ello Pedro nos muestra que la vida cristiana está muy lejos de ser algo pasivo o meramente contemplativo. Toda la lista de virtudes que nos llamó a añadir, describen con detalle la huella digital de alguien que dice ser cristiano. La falta de estos frutos es claramente un signo de muerte espiritual y por tanto muestra que la persona no es lo que dice ser. Pero no se trata simplemente de tenerlas, sino que debemos esforzarnos por exhibirlas en mayor abundancia cada día. La exhibición completa y perfecta de estas virtudes solo la encontramos en Jesús, por lo que claramente ninguno de nosotros podrá llegar a este nivel hasta el final de los tiempos, pero eso no es excusa para que no nos vayamos acercando paulatinamente a ese estado. Esto es lo que produce el verdadero conocimiento de Cristo. Mientras el falso conocimiento produce improductividad, el verdadero conocimiento produce los frutos que Pedro ha mencionado anteriormente.
Pero el problema no es que simplemente nos quedamos en la pasividad, sino que comenzamos a poner nuestro esfuerzo o atención en otras cosas. Las preocupaciones o los ofrecimientos placenteros del mundo comienzan a ocupar tanto nuestra atención que dejamos de esforzarnos por manifestar en nuestras vidas estas cualidades cristianas hasta terminar totalmente improductivos. [2]
Entonces buscar estas cosas nos lleva a experimentar la vida cristiana como lo que realmente es y nos aparta de lo que no es. Si hay signos de pasividad, claramente hay algo que anda mal en nosotros, por lo que es muy probable que estemos concentrando nuestros esfuerzos en otras cosas.
¿Has estado simplemente disfrutando pasivamente de las rentas de tu conversión? Si es así, ora a Dios para que con su grito amoroso del evangelio, te despierte de forma urgente de tu improductivo sueño en los laureles.
[1] MOO, D. J. (1996). 2 Pedro, Judas (Pág. 47). Grand Rapids, MI: Zondervan Publishing House.

