Su divino poder, al darnos el conocimiento de aquel que nos llamó por su propia gloria y potencia, nos ha concedido todas las cosas que necesitamos para vivir como Dios manda. (2 Pedro 1:3)
Cuando pensamos en la salvación por gracia y la obediencia, generalmente los cristianos afirmamos con seguridad que Dios nos ha concedido su salvación por medio de Cristo en forma totalmente gratuita, pero ahora es nuestro rol responder a ese sacrificio con una vida de obediencia a él. La Biblia afirma con toda claridad que es por su poder que hemos sido salvados en la cruz por Jesucristo, que por su poder hemos podido conocerle, pero Pedro ahora nos muestra también que es por ese mismo poder que se nos ha dado todo lo necesario para vivir de esa forma.
El problema es que en el día a día los cristianos olvidamos a menudo esta última verdad y asumimos este principio por nuestra propia cuenta, empujando a la fuerza una vida de santidad que al final resulta muchas veces decepcionante, frustrante y con muchos dejos de culpabilidad. Vivimos con una constante sensación de que algo falta para realmente tener el tipo de vida que Dios espera de nosotros y le pedimos que haga un milagro para que podamos vivir de esta forma.
Sin embargo, este verso nos aclara algo fundamental para la vida cristiana. Dios no solo nos ha dado la salvación, sino que además por su poder nos ha concedido todas las cosas para vivir nuestra vida cristiana de la forma que él quiere que la vivamos. Dios no solo demanda un estilo de vida de acuerdo a lo que decimos creer, sino que además nos brinda los medios para hacerlo posible.Por otro lado, a veces simplemente desobedecemos a Dios, pues concluimos rápidamente que vamos a tener que convivir con el pecado hasta nuestra muerte. No es que esto sea totalmente falso, pero muchas veces utilizamos esto como una excusa para simplemente ceder con rapidez ante nuestros deseos.
Todo se resume entonces en dónde creemos que podemos encontrar la fuente de poder para nuestra obediencia, y Pedro nos deja claro que está en Dios. El punto es si lo creemos o no. Entender esta verdad nos da una correcta perspectiva de Dios y de nosotros mismos. Muchas veces no nos sentimos capaces de poder obedecer a Dios y decimos cosas como “esto es más fuerte que yo”, pero eso no es porque seamos incapaces o falte algún milagro en nosotros, sino más bien es una muestra de una falta de fe. Es un reflejo de no creer lo que Dios ha dicho. Y como no lo creemos, entonces es algo natural que cedamos con facilidad ante el pecado. Entonces, la respuesta frente a las tentaciones de nuestra vida debe ser “sí puedo obedecer a Dios en esta circunstancia, por más difícil que sea”. Y la única razón por la que puedo hacerlo es que Dios me ha dado todo lo necesario para ello.
Por tanto, si estás luchando con algún área difícil en tu vida y sientes que no puedes salir, o si sientes que ante este fracaso constante es mejor esconderlo de los demás pues no podrás cambiar, te invito a que decidas creerle a Dios, ya que su palabra nos muestra que sí puedes porque te ha dado todo lo necesario para ello.
Una vida obediente no es sinónimo de fortaleza personal o autodisciplina, sino que es un reflejo de lo que Dios ya nos ha dado por medio de su poder. Por tanto, créele a Dios y vive una vida de obediencia que le da siempre la gloria, pues recuerda: solo él lo ha hecho posible.

